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Secretos

El escritor Alejandro Dumas decía que “el matrimonio es una cadena pesada y para llevarla hace falta ser dos y, en ocasiones, tres”. Algunos grandes protagonistas de la Segunda Guerra Mundial fueron acordes con esta afirmación. Por Jesús Hernández

Al contemplar a los principales hombres que marcaron la historia del conflicto de 1939-1945, corremos el peligro de idealizarlos, de pensar que estaban a salvo de las pequeñas o grandes flaquezas que suelen afectar al común de los mortales. Sin embargo, tras la figura histórica se encuentra siempre el ser humano, y con él van sus debilidades y defectos. En este artículo vamos a ocuparnos de esa cara oculta de tres de los principales artífices de la victoria aliada sobre el Eje.

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El presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt era muy popular entre sus compatriotas, pero una parte de esa aceptación general se la debía al carisma de la primera dama, su esposa Eleanor, con la que se había casado en 1905. No obstante, lo que los norteamericanos desconocían era que la relación entre ambos se mantenía por conveniencia.

Dobles parejas en la Casa Blanca A comienzos de 1918, Roosevelt inició una relación amorosa con una joven, Lucy Page Mercer (1891-1948), la cual trabajaba como secretaria personal para Eleanor, quien descubrió el engaño en septiembre de ese año cuando, al vaciar una maleta de su marido, encontró dentro de ésta unas cartas de Lucy.

Eleanor quedó desolada después de conocer la verdad y, tras una separación temporal, le planteó el divorcio a Franklin. Roosevelt lo rechazó para que sus ambiciones políticas no se vieran afectadas y ella accedió a continuar juntos, pero con la condición de que él no volviera a verla.

En 1920 Lucy se casó con un millonario, Winthrop Rutherfurd, de quien tomaría el apellido. Aun así, el contacto entre ella y Roosevelt no se rompió. De hecho, Roosevelt la invitó a su primera toma de posesión, en 1933, e incluso envió una limusina para recogerla. Para entonces es probable que Eleanor contemplara con indiferencia los escarceos de su marido. Desde 1928 ella misma mantenía una relación con una periodista, Lorena Hickok, que iba más allá de la amistad, tal como atestigua la correspondencia entre ambas, compuesta de 3,000 cartas que salieron a la luz en 1978.

Durante todo el tiempo en el que Roosevelt fue presidente, éste se siguió viendo con Lucy. Cuando Eleanor se ausentaba de Washington, Lucy acudía a la Casa Blanca. Otro dato sorprendente es que la propia hija de Roosevelt y Eleanor, Anna, era la encargada de concertar las citas entre su padre y su amante.

Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Roosevelt y Lucy estrecharon aún más su relación. El presidente solía ir a una plantación de Carolina del Sur para hacer una pausa en sus obligaciones, manteniendo allí encuentros con Lucy. Ella también acudía a la casa de descanso presidencial en Warm Springs, en Georgia, donde pasaba varios días. Winthrop, el marido de Lucy falleció en marzo de 1944.

Entre el nuevo y el viejo continente

Durante la Segunda Guerra Mundial, el futuro presidente estadounidense Dwight David “Ike” Eisenhower (arriba a la derecha, con su esposa Mamie) fue el general al mando de las tropas de EUA en Europa. Allí, la irlandesa Kay Summersby (arriba) fue su chofer, secretaria personal, confidente y amante.

Un largo idilio El 12 de abril de ese año, Roosevelt sufrió un derrame cerebral que le ocasionaría la muerte. Estaba pasando un día de asueto en su casa de recreo de Georgia con su amante y su prima Laura Delano, que en ese momento se encontraba retratándolo al óleo, cuando de repente se desplomó. Lucy fue la encargada de dar la voz de alarma, pero nada se pudo hacer para salvar la vida del presidente. Con prudencia, Lucy se marchó de Warm Springs antes de que apareciera por allí Eleanor, que supo del fatal suceso por la radio mientras viajaba en coche.

Pese a la incómoda situación, Eleanor Roosevelt supo mantener la dignidad en todo momento, especialmente durante los funerales de Estado. Naturalmente, en aquellos momentos no trascendieron los detalles de las circunstancias en las que se había producido el fallecimiento del llorado mandatario.

El largo romance entre Franklin Delano Roosevelt y Lucy Page Mercer Rutherfurd no se conocería hasta 1966, tras la indiscreta revelación de un antiguo ayudante del presidente. Una hija de Lucy y un hijo de Roosevelt salieron a la palestra para negar el affaire entre sus respectivos padres, pero los historiadores certificaron la veracidad de la relación.

Aventura amorosa en plena guerra Por su parte, el máximo responsable de las fuerzas aliadas en Europa, el general estadounidense Dwight D. Eisenhower, encontró en una mujer perteneciente al cuerpo auxiliar femenino, Kathleen Helen Mary “Kay” Summersby (1908-1975), el apoyo sentimental para soportar el peso de su trascendental misión.

Kay Summersby, nacida en Irlanda de padre irlandés y madre inglesa, se alistó en 1939 en el Cuerpo Mecanizado de Transportes británico. Cuando EUA entró en la guerra, Summersby fue asignada como chofer a los militares estadounidenses de alto rango. Según los testimonios, Kay era atractiva e inteligente y tenía unas preciosas piernas. Eisenhower, conocido como “Ike”, llegó a Londres en mayo de 1942. Se le asignó un Cadillac y, como chofer, a la sargento Summersby. Tras saltar la chispa del amor en un viaje a Argel, ya no se separarían en todo lo que quedaba de guerra, excepto durante el tiempo en el que Ike regresaba a Estados Unidos, donde se reencontraba con su mujer, Mamie.

Algunos dirigentes nazis también buscaron fuera de casa el amor y la comprensión que no hallaban en su matrimonio. Uno de ellos fue Martin Bormann, secretario particular de Hitler tras su nombramiento como Jefe de la Cancillería en 1941 y conocido como la “eminencia parda”. Bormann estaba casado con Gerda Buch, con la que tuvo 10 hijos, pero tenía varias amantes, circunstancia que era conocida y admitida por su esposa. Aunque pueda resultar sorprendente, Bormann escribía cartas a su mujer relatando sus conquistas. De entre ellas, la principal fue Manja Behrens, una veinteañera que luego alcanzaría cierta fama como actriz en la Alemania Oriental.

El jefe de las SS, Heinrich Himmler, estaba casado con Margarete Boden desde 1928, pero a partir de 1938 tuvo una relación estable con su secretaria, Hedwig Potthast. La mujer de Himmler se enteró de la infidelidad de su marido en febrero de 1941. La familia de Potthast se opuso a esa relación extramarital, pero ella siguió adelante, dándole a Himmler un hijo en 1942 y una hija en 1944.

El Führer evita el escándalo. El ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, casado con Magda Ritschel, tuvo innumerables amantes, muchas de ellas actrices que querían abrirse paso en la industria del cine, controlada por él. Pero estuvo a punto de perder la cabeza por la checa Lída Baarová. Goebbels quería marcharse con ella como embajador a Japón, pero Hitler, decidido a evitar ese escándalo, lo obligó a cortar la relación.

Las amantes de los jerarcas nazis

La actriz alemana Manja Behrens (aquí, en 1937) ocupó el corazón del jerarca nazi Martin Bormann. De ésta y otras historias amorosas tenía conocimiento su esposa.

La política, por encima del amor Durante los agotadores preparativos del Día D (6 de junio de 1944), Kay estuvo siempre al lado del general, quien agradecía poder conversar con ella de temas que no fueran militares. Mientras tanto, el general escribía a su mujer lamentando su solitaria vida y asegurando que dedicaba todo el tiempo a sus quehaceres bélicos y que se mantenía alejado de cualquier tentación.

Después de la guerra, Ike regresó a Estados Unidos acompañado de Kay, quien obtuvo gracias a él la nacionalidad estadounidense. La relación entre ambos era tan sólida que Eisenhower tenía por entonces la firme intención de divorciarse de su esposa para casarse con ella.

Sin embargo, el militar comprendió que, si quería emprender una carrera política y ganarse la confianza de los votantes conservadores, su relación con Kay debía terminar, por lo que decidió regresar a los brazos de Mamie. Nunca más volvieron a verse y el general se convirtió en presidente de Estados Unidos en 1952, siendo reelegido en 1956.

La relación no se destaparía hasta 1976, un año después del fallecimiento de Summersby, cuando se publicaron sus memorias, tal y como ella había dejado estipulado. Su libro destilaba un comprensible halo de amargura, aunque no realizaba ningún reproche a su antiguo amor. De todos modos, Kay dejó escrito en esas memorias que cuando trataron de consumar su amor por primera vez en un hotel de Londres, el general no respondió a lo que se esperaba de él. En el segundo intento, Ike tampoco estuvo a la altura de lo que “la misión” exigía.

Aunque esos chascarrillos de alcoba pueden ofrecer una imagen frívola de Summersby, la realidad es que ella nunca hizo nada por perjudicar la carrera política de Eisenhower, cuando eso estaba en su mano, por lo que no se puede poner en duda que el amor y el aprecio que sentía por él fueran auténticos.

Romance con final dramático También el inefable general estadounidense George S. Patton mantuvo supuestamente una relación extramatrimonial con una joven, Jean Gordon (1915-1946). Jean era sobrina de su mujer, Beatrice Banning Ayer, concretamente hija de una hermanastra, Louise Raynor Ayer. Además, tenía la misma edad que su hija pequeña, Ruth Ellen.

Patton tenía 50 años cuando se inició el romance, en 1935. Apodado el general “Sangre y Agallas”, estaba entonces destinado en Hawái, y allí entabló una breve relación con su sobrina, que entonces tenía 21 años de edad.

En 1944 Jean llegó a Europa como voluntaria de la Cruz Roja y quedó asignada al III Ejército norteamericano. La relación entre tío y sobrina fue retomada en julio de ese año, para disgusto de

Escándalo familiar. El general Patton (en la foto de la derecha, con su esposa) encontró en su sobrina Jean Gordon (a la izquierda) a su compañera y amante. Durante los años de la contienda convivieron en Europa, hasta el fatal accidente que acabó con la vida de Patton en 1945. Ella se suicidó poco después.

Eisenhower comprendió que, si quería emprender una carrera política, debía terminar su relación con Summersby.

la mujer de Patton, quien estaba al corriente del affaire. Aunque los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la naturaleza de este vínculo, la hija pequeña de Patton, en sus memorias, no dejó lugar a dudas acerca de su carácter romántico.

Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Patton le comentó a un amigo íntimo, el coronel Everett Hughes, que se sentía muy feliz en Europa y lejos de su mujer, comparando la vida que le esperaba a su lado con “un infierno”.

Una semana después de la muerte de Patton en un accidente en Alemania, ocurrido el 21 de diciembre de 1945, Jean regresó a Estados Unidos. La viuda del general se reunió con ella en un hotel de Boston para pedirle explicaciones. Ocho días después de esa reunión, que debió de ser bastante tensa, Jean se suicidaría en el apartamento neoyorquino de un amigo, abriendo la llave del gas de la cocina y rodeada de fotos de George S. Patton. Un final verdaderamente trágico para una historia de amor entre tío y sobrina que, como era de prever, no habría de acabar bien.

Relax. Para los días de descanso, Franklin D. Roosevelt siempre escogía su casa de Warm Springs, en Georgia. Allí gozaba de la compañía de Lucy Page, antaño su secretaria, y fue en esta mansión (abajo, la sala) donde murió antes de ver acabada la guerra, el 12 de abril de 1945.

“Rosenbergs mueren esta noche”. Así reza el encabezado el 19 de junio de 1953, día de la primera ejecución de civiles por espionaje en la historia de EUA. El matrimonio Rosenberg había sido acusado de filtrar a la Unión Soviética secretos del centro de investigación de Los Álamos durante el desarrollo de la bomba atómica. Tras un juicio de dos años, morirían a las 8 de la noche en la silla eléctrica.