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A propósito de Jesús

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Una buena noticia

Una buena noticia

José Antonio Delgado Palma

Algunas veces me pregunto qué hechos hizo y qué palabras dijo, en definitiva qué delito cometió Jesús de Nazaret para que lo condenasen a muerte. Nació pobre, era un simple hijo de un carpintero, su familia y él tuvieron que padecer la emigración y la mayor parte de su vida se desarrolla en una pequeña aldea. Pero cuando comienza su vida pública, tenía en su contra a todos los poderes de su sociedad: poder religioso, social y político. Leyendo los evangelios podemos saber las acusaciones por las que fue juzgado: Fue juzgado por blasfemo y agitador. Fue condenado a muerte y ajusticiado por la autoridad romana a petición del clero judío. Y para colmo de males fue abandonado por los suyos, por sus discípulos y personalmente creo que se sintió en algún momento abandonado hasta de Dios. ¡ Éste hombre no merecía esto ! Repasando los evangelios nos daremos cuenta que ese hombre en sus hechos y en sus palabras lo principal y fundamental que quiso enseñarnos es el Reino de Dios. Nunca lo definió, lo comparó: con un grano de mostaza, con la levadura, con un tesoro... Con el Nuevo Testamento en la mano, podemos afirmar, que para Jesús el Reino de Dios se realiza allí donde se cumple el Padre Nuestro. No hay Reino de Dios sin pan, sin perdón, sin cumplimiento de la voluntad de Dios. Tampoco parece que Jesús tuviera duda sobre el carácter material del Reino de Dios, lo comparó con el andar de los cojos, el ver de los ciegos, el oír de los sordos, el resucitar de los muertos... Jesús anuncia el reino para los pobres, que no tienen nada, para los que no hay lugar en este mundo, para los que sufren y nadie consuela, para los que sienten la soledad y el abandono. También anuncia el reino para los que son pobres después de haber malgastado una fortuna (como el hijo pródigo). No cabe la menor duda que Jesús optó por ellos y los puso en el centro de su vida y les indicó la pertenencia (a los únicos que lo hacen presente) a ellos el Reino de Dios. Se jugó la vida por los mas desfavorecidos, trató de igual a igual a las mujeres y trabó amistad con ellas. No hizo catálogos de pecados y no mostró ningún entusiasmo por el mérito. Jesús actuó y habló con libertad absoluta, el respeto a la tradición y a las costumbres no estaban dentro de sus prioridades, puso al hombre por encima de la religión y centró en el amor el meollo de la cuestión. “El sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”. “Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. La hipocresía de los fariseos, los intérpretes legalistas de la religión, la tiranía de los gobernantes y la ostentación vanidosa, fueron denuncias sociales hechas por Jesús. Y por eso lo mataron, y a su entierro sólo acudió José de Arimatea, discípulo de Jesús, (pero secretamente por miedo a las autoridades judías) y Nicodemo, aquél que la primera vez había ido a verlo de noche.

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