

APUNTES IGNACIANOS
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Apuntes Ignacianos
Número 60 Año 20
Septiembre-Diciembre 2010
Huellas ignacianas: Caminando bajo la guía de los Ejercicios Espirituales
CENTRO IGNACIANO DE REFLEXION Y EJERCICIOS - CIRE
Espacios para el Espíritu Carrera 10 Nº 65-48. Tel. 640 50 11
Bogotá - Colombia

Presentación
Quien ha tenido la experiencia de hacer y acompañar los Ejercicios de San Ignacio, sabe de la importancia de la fidelidad a los mismos, pero también de las dificultades específicas que supone darlos y hacerlos como es debido. La verdadera dificultad está en poder entender a fondo el propósito del Maestro Ignacio que mejor dispone a recibir la gracia que Dios ofrece en el proceso espiritual. Un proceso que puede falsearse en tantas direcciones cuantos enfoques puedan aparecer en la experiencia y que dejan al ejercitante sin los avances que se esperan.
Este número de Apuntes Ignacianos pretende ofrecer algunos comentarios que examinan aspectos claves de los Ejercicios.
El primer artículo nos introduce en el tema de la práctica de los Ejercicios en tiempos de Ignacio de Loyola y sus primeros compañeros. Este recorrido histórico que nos ofrece Jaime González, S.J., recupera las bases para pensar hoy en los candidatos a los Ejercicios, la persona que los da, las modalidades de los mismos.
Los auténticos Ejercicios no son un repertorio de meditaciones que cualquier persona de buena voluntad puede hacer. Un enfoque existencial de lo que San Ignacio busca en un ejercitante por medio de los Ejercicios, nos lo presenta Gustavo Baena, S.J., un acontecer de Dios creador según su voluntad y con dimensiones comunitarias. Enriquece su reflexión con una lectura de la Contemplación para alcanzar amor y
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Presentación
con una visión autobiográfica de «Ejercicios y la comunidad de Ignacio», como él mismo la nombra.
La reflexión de Javier Melloni, S.J., publicada en la revista Manresa 76 (2004), entra de lleno en la temática de la mística de los Ejercicios como capacidad de poder integrar en una unidad indivisible lo que somos: presencia crística, conciencia humana y realidad del mundo y que muchas veces se vive escindidamente, integración propuesta en dos tiempos: uno de personificación y otro de transpersonalización o diafanía de Dios.
La aplicación de los Ejercicios tiene sus modalidades según los tipos de personas que siguen prevaleciendo hoy. Pero quizá la que puede tener más dificultades es la de los Ejercicios leves. Con una orientación pastoral, Luis Raúl Cruz, S.J. nos puede dar respuesta a las preguntas sobre la aplicación ignaciana de los Ejercicios de la Anotación 18.
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Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder
Los Ejercicios,
un tesoro que no podemos falsificar ni perder
LJaime Emilio González Magaña, S Jaime Emilio González Magaña, S Jaime Emilio González Magaña, S Jaime Emilio González Magaña, S Magaña, . J .
a práctica de los Ejercicios Espirituales presenta una doble problemática: por una parte nos encontramos ante la falta de preparación del sujeto que los hace. Más aún, en ocasiones, los Ejercicios fracasan porque quienes los hacen no tienen sujeto, en términos propiamente ignacianos. Por otro lado, es común encontrar que quien da el modo y orden de los Ejercicios tiene una deficiente o nula preparación para acompañar correctamente según el método ignaciano. Aun cuando sea difícil reconocerlo, no hemos superado la situación que con lucidez profética presentaba el Padre Pedro Arrupe, S. I., entonces Prepósito General de la Compañía de Jesús cuando afirmaba:
Si aquellos que vienen a nosotros no están preparados para hacer los Ejercicios como se debe, mejor es tratar de prepararlos por otros medios o procedimientos (conferencias, grupos de estudio, oración en común, cursillos, etc.). Pero no deben llamarse Ejercicios de san Ignacio otras actividades o reuniones espirituales, apostólicas, de estudio, etc., que no cumplan con lo requerido por ellos. Por otro lado, la experiencia muestra aun hoy -y podría citar muchísimos ejemplos- que aunque parezca a
* Doctor en Teología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Director del Centro Interdisciplinario para la formación de formadores de sacerdotes. Profesor de Espiritualidad ignaciana y Teología espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
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veces que convendría ‘suavizar’ o reducir los Ejercicios, cuando son hechos con toda seriedad los ejercitantes quedan muy contentos. No cedamos por tanto, fácilmente. Antes al contrario, veamos en esas dificultades más bien una llamada para renovar este apostolado volviendo a la idea de San Ignacio con todo lo que lleva consigo. Tenemos en los Ejercicios un tesoro que no podemos falsificar ni perder1.
Durante los últimos años, he constatado no con poca tristeza el bajo número de retiros que se llevan a cabo siguiendo el método ignaciano «exactamente y en retiro». Es más, la situación presenta dificultades mayores cuando muchos jóvenes quisieran ser acompañados en su búsqueda de Dios pero hay quienes afirman que ellos no son capaces de vivir la práctica ignaciana. Con frecuencia, hemos escuchado a muchos acompañantes de Ejercicios Espirituales que se manifiestan en el sentido de que no es posible dar el método ignaciano, estrictamente hablando, porque son reacios a vivir situaciones de cierta intensidad espiritual y es, asimismo, poco capaz de asumir compromisos responsables y de por vida. Algunos matizan la afirmación y opinan que es sumamente difícil practicar el retiro durante treinta días con el rigor y sistematización que exigen los Ejercicios completos. Otros más, opinan que sólo en casos muy especiales han podido llevar a cabo las exigencias planteadas por Ignacio para la experiencia espiritual en silencio y soledad. En síntesis, son pocos quienes han apostado por confiar en que, después de una preparación adecuada, es realmente posible dar los Ejercicios completos a jóvenes de diferentes edades. Después de varios años de investigación y, especialmente de práctica pastoral en el campo de los Ejercicios, he llegado a la convicción de que, después de una sólida preparación, los jóvenes que hacen los Ejercicios responden responsablemente a las exigencias y requisitos establecidos por Ignacio para el retiro de treinta días.
Las fuentes de nuestra espiritualidad podrían ayudarnos a encontrar una explicación histórica a este fenómeno si nos acercamos al modo como era la práctica de los Ejercicios Espirituales en tiempos de Ignacio de Loyola y los primeros compañeros. Sin embargo, si con los medios técnicos modernos resulta difícil penetrar a fondo las diversas experiencias que se han tenido últimamente en el campo de los jóvenes, lo es mucho
1 Pedro ARRUPE, 14 de Febrero de 1972.
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más conocer las que se tuvieron en los inicios de la práctica del ministerio de los Ejercicios Espirituales. No obstante, me parece que es de vital importancia comprender los criterios que siguieron Ignacio de Loyola y los primeros compañeros -bajo su guía- en la selección de candidatos y su acompañamiento en la búsqueda de su conversión a Dios y a los hermanos para poder ser fieles en el modo como llevamos a la práctica esta herencia tan nuestra que «no podemos falsificar ni perder». El P. Ignacio Iparraguirre reconocía este problema al afirmar que «encontramos muy poco roturado el campo» y añadía: «Todos los autores que han tratado de la historia de la Compañía antigua, han tocado el punto de los ejercicios, pero por lo desperdigados que se encontraban los datos en las fuentes y por falta de una monografía básica, se detienen muy poco en esta materia...»2.
En otras investigaciones he analizado los escritos, cartas, informes cuatrimestrales e instrucciones, tanto de Ignacio como de los primeros compañeros, los fundadores y los jesuitas de «primera generación»3 con la finalidad de encontrar alguna luz para mi propio ministerio. Para los efectos de este escrito, haré referencia únicamente a la experiencia de Ignacio de Loyola desde el inicio de su práctica pastoral en la Universidad de Alcalá de Henares, asumiendo que aun cuando no podemos afirmar a ciencia cierta, que lo que lo motivó a trasladarse a la ciudad de Alcalá fuera el trabajar con los jóvenes universitarios, es claro que el contacto que tuvo con los estudiantes complutenses influyó definitivamente en su trabajo posterior y en el tipo de ejercitantes que eligió, sobre todo, en su estancia en París. Tampoco podemos afirmar que fue sólo su interés por los estudios y las nuevas corrientes teológicas lo que determinó su elección para estudiar en la universidad de Cisneros pues sabemos que no fue su amor al estudio lo que ocupó la mayor parte de su tiempo. Lo que sí es un hecho es que fue en Alcalá de Henares donde comenzó a compartir de una manera regular los frutos de su proceso de conversión de Manresa. Aunque hay indicios que nos sugieren la posibilidad de que ya desde Barcelona se ocupara de buscar algunos compañe-
2 Ignacio IPARRAGUIRRE, Práctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola en Vida de su Autor (1522-1556), Biblioteca Instituti Historici S.I. Vol. III. Bilbao-Roma 1946, 45-47.
3 Cfr. JAIME EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA, «El ‘Taller de Conversión’ de los Ejercicios. Volumen II: Los Ejercicios: una oferta de Ignacio de Loyola para jóvenes, México 2002.
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ros, fue precisamente en Alcalá donde lo vemos acompañado por algunos jóvenes que en realidad fueron los primeros en vivir la experiencia de Ejercicios en alguna de sus modalidades, bajo la supervisión del entonces estudiante Iñigo López de Loyola.
No hay ninguna duda acerca de que los primeros compañeros de Ignacio en el mundo universitario fueron el vasco-sevillano Juan de Arteaga, el segoviano Lope de Cáceres, el portugués Calixto de Sá y más tarde, el francés Juan de Raynalde, llamado cariñosamente Juanico pues era el más joven4. Se trataba de unos mancebos estudiantes, perfectamente identificados como tales en los procesos seguidos en su contra por las autoridades eclesiásticas. El ambiente universitario, el tipo de estudiantes y sus ambiciones influyeron de tal forma en Ignacio que desde entonces analizó la conveniencia de buscar jóvenes idóneos y capaces para prepararlos a que dieran fruto en el trabajo por el Reino de Dios, aunque al mismo tiempo, asumió que no era nada fácil convocarlos e invitarlos a compartir su proyecto. Más tarde y como un reflejo más de la flexibilidad de Ignacio en relación a la realidad circundante y sus necesidades, el método seguido por él en los inicios del ministerio de Ejercicios fue cambiando según fueron modificándose sus objetivos, de acuerdo también a lo que la experiencia le iba aconsejando. Así pues, podemos distinguir tres etapas claves en esta transformación:
a) Su deseo de que mucha gente se convirtiera, por lo que se dedicó al pueblo sencillo, a las mujeres y estudiantes.
b) Una etapa matizada por la necesidad de encontrar sujetos capaces que desearan compartir su proyecto.
c) El tercero y último de estos estadios fue el que dedicó a la formación de los hombres más capaces para que retransmitieran su experiencia personal que consideraba del todo válida.
En esta tercera etapa, que podríamos llamarla de formación, Ignacio fue «director de directores» y coincidió con los últimos años de su vida ya como Prepósito General de la Compañía de Jesús. Se dedicó, además, a dar a conocer y comunicar la naturaleza de su misión y privilegió a eclesiásticos y personas influyentes en Roma.
4 Cfr. MHSI. MHSI. MI., FN, I, 438, 472-473 y FN I, 170-171.
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El deseo de mover a la conversión. Ejercicios a la gente sencilla, mujeres y estudiantes
En Barcelona, Manresa y Alcalá de Henares, Ignacio comenzó su ministerio fundamentalmente con la práctica de los Ejercicios leves, lo cual no significa «afirmar que no se diesen en España ejercicios completos»5. Suponemos que el primer grupo de compañeros ya había practicado algún tipo de Ejercicios, pues pronto vemos a Calixto ayudando en el ministerio, pero no podemos asegurar que hayan sido precisamente los completos. Sin importar los peligros por las sospechas de la Inquisición que los podía acusar de iluminados, Ignacio y sus jóvenes compañeros comenzaron a trabajar entre la gente sencilla, mujeres y estudiantes. Su forma de mezclarse con ellos no era precisamente ortodoxa pues sabemos que ni siquiera vestían como los estudiantes pobres de la universidad y que el hecho de que no fueran letrados, clérigos o eclesiásticos favorecía en la práctica que llamaran más la atención de sus oyentes. Desconocemos los métodos que seguían para convocar a los estudiantes pues parece que el grupo de los «ensayalados» no estudiaban como alumnos regulares en la universidad y eso obstaculizó un contacto cercano y natural con los jóvenes.
Iñigo trabajaba con estudiantes y jóvenes de una manera abierta. El hospitalero de Antezana así lo aseguraba al decir que:
A visto yr a muchas mugeres casadas y moças y estudiantes y onbres casados a hablar con el dicho Yñigo; y le entran a hablar a una camarita que tiene; e que no sabe lo que allí les habla. Y añadió un dato muy importante: las mujeres son jóvenes «de hedad de diez y siete años» y que van muchas cada día hasta poder contar diez o doce juntas, entre las que se cuenta una tal Beatríz Dávila, quien «antes que se casase fue muger del mundo»6.
Las conversaciones espirituales de Iñigo y sus compañeros eran sumamente sencillas y los jueces de la Inquisición confirmaron que no contenían nada en contra de la fe y la doctrina7. Ana de Benavente, jovenci-
5 Ignacio IPARRAGUIRRE. Op.cti., p. 2.
6 MHSI. MI., FD, 330.
7 MHSI. MI., FN, I, 444.
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ta de dieciséis años, declaró que Iñigo le había enseñado los artículos de la fe, los pecados mortales, los cinco sentidos y las tres potencias del ánima y «otras cosas buenas de servicio de Dios, e les dise cosas de los evangelios, unas veces estando juntas otras mugeres, e otras estando ésta sola»8. Leonor, hija de Ana de Mena, mujer de Andrés Lópes, otra joven que a la sazón tenía dieciséis años, y que también era su discípula, compareció ante el vicario para responder a su interrogatorio y coincidió con su joven compañera al afirmar que Iñigo le había enseñado «los mandamientos de la Yglesia e los cinco sentidos e otras cosas de servicio de Dios... con otras mugeres, que les hablava todas juntas»9.
Las autoridades eclesiásticas, a pesar de que no habían encontrado error alguno en su doctrina, permanecían molestas por el hecho de que una persona sin estudios eclesiásticos tuviera tal impacto en el pueblo. El nacimiento de los Ejercicios como práctica compartida a otros se vio intensamente marcado por la sospecha, el hostigamiento y la persecución, mas, lejos de amedrentar o disminuir el celo de Ignacio, aumentaba su convicción en sus posibilidades apostólicas. Los tropiezos sirvieron para fortalecerlo, para integrar lo vivido, para reformular muchos aspectos que habían sido escritos después de analizar los acontecimientos de su juventud e iluminarlos desde la óptica de Dios. Iñigo siguió trabajando mientras fue puesto en prisión por el vicario general Rodríguez de Figueroa. El mismo nos dice que «venían muchos a visitalle». No sólo se acercaban mujeres sino que «atendía a predicar los mandamientos a los presos a hora determinada, y hablábanle algunos doctores y personas virtuosas de la universidad, pasando entre ellos algunas preguntas y respuestas, de que no poco se edificaban»10 y «razonando de las cosas de Dios, y edificando con el exemplo y exercicio en barrer la cárcel y otras cosas semejantes...»11.
Sobre el tipo de Ejercicios que dio Ignacio en Alcalá, el caso de María de la Flor nos permite conocer que eran algo parecido a los «Ejercicios leves» pues quienes los practicaban debían asistir a lo menos un mes para oír las indicaciones del instructor. El testimonio de María de
8 MHSI. MI., FD, 332.
9 MHSI. MI., FD, 333.
10 MHSI. MI., FN, I, 174.
11 MHSI. MI., FN I, 94.
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Todos mantenían un estrecho diálogo con Ignacio quien
les orientaba y prestaba todo tipo de ayuda en su camino hacia la conversión
Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder la Flor, dado el 2 de mayo de 1527, menciona el «mes arreo» que sugiere el santo a esa mujer que le pide «le mostrase el servicio de Dios»12. Aunque se hablaba ya de un mes de Ejercicios, no podemos asegurar que se tratara de la práctica completa. La declaración de María de la Flor ha resultado de sumo interés pues gracias a ella podemos conocer cómo proponía Ignacio los Ejercicios en aquel entonces. Advertimos, asimismo, muchos elementos de los Ejercicios como los conocemos actualmente. Por ejemplo, cuando distingue el pecado mortal de venial13, o en la 13ª regla para conocer las mociones de espíritus y que previene contra el enemigo que se hace «como vano enamorado... que hablando de mala parte, requiere a una hija de buen padre o a una muger de buen marido...»14. Las formas de resistir a las tentaciones que tratará. Asimismo, hace referencia al modo de orar «por compás» al que alude; al examen de conciencia y los modos de orar sobre los mandamientos, potencias del alma y sentidos corporales15.
Según las fuentes documentales el incipiente ministerio se realizaba entre doctores, estudiantes y gente virtuosa de la universidad, mujeres nobles, criados, trabajadores humildes, beatas, piadosas mujeres del pueblo y prostitutas. Todos ellos formaban el amplio auditorio a quien estaba destinado el «servicio de Dios»; todos mantenían un estrecho diálogo con Ignacio quien les orientaba y prestaba todo tipo de ayuda en su camino hacia la conversión. Consolaba, aconsejaba, daba instrucciones sobre los modos de conocer las tentaciones y las acciones de los espíritus; acompañaba en la alegría y en la tristeza y se hacía cercano y compañero de su búsqueda. Los Ejercicios de esta primera etapa pretendían formar la conciencia de la gente que acudía confiada a escuchar su instrucción. Partiendo de su propia experiencia
12 MHSI. MI., Sc., I, 611-613; FD, 334-336.
13 Cfr. Ejercicios Espirituales 33-36.
14 Ejercicios Espirituales 326.
15 Cfr Ejercicios Espirituales 33-36; 236; 250-260; 24-43; 238-248.
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de conversión, animaba a sus seguidores a rechazar el pecado y a luchar por permanecer en un estado de amistad con Dios mediante la práctica asidua del examen de conciencia16. El método seguido es un ejemplo del modo como Ignacio se adaptó siempre a sus oyentes, a su capacidad, a su disposición y deseo de encontrarse con el Señor. Es una expresión de su deseo para que la gente que lo escuchaba se orientara sólo y únicamente a Dios y sus criterios, buscando descubrir y rechazar todo aquello que los apartara de Él17. Aunque parece que hubo algunas experiencias de Ejercicios completos en esta primera etapa, desgraciadamente no tenemos evidencias que nos permitan conocer la forma como se practicaron y el tipo de ejercitantes que los vivieron.
El deseo de encontrar sujetos capaces para compartir su proyecto de vida. Ejercicios para jóvenes, universitarios y letrados
La segunda etapa de la práctica de los Ejercicios dirigidos por Ignacio estuvo enfocada a otro tipo de personas y con fines muy diferentes a los que había perseguido en Barcelona, Manresa y Alcalá. Los jóvenes que inicialmente habían compartido sus sueños e ideales, habían tomado otros caminos y él mismo, después de los tropiezos con las autoridades eclesiásticas en Alcalá y Salamanca, había decidido dar un giro completo a sus planes y se trasladó a la Universidad de París para dar cumplimiento a las exigencias impuestas como requisito para poder trabajar en el servicio de Dios para lo cual tenía que terminar sus estudios18. Ignacio se dedicó responsablemente a estudiar, pero no dejó de dar los Ejercicios a universitarios. En marzo de 1528 y a finales de septiembre de 1529 se le presentaron nuevos problemas por la denuncia que le hicieron al Maestro Ori, fraile dominico de la Inquisición, con motivo del incipiente trabajo que realizaba entre la pobla-
16 Cfr. JAIME EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA, «El ‘Taller de Conversión’ de los Ejercicios. Volumen I: IÑIGO LÓPEZ DE LOYOLA, ¿Una Historia de Fracasos?, SEUIA-ITESO, México 2002.
17 Cfr. JAIME EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA, «Los Ejercicios para jóvenes en los Directorios». Publicado en: XAVIER QUINZÁ LLEÓ, JOSÉ JOAQUÍN ALEMANY BRIZ, Eds. Ciudad de los Hombres, Ciudad de Dios, Universidad Pontificia Comillas, Madrid 1999.
18 Cfr. JAIME EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA, «El ‘Taller de Conversión’ de los Ejercicios. Volumen I. Op. cit., p. 443-516.
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Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder ción estudiantil. La causa de la nueva contradicción surgía por su trabajo: conversaba con los jóvenes y les daba los Ejercicios Espirituales, ocasionando en ellos «grandes mutaciones». Ignacio vivió momentos difíciles durante este período de París y esto le supuso nuevas sospechas y persecuciones y, no obstante, todo fue providencial para seguir perfeccionado lo que sería su método. Al mismo tiempo, seguía buscando personas de las que se esperaba mucho fruto y así, conocemos que los primeros universitarios a quienes dio los Ejercicios eran sus compatriotas: «el Magister Juan de Castro, hombre ya de 44 años, de noble familia en Burgos, miembro de la Sorbona y estudiante de teología; el Bachiller del obispado de Toledo, Pedro de Peralta, próximo a dar su examen de Magister; y el guipuzcoano Amador de Elduayen, del Colegio de Santa Bárbara (matriculados los dos últimos a fines de 1526)»19. Los Ejercicios que Iñigo les dio los animaban a vivir en pobreza y a actuar en su vida con generosidad, a manifestar con obras el deseo de conversión que los había llevado a practicar el retiro ignaciano. El fruto nos lo narra el propio Ignacio diciendo que «dieron todo lo que tenían a pobres, aun los libros, y empezaron a pedir limosna por París, y fuéronse a posar en el hospital de Saint Jaques»20.
Esta segunda etapa tampoco estuvo exenta de problemas y fue causa de serios conflictos. Ignacio se enfrentó nuevamente con la autoridad, con los profesores y los mismos compañeros de los ejercitantes quienes pensaban que los había vuelto locos e hicieron todo lo posible por hacerlos volver al carril de la cordura, de lo establecido, de lo institucional. Los tres universitarios «se determinaron de dejar el mundo y seguir el instituto de Iñigo», pero, quizá por las presiones recibidas, o tal vez porque no era su momento, el caso es que los tres supuestos nuevos compañeros de este «2º parto, como el primero, se conservó poco, retirándose después todos tres de la vía comenzada, bien que viviendo virtuosamente»21. Pedro de Peralta, fue más tarde un insigne predicador. El bachiller Castro a su regreso a España, predicó en Burgos y se hizo cartujo en Valencia. Es evidente que la labor del estudiante vasco tuvo frutos abundantes a pesar de los problemas que suscitó.
19 MHSI. MI., Sc. II, 166. FN, II, 252, 309, 383, 560, 562; PCh., I, 47.
20 MHSI. MI., FN, I, 468.
21 MHSI. MI., FN, I, 179.
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Ignacio estaba nuevamente solo y era necesario comenzar otra vez. Después de reflexionar en estos altercados y en lo que le habían aportado, asumió que debía dejar de ayudar y conversar espiritualmente con los prójimos, «deliberó de atender al estudio, oyendo lecciones y disputando, etc., y conversar menos en ejercicios etc., vivía en paz con todos, aun los que tenían espíritu del mundo»22. Vivía en paz, sí, pero no estaba conforme, sabía que todavía había mucho por hacer. A pesar de sus buenos propósitos, seguía pensando en la conveniencia de llamar a los jóvenes universitarios a su proyectado y hasta entonces abortado estilo de vida por lo que «se dispuso a conversar con algunas personas de autoridad para ayudarse dellas con los estudiantes, al diseño que tenía de ganar algunos compañeros para el divino servicio»23.
Tales personas eran significativas en la vida universitaria y también les ayudó con su peculiar método con el propósito de que, a su vez, colaboraran con él en la búsqueda de jóvenes que quisieran servir a Dios. Aunque desconocemos sus nombres, sabemos que dio Ejercicios a algunas personas de calidad y doctores24. De otros ejercitantes de quienes tenemos más noticias sabemos que eran el Doctor Marcial, probablemente de Gouvea, conocido profesor de Humanidades; el Doctor Valle y Alvaro de Moscoso, español, nacido en Cáceres en 1480, Procurador de la Nación Galicana, Rector de la Universidad durante el trimestre del 23 de Junio al 10 de octubre de 1527, futuro teólogo del Concilio de Trento y obispo de Pamplona25. No tenemos muchas más noticias y, aunque suponemos que de su trato y amistad con personas importantes y famosos doctores de la universidad no obtuvo muchos éxitos, estos datos son de suma utilidad pues nos permiten conocer uno de los criterios que utilizó en París y usará después en Roma para seleccionar candidatos que hicieran las veces de multiplicadores de su obra. Después de esto no sabemos que haya dado más Ejercicios en París ya que las fuentes documentales sólo nos dicen que:
22 MHSI. MI., FN, I, 181.
23 MHSI. MI., FN, I, 181.
24 MHSI., PCo., 508 y MB., 460.
25 MHSI. MI., FN, I, 181. Cfr. RICARDO GARCÍA-VILLOSLADA, La Universidad de París durante los estudios de Francisco de Vitoria, O. P. (1507-1522), Analecta Gregoriana Cura, Romae 1938: Pontificiae Universitatis Gregorianae Edita Vol. XIV. Serie Facultatis Hist. Ecclesiasticae. Sectio B (N. 2). Apud Aedes Universitatis Gregorianae, 397.
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Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder
Asímismo del estudio atendía a otras muchas buenas obras que sin dispendio dél podían hacerse, como es favorecer a muchos pobres estudiantes… teniendo ojo al fin suyo de traer algunas personas que más ingeniosas y hábiles para su propósito le parecían26.
Una característica muy significativa de esta segunda etapa como director de Ejercicios consiste en la búsqueda de otros ejercitantes que llegarían a ser los sujetos modélicos para el apostolado ignaciano. Comenzó con la convocación y selección de algunos jóvenes universitarios cercanos a él y entre éstos, estuvieron indiscutiblemente sus amigos, los primeros y definitivos compañeros, aquellos que, hasta su muerte compartirían lo más bello y profundo de su amistad, sus proyectos, sus sufrimientos, sus éxitos y, en definitiva, su amor a Dios. La confianza que depositó en esos jóvenes es irrefutable, baste con observar las edades de los primeros compañeros, piedras angulares de la Compañía de Jesús: Pedro Fabro y Francisco Javier de 28 años, Diego Laínez, 22, Simón Rodrigues, 24, Nicolás Bobadilla, 23 y Alfonso Salmerón de sólo 19 años. La preparación a la que cada uno de los compañeros se sometió fue distinta en cada caso, como distintos eran sus personalidades y deseos, sus motivaciones, en última instancia. A cada uno les dio los Ejercicios en particular; ninguno habló con los demás de sus proyectos, anhelos e inquietudes, de sus dudas, confusiones y problemas27. Todo era adaptado para cada persona, siguiendo su propio ritmo, respetando su personalidad. Una vez que Ignacio invitó a los universitarios a vivir la experiencia, a compartir una misión y un estilo de vida, su labor se redujo a ser un acompañante cercano de la experiencia del otro, a su paso, sin prisas, sin angustias y horarios, sin plazos con la convicción de que si para el Señor no los había tampoco los habría para él. Nada fue impuesto, todo se desarrollaba en un ambiente de profundo respeto, de exquisito diálogo, de prudencia infinita, de paciente espera, de ilusionada búsqueda común del camino que el Señor tenía reservado para cada uno de ellos.
26 MHSI. MI., FN, I, 181-182.
27 MHSI. MB, 455-456.
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El deseo de formar directores. Ejercicios a eclesiásticos y personas influyentes
Esta tercera etapa se caracterizó por el giro que se dio en el tipo de ejercitantes atendidos por Ignacio. No se trataba ya de un núcleo pequeño y cercano, como en París; tampoco eran mujeres y estudiantes como en Alcalá de Henares, sino que entonces eran personajes importantes en la vida social y eclesiástica fundamentalmente de Venecia y Roma, durante el otoño de 1537 y hasta finales de 1539. Uno de sus objetivos al elegir a estas personas era el dar a conocer sus planes, la naturaleza de su misión y el alcance de sus proyectos. Por todos los problemas que se habían suscitado en torno a su persona y su trabajo, a su historia reciente, Ignacio sabía que era necesario propiciar un ambiente favorable en personas que influían en la sociedad y en la Iglesia. Sabía que tenía que ser decidido y dar a conocer sus planes junto con el grupo naciente de compañeros; pero también era consciente que tenía que ser cauto, diplomático y astuto en los modos de hacerlo. Por En consecuencia, eligió los Ejercicios Espirituales como el instrumento que proyectaría su más íntima razón de ser. A través de ellos podría ofrecer a los demás lo más profundo de su sueños y deseos a la vez que se seguía haciendo el bien con efectos multiplicadores y, a la vez, sería una oportunidad para encontrar adeptos para el incipiente grupo.
Eligió los Ejercicios Espirituales como el instrumento que proyectaría su más íntima razón de ser
Como en las dos etapas anteriores, Ignacio supo adaptarse a las urgencias y necesidades de su trabajo; intuyó lo que era mejor para sus planes y actuar en consecuencia. En Alcalá de Henares, sobre todo, encontró obstáculos por su falta de estudios y preparación teológica. Más tarde, en París, fueron los estudios los que impidieron que se dedicara de lleno a este ministerio espiritual. No bastaba el hecho de haber reunido un selecto grupo de amigos y compañeros y que éstos habían hecho ya sus votos para el servicio de Dios, era menester que su incipiente trabajo obtuviese la aprobación de la Santa Sede y para
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Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder ello necesitaba el apoyo de los dignatarios romanos que podían influir en la aprobación de la naciente Compañía. Fue éste el tiempo en que Ignacio desarrolló una gran actividad en la práctica de los Ejercicios, después ya no tendría tiempo pues otras actividades, no menos importantes de la Orden, requirieron su atención y tiempo: las Constituciones y el gobierno. Sabemos de su trabajo en este tiempo por una carta que escribió a su amiga Isabel Roser en la que le narra las nuevas persecuciones y la forma como se dedicó a personajes ilustres28. Uno de los personajes que se vieron favorecidos con los Ejercicios en esta etapa fue el Doctor Pedro Ortiz a quien Ignacio los dio durante cuarenta días en Montecasino, en 1538. Regresaba a Roma para ejercitarse en ayudar a las ánimas y continuar dando materia de oración a otros ejercitantes, sin importarle las cuatro horas que utilizaba para atravesar la ciudad29. Otros ejercitantes de ese año fueron Lactancio Ptolemeo, el Doctor Iñigo López, el cardenal Contarini, Pedro Codacio, quien después ingresó en la Compañía30 y varios ejercitantes en distintos sitios a la vez31. También que «se dieron a diversas personas... y muchos se aplicaron a la Compañía», situación que comenzaba ya a presentarse como un extraño fenómeno dada la juventud de la Orden «y aunque otros en otras partes hayan sido movidos, aquí en Roma se han especialmente ayudado y probado»32. De este tiempo datan también los Ejercicios que dio Ignacio, en compañía de Pedro Fabro a Francisco Estrada, quien llegaría a ser uno de los mejores ejercitadores de la primera generación de la Compañía y a Antonio de Araoz, quien a la postre también sería jesuita y desempeñaría un papel muy importante en la evolución de las provincias española y portuguesa33.
Ignacio volvió a dar Ejercicios en 1542 a Juan de Alba, un hermano coadjutor albanés que era analfabeto antes de su ingreso a la Compañía. En 1546 los dio al doctor Miguel de Torres, persona muy reconocida en el Colegio de Alcalá y fundador del Colegio de
28 MHSI. MI., FN, I, 6-7; Epp. et Instr. 138.
29 MHSI. MI., FN I, 196, 500.
30 MHSI. MI., FN, I,. 196, n. 38, 200-201, 705; Pch., 64, 240, 242, MHSI. MI., EM., I, 21, 30, 38 y II, 316; MHSI. MI., Sc. II, 872; Cf. MAFFEJO, Jo. Petro. (1727). De Vita et moribus divi Ignatii Loyolae, Patavii: Apud Josephum Cominum.
31 FN I, 13, 600.
32 MHSI. MI., FN, I, 196.
33 MHSI., PCh., I, 88.
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Salamanca34. En 1547 los dio «casi ordinariamente»35 a eclesiásticos de calidad y, en 1548, a Cristóbal Laínez -hermano de Diego-, quien junto con un compañero decidió entrar en la Compañía36. Ignacio contagiaba su entusiasmo por el servicio de Dios como su propio camino de conversión iluminado por la presencia de Dios; comunicaba sus Ejercicios de modo que parece primero «los haber plantado en su ánima y de los actos que tenía en ella»37. El hubiera querido que los Ejercicios se dieran de la mejor forma posible, sin embargo, las necesidades crecientes, la demanda inusitada por el interés que despertó en muchísimas personas aquél sencillo método, lo obligaron a ir preparando directores sobre la marcha, sin mayor formación que el hecho de creer profundamente en ellos, con la certeza de que cada uno de los jesuitas que los daban había tenido un real y verdadero aprendizaje fundante de vida, de esperanza, de fe y de amor. Como era muy cercano a sus compañeros, los conocía y sabía cuáles de ellos eran mejores para practicar este ministerio. No hizo otra cosa que prepararlos para transmitir aquello que tanto estimaba. Formó a sus hermanos jesuitas según el interés e inclinación que habían mostrado y a ello sumaba la confianza en sus capacidades y dones naturales. Si exigía tanto a sus ejercitantes, no podía dejar de hacerlo con quienes habrían de ser los maestros. Esta labor de acompañamiento, de guía y de enseñanza a la vez, dejó una profunda e imborrable huella en todos sus hijos y de un modo especial en Jerónimo Nadal38. Ignacio solamente dejó de dar Ejercicios cuando comprendió que era necesario favorecer que el bien fuese más universal y más divino y se extendiera al mayor número posible de ejercitantes.
34 CHRISTOVAL DE CASTRO, (S/f). Historia del Colegio Complutense de la Compañía de Jesús. 2 vol. El segundo escrito por el P. A LFONSO E ZQUERRA . Manuscrito de la Biblioteca del Instituto, S.I., 59-60, 80-81; Pch., I, 169.
35 MHSI. MI. Sc., II, 618.
36 MHSI. MI., EM, II, 206.
37 MHSI. MI., FN, I, 659.
38 JERÓNIMO NADAL, Pláticas Espirituales del P. Jerónimo Nadal, S.J., Ed. Miguel Nicolau, Biblioteca Teológica Granadina, Granada 1945: Facultad de Teología, 61-62 y MHSI., EN, 669.
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Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder
A propósito de los directores,
Hablando de los exercicios dicía que de los que conocía en la Compañía, el primer lugar en darlos tuvo el P. Fabro, el segundo Salmerón, y después ponía a Francisco de Villanueva y a Jerónimo Doménech. Dicía también que Estrada daba bien los de la primera semana»39.
Ignacio los aleccionaba en privado antes de que visitaran a sus ejercitantes, en algunos casos les daba por escrito los puntos que debían tratar y, al regreso de la entrevista con sus acompañados, los recibía nuevamente para darles instrucciones según lo que hubiesen observado en el trabajo de oración. Por ejemplo en el caso de González de Cámara cuando dio los Ejercicios al abad Martinengo o el del P. Vitoria con Lorenzo Maggi, sobrino del mismo abad40. Siempre atento a la realidad, a las necesidades de su trabajo, a sus compañeros y a los hermanos, Ignacio descubrió nuevas formas para transmitir su experiencia de Dios y que otros muchos la pudieran aprovechar. Sin embargo era claro que la principal escuela era Ignacio mismo, su presencia, sus palabras, su paciencia, su capacidad de escucha y diálogo sincero, su facilidad para empatizar con los demás y su modo de aceptar a todos en sus personales situaciones y circunstancias individuales. Su ejemplo era para sus compañeros el mejor aprendizaje, la suprema instrucción que los hacía amarlo más pues se daban cuenta de su coherencia e integridad ya que «nunca ordenaba una cosa a sus discípulos que él no la hiciese primero»41. Además de su testimonio personal, en diálogos y coloquios de suma confianza les contaba cómo habían vivido su retiro los primeros compañeros; les compartía -maravillado- las extremas penitencias que habían hecho, especialmente Fabro, Javier y Codacio, y hasta le parecía que el rigor en los Ejercicios «ya no valía nada»42.
Sus consejos, retomados por sus fieles colaboradores nos transmiten su forma de pensar, sus inclinaciones y lo que él opinaba era me-
39 MHSI. MI., FN, I, 658.
40 MHSI. MI., FN, I, 691-692.
41 PEDRO DE RIBADENEIRA, Vida de San Ignacio de Loyola. Librería de la Viuda e Hijos de J., Barcelona 1863: Subirana, Editores, 635.
42 MHSI. MI., FN, I, 704-705.
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jor para el buen nombre de su tesoro compartido. Si bien es cierto que en esta última etapa ya no daba personalmente los Ejercicios, eso no era un obstáculo para que siguiera enseñándonos el interior de su corazón y sus deseos y certezas en este instrumento de conversión. Sobre el modo y orden de dar los Ejercicios, les advirtió que no se diesen los abiertos a «personas de quien se espera que pueden venir a seguir la vía de perfección» y que, no se debe dar nada por escrito ya que el hacerlo demuestra que no se saben dar. Ante las deficiencias que observaba en la manera de dar ese modo y orden, les comunicó a sus alumnos el deseo que tenía de redactar un «Directorio de cómo se habían de dar los exercicios» para lo que permitió a Polanco que «le preguntase las dudas a qualquiera hora, porque en cosa de los exercicios no le sería necesario pensar mucho para responder a ellas»43. Era cariñoso, cercano, comprensivo pero, a la vez exigente y observador riguroso de que los acompañantes noveles fueran fieles al modo y orden de dar los Ejercicios. La exigencia básica, insustituible era haberlos hecho y hecho bien. Esta norma pasó a las Constituciones en donde pedía que los escolares se ejercitaran en darlos una vez que ellos mismos los hubieran vivido44. Definitivamente no bastaban las reglas que se pudieran mandar de Roma para aprender a darlos bien45.
Los Ejercicios de mes debían ser dados sólo por los padres más antiguos y de mayor oración y mortificación, es decir, aquellos que pudieran avalar sus dichos con los hechos46. Era menester que fueran ejemplos vivos de oración, humildad, mansedumbre y confianza en Dios. Los escolares jesuitas no asumían a los ejercitantes más difíciles sino que comenzaban con «algunos con quienes se aventurase menos»47 como lo hicieron dos grandes directores: Jerónimo Doménech en Parma y Francisco de Estrada en Lovaina, bajo la mirada atenta de Pedro Fabro. Los Ejercicios más difíciles, en los que se iba a hacer elección, debían ser dirigidos exclusivamente por los más experimentados, por la sencilla razón que eran los Ejercicios que más interesaban a la Compañía
43 MHSI. MI., FN, I, 708.
44 Const., Parte IV [408].
45 MHSI. MI., Epp. et Instr., XII, 399.
46 PEDRO DE LETURIA, La Hora matutina de meditación en la Compañía naciente, Archivum Historicum Societatis Iesu, Vol. 3, 47-108 (1934), 97.
47 Const., Parte IV [409].
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Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder naciente pues ellos eran la cantera de sus vocaciones y estaban dirigidos a las personas de quienes se esperaba mucho fruto. Esto era decisivo para Ignacio quien el mismo año de su muerte afirmaba que una de las causas por las que no habían de darse estos Ejercicios de elección era que no se encontraban directores experimentados48.
En relación con el acompañamiento a los jóvenes, tanto Ignacio como los primeros compañeros consideraban de suma importancia contar con sujetos capaces que pudieran orientarlos en su proceso de elección de modo que pudieran acertar. En Bolonia, en 1546, el P. Francisco Palmio prefirió esperar a que otro padre aplicase el método completo pues él no se sentía capacitado para acompañar a aquellos jóvenes en su elección y los entretuvo con los Ejercicios de la primera semana49. En Venecia sucedió lo mismo con el P. Helmio quien tampoco se sintió capaz de dar el retiro a pesar de que había un grupo de jóvenes que habían sido considerados idóneos para la experiencia del mes completo. El ejercitador fue honesto y ante la magnitud del reto y su inexperiencia, prefirió dar solamente los Ejercicios de la primera semana50. No sucedía lo mismo con los religiosos a quienes se consideraba de menor riesgo que los jóvenes pues ellos ya habían elegido estado, habían optado ya por una determinada vocación por lo que sencillamente podían darles un tipo de retiro que no requiriese tanto esfuerzo ni riesgo. Esto lo vemos claramente cuando Ignacio decía al P. Ferrara que podría practicar dando Ejercicios, nada menos que a los jesuitas, antes que darlos a otras personas de fuera. Al P. Soldevilla no se le permitió dar Ejercicios a los de fuera de la Compañía sin previo examen del Rector; en cambio, sí se le concedió el permiso para que los diera a los de casa51.
Según la recomendación de Ignacio, quienes deseaban ser instructores comenzaban su aprendizaje durante el noviciado, bajo la dirección de un experimentado jesuita. En segundo término, continuaban con los Ejercicios de la primera semana que les sirviera a modo de
48 MHSI. MI., Epp. et Instr., XI, 77.
49 MHSI. MI., Epp. et Instr., V, 638.
50 MHSI., PCh., VI, 228.
51 MHSI. MI., Epp. et Instr., X, 371.
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práctica, a la vez que adquirían seguridad y confianza en sí mismos. Después llegaban a un tercer momento que consistía en darlos exactamente y en retiro pero a aquellas personas que no fueran a tratar la elección. Y, finalmente los Ejercicios completos, cuando se hacía elección, sólo podían darlos los instructores experimentados. Y éstos eran, sin duda, los mejores, pues estaban dedicados fundamentalmente a acompañar a los jóvenes que, pudiendo ser idóneos, aspiraban a ser admitidos en la Compañía de Jesús o en otras «religiones»52. Junto a las directrices que daba a sus discípulos vemos claramente las indicaciones de Ignacio para elegir instructores aptos y encontramos también varios textos que nos ayudan para confirmar que en la mente del fundador estaban muy claras sus preferencias en el momento de decidir quiénes podían ser ejercitantes con el deseo expreso de que constasen en un Directorio para guiar la práctica de los compañeros53.
Contrariamente a todo lo que se ha manejado en la pastoral actual de Ejercicios, encontramos un dato sorprendente y por demás interesante, pues cuando se menciona a quiénes, en opinión de Ignacio, no se les debían dar los Ejercicios completos, se especifica que son
Los que non tienen estas disposiciones, ni se espera que con facilidad se podrán traer a equilibrio en sus cosas, o son casados o religiosos o inhábiles, no se les han de dar los exercicios, en especial quando hauiese otros a quien los dar, o otras legítimas occupaciones, pero déseles el ayuda competente, come la primera semana, exhortándolos que se recojan en alguna parte lo más que pudieren, si no fuere quando fueran a missa, uísperas, o uinieren a casa a tomar los exercicios. Puédeseles dar otra ayuda de algunos exercitios de las otras semanas, del modo de orar y examinar la consciençia, y otras cosas semejantes54.
Esto, desde mi punto de vista, cuestiona ampliamente lo que yo llamaría nuestras comodidades, inercias o rutinas en la búsqueda -o la cómoda espera- de ejercitantes en el mundo de hoy.
52 MHSI. MI., Epp. et Instr., I, 236.
53 MHSI. MI., Ex., I, 90-91.
54 MHSI. MI., Ex., I, 91.
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Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder Ignacio era muy reservado para admitir a Ejercicios a personas que no presentaran todas las garantías de dar mucho fruto y quienes pudieran aprovechar en grado sumo. Una vez más, comprobamos que, para él, atendiendo a su práctica y experiencia, los ejercitantes más viables eran los que todavía no habían determinado su estado de vida, «porque entonces hay más variedad de espíritus», según él mismo nos los hace saber en una expresión suya recogida por Gonçalves de Cámara quien sostiene que: «254. 3º Los exercicios son mejores para quien no está determinado en el estado de vida, porque entonces hay más variedad de espíritus; y también quando alguno se viene a tentar y está atribulado, por la misma razón...»55. Por otra parte, además de las condiciones que exigía a quienes querían hacer los Ejercicios, Ignacio pedía que quien los fuera a dar se cerciorara y tuviera la seguridad de que cualquier ejercitante, joven o adulto, estudiante o letrado, hombre o mujer, estaba dispuesto a buscar sólo la voluntad de Dios, en una entrega y abandono tales que presentara un mínimo grado de madurez56. Esa era la mentalidad de Ignacio pero también en la práctica pastoral se establecían los mismos requisitos con el fin de garantizar los máximos frutos de la experiencia. Así lo indica Polanco en sus Industrias cuando sostiene que:
Mucho se deue procurar en los exercicios la disposición buena del que los entra a tomar, como es la resignación de su propria voluntad en la de Dios, y voluntad de mucho aprouecharse en el spíritu etc.; pero no se exagere la cosa tanto, que spante a los principios y haga recatarse demasiado o retirarse aquel a quien se propone; pero, como van gustando, poco a poco se puede yr cargando más la mano, para que se obseruen las adiciones57 .
Polanco, profundo conocedor de la mente del fundador y fiel transmisor de lo que sucedía en su entorno, reprodujo lo que era sentir común en los de la Compañía en el sentido de que los medios para el apostolado, y entre éstos, los Ejercicios eran un instrumento eficaz para comunicar el mayor bien a muchos, como lo estipuló claramente en sus
55 MHSI. MI., FN I, 676.
56 MHSI. MI., Ex., I, 99-100.
57 MHSI., PCo., II, 804.
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«Industrias con que se ha de ayudar la Compañía, para que mejor proceda para su fin»58.
Juan Alfonso de Polanco es fiel reflejo del interés de los primeros compañeros por los Ejercicios como un medio eficaz para comunicar el fin de la Orden. Todos esperaban mucho fruto de los candidatos a Ejercicios y, en muchos casos, se deseaba que esos ejercitantes ingresaran en la Compañía de Jesús, como «personas de buena vida y de letras suficientes». Letrados con esas características, buenos y doctos, eran pocos y eso propició que Ignacio y los primeros compañeros asumiesen la posibilidad de que podían encontrar gente igualmente capaz entre los jóvenes. Este deseo se hizo más consciente al grado que llegaron a incluir en las Constituciones la conveniencia y necesidad de «admitir mancebos» por la dificultad real de que los letrados tomaran la decisión de dejar sus trabajos y aumentar el número de los de la Compañía, como se menciona en el texto de la Cuarta Parte Principal59. En la práctica de los primeros años, los candidatos para hacer los Ejercicios los encontramos entre los letrados e inclinados a letras, algunos jóvenes selectos y estudiantes de las universidades:
Y más en las mejores, adonde acuden personas inclinadas a letras, y más spirituales, y con menos vínculos de las cosas del mundo, que en lugares mercantiles y cortes, etc., porque más comúnmente suelen procurar de valerse por letras los que no tienen mayorazgos, ni exercicios de mercadería, ni otras artes o officios: así que en tales artes avrá más personas que se dispongan al instituto de la Compañía; y los que se dispusieren, estarán más instruydos en letras, y más vecinos a poderse servir dellos la Compañía para el bien del prójimo60.
Para convocar a esos jóvenes selectos, estudiantes, sacerdotes y personas de prestigio, se recomendaba que fueran también los estudiantes jesuitas y no sólo «los que ya son operarios» quienes animaran y contagiaran el servicio de Dios mediante predicaciones, ejercicios y conversaciones espirituales pues éstos son «el medio convenientísimo en subiectos idóneos». La conversación espiritual había de tenerse:
58 MHSI., PCo., II, 750-751.
59 MHSI. MI., Const., Parte Cuarta [308, 2-6], 354.
60 MHSI., PCo., II, 726.
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Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder
Tomando ocasión aora de los studios y exercitio dellos, aora de cosas spirituales; y quando se viese vna persona de buenas partes, podr[ía] ynbiarse vno y otro que le dispusiesen, tirándole a las predicaciones y a confesarse, y si se pudiese a los exe[r]citios. Podría también tomarse ocasión de cartas y nueuas, comunicando la parte dellas que se juzgase conuenir61 .
En la práctica de los Ejercicios así como en la selección de candidatos para la Compañía de Jesús, en lo que a la edad se refiere, se especificaba que las personas capaces e idóneas no debían ser ni muy viejas ni muy jóvenes, ratificando con esto lo que los Directorios establecerán claramente en su oportunidad. Los viejos habían de atenderse, sólo que fueran «letrados o personas eminentes en algunas buenas partes». Los niños, se atenderían salvo en raras excepciones «porque no se sabe si perseuerarán; y quando algunos se tomasen de 13 años para arriba, avrían de tener algunas partes raras»62. Aunque no se estipularan límites de edades en las preferencias de los jesuitas, quedaba perfectamente claro cuáles eran las tendencias en los primeros años de trabajo de la Compañía: se han de atender personas de edad conveniente, ni muy mayores, ni muy jóvenes. Se insistía, sobre todo, en su adecuada selección y posterior preparación y se destacaban los mancebos selectos, de buenas costumbres e ingenio, los letrados buenos y doctos y todo tipo de personas preparadas e interesantes para la Compañía. Se fortalecieron como la esperanza de ser posibles sujetos para el trabajo de los primeros jesuitas que habían de ser enviados
Donde se podrían ganar otros obreros, como en vniversidades, e[tc.], y donde con personas doctas y famosas se sperase fructo. También porque el bien desta Compagnia es todo ordenado al bien común, donde vbiese colleg[ios] o casas della, pareze que, para el augmento dellas, sería conueniente, ceteris paribus, que vbies[e] alguno que trabajase in vinea Domini 63
Finalmente, eran considerados igualmente candidatos idóneos para hacer los Ejercicios todas aquellas personas que pudiesen ser
61 MHSI., PCo., II, 727-728.
62 MHSI., PCo., II, 731.
63 MHSI., PCo., II, 755.
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Es un hecho que los Ejercicios Espirituales siguen estando en el foco de interés de la
Compañía de Jesús en los últimos años
multiplicadores de los frutos recibidos en el retiro, y entre ellas, se contaba a «hombres o mugeres, o que mucho pueden en lo seglar o ecclesiástico»64. Dentro de este rubro de personas con capacidad multiplicadora que podían hacer los Ejercicios estaban algunos caballeros, gentilhombres de buena fama, señalados en letras y virtudes con quienes se tuviese amistad; personas «que de suyo atienden a obras pías y saben las cosas de la tierra en que más se desseruirá Dios, [y] en que más se siruiría, para saber lo dicho es útil conuersar, para ayudarlos y aiudarse dellos en la obra de Dios»; jóvenes de ambos sexos, personas «ábiles y doctas, y conuenientes a lo que se ve, para seruir mucho a Dios y ayuda de sus próximos, si entrassen más en el conoscimiento de sí y de su criador, paresce sería bien empleado el tiempo que con ellas se gastase en conuersaciones, y aun los exercicios completos...». Todos ellos podían hacer toda clase de ejercicios, desde los completos hasta sólo «algunos» y sería mejor aquellos de «los que se iuzgase serían más estables en el bien, quando una uez se aprovechasen espiritualmente serían de preferir a los que se muestran menos estables, para exercicios especialmente»65.
Las enseñanzas de Ignacio y su práctica continuaron vivas en las experiencias de muchos de los compañeros. Tal vez no de la misma forma en todos, pero sí y de un modo especialísimo en algunos discípulos que dejaron testimonio de que eran tanto o más apasionados que el maestro puesto que estaban plenamente convencidos de que así como para ellos había sido tan especial esa vivencia, querían ser instrumentos para que fuera el medio por el cual muchos salieran al encuentro del Señor. Para nosotros, si como constatamos, es un hecho que los Ejercicios Espirituales siguen estando en el foco de interés de la Compañía de Jesús en los últimos años. Si se reconoce oficial y extraoficialmente que todavía falta mucho por hacer y que es necesario
64 MHSI., PCo., II, 787.
65 MHSI., PCo., II, 788.
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Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder seguir renovando la práctica de este ministerio central. Si confesamos que aún hay un arduo camino por recorrer, me parece que podríamos hacernos un serio cuestionamiento sobre lo que deberíamos poner en práctica en nuestros días para hacer efectivos todos los buenos deseos y propósitos explicitados en los documentos oficiales, especialmente en las últimas Congregaciones Generales. Si continuamente se hace mención a una práctica llevada a cabo con mucho éxito en años anteriores y se echa de menos la inspiración de las fuentes de la espiritualidad ignaciana para que la práctica actual sea auténticamente tal; si se insiste con frecuencia en la necesidad de volver a la práctica de los Ejercicios según el verdadero espíritu de Ignacio, sus enseñanzas son precisamente nuestro mayor desafío como jesuitas pues, como decía el Padre Pedro Arrupe: «tenemos en los Ejercicios un tesoro que no podemos falsificar ni perder».

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Gustavo Baena B., S.I.
Ejercicios Ignacianos y Comunidad
Gustavo Baena Bustamante
Gustavo Baena Bustamante
Gustavo Baena Bustamante
Gustavo Baena Bustamante , S ,
INTRODUCCION
Abordar el tema de la relación que existe entre comunidad y Ejercicios Espirituales ignacianos implica necesariamente precisar los términos y sus contenidos.
La expresión comunidad es muy extraña en los escritos de san Ignacio, solo se encuentra en las Constituciones y muy pocas veces y solo para indicar y en forma muy genérica una congregación o agrupación de personas, (719.817) como un colegio (316) o algún grupo de cierto nivel social (628).
Pero esta extrañeza del término no solo se da en san Ignacio sino en la misma Iglesia. Aún en el Concilio Vaticano II, tiene muy pocas incidencias para indicar células eclesiales católicas1.
* Doctor en Teología, Pontificia Universidad Javeriana. Licenciado en Sagrada Escritura, Comisión Bíblica, Roma. Diplomado en Sagrada Escritura, Escuela Bíblica, Jerusalén.
1 Cfr. (GS 1; ChD 30; AG 15, 16, 32; PO 6; OT 30)
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Ejercicios Ignacianos y Comunidad
Sin embargo, cuando se analizan los dos primeros capítulos de la Constitución Lumen Gentium, en la que se trata de identificar la Iglesia como Cuerpo de Cristo y pueblo de Dios o Iglesia de Dios como traduciría san Pablo, se puede descubrir allí una recepción de la identidad de la Iglesia primitiva en la Iglesia de nuestro tiempo y que se autointerpreta en el Concilio Vaticano II como comunidad cristiana.
Reflejo y consecuencia de esta autointerpretación de la Iglesia es a su vez la autodefinición de la Compañía en nuestro tiempo en las Normas Complementarias. Aquí la expresión comunidad y vida comunitaria aparecen, además como necesidad sentida por la misma Compañía, en el sentido que tuviera en la Iglesia primitiva asumida por el Concilio, en la octava parte sobre el fomento de la unión de la Compañía, en la tercera parte sobre la formación en el Noviciado, en la cuarta parte sobre la formación después del Noviciado y en la sexta parte sobre la pobreza en las comunidades.
Pero si se tiene en cuenta lo que estamos entendiendo por comunidad cristiana después del Concilio y como recepción de la misma, particularmente en las cartas de Pablo, ciertamente se puede establecer una relación esencial entre Ejercicios Espirituales ignacianos y Comunidad cristiana. Ahora bien, para establecer con sentido crítico una relación entre dos entidades es necesario analizarlas en sus contenidos fundamentales y en sus propósitos, puesto que se trata de una relación esencial.
¿QUÉ SON LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES?
Una descripción general
San Ignacio precisa cada uno de estos dos términos: Ejercicios son un conjunto de operaciones bien determinadas, a saber, examinar la conciencia, meditar, contemplar, orar vocal y mental y otras espirituales operaciones, que él mismo compara con otras acciones mecánicas y locales, como pasear, caminar y correr2; para indicar con ello que se trata de procederes humanos y además para decir con el término ejercicios, ope-
2 EE (Ejercicios Espirituales) 1.
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raciones espirituales humanas como la memoria, el entendimiento y la voluntad3.
Con el término Espirituales se refiere a «todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina»4.
Pocas veces san Ignacio se refiere expresamente al Espíritu Santo, pero en rigor teológico, estas operaciones, que él llama espirituales, no son sencillamente operaciones producidas por la orientación de nuestras facultades espirituales finitas, memoria, entendimiento y voluntad, sino por la orientación del Espíritu Santo que habita en nosotros. De allí que debería entenderse por Ejercicios
Espirituales, ejercicios de nuestras potencias espirituales finitas orientadas gratuitamente por el Espíritu Santo, tal como se puede constatar a todo lo largo del texto de los Ejercicios.
El término Espirituales se refiere a «todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones
desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina»
En esta descripción lo único que aparece son los elementos funcionales básicos y sus efectos, pero todavía abstractos y genéricos. Lo más original y efectivo de los Ejercicios se encuentra en el procedimiento táctico de todas estas operaciones, o de su estructura interna, en donde se dispone la condición del ejercitante para que se abra incondicionalmente al dinamismo que desata en él el Espíritu Santo.
El sistema operacional o pedagogía de los Ejercicios está particularmente expresado en las anotaciones5, las adiciones6, la reglas de dis-
3 Cfr. EE 50.
4 Ibíd., 1.
5 Ibíd., 1-20.
6 Ibíd., 73-85
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Ejercicios Ignacianos y Comunidad cernimiento de la Primera7 y de la Segunda Semana8, los modos de proceder para considerar estados9 y para hacer una buena elección10; tienen particular importancia, las numerosas notas que san Ignacio pone con sorprendente oportunidad, en los distintos momentos del dinamismo interno de los Ejercicios.
Fenomenología de la orientación del Espíritu en el ejercitante
El funcionamiento práctico de los Ejercicios y sus efectos son perceptibles en toda su dimensión, cuando se considera, no ya su estructura en sí misma sino en el sujeto agente de los mismos, esto es en el ejercitante, o el tipo de persona que se busca configurar con estos modos de proceder y cómo, en concreto, las distintas operaciones pueden alcanzar sus efectos particulares, o más breve, ¿Qué esperaría san Ignacio de cada ejercitante y cómo lograrlo?
Ya, de entrada, en la anotación 1ª se expresa el punto de llegada de los Ejercicios, a saber, que el ejercitante encuentre «la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del alma», sea en la elección de un determinado estado11 o bien en la reforma o enmienda del estado en el cual ya lo ha situado la voluntad de Dios12.
Ahora bien, el problema humano y real que imposibilita o deteriora «el buscar y hallar la voluntad divina», lo constituyen, según el mismo Ignacio, las afecciones desordenadas13. Es precisamente en el afrontamiento de este problema, donde las operaciones o mecanismos internos espirituales, dentro de los procedimientos conducentes y tácticos, alcanzan su objetivo específico, «quitar de sí todas las afecciones desordenadas».
7 Ibíd., 313-327
8 Ibíd., 328-336
9 Ibíd., 135-156
10 Ibíd., 169-189
11 Ibíd.,. EE 135.
12 Ibíd., EE 189.
13 Ibíd., EE 1.
Apuntes Ignacianos 60 (septiembre-diciembre 2010) 26-57
Gustavo Baena B., S.I.
A primera vista parecería que todo el proceder táctico de los Ejercicios estaría justamente en eliminar los afectos desordenados; sin embargo, si se tiene en cuenta, no solo todo el texto de los Ejercicios, sino su acontecer práctico en la persona del ejercitante, se vería que ese «quitar de sí todas las afecciones desordenadas» no es un producto de los procedimientos tácticos o pedagógicos, sino que es un efecto propio de la acción gratuita de Dios por su Espíritu vivo en nosotros mismos; por lo tanto, las operaciones espirituales no apuntan a «quitar» tales afectos desordenados, sino a descubrirlos como tales, esto es como desordenados y hacerlos flotar con nitidez, en todas sus dimensiones, en el plano de una experiencia diferenciadamente consciente, de tal manera que no sean justificados por nuestras racionalizaciones, disponiéndonos de este modo a una apertura incondicional de fe, a la acción del Espíritu, que nos ordena, liberándonos gratuitamente del desorden de nuestras tendencias y afectos.
Para lograr este efecto san Ignacio encamina al ejercitante hacia una toma de conciencia de la experiencia de Dios concreta, con dos finalidades: la primera consiste en que el ejercitante pueda distinguir a su vez la experiencia del desorden de sus afectos, tomando como punto de referencia o criterio, la experiencia de Dios. Y la segunda finalidad apunta a que el ejercitante descubra en la misma experiencia inmediata de Dios, cuál es su voluntad. A esto se refiere la anotación 15 cuando dice: «De manera que el que los da (los Ejercicios) no se decante ni se incline a la una parte ni a la otra; mas estando en medio, como un peso, deje inmediate obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con su Criador y Señor».
Explico estas dos finalidades:
La primera: si se considera la historia de la formulación del Principio y Fundamento, como una fórmula cuidadosamente precisa de una profesión de fe del mismo Ignacio, se deduciría que detrás de esta formulación y como su lugar de origen, se encuentra la experiencia de san Ignacio, experiencia sentida durante muchos años, llevada en múltiples ocasiones y de manera diferenciada, al plano de su conciencia y objetivada en los términos categoriales, ciertamente ignacianos, de esta
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En
el Principio y Fundamento lo que se descubre es la orientación de Dios en el hombre, y por lo tanto, su voluntad sobre él
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formulación14; como se puede constatar por el uso de la terminología comparada con los otros escritos de san Ignacio.
De aquí se sigue que la pretensión de Ignacio está en que el ejercitante pueda también confesar, con esta misma fórmula o algo semejante, la lógica del comportamiento de Dios en él, percibido por experiencia inmediata, sintiéndose, por tanto, urgido a descubrir por sí mismo y llevar al plano de su conciencia diferenciada esta experiencia de Dios, o lo que es lo mismo, los toques de su misericordia, que lo hayan afectado en su vida interior. Solo de esta experiencia ya interpretada y de alguna manera objetivada en su propio lenguaje, podrá el ejercitante partir, como de su propio punto de referencia o fundamento o criterio, para discernir, en la Primera Semana, sus pecados, pero sobre todo, los desórdenes profundos que se detectan en su interior.
En otros términos, en el Principio y Fundamento lo que se descubre es la orientación de Dios en el hombre, y por lo tanto, su voluntad sobre él, a fin de discernir las orientaciones opuestas que también se mueven en su interior y que también percibe por experiencia inmediata.
La segunda finalidad de la experiencia de Dios al inicio de los Ejercicios consiste en que ella misma, la experiencia de Dios, es al mismo tiempo el conocimiento de la voluntad de Dios. Por lo tanto, la voluntad de Dios no es un proyecto arcano que Dios tendría sobre el acontecer futuro de cada hombre y que ocultaría, invitando con ello al ejercitante a que se empeñe en descubrirlo.
Si se toma en serio el texto del Principio y Fundamento de los Ejercicios, como formulación abstracta de la voluntad de Dios sobre el hombre, propiamente representa una voluntad de Dios que ya había sido descubierta y conocida por tomas de conciencia de experiencias inme-
14 Ibíd., EE 23.
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diatas de Dios ya tenidas y luego asumidas, y además permite entender la manera como Dios ha actuado en san Ignacio, hasta percibir o conocer toda una lógica recurrente de ese mismo obrar de Dios, en su existencia.
De aquí se puede ya deducir que Dios crea al ser humano habitando en él, por su Espíritu, comunicándosele, dándosele continuamente y en consecuencia, lo propio de ese mismo ser humano debe ser, que también continuamente y en cada momento, sienta o experimente, de alguna manera, ese actuar de Dios, silencioso pero perceptible, que lo va conduciendo según el orden de su voluntad como creador.
Por eso la voluntad de Dios se ofrece o se dice al hombre en ese mismo actuar de Dios en cada momento y a la vez se siente o se experimenta en cuanto orientación divina al interior del mismo hombre. De allí la necesidad continua y apremiante de ponerse en condiciones de conocerla por experiencia inmediata y llevarla a cabo en comportamientos coherentes con esa misma experiencia.
Se comprende, entonces, según la anotación 15, cual es la necesidad de que el ejercitante se ponga en contacto inmediato con Dios, porque es solamente allí, donde él conoce y encuentra la voluntad de Dios sobre su vida.
En esta descripción fenomenológica del obrar de Dios por su Espíritu en el ejercitante, por medio de las operaciones espirituales de los Ejercicios, se podría avanzar un poco más, en gracia de la precisión de lo concreto, y preguntarnos: ¿Si la voluntad de Dios se percibe en la experiencia inmediata de Dios y si en esa inmediatez lo que se percibe es un actuar de Dios, entonces, qué es lo que en concreto se percibe por nuestra capacidad humana, o qué es lo que, al menos, en términos ignacianos se experimenta?
Es aquí donde se descubre seguramente el proceder más fino y profundo de los Ejercicios de san Ignacio. Sin duda, según los estudiosos de este texto, el eje de los Ejercicios, y que los recorre desde el principio hasta el fin es la petición y que en términos ignacianos se formula así: «Demandar (o pedir) lo que quiero…» y que jalona, no solo cada una de las semanas, sino cada ejercicio de contemplación o meditación.
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En la Primera Semana la petición es recogida con particular intensidad en un coloquio: «… para tres cosas: la primera, para que sienta interno conocimiento de mis pecados y aborrecimiento dellos; la segunda, para que sienta el desorden de mis operaciones… la tercera, pedir conocimiento del mundo…»15.
En el tercer preámbulo de la Segunda Semana: «Demandar lo que quiero; será aquí demandar conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga»16.
Igualmente en el tercer preámbulo de la Tercera Semana : «Demandar lo que quiero; lo cual es propio de demandar en la pasión: dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí»17.
Y también en el tercer preámbulo de la Cuarta Semana: «Demandar lo que quiero; y será aquí pedir gracia para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor»18.
Lo que pretende san Ignacio en todas las peticiones es el conocimiento interno, con algunas pequeñas variantes que fácilmente pueden reducirse a él. Ahora bien, tal conocimiento no puede ser otra cosa que un conocimiento por experiencia inmediata interna, y en todos los casos divina.
Pero esta experiencia de dónde o por qué surge, o en fin, ¿A propósito de qué? El texto es explícito: «La demanda ha de ser según subyecta materia; es a saber, si la contemplación es de resurrección, demandar gozo con Cristo gozoso; si es de pasión, demandar pena, lágrimas y tormento con Cristo atormentado…»19 y en la anotación segunda dice: «…porque la persona que contempla, tomando el fundamento
15 EE 63.
16 Ibíd., 104.
17 Ibíd., 203.
18 Ibíd., 221.
19 Ibíd., 48.
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verdadero de la historia, discurriendo y raciocinando por sí mismo, y hallando alguna cosa que haga un poco más declarar o sentir la historia»20.
Ahora ya se descubre con claridad que el impacto o la moción o el afecto de la voluntad, es producido en el ejercitante por «el fundamento verdadero de la historia», materia, a su vez, de cada contemplación o meditación. De allí, entonces, que el objeto propio de la contemplación o meditación sea en definitiva, esa moción o afecto de la voluntad, que el ejercitante ha de convertir en otra operación más dinámica para él, a saber, la petición. Es en este momento donde san Ignacio considera la oración, en cuanto petición, una definitiva disposición de apertura de fe humilde del ejercitante frente a un contenido gratuito que le ofrece la acción transformante del Espíritu de Dios.
Los puntos que san Ignacio pone en sus Ejercicios inmediatamente después de la petición, son instrumentos prácticos que pueden ser muy útiles para quien contempla o medita, en la tarea única de toda oración, «buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida»21.
La moción o afecto de la voluntad es ciertamente algo todavía genérico, es propiamente una llamada de Dios que el orante debe poner con claridad en el plano de su conciencia diferenciada, o como un toque de la misericordia de Dios que se hace perceptible y lo interroga, lo invita y lo mueve, para que indague y responda a lo que Dios quiere de él en términos que objetiven o concreten esa llamada genérica.
Esto significa que la contemplación o la meditación deben llevar, guiadas por el mismo hilo conductor y dinámico de la petición, a tomar decisiones muy precisas que toquen las actitudes y los comportamientos concretos del ejercitante. Es aquí donde se puede apreciar que la oración guiada por el Espíritu, esto es, guiada por la petición, en cuanto moción o afecto de la voluntad actuado por el Espíritu, y acogido con humildad, en cuanto petición, hasta hallar la voluntad de Dios, es verdaderamente transformante.
20 Ibíd., 2.
21 Ibíd., 1.
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En suma, la oración de contemplación o meditación consiste propiamente en tomar en serio y a nivel profundo las mociones o afectos de la voluntad que Dios suscita con inmediatez en nuestro interior por medio del «fundamento de la historia» o de una palabra, que se deja sentir impactándonos o moviendo afectivamente nuestra voluntad.
Al empezar la Segunda Semana, el Principio y Fundamento del inicio de los Ejercicios es finamente modificado; ya no es la figura de una formulación abstracta, para confesar una larga experiencia de Dios, sino una realización práctica a la cual debe conducir la orientación del Espíritu, asumida incondicionalmente, hasta situar al ejercitante a una distancia cercana de la fascinante persona de Jesús, más aún, hasta identificarse con el Jesús de la pasión.
Ahora el tipo de persona que san Ignacio desea, como voluntad de Dios sobre el ejercitante, llega a su más alta dimensión en el llamamiento del Rey eternal, si se abre a tal llamamiento incondicional y apasionadamente, a saber, identificarse con el Jesús humillado y vaciado de sí mismo de la pasión. Dice el texto: «Los que más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su rey eterno y señor universal, no solamente ofrecerán sus personas al trabajo, mas aún haciendo contra su propia sensualidad y contra su amor carnal y mundano, harán oblaciones de mayor estima y mayor momento, diciendo… que yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada, solo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual, queriéndome vuestra santísima majestad elegir y recibir en tal vida y estado»22.
Hasta esta altura de los Ejercicios, tal como suceden en el ejercitante, san Ignacio siempre ha considerado la posibilidad de engaños e ilusiones sobre la legitimidad divina de las mociones o afectos de la voluntad, ya que no desconoce que en el interior del hombre no solo se deja sentir la orientación del Espíritu de Dios, que habita en él, sino también otra orientación o afecto desordenado y que también habita en el hombre como si fuese una persona, o como otro yo; por eso san Ignacio
22 Ibíd., 97-98.
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dice con sorprendente precisión, digna de san Pablo23: «Presupongo ser tres pensamientos en mí, es a saber, uno propio mío, el cual sale de mi mera libertad y querer, y otros dos, que vienen de fuera: el uno que viene del buen espíritu, y el otro del malo»24.
Pero san Ignacio ahora ya no recurre a la formulación del Principio y Fundamento abstracta del inicio de los Ejercicios, a fin de discernir las mociones o afectos de la voluntad, sino que recurre al Principio y Fundamento ya modificado, por la experiencia del llamamiento del ejercitante a identificarse con el Cristo, vaciado de sí mismo y humillado, de la pasión, y anticipada en la contemplación del llamamiento del Rey eternal, en donde ya se dibuja cual es definitivamente la voluntad de Dios sobre el ejercitante.
A esta altura de los Ejercicios san Ignacio presenta, y en el momento más oportuno de ellos, los criterios del discernimiento de las mociones, ya derivados ciertamente del magis ignaciano, caracterizado por el grado de máxima dimensión de respuesta al llamamiento del Rey eternal25, a saber las meditaciones de las dos banderas26 y de los tres binarios27 y finalmente la consideración y advertencia de las tres maneras de humildad28.
Dentro de toda esta apreciación fenomenológia del acontecer existencial del ejercitante, ya se puede deducir cual es la figura humana que san Ignacio busca conseguir por medio de los Ejercicios, a saber, un ser humano tan ajustado a la voluntad de Dios, en la disposición de su vida cotidiana, que se encuentre enteramente cerca del Jesús pobre y humillado de la pasión, o sea, un ser tan fiel a la voluntad de Dios, que pone esa fidelidad por encima de todas las cosas, aún sobre su propia vida e intereses, hasta la muerte. Y todo esto precisamente, porque san Ignacio pretende hacer del ejercitante un ser humano comprometido, como
23 Cfr. Rom 7, 14-23.
24 EE 32.
25 Cfr. EE 97-98.
26 Ibíd., 136-147.
27 Ibíd., 149-156.
28 Ibíd., 165-167.
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Ejercicios Ignacianos y Comunidad Jesús, en la salvación de las almas, o instrumento de salvación.
Tal es el sentido de la gran confesión cristológica de la carta a los Hebreos «El cual habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aún siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia y yendo hasta el final (haciendo la voluntad de Dios hasta su muerte en cruz) es causa de salvación eterna para todos los que le obedecen»29.
Dios crea al hombre haciendo continuamente comunión con él, dándosele, habitando en él por su Espíritu, para que también sea él capaz de salir de sí mismo sirviendo al otro, y constituyéndose así en la imagen clara de Dios, es decir, hijo de Dios
Es oportuno tener en cuenta aquí, ¿Por qué la voluntad de Dios sobre el hombre revelada en Jesús y por Jesús y que san Ignacio percibió con tanta hondura y sutileza consiste en el vaciamiento de sí mismo, inclusive, hasta la muerte violenta en función de los otros? O en otros términos, ¿Por qué el hombre ideal de la voluntad de Dios es aquel que sale de sí mismo incondicionalmente para darse sirviendo al otro?
Por una sola razón, que se deduce del anuncio del Reino de Dios de Jesús y del anuncio del Evangelio en la Iglesia primitiva, a saber, porque de hecho Dios está creando continuamente a cada hombre saliendo Dios mismo de sí mismo haciéndose hombre, esto es, Dios crea al hombre haciendo continuamente comunión con él, dándosele, habitando en él por su Espíritu, para que también sea él capaz de salir de sí mismo sirviendo al otro, y constituyéndose así en la imagen clara de Dios, es decir, hijo de Dios.
29 Hebreos 5, 7-9.
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¿QUÉ
ES LA COMUNIDAD CRISTIANA?
Antes habíamos visto que para mejor comprender la relación que existe entre Ejercicios ignacianos y Comunidad cristiana era necesario identificar qué eran esencialmente ambas realidades, ya lo hemos hecho con respecto a los Ejercicios, ahora trataremos de identificar ¿Qué es la Comunidad deseada por Jesús y la Comunidad cristiana primitiva y además cuál es su función?
La pretensión de Jesús con su anuncio del Reino de Dios
Es lugar común entre los exegetas, que el objetivo propio de Jesús en su vida pública estaba centrado en el anuncio del Reino de Dios y su forma particular eran sus parábolas.
Parecería entonces, que al leer sus parábolas tal como se encuentran en los Evangelios, se podría llegar de una manera fácil al contenido del anuncio propio de Jesús. Sin embargo es necesario, para lograr este propósito, prescindir no solo del contexto en el cual se encuentran cada una de las parábolas, al interior de los intereses redaccionales de cada evangelista, sino también se debe prescindir del punto de referencia de la experiencia pascual de la Iglesia primitiva, en la cual se emplearon, pero ya para anunciar el Evangelio, y este era precisamente el medio ambiente contextual, del cual las recogieron los evangelistas para sus propios fines.
Supuestas estas salvedades, las parábolas de Jesús ya no tendrán otro punto de vista contextual que la inmediata vinculación con su persona, cuyo punto de referencia es, a su vez y sin duda, su propia experiencia de Dios; en este caso, las parábolas no son otra cosa, que las categorías propias de Jesús, por medio de las cuales y partiendo de su experiencia, él mismo se manifestó y dejó entender qué pretendía con aquellos que le escuchaban.
Desde allí podríamos entender que el propósito de Jesús no era propiamente enseñar una doctrina abstracta ni un conjunto de verdades sobre el Reino de Dios. Jesús era eminentemente práctico, iba directa-
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Ejercicios Ignacianos y Comunidad mente a la persona, invitándola a que tomara conciencia de la realidad del Dios vivo en ella, sintiera esa misma realidad y la tomara en serio en sus comportamientos cotidianos; es decir, para que por su propia libertad asumiera o no una vida coherente con el Dios vivo que habita en la persona oyente.
Por eso el lenguaje de las parábolas cuando se considera vinculado inmediatamente a Jesús, no solo induce al oyente a experimentar el obrar de Dios, al crear continua y personalmente a cada ser humano, sino que este lenguaje permite entender cómo percibía el mismo Jesús el obrar de Dios en él.
En las parábolas Jesús no compara a Dios con cosas o con comportamientos humanos; Jesús emplea esta forma de lenguaje para dar a entender cómo el actuar de Dios en él y que percibía por experiencia inmediata, acontecía de la misma manera, como se sucedían las cosas en los símiles que él empleaba o como acontecían los comportamientos en las personas a los cuales se referían sus parábolas.
Jesús experimentaba con absoluta nitidez la orientación de la inmediatez de Dios en él y en esa inmediatez fue donde se dio la gran revelación de Dios a Jesús mismo. Por eso es en esa inmediatez donde, a su vez se nos revela que Dios crea la humanidad de Jesús, uniéndose a ella, trascendiéndose en ella por su Espíritu, haciendo comunión con ella, comunicándole enteramente su divinidad, haciéndole así su Hijo.
Es aquí donde se comprende cómo Dios es logos o palabra inteligible, haciéndose hombre en un hombre.
En suma: en las parábolas, Jesús objetiva con sus propias categorías la experiencia de la orientación de Dios, que acontece personalmente en él, y lo que pretende es hacer conscientes a quienes encuentra y lo escuchan, de ese mismo obrar de Dios que los crea también aconteciendo en ellos, para que siendo conscientes, tomen decisiones consecuentes con esa misma realidad del Dios vivo.
Pero el lenguaje de Jesús habría sido inoperante y vacío, si hubiera estado desvinculado de su persona y hubiera sido ajeno a la expe-
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riencia de Dios en él y a su propio comportamiento coherente con la misma. Ello quiere decir que el lenguaje de las parábolas solo tiene verdadera efectividad precisamente si está directamente vinculado con la realidad existencial de Jesús o, asimilándolo a nuestro modo de proceder hoy, el empleo de las parábolas de Jesús solo tendrá eficacia, si están enteramente vinculadas a una diáfana experiencia de Dios y a un testimonio coherente de parte de los anunciadores del Reino de Dios o del Evangelio.
El modo de proceder de Jesús en su anuncio: la Comunidad
Solamente en este contexto del anuncio del Reino de Dios de Jesús es comprensible su preocupación tan masiva por formar un grupo de discípulos cercanos.
Quien lea con algún detenimiento los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, y observe particularmente las preocupaciones de Jesús, descubrirá la tendencia de los evangelistas a mostrar a un Jesús, quien, en el anuncio del Reino de Dios, centra su actividad en la formación de una comunidad integrada, no solo por los doce, sino también por algunas mujeres, como nos lo testimonia el Evangelio de Lucas30.
Para visualizar este hecho tan masivo nos bastaría mirar los siguientes datos estadísticos:
1. Los pequeños discursos e instrucciones o son especialmente dirigidos a los discípulos, o bien, son exclusivamente dirigidos a los discípulos31.
2. Los grandes discursos de Jesús son dirigidos particularmente a los discípulos: El sermón del monte; el discurso apostólico; el discurso parabólico; el discurso eclesiástico y el discurso escatológico32.
30 Cfr. Lc 8, 1-3.
31 Cfr. Mt 20, 10; Mc 19, 10 y en Lc 19, 10.
32 Cfr. Mt 5, 1-7, 29; Mt 10, 5-42; Mt 13, 3-52 = Mc 4, 3-33; Mt 18, 1-35; Mt 24, 1-25 = Mc 13, 2-36.
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3. En numerosas ocasiones los discípulos se acercan a Jesús para pedir alguna explicación o les llama aparte o en privado o en casa.33
4. Pero la preocupación de Jesús con relación a sus discípulos no es solo en el plano de la enseñanza o de la predicación, sino que se extiende a otras actividades: le acompañan en su oración en sus comidas en sus correrías por el mar y por diversos lugares.34
5. En 13 de los 26 milagros diferenciados que se narran en los Sinópticos, los discípulos están presentes.
Parece, pues, a primera vista, que la intención de los tres primeros Evangelios es mostrar a un Jesús que centra en la formación de un grupo de discípulos más cercanos, los doce, el anuncio del Reino de Dios, pero no solo por medio de sus discursos, sino con sus modos de proceder.
Ciertamente no era el propósito de los tres primeros Evangelios, pero se suele interpretar de esa manera, que la preocupación de Jesús fuese formar especialmente los líderes o autoridades de la Iglesia, pero es obvio que ésta no era la intención de los evangelistas, ni menos aún, la del propio Jesús terreno.
Las tradiciones sobre Jesús recogidas y enmarcadas en sus obras por los evangelistas y hoy sometidas a crítica histórica, arrojarían como resultado que la preocupación tan masiva de Jesús por el llamamiento y formación de un grupo de discípulos cercanos está enteramente ligada a su anuncio y en esencial coherencia con él.
Ahora bien, se puede decir con certeza que el Reino de Dios anunciado por Jesús, está formulado por él mismo en términos de hacer la voluntad de Dios, su Padre por encima de todas las cosas, asumiendo desde esta posición radical todo lo que en su existencia concreta se iba
33 Cfr. Mc 4, 10; Mt 13, 36; Lc 8, 9; Mt 17, 1; 20, 17; Lc 10, 23; Mt 17, 19; 24, 3; Mc 4, 34; 9, 28; Mc 7, 17; 10, 10.
34 Cfr. Mt 26, 36-46 = Mc 14, 32-42 = Lc 22, 39-45; 9, 18.28; 11, 1; Mt 9, 10; Mc 14, 14; Mt 8, 23 =Mc 4, 35 = Lc 8, 22; Mt 14, 22 = Mc 6, 45; Mc 3, 7; 8, 10; Mt 12, 1; 21, 1; Mc 6, 1; 8, 27; 10, 46; 13, 1; Lc 9, 54.
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presentando; o en forma aún más práctica, obediencia incondicional al actuar de Dios, como Palabra de Dios, actuar que él percibía en la experiencia inmediata de la orientación de ese mismo Dios que habitaba en él a plenitud por su Espíritu.
Si, pues, Jesús experimentaba que Dios creaba su humanidad habitando en él, esto es, haciendo comunión con él dándosele a plenitud, entendía, por lo tanto, que su misión no solo estaba en hacer conscientes a los demás de esta comunión de Dios con él y con todo hombre, por medio de palabras o enseñanzas, sino algo mucho más radical, hacer realidad lo que él mismo anunciaba; es decir no solo hacer conscientes a sus oyentes de que Dios les comunicaba su divinidad habitando en ellos, humanizándose en el hombre, sino que Jesús mismo hacía realidad, en él mismo, lo que Dios, su Padre hacía con él, a saber, si Dios creaba su humanidad haciendo comunión con él, este contenido de su anuncio lo llevaba al acontecer concreto haciendo, él mismo, comunión con las persona que encontraba dándoseles.
La comunidad es un efecto de la comunión de Dios o Palabra de Dios en las personas
Por eso el llamamiento de los doce discípulos más cercanos tiene como punto de referencia y contexto propio, esta manera radical de Jesús al hacer su anuncio, esto es, Jesús mismo haciendo comunión con cada uno de los doce, sirviendo, dándose humildemente.
Por eso no sería del todo exacto decir que en primera instancia la pretensión de Jesús fuera hacer del grupo de los doce una comunidad de discípulos a su disposición, sino más bien, que Jesús los llamaba para hacer, él mismo, comunión con cada uno de ellos y con todos; y este paso fundamental tuvo como resultado la comunidad de Jesús. Esto identifica con claridad que es precisamente la comunión la base o el fundamento de la comunidad; o más breve, sin comunión de Dios y de las personas entre sí, la comunidad no tiene consistencia real.
Ya en lenguaje de razones teológicas, se podría formular así: la comunidad es un efecto de la comunión de Dios o Palabra de Dios en las personas, que las hace capaces, por esa misma comunicación de la divi-
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Ejercicios Ignacianos y Comunidad nidad, de comportarse como Dios mismo, esto es, saliendo sí mismas en forma incondicional y en función de los demás.
Ahora se entiende por qué la comunidad es un espacio donde se vive de manera real la comunión. Se sigue, pues, en consecuencia, que la comunidad es por lo mismo, el lugar o el espacio donde realmente Dios acontece en las personas; de allí, que para Jesús el real anuncio del Reino de Dios es la comunidad así entendida, es decir, lugar donde Dios mismo, aconteciendo (reinando) se anuncia por sí mismo.
Quizás no hemos pensado lo suficiente sobre la noción de Dios Creador de hombres que está hondamente implicada en el anuncio del Reino de Dios de Jesús: surge ya muy diáfanamente en la comunidad que Jesús quería, que Dios crea hombres por medio de hombres aconteciendo en ellos y es éste el sentido profundo de la comunidad, ser un espacio terreno donde los hombres se hacen capaces de salir de sí mismos, como Dios mismo lo hace con los hombres, servidores incondicionales de los demás, como instrumentos de creación de sus hermanos, y este es precisamente el hombre ideal de la voluntad de Dios revelada en Jesús, el hombre perfecto.
El anuncio del Evangelio en san Pablo y la Comunidad
El caso de Pablo es muy semejante al de Jesús. Luego del conflicto de Antioquía, hacia el año 50, Pablo sale de esta ciudad a hacer lo que era típico de su misión, el anuncio de su Evangelio. Pero ¿Qué era propiamente su Evangelio? El mismo lo deja entender cuando hace referencia al contenido de su propia conversión: «Mas, cuando aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mi a su Hijo para que lo anunciara entre los gentiles»35 y en forma más amplia: «Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor (…) y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte»36.
35 Gálatas 1, 15ss.
36 Filipenses 3, 8.10.
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El Evangelio de Pablo es propiamente la experiencia del resucitado que acontece personalmente en él por su Espíritu37, o traduciendo la vivencia del caso de Jesús, el contenido del Evangelio de Pablo es la experiencia de la comunión del resucitado que acontece en él, dándosele personalmente por su Espíritu y que lo orienta desde dentro a hacer comunión con los otros.
Lo específico del anuncio de Pablo se percibe muy claramente luego de su salida de Antioquía, como veíamos antes. Su primer intento misionero fue el anuncio del Evangelio a los judíos y por eso predica sistemáticamente en las sinagogas del Asia Menor y Grecia; pero, como lo atestiguan los Hechos de los Apóstoles, no tuvo éxito, en efecto, él y sus seguidores fueron expulsados sucesivamente de las sinagogas. Pablo, entonces, recurrió a otro escenario, a saber, las familias de paganos «temerosos de Dios», en las cuales se insertaba, haciendo comunión con ellos y contagiándolos por medio de su palabra y de su testimonio caracterizado por la ausencia de cualquier interés personal y mundano. De esta manera Pablo transformó familias de paganos o de judíos de la diáspora, en comunidades cristianas, es decir, espacios de auténtica solidaridad o comunión, por la fuerza del poder del resucitado, o sea el poder del Evangelio.
Pero el modo de proceder de Pablo en ese incansable afán por evangelizar y salvar lo más posible, en un contexto apocalíptico de fin del mudo, no fue evangelizar poco a poco hasta cubrir toda una región, sino que en cada región o país creaba una comunidad, pero que tuviera capacidad y pasión misionera, de tal manera que se responsabilizara de evangelizar la región, también insertándose en espacios familiares y creando así nuevas comunidades; entre tanto, Pablo continuaba pasando de la misma manera a otras regiones creando comunidades misioneras. La tendencia de todo cristiano en la Iglesia primitiva era la responsabilidad evangelizadora, precisamente porque esta era la orientación que operaba el Espíritu del resucitado vivo en ellos.
37 Cfr. Romanos 8, 9-11.
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Por eso Pablo no deja estas comunidades ya marchando en cada región o país con el propósito de que se perpetuaran en un largo período de tiempo y en determinado lugar; en este momento aún la Iglesia no se había institucionalizado y solo se había independizado, de alguna manera, de la sinagoga, adquiriendo alguna identidad local en las casas de familias cristianas. Por eso el objetivo de Pablo al crear tales comunidades no era otro que el anuncio del Evangelio y la comunidad era el medio necesario para evangelizar.
La comunidad es, pues, la comunión del Cristo resucitado dándose, encarnándose en cada miembro de la comunidad, para hacer por el Espíritu del mismo Resucitado, o Palabra de Dios, seres humanos capaces de comunión con sus hermanos. De allí que la comunidad así descrita sea el acontecer real y concreto del resucitado que se anuncia por sí mismo. O en otras palabras, la comunidad es el anuncio mismo del Evangelio, por eso para Pablo anunciar el Evangelio era crear comunidades cristianas.
Aquí tenemos que decir de las comunidades de Pablo, lo que antes decíamos de la comunidad de Jesús, un espacio en donde Dios crea hombres por medio de hombres. Por eso tanto la comunidad que Jesús quería como las comunidades de Pablo no eran un invento humano, ni una manera práctica de vivir mejor, sino la manera como Dios de hecho está creando seres humanos auténticos según su voluntad, esto es, seres humanos cuya misión en el mundo es hacer comunión o solidaridad con sus hermanos, saliendo de sí mismos.
Se sigue, en consecuencia, que no es posible la evangelización sino creando comunidades, donde una real solidaridad sea la responsabilidad de todos sus miembros y esto solo puede ser real y efectivo en comunidades pequeñas. Por eso la comunidad es el medio absolutamente esencial para el anuncio real del Evangelio y la razón es clara, comunidad es el Evangelio que al acontecer allí, se anuncia por sí mismo. Por eso se entiende que cuando Pablo habla del Señor, en varias ocasiones, se esta refiriendo a la comunidad38.
38 Cfr. 1 Corintios 11, 23.
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Una conclusión
Cuando ya tenemos una comprensión de las dos realidades, Ejercicios ignacianos y Comunidad cristiana, en cuanto espacios vitales del acontecer de Dios creador de seres humanos según su voluntad, ahora podemos establecer con precisión cual es la relación que se da entre tales realidades.
Tanto la comunidad de Jesús como la comunidad cristiana eran ellas mismas el acontecer concreto del Reino de Dios y del Evangelio, anunciándose por sí mismos, es decir, donde el mismo acontecer de Dios como tal transforma personas en seres humanos según su voluntad, o seres humanos que se comportan como Dios mismo, saliendo de sí mismos, seres humanos de comunión con el otro y construyendo de esa manera la comunidad.
Toda comunidad cristiana, debe ser, por su misma naturaleza una comunidad de formación o de edificación de seres humanos con capacidad de comunión
Esto significa que toda comunidad cristiana, debe ser, por su misma naturaleza una comunidad de formación o de edificación de seres humanos con capacidad de comunión y por tanto, todo miembro de la misma debe tomar la responsabilidad consciente de edificar a su hermano dándosele, haciendo comunión con él.
Por su parte, los Ejercicios ignacianos como espacio de apertura de fe táctica y sistemática al acontecer de Dios en el ejercitante, logra el mismo resultado que pretende la comunidad cristiana, a saber, un ser humano vaciado de toda búsqueda de intereses y por lo tanto capaz de salir de sí mismo y comprometido en una entrega salvadora como el Jesús pobre, humilde y fiel, inclusive hasta la muerte violenta, esto es, una persona de comunión sirviendo como el Jesús humilde de la pasión, con quien termina por identificarse.
Si, pues, se consideran los dos contenidos: de un lado, la fenomenología de los Ejercidos y de otro lado, la comunidad cristiana, como
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Ejercicios Ignacianos y Comunidad espacio donde Dios se vale de los miembros de la comunidad para la transformación de las personas, se vería que el resultado es el mismo, esto es, la edificación de humanos auténticos, según la voluntad de Dios, que sean como Jesús, imágenes claras de un Dios, cuya esencia es ser creador, particularmente de seres humanos, saliendo él mismo de sí mismo, haciendo, por lo tanto, comunión con ellos.
Por eso se puede concluir, con razón, que la relación que existe entre Ejercicios ignacianos y Comunidad cristiana es una relación de identidad, no solo por el procedimiento interno que se desata en el interior de ambas realidades, sino por su efecto último, a saber, la edificación de seres humanos auténticos, o personas volcadas incondicionalmente a favor del otro.
Sin embargo, de hecho los Ejercidos pueden tener un carácter de excelencia en cuanto al proceso transformador y sus resultados. En efecto, son un tiempo más fuerte y por lo tanto privilegiado, aunque breve, que acelera de manera más consciente, orgánica y más sólida, la edificación de un ser humano capaz de comunión y, por eso, edificador de vida comunitaria.
Si se observa desprevenidamente una vida comunitaria corriente se podría deducir que quizás algunos de sus miembros son víctimas de altibajos, de búsquedas de menudos intereses o de actitudes que desfiguran la responsabilidad consciente de un testimonio, capaz de evangelizar al otro. Por eso, se debe concluir, que los Ejercicios son el refuerzo necesario de la vida de las comunidades cristianas realmente responsables de la formación de sus miembros.
LA CONTEMPLACION PARA ALCANZAR
AMOR Y LA VIDA COMUNITARIA
Naturaleza del texto
El Principio y Fundamento, según vimos, es una recuperación de la experiencia de Dios del ejercitante, llevando al plano de una conciencia clara los, quizás aún opacos, toques de Dios o de su misericordia de su
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vida anterior, a fin de configurar, de algún modo, la lógica del proceder del actuar de Dios, sentido hasta entonces, y convertir esa lógica en norma o criterio o principio y fundamento para identificar o discernir, también con claridad, el desorden de su vida.
La contemplación para alcanzar amor, parecería, a primera vista, no una contemplación sino más bien una declaración de principios, propuestos para reflexionar abstractamente sobre ellos, y en todo caso como yuxtapuestas a los Ejercicios, en cuanto fórmulas abstractas no muy vinculadas a toda la fenomenología de la experiencia de Dios del ejercitante.
Sin embargo, si se considera el Primer Preámbulo: -«es composición; que es aquí ver cómo estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de los santos interpelantes por mí»-39 se deduce que la historia propuesta para la contemplación es la del mismo ejercitante con toda la carga de experiencias y de transformaciones que le han sucedido en los Ejercicios.
En efecto, san Ignacio no propone aquí un «Primer Preámbulo que es la historia… que tengo de contemplar» como es su siempre constante modo de proceder, sino un «Primer Preámbulo es composición»40 y con razón, puesto que en esta contemplación, como también ocurre en las meditaciones de la Primera Semana41, la historia que se ha de contemplar, es la historia misma del ejercitante. Pero a diferencia de la Primera Semana en que todos los Ejercicios son de meditación, aquí en la contemplación para alcanzar amor no entra propiamente el raciocinio, sino que el ejercitante se limita a contemplar toda la fenomenología del acontecer de Dios por su Espíritu en él mismo, esto es, todo el actuar de Dios transformador ocurrido a lo largo de los Ejercicios, experimentado y diferenciado en el plano de su conciencia le es dado gratuitamente y lo interroga y lo mueve a «reflectir».
Esto quiere decir que lo que propone san Ignacio en el texto de esta contemplación, aunque en buena parte podría considerarse como
39 EE 232.
40 Ibid.
41 Cfr. EE 47, 55, 65.
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Ejercicios Ignacianos y Comunidad
formulaciones abstractas, sin embargo, son más bien una confesión y expresión de un contenido, que no es otra cosa que la lógica del actuar de Dios, tal como la experimentó a todo lo largo de los Ejercicios. Es decir, esta contemplación, es más bien un examen general, o un volver más conscientemente a toda la acción transformante y gratuita de Dios, que ha sucedido en el ejercitante, para que esa gratuidad le interrogue y él, a su vez, responda coherentemente en los comportamientos de su vida subsiguiente.
Análisis del texto
No es sorprendente que san Ignacio empiece esta contemplación con una clara definición de términos, como si fuese una tesis escolástica, en gracia de la precisión de contenidos de las palabras y con su acostumbrada sobriedad de expresión, de igual manera, procedió a definir o a describir, y desde el principio de los Ejercicios, las operaciones, tal como él las entendía y que concurren a todo lo largo de los Ejercicios: el examen particular cotidiano, el examen general, la oración preparatoria, la composición y la contemplación, la petición, la meditación con las tres potencias, el coloquio, y el resumen42.
Contemplación, es más bien un examen general, o un volver más conscientemente a toda la acción
transformante y gratuita de Dios
Los elementos constitutivos del amor, tal como los debió sentir el ejercitante, son dos: que el amor deba ponerse más en las obras que en las palabras43 es de sensatez común. Pero en donde san Ignacio desciende al fondo de la esencia del amor es en la definición del segundo elemento: «el amor consiste en comunicación de las dos partes»44, o sea el amor entendido como comunión, a saber, el amor entre dos personas que consiste en darse a totalidad el uno al otro, con todo lo que es, tiene, puede y sabe. Sin embargo aquí la definición del amor es genérica, es
42 Ibíd., 25, 32, 46, 47, 48, 50, 53 y 64.
43 Ibíd., 230.
44 Ibíd., 231.
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decir, sin hacer referencia al caso específico, en el que las dos personas que se aman son Dios y el ejercitante.
Ahora bien, todos los puntos de la contemplación ciertamente se refieren al amor de Dios con el hombre y a la respuesta que el hombre debe dar al amor de Dios, amando. Si se tiene en cuenta la definición del amor como comunión, todavía quedan elementos no precisados. En efecto, ¿Cómo el hombre puede amar a Dios haciendo comunión con él, en el sentido de dar a Dios lo que es, lo que tiene, lo que puede y lo que sabe, si todo esto es recibido de El mismo?
Dada la concepción de Dios creador que aparece especialmente en la revelación del Nuevo Testamento y sorprendentemente en los puntos de esta misma contemplación ignaciana, de hecho Dios no le pide al hombre que le devuelva a él mismo lo que le dio, sino que se responsabilice de todo lo que de Dios ha recibido, dándose con todo ello al otro sirviéndolo, o más breve, vaciándose de sí mismo, o saliendo de sí mismo en función del otro.
¿Por qué, aquí el otro es un ser humano y no Dios mismo en cuanto tal? Y la razón es, porque en el rostro del otro es donde se hace visible el rostro de Dios, que habita en él por su Espíritu e interpela al ejercitante para que se comporte, con ese otro, como Dios se ha comportado con él mismo.
También desde otro ángulo podemos llegar a la misma conclusión, a saber, según veíamos más arriba, de hecho Dios crea a todo ser humano saliendo de sí mismo haciendo comunión con él y por lo tanto, lo que Dios quiere del hombre consiste en que él haga con su hermano lo que Dios hace con él. Y en el mismo hecho de Comunión de Dios con él, también le comunica la capacidad de salir de sí mismo, venciendo sus egoísmos, precisamente por la acción del Espíritu de Dios, que habita en él.
Dentro de esta lógica se encuentra justamente la petición de esta contemplación: «pedir lo que quiero; será aquí pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad»45. O en otras palabras, pedir sen-
EE 233.
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Ejercicios Ignacianos y Comunidad tir o tener experiencia inmediata, nuevamente diferenciada y consciente de tanta gratuidad de Dios conmigo durante los Ejercicios, al crearme continuamente dándoseme, para que yo haga lo mismo con mi hermano.
Es precisamente en los cuatro puntos de la contemplación, en cuanto formulaciones, quizás abstractas, pero que están hablando de la experiencia de la gratuidad sentida en los Ejercicios, donde se descubre la lógica misma del comportamiento de Dios en el ejercitante.
Esta lógica se podría percibir más claramente en forma esquemática, para que se pueda distinguir, en forma gradual creciente, cada uno de los escalones de la intensidad de la misma acción de Dios y para que el ejercitante, al diferenciar cada escalón, se sienta afectado y a la vez interrogado y movido a «reflectir» una respuesta consecuente:
El primer punto: Dios me crea dándoseme… Reflectir en mí mismo.
El segundo punto: Dios me crea (dándoseme) habitando en mi… Reflectir en mí mismo.
El tercer punto: Dios me crea (dándoseme, habitando en mí) 'ad modum laborantis', esto es, padeciendo en mí mismo trabajando en mí y por mí… Reflectir en mí mismo46.
El cuarto punto: todo viene de Dios (todo es gratuito)… Reflectir en mí mismo47.
La conclusión o resultado del «reflectir» en esta contemplación no puede ser otra cosa sino que el ejercitante, frente a esta crecida toma de consciencia, a saber, todo lo que es, tiene, puede y sabe es gratuito y por lo tanto debe responsabilizarse «de tanto don recibido», obrando de la misma manera con el otro, como Dios ha obrado con él, -dándosele, habitando en él, trabajando en él- esto es vaciándose de sí mismo, saliendo de sí mismo en función de los otros.
46 Cfr. EE 234, 235 y 236.
47 Ibíd., 337.
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Si ahora tratamos de precisar más y llevamos al plano de la vida cotidiana esta respuesta a la gratuidad de Dios, saliendo de nosotros mismos en función del otro, nos encontraríamos necesariamente con la conclusión a que habíamos llegado al comparar la fenomenología del acontecer de Dios en las dos realidades: Comunidad cristiana y Ejercicios ignacianos, a saber, ambas se refieren a una misma cosa: ser espacios donde se edifican seres humanos auténticos, según la voluntad de Dios revelada en Jesús mismo, seres que salen de sí mismos, hombres de comunión con el otro y por lo tanto, seres humanos de comunidad, comprometidos por la misma razón con la edificación del otro.
Así, pues, la contemplación para alcanzar amor se descubre como el Principio y Fundamento de una larga Quinta Semana, que será la vida cotidiana del ejercitante en una testimoniante vida comunitaria.
Ejercicios y la Comunidad de Ignacio
Si se comparan los propósitos de san Ignacio y sus modos de proceder coherentes, tal como aparecen en su Autobiografía, desde el inicio de su conversión en Loyola hasta la fundación de la Compañía en Roma, se podrían distinguir, al menos tres etapas:
Una primera etapa de grandes ilusiones y cargada de hazañas y contornos caballerescos: «Y fuese su camino de Monserrate, pensando, como siempre solía en las hazañas que había de hacer por amor de Dios»48. «Porque, leyendo la vida de nuestro Señor y de los santos, se paraba a pensar, razonando consigo: -¿Qué sería, si yo hiciese esto que hizo S. Francisco, y esto que hizo S. Domingo? Y así discurría por muchas cosas que hallaba buenas, proponiéndose siempre a sí mismo cosas dificultosas y graves, las cuales cuando proponía, le parecía hallar en sí felicidad de ponerlas en obra»49. Su determinación cada vez más fija, era ir a Jerusalén vestido de penitente: «Y llegando a un pueblo grande antes de Monserrate, quiso allí comprar el vestido que determinaba de traer, con que había de ir a Jerusalén»50. Más aún su intención era quedarse para
48 Autobiografía, 17.
49 Ibid. 7.
50 Ibid. 16.
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Ejercicios Ignacianos y Comunidad siempre en Jerusalén: «Su firme propósito era quedarse en Jerusalén, visitando siempre aquellos lugares santos»51.
En suma, esta primera etapa era la de un Ignacio peregrino, solitario y penitente que terminaría sus días en Jerusalén, visitando devotamente los santos lugares.
Una segunda etapa puede empezar desde los últimos tiempos de su estadía en Manresa, y más puntualmente luego de la ilustración del Cardoner hasta su regreso de Jerusalén a Barcelona. En esta época los propósitos de san Ignacio son diferentes; ha comprendido que a pesar de sus ilusiones sobre su propia vida, Dios le ha guiado pacientemente como a un niño52; de allí su radical disposición a la docilidad -indiferenciafrente a la voluntad de Dios, que, cada vez, con mayor claridad lo impulsaba a servir a las almas: «Ultra de sus siete horas de oración, se ocupaba en ayudar algunas almas, que allí le venían a buscar». «En la misma Manresa, adonde estuvo cuasi un año, después que empezó a ser consolado de Dios y vió el fruto que hacía en las almas tratándolas, dejó aquellos extremos que de antes tenía»53. Y ya en el momento de abandonar Manresa y disponerse par su partida a Jerusalén, dice: «Y a este tiempo había muchos días que él era muy ávido de platicar de cosas espirituales, y de hallar personas que fuesen capaces dellas»54.
De regreso de Jerusalén y al pasar por Venecia, dice san Ignacio: «Después que el dicho pelegrino entendió que era voluntad de Dios que no estuviese en Jerusalén, siempre vino consigo pensando qué haría, y al final se inclinaba más a estudiar algún tiempo para poder ayudar a las ánimas, y se determinaba ir a Barcelona»55.
La tercera etapa, se inicia en Barcelona (año 1524). Desde este momento el propósito de san Ignacio se determina definitivamente por el servicio a las almas, especialmente por medio de los Ejercicios Espiri-
51 Ibid. 45.
52 Cfr. Autobiografía, 27
53 Autobiografía, 26, 29.
54 Ibid. 34.
55 Ibid. 50.
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tuales, para lo cual según él, era necesario estudiar no solo gramática, y esto lo hizo en Barcelona durante dos años sino también filosofía y teología, y para ello viajó a Alcalá56.
Ya desde su permanencia en Barcelona, y mientras adelantaba estudios, san Ignacio no está solo, tiene siempre un grupo de compañeros: Calixto de Sa, Lope de Cáceres y Juan de Arteaga, y más tarde, pero ya en Alcalá, se les juntó Juan Reynalde57.
En este tiempo conversaba con Maestro Pedro Fabro y con Maestro Francisco Javier, los cuales después ganó para el servicio de Dios por medio de los Ejercicios
Este modo de proceder de Ignacio en su acción evangelizadora dando Ejercicios, declarando la doctrina cristiana y haciendo misericordia al recoger limosna para los pobres, siempre la realizó junto con algunos compañeros. Es muy sorprendente y significativo que san Ignacio entendiera definitivamente que la acción evangelizadora o el servicio a las almas no se puede realizar sino con un grupo de compañeros en comunidad. «Pues como a este tiempo de la prisión de Salamanca a él no le faltasen los mismos deseos que tenía de aprovechar a las ánimas, y para el efecto estudiar primero y ajuntar algunos del mismo propósito, y conservar los que tenía; determinado de ir para París, concertóse con ellos que ellos esperasen por allí, y que él iría para poder ver si podría hallar modo para que ellos pudiesen estudiar»58.
También, durante sus estudios en París, san Ignacio se hace un nuevo grupo de compañeros, y siempre por medio de los Ejercicios: «En este tiempo conversaba con Maestro Pedro Fabro y con Maestro Francisco Javier, los cuales después ganó para el servicio de Dios por medio de los Ejercicios»59. San Ignacio no abandonó el grupo que había tenido que de-
56 Cfr. Autobiografía, 56.
57 Cfr. I. DE LOYOLA, Obras de san Ignacio de Loyola, BAC, Madrid1997, p. 134, nota 6 y p. 135, nota 15.
58 Autobiografía, 71.
59 Cfr. Autobiografía, 82.
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Ejercicios Ignacianos y Comunidad jar en España, para venir a estudiar a París, por el contrario, fue frecuentemente atendido por él por medio de su correspondencia. «Y para no hablar más de éstos, su fin fue el siguiente: Mientras el peregrino estaba en París, les escribía con frecuencia, según el acuerdo que había tomado, mostrándoles las pocas facilidades que había para hacerles venir a estudiar en París». A pesar de las ayudas ofrecidas por san Ignacio el grupo se disolvió y cada uno se fue por caminos y destinos diferentes, como él mismo lo dice60.
Lo obvio era, que terminados en París los estudios de Ignacio y sus compañeros, ya estuvieran mejor preparados, como era su propósito, para dedicarse del todo a la tarea evangelizadora, mucho más cualificados, y era de esperar, un servicio más eficaz a favor de las almas.
El contenido del voto de Montmartre, aún dejaba en suspenso el escenario definitivo y permanente de su labor en servicio de las almas; en efecto, a ese respecto dice el mismo Ignacio: «Ya por este tiempo habían decidido todos lo que tenían que hacer, esto es: ir a Venecia y a Jerusalén y gastar su vida en provecho de las almas; y si no consiguiesen permiso para quedarse en Jerusalén, volver a Roma y presentarse al Vicario de Cristo, para que los emplease en lo que juzgase ser de más gloria de Dios y utilidad de las almas. Habían propuesto también esperar un año la embarcación en Venecia, y si no hubiese aquel año embarcación para Levante, quedarían libres del voto de Jerusalén y acudirían al Papa, etcétera»61. Quienes emitieron el voto en Montmartre el 15 de Agosto de 1534 fueron Ignacio con sus seis primeros compañeros: Francisco Javier, Pedro Fabro, Alfonso Bobadilla, Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Simón Rodrigues y el año siguiente y en la misma fecha, al renovar el voto en Venecia, se les añadieron otros tres compañeros: Claudio Jayo, Juan Coduri y Pascasio Broët62. Más tarde se les juntó el Bachiller Diego Hoces, después de algunas vacilaciones. «Este se ayudó muy notablemente en los ejercicios, y al fin se resolvió a seguir el camino del peregrino. Fue también el primero que murió»63.
60 Ibid. 80.
61 Ibid. 85.
62 Cfr. I DE LOYOLA, Obras de San Ignacio de Loyola, BAC, Madrid1997, p. 158, nota 26.
63 Cfr. Autobiografía, 92.
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La lógica del actuar de Dios, leída a través de signos y acogida incondicionalmente por san Ignacio y sus compañeros, los condujo definitivamente como grupo, o como comunidad, o como Compañía de Jesús, a comprometerse en la Iglesia y a disposición del Papa, para mayor gloria de Dios y mayor servicio de las almas.
Para el propósito de este trabajo, las conclusiones ya son claras: la relación que existe entre su propia conversión solamente definida en los últimos tiempos de Manresa y en particular bajo la ilustración del Cardoner y el comportamiento coherente al servicio de las almas, es evidente. Pero no menos clara es la relación entre su servicio a las almas y siempre con un grupito de compañeros. Pero más evidente aún es la relación de los Ejercicios Espirituales y la configuración del grupo de compañeros de París con sus propósitos evangelizadores.
Frente a esta coincidencia de relaciones, bien se podría descubrir algo que subyace y es además el fondo esencial de todas estas relaciones y que hemos considerado ya en la fenomenología del actuar de Dios en los Ejercicios y sus efectos en el ejercitante, por un lado; e igualmente, de otro lado, en la fenomenología de ese mismo actuar de Dios en la comunidad y sus efectos en los miembros de la misma. En todos estos casos se trata de espacios para edificar seres humanos capaces de salir de sí mismos por la acción del Espíritu de Dios, y por lo tanto, capaces de hacer comunión con los otros, esto es, evangelizando al hacer comunidad.
Podría parecer extraño, aunque lógico, según todo lo visto anteriormente, el siguiente cuestionamiento: ¿Sería posible que una persona pueda ser realmente un ser humano auténtico según la voluntad de Dios, esto es, capaz de salir de sí mismo, por el poder del Espíritu que habita en él, sin una experiencia de Dios conscientemente percibida, aunque todavía no suficientemente objetivada categorialmente? Este es precisamente el fondo tocado directamente por la finalidad de los Ejercicios y este es al mismo tiempo el fundamento mismo de la comunidad como espacio de formación de seres humanos según la voluntad de Dios.
En forma más breve, la comunidad se descubre como el espacio esencial de la evangelización y los Ejercicios, por otra parte, se descubren como la manera práctica y eficaz del anuncio del Evangelio.
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Ejercicios Ignacianos y Comunidad
Jesús solo puede anunciar el Reino de Dios haciéndolo suceder en concreto, esto es, haciendo él mismo comunión con un grupo de discípulos cercanos. Pablo evangelizaba, de hecho, insertándose en familias paganas, haciendo comunión con ellos y, por la misma razón, transformándolos en comunidades cristianas domésticas. El mismo san Ignacio en su siempre atenta disponibilidad a la orientación del Espíritu del resucitado en él mismo, como efecto de su propia experiencia espiritual de los Ejercicios, descubre que el servicio a la salvación de las almas solo se realiza de hecho en comunidad y desde la comunidad dentro de la Iglesia.
Conclusión final
Si el Evangelio es el poder del Espíritu del resucitado64, que habita en todo hombre65 para transformarlo en un ser capaz de liberarse de sí mismo y, en consecuencia, poder salir de sí mismo en función de sus hermanos; y si precisamente la comunidad es el espacio donde se edifican estos hombres según la voluntad de Dios y por tanto, espacio del acontecer del Evangelio y ella misma anuncio del Evangelio; y si, por otra parte, los Ejercicios Espirituales pretenden disponer al ser humano al dinamismo libre del Espíritu del resucitado, esto es, al Evangelio, que lo despoja de sí mismo, -de las «afecciones desordenadas»-, encontrando así la «voluntad divina», que consiste en ser un instrumento dócil de salvación de los otros; de allí que la conclusión sea, al menos como interrogante: ¿Será posible comunidad y anuncio del Evangelio sin una experiencia de Dios conducente tal como la que se vive consciente y ordenadamente en los Ejercicios Espirituales?
64 Cfr. Rom 1, 16. 65 Ibíd., 8, 9-11.
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Javier Melloni, S.J.
Los Ejercicios como experiencia mística*
Javier Melloni, S Melloni, S Javier Melloni, S Melloni, S .J .J
Entiendo por mística el adentramiento en las fuentes de la vida, allí donde el ser individual se identifica con el Ser total, que es Dios. La vida se ha manifestado y realizado plenamente en Cristo Jesús1, «misterio escondido desde el origen de los tiempos, revelado ahora a todos los pueblos»2. La conjunción de lo humano y de lo divino se ha realizado íntegramente en una persona, Jesús de Nazaret, el Cristo, «el que ha sido ungido por el Espíritu». En Cristo Jesús lo divino se ha adentrado en lo humano y lo humano en lo divino por medio de una recíproca donación cada vez más honda hasta hacerse total e indisoluble. La experiencia cristiana no busca otra cosa que esta unificación, y tiene a Cristo Jesús como modelo y camino y al Espíritu como fuerza y dinamismo. Ello es lo que proponen los Ejercicios: ofrecer un método (met´hodos, «a través de un camino») para liberar en nosotros tal ofrecimiento y alcanzar tal configuración.
* Publicado con modificaciones en: Manresa 76 (2004), pp.355-369
** Doctor en Teología y licenciado en Antropología Cultural. Es miembro de Cristianisme i Justícia y profesor de Teología Espiritual en la Facultad de Teología de Cataluña y en el Instituto de Teología Fundamental de Sant Cugat (Barcelona). Está especializado en temas de diálogo interreligioso
1 Cfr. Rom 16, 25; Ef 1, 9; 3, 3-9; Col 1, 26-27; 2, 2; 4, 3; 1 Tim 3, 16.
2 Col 1, 26.
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Los Ejercicios como experiencia mística
Ahora bien, los Ejercicios contienen una especificidad a la hora de proponer este horizonte: lo hacen a través del discernimiento y del acto de la elección, en búsqueda y adhesión a la voluntad de Dios sobre la propia vida. Y ello es una acción del Espíritu. La voluntad de Dios no es otra que la cristificación de todas las cosas y personas en la plenitud del recibirse y del entregarse, la participación en la filiación divina. Las concreciones espacio-temporales de esta configuración son diferentes para cada uno. Por ello hay que aprender a discernir esta voluntad cristificante en medio de las brumas interiores (las psicológicas) y las exteriores (las de historia). Porque esta interna transformación tiene implicaciones sociales y cósmicas: lo que sucede en uno sucede simultáneamente para todos, porque todos estamos inmersos en el mismo proceso, ya que formamos parte del mismo Cuerpo3.
De aquí los tres ejes que constituyen la experiencia de los Ejercicios: por un lado, la centralidad de Cristo Jesús, permanentemente presente como horizonte de la contemplación; por otro, el auscultamiento de los movimientos internos del ejercitante donde se va produciendo esta transformación, ámbito que pertenece al Espíritu y al discernimiento de espíritus; y por último, la referencia al mundo, escenario donde y para el cual se produce esta configuración. Estos tres ejes no son sucesivos sino simultáneos. Es nuestra incapacidad de tratarlos a la vez lo que hace que los presentemos uno después del otro. En la experiencia del ejercitante forman una unidad indivisible, porque somos constitutiva y continuamente presencia crística, conciencia humana y mundo. La progresiva unificación de estos tres ámbitos es precisamente lo que constituye la experiencia mística de los Ejercicios.
Esta integración se produce a partir de dos grandes tiempos: el primero abarca la Primera y Segunda Semanas y está marcado por un proceso de personificación que culmina en la elección; el segundo, comienza con la contemplación de la Cena en Tercera Semana, se extiende a la Cuarta Semana y se abre al horizonte de la Contemplación para alcanzar Amor, y está caracterizado por un proceso de transpersonalización.
3 Cfr. 1Co 12,27; Ef 4,12-13)
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Javier Melloni, S.J.
A su vez, ambos tiempos se difractan en dos: por vía negativa (Primera y Tercera Semanas) y por vía positiva (Segunda y Cuarta Semanas).
PRIMER TIEMPO: PROCESO DE PERSONIFICACIÓN
El Principio y Fundamento4, pórtico de todo el recorrido, propone el desarrollo de la existencia a partir de la alabanza (expansión), la reverencia (contracción) y el servicio (concreción) desde la experiencia de la creaturalidad, esto es, desde la des-pertenencia, desde el ser recibido, no autoposeído. Para introducirse en este triple movimiento hay que lograr la libertad (indiferencia) en cuatro ámbitos: el de la posesión (relación con las cosas), el del honor (nuestra imagen ante los demás), el de la actividad o pasividad (salud y enfermedad) y el del control del tiempo (vida larga o corta).
Para desidentificarse respecto de estos aspectos es necesario tomar perspectiva. Por ello se requiere un cierto apartamiento del mundo5, lo cual implica la interrupción de las coordenadas habituales en las que se desarrolla nuestra vida y con las que tendemos a identificarnos.
Vía negativa: Primera Semana
Esta suspensión del entorno ordinario no sólo es propio de la Primera Semana sino también del resto de los Ejercicios Espirituales, pero suele ser al inicio cuando más se sienten sus efectos, por las resonancias de lo que se acaba de dejar. Tal distanciamiento es indispensable, ya que el ejercitante «estando así apartado, no teniendo el entendimiento partido en muchas cosas, mas poniendo todo el cuidado en una sola, es a saber, en servir a su Criador y aprovechar a su propia ánima, usa de sus potencias naturales más libremente»6. La separación permite sentir los «enganches» que nos ligan y nos privan de libertad, lo que Ignacio llama las «afecciones desordenadas». No se trata de rechazar las múltiples dimensiones y conexiones que nos constituyen, sino
4 Ejercicios espirituales 23.
5 Cfr. Ejercicios espirituales20.
6 Ibíd., 20.
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Los Ejercicios como experiencia mística de tomar perspectiva y concienciarnos de cómo nos relacionamos con las personas que normalmente están en nuestro entorno, nuestro trabajo, nuestras responsabilidades, nuestro modo de descansar,… Este distanciamiento permite atender también a los detalles de nuestra corporeidad, del comer, del dormir,…7 para así ir recorriendo y ordenando los diversos aspectos de nuestra persona. Hay que tratar de identificar todo lo que retiene nuestra afectividad y nuestros deseos, creándonos dependencias. Porque todo ello es energía que deja de fluir. Hay que liberarla y lograr que alcance regiones ulteriores de nuestro ser que han de llevarnos más allá de nuestra individualidad autocentrada.
De aquí que se proponga examinar diariamente dos veces algún aspecto que haya que erradicar8 así como revisar los diversos ámbitos que nos constituyen como personas: pensamientos, palabras y acciones9. Hay que transformarlo todo, y para ello, hay que considerarlo y reconsiderarlo todo. Esta auscultación está presente también en el comienzo de cada oración: acciones, intenciones y operaciones piden ser ordenadas «en servicio y alabanza de su divina majestad»10. Nada de esto hay que entenderlo en clave moralizante, sino en clave místicoontológica. De lo que se trata es de reorientar las diversas dimensiones de la persona para abrirla a su cristificación. Y si la cristificación consiste en la plena conciencia de recibirse desde Dios, ese Origen Originante de donde brota continuamente el ser -y por tanto, uno mismo-, los EE ofrecen la oportunidad de liberarse de todo aquello que obstaculiza la plenitud de esta pertenencia.
De aquí que la Primera Semana se oriente a la toma de conciencia del pecado, la Ignorancia radical, que no es otra cosa que el error y obcecación de la autoposesión. En la tradición mística, el trabajo sobre esta toma de conciencia se identifica con la vía purificativa, que consiste en volver a la pureza original, a la forma primigenia que cada uno es.
7 Ibíd., 79-82.85-86; 83; 84.
8 Ibíd., 24-31.
9 Ibíd., 33-37; 38-41 y 42. La práctica del Examen de Conciencia, que procede de tradiciones cristianas muy antiguas, también la encontramos entre los Ejercicios Espirituales de los sufíes. Cfr. L. GARDET & ANAWATI, Introduction à la mystique musulmane, Vrin, Paris 1968, 30.
10 Ejercicios Espirituales 46.
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Acentuando lo que no-es, podemos descubrir lo que realmente es
La Primera Semana pretende hacer descubrir que no vivimos tal como estamos llamados a ser. No somos porque en lugar de dejar ser, tratamos compulsivamente de arrebatar y retener el ser. Para acceder al conocimiento interno de nuestra deformidad11, se procede de afuera a dentro y de lo general a lo particular. Al igual que el zoom de una cámara, que primero comienza por lo más lejano para luego acercarse a lo próximo, así también están concebidas las meditaciones: empiezan presentando la caída de los ángeles12, que no es otra que la apropiación de la luz de la cual sólo eran reflejo; después los de los seres humanos primordiales13, simbolizado en la avidez por arrebatar el fruto del árbol del conocimiento y de la vida, sin respetar los límites de la propia finitud; para luego concretarlo en los pecados corrientes de todas las personas, hasta llegar a los propios14. Con este procedimiento se ayuda a tomar conciencia de la solidaridad del género humano que hace que en un acto nos podamos reconocer todos. Se trata de identificar todo aquello que nos deforma, que nos despersonaliza, en el extremo opuesto de aquella «imagen y semejanza» que se sostiene en el don de la reciprocidad, en la cual y para la cual hemos sido creados. Pero nuestra avidez nos ha exiliado del Paraíso. Hay que atreverse a «mirar toda mi corrupción y fealdad corpórea; mirarme como una llaga y postema, de donde han salido tantos pecados y tantas maldades y ponzoña tan torpísima»15. Se trata de comprender el origen de todo ese daño.
La sanación o purificación llega por vía homeopática, en la medida que todo ello se hace mirando a Cristo crucificado16, quien también se muestra como «llaga y postema». En ambos casos, como dos espejos que se devuelven mutuamente la imagen, se trabaja por vía negativa. Acentuando lo que no-es, podemos descubrir lo que realmente es. El
11 Cfr. Ejercicios Espirituales 63.
12 Ibíd., 50.
13 Ibíd., 51.
14 Ibíd., 52.
15 Ejercicios Espirituales 58.
16 Cfr. Ejercicios Espirituales 53.
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Los Ejercicios como experiencia mística
rostro desfigurado de Cristo, icono de la divino-humanidad, revela a la vez que sana la desfiguración del propio rostro y el de la humanidad: ofreciéndose, sin defenderse, muestra por contraste nuestra compulsión agresora que le deforma y nos deforma. Sólo si llegamos a percibir que nos hallamos «desterrados, entre brutos animales»17 y llegamos a asomarnos a «la longura, anchura y profundidad del infierno»18 que nosotros mismos nos creamos y que creamos a los demás, desearemos con determinación salir de este estado. Así, repito, a través de lo que no-somos, podemos acceder a lo que somos. Este no-ser queda manifestado gracias a la angustia que ha sido puesta al descubierto.
La meditación del infierno19 no pretende provocar temores artificiales, sino que se trata de una terapia de choque por medio de la imaginación de los sentidos que permite caer en la cuenta de lo equivocado de un modo de vivir que desfigura todos los objetos de nuestro deseo: la vista ve fuego y personas ardiendo, los oídos oyen llantos, alaridos y blasfemias, el olfato huele azufre y putrefacción, el gusto gusta amargura y remordimientos, el tacto se quema al querer tocar20 Todo ello resulta de la avidez que provoca el estado de apropiación, de la deformidad en la relación de la personas con las cosas y con las demás personas.
Ello es contrastado con la imagen de Cristo crucificado, icono del ofrecimiento y de la entrega hasta los extremos más insospechados frente a la pulsión depredadora de apropiación. Sólo su perdón es capaz de detener la dinámica de la apropiación. Y en este perdón no está sólo Dios, sino las demás criaturas de la Creación, el cosmos entero. Por ello brota «exclamar admirativamente con gran agradecimiento y afecto por todas las criaturas, cómo me han dejado en vida y conservado en ella»21. Así, sentir y comprender interiormente el propio desorden y del mundo22 va a la par con el agradecimiento por no haber sido aniquilado
17 Ejercicios Espirituales 47.
18 Ibíd., 65.
19 Cfr. Ejercicios Espirituales 65-71.
20 Ibíd., 66-70.
21 Ejercicios Espirituales 60.
22 Cfr. Ejercicios Espirituales 63.
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como consecuencia del propio autocentramiento. Es decir, gracias a una conspiración cósmica, no he sido aniquilado por el caos del pecado, sino que existe una consistencia en el mundo creado por Dios que hace que no sucumbamos aunque hagamos todo lo posible por perdernos.
La gratitud por el perdón recibido lleva a salir de uno mismo y a abrirse a la contemplación de cuál es el verdadero modo de ser y de existir que restaura la imagen y semejanza originales y que devuelve al mundo su condición paradisíaca.
Vía positiva: Segunda Semana
Tras la toma de conciencia de la deformidad del vivir inauténtico que conduce al no-ser (la despersonalización), se trata ahora de contemplar el vivir auténtico que lleva a la plenitud del ejercitante (la personalización). Por ello, la Segunda Semana gravita sobre la contemplación de Cristo Jesús, modelo de la divino-humanidad, la plasmación perfecta de la «imagen y semejanza divinas». Cuando hablamos de naturaleza divina nos estamos refiriendo a esa cualidad del ser que existe como plenitud, y que a la vez, es plenitud del dejar ser. Eso es lo que se quiere decir cuando se formula que «Dios es amor»23. Que Dios sea amor significa que la esencia de su Ser es dar el ser y que se entrega indeciblemente a aquél otro de sí que no siendo Él, le atrae irresistiblemente. Tal es el misterio de lo que llamamos encarnación y redención, que es lo que a continuación se abre ante el ejercitante.
Las contemplaciones de Segunda Semana buscan personificar al máximo tanto la llamada de Cristo como la respuesta del ejercitante. Porque no se trata de adherirse a un programa ni a un proyecto, sino de la invitación a un seguimiento a «venir conmigo» 24 en la calidez e intimidad de una relación personal que es dirigida a cada uno en particular. Para ello se requiere una respuesta sin reservas. De aquí que esta segunda etapa comience con una llamada que es hecha a cada
23 1 Jn 4, 20.
24 Ejercicios Espirituales 93 y 95.
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cual a ir «con Él» sin condiciones, lo cual introduce en el proceso en una relación de tú a tú que se hará cada vez más honda y radical.
En Segunda Semana ya no se medita, sino que se contempla. Las meditaciones in-forman, las contemplaciones trans-forman. Las primeras confirman en lo que ya se conoce. Las segundas llevan a regiones nuevas por conocer y configuran conforme con lo que desvelan desde el centro del ser. Esta diferencia es de capital importancia para captar la mistagogía de los Ejercicios. Porque no se trata de entretenerse con consideraciones mentales sobre la vida de Cristo, sino que, activando el potencial psíquico de la afectividad, del conocimiento, de la imaginación y de los sentidos, la totalidad de la persona se vaya dejando moldear por las escenas que contempla.
Las meditaciones in-forman, las contemplaciones trans-forman
El ejercitante está llamado a recorrer las etapas fundamentales del gran relato cristiano: la encarnación del Hijo, su nacimiento, su vida oculta en Nazaret, su bautismo en el Jordán, la llamada a los discípulos, las diversas escenas de la vida pública hasta la llegada a Jerusalén. Así, la vida de Cristo, modelo de la divino-humanidad, se va haciendo la vida del ejercitante. Cada contemplación es la actualización del misterio que se ora: «El Señor nuevamente encarnado», dice el texto ignaciano25. Del mismo modo podría decirse: el Señor nuevamente naciendo, creciendo, siendo bautizado,... a través de cada ejercitante, el cual reproduce en sí mismo los momentos arquetípicos de la salvación. Tal es la experiencia mística que va aconteciendo: lo que pertenece al pasado se hace presente, se realiza de nuevo por medio del acto orante.
A su vez, las contemplaciones de los pasajes evangélicos están trenzadas con meditaciones y consideraciones elaboradas por Ignacio para propiciar la elección: Dos Banderas, Tres Binarios y Las tres maneras de humildad26. La primera está dirigida a la inteligencia, la se-
25 Ibíd., 109.
26 Cfr. Ejercicios Espirituales 136-147; 149-156 y 165-168.
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gunda a la toma de conciencia del estado de los propios afectos y dependencias, y la tercera a la capacidad de corresponder al amor con más amor. En Dos Banderas se presenta la polarización entre el no-ser (máxima despersonalización) y el ser (plenitud de la personalización). El extravío hacia el no-ser comienza con la identificación con el tener (riquezas), prosigue con el aparentar (vanagloria) hasta llegar a la oscuridad del autocentramiento (soberbia). Así se recuerda la deformidad que se denunciaba en Primera Semana. Por el contrario, el camino del ser está marcado por la pobreza, la liberación de las apariencias (humillación, aunque sería mejor hablar de «humildación») hasta llegar a la humildad, tierra de la que brotan todas las demás virtudes.
La identificación con Cristo pobre y humilde es condición de posibilidad para el conocimiento místico. Sólo en un estado pleno de abandono y de receptividad se puede recibir la revelación de la propia llamada: «Te bendigo, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has querido revelar a los pequeños y sencillos»27. Por ello, el camino de desprendimiento se extrema en las tres maneras o grados de humildad, hasta llegar a la «locura». La identificación del tercer grado con la pobreza y oprobios de Cristo, y el deseo de «ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero fue tenido por tal»28 es lo que introduce en aquel conocimiento del que nadie participa «fuera del Padre y del Hijo, y aquellos a los que el Hijo lo quiera revelar»29. Aquí, la vía positiva se convierte en vía negativa para acceder a regiones más altas del amar y del conocer. Tal es la característica de la vida iluminativa, que es lo propio de esta Segunda Semana30: por un lado, el «conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre»31, y por otro, el modo concreto por el cual estoy llamado a su seguimiento. Tal revelación se produce en la medida que se entra en ese estado de abandono que hay entre Ambos. Para que el Padre lo ponga en nuestras manos como lo ha puesto en las manos del Hijo, hay que vivir en el mismo estado de
27 Mt 11, 25.
28 Ejercicios Espirituales 167.
29 Mt 11, 27.
30 Cfr. Ejercicios Espirituales 10.
31 Ejercicios Espirituales 104.
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Los Ejercicios como experiencia mística receptividad que el Hijo. Por ello se puede establecer una correspondencia entre las tres maneras de humildad y los tres tiempos de elección32: cuanto mayor es el desprendimiento del propio yo, mayor es la claridad de la llamada.
LA PUERTA ESTRECHA DE LA ELECCIÓN
En el recorrido hecho hasta aquí se ha cuidado la escucha de las mociones interiores que se han ido produciendo en el ejercitante. Porque el desenganche de las afecciones desordenadas produce confusión, temor, rechazo,… (desolaciones), así como su liberación o las irrupciones de la fuerza y presencia de Dios producen claridad, gozo, dinamismos varios de expansión (consolaciones). La auscultación de tales movimientos, además de servir para orientar en los sutiles meandros de la vida psíquico-espiritual, sirve para discernir esa voluntad de Dios que es única para cada uno.
La elección es el principio unificador de la experiencia de los Ejercicios
En la elección se produce la concentración de las tres dimensiones que mencionábamos al comienzo: la identificación con la persona de Jesús, cuyo conocimiento interno durante las contemplaciones de Segunda semana han llevado a más amarle y seguirle33; el descubrimiento de las capacidades personales que han sido desbloqueadas y liberadas para ponerlas al servicio del Reino; y la concreción de un lugar en el mundo donde esta entrega se concreta. Todo ello se concentra en el acto de la elección. En este sentido, la elección es el principio unificador de la experiencia de los Ejercicios.
Con ello, parecería que se ha acabado el recorrido, porque se ha logrado lo que se buscaba: « buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima», tal como se enuncia en la primera anotación34. Sin embargo, no estamos más que a la mitad del
32 Cfr. Ejercicios Espirituales 165-168 y 175-177.
33 Ibíd., 104
34 Ejercicios Espirituales 1.
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camino. Porque la elección es también un pasaje. Hasta aquí se ha tratado más bien del hacer del ejercitante. Todavía resuenan los coloquios de Primera Semana donde uno se preguntaba «lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo y lo que debo hacer por Cristo»35. A partir de ahora ya no se trata de hacer, sino de dejarse hacer. La Tercera y Cuarta Semanas se abren a una nueva dimensión que ya no se expresa en términos de personalización, sino de transpersonalización, donde tanto el yo del ejercitante, la relación con Cristo y la percepción del mundo están llamados todavía más a unificarse y trascenderse.
La articulación de los dos grandes tiempos del proceso se podría expresar gráficamente así:
Transpersonalización
Dejarse Hacer
Elección
Hacer
Prepersonalización
Unificaciónpersonificación
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El paso de la personalización a la transpersonalización se hace a través de la puerta estrecha36 de la elección. Sólo el yo desprendido puede acceder al reino de lo transpersonal que está más allá del yo.
SEGUNDO TIEMPO: EL PROCESO DE TRANSPERSONALIZACIÓN
Vía negativa: Tercera Semana
Tercera Semana comienza con la contemplación de la institución de la Eucaristía y acaba con la sepultura37. Desde el comienzo al final hay escisión, todo está atravesado por la fractura y la desmembración: el pan es partido, escindido, del mismo modo que «el cuerpo sacratísimo de Cristo nuestro Señor quedó desatado y apartado del ánima»38. Si en el momento de la elección había unificación, aquí hay desintegración. Todo se esconde: no sólo la divinidad de Jesús39, sino también su humanidad, y también los discípulos,… Como el velo del templo, todo se desgarra. Y el sol, la luna y la tierra se estremecen40. Pero es precisamente por ello y gracias a ello que lo que estaba velado se desvela y lo que era denso y opaco se tornará transparencia en un estado nuevo de existencia, habiendo alcanzado sus simas más profundas.
Para entrar en el Reino de la transpersonalización hay que dejar el ámbito de la individuación
Para entrar en el Reino de la transpersonalización hay que dejar el ámbito de la individuación. Para ello hay que acompañar a Cristo Jesús en su Pasión hasta la muerte de su yo todavía separado. Renunciado a toda forma de «mí» y de «lo mío» -tal es la entrega en Getsemaní-, el
36 Cfr. Lc 13, 24; 18, 24.
37 Cfr. Ejercicios Espirituales 190-192; 208.
38 Ejercicios Espirituales 208.
39 Cfr. Ejercicios Espirituales 196.
40 Ibíd., 297.
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Jesús concreto e histórico de Nazaret se convirtió en el Cristo cósmico, en el cual y a través del cual todas las cosas han sido hechas41.
Tal es el paso que también ha de hacer el ejercitante: del estado de personalización y de unificación alcanzados en la elección al trascendimiento de este estadio en un orden superior, más allá de esa misma elección, que todavía está autorreferida. Si bien en la primera parte de los Ejercicios la persona ha ido discerniendo su vocación personal y se ha entregado a ella, ahora ha de entregar su capacidad misma de entrega. La actividad se transforma en pasividad, la personalización del acto libre de elección se torna abandono de ese mismo acto hasta la aparente aniquilación del yo que se entrega.
La transpersonalización parece alcanzarse a costa de un movimiento regresivo de despersonalización semejante a los horrores de la Primera Semana. Sin embargo, se trata radicalmente de otra cosa, ya que avanza en dirección opuesta. La desfiguración que se meditaba en Primera Semana era prepersonal. En ella todavía no había conciencia del cuál era el camino de la Vida. Lo difícil y desconcertante del paso que hay que dar ahora es que lo que parecía logrado y consolidado, se desmiembra, se pierde para quedar englutido en los oscuros parajes de la Nada. Divinidad, humanidad y mundo se desintegran, desaparecen. Pero desaparecen porque se entregan, mientras que en la Primera Semana, el englutimiento del Infierno era resultado de la retención y de la apropiación.
En esa Nada es precisamente donde hay que entrar. Este paso aparentemente forzado por la Noche, por el mayor de los anonadamientos, no es artificial ni arbitrario, sino que corresponde a la dinámica misma del proceso místico-existencial: la aceptación de las pasividades y ser conducido por donde uno no sabe, no gusta, no conoce. No se llega a ese momento porque uno quiera, ni tampoco cuando uno lo quiere, sino que acontece sin que se desee, como en Jesús. Todo lo que uno puede hacer es disponerse. Con Cristo crucificado, hay que librar el espíritu, como él42. Así, cuando todo ha sido ofrecido, hasta la posibilidad misma de en-
41 Cfr. Col 1, 16-17.
42 Cfr. Jn 19, 30.
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Los Ejercicios como experiencia mística tregar, puede emerger Algo nuevo que no proviene de nosotros, y que traspasándonos, nos traslada a otra región del ser y del existir.
Vía positiva: Cuarta Semana
El estado de existencia que dejan atisbar las «apariciones» de Jesús resucitado remite a un nivel de realidad que aquí llamamos transpersonal. Con este término se trata de indicar que la Nueva Vida en que Él se encuentra trasciende el contorno de su antigua individualidad así como las coordenadas espacio-temporales habituales. Divinidad, humanidad y mundo aparecen ahora de un modo diferente. El yo psíquico-biológico de Jesús ha quedado transformado en una Presencia que no ocupa espacio ni está sometida al tiempo, difractado en pasado-presente-futuro. Sólo existe un eterno presente, una plenitud del aquí y el ahora que nuestros seres dispersos y encapsulados en nuestras individualidades autodefensivas desconocen. La existencia transpersonal de Cristo resucitado está más allá de todo pronombre posesivo y de toda autorreferencia. Está y aparece donde necesita la gente. Su yo son los otros43, y por ello esos otros pueden percibirlo simultáneamente. Pero no vamos a profanar con más descripciones un estado que no conocemos. Sólo nos llegan destellos de ello por sus «verdaderos y santísimos efectos»44. Y, ¿qué efectos son esos? Los que aparecen en los relatos de resurrección transformando a los que los recibieron y que San Ignacio identifica como «el oficio de consolar»45. Y las características de la consolación son: inflamación en amor por el Señor, capacidad de percibir todas las criaturas en y desde Dios y no por sí mismas, una mayor obertura a la alteridad y un aumento de fe, de esperanza, de amor, de alegría y de pacificación46.
Sin embargo, con demasiada frecuencia se accede a las contemplaciones de Cuarta Semana desde los parámetros de la Segunda. Del mismo modo que la Tercera Semana no supone una regresión a la Pri-
43 Cfr. Mt 25.
44 Ejercicios Espirituales 223.
45 Ibíd., 224
46 Cfr. Ejercicios Espirituales 315.
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La contemplación para alcanzar amor no es cristológica porque es crística
mera, tampoco la Cuarta Semana es una regresión a la Segunda. Como María Magdalena47 corremos el riesgo de retener a Cristo resucitado en nuestro estadio, en lugar de ser nosotros los que vayamos hacia el suyo. Contemplar a Jesús resucitado requiere un nuevo modo de percepción, tal como también los discípulos fueron enseñados. Tales contemplaciones preparan para un nuevo modo de existencia y disponen para un retorno a Galilea48 con la mirada transformada. Lo que en la Ascensión se simboliza como una ascensión mítica hacia los cielos49, en verdad, es el adentramiento de Cristo en el corazón del mundo y de la historia: «Yo permaneceré con vosotros hasta el Último día»50.
La progresiva interiorización del Señor resucitado de tal manera va configurando al ejercitante que, en la última contemplación que se propone en los Ejercicios, Cristo no es tematizado. No es tematizado como objeto de contemplación porque se ha interiorizado y se ha convertido en la persona misma del ejercitante. La contemplación para alcanzar amor51 no es cristológica porque es crística: el mundo es mirado con y desde los ojos de Cristo, y así todas las cosas se presentan como diafanía, como pura transparencia, plenitud de conciencia de que todo es don recibido52. Por ello uno se convierte en ofrenda: «Tomad, Señor, y recibid…»53. Cinco «todos» aparecen en esta oración que dejan sin nada, en esa Nada que permite alcanzar el Todo.
Así culmina la experiencia mística de los Ejercicios. El ejercitante, ofreciéndose en la misma medida que se comprende a sí mismo como recibiéndose, experimenta que nada le separa de Dios, sino que Dios
47 Cfr. Jn 20, 17.
48 Cfr. Mt 28, 7.
49 Cfr. Ejercicios Espirituales 312.
50 Mt 28, 20.
51 Ejercicios Espirituales 230-237.
52 Cfr. Ejercicios Espirituales 233.
53 Ejercicios Espirituales 234.
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Los Ejercicios como experiencia mística está en él en forma de su donarse. «El Señor desea dárseme en cuanto puede»54. El poder de ese darse de Dios en el ejercitante es proporcional al espacio que el ejercitante desaloje de sí mismo para que en él sea vertido el darse de Dios. Entregando aquello que es lo más «nuestro»: libertad, memoria, entendimiento y voluntad, todo haber y poseer,… nos transpersonalizamos, no desintegramos. Habiendo trascendido nuestro yo y nuestros «míos», podemos percibir que el mismo Dios que habita en las criaturas, «en los elementos dando ser, en las plantas vegetando en los animales sensando y en el ser humano haciéndole entender»55 es el mismo que está en la propia libertad, memoria, entendimiento, voluntad…, en definitiva, en todo lo que uno es. De aquí que el ejercitante esté llamado a repetir cuantas veces pueda y desee el «tomar, Señor, y recibir». Tal es el intercambio y la comunicación entre Amante y amado56, hasta hacerse uno.
Aquella elección hecha a mitad del camino es retomada al final del recorrido, ante la inminente «vuelta al mundo», al lugar a donde el ejercitante es enviado en una completa sinergia entre Dios y él, en una misión en la que el ejercitante toma el lugar de Cristo: « Así como el Padre me ha enviado, así os envío yo a vosotros»57. El Cristo contemplado como el Otro del ejercitante se ha ido haciendo la mismidad de su ser. Nada está separado del Ser que da origen a todo, ya que « todos los bienes y dones descienden de arriba (…) como del sol descienden los rayos y de la fuente las aguas»58. Todo, la propia existencia y la realidad entera se conciben como participación del ser de Dios, y el mundo ya no se muestra como obstáculo sino como el ámbito donde acontece esa transparencia y se revela que Dios es interior al mundo, donde Él mismo «trabaja y labora»59 a través mío y de todas las cosas para alcanzar la plenitud de tal participación.
54 Ibídem.
55 Ibíd., 235.
56 Ibíd., 231.
57 Jn 20, 21.
58 Ejercicios Espirituales 237.
59 Ibíd., 236.
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CONCLUSIONES Y ALGUNAS CUESTIONES POR RESOLVER
Vivimos tiempos de desintegración y de dispersión. La experiencia mística que ofrecen los Ejercicios radica precisamente en la capacidad de integrar elementos que vivimos escindidamente.
Por un lado, los Ejercicios atienden al polo de la personalización. En un momento en que vivimos masificados y nos despersonalizamos en la uniformidad del mercado, los Ejercicios ofrecen los elementos necesarios para tomar conciencia de nuestros dilemas y hacer madurar nuestras elecciones. Ello nos hace palpar el misterio irrepetible e ineludible de cada uno, que se va desvelando a partir de la vocación personal. Tomar conciencia de la sacralidad de cada elección que hacemos es experiencia mística.
Por otro lado, los Ejercicios también atienden al polo complementario: la medida de todas las cosas no la tiene el yo humano sino el horizonte divino. Nuestra conciencia no agota la realidad y sólo Dios da la verdadera perspectiva a lo que vivimos. En Dios está nuestra trascendencia y la plenitud de nuestro yo está más allá de nosotros mismos. Por ello es tan importante que junto con el proceso por el cual nos vamos haciendo, seamos capaces de despojarnos de nuestras autorreferencias para transpersonalizarnos. Para ello hay que aprender a desprenderse.
Tomar conciencia de la sacralidad de cada elección que hacemos es experiencia mística
En tercer lugar, los Ejercicios favorecen una experiencia mística integradora en la medida que descubren la sacralidad del mundo y su diafanía. Dan al compromiso histórico el dinamismo y la profundidad de una comunión cósmica que libera de voluntarismos y de juicios precipitados sobre los acontecimientos humanos. Al introducir en la energía divina que mueve el mundo y la historia, otorga tanto lucidez como confianza en la tarea de transformación de la tierra, porque no se realiza al margen de ella ni contra ella, sino en comunión con ella y con el Espíritu que late en unos dinamismos que hay que aprender a discernir.
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Los Ejercicios como experiencia mística
Por último, algunos cuestionamientos en torno a la práctica de los Ejercicios. Habría que interrogarse sobre la costumbre de comenzar año tras año los Ejercicios por la primera parte del itinerario que hemos descrito, como si no hubiera avance alguno en la madurez espiritual de los ejercitantes. Muy pocas veces se considera que podemos partir de un estado de transpersonalización y ello retiene la experiencia de los Ejercicios en la primera parte del proceso (Primera y Segunda Semanas) sin llegar casi nunca a la segunda parte, que liberaría capacidades insospechadas de contemplación y también de creatividad apostólica y de transformación social.
Porque tan necesario es llegar al momento de la elección que nos centra en un espacio-tiempo bien concretos y que nos personifica como seres humanos al marcarnos el ámbito del despliegue de la vocación personal, como importante es alcanzar un estado de contemplación que no esté remitido al propio hacer o deshacer, sino a un dejarse hacer en el centro del Ser donde la misma relación dialogal con Cristo y con Dios queda trascendida en la permanencia silenciosa y admirativa ante lo que es en Aquél que es.
Ambas partes requieren acentos diferentes y activan modos diferentes de oración. Las meditaciones de Primera Semana y las consideraciones ignacianas (Rey eternal, Dos Banderas, Binarios, Modos de Humildad) sirven para preparar la elección y concluyen con ella. Después disminuyen las pautas y las notas para adentrarse en un ámbito en el que sobran las palabras. ¿Hasta qué punto somos capaces de acompañar este proceso? ¿Qué elementos damos para entrar en la experiencia contemplativa?
Otra cuestión que habría que continuar reflexionado es la siguiente: la actual proliferación de técnicas y caminos orientales, ¿no responde acaso a esta sed de contemplación que nosotros no sabemos acompañar? Desde nuestra óptica podemos quedarnos tranquilos diciendo que tales prácticas eluden la interpelación a la que abocan los Ejercicios -porque no se confrontan con el estilo de vida del Evangelio y porque evitan el compromiso de la elección-, pero esto no lo explica todo. La transpersonalización de las prácticas orientales tiene mucho que ver con la segunda parte de los Ejercicios que hemos explicado. Tan insuficiente
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es precipitarse hacia una contemplación oceánica que eluda la elección, como centrarse en una personalización que no avance más hacia regiones más altas y hondas de oración, donde la medida no viene dada por la autorreferencia del yo, sino por el horizonte sin límites de Dios.

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Los Ejercicios leves. Ayudas para el servicio de Dios
Los Ejercicios Leves. Ayudas para el servicio de Dios
Luis Raúl Cruz, S Luis Raúl Cruz, S Luis Raúl Cruz, S Luis Raúl Cruz, S S .J
Asistimos a un creciente interés por la espiritualidad, que ha llevado a las personas de espiritualidad ignaciana a crear una gran cantidad de adaptaciones de los ejercicios, pero quizá siguiendo la Anotación 19, más en la perspectiva de enseñar a orar y entrar en familiaridad con el evangelio en el diario vivir. Existe a su vez ejercitantes cuyos intereses son restringidos, bien sea, por motivaciones, posibilidades, que incluye también casos en los que la capacidad y rendimiento son limitados. No por ello han de ser excluidos de los beneficios de los ejercicios, pero hay que dárselos en la medida que les convenga, prácticamente centrados en torno a la primera semana y los modos de orar, de tal manera que brindando la ayuda necesaria y adecuada para lo que busca en la vida espiritual, no solo entienda, asimile y crezca en el camino de la fe, sino que sea posible el despertar espiritual a una experiencia más profunda.
El dar modo y orden de meditar o contemplar fue para Ignacio importante, por eso diseña la actitud ideal de la persona que deseaba colocarse en manos de Dios; a su vez, presenta el rol del que da ejercicios sin desconocer el modo y la materia del acompañamiento. Sumado
* Colaborador del CIRE. Parroquia del Sagrado Corazón en Barrancabermeja.
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a ello, aparece en el comienzo de los ejercicios posibles formas de acomodación de la experiencia.
La acomodación a las situaciones concretas por las que el ejercitante va pasando debe darse también respecto a otros condicionamientos generales de la persona, lo que Ignacio llama «según la disposición». Se va a fijar en primer lugar en tres circunstancias: «edad»; «letras»: la formación, estudios que haya tenido; «o ingenio»: inteligencia, capacidad. Estos tres aspectos determinan la receptividad real de la persona y la importancia de conocer el sujeto que desea hacer los Ejercicios.
En la búsqueda de Dios, en los actuales momentos de un despertar espiritual, los Ejercicios Leves pueden ser una ayuda básica en el camino de la oración como instrumento de evangelización. Ellos tienen como base realidades catequéticas (credo, mandamientos, modos de orar, sacramentos, etc.) a las cuales se les puede sumar las características específicas de los Ejercicios, de tal manera que las personas beneficiarias de esta experiencia puedan orar de forma personal y descubran en la cotidianidad lo que Dios les insinúa. La Anotación 18 de los Ejercicios señala algunas pistas de catequesis para la vida, y puede extenderse a otros temas, más allá de los temas propuestos por Ignacio.
1La décima octava. Según la disposición de las personas que quieren tomar ejercicios espirituales, es a saber, según que tienen edad, letras o ingenio, se han de aplicar los tales ejercicios; 2porque no se den a quien es rudo, o de poca complisión, cosas que no pueda descansadamente llevar y aprovecharse con ellas. 3Asimismo, según que se quisieren disponer, se debe de dar a cada uno, porque más se pueda ayudar y aprovechar. 4Por tanto, al que se quiere ayudar para se instruir y para llegar hasta cierto grado de contentar a su ánima, se puede dar el examen particular [24-31], y después el examen general [32-43]; 5juntamente, por media hora a la mañana, el modo de orar sobre los mandamientos, pecados mortales, etc., [238 ss.], 6comendándole también la confesión de sus pecados de ocho en ocho días y, si puede, tomar el sacramento de quince en quin-ce, y si se afecta mejor de ocho en ocho. 7Esta manera es más propia para perso-nas más rudas o sin letras, declarándoles cada mandamiento, y así de los pecados mortales, preceptos de la Iglesia, cinco sentidos y obras de misericor-dia. 8Ansimesmo,
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Los Ejercicios leves. Ayudas para el servicio de Dios si el que da los ejercicios viere al que los recibe ser de poco subye-cto o de poca capacidad natural, de quien no se espera mucho fruto, 9más conve-niente es darle algunos destos ejercicios leves hasta que se confiese de sus peca-dos; 10y después, dándole algunos exámines de conciencia y orden de confe-sar más a menudo que solía, para se conservar en lo que ha ganado, 11no proce-der adelante en materias de elección, ni en otros algunos ejercicios que están fuera de la primera semana; 12mayormente cuando en otros se puede hacer mayor prove-cho, faltando tiempo para todo1
Ubicación
Ignacio, una vez ha asimilado para su vida lo que Dios le insinúa como su querer, y lanzado por el deseo del mayor servicio a Dios y ayuda a las personas, se dedica a entregar lo que a otros les puede servir, pero como fruto de su propia experiencia, de tal manera que realiza una actividad catequética no de carácter didáctico, sino que tiene como finalidad incidir y orientar a las personas en una línea de renovación espiritual bajo la guía de lo vivido en la propia experiencia de los Ejercicios en Manresa y que desplegó no solo estando allí, sino en su paso por Barcelona, Alcalá, Salamanca2.
El punto de partida para dar modo y orden en el camino espiritual, exige un conocimiento de la realidad de la persona, conocer cuál es su disposición para el crecimiento espiritual, si es por curiosidad, o verdadero interés; así mismo sus motivaciones para saber qué es posible darle y cómo ayudarle para que siga en la vía del Señor. Este es un principio fundamental para este seguimiento-acompañamiento que debe darse en los Ejercicios. Los ejercicios que la persona vaya haciendo debe llevarlos a cabo «descansadamente» para que le puedan servir de algo («aprovecharse»). La edad, la capacidad y la preparación, así como las aspiraciones del ejercitante han de ser tenidas en cuenta para lo que se le puede ofrecer en estos ejercicios leves, de modo que se instruya y afiance su manera cristiana de vivir.
1 Ejercicios Espirituales 18.
2 Cfr. FN I, 94,24; 164,24; 170,35; 172,36; 440,57; 446,60; 454; 545,40; 548; FN II, 532,24; 541,35; Autobiografía 65; 68.
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El ideal en la disposición del ejercitante, la describió Ignacio en la Anotación 5ª, al proponer como actitud continua de la experiencia espiritual el ánimo y liberalidad (coraje y valentía). La disposición que hay que tener en cuenta de quien hace los ejercicios es la real. Ignacio cuenta con que esa disposición real puede ser mínima, y no por eso dice que se abandone al ejercitante, sino que la experiencia de encuentro con Dios, se acomode a él por parte de quien los da, para que los pueda seguir «descansadamente», que no significa de manera mediocre o superficial, sino a su nivel y ritmo para que pueda crecer.
En un mundo en el que se ha dado un cambio cultural por el progreso, la educación, la recuperación de saberes y tradiciones; así mismo, la posibilidad de acceso a diversos medios de información tan amplia, la movilidad humana que abre horizontes ante el mundo y permite el roce cultural e intercambio de saberes, son nuevos condicionamientos y posibilidades para ofrecer ayudas para el camino espiritual que puede brindarse en la búsqueda de Dios. Hoy, parece despuntar en el horizonte un despertar religioso y la oferta que puede proporcionarse en este camino es un ofrecimiento amplio de acuerdo a personas, lugares, formación e intereses.
En una sociedad plural encontramos personas que buscan a Dios desde diferentes situaciones, realidades, postura e intereses. Hay que contar con ello y adaptar esta experiencia de acuerdo a la necesidad. Existen personas que poseen bastante formación académica, pero en el ámbito de la fe la formación y experiencia de fe es muy poca; de otro lado, la gran cantidad de personas con experiencia de fe y prácticas de vida cristiana tradicional, pero poca formación académica. Hay que tener en cuenta que lo común es el deseo de madurar en la fe y según sus posibilidades puede dárseles aquello que ayude en el proceso de fe.
Los ejercicios leves no son simples instrucciones, son ejercicios en estado embrionario, porque algunas nociones están en el proceso del mes de ejercicios y, son una escuela de oración personal, mediante la cual el ejercitante puede llegar a conseguir el fin de los Ejercicios que es ordenar la vida.
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Conocer el «subyecto»
Un último condicionamiento: «ser de poco subyecto o de poca capacidad natural». No es simplemente de instrucción, capacidad sino de madurez del ejercitante, así como calidad y capacidad, espiritual. Es común encontrar personas que con amplia instrucción académica, en el ámbito de la fe poseen poca formación o instrucción mínima rayando en el desconocimiento y a su vez (rudos con letras), encontramos personas que sus capacidades son limitadas por diversos condicionamientos sociales, económicos, culturales que parecieran no ofrecen mayor posibilidad (sin letras pero no rudos). Tanto a unos como a otros hay que ayudar en su iniciación, cultivo o renovación en la experiencia del encuentro con Dios. Es un proceso en el cual hay que ir poco a poco porque en este comienzo no se sabe a donde se puede llegar. Podría decirse que es un proceso de iniciación espiritual, y en la medida que se vaya haciendo el proceso ver hasta donde se puede llegar. En el carácter práctico de Ignacio no intentar ir más allá de lo que puede dar de si (por tiempo, entrega o capacidad) «más conve-niente es darle algunos destos ejercicios leves».
En el camino de Dios siempre el horizonte es abierto, por ello el futuro de la fe cristiana se juega en la capacidad para ayudar a generar experiencia religiosa genuina. No por ello los ejercicios son para todos, sino que debiese darse una implementación más abierta y no simplemente de creer a todos que han de desfilar por este camino… puede ser simplemente ofrecer los ejercicios leves,
Sería ridículo pensar que sólo los que han tenido acceso a una formación, reflexión y experimentación sistemática sobre la vida es-piritual puedan llegar a la plenitud de esta vida. Es necesario hacer una crítica contra toda forma de elitismo espiritual. La vida ordinaria del pueblo nos prohíbe así cualquier absolutización de métodos, escuelas e instrumentos de espiritualidad. Los últimos son los primeros, las pros-titutas y publicanos anteceden a los fariseos en el Reino (Mt 21, 28 32)3.
3 VÍCTOR CODINA, S.J., Los ejercicios en la vida del pueblo latinoamericano, (Eides 13), Barcelona 1994, 13.
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Quien hace ejercicios ha de ser conocido por quien le acompaña, de tal manera que este pueda conocer si en quien hace la experiencia se dan ciertas condiciones como son: que tenga tiempo para todo, por eso la selección de las personas y evitar pasos en falso que los quemen en experiencias inadecuadas o prematuras. El que hace ejercicios ha de estar en capacidad de llevar la experiencia sin angustias o estrés para que pueda sacar provecho.
El
que hace ejercicios ha de estar en capacidad de llevar la experiencia sin angustias o
estrés para que pueda sacar provecho
Otras características a tener en cuenta son la edad que tiene que ver con la madurez humana; letras, la formación cultural, estudios, instrucción; ingenio, capacidad de aprovechamiento y complexión que es más o menos la salud y capacidad natural. El «subiecto» es una mezcla de actitudes y aptitudes, de una persona que evoluciona, madura, asimila de tal manera que el provecho sea en el desarrollo de las capacidades para madurar en su camino de fe. En cierta medida, sea quien sea, que se le den estos ejercicios leves se espera que pueda avanzar en su proceso de seguimiento de Jesús. Es una invitación a ser realistas en lo que se propone porque una vida espiritual exige reflexión, discernimiento, constancia, concentración, fidelidad y no es simple buena voluntad.
Ayudas que se pueden ofrecer
El trabajo de dar Ejercicios leves, en un comienzo no presenta mucho la palabra de Dios, pero hay que despertar desde el comienzo el interés por ella porque de allí brotan los fundamentos de la vida cristiana. De igual forma, son escuela de oración, que no se contenta con la predicación, sino con llevar a la entrega de un trabajo serio y delicado de escucha al Señor.
La misma Anotación 18 hace una propuesta, que acorde a tiempos personas y lugares, puede ser ofrecida teniendo como base una experiencia personal de conocimiento en el diario vivir a través del examen
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Los Ejercicios leves. Ayudas para el servicio de Dios particular y el examen general; así mismo una invitación a crecer en la experiencia de oración por medio del primer modo de orar principalmente y finalmente, brindar de manera sugerente y evangelizadora en el mundo de hoy, un acercamiento a la realidad de los mandamientos, el pecado, la acción de la misericordia, los sacramentos (énfasis especial en la reconciliación y la eucaristía).
Estos elementos que pueden ofrecerse como ejercicios leves, poseen la exigencia de una vida interior con modo y orden, con deseos de ayudar al encuentro en el diario vivir de la presencia de Dios y de tomar conciencia de su presencia, así mismo, disponerse en el servicio de Dios, de acuerdo al contentamiento espiritual al que ha llegado.
El tiempo de duración de los ejercicios leves varía de acuerdo con la persona que los hace y la ayuda que puede ofrecer quien le dirige la experiencia, esto no quita que en el desarrollo del proceso mismo haya una base de mínima exigencia que construye los cimientos de una vida espiritual ordenada según lo asimilado por los exámenes, la vida sacramental y el primer modo de orar.
Al ser un trabajo de encuentro personal con el individuo que desea hacer los ejercicios leves, el método mediante el cual se hace es el diálogo para el intercambio de ideas y ofrecer un mejor acompañamiento; así mismo, que el ejercitante presente sus dudas, aprendizajes y pueda ser mejor ayudado. Nada se puede dejar a la aventura de un principiante.
¿Qué cristiano? ¿Para qué realidad?
Hace varios años leí un escrito sobre el «ser cristiano en América Latina» 4 creo que se siguen los mismos estratos presentados allí de cristianos, quizá con un agravante nuevo y es la poca evangelización como propuesta de transformación y la diversidad poblacional en la cual la mayoría son personas jóvenes a las que poco se les ha llegado, bien sea porque no se ha presentado el Evangelio como lo que es, o porque en muchos espacios y lugares se ha continuado con una pastoral muy
4 VÍCTOR CODINA, S.J., Ser Cristiano en América Latina, (Biblia 19), Quito 1993.
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reducida y que reproduce el sistema, sin despertar pasión por el seguimiento de Jesús.
El que da ejercicios
En cierta medida la revisión para esta propuesta pasa por quien es el que quiere comunicar la experiencia, en terminología ignaciana quien es el que da ejercicios… Muy común decir que puede dar los ejercicios quien anteriormente los ha hecho. Esto es verdad hasta cierto punto, porque supone la experiencia personal, pero a su vez el reto de ver como es el trabajo evangelizador que realiza con un elemento para la evangelización y fortalecimiento de la fe como son los ejercicios. En este caso convendría mirar que teología es la que ha elaborado a partir de su experiencia, así mismo la manera de leer y desentrañar los signos de los tiempos en este mundo en cambio, el servicio apostólico en el que desempeña su labor y la experiencia comunitaria apostólica y familiar.
Quien da ejercicios ha de ser una persona que experimenta su trabajo como un anuncio misionero, fruto de una espiritualidad encarnada que ha superado ciertos visos de reduccionismo y simplificación del evangelio, que ha logrado unir en su experiencia de fe el Jesús histórico y el Cristo de la fe y evitar así la secularización de la persona de Jesús, simplemente porque quizá una cristología deficiente esté alimentando una propia comprensión que fácilmente se anquilosa y se vuelve estrecha en un mundo en cambio, no es que haya perdido el rumbo sino que detuvo su marcha, y el Espíritu que renueva no encuentra espacio; por esta razón la vivencia pastoralista disminuye su eficacia, versatilidad, utilidad e impacto y los contenidos de su pastoral dejan muchos que desear o simplemente, ya cumplieron su papel.
Ciertas tendencias que colocan a Dios como valor o sentido hacen carrera en nuestra pastoral y agraban el trabajo de dar ejercicios, porque si es la postura de quien los ofrece, ciertamente esta imagen -deformada por cierto- deja a Dios fuera de su libertad soberana y se da un desliz hacia una secularización y terminamos encerrados en un aula virtual, puesto que no es exigente, ni consuela, permanece al margen de todo, ni abate ni
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Los Ejercicios leves. Ayudas para el servicio de Dios levanta, nada que ver con Jesús el Mesías5. Es una invitación y llamada a dar un giro de mirada a Dios y la realidad de la Iglesia, porque no se puede evangelizar sólo con palabras. El Evangelio crea vida, crea comunidad de camino. Una conversión puramente individual no tiene consistencia.
El Evangelio crea vida, crea comunidad de camino.
Una conversión puramente individual no tiene consistencia
En el discurso de despedida de la cátedra de teología en Munster J.B. Metz, teólogo de actualidad y de una fuerte palabra para la vida de la Iglesia expresó allí que el verdadero problema de nuestro tiempo es «la crisis de Dios», la ausencia de Dios, disfrazada de religiosidad vacía. La teología debe volver a ser realmente teo-logía, hablar de Dios y con Dios6. Colaborar en la evangelización a través de los grupos, comunidades, retiros, ejercicios espirituales, celebraciones ha de ser para que la buena noticia que se anuncia en nombre de Jesús llegue a su pueblo, y no sea una sutil manipulación y manejo del discurso para opacar lo verdaderamente importante y colocar por delante una persona o ideología en lugar de llevar en serio a la gente al encuentro con Dios. Que el que da los ejercicios este muy en un segundo plano y no de protagonista o pretendiendo ser el centro.
Quizá asistimos a un olvido o mejor a una amnesia cultural7 que corresponde a la desfiguración del cristianismo en cuanto mensaje temporal, porque existe sutilmente el olvido del dolor y sufrimiento que clama justicia y es mejor que permanezca oculto, no se haga visible o siga desconocido. La comunión con la pasión de Cristo no puede dejarse de lado, porque hay que dar a conocer, revelar para no perder la sensibili-
5 JOHANN BAPTIS METZ, Dios y tiempo. Nueva teología política, Trotta, Madrid 2002, 101.
6 Cfr. JOHANN BAPTIS METZ, Memoria passionis. Una evocación provocadora en una sociedad pluralista, Santander, 2007, 77-126.
7 «El mensaje cristiano de Dios se basa en una estructuración elemental del tiempo por medio de la memoria, por medio de una rememoración del sufrimiento en la que el nombre de Dios es narrado y atestiguado como nombre redentor, como el fin de los tiempos que está por llegar».
JOHANN BAPTIS METZ, «Memoria passionis». Una evocación provocadora en una sociedad pluralista, Santander 2007, 127ss.
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dad ante la situación real y no llegar tarde o hablar de cosas cuando éstas ya han sucedido… Los cristianos celebramos el memorial de la vida total del Señor y no un recuerdo descolorido y poco audaz que nada tenga que decir y comprometer en el mundo de hoy. Mucho de lo que se dice ofrecer de Dios no es tal, sino simplemente un dulzarrón pasaje de lenguaje idealista y olvidadizo, pero si hay salida, porque el lenguaje oracional es más cautivador, rebelde, radical, menos dúctil y proclive a adaptarse, más amante del riesgo que la racionalidad teológica.
A su vez, suele pasar que quien ofrece experiencia espiritual en ocasiones su oferta pastoral no es la más acertada, fue para otros tiempos y ya no es adaptada a la realidad de las personas a quien dice llegar, es decir, ¿se llega a lo que pretende y busca la gente? o simplemente, es querer mantener una propuesta sin adaptación ninguna, creyendo que todo es acertado, pero olvidando que no es un método infalible. No es posible tratar de responder con recetas de ayer a preguntas de hoy.
El que recibe ejercicios
Simplemente una persona que con diversidad de motivaciones quiere encontrar un espacio para sosegar su vida o, reanimar la esperanza o quiere crecer y madurar en la fe, en fin, son una gama de posibilidades por las cuales busca a Dios.
En tiempos actuales en los cuales lo que buscan muchas personas son espacios y tiempos en los cuales pueda sentir acogida, escucha, sintonía, afinidad y no permanecer en el anonimato; presentar los ejercicios puede ser una ayuda para estas búsquedas, siempre y cuando se abran a los espacios de la gratuidad propios del espíritu y a dejarse conducir por el espíritu que no se sabe a donde llevará.
Un sujeto que parece moverse en diversos espacios, en los que ha de mantener la coherencia, se encuentra ante diversas tensiones producidas por los espacios en los que circula su vida: trabajo, calle y el lugar de habitación, una sana tensión que reclama unicidad, que no deja casi tiempo para ser sí mismo, informado (atafagado) por los medios de comunicación y en medio de ello, encontrar espacio y tiempo cotidianos para vivir esta experiencia de encuentro con Dios.
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Suele suceder, que si no hay dedicación y disciplina para encontrar durante una agitada jornada el tiempo y el espacio para ello, los ejercicios espirituales naufragan en las buenas intenciones.
Tanto el que da como el que recibe los ejercicios les conviene, una actitud de profunda humildad y reconocimiento, que evite actitudes prometeicas de solapado orgullo o autosatisfacción, sumado a ello la pusilánime actitud que lleva a desconfiar del deseo de Dios de comunicarse a la persona humana 8 . No se puede intentar robar el protagonismo a quien no lo reclama, sino que quiere sintonizar con la creatura. En este lento caminar para sentir y gustar la presencia de Dios con el Espíritu es vital asimilar una manera propia de comprender, entender y vivir la vida, pero no por ello al margen de la acción gratuita de la presencia divina.
Hacer camino
En una sociedad plural, de ambiente más citadino, de muchedumbre solitaria que ofrece un sinnúmero de posibilidades y ofertas, muchos allí se sienten en soledad y con relaciones interpersonales difíciles, masificados, sumidos en el anonimato. En medio de ello, en todos los niveles sociales se buscan espacio de oxigenación, recobrar el aliento, disminuir las tensiones, encontrar silencio, sosiego y descanso que impulse a seguir viviendo.
En medio de los afanes, preocupaciones, luchas, dificultades, existen personas que buscan espacios y momentos para poder orar en la ciudad. Más allá del nuevo desierto que representa la ciudad porque se vive un solipsismo de forma nueva, es posible ofrecer ayudas para apoyar la humanización y crear comunidades (reales e incluso virtuales) abiertas, comunicativas, participativas y hasta fraternales que ayuden a romper el cerco del anonimato, masificación, incomunicación y soledad y lograr abrir espacios para el silencio, el recogimiento y la reflexión.
8 JOSÉ MARÍA RAMBLA, S.J., Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, una relectura del texto (I), (Eides 53), Barcelona 2009, 10.
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El mundo de hoy ha de auscultar los signos de Dios y descubrir el paso de él por la ciudad, percibir los rumores de su cercanía, entrar en sintonía con su realidad de vida y presencia que siempre comunica; así mismo, reflejar hoy el rostro de Dios en medio de los problemas de los pobres, la marginación, soledad y exclusión. ¿Hoy que hacemos por hermanos más pequeños? Porque vivimos en la ciudad y es el lugar repleto de tragedias silenciadas, peticiones desoídas, realidades ocultadas y allí existe la posibilidad del encuentro con Dios.
Proponer ejercicios leves es quizá una manera sencilla de ofrecer a muchas personas una manera propositiva de mirar su experiencia de vida y fe de tal manera que «cristianos que son buenas personas, pero sin especial exigencia evangélica y con práctica de vida interior casi nula. Personas que aspiran a un cierto mantenimiento de la vida cristiana»9 encuentren posibilidades para madurar su fe y despertar a un seguimiento mayor de la persona de Jesús en un futuro; por eso, puede decirse que son un proceso que ayuda en la evangelización o en la catequesis.
El proceso varía en el tiempo desde la posibilidad de unos encuentros que permitan la iniciación espiritual, quizá por esa razón se puede decir que sean leves, pero esta levedad se debe más al contenido de los ejercicios que se centra en las capacidades, la preparación de la persona y el nivel de fe activa de quienes desean realizarlos. El método como tal de los ejercicios bien sea por la duración, el trabajo, la cotidianidad de la experiencia, sumado a ello la exigencia del mismo y la invitación al seguimiento de Jesús, no se le puede negar que sea fuerte.
Proceso
Ignacio de Loyola, conformó un grupo de amigos en un ambiente de ciudad y universidad para luego lanzarse a encender el mundo con el fuego de un mayor servicio fruto de la realidad amorosa que enciende el corazón, puede ofrecer pistas con sus ejercicios espirituales para ayudar en este proceso evangelizador y de animación en el momento actual, con lo que se denominan los «Ejercicios leves»
9 Op. Cit., 18.
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El ofrecimiento de herramientas asequibles, sencillas, manejables y de fácil asimilación es una pista de ayuda, pero no puede decirse que no sean exigentes y retadoras a la continuidad. No es aprender técnicas o alcanzar instrucción alguna como capacitación, sino recibir semillas que necesitan cultivo, terreno y tiempo para que se vean los frutos.
Dar Ejercicios leves es un reto porque no solo pasan por la adaptabilidad, sino por la inculturación. Es importante mantener un celo apostólico vivo, que abra caminos de ayuda de manera muy personalizada y, a su vez, de forma plural. No son por tanto un asunto de clonar experiencias y listo, sino discernir una serie de posibilidades y alternativas, para ello es sabio el criterio ignaciano «según tiempo personas y lugares».
Los «ejercicios leves» son para todos, incluso para aquellas personas que quieren una ilustración somera o simple información, conviene darle lo concerniente a los exámenes y alguna instrucción sobre fundamentos de vida como lo son los mandamientos. No se trata de moralizar la vida, sino de iniciarlos en la búsqueda de algo más.
No es aprender técnicas o alcanzar instrucción alguna como capacitación, sino recibir semillas
que necesitan cultivo, terreno y tiempo para que se vean los frutos
La adaptabilidad de la experiencia, de acuerdo con la persona, supone conocer en qué situación se encuentra esta, para mejor adaptar los ejercicios, así como también, los medios con los que cuenta y las actividades que desempeña permiten que haga camino de forma fácil, apetecible y los pueda realizar sin tanto estrés o presión. En muchos rincones de la Iglesia la gente solicita formación y la pide. Muchos procesos de catequesis y de acompañamiento (seminarios, convivencias, cursos, retiros, jornadas de oración) deberían ser «ejercicios» para aquellas personas que solo desean, o necesitan instruirse.
No parece que sean de una extensión muy prolongada en el tiempo, pero si adecuado para dar los elementos suficientes para asimilar un
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espíritu de oración sencilla para el diario vivir. Los recursos o materiales que pueden ser utilizados son de manejo flexible, pasando por elementos que rápidamente se dejan, pero con material de ayuda escrito, fichas, cuaderno de notas, así como otros recursos que ayuden como pueden ser la ambientación musical, la relajación corporal, la inmersión en la naturaleza y en el silencio, incluso la vida litúrgica genere un espacio de estar en la onda del Espíritu.
El proceso lo marca el interés de quien quiere iniciarse en la vida espiritual, así como también lo que percibe el que da los ejercicios que ve lo que puede ayudar más a quien los hace para que pueda llevar adelante la iniciación en el camino. La ruta que ha de seguir quien los hace para poder hacerse más consciente de la vida diaria ha de incluir el aprendizaje del examen de consciencia, el examen particular, para ganar profundidad en la experiencia de oración por medio del primer modo de orar, que en el fondo es una nueva catequesis o evangelización para aclarar bases humanas de la fe. Los Ejercicios «leves», están marcados por su simplicidad, aún para públicos de muy diversa base cultural, con un lenguaje sencillo y claro.
En este proceso hay que percibir hasta donde puede llegar la persona que los hace, si puede invitarse a continuar con una experiencia de ir más allá de lo que estaba buscando, o simplemente con las herramientas dadas es suficiente. En quien se percibe que puede esperarse algo más conviene hacerle la propuesta de seguir profundizando en el camino iniciado, pero quizá en la vida diaria invitarlo a mantener una continuidad que permita asimilar el seguimiento de hacer los ejercicios en la vida diaria o una experiencia de un retiro más intenso.
Colaboración a la Evangelización
Los ejercicios leves son una posibilidad de ofrecer herramientas y elementos que despierten en muchos cristianos el gusto por la vida de fe, así mismo como recuperación de lo que ha recibido y no ha podido asimilar por diversas situaciones. Es un desafío creativo y dinámico para colocar con medios, acciones y actitudes aptos para ayudar a muchos cristianos en el encuentro con Dios porque hay muchos tanto al interior, como en los alrededores de la Iglesia sin formación cristiana y
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Los Ejercicios leves. Ayudas para el servicio de Dios con una débil o frágil experiencia de vida interior. Con un potencial tan grande como lo son los Ejercicios Espirituales es posible ofrecer elementos para el crecimiento en la fe, e iniciar en experiencias de vida interior, así como acompañar el despertar a la vida sacramental a través de un camino propio de iniciación espiritual y evangelización.
Evangelizar quiere decir mostrar ese camino, enseñar el arte de vivir. Jesús dice al inicio de su vida pública: he venido para evangelizar a los pobres10. Una propuesta que sigue siendo buena noticia porque llega a la realidad de búsqueda de muchos seres humanos para su propia vida, pero que ha de ser abierta, propositiva, que compromete en la realidad, que disipa miedos y hace florecer la vida y la alegría.
Una pobreza profunda y extendida es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de alegría supone y produce la incapacidad de amar, haciendo un despliegue de situaciones que detesta el ser humano, pero pareciera que brotara por generación espontánea como lo es la envidia, la avaricia, la codicia.... todos los vicios que arruinan la vida de las personas y del mundo.
Desconocer el arte de vivir, hace que todo lo demás no funcione. Pero ese arte no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona. Un reto por vivir y una realidad por cultivar, sirva para ello la parábola del grano de mostaza11. El reino de Dios vuelve a comenzar siempre bajo este signo. Un desafío para actuar de nuevo valientemente, con la humildad del granito, dejando que Dios decida cuándo y cómo crecerá12, en términos ignacianos es hacerlo todo como si de nosotros dependiera, pero dejando el resultado en manos de Dios. ¿Adquieren o no vigencia los ejercicios leves?
10 Cfr. Lc 4, 18.
11 Cfr. Mc 4, 31-32.
12 Cfr. Mc 4, 26-29.
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Vivimos en un mundo donde todo parece estar en cercanía, al alcance, brinda facilidades para la satisfacción de necesidades, pero existe, sin embargo, una realidad más profunda en el ser humano que sigue gritando y no se apaga dicho clamor, un murmullo que sintoniza a la humanidad en ir más allá de lo real, un deseo sublime de pasar por este mundo haciendo historia y en reconocimiento de la valía de haber vivido, una búsqueda de posibilidades de un mundo en justicia y en paz y superación de dificultades de diversos ordenes. ¿Por qué sigue viva una necesidad de trascendencia?
En medio de todo este mundo en evolución, queremos evangelizar, pero las palabras y todo el arte de la comunicación no pueden ganar a la persona humana hasta la profundidad a la que debe llegar el Evangelio. El éxito de la misión no es fruto de la retórica o de la prudencia pastoral; la fecundidad depende del sufrimiento, de la unión a la pasión de Cristo13 e incluso de completar en el cuerpo lo que falta a dicha pasión14.
Exigencias para dicha evangelización
No son ajenas para quien está en la línea de Jesús, sino para quien lo busca, son realidades que tienen que ver con quien busca al Señor.
Dios pide conversión, es la invitación inicial de Jesús15. «Convertirse» significa: cambiar de mentalidad, poner en tela de juicio el propio modo de vivir y el modo común de vivir, dejar entrar a Dios en los criterios de la propia vida, no juzgar ya simplemente según las opiniones corrientes. Por consiguiente, convertirse significa dejar de vivir como viven todos, dejar de obrar como obran todos, dejar de sentirse justificados en actos dudosos, ambiguos, malos, por el hecho de que los demás hacen lo mismo; comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios; por tanto, tratar de hacer el bien, aunque sea incómodo; no estar pendientes del juicio de la mayoría, de los demás, sino del juicio de Dios. En otras palabras,
13 Cfr. 1 Cor 2, 1-5; 2 Cor, 5, 7; 11; 10 s; 11, 30; Gal 4, 12-14.
14 Cfr. Col 1, 24.
15 Cfr. Mc 1,15.
Apuntes Ignacianos 60 (septiembre-diciembre 2010) 77-96
Los Ejercicios leves. Ayudas para el servicio de Dios buscar un nuevo estilo de vida, una vida nueva. ¿Esto es moralizar la vida o acaso es, por el contrario, proponer el evangelio con lo que ello significa?
Anunciar a Dios es introducir en la relación con Dios: enseñar a orar. La oración es fe en acto. Y sólo en la experiencia de la vida también la evidencia de su existencia. Por eso son tan importantes las escuelas de oración, las comunidades de oración. Son complementarias la oración personal («en tu propio cuarto», solo en la presencia de Dios), la oración común «paralitúrgica» («religiosidad popular») y la oración litúrgica. Todo un proceso de crear intimidad entre el creador y la creatura.
La importancia de los ejercicios leves pasa por el que los da, que sea testigo y de manera creativa e imaginativa despierte en el ejercitante la pasión por Dios, de tal manera que la relación con Dios no quede en el ámbito de lo privado, sino que tenga incidencia en la vida fraterna y común, así como en compromisos en la historia, es decir, que produce tal impacto que la persona sale de sí, porque descubre que la vocación cristiana es la irrupción de Dios en la vida del creyente que puede invitarle a dejarlo todo para seguirle. No se trata entonces de un voluntariado o actos de buena voluntad como una ONGs, sino un ofrecimiento al servicio del Reinado de Dios y su justicia16.
Narrar la experiencia
Un mundo en conflicto, en cambio, en crisis, con seres humanos que son capaces de lo mejor y de lo peor… es la realidad en la que hay que proclamar la buena noticia del reino de Dios.
Los Ejercicios en general no pretenden, ni son una transmisión cultural, ni un proceso de lucimiento en el saber teológico, sino despertar o desbloquear una movilización entera del sujeto para entrar en relación con Dios. Es contagiar de una experiencia divina, no por el discurso o erudición, sino por lo vivido y sentido, que se cuenta con algo más que
16 Cfr. Mt 5-7.
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Luis Raúl Cruz, S.J.
con discursos. En este sentido, los ejercicios leves son posibilidades de brindar elementos de fácil manejo y asimilación que abran puertas al encuentro con Dios. Es una experiencia que despierte en quien la haga el gusto y el gozo de la vida en el espíritu, que pasa por la esfera catequética y a su vez sea una vivencia (oración) convenientemente dosificada, integrada y abierta al encuentro con Dios.
Hacer los ejercicios leves permite asimilar, captar y entender que el proceso de la vida cristiana tiene esferas nuevas en el ámbito personal de compromiso y servicio, de adoración y contemplación, de reflexión y silencio. Esta experiencia cimenta en roca firme el encuentro con Dios y deja sentadas las bases de iniciar o mantener un camino en la vida espiritual. Quien hace esta experiencia es un testigo que puede animar a otros a realizar el mismo proceso, porque encontró respuesta a inquietudes o deseos; de igual manera, el encuentro con Dios transforma en enviado a dar lo recibido, a servir de otra manera y ser testigo en el ambiente de vida en el que se mueve la persona17.
Es una experiencia que despierte en quien la haga el gusto y el gozo de la vida en el espíritu
La experiencia de los ejercicios leves son un entrenamiento y un sano entretenimiento que facilitan el dar salida al deseo de iniciar la aventura de la oración y adquirir sensibilidad, mediante la cual, se encienden aquellos valores humanos y espirituales que ayudan a dar un auténtico sentido a la vida. Es una experiencia sencilla pero a su vez profunda, que despierta el vivo deseo de orar y lograr la asimilación de la experiencia de encuentro con Dios y la estimulación que anima el camino de ser buscadores de Dios, de tal manera que orar es una aventura de entrar en contacto y en cercanía, familiaridad y acostumbramiento con Dios en quien creo, a quien busco y del que, a veces hasta dudo..., pero que está, también, deseando entrar en contacto, darse a conocer y manifestar sus secretos más íntimos. La oración es precisamente el punto de encuentro de dos deseos: el tuyo y el de Dios.
17 JOHANN BAPTIS METZ, El futuro a la luz del memorial de la Pasión: Concilium 76 (1972) 321.
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Los Ejercicios leves. Ayudas para el servicio de Dios
Lo que se ofrece… parece estar desubicado
Al leer la Anotación 18, la impresión que queda es que la propuesta de trabajo está fuera de onda de lo que el mundo necesita, que quiere ser una respuesta a preguntas que ya no se plantean. El encuentro con Dios no son de cosas que andan en altos índices de popularidad o que gozan de mucha fama, sino que es invitación a descalzarse de la rutina, a encontrar novedad en el diario vivir, entrar en espacio sagrado en la vida común y ello pasa por una mirada atenta a tomar conciencia de aquello que aprendido no ha sido asimilado, o lo que se da por olvidado espera renovación. Al revisar los tesoros de la Iglesia se saca de nuevo lo que ha estado ahí, se toma conciencia de lo evidente, pero que ha sido puesto en segundo plano por miradas más amplias en horizontes no concretos.
Muchas veces lo elemental se da por aprendido y por tanto se desconoce. Lo mismo pasa con implementar los diversos exámenes en la cotidianidad, así como con el primer modo de orar que hace pasar por el corazón los mandamientos para despertar no un vivir ético, sino un compromiso cristiano e ir ampliando horizonte en cuanto a la realidad viva y dinámica de la conversión. Parece ser que lo que hay que ofrecer tiene que ver con la asimilación seria y comprometida de la propuesta de los mandamientos y otras oraciones que son memoria viva de la vida cristiana, unido todo ello con una mirada personal por medio de la práctica del examen.
¿Hoy hasta que punto la gente toma en serio aquello de rezar? ¿Cómo intentar entrar en espacio de oración y de encuentro con Dios? ¿Qué valor posee las oraciones aprendidas? Una posible ayuda con los ejercicios leves es proponer un camino sencillo, que no quiere decir que sea simple, sino que posee la exigencia de una disciplina y práctica que ayude en pasar del rezo a la oración… y ello a través de implementar los modos de orar.
El lento despertar en el camino de Dios ayuda a hacer camino en la oración, a través del gusto por orar desde los propios intereses y deseos, teniendo en cuenta la realidad de la persona: edad, capacidad, aptitud, ingenio… ha de conducir a que la oración sea una experiencia de
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cercanía e intimidad con Dios, el encuentro entre la creatura y el creador y es tal la cercanía de Dios que no queda mas salida que llamarlo a gritos, porque se siente el clamor del Espíritu que gime en lo más hondo del ser: Abba!.
Jesús predicaba de día y oraba de noche… no es que lo uno se desligue de lo otro, sino que son una unidad que vincula acción y oración, la intimidad y exterioridad, el ser Hijo de Dios y hermano de la humanidad.
Esta modalidad de Ejercicios no ha de ser infravalorada o considerada como «ayuda menor». Incluso para quienes han hecho la experiencia de los Ejercicios completos, pueden hacer Ejercicios «leves», que les impidan estancarse o conformarse con lo ya vivido, antes bien que sea estimulo a mantenerse siempre en ruta en el proceso de la fe, en el que pararse es retroceder18.

18 Cfr. I. IGLESIAS, ¿Es la hora de los Ejercicios «leves»?: Manresa 70 (1998) 49-60.
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Huellas ignacianas:
Caminando bajo la guía de los Ejercicios Espirituales
Presentación1
Los Ejercicios, un tesoro que no podemos falsificar ni perder3
Jaime Emilio González Magaña, S.J.
Ejercicios Ignacianos y Comunidad26
Gustavo Baena Bustamante, S.J.
Los Ejercicios como experiencia mística58
Javier Melloni, S.J.
Los Ejercicios Leves. Ayudas para el servicio de Dios77
Luis Raúl Cruz, S.J.
Colección Apuntes Ignacianos97
