Apuntes Ignacianos 54. Congregación General XXXV: Peregrinando más adelante en el divino servicio

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APUNTES IGNACIANOS

ISSN 0124-1044

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Número 2008-123

Vence 31 de Dic./2008

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Apuntes Ignacianos

Número 54 Año 18

Septiembre-Diciembre 2008

Congregación General XXXV: Peregrinando más adelante en el divino servicio

CENTRO IGNACIANO DE REFLEXION Y EJERCICIOS - CIRE

Espacios para el Espíritu

Carrera 10 Nº 65-48. Tel. 640 50 11

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Nuestros Números en el 2009

Enero-Abril

VIIISimposio de Ejercicios Espirituales «Preámbulosparaelegir: Disposicionesparaeldiscernimiento»

Mayo-Agosto

Modosde orar: Laoraciónenlos EjerciciosEspirituales

Septiembre-Diciembre

Lapedagogíadelsilencio: Elsilencioenlos Ejercicios Espirituales

Congregación General XXXV:

Peregrinando más adelante en el divino servicio

Presentación ............................................................. 1

Llamados a la fidelidad, al carisma y a la Iglesia ..... 3

Jaime Emilio González Magaña, S.J.

Decreto 1 «Con renovado impulso y fervor» ................ 26

Alberto Gutiérrez Jaramillo, S.J.

Decreto 2 «Ite. Inflammate omnia» Un fuego que enciende otros fuegos.

Redescubrir nuestro carisma ................................... 34

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Decreto 3 «Desafíos para nuestra misión hoy». Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI ................................................ 45

Arturo Marcelino Sosa Abascal, S.J.

Apuntes Ignacianos 54 (septiembre-diciembre 2008)

Decreto 4 «La obediencia en la vida de la Compañíade Jesús» ..................................................... 69

Álvaro Restrepo Lince, S.J.

Decreto 5 «Gobierno al servicio de la misión universal» Una primera aproximación .......................... 73

Ernesto Cavassa Canessa, S.J.

Decreto 6 «La colaboración en el corazón de la misión» Unidos en el corazón de la construcción del Reino ............................................... 88

Sol Beatriz Bedoya

Colección Apuntes Ignacianos ................................... 100

Apuntes Ignacianos 54 (septiembre-diciembre 2008)

Presentación

En este período de asimilación de la CG XXXV, durante el cual la máxima instancia de gobierno de la Compañía de Jesús, elegió al nuevo General Adolfo Nicolás, S.J., y se detuvo en el estudio de temas esenciales de la Fórmula del Instituto y de las Constituciones, este número de nuestra revista quiere unirse a ese espíritu vivo que ha definido el derrotero apostólico de la Compañía para los próximos años.

Al evocar uno de los grandes momentos de la Congregación como fue la audiencia con el Papa, el P. General expresó a Benedicto XVI la gratitud y un fuerte sentido de comunión al ser confirmados en la misión de trabajar en las fronteras. La respuesta del Papa fue muy amplia y articulada con lo que se está viviendo en el mundo de hoy. «(…) Por eso deseo vivamente que toda la Compañía de Jesús, gracias a los resultados de vuestra Congregación General, pueda vivir con renovado impulso y fervor la misión para la cual la suscitó el Espíritu hace ya más de cuatro siglos y medio, y la ha conservado con extraordinaria fecundidad de frutos apostólicos».

Recogiendo todo lo que en orden a la identidad y misión se ha recibido de las Congregaciones Generales anteriores, también los aportes de las comisiones que trabajaron los diversos temas, y ante los desafíos en este momento de nuestra historia, se fue dando paso al conjunto de los decretos que iluminarán en adelante las estructuras de planificación apostólica de la Compañía universal.

Los artículos que presentamos son una reflexión sobre cada uno de los decreto. Sus autores han querido ir al corazón de los mismos para

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Presentación

saber dónde poner nuestra atención y en qué líneas fijar nuestro servicio apostólico. A modo de un marco contextual e histórico, estas páginas se abren con los comentarios de Jaime Emilio González Magaña, S.J., sobre la invitación que el Papa Benedicto XVI hace a la Compañía de Jesús siguiendo las líneas de sus predecesores Paulo VI y Juan Pablo II en anteriores Congregaciones. Explícita la fidelidad al carisma y a la Iglesia, y se deteniene especialmente en una interpretación del sentir con la Iglesia hoy.

Alberto Gutiérrez, S.J., se refiere al Decreto 1 «Con renovado impulso y fervor. La Compañía de Jesús responde a la invitación de Benedicto XVI». Resalta la especificidad de la misión en el envío a las fronteras y los aspectos concretos con los cuales la Compañía responde a la Iglesia. Hermann Rodríguez, S.J., nos ofrece unas claves de lectura del Decreto 2: «Un fuego que enciende otros fuegos. Redescubrir nuestro carisma». La imagen del fuego resignifica nuestra vocación, el carisma y la vida de cada jesuita en un mundo roto pero inspirado en la persona de Jesús, en quien encontramos la manera de actuar ante la conflictividad que vive hoy la humanidad. Arturo Sosa, S.J., da una mirada al Decreto 3: «Desafíos para nuestra misión hoy. Enviados a las fronteras». Enriquecida su reflexión con los otros Decretos, vincula la identidad y misión con el discernimiento apostólico y los procesos de conversión personal e institucional necesarios para poder responder con fidelidad creativa a la vocación de la Compañía en la Iglesia y el mundo de hoy.

Álvaro Restrepo, S.J., presenta el Decreto 4: «La obediencia en la Compañía de Jesús». Sugiere detenerse en tres aspectos relevantes: la mística de la obediencia, la íntima comunión con la Iglesia y la vida comunitaria. Ernesto Cavassa, S.J., se refiere al Decreto 5: «Gobierno al servicio de la misión universal». Su reflexión permite comprender la estructura del Decreto y recordar cómo el gobierno es para la misión y ésta es universal. Invita a pensar en las nuevas estructuras de gobierno interprovincial como son las Conferencias de Provinciales como instrumentos de renovación de la misión de la Compañía. Con ello, el Decreto abre a procesos de reorganización. Finalmente, Sol Beatriz Bedoya, desde su formación laical e ignaciana hace un acercamiento al Decreto 6: «La colaboración en el corazón de la misión». Su reflexión está enriquecida por el testimonio personal-vivencial de un caminar juntos en la misión de la Compañía.

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Llamados a la fidelidad al carisma y a la Iglesia

Llamados

a

la fidelidad al carisma y a la Iglesia
Jaime Emilio González Magaña, S.J.*

LA INVITACIÓN DEL SANTO PADRE A LOS ELECTORES DE LA CONGREGACIÓN GENERAL XXXV

La Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús comenzó con la conciencia de que debía asumir las recomendaciones e indicaciones hechas por el Papa, en última instancia, nuestro superior mayor. Aun cuando la «reunión de los dispersos» como la llamaba San Ignacio, tiene plena autonomía, los padres electores no podían negar el peso específico del mensaje papal. El Santo Padre les escribió una carta en la que manifestaba su convicción de que la Congregación

Se trata de una ocasión providencial para imprimir a la Compañía de Jesús aquel renovado impulso ascético y apostólico que es deseado por todos, para que los Jesuitas puedan llevar a cabo plenamente su misión y afrontar los desafíos del mundo moderno con aquella fidelidad a Cristo

* Doctor en Teología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Director del Centro Interdisciplinario para la formación de formadores de sacerdotes. Profesor de Espiritualidad ignaciana y Teología espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

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y a la Iglesia que distinguió la acción profética de San Ignacio de Loyola y de sus primeros compañeros1

Con estas palabras, el Pontífice dejaba ver cuáles eran sus preocupaciones. Expresó su agradecimiento al Padre Kolvenbach «por el servicio prestado a la Compañía y, más en general, a la Iglesia». Después, al «reconocer la valiosa contribución que la Compañía ofrece a la acción de la Iglesia en varios campos y de muchas maneras», recordó cómo los siervos de Dios Paulo VI y Juan Pablo II habían aprovechado la ocasión de una Congregación General para dirigirse a los jesuitas. Entonces comenzó su mensaje,

... para ofrecer a vuestra reflexión algunas consideraciones que os sirvan de aliento y estímulo para realizar cada vez mejor el ideal de la Compañía, en plena fidelidad al Magisterio de la Iglesia su esposa, a disposición del Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra (Litt. Ap. Exposcit debitum, 21 julio 1550). Se trata de una «peculiar» fidelidad sancionada también, para no pocos de vosotros, por un voto de obediencia inmediata al sucesor de Pedro «perinde cadaver». De vuestra fidelidad, que constituye la señal distintiva de la Orden, la Iglesia tiene aun mayor necesidad hoy, en una época en que se advierte la urgencia de transmitir, de manera integral, a nuestros contemporáneos, distraídos por tantas voces discordantes, el único e inmutado mensaje de salvación que es el Evangelio, «no como palabra de hombres, sino como es en verdad, como palabra de Dios», que actúa en los que creen2

El mensaje que Benedicto XVI dirigió a la Compañía de Jesús en su Congregación General XXXV no podía ser más claro. Con su tradicional profundidad, las palabras del Santo Padre resultan más que elocuentes por su claridad y simplicidad; el contenido, sin embargo, no ha sido nuevo. Al contrario, ha seguido la línea de sus predecesores, especialmente Paulo VI y Juan Pablo II quienes mencionaron que las «Reglas par sentir con la Iglesia» han sido –y son– parte fundamental de nuestro carisma. ¿Cuál ha sido, en su momento, lo que los Papas habían manifestado a la Compa-

1 Carta del Santo Padre al R. P. Peter Hans Kolvenbach, S.J., Prepósito General. Ciudad del Vaticano, 10 de Enero de 2008, n. 1.

2 Op. cit., n. 4.

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ñía de Jesús? Veamos algunos de los puntos esenciales. En el discurso que dirigió Su Santidad Paulo VI a la Congregación general XXXI, expresó:

Todos conocéis perfectamente la peculiar naturaleza e índole, la eficacia en la acción, que Ignacio, vuestro legislador y Padre, quiso que tuviese vuestra Compañía. El deseó que la Compañía de Jesús, fundada con espíritu magnánimo y como con cierta inspiración divina, fuese, sobre todo, firme catolicismo y como un escuadrón adicto, valiente y fiel a la Sede Apostólica. Vuestro lema, vuestra excelsa gloria, vuestra típica consigna es “militar bajo el estandarte de la Cruz y servir a solo Dios y a la Iglesia, su esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra. En el cumplimiento de este juramento como militar, si otros religiosos deben ser fieles, vosotros debéis ser fidelísimos; si otros fuertes, vosotros fortísimos; si otros distinguirse, vosotros aún más3

Más tarde, durante la Congregación General XXXII, decía:

… estáis unidos con el Papa por un voto especial: porque esta unión con el sucesor de Pedro, que es el núcleo principal de los miembros de la Compañía, ha asegurado siempre, más aún, es el signo visible de vuestra comunicación con Cristo, Cabeza primera y suprema de la Compañía, que es suya por antonomasia, de Jesús. Y es la unión con el Papa la que ha hecho a los miembros de la Compañía verdaderamente libres, es decir, puestos bajo la dirección del Espíritu, capacitados para todas las misiones, incluso las más arduas y lejanas, no sujetos a condiciones angostas de tiempo y lugar, provistos de un respiro verdaderamente católico, universal4

El mismo tono del mensaje del Sumo Pontífice se volvió a escuchar en la Congregación General XXXIII, cuando Su Santidad Juan Pablo II retomó el mismo texto usado por el Papa Paulo VI y afirmó: «vuestra Congregación tiene la misión de orientar, de trazar las normas que han de regir en los próximos años el esfuerzo por llevar a cabo cada vez mejor, en las circunstancias concretas del momento presente, el ideal de la Compañía ex-

3 Discurso del Papa Paulo VI a la Congregación General XXXI de la Compañía de Jesús, el 7 de mayo de 1965. Citando a «Letras Apostólicas» «Exposcit debitum» del 21 de julio de 1550.

4 Alocución del Santo Padre Paulo VI a los participantes en la Congregación General XXXII.3 de Diciembre de 1974.

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presado en la Fórmula de vuestro Instituto: ‘Servir a Dios bajo el estandarte de la Cruz y servir solamente a Cristo Señor y a la Iglesia su esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra»5. Cuando fue convocada la Congregación General XXXIV, el mismo Juan Pablo II retomó las palabras de su predecesor Paulo VI y afirmó: «Tenéis una espiritualidad fuertemente definida, una identidad inequívoca, una confirmación secular que procede de la bondad de los métodos que, cribados a lo largo de la historia, muestran aún hoy día la importancia de la poderosa espiritualidad de San Ignacio. Por tanto no puede ponerse en tela de juicio que un mayor empeño para andar por el camino conforme al propio carisma no sea de nuevo una fuente de fecundidad espiritual y apostólica»6. Y más adelante añadió la misma frase que, en su momento, será mencionada por el Papa Benedicto XVI y de la que hablaremos más tarde, y expresaba que:

Todos debemos vigilar para que la adaptación necesaria no se lleve a cabo con detrimento de la identidad fundamental de la esencialidad de la figura del jesuita, tal como se describe en la Formula Instituti, como la historia y la espiritualidad de la Orden la proponen y como la interpretación auténtica de las necesidades de los tiempos parecen exigir hoy. Esta imagen no debe ser alterada; no debe ser desfigurada7 .

En su carta a los padres electores, el Santo Padre Benedicto XVI ha reconocido que, la «peculiar fidelidad» de los jesuitas a la Iglesia constituye la señal distintiva de la Orden. No obstante, pareciera que hay algunos signos de que esto no es así porque insistió en que, en nuestra época, es necesario que se transmita «de manera integral el único e inmutado mensaje de salvación que es el Evangelio ‘no como palabra de hombres, sino como es en verdad, como palabra de Dios’ que actúa en los que no creen». Y añadió:

Para que esto suceda es indispensable, como ya recordaba el amado Juan Pablo II a los participantes en la 34ª Congregación General, que la

5 Homilía de Su Santidad Juan Pablo II durante la Congregación General XXXIII, el 2 de Septiembre de 1983. Citando la Carta Apostólica Esposcit debitum del 21 de Julio de 1550.

6 Discurso de Su Santidad Juan Pablo II del 5 de Enero de 1995. Citando a S.S. Paulo VI. Insegnamenti di Paolo VI, XII, 1974, 1181-1182.

7 Op. cit., Citando AR 16 [1974] 438s.

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vida de los miembros de la Compañía de Jesús, como también su investigación doctrinal, estén siempre animadas de un verdadero espíritu de fe y comunión en «dócil sintonía con las indicaciones del Magisterio»8 . Deseo vivamente que la presente Congregación General reafirme con claridad el auténtico carisma del Fundador para alentar a todos los jesuitas a promover la verdadera y sana doctrina católica9

Reconoció, asimismo, que, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe pudo apreciar «la valiosa colaboración de Consultores y expertos Jesuitas, que, en plena fidelidad a su carisma, han contribuido de manera considerable a la fiel promoción y recepción del Magisterio». El Papa ha sido claro y enfático. La Iglesia pide a la Compañía de Jesús una más clara fidelidad a nuestro carisma y una nítida y decidida sintonía con las indicaciones del Magisterio. En una primera lectura de la carta papal nos preguntamos ¿cuáles son los campos específicos en los que la Iglesia está preocupada por la fidelidad jesuítica? ¿Había ya alguna indicación del Papa para orientar las discusiones de los padres electores? La respuesta es positiva y el mismo Benedicto XVI la expresaba con enorme claridad y sencillez con las siguientes palabras;

La obra evangelizadora de la Iglesia cuenta, por tanto, mucho con la responsabilidad formativa que la Compañía tiene en el campo de la teología, de la espiritualidad y de la misión. Y, precisamente, para ofrecer a toda la Compañía de Jesús una clara orientación que la sostenga en una dedicación apostólica generosa y fiel, podría resultar muy útil que la Congregación General reafirme, en el espíritu de San Ignacio, la propia adhesión total a la doctrina católica, en particular sobre puntos neurálgicos hoy fuertemente atacados por la cultura secular, como, por ejemplo, la relación entre Cristo y las religiones, algunos aspectos de la teología de la liberación y varios puntos de la moral sexual, sobre todo en lo que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y a la pastoral de las personas homosexuales10

La recomendación vuelve a ser clara y explícita –insistente diría yo–, pues, como ya he mencionado antes, el actual Pontífice retoma casi textualmente las palabras de su predecesor y expresa:

8 Insegnamenti, vol. I, 25-32.

9 Carta del Santo Padre…, Op. cit. n. 5.

10 Ibíd., n. 6.

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… estoy persuadido que la Compañía advierte la importancia histórica de esta Congregación General y, guiada por el Espíritu Santo, quiere una vez más, como decía el amado Juan Pablo II en enero de 1995, reafirmar, «sin equívocos y sin dudas, su específico camino hacia Dios, como lo trazó San Ignacio en la Formula Instituti: la fidelidad amorosa a vuestro carisma será fuente segura de renovada fecundidad»11. Resultan además muy actuales las palabras que mi venerado predecesor Paulo VI os dirigió en otra ocasión análoga: «Todos debemos velar para que la adaptación necesaria no se realice con detrimento de la identidad fundamental, de la esencialidad de la figura del jesuita, como se describe en la Formula Instituti: como la historia y la espiritualidad propia de la Orden la proponen y como la interpretación auténtica de las necesidades mismas de los tiempos parecen reclamar hoy. Aquella imagen no debe ser alterada, no debe ser desfigurada»12 .

ESTIMA HACIA LA APORTACIÓN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS A LA IGLESIA Y LLAMADO A LA FIDELIDAD

El contenido enfático del mensaje de los últimos Papas a la Compañía de Jesús se explica ante la historia reciente de la Orden. Aun cuando siempre han manifestado su reconocimiento, aprecio y valoración de la labor de los jesuitas, también es verdad que ha habido algunos momentos de confusión y una cierta ambigüedad en la Orden. Esta dolorosa situación llegó al punto de que el R. P. Peter Hans Kolvenbach, S.J., como Prepósito General, reconociera algunos puntos que debíamos corregir. En repetidas ocasiones, el Padre Kolvenbach puso de manifiesto la problemática que vivía la Compañía de Jesús en algunas Provincias. Era causa de una continua preocupación de su parte y fue –en mi opinión–, el antecedente inmediato, el motivo del tema que fue abordado por el Santo Padre y retomado en la Congregación General XXXV.

En la Congregación de Procuradores, celebrada en 2003 en Loyola, el Padre General decía que:

… el Santo Padre nos alentó a renovar nuestro ‘sentir con la Iglesia’ hoy. Comenzó con la invitación a que los padres procuradores recorda-

11 Insegnamenti, vol. XVIII/1, 1995, 26.

12 Ibíd., vol. XII, 1974, 1181-1182.

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ran la importancia del tema de que Ignacio y sus primeros compañeros se consideran y se sienten hombres de Iglesia. Desean que la Iglesia se sirva de ellos porque la Compañía, según las palabras mismas de las Constituciones, no tiene valor en sí misma y su razón de ser no es su propio progreso y expansión. Sin duda hay que ‘ayudar todo el cuerpo de la Compañía y particulares della a su conservación y aumento’ pero todo ello a ‘gloria divina y bien universal de la Iglesia’ (Const. 136). Ya desde un principio, es decir, a partir de las deliberaciones de 1539, está claramente escrito que: Todos los compañeros no sólo sepan en el momento de profesar, sino se acuerden cada día durante toda su vida, de que la Compañía entera y cada uno militan para Dios bajo la fiel obediencia de nuestro santísimo señor el Papa y de los otros romanos pontífices sus sucesores13

Al final de la Congregación de Procuradores y, una vez que el Padre General había fundamentado sus palabras con el testimonio histórico de los primeros compañeros, lanzó a la Compañía de Jesús un verdadero reto cuando afirmó: «Debemos pronunciarnos sobre nuestra manera de sentir con la Iglesia, de sentir en la Iglesia. Fieles a la misión ignaciana, ¿estamos creciendo en la comunión con el Vicario de Cristo en la tierra con todas las fuerzas vivas de la Iglesia? La más alta autoridad de la Compañía –la Congregación General- ha tomado claramente posición, primero, que nuestra fidelidad no ha sido perfecta (CG 33,8), y exigiendo seguidamente que la Compañía se esfuerce cada vez más por insertarse, de manera vigorosa y creativa en la vida de la Iglesia (CG 34, d. 11, 19)»14. Recuerdo que no había una reunión de jesuitas en la que el Padre Kolvenbach no abordara este tema, con evidente preocupación y, como él mismo lo decía, con tristeza. Como testimonio de ello, tenemos las palabras dirigidas a los padres procuradores en la Congregación de Loyola, cuando mencionaba que:

Para cierto sector de la opinión pública, la Compañía ha perdido su secular reputación de funcionar como la artillería pesada del papado o la caballería ligera de la Iglesia. Nuevos movimientos eclesiales, se cree, han tomado nuestro puesto. Hay que reconocer con tristeza que ha ha-

13 Discurso del R. P. Peter Hans Kolvenbach, S. J. a la Congregación de Procuradores. Loyola, 3 de septiembre de 2003. Citando a Summa 1539 N° 3, repetido en Regimini Militantes y Esposcit Debitum. 14 Ibídem.

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bido en nuestras filas demasiadas voces infieles al magisterio de la Iglesia, que han comprometido, se quiera o no, a todo el cuerpo apostólico de la Compañía, sobre todo cuando no siempre contestábamos dichas voces y permanecíamos en silencio. Ya no se confía automáticamente en los jesuitas en su conjunto, aun cuando se sigue contando con su gran mayoría, a título personal, en razón de su fidelidad. Si en ciertos medios se nos identifica desconsideradamente con la oposición de la Iglesia, por otra parte, comparándonos con el entusiasmo de los nuevos movimientos eclesiales, se nos juzga más bien tibios, poco afectos e hipercríticos en todo lo referente a la vida de la ‘Iglesia militante’ [EE 352]15 .

Desde mi punto de vista, el 22 de abril de 2006, en la Basílica San Pedro del Vaticano, el Santo Padre Benedicto XVI dio un mensaje claro de lo que pedía a la Compañía de Jesús. Esta vez se dirigió a los participantes en la peregrinación a la tumba de San Pedro en el contexto del quinto centenario del nacimiento de San Francisco Javier y del Beato Pedro Fabro, ocurridos respectivamente el 7 y el 13 de abril de 1506 y de los 450 años del fallecimiento de San Ignacio de Loyola, el 31 de julio de 1556. Una primera línea de acción que el Papa nos recomendó en aquella ocasión fue la que expresó con las siguientes palabras:

Precisamente porque era un hombre de Dios, san Ignacio fue fiel servidor de la Iglesia, en la que vio y veneró a la esposa del Señor y a la madre de los cristianos. Y del deseo de servir a la Iglesia de la manera más útil y eficaz nació el voto de especial obediencia al Papa, calificado por él mismo como «nuestro principio y principal fundamento» (Constituciones de la Compañía de Jesús, p. I, 162). Que este carácter eclesial tan específico de la Compañía de Jesús siga estando presente en vuestras personas y en vuestra actividad apostólica, queridos jesuitas, para que podáis salir al paso fielmente de las urgentes necesidades actuales de la Iglesia16

Una segunda recomendación fue expresada en los siguientes términos:

15 Ibídem.

16 Alocución de Su Santidad Benedicto XVI a la Compañía de Jesús, el 22 de abril de 2006 en la Basílica de san Pedro, en Roma, con ocasión del Año Jubilar de Ignacio, Francisco Javier y Pedro Fabro.

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… me parece importante señalar el compromiso cultural en los campos de la teología y de la filosofía, tradicionales ámbitos de presencia apostólica de la Compañía de Jesús, así como del diálogo con la cultura moderna, que si bien por una parte detenta maravillosos progresos en el campo científico, está fuertemente marcada por el cientificismo positivista y materialista. Ciertamente el esfuerzo por promover en colaboración cordial con las demás realidades eclesiales una cultura inspirada en los valores del Evangelio exige una intensa preparación espiritual y cultural17

Más tarde, en los mismos términos, confirmaría la misión de la Pontificia Universidad Gregoriana a sentir con la Iglesia18 y en la Iglesia. Finalmente, la tercera línea de acción que recomendó con insistencia fue la referente a nuestra formación y a la fidelidad al carisma de nuestro fundador, que definía como sigue:

Precisamente por este motivo San Ignacio quiso que los jóvenes jesuitas se formaran durante largos años en la vida espiritual y en los estudios. Es bueno que esta tradición se mantenga y refuerce, dada también la creciente complejidad y amplitud de la cultura moderna. Otra gran preocupación para él fue la educación cristiana y la formación cultural de los jóvenes: por eso impulsó los «colegios» que, después de su muerte, se difundieron en Europa y el mundo. Queridos jesuitas, seguid con este importante apostolado, sin alterar el espíritu de vuestro fundador19 .

LAS RECOMENDACIONES DEL SANTO PADRE Y LA MISIÓN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS HOY

Su Santidad Benedicto XVI recibió en audiencia privada a los electores de la Congregación General XXXV el 21 de febrero de 2008. Nuestros hermanos coincidían en que el ambiente que se respiraba era de paz y tranquilidad. Los Decretos resultantes de nuestro órgano máximo de gobierno estaban en su fase final de revisión y redacción. Los electores habían decidido que uno de ellos se dedicaría, precisamente, para res-

17 Ibídem.

18 Cfr. Alocución de Su Santidad Benedicto XVI en la visita a la Pontificia Universidad Gregoriana. 3 de Noviembre de 2006.

19 Ibídem.

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ponder a las inquietudes y recomendaciones hechas por el Pontífice al Padre Peter Hans Kolvenbach, S.J., a quien entonces se había aceptado ya su renuncia por lo que teníamos ya un nuevo Prepósito General en la persona del R. P. Adolfo Nicolás, S.J. El mensaje de Su Santidad fue paternal, cercano, más aún, afectuoso y cálido. Fue también claro, enfático y no hizo sino ratificar lo que ya antes había indicado. Las líneas de acción, recomendaciones y sus órdenes fueron tácitas, comenzando con su insistencia en la fidelidad a nuestro carisma:

Espero, pues, ardientemente que toda la Compañía de Jesús, gracias a los resultados de vuestra Congregación, pueda vivir con renovado impulso y fervor la misión para la que el Espíritu la suscitó en la Iglesia y la ha conservado durante más de cuatro siglos y medio con extraordinaria fecundidad de frutos apostólicos. Hoy deseo animaros a vosotros y a vuestros hermanos para que prosigáis en el camino de esa misión, con plena fidelidad a vuestro carisma original, en el contexto eclesial y social propio de este inicio de milenio20

Como lo hiciera Paulo III en su momento, Benedicto XVI recordó que «la Compañía de Jesús está constituida ante todo para la defensa y la propagación de la fe». Para desempeñar la misión, «los primeros compañeros de Ignacio se pusieron a disposición del Papa precisamente ‘para que los emplease en lo que juzgase ser de más gloria a Dios y utilidad de las almas’»21. Como superior último de los jesuitas, el Papa señaló algunas concreciones de lo que debe ser nuestra misión en la actualidad cuando dijo que:

No son los mares o las grandes distancias los obstáculos que desafían hoy a los que anuncian el Evangelio, sino las fronteras que, debido a una visión errónea o superficial de Dios y del hombre, acaban alzándose entre la fe y el saber humano, la fe y la ciencia moderna, la fe y el compromiso por la justicia. Por eso la Iglesia necesita con urgencia personas de fe sólida y profunda, de cultura seria y de auténtica sensibilidad humana y social; necesita religiosos y sacerdotes que dediquen su vida precisamente a permanecer en esas fronteras para testimoniar y

20 Alocución pronunciada por Su Santidad Benedicto XVI durante la audiencia concedida a los miembros de la Congregación General 35, el día 21 de febrero de 2008, n. 2. 21 Cfr. Autobiografía, n. 85.

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Llamados a la fidelidad al carisma y a la Iglesia

ayudar a comprender que existe una armonía profunda entre fe y razón, entre espíritu evangélico, sed de justicia y laboriosidad por la paz…22

Volvió a indicar lo que tanto hemos repetido en el sentido de profundizar nuestra formación y el llamado a la fidelidad a nuestro carisma que debe comunicarse con una clara identidad de lo que somos y lo que queremos ser:

Fiel a su mejor tradición, debe seguir formando con gran esmero a sus miembros en la ciencia y en la virtud, sin conformarse con la mediocridad, ya que la tarea de la confrontación y del diálogo con contextos sociales y culturales muy diversos y las diferentes mentalidades del mundo actual se revela como una de las más difíciles y laboriosas…23 Hoy siento el deber de exhortaros a seguir de nuevo las huellas de vuestros antecesores con la misma valentía e inteligencia, pero también con la misma profunda motivación de fe y pasión por servir al Señor y a su Iglesia. Pero mientras procuráis reconocer los signos de la presencia y de la obra de Dios en todo lugar del mundo, incluso más allá de los confines de la Iglesia visible; mientras os esforzáis por construir puentes de comprensión y de diálogo con quienes no pertenecen a la Iglesia o encuentran dificultades a la hora de aceptar sus posiciones y mensajes, debéis al mismo tiempo haceros lealmente cargo del deber fundamental de la Iglesia de mantenerse fiel a su mandato de adherirse totalmente a la Palabra de Dios, así como de la misión del Magisterio de conservar la verdad y la unidad de la doctrina católica en su totalidad. Ello no se aplica tan sólo al compromiso personal de cada jesuita, pues al operar como miembros de un cuerpo apostólico debéis también velar por que vuestras obras e instituciones conserven siempre una identidad clara y explícita, de forma que el fin de vuestra actividad apostólica no resulte ambiguo u oscuro, y con vistas a que muchas otras personas puedan compartir vuestros ideales y unirse a vosotros con eficiencia y entusiasmo, colaborando en vuestra dedicación al servicio de Dios y del hombre24

La misión de la Compañía de Jesús ha sido y sigue siendo la misma: la batalla sin fin entre el bien y el mal, bajo la guía de los Ejercicios Espirituales. Nuestra lucha continua para seguir discerniendo en dónde se encuentran los males de nuestro tiempo y seguir comprometidos en el

22 Alocución..., Op. cit. n. 4.

23 Ibídem.

24 Ibíd., n. 5

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servicio de la fe y la promoción de la justicia. Y todo esto, en fidelidad al Magisterio de la Iglesia. No en vano explicitaba:

Por eso he pedido vuestro compromiso renovado en la promoción y defensa de la doctrina católica «en particular sobre puntos neurálgicos hoy fuertemente atacados por la cultura secular», algunos de los cuales he ejemplificado en mi Carta aludida. Los temas –hoy continuamente debatidos y puestos en tela de juicio– de la salvación de todos los hombres en Cristo, de la moral sexual, del matrimonio y de la familia, deben ser profundizados e iluminados en el contexto de la realidad contemporánea, pero conservando la sintonía con el Magisterio que evite provocar confusión y desconcierto en el pueblo de Dios25 .

Para el Papa no había duda que esta misión debía realizarse en fidelidad y obediencia «efectiva y afectiva» al sucesor de Pedro, Vicario de Cristo en la tierra, por lo que decía:

Precisamente por ello os he invitado y hoy también os invito a reflexionar para recuperar el sentido más pleno de ese «cuarto voto» característico de vuestra obediencia al Sucesor de Pedro; un voto que no implica tan sólo disposición a ser enviados a misionar en tierras lejanas, sino también –según el más puro espíritu ignaciano de «sentir con la Iglesia y en la Iglesia»– a «amar y servir» al Vicario de Cristo en la tierra con la devoción «efectiva y afectiva» que debe convertirnos en valiosos e insustituibles colaboradores suyos en su servicio a la Iglesia universal26 .

Y todo, fundados en los cimientos de nuestra misión: la misión entre los pobres y con los pobres, desde el ministerio tan ignaciano y jesuítico, de los Ejercicios Espirituales:

Al mismo tiempo os animo a proseguir y renovar vuestra misión entre los pobres y con los pobres. No faltan, por desgracia, nuevas causas de pobreza y de marginación en un mundo marcado por graves desequilibrios económicos y medioambientales; por procesos de globalización regidos por el egoísmo más que por la solidaridad; por conflictos armados devastadores y absurdos… Os invito, por último, a prestar atención especial al ministerio de los Ejercicios Espirituales, característico de vues-

25 Ibíd., n. 6.

26 Ibíd., n. 7.

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tra Compañía desde sus mismos orígenes. Los Ejercicios son la fuente de vuestra espiritualidad y la matriz de vuestras Constituciones, pero son también un don que el Espíritu del Señor ha dado a toda la Iglesia: por eso tenéis que seguir haciendo de ellos una herramienta valiosa y eficaz para el crecimiento espiritual de las almas, para su iniciación en la oración y en la meditación en este mundo secularizado del que Dios parece ausente… Los Ejercicios Espirituales constituyen un camino y un método particularmente valioso de buscar y de hallar a Dios en nosotros en nuestro alrededor y en todas las cosas, con el fin de conocer su voluntad y de llevarla a la práctica27

SENTIR

LA IGLESIA PARA AMARLA COMO LA AMÓ SAN IGNACIO DE LOYOLA

Ante la contundencia de los hechos de nuestra historia reciente, me parece oportuno y aun conveniente clarificar ¿a cuál obediencia, se han estado refiriendo los diferentes Papas? Es evidente que Ignacio no fue ni filósofo; mucho menos un brillante teólogo como lo eran, efectivamente, Alfonso Salmerón o Diego Laínez. Aun cuando era un gran organizador, no tuvo los alcances ni la sabiduría jurídica de Juan Alfonso de Polanco o la capacidad de adaptación e interpretación teológica de Jerónimo Nadal. Tampoco era un apasionado reformador de la Iglesia como Nicolás Alonso de Bobadilla. Ni siquiera llegó a ser tan famoso y conocido como Francisco Javier. Ignacio era, eso sí, un hombre que amó y obedeció a la Iglesia de su tiempo. Si para ir a Jerusalén necesitaba el permiso del Papa, lo pidió sin que le causara ningún problema. Cuando, sólo con la amenaza de la excomunión, tuvo que obedecer al Provincial Franciscano en su frustrado deseo de permanecer en la Tierra Santa, no se planteó mayores problemas eclesiológicos o de obediencia. Simple y sencillamente vio en la orden del fraile, la disposición papal y sabía que su autoridad no estaba en duda, al menos para él. En Alcalá de Henares fue sometido por las autoridades de la Inquisición Española quienes le prohibieron seguir enseñando pues no había estudiado teología. Aun cuando sabía que no había hecho nada en contra de la doctrina católica y, desde su punto de vista, había sido tratado injustamente, comprendió y aceptó la decisión. Sabía que había razones más que sobradas para dudar de él, precisamen-

27 Ibíd., n. 8-9.

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te porque en aquella ciudad la doctrina de Erasmo de Rotterdam había sido bien recibida, traducida y publicada por la imprenta de los hermanos de Eguía. En Salamanca, cuando nuevamente fue sometido a un severo interrogatorio por parte de los dominicos del Convento de San Esteban, estaba convencido de que quería obedecer las disposiciones eclesiásticas. Mas, no era tonto; había vivido once años en la Corte del Rey Fernando el Católico y sencillamente quería estar seguro de la jurisdicción de las personas que lo interrogaban y decían tener autoridad sobre él.

en Ignacio de Loyola «nunca existió oposición entre Espíritu e Iglesia, entre Evangelio y jerarquía. Se puede decir que trabajó más por la renovación que por la reforma de la Iglesia

Más tarde, en la Universidad de París, tan denostada por Lutero, precisamente por su ortodoxia, sería testigo de una diversidad de movimientos protestantes que confundían a los estudiantes. Conoció también a muchos profesores que atacaban sin piedad a la Iglesia, sus normas, los sacramentos y, por supuesto al Papa. En este ambiente difícil y de continua sospecha, los problemas continuaron para Ignacio cuando, por haber guiado la experiencia de los Ejercicios Espirituales a los estudiantes Castro, Peralta y Elduayen, el Rector Don Diego de Gouvea, lo condenó al castigo humillante de «la vara», delante de todos los estudiantes de la famosa universidad parisina. Ignacio no se resistió; al contrario, su actitud obediente y humilde le evitó no sólo la humillación y la vergüenza, sino el dolor de la terrible vara en su cuerpo flaco y macilento. Por el testimonio de sus cartas, por su Diario Espiritual, por las Constituciones de la Compañía de Jesús, y, sobre todo, por sus «Reglas para el Sentido verdadero que en la Iglesia Militante debemos tener», de los Ejercicios Espirituales, podemos afirmar, con Dalmases, que en Ignacio de Loyola «nunca existió oposición entre Espíritu e Iglesia, entre Evangelio y jerarquía. Se puede decir que trabajó más por la renovación que por la reforma de la Iglesia»28. Jerónimo Nadal, jesuita conocido por su amor y fidelidad a la Iglesia, en su Apología de la Compañía de Jesús, afirma que:

28 CÁNDIDO DE DALMASES, La Iglesia en la experiencia personal de San Ignacio: CIS 44 (1983) 57.

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Llamados a la fidelidad al carisma y a la Iglesia

Ignacio se destacó desde los comienzos por su respeto para con la jerarquía y todas las cosas eclesiásticas: ritos, ceremonias, leyes. Sostenía que todo provenía de Dios, y que en estas cosas honraba y reverenciaba a Dios. Por esto, con gran suavidad de ánimo sometía todas sus cosas al Sumo Pontífice, y al juicio de quienes podrían apreciar las cosas mejor que él, esperando con suma confianza en Dios que las verdades que el Señor le había manifestado, serían confirmadas también por los otros29

Diego Laínez, de los primeros compañeros de Ignacio y segundo Prepósito General de la Orden manifestaba que:

Nuestro Padre Ignacio, cuando se encontraba en duda acerca de alguna cosa, decía: la Sede Apostólica lo solucionará y nos enseñará; y a ella se remitía y en ella confiaba. Y esto nos debe dar ánimos contra los herejes y luteranos, que se llaman a sí mismos seguidores de Jesús, pero que no quieren obedecer a su Vicario en la tierra, el Romano Pontífice30

¿CÓMO ERA LA IGLESIA QUE AMABA IGNACIO DE LOYOLA?

La Iglesia del tiempo de Ignacio no era precisamente santa e inmaculada. Los Papas que la gobernaron, tampoco. La Historia presenta la jerarquía de esa época como una clase social secularizada y mundanizada, además de escandalosa. Al menos así nos lo indican los datos de los pontificados desde Sixto IV (1471-1484) al de León X (15131521). Aunque también es justo decir que estos Papas se esforzaron por intensificar la vida pastoral a favor de una reforma generalizada, particularmente de la vida religiosa. Alejandro VI apoyó la reforma del Episcopado español emprendida por Isabel y Fernando, los Reyes Católicos. Es verdad, asimismo, que algunos cardenales vivían rodeados de lujo y opulencia hiriente ante la pobreza generalizada de la gente. Sin embargo, también es cierto que Alejandro VI y Julio II fueron reformadores convencidos de las órdenes religiosas en Francia. La misma tendencia continuaría hasta el final del Concilio Lateranense y el final del Pontificado de Julio III (1550-1555). Adriano VI solamente pudo esbozar algunos intentos de reforma, especialmente en la Curia Romana.

29 MHSI. Fontes Narrativi II, 245.

30 Ibíd., 157.

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Cuando se refiere a la «Iglesia jerárquica», tenemos que considerar los pontificados previos a la conversión de Ignacio, aun cuando la que él conoció más directamente fue la de 1537 a su llegada a Roma. Sin embargo, para poder conocer cuál fue la Iglesia que tanto amó, debemos tener en cuenta también la situación desde Pío IV a Clemente VII, es decir de 1523 a 1559. El nepotismo estaba presente mediante el encumbramiento de parientes al igual que la concesión de títulos honoríficos, arreglos matrimoniales a la espera de privilegios económicos o favores internacionales, etc. Paulo III, el Papa que aprobó la Compañía de Jesús, concedió el cardenalato a su sobrino Alejandro Farnese, de tan solo 14 años y a Guido Ascanio Sforza de 17. Julio III concedió cargos civiles a su hermano y sus sobrinos y elevó al cardenalato a otros tres sobrinos más. Aun cuando es verdad que también Paulo IV favoreció el nepotismo, debemos decir en su favor que, cuando se dio cuenta de algunos de sus errores en este campo, actuó decididamente a favor de la reforma. Por su parte, Clemente VII es conocido como un Papa político para quien los problemas eclesiales no estaban entre sus primeras ocupaciones y preocupaciones. El papado del Renacimiento se caracterizó por un estilo secularizado, por una vida cortesana llena de lujo y fasto, propios de las más ricas cortes de la época.

Ignacio tuvo trato cercano con cuatro Papas. Con Paulo III no tuvo ningún problema; al contrario, siempre se mostró favorable a él, a los compañeros y la naciente Orden. Aprobó oralmente la Fórmula del Instituto. Expidió cuatro Bulas y dos Breves Pontificios con los que concedió una verdadera personalidad jurídica a la Compañía de Jesús. En 1548, aprobó el libro de los Ejercicios Espirituales y colmó a la naciente Orden de una serie de importantes privilegios y beneficios espirituales. Julio III expidió la segunda Bula que confirmaba la nueva Orden y en la que fue revisada la Fórmula del Instituto de 1550. Además, apoyó decididamente la fundación y desarrollo de los Colegios Romano y Germánico. Ignacio fue siempre muy cercano, e incluso amigo de Marcelo II. Con Paulo IV, aun cuando Ignacio era consciente de una cierta animadversión de Carafa hacia él, nunca hablaba mal del Papa y se oponía a que otros lo hicieran. Es verdad que el Pontífice no entendió algunas disposiciones de la Orden y, más aún, se opuso a algunas de ellas. No obstante, Ignacio estuvo siempre dispuesto a obedecer la voluntad del Papa, incluso a aceptar una posible disolución de la Orden si así lo disponía el Pontífice.

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SENTIR CON, EN Y DESDE LA IGLESIA, SIMPLE Y SENCILLAMENTE PORQUE ES MI MADRE

Fue a esta institución a la que Ignacio dedicó sus «Reglas para sentir con la Iglesia» Sobra decir que no era fácil seguirla, defenderla y, mucho menos amarla, precisamente por ser «así». Ignacio redactó las reglas no solamente para observarlas desde una simple y mera ejecución. Tal vez, si fueran pensadas así, sería más fácil obedecerlas. Ignacio las propone al final de los Ejercicios para pedir la gracia de una adhesión interna, desde el corazón, y desde el hacerlo todo para la mayor gloria de Dios. Por su propia experiencia, Ignacio confiaba en la buena disposición de quien ha terminado la experiencia de los Ejercicios Espirituales como una escuela o taller de conversión. Si verdaderamente ha vivido en profundidad esta experiencia fundante, la persona estará dispuesta a iniciar su conversión al amor, y desde él, aceptar una tarea difícil y retadora. Sólo de este modo, será creíble que el cristiano pueda, «en todo amar y servir». Me parece que aquí está el centro de la propuesta ignaciana: sencillamente en amar o no a la Iglesia. Amar a la Iglesia, significaría prepararme a amar incluso lo que no me gusta, lo que no acepto, lo que va en contra de mis ideologías, que propicia mis miedos o mis rechazos, etc. El gran reto que presenta Ignacio es sentir con, en y desde la Iglesia y amarla, simple y sencillamente porque es mi madre.

Es realmente significativo que, en las reglas número 1, 11 y 13 Ignacio nos la muestra como «nuestra sancta madre Iglesia». La Iglesia es mi madre porque es «la vera esposa de Cristo» según la enseñanza de San Pablo31, porque sufre como mi propia madre32; porque me posibilita la vida de la fe, me enseña y me nutre por medio de los sacramentos; me ha acompañado y me acompañará en los momentos más trascendentales de mi vida. Pero no sólo eso. Ignacio acepta que la Iglesia es militante, jerárquica y tiene su cabeza en el Obispo de Roma. Estamos ante otro elemento indivisible al hecho mismo de la Iglesia: siempre sintió una devoción especial al sucesor de San Pedro. De pequeño en el ambiente de los «parientes mayores» de los Loyola y Oñaz, este amor creció en su conva-

31 Cfr. Ef 5, 25-27.

32 Cfr. Gn 3, 16.

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lecencia y los inicios de su conversión ante la certeza de la participación del apóstol en su curación. En los votos de Montmartre, cuando, junto con los primeros compañeros se comprometió a pedir el permiso al Papa para ir a Jerusalén, aceptó la posibilidad de ponerse a sus órdenes en caso de que no fuese posible la peregrinación. Finalmente, en el segundo hecho místico conocido por nosotros, en la Storta, cuando confirmó que el Señor «le sería propicio en Roma».

Este tipo de amor no significa que seamos ingenuos y que no reconozcamos que hay dificultades reales para amar a la Iglesia

Tal vez la solución más sencilla sería decir que no amo a la Iglesia porque no me gusta, no la entiendo o no la acepto como es. Quizá, porque no la acepto, ni la obedezco ni la amo. He aquí la grandeza de la oferta ignaciana y el enorme reto para la Compañía de Jesús: mantener en su total pureza el modelo presentado por Ignacio, es decir, amar con amor de hijos a la Iglesia militante, jerárquica y romana que se enriquece continuamente con elementos siempre nuevos y actuales. Como lo podemos constatar en la historia, desde el Concilio de Trento al Concilio Ecuménico Vaticano II y, en nuestro contexto latinoamericano, el camino recorrido por el CELAM, desde Río de Janeiro hasta Aparecida.

Este tipo de amor no significa que seamos ingenuos y que no reconozcamos que hay dificultades reales para amar a la Iglesia. Como humana que es, presenta los errores y defectos que nosotros mismos le transmitimos, pero que no podemos o queremos reconocer. Estamos viviendo una época en la que los medios de comunicación difunden y magnifican nuestros escándalos y pobrezas; nuestras debilidades y miserias. Y es verdad que las tenemos y que muchas veces se ponen más de manifiesto en la visibilidad de nuestros superiores. Esto no es nuevo, como hemos visto antes, pero la historia nos muestra cómo los grandes santos han manifestado su amor, devoción y fidelidad a esta Iglesia, sencillamente, porque no hay otra. Siempre es más fácil ver lo negativo y no las muestras de bondad y belleza que encontramos todos los días. Hoy se enfatizan los escándalos en materia sexual; en otros momentos, se han enfatizado nuestros antitestimonios en la pobreza o en la obediencia. La

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Llamados a la fidelidad al carisma y a la Iglesia

Iglesia santa es la que tenemos que construir todos juntos; a esa santidad hay que aspirar, pero comenzando con no tenerle miedo a la santidad personal, a una vida más ascética, de mayor sacrificio y fidelidad. Y esto no es fácil, como tampoco lo fue para San Pablo y como lo ha reconocido y aceptado el Concilio Vaticano II, en la Lumen Gentium, que aceptó la posibilidad de que esta Iglesia llena de defectos se vaya purificando.

Las reiteradas llamadas a nuestra fidelidad al Magisterio, viene, tal vez, porque hay que reconocer la dificultad para asumir y aceptar, con paz y humildad, las disposiciones del magisterio ordinario. Muy frecuentemente no aceptamos lo que la Iglesia nos pide, por nuestra arrogancia, porque nos creemos mejores, más preparados, con mayor experiencia. Otras veces, pensamos que somos nosotros quienes tenemos la verdad porque hemos caminado más cercanamente a los pobres y necesitados o porque hemos estudiado más. Nuestra autosuficiencia, la falta de una verdadera y «suma pobreza espiritual» de la que nos habla San Ignacio en los Ejercicios, nos lleva a ser los jueces supremos de los demás –incluido el Magisterio–, quienes –obviamente desde nuestro punto de vista muy personal–, están equivocados. Nos cuesta mucho trabajo asumir con fe y obediencia aquellas disposiciones y enseñanzas que no nos gustan. De ahí la importancia de creer verdaderamente «que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina; creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo y la Iglesia, su esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas. Porque por el mismo Espíritu y Señor nuestro, que dio los diez mandamientos, es regida y gobernada nuestra santa madre Iglesia»33

Otras veces, nuestra autosuficiencia y arrogancia se ha expresado en las opiniones de muchos teólogos, eruditos y académicos. Es un hecho, si, que los jesuitas no deberíamos conformarnos jamás con la mediocridad pues «la mediocridad no tiene lugar en la visión del mundo de Ignacio»34. Sin embargo, en ocasiones, nos ha ganado la soberbia. También es verdad que con los avances de la ciencia, la Sagrada Escritura y

33 Ejercicios Espirituales 365, Regla n. 13.

34 PETER HANS KOLVENBACH, To friends and colleagues of the Society of Jesus. AR 20 (19881993), 606.

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la Teología han sido analizadas –e incluso interpretadas– bajo nuevos enfoques y que muchas opiniones pueden haber quedado superadas. No obstante, todas las conclusiones de los teólogos y eruditos están sujetas al juicio del Magisterio. Nos guste o no. Si no las acepta, estamos invitados a no enseñarlas, precisamente para no crear la confusión a la que reiteradamente se han referido los Papas. Pero esta actitud requiere mucha humildad, a la que, ciertamente le seguirá la obediencia. Tenemos muchos ejemplos en la Compañía de Jesús de hombres sabios y eruditos que han sabido ser fieles en un diálogo respetuoso con las autoridades eclesiásticas y que no han dado motivo de escándalos, mucho menos de rupturas innecesarias y dolorosas. Otra triste realidad a la que hemos estado sometidos es la hiriente catalogación entre hermanos: o somos conservadores retardatarios o somos progresistas comprometidos. Haciendo una caricatura de esta división, ha sido común escuchar que los primeros se oponen al progreso; que son esclavos de la ley, que viven en el pasado y son incapaces de entender los signos de los tiempos. Según esta simplona posición, los progresistas serían los que saben aceptar los retos del cambio, están actualizados y creen tener la razón. Hemos absolutizado teorías, personas, apostolados, cuando todo es relativo y el único Absoluto es el Señor.

LA COMPAÑÍA DE JESÚS Y SU FUTURO

La Compañía de Jesús, ha asumido con sano realismo, profunda esperanza y una enorme alegría el futuro de su misión al servicio de la Iglesia. Así lo ha expresado la Congregación General XXXV, cuando afirma:

Una misión expresada con toda claridad y firmeza: defensa y propagación de la fe que nos haga descubrir nuevos horizontes y llegar a las nuevas fronteras sociales, culturales y religiosas que, por sus fronteras pueden ser lugares de conflicto y tensión que ponen en peligro nuestra reputación, tranquilidad y seguridad… Se trata de mantener unidos el servicio de la fe y la promoción de la justicia…35

Los padres electores han entendido claramente que el Pastor Universal de la Iglesia nos ha recordado que:

35 CG 35, D1, n. 6.

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Llamados a la fidelidad al carisma y a la Iglesia

La injusticia que genera pobreza tiene ‘causas estructurales’ que es necesario combatir y que la razón de empeñarse en esa lucha viene de la misma fe: ‘la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8,9). Al enviarnos a ‘los lugares físicos y espirituales a los que otros no llegan o encuentran difícil hacerlo, el Papa nos confía la tarea de ser ‘puentes de comprensión y de diálogo’ según la mejor tradición de la Compañía, en la variedad de sus apostolados36

La Congregación General XXXV ha asumido la llamada de la Iglesia a la fidelidad al carisma y a su Magisterio y «no puede dejar pasar este momento histórico sin dar una respuesta que esté a la altura del carisma eclesial de San Ignacio»37. La Compañía de Jesús ha respondido con claridad al llamado del Santo padre y ha afirmado que:

Como cuerpo apostólico, deseamos sinceramente responder a su llamada con el mismo calor y afecto que él nos ha demostrado y afirmar de manera decidida lo que tiene de específico nuestra disponibilidad al «Vicario de Cristo en la tierra». La Congregación General 35 expresa su adhesión total a la fe y a la enseñanza de la Iglesia tal y como llegan hasta nosotros, en esa estrecha unidad entre Escritura, Tradición y Magisterio. Por eso, esta Congregación llama a todos los jesuitas a vivir con un corazón grande y con no menor generosidad lo que está en el corazón de nuestra vocación: ‘combatir por Dios bajo el estandarte de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra38

Los jesuitas afirmamos que «debemos ser y permanecer hombres familiarizados con las cosas de Dios… crecer en un ‘conocimiento interno del Señor que por mí se hizo hombre para que más le ame y le siga’»39. Hemos respondido al reto de dar a nuestros jóvenes «una formación humana, espiritual, intelectual y eclesial tan profunda como sólida, de modo que cada uno pueda vivir plenamente nuestra misión en el mundo con ‘el sentido verda-

36 Ibídem.

37 Ibíd., n. 8.

38 Ibíd., n. 8-9.

39 Ibíd., n. 10.

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dero que en el servicio de la Iglesia debemos tener’»40. Queremos volver a poner en el centro de nuestro apostolado la pasión por buscar, hallar y sentir a Dios en todas las cosas, como nos lo enseña nuestra espiritualidad y, haciendo caso al llamado del Santo Padre, «prestar atención especial al ministerio de los Ejercicios Espirituales»41 .

Por lo que se refiere al apostolado intelectual y el trabajo de los teólogos, al que también ha hecho referencia el Santo Padre, la Compañía de Jesús ha decidido que:

Teniendo presentes las dificultades peculiares que lleva consigo hoy la tarea de la evangelización, es importante que estén dispuestos «–según el más genuino espíritu ignaciano de sentir con la Iglesia y en la Iglesia–»a «amar y servir» al Vicario de Cristo en la tierra con la devoción «efectiva y afectiva» que debe convertirlos en valiosos e insustituibles colaboradores suyos en su servicio a la Iglesia universal42

Ante la magnitud de la tarea, precisamente por la dificultad de nuestro apostolado, «para vivir ese trabajo en las ‘nuevas fronteras’ de nuestra época exige de nosotros que estemos arraigados de manera siempre renovada en el corazón de la Iglesia. Esta tensión, propia del carisma ignaciano, permitirá encontrar los caminos de una auténtica fidelidad creativa»43. Hay también una confesión de nuestros fallos pues «no siempre nuestras reacciones y actitudes expresan lo que nuestro Instituto espera de nosotros: ser ‘hombres humildes y prudentes en Cristo’. Lo lamentamos de verdad, conscientes de nuestra responsabilidad común como cuerpo apostólico»44.Viendonuestro futuro como Orden religiosa, hay un ferviente deseo de conversión en los concretos de nuestra misión, hacia la Iglesia y hacia el Santo Padre:

…examinar (nuestra) manera de vivir y trabajar en las «nuevas fronteras» de nuestro tiempo… examinarse sobre las exigencias de nuestra «misión en medio de los pobres y con los pobres»; nuestro compromiso con el ministerio de los Ejercicios Espirituales; nuestra preocupación

40 Ibíd., n. 11.

41 Ibíd., n. 12.

42 Ibíd., n. 13.

43 Ibíd., n. 13.

44 Ibíd., n. 14.

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Llamados a la fidelidad al carisma y a la Iglesia

por la formación humana y cristiana de «las personas más diversas», la preocupación de «la sintonía con el Magisterio que evite provocar confusión y desconcierto en el pueblo de Dios»… Por eso, cada jesuita es invitado a reconocer humildemente sus errores y sus faltas, a pedir al Señor gracia para vivir la misión y, si fuera necesario, a impetrar la gracia de su perdón… Conscientes de nuestra responsabilidad en la Iglesia y con la Iglesia, deseamos amarla y hacerla amar cada vez más, porque ella es la que conduce al mundo a Cristo humilde y pobre y anuncia a cada hombre que «Deus caritas est»… Y [al Santo Padre] deseamos expresarle nuestra sincera voluntad de realizar lo que nos invita a poner en práctica y lo que nos anima a continuar o a comenzar. Así le expresamos nuestra disponibilidad renovada para ser enviados a la viña del Señor donde juzgare mejor para un mayor servicio de la Iglesia y una mayor gloria de Dios. Al mismo tiempo que pedimos al Señor la fuerza de su Espíritu para que nos conceda realizar su voluntad, unimos nuestras voces a la del sucesor de Pedro para decir con él… Tomad Señor y recibid…45 .

Es muy interesante hacer notar que el Decreto «Con renovado impulso y fervor» termina, precisamente, con la oración anónima del siglo XIV con la que Ignacio de Loyola comienza sus Ejercicios Espirituales. Por su propia experiencia, era consciente que era necesario poner en movimiento todos los mecanismos y resortes afectivos del deseo, para comenzar una auténtica experiencia de conversión a Dios y a su Iglesia. La Compañía de Jesús tiene ahora la palabra, consciente de que sólo nos resta, rogar al Señor que –como decimos en los votos– así como nos dio la gracia de desearlo, nos dé la fuerza para cumplirlo.

45 Ibíd., n. 15-17.

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El decreto primero de la Congregación General 35

Alberto Gutiérrez Jaramillo, S.J.*

«CON

RENOVADO IMPULSO Y FERVOR»

Toda la Compañía siguió muy de cerca los emotivos acontecimientos de la Congregación 35 en relación con la Santa Sede y, en concreto, con Benedicto XVI. No es que en el ambiente jesuítico flotaran las sombras que se abatieron sobre la 32 cuando el tema de los grados; el asunto era distinto y se planteaba así: ¿qué más podían decir los congregados con respecto al Papa y a su magisterio, más aún, en relación con algo tan vital en la Compañía desde su fundación como era la especial obediencia al Vicario de Cristo con respecto a la misión? Todos sabían que habría una respuesta al Papa que, desde el comienzo de su pontificado, y antes siendo Cardenal, había solicitado de la Compañía una colaboración que juzgaba vital en un momento de la Iglesia en que se debate en los más variados campos donde parecen imponerse el relativismo, la falta de compromiso religioso y el agnosticismo como forma de pasar la vida sin inquietarse por problemas que trascienden una mediocre cotidianidad al margen de la fe.

* Doctor en Historia de la Universidad Javeriana de Bogotá. Licenciado en Historia Eclesiástica de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

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El decreto primero de la Congregación General 35

Difícilmente la Congregación hubiera podido ser más explícita y conforme al espíritu ignaciano que cuando, como frontispicio de toda su obra legislativa para los jesuitas del mundo, bautizó el primer decreto usando palabras emblemáticas: «Con renovado impulso y fervor. La Compañía de Jesús responde a la invitación de Benedicto XVI».

EL TRASFONDO HISTÓRICO DEL DECRETO

Cuando el Papa Ratzinger visitó el claustro universitario de la Gregoriana, pocos meses después de su elección, quiso reunirse con los jesuitas que trabajábamos en el Alma Mater y recuerdo su emotivo mensaje, lleno de calidez humana, centrado en el tema de la vigencia del carisma jesuítico, herencia de San Ignacio y sus compañeros fundadores, que definió como el impulso hacia la realización de la «catolicidad de la Compañía». Explicando su idea, el Papa nos dijo que, según su conocimiento de la Compañía y del espíritu fundacional de Ignacio de Loyola, el compromiso de obediencia a la Iglesia y a su cabeza visible, el Papa, le daba al apostolado jesuítico la nota de «catolicidad» porque lo hacía universal con la universalidad de la misión que Cristo le confiaba a la Iglesia en la persona del Papa y a quienes se unían a él con una especial disponibilidad para ir a donde el Vicario de Cristo los enviara.

Resulta muy diciente el paralelismo terminológico entre la situación espiritual de la Congregación y la decisión expresada por Ignacio y los primeros compañeros en París, con motivo de los votos de Montmartre: el 15 de agosto de 1534, la Compañía en germen, con Ignacio a la cabeza, determinaba que, en caso de no poder viajar a Jerusalén detrás de las huellas del Señor, «volverían a Roma y se presentarían ante el Vicario de Cristo para que los emplease donde considerase que fuese mayor gloria de Dios y provecho de las almas»1. El 21 de febrero de 2008,

A semejanza de Ignacio y de sus primeros compañeros, allí estábamos los 225 congregados, con nuestro P. General Adolfo Nicolás a la cabeza, como Congregación General de la Compañía de Jesús, para ser acogidos

1 Autobiografía 85.

Apuntes Ignacianos 54 (septiembre-diciembre 2008) 26-33

por el Vicario de Cristo y escuchar, con apertura de corazón, sus indicaciones sobre nuestra misión2

Lo que no podía faltar en estos casos, cierta prensa, más tendenciosa que bien informada, quiso ver lejanía y aun posible ruptura entre la Compañía de hoy, de avanzada y contestataria, y un Papa que se juzgaba celoso a ultranza de la ortodoxia de la fe y contrario a la pretendida apertura del gran Juan Pablo II. Cuando se avanza en la lectura del decreto 1, se ve que cualquier lejanía o ruptura es imposible teniendo en cuenta la incambiable fundamentación que la Compañía tiene para establecer las relaciones entre los jesuitas, individual y colectivamente, y el Papa, cabeza de la Iglesia y, por tanto, cabeza de la Compañía. Esa fundamentación, explícitamente asumida por la Congregación no es otra, y no podría serlo, que la expresada en los Ejercicios ignacianos, raíz y fundamento del carisma de la Compañía.

Un hecho que queda claro de la lectura del decreto es el impacto que tuvieron en los congregados los dos acontecimientos vividos en relación con el Papa: la carta del 10 de enero al P. Kolvenbach y la audiencia del 21 de febrero en el Vaticano. Dice el texto que «a la luz de estos dos acontecimientos recibe nueva claridad la ardua tarea de la Congregación General, porque ellos fueron la luz clarificadora cuando los congregados se dedicaron a auscultar «la situación de nuestro cuerpo apostólico para poder dar orientaciones que alienten y hagan crecer la calidad espiritual y evangélica de nuestro modo de ser y de proceder»3 .

En consecuencia, fue entonces cuando, a la luz de la experiencia con el Romano Pontífice, la Congregación entró en ambiente profundamente ignaciano y, como lo dejó consignado,

Este esfuerzo de honestidad total con nosotros y delante de Dios tuvo mucho de la experiencia de la primera semana de los Ejercicios Espirituales: nos ayudó a descubrir y reconocer nuestras debilidades e incoherencias, pero también la profundidad de nuestro deseo de servir; y exigió de nosotros una revisión de nuestras actitudes y modo de vivir4

2 CG35, D1, 1.

3 Ibíd., D1, 2. 4 Ibíd, D1, 3

Apuntes Ignacianos 54 (septiembre-diciembre 2008) 26-33

El decreto primero de la Congregación General 35

EN EL ÁMBITO DE LA MISIÓN

Imposible separar el aliento del Espíritu que se difundió en la Congregación a través de las palabras del Papa de lo que quedó plasmado en el programático decreto 1. Dice Benedicto XVI, usando la terminología que tomaría la Congregación como título de su decreto:

Espero ardientemente que toda la Compañía de Jesús, gracias a los resultados de vuestra Congregación, pueda vivir con impulso y fervor renovados la misión para la que el Espíritu la suscitó en la Iglesia y la ha conservado durante más de cuatro siglos y medio con extraordinaria fecundidad de frutos apostólicos5

La respuesta de la Congregación no podía ser más explícita e ignaciana:

Esta experiencia no podía perder de vista la perspectiva que justifica: nuestra misión. De hecho, el paso de la primera a la segunda semana de los Ejercicios consiste en un cambio de perspectiva: el ejercitante experimenta que toda su vida ha sido abrazada por la misericordia y el perdón, y deja de mirarse para pasar a «contemplar» a «Cristo, Rey eterno, y delante de él todo el universo mundo al cual y a cada uno en particular llama» (EE 95). Somos en verdad pecadores y, sin embargo, llamados a ser compañeros de Jesús, como lo fue San Ignacio6 .

Es importante el hecho de que la relación entre el Papa y la Compañía se haya puesto en el campo de la misión, porque es ese uno de los elementos básicos del espíritu que Ignacio y sus compañeros concibieron para ellos aun antes de que existiera la Compañía como Orden religiosa y para ésta cuando, aprobado el Instituto por Paulo III y Julio III, sellaron esa relación por un voto solemne de obediencia al Papa en todo lo referente a la misión. Benedicto XVI conoce y ama este aspecto vital de la Compañía y por eso ambos, el Papa y la Congregación General, invitan al universo jesuítico, a nosotros los religiosos y a quienes con nosotros comparten la misión, a abrazarla «con renovado impulso y fervor».

5 Discurso del Santo Padre Benedicto XVI, 21 febrero 2008: Noticias de Provincia, Compañía de Jesús Colombia 2 (febrero 2008) 37.

6 CG35, D1, 4.

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LA MISIÓN A LA QUE SOMOS ENVIADOS HOY

Todo el cuerpo histórico-doctrinal de la segunda parte del decreto está determinado por la dialéctica pasado-futuro que Benedicto XVI, como gran teólogo que es, le infunde a su magisterio: consciente el Papa de que «a lo largo de la historia, la Compañía de Jesús ha vivido experiencias extraordinarias de anuncio y de encuentro entre el Evangelio y las culturas del mundo»7, recuento de un pasado de amor a la Iglesia y de fidelidad al carisma ignaciano, llama a la Compañía a nunca decaer en la fidelidad a la misión, ahora más que nunca necesitada de un renovado impulso y fervor por «mantener unidos el servicio de la fe y la promoción de la justicia»8 .

En este renovado compromiso, el nuevo Padre General, Adolfo Nicolás, dentro de la dialéctica pasado-presente, y también como gran teólogo, hace eco de lo anotado por el Papa, diciendo que se trata de

Una misión expresada con toda claridad y firmeza consistente en la defensa y propagación de la fe que nos haga descubrir nuevos horizontes y llegar a las nuevas fronteras sociales, culturales y religiosas que, por ser fronteras, pueden ser lugares de conflicto y tensión que ponen en peligro nuestra reputación, tranquilidad y seguridad9

«Bajo esta luz», dice a continuación el decreto, lo que quiere decir que, teniendo delante lo dicho por el Papa, el contexto de los Ejercicios, las precisiones del General y las reflexiones de la Compañía a través de sus delegados, se llega a una primera conclusión que será básica para todas las decisiones de la Congregación, y se enuncia en 4 pasos: primero, tiene la Compañía una «responsabilidad formativa en el campo de la teología, de la espiritualidad y de la misión»; segundo, es necesaria «una investigación seria y rigurosa en el campo teológico y en el diálogo con el mundo moderno, con las culturas y con las religiones»; tercero, tanto la formación como la investigación debe hacerse «en adhesión total a la fe y a la enseñanza de la Iglesia»; cuarta, toda la dinámica «de ayuda y de servicio a la Iglesia», que suscita «el renovado impulso y fervor» que el Papa y

7 Ibíd., D1, 6.

8 Ibidem.

9 Ibidem.

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El decreto primero de la Congregación General 35

la Congregación quieren impulsar en la Compañía, «se extiende a todos los jesuitas, llamados a actuar con mucho tacto pastoral en la variedad de nuestras misiones y trabajos apostólicos, y ha de manifestarse también en nuestras instituciones como una nota característica de su identidad»10 .

Hay en los cuatro pasos sugeridos por la Congregación una lógica que permite la puesta en práctica de un decreto básico para la Compañía en la fase histórica que vive hoy en el mundo: formación, investigación aplicada al diálogo con el mundo y las culturas, con el criterio de servicio a la Iglesia y al mundo, como característica de todas nuestras instituciones. Todo esto bajo la luz arrojada por la prioridad de servir a la fe y promover la justicia. La Congregación 35 sigue en la línea de las últimas Congregaciones, pero le añade la nota de servicio cualificado y pedido por la Iglesia en la persona del Papa. En este sentido se completa un ciclo que parte de la Congregación 32 y adquiere su plenitud de servicio de la Compañía a la Iglesia y al mundo en la 35.

LA RESPUESTA CONCRETA DE LA COMPAÑÍA A LA IGLESIA

La tercera parte del decreto (nn. 9-17) concreta la formidable afirmación programática del número 7 y se abre con la manifestación de lo que, según la Congregación, es absolutamente claro hoy: «Es evidente que la Compañía no puede dejar pasar este momento histórico sin dar una respuesta que esté a la altura del carisma eclesial de San Ignacio»11. Se trata del plano de las fidelidades esenciales y de un nuevo Pentecostés para la Compañía en la Iglesia. La Congregación dice por qué:

El Sucesor de Pedro nos ha manifestado la confianza que deposita en nosotros; de nuestra parte, como cuerpo apostólico, deseamos sinceramente responder a su llamada con el mismo fervor y afecto que él nos ha demostrado y afirmar de manera decidida lo que tiene de específico nuestra disponibilidad al Vicario de Cristo en la tierra12

10 CG35, D1, 7.

11 Ibíd., D1, 8.

12 Ibidem.

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De ahí en adelante, el decreto establece los puntos concretos como la Compañía, es decir, cada obra y cada jesuita, deben manifestar su servicio a la Iglesia, como vivencia de nuestro carisma ignaciano y como respuesta a la confianza que el Papa deposita en nosotros: son 8 puntos enunciados a manera de propósitos más que de mandatos:

1.«Adhesión total a la fe y a la enseñanza de la Iglesia tal como llegan hasta nosotros, en estrecha unidad entre Escritura, Tradición y Magisterio».

2.«Vivir con un corazón grande y con no menor generosidad lo que está en el corazón de nuestra vocación bajo el Romano Pontífice».

3.«Ser y permanecer hombres familiarizados con las cosas de Dios».

4.«Formación humana, espiritual, intelectual y eclesial tan profunda como sólida».

5.«Volver una y otra vez a la experiencia espiritual de los Ejercicios Espirituales».

6.«Ser conscientes de la importancia del apostolado intelectual», sirviendo a la Iglesia «con devoción efectiva y afectiva» y con una «fidelidad creativa» bajo las directrices del Papa.

7.«Vivir con actitud decididamente constructiva, junto al Papa, un espíritu de comunión», para contribuir «a que la Iglesia sea capaz de llevar el Evangelio a un mundo tan complejo y agitado como el nuestro».

8.«Examinar la manera de vivir y trabajar en las nuevas fronteras de nuestro tiempo» en todo lo que toca con la actualización apostólica de nuestro carisma, evitando «provocar confusión y desconcierto en el Pueblo de Dios» en temas debatidos y puestos en tela de juicio13

13 Cfr. CG35, D1, 8-15.

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El decreto primero de la Congregación General 35

FRENTE AL MOMENTO HISTÓRICO NUEVO

Difícilmente un decreto de Congregación puede tener una forma más ignaciana en su enunciado: después de una meditación sobre el ser y deber-ser de la Compañía dentro del carisma propio de nuestra vocación, se llega al coloquio con el Señor y con su Iglesia: se trata de un «momento histórico nuevo» vivido con la ilusión de «un renovado impulso y fervor» y con la conciencia «de nuestra responsabilidad en la Iglesia y con la Iglesia». Los Padres congregados, en nombre de todos los jesuitas del mundo, proclaman que, en nuestro ser y quehacer, «deseamos amar a la Iglesia y hacerla amar cada vez más, porque ella es la que conduce el mundo a Cristo humilde y pobre y anuncia a cada hombre que DEUS CARITAS EST»14

Reitera la Congregación que en este momento, Ignacio y sus compañeros reviven en la Compañía de hoy «en el espíritu del cuarto voto circa missiones que tan particularmente nos une al Santo Padre», y, en un impresionante arrebato de mística ignaciana, culminan el programático decreto primero con la entrega total de los Ejercicios en la 4ª semana, «Tomad Señor y recibid», corona de nuestra espiritualidad y que, en el contexto de la Congregación General 35 significa la perenne unión «de nuestras voces a la del sucesor de Pedro» para «pedir al Señor la fuerza del Espíritu para que nos conceda realizar su voluntad»15 .

14 CG35, D1, 16.

15 Cfr. CG35, D1,17.

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«Ite, Inflammate omnia»
Decreto 2 de la CG 35ª. Un fuego que enciende otros fuegos. Redescubrir nuestro carisma

INTRODUCCIÓN

Alfinal de la celebración eucarística con la que se inauguró la CG 35ª, el 7 de enero de 2008, el P. Peter-Hans Kolvenbach, todavía Superior General de la Compañía de Jesús, hizo una oración delante del altar de San Ignacio y encendió un lámpara que se mantuvo ardiendo durante toda la CG. Al mismo tiempo, una lámpara similar era encendida en todas las capillas de las comunidades de los jesuitas a lo largo y ancho del mundo. Durante los 60 días que duró la CG, el fuego ardiente de tantas lámparas, expresó la comunión espiritual que vivimos todos los miembros de la Compañía de Jesús durante este tiempo:

Padre y Maestro Ignacio, escudriñador de los caminos de Dios, amigo fiel del Señor, humilde servidor de Cristo y del Evangelio bajo la bandera incansable de la mayor gloria de Dios por medio del discernimiento y la

* Doctor en Teología de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid. Magíster en Psicología Comunitaria y Licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Actualmente es Director del Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios (CIRE), profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Coordinador de la Confederación Latinoamericana de Centros Ignacianos de Espiritualidad (CLACIES) y del sector de Espiritualidad de la CPAL (Conferencia de Provinciales de América Latina).

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«Ite, Inflammate omnia» Decreto 2 de la CG35 a . Un fuego que enciende otros fuegos. Redescubrir nuestro carisma

oración, dócil en obediencia al Señor y a su esposa la Iglesia, tu que no has buscado riqueza ni honores, sino que has preferido ser pobre con Cristo pobre, despreciado con Cristo humillado, para que fuese anunciado a todos el santo Nombre de Jesús en quien está puesta la salvación, intercede por nosotros ante el Padre misericordioso, para que en este tiempo de gracia podamos buscar y hallar en todo su divina presencia y conocer su santísima voluntad (...). A ti, Padre Ignacio y a la Compañía del cielo nos confiamos para que, confirmados en la fe, alentados en la esperanza e inflamados de caridad evangélica podamos en todo amar y servir al Señor y renovar cada día nuestra oración de ofrecimiento... «Tomad, Señor, y recibid...»

Queremos acercarnos al decreto 2º de nuestra CG 35ª que, desde el título, hasta el último aparte, está marcado por esta experiencia ardorosa del amor de Dios que vivieron Ignacio y sus primeros compañeros, y que sigue inflamando nuestra vocación, para la gloria de Dios, en medio de nuestro mundo roto.

ALGUNAS CLAVES PARA SU LECTURA

Un decreto inspirador…

Ya en la reunión de preparación de la CG 35ª, tenida para nuestras dos asistencias de América Latina en Santo Domingo, República Dominicana, en el mes de octubre de 2007, comenzó a tomar fuerza la idea de que la CG debería elaborar un decreto inspirador, que integrara el tema de la identidad del jesuita hoy y el tema de la misión, pues nos parecía que no deberían aparecer ‘contrapuestos’ estos dos elementos constitutivos de nuestro modo de proceder. La CG quiso que este decreto sirviera como de lente para ayudar a leer y poner el contexto del resto de su producción.

No hay que perder de vista que para algunos puede resultar un poco repetitivo que la Compañía en sus últimas CCGG haya querido formular y reformular su propia identidad y misión, como si se tratara de elementos que van cambiando como las modas. Tanto es así, que algún joven sacerdote me preguntaba recientemente, cuál era la novedad propia de la CG 35ª, pues en lo que había leído, no encontraba nada realmen-

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te nuevo… Los jóvenes jesuitas están al acecho de lo nuevo, de lo diferente, de lo inédito… Y esto es parte de la tarea que tenía que cumplir este decreto, pues se trata de reformular nuestra identidad y misión en medio de un mundo marcado por las rupturas y las diversidades, en el que todo se ha vuelto líquido y en el que el suelo se mueve bajo nuestros pies. Por eso, los redactores del decreto, prefirieron utilizar un lenguaje narrativo, simbólico, corporal, imaginativo y afectivo, sin menospreciar un lenguaje más conceptual propio de otros decretos.

Como se afirma en la introducción a este decreto, que presenta la edición española de la CG 35ª, escrito por Benjamín González Buelta, miembro de la comisión redactora,

Este lenguaje no es una concesión a la posmodernidad que nos envuelve, sino el necesario regreso a nuestras fuentes, al lenguaje propio de los Ejercicios Espirituales, donde los sentidos, la imaginación, la afectividad y el cuerpo están implicados en la experiencia espiritual como camino imprescindible para el encuentro con Dios y para la transformación del ejercitante.

El fuego del amor de Dios…

La CG 35ª invita a toda la Compañía, a través de este decreto, a mantener encendida la llama de nuestra inspiración original (1 y 25)1 , para ofrecer luz y calor a nuestros contemporáneos (1), con quienes compartimos un mundo marcado muchas veces por oscuras tinieblas y fríos glaciares. Esta llama ha sido transmitida de generación en generación (2)a lo largo de la historia de la Compañía de Jesús y debe seguir ardiendo hoy en todos nuestros trabajos por el Reino de Dios. Nuestro profundo amor a Dios y nuestra pasión por su mundo debería hacernos arder, ‘como un fuego que enciende otros fuegos’ (10), para inflamar todas las cosas con el amor de Dios (25).

Este símbolo del fuego inspiró las distintas etapas vividas por los jesuitas reunidos en congregación: La elección del nuevo Superior Ge-

1 Entre paréntesis, los números correspondientes al decreto No. 2 de la CG 35ª.

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neral y la de muchos de sus colaboradores; las largas horas de conversaciones y encuentros informales; la elaboración y aprobación de los decretos, fruto de un trabajo intenso; la reflexión y discusión sobre los temas para orientar el Gobierno General; los tiempos de celebración y oración compartida; la confirmación recibida por parte de la Iglesia y la experiencia de comunión vivida con el Santo Padre. Todo lo vivido durante esos dos meses, estuvo abrasado e inflamado por el fuego del amor que nos regala el Espíritu del resucitado…

He venido a traer fuego a esta tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!

Por otra parte, no hay que olvidar que todos los miembros de la CG, en uno u otro momento, pasamos delante de la escultura de San Ignacio que está en el primer piso de la Curia general, en cuyo pedestal pudimos leer la famosa frase que dijo Ignacio a Francisco Javier, al enviarlo a las Indias Orientales: «Ite inflammate omnia», que traducido a buen romance significa algo así como «Vayan y enciendan todo con fuego». Ignacio envió a Francisco Javier a llevar el fuego del Evangelio a las Indias Orientales, siguiendo el deseo de Jesús: «He venido a traer fuego a esta tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!»2. Lo simpático del asunto es que a un costado del pedestal todos vimos también el inmenso extintor de fuego de color rojo que por razones de seguridad, han instalado junto a la base de este monumento… casi como presintiendo que los jesuitas que pasan por allí pudieran tomarse muy a pecho el mandato ignaciano y quisieran comenzar a encender fuego a todo lo que tienen cerca…

Con estos antecedentes, no es raro que el decreto sobre la identidad y la misión de la Compañía de Jesús, elaborado por la CG 35ª, haya estado marcado por el signo del fuego, haciendo resonar las palabras de Jesús, las palabras de Ignacio de Loyola y las palabras con las que se refirió un obispo al ardoroso ministerio de San Alberto Hurtado: «Un fuego que enciende otros fuegos»… Vamos a acercarnos al contenido de este decreto segundo, para ofrecer algunas pistas sobre lo que la CG señala como rasgos característicos de nuestro carisma hoy.

2 Lc 12, 49.

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Un relato vivo…

Junto a la figura del fuego, la CG ha querido expresar nuestro carisma como un ‘relato vivo’ que sigue dando sentido a nuestra vocación y a la vida de cada jesuita (1). Un relato que «al entrar en contacto con las historias vitales de la gente de hoy, pueda darles sentido, aportando un haz de luz en nuestro mundo roto» (1). Un relato que ha estado marcado por una experiencia de unidad, vivida en medio de la multiplicidad de contextos y culturas diferentes (2). Desde los orígenes de la Compañía de Jesús podemos encontrar la tensión entre unidad y pluralidad. La Deliberación de los Primeros Padres (DPP) de 1539, lo expresó muy bellamente:

(...) siendo algunos de nosotros franceses, otros españoles, otros saboyanos, otros cántabros, nos dividíamos en diversidad de pareceres y opiniones acerca de nuestro estado; y aunque eran unos y comunes el pensamiento y la voluntad de todos nosotros, a saber, buscar la voluntad de Dios a El agradable y perfecta, según el fin de nuestra vocación, pero cuanto a los medios más expeditos y provechosos para nosotros y para los prójimos, había pluralidad de pareceres3

Este sencillo texto, escrito antes de la fundación de la Compañía, recoge una de las características que ha marcado a los jesuitas de todos los tiempos: hemos estado unidos en medio de una gran diversidad. Diversidad de orígenes y diversidad de opiniones sobre los medios más expeditos y provechosos para alcanzar el fin de nuestra vocación; pero esto no ha impedido que hayamos vivido unidos y en comunión de pensamiento y de voluntad. Esto que podemos decir de la historia de la Compañía… podemos también decirlo de nuestra CG, en la que la lista de las lenguas maternas de los electores nos hizo tomar conciencia de esta realidad incontestable.

Junto al castellano, 47 electores y el inglés, 43 electores, estaban otras lenguas menos conocidas como el malayalam, 13 electores, el tamil, 12 electores. A esta primera lista, tenemos que añadir el francés, el portugués y el konkani con 11 electores cada una. Con siete electores esta-

3 JEAN-CLAUDE DHÔTEL, S.J., Discernir en común. Guía práctica del discernimiento comunitario, Santander-España 21989, 13-14.

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ba el polaco y con seis, el italiano y el alemán. Cinco electores tenían el holandés como lengua materna y cuatro el catalán y el hindi. Dos tenían el vietnamita, el javanese, el húngaro, el euskera, el malgasy, el croata, el eslovaco y el árabe. Con un representante estaban el ilocano, el flamenco, el kinirwanda, el chino, el chichewa, el goun, el chagga, el bemba, el checo, el lituano, el eslovenio, el shona, el filipino, el moore, el mbochi, el mandarín, el maltés, el kikongo, el luxembugués, el indonesio, el lingala, el kurukh, el coreano, el kiswahili, el kikongo/kyombe, el japonés y el ma’di. Lo de Babel fue una broma al lado de esto… No se imaginan si a cada uno le hubiera dado por hablar la lengua que su mamá le enseñó…

Desde nuestro nacimiento como jesuitas, tenemos el sello de identidad de nuestra comunión en la diversidad. Nuestros primeros padres fueron un grupo de amigos provenientes de distintas regiones y países: el vasco Ignacio de Loyola, nacido en las afueras de Azpeitia, provincia de Guipúzcoa; el saboyano Pedro Fabro, originario de una pequeña aldea clavada en medio de los Alpes franceses; el navarro Francisco Javier, nacido en un castillo, ubicado en un rincón pirenaico; el portugués Simón Rodrigues (sic), de Vouzela, diócesis de Vizeu; Alfonso Salmerón, de un pueblo de la provincia de Toledo; y los castellanos Diego Laínez, de Almazán, provincia de Soria y Nicolás Alonso, nacido en Bobadilla del Camino, provincia de Palencia. A estos siete se añadieron poco después otros tres nuevos compañeros: Claudio Jayo, también saboyano, de un pueblo llamado Mieussy; Juan Coduri de Seyne, en la Provenza; y Pascasio Broët nacido en un pueblo de Picardía, al norte de Francia.

Muy pronto, esta diversidad original, se vería enriquecida con vocaciones de los países donde comenzaron a trabajar los primeros jesuitas, una vez fundada la Compañía en 1540. En 1556, cuando muere san Ignacio en Roma, hay cerca de mil jesuitas repartidos por Europa, Asia, África y América. Había jesuitas y obras de la Compañía en Italia, España, Portugal, Alemania, Francia, India, Indochina, Brasil, Japón, Etiopía, Países Bajos, la actual Austria, Hungría, Polonia y la República Checa. Hoy estamos presentes en más de 130 países y la diversidad es abrumadora en lenguas, costumbres, culturas, formación... Sin embargo, hoy como ayer, esta diversidad no impide que vivamos unidos en el pensamiento y en la voluntad. Todos intentamos llevar adelante, con la fuerza del Espíritu Santo, la misión que Dios Padre confió a su Hijo, respondiendo a los

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diversos contextos en los que desarrollamos nuestra misión. Sacerdotes y hermanos trabajamos unidos en medio de una gran diversidad que nunca ha sido obstáculo sino, más bien, una de las grandes riquezas con las que Dios nos ha bendecido.

Un mundo roto…

Vivimos inmersos en un mundo roto, del cual hacemos parte. Es fácil que nuestros documentos hablen de la situación del mundo, sin implicarse o dejarse tocar por estas realidades, como si los jesuitas estuviéramos fuera de la realidad que analizamos y contemplamos. La CG, a través de este decreto, y siguiendo la dinámica de la Encarnación que Ignacio nos invita a contemplar en los Ejercicios Espirituales, se siente partícipe de esta realidad a la cual somos enviados. Nos quiere invitar a ver y amar el mundo como lo hizo Jesús (4), no desde fuera, sino participando de él, porque Dios actúa en el corazón de la vida (7) y no desde fuera de la historia.

Sacerdotes

y

hermanos trabajamos unidos en medio de una gran diversidad que nunca ha sido obstáculo sino, más bien, una de las grandes riquezas con las que Dios nos ha bendecido

El mundo que describe el decreto es un mundo marcado por una exacerbada cultura de imágenes (2) que intenta arrebatarnos la libertad y capturar nuestros afectos en un remolino de dinámicas desordenadas. Un mundo de ruido y estímulos incesantes (10), en el que Dios sigue trabajando en medio de las situaciones de miseria. Un mundo que se hace cada día más global: Globalización, tecnología y problemas medioambientales han desafiado nuestras fronteras tradicionales… (20). Vivimos, además, en un mundo atravesado por culturas consumistas que no fomentan la pasión y el celo, sino más bien la adicción y la compulsión (21). Este conjunto de rupturas, son solamente las caras de una cultura fragmentada (26) en medio de la cual estamos llamados a vivir y trabajar.

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Tal como se percibe en el momento de la pasión en los Ejercicios Espirituales, podemos pensar que Dios no está allí presente, o que se ‘esconde la divinidad’ en medio del dolor de nuestro pueblo3 (Cfr. EE 196). Sin embargo, la experiencia de nuestra espiritualidad y de nuestro carisma nos recuerda siempre que Dios actúa intensamente en este ocultamiento (7) y que encontrar la vida divina en las profundidades de la realidad es una misión de esperanza confiada a los jesuitas (8) desde su fundación. Estamos llamados a llevar una cultura de diálogo a un mundo rico, diverso y polifacético (12).

La sed de los hombres y mujeres de nuestro mundo roto, nos invita a buscar el agua viva que nos ofrece el Señor a través de su Palabra

La sed de los hombres y mujeres de nuestro mundo roto, nos invita a buscar el agua viva que nos ofrece el Señor a través de su Palabra. Por eso, para la CG, la respuesta que reclama de nosotros este mundo fragmentado, no se agota en la dimensión material, aunque tampoco la desprecia. Nos invita a unir a la ayuda directa a las personas necesitadas y sedientas, la recuperación de la dignidad, restaurándolas en su integridad personal, reincorporándolas a la comunidad y reconciliándolas con Dios (13), misión que exige un compromiso a largo plazo (13) y no solo acciones puntuales y dispersas.

Al estilo de Ignacio: Nuestro ‘modo de proceder’…

Ignacio, en la experiencia del río Cardoner fue llamado por Dios a la conversión y ésta lo llevó a cambiar su mirada sobre la realidad (5). La realidad se le hizo transparente para encontrar a Dios en todas las cosas (5), abriéndose a una mirada contemplativa ante el mundo, sin endulzar ofalsificar las realidades dolorosas, sino partiendo de ellas (6). Tenemos que reconocer, también hoy que el Hijo de Dios nace en medio de esas realidades (6); por ello, en nuestra acción tiene que haber siempre una transparencia de Dios (9).

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Por otra parte, en la visión de la Storta (1537), Ignacio recibió la gracia de ser puesto con el Hijo cargado con la cruz (6): «vio tan claro que Dios Padre le ponía con Cristo su Hijo». Más tarde diría a sus compañeros: «He visto a Cristo con su cruz a cuestas y a su lado al Padre Eterno que le decía a su Hijo: ‘quiero que tomes a éste como servidor’… y Jesús me dijo: ‘quiero que nos sirvas». En ese momento Ignacio escucha del Padre: «Yo os seré propicio en Roma».

Desde esta experiencia, los jesuitas seguimos sintiendo hoy la tensión que nos impulsa, al mismo tiempo, hacia Dios y hacia el mundo (8)y que nos lleva a vivir las polaridades del ser y el hacer, de la contemplación y la acción (9), de la oración y el servicio (10). Una vida configurada por la visión de la Storta supone seguir a Cristo, cargado con la cruz, en fidelidad a la Iglesia y al Vicario de Cristo en la tierra y a vivir como amigos en el Señor (11), formando un único cuerpo gobernado por medio de la cuenta de conciencia y que se mantiene unido por la obediencia (16). Somos hombres de y para la Iglesia bajo obediencia al Sumo Pontífice, a nuestro Padre General y a los superiores legítimamente designados (16). Somos una comunidad religiosa apostólica (17), que vive su vocación desde una diversidad de vocaciones dentro de la misma Compañía (18)y con un estilo particular de vida comunitaria (19).

Lo que nos une es Cristo…

Por último, tenemos que decir, que el decreto 2 de la CG 35ª ha querido poner de nuevo el centro de nuestra vocación en la persona de Jesús. Los jesuitas saben quiénes son mirándolo a él (2), que es la imagen que está en el corazón mismo de la existencia de cada jesuita hoy día (3). Esta experiencia de Dios nos pone con Cristo en el corazón del mundo (4). Ese Cristo que sigue ofreciendo hoy el agua viva en zonas del mundo áridas y sin vida (8). Por eso, para un jesuita, seguir a Cristo cargado con su Cruz significa abrirse con Él a todo tipo de sed que aflija hoy a la humanidad (12). Jesús se abrió a la diferencia y a nuevos horizontes culturales y religiosos. Su ministerio trascendió las fronteras de su pequeño país (12). Su manera de actuar nos sirve de modelo para actuar al servicio de su misión (14). Seguimos sintiendo el llamado a mirar al mundo

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con sus ojos, amándolo con su corazón, y penetrando en sus profundidades con su compasión ilimitada (15).

Dios sufre en Cristo en y con el mundo, y quiere renovarlo (22), haciéndose presente en las tinieblas de la vida, decidido a hacer nuevas todas las cosas. Y necesita colaboradores en esta empresa (22). Estos colaboradores deben seguir viendo en Jesucristo la verdadera imagen de Dios y la verdadera imagen de la humanidad (26).

En una de las eucaristías que compartimos durante la CG, el elector de la Provincia de Brasil Meridional, José Ivo Follmann, nos recordaba, a propósito de las lecturas de ese día, que las preguntas que san Ignacio nos propone al final de la primera semana no eran: ¿Qué documento he escrito por Cristo? ¿Qué documento escribo por Cristo? ¿Qué documento escribiré por Cristo? De lo que tenemos que examinarnos es de lo que hemos HECHO, lo que HACEMOS y lo que debemos HACER por Cristo…

Por eso, quisiera traer a la memoria una bella página de San Alberto Hurtado, en la que nos recuerda la centralidad de la persona de Cristo en nuestra vocación:

El que ha mirado profundamente una vez siquiera a los ojos de Jesús no lo olvidará jamás. Aquí está la clave. Crecer en Cristo... viviendo la vida de Cristo, imitando a Cristo, siendo como Cristo... Pero esta identificación ¿qué significa? No ciertamente una fría repetición de la que hizo... tampoco es un estado sentimental o afectivo que depende tan poco de nuestra voluntad. Esta imitación de Cristo viene a consistir en vivir la vida de Cristo… que mi actuación sea la de Cristo, no la que tuvo, sino la que tendría si estuviese en mi lugar. Ante cada problema, ante los grandes de la tierra ante los problemas políticos de nuestro tiempo, ante los pobres, ante sus dolores y miserias, ante la defección de colaboradores, ante la escasez de operarios, ante la insuficiencia de nuestras obras. ¿Qué haría Cristo si estuviese en mi lugar? Si en estas circunstancias de ahora Cristo se hubiese encarnado y tuviese que resolver este problema, ¿cómo lo resolvería? (…)4 4 SAN ALBERTO HURTADO, Escritos espirituales

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Conclusión

Termino citando las palabras de Benjamín González Buelta en la sesión final de la CG, en la que cuatro compañeros, por petición del P. General, nos ofrecieron una lectura espiritual de esta experiencia:

Creo que el centro de nuestro desafío ha sido encontrar la novedad que Dios nos ofrece hoy como gracia para toda la Compañía, discernirla cuidadosamente despojándola de todas las adherencias de nuestros desencantos o de las propias expectativas desorbitadas y formularla con transparencia, de tal manera que pueda ser comprendida, sentida y gustada por todos los jesuitas en sus diferentes situaciones como propuesta nueva del Señor.

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Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI

Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI*

La fase más cuesta arriba de una Congregación General es su comunicación a toda la Compañía de Jesús, sus miembros, obras y personas que comparten las tareas apostólicas. Le sigue la fase más compleja, a saber, su asimilación por cada una de las personas comprometidas en la misión, como condición indispensable para que la Congregación General se convierta en fuente de la conversión personal y transformación institucional necesaria para que se haga vida en la Compañía.

La CG 35 ha entrado en esa etapa. Después de su larga preparación, va pasando la curiosidad inicial por seguir los acontecimientos en vivo, escuchar la experiencia personal de los delegados a su regreso a las provincias y el acercamiento a sus resultados a través de una primera lectura de los documentos producidos. La responsabilidad de hacer realidad las conclusiones y mandatos de la Congregación General no es sólo del nuevo Prepósito General y su equipo o de los Superiores Provinciales.

* Artículo publicado en el CIS Vol. XXXIX, 3. n. 119 (2008).

** Licenciado en Filosofía de la Universidad Católica Andrés Bello. Bachiller en Teología de la Universidad Gregoriana de Roma. Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela. Participó en la CG 35 como elector de la Provincia de Venezuela. Actualmente Rector de la Universidad Católica del Táchira, Venezuela.

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La Congregación General 35 es una llamada a cada uno de los miembros del cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús, a todas aquellas personas, jesuitas o no, que encuentran el sentido de su vida en la lucha por la justicia del Evangelio y el diálogo de las culturas como el modo de contribuir a un mundo más humano.

DISCERNIR LA MISIÓN EXIGE CONVERSIÓN

Para recibir con fruto la CG 35 es necesario abrirse a un proceso interior de conversión espiritual desde el que pueda darse una «ruptura epistemológica» que abra paso a una nueva visión de la realidad en la que viven hoy los seres humanos a los que es enviada la Iglesia para anunciar la Buena Noticia. En mejores palabras, para que la CG 35 produzca fruto se requiere entrar, con grande ánimo y liberalidad, en un proceso de discernimiento a través del cual la Compañía de Jesús, como cuerpo apostólico universal, elija lo que más conduce (magis) a seguir los impulsos del Espíritu Santo para hacer presente el rostro amoroso de Dios, Padre de Jesucristo, en los albores de una nueva época de la humanidad.

La CG 35 sintoniza en la onda de un examen ignaciano1 propuesto para todo el cuerpo apostólico y religioso de la Compañía de Jesús, removido interiormente por la renovada conciencia de su propia fragilidad. La Compañía de Jesús se sabe más mínima que nunca, llena de limitaciones personales e institucionales, sin embargo, llamada explícitamente por el Vicario de Cristo en la Tierra a ubicarse en las fronteras2 de este mundo para contribuir hacer posible ese otro mundo más humano al que se aferra la esperanza de los pobres de la tierra.

1 El presupuesto del examen ignaciano es que la conversión se recibe como gracia. La CG 35 en el Decreto 1, 2.4 y 15 nos invita a hacerlo y pedir esa gracia, sin olvidar que el examen y la conversión consisten en volver la mirada al futuro, en «ver al mundo de otra manera: libre de afectos desordenados y abierto a un amor ordenado de Dios y de todas las cosas de Dios. Esta experiencia forma parte del camino de cada jesuita» (CG 35, D2, 4)

2 Así se refiere el Papa a las fronteras: «No son los mares o las grandes distancias los obstáculos que desafían hoy a los heraldos del Evangelio, sino las fronteras que, debido a una visión errónea o superficial de Dios y del hombre acaban alzándose entre la fe y el saber humano, entre la fe y la ciencia moderna, la fe y el compromiso por la justicia». (Alocución de Benedicto XVI a la CG 35, 21 febrero 2008).

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Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI

En un momento eclesial muy distinto al período posterior al Concilio Vaticano II; a cincuenta años de los movimientos renovadores de 1968 y la década de los setenta del siglo XX, la Congregación General 35 advierte la existencia de una nueva oportunidad para que la evangelización convierta a Jesucristo en el camino de una nueva humanidad.

Es por eso que la CG 35 no se refiere nada o casi nada a los ministerios, apostolados, obras o acciones en los que están empeñados los jesuitas. Se ubica en otro plano, en el de comprender lo que el Señor y su Iglesia le piden en este cambio de época de la humanidad. Se puso en disposición de ser enviada a las nuevas situaciones de la humanidad, se propuso crear las condiciones para revisar, examinar, con espíritu abierto y generoso, lo que la Compañía de Jesús hace en este momento y cómo lo hace. Asimismo, a la luz de los nuevos desafíos de la evangelización y el envío a las fronteras que le hace la Iglesia a la Compañía de Jesús, decidió audazmente realizar un plan apostólico de largo plazo3 como el instrumento necesario y conveniente para responder como organización internacional a las situaciones globales que caracterizan al mundo del siglo XXI.

La Congregación General 35 fue convocada para elegir al sucesor del P. Peter-Hans Kolvenbach como Prepósito General4 . Con esta ocasión, desde todas las instancias de la Compañía se propusieron cientos de postulados a través de los cuales se le ofreció a la Congregación General un enorme abanico de temas y asuntos a tratar. Sin embargo, se tomó otro camino. No cabe duda que los jesuitas y la Compañía de Jesús tienen entre manos muchos «asuntos» y complejos compromisos apostólicos que atender. Se estimó que el tratamiento de esos asuntos es la función del gobierno ordinario de la Compañía y la tarea cotidiana de jesuitas y responsables de los diversos ministerios, mientras que la responsabilid, después de elegir la nueva cabeza del gobierno ordinario, era dedicarse al discernimiento sobre la identidad-misión como lazo de la unión de ánimos

3 Cfr. D3, 37 y D5, 10.

4 Una ocasión es histórica, pues por primera vez en la historia de la Compañía un Superior General culmina un largo período de servicio, en uso de sus facultades y, con el reconocimiento agradecido de todos sus hermanos, regresa a una vida apostólica ordinaria como jesuita.

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de un cuerpo apostólico universal de la Iglesia Católica, al servicio de la misión de Cristo en el mundo de hoy y del futuro.

En este sentido, una lectura atenta de los documentos lleva a formular la siguiente hipótesis interpretativa: la Congregación General 35 tocó un solo tema, a saber, la identidad y misión de la Compañía de Jesús, cuerpo universal apostólico al servicio de la Iglesia, llamado a evangelizar en la nueva época a la que se abre la historia humana, poniendo así los fundamentos para realizar la revisión de toda su vida religiosa y apostólica, como base para que puesta la confianza en Dios y sólo en Él su esperanza, realice la planificación apostólica más conveniente para servir con eficiencia a Cristo, la Iglesia y el mundo.

La Congregación
General 35 renovó la conciencia de que es el mundo, la sociedad humana, la gente, muy especialmente los pobres, el lugar de vida y acción de la Compañía de Jesús

La Congregación General 35 renovó la conciencia de que es el mundo, la sociedad humana, la gente, muy especialmente los pobres, el lugar de vida y acción de la Compañía de Jesús. Conciencia que la llevó a valorar la profundidad de la transformación que vive el mundo actual coincidiendo con los análisis más lúcidos que hablan de que la humanidad vive un cambio de época histórica que significa la apertura de oportunidades inéditas al proceso de humanización de la historia en el que el anuncio del Evangelio tiene nuevas posibilidades de ser fermento de la vida que Dios desea y pone a disposición de todos los seres humanos.

Sobre esta situación, que reconocemos como cambio de época, apenas logramos balbucear en qué consiste. Alcanzamos a percibir mejor los límites de la época que culmina, reconocemos lo que la era industrial, la modernidad, han significado en su momento como aporte a la humanización de la historia, al mismo tiempo se va haciendo cada vez más clara su insuficiencia estructural para alcanzar la justicia social, la superación de la pobreza, el reconocimiento de la dignidad de todas las culturas, la garantía de vigencia de los derechos humanos para todos y la preservación del ambiente natural necesario para que florezca la vida.

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Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI

Para entender lo que estamos viviendo todavía recurrimos a calificativos como post-modernismo o post-cristianismo, nos cuesta adjetivar la novedad que sentimos nacer y crecer más allá de señalar el continuo avance tecnológico, el crecimiento de la velocidad de las comunicaciones globales o la importancia del conocimiento. La nueva época se mantiene como un desafío a nuestra comprensión y al discernimiento sobre el papel que estamos llamados a realizar en ella. En ese contexto la CG 35 afirma la misión fe-justicia-diálogo-cultura en la que se ha comprometido la Compañía en los últimas décadas en una confirmación5 que invita a profundizar sus implicaciones actuales y abrirse a nuevas dimensiones de la misma misión en un mundo cambiante.

Si se vive un cambio de época que implica un momento de transición a nivel mundial, de la Iglesia y de la Compañía de Jesús se requiere, pues, renovar la capacidad de discernimiento apostólico, a partir de una valiente conversión personal e institucional, que abra una nueva oportunidad de hacer del discernimiento, personal y apostólico, el mecanismo ordinario de tomar decisiones de acuerdo al modo de proceder de la Compañía.

ES JESUCRISTO, A TRAVÉS DE LA IGLESIA, QUIEN LLAMA

La Congregación General 35 fue una profunda experiencia eclesial. Sus integrantes tuvieron la experiencia de hacerse uno en Cristo, al servicio de la Iglesia. Una experiencia eclesial que se vivió como proceso de conversión a partir de la invitación del Papa Benedicto XVI a profundizar en el sentido del cuarto voto como característica propia de la Compañía de Jesús y la disposición a recibir la misión directamente del Vicario de Cristo, como solía decir San Ignacio y lo plasmó en las Constituciones6 .

El Papa confirmó de manera decidida y clara la misión de la Compañía de Jesús, consciente de los desafíos de los tiempos actuales y de la

5 Cfr. D2, 15; D3, 3

6 Cfr. D2, 16

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oportunidad que se abre a la evangelización. Benedicto XVI dijo a la Compañía de Jesús:

La Iglesia los necesita, cuenta con ustedes y en ustedes sigue confiando, particularmente para alcanzar aquellos lugares físicos o espirituales a los que otros no llegan o encuentran difícil hacerlo. El servicio de la fe y la promoción de la justicia adquieren características específicas en el mundo actual en el que los pueblos están más alejados en lo cultural que en lo geográfico, por tanto, la tarea de la confrontación y el diálogo con los muy diversos contextos sociales y culturales y las diferentes mentalidades del mundo actual se revela como una de las más difíciles y laboriosas7 .

No descuida el Papa recordar desde dónde se envía a la Compañía: «...quien quiera ser compañero de Jesús comparta también su amor a los pobres»8. Impulsa a proseguir y renovar la misión entre y con los pobres, a comprometerse a comprender y combatir las causas estructurales de la pobreza, al mismo tiempo que se crean las condiciones para cambiar el propio corazón del hombre, tarea en la cual los Ejercicios Espirituales son un instrumento privilegiado.

La Iglesia reconoce la necesidad de «hombres familiarizados con las cosas de Dios»9 desde la experiencia personal de Cristo, «personas de fe sólida y profunda, de cultura seria y de auténtica sensibilidad humana y social; necesita religiosos y sacerdotes que dediquen su vida precisamente a permanecer en esas fronteras…»10 e invita a la Compañía a garantizar las condiciones de una formación adecuada de sus miembros en virtud y ciencia.

Al recibir su misión del Vicario de Cristo, la Compañía de Jesús es invitada a dar una respuesta coherente con su identidad y carisma11. El compañero de Jesús es parte del cuerpo de Cristo que es la Iglesia. La espiritualidad que anima a la Compañía de Jesús es eclesial, lleva a sentir con la Iglesia como consecuencia inmediata del amor a Jesucristo

7 Alocución de Benedicto XVI a la CG 35, 21 febrero 2008.

8 Ibídem.

9 D1, 10.

10 Alocución… Cfr. D1, 15.

11 Cfr. D1, 8-9

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que se prolonga en ella. La palabra ignaciana sentir nos coloca en el nivel de los afectos. La espiritualidad derivada de la experiencia de los Ejercicios nos lleva más allá de una aceptación de la jerarquía eclesiástica como un nivel superior de la estructura organizacional de la que forma parte la Compañía de Jesús como institución y del jesuita como miembro de ella. El proceso de ordenar los afectos que se produce durante la experiencia espiritual del ejercitante, quien pone su absoluto en el amor incondicional de Dios y lo convierte en discípulo de Cristo por amor, animado por su Espíritu, lleva a amar a la Iglesia y a quien ha recibido el encargo de estar a su cabeza.

La

Iglesia es la mediación de la palabra de Dios y sacramento de nuestra salvación, a pesar de la imperfección de sus hijos

Al convertir esta experiencia espiritual en característica de la Compañía de Jesús, San Ignacio propone la vinculación especial al Papa a través de un voto específico por el que se convierte el amor a la Iglesia de Jesucristo en disponibilidad real para recibir la misión directamente del sucesor de Pedro, por ser quien puede tener la mejor visión de lo que más conduce (magis) a un servicio efectivo a la evangelización. A través del cuarto voto, «nuestro principio y principal fundamento», todo el cuerpo de la Compañía de Jesús se pone al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia a través del «ministerio petrino», para contribuir del modo más eficiente al anuncio del Reino de Dios en la historia humana12

Para el Jesuita, buscar y hallar la voluntad de Dios para su vida lo vincula a la obediencia religiosa y a la Iglesia. La obediencia religiosa es la clave de la unión del cuerpo apostólico para servir a la misión de Cristo y hallar la voluntad de Dios es una experiencia eclesial, pues «la Iglesia es la mediación de la palabra de Dios y sacramento de nuestra salvación, a pesar de la imperfección de sus hijos»13

12 Cfr. D4, 30-34. Mt 16, 13-19; Jn 21, 15-22.

13 D4, 16; Cfr. D1, 16

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Esta es una de las «tensiones» propias del carisma ignaciano que caracterizan la vida cotidiana de la Compañía de Jesús y de sus miembros. Se agradece de corazón la vocación de servicio a la Iglesia y se quiere responder a la misión recibida con toda la disponibilidad del compañero de Jesús. La Iglesia envía a la Compañía de Jesús a las fronteras de nuestro tiempo, consciente de las dificultades específicas de la evangelización en esos espacios en los que es necesario inventar caminos y tender puentes. Los jesuitas aceptan ese reto, conscientes de todos los riesgos, tensiones y posibilidad de conflictos intra-eclesiales que lleva implícito

La fidelidad a una misión que coloca a los jesuitas en situaciones nada fáciles no puede ser, por tanto, mecánica sino creativa, con todos los riesgos que ello implica14. Resulta frecuente la tensión con las jerarquías locales de la Iglesia o con instancias eclesiásticas de diferentes niveles que generan situaciones de incomprensión y hasta de conflicto que tienden a sobredimensionarse.

Nos entristece, Santo Padre -le dice el P. Adolfo Nicolás- que la inevitable limitación y superficialidad de algunos de entre nosotros vengan usadas a veces para dramatizar y presentar como conflicto y oposición lo que en muchos casos no pasa de ser manifestación de nuestros límites y de la imperfección humana o de las inevitables tensiones de la vida cotidiana15

Esta dimensión de «experiencia eclesial» de la Congregación General 35 significa una importante toma de conciencia de uno de los aspectos característicos de la identidad de la Compañía de Jesús y una renovación consciente de su disponibilidad a ser enviada a dónde se preste el mayor y mejor (magis) servicio a la Iglesia. Es una invitación a profundizar en el discernimiento personal y apostólico de cada uno de los jesuitas, las comunidades y obras en cuanto a la mejor forma de responder en fidelidad creativa a este aspecto de la vocación de la Compañía de Jesús.

14 Cfr. D1, 13-14; D4,34

15 Saludo del Prepósito General, P. Adolfo Nicolás, al Santo Padre en la audiencia a la CG 35 del 21 de febrero de 2008. Cfr. D4, 34.

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Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI

LA IDENTIDAD DEL CUERPO

QUE ES LLAMADO Y ENVIADO

La «inculturación» fue uno de los ejes alrededor del cual se planteó el desafío de la renovación de la Vida Religiosa a partir de los horizontes propuestos por el Concilio Vaticano II. Como resultado de ese proceso, llevado adelante con gran compromiso y seriedad, la Compañía de Jesús es hoy un cuerpo apostólico multicultural en la composición de sus miembros, en las relaciones con otras personas, pueblos e instituciones, en su experiencia espiritual cristiana y en el enfoque de las situaciones que afectan a los seres humanos, especialmente los más pobres. La Compañía de Jesús se ha visto enriquecida por esta compleja presencia multicultural en su seno y en sus empeños apostólicos.

A partir de esta nueva riqueza, los nuevos horizontes abiertos en esta época histórica caracterizada por su globalidad, el cambio radical en el papel del cristianismo y otras religiones en la conformación de las sociedades, se hace necesaria una reflexión sobre la identidad de una organización con una larga tradición, presencia a lo largo y ancho del mundo, con vocación universal y fuerte enraizamiento local en una gran variedad de situaciones.

La identidad de la Compañía de Jesús está estrechamente vinculada a su misión que es también su razón de ser. La lucha por la justicia que brota de la fe es encarnada por este cuerpo multicultural e inspira una enorme gama de acciones en busca de nuevas formas de relaciones sociales, económicas y políticas que se acerquen más a esa «justicia del evangelio». La superación de la modernidad, aprovechando al máximo su legado, pone a la humanidad ante importantes desafíos. Algunos de ellos son: la superación de la pobreza, el restablecimiento del equilibrio ecológico en defensa de la vida, la profundización de la democracia16 a través de la producción de lo común17 por «ciudadanos del mundo».

16 La democracia en el mundo globalizado no puede ser una simple derivación o extensión de la democracia representativa propia de la modernidad capitalista o socialista.

Cfr. HARDT-NEGRI, Multitud, (2004) capítulo 3.

17 El futuro sólo es posible si lo «público», más que como el espacio de la soberanía de los Estados, se entiende como «común», es decir, como modo de garantizar una vida de

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La explosión de las comunicaciones, que caracteriza la época que emerge en la historia humana, abre enormes posibilidades de actuar como cuerpo de manera orgánica y flexible, que combine el aprovechamiento de las diferencias individuales y locales con capacidad de identificar lo común, compartir el mismo horizonte universal y actuar como una misma organización flexible. La imagen de la red de redes es la que mejor describe el tipo de cuerpo con los rasgos descritos hace posible a una institución religiosa como la Compañía de Jesús actuar como lo que ha sido una intuición desde sus orígenes18 .

La Compañía de Jesús, servidora de la misión de Cristo, se define en la Congregación General 35 como «colaboradora». Al colocar la colaboración en el corazón de la misión, la CG 35 la establece como un rasgo de la identidad de la Compañía de Jesús, formada por hombres con los demás, según la feliz expresión del P. Peter-Hans Kolvenbach, asumida por la CG 34, que ya coloca esta dimensión como un aspecto central de la identidad del jesuita19 .

La CG 35 amplía el modo de entender la colaboración como un rasgo de la identidad del jesuita y de la Compañía de Jesús: «…Hemos sido enriquecidos no sólo por personas que comparten nuestra misma fe, sino también por personas de otras tradiciones religiosas y por mujeres y hombres de buena voluntad de todas las naciones y culturas con quienes luchamos buscando un mundo más justo...»20. Los jesuitas son, entonces, «hombres de

calidad a todos los seres humanos y todos los pueblos. Lo común es el producto de la libertad de las singularidades que convergen en el proceso de producción permanente, pues se trata de algo en construcción, no estático ni constituido definitivamente.

18 «En este contexto global es importante señalar el extraordinario potencial que representa nuestro carácter de cuerpo internacional y multicultural. Actuar coherentemente con este carácter puede no sólo mejorar la efectividad apostólica de nuestro trabajo, sino que, en un mundo fragmentado, puede ser también testimonio de reconciliación en solidaridad de todos los hijos de Dios» (D3, 43).

19 AR 20 (1991) 602. «Los jesuitas somos a la vez 'hombres para los demás' y 'hombres con los demás'. Esta característica esencial de nuestra forma de proceder pide prontitud para cooperar, escuchar y aprender de otros y para compartir nuestra herencia espiritual y apostólica. Ser 'hombres con los demás' es un aspecto central de nuestro carisma y profundiza nuestra identidad» (CG 34, D13, 4).

20 D6, 3. «Si la Congregación General 34 reconoció el impulso del Espíritu y nos abrió nuevos caminos para llevar a cabo nuestra misión a través de una más profunda colaboración con el

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colaboración»21, pues se ha tomado conciencia de que: «...La colaboración es una gracia que se nos regala en este momento, en perfecta coherencia con nuestro modo jesuita de proceder»22, de la que se han derivado no pocas bendiciones23 .

La cuestión del «sujeto apostólico» de la misión de la Compañía de Jesús se pone nuevamente en primer plano. El Espíritu mueve nuevamente a sacar las consecuencias prácticas de reconocer que se ha recibido una vocación compartida con otros24 y la identidad se define como servidora y colaboradora de una misión también compartida. Hay, por tanto, preguntas que no se pueden eludir en el proceso de discernimiento y conversión personal e institucional al que nos orienta la CG 35: ¿Cómo entra la colaboración con otros en nuestra concepción de cuerpo universal? ¿Cómo nos relacionamos con esos otros en la misión? ¿Cómo avanzamos efectivamente a una Compañía de Jesús más «colaboradora»? ¿Significa un mayor balance/equilibrio del centro de gravedad de «los nuestros» a «los otros»?

En este contexto, la Congregación General 35 abordó el tema de la identidad ignaciana o jesuita de las obras apostólicas en las que se desarrolla una gama de formas de colaboración tan variada como las situaciones a las que esas obras apostólicas responden25. Como se comparte la misión, en las obras apostólicas se comparte también la dirección y responsabilidades entre jesuitas y personas que pertenecen a tradiciones espirituales o religiosas distintas o, incluso, no comparten la misma fe. La fidelidad a este signo de los tiempos exige claridad acerca de la misión de cada obra apostólica y el papel propio de cada una, así como el trabajo

laicado, la presente Congregación reconoce que es más diversa la comunidad de aquellos con quienes hemos sido llamados a compartir esta misma misión. Las semillas sembradas por la gracia están creciendo de muchas formas y en muchas regiones, y deseamos apoyar este crecimiento, al tiempo que reconocemos algunos puntos comunes que pueden potenciar este crecimiento» (D6, 7). Cfr. D6, 5.

21 D6, 17.

22 D6, 30.

23 Cfr. D6, 15.

24 Cfr. D6, 3.

25 Cfr. D6, 9-10.

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en equipo, la capacidad de discernimiento en la toma de decisiones y la evaluación sincera26

La identidad de la Compañía de Jesús incluye también esa capacidad de vivir y sostener la tensión Dios-mundo. Nuestro modo de proceder entiende la misión como hallar la vida divina en todos los pliegues de la compleja realidad humana.

Esta misión de intentar ‘sentir y gustar’ la presencia y la acción de Dios en todas las personas y circunstancias del mundo nos coloca a los jesuitas en el centro de una tensión que nos impulsa, al mismo tiempo, hacia Dios y hacia el mundo. Surgen así, para los jesuitas en misión, una serie de polaridades, típicamente ignacianas, que conjugan nuestro estar siempre enraizados firmemente en Dios y, al mismo tiempo, inmersos en el corazón del mundo27

La clave de la identidad de la Compañía de Jesús es la relación personal de cada uno de sus miembros con Jesucristo, única imagen de Dios28, al responder a su llamada de hacerse compañeros de Jesús. «Los jesuitas saben quiénes son mirándole a Él»29. La sorpresa de encontrar personas tan distintas en edad, cultura, sensibilidad, pensamiento, estilos de trato como son los jesuitas y al mismo tiempo «notablemente unidos» no tiene otra explicación posible que esta experiencia fundante de haber elegido hacerse compañero de Jesús, como respuesta a la invitación recibida de su parte. «Así pues, los jesuitas encontramos nuestra identidad no solos, sino en compañía: en compañía con el Señor, que llama y en compañía con otros que comparten esa llamada»30. La Compañía de Jesús vive la unidad de su cuerpo multicultural como misterio y don.

Por consiguiente, la identidad y misión de la Compañía de Jesús incluye la vida consagrada y de compañeros que hacen comunidad; «…efectivamente, identidad, comunidad y misión son una especie de tríptico que

26 Cfr. D6, 11.

27 D2, 8. «Nuestro profundo amor a Dios y nuestra pasión por su mundo deberían hacernos arder, como un fuego que enciende otros fuegos». D2, 10.

28 Cfr. D2, 26.

29 D2, 2.

30 D2, 3.

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Ignacio y los primeros compañeros vieron en la obediencia el distintivo de la identidad de la Compañía de Jesús

arroja luz para entender del mejor modo posible nuestra condición de compañeros...»31

Ignacio y los primeros compañeros vieron en la obediencia el distintivo de la identidad de la Compañía de Jesús32. Es la consecuencia de una experiencia mística que lleva a la radicalidad en el seguimiento del Señor, con quien se han identificado, y desde la que han elegido una vida de compañeros con la única finalidad de hacer la voluntad de Dios. Esa misma experiencia se continúa en la Compañía de Jesús; sus Constituciones diseñan un camino para personas, que adquieren su libertad interior al poner toda su confianza en Dios y eligen el vínculo de la obediencia para seguir los pasos de Jesucristo como sus compañeros, completamente disponibles para el servicio de la misión evangelizadora33 .

No resulta fácil en el contexto de la cultura postmoderna compartir la experiencia de encontrar en la obediencia la fuente de la libertad interior y de la realización personal. Esa es la médula de la experiencia espiritual del jesuita que decide vivir a plenitud el estilo de Jesús, en el que darse a sí mismo es la forma de realizarse como ser humano. Es, además, el modo de vivir valores apreciados en la cultura contemporánea como el aprecio por la persona humana y sus derechos, la apertura al diálogo profundo desde el cual se ponen las condiciones para crear la comunidad solidaria que nace del reconocimiento de la fraternidad como vínculo esencial entre los seres humanos34

La práctica de la obediencia en la Compañía de Jesús sólo es posible si se basa en el amor responsable entre sus miembros, la plena con-

31 D2, 19. «Para vivir esta misión en nuestro mundo roto necesitamos comunidades fraternas y gozosas en las que alimentemos y expresemos con gran intensidad la única pasión que puede unificar nuestra diferencias y dar vida a nuestra creatividad. Esta pasión crece con cada nueva experiencia del Señor, cuya imaginación y amor por nuestro mundo son inagotables» D2, 27.

32 Cfr. D2, 17 y D4, 4-8.

33 Cfr. D4, 12.

34 Cfr. D4,17.19; D4, 18.

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fianza en los hermanos y el compañerismo alrededor de la persona del Señor. La vida en la Compañía de Jesús exige el adecuado equilibrio entre el cuidado de la persona (cura personalis) y la eficiencia apostólica (cura apostolica). La contemplación de los evangelios enseña el modo como Jesús realizó ese equilibrio en su propia vida y en la relación con sus discípulos, sus amigos, que se fueron convirtiendo en sus compañeros hasta entregar sus vidas como Él. La vida fraterna entre compañeros requiere del conocimiento mutuo para alimentar el amor que los vincula y para acertar en el modo como cada uno puede contribuir de la mejor forma posible (magis) a la misión en la que están comprometidos como grupo. Ese es el papel de la transparencia y la cuenta de conciencia en la Compañía de Jesús35 .

La obediencia en la Compañía de Jesús se vive con alegría personal, porque es un ejercicio de fidelidad creativa que se reconoce como gracia y don de Dios36. Esta específica manera de establecer la relación de obediencia no se improvisa ni se adquiere de una vez para siempre. La experiencia espiritual fundamental de los Ejercicios Espirituales es completada con una vida en el Espíritu en la que la oración asidua, la participación en la eucaristía y el examen de conciencia son elementos esenciales. En esta dimensión clave de la vida del jesuita se necesita una constante formación que incluye a los que se inician en el modo nuestro de proceder, a los ya maduros y a los que les corresponde desempeñarse como superiores37 .

Los votos de pobreza y castidad, vividos en comunidad, configuran junto a la obediencia, un instituto religioso apostólico de personas, configuradas en la Iglesia a imagen del mismo Jesús, al servicio del anuncio del reinado de Dios a todos los confines de la tierra, en medio de todas las culturas humanas. Al confirmar la misión fe-justicia-cultura-diálogo, la

35 Cfr. D4, 25-28; D4, 24; D5, 24; D2, 16.

36 Cfr. D4, 29.

37 La CG 35 ofrece consejos para vivir la obediencia, parte constitutiva de la identidad, a los jesuitas en formación (D4, 35-39), a los jesuitas formados (D4, 40-46) y a los superiores (D4, 47-52). Cfr. D5, 30-32. La CG 35, al mismo tiempo que expresa su profunda gratitud a los jesuitas de avanzada edad, les recuerda que orar por la Iglesia y la Compañía es una forma de desempeñar la misión de la Compañía (D4, 46).

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Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI

Congregación General 35 subraya cómo en ella encuentra pleno sentido «nuestra vida religiosa apostólica en la Iglesia»38, énfasis necesario cuando en algunos ambientes eclesiásticos se pone en duda la vigencia del carisma religioso-apostólico propio de la Compañía de Jesús y muchas otras congregaciones religiosas, masculinas y femeninas, que han enriquecido la vida y acción de la Iglesia durante siglos, dentro de la variedad de formas de vida consagrada que ha suscitado el Espíritu al servicio del Pueblo de Dios y la misión evangelizadora de la Iglesia.

La comunidad en la Compañía de Jesús es lugar de síntesis de identidad y misión, no se limita a residir juntos, compartiendo un mismo techo; en la comunidad los que han elegido seguir la llamada personal de Jesucristo se hacen hermanos entre sí y con otros, colaboran con la vida de los demás, y abren sus puertas a la hospitalidad y la solidaridad.

Nuestra misión no se limita a nuestro trabajo. Nuestra relación personal y comunitaria con el Señor, nuestra mutua relación como amigos en el Señor, nuestra solidaridad con los pobres y marginados y un estilo de vida responsable con la creación, son aspectos importantes de nuestra vida de jesuitas. Dan autenticidad a lo que proclamamos y a lo que hacemos en el cumplimiento de nuestra misión. El lugar privilegiado de este testimonio colectivo es nuestra vida de comunidad, por ello la comunidad de la Compañía no es sólo para la misión, ella misma es misión39 .

En ella se van haciendo compañeros de Jesús, en solidaridad fraterna real, alimentando el amor mutuo, y convirtiéndose en testimonio de la posibilidad de trascender las fronteras culturales para crear relaciones de hermandad, en medio de un ambiente individualista y un mundo fragmentado.

La comunidad es el lugar adecuado de la puesta en práctica de una de las características propias del carisma de la Compañía de Jesús: el discernimiento apostólico.

38 Cfr. D2, 18; D4, 13; D3, 3.

39 D3, 41. Cfr. D6, 13

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Pero la comunidad es también un lugar privilegiado para la práctica del discernimiento apostólico, sea a través de la deliberación comunitaria formalmente estructurada o mediante conversaciones informales cuya meta sea la búsqueda de la mayor eficacia en la misión. Este discernimiento nos ayudará no sólo a aceptar con gusto nuestra misión personal sino también a alegrarnos de la misión recibida por nuestros compañeros y a apoyarles en ella. De este modo, nuestra misión se verá reforzada y la unión de mentes y corazones será más firme y más profunda40 .

ENVIADOS A TRASCENDER FRONTERAS

«Para la vida y la misión de cada jesuita es fundamental esa experiencia que, sencillamente, le pone con Cristo en el corazón del mundo»41. Es, por tanto, la bondad de Dios la que funda y hace posible la misión de la Compañía de Jesús. El encuentro con el Dios enteramente bueno, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos42, hace posible ver al mundo con ojos nuevos, libres de afectos desordenados, llegando a poder encontrar a Dios en todas las cosas. «De esta experiencia de Dios, que actúa en el corazón de la vida, surge siempre de nuevo nuestra identidad como ‘servidores de la misión de Cristo’»43 .

Encontrar la vida divina en las profundidades de la realidad es una misión de esperanza confiada a los jesuitas

«Encontrar la vida divina en las profundidades de la realidad es una misión de esperanza confiada a los jesuitas»44 que sólo es posible desde una ubicación contemplativa de la realidad del mundo y de los seres humanos. «Esa es la gracia, y también el desafío creativo, de nuestra vida religiosa apostólica, que debe vivir esa tensión entre oración y acción, mística y servicio»45. La contemplación del mundo revela las angustias y tristezas, alegrías y esperanzas de

40 D4, 28.

41 D2, 4.23-24; D3, 18.

42 Mt 5, 45.

43 D2, 7, Cfr, D2, 4-6.

44 D2, 8.

45 D2, 9.

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Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI

los seres humanos con los que los jesuitas comparten esta época de la historia. Allí son enviados como misioneros del agua viva, de la que también han bebido, a saciar la sed que nace de la estructuras de injusticia que conforman las relaciones entre los seres humanos, atentan contra el equilibrio ecológico46 y deforman la imagen de Dios.

Trabajar por el Reino significará frecuentemente salir al paso de las necesidades materiales, pero siempre significará mucho más, porque la sed de los seres humanos tiene muchas dimensiones; y es a los seres humanos que se dirige la misión de Cristo. Fe y justicia; nunca una sin la otra. Los seres humanos necesitan alimento, cobijo, amor, relaciones, verdad, sentido, promesa, esperanza. Los seres humanos necesitan un futuro absoluto, una ‘gran esperanza’ que sobrepase toda esperanza particular. Todas estas cosas están presentes en el corazón de la misión de Cristo, la cual era siempre más que material, como se ve con particular claridad en su ministerio de curación. Al curar al leproso lo devuelve a la comunidad, le da un sentido de pertenencia. Nuestra misión encuentra su inspiración en este ministerio de Jesús. Siguiendo a Jesús, nos sentimos llamados no sólo a llevar ayuda directa a la gente que sufre, sino también a restaurar las personas en su integridad, reincorporándolas a la comunidad y reconciliándolas con Dios. Ello exige muchas veces un compromiso a largo plazo…47 .

La Congregación General 35, al confirmar lo declarado por las anteriores Congregaciones Generales (31 a 34), afirma que «el servicio de la fe y la promoción de la justicia, indisolublemente unidos, siguen estando en el corazón de nuestra misión. Esta opción cambió el rostro de la Compañía»48 Con ese rostro miramos el nuevo contexto, el cambio de época que vive la humanidad hoy, al que somos enviados49 para trascender las fronteras, tendiendo puentes. Al confirmar la misión, la CG 35 está invitando a toda la Compañía de Jesús a seguir bebiendo de las fuentes que nacen en el proceso de renovación de la Iglesia y la Vida Religiosa en el Concilio Vaticano II y la forma específica como la misma Compañía ha venido discerniendo su presencia misionera en un mundo en cambio50

46 Cfr. D3, 33.

47 D2, 13.

48 D2, 15

49 La obediencia tiene como meta ser enviados en misión (D4, 23).

50 Cfr. D3, 1-7.

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Al confirmar la misión, la Congregación General 35, afirma la voluntad de la Compañía de Jesús de profundizar la comprensión de la llamada recibida, teniendo a Jesús, enraizado en la tradición de los profetas, como el modelo a seguir, aceptando que, como Él, somos enviados por el Padre a descubrir y trascender las fronteras del mundo de hoy, proclamando el mensaje del amor y de la compasión51

La Congregación General 35 tomó conciencia de la complejidad de esta nueva época de la humanidad. Una buena parte de los temas sobre el gobierno y vida ordinaria de la Compañía de Jesús, estudiados por diferentes grupos y presentados a todos los congregados, se refieren a las diferentes dimensiones que caracterizan al mundo de hoy. Temas, situaciones y asuntos que afectan y desafían a la misión de la Iglesia y de la Compañía. La CG 35 se propone profundizar la comprensión de la llamada a servir la fe, promover la justicia y dialogar con la cultura y otras religiones consciente de que el cambio de época produce agudos conflictos en todos los niveles de la vida humana; también insiste en la posibilidad de hacer la elección de vivir este momento como una nueva oportunidad de hacer presente el amor de Dios en medio de la historia a través del anuncio esperanzador de su Reino52. El contexto global acentúa la tensión propia de cuerpo universal encarnado en diversidad de situaciones, compadeciendo y en colaboración con otros53 .

Nos esperan las ‘naciones’, más allá de las definiciones geográficas, ‘naciones’ que hoy incluyen a los pobres y desplazados, a los que están aislados y profundamente solos, a los que ignoran la existencia de Dios y a los que usan a Dios como instrumento para fines políticos. Hay nuevas ‘naciones’ y hemos sido enviados a ellas54

51 Cfr. D3, 12-13.16.

52 Cfr. D3, 8-12. 20-26 y la relación sobre los «temas para el gobierno ordinario tratados en la Congregación General 35» publicada junto con los decretos.

53 «…Dios sufre en Cristo en y con el mundo, y quiere renovarlo. Aquí es precisamente donde se sitúa nuestra misión. Y es aquí donde tenemos que discernirla siguiendo los criterios del magis y del bien más universal. Dios está presente en las tinieblas de la vida decidido a hacer nuevas todas las cosas. Y necesita colaboradores en esta empresa…» D2, 22. Cfr. D2, 2024; D4, 14-15.

54 D2, 22.

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Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI

Se comprende así la importancia del ministerio de la reconciliación presente en el modo de proceder de la Compañía de Jesús desde la misma Formula Instituti: somos enviados a tender los puentes que permitan superar las fronteras, puesto que el ministerio de reconciliación no reconoce fronteras. La CG 35 entiende esta misión como que los jesuitas y quienes eligen participar en la misión de la Compañía de Jesús se conviertan en puentes, pongan sus energías, su formación, dedicación, su vida al servicio de crear, alimentar y sostener esos lazos humanos, relaciones sociales, estructuras políticas y económicas que hagan posible la solidaridad entre todos los seres humanos y apunten hacia un mundo fraterno y justo:

La tradición de los jesuitas de tender puentes superando fronteras es algo crucial para el mundo de hoy. Nosotros sólo podremos llegar a ser puentes en medio de las divisiones de un mundo fragmentado, si estamos unidos por el amor de Cristo nuestro Señor, por vínculos personales como lo que unieron a Francisco Javier e Ignacio más allá de los mares y por la obediencia que nos envía en misión a cualquier parte del mundo55

Tres grandes vetas descubre la Congregación General 35 para que la Compañía de Jesús produzca los frutos esperados al responder a su misión, confirmada y comprendida en los nuevos contextos de la humanidad: «Como siervos de la misión de Cristo estamos invitados a trabajar con Él en el restablecimiento de nuestra relación con Dios, con los demás y con la creación»56. Todas las formas apostólicas a través de las cuales la Compañía de Jesús ha venido realizando su misión están llamadas a ser examinadas y discernidas a la luz de estos desafíos de la nueva época que pone a prueba la disponibilidad real de los jesuitas y sus obras, la flexibilidad de sus estructuras para ponerse a la altura de los tiempos que le toca vivir y el papel que han elegido desempeñar en él.

55 D3, 17. 56 D3, 18.

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LA CAPACIDAD DE RESPUESTA DE LA MÍNIMA COMPAÑÍA DE JESÚS

En la escuela de los Ejercicios Espirituales hemos aprendido que, hecha la elección, es necesario poner los medios para vivir y actuar en coherencia con lo que se ha elegido. La elección ha sido precedida de un reconocimiento humilde de las propias limitaciones y la apertura al amor misericordioso de Dios, única fuerza que capacita para aceptar la invitación a convertirse en compañero de Jesús. La Congregación General 35 hizo ese proceso de examinar el estado de la Compañía de Jesús y apelar a la misericordia del Señor, pidiéndole que junto con la llamada, le regale también la gracia necesaria para estar al servicio de la misión de Cristo.

Como en sus orígenes, la Compañía de Jesús se sabe mínima para responder a la llamada del Señor y hacer presente su mensaje de salvación en la complejidad de la situación humana de hoy día. No es sólo la situación del número de miembros de la Compañía, el alto promedio de edad en algunas regiones, la dificultad de contar con los recursos económicos para sostener obras de importancia, la complejidad de la formación de la variedad de personas que se incorporan a ella, sino también la renovada conciencia de que no bastan los medios humanos para hacer posible la existencia misma de la Compañía y que sólo una profunda confianza en Dios, el abandono total en sus manos, como instrumento de su deseo de dar vida en abundancia a los humanos, la hacen posible.

Las tres grandes vetas señaladas de la misión están profundamente entrelazadas entre sí. «Dado que la muerte y resurrección de Jesucristo a re-establecido nuestra relación con Dios, nuestro servicio de la fe debe conducir necesariamente a la promoción de la justicia del Reino y al cuidado de la creación de Dios»57. La Congregación General 35 ofrece algunas claves para sacarle el mayor (magis) provecho apostólico: mirar el mundo desde la perspectiva de los pobres y marginados, hacernos responsables de nuestro hogar, la tierra y acercarnos a las fronteras de la cultura y la religión58

57 D3, 24. 58 Cfr. D3, 22.27.31.

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Siguiendo la dinámica de la encarnación, el compromiso de contribuir al establecimiento de unas relaciones justas, según el Evangelio, en un mundo globalizado dominado por estructuras sociales injustas, necesita de la perspectiva que escogió el mismo Dios para acampar entre nosotros59, la de los pobres. La Congregación General 35 propone a la Compañía de Jesús un «lugar epistemológico» en coherencia con la fe cristológica adquirida en la contemplación de la encarnación y la vida de Jesús, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza60, para acercarnos a la «complejidad de los problemas que encaramos y la riqueza de oportunidades que nos ofrecen»61 .

El contexto postmoderno y postcristiano coloca la necesidad de pensar62 al centro de la misión evangelizadora y del carisma de la Compañía. El apostolado intelectual ha sido una de las características definitorias de la Compañía de Jesús desde sus mismos inicios. Por la larga experiencia en este terreno se tiene conciencia de la dificultad intrínseca de la tarea intelectual seriamente encarada. Encontrarle sentido al momento histórico que vivimos, colaborar sinceramente en la búsqueda de verdad y tantos desafíos que surgen de la pasión de comprender propia del ser humano y de su libertad creadora, forma parte del corazón mismo de la misión encomendada a la Compañía. No cabe duda del importante desafío que se le presenta, desde esta perspectiva, a la tarea educativa y la pastoral juvenil llevada adelante por los jesuitas, en este contexto postmoderno y postcristiano63 .

Esta Congregación urge a todos los jesuitas y a quienes comparten la misma misión, en particular a las universidades y centros de investigación, a promover estudios y prácticas orientadas a enfrentar las causas de la pobreza y mejorar el medio ambiente. Debemos encontrar caminos en los cuales nuestra experiencia con los refugiados y los desplazados por una parte, y con las personas que trabajan en la protección del me-

59 Jn 1, 14.

60 Cfr. 2 Cor 8, 9.

61 D3, 28.

62 Pensar es una actividad humana muy empeñativa que requiere «comprender» la realidad en toda su complejidad, imaginar alternativas mejores de vida y crear las vías para ponerlas en práctica.

63 Cfr. D3, 23.

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dio ambiente por otra, interactúen con aquellas instituciones, de forma tal que los resultados de la investigación y la incidencia política consigan beneficios prácticos para la sociedad y el medio ambiente. Esta incidencia política e investigación deberían estar al servicio de los pobres y quienes trabajan en la protección medio ambiental64 .

La responsabilidad con el medio ambiente proviene simultáneamente de escuchar el clamor de los pobres de la tierra, quienes sufren especialmente las consecuencias del deterioro medioambiental y de la experiencia de Dios, como se expresa en el Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales y en la Contemplación para alcanzar amor. Una responsabilidad que debe reflejarse en «mostrar una más efectiva solidaridad ecológica en nuestra vida espiritual, comunitaria y apostólica»65, es decir, que debe llevar necesariamente a cambios en nuestro estilo de vida, uso de los recursos, etc., forma parte importante de la llamada al examen y la conversión que hacen los signos de los tiempos a la vida religiosa y apostólica.

En las actuales condiciones plurirreligiosas y pluriculturales del mundo se nos invita a escuchar atentamente a todos, a estimar a cada persona y cada cultura como condición indispensable para hacerse puente y poder compartir la propia experiencia espiritual. Los Ejercicios Espirituales adquieren, en este contexto, una nueva significación como instrumento eficaz para propiciar la experiencia de la relación amorosa con Dios, crear la solidaridad fraterna y propiciar la responsabilidad con la creación66 y son, además, «para el jesuita la medida de su propia madurez espiritual»67 .

La Congregación General 35 concreta, en la decisión de realizar una planificación apostólica, la necesidad de la conversión institucional que se deriva del examen realizado. Partir de la realidad multicultural, encarnación local, vocación universal y gobierno mundial como características de la Compañía y decidir a actuar efectivamente como cuerpo internacional. Se impone una auténtica revisión de lo que hacemos y

64 D3, 35.

65 D3, 31. Cfr. D3, 33.

66 Cfr. D3, 19.21-22. Cfr. D1,12; D6, 5.

67 P. A. Nicolás, Saludo del Prepósito General al Santo Padre en la Audiencia del 21 de febrero de 2008.

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cómo lo hacemos para re-organizar recursos y gobierno en un plan estratégico de mediano y largo plazo.

En continuidad con las recomendaciones hechas por la Congregación General 34, y con el fin de responder de forma efectiva a los retos globales descritos más arriba, esta Congregación ha subrayado la importancia de las dinámicas de planificación apostólica, puesta en práctica y evaluación, a todos los niveles de gobierno68

La Compañía de Jesús cuenta con un punto de partida: los esfuerzos sistemáticos que se han venido haciendo para atender situaciones mundiales y regionales a través de la creciente colaboración interprovincial y el establecimiento de las preferencias apostólicas hecho por P. Peter-Hans Kolvenbach, en consulta con las Conferencias de Superiores Mayores, siguiendo los lineamientos de la CG 3469 .

Invitamos al P. General a continuar el discernimiento de las preferencias para la Compañía; revisar las actuales preferencias, actualizar su contenido específico y desarrollar planes y programas que puedan ser evaluados70

La Congregación General 35 aprobó el decreto 5, Gobierno al servicio de la misión universal pautando con claridad los principios, objetivos, niveles y responsabilidades del proceso de transformación de las estructuras de gobierno de la Compañía para mejorar su capacidad de respuesta al desafío misionero de nuestros días. Los procesos de transformación organizacional son siempre complejos. La Compañía de Jesús es una institución con más de cuatro siglos y medio de vida. Después del Concilio Vaticano II (1965) emprendió una importante transformación que la llevó a revisar su vida, ministerios e, incluso, sus Constituciones, proceso que duró hasta la Congregación General 34 (1995), en la que se aprobó su versión revisada y las Normas Complementarias. Su composición multicultural, su presencia en tantos ámbitos geográficos diversos y tan variados niveles de la vida social, a través de obras apostólicas y ministerios diferentes son los ingredientes de una organización internacional con

68 D3, 37.

69 Cfr. D3, 38-39.

70 D3, 40.

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profundo arraigo local decidida a hacerse más eficiente organizativamente realizando un plan apostólico. Esta es la dimensión del desafío que le propone la CG 35 a la Compañía en el ámbito de su conversión institucional.

Tres principios sirven de guía a este proceso de transformación organizacional: (a) Nuestras estructuras de gobierno y nuestros modos de proceder deben ser concebidos desde una mayor universalidad; (b) Las estructuras de gobierno se han de agilizar, modernizar y flexibilizar; (c) Las circunstancias cambiantes requieren articular mejor los valores ignacianos y los modos de proceder en nuestra vida y nuestro trabajo actuales71

Desde estos principios se «pretende ofrecer al P. General la oportunidad de llevar a cabo una planificación apostólica integral»72, que implica la revisión y actualización de acuerdo a ellos de todos los niveles de la organización actual, desde el papel de las comunidades-superior local y su relación con las obras apostólicas73, el «mapa de las Provincias»74, el fortalecimiento de las Conferencias de Provinciales en la orientación de la misión, la completa reorganización del gobierno central, la Congregación General y las Congregaciones de Procuradores, así como las reuniones de los Provinciales75. El estilo del documento no deja lugar a dudas sobre la importancia que dio la CG 35 a la necesidad de esta conversión institucional de la Compañía de Jesús y la determinación de propiciarla sin dilaciones.

Con la inspiración del Espíritu Santo, promesa cumplida de Jesús a sus compañeros, la Compañía de Jesús tiene delante de sí el desafío de hacer efectivo su camino hacia Dios por el que sirve a la misión de Cristo en el siglo XXI.

71 D5, 1.

72 D5, 10.

73 Cfr. D5, 33-42.

74 D5, 24-29. «Con el objetivo de servir mejor a nuestra misión universal, la Congregación General pide al P. General la puesta en marcha de un proceso de reflexión sobre las Provincias y sus estructuras, que lleve a formular propuestas prácticas para adaptar este aspecto de nuestro gobierno a la realidad de hoy. La responsabilidad de la comisión encargada de este proceso debe incluir la revisión completa de los criterios para la creación (cf. NC 388), la reconfiguración y la supresión de Provincias y Regiones...» (D5, 26).

75 Cfr. D5, 17-23; D5, 7-16; D5, 2-6.

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La obediencia en la vida de la Compañía de Jesús. CG 35, Dto. 4

La obediencia en la vida de la Compañía de Jesús. CG 35, Dto. 4

Álvaro Restrepo Lince, S.I.

*

ElCIRE nos ha pedido un comentario que pudiera servir como motivación sobre el tema de la obediencia, tratado por la Congregación General última. Sin pretender ni mucho menos agotar el tema, nos limitaremos a poner de relieve algunos puntos que nos han llamado especialmente la atención. Recomendamos leer también la introducción al decreto de la obediencia que se encuentra en el libro Congregación General 35, y que precede al decreto 4. Está escrito por el P. José Ramón Busto Saiz, quien se destacó junto con otros miembros de la Comisión en la elaboración y presentación del texto.

Nos hemos basado para este artículo en el decreto mismo y en el intercambio sobre el tema entre los electores de América Latina en Santo Domingo. También, y de manera especial, en el aporte del P. Francisco López Rivera durante la reunión de Instructores de Tercera Probación en Caracas.

En Santo Domingo coincidimos en que el tema de la obediencia debía ser uno de los que debían tratarse en Roma. Se adujeron varias razones que, por lo demás, compartieron otras Asistencias. Por ejemplo, el hecho de que desde la Congregación General 31, decreto 17 y de la

* Doctor en teología de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

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magnífica Alocución tenida en el aula por el P. Arrupe, la obediencia no había sido objeto de decretos en las siguientes Congregaciones. En cambio, contábamos con buenos decretos elaborados en las CC. GG 32, 33 y 34 a propósito de los votos de pobreza y castidad. Por lo demás, Benedicto XVI nos había pedido explícitamente que reflexionáramos sobre el 4º voto y los cambios culturales acaecidos desde el Vaticano II hasta ahora.

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS GENERALES

DEL DECRETO

La comisión respectiva trabajó muy bien. El texto propuesto nos pareció que brindaba a la Compañía una doctrina clara y sólida, dejando de lado análisis prolijos y apretadas síntesis académicas. El decreto tiene presentes aspectos fundamentales de la obediencia debidos a la CG 31, innovadora para su momento. Pero la CG 35 la enriquece y completa profunda y sobriamente.

TRES ASPECTOS RELEVANTES

En primer lugar, el decreto otorga especial importancia a la mística de la obediencia. Pone de manifiesto, sea la obediencia de Jesús al Padre, sea la nuestra, en cuanto servidores de la misión de Cristo. Trabajar con Él por la causa del Reino, supone dar la vida para encontrarla, como el grano de trigo1. El seguimiento de Jesús nos pide necesariamente que tomemos parte en su «kénosis»2

El texto nos remite además a la visión de la Storta, relacionada con la incesante petición de Ignacio a la Madre, para que lo ponga con el Hijo. Nuestra vida de obediencia se inspira en la experiencia de Ignacio y de sus compañeros. Esta mística, este apasionado amor por Cristo, son los que nos llevan a la libertad, a la verdadera auto-realización y a vivir la obediencia «con gozo espiritual y presteza».

1 Cfr. Jn 12, 24 ss)

2 Cfr. Flp 2, 5-8.

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La obediencia en la vida de la Compañía de Jesús. CG 35, Dto. 4

Destacamos en segundo lugar la insistencia del decreto en nuestra Íntima comunión con la Iglesia. Para ser fieles a la experiencia histórica y mística de los primeros compañeros, hay que servir al solo Señor y a la Iglesia, su esposa, bajo el Romano Pontífice Vicario de Cristo en la tierra. Es la ley de la encarnación.

Si la obediencia al Papa la vivimos como los primeros compañeros, ella será verdaderamente profunda y libre, no dudosa ni casuística. Más aún, seremos así capaces de comprender y de manifestar con palabras y hechos lo que significa la «fidelidad afectiva y efectiva» al Sumo Pontífice, y el debido respeto a los pastores de la Iglesia.

Por último, la obediencia jesuítica no puede prescindir de la Vida comunitaria. Como nos había sucedido ya en la CG 34, tampoco logramos en la CG 35 aprobar específicamente un decreto acerca de la importancia que la comunidad tiene para nosotros. Sin embargo, se aprovecharon los aportes que los congregados habían hecho al tema, y se distribuyeron acertadamente a lo largo de los otros decretos incluyendo, por supuesto, el de la obediencia.

El decreto 4 subraya la importancia que la obediencia tiene para el cuerpo de la Compañía a nivel de la misión apostólica y de la unión de los ánimos. Nos pide además vivir el discernimiento espiritual apostólico, la corresponsabilidad de los miembros de la comunidad y poner por obra los proyectos comunitarios elaborados conjuntamente y aprobados periódicamente por el Provincial.

La Congregación General percibió un nuevo acento en el modo de entender la vida comunitaria: comunidad COMO misión. Habrá que poner en ello una mayor atención en los años venideros, de manera que nuestras comunidades se hagan más visibles, abiertas y cercanas a la gente. Debemos desarrollar una nueva conciencia del tríptico: Identidad – Misión – Comunidad, lo cual va a ser un gran desafío en un mundo marcado por el individualismo3

3 ADOLFO NICOLÁS, S.I. Carta a la Compañía de Jesús siete meses después de la CG 35. Octubre 19 de 2008, Fiesta de los Mártires canadienses de la Compañía de Jesús.

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RECOMENDACIONES

Se invita a los jesuitas en formación a vivir con gozo su incorporación progresiva a la Compañía, haciendo propia la experiencia de los primeros compañeros, formando un grupo de amigos en el Señor y entregando con generosidad sus vidas en servicio de hombres y mujeres, sobre todo de los más desfavorecidos. Así mismo, el texto hace un especial énfasis en la necesidad de la abnegación.

A los formadores les pide que ayuden a los jóvenes a comprender y vivir las raíces místicas de la obediencia, a ser trasparentes con sus Superiores, a apreciar la cuenta de conciencia, a ejercitar responsablemente la iniciativa personal y a aceptar con agrado y con la ayuda del discernimiento las decisiones del superior.

El decreto anima a los jesuitas formados a crecer en la libertad interior y en la confianza en Dios para acrecentar así la disponibilidad. Agradece el servicio que prestan los superiores locales y los superiores mayores e invita a otorgarle toda su importancia a la cuenta de conciencia.

A todos los jesuitas nos recuerda que debemos estar imbuidos del espíritu de obediencia al Papa, pues es algo esencial a la misión y a la identidad de la Compañía. Y nos apremia a fortalecer el afecto por el Santo Padre, el respeto por los pastores de la Iglesia, y corregir los fallos que a este respecto puedan existir.

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Decreto 5: una primera aproximación

Decreto 5: una primera aproximación

Ernesto Cavassa Canessa, S.J.*

Me piden comentar el decreto 5 denominado «Gobierno al servicio de la misión universal» en este número dedicado a la CG 35. Al inicio de esta nueva etapa de «recepción» de la Congregación, a partir de la publicación de los decretos1, mi objetivo es muy sencillo: dar a conocer aquél que, según uno de los miembros de la comisión que lo elaboró, está llamado a ser el menos leído de los seis que ha promulgado la CG 35. Los temas de gobierno están normalmente asociados a normatividad, administración, procedimientos…asuntos todos que no suelen ser populares ni atractivos. Este artículo desea ser una primera aproximación al decreto, en la esperanza de que anime (y no sustituya) su lectura.

Creo que el decreto tal como está formulado es claro, evita el riesgo del tecnicismo jurídico y se esfuerza por ubicar el gobierno en el horizonte de las líneas fundamentales que han marcado esta Congregación. En concreto, del modo como el gobierno en la Compañía está orientado a servir a la dimensión universal de la misión. El lector de este decreto no

* Doctor en Teología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Estudios Antropológicos en la Pontificia Universidad Católica de Lima. Actualmente Presidente de la Conferencia de Provinciales de América Latina - CPAL.

1 Acaba de salir la edición en español publicada por Mensajero y Sal Terrae 2008. Es la fuente de referencia que uso para este artículo.

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se sentirá en un terreno desconocido si lo lee conjuntamente con el resto de documentos producidos por o con ocasión de la Congregación.

Su elaboración siguió un recorrido tranquilo y sin sobresaltos: al iniciarse la fase ad negotia de la CG 35 se formaron 21 grupos lingüísticos para tratar los temas de posibles decretos propuestos por el Coetus Praevius (la comisión que prepara la Congregación) y tres de ellos se ocuparon del tema de gobierno. Estos grupos trabajaron durante dos días aportando ideas, un esbozo de esquema e indicaciones sobre el tenor que debía tener el documento. El 28 de enero se nombró la comisión redactora que presentó su primer borrador el 6 de febrero para ser discutido por Conferencias o Asistencias y en el Aula; la comisión recogió todos los aportes enviados (incluidos los que llegaron directamente a través de un servicio de intranet) y elaboró un segundo documento que presentó al Aula para recibir observaciones y nuevas correcciones.

La discusión dejó en claro que el documento estaba en camino de convertirse en decreto y la comisión continuó trabajando en vistas a ello. Entregó una tercera versión el 26 de febrero que recibió 21 enmiendas de las que 8 fueron aceptadas. El decreto se aprobó el 29 de febrero de este año bisiesto constituyéndose en el primer fruto de la segunda fase de la CG 35. Su aprobación fue celebrada con un fuerte aplauso y animó a los congregados a seguir en su tarea cuando comenzaba a sentirse el desgaste de dos meses de trabajo intenso.

LOS TEMAS

El decreto tiene una introducción y tres partes, referida cada una de ellas a los niveles en que se ejerce el gobierno en la Compañía: general, provincial y local.

La introducción presenta los tres principios que orientarán las consideraciones siguientes: universalidad, agilidad y adecuada adaptación a las cambiantes circunstancias.

En el apartado referido al gobierno general se tratan tres puntos: la Congregación General (carácter, composición, preparación, duración,

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Decreto 5: una primera aproximación

revisión de la Fórmula); el gobierno central, del que se espera una «revisión integral» en vistas a su «reorganización» y el tema de las Conferencias de Superiores Mayores, que viene desde la CG 31 y que trabajó también la CG 34.

El segundo apartado está dedicado al gobierno provincial: la naturaleza de la provincia, su relación con la Iglesia local, la planificación y toma de decisiones, el cuidado de las obras apostólicas y la formación específica para las responsabilidades de gobierno.

En el nivel local, desarrollado en el tercer apartado, el tema central es el rol del superior: principios, desafíos, relación con los directores de obras y recomendaciones.

El decreto toca, por tanto, todos los niveles de gobierno de la Compañía centrándose en aquellos puntos que requieren más atención y clarificación. En este sentido, el decreto «creció» a lo largo de todo el proceso como veremos en la historia que reseñamos en el apartado siguiente.

LA HISTORIA

El hito inicial de esta historia nos lleva a la relación del estado de la Compañía que hizo el P. General, Peter-Hans Kolvenbach, a la 69ª Congregación de Procuradores el 18 de septiembre de 2003. Al referirse al tema de gobierno, el P. General destacó las preguntas existentes en varias regiones de la Compañía sobre las conferencias de provinciales y su eficacia, el rol de los moderadores en el gobierno y la pertinencia de formas horizontales en un modo de gobierno que Ignacio quiso fuera estrictamente vertical. Se refirió también a los avances en la cooperación interprovincial y al papel que las conferencias han jugado en ellos.

Con este precedente, el tema pasó a la reunión de Superiores Mayores realizada en Loyola a fines del 2005. Ésta trabajó el tema de las nuevas estructuras de gobierno deteniéndose especialmente en las conferencias de superiores mayores. Se presentaron ponencias sobre el gobierno interprovincial, el cargo de moderador, la cooperación internacional y las experiencias de las diversas Conferencias. De la discusión que-

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dó claro que éste sería uno de los temas a tratar en la siguiente Congregación General.

Atendiendo a ello, el P. General constituyó una «comisión jurídica» para el estudio de diversos asuntos que tenían que ver con la legislación de la Compañía, uno de los cuales era el tema de las nuevas estructuras de gobierno2. La atención se centra básicamente en tres puntos: el ámbito de jurisdicción de estas Conferencias y su lugar en el esquema de gobierno de la Compañía, el modo de llegar a decisiones, la autoridad del presidente o moderador.

Convocada la Congregación General, las Congregaciones Provinciales son invitadas a tratar los temas de Loyola 2005. Algunos de los debates se transformaron en postulados que fueron luego agrupados por el Coetus Praevius en la relación de gobierno. De los 21 postulados que llegaron de todas las provincias de la Compañía, 15 se referían al tema de las Conferencias3. Los pocos restantes se ocupaban de varios aspectos de las Congregaciones Generales (composición, duración, preparación) y de la formación para el liderazgo.

Sobre esa base el Coetus Praevius, ya en su primera sesión, recomienda que «la CG 35 prepare un decreto sobre el gobierno, tomando decisiones jurídicas si es necesario, para mejorar la estructura del gobierno de la Compañía». Este decreto debería tratar de las siguientes áreas:

1.Gobierno central y conferencias de superiores mayores;

2.Rol y función del presidente de las conferencias;

3.Gobierno local: jesuitas, comunidades, obras, en tres breves apartados.

2 El P. Kolvenbach, en carta del 7 de julio del 2006, informó a la Compañía la formación de cinco comisiones para el estudio de varios asuntos. Las otras cuatro fueron sobre apostolado social, laicado, vida comunitaria y obediencia. La comisión jurídica también trató el asunto de los laicos vinculados a la Compañía, experiencia que debía evaluarse en la CG 35 de acuerdo a lo dispuesto por la anterior.

3 De éstos, cinco procedían de América Latina (BOL, BRC, BRM, PER e Instructores de Tercera Probación). El pedido predominante es el de clarificación de estas instancias de gobierno.

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Decreto 5: una primera aproximación

4.Congregaciones Generales, remitiendo al informe de la comisión jurídica.

El Coetus se extendía en los dos primeros puntos, retomando así lo que venía ya desde Loyola 2005 y desde las Provincias en sus postulados. Se remite a los principios ignacianos de gobierno (unidad de cura personalis y cura apostólica, subsidiaridad, autoridad suficiente), refuerza el nuevo modo de gobierno co-responsable de los provinciales, constata la diversidad de situaciones que reflejan los estatutos de las conferencias, no descarta el consenso como modo de llegar a decisiones indicando que cuando es «discernido» puede ser ignaciano, refuerza la autoridad del presidente en el ámbito de las obras comunes e indica formas adecuadas de relación entre el presidente y los provinciales.

El Coetus propone también seis Conferencias (Africa, América Latina, Asia Meridional, Asia Oriental, Estados Unidos y Europa) distinguiéndolas de las diez asistencias vigentes y sugiere la posibilidad de que las Conferencias tengan «Arcas» para la formación y para sus acciones apostólicas.

El 12 de diciembre del 2007 el P. Kolvenbach comunica que el Coetus, luego de su segunda sesión, confirma su decisión de proponer a la CG 35 la consideración del gobierno como uno de los temas de decreto, avanzando en «una revisión del ‘modo de proceder’ de la Compañía como cuerpo universal, que atienda las implicaciones jurídicas a propósito de los ‘moderadores’ y las ‘conferencias’ así como también la fórmula de las futuras Congregaciones Generales». El informe De Statu Societatis continúa en la misma línea.

La CG, asumiendo el trabajo previo, da un paso adelante. Su aporte comienza a despuntar en la discusión por grupos lingüísticos. Según los tres grupos dedicados a estudiar el tema, el posible decreto no debe reducirse sólo a las «nuevas» estructuras sino que debe abarcar también las «tradicionales» (provincias, superior local) que son las que, en realidad, afectan más la vida de los jesuitas. No se ve claro cómo pueden ser viables provincias con pocos miembros, con altos promedios etáreos, de escasas vocaciones y, en ocasiones, con dificultades económicas. Se constata la dificultad de muchas provincias para encontrar personas capaci-

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tadas para responsabilidades importantes. Esos puntos no estaban en los documentos preparatorios pero aparecieron con fuerza en las reuniones de Asistencia/Conferencia y durante los primeros días de esta segunda fase de la CG 35.

Se insistió también en la importancia de tratar el tema del superior local al que la relatio praevia le daba poca atención. Producto de esta etapa es la conciencia de una necesaria reorganización de los organismos de la Curia (secretaría general, secretariados, su relación con el resto de la Compañía) y de una planificación que atienda a todos los niveles de gobierno.

La CG produjo un decreto que, con todas sus limitaciones, avanzó bastante sobre sus prolegómenos y consigue presentar un conjunto más orgánico de lo que, en buena parte de la CG, fue una serie de piezas sueltas. ¿Cómo se logró esta mayor articulación? Hay que remitirse para ello a una de las experiencias centrales de esta Congregación que marcaron su enfoque.

EL ENFOQUE

El decreto no se puede entender sin la conciencia que la Congregación tiene de la universalidad de la misión de la Compañía a la que alude el título: gobierno al servicio de la misión universal4. Es el primer principio que, según el documento, debe orientar las consideraciones sobre el gobierno. Se pretende, de este modo, responder a los desafíos de la globalización, a la dimensión transnacional y multicultural de los retos actuales y al deseo de colaboración creciente al interior de la Compañía.

En este planteamiento debe destacarse que el gobierno en la Compañía no es auto-referencial. El gobierno es para la misión y ésta es universal. La CG no ha hecho otra cosa que recordar la tradición ignaciana. Por eso, no extraña esta introducción. En una visión de conjunto habría que destacar que este decreto concreta para el tema de gobierno

4 La segunda redacción hablaba de misión «global». La comisión prefirió (y el Aula aprobó) en la redacción final un término más acorde a la tradición ignaciana.

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Decreto 5: una primera aproximación

lo que los otros cinco decretos afirman sobre el carisma y la misión de la Compañía hoy.

Los decretos 1 («con renovado impulso y vigor»), 2 («un fuego que enciende otros fuegos») y 4 («la obediencia en la vida del jesuita») remiten al carisma original de Ignacio y los primeros compañeros respecto a la misión universal y nos llaman a vivirlo en plenitud. El primer decreto hace eco de la invitación del Papa y le expresa «nuestra disponibilidad renovada para ser enviados a la viña del Señor donde juzgare mejor para un mayor servicio de la Iglesia y una mayor gloria de Dios»5. El decreto 4 nos recuerda que, para Ignacio, el cuarto voto es «nuestro principio y principal fundamento» aportándonos un aspecto esencial de nuestra identidad eclesial:

El cuarto voto proporciona a la Compañía su inserción estructural en la vida de la Iglesia al entroncar su carisma como orden religiosa apostólica con la estructura jerárquica de la Iglesia en la persona del Papa. Por medio de este voto, la Compañía participa de la misión universal de la Iglesia al tiempo que queda garantizada la universalidad de su misión6 .

El decreto 2 vuelve sobre el tema recordándonos la frase de Nadal: «el mundo entero es nuestra casa»7. El decreto está orientado a «redescubrir nuestro carisma» y, en esa línea, expresa que «nuestro objetivo es estar siempre dispuestos para el bien más universal, buscando siempre el magis, lo que es verdaderamente mejor para la mayor gloria de Dios. Es esta disponibilidad para la misión universal de la Iglesia lo que marca a nuestra Compañía de una manera particular…»8 .

No sólo el carisma original nos invita a la misión universal. También lo hacen los nuevos contextos. «Servir a la misión de Cristo hoy implica prestar especial atención a su contexto global. Este contexto requiere de nosotros actuar como un cuerpo universal con una misión universal…»9. Pero es sobre todo el decreto 3 ('desafíos para nuestra misión hoy') el que coloca los acentos en el mundo global e interdependiente que habitamos, gene-

5 CG 35, D1, 17.

6 Ibíd., D4, 31.

7 Ibíd., D2, 23.

8 Ibíd., D2, 16.

9 Ibíd., D2, 20.

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La conciencia de pluralidad no aminoraba la importancia de los problemas comunes a las diversas áreas en las que la Compañía ejerce su misión

rador de una cultura mundial que afecta a todos y que nos enfrenta a tensiones y paradojas crecientes10. En este contexto global «es importante señalar el extraordinario potencial que representa nuestro carácter de cuerpo internacional y multicultural»11 subrayando para ello la significación de la planificación apostólica «a todos los niveles del gobierno»12

El énfasis en la universalidad de la misión se fue acentuando conforme avanzaba la Congregación. El lenguaje escrito de los decretos fue expresando, en las diversas etapas de su redacción, lo que se vivía como una de las experiencias básicas: la de ser cuerpo apostólico universal. El grupo humano congregado en Roma representaba, tal vez como nunca antes, la gran diversidad geográfica y cultural que marca la Compañía actual. El dato más conocido procede del sondeo interno que detectó 42 lenguas maternas diferentes entre los congregados. A ello se añade la distribución actual de la Compañía, cada vez más presente con vocaciones nativas en África, Asia Oriental y Asia Meridional y decreciente en el resto del mundo, particularmente Europa, donde nació y de donde han partido multitud de misioneros que sembraron la semilla de la Compañía actual, multifacética y pluri-cultural.

Los grupos lingüísticos revelaban, a la vez, diversidad de circunstancias y similitud de problemas que afectan a todos y sobre todo a los más pobres. La conciencia de pluralidad no aminoraba la importancia de los problemas comunes a las diversas áreas en las que la Compañía ejerce su misión. Por el contrario, urgía a la necesidad de imaginar nuevos modos de gestión de la misión, incluyendo la colaboración con todos los hombres y mujeres que comparten una visión similar.

10 Cfr. CG 35 D3, 9-11.

11 CG 35, D3, 43.

12 Ibíd., D3, 37.

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Decreto 5: una primera aproximación

A todo esto se sumó el hecho de que, gracias al discernimiento orientado a la búsqueda de un nuevo General, los congregados fueron conociéndose cada vez más e informándose mejor sobre las diversas áreas de la Compañía. La universalidad de la misión, antes que un enunciado, fue un asunto de amistad y cercanía afectiva entre los congregados. Esa amistad permitía captar mejor la diversidad y atenderla de modo más amplio, produciendo una conversión a las reales y concretas situaciones del cuerpo apostólico disperso en circunstancias tan variadas.

Por ello, es importante la introducción al decreto y su relación con los otros producidos por la Congregación. Todos ellos hay que leerlos teniendo como telón de fondo la experiencia del grupo congregado en Roma donde el Señor, qué duda cabe, fue propicio. Los principios básicos de gobierno que introducen el decreto pretenden reflejar, en esa línea, «las experiencias de décadas recientes» (d5 nº 1) y las perspectivas que se abren para el modo de ejercerlo hoy. El desafío consistió en responder a la urgencia de la dimensión universal de la misión en un mundo global preservando las líneas maestras del gobierno ignaciano.

EL DESAFÍO

El decreto logra una tensión dinámica que salvaguarda aspectos básicos del modo de gobierno de la Compañía al mismo tiempo que alienta necesarias innovaciones. En ese sentido, la comisión encargada de su elaboración se preocupó de considerar las nuevas maneras de gestionar la misión de cara a la universalidad (redes, obras comunes, conferencias de provinciales) preocupándose por el cuidado de las personas en vistas a la misión, como elemento esencial del gobierno personal propio de la Compañía.

Es interesante, por ello, leer el decreto en la perspectiva de una «fidelidad creativa» capaz de visitar la tradición desde una adecuada creatividad que permite recrearla, adaptándola a las nuevas situaciones.

Así, por ejemplo, el decreto reconoce «la rica diversidad de los miembros de la Compañía y la necesidad de una inculturación adecuada para realizar nuestra misión en la Iglesia universal y en un mundo más globalizado» y, al mismo tiempo, recuerda que «el Superior General es una fuente de

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unidad en el cuerpo universal de la Compañía»13. Por ello, debe ejercer el gobierno respetando la diversidad y colocándola al servicio de la misión universal. En la CG se hizo evidente que nuestra espiritualidad y modo de proceder, expresados en los Ejercicios, en las Constituciones y en las Normas Complementarias, nos ofrecieron un lenguaje común que permitió, en la diversidad, amplios consensos en puntos esenciales. Es lo que debe cuidar de modo especial el Superior General.

El Superior General es una fuente de unidad en el cuerpo universal de la Compañía. Por ello, debe ejercer el gobierno respetando la diversidad y colocándola al

servicio de la misión universal

En otro momento, el decreto afirma la cuenta de conciencia como esencial en el gobierno personal ignaciano14 y se preocupa de mantener su importancia en las nuevas situaciones. El decreto expresa que la estructura de provincia ha resultado muy eficaz en este sentido uniendo, en la persona del provincial, cura personalis y cura apostólica15. Al mismo tiempo, reconoce que el actual contexto globalizado invita a pensar en nuevas estructuras de gobierno interprovincial, como las conferencias de provinciales, para la realización de la misión. Estas conferencias cuentan con un presidente con autoridad para solicitar y destinar personas de las provincias y regiones para obras de la Conferencia que, además, tienen prioridad sobre las de la provincia individual16. Sin embargo, este destino no puede ser arbitrario ni coactivo sino que debe realizarse, como corresponde, en discernimiento y diálogo. Es importante por ello el párrafo: «en atención a la importancia de la cuenta de conciencia en el establecimiento de la misión, cualquier destino requiere la consulta al Superior Mayor de la persona afectada. Es él quien la pone a disposición de la Conferencia»17. La CG se ha preocupado, pues, de hilar fino en este aspecto delicado de la vida de la Compañía.

13 Ibíd., D5, 7.

14 Cfr. CG 35 D5, 24.

15 CG 35 D5, 25.

16 Cfr. CG 35 D5, 20, a.1.

17 CG 35 D5, 20, a. 2.

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Decreto 5: una primera aproximación

En todo lo que no afecta a estos elementos esenciales de gobierno, la CG alienta a la evaluación, reflexión, presentación de propuestas y de iniciativas en orden a mejorar el servicio a la misión. Así, por ejemplo, le pide al P. General una revisión integral del gobierno central de la Compañía de cara a su reorganización18; llevar a cabo una planificación apostólica integral; utilizar con mayor eficacia y equidad los recursos financieros para el servicio de la misión universal de la Compañía y mejorar nuestras comunicaciones internas y externas19

Se pide avanzar en una mejor preparación de la próxima CG, autorizando al gobierno central la revisión completa de las tres Fórmulas (CG, CProc, CProv) revisión que será aprobada, en lo que corresponda, al inicio de la CG 36 (nn. 2 y 3). En la CG 35 primó el criterio de que la Fórmula actual no puede seguir recibiendo más incisos a modo de parches sino que se debe hacer «un uso más eficaz, responsable y versátil de la rica diversidad de personas y medios a los que se recurre en la preparación y guía de una CG»20 .

También al nivel provincial se hacen varias propuestas para mejorar el gobierno de las provincias, repensar los criterios de creación, reconfiguración y supresión de provincias y regiones y diseñar programas específicos de formación para las responsabilidades de gobierno21. El mapa de la Compañía va a variar en los próximos años de cara a un mejor servicio a la misión en áreas geográficas y culturales comunes.

Es muy importante el énfasis que hace la CG sobre la necesidad de planificación en todos los niveles de gobierno, dando unas primeras orientaciones para ello22. Estos procesos de planificación, bien diseñados, deberán ser el instrumento de renovación permanente de la misión de la Compañía.

18 Cfr. CG 35 D5, 9.

19 CG 35 D5, 10; 12; 13.

20 Ibíd., D5, 4.

21 Cfr. CG 35 D5, 25; 26; 30-32.

22 Ibíd., D5, 10, 18, a., 28; ver también D3, 40.

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Se trata, pues, de un decreto que alienta, abre, anima a procesos de evaluación, revisión, reorganización en vistas a mejorar el servicio que la Compañía brinda al mundo y a la Iglesia. Para ello, la CG ha dejado en manos del General recién nombrado y de su Consejo el modo de concretar estas disposiciones. Esta confianza es uno de los valores del decreto. La pelota está ahora en la cancha del gobierno ordinario.

LAS CONFERENCIAS

Es el punto central del decreto. En última instancia, ha sido el tema que motivó la reflexión de la Compañía sobre el gobierno en los últimos años.

Como ya vimos, no es un tema nuevo. La CG 31 había apuntado a la necesidad de una mayor cooperación interprovincial entre provincias vecinas «de modo que se llegue a una concreta, bien adaptada y eficaz cooperación regional, de la cual se puedan definir leyes más aptas». Anima a que se tengan «Juntas de Provinciales» que fomenten la comprensión mutua y la atención a los problemas comunes. Esta Congregación no concede ninguna autoridad jurídica a estas «Juntas» cuyas decisiones sólo tendrán valor por la autoridad de cada provincial23

Las Congregaciones 32 y 33 alientan la cooperación interprovincial pero no se refieren directamente a las conferencias. La CG 34 le dedica, en cambio, un amplio espacio en el decreto 21 sobre la cooperación internacional y supranacional24. El decreto las confirma y reconoce como estructura adecuada para la colaboración inter provincial, define sus objetivos, habla de su variedad y se centra en el rol del Moderador y su autoridad. Avanzando respecto a la CG 31, la CG 34 señala que

Los Superiores Mayores son solidariamente responsables de la puesta en práctica de las decisiones tomadas y que la autoridad y responsabilidad respectivas del Moderador y de los Superiores Mayores y el procedi-

23 CG 31, D48, 7-8. 24 Cfr. CG 34, D21, 16-27.

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Decreto 5: una primera aproximación

miento para llegar a la toma de decisiones deberán ser especificados en Estatutos aprobados por el P. General25

Se pasa así de «ninguna autoridad» (CG 31) a la «autoridad necesaria» especificada en los Estatutos (CG 34).

La alocución del P. Kolvenbach a la Congregación de Procuradores y la reunión de Loyola 2005 permitieron constatar, sin embargo, que las aguas estaban movidas. Se discutía, entre otros puntos, el ámbito de jurisdicción de estas Conferencias, el modo de tomar las decisiones, su lugar en el esquema de gobierno de la Compañía, la relación del Moderador con los Provinciales y con los Asistentes Regionales. El debate derivó en una recomendación al P. General solicitándole «la formación de una comisión que estudie los asuntos relacionados con las nuevas estructuras de gobierno de la Compañía» en vistas a la próxima Congregación General. Mientras tanto, en algunas áreas de la Compañía, el desconocimiento y la desinformación ha provocado en muchas ocasiones desconcierto, críticas sobre su valor y necesidad y propuestas concretas para suprimirlas o reducir su alcance al estilo de las «juntas de provinciales» de la CG 31.

En ese contexto, la CG 35 ofrece clarificación y definiciones. Apoya decididamente las conferencias como una «iniciativa significativa en la estructura de gobierno de la Compañía». Aclara que son «estructuras orientadas a la misión y no meros instrumentos de coordinación inter-provincial» asignándole la tarea de la planificación apostólica inter-provincial. Como lo había propuesto la relatio praevia, define que son seis y que no deben cerrarse en sí mismas sino promover «el sentido de misión universal»26

Su ámbito de jurisdicción son aquellas áreas (obras apostólicas, regiones geográficas, redes o equipos interprovinciales, casas de formación, etc) que han sido definidas como comunes por cada conferencia, ofreciendo a los provinciales la posibilidad de cuidar la misión de la Compañía más allá de los propios límites provinciales. Las conferencias, por tanto, no disminuyen sino refuerzan el gobierno de los provinciales sin

25 CG 34, D21, 22.

26 CG 35 D5, 17.18

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crear un nuevo nivel de gobierno27 al hacerlos corresponsables en la orientación de los asuntos interprovinciales.

El presidente es nombrado por el P. General y representa a la conferencia contando con la autoridad que requiere para cumplir las responsabilidades que sus compañeros le confían. Tiene, para ello, facultades de Superior Mayor (cfr nº 19). Como hemos visto ya, la CG cuida salvaguardar la unidad de gobierno, basada en la cuenta de conciencia, al nivel de la conferencia28. Por ello, el presidente sólo «toma la cuenta de conciencia de los jesuitas destinados de forma estable a las casas y obras comunes» y se responsabiliza de su formación permanente y del cuidado de su salud29. Es interesante notar que la CG 35 modifica expresamente la anterior a fin de respaldar la autoridad del presidente en el destino de personas a las obras comunes: en igualdad de condiciones -dice- éstas tienen prioridad sobre las necesidades de las provincias individuales30

Otro punto discutido se refería a los modos y procesos de deliberación en las Conferencias de Superiores Mayores (¿consenso?, ¿«discernimiento consensuado»?, ¿Decisión del Presidente luego de las consultas necesarias?). La CG 35 expresa que «en el área de su competencia», el presidente está dotado de «autoridad decisoria» y tomará decisiones luego de haber consultado y atendido a los miembros de la conferencia. Sin embargo, esta autoridad decisoria reclama la «autoridad moral» que se expresa en la consecución de objetivos comunes mediante la búsqueda permanente de «consenso discernido»31. De ese modo, la CG 35 ha despejado un modo de proceder que olía a capitular al tiempo que anima a un gobierno participativo y compartido bajo la autoridad moral del presidente.

27 Cfr. CG 35 D5, 18b.

28 Ibíd., D5, 19.20.

29 CG 35 D5, 21.

30 Cfr. CG 35 D5, 20a.1. La CG 34 había señalado: «cuando el Moderador pide a un determinado Superior Mayor una persona concreta, éste habrá de dar a esta petición, al menos, igual prioridad que a las necesidades de la propia Provincia o Región» (D21, 24).

31 Cfr. CG 35 D5, 20b.

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Decreto 5: una primera aproximación

Las conferencias suponen, en realidad, un modo diferente de ejercicio del gobierno en la Compañía, plenamente compatible con su tradición y adaptado a la «aldea global» que habitamos. Como dice el decreto, su misma existencia «implica que los Provinciales y Superiores Regionales están sujetos a una manera nueva de interconexión e interdependencia y que están orientados a la colaboración»32. Por este motivo, los provinciales son co-provinciales, como le gustaba decir al P. Kolvenbach. Las Conferencias son el espacio de esa colaboración en vistas a la misión.

El decreto 5 ayudará, qué duda cabe, a avanzar a la Compañía en el camino que el Espíritu le ha mostrado en esta Congregación: crecer como cuerpo apostólico en uno de los aspectos más propios del carisma, la dimensión universal de la misión. Se trata de un «camino espiritual»33 , apenas iniciado en la Congregación, al que todos los jesuitas estamos convocados. Ése es el llamado del Señor en la hora actual.

32 CG 35 D5, 20c.1

33 A. NICOLÁS, Carta a la Compañía promulgando los decretos (2008/11) del 30/05/08.

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Una mirada al decreto 6° de la CG 35

Sol Beatriz Bedoya*

H Unidos en el corazón de la construcción del Reino.

No tengo miedo al mundo nuevo que surge. Temo más bien que los jesuitas tengan poco o nada que ofrecer a este mundo, poco que decir o hacer, que pueda justificar nuestra existencia como jesuitas. Me espanta que podamos dar respuestas de ayer a los problemas de mañana. No pretendemos defender nuestras equivocaciones; pero tampoco queremos cometer la mayor de todas: la de esperar con los brazos cruzados y no hacer nada por miedo a equivocarnos1

INTRODUCCIÓN

oy más que nunca, en un mundo afectado profundamente por las crisis económicas, sociales, políticas y religiosas, tenemos un gran reto, difícil más no imposible: empuñar la bandera de Jesucristo en la defensa de los valores del Reino, unidos laicos, laicas, sacerdotes diocesanos, religiosos, religiosas, agnósticos, personas de otras religiones, en fin «colaboradores» que con una visión renovada desde el discernimiento, inspirados por el Espíritu, podamos enfrentar estas situacio-

* Licenciada en Enfermería de la Universidad de Antioquia. Estudios de Sociología en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Actualmente Coordinadora del Programa de Formación y Acción Social (FAS) del Colegio San Ignacio en Medellín. Integrante del Equipo de Acompañantes de los EEA coordinados por el P. Julio Jiménez, S.J. 1 Carta a jesuitas de Latinoamérica. P. Pedro Arrupe, S.J.

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Unidos en el corazón de la construcción del Reino. Una mirada al decreto 6 de la CG35

nes atendiendo el llamado del P. Pedro Arrupe con respuestas nuevas y «sin miedo a equivocarnos».

En los últimos cuarenta años, con el impulso del Concilio Vaticano II, se le ha dado especial importancia al ministerio de los laicos en la iglesia. La Compañía de Jesús ha estado también en ésta dinámica: En la Congregación General (CG) 31 realizada en 1966, en su decreto 33 «La compañía y el laicado», ya se había tomado conciencia sobre el hecho y el significado de la colaboración con los laicos y aunque la CG 32 no menciona explícitamente a estos, la CG 33, en el año 1983, en su principal decreto «Compañeros de Jesús», enfatiza la necesidad de «desarrollar una relación más estrecha con los laicos, fomentando y respetando su propia vocación, para que asuman plenamente su responsabilidad en la Iglesia y en el mundo»2. Luego la CG 34 es mucho más definida y decisiva, y en el decreto, titulado «Colaboración con los laicos en la misión», comienza con esta afirmación: «la Iglesia del siguiente milenio será la Iglesia del laicado»3 y termina diciendo:

La colaboración con el laicado es a la vez un elemento constitutivo de nuestro modo de proceder y una gracia que pide una renovación personal, comunitaria e institucional. Nos invita al servicio del ministerio de los laicos, a compartir con ellos la misión, a crear formas de cooperación4

La CG 35 confirma esa realidad, reconociendo la importancia y la expansión de esa colaboración, en su decreto «Colaboración en el corazón de la misión»5

Al intentar abordar este decreto, sentí la necesidad de leer todo el texto de la CG 35 pues creo que la visión general de todos los decretos me permiten contextualizarlo y comprenderlo mejor. Todos los decretos de la CG 35 con sus respectivos títulos me impactan pero me llaman particularmente la atención, los decretos 1°: «Con renovado impulso y fervor», 2° «Un fuego que enciende otros fuegos» y el 6°, en mención. Me transmi-

2 Cfr. CG 33, D1, 47.

3 CG 34, D13, 1.

4 Ibíd., D13, 26.

5 CG 35, D6.

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Sol Beatriz Bedoya

ten, con calidez, un dinamismo inspirado en las mismas fuentes que mueve a una acción renovada y renovadora de acuerdo a nuestros tiempos.

En el desarrollo de este tema, iniciaré enunciando una visión general de la estructura de este decreto, para quienes no lo han leído. Luego algunas apreciaciones de los puntos que presenta en común con el decreto 13 de la CG 34 y los avances y retrocesos que puedo observar. Al final propongo algunas reflexiones a manera de conclusión.

CG 35. DECRETO 6 — COLABORACIÓN EN EL CORAZÓN DE LA MISIÓN

Es un decreto breve que se divide en dos partes y una conclusión. La primera parte, «Animando el dinamismo iniciado por la CG 34», recoge y refuerza el decreto 13 de esta Congregación, desde su inspiración conciliar y dando cuenta, en el contexto de la parábola de la semilla, de la cosecha producida por las «semillas que fueron sembradas en el espíritu de la Congregación General 34»6. Reconoce, en actitud agradecida, el trabajo comprometido de personas católicas y de otras tradiciones religiosas y culturales que comparten el sentido de la misión jesuita. Finaliza dando cuenta de los desafíos y respuestas desde la CG 34 y expone las dificultades que se presentaron en algunas regiones y que generaron dudas y resistencias para tener un compromiso total con la llamada a la colaboración; a su vez en otras regiones, la respuesta fue creativa a los desafíos: El desarrollo de programas de formación ignaciana, mayor difusión de los Ejercicios Espirituales, mayor número de obras jesuitas dirigidas por laicos comprometidos, religiosos o sacerdotes diocesanos. Resalta el incremento de la conciencia de los miembros de la Compañía con respecto a la responsabilidad compartida con otros en la misión

… Más aún, la Compañía se ha enriquecido a través del encuentro con comunidades de diálogo y de cooperación… La gracia de estos años se refleja en una más extensa y profunda colaboración apostólica, que nos pone a todos -a los jesuitas y a los otros- con el Hijo7 .

6 Cfr. CG 34, D6, 2.

7 CG 35, D6, 5.

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La segunda parte, «Orientaciones para llevar adelante la colaboración», constituye la parte central y la aborda a partir de tres preguntas:

a)¿Qué hace que una obra sea jesuita, y cómo puede ser sostenida por un liderazgo no jesuita? La respuesta a esta pregunta enfatiza la centralidad de los Ejercicios Espirituales en una obra que se quiera llamar ignaciana y que además actúe con las características propias del carisma ignaciano, «cuando intencionalmente busque a Dios en todas las cosas; cuando practique el discernimiento ignaciano; cuando se acerque a la realidad a través de un cuidadoso análisis del contexto, en diálogo con la experiencia, evaluado a través de reflexión, orientado a la acción, y abierto siempre a la evaluación»8 . A partir de aquí quiere dar claridad acerca de la diferencia entre las obras que tienen identidad ignaciana y las obras jesuíticas, especificando que una obra ignaciana puede funcionar independientemente de la Compañía de Jesús y se define como una obra jesuítica cuando tiene una relación directa con la Compañía.

Encuentro muy valiosa esta precisión, por la independencia que confiere a obras con inspiración ignaciana, por la responsabilidad de los colaboradores que ejercen el liderazgo en obras jesuíticas de comprometerse con la misión concreta en dicha obra y por la invitación al acompañamiento de los Superiores Mayores a quienes estén en cargos directivos.

b)¿Cuáles son los elementos de formación necesarios para jesuitas y otros a fin de asegurar el crecimiento en el espíritu y en la práctica de nuestra misión? Nuevamente acentúa la importancia de los Ejercicios Espirituales como elemento de formación que une a jesuitas y a laicos en una misma dirección preparándolos para la colaboración. También anota las implicaciones que tiene la formación, en sus contenidos y metodologías, como desafío a los formadores.

Resalto en este punto la visión de una formación que va más allá de las competencias profesionales y que incluye la formación en

8 Ibíd., D6, 9.

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la vida interior. Además el llamado a brindar una formación especial a los laicos que están en cargos directivos, especialmente el incorporar el discernimiento apostólico en la toma de decisiones.

c)¿Qué vínculos pueden unirnos como colaboradores en la misión que buscamos servir juntos, con afecto profundo, a la misión encomendada a la Compañía? Al desarrollar esta pregunta, se tiene en cuenta que la Compañía como un cuerpo internacional puede aprovechar los instrumentos de comunicación y la búsqueda de «sinergias al servicio de una misión más universal»9. Refuerza la invitación de la CG 34 a conformar una «red apostólica ignaciana» y a apoyar las «asociaciones autónomas»10 con las que se comparte espiritualidad y misión, como las CVX, el Apostolado de la Oración, las diferentes organizaciones de voluntariado jesuita, ASIA, entre otras. Considera que la modalidad de colaboración de los laicos asociados presentada en la CG 34 no debe continuarse debido a malos entendidos respecto a las expectativas mutuas, a que pocos laicos accedieron a este vínculo y a que algunos «colaboradores que sin tener tal relación se han preguntado si acaso su forma de colaboración era de menor valor que la de aquellos con el "vínculo personal más estrecho"»11. Invita a quienes desean tener «un vínculo más estrecho lo realicen a través de la experiencia de los Ejercicios Espirituales»12 .

Más adelante, en la conclusión, me detendré un poco más en este punto.

Cada una de las preguntas va acompañada de unos párrafos orientadores y concluye con recomendaciones prácticas dirigidas a los diferentes niveles de organización en cada provincia.

La conclusión del Decreto es muy clara, partiendo del modo de proceder del maestro Ignacio que conecta con el modo de proceder jesuita de acuerdo a las necesidades de hoy:

9 Ibíd., D6, 22.

10 CG 34, D13, 21.

11 CG 35, D6, 26.

12 Cfr. CG 35, D6, 24.

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… San Ignacio… buscó colaboradores y con ellos estableció organizaciones y redes para continuar estos y muchos otros servicios. Para responder hoy a las acuciantes necesidades de nuestro complejo y frágil mundo, necesitamos sin duda muchas manos. La colaboración en la misión es nuestra respuesta a esta situación… es una gracia que se nos regala en este momento en perfecta coherencia con nuestro modo jesuita de proceder13

ALGUNAS COINCIDENCIAS, DIFERENCIAS, AVANCES Y RETROCESOS

En el contexto general de la CG 35 hay algunos aspectos que afectan directa o indirectamente la relación que establece la Compañía de Jesús con sus colaboradores:

 La invitación a un modo renovado de vivir la eclesialidad desde la inspiración del maestro Ignacio de «sentir con la iglesia».

 El redescubrimiento y refuerzo de la dimensión universal de la Compañía.

 La resignificación de la centralidad de la misión.

 El llamado especial a atender a las viejas y nuevas fronteras en nuestro mundo globalizado.

 Reafirmar la opción de colaboración con los laicos prescindiendo de la figura de la vinculación jurídica.

El decreto 6 de la CG 35 le da continuidad al decreto 13 de la CG 34, se remite a ella en varios momentos y claramente se coloca en el espíritu que lo anima. Es evidente que la CG 35 continúa dando relevancia a la colaboración, con entusiasmo y energía, como tema que le interesa y le preocupa a la Compañía y lo expresa claramente cuando habla de la renovación de «nuestro compromiso para la colaboración apostólica y para compartir en profundidad el trabajo en favor de la vida de la Iglesia y de la transformación del mundo»14

13 CG 35, D6, Conclusión.

14 Ibíd., D6, 2.

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Es claro que en los últimos cuarenta años, la colaboración en la misión es una dimensión esencial en el modo de proceder jesuita. Además la puesta en práctica de los lineamientos generados hace trece años, en la anterior Congregación, ha dado cuenta de la riqueza de la colaboración no sólo con los laicos sino también con sacerdotes, religiosos, religiosas y personas de otras religiones, tal como lo testifica el mismo decreto

Hemos sido enriquecidos no sólo por personas que comparten nuestra misma fe, sino también por personas de otras tradiciones religiosas y por mujeres y hombres de buena voluntad de todas las naciones y culturas con quienes luchamos buscando un mundo más justo. Rica es la cosecha. En muchos países, obras jesuitas importantes dependen ampliamente de la colaboración generosa, leal y competente de mujeres y hombres de diversas convicciones religiosas y humanistas. Cuando el Santo Padre confirma nuestro ministerio y vocación y nos dice «la Iglesia os necesita», debemos responder mirando a nuestros colaboradores en la misión y decir, con gratitud y profundo afecto, que la vocación que hemos recibido es una vocación conjuntamente compartida con ellos15 .

Considero que es un avance la nominación de colaboradores a las personas que deseamos vivir nuestra fe a la luz de la espiritualidad ignaciana, es ir más allá de la denominación de laicos que sólo abarca parcialmente la diversidad de personas que queremos trabajar hombro a hombro con los jesuitas.

En el decreto se enfatizan especialmente estas ideas:

 La necesidad de clarificar cuáles son las características de una obra jesuita y así evitar las ambigüedades en la forma de colaboración.

 La precisión de los elementos necesarios en la formación de jesuitas y colaboradores para fortalecer el caminar juntos en la Misión.

 El fortalecimiento de las redes apostólicas ignacianas como mecanismo práctico para hacer efectivo el servicio a la misión y la colaboración mutua.

15 Ibíd., D6, 3.

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Unidos en el corazón de la construcción del Reino. Una mirada al decreto 6 de la CG35

 La finalización de la figura de «laicos vinculados» que se había propuesto en la anterior Congregación General a modo de experimento.

En estos aspectos creo que es un avance la precisión que se establece acerca de las obras ignacianas y jesuitas pues esto nos permite a los colaboradores actuar con mayor claridad.

Y en el último punto, referente a la finalización de la figura de «laicos vinculados», considero que hay un retroceso. Me parece que los argumentos para tal decisión no son claros y creo que tal vez faltó implementar unos mecanismos más viables o un replanteamiento de la vinculación.

ALGUNAS REFLEXIONES A MANERA DE CONCLUSIÓN: RETOS Y PREGUNTAS

Encuentro especialmente destacable el título del decreto pues ya no enuncia solamente la colaboración en general sino «en el Corazón de la misión». Interpretando la metáfora, es una cuestión «visceral» proveniente de lo más esencial del funcionamiento del ser humano que sostiene la vida, la renueva a cada instante y el cesar de su función conduce a la muerte. Para mí esto implica un llamado a conocer y a vivir la espiritualidad ignaciana a fondo, a construir juntos un sueño desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales que me lanza, en el seguimiento de Jesús, a buscar la justicia con una vivencia profunda de mi fe.

Una misión expresa la centralidad de una institución y pone de manifiesto su sueño más profundo. Colaborar en la realización de ese sueño compartido requiere una unidad en la identidad, que precisamente se adquiere a partir de la experiencia de los EjerciciosEspirituales y esa misión puede, no sólo ser posible sino enriquecida por la visión que proporcionan las diferentes opciones vocacionales.

Acudiendo a mi propia experiencia, he tenido la dicha de trabajar en obras apostólicas jesuitas disfrutando de la riqueza que proporciona el trabajo conjunto de laicos y jesuitas.

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Luego de vivir la experiencia de los Ejercicios Espirituales Acompañados y sentir el llamado a acompañar procesos espirituales, he tenido la oportunidad, desde 1998, de participar en los Ejercicios Espirituales como acompañante, conformando equipos en donde jesuitas, laicas, laicos, sacerdotes diocesanos y religiosas trabajamos juntos en armonía, unidos precisamente por la vivencia de la espiritualidad ignaciana. Cada uno entregándose plenamente desde su propia opción vocacional, desde sus fortalezas, desde sus saberes para ser los mejores instrumentos en el encuentro del Creador con sus creaturas. Es una vivencia en donde experimentamos lo que es ser compañeros y amigos en el Señor.

Las motivaciones que tenemos los laicos y laicas para trabajar por la fe y la justicia, inspirados en la espiritualidad ignaciana nacen de la misma experiencia de los Ejercicios Espirituales

Al asumir esta delicada tarea de acompañar a personas que quieren realizar sus Ejercicios Espirituales, he sentido una inmensa confianza y apoyo. En la misión que ahora realizo como Coordinadora de Pastoral de la sección Infantil del Colegio San Ignacio; también he sentido que hay un voto de gran confianza en el ejercicio del liderazgo espiritual en la comunidad educativa.

Las motivaciones que tenemos los laicos y laicas para trabajar por la fe y la justicia, inspirados en la espiritualidad ignaciana, nacen de la misma experiencia de los Ejercicios Espirituales, que nos envía a comunicar el gozo de la presencia del Resucitado en nuestro interior y a trabajar en la construcción del Reino. Esta fuerza, no necesita en su esencia, de un vínculo jurídico, pero al desistir de él y no plantear otras alternativas de vinculación formal o quizás otras herramientas para hacerlo viable obstruye, en muchas ocasiones, el camino para fortalecer el espíritu de la «Colaboración en el corazón de la misión». Los nexos y vinculación de las personas que se forman en la espiritualidad ignaciana quedan reducidos en muchos de los casos a lo laboral con la fragilidad que conlleva este tipo de vínculo.

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Unidos en el corazón de la construcción del Reino. Una mirada al decreto 6 de la CG35

Creo que una vinculación más formal garantiza la continuidad de los colaboradores, especialmente laicos y laicas, que han asumido con mayor decisión y de una manera consciente la vivencia de su compromiso cristiano al estilo de Ignacio de Loyola, enriqueciendo el trabajo apostólico con los carismas propios de cada identidad, desde la opción vocacional de jesuitas y laicos.

Es indudable que necesitamos ser formados permanentemente desde lo espiritual, en los Ejercicios Espirituales y también desde lo cognitivo para darle piso a nuestra experiencia y para ser portadores responsables y creíbles del mensaje del evangelio. En la necesidad de ser un instrumento cualificado, he tenido la maravillosa oportunidad de acceder a una formación permanente ofrecida en diferentes espacios de las obras jesuitas.

No obstante, percibo que aún falta mucho por crecer en la convicción de la importancia de la colaboración. Se ha escrito mucho sobre la iglesia del laicado pero llevar esta idea a la realidad aún está muy lejano debido a los prejuicios y a los conceptos de muchos siglos en la tradición de la iglesia que pesan también en nosotros los laicos, opacando nuestra responsabilidad y liderazgo. Existen temores, quizás nacidos del modelo de iglesia que ha operado a través de muchos siglos, en donde la vida clerical y consagrada era considerada como el modelo de mayor perfección y el laico como ciudadano de segunda categoría. Aún tenemos que crecer en la creencia de que todos los seres humanos pertenecemos a una misma comunidad eclesial por la dignidad de ser hijos e hijas de Dios y de esta manera asumir con seriedad y responsabilidad nuestros compromisos apostólicos.

Se ha desaprovechado en la Provincia colombiana la motivación de muchas personas por conformar Comunidades de Vida Cristiana (CVX) que en el sector de los profesionales se han sostenido y en los últimos años han ido creciendo en el sector universitario. Las CVX serían el espacio natural, privilegiado para promover la formación en la colaboración en la misión. El P. Adolfo Nicolás en su ponencia dirigida a la Asamblea General de la CVX 2008, al referirse al trabajo conjunto en la formación en profundidad dice: «Espero realmente que podamos trabajar juntos en esta importante prioridad y que vosotros, como miembros de la CVX nos ayu-

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déis a los jesuitas a profundizar en la misma espiritualidad»16. Tampoco se han constituido en un espacio para fortalecer la vivencia de la espiritualidad ignaciana en los laicos en las obras apostólicas de la Provincia.

La propuesta de las redes apostólicas ignacianas es una buena alternativa. Pero, ¿Existen esas redes en Colombia? Es una figura desconocida para nosotros. En el decreto realmente no se dan muchas luces para impulsarla, pero se constituye en un reto el darle vida y hacerla práctica. En el caso de nuestro país sería importante conocer esta experiencia en otras provincias, especialmente si existen en Latinoamérica.

Nuestras

búsquedas de sentido nos han permitido encontrarnos con el legado de Ignacio de Loyola que nos brinda un modo de proceder que puede ser asumido por jesuitas y laicos

Quedan muchas preguntas en el camino de la cualificación de nuestro caminar juntos, ¿Realmente creemos en la colaboración mutua, viviendo nuestro trabajo apostólico desde una relación de reciprocidad como amigos en el Señor? ¿Practicamos el discernimiento comunitario para dejarnos conducir por el Espíritu desde los diferentes roles que asumimos los colaboradores en las diferentes obras de la Compañía? ¿Nos motivamos unos a otros a nutrir el encuentro personal con Dios en los Ejercicios Espirituales, en la oración, en la vivencia plena de los sacramentos?

La esperanza es grande, el camino nos presenta retos nuevos para ampliar los horizontes. Nuestras búsquedas de sentido nos han permitido encontrarnos con el legado de Ignacio de Loyola que nos brinda un modo de proceder que puede ser asumido por jesuitas y laicos. Inspirados por el Espíritu, dejémonos conducir por Él, en una colaboración dinámica y flexible para el fortalecimiento de una «comunidad misionera» forjadora

16 Notas para una Comunidad Profética Laical guiada por el Espíritu, Fátima 17 de Agosto 2008.

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de los valores del Reino en contrapropuesta a una sociedad inequitativa e injusta en donde se pisotea la dignidad que es inherente a todos la seres, hijos e hijas de Dios, que habitan este planeta.

Finalizo con las palabras del P. Adolfo Nicolás en la ponencia a la Asamblea de las CVX, ya mencionada en donde valida la experiencia de los Ejercicios Espirituales como herramienta por excelencia para ejercitarnos a unos y otros en la vivencia de nuestro caminar en el Espíritu

Todo el proceso de los Ejercicios prepara a la persona (al alma, diría él) a acercarse a Jesús e imitarle.

-Nos prepara para VER como decíamos que ven los profetas.

-Nos prepara para OÍR lo que el Señor oye decir a los pobres y los que sufren.

-Nos lleva a SENTIR lo que Cristo y Dios sienten de la realidad, del bien y del mal.

-Nos enseña cómo DISCERNIR en medio de sentimientos tan intensos con respecto a la realidad humana e histórica.

- Nos ayuda en las DECISIONES sobre cómo responder y contribuir a la realidad de que formamos parte.

-Nos mueve a ACTUAR según nos haya movido el Espíritu.

-Y abre nuestras bocas para que podamos EXPRESAR lo que pasa, decirle lo que hemos hecho y enseñado, y hablar a la gente de la dulzura y bondad del Señor17 . 17 Ibídem

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Colección Apuntes Ignacianos

Colección

Apuntes Ignacianos

Temas

Directorio de Ejercicios para América Latina (agotado)

Guías para Ejercicios en la vida corriente I (agotado)

Guías para Ejercicios en la vida corriente II (agotado)

Los Ejercicios: «...redescubrir su dinamismo en función de nuestro tiempo...»

Ignacio de Loyola, peregrino en la Iglesia (Un itinerario de comunión eclesial).

Formación: Propuesta desde América Latina.

Después de Santo Domingo: Una espiritualidad renovada.

Del deseo a la realidad: el Beato Pedro Fabro. Instantes de Reflexión.

Contribuciones y propuestas al Sínodo sobre la vida consagrada.

La vida consagrada y su función en la Iglesia y en el mundo.

Ejercicios Espirituales para creyentes adultos. (agotado)

Congregación General N° 34. Nuestra Misión y la Justicia.

Nuestra Misión y la Cultura. Colaboración con los Laicos en la Misión. «Ofrece el perdón, recibe la paz» (agotado)

Nuestra vida comunitaria hoy (agotado) Peregrinos con Ignacio. (agotado)

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Temas

El Superior Local (agotado) Movidos por el Espíritu.

En busca de «Eldorado» apostólico. Pedro Fabro: de discípulo a maestro. Buscar lo que más conduce...

Afectividad, comunidad, comunión. A la mayor gloria de la Trinidad (agotado) Conflicto y reconciliación cristiana.

«Buscar y hallar a Dios en todas las cosas» Ignacio de Loyola y la vocación laical. Discernimiento comunitario y varia.

I Simposio sobre EE: Distintos enfoques de una experiencia. (agotado) «...para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz» La vida en el espíritu en un mundo diverso.

II Simposio sobre EE: La preparación de la persona para losEE.

Conferencias CIRE 2002: Orar en tiempos difíciles. 30 Años abriendo Espacios para el Espíritu.

III Simposio sobre EE: El Acompañamiento en los EE. Conferencias CIRE 2003: Los Sacramentos, fuente de vida. Jesuitas ayer y hoy: 400 años en Colombia.

IV Simposio sobre EE: El "Principio y Fundamento" como horizonte y utopía. Aportes para crecer viviendo juntos. Conferencias CIRE 2004.

Reflexiones para sentir y gustar... Índices 2000 a 2005.

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Colección Apuntes Ignacianos 101

Temas

V Simposio sobre EE: El Problema del mal en la Primera Semana.

Aprendizajes Vitales. Conferencias CIRE 2005. Camino, Misión y Espíritu.

VI Simposio sobre EE: Del rey temporal al Rey Eternal: peregrinación de Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Pedro Fabro.

Contemplativos en la Acción. Aportes de la espiritualidad a la Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús.

VII Simposio sobre EE: Encarnación, nacimiento y vida oculta: Contemplar al Dios que se hace historia. La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil

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Colección Apuntes Ignacianos

Congregación General XXXV: Peregrinando más adelante

Llamados a la fidelidad, al carisma y a la Iglesia3 Jaime Emilio González Magaña, S.J.

Decreto 1 «Con renovado impulso y fervor»26 Alberto Gutiérrez Jaramillo, S.J.

Decreto 2 «Ite. Inflammate omnia» Un fuego que enciende otros fuegos. Redescubrir nuestro carisma 34 Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Decreto 3 «Desafíos para nuestra misión hoy». Misión, identidad y desafío de la Compañía de Jesús en el siglo XXI 45 Arturo Marcelino Sosa Abascal, S.J.

Decreto 4 «La obediencia en la vida de la Compañía de Jesús» 69 Álvaro Restrepo Lince, S.J.

Decreto 5 «Gobierno al servicio de la misión universal» Una primera aproximación 73 Ernesto Cavassa Canessa, S.J.

Decreto 6 «La colaboración en el corazón de la misión» Unidos en el corazón de la construcción del Reino88 Sol Beatriz Bedoya

Colección Apuntes Ignacianos

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