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El chico que no quería morir

arma apunta a quienes quieren ayudarlo. Después de unos segundos se aleja. Es 11 de enero. Este día Cusco es el epicentro de las protestas y de la represión del régimen boluartista.

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José Víctor Salcedo

ESTÁ PROBADO. Rosalino Flórez fue asesinado por un policía que, hasta ahora, 70 días después de los disparos, no ha sido identificado. Hay un video que prueba cómo le dispara por la espalda una ráfaga de perdigones de plomo. 36 proyectiles le perforaron los intestinos, pulmones y riñones. Es la víctima 49 del régimen de Dina Boluarte. La Fiscalía ha avanzado poco en las investigaciones. Además, el caso es investigado por lesiones leves. Los abogados han pedido que sea por homicidio calificado.

Rosalino Flórez Valverde se esconde detrás del tronco de un árbol. Su vida peligra. Está en medio del intercambio de pedradas de los manifestantes y las bombas lacrimógenas y perdigones de los policías. Se acurruca al árbol. Los manifestantes retroceden, los policías los persiguen. Unos segundos de calma. Rosalino se queda solo, pegado al tronco. De pronto aparece un policía con el arma cargada y se acerca. Rosalino percibe esa presencia y sale disparado como un resorte. Da unos diez pasos. Corre y se agita por el gas lacrimógeno. El aire parece una niebla espesa. El policía casi lo alcanza. Le apunta. Dispara una ráfaga de perdigones de plomo. Rosalino cae sobre el asfalto. El policía gira a su alrededor y con el

Del cuerpo de Rosalino gotea sangre. Mancha el asfalto. Rosalino agoniza. Una multitud, como en el poema de César Vallejo, lo rodea y le dice resiste, no mueras, pero él no reacciona. Rosalino desfallece. El esfuerzo de los brigadistas es insuficiente. Tratan de reanimarlo. Le hacen presiones en el pecho. Lo rodean decenas de personas. No reacciona. De un coro confuso y agitado de voces sale un lamento:

“Lo han matado al Rosalino. Una ambulancia. Pidan una ambulancia. Lo han matado al Rosalino”. Minutos después, inconsciente y desangrándose, Rosalino es llevado al hospital donde entra en estado de coma. El policía le disparó treinta y seis perdigones. Los médicos del Cusco solo pudieron sacarle seis. No era posible retirar todo. Los perdigones le destrozaron el intestino delgado y grueso, pulmones y riñones. Rosalino había perdido tanta sangre que debía esperar que su familia consiguiera donantes. En el banco de sangre del hospital no había reservas. Días después lo llevaron al Hospital Arzobispo Loayza de Lima. Rosalino peleó por vivir por setenta días. Le hicieron varias operaciones. Le extrajeron el sesenta por ciento de los intestinos. Salía y entraba a cuidados intensivos. Parecía que mejoraba un día, al otro, recaía.

Juan José, su hermano, lo acompañó los setenta días de sufrimiento. Lo veía desmejorado en la cama del hospital. Sufría. Se le estrujaba el corazón cuando Rosalino le decía, como una súplica: “Quiero comer, hermano”. Juan José quería complacerlo, pero no podía. Rosalino ya no tenía intestinos.

Setenta días y no pudo más. Rosalino Flórez Valverde, veintidós años, murió el 21 de marzo. Causa de muerte: Trauma toráxico abdominal por proyectil de arma de fuego.

El fiscal desinteresado

Antes del 11 de enero, Rosalino y su hermano Juan José habían visto cómo militares y policías disparaban a matar a las personas. Seis muertos en Andahuaylas, el 11 de diciembre; diez en Huamanga, el 15 de diciembre; dieciocho muertos en Juliaca, el 9 de enero. Rosalino y Juan José fueron a protestar en contra el boluartismo. A las once de la mañana se unieron a un grupo que quiso llegar y tomar el control del aeropuerto de la ciudad. Siendo este un activo crítico, como dijo el gobierno, la policía tenía órdenes de evitar que eso ocurriera. Horas después, le dispararon.

Con la muerte de Rosalino, el número de asesinados en el boluartismo asciende a 49. En Cusco hubo dos víctimas. Remo Candia murió el 11 enero. Le dispararon y destrozaron sus órganos. Aroldo Vera Villar, abogado de la organización Derechos Humanos Sin Fronteras (DHSF), que representa a la familia de Rosalino, presentó un escrito al fiscal Luis Junior Román Quispe, de la Segunda Fiscalía Provincial Penal de Wanchaq. Le pide que amplíe las investigaciones por homicidio calificado. Le demanda que identifique al policía que disparó a matar contra Rosalino. Román investiga lo ocurrido el 11 de enero.

A diferencia de los fiscales de Huamanga y Juliaca (que avanzaron con las investigaciones), Román Quispe hizo poco. Después del 11 de enero abrió la carpeta fiscal 33-2023 por homicidio y lesiones leves. Homicidio por el caso de Remo Candia y lesiones leves por el de Rosalino Flórez y otros heridos.

El abogado Vera Villar y la abogada Yudith Conto Cantero, también de DHSF y que defiende el caso de Remo Candia, pidieron la desacumulación de los casos. Los hechos ocurrieron en diferentes lugares y tiempos, y los delitos investigados eran distintos. Debían ser investigados caso por caso. Vera Villar presentó cinco escritos. Durante meses, el fiscal no atendió sus pedidos. Solo admitió el primero: lo admitió como abogado de la familia de Rosalino.

Recién hace unos días se enteraron -no los notificaron- que el fiscal Román Quispe abrió una nueva carpeta fis- cal, la 82-2023, para investigar el caso de los heridos en la represión policial. La carpeta 33-2023 queda para el caso de Remo Candia.

Lo que llama atención es que la investigación en la carpeta 82-2023 es por lesiones leves y contra los que resulten responsables. Más de dos meses después de ocurridos los hechos, el fiscal de Wanchaq no identifica ni individualiza a los responsables. No lo hizo o no quiso hacerlo a pesar de que los abogados entregaron pruebas: cinco vídeos, declaraciones de testigos, etcétera.

Juan José, uno de sus hermanos, consiguió el video en el que se ve a un policía disparar a Rosalino por la espalda. Lo grabó la cámara de seguridad de un hotel de la avenida 28 de Julio. Cuando consiguió el video, el abogado lo entregó a la Fiscalía y pidió que sea puesto en cadena de custodia.

El fiscal no buscó las pruebas. O al menos no se sabe qué hizo hasta ahora. El abogado de Rosalino solicitó al fiscal un peritaje antropomórfico del video para identificar al policía y el plan operativo policial. Quería que se detalle la cadena de mando, la relación de los efectivos policiales que participaron el 11 de enero y el tipo de armamento que usaron los policías. No ha tenido respuesta.

Lo que sí hizo el fiscal fue complicar las investigaciones. Encargó a Seguridad del Estado la investigación del caso y las diligencias se hicieron en sede policial en vez de que fueran en sede fiscal.

Hubo -según el abogado Aroldo Vera- obstaculización policial en las diligencias. Solo la visualización del video de dos minutos demoró más de dos horas y media. Los policías encargados de la investigación pusieron muchos peros a lo que mostraba la grabación. Que no se podía establecer si el que dispara es un policía, que el disparo no fue por la espalda, que no se puede saber si el disparo salió, que no sabemos si se resbaló y por eso cayó al piso.

El abogado sostiene que esto pasó porque el fiscal lo permitió. Las diligencias debieron realizarse en sede fiscal y no en sede policial, insiste. ¿Por qué? Porque la policía está involucrada en la investigación y era probable, como está ocurriendo, que surgiera el falso espíritu de cuerpo. Que el fiscal haya participado en forma virtual también es otro síntoma del desinterés por esclarecer los hechos. “Llama mucho la atención la manera pasiva en que ha actuado (el fiscal) en esta investigación”, dice el abogado Aroldo Vera.

En nombre del hijo

“Dina Boluarte asesina”. Leonarda Valverde, madre de Rosalino, llora descontrolada y su voz se apaga. Solo se oye su respiración, que parece un ronquido lastimero. Su otro hijo, Juan José, lloroso y vestido de negro, sombrío, la abraza fuerte. Leonarda seca sus lágrimas con papel higiénico, toma aire y recupera el aliento: “Que aparezca el que baleó a mi hijo”. Lo dice todo en quechua.

Leonarda llegó a Lima un día antes de que su hijo muriera. En el hospital lo encontró desmejorado. Al día siguiente, Rosalino murió. Es como si solo hubiera esperado ver a su madre por última vez.

A cientos de kilómetros al sur, en Cusco, José Flórez Huamán, padre de Rosalino, también reclama justicia. Leonarda y José lloran. Lloran porque Rosalino ha muerto. Lloran de dolor. Lloran de impotencia. Lloran por la injusticia. El cuerpo de Rosalino ha vuelto a Cusco. Lo ha recibido una multitud. Su ataúd ha sido paseado por las calles donde protestó. Ha pasado por el sitio donde un policía le disparó por la espalda. Ha sido velado en San Jerónimo. Ha sido enterrado.

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