Mancha verde

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Juan Emmanuel Ponce de Leรณn

Mancha Verde

Ediciones del Leon Taurino



Juan Emmanuel Ponce de Leรณn MANCHA VERDE

Ediciones del Leรณn Taurino Digital 2020


Ponce de León, Juan Emmanuel Mancha Verde, poemas Anchorena, San Luis. Argentina Imagen de portada: "Verde" Autor: Juan Emmanuel Ponce de León (2020) Ediciones del León Taurino Digital Reservados los derechos Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.123 Juan Emmanuel Ponce de León Av. Hipólito Yrigoyen 535 Anchorena (CP6389) San Luis. Argentina

juaneponce@hotmail.com www.jeponcedeleon.com.ar


PRÓLOGO Los poemas fueron emergiendo entre la urgencia de ellos y la necesidad mía (y viceversa). Estos textos marcan su órbita en el espacio que va quedando sin definir entre el poeta y el poema. Más allá que el lenguaje sea el mismo hay una seña clara al lector donde creo que se advierte (y adivina) lo que se intenta plasmar en estos escasos versos. Entre junio y diciembre del 2019 se fueron gestando estos poemas. Antes, transité las pérdidas y los nuevos encuentros. Los errores. Las repeticiones. El amor. "Mancha verde" es el mate que se cae sobre las páginas y, sobre uno mismo. Es el bastón de la compañía nocturna que se quiebra. Es volver a enfrentarse a la noche para preguntarnos qué nos frena, qué nos impulsa, qué hay allí, en ese fondo oscuro que se confunde entre patio y alma. Cuando se cae el mate quedan pocas opciones: abandonarlo o reiniciar su ciclo. Cuando el poema nos abandona también quedan pocas opciones. He intentado ir en su búsqueda para salvarme. No sé si he conseguido el encuentro, la salvación y la condena. Todo a la vez, o nada y aun persisto en la búsqueda. Comparto estas páginas que no son otra cosa que un diario a medio hacer y a medio destruir. Sigo transitando. Algo vendrá y se quedará... Juan Ponce de León



Escribo entre el ruido de este silencio y la gotera interminable de palabras rotas. Escribo aunque amague muchas veces a decir basta, a decirte hasta acá y punto. Y escribo también porque escribir es ensayar el último poema, condenándolo al margen del borrador. La palabra se retuerce cuando intento tomarla. Bebo su luz y me ahoga. Me desvela con sueños imposibles. Escribo porque permanecés ahí entre las sombras como una sombra más que no tiene cuerpo del cual emerger. Y escribo también porque escribir es tachar los versos anteriores como si me arrepintiese de haber escrito que escribo simplemente porque quisiera saber cómo dejar de hacerlo en este margen que dura tanto y ya no me alcanza para sobrevivir a lo terrible.


Doce poemas se desnudan - los desnudo - lo desnudo está en verde latiendo. poema como hoja en hoja siempreverde aunque el otoño un abrazo al medio una escalera inconclusa peldaños a la muerte y descenso al cielo la casa se reparte las habitaciones como culpas. las únicas cartas que conocen nuestras manos son naipes y saldos de las apuestas impagas.


Iba en colectivo, al costado de la ruta los árboles interrumpían la luna que aparecía y desaparecía como guiñando un chiste terrible. A mi hermana la velamos un invierno entre lágrimas. Sus hijos la rodearon, sus hijas la rodearon. Todos en silencio, levitaron. Todos levitamos hasta el cielo con los puños cerrados buscando la jeta de dios.


Como en el primer encuentro, algo tiembla. Y ese algo ya se siente en el aire. Mis ojos devoran el reloj. El tiempo nos vuelve más lentos, tangibles, más visibles de lo que quisiéramos. Sin embargo nos animamos a que las viejas del barrio vean nuestras lenguas. Vamos pariendo la ternura en el parque. Echamos palomas. Asustamos niños. Así pasamos los días. Así nos fuimos haciendo cada vez menos jóvenes hasta hoy.


Quiero andar

sobre lo no dicho

para romperte

la boca con un beso

con la lengua sin inventar

con su alfabeto ausente.

¿Pero para qué

si en este idioma

y con este gesto

nos entendemos?

Vení.

Dale.

Besame y punto

que ando raro.


Volví la cara para mirarte y en tu mirada se espejó el niño que te amaba que te corría por el patio ofreciendo un pájaro muerto una piedra una pelota de fútbol embarrada un funeral en los labios. Estabas igual, con el guardapolvos hasta las rodillas festejando no sé qué mientras saltabas la cuerda. Tarareabas. Sí, tarareabas. Volví la cara para mirarte y en tu mirada advertí que no me reconocías que era sólo yo mirando a mi yo en tus ojos, confundido, como si estuviese en el patio de escuela y –sin saber por qué persiguiéndote todavía con el pájaro muerto la piedra la pelota de fútbol embarrada y el deseo atravesado en la garganta como un grito. Yo no sé si vale tanto la pena jugar a volver a verte y repetir este recuerdo como si no doliera.


Intento no hacer ruido

pero crujen ramas secas

como si alguien bajara pequeños truenos

al zapato.

Intento no acercarme a la lámpara

pero tengo miedo.

Tal vez si me quedara quieto,

si no moviera ningún músculo…

Respiro. Jadeo. Respiro.

Escucho mi corazón en el monte.

Puedo enloquecer y arrancármelo

diciéndole a los árboles

que aquí cometí un crimen

que aquí sepulté otros carnavales

sin que nadie me viera

y que soy culpable de sentir a la vez

la sangre y la fiesta.

No hago ruido.

Son ramas muertas que hablan para delatarme.

Me sumerjo en el pueblo como si nada.


Rompí el agua sobre las hojas y sangró verde el mate. Una mancha verde que fue devorando páginas, bibliotecas paredes. Parecía un mapa del litoral desparramado sobre la mesa. Con los dedos dibujé el árbol y el pájaro sin árbol, tracé un río verde de agua verde. Mi casa. Soplé la yerbamate encendiendo los hechizos. Apagué la luz artificial con las yemas y sacudí los manteles para que los huérfanos tengan las sobras de la noche y guarden silencio, sin embargo no pude retener la lágrima verde de esta noche verde que ya no es nada… Camino a oscuras. Y todo desaparece.


Vení que te enseño la orfandad, el abrazo invisible y el llanto en el cementerio mientras derrumbamos poco a poco lo que sentimos cuando se apaga la luz y acariciamos nuestros muertos. Vení que te enseño a dejar dormida la soledad en un rincón a volverla página en blanco mientras escribimos nuevos miedos en la noche que nos llama. Mejor no vengas que estoy descosido. Voy yo a tu abrazo y a que me enseñes el final y el poema.


No volverá a arder lo que hoy es ceniza,

lo sé,

pero igual insisto.

Busco palabras para tocarte

la memoria

y traerte aquel incendio.

Consigo la foto que nos sacamos

apoyándonos en la baranda del puerto

y recuerdo...

Que lo hicimos con lluvia ante los ojos

de todos.

Que ahogamos a los hijos sin parir en charcos de barro.

Que arrancaste con los dientes las hojas del árbol

porque con las manos sostenías

los espejos

que el viento quería romper.

Recuerdo que juntos amansamos las voces

que repetían “muérdanse la boca hasta que broten los besos.” Nunca supimos qué hacer ni con la sangre

ni con los viajes.

La piel se nos va arrugando

como si fuese demasiado el tiempo

que llevamos sumergidos en el río

con las pupilas secas

y las caricias partidas.

Escuchamos música.

Perdemos el tiempo.

Caminamos.

En secreto

la noche toca los sexos

y revivimos.


Aparecerá

sin anunciarse

el pecado

que me libre de todo mal.

Y después,

quien podrá saber

si reconoceré las huellas en la arena

como mías.

Habrá un espejo,

un poema,

un vaso a medio tinto,

una linterna.

Pero no sabrás

querida mía

donde dejé escondida

la llave y la puerta

de mi locura.


Más temprano o más tarde

todos nos volvemos

como pueblos del interior

tristes y pequeños

recordando tiempos de esquinas

y de parques repletos.

Seremos parajes olvidados entre

árboles

grises.

Alguien preguntará por nosotros

y con mentiras recordarán

nuestras mentiras.

Aparecerá alguna anécdota que justifique las canas.

Mientras tanto voy eligiendo dónde quedarme

aunque no definí aún

por donde vagará mi fantasma.


Este e-book se terminĂł de compilar

en el mes de Septiembre de 2020

en la localidad de Anchorena

provincia de San Luis. Argentina. 


Nací en Caseros (Entre Ríos) el 17 de mayo de 1982. Actualmente resido en Anchorena (San Luis). Edité cuatro libros de poesía "La finitud del vuelo", "La siesta inesperada", "Final de la calle" y "Cuaderno de la infancia país". También los poemarios "Tinta como sangre", "Los silencios y la palabra" y "Patio de infancia". Los eBooks "Poemas ayer", "Patio de infancia" (bilingüe español-portugués), "El campo que ardía", "Dele llover" y "Viaje adentro". Grabé los audiolibros "Poemas ayer" y “Abrapalabras" donde musicalicé cada poema.

Participé de varias antologías. Obtuve algunos premios literarios.

www.jeponcedeleon.com.ar


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