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El país efimero

Uno de los objetos más extraños del Museo Nacional de Uzice es una cajetilla de cigarros: un rectángulo blanco con una estrella roja en el centro, que encierran un momento en el que se materializaron los sueños de un pueblo que todavía hoy intenta reconstruir su pasado a partir de sus cenizas. Un momento efímero, pero que por un instante logró iluminar muchos rostros.

La primera chispa se fraguó a comienzos de 1941. En abril, Alemania había invadido y dividido Yugoslavia en varios territorios, y la mayor parte de Serbia quedó bajo control de un gobierno militar ligado al nazismo. Un mes después comenzaron a organizarse los primeros grupos de resistencia. El intento de Adolf Hitler de tomar la Unión Soviética a partir de junio significó la retirada de miles de soldados de los Balcanes y la oportunidad para que se levantaran en armas las fuerzas de los partisanos liderados por Josip Broz Tito: el Ejército de Liberación Popular. Los levantamientos se iniciaron en la montañosa y boscosa región del occidente serbio, que se mantuvo como base partisana aun luego de que la revuelta se había propagado a otros territorios. En 1941 partisanos de Josip Broz Tito liberaron un pequeño territorio serbio de las manos del Tercer Reich y fundaron el primer Estado rebelde independiente de Europa Por Ignacio E. Hutin

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Un sueño hecho realidad En septiembre, casi todo el suroeste de Serbia estaba bajo control rebelde. La llegada de Tito a mediados de mes significó la instalación de la cúpula partisana en la región y, pocos días después, se fundó la República de Uzice, un territorio independiente que llegó a ocupar entre 20,000 y 25,000 kilómetros cuadrados, con capital en la ciudad homónima. Allí vivían más de 300,000 personas. Aunque las fronteras cambiaban casi a diario con cada ofensiva partisana o alemana, el territorio estaba limitado en principio por el río Drina al oeste, el Uvac al sur y el Morava occidental al este. La frontera norte estaba vagamente definida por una línea imaginaria entre Valjevo y Bajina Bashta.

El breve periodo en el que la agrupación partisana gobernó el suroeste de Serbia fue una suerte de preparación de lo que llegaría tras la guerra. Los rebeldes instauraron un nuevo sistema en todas las esferas del Estado. La antigua administración gubernamental fue reemplazada por Co

Llamada a la resistencia

armada. Tras la invasión de Yugoslavia por las fuerzas del Eje en abril de 1941, los partisanos (arriba) fueron los primeros y de los más radicales en organizar un movimiento de resistencia en contra de la ocupación nazi.

mités Populares –conocidos como Odbor–, elegidos democráticamente y que sentarían las bases de lo que sería el gobierno socialista yugoslavo. También los organismos judiciales fueron sustituidos. Se intervinieron todas las fábricas y la producción quedó en manos rebeldes, algo particularmente importante en lo vinculado a las armas y los uniformes. Oficialmente, el gobierno de la República recaía en dos personas: Tito, como secretario general del Partido Comunista de Yugoslavia y comandante en jefe de los partisanos, y Dragoilo Dudich, presidente del Comité General de Liberación Popular de Serbia y presidente de la República de Uzice, que moriría en batalla a finales de noviembre.

La omnipresente estrella roja En la práctica era Tito quien tomaba las decisiones. Trabajaba y vivía en las viejas oficinas del Banco Nacional, que se convirtieron durante 67 días en sede del gobierno. Lo acompañaban quienes serían importantes figuras de Yugoslavia tras la guerra: Aleksandar Rankovich, futuro jefe del departamento de Seguridad Nacional, estaba a cargo de la Policía Secreta; Edvard Kardelj, futuro ministro de Relaciones Exteriores, se ocupaba del día a día político y las relaciones públicas; Milovan Djilas, futuro presidente del Parlamento Yugoslavo, era responsable del periódico oficial del Partido Comunista, Borba (Lucha, en español), que se publicaba tres veces por semana y era distribuido gratuitamente tanto en los territorios liberados como en aquellos que seguían bajo control alemán. Mariscal Tito. Así fue conocido uno de los políticos más singulares del siglo XX, el croata Josip Broz. Héroe de la Segunda Guerra Mundial, fue el principal arquitecto y jefe de Estado de la llamada segunda Yugoslavia, una federación socialista que acabó desintegrándose en 1991.

La estrella roja, insignia de la agrupación, se hizo omnipresente durante esos días: en las culatas de los rifles, en la bandera de la República, en los gorros partisanos y sobre el techo de la sede del gobierno, donde se colocó una versión del símbolo que se iluminaba por la noche.

En Uzice, los partisanos contaban con una relevante ventaja económica: no sólo habían hallado muchas fábricas produciendo suficientes reservas de tabaco como para crear su propia marca de cigarrillos, llamada por supuesto “Estrella Roja”, sino que además se habían encontrado con una importante reserva de efectivo y plata en las bóvedas de distintos bancos y oficinas gubernamentales. Se trataba en total de alrededor de 60 millones de dinares, unos 22 millones de dólares actuales. El dinero confiscado significó no tener que reclamar apoyo material a los civiles y la posibilidad de brindarles distintos tipos de servicios en salud, educación, transporte y cultura.

Pero había una segunda agrupación rebelde que sí tenía por costumbre reclamar suministros a campesinos locales. A diferencia de los partisanos, que buscaban la instauración de un régimen socialista, los chetniks, comandados por Dragoljub Mijailovich, más conocido como “Drazha”, apoyaban el sistema monárquico previo a la guerra. Su líder creía conveniente esperar una eventual llegada de las fuerzas aliadas en lugar de enfrentarse abiertamente a los alemanes. A pesar de esto, a finales de agosto sintió que los partisanos estaban ganando demasiado poder y territorio en la resistencia, por lo que decidió unirse a los levantamientos y durante semanas chetniks y partisanos lucharon codo a codo.

Tito se encontró con Mijailovich el 19 de septiembre con la idea de discutir la unificación de sus fuerzas, pero las diferencias ideológicas eran difíciles de sortear y no llegaron a ningún acuerdo. Las relaciones entre ambas agrupaciones se tensaron aún más durante octubre, después de que los alemanes asesinaran a 1,700 civiles en Kraljevo y al menos a 2,300 en Kragujevac como represalia por las acciones rebeldes. Las matanzas lograron persuadir a Mijailovich de que enfrentarse a los alemanes abiertamente era inútil y que lo mejor era esperar. Por el contrario, Tito vio esto como una oportunidad para reclutar hombres: sabiendo que nadie estaba a salvo, quizá más civiles verían la resistencia armada como única alternativa.

En una segunda reunión celebrada el 27 de octubre, se acordó que los partisanos aportarían rifles y municiones de su fábrica en Uzice a cambio de que los chetniks compartieran cualquier suministro enviado a Mijailovich por los británicos. Sin embargo, no se alcanzó la unificación de fuerzas que pretendía Tito y pronto las diferencias se convirtieron en enfrentamientos. El 1 de noviembre los

Traidor monárquico. En noviembre de 1941, ante los reveses sufridos en su lucha con los socialistas, Dragoljub “Drazha” Mijailovich (en el centro, a la izq.) se reunió con mandos alemanes, que le exigieron la rendición inmediata.

chetniks atacaron Uzice, aunque fueron fácilmente repelidos y contraatacados al día siguiente. Entre las dos batallas perdieron alrededor de 1,000 soldados y una buena cantidad de armamento. Para Mijailovich, los partisanos eran ya un enemigo más importante que los alemanes. Diez días más tarde se reunió con el ejército extranjero y solicitó una tregua y apoyo para enfrentarse a Tito, pero el reclamo alemán de rendición inmediata hizo que no se alcanzara un acuerdo.

Las tropas vencidas de Tito El final de noviembre marcaría también el de la República de Uzice. El sábado 22, una potente explosión en la fábrica de armas terminó con la vida de 120 personas, muchas de ellas civiles en el refugio antiaéreo. Hasta hoy no se ha determinado con certeza si se trató de un accidente o de un sabotaje por parte de infiltrados chetniks, que buscaban eliminar la provisión armamentística de los partisanos. Pocos días más tarde, los alemanes avanzaron hacia Uzice en lo que los balcánicos denominaron “Primera Ofensiva Enemiga”. Con un ejército de al menos 60,000 hombres apoyados por aviones, vehículos blindados y artillería, los nazis superaban ampliamente a los rebeldes en número, equipamiento y preparación. Vislumbrando la inevitable

Arquitectura de la memoria. En las décadas de los 60 y 70, el presidente de Yugoslavia mandó construir una serie de monumentos para conmemorar las batallas que se produjeron en el país durante la Segunda Guerra Mundial. En la foto, el complejo monumental de Kadinjaca, actual Serbia.

Al tomar el control de Uzice, los partisanos encontraron intacta la pequeña fábrica de armas y municiones FOMU, fundada en 1928, y se hicieron cargo de la producción a fin de proveer a la resistencia. Los primeros bombardeos alemanes obligaron a trasladar la maquinaria. El lugar elegido fueron los túneles subterráneos construidos antes de la guerra para albergar el tesoro del Banco Nacional del Reino de Yugoslavia, a pocos pasos de las oficinas desde donde gobernó Josip Broz Tito durante 67 días. Para la adaptación de este espacio, el inmigrante ruso Vladimir Smirnov ideó dos recintos comunicados por un pasillo formando una H. En el túnel derecho se establecieron máquinas para la producción de municiones y herramientas; el túnel transversal era utilizado para almacenar materias primas y armamento en diversas etapas de producción o reparación, y bombas de las que se extraía pólvora de manera poco rigurosa. El túnel izquierdo funcionó como refugio civil antiaéreo.

¿Fueron traicionados

por espías? La demanda era tal, que la producción debió organizarse en tres turnos y se incorporaron trabajadores con poca o nula capacitación. Aun así se fabricaron 21,000 rifles, 30,000 granadas, 2,000 minas terrestres y casi 3,000,000 de balas (unas 35 por minuto), hasta que el 22 de noviembre una explosión terminó con la vida de 120 personas. Pese a que posiblemente fuera un accidente causado por la reutilización de pólvora por manos inexpertas, el periódico Borba informó a los pocos días de que se había tratado de un sabotaje por parte de “traidores y espías fascistas”.

Armas y refugio bajo tierra

En Uzice, para ponerse a salvo de los ataques alemanes se habilitaron los túneles subterráneos de la ciudad. Aquí, el túnel izquierdo destinado a proteger a la población.

A diferencia de los partisanos, una segunda agrupación rebelde apoyaba el sistema monárquico previo a la guerra.

derrota, Tito dio a sus tropas la orden de marchar hacia el sur llevando consigo una imprenta y parte del dinero confiscado. La noche del 28, el último batallón partisano que quedaba en Uzice se vio obligado a retroceder hasta Kadinjaca, 14 kilómetros al noroeste, donde casi todos los soldados rebeldes fueron masacrados la mañana del 29 de noviembre.

A la dura derrota partisana le seguirían meses de invierno marchando a través de las montañas de la región de Sandzhak, entre las actuales repúblicas de Serbia y de Montenegro, con las fuerzas diezmadas y escasos recursos. Los chetniks, por su parte, se retiraron hacia Ravna Gora, donde fueron perseguidos por el ejército alemán con el fin de destruir definitivamente los cuarteles rebeldes. Para el 10 de diciembre, Mijailovich había logrado escapar y los nazis ofrecían una recompensa de 200,000 dinares por su cabeza. Al menos por ahora, Drazha se había esfumado, como los sueños de un país rebelde.

COSMÉTICA La contribución de Elisabeth Arden a la guerra

En 1944 Arden puso a la venta una línea cosmética en “versión civil” bajo el nombre Montezuma Red 5.

En Estados Unidos el ramo de la cosmética, al igual que los demás sectores de la economía, también fue movilizado. Fue el caso de la pionera en el desarrollo y popularización de esta industria, la canadiense Elizabeth Arden (1884-1966), encargada de producir la crema color negro destinada a camuflar el rostro de los soldados estadounidenses en misiones nocturnas. En 1943 Arden recibió también el encargo del Cuerpo de Marines de crear un lápiz de labios y un esmalte de uñas para su personal femenino, a fin de mantener la uniformidad de la tropa también en ese aspecto. Para ello, Arden se desplazó a las instalaciones militares de Camp Lejeune, en Carolina del Norte. Después de examinar los uniformes que las auxiliares debían usar, de tono verde, y escuchar sus comentarios, escogió un color que recibiría el adecuado nombre de Red Victory (“rojo victoria”). Los nuevos pintalabios y esmaltes de uñas gozarían de una entusiasta aceptación, no sólo entre el personal militar femenino de los marines, sino en todo el ejército. Las trabajadoras de la industria bélica se sumaron también a la moda y acudieron a las fábricas luciendo la patriótica línea de cosméticos.

Disney aceptó que se utilizara el rostro de uno de sus más famosos personajes para fabricar las máscaras antigás para los niños.

Máscara antigás de Disney

GUERRA QUÍMICA

Durante toda la Segunda Guerra Mundial existió el miedo a que alguno de los contendientes recurriera al uso de gases venenosos, como había sucedido durante la Gran Guerra de 1914. Este temor hizo que a los habitantes de las ciudades se les proporcionaran máscaras antigás para protegerse en caso de un ataque aéreo.

A pesar de encontrarse muy lejos de sus enemigos, en Estados Unidos también se tomaron precauciones y se repartieron máscaras entre los civiles. Pero el ejército pensó que los niños pequeños podían mostrarse reticentes a colocarse la máscara, en un momento en el que su vida estuviera corriendo peligro, por lo que había que idear algo para evitar ese posible contratiempo. Así, se presentó al jefe del Servicio de Guerra Química, el general William Porter, un diseño infantil de una máscara antigás inspirada en un personaje tan querido por los niños como Mickey Mouse. La máscara sería fabricada bajo licencia de Walt Disney y el ejército dio luz verde a la fase inicial del proyecto. La empresa fabricó un millar de máscaras que fueron obsequiadas a funcionarios del Ministerio de Defensa y a militares. Finalmente, ante el progresivo alejamiento de la posibilidad de un ataque con gas, se abandonó su fabricación masiva.