Dele llover

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Juan Emmanuel Ponce de Leรณn

DELE LLOVER

Ediciones del Leรณn Taurino Digital 2018



Juan Emmanuel Ponce de Leรณn

DELE LLOVER

Ediciones del Leรณn Taurino Digital 2018


Ponce de León, Juan Emmanuel

Dele Llover, poemas

Anchorena, San Luis. Argentina

Imagen de portada: DELE LLOVER

Autor: María Alejandra Pérez

(2017) Ediciones del León Taurino Digital Reservados los derechos Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

Juan Emmanuel Ponce de León

Av. Hipólito Yrigoyen 535

Anchorena (CP 6389). San Luis. Argentina.

juaneponce@hotmail.com

www.jeponcedeleon.com


Uno Hay mujeres que tienen ese perfume que juega y simula a las vainillas mojadas con leche. Y cuando pasan me juntan para que las acompañe. Yo les digo cuánto me gusta, cómo las siento de cerca. Me arrancan un pedazo de vida que acostumbrada a las siestas queda jugando en patios de alegrías. Perros y alegrías. Está dele y dele llover. “Llueve de arriba hacia abajo” aclaraba mi padre. No lo supe hasta hoy. No identifiqué el significado hasta que cruzaste con ese perfume de vainilla con leche. Mi padre miraba la ventana cuando llovía y decía así. Esa frase atroz que no buscaba aclarar lo obvio, sino que remataba toda posibilidad del milagro breve, aquel que de una vez por todas haga que el agua nos comience a mojar desde los pies y nos haga barro en la cabeza. Está dele y dele caer agua. “Agua mojada” decía también mi viejo, y ya no necesito contarte qué quería decir, ni que sus palabras reflejaban esa tristeza que llevamos adentro cuando las reiteraciones y lo obvio nos dejan escaso de maravillas.


Dos Yo quería un desayuno completo. Quería estar sentado en un bar escuchando jazz. Pero la plata me alcanzó para dos alfajores con dulce de leche que comí mientras caminaba por una calle sorda. Alfajores blancos. Aunque caiga agua y el asfalto se quede sin poder esquivarla cruzo la avenida, voy a la estación de servicio, y con monedas lleno un termo con agua caliente para el mate. Porque los alfajores pierden semántica sin el mate. Voy caminando. Saco una foto triste. No para de llover y no encuentro tu casa.


Tres Me recuesto sobre las vías del tren. Mientras echo humo abro los brazos. Juego a que soy un tren y que viajo. Me disfrazo de pasajero y tropiezo con tu cara que se rompe. Finjo desestabilizarme y te rozo con los ojos. Miro por la ventanilla. Un borracho me pregunto que qué hago ahí tirado. Si estoy loco o qué corno tengo. ¿Qué hacés ahí?, pero ¿qué hacés ahí che? Y se suspende entre las vías como un reloj de sol alcohólico repleto de ademanes. No sé si creo pero pido perdón. No supe detenerme. La lluvia va a curarnos de espanto.


Cuatro Cuando llueve el barrio se inunda. Abajo de agua sucia. De las rodillas arriba, de olor a torta frita. Son las tres de la tarde. El ruido de aceite se confunde con las gotas rebotando sobre el zinc. Las casas amasan siestas hasta dejar las mesas rengas. Huele diferente el pueblo. Parece un barco a vapor. Los chicos salen a sentir el barro entre los dedos desnudos. Aunque ya estoy grande para esto, me descalzo. Dejo las zapatillas en la puerta mientras recuerdo a los reyes magos. Saco un pie. DesafĂ­o la edad hasta que la calle negra y blanda delata mi alegrĂ­a.


Cinco Conozco un montón de gente que no sé si existe. Paso entre cuerpos que parecen silencios. Camino hasta el fondo de la calle, donde la calle se pierde en el fondo del pueblo. Ya se ven los árboles. Mansamente descuelgo a todos los suicidas que lo intentaron, que forman parte del paisaje como enormes péndulos sin tiempo. Son seres que no están. Vuelvo por la misma calle. Lavo mis manos en la pileta del patio. Toco los árboles vacíos de muertes del jardín como si esto me bastara para sentirme algo más vivo. Había una niña pequeña, desnuda, trepándose a los árboles. Desapareció en una poda de besos. La niña desnuda desapareció hamacándose desde el cuello como si fuese un juego donde gana el triste con más astucia para volverse invisible.


Seis La mitad de la mitad del día. A las seis volvía mi padre del trabajo. Dejaba su mirada perdida en un pequeño mate que endulzaba con palabras. Teníamos televisión pero no había canales como para distraernos. Nos llamaba. Nos saludaba. Hablaba de la cena como si fuese el punto más importante de un reencuentro. Gritaba con enormes silencios. Perdía sus palabras mientras retocaba con edulcorante y vocales un pequeño mate que repartía como si fuese el vino bíblico de los milagros que no se canonizaron.


Siete A la voz también le brotan las canas. Decir el verso justo o balbucear abandonos en medio de esta lluvia imparable. Toda corriente me lleva hasta tu nombre. Es el camino. Mientras voy de naufragio en naufragio busco abrir la puerta de los leones. La poesía emerge desde el nicho de tu voz con canas. Y cuando vas a decirme lo que espero cantas la canción de interminables agonías. Dele llover. Y vos durmiéndome en la siesta del infortunio.


Ocho Pajarraco adrede. Detenido frente a la pupila del centeno. Al espantapájaros le sobraban alas para huir de la soledad. Todo el campo cuida a un espantapájaros. Pajarraco adrede. Virgen sequía del monte. Agua imposible. Parece un vaso medio desnudo este cielo de hojalata que destella cada tanto una estrella que vigila. Vuela un espantapájaros entre pájaros que no se espantan. ¿Te dije que cayeron las primeras gotas de lluvia? ¿Te dije que aunque llueva y llueva ya perdimos todo lo sembrado?


Nueve Asesinarte dentro de mí para que te quedes ahí eternamente. Para tenerte como un recuerdo, como una culpa. Para no olvidar tus ojos cuando se ahogan. Te destino al paraíso y me condeno.


Diez

A Desnucado la mirada al cielo la boca al río el pájaro encuentra su árbol desnudo el pájaro en el cielo con la boca al río y mi piedra y mi mano se tropiezan.


B ReseĂąa. La oscuridad abreviada en la cortina anillos de humo en el Ă­ndice del silencio copa desierta cuerpos inertes apuran para volverse piedra el cuchillo que late siembra gotitas de sangre en la alfombra inĂŠdita del viaje de los enamorados.


C No olvidarse de que olvidamos por precauciรณn cura estupidez sangre cortada sobre el vaso abierto hielo deshielo el cielo pinta ocre mientras canta una muchacha desnuda que se agota en mis palabras



Este e-book se terminรณ de compilar en el mes de Noviembre de 2017 en la localidad de Anchorena provincia de San Luis. Argentina.



Juan Emmanuel Ponce de León nació en Caseros (ER), actualmente vive en Anchorena (SL). Editó cuatro libros de poesía: “La finitud del vuelo”, “La siesta inesperada”, “Final de la calle” y “Cuaderno de la infancia país”. También publicó libros electrónicos, poemarios y audilibros donde compuso las melodías que acompañan a los poemas. Su obra ha sido reconocida y premiada por diferentes instituciones.

www.jeponcedeleon.com


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