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Viaje en el tiempo
Esta noche soñé, o quizás no, acaso se trataba de un simple duermevela, y estuve contemplándote durante un buen rato. Como aquella mañana de primeros días de Abril, fresca, como era habitual en algunas ocasiones, y aún estando de vacaciones te despertaste pronto, te gustaba, sobre todo porque se trataba de Semana Santa, y el ambiente era distinto, especial, había más gente, y el negocio familiar es el primero en notar esta circunstancia. Desde hace unos días observas a cantidad de personas que por allí desfilan, desconocidos, al menos para ti, aunque tus padres saludan a algunos de ellos con mucho cariño, porque se tratan de pontanos que por eventualidades de la vida han marchado a otros lugares de España o incluso fuera de ella, para poder sacar la familia para adelante, y hoy vuelven para estar en su pueblo, con sus familiares, con sus amigos, con Jesús Nazareno. Junto con tus amigos, tu pandilla, pronto estabais sacando partido a aquel día festivo, no podéis traicionar vuestras costumbres, y allá que con vuestro balón de futbol ya estáis sorteando pinos e intentando llegar a la portería del rival, que vitalidad y que fuerza, con qué interés cada uno de vosotros se toma la competición. Luego vendrá la pequeña bronca de la madre; este niño otra vez sudando, ¿no puedes descansar ni en Miércoles Santo?
Luego llega la tarde, una tarde especial, con un aroma donde se mezcla el azahar, que te rodea por doquier, ese olor de los puestos de turrón y garrapiñada, y el de la “cañaduz”, que aunque no desprenda un intenso aroma tu sí que sabes donde se encuentra, donde se colocan los vendedores de la misma, y allá que vas corriendo a invertir las primeras pesetas; algo más tarde comienza otro efluvio a sobresalir por encima del resto, la cera. La campanita ya suena por la calle Aguilar, y raudo has cogido, junto a cuatro amigos y se colocáis en el balcón del centro, justo encima de la puerta del bar, un lugar privilegiado para contemplar la procesión, con el avituallamiento propio de vuestra edad os reis de Adán y Eva que junto al “El Lavatorio” se encuentran, le sigue “El Huerto”, y siempre hay alguno que hace el mismo comentario, ¿el olivo es de verdad?, cuando las únicas figuras de este día, “Los doctores de la ley” desfilan ante vosotros, coincidiendo con el paso de “La chusma”, no es lo mismo que el imperio pero como aperitivo a ti te gusta, aunque alguno parece costarle un poco mantener el paso. Seguidamente ya lo ves, no hay duda, acompañado por El Miserere se desliza ante vosotros, cada año te impresiona más su majestuosidad, su imagen humilde y su imponente trono. Cuando su madre cubierta con el manto rojo se mueve ante ti, aún sigues contemplando su espalda divina, y avistas la maravillosa estampa de todo el desfile a lo largo de la Matallana, disfrútalo ahora que dentro de unos años dejaras de verlo igual. Mientras disfrutas, no se te puede pasar por la cabeza que cuando pasen unos años vas a tener la oportunidad de estar muy pegado a él, incluso lo soportarás con tu hombro, y tus hijos de pequeños, te acompañarán alumbrando su camino, incluso el mayor ya es uno de sus bastoneros, y está contigo en el cuartel. Pero hoy recréate; todo vendrá poco a poco, la vida depara muchas vicisitudes, y siempre hay una imagen que te acompañará toda ella, esa imagen te puedo dar fe de ello, que después de cuarenta años aún sigue siendo la misma, un hombre sentado en una piedra, ensangrentado, paciente y humilde.
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