

APUNTES IGNACIANOS
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Apuntes Ignacianos
Número 66 Año 22
Septiembre-Diciembre 2012
Contemplación para Alcanzar Amor
XII Simposio sobre Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola
CENTRO IGNACIANO DE REFLEXION Y EJERCICIOS - CIRE
Espacios para el Espíritu Carrera 10 Nº 65-48. Tel. 640 50 11
Bogotá - Colombia
Nuestros Números en el 2013
Enero-Abril
Educación y espiritualidad ignaciana
Mayo-Agosto
Artículos varios
Septiembre-Diciembre
XIII Simposio de Ejercicios Espirituales
«Discernimiento y Signos de los Tiempos»
Contemplación para Alcanzar Amor
«En todo Amar y Servir»
para Alcanzar Amor .....................................
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Aproximación bíblico-teológica .............................................
Luis Felipe Navarrete, S.J.
La Contemplación para Alcanzar Amor y la vida cotidiana ....
Jorge Julio Mejía, S.J.
La Contemplación para Alcanzar Amor y la ecología .............
José Alejandro Aguilar, S.J. Ejercitarse... para amar .......................................................
María Clara Lucchetti Bingemer
Papel de la Imagen pictórica ................................................
Li Mizar Salamanca B.
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La experiencia de dar puntos y acompañar a quien ora la Contemplación para Alcanzar Amor ...........................
María Consuelo Escobar Hernández
La experiencia de integrar la Contemplación para Alcanzar Amor a la vida cotidiana ........................................
Alejandro Londoño, S.J.
La experiencia de integrar la Contemplación para Alcanzar Amor en la perspectiva de mi vocación a la vida religiosa y mi apostolado en la formación ......................
Teresa Mesa, RJM
Andrés Hernández Caro, S.J.
La vida conyugal como una permanente
Sol Beatriz Bedoya R.
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Presentación
El 3 y 4 de agosto pasados, en el auditorio Luis Carlos Galán de la Javeriana, convocados por el CIRE, la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana y el Centro de Pastoral de la Javeriana realizamos el XII Simposio sobre los Ejercicios Espirituales.
Durante esos dos días fuimos guiados, desde diferentes ángulos de visión, por una experiencia de contemplación para alcanzar el amor que primero nos alcanzó en cada uno de los ponentes, de los panelistas y de nosotros mismos, los participantes y organizadores de este encuentro. Y en este tiempo, al unísono, hemos sentido el corazón en ascuas al experimentar también al Resucitado consolándonos, dándosenos, llamándonos y convocándonos a vivir la vida contemplativamente.
En este número de Apuntes Ignacianos tenemos el gusto de publicar las cinco ponencias del simposio y las intervenciones de los panelistas.
Para empezar, Hermann Rodríguez nos colocó en el contexto existencial de Ignacio en los primeros momentos de su proceso de conversión, en el que se originó esta Contemplación para alcanzar amor, y en el conjunto de los EE, para terminar presentándonos la contemplación desde una perspectiva trinitaria y ofreciéndonos una actualización del texto de la parte de los EE que estábamos estudiando.
La siguiente ponencia, de Luis Felipe Navarrete, se aproxima a la contemplación desde una perspectiva bíblico–teológica, tomando como eje de
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reflexión el amor desde la definición bíblica de Dios como amor e integrando tal reflexión en el sentido que tiene para el ser humano como divinización de toda su realidad, incluyendo la dimensión erótica del amor. Su exposición tiene como centro la lectura intertextual de la Contemplación para alcanzar amor y el Cantar de los Cantares de la Biblia.
La transición de los ejercicios, por medio de la Contemplación para alcanzar amor, hacia la vida cotidiana es abordada por Jorge Julio Mejía. En su ponencia afirma que los EE espirituales son un entrenamiento para despertar la conciencia que sirva cotidianamente como testigo del acontecer de Dios en toda la vida, para actuar en ella contemplativamente haciendo uso de las habilidades ignacianas aprendidas durante todos los ejercicios, fundamentales para vivir en todo amando y sirviendo, siendo contemplativos en la acción.
José Alejandro Aguilar, en la siguiente ponencia, hace una lectura de la Contemplación para alcanzar amor basándose en un texto de Ulpiano Vásquez: «La Contemplación para Alcanzar Amor en clave de ecología y medio ambiente» y retomando aportes del documento de la Compañía de Jesús: «Sanar un mundo herido». Se insiste en esta ponencia en que, basados en aquello que dice Ignacio: el amor ha de ponerse más en las obras que en las palabras, la Contemplación para alcanzar amor debe llevarnos también a ver a Dios no sólo donde hay belleza y justicia, sino también, y de manera urgente, allí donde no las hay, para movernos a las obras que buscan crear lo bello y lo justo. La contemplación acontece en la acción restauradora.
María Clara Lucchetti analiza el tema del amor en la cultura y en la tradición teológica haciendo especial énfasis en la teología rahneriana, para luego ver cómo aparece dicho tema en los Ejercicios Espirituales en general y en la contemplación que nos ocupa en particular.
Además de las ponencias, presentamos también en este número las contribuciones que se hicieron en los dos paneles a partir de la experiencia personal de dar puntos para la Contemplación para alcanzar Amor, el primero, y el segundo de la experiencia misma de tal contemplación en la vida diaria.
En el simposio vimos y sentimos la manera como Dios nos viene creando desde siempre. Experimentamos ese amor omnipresente haciéndonos
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semejantes a él y aproximándose-nos en toda nuestra realidad hasta hacer unidad con todo nuestro ser en un deseo vital y apasionado por en todo amarlo y servirle dedicándonos a crear una auténtica comunión entre todos los seres humanos en nuestra concreta vida cotidiana, en forma integral, es decir, entendiéndonos en Dios unidos a todo el universo y especialmente a este planeta, nuestra casa global, que debemos amar cuidándola y, de esa forma, cuidar más nuestra convivencia fraterna haciendo real ese amor cada vez mayor que va más allá de todo límite encontrado.
Con este número de la Apuntes Ignacianos queremos transmitir a nuestros lectores no sólo el hondo contenido de ponencias y paneles, sino también, en cierto modo, la experiencia vivida durante esos dos días. Esperamos que sea de gran utilidad y provecho para su vida interior y apostólica.
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Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Contemplación para Alcanzar Amor
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
INTRODUCCIÓN
El orden de nuestra presentación partirá del contexto existencial de Ignacio en los primeros momentos de su proceso de conversión, en el que se originó esta Contemplación para alcanzar amor (CAA), con la que se cierran los Ejercicios Espirituales (EE), para pasar luego al contexto de la CAA en el conjunto de la experiencia de los EE. En seguida, haremos una presentación de la CAA, desde una perspectiva Trinitaria. Terminamos nuestra conferencia, ofreciendo una actualización del texto mismo de la CAA.
CARDONER: ORIGEN DE LA CONTEMPLACIÓN PARA ALCANZAR AMOR
La experiencia que vivió Ignacio de Loyola a orillas del río Cardoner, durante su estancia en Manresa, tal vez es el origen de este ejercicio que cierra, como decíamos, no solo la cuarta semana de los EE, sino el conjunto de toda la experiencia. Escuchemos, en la voz del mismo Ignacio, tal como
* Licenciado en Filosofía y Magister en Psicología Comunitaria de la Pontificia Universidad Javeriana. Doctor en Teología de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid. Actualmente es Decano Académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana.
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quedó registrada en su Autobiografía, lo que significó este momento en su camino espiritual:
Una vez iba por su devoción a una iglesia, que estaba poco más de una milla de Manresa, que creo yo que se llama san Pablo, y el camino va junto al río; y yendo así en sus devociones, se sentó un poco con la cara hacia el río, el cual iba hondo. Y estando allí sentado se le empezaron abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas. Y no se puede declarar los particulares que entendió entonces, aunque fueron muchos, sino que recibió una grande claridad en el entendimiento; de manera que en todo el discurso de su vida, hasta pasados sesenta y dos años, coligiendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas ha sabido, aunque las ayunte todas en uno, no le parece haber alcanzado tanto, como de aquella vez sola1.
Este sencillo texto de la Autobiografía de san Ignacio nos remite tal vez a la experiencia más importante de su vida. El antiguo soldado ‘desgarrado y vano’, que había buscado en los honores del mundo el sentido de su vida, y que poco a poco había ido rompiendo con los moldes de una cultura que determinaba su destino, se encuentra en la soledad de su camino, con una manifestación de Dios imposible de abarcar.
Junto al río Cardoner que ‘iba hondo’, este incurable caminante ‘se sentó un poco con la cara hacia el río’. No es que haya visto nada especial, ni que se le haya aparecido la Virgen como a algunos arrieros de nuestras tierras, sino que todas las cosas le perecieron nuevas. Ni siquiera él mismo es capaz de entrar en detalles, pero ciertamente este momento cambió radicalmente su rumbo.
Al final de sus días, como lo recuerda en este texto de la Autobiografía, después de sesenta y dos años, podía asegurar que aún juntando todas las experiencias e iluminaciones de su vida, nunca había recibido tanto como aquella sola vez. Ciertamente una afirmación impresionante y que muy pocas personas son capaces de hacer. Sin embargo, algo de esto mismo es lo que hemos vivido todos y cada uno de los jesuitas que ayer y hoy hemos recorrido y recorremos los caminos de este mundo.
1 Autobiografía 30.
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Alguna vez en nuestras vidas, después de haber buscado en vano por rincones y recodos el sentido de nuestras existencias, nos hemos ‘sentado un poco’ con la cara vuelta hacia el río de la historia. Hemos dejado de buscar nuestro propio camino, para dejar que aquel que es el Camino, nos buscara. Hemos dejado de preguntar por nuestras inquietudes, para dejar que aquel que es la Verdad, nos inquietara con sus preguntas. Hemos dejado de vivir para nosotros mismos, para dejar que aquel que es la Vida, comenzara a vivir en nosotros para comunicar una vida abundante a los demás.
Traspasados por esta experiencia innombrable, inexplicable, inconmensurable, del amor de Dios que nos ha cautivado hasta seducirnos, nos hemos sentido abarcados por Dios en toda su inmensidad. Como este peregrino vasco, iluminado por Dios a orillas del río Cardoner, muchos hombre y mujeres que vivimos una experiencia similar, no podemos sentarnos a disfrutar de esta aventura maravillosa del amor de Dios que se nos ha regalado. El camino no se detuvo para Ignacio y no se detiene nadie. Él no obtuvo allí todas las respuestas; podríamos decir más bien que fue precisamente una inmensa explosión de preguntas que lo hicieron mantenerse siempre caminando y buscando lo que más y mejor podía hacer por el servicio de sus prójimos.
Hace algunos años, leyendo una novela de James Redfield que lleva por título «Las nueve revelaciones», sentí que había encontrado una versión actualizada de lo que pudo haber sido la experiencia ignaciana del río Cardoner. Aunque es un texto que puede resultar un poco largo, quiero ofrecerles, en el contexto de este Simposio dedicado a la CAA, esta versión ‘moderna’ de la experiencia espiritual que subyace a nuestro ejercicio:
Tras un período de espera, durante el cual perdí la noción del tiempo, me percaté de pronto de que nada había ocurrido. ¡Nada! Miré en torno y descubrí que me había situado en el pico más alto de la montaña. Otras cumbres, peñascos y acantilados se encadenaban desde allí a niveles inferiores, brindándome una vasta panorámica en todas las direcciones. (…). El día resplandecía de Sol y cielo azul.
Mientras descansaba, me chocó la proximidad de las cumbres purpúreas de la cordillera, o más bien la sensación de que estaban próximas. La misma percepción era aplicable a las pocas nubes blancas que se veían en lo alto. Tuve la impresión de que podía tender la mano y tocarlas.
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Tendí efectivamente la mano hacia el cielo, y al hacerlo noté algo diferente en relación con lo que mi cuerpo sentía. Mi brazo se había elevado con increíble facilidad y yo mantenía la espalda, el cuello y la cabeza perfectamente erguidos sin absolutamente ningún esfuerzo. Desde mi posición, sentado con las piernas cruzadas, me levanté sin ayuda de los brazos, y me desperecé. La sensación fue de ligereza total.
Al mirar hacia las lejanas montañas observé que la Luna diurna que hasta entonces había sido visible estaba a punto de ponerse. Era una media luna, al parecer, y colgaba sobre el horizonte como un cuenco invertido. Al instante comprendí por qué tenía aquella forma. El Sol, a millones de kilómetros por encima de mí, iluminaba sólo la parte superior de la Luna poniente. Logré percibir la línea exacta entre la luz del Sol y la superficie lunar, y esta observación en cierto modo extendió mi conciencia del mundo exterior hacia límites más vastos.
Imaginé que la Luna ya se había hundido bajo el horizonte, y cuál sería exactamente la forma que presentaría a quienes vivían más al oeste que yo y todavía podían verla. Luego imaginé cómo se vería cuando se hubiese desplazado a un punto situado directamente debajo de mí, al otro lado del planeta. Ante la gente de allí aparecería llena, porque el Sol que brillaba sobre mi cabeza brillaría también más allá de la Tierra e incidiría de frente contra su superficie.
Esta imagen envió un torrente de sensaciones a lo largo de mi espina dorsal, y mi espalda pareció enderezarse más aún cuando concebí, no, experimenté que la misma cantidad de espacio que normalmente había por encima de mi cabeza existía igualmente bajo mis pies, en la otra cara del globo. Por primera vez en mi vida conocí la redondez de la Tierra no como un concepto intelectual sino como una auténtica sensación física.
A determinado nivel este conocimiento me estimulaba, pero a otro se me antojaba perfectamente ordinario y natural. Lo único que quería hacer era abandonarme a la sensación de estar suspendido, flotando en medio de un espacio que existía en todas direcciones. Más que empujar contra la tierra con mis piernas para mantenerme en pie, oponiéndome a la fuerza de la gravitación, sentía ahora como si me sostuviese una fuerza ascensional desde mi propio interior, como si estuviera hinchado como un globo con el helio suficiente para flotar sobre el suelo tocándolo apenas con los pies. Era algo similar a estar en perfectas condiciones atléticas, como tras un año de ejercicios intensos, sólo que mucho más ligero y coordinado.
Volví a sentarme en la roca y, de nuevo, todo pareció próximo: el escarpado peñasco donde yo me sentaba, los grandes árboles de la ladera, más abajo, y las otras montañas del horizonte. Y mientras contemplaba las ramas de los árboles que se balanceaban levemente en la brisa experimenté no la simple
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percepción visual del hecho, sino sobre todo una sensación física, como si las ramas que el viento movía fueran pelos de mi cuerpo.
Lo percibía todo como si de alguna manera fuese parte de mí. Sentado en la cumbre de la montaña y extendiendo la mirada por el paisaje que se desplegaba en pendiente desde mi observatorio, en todas direcciones, sentí exactamente como si lo que siempre había conocido como mi cuerpo físico fuera tan sólo la cabeza de otro cuerpo mucho más grande consistente en todo lo demás que yo alcanzaba a ver. Experimenté con pleno realismo que el universo entero se miraba a sí mismo a través de mis ojos.
Esta precepción provocó un destello de recuerdos. Mi memoria retrocedió en el tiempo, más allá del inicio de mi viaje a Perú, más allá de mi infancia y de mi nacimiento. Me di cuenta de pronto de que mi vida no había comenzado efectivamente con mi concepción y nacimiento en este planeta: había empezado mucho, mucho antes, con la formación del resto de mi ser, de mi cuerpo real, el universo mismo.
El estudio de la evolución siempre me había aburrido, pero ahora, a medida que mi mente continuaba su retroceso en el tiempo, todo cuando había leído sobre el tema volvió a mí, (…).
Memoria y conocimiento semejaron mezclarse en mi mente. De algún modo rememoraba cosas que habían ocurrido, y el recuerdo me permitía contemplar la evolución de una manera nueva.
Presencié cómo la primera materia estallaba en el universo y me percaté de que, (…), no había en ella nada auténticamente sólido. La materia era sólo energía que vibraba a cierto nivel, y en sus inicios existía únicamente en su forma vibratoria más simple: el elemento que llamamos hidrógeno. Esto era cuanto había en el universo: hidrógeno, nada más.
Observé que los átomos comenzaban a gravitar juntos, como si el principio imperante, el impulso de aquella energía, radicase en iniciar un movimiento hacia un estado más complejo. Y cuando unas porciones de hidrógeno alcanzaron densidad suficiente, comenzaron a calentarse, a arder, a convertirse en lo que llamamos estrellas, y en esta combustión el hidrógeno se autofusionó y saltó a la vibración inmediatamente superior, el elemento que conocemos como helio.
Mientras yo continuaba observando, aquellas primeras estrellas envejecieron y finalmente reventaron y vomitaron el hidrógeno y el helio recientemente creado en el universo. Y todo el proceso volvió a empezar. El hidrógeno y el helio gravitaron juntos hasta que el calor aumentó lo suficiente para que se
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formasen nuevas estrellas, y esto a su vez fusionó el helio y creó el litio, que vibraba al nivel inmediatamente superior.
Y prosiguió el ciclo… con cada nueva generación de estrellas creando materia que antes no había existido, hasta que el amplio espectro de esta materia, los elementos químicos básicos, se hubo formado y esparcido por doquier. La materia había evolucionado desde el elemento hidrógeno, la más simple vibración de la energía, hasta el carbono, que vibraba a una velocidad extremadamente alta. Se había constituido ya la plataforma para el nuevo paso de la evolución.
Cuando nuestro Sol se formaba, partes de materia cayeron en órbita a su alrededor, y una de ellas, la Tierra, contenía todos los elementos de nueva creación, carbono incluido. Al enfriarse la Tierra, los gases que la masa fundida había atrapado en su seno emigraron a la superficie y se mezclaron para generar vapor de agua, y vinieron las grandes lluvias que formaron océanos en la corteza entonces yerma. Luego, cuando el agua cubría gran parte de la superficie de la Tierra, los cielos se aclararon y el Sol, ardiendo con brillantez, bañó el nuevo mundo con luz, calor y radiación.
Y en los someros charcos, marismas y lagunas, en medio de las grandiosas tormentas eléctricas que periódicamente barrían el planeta, la materia saltó más allá del nivel vibratorio del carbono hacia un estado más complejo aún: la vibración representada por los aminoácidos. Pero por primera vez este nuevo nivel de vibración no era estable en sí ni por sí mismo. La materia tenía que absorber continuamente otra materia para sostener su vibración. Tenía que alimentarse. La vida, el nuevo impulso de la evolución, había emergido.
Todavía confinada a existir únicamente en el agua, vi esta vida dividirse en dos formas distintas. Una forma, la que llamamos vegetal, se sustentaba de materia inorgánica y convertía los elementos de ésta en nutrientes utilizando el dióxido de carbono de la atmósfera primigenia. Como subproducto, las plantas soltaban al mundo por primera vez oxígeno libre. La vida vegetal se extendió rápidamente por los océanos y finalmente también sobre la tierra.
La otra forma, al que llamamos vida animal, absorbía exclusivamente vida orgánica para sostener su vibración. Mientras yo observaba, los animales llenaron los océanos en la gran era de los peces y, cuando las plantas hubieron soltado suficiente oxígeno a la atmósfera, iniciaron asimismo su migración a tierra firme.
Vi que los anfibios, medio peces, medio algo nuevo, abandonaban el agua por primera vez y usaban pulmones para respirar aquel inédito aire. Su materia volvió a dar un salto adelante para generar reptiles y cubrir con ellos la Tierra en el período de los dinosaurios. A continuación vinieron los mamíferos de
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sangre caliente y asimismo poblaron la Tierra, y me di cuenta de que cada especie que aparecía significaba que la vida, la materia, había avanzado un grado en su vibración. Finalmente, la progresión terminó. Allí, en el pináculo, estaba la especie humana.
La humanidad. La revelación había cesado. En un destello acababa yo de presenciar la historia entera de la evolución, la historia de la materia que cobraba vida y luego evolucionaba, como siguiendo un plan previamente trazado, hacia vibraciones siempre a nivel superior, creando las condiciones exactas por último, par que emergiesen los seres humanos; para que cada uno de nosotros, como individuos, apareciésemos sobre la Tierra2.
Este largo texto, nos pone en contacto con una experiencia en la que se toma conciencia, desde un nivel sensible, sobre cómo hacemos parte de una acción creadora de Dios, que nos envuelve de modo total, y nos hace parte de un proceso evolutivo que, comenzando por los elementos y el reino mineral, va desenvolviéndose hasta llegar al reino vegetal y al reino animal, dentro de los cuales nos encontramos nosotros como cúlmen del proceso creador. Esto que Ignacio pudo haber sentido y experimentado junto al río Cardoner, es lo que quiso comunicar a la persona que hace los EE, de modo que se sintiera ‘abrazado’ por el amor de Dios y para que percibiera, de modo sensible, cómo hace parte del universo.
Esta experiencia de sentirse creado y creatura en las manos de Dios, y en comunión con toda la realidad creada de manera discreta en la que Dios sigue trabajando en todo momento, es lo que Ignacio ha querido que el ejercitante viva al terminar los EE, de modo que siga caminando en este proceso creador, haciéndose no solo dócil creatura, sino activo colaborador y cocreador, en sintonía plena con Dios.
EL LUGAR DE LA ‘VÍA UNITIVA’ EN EL CONTEXTO DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
Cualquier experiencia de Ejercicios ha de cumplir un ciclo, que es el ciclo de la vida cristiana, y que supone, igualmente la dinámica del misterio pascual. Esta dinámica ha sido descrita, desde la antigüedad, como un proceso que supone tres momentos o vías: purgativa, iluminativa y unitiva.
2 James Redfield, La novena revelación, Ediciones de Bolsillo, Barcelona 1996, 132-136.
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La vía purgativa supone un momento de vaciamiento, de limpieza general, de purificación de la propia existencia. Esto lo propone San Ignacio a lo largo de toda la ‘Primera Semana’, sin perder de vista la definición, al comienzo, del fin hacia el cual caminamos y sin perder de visa el contexto en el que el ejercitante realiza su experiencia de EE. Esta vía purgativa supone esfuerzo, trabajo, dedicación de parte del ejercitante. Necesita luchar contra las fuerzas del mal que nos habitan y que están empeñadas en impedir que avancemos hasta estadios más profundos de nuestro encuentro con Dios.
La vía unitiva es el culmen de la vida cristiana y en ella participamos de la comunión con Dios, sintiéndonos parte de su propia vida
La vía iluminativa es el momento en el que el ejercitante acoge la luz de la Palabra y recibe un saber particular, de modo que pueda apropiarse los criterios que permiten orientar su elección de acuerdo con el estilo de la acción de Dios en el mundo, que se nos revela en la persona de Jesús. Se trata de un tiempo de mayor paz, pero de un estilo distinto de lucha contra la acción del enemigo, puesto que en este tiempo, el mal busca otros recursos para desviarnos del camino. Este tiempo correspondería en los EE a la ‘Segunda Semana’, en la que la vida de Jesús se vuelve luz para orientar la existencia del ejercitante.
La vía unitiva es el culmen de la vida cristiana y en ella participamos de la comunión con Dios, sintiéndonos parte de su propia vida. Este momento supone centrar la vida en la pasión, muerte y resurrección del Señor, como dinámica vital que Dios invita a transitar a todos sus hijos. La iniciativa en ese estadio de la vida espiritual, es cada vez menos nuestra y más de Dios. Nos dejamos moldear por su dinámica de amor y nos sentimos ‘abrazados’ por su amor. El momento de realizar esta experiencia, corresponder más a lo que el ejercitante vive durante la ‘Tercera y Cuarta Semanas’.
En este momento se ubica, propiamente hablando, la CAA, que es el cierre de todo el proceso de los EE, y particularmente, de esta última etapa unitiva, que nos pone en comunión con Dios, con los demás y con toda la creación. Allí debe llegar el ejercitante en su camino. No podemos ni deberíamos dejarlo en ninguna otra parte, porque la experiencia de sentirnos amados por Dios y parte de un proceso creador amoroso, es lo que posibilita
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que más adelante, el ejercitante pueda volverse un ‘contemplativo en la acción’, capaz de encontrar a Dios en todas las cosas, sello característico de la espiritualidad ignaciana.
EL PENTECOSTÉS IGNACIANO
Hay autores que han hecho notar que los tres ejercicios de Principio y Fundamento, Rey Eternal y CAA, corresponden a tres momentos que abren, dan el salto al encuentro con Jesús y cierran los EE ignacianos. Estos tres ejercicios no hacen parte, estrictamente hablando, ni de la Primera Semana, ni de la Segunda, ni de la Cuarta… Sin embargo, sirven para suscitar en el ejercitante una experiencia profunda de Dios Trinidad.
El Principio y Fundamento, suscita un encuentro con el Padre, que tiene un proyecto de salvación para toda la humanidad y para el ejercitante. El Rey Eternal invita a seguir al Hijo, ofreciendo toda la persona al trabajo y al seguimiento del Señor Jesús. Y la CAA abre al ejercitante a la acción del Espíritu Santo que sigue realizando la salvación con la colaboración del mismo ejercitante.
El Principio y Fundamento, suscita un encuentro con el Padre, que tiene un proyecto de salvación para toda la humanidad y para el ejercitante
Los misterios de la vida de Jesús que propone Ignacio a los ejercitantes terminan con la ‘Ascensión de Cristo nuestro Señor’3 y el primer punto de este misterio dice así: «Después que por espacio de cuarenta días apareció a los apóstoles, haciendo muchos argumentos y señales y hablando del reino de Dios, mandóles que en Jerusalén esperasen el Espíritu Santo prometido»4. Este hecho, ha sido interpretado como una señal de que la CAA constituye, propiamente hablando, el momento de ‘Pentecostés’ en la experiencia ignaciana. El momento de sentir cómo el Espíritu Santo prometido por Jesús durante su vida, llega a cada uno de nosotros y nos sigue acompañando, consolando, animando en la vida cotidiana que se avecina, al terminar el proceso de los EE.
3 Ejercicios Espirituales 12 4 Ibíd.
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La salida de los EE se vive, entonces, como un momento de confirmación y clarificación de las exigencias propias de la elección y el discernimiento que se ha vivido a lo largo de toda la experiencia de EE. Es el momento de la concreción del compromiso con la obra de la salvación del mundo, teniendo en cuenta las dos advertencias que propone Ignacio al comienzo de esta contemplación: Que el amor debe ponerse más en obras que en palabras y que el amor es comunicación entre las dos partes5.
En este momento de los EE, adquieren toda su fuerza las Reglas para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener6. Estas reglas, que son la última parte de los EE, sitúan al ejercitante en una dinámica constructiva del Cuerpo místico del Señor, y lo lanzan a militar dentro de la Iglesia para hacer realidad, no solo en el ámbito personal, sino en el mundo de lo público, los compromisos que ha ido descubriendo como llamadas de Dios a lo largo de toda la experiencia espiritual de los Ejercicios.
UNA PROPUESTA DE TEXTO ACTUALIZADO
Texto autógrafo
Cándido de Dalmases, S.J., Sal Terrae, 1990
230 Contempla Ción para a l Canzar amor
Nota. Primero conviene advertir en dos cosas:
La primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras.
231 La segunda: el amor consiste en comunicación de las dos partes,
5 Cfr. Ejercicios Espirituales 230-231
6 Ibíd., 352-369
Texto actualizado
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230 C ontempla C ión para a l C anzar amor
Nota . Primero conviene advertir dos cosas
La primera es que el amor debe ponerse más en las obras que en las palabras
231 La segunda es que el amor supone comunicación de las dos
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es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante; de manera que si el uno tiene ciencia, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro.
Oración sólita.
232 Primer preámbulo es composición; que es aquí ver cómo estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de los santos interpelantes por mí.
233 El segundo: pedir lo que quiero; será aquí pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad.
234 El primer punto es traer a la memoria los beneficios recibidos de creación, redención y dones particulares, ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí y cuánto me ha dado de lo que tiene y consequenter el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede según su ordenación divina. Y con esto reflectir, en mí mismo, considerando con mucha razón y justicia lo que yo debo de mi parte ofrecer y dar a la su divina majes-
partes, es decir, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante; de manera que si uno tiene ciencia le de al que no la tiene, si tiene honores o riquezas, lo mismo, y así mutuamente.
Comenzar con la oración acostumbrada.
232 El primer preámbulo es composición viendo el lugar. Aquí es ver cómo estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de los santos intercediendo por mí.
233 El segundo preámbulo es pedir lo que quiero con este ejercicio: aquí debo pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que reconociéndolo justamente, pueda en todo amar y servir a Dios.
234 El primer punto es hacer memoria de los beneficios recibidos, comenzando por la creación, la redención y los dones particulares que Dios me ha concedido, valorando con mucho afecto todo lo que ha hecho Dios nuestro Señor por mí, y todo lo que me ha dado de lo que tiene, y como consecuencia, cómo Dios mismo desea dárseme en cuanto puede, según su divina voluntad; y con esto, volver sobre mí mismo, considerando con mucha razón y
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tad, es a saber, todas mis cosas y a mí mismo con ellas, así como quien ofrece afectándose mucho: Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo distes; a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.
235 El segundo, mirar cómo Dios habita en las criaturas: en los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando, en los hombres dando entender; y así en mí dándome ser, animando, sensando, y haciéndome entender; asimismo haciendo templo de mí seyendo criado a la similitud y imagen de su divina majestad. Otro tanto reflitiendo en mí mismo, por el modo que está dicho en el primer punto o por otro que sintiere mejor. De la misma manera se hará sobre cada punto que se sigue.
justicia lo que debo ofrecer y dar a Dios, es decir, todas mis cosas y a mí mismo con ellas, como quien ofrece con todo su afecto: «Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Tu me lo diste, a ti, Señor, lo vuelvo; todo es tuyo, puedes disponer de todo, según tu voluntad. Dame tu amor y gracia que ésta me basta».
235 El segundo punto es mirar cómo Dios habita en las creaturas, en los elementos dándoles el ser, en las plantas la vida vegetativa, en los animales la vida sensitiva, en los hombres la vida racional, y así en mí dándome el ser, el ánimo, los sentidos y la razón; asimismo, haciendo de mi, un templo de su presencia al ser creado a imagen y semejanza suya. Y después de esta consideración, volver sobre mí mismo, tal como está dicho en el primer punto o de otra forma que me parezca mejor. De la misma manera se hará sobre cada uno de los puntos siguientes.
236 El tercero , considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra, id est, habet se ad modum laborantis. Así como en los cielos, elementos, plantas, frutos, ganados, etc., dando ser, conservando,
236 El tercer punto es considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas las cosas creadas sobre la tierra; es decir, considerar cómo Dios está trabajando siempre. Dios trabaja en los cielos, los elementos, las plantas, los frutos, los ganados, etc., dando el ser, conservando,
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Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
vegetando y sensando, etcétera. Después reflectir en mí mismo.
237 El cuarto , mirar cómo todos los bienes y dones descienden de arriba, así como la mi medida potencia de la suma y infinita de arriba, y así justicia, bondad, piedad, misericordia, etc.; así como del sol descienden los rayos, de la fuente las aguas, etc. Después acabar reflictiendo en mí mismo según está dicho. Acabar con un coloquio y un Pater noster.
dando la vida vegetativa y sensible, etc. Después, volver sobre mí mismo.
237 El cuarto punto es mirar cómo todos los bienes y dones vienen de Dios, así como mis capacidades y fuerzas proceden de Él, y así como proceden la justicia, la bondad, la piedad, la misericordia, etc., así como del sol vienen los rayos, de la fuente las aguas, etc. Después terminar volviendo sobre mí mismo como se ha dicho.
Acabar el ejercicio con un coloquio y un Padrenuestro.

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Aproximación bíblico-teológica
INTRODUCCIÓN
Luis Felipe Navarrete,
S.J.*
«D
ios es amor», dice San Juan. Por nuestra experiencia cotidiana, pretendemos saber lo que significan expresiones tan comunes como la designada con el vocablo ‘amor’. Lo cantamos, retratamos, decimos que nos falta, o que, al contrario, lo damos a y recibimos de otros. Nombrar a ‘Dios’ tal vez no sea tan usual, y si lo es, reviste muchas dificultades cuando queremos explicar que pretendemos significar con su uso. Decir, por lo tanto, que «Dios es amor» parece allanar el camino para que podamos más fácilmente hablar de Dios con sentido, y en estrecha vinculación con nuestras experiencias cotidianas. Sin embargo, el camino que representa la experiencia del Dios-Amor y la reflexión que esta experiencia de fe supone, no resulta ‘ancho y fácil’. Podríamos preguntarnos si son nuestras experiencias humanas de amor, finitas y a menudo condicionadas, (a la pareja, a los padres, hijos, amigos o mascotas) las que nos ayudan a comprender quien es Dios en sí mismo y en relación con la creación y sus criaturas, o a más bien al revés: si es la realidad de Dios como amor trinitario incondicional la que verdaderamente nos ayuda a comprender y a vivir la diversidad de amores humanos.
* Licenciado en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Tiene Pregrado en Teología de la Universidad de Londres de Inglaterra y Maestría en Teología de la Universidad de Oxford de Inglaterra. Actualmente es profesor de Teología en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
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Luis Felipe Navarrete, S.J.
En una profunda, bella y densa reflexión sobre los diversos tipos de amor, el escritor inglés C.S. Lewis comienza su libro Los cuatro amores afirmando que, si Dios es amor, entonces, uno tal vez podría decir que los amores humanos merecen el nombre de amor en tanto que se parecen a ese Amor que es Dios. Esto supondría, en consecuencia, llevar a cabo ciertas distinciones en esa realidad que llamamos amor. Dice Lewis:
Así que la primera distinción que hice fue entre lo que yo llamé amor-dádiva y amor-necesidad. El ejemplo típico del amor-dádiva es el amor que mueve a un hombre a trabajar, a hacer planes y ahorrar para el mañana pensando en el bienestar de su familia, aunque muera sin verlo ni participe de ese bienestar. Ejemplo de amor-necesidad es el que lanza a un niño solo y asustado a los brazos de su madre. No tenía duda sobre cuál era más parecido al Amor en sí mismo. El Amor divino es Amor-Dádiva1.
Sin embargo, este es tan sólo el punto de partida de la obra de Lewis. Mientras avanza, no le resulta tan claro que al que llama Amor-Necesidad se le pueda calificar, de una vez y para siempre, como egoísmo, y quede así excluido toda vez que hablemos del Dios-Amor. Además, aunque es cierto que la imagen de un Dios omnipotente contradice la idea de una cierta ‘necesidad’ en Dios como fundamento y razón de su amor por la creación, no es tan evidente que nuestro amor hacia Dios no revista tintes de necesidad, como los del niño solo y asustado que salta en los brazos de su madre. ¿Y no está acaso nuestro amor a Dios fundado en el amor que proviene de Dios? Por muy bello y cotidiano que nos pueda parecer hablar del ‘amor’2, y también del Dios-amor, dejemos que el ejercicio paciente, y a veces arduo del pensar, transforme nuestras comprensiones habituales sobre Dios y el amor. Es esta transformación la que yo mismo he experimentado mientras preparaba esta ponencia, y es mi esperanza que cada uno pueda llevar a cabo el mismo ejercicio –espiritual–.
1 C. S. LewiS, Los cuatro amores, Edición Rayo 2006, 11.
2 ¡Ya Johnson & Johnson lleva 50 años capitalizando el lenguaje común del amor en su conocida campaña El lenguaje del amor!
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EXPLORANDO ALGUNOS LUGARES POSIBLES
Desde un punto de vista bíblico y teológico, la Contemplación para alcanzar Amor (CaA) ha sido bien estudiada. Algunos la conciben como el Pentecostés Ignaciano. Y hay razones suficientes para hacerlo. En el libro de los Ejercicios, la ascensión es el último misterio a contemplar de la vida de Cristo3. En el último punto de dicho ejercicio, aparece la pregunta de los ángeles a los ‘varones galileos’: «¿qué hacéis mirando al cielo?»4. La aparente ironía de la pregunta, conecta con la actitud propia de la CaA: orienta la mirada a la tierra y a esta historia que de modo incesante se orienta hacia su plenificación con el Padre por Cristo en el Espíritu. En dicha Contemplación, a Dios se lo designa como Don y Amor, títulos con los cuales la tradición cristiana identifica más propiamente al Espíritu Santo5. Se nos invita a mirar a Dios obrando, o sea, a mirar las obras del Espíritu en la creación, redención y santificación, en la historia y en la Iglesia, con la diversidad de carismas y modos de vida que encarnan al Espíritu. Se han investigado también las razones por las cuales Ignacio no la tituló ‘Contemplación para alcanzar el Espíritu’ (o ‘para dejarse alcanzar’ por el Espíritu)6. Tienen que ver éstas con las persecuciones y anatemas que suscitaba el movimiento denominado ‘Alumbrados’7. Así las cosas, podríamos enriquecer nuestra comprensión de
3 Cfr. Ejercicios Espirituales 312.
4 Ibídem.
5 «Agustín es uno de los primeros en tratar de la pneumatología de una manera original en la Iglesia occidental. Reflexionando sobre el nombre de la tercera persona divina, primeramente Agustín ve que lo peculiar del Espíritu Santo es que se le denomina con el nombre de aquello que es lo divino de Dios, común al Padre y al Hijo. Lo específico del Espíritu Santo es evidentemente el ser lo común entre el Padre y el Hijo. Su particularidad consiste en ser unidad, comunión de Amor. … Por eso, como nombres del Espíritu Santo le atribuye los de amor y don». De la misma manera Tomás de Aquino, en la primera parte de la Suma Teológica que versa sobre la Trinidad, titulaba las cuestiones 37 y 38: «de nomine Spiritus Sancti quod est Amor» y «de nomine Spiritus Sancti quod est Donum». Citas de Juan CheChon Chong, S J., La Contemplación para alcanzar amor, el Pentecostés ignaciano: Manresa Vol. 72 (julio-septiembre 2000), 296-297.
6 Es el comentario que hace Juan Masiá Clavel, s.j., a la contemplación en su artículo ‘Para dejarse alcanzar… -Contemplaciones orientales’- en Manresa Vol. 68 (enero-marzo1996) 17-33. “«Alcanzar amor» (capacitarse para amar) sólo es posible desde la experiencia de “«haber sido alcanzado por el amor»”, pág., 17.
7 Comenta y explica con cierto detalle JoSé María Lera, S.J.: «No era posible por aquel días mencionar la acción del Espíritu Santo en el corazón del hombre sin levantar sospechas de ‘alumbrado». «Tras la aprobación pontificia de los Ejercicios en el año 1548, una comisión de doctores reunida por orden del arzobispo de Toledo dictamina en 1553 que la frase del prólogo a la traducción latina de los Ejercicios: instruido por la unción del Espíritu Santo, ‘sabe y no poco a la fuente de los dexados y alumbrados’. ¿Qué no se hubiera dicho en aquellos tiempos si
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Luis Felipe Navarrete, S.J.
la CaA si diéramos un vistazo a la teología trinitaria presente en la espiritualidad ignaciana8, y la enriquecemos con la teología que se ha desarrollado en la tradición cristiana desde las Escrituras. Una juiciosa y pausada reflexión en este sentido, nos podría conducir a las siguientes conclusiones:
a. Lo que Ignacio busca que contemplemos es el mismo proceso de ‘divinización’ de la realidad. Los padres griegos, al referirse a la comunicación del Espíritu al ser humano, subrayaron la transformación efectuada por esta comunicación y la designaban como teosis (divinización):
Dios nos ha hecho que fuésemos consortes de la divina naturaleza... y partícipes de su eternidad, y para llegar a ser semejantes a Él... a causa de la deificación por la gracia...9. El Verbo se ha hecho hombre para permitir al hombre conocer al Verbo de Dios y convertirse en hijo de Dios; Dios desciende al hombre con la encarnación para que el hombre se transforme en dios. El Verbo, por su inmensa caridad, se ha convertido en lo que nosotros somos, para permitirnos convertirnos en lo que El es. El que es hijo de Dios se ha hecho hijo del hombre para que el hombre recibiese la adopción y se convirtiese en hijo de Dios. Corresponde al Espíritu Santo darnos esta participación en la vida divina10.
Así las cosas, Ignacio reconoce la divinización no sólo en el ser humano, sino en la creación entera (elementos, plantas y animales), mediante el desarrollo de las operaciones que le son propias a la criatura: ser, vegetar, sentir (con la sensación o el sentimiento), entender.
b. Aunque con razón se afirma que la CaA es toda ella pneumatológica11, esta contemplación también es cristológica. Por una parte, los mismos Ejercicios, en lugar de acabar con la ‘Contemplación para alcanzar amor’, hubiesen acabado con una Contemplación para alcanzar u obtener el Espíritu Santo?» JoSé María Lera, S J , La Contemplación para alcanzar amor, el Pentecostés Ignaciano: Manresa Vol. 63, (1991) 21.
8 Cfr. LuiS Ladaria, S.J., La teología trinitaria, fundamento de la espiritualidad: Manresa Vol. 72, (octubre-diciembre 2000) 321-332.
9 San MáxiMo, el confesor, Varios textos 1, 42, Filocalia 2, 173.
10 San ireneo, Adv. Haer. 3, 19, 1, PG 7, 939b; 4,33, PG 7, 1074.
11 «La Contemplación para alcanzar amor, que pertenece según la tradición más genuinamente ignaciana a la Cuarta Semana y a la vía unitiva, no es ni teológica (en el sentido de un Dios esencia, y menos de Dios como Padre), ni cristológica. En una síntesis de ambas posturas –el Espíritu Santo es la koinonía del Padre y del Hijo– hay que afirmar que la “Contemplación para alcanzar amor” es toda ella pneumatológica. Y... que en ella Ignacio nos está invitando a contemplar, como final de los Ejercicios, la acción del Dios-en-nosotros, es decir, la acción
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aunque no mentado explícitamente, Cristo es en la CaA el «Yo soy» que lo abarca todo: el Cristo en todas las cosas y más íntimo en mí que mi propio yo12. Así mismo, Ignacio es explícito en los dones de ‘redención’13 que le pide contemplar al ejercitante durante esta contemplación. Si ha de contemplar, entre otros, los dones que ha recibido durante el tiempo de Ejercicios14, entonces hay aquí también una referencia explícitamente cristológica: en el perdón experimentado durante la Primera Semana, en la Llamada que ha acogido con ‘presteza y diligencia’ durante la Segunda Semana, etc. Darío Restrepo sintetiza de modo preciso la perspectiva cristológica de la CaA:
El ejercitante, que acaba de pasar un mes en la contemplación de Cristo y de sus misterios, ¿puede prescindir de él al abordar la contemplación del amor en la que va a inspirar toda su vida? Por estas razones, parece que habría que ver a Jesucristo en el «Señor» al cual se dirige el Tomad Señor y recibid, y también en «su divina Majestad» que tiene una «voluntad», expresiones que se encontraban en la Contemplación del Reino, aplicadas a «Cristo nuestro Señor». Y aunque parece que en este Tomad Señor y recibid y en el Principio y Fundamento se refiere a Dios y no específicamente a Cristo, sin embargo, Ignacio mismo en su carta a los estudiantes jesuitas de Coimbra (7 de mayo de 1547) presenta la doctrina de esta contemplación como referida a Cristo15.
Ya a mediados de los años 70, la reflexión sobre los Ejercicios Espirituales y sobre esta Contemplación en particular, veía referencias a Cristo en el uso que Ignacio hace de la expresión ‘Nuestro Criador y Señor’, y en la atribución de la creación a Cristo que en varias ocasiones se halla en los Ejercicios16.
del Espíritu Santo» (JoSé María Lera, S J , La contemplación para alcanzar amor, el pentecostés ignaciano: Manresa 63 (1991) 177).
12 Cfr. darío reStrepo, S.J., La contemplación para alcanzar Amor. Notas, p. 51.
13 Cfr. Ejercicios Espirituales 234.
14 Se tratará, en la CaA, de contemplar las mociones y consolaciones recibidas de Dios durante los Ejercicios: el arrepentimiento ante el propio pecado, el perdón experimentado, el amor compasivo, el apasionamiento por la misión, la lucidez en las elecciones, la tristeza y el dolor de acompañar a Cristo en cruz, la alegría y el gozo por experimentarlo resucitado.
15 Cfr. Ejercicios Espirituales 233; 234; 91 y 98. darío reStrepo, S J., Op. cit., p. 46.
16 Cfr. tereSa diaS gonçaLveS: ¿Es cristológica la contemplación «ad amorem»?: Manresa 45, (1973) 289-308.
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c. Como la CaA describe y propone, ante todo, una manera de ser-enel mundo y de orar en todas las cosas17, puede decirse que lo que se despliega en la tal Contemplación es una comprensión de la Revelación. Hay pues recursos, en la denominada Teología Fundamental, para comprender más a fondo el sentido de la CaA. Esta Contemplación es el ejercicio espiritual perfecto para asimilar existencialmente lo que la teología actual afirma sobre la revelación divina. Ya hemos salido del enfoque exclusivamente proposicional que veía en la revelación la comunicación de ciertos conocimientos (sobre Dios, el mundo, la identidad personal) a los que no tendríamos acceso sin la tal revelación. Se habla hoy día más bien de Autocomunicación de la vida divina trinitaria a todas las estructuras y dinamismos que hacen posible la existencia humana, e incluso la misma creación. Recientemente el p. Gustavo Baena, s.j., en su obra Fenomenología de la Revelación, entiende la Revelación como el acto creador continuo de Dios en la criatura que permite a ésta rebasar los contornos de su propia finitud y trascender en actos de solidaridad y fraternidad. En términos antropológicos, la revelación se manifiesta en lo que el p. Baena denomina ‘El principio de autotrascendencia’:
(…) es propiamente el comportamiento humano el que se puede verificar como trascendente, en cuanto refleja auténticamente la tendencia trascendente de Dios mismo en su acto continuo de creación (o posición) de la estructura de la existencia del hombre. (…) Hacer trascender al hombre significa hacerlo capaz de salir del ámbito de su finitud y esto se expresa históricamente en la autotrascendencia del hombre hacia los otros hombres por medio de sus operaciones categoriales…18
La CaA expresa de un modo diáfano y directo, como ninguna otra sección de los Ejercicios lo hace, esta dinámica de autotrascendencia en toda la realidad, y que tiene su fundamento en el ser autotrascendente de Dios. Dios no es trascendente a las cosas, sino que es trascendente en ellas: en los elementos dando ser, en las plantas vegetando… y en mí, «dándome ser, animando, sensando, y haciéndome entender»19. Esta contemplación de la autotrascendencia divina tiene como fina-
17 Cfr. darío reStrepo, S J., Op. cit., p. 43.
18 guStavo Baena, S.J., Fenomenología de la Revelación, España 2011, 239.
19 Ejercicios Espirituales 235.
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lidad suscitar el mismo tipo de dinámica; es así como se entiende el Tomad Señor y Recibid.
Debo admitir que todos estos motivos teológicos que acabo de mencionar son, de hecho, lugares fecundos desde los cuales acercarse a la CaA. Fueron posibilidades que exploré y que tal vez hubieran resultado más pertinentes con respecto a la que realmente atrapó mis afectos e interés. Me pareció conveniente mencionarlas para vislumbrar las posibilidades abiertas por la CaA para arraigar en la experiencia espiritual las reflexiones de una teología que a veces parece hecha por expertos y para expertos. Una correlación entre los Ejercicios Espirituales y la reflexión bíblico-teológica nos ayudaría a reconocer que esta última forma parte de una corriente que ni comienza ni culmina en ella misma, sino que, como algunos dicen, ‘ha de hacerse de rodillas’:
El discurso sobre Dios (teología) para que sea completo, habrá de tomar también la forma de una respuesta a la Palabra, por medio de la cual Dios se revela: habrá de ser respuesta al discurso de Dios. Y, por fin, habrá de insertarse en un discurso a Dios, es decir, habrá de insertarse en el movimiento ascensional de la oración, que tiene la osadía de dirigirse con palabras humanas al Dios vivo. De esta manera, la teología… queda inmersa en la corriente de la invocación y de la adoración a Dios20.
VOLVIENDO AL AMOR
Quisiera retomar lo que comentaba en la introducción. Aunque en nuestra vida cotidiana sea usual hablar de ‘amor’ y del Dios-Amor, podemos permitirnos el desafío de repensar y resignificar lo que dicho hablar implica. Aunque es cierto que la tradición cristiana asignó al Espíritu Santo los nombres de Don y Amor en sentido propio; y aunque también es cierto que el contexto histórico en que escribe Ignacio estos Ejercicios no le permite hablar amplia y abiertamente del Espíritu, no tenemos por qué deducir que el uso del término ‘Amor’ es simplemente estrategia (‘entrando con la de ellos para salirse con la suya’) para en realidad hablar del Espíritu. Si no por las mismas razones, a nosotros también nos puede resultar difícil referirnos al Espíritu Santo; tendemos a separar la espiritualidad de la corporalidad, al
20 JoSé María rovira BeLLoSo, Introducción a la teología, BAC, Madrid 1996, 54. En la misma línea se expresaba ya Evagrio Póntico en el siglo IV: «Si eres teólogo, orarás verdaderamente, y si oras verdaderamente, eres teólogo». Evagrio Póntico, De oratione, 60: PG 79, 1.179.
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Espíritu de la materia; asociamos la acción del Espíritu a sucesos un tanto salidos de lo normal, extraordinarios; no sin ciertas renuencias aceptamos que nuestro espíritu, el que nos mueve a diario, no es otro que el Espíritu Santo. Decimos (y confesamos) que es una persona de la Trinidad, pero luego no sabemos bien qué significa que una persona (como el Espíritu) habite en nosotros, o que cada uno habite en otra persona. Tal vez resulte iluminador acercarse a la noción del Espíritu Santo por medio de la realidad del amor, tal como Ignacio lo hace en la CaA.
En ninguna otra parte de los Ejercicios Ignacio habla el Amor como lo hace en la CaA. En varias ocasiones alude al Amor de Dios: en la anotación 15, refiriéndose al amor que abraza; a propósito del Infierno –si del Amor de Dios me olvido, entonces que el temor de las penas me aleje del pecado–21; en algunas ocasiones también se ha referido al amor del ejercitante hacia Dios: en el 2° modo de elección y en la 1a regla para distribuir limosnas, ver qué amor me mueve. Se subraya no obstante que este amor a Dios: ‘inflamarse en amor de su Criador’, ‘lágrimas motivas a amor de su Señor’, ‘amor intenso’, en que consiste la consolación, es don del mismo Dios. En el ‘Presupuesto’, se refiere al amor con que el acompañante ha de corregir a quien hace los Ejercicios Espirituales. El amor también aparece, un tanto negativamente, cuando se refiere al propio amor, querer e interés, al amor sensual o carnal22, frente al cual el Ejercitante procederá a hacer penitencia y oblaciones de mayor estima y momento.
Si del Amor de Dios me olvido, entonces que el temor de las penas me aleje del pecado
En la CaA, el amor es descrito como donación mutua, entre amantes, de todo lo que se posee y del propio ser: En la segunda nota: «el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante»23. Ha de notarse que tanto Dios como el ejercitante asumen ambos roles; el ejercitante es también el amante cuando ofrece, con el Tomad Señor y Recibid, toda su
21 Ejercicios Espirituales 65.
22 Cfr. Ejercicios Espirituales 184; 338; 316; 322; 22; 89; 97 y 189.
23 Ejercicios Espirituales 231. Obsérvese el hecho de estar esta afirmación como una ‘advertencia’ en la nota a la oración. No es, propiamente hablando, una consideración para esta contemplación, sino una llamada de atención sobre lo que distingue la relación de amor. Por ende es una nota que mira más al tiempo después de los Ejercicios, que a la misma contemplación. O por lo menos, no se restringe a la contemplación.
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libertad, memoria, entendimiento y voluntad. Que Ignacio emplee este lenguaje para designar el amor entre Dios y las criaturas me ha resultado provocador. No sé qué pensar cuando escucho que el amor entre Dios y mi propia persona es como el amor entre amantes. Y no resultó evidente o inmediato saber cómo arrojar luz sobre este reconocimiento, desde un punto de vista bíblico y teológico. Del ‘amor’ no se han escrito tratados teológicos. Con respecto a Dios me considero su criatura, su hijo; soy hermano en Cristo. Hasta podría decir que soy amigo del Señor. Pero ¿Su amante? ¿Su amado? ¿Qué se yo de amantes si soy célibe? Reflexionando sobre la manera como el amor erótico está presente en los Ejercicios Espirituales, Robert Marsh afirma:
La gente duda en hablar de los elementos eróticos en su relación con Dios por muchas razones: perciben un tabú, o temen ser juzgados, o les disgusta estar vulnerables, o –tal vez de manera más frecuente- simplemente han sido educados para no reconocer que estos elementos eróticos existen. Implícita o explícitamente, han recibido un número de estrategias para suprimir, sublimar o hacer a un lado tales sentimientos24
Afortunadamente vino a mi memoria un texto de la Escritura, usado rara vez, pero que sin lugar a dudas puede tomarse como una contemplación bíblica para alcanzar amor. Allí se evoca también una relación entre amantes.
UNA CONTEMPLACIÓN BÍBLICA PARA ALCANZAR EL AMOR
Fue mérito de Julia Kristeva, filósofa, teórica de la literatura y el feminismo, psicoanalista, de origen Búlgaro, acuñar el término intertextualidad a mediados de los años 60. Pero ya era una práctica conocida y ejercida, y no menos en el ejercicio hermenéutico de producción de las Santas Escrituras judías y cristianas. Se trata del arte de desentrañar sentidos latentes en los textos por medio de una comparación con otros textos, del mismo autor o de otros autores, del mismo género o de otros géneros25; es la «manera como un texto encuentra resonancia y alusión en otros textos, cuyo sentido aclara
24 roBert r. MarSCh, S.J., Id quod volo. The Erotic Grace of the Second Week, en The Way, 45/4, (octubre 2006) 17. (Las traducciones de este artículo en el presente texto son mías). Puedo descubrir incluso que estoy enamorado del Señor, pero no lo suficiente de su encarnación. Así escribía Bede Jarret, o p. provincial de los dominicos ingleses, por los años 30. Citado en Radcliffe, p. 4.
25 Cfr. aManda guLdeMond, La intertextualidad y la biblia: Reflexiones Teológicas 8 (57-68, juliodiciembre, 2011) 57-68.
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en relación con el primero»26. El uso de textos del Antiguo Testamento en el Nuevo es ejemplo de ello; así lo es también el uso de los textos bíblicos por parte de los padres de la Iglesia para dar sentido a la liturgia27. Quisiera pues proseguir mis aportes a este Simposio mediante un trabajo intertextual entre la Contemplación para alcanzar Amor y el libro del Antiguo Testamento El Cantar de los cantares, que a mi juicio podría ser considerado como una Contemplación bíblica para alcanzar amor.
No en muchas ocasiones puede el cristiano encontrarse con este texto en la liturgia. Partes del capítulo 2 aparecen, como lectura optativa, en la fiesta del 21 de diciembre, y en la de María Magdalena; así también para la fiesta de San Bernardo. Sin poder reproducir aquí todo el texto, transcribo el texto como se sugiere para las celebraciones del Matrimonio. Tendremos así, al menos, un referente para la reflexión que sigue a continuación.
La voz de mi amado. Mírenlo: ya viene, saltando por los montes, brincando por las colinas; mi Amado es una gacela, es como un cervatillo. Mírenlo: se ha parado detrás de mi tapia; atisba por las ventanas, observa por las rejas. Mi Amado me habla así: «Levántate, Amada mía, hermosa mía, ven a mí. Paloma mía que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame con tu figura». Mi Amado es para mí y yo para él. Ponme como sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo. Porque el amor es fuerte como la muerte. Sus saetas son saetas de fuego. Las grandes aguas no pueden apagar el amor ni los ríos arrasarlo28
Para algunos exegetas, el Cantar es un libro subversivo en el conjunto de las escrituras del Antiguo Testamento. El texto del poema permite comprenderlo como una exaltación de la naturaleza gozosa y misteriosa del amor entre un hombre y una mujer, designados como ‘mi amado’ o ‘mi amada’. Los exegetas discuten si se trata de una celebración literaria del amor humano en sí mismo, por fuera de las constricciones de la misma institución matrimonial, o si se trata de una alegoría del amor de Dios por su pueblo Israel29. No creo
26 SChaefer Konrad, O.S.B., Salmos. Cantar de los Cantares. Lamentaciones, Verbo Divino, Navarra 2006, 257.
27 Cfr. Jean danieLou, Bible et Liturgie, Du Cerf, París 1951.
28 Cantar de los Cantares 2, 8-10. 14.16; 8, 6-7.
29 Véase estas dos posturas opuestas: «La afirmación frecuente de que el Cantar de los cantares es una celebración del amor humano per se no consigue para nada ajustarse al contexto canónico… En ninguna parte celebra la literatura sapiencial al amor humano en sí mismo…» Brevard ChiLdS, Introduction to the Old testament as Scriptura, Fortress Press, Filadelfia 1979, 575. El Cantar «es una exaltación de eros; habla del amor libre, indómito e incluso, hasta cierto
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que valga la pena enfrentar en disyuntiva el amor erótico entre amantes, en un contexto de fidelidad, y el amor de Dios por su pueblo, y por la creación. Al contrario, propongo comprender el modo como el Cantar describe el amor entre amantes en relación análoga como Dios nos alcanza con su amor y, por ende, como nosotros podemos ‘alcanzar’ a amarlo así también.
a) El amor unitivo como incesante movimiento
Miremos en primer lugar que el amor es, ante todo, movimiento: es búsqueda incesante; todo hallazgo del amado no puede sino suscitar nuevos movimientos. El amor nos lleva siempre cada vez más lejos. En el Cantar, este movimiento incesante se despliega en el espacio:
Apenas ha exclamado la amada en el prólogo: «bésame con los besos de tu boca», añade «llévame en pos de ti, corramos». Hay luego la evocación de un andar vagabundo «tras la grey de tus zagales». Y un poco más adelante, dice ella «Me introdujo en la bodega, su enseña sobre mí es el amor». Luego oye al amado que se acerca «brincando por los montes, saltando por los altos». Y el amado le dice: «levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven». En un sueño, cuenta la amada que «buscaba yo al amado de mi alma». Mientras avanza el poema, vamos entendiendo esta movilidad, que a veces desconcierta al querer seguirla, por sus cambios de tono; es la señal de un juego, o mejor el de dos deseos que se mezclan. El entramado de estos deseos está hecho de movimientos recíprocos que, partiendo de uno van al otro, y vuelven luego al punto de partida para irse otra vez hacia el otro30.
Ni siquiera los momentos de encuentro permiten comprenderse como estáticos o como términos del movimiento. El capítulo 5 es magistral en el drama que supone el juego de la presencia y la ausencia del amado. El amado llama a la puerta para entrar: «Sentí a mi amante pulsando: ábreme, gemela mía, mi pareja, paloma mía, mi preciosa» Alcanza a entrar por la puerta entreabierta pero entonces éste desaparece: «luego le busqué, sin encontrarle; le grité, y como si nada»31. El coro poco después hace gracia: «¿A dónde fue punto, clandestino entre un hombre y una mujer» andré LaCoque, ‘La Sulamita’ en Pensar la Biblia, LaCoque y Ricoeur, p. 272. Aunque LaCoque admite más adelante que» «El amor, el amor ‘puro y simple’, el amor fiel y completamente íntegro, es una reflexión sobre la alianza entre lo divino y lo humano… el amor humano es un reflejo del amor divino» (p. 272).
30 pauL riCoeur, La metáfora nupcial: Pensar la Biblia, 281.
31 Cantar de los Cantares 5, 2; 5, 6.
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tu amado, la hermosa entre mujeres? ¿A qué parte se tornó, que contigo lo busquemos?»32.
El empleo de la exuberancia animal o vegetal, como metáforas alusivas a los cuerpos de los amantes para exaltar sus maravillas, no hace sino resaltar la fluidez en el movimiento del encuentro: se dice que el amado es como una gacela, o un cervatillo; el cabello de la mujer es hermoso como un hato de cabras33; sus dientes, son como un rebaño de ovejas esquiladas cuando suben del baño; sus pechos, «cervatillos mellizos de la cierva paciendo entre los lirios»34. La liturgia cristiana quiso incorporar en la celebración del misterio este movimiento amoroso del Cantar, promoviendo que el creyente se reconociera en las palabras de la amada. Así lo muestran las catequesis de Cirilo de Jerusalén y Ambrosio que emplean el Cantar en la liturgia bautismal:
Después, debes acercarte al altar. Has empezado a moverte. Los ángeles te contemplan, han visto cómo te acercas… Por esto te han preguntado ‘¿Quién es este que se alza tan resplandeciente del desierto?’. Has llegado al altar. El Señor Jesús te llama o llama a tu alma o a la Iglesia, y dice: ‘Bésame con los besos de tu boca’35
Que la naturaleza del amor sea movimiento es también comprensión compartida por Ignacio. El discernimiento, particularmente aquel que se desarrolla según el segundo modo, invita a examinar qué amor me mueve y a mirar si éste desciende de arriba36. Pero el amor que mueve no es, de hecho, en primera instancia el del ejercitante. El amor de Dios es precisamente movimiento en la criatura. Así lo explica Ignacio en la segunda regla de la segunda semana: «sólo es de Dios nuestro Señor dar consolación a la ánima sin causa precedente; porque es propio del Criador entrar, salir, hacer moción en ella, trayéndola toda en amor de la su divina majestad»37.
Una vida espiritual encendida por el amor de Dios es entonces una dinámica permanente de búsqueda-hallazgo-búsqueda. Tal vez el ritmo de
32 Ibíd., 6, 1.
33 Cfr. Cantar de los Cantares 2, 8; 4, 2.
34 Cantar de los Cantares 4, 5.
35 aMBroSio, De Sacramentis IV, 5, citado en riCoeur, p. 289.
36 Cfr. Ejercicios Espirituales 184.
37 Ejercicios Espirituales 330. Negrillas mías.
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la vida corresponda con un incesante movimiento de creación y liberación, de emerger y desaparecer, de abrirse y cerrarse, de dar y tomar de nuevo, de inspirar y espirar, de abajamiento y de exaltación, efectuándose así una renovación permanente de todo lo existente38. Pretendemos a veces detener este movimiento, o tergiversarlo, queriendo retener más de lo debido, o entregar sin haber antes degustado. El equilibrio es por lo tanto algo distinto al reposo a-rítmico y estático; es más bien, tensión dinámica de incesante pulsación. Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio trazan un itinerario que, a mi juicio, restaura el equilibrio así concebido. Al decir que ‘trazan un itinerario’ quiero extender la mirada más allá de la experiencia de 30 días (o de 8, o la así llamada Ejercicios en la Vida Corriente EVC). El itinerario corresponde con todo el camino que el sujeto tiene por delante una vez ha reconocido la importancia, para su propia existencia, del proceso trazado por los Ejercicios, y los ha vivido intensamente.
Con Ignacio, con la dinámica de los Ejercicios, y con el movimiento de la CaA aprendemos un tipo de vida mística que, sin lugar a dudas, se refiere a un estado de unidad permanente con Dios, pero que nunca descansa en la contemplación de un estado o idea fijas. A la mística, supongo que la que aprendió por la espiritualidad ignaciana, la define el jesuita francés Michel de Certeau como un estado de permanente deseo:
El místico es aquél o aquélla que no puede dejar de avanzar y que con la certeza de Aquél que le falta, sabe de cada lugar y de cada objeto que no es eso, que no se puede instalar aquí ni contentarse con eso otro. El deseo crea un exceso. El deseo le excede, y excedido, traspasa los lugares y se pierde porque hay que ir siempre más allá, siempre a otra parte. El místico no habita en ninguna parte, sino que es habitado39.
Por esta razón, a esta mística también la caracteriza una cierta inseguridad y un desacomodamiento permanente. Como lo decía el general de la Compañía en tiempos del posconcilio, época de grandes cambios, Pedro Arrupe, s.j.: «Tan cerca de nosotros no había estado el Señor, acaso nunca; ya que nunca habíamos estado tan inseguros». Esa inmersión en el movimiento de buscar y hallar la voluntad divina, atendiendo la diversidad de tiempos, lugares y personas, le concede al magis ignaciano su fundamento,
38 Cfr. KarLfried graf dürKheiM, El maestro interior, 204.
39 MiCheL de Certeau, Le voyage mystique, Recherches de Science Religieuse & Cerf. París 1988, p. 21, citado por Javier MeLLoni, S.J., La Mistagogía de los Ejercicios, (Manresa 24), Bilbao 2001, 273.
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en el amor que hay siempre por alcanzar, y su impulso, en el amor que ya nos ha alcanzado, abrasado e inflamado.
b. La reciprocidad del amor
El sentido del Cantar también ha sido explorado desde el punto de vista que otorga una comparación con la literatura profética del Antiguo Testamento, particularmente Oseas, Jeremías, Ezequiel e Isaías. Son los profetas quienes de modo dramático y emotivo retratan la relación de Yahvé con su pueblo Israel, y la historia de infidelidad de parte del pueblo escogido. Ricoeur sintetiza la postura de los exegetas a este respecto: lo que buscan los exegetas modernos en el Cantar es
Una red de alusiones al punto central de la historia sagrada que culmina en la vuelta del exilio. El amor de la amada, con sus dudas y reanudaciones, describe los pasos de la conversión de Israel mientras espera la salvación que ha de ser la obra de Yhwh. …Por ejemplo, al leer 1, 2-4: «¡bésame con los besos de tu boca!... Introdúceme, rey, en tu aposento», R. Tournay no duda en decir que ‘el amado es el rey. Nada más importante en la tradición bíblica que Yhwh deba ser llamado rey’. Siguiendo la misma pauta, la cámara nupcial designa el templo40.
En resumen, una clave de lectura para una vertiente de la exégesis moderna del Cantar es la situación que vive Israel: «manteniendo su amor por Yhwh, aspira a volver a Palestina y gozar de la posesión de aquel cuya separación siente»41.
Cuando uno se sumerge en los comentarios exegéticos de la Biblia, se puede perder el camino de regreso. No es mi intención presentar el detalle de la minucia exegética. Sin embargo, una crítica a lo que justo acabo de mencionar sobre la relación del Cantar con la literatura profética puede ayudarnos a reconocer lo que está verdaderamente en juego cuando se compara el amor entre amantes con el amor de Dios por su pueblo.
40 riCoeur, 295. Citando la obra de a. roBert y r. tournay, con la colaboración de a. feuiLLet, Le Cantique des Cantiques, traduction et commentaire, gaBaLda, París 1963. Alusión a la pág. 65 de esta obra.
41 Ibíd.., 296, con referencia a la pág. 68 de la obra de tournay. Aquí resulta decisiva la comparación de Cantar 5, 5-6 con Isaías 41, 1: «un contexto que anuncia la vuelta de Israel y que muestra a Yhwh dispuesto a volver a Palestina y restablecer la nación, a condición de que se le busque fielmente» (referencia a la pág. 205 de la obra de tournay).
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La objeción a una comparación directa entre el modo como los profetas entienden la relación entre Yahvé e Israel y el modo de relación retratada en el Cantar, la expresa Ricoeur en forma interrogativa:
¿Es la relación de amor entre Dios y los seres humanos, que los rabinos y los padres griegos suponen metafóricamente proyectada por el Cantar de los cantares, realmente afín a la que celebraron los profetas Oseas, Jeremías, Ezequiel y hasta el deuteronomista? Lo que aquí se pone en cuestión es el carácter unitivo y totalmente recíproco del amor celebrado por el Cantar de los cantares42.
Los profetas no hablan de una mutua posesión entre Dios y las criaturas; la reverencia por el Dios de la Torá y de la alianza supone una distancia en el centro mismo del vínculo:
Los profetas tenían presente un vínculo de alianza que respetaba la distancia y la jerarquía entre los socios y que, además, negaban cualquier significado sexual al amor entre Yhwh y su pueblo. …La profecía se inscribe en una esfera ética en la que parece que toda relación de familiaridad, incluida la de una entrañable sociedad, ha de quedar excluida43.
Generalmente la relación entre Yahvé e Israel es designada en el Antiguo Testamento con el término ‘gracia’ (del verbo hanan y su sustantivo derivado hen), que literalmente significa ‘apiadarse, obrar bien con alguien’. Afirma Luis Ladaria al respecto: «se expresa con él la correlación entre la necesidad y la carencia que aquejan al hombre, por una parte, y el poder de Dios que viene en su auxilio, por otra. Se pide a Dios que sea favorable al que le invoca, que lo auxilie y proteja»44. Cuando la Biblia usa el sustantivo ‘hesed’ referido a las relaciones entre los seres humanos, es claro que se trata de la acogida favorable de un inferior ante quien está en una situación superior45. Cuando se usa con respecto a Dios, se subraya la fidelidad a su alianza, y la bondad que de ahí se sigue con respecto al pueblo elegido. Esto fundamenta el hesed del hombre para con Dios, su ‘amor’ a Dios que se traduce «en una alegre sumisión a la voluntad de Dios y en la caridad con el prójimo»46.
42 riCoeur, 300.
43 Ibíd., 308-309.
44 LuiS f. Ladaria, Teología del pecado original y de la gracia, BAC, Madrid 2001, 140. Ladaria hace referencia a Salmo 4, 2; 6,3; 25, 16; 26,11; 51, 3-4.
45 Cfr. 1 Sam 16, 22; 27, 5; 2 Sam 14, 22; 16, 9.
46 Cfr. nota de la Biblia de Jerusalén a Oseas 2, 21.
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Llegados a este punto, podemos percibir por qué el Cantar de los cantares enriquece, y no simplemente continúa, lo que la tradición profética afirmaba sobre las relaciones de Dios con su pueblo. Sin oponerse, se trata de una polifonía en modos de acceder al misterio del Amor divino. Al decir de Ricoeur, en la tradición profética, se trata «del amor reverencial del creyente yahvista por su Dios»; en el Cantar, se trata «del mutuo compartir de los amantes puesto en un plano de igualdad por su mutuo intercambio de deseo y de placer»47. Es el amor exaltado en el Cantar el que nos permite asumir y trascender la religión ética promovida por el profetismo hacia una religión mística; por medio del Cantar podemos comprender la densidad e intensidad del «yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo», del Levítico y de Ezequiel como un «mi amado es para mí y yo soy para él»48.
De ese paso de la ética a la mística dice Ricoeur: «Aquí, quizás, crucemos una frontera que sólo se atreven a cruzar unos cuantos locos por el amor de Dios»49. A propósito de esta ‘locura’ que nos hace pasar de la ‘reverencia’ a la profunda comunión de amor, recordemos lo que dice la tercera manera de humildad (o tercer modo de amor). Allí, como nos recuerda Kolvenbach: «en el corazón mismo de los Ejercicios Espirituales se alza este grito: “quiero y elijo... desear más ser estimado por vano y loco por Cristo [167]”»50. No puede ser sino este amor loco de amantes el que mueve a Ignacio a decir a aquella dama que se compadecía cuando lo veía en la cárcel:
«En esto mostráis que no deseáis estar presa por amor de Dios... Pues yo os digo que no hay tantos grillos y cadenas en Salamanca, que yo no desee más por amor de Dios». La locura por Cristo de estas palabras se hace evidente cuando, aprovechando una oportunidad, los presos se escapan de esta cárcel, menos Ignacio y sus compañeros, que quedan allí, «con las puertas abiertas y ellos solos sin ninguno»51.
En este mismo sentido argumenta Robert Marsh, S.J., en su artículo sobre la Segunda Semana de Ejercicios. Allí muestra por qué la gracia de la segunda semana (y de ahí en adelante) es una gracia erótica: «Todas las gracias de los Ejercicios son eróticas en el sentido en que ellas son algo que
47 riCoeur, 310
48 Levítico 26, 12; Ezequiel 36, 28; 37, 27; Cantar 2, 16; 6, 3; 7, 10.
49 riCoeur, 310
50 peter-hanS KoLvenBaCh, Decir... Al «Indecible», (Manresa 20), Bilbao 1999, 116.
51 Ibíd., p. 117, refiriéndose a la Autobiografía, 69.
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deseamos. Deseo es lo que se halla en el corazón de lo que quiero decir con eros y con lo erótico… deseo como una pasión que impulsa, una pasión que justifica el lenguaje del eros…»52. El amor de la petición que toma forma en la Segunda Semana: «conoscimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga»53 nos invita a ir más allá de lo visual hacia lo más íntimo y particular: hacia el tono y el timbre, el gusto, el tacto; así es el amor de aquellos que se enamoran, tal como Ignacio mismo lo sintió en su deseo por visitar Jerusalén. El amor por Dios en general se transforma en amor por Cristo en particular, así como el Amor de Dios por su creación se transforma en un amor ‘por mi’, como lo presenta la CaA. De esta ‘particularidad del eros’, afirma Robert Marsh:
¿No es acaso lo particular aquello de lo que nos enamoramos? La forma de esa nariz; la manera en que él trabaja con el pescado; la mirada de sus ojos; las cosas que puede decir para moverme; el fuego en su corazón; las pequeñas heridas que lo lastiman. Creo que Ignacio lo sabía muy bien. Necesitaba tocar los lugares que Jesús había tocado, pararse en las mismas huellas de Jesús, saber hacia dónde Jesús había mirado. Anhelaba tanto sentir parentesco y conexión con Jesús en su cuerpo, a través de su piel, que incluso se arriesgó a la amenaza de excomunión con tal de hacer emerger a Jesús a partir de esa presencia física54.
La reciprocidad del amor entre amante y amado de la CaA nos recuerda la insistencia de Ignacio en la familiaridad y unión con Dios55. Por ser recíproco, notemos que el amor de que se trata en la Contemplación no sólo se refiere al amor de Dios por mí, sino también al amor del ejercitante por Dios. Por esto algunos sugieren titular esta contemplación como ‘Contemplación para llegar a amar’. El énfasis de Ignacio en el afecto con que se debe llevar a cabo la Contemplación se resalta particularmente en la exhortación a orar con el ‘cántico de amor’ del Tomad Señor y Recibid: «ponderando con mucho afecto quánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí … así como quien
52 roBert r. MarSCh, S.J., Op. cit., p. 10.
53 Ejercicios Espirituales 104. La versión inglesa de los Ejercicios permite visualizar mejor la intensidad pasional de la petición: «Here it will be to ask for an interior knowledge of our Lord, who became human for me, that I may love him more intensely and follow him more closely». Nótese los cualificadores: ‘interior’, ‘intensely’, ‘closely’. Traducción de george e ganSS, St Louis: Institute of Jesuit Sources, 1992.
54 roBert r. MarSCh, S J , Op. cit., p. 8-9.
55 Primer rasgo que señala en quien ha de ser prepósito general de la Compañía, Constituciones 723.
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offresce affectándose mucho: Tomad, Señor, y recibid…»56. La petición con la que culmina el Tomad Señor y Recibid: ‘dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta’, se refiere ante todo al amor del ejercitante por Dios; ‘vuestro amor’ ha de entenderse como ‘amor a Vos’, amor de ti («amorem tui»)57. Es este pues igualmente un don de Dios, no fruto de un esfuerzo voluntarista. Quiero insistir no obstante en que, aunque el acento del mismo título de la contemplación subraye el amor del ejercitante por Dios, el amor del que se trata aquí es recíproco. Sólo al interior de una relación sumamente íntima entre Dios y el ejercitante puede comprenderse la cualidad de los dones entregados mutuamente: ‘dando ser, animando, sensando, haciéndome entender’ por un lado, y por otro, ‘libertad, memoria, entendimiento y volutad’.
La reciprocidad del don es subrayada con acierto por Javier Melloni, s.j., en su obra La Mistagogía de los Ejercicios. En la segunda advertencia de la CaA, «el amor consiste en la comunicación de las dos partes»58, Ignacio vuelve sobre aquello que el ejercitante ha entregado, de lo que ha querido despojarse en la tercera manera de humildad: de riqueza, de honores, y de ciencia al escoger, con Cristo, pobreza, oprobios y locura. En la contemplación para alcanzar amor, al ejercitante le es entregado, de Dios, todo aquello de lo que se despoja: «de manera que si el uno tiene sciencia, dar al que no la tiene; si honores, si riquezas, y así el otro al otro»59. Por lo tanto, a mayor despojo en el ejercitante, mayor su capacidad para recibir de Dios el ser y los dones. Dios que desea darse y donarse todo, sólo puede hacerlo en la medida de la apertura de la persona:
Al término del recorrido, al ejercitante le es entregado todo aquello de lo que se había desprendido: ciencia, honores, riqueza (231). (…) Ignacio enumera aquí exactamente en orden inverso los despojos de la tercera manera de humildad (167): la locura se torna ciencia; los oprobios, honores; y la pobreza, riqueza 60 .
56 Cfr. Ejercicios Espirituales 234. georgeS Bottereau, S.J., La gracia de amarte. Significado del Tomad Señor y Recibid: Manresa, Vol 57, número 222 (enero-marzo 1985) 71-76. Negrillas mías
57 Cfr. Bottereau, S.J., p. 74.
58 Ejercicios Espirituales 231.
59 Ibídem.
60 Javier MeLLoni, S.J., Op. Cit., p. 255.
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EL AMOR KENÓTICO DE LOS AMANTES: EL CANTAR DE LOS EJERCICIOS
Hasta ahora he querido iluminar, con ayuda del Cantar de los cantares, algunos de los rasgos implicados en el tipo de amor que se suscita, excita o inflama mediante la CaA61. He dicho que la ‘gracia erótica’ que comienza a tomar forma en la Segunda Semana, adquiere contornos más específicos en esta Contemplación para alcanzar Amor por cuanto los dones contemplados tienen lugar en una relación intersubjetiva que Ignacio caracteriza con los términos amante y amado. El retrato que he hecho del amor parece un tanto idílico. Se puede parecer a esos ideales que sin embargo nunca tocamos, como las asíntotas de una parábola. Es precisamente en la idealidad de este tipo de amor, Eros, en donde también se esconde su riesgo. Afirma en este sentido C.S. Lewis:
Es en la misma grandeza del eros donde se esconde su peligro: su hablar como un dios, su compromiso total, su desprecio imprudente de la felicidad, su trascendencia ante la estimación de sí mismo suenan a mensaje de eternidad. (…) Cuando el eros es honrado sin reservas y obedecido incondicionalmente, se convierte en demonio62
Es verdad que Dios es amor, y también lo es que el amor de amantes, como lo retrata el Cantar, nos permite comprender la hondura e intensidad con la cual el Amor es en-sí-mismo. La semejanza de este amor con Dios es auténtica. Pero la semejanza no equivale a ‘plena y llana identidad’. En una bella reflexión sobre la Eucaristía y la afectividad involucrada allí, un antiguo general de los Dominicos, Timothy Radcliffe, no dudada en advertir:
61 Excitar es el verbo que usa poLanCo en el Directorio de Ejercicios. Cfr. antonio izquierdo, L.C., La Contemplatio ad amorem de los ejercicios espirituales en los Directorios del siglo XVI (15401599): Alpha Omega, XIII, n. 2 (2010), 227-256.
62 C.S. LewiS, 119, 122. Ejemplo de esta incondicionalidad con que Eros exige ser obedecido es la preferencia de la infelicidad a la felicidad: «Todos saben que es inútil tratar de separar a los enamorados demostrándoles que su matrimonio va a ser desgraciado. …Es especial característico del eros que, cuando está en nosotros, nos haga preferir el compartir la dicha con el ser amado que ser felices de cualquier otra manera. …Aunque resulte claro, más allá de toda duda, que el matrimonio con el ser amado no tiene posibilidad de llevar a la felicidad, cuando ni siquiera puede ofrecer otra vida que la de atender a un inválido incurable, de pobreza irremediable, de exilio, o de vergüenza, el eros nunca duda en decir: ‘mejor esto que separarnos; mejor ser desdichado con ella que ser feliz sin ella. Dejemos que se rompan nuestros corazones con tal de que se rompan juntos’. Si la voz dentro de nosotros no dice estas palabras, no es la voz del eros». 119.
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¿Cuáles son las fantasías en las que nos puede atrapar el deseo? Yo sugeriría dos. Una es la tentación de pensar que la otra persona lo es todo, todo lo que buscamos, la solución a todos nuestros anhelos. Esto es un capricho pasajero. La otra es no ver como es debido la humanidad de la otra persona, para hacerla simplemente carne de consumo. Esto es la lujuria. (…) La lujuria y el capricho pasajero puede parecer dos cosas muy diferentes y sin embargo son reflejo la una de la otra. En el encaprichamiento uno convierte a la otra persona en Dios, y en la lujuria uno mismo se hace Dios. En el primer caso uno se hace a sí mismo totalmente falto de poder, y en el segundo uno se arroga poder absoluto63.
A la luz de estas consideraciones, quisiera terminar esta intervención proponiendo y defendiendo la siguiente tesis: el amor entre amantes es ciertamente semejanza de Dios; pero es necesario que este amor no sólo nos acerque a Dios por semejanza, sino por ‘aproximación’. Esta proximidad sólo se realiza cuando emprendemos un camino de descenso y abajamiento, tal como el de Cristo, retratado en el himno kenótico de Filipenses 2, 6-11. El amor de la CaA es, en consecuencia, un amor kenótico entre amantes.
Cabe la distinción entre dos maneras en que podemos hablar de la ‘cercanía de Dios’ con todo lo creado, y por lo tanto, de nuestra cercanía y familiaridad con Dios. Está por un lado la que C.S. Lewis denomina ‘cercanía por semejanza’64. Reconocemos a Dios presente en los elementos, en la vida vegetal y animal, en la vida humana, por la huella que Dios mismo imprime en cada ser, y en nosotros mismos. Somos, y toda la creación, semejanza de Dios: la inmensidad e inconmensurabilidad del espacio y el tiempo, son reflejo de Su grandeza; la riqueza y diversidad de la vida mineral, vegetal y animal, son reflejo de Su fecundidad; las operaciones que hacen posible la vida vegetal, animal y humana son huella de Su actividad. Es lo que en la CaA, Ignacio nos invita a ‘contemplar’. Todo finalmente es transparencia de Dios.
Pero hay otro modo en que podemos hablar de la ‘cercanía de Dios’ con lo creado, y de nuestra cercanía con Dios. Es una ‘cercanía por aproximación’. Si la cercanía por semejanza está allí, presente ante nuestros ojos, y no requiere ‘trabajo’ de parte de la criatura o de nuestra parte para percibirla, la cercanía por aproximación supone la ‘labor’ del acercamiento, progresivo y
63 tiMothy radCLiffe, Afectividad y Eucaristía, p. 6,8, en www.op.org.ar/articulos/Radcliffe_01. doc, consultado el 30 de julio de 2012.
64 Cfr. C.S LewiS, Op.cit., p. 14-15.
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a veces lento; la cercanía por semejanza no aumenta; la cercanía por aproximación supone un crecimiento progresivo. La cercanía por aproximación es una que se va desplegando en el tiempo y en el espacio. Un ejemplo de estos dos modos de ‘cercanía’ nos lo ofrece C.S. Lewis:
Supongamos que a través de una montaña nos dirigimos al pueblo donde está nuestra casa. Al mediodía llegamos a una escarpada cima, desde donde vemos que en línea recta nos encontramos muy cerca del pueblo: está justo debajo de nosotros; hasta podríamos arrojarle una piedra. Pero como no somos buenos escaladores, no podemos llegar abajo directamente, tenemos que dar un largo rodeo de quizá unos 8 kilómetros. Durante ese «rodeo», y en diversos puntos de él, al detenernos veremos que nos encontramos mucho más lejos del pueblo que cuando estuvimos sentados arriba en la cima; pero eso sólo será así cuando nos detengamos, porque desde el punto de vista del avance que realizamos estamos cada vez «más cerca» de un baño caliente y de una buena cena65
Nuestra semejanza con Dios nos ha sido dada, podríamos incluso decir, sin nuestra colaboración o consentimiento. La belleza de la creación es ciertamente un modo como contemplamos a Dios cercano. La dignidad de la persona no crece ni decrece según su edad o circunstancias. Esta dignidad es señal de la imagen que somos de Dios mismo. Pero que todo sea ‘huella’ del Dios de la vida no es suficiente. Ignacio lo subraya muy bien en la CaA con todos aquellos verbos que indican una actividad progresiva, de aproximación, de trabajo y de labor divinas, para darse en su creación; de aquí también el énfasis en la obras de amor que en las palabras de amor. Digamos que con las palabras, el amor se nos torna cercano ‘por semejanza’; con las obras, cercano por aproximación. El primer punto de la Contemplación presenta los dones recibidos como obras divinas: «ponderando con mucho afecto quánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí y quánto me ha dado de lo que tiene y consequenter el mismo Señor desea dárseme…»66; la ‘habitación’ de Dios, en el segundo punto de la Contemplación, es explicada con verbos en presente continuo, denotando creación y actividad continuas: «dando ser, vegetando, sensando, animando, dando entender, haciendo templo de mi»67. El tercer punto, habla de Dios «trabajando y laborando por mi en todas las
65 C.S LewiS, Op. cit., p. 15.
66 Ejercicios Espirituales 234.
67 Ibíd., 235.
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cosas criadas»68. Recordemos que el ‘laborar’ designa un trabajo que se hace con cierto dolor, con padecimiento69. Los dones no están simplemente ahí, sino que ‘descienden’ de arriba70. Así las cosas, podemos decir que Dios mismo se acerca cada vez más, en el tiempo y en el espacio, mediante su propia actividad.
De la ‘cercanía por aproximación’ de Dios con su creación se suscita o excita una cercanía por aproximación del ejercitante hacia Dios. No es suficiente que contemplemos la creación y a nosotros mismos como semejantes a Dios; no es suficiente que reconozcamos la inviolable dignidad del ser humano, como huella y signo que nos remite a Dios. Es necesario que nosotros también ‘trabajemos y laboremos’, que ‘descendamos’ para alcanzar el amor, por aproximación siempre creciente. Por esto, al interior de cada punto de la CaA, luego del ‘hacer memoria, mirar y considerar’, Ignacio invita al ejercitante a ‘reflectir’ qué ha de ofrecer71. De aquí que paralelos a los verbos que designan la actividad de Dios, encontramos en la CaA verbos que especifican y cualifican el ‘alcanzar’ inscrito en el título de la Contemplación. Ofrecer todo, amar y servir en todo designan la tarea que conlleva acoger el don. El Tomad Señor y Recibid indica un camino de descenso, de ofrenda y donación que hace de la cercanía con Dios un compromiso permanente. Dios no sólo está presente en sus dones, sino que se hace cercano. Nosotros no sólo somos sus criaturas, semejantes, sino que nos hacemos hijos de Dios en un camino de seguimiento.
En la línea que he propuesto de la imagen de los amantes para retratar el amor entre Dios y nosotros, digamos que en sus dones, Dios desea seducirnos y entonces, si somos lo suficientemente atentos y ‘contemplativos’, podemos llegar a enamorarnos de El, presente en sus dones. Pero enamorarse
68 Ibíd., 236.
69 Así lo justifica antonio guiLLén, S J : «Creo que fue también FESSARD el primero en destacar que la endíadis formada por la posposición del verbo labora al verbo sinónimo anterior trabaja añade sobre éste el matiz de hacerlo “con pena”. La expresión quiere decir entonces que Dios actúa incluso “a costa propia”, con esfuerzo y sufrimiento, amando hasta el extremo de entregar la vida. De diversas formas, en efecto, ha destacado San Ignacio en su presentación de la Pasión este aspecto (EE 196, 203, 206, 208)». Las cuatro semanas de los EE. En una sola contemplación: Manresa Vol. 68 (1996), 13.
70 Ejercicios Espirituales 237.
71 Con la distinción que hago, con base en LewiS, quiero decir que los verbos: ‘hacer memoria, mirar y considerar’ (primero a tercer puntos de la CaA), el ejercitante logra una cercanía por semejanza. Con el ‘reflectir’ y ‘offrescer afectándose mucho’, el ejercitante logra una cercanía por aproximación.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 17-39
es un tanto más fácil que ‘permanecer enamorados’; esto segundo supone ‘trabajo y labor’, pena, cotidianidad y rutina, paciencia, y sobretodo, exponerse a la vulnerabilidad. Es un proceso que quisiera llamar ‘kenótico’ pues el modelo es el de Jesús, quien siendo de condición divina, no se aferró a ella, sino que más bien, haciéndose esclavo, nos libera. Para que el amor no se torne en un ‘demonio’, con las consecuencias que señalaba más arriba, entonces no puede aferrarse a su condición de dios.
Hay tres sugerencias que Timothy Radcliffe, o.p., propone como caminos para que el amor no se torne en encaprichamiento o lujuria72. Pueden ayudar a comprender más en concreto en qué consiste el anonadamiento de que trata la kénosis.
(a) aprender a abrir los ojos y ver los rostros de quienes están delante de nosotros. La única manera de curarnos de la ilusión de divinizar a la persona amada y ponerla en el lugar de Dios, es estar cara a cara con una persona real, y no con una proyección de nuestros deseos; atender sus bellezas y heridas, sus alegrías y penas.
(b) abrirnos al amor, para que no queden pequeños mundos del cual se excluyen los demás. Tenemos que compartir nuestros amores con nuestros amigos y con aquellos que amamos. De esta forma el amor particular se hace expansivo y sale al encuentro de la universalidad. (c) nuestro amor ha de liberar a las personas. Todo amor, ya sea entre personas casadas o solteras, tiene que liberar. Esto implica negarse a dejar que la gente se vuelva demasiado dependiente de uno y no ocupar el centro de sus vidas. Así la pregunta que uno debe hacerse siempre es: ¿Está haciendo mi amor más fuerte a esta persona, más independiente, o la está haciendo más débil, y dependiente de mí?
Sólo si el amor entre amantes es así, entonces, al contemplarlo, o al contemplarnos, podremos saber que significa confesar a Dios como nuestro amante, y a nosotros, concebirnos como sus amados. Es entonces así como si Dios nos dijera por medio del eros: «así, de ese mismo modo, con esa prodigalidad, sin considerar lo que pueda costar, tendrás que amarme a Mí, y al menor de mis hermanos»73.
72 tiMothy radCLiffe, Op. cit., p. 6-10.
73 C.S LewiS, Op. cit., p. 122.
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La Contemplación para Alcanzar Amor y la vida cotidiana
EJorge Julio Mejía, S.J.*
stoy en este lugar para compartir con ustedes mi búsqueda para encontrar cómo mi compromiso como servidor de la Misión de Jesús surge de una experiencia. Ignacio de Loyola me señaló el camino para saber que «ordenar la vida» es ante todo una decisión para dejar que el Señor «que me habita»1 sea quien me transforme y que esa voluntad se traduzca en una vida cotidiana consciente, que despierte la intención permanente de «buscar y hallar la voluntad divina»2. Es disponerse para que su divina majestad, así de mi persona como de todo lo que tengo, se sirva conforme a su santísima voluntad3.
Estoy convencido de que la sorpresa de una verdadera inmersión en la experiencia intensiva de los Ejercicios Espirituales propuestos por San Ignacio, es el toque profundo que ellos propician en quien se ejercita. Toque que transforma la mirada, que induce a nuevas actitudes, que ordena los afectos, que profundiza el vínculo amoroso, que dispone para entregarse al servicio, que recrea las prioridades. Es decir, invita a vivir de otra manera porque ordena la vida.
* Licenciado en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Tiene Maestría en Teología y en Teología Pastoral del Instituto Católico de París. Actualmente Rector del Centro Interprovincial de Formación San Francisco Javier de la Conferencia de Provinciales de América Latina (CPAL)
1 Ejercicios Espirituales 234.
2 Ibíd., 1.
3 Ibíd., 5.
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La Contemplación para Alcanzar Amor es una luminosa transición hacia la vida cotidiana. Es una invitación a prolongar las contemplaciones de la experiencia vivida en la acción. Es la puerta de entrada a ese espacio inmenso de la sociedad y el universo con su compleja red de relaciones, sus posibilidades y sus retos cargados de conflictos y dolor. Es la invitación a encontrar que hombres y mujeres no están desamparados porque la presencia de Dios, creador y recreador de humanidad, desde adentro, está transformando poco a poco la historia en una historia de salvación. A través de ese puente que es la Contemplación para Alcanzar Amor podemos pasar a vivir «la vida tal y como es»4, trascendiendo las primeras impresiones con una mirada educada gracias al conocimiento interno ejercitado a lo largo de la experiencia de los Ejercicios, para ver a Dios activo en esa transformación. Ese Dios que «es Amor»5 lo es todo, está en todo, lo transforma todo.
Todo comienza con la primera Semana. Allí hicimos un trabajo de purificación. Era indispensable limpiar el corazón para preparar la mirada, ya que los «limpios de corazón van a ver a Dios»6. Así nos preparamos para la contemplación, para ir descubriendo y uniéndonos a la dinámica profunda de Dios actuando en la vida de Jesús, el humano-Dios7. La experiencia de contemplación de la vida de Jesús en los Evangelios va dando una inteligencia de lo que es una existencia vivida como brote cotidiano de su propio Origen: Jesús siempre presente oportunamente en lo que ocurre y que por este solo hecho lo hace ocurrir de otra manera.
Una existencia así exige, no el esfuerzo moral (se supone en su resultado que es la libre y continua actitud de renuncia a sí mismo), sino la fe que lo ve todo en el momento presente y que es la respiración, la vida de esta efectiva, libre y continua renuncia a sí mismo8.
Este ir al fondo, ese contacto con la presencia activa de Dios en la vida de Jesús, va permitiendo descubrirlo a Él presente y activo en la vida. Por eso la insistencia de Ignacio en las peticiones: «pedir Conocimiento Interno»9. No
4 Título del libro de Charlotte Yoko Beck, Gaia 2008.
5 1 Jn 4, 8.
6 Mt 5, 8.
7 Javier Melloni, s J , La Mistagogía de los Ejercicios Espirituales, Bilbao 2001, 282 p.
8 edouard Pousset, Lectures Théologiques selon l’Evangile de Saint Marc. Centre Sèvres 1994, 156.
9 Ejercicios Espirituales 104.
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Jorge Julio Mejía, S.J.
es un proceso que informa. Es el proceso que va despertando la conciencia y la conduce al nivel de la trascendencia.
Nos ejercitamos para la vida cotidiana. Ignacio nos propone un medio indispensable: la conciencia testigo. Es el proceso del examen general y el particular. Gracias a esa presencia permanente y despierta en el presente, nos damos cuenta de cómo en nuestro interior las afecciones se mueven con posibilidades de orden y desorden, cuando obedecemos a la acción del buen o del mal espíritu10. Descubrimos cómo podemos ser manipulados y engañados por las presiones, invitaciones y excitaciones que ejerce el medio en el que vivimos. Los ejercicios no nos invitan a separarnos del mundo. Al contrario nos entregan los medios para vivir en medio de él sin pertenecer a él11.
El ambiente propicio para abrirnos a la acción de Dios, central en la experiencia de los Ejercicios es el Silencio. Qué bien lo expresó recientemente el P. Adolfo Nicolás, S.J.:
Todos estamos necesitados de un lugar en nuestro interior donde no haya ruidos, donde nos pueda hablar la voz del Espíritu de Dios, con suavidad y discreción, y dirigir nuestro discernimiento. En un sentido muy verdadero necesitamos tener la capacidad de convertirnos nosotros mismos en silencio, en vacío, en un espacio abierto que la Palabra de Dios pueda llenar y el Espíritu de Dios pueda inflamar para bien de todos y de la Iglesia. Hoy más que nunca cada jesuita debería ser capaz de vivir como un monje en medio del ruido de la ciudad, como un amigo ortodoxo nos decía en una ocasión. Esto quiere decir que nuestros corazones son nuestros monasterios y que en el fondo de toda actividad, de toda reflexión, de toda decisión, está el silencio. Aquel tipo de silencio que compartimos solo con Dios12
Los conflictos y contradicciones sociales, la honda fatiga de la esperanza, la tentación de convertirnos en funcionarios acomodados de una especie de multinacional de la salvación con pequeños puestos de primeros auxilios espirituales, puede poner en grave peligro el sentido de la existencia. De ahí la decisiva importancia de que en el Umbral de los Ejercicios nos encontremos con el Principio y Fundamento13. Es la roca sobre la que deberemos construir
10 Cfr. Ejercicios Espirituales 139 y 329.
11 Cfr. Jn 17, 15.
12 adolfo nicolás, s.J., en su discurso De Statu Societatis, julio de 2012.
13 Ejercicios Espirituales 23.
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Contemplación para Alcanzar Amor y la vida cotidiana
la casa14. Es el Principio de Sentido, que dio la supervivencia a Viktor Frankl15 en el aterrador campo de concentración de Auschwitz. Pero la Contemplación para Alcanzar Amor nos dará la clara visión de que tal cimentación no es sólo una visión que nos protege del absurdo, sino un vínculo inquebrantable que es el amor con todas las extraordinarias características que se contemplan en la vida de Jesús y la manera como enfrenta la iniquidad y que Pablo después describió con todas sus cualidades16.
Llegados a la Contemplación para Alcanzar Amor afianzamos y celebramos el descubrimiento de la manera como una presencia y acción sanadoras y transformadoras de Dios están en «lo más íntimo de lo más íntimo de nosotros mismos»17. La conciencia se abre a dimensiones más hondas y nos va conduciendo poco a poco a vivir la presencia activa del Dios amor en nosotros y en todo lo que nos rodea: primero se nos da y nos da el ser, el sentir, el entender, el amar, el decidir18. Descubrir una tal presencia dando vida y abriendo de manera inconmensurable el horizonte, nos permite ir viviendo que el amor nos habita activamente de manera admirable. En todo y en todas las dimensiones de nuestra existencia está Dios amándonos con generosidad infinita, ofreciéndonos todas las posibilidades de ser nosotros mismos, con capacidad ilimitada para amar y servir. Y en esa experiencia descubrimos una apasionante invitación para sumarnos a la misión de Cristo que desea tocar a todos los hombres y mujeres para despertarlos a esa presencia transformadora a fin de que la vida sea plena19, la convivencia viable20 y todos podamos, como hermanos, habitar unos cielos nuevos y una tierra nueva21. Con un efecto social transformador en calidad de luz, levadura y sal22. Qué maravilla descubrir que en la realización del ser humano se revela Dios23.
14 Cfr. Mt 7, 24.
15 viktor frankl, El Hombre en Busca de Sentido, Barcelona 1991.
16 Cfr. 1 Cor 13, 4 y ss.
17 «Más íntimo que mi mayor intimidad y más elevado que mi máxima altura» Confessiones III, 6, 11.
18 Cfr. Ejercicios Espirituales 234 y 235.
19 Cfr. Jn 10, 10.
20 Ibíd., 13, 34.
21 Cfr. Apocalipsis 21, 1.
22 Cfr. Mt 5, 13-14 y Mt 13, 33.
23 Título del libro de andrés torres Queiruga, La revelación de Dios en la realización del hombre, Madrid 1987, 505 p.
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El corazón adolorido24 contempla de qué manera Jesús enfrenta la ingratitud, la traición, la injusticia, la violencia, el dolor, el abandono de Dios y la muerte. Pero ningún límite es capaz de detenerlo: al no guardar su vida, la gana25. Lección definitiva para vivir: trascender. Dar siempre un paso más allá de cualquier obstáculo por infranqueable que parezca, por doloroso que se experimente. Ir más allá de cualquier límite. Descubrir que la última palabra de la vida no la tienen el sufrimiento y la muerte, sino la esperanza y la vida movidas por el amor.
La experiencia de Dios renovada gracias a la contemplación, su formidable acción permanente que crea y recrea la humanidad, su invitación a ser servidores de la misión de Cristo, despierta toda la capacidad de entusiasmo y de generosidad que reside en nuestro corazón creado a imagen y semejanza del de Dios. No cabe duda: fascina y enamora. Por eso cuando no se la piensa sino que se la experimenta, irresistiblemente brota la oración que lo entrega todo:
Tomad Señor y recibid
Toda mi libertad, Mi memoria, Mi entendimiento, Todo mi haber y mi poseer. Vos me lo distes
A vos señor lo torno, Todo es vuestro
Disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia Que ésta me basta26.
La Contemplación para Alcanzar Amor27 no es sólo el último ejercicio propuesto por Ignacio. Recoge lo vivido y nos proyecta a la vida cotidiana. El entrenamiento nos prepara para actuar contemplativamente en la vida cotidiana. El Padre se manifestó a lo largo de la vida cotidiana de Jesús, quien pasaba la noche en oración28. Contemplar tuvo un doble carácter: en un pri-
24 Cfr. Ejercicios Espirituales 192.
25 Mc 8, 35.
26 Ejercicios Espirituales 234.
27 Ibíd., 230.
28 Cfr. Lc 6, 2.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 40-52
mer tiempo fue una ventana que nos permitió informarnos, descubrir lo que ocurrió allá, lo que Jesús vivió y cómo fue una extraordinaria transparencia al ser y actuar de Dios en medio de nosotros. Todo esto narrado por los evangelistas. Pero en un segundo momento aquella ventana se debió convertir en un espejo: gracias a la mirada del corazón que en el contacto con la Palabra fue «estando en ascuas»29, y por ese hecho, cambió radicalmente la dirección del camino. Fascinados con la vida y la palabra de Jesús, poco a poco nos fuimos encontrando en Él, comenzamos a sentir que aquí y ahora, Él estaba presente, íntimo, activo. Su presencia iluminadora, inspiradora, toca con mociones nuestro mundo afectivo para conducirnos a entregar todas nuestras personas30 a la causa de transformación de ese mundo sufriente pero colmado de potencialidades, así como fue contemplado por la Trinidad31. Y cuando salimos del ejercicio de contemplación de cada momento de la vida de Jesús, descubrimos que nuestra mirada del corazón lo podía encontrar en todo momento, en toda circunstancia. Ese es el comienzo de «ser contemplativos en la acción».
Descubrir que ya no obramos por nosotros mismos, sino movidos por el Espíritu. Ese es el proceso que convierte lo cotidiano como práctica del camino interior
Y si este fue el impacto del ejercicio, ya la vida no puede seguir siendo la misma. Descubrir que ya no obramos por nosotros mismos, sino movidos por el Espíritu. Ese es el proceso que convierte lo cotidiano como práctica del camino interior32, precisamente porque nos permite salir del «propio querer e interés»33. Ese propio querer e interés nos lleva inevitablemente a la ruptura de la unión con Dios, nos disocia entre lo que el mundo nos exige, nos condiciona y la Voluntad de Dios que guía más allá de las pasiones que intentan seducirnos. Eso entibia el ansia por buscar, hallar, y seguir la voluntad de Dios, no permite que maduremos, que nos transformemos por la acción del Espíritu. Es en lo cotidiano como vamos viviendo el proceso de dejar manifestar a Dios, dejando salir el hom-
29 Ibídem.
30 Cfr. Ejercicios Espirituales 96.
31 Ibíd., 102.
32 Cfr. karlfried graf dürckheiM, Práctica del camino interior, lo cotidiano como ejercicio, Bilbao 1994.
33 Cfr. Ejercicios Espirituales 189.
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bre que hay en nosotros, el hombre nuevo. La vida mística es parte de la vida cristiana ordinaria y esta sería la presencia de seguir alcanzando amor gracias a que aprendemos a contemplar en la acción. Porque el amor de Dios no sólo es un regalo que me transforma en un ser agradecido. Ese amor me crea, me constituye un ser humano, me habita y en su insondable actividad me humaniza, me transforma y me convierte en luz, levadura y sal. Hasta el punto que cuando vivo en fidelidad al Dios íntimo que me crea y recrea, los hermanos cuando me ven lo ven a Él y alaban al Padre que está en los cielos 34 .
Jesús se refiere con frecuencia al corazón: nuestro corazón está ciego, endurecido y cerrado35. Es lento y perezoso, pleno de tinieblas. De un corazón bueno proceden las obras buenas. Hay que amar a Dios y al prójimo con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma36. Somos peregrinos que buscamos un espacio interior aún desconocido; buscamos nuestro ser más profundo, ese «hombre escondido en el fondo del corazón»37 del que habla Pedro. Allí Dios nos encuentra y a partir de allí podemos encontrar a los demás. Es allí donde encontramos un yo que es nosotros38. Allí Dios nos habla y allí encontramos y podemos hablar a los demás. En la vida de todos los días nuestro corazón permanece con frecuencia escondido. Apenas emerge a la conciencia. Vivimos sumergidos en los sentidos exteriores, nos perdemos en nuestras impresiones y nuestros sentimientos, en todo lo que nos atrae o se nos opone. Incluso cuando queremos vivir a niveles más profundos nos volvemos hacia lo abstracto: sopesamos, reflexionamos, sacamos conclusiones lógicas. Mientras tanto nuestro corazón permanece como dormido y no palpita al ritmo del Espíritu. A este propósito qué oportunas son las palabras del P Adolfo Nicolás, S. J en su visita a la Provincia de Chile el año 2010:
Nuestro peligro son las distracciones. Veo con sorpresa y gusto la gran preocupación que tiene, por ejemplo, san Juan de la Cruz, con quitar distracciones. ¿Por qué? Porque la distracción es la gran tentación. Y no me refiero a distracciones en la oración: esas son secundarias, son pequeñas. Estamos distraídos en la oración porque estamos distraídos en la vida. Son las distracciones de nuestra vida las que ponen impedimentos.
34 Mt 5, 16.
35 Mc 8, 17.
36 Cfr. Lc 24, 25; Mt 13, 15; Dt 10, 12-22; Mt 7, 17.
37 1 Pe 3, 4.
38 Cfr. richard Moss, El Yo que es Nosotros, Era Naciente, Buenos Aires 1995.
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Contemplación para Alcanzar Amor y la vida cotidiana
Considero que hay distracción cada vez que algo secundario –sea ideológico, como teorías o ideas, sea algo personal, como la posición, honor, reconocimiento, o algo relacional–, ocupa tanto nuestra mente que se hace primario. Y tenemos muchas distracciones. Pueden ser cosas, como Internet, o pueden ser personas o relaciones, o pueden ser situaciones concretas como dolores. Estamos distraídos cada vez que lo secundario se hace primario.
Estas distracciones influyen en la oración; pero estas distracciones -contra las cuales hemos luchado tanto- son de menor valor que las distracciones en nuestra vida. Ésas son las que nos preocupan más. En qué empleamos nuestra energía espiritual, qué es lo que dificulta nuestro discernimiento: éstas son las distracciones importantes. Yo creo que aquí hay un factor importante de revisión: porque desde san Ignacio hasta Arrupe hay una constante de entrega total. Como san Ignacio, como san Francisco Javier, como nuestros grandes santos, como Alberto Hurtado. Total dedicación, concentración; no hay distracciones. Esto es lo que preocupa, esto es lo que importa, esto es lo que Dios quiere... entonces allá vamos39 .
La Contemplación para Alcanzar Amor hace un cierre como en forma de un ocho acostado: lo que aquí se cierra es para abrirse allá. Y para que el camino emprendido siga conduciendo a ese trascendental lema de «en todo amar y servir», es indispensable tener presente todas las habilidades ignacianas que el ejercicio ha desarrollado y nos han conducido a ese culmen de la experiencia de sentirnos sumergidos en y transformados por el Amor de Dios. Todas ellas están en función de ayudarnos a vivir la vida que se va ordenando por la acción interior del Dios que se hace presente en cada paso y en cada horizonte y en la manera como estrechando la unión con Él podemos ir produciendo los frutos40.
Esas habilidades «ignacianas» son las que hacen brotar «ese modo de proceder» que caracteriza la rama ignaciana del árbol de la experiencia universal de Dios. Son esenciales para la vida cotidiana y se deben convertir en hábitos. Gracias a ellas nos liberarnos de la autoreferencia, el egoísmo que de manera grave rompe el vínculo con Dios y con los hermanos. Esa experiencia de Dios que son los ejercicios nos hace independientes de la necesidad de ser aprobados por el mundo, lo cual nos abre a la vida interior. Los ejercicios
39 P. adolfo nicolás, s.J., En Chile, Darlo Todo, textos seleccionados de la visita, Provincia Chilena 2010, p. 34.
40 Cfr. Jn 15, 1 y ss.
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nos enseñan «el saber hacer» que nos pone en manos del Señor en el proceso de reconocer y seguir su santa Voluntad.
Así afirmamos y mantenemos, en toda circunstancia, la actitud que corresponde a la vocación de ser humanos. A partir de ahí, lo cotidiano no será ya ni gris ni apagado, sino que se convierte en aventura del alma. Aquello que se repite y repite exteriormente se transforma en manantial interior; el campo de la costumbre se hace ‘espacio’ de nuevos descubrimientos, y del gesto mecánico brota el impulso creador que transforma al hombre41.
Es el vínculo consciente, permanente con el Señor Jesús, es la experiencia que Pablo expresó como «ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi»42. «Los medios que unen al instrumento con Dios y lo disponen a dejarse guiar por su mano divina son más eficaces que aquellos que lo disponen hacia los hombres»43. Teniendo en cuenta que la experiencia mística no es sin más lo raro y ajeno, sino lo íntimo y central a que se orienta toda la vida cristiana. El místico no revela sólo nuestra posibilidad, sino el fondo de nuestra misma experiencia. Karl Rahner animó a reconocer el carácter místico de las experiencias cotidianas vistas en su hondura. Y Henry Bergson señaló que, a pesar de la posible distancia, cuando el místico habla, «hay, en el fondo de la mayoría de los hombres, algo que le hace imperceptiblemente eco»44.
No sorprende que Teilhard de Chardin, con su agudeza y sensibilidad para lo infinito en lo finito, insistiera también en este punto. El hombre vive en el «medio divino»: el universo no es ya sólo el lugar de las «epifanías», sino que todo él es diafanía: transparencia de Dios en todas y cada una de las cosas45.
Escuchemos a Pablo decirle a la gente del Areópago: «Dios, que hizo al Hombre para que éste lo encuentre –Dios, a quien intentamos aprehender a base de buscarlo a tientas en nuestras vidas–, este Dios se encuentra tan extendido y tan tangible como una atmósfera que nos bañase. Por todas partes nos envuelve a nosotros, como al propio mundo. ¿Qué os falta, pues, para que lo podáis abrazar? Tan sólo una cosa: verlo»46. La Contemplación para Alcanzar
41 karlfried graf dürckheiM, Op. Cit., p. 17-18.
42 Gál 2, 20.
43 Constituciones 813.
44 andrés torres Queiruga, Op. cit. p. 11.
45 Pierre teilhard de chardin, s.J., El medio divino ensayo de vida interior, Madrid 1967, 111.
46 Ibíd., p. 109.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 40-52
Amor postula apertura a lo profundo. Exige la atención y el cultivo, la oración y el cuidado de la sensibilidad. En expresión preciosa, Teilhard indica que es necesaria la «educación de los ojos»47. La experiencia de los ejercicios con la constante petición de «conocimiento interno» modifica nuestra forma de conocer: nos permite el acceso al conocimiento del corazón, que estando claro gracias a la purificación de la primera Semana podrá ver a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios48.
Hace unos años un jesuita Centroamericano escribió un artículo en el que se preguntaba: «¿Por qué los Ejercicios no nos cambian?» Quizás la respuesta se pueda ofrecer preguntándonos cuánto la razón sustituyó al corazón al hacer los Ejercicios. Jesús pensado, Jesús convertido en discurso, Jesús exterior, no toca, no mueve, no transforma. Si esos Ejercicios, ese entrenamiento, no desarrollan habilidades espirituales fundamentales para vivir transparentemente la presencia y acción de Dios en lo cotidiano, nos dejan iguales. La conciencia no despertó y más bien la experiencia pudo poblarse de tedio agobiados por el silencio y el vacío. Si esos ejercicios no pudieron penetrar a lo más profundo, la esterilidad será preocupante. El último día celebraremos el final del tedioso ejercicio de estar en quietud y silencio sin haber descubierto lo que significa abrir la mirada del corazón. ¿Por qué no nos cambian los ejercicios? Sencillamente porque es posible que no hayan sido ejercicio. Porque echamos mucha cabeza cuando lo que había que hacer era echar mucho corazón. Esos ejercicios no entrenaron nuestra vida interior, no contribuyeron a desarrollar las habilidades ignacianas que nos hacen un instrumento íntimamente unido a Dios y convierten lo cotidiano en un verdadero ejercicio para dejarnos transformar. Por lo tanto no tuvimos oportunidad de salir de nuestro propio amor, querer e interés. Culminar una experiencia de Ejercicios con la Contemplación para Alcanzar Amor sólo puede ser un cierre y apertura si ha habido un ejercicio del corazón.
Añado otras habilidades que se desarrollan con los Ejercicios propuestos por Ignacio para que en esa transición de la Contemplación para Alcanzar Amor convirtamos lo cotidiano en un ejercicio de transformación interior que progresivamente nos hace transparentes a una manera única de presencia y acción de Dios en el mundo que lleva nuestro propio nombre. Y tal proceso
47 andrés torres Queiruga, Op. cit. p. 11.
48 Cfr. Ejercicios Espirituales 235-236.
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es el fundamento de nuestra Misión en el mundo. Sólo así nos convertimos en servidores de la misión de Cristo.
La
contemplación es un estado, en el cual la acción divina es perceptible
Comencemos por el silencio. El silencio nos prepara a un nuevo encuentro con Dios. En el silencio, la palabra de Dios puede alcanzar los rincones más ocultos de nuestro corazón. En el silencio, la palabra de Dios es «más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu»49. Al hacer silencio, dejamos de escondernos ante Dios, y la luz de Cristo puede alcanzar y curar y transformar incluso aquello de lo que tenemos vergüenza50 .
El silencio hace posible la contemplación. La tarea consiste en separarnos lentamente del pensar discursivo y la ocupación con nuestros sentimientos, de manera tal que nos orientemos única y exclusivamente hacia Dios51. No es suficiente con ver, e incluso con mirar concienzudamente para conocer. Hay una aprehensión de la realidad que pertenece solo al rango de la contemplación. Es la verdad intuida, revelada, descubierta a través de los ojos que miran hacia dentro. La contemplación es una actitud que nos acerca a ser aquello que contemplamos. Sencillamente sucede cuando dejamos de ser, cuando abandonamos las dimensiones espacio-tiempo para convertirnos en lo contemplado y descubrir así su esencialidad. Uno puede ver el vuelo del pájaro, mirarlo para observarlo o puede sentir que vuela con él. Para comprender al otro, tal como se comprende a sí mismo, hay que convertirse en el otro, compartir su experiencia, participar de su mundo52. Contemplar es transformar nuestra relación con la experiencia de vivir el día a día con una claridad interior y una mirada tan penetrante que podamos percibir «cómo todos los bienes y dones descienden de arriba… así como del sol descienden los rayos, de la fuente las aguas»53. La contemplación es un estado, en el cual la acción divina es perceptible. No es una forma de orar, sino más bien un estado que está o puede estar presente en cada momento de la vida, sea en la oración o fuera de ella. La contemplación debe impregnar toda la vida. No
49 Heb 4, 12.
50 Tomado de un texto de Taizé: El Valor del Silencio. http://www.taize.fr/es_article1718.html
51 Cfr. francisc Jálics, Op. cit., p. 8.
52 Cfr. antonio dáMaso, en http://elpais.com/diario/2011/12/11/eps/1323588413_850215.html
53 Ejercicios Espirituales 237.
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Contemplación para Alcanzar Amor y la vida cotidiana
queda restringida a períodos de quietud. Una persona contemplativa generalmente es más activa y efectiva que una no contemplativa, porque lleva las mismas actividades y responsabilidades con mucho más sosiego y facilidad. La cansan mucho menos. Sin embargo ese estado no se logra sin momentos de retiro o inactivos54 .
A lo largo del ejercitarse guiados por Ignacio es fundamental ese proceso de desarrollo de lo que podríamos llamar la conciencia testigo. El examen general y el examen particular pretenden desarrollar un grado de presencia en el presente que alerte nuestra percepción interior para identificar las luces y las mociones que provienen del Dios que nos habita y que mediante la claridad obtenida en el silencio y la oración y la contemplación, podamos discernir cómo ese Maestro Interior nos guía manifestándonos en cada momento su voluntad. Es el vivir en la vida cotidiana el «no se haga mi voluntad sino la tuya»55. Es el proceso mediante el cual en lo cotidiano vivimos hasta sus últimas consecuencias la entrega del «Tomad Señor y recibid»56. Disposición permanente de indiferencia y generosidad para en todo buscar, hallar y seguir la voluntad de Dios. Al mismo tiempo es el proceso mediante el cual el conocimiento de nosotros mismos es camino para el conocimiento de Dios según lo afirma San Agustín: «Noverim me, noverim te»57 .
El conocimiento interno de tanto bien recibido, me conduce a poder «en todo amar y servir a su divina majestad»58. Es una manera de vivir consciente, con una pasión que no admite distracciones. Esta presencia conmovida en el presente significa que estamos en una conciencia clara de qué es lo primero, qué es lo fundamental y por eso el proceso de hacer la voluntad de Dios es real y cotidiano.
Terminado el intenso ejercitarse habremos descubierto que la causa de Jesús es rescatar la condición humana, especialmente en aquellos que sufren el más grave deterioro de su vida por la injusticia, y enseñar a vivir el potencial de los dones del Espíritu Santo: esto intensificará de manera admirable el servicio solidario a los hermanos. Una vida nueva que no se
54 Cfr. francisc Jálics, Op. cit., p. 6-10.
55 Mt 26, 39.
56 Ejercicios Espirituales 234.
57 san agustín, Soliloquios, II, 1, 1.
58 Ejercicios Espirituales 233.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 40-52
Jorge Julio Mejía, S.J.
proyecta sobre el cielo, sino que, proviniendo del cielo – «descendiendo de arriba» – se proyecta en la historia, para transformarla desde adentro. En definitiva cuando la experiencia iniciática de los Ejercicios está llegando a su última fase, como ejercitantes estamos impregnados de esa vida transformada y transformante de Cristo resucitado para que, cuando salgamos del apartamiento, regresemos al mundo con un dinamismo nuevo, fruto de su transformación interior59. Así «la vida entera se convertirá en el misterio en el que desvelar y comunicar la presencia de Dios entre los hombres»60.
Este listado se podría prolongar. Si cuando hago ejercicio físico no desarrollo armónicamente todas mis habilidades corporales, tendré dificultades para enfrentar los retos del movimiento en el trabajar, caminar, subir y bajar, avanzar, inclinarme, sentarme, abrazar, ver a los demás y mirarlos a los ojos. En la vida espiritual hay que desarrollar la riqueza interior de nuestro ser espiritual para lograr vivir con plenitud lo que Dios ha colocado en nosotros como dones, de los cuales Pablo hace una breve enumeración, para poder producir todos los frutos de acción transformadora del Espíritu lo cual nos convierte en medio de la sociedad en Luz, Levadura y Sal.
Esas habilidades que el Ejercicio desarrolla en nosotros convergen en una íntima unión con Dios, como la de la rama con el tronco, para dejar fluir su vida por todos los rincones de nuestro ser integral y hacer unas obras que al verlas los hombres y mujeres a quienes servimos glorifiquen al Padre que está en los cielos. Ese aprendizaje de la experiencia de Dios (mucho más allá de la creencia), para ser transparentes a su presencia y acción en medio del mundo, es en definitiva vivir poseídos por el Amor de Dios que se comunica en y a través nuestro en cada momento a lo largo de nuestro camino del cotidiano vivir. Y en cada momento, en cada encuentro, en cada reto y adversidad, estaremos dejándonos conducir por ese Maestro Interior que nos ilumina y nos mueve con sabiduría para ser instrumentos de transformación de ese mundo al que la Trinidad decidió salvar con la venida transformadora de Jesús.
59 Javier Melloni, s.J., Op. cit., p. 241.
60 Ibíd., p. 264.
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La Contemplación para Alcanzar Amor y la ecología1
José Alejandro Aguilar, S.J.*
LA CONTEMPLACIÓN PARA ALCANZAR EN LA DINÁMICA DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
ara situar la Contemplación para Alcanzar Amor - CAA - en el texto de los EE, podemos tener presente lo que se podríamos llamar la dinámica, el
1 Esta presentación podría también tener el título: «Conversaciones con el texto de Ulpiano VásqUez: - La Contemplación para Alcanzar Amor (publicado en portugués por Ediciones Loyola, de Sao Paulo 2005), en clave de ecología y medio ambiente». Estas diálogos se iniciaron hace dos años, cuando empezaba el trabajo con la comisión que escribió «Sanar un Mundo Herido» (Promotio Iustitiae No. 116/2, 2011). Agradezco a Ulpiano por las inspiradoras conversaciones, profundizadas luego en la lectura y traducción de su documento. Me han impresionado la claridad y profundo conocimiento que Ulpiano tiene de la espiritualidad ignaciana y su facilidad para comunicarlo. Presento aquí en forma resumida, las partes del texto que más me ayudaron, primero en forma de lectura y luego de oración inevitable, a las que he hecho ampliaciones, retomando aportes de «Sanar un Mundo Herido», de las últimas dos Congregaciones Generales, y con mis propias reflexiones.
* Doctor en Estudios Latinoamericanos. Desarrollo Sostenible de la Universidad de California de Berkeley. Licenciado en Historia de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Licenciado en Teología de la Universidad Católica de Río de Janeiro. Tiene una Maestría en Desarrollo Rural Sostenible en Andalucía y América Latina de la Universidad Internacional de Andalucía. Actualmente Profesor investigador de tiempo parcial en la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Universidad Javeriana. Director del Programa Suyusama (Desarrollo Regional Sostenible de la zona andina del Departamento de Nariño) de los Centros Sociales de la Compañía de Jesús, en colaboración con la Pontificia Universidad Javeriana y Miembro del Task Force sobre Ecología de la Compañía de Jesús.
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movimiento de los EE. Una moción presupone una representación espacial, donde sucede un movimiento; tiene un inicio, un medio y un fin. Una moción de consolación o de desolación es un movimiento que se produce en nosotros, que empieza, alcanza un punto medio y termina. Hace un recorrido.
La contemplación de los misterios de la vida de Cristo, está acompañada por una serie de mociones, de sentimientos de consolación o desolación, que quien los hace, ayudado por la persona que lo asesora, debe interpretar. En este recorrido se va configurando la experiencia de Dios. Así como la contemplación de los misterios de la vida de Cristo son un camino que lleva de la Encarnación a la Ascensión, los EE son también un camino que idealmente lleva de la moción a la misión.
La finalidad de la consolación y de la desolación es ayudarnos a percibir de qué manera los misterios de la vida de Cristo son para nosotros una iniciación, que nos va indicando por dónde debemos seguir caminando o cómo debemos corregir el rumbo.
La moción es un movimiento que pretende sacarme de mí, que quiere llevarme a algún lugar. La palabra que resume la consolación en las diferentes descripciones que san Ignacio hace de esa moción, es el amor. El amor, como lo entiende san Ignacio, por ejemplo, cuando habla de inflamar «el alma inflamada de amor a su Creador y Señor»2, es un movimiento que me saca de mí mismo, una salida de mi propio amor, de mi propio querer, de mi propio interés. Movimiento que quiere implicar en el amor la totalidad de mí ser. Se trata de dejar que el amor venza el egoísmo, los apegos desordenados; también que yo no quiera más consolación que desolación, para que pueda así mismo abrazar en el amor a todos los demás seres y a la creación.
Para San Ignacio la moción no solamente es importante porque es agradable, sino porque en la medida en que es acción de Dios, muestra lo que puede llegar a ser la verdad de mi vida.
Si la consolación me saca de mí mismo y me lleva hacia el Señor, me prepara para lo que debe ser mi vida. Para que la salida no sea una ilusión, debe ser una salida hacia los otros y hacia el cuidado de la creación. Debe-
2 Ejercicios Espirituales 316.
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La Contemplación para Alcanzar Amor y la ecología
mos evitar el peligro de convertir los asuntos ecológicos y medio ambientales, en algo bello, emocionante, para ser solamente disfrutados estéticamente, o abordados únicamente a nivel conceptual, sin llegar a hacer posible la vida querida, el bien vivir.
Así por ejemplo las sugerencias prácticas de «Sanar un mundo herido»3, si son guiadas por mociones, si son asumidas gracias a la dinámica que me saca de la indiferencia, incredulidad o escepticismo, por el impacto que creemos podrían tener nuestras acciones, nos muestran también en esos detalles, que podrían parecer insignificantes, nuestras posibilidades como co-creadores, como custodios de la creación.
La objetividad de la moción y qué la distingue de la emoción, se manifiesta en la misión. Cuando podemos mirar más la necesidad de los otros y de la creación que el propio deseo, trascendemos la satisfacción y nos ubicamos en la misión. En la medida en que la acción creadora de Dios y la vida redentora de Cristo no nos dejan indiferentes, en la medida en que la creación y la vida de Cristo son para mí una interpelación, se convierten para mí en una cuestión sobre mi propia vida.
En este camino aprendemos a interpretarnos, a comprender la lógica de la vida presente en la creación, a interpretar la vida de Dios Creador, Redentor y Santificador, en mi vida, asociándome a la tarea de la Trinidad. Al mismo tiempo en que las contemplamos, «debemos empezar a investigar y a demandar en qué vida o estado quiere servirse de nosotros su Divina Majestad»4. La pregunta anticipa la moción, que se concretará en la respuesta, y es en sí misma un don.
El que San Ignacio, ya en la mitad de la segunda semana5, nos proponga una elección de vida, punto central de los EE, nos muestra de una manera clara que los EE no son simplemente un curso sobre la creación y la vida de Jesucristo, sino un recorrido en el que, delante de la acción creadora de Dios y la vida de Jesús, tengo que ver aquello que debo escoger. Propiamente, la
3 Sanar un Mundo Herido, Capítulo 6, páginas 54 a 56, en la edición de Promotio Iustitiae No. 116/2, en español.
4 Ejercicios Espirituales 135. Significa que voy descubriendo lo que Él coloca en mi voluntad. O voy descubriendo lo que Él me da para escoger.
5 Cfr. Ejercicios Espirituales 135.
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San Ignacio
espera, que en algún momento la persona que avanza en el recorrido de los EE sienta una relación directa
con Dios
elección no es otra cosa que percibir y asumir aquello que Dios me da como contexto y como historia; aquello que Dios me presenta para mi libertad.
Se trata del don que pedimos para poder avanzar en la dirección de aquello que le da pleno sentido a nuestra existencia, contribuyendo a construir caminos de reconciliación para todas las desavenencias, a superar todas las inequidades e injusticias; contribuir a que todos nuestros corazones se vayan llenando de Dios, única manera de contrarrestar el profundo vacío que está por detrás del apetito voraz de riqueza, poder y placer; desorden de sentido que hoy se expresa dramáticamente, tanto en los números y porcentajes de muerte, pobreza de millones de seres humanos, como en el deterioro del patrimonio natural y la extinción de especies y ecosistemas.
La interpretación de la vida lleva a una decisión de libertad, que no es simplemente una opción. La contemplación e interpretación de la creación y de la vida de Cristo en mi corazón, no puede dejar de llevarme a una decisión de vida, en la cual yo sienta que encontré la «mejor manera de amarlo y seguirlo».
En la medida en que descubrimos lo que Dios coloca en nuestra voluntad, en ese momento podemos decir que escogemos. «No fueron ustedes quienes me escogieron, fui yo quien los escogió»6. Si no escuchamos este mensaje, nuestras opciones, por nobles que sean, por la paz, la justicia, el medio ambiente, durarán el tiempo que duren los análisis teóricos que nos llevaron a ellas, o lo que dure nuestra emoción.
San Ignacio espera, que en algún momento la persona que avanza en el recorrido de los EE sienta una relación directa con Dios. Esa relación directa de Dios con la persona, se manifiesta, en la visión de la CG 35, como moción, como invitación a establecer relaciones armónicas con el Creador, con los otros, especialmente con los más frágiles y con la creación, sobre todo allí en donde el cuidado de los otros y la conservación son más cruciales.
6 Jn 15, 16.
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Esta es una de las principales novedades de la CG 35, en el tratamiento de la ecología, insertándola en el díptico fe y justicia, en el horizonte de la reconciliación: el establecimiento de una nueva relación con la creación debe ser entendido como consecuencia de nuestro compromiso de establecer una relación justa con Dios (compromiso con la fe) y con otros seres humanos (compromiso con la justicia)7.
En la CAA san Ignacio nos invita a acallar los ruidos que pueden venir de nuestras propias palabras o de las palabras engañosas, de los falsos mensajes, para poder encontrar en nuestro interior el mensaje de todos los seres, y del Señor en todos los seres, en todas las criaturas. Podemos hacer este ejercicio con mayor facilidad y sentido en contacto estrecho con la naturaleza, tanto con sus paisajes más bellos, como en aquellos parajes declarados hoy zonas de desastre ambiental.
San Ignacio entiende esa acción inmediata de Dios como una acción de Dios en la creatura, y también como una acción de la creatura en Dios. Llama a esto comunicación. Lo fundamental es percibir que el modo como Ignacio presenta esta relación supone que no es solamente Dios quien me afecta, yo también afecto a Dios.
Por falsa humildad, pocas personas piensan que Dios pueda ser tocado, afectado por aquello que dicen, por lo que hacen y por lo que quieren. Se supone que no puede existir ningún tipo de relación afectiva con Dios; piensan que las relaciones afectivas son con personas como nosotros. La confusión también se puede derivar de una experiencia de pequeñez e insignificancia. ¿Cómo me va a amar Dios personal o particularmente si soy apenas un individuo en medio de miles de millones de seres humanos, existiendo en un momento fugaz en el horizonte de los miles de millones de años de la historia del universo? Aquí también se pueden originar malos usos de la libertad, los daños causados en el relacionamiento con los otros y con la naturaleza; o se pueden encontrar argumentos para ceder ante las tentaciones. «Soy tan insignificante que por mucho mal que haga, será siempre muy pequeño, y además a Dios no lo afecta».
7 Sanar un Mundo Herido, Nos. 38 y 39.
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Para san Ignacio la relación con Dios es bidireccional: el Creador actúa en la creatura y la creatura en el Creador. Desde los primeros pasos de la revelación, Dios aparece como alguien que es afectado por la humanidad: Dios se alegra, se enfurece, se arrepiente. Dios es afectado por nuestro amor o por nuestra falta de amor. Amor o falta de amor a los otros, a los últimos y a la creación.
LA FINALIDAD DE LA CAA, EL SENTIDO DE LAS PALABRAS Y LAS NOTAS
La contemplación puede ser considerada, al mismo tiempo, como resumen de los EE y como la manera de encarar la vida después de ellos.
Contemplación: En el texto de la CAA, vamos a encontrar una forma de contemplar que corresponde un poco a la contemplación y un poco a la meditación.
Alcanzar: Cuando la gracia que se pide es muy importante, san Ignacio recomienda hacer un coloquio triple: un coloquio a Nuestra Señora, otro al Hijo y un tercero al Padre. «El primer coloquio a Nuestra Señora, para que me alcance gracia de su Hijo para tres cosas…». Lo que se pide en la CAA es muy importante; se requieren todos los intercesores y de mucha gracia para alcanzar el amor.
Amor: palabra que san Ignacio utiliza poco en el texto de los EE. Aparece en las Anotaciones, al hablar del abrazo de Dios a la creatura y de la creatura al Creador, dice: «abrazándola en su amor»8. También habla del amor en las Reglas del discernimiento, como la característica fundamental de la consolación: «todo aumento de fe, esperanza y amor»9. En la regla de discernimiento en que identifica las causas de la desolación dice como última explicación que es «para que verdaderamente sintamos y conozcamos internamente que no depende de nosotros, ni está en nosotros tener crecido amor…» Todavía en las reglas de discernimiento, para hablar del amor, habla de la moción del alma por Dios, «trayéndola toda en amor»10.
8 Ejercicios Espirituales 15.
9 Ibíd., 316.
10 Ibíd., 330.
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La importancia del asunto es corroborada por las dos notas de la CAA, que podríamos llamar introductorias. Antes de hablar sobre cómo alcanzar el Amor, él dice: «Primero, conviene advertir dos cosas»11. Ponga bien atención a dos cosas:
Las dos anotaciones de la CAA pueden ser vistas como un presupuesto para comprender lo que es el amor de Dios. Aquí está la experiencia que San Ignacio tiene del amor. También está hablando a partir de la comprensión del amor de Dios y de la fuerza que el amor de Dios nos da para amar.
La primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras.
Sobre esta afirmación es posible que fácilmente estemos de acuerdo. Ahora en la práctica estamos lejos de la coherencia de Dios. La Biblia dice que Dios habla y hace. La palabra de Dios está acompañada de la acción.
Con frecuencia decimos demasiado de prisa que amamos a Dios, a los otros y a la creación, sin que muchas veces seamos plenamente conscientes de lo que eso significa. O cuando lo expresamos como promesa, no siempre estamos dispuestos a medir las consecuencias de esa afirmación. San Ignacio no dice: el amor se debe poner en las obras, y no en las palabras, dice el amor se debe poner más en las obras que en las palabras. Más no significa sólo, porque la palabra también es importante. Son muy importantes nuestras palabras de preocupación por el deterioro del medio ambiente, las palabras que leemos o escuchamos sobre los grandes desastres ambientales, sobre las consecuencias del cambio climático, como son importantes las palabras que decimos, leemos o escuchamos sobre la pobreza, la miseria, el despojo y la muerte.
En relación de estrecha comunión con todas las demás criaturas, podemos escuchar desde nuestro interior, desde nuestras propias entrañas, y no solamente con mediaciones analíticas y conceptuales, las realidades de la polución, la erosión, la contaminación de aguas, suelos y alimentos; la sobreexplotación de los recursos naturales, la ruptura de los equilibrios naturales y su manifestación en los desastres naturales; escuchar lo que nos dicen los millones de campesinos sin tierra, los desplazados por la violencia
11 Ibíd., 230, 231.
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de la guerra y la inequidad de los modelos económicos; lo que nos dicen las actuales dimensiones sociales, económicas, políticas, culturales y ambientales de una civilización en crisis; escuchar la invitación que nos hacen la CG 34 y 35 a encontrar en el equilibrio ecológico y el uso sostenible y equitativo de los recursos mundiales, una expresión de justicia con todas las comunidades de la aldea global y con las futuras generaciones que heredarán lo que les dejemos; a volvernos a la «frontera» de la tierra, cada vez más degradada y saqueada, para con pasión por la justicia medioambiental, hallar al Espíritu de Dios que busca liberar a esta creación dolorida que nos pide espacio para vivir y respirar12.
Como individuos, comunidades concretas, sociedades nacionales y como humanidad global, hemos acumulado una deuda social y ambiental enorme
No significa que no necesitemos de palabras para alimentar nuestro amor a Dios, a los otros, a la creación. Significa que son más importantes nuestras acciones de solidaridad con los pobres, especialmente con los más frágiles, y nuestras acciones de cuidado y restauración de la creación. Y sobre todo, significa que ponemos más el énfasis de nuestro amor a Dios en estas acciones de cuidado, ternura y solidaridad.
Como individuos, comunidades concretas, sociedades nacionales y como humanidad global, hemos acumulado una deuda social y ambiental enorme. En lo más profundo de nuestro ser, allí donde se encuentra lo mejor de nosotros mismos, experimentamos una profunda vergüenza, así nuestra habilidad para racionalizar y disculparnos muestre lo contrario. Cuántas veces hemos negado al Señor en la relación con los más frágiles y con la creación.
La CAA nos debe ayudar a responder, en las obras, la pregunta por el amor a los últimos y a la creación, no basados en el contundente escepticismo que puede derivar de la larga historia de relaciones inarmónicas entre los seres humanos y de las sociedades con la naturaleza, sino gracias a la sabiduría que nos viene del Señor, dotada de los mejores conocimientos, métodos e instrumentos. Debemos involucrarnos en esta tarea invitando a todas las ciencias para que la creación entera entone un himno de alabanza: que te
12 CG 34, D. 3, 9; CG 35 D 1, 24
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alaben la economía y la ecología, la política y la sociología; la arquitectura y la ingeniería; la medicina, la agronomía y la biología...
La segunda nota es: «El amor consiste en la comunicación de las dos partes». No hay amor sin reciprocidad. Ignacio llama a la reciprocidad comunicación. Comunicación en todos los niveles: del amado en relación al amante y del amante en relación al amado. Reciprocidad no significa igualdad. Puede existir amor entre dos personas que no son iguales. Como también puede haber reciprocidad entre una persona y la creación, a través de su contemplación, cuidado y restauración, asumida como una expresión del amor de Dios, de los beneficios de Creación.
San Ignacio dice que no existe amor donde no hay comunicación. Aún en el caso en el que la desigualdad es evidente, si la persona que tiene menos para comunicar no comunica nada, no habrá amor, habrá asistencia social, o cualquier otra cosa, pero no amor. Este es el sentido profundo de la participación y la democracia, inhibido por el autoritarismo, las democracias restringidas, el asistencialismo y el paternalismo. La democracia participativa debe estimular todas las potencialidades de cada ser humano, de tal manera que pueda expresar plenamente el amor en el cuidado de los otros y de la creación.
LOS PREÁMBULOS DE LA CAA
Los Pre-ámbulos pueden ser vistos como una especie de calentamiento, antes de empezar a andar en los EE, como un «pre-ambular».
El primer Preámbulo13 es la Composición de lugar. Si la primera composición de lugar de los EE era verme a mí mismo exiliado, lejos del Padre, esta composición me trae al lugar extremo, me pone en la plenitud de los tiempos: «ver cómo me encuentro delante de Dios Nuestro Señor, de los ángeles y de los santos». El sentido del tiempo que la contemplación supone, es que en la Creación se pudiera manifestar el Creador, que el Creador viniera a acampar en medio de nosotros. Es para poder percibir, a pesar de todos los límites, que en Cristo estamos ya «alcanzados por el amor», que en Cristo nada nos falta, o que en Cristo la esperanza se realizó. Esto que es sentido en el primer preámbulo, san Ignacio lo transforma en petición en el segundo.
13 Ejercicios Espirituales 232.
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En el segundo Preámbulo, San Ignacio coloca la petición propia de esta CAA. Será aquí pedir «conocimiento interno de tanto bien recibido para que yo, reconociendo enteramente, pueda en todo amar y servir a su Divina Majestad»14. Se trata de un conocimiento que también es experiencia, que se profundiza al punto de ser un conocimiento interno, un conocimiento del corazón. En la lógica de la reciprocidad, no se detiene en el conocimiento de tanto bien recibido, lleva a la respuesta del amor: para que yo pueda en todo amar y servir. Para que yo, en la medida en que perciba y experimente cómo he sido amado, también quiera y pueda amar.
Nuestro amor podría así, nacer de un conocimiento que se vuelve reconocido y que, por la gracia de Dios, puede transformarse en amor y servicio, o en un amor que sirve, que cuida, que restaura las relaciones sociales rotas por la injusticia y restaura el medio ambiente depredado por la ambición y la pobreza. Para que no exista la posibilidad de interpretar el amor como sólo sentimiento, coloca juntos amar y servir, y en todo, lo que incluye a las víctimas de la injusticia y a la creación herida.
Es tal la confianza y el amor que Dios tiene en la humanidad que quiere que lo amemos y sirvamos también, en todo, en los seres humanos y la creación, especialmente en los pequeños y empobrecidos; en la creación devastada, contaminada. Ahora bien, para que esa petición sea eficaz, Dios debe ser para nosotros alguien concreto, que nos permite experimentar y conocer en el corazón cómo nos ama en tanto bien recibido; de lo contrario, nuestras acciones de solidaridad, nuestro trabajo por la justicia social y ambiental muy fácilmente se desvirtúan, no encuentran el sentido y la motivación requeridos.
Un nuevo modelo de desarrollo debe posibilitar ver el verdadero rostro de Dios. «En todo amar y servir» significa hacer de las mediaciones sociales, políticas, económicas, culturales y ambientales rostros de Dios por Jesús. Rostros de verdad, bondad, vida, libertad, justicia, misericordia, ternura, perdón y reconciliación. En definitiva rostros de amor. Rostros sobretodo de los mediadores, de los instrumentos de ese amor, que en todo aman y sirven. Así se realiza la evangelización de toda acción, rescatada de todas las distorsiones provocadas por el egoísmo, y convertida en amor.
14 Ibíd., 233.
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La CAA, inspirada en la mística de Ignacio, es una mística de la alegría en el mundo. Nos vamos constituyendo eternidad en el tiempo, a medida que vamos tejiendo las redes y conexiones, la trama de una vida nueva, motivada por el amor. Penetrar en su esencia hasta descubrir el amor de Dios Creador y Comunicador, inunda de sentido la vida ordinaria, los quehaceres económicos, ambientales, sociales, culturales, políticos y científicos.
La mística de la vida diaria se manifiesta en las numerosas experiencias bellas, buenas y agradables que marcan profundamente las existencias, aparentemente banales. En este amor de Dios Creador me voy descubriendo a mí mismo, mi verdad, mi proyecto, mi posibilidad. «Es a partir de la alianza con el Creador, hacia quien los seres humanos están continuamente llamados a volverse, desde donde cada uno es invitado a una profunda conversión personal en su relación con los otros y con la naturaleza»15.
La CAA, inspirada en la mística de Ignacio, es una mística de la alegría en el mundo
Puesto que podemos encontrar y hallar a Dios en todas las cosas, existe una fe personal que ama el universo, la tierra, la naturaleza; una mística radical de la alegría por nuestra presencia en el mundo.
La creación de alternativas de vida y desarrollo que integren en su funcionamiento valores culturales, medioambientales y de justicia social16 exige rigor intelectual, más allá de la descripción detallada de los desafíos y las dificultades. Nos pide penetrarlos hasta el fondo para transformarlos y recrearlos pacientemente.
Primer punto
1er Punto: traer a la memoria. Se trata de «traer a la memoria los beneficios recibidos». San Ignacio propone un orden: «los beneficios recibidos de creación, redención y los dones particulares»17.
15 JUan pablo ii, Discurso al Seminario «La Ciencia para la Supervivencia y el Desarrollo Sostenible», en la Academia Pontificia de las Ciencias, 12 de Marzo de 1999, n. 7.
16 Vivimos en un Mundo Roto. Reflexiones sobre Ecología. Promotio Iustitiae, No. 70, Abril de 1999, 17.
17 Ejercicios Espirituales 234.
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El recorrido de las cuatro semanas de los EE, ya desde el PF, ayuda a entendernos como creaturas. La contemplación de los misterios de la vida de Jesús, su muerte y resurrección, le añade al don de la existencia personal, articulada a la humanidad y al regalo maravilloso de la creación, la experiencia de la gracia de renacer, de ser redimido. Los dones particulares, además de todas las cualidades con las que hemos sido regalados, incluyen la santificación o el don del Espíritu Santo. Los dones recibidos de creación, redención y particulares, por la experiencia del amor recibido, «ponderado con mucho amor», hacen que mi afecto, mi capacidad de ser tocado, de ser movido, me coloquen en la dinámica de la co-creación, la co-redención y la co-santificación.
«Considerar cuanto Dios nuestro Señor ha hecho por mí y cuanto me ha dado de aquello que tiene». El amor es comunicación de aquello que se tiene. Dios no sólo me regaló la existencia. Dios no sólo me retomó, cuando me perdí de mí mismo, sino que en ese doble don que es la Redención, lo que Él quiere es darse a mí.
En la CAA, san Ignacio desea que nosotros, reconociéndonos creaturas redimidas y santificadas, podamos reconocer lo que el Padre hizo, lo que el Hijo nos dio y lo que, por medio del Espíritu Santo, Dios o la Trinidad quiere hacer, que es: «darse a nosotros», en palabras de Pablo, «habitar en nosotros».
San Ignacio ve una diferencia, entre ofrecer y dar, donde hay un progreso. Hay una diferencia entre dar algo y darse o entregarse. Este es el lugar específico de la oración «Tomad Señor y recibid…» Es la respuesta humana a los dones de Dios, y sobre todo, al Don que Dios hace de sí mismo. En la lógica de la reciprocidad la respuesta no es sólo ofrecer a Dios lo que tengo, sino ofrecerme. Veamos los detalles de la oración.
Tomad, Señor, y recibid…: Así como distingue entre ofrecer y dar, aquí también hace la distinción entre tomar y recibir como si fueran dos tiempos de un mismo movimiento.
Cuando el amor tiene que ser expresado en palabras, debe ser dicho con mucho cuidado, para no prometer más de lo que se va a cumplir. La reciprocidad auténtica es profundamente respetuosa.
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La libertad aquí significa todo lo que soy; todo aquello que, en primer lugar, quiero como más significativo entregar a Dios. De hecho entregar la libertad es una locura porque entrego lo que tengo y también la posibilidad de tener; entrego mi posibilidad de querer. Es claro que sólo quien cree en la libertad, quien lucha por ser libre, es quien puede entregarla.
Tanto la intimidad de Dios con el ser humano, como la intimidad del ser humano con Dios aquí están mucho más explícitas. La CAA expone mucho mejor el fin que menciona el PF: «Todas las cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre, para que lo ayuden en la consecución de su fin». Esa explicitación mayor supone también en el hombre una capacidad, una experiencia que es presupuesta en la oración del Tomad Señor y recibid. ¿Qué experiencias espirituales están presupuestas para poder hacer esa oración de entrega ilimitada a Dios?
Para responder a esa pregunta sería útil que cada uno de nosotros se acordara de todo lo que, en su historia personal, se resiste a esa entrega, todo lo que hace que hayamos experimentado quedar delante de Dios, invadidos por el miedo, o nos quedemos encerrados por la soberbia o por cualquier otra razón que nos impide amar.
Lo que nos impide entregar nuestra vida a Dios de la manera como Él se entrega a nosotros muchas veces, tiene su origen en la ignorancia o en la falta de reconocimiento de lo que Dios ha hecho por nosotros, regalándonos la vida, a los otros y a la creación; y por tanto, no tenemos libertad, coraje para intentar por parte nuestra, corresponder a esa acción de Dios con la entrega de nuestra vida en la construcción de relaciones armónicas con Él, con los otros y con la creación.
Recibimos el don de la existencia en un momento preciso del tiempo y en un lugar del universo, como expresión del amor de Dios. Con este don recibimos también, y esto es impresionante, conmovedor, la posibilidad de estar en comunión con la totalidad del tiempo y del universo: «Antes de que te formaras dentro del vientre de tu madre…»18.
18 Jr 1, 5.
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Cada uno de los puntos de la CAA está escrito y estructurado para corresponder al amor como comunicación. En cada punto, se trata de ver el fundamento de la reciprocidad en la entrega y en el don. No se puede reducir la CAA a una contemplación de la naturaleza en sus aspectos más bonitos, a una contemplación paisajística. Estos ejercicios, que pueden hacer parte de la experiencia espiritual, deberían ayudarnos a agradecer el don de la creación, siempre y cuando nos lleven a las tareas de la redención y la de la santificación, las que incluyen la reconciliación con los otros y con la creación.
Centrar la fundamentación teológica del trabajo por la ecología y el medio ambiente en la creación (Padre), lo vuelve añoranza de un mundo perdido. Para que sea integral y nos lleve a una misión restauradora, se debe hacer en el horizonte de una estructura trinitaria; se debe incluir la redención (Hijo) y la santificación (E.S.).
LA CONTEMPLACIÓN PARA ALCANZAR AMOR Y LOS GEMIDOS DE LA CREACIÓN
La plenitud de los tiempos significa que la muerte y resurrección de Jesucristo y el don del Espíritu Santo, realizaron un cambio fundamental en el ser humano y el mundo. Ahora solamente falta que aquello que se realizó en Cristo sea realizado en nosotros.
La plenitud de los tiempos es, por lo tanto, un cambio substancial en toda la realidad, gracias al Resucitado, sin ignorar que esa realidad está aún, como diría Pablo, en «dolores de parto», porque la Creación aún está ansiosa y gime en dolores de parto, esperando la manifestación de la libertad de los hijos de Dios.
Los gemidos de la creación, que se hacen más y más audibles a medida que la naturaleza es destrozada, nos mueven a adoptar estilos de vida más sencillos. En el cumplimiento de esta tarea nos sentimos inspirados por mucha gente del mundo entero que desea crear un mundo nuevo, basado en una relación justa con la creación19.
La CAA también supone que el «Creador crucificado» rehace la creación y nos permite mirar la realidad de un modo en el que aún puede existir la
19 Sanar un Mundo Herido, No. 69.
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La Contemplación para Alcanzar Amor y la ecología
esperanza, somos capaces de agradecer, de conmovernos y de reconocer el don y la gracia del Señor. No como si no existieran desgracias, sino porque somos capaces de ver más allá de ellas.
No se trata apenas de ver los dones de Dios, sino también lo que yo –delante de ese don de Dios, no sólo de las cosas, de mi existencia–, debo ofrecerme a mí mismo con lo que tengo y soy.
Segundo punto
Traer a la memoria todos los dones recibidos nos permite «Mirar cómo Dios habita en las creaturas, en los elementos, dando el ser».
En principio la CAA podría y debería ser hecha en cualquier lugar, en cualquier situación, en los barrios marginales, en las periferias, en las fronteras, en cualquier sitio, porque se trata de ver las cosas desde el punto de vista de la Redención. Cuando vemos todo como si fuera perfecto y realizado en sí mismo, o imperfecto e injusto, sin proponer alternativas, acabamos ignorando el punto de vista de la Redención. Peligro de las miradas diagnóstica y analítica que no integran el camino a seguir con sus miradas estratégica y operativa, fundamentales para poder poner el amor más en la obras que en las palabras.
Existe pues el peligro de reducir la CAA a la admiración de la belleza del mundo, de la cual todos necesitamos, o a la descripción de los problemas ambientales. Y reducir la CAA a ver a Dios presente sólo en las cosas bonitas, o en el sufrimiento de la creación, es privarnos de ver, proponer e implementar la forma como las cosas pueden tornarse bellas, justas. Por eso es también importante hacer la CAA en contextos en los que no hay belleza, en donde hay injusticia, pobreza, deterioro del medio ambiente, para ayudarnos a descubrir belleza, donde creemos que no existe y sobre todo el llamado a contribuir para que se tornen justas, bellas.
Hoy más que nunca necesitamos reconocer a Cristo en el sufrimiento y en los lugares sin belleza, tanto en la profundidad de las cosas como en la Pascua, reconciliando la creación a través de su persona y renovando la
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Tierra. El ver a Dios en todas las cosas «nos llama a una relación mística con la creación entera»20.
Si rezamos de nuevo el Tomad Señor y recibid, debemos rezarlo como quien sabe que es templo del Señor, que el mundo es templo del Señor, que el mundo está lleno de Dios. Ahora bien, el que Dios habite en el mundo, que Dios sea el ecólogo, en el sentido más profundo, la razón de la casa, no significa que Dios se confunda con el mundo. El Dios de la Biblia, siempre es alguien que se comunica. Y para comunicarse Él es Él y nosotros somos nosotros. Nunca hay fusión ni confusión.
Si el ideal fuera confundirme con Dios se desharían los límites, acabarían las fronteras. Si en la misión el ideal fuera la fusión con los otros o con la creación, si nos confundiéramos, desapareciéramos en Dios, en los otros, en la creación, acabaría la relación. Se trata de una relación como la de la Trinidad, donde no puede existir amor mayor, y donde al mismo tiempo la identidad y diferencia de cada persona no puede ser mayor.
El recorrido de los EE permite percibir que la relación con Dios revela nuestra realidad, consiguiendo mirar en el fondo de la misma, donde nos encontramos a nosotros mismos, con un camino por delante, y antes de nosotros mismos, la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, fundamentando todo lo que somos, invitándonos y posibilitando avanzar por ese camino.
Tercer punto
El tercer punto es considerado por los estudiosos como uno de los más controversiales. Dice: «Considerar cómo Dios trabaja y labora».
En el lenguaje ignaciano, la palabra trabajo está siempre relacionada con cierto sufrimiento. San Ignacio quiere que veamos la acción del propio Dios en todos los quehaceres del mundo, en todo aquello que en el mundo está en trabajo, o incompleto, que se está haciendo. Dios, para San Ignacio, o sea, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es trabajador. La presencia de Dios en el mundo es laboriosa.
20 Ibíd., No. 7.
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La Contemplación para Alcanzar Amor y la
Si debemos ver la habitación de Dios en el mundo, no podemos colocarla solamente en lo que está aparentemente listo, realizado, debemos verla también en lo que está en camino, en lo que se está haciendo, en lo que está doliendo, en lo que está sufriendo, en lo que está deteriorado, erosionado, contaminado.
El modo como Dios se revela en el Hijo es que «no se apegó a su condición divina, sino que se aniquila, haciéndose hombre y tomando la forma de esclavo». Lo que sucede con el Hijo, de alguna manera sucede con el Padre y con el Espíritu Santo. La manera como en este punto san Ignacio quiere que contemplemos a Dios, nos obliga a revisar nuestro modo de entender el trabajo y el sufrimiento como una imperfección, porque vemos que Dios acoge en sí el sufrimiento, el trabajo. Acoge en sí y se revela por medio de eso.
La respuesta a la comunicación de un Dios que trabaja, será una renovación de todas las entregas y sacrificios en que nos ofrecemos con Cristo, para trabajar en la pena, en el sufrimiento, en el hambre, en la sed, en la humildad. Para que nuestra solidaridad con las víctimas de la injusticia y con la creación deteriorada pueda ser eficaz, se requiere un esfuerzo gigantesco por diseñar e implementar alternativas de sociedad, que incluyan nuevas expresiones económicas, nuevas relaciones con el medio ambiente. Y este esfuerzo, más exigente que el del análisis diagnóstico, implica trabajo abnegado, sufrimiento, adicional al sufrimiento que pueda provenir de la incomprensión o persecución por haber tomado esta opción, por habernos dejado guiar por la moción.
Pero no sólo se trata de ofrecer mi sufrimiento y mi trabajo, sino a mí mismo como colaborador en los trabajos de Dios – del Padre que trabaja siempre, del Hijo que en su cuerpo continúa trabajando y sufriendo, del Espíritu que gime en una creación que está sometida a la vanidad. «Siguiendo la indicación de Ignacio de que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras, hemos de ofrecernos a nosotros mismos con gran generosidad para sanar nuestra relación con la creación»21.
Uno de los peligros que tenemos cuando nos enfrentamos a desafíos enormes, como los de la justicia social y los ambientales, o los ignoramos,
21 Ibíd., No. 48.
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es convertir la espiritualidad en un refugio o modo de fuga. Pero, si Dios trabaja, si Dios sufre, esa fuga no es del mundo, es de Dios. Al querer huir del mundo, en realidad estamos apartándonos de Dios o creando un Dios que es una proyección de nuestra perplejidad, de nuestro escepticismo, y en el fondo de nuestro desamor. Estrechez de un corazón que no logra conectarse a los sufrimientos del mundo, o al que no le importan el dolor de los otros, ni las heridas de nuestro mundo roto; que no se siente alcanzado por todo aquello que, en la Creación de Dios, está sometido al poder de destrucción.
Profundizar en nuestra experiencia de fe en el don de la vida que procede de un Dios creador, nos demanda un cambio en la manera de responder a la urgente tarea de la reconciliación con la creación. La creación, don del Dios de la vida, se ha convertido hoy en un bien material, explotable y comercializable.
La profundidad espiritual de la comunión con la naturaleza queda desterrada de nuestra experiencia por un exceso de racionalidad; si queremos responder a las preguntas más agudas de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo, estamos obligados a profundizar e intensificar la comunión con la creación22
Cuarto punto
La visión evolutiva del mundo y del cristianismo de Teilhard de Chardin está influenciada por los EE. La visión que él tiene del mundo, que sale de Dios y vuelve a Dios, está ciertamente marcada por la CAA. Esta contemplación quiere poner la gracia de Dios, que es como una luz que en todo momento nos ilumina, o la entrega de sí mismo que Dios hace a la humanidad, como una fuente de la cual vienen todas las aguas.
CONCLUSIÓN: LA CONTEMPLACIÓN ACONTECE EN LA ACCIÓN RESTAURADORA
Puede existir contemplación en la acción, en la medida que percibo que quien actúa, quien trabaja en el mundo, en todos los niveles del mundo, es el propio Dios, y quiero ser su colaborador. Contemplativo en la acción y contemplativo en la acción de Dios Creador, Redentor, Santificador, que siento, experimento y que me llama a colaborar con Él, porque allí el trabajo es una abnegación.
22 Ibíd., 5 y 6.
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La Contemplación para Alcanzar Amor y la ecología
La acción, o ese tipo de acción, sólo es posible viviendo en contemplación. Y la contemplación, para ser verdadera, tiene que acontecer en la acción. En primer lugar en la acción de Dios en el mundo. Colaborar con Dios es encontrarlo donde Él quiere ser encontrado.
«Amar a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios». Para san Ignacio, no hay amor de Dios que no sea también amor a todas las cosas, no hay un absoluto sin mundo, ni mundo sin Dios. El amor a todas las cosas solamente tiene fundamento, sólo es real en Dios. Se trata de juntar los dos caminos: el camino que va de las cosas a Dios, y el camino que desciende de Dios a las cosas. Oscilamos amando, a veces, las realidades de este mundo, o las personas, sin Dios y, como esto normalmente lleva a decepciones, un día de estos vamos a querer amar a Dios sin nadie o sin la creación.
Una vez más, esa relación directa de Dios con la persona, se manifiesta, en la visión de la CG 35, como moción, como invitación a establecer relaciones armónicas con el Creador, con los otros, especialmente con los más frágiles y con la creación, especialmente allí en donde el cuidado de los otros y la conservación son más cruciales.

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Ejercitarse... para amar
María Clara Lucchetti Bingemer*
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA CONTEMPLACIÓN
PARA ALCANZAR EL AMOR
El amor es un tema omnipresente en la cultura de ayer y de hoy, por ser una experiencia fundamental para el ser humano. En varios sentidos y con varios matices, es el Amor el que da sentido a la vida humana y despierta en el corazón del ser humano todas las pasiones positivas o negativas, tales como: odio, venganza, ternura, compasión, etc.
En este texto, nos propondremos a analizar el amor en la cultura, y en la tradición teológica occidental. Después de eso aterrizaremos en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola para ver cómo el amor aparece ahí en el texto ignaciano. Y, por fuerza del tema que nos ocupa, nos detendremos más largamente en la Contemplación para alcanzar el amor, meditación final de los mismos EE.
* Licenciada en Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro. Master en Teología por la misma Universidad y Doctorado en Teología Sistemática de la Pontificia Universidad Gregoriana. Actualmente es Profesora Asociada en el Departamento de Teología de la Universidad Católica de Río de Janeiro. Tiene a su cargo la dirección y coordinación del Centro Loyola de Fe y Cultura. Es evaluadora de programas de posgrado de la Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior. Decana del Centro de Tecnología y Ciencias Humanas de la Pontificia Universidad Católica de Río.
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María Clara Lucchetti Bingemer
El amor entre Eros y Agape
Hay varias visiones del amor que lo abordan desde diferentes ángulos:
a) El amor romántico: es el amor de los sentimientos, de la seducción, de la intimidad, del lenguaje secreto que los amantes inventan. El mito del amor romántico trae y presenta el amor como un modo de construir una identidad más allá de la limitación egocéntrica e individualista. Sin embargo, ese tipo de amor puede acabar llevando a la muerte, en el sentido que impone un orden de exigencia para el deseo que es incompatible con la capacidad de responder positivamente a éste.
El amor romántico además trae consigo una carga de banalización, en el sentido en que se comporta de acuerdo con los modismos y apariencias de una época, además de cargar consigo la marca de la transitoriedad. El amor duraría mientras dure el sentimiento y los sentimientos acaban siendo banalizados y puestos en plan provisional, sin generar compromisos de largo plazo.
Trae en sí también la limitación de lo particular. No es un amor que se abre a lo universal. Es un amor idealizado, que convierte el otro en icono durante el tiempo en el que dura el sentimiento y no abre la relación a lo que va más allá de los amantes y sus sentimientos.
En la época en la que surgió y evolucionó hasta llegar a su auge, el amor romántico representó un avance, porque trajo los sentimientos al escenario de la vida. Antes las personas se casaban en casamientos arreglados, por interés, por razón. Fue un avance pasar a construir relaciones asumidas por amor, por sentimientos, por emoción.
Sin embargo las emociones también pueden degenerarse. Y en el caso del amor romántico no fue diferente. Las emociones del amor se convirtieron en obsesión, sentimiento de posesión, etc. Los crímenes pasionales crecieron y como que se institucionalizaron, rodeando la práctica del amor de un aura de miedo o sospecha.
No obstante, el amor romántico trae de positivo el hecho de haber sido una crítica violenta a todas las costumbres del antiguo régimen, a una concepción de vida y sociedad donde los seres humanos eran considerados
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María Clara Lucchetti Bingemer
como lobos unos de los otros. Eso influyó en la idea de dicha, que antes del romanticismo era sinónimo de ética, de actuar correctamente. En el Romanticismo, dicha pasa a ser el apogeo, el éxtasis del sentimiento, la búsqueda a cualquier precio del gozo de las sensaciones. Pasa a ser algo individual y no un modo de comprometerse con el mundo. Por eso el amor romántico debe ser puesto bajo un juicio ético, algo que nos permita tomar distancia de él y de los sentimientos que produce a fin de poder comprometernos con la vida.
b) El amor erótico: erótico viene del dios griego Eros, dios del amor, con fuerza suficientemente poderosa y autónoma, capaz de justificar las acciones más sorprendentes. Su fuerza mediadora envuelve todo lo que es vivo y cabe a cada uno o cada una ceder o resistir a su fuerza devastadora y avasalladora. Eros atrae poderosamente las personas y las envuelve en su poder de seducción. Crea un modo particular de comunicación. El amor erótico, que es aquel dominante en nuestro tiempo reemplazó el amor romántico y se impuso como alternativa central de nuestra civilización, como absoluto para nuestras vidas. Pero es un amor que ve apenas o casi apenas el nivel de las pulsiones, de los deseos inmediatos y sensibles, postergando o poniendo en la sombra la dimensión oblativa. El culto al cuerpo que vivimos en nuestra época es síntoma infeliz y desordenado de esa dictadura del Eros sobre las relaciones amorosas y las auto-imágenes del ser humano.
El principio del placer de Freud puede sí constituirse en una verdadera dictadura si no es purificado por el principio de la realidad, que lo critica, lo purifica de su propia inherente finitud. El principio de la realidad es el encargado de colocar límites al Eros que quiere ocupar todo el espacio, llevando casi a un desglose de la alteridad, por reducir el otro al mismo y por no permitir la salida de sí mismo, sino imponer el traer el otro a sí mismo, proyectando sobre el otro sus carencias y frustraciones.
La experiencia amorosa, adentro de este concepto, en el fondo es siempre transgresora y por eso carga en sí algo de trágico. La salida para el Eros que enloquece en su posesividad devoradora es el decantar de la pasión que lleva a amar el otro por aquello que él es y no por aquello que él promete y las ventajas que puede traer consigo.
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Ejercitarse... para amar
Amor: corazón de la identidad del Dios de la Revelación
Si el amor es la seducción y la fascinación por el misterio del otro, eso pasa también en la experiencia religiosa. Y muy concretamente en la experiencia religiosa cristiana. Dios, el Dios de la revelación judeo-cristiana se propone a sí mismo como ese misterio que fascina y se convierte en objeto de deseo.
En esta relación así instaurada entre Dios y el ser humano, el Eros divino se presenta como más fuerte que el ser humano, y se hace experimentar como objeto de deseo y no de necesidad. Pertenece al orden de lo gratuito y no de lo necesario. En el itinerario del pueblo de Israel, la identidad misma del pueblo es dada por el imperativo de amar su Dios. Y amarlo con todo su ser (con todo el corazón, con toda su alma, con todas las fuerzas). Este amor es algo dinámico y radical. Saca el pueblo y el ser humano de sí mismos y los echa de lleno en la práctica de la justicia como instancia verificadora del amor de Dios.
Esta exigencia que ya es vivida por el pueblo elegido llega a su ápice en Jesús de Nazaret. En él, se puede ver la superación de los propios límites de lo humano en el deseo e intento concretos de amar a Dios. Es Él, por lo tanto, que va a mostrar que ese amor total y radical a Dios no es imposible a los seres humanos.
Pero la condición de amar así a Dios va a ser dada por el mismo Dios. Pues Dios exige ser amado incondicionalmente, aunque antes de eso Él mismo ame incondicionalmente. Este amor a Dios es primero un amor que reconoce. Y reconoce porque el ser humano tiene adentro de sí mismo la marca de Dios, la imagen y semejanza, que en el acto de conocer a Dios, reconoce a Aquél que lo creó y lo amó desde toda la eternidad.
En ese sentido, no se trata de un conocimiento como el platónico o el aristotélico, sino de un conocimiento amoroso que trae en su interior la exigencia de fidelidad y de compromiso. El amor hace creer en el otro que es amado y en el porvenir posible y dichoso con él.
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María Clara Lucchetti Bingemer
En suma, el amor a Dios según la revelación es el resumen de la propia Ley de Dios. Y el gran San Agustín destacó el vínculo inseparable que hay entre el amor y el imperativo ético: «ama y haz lo que quieras».
El ser humano entonces es llamado a –delante del Dios que se da a conocer en su alteridad y santidad y exige ser amado, habiendo amado antes Él mismo incondicionalmente– transformarse y proceder de acuerdo con el amor de ese Dios que se da a conocer y consiente en ser reconocido.
Es
la Trinidad Eterna, el Amor en perfecta comunión que lleva lo creado y la historia a su plenitud y consumación
El avance del cristianismo en cuanto hecho histórico y eclesial hace ver igualmente que este amor es trinitario. La teología rahneriana pensó eso más a fondo. Rahner introduce entre el cielo y la tierra, la trascendencia y la historia la categoría de fundamento. La Trinidad eterna e inmanente da existencia y consistencia a la historia. Es en esta última, por lo tanto, que acontece y es ofrecida la salvación o la plenitud del Amor que recría la humanidad desde su interior y la conduce hacia su fin, que es su mismo fundamento. Alfa y Omega de la creación, es la Trinidad Eterna, el Amor en perfecta comunión que lleva lo creado y la historia a su plenitud y consumación.
Por otro lado, al mismo tiempo en que la reflexión de Rahner trae el misterio del Dios que nunca nadie vio y siguió vivo para el suelo de la tierra donde viven y laboran los seres humanos, para el medio de las relaciones humanas ambiguas y atravesadas simultáneamente por el pecado y la gracia, constituye la historia humana como lugar por excelencia donde el Creador hace la ofrenda amorosa de la salvación a su criatura mientras esta aún se encuentra perdida e incapaz de ponerse en camino por sus propias fuerzas.
Es en esta cercanía inaudita, donde el Amor se da a conocer en medio al desamor y al conflicto que componen las tramas de la historia, que el ser humano puede entonces hacer la experiencia del Dios que es amor, del Dios que ofrece amor y desea ser amado y que, en su revelación al pueblo de Israel, propone el amor a Sí mismo por parte del ser humano no como una alternativa entre otras, sino como un imperativo y un mandamiento:
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Ejercitarse... para amar
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todas tu fuerzas y con todo tu entendimiento...1 .
Desde muy temprano, el pueblo de Israel comprenderá su identidad en estrecha relación con el amor de su Dios. La oración con que el israelita justo y piadoso compondrá su profesión de fe fundamental ya tiene como pórtico de entrada el amor de ese Dios que es aquello que va a permitir el conocimiento y la perennidad de la Ley.
El amor de Dios es lo que abre los oídos del pueblo y de cada uno de sus hijos, que repiten varias veces al día: «¡Escucha, Israel! El Señor nuestro Dios es el Único Señor. Amarás el Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tu fuerzas»2. Dios, el Dios de Israel, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, Aquél a quien Jesús va a llamar de Abba, ¡Padre!, es un Dios que ama y quiere ser amado con la totalidad del ser humano. Es, por lo tanto, el Dios que se puede y se debe no solo temer, sino amar, algo que sin duda nunca se había osado afirmar antes del Deuteronomio.
Este amor se expresa por el compromiso total de la persona, evocado por la triple formulación: «con todo el corazón, con todo tu ser, con todas las fuerzas». En muchos otros pasajes bíblicos se encontrará ese amor exigido, afirmado y reafirmado, no siempre con la formulación triple, sino doble.
Aún en otros pasajes de ese libro tan fundamental para la comprensión de la experiencia del pueblo elegido, se encuentran otras palabras diferentes de amar indicando la relación del pueblo con su Dios. Son ellas: buscar a Dios; servir a Dios; practicar y guardar los mandamientos; escuchar el Señor; volver al Señor. El autor bíblico evoca así con tantos y tan diferentes verbos las infinitas formas concretas que el amor a Dios puede y debe tomar, así como el amor de Dios por el pueblo que Él escogió y por todos los que Le son queridos.
El amor de Dios aparece así en la revelación bíblica como algo dinámico y radical, perpetuamente en movimiento, y que pone aquél o aquélla que a él adhiere embarcado en ese itinerario infinito y sin retorno. Se trata de algo que nunca se habrá adquirido de una vez por todas, pero que hay que
1 Dt 6, 5.
2 Dt 6, 4-5.
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buscar constantemente, practicar, escuchar, para obedecer. Y el lugar donde esa práctica, esa escucha, esa búsqueda, pueden únicamente acontecer es la historia humana. Rahner dirá, entonces, que lo que nos permite creer en un Dios Trinidad como plenitud del Amor es el hecho de que él se manifestó así, de esta manera, en la historia, no como un fenómeno que dejase intocado el enigma de la realidad, pero como don transformante de la presencia trinitaria y la posibilidad de acceso a la misma.
La teología rahneriana ayudará a llamar entonces la atención sobre el hecho de que, si algo se puede decir del pueblo de Israel, es que –no dejando ni por un momento de ser el pueblo de la Ley– es el pueblo del amor. Y es ese amor que va a configurar su vida en cuanto pueblo, su camino y su proyecto de existencia. El amor de Dios será el criterio por el cual se medirá la estatura de las personas y del propio pueblo y su proyecto.
Sin embargo, toda la experiencia de amar y ser amado que caracteriza el camino del pueblo de Israel, así como las exigencias ineludibles y exclusivas de ese amor, ya desde muy temprano van a mostrarse como no solamente afectivas y sensibles. Tiene, sí, por el contrario, una dimensión muy concreta y real, ese amor de Dios que va a exigir, –en demostración de fidelidad a su persona–, la práctica de la justicia y del derecho para con todos, en especial con relación a aquellos y aquellas más desprovistos de fuerza, de voz, de prerrogativas: el huérfano, el pobre, la viuda, el extranjero.
Es de esta manera de amar a Dios de la que se va a ocupar el libro del Levítico, cuando proclama y describe la Ley de Santidad, o sea, el conjunto de preceptos que tienen como denominador común la santidad de Dios, que debe translucir en todos los actos y en todas las circunstancias de la vida del pueblo que es consagrado (qadosh) al Dios santo (qadosh), condensándola en el precepto: Amarás a tu próximo como a ti mismo porque yo soy santo3. La revelación de Dios como amor en sí mismo se manifiesta en el amor de Dios por y para nosotros. O sea, lo que aparece en la revelación bíblica va a ser expresado, según Rahner, de la siguiente manera: «Dios se comporta con relación al hombre justificado como Padre, Verbo y Espíritu y Él es al mismo tiempo esto en sí y por sí». Esta identidad divina y este imperativo de ser amado sobre todas las cosas se levanta como exigencia primordial revelada
3 Lv 19 2. 18.
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en el rostro del otro, del prójimo, en favor de quien el pueblo deberá practicar ese amor que le es gratuitamente dado. Y brilla como ejemplaridad vivida y verdadera, que pudo ser vista, oída, tocada y sentida, en el rostro de Jesús de Nazaret, en el cual la comunidad cristiana reconoció y proclamó Hijo de Dios y Dios mismo.
Será Jesús, por lo tanto, según Rahner, Aquél que abrirá en la historia, definitivamente, el acceso a la presencia y al amor trinitarios. Será en este hombre, «que clamó y rezó a Dios como su Padre (Abba) y que, por su actuación y su enseñanza, pero, sobretodo, por su manera de enfrentar la violencia hasta la muerte y por su resurrección de entre los muertos, manifestó que existía un eslabón único entre el Padre y él mismo» donde el ser humano podrá encontrar el acceso real y definitivo al misterio Trinitario. Para Rahner, es, por lo tanto, en la narrativa de la vida humana de Jesús reconocido como Señor por el «nuevo nacimiento» posibilitado por Espíritu Santo donde el horizonte Trinitario se entrelaza con el discurso cristológico, en mutua fecundación y recíproca iluminación.
La Encarnación del Hijo de Dios es lo que va a mostrar que Dios no es solo una Idea o lo Uno o el Principio de los filósofos, sino alguien Vivo: un Dios que vino a hablarnos, a revelarse a nosotros, amando y deseando ser amado. Es así como el Autor se encamina para hacer la afirmación de su revolucionario axioma, centro vital de su teología trinitaria: si el Cristo Jesús es reconocido como el Verbo o como la expresión perfecta y el espejo de la gloria del Padre, es porque existe en Dios no solo una unidad absoluta, pero una diferencia que permite que Dios se comunique a sí mismo viniendo a asumir la historia de la humanidad. Tal es, entonces el axioma fundamental: «La Trinidad que se manifiesta en la economía de la salvación es la Trinidad inmanente y vice-versa».
Cuestionador axioma, sobretodo en su segunda parte. Pues, si es fácilmente comprensible y asimilable por el entendimiento humano que Dios es tal cual si revela en su actuar en nuestro favor y en su amor por nosotros revelado plena y perfectamente en el envío y en la muerte del Hijo, la recíproca ya no es tan evidente. ¿Cómo se puede afirmar qué el entendimiento humano pueda agotar, por su limitada percepción de la acción de Dios en la economía de la salvación, los abisales misterios del ser de Dios en su eternidad e
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María Clara Lucchetti Bingemer
inabarcable comunión de amor? La respuesta, Rahner la va a encontrar en la persona de Jesús.
Jesús de Nazaret; humano como nosotros
El mandamiento de amar al prójimo como a sí mismo a la par con amar al Señor Dios con todo el corazón, con todo ser, con todas las fuerzas será retomado por Jesús, en las narrativas evangélicas, para expresar lo esencial de la Ley de Moisés. La Sagrada Escritura, en el Nuevo Testamento, retomará la revelación de Dios hecha en la Torah y en los Profetas, insertándole una novedad: la experiencia de Dios de Jesús. Como dirá el mismo Rahner (y nosotros lo repetimos por la importancia que tiene la afirmación):
Hubo en la tierra un hombre que llamaba y rezaba a Dios su Padre (Abba), y que, por todo su actuar y su enseñanza, pero sobretodo por su manera de enfrentar la violencia hasta la muerte y por su resurrección entre los muertos, manifestó que existía una relación única entre el Padre y él. Solo Él era el Hijo y venía del Padre.
Revelando como su Padre al Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, que exige ser amado sin condiciones ni restricciones, Jesús propone algo semejante a sus discípulos. El Sermón de la Montaña, carta magna del proyecto del Reino de Dios, trae algunas tintas nuevas sobre la manera de amar propia que los discípulos de Jesús deben tener.
La misma configuración que Jesús da a su enseñanza sobre el amor es única. No solo interpreta el AT, como los doctores y sabios de su tiempo, sino que lo sobrepasa. Dice algo nuevo con base apenas en su propia autoridad: «Oísteis lo que fue dicho a los antiguos...Yo, sin embargo, os digo...» se trata de una palabra al lado o además «de lo que fue dicho a los antiguos...» por el propio Dios.
El «Yo, sin embargo, os digo» de Jesús pretende ser la palabra definitiva de Dios. Diferente de los profetas que puntúan sus discursos con la referencia explícita al Dios de Israel para dejar bien claro en nombre de quien hablen: «Así habla el Señor» u «Oráculo de Yahweh», Jesús no distingue su palabra de la palabra de Dios. Al contrario, se comprende y es comprendido como la boca hablante de Dios, la propia voz de Dios que resuena en el tiempo y el espacio.
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Ejercitarse... para amar
Lo que entonces es propuesto al cristiano es una conducta activa: aguantar todo y conceder, amar activa y dinámicamente todo ser humano, incluso aquél que le hace mal. El principio es pasar más allá del amor al prójimo tal como enunciado en el Antiguo Testamento, dicho a los antiguos. Éste, según la Ley, aún conserva un sentido restrictivo, y la mención del enemigo expresa la antítesis sugerida por la frase que da inicio a la enseñanza de Jesús en el Sermón del monte: «Amad a vuestros enemigos».
¿Sin embargo, de qué tipo de amor se trata? Seguramente no tiene nada de una ternura espontánea, hecha de afinidad, la cual sería además imposible en un caso de estos. El término griego usado para expresar de qué amor se trata, el verbo agapan, demuestra que este amor deriva de un querer no compelido por el constreñimiento que el hombre debe imponerse cuando se trata de los enemigos. Más aún, es necesario dejar el campo puramente psicológico, pues el amor cristiano –la caridad– debe ejercerse bajo forma de bondad activa y llegar a efectos y beneficios concretos.
Para Jesús de Nazaret, según el evangelio de Mateo, alguien se convierte en hijo de Dios desde el momento en el que empieza a practicar el amor a los enemigos
La enseñanza, gracias a una palabra técnica –«enemigo» – se generaliza, abarcando toda situación donde el cristiano es maltratado, o aún expuesto a la muerte a causa de su fe. Como lo confirma la oposición siguiente (V. 46) entre el «hermano» y el «enemigo», éste no es ni el adversario personal, en el interior de la comunidad religiosa, ni el enemigo de la nación en el sentido político y militar, pero el acosador de la fe, el enemigo de la comunidad mesiánica formada por los primeros cristianos.
La motivación resaltada por el evangelista para sostener tal amor y tal exigencia es buscada fuera del mundo de las criaturas. El motivo apto para sostener tal conducta es la imitación de Dios mismo, es el deseo de comportarse como hijo de Dios. Para Jesús de Nazaret, según el evangelio de Mateo, alguien se convierte en hijo de Dios desde el momento en el que empieza a practicar el amor a los enemigos, a la imitación de ese Dios que imparte sus gracias y beneficios sobre todos los hombres sin distinción. Ser hijo de Dios se «prueba» en la fidelidad y en la obediencia. Y esa conformidad
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María Clara Lucchetti Bingemer
al querer divino se expresa ya en la ética judía bajo la forma de la imitación de la conducta divina, en línea directa con la convicción de que el hombre y la mujer son imagen de Dios.
El cristiano debe ir más allá de esa conducta que manda amar el próximo como a sí mismo, superando la justicia de los escribas y fariseos. Debe hacer «más» que las categorías pecadoras mencionadas en comparación por el evangelista. Dios en persona, por su ejemplo soberano, lo llama a un superarse constante y sin límite: «Sed perfectos como vuestro Padre celeste es perfecto»4. Y esa revelada identidad de Dios se manifiesta en su Hijo Jesús, Verbo Encarnado, que toma nuestra naturaleza humana, asumiendo y revelando humanamente el desafío de amar como Dios mismo ama.
Jesús, el Hijo de Dios, arrastra por lo tanto sus discípulos a límites no sospechados. Pues no propone solamente un arte de vivir en este mundo, sino un deber positivo, un ministerio del amor universal. En este sentido, va mucho más allá del propio deber del perdón: a pesar de incluirlo, la exigencia de Jesús de amar los enemigos va más lejos, rechazando lo que aún pueda subsistir de condescendencia incluso en el perdón, yendo hasta el punto de olvidar el agravio hecho para no pensar sino en el don generoso de sí, sin ningún resentimiento e intención escondida.
Se trata simplemente de amar, incluso sin pensamientos estratégicos de mantenimiento de una paz utilitaria para fines de política eclesiástica, ni de captación de benevolencia con vistas a una propaganda para la conversión. Es, por lo tanto, y sin dudas, un amor más divino que humano. Sería despiadado, en verdad, para quien no tuviera el valor de creer en el primer mandamiento: «Amar a Dios sobre todas las cosas» y a causa de eso, «perderse» a sí mismo a fin de «ganar a Cristo» y alcanzar, con él, por él y en él, la semejanza divina.
La propuesta de Jesús a sus discípulos los invita, entonces, a no conocer ni poner límites cuando se trata de amar. Por lo tanto, es necesario amar sobre todas las cosas, porque es así como Dios mismo ama. Disponiéndose a amar así, el ser humano puede conocer amorosamente el Dios que se revela Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero que solo puede ser encontrado pasando a
4 Mt. 5, 48.
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través del velo de la carne de Jesús, que paradójicamente vela la divinidad, pero también la des-vela y re-vela.
La persona de Jesús, síntesis perfecta entre lo humano y lo divino, va a ser el la referencia de los discípulos para percibir que ese amor no es imposible a los seres humanos habitados por el Espíritu de Dios. Al final del Evangelio de Juan, Aquél que se encuentra a un paso de la Pasión dejará como testamento estas palabras: «Yo os doy un nuevo mandamiento: os améis unos a los otros. Como yo os amé, así debéis vosotros amaros unos a los otros. Si tenéis amor unos por los otros, todos reconocerán que sois mis discípulos»5.
La revelación bíblica ve, por lo tanto, en el encuentro humano con el Dios único, el Incondicional históricamente revelado, el fundamento de la normatividad universal de su ethos. La fe cristiana afirma que el encuentro con ese Dios en Jesucristo es la experiencia de un sentido radical de la existencia, una teonomía fundante de la libertad y responsabilidad personales, una raigambre experiencial de la persona en lo Incondicionado que le asegura, a un solo tiempo, la libertad y el límite.
El término usado para nombrar ese amor de Dios es agape, comúnmente traducido por amor. Aquí se intenta significar una concepción de amor para la cual no parecen ni adecuados ni idóneos los verbos y sustantivos más usuales en el idioma griego como Eros, filia, storgé... En el amor/agape se destacan la generosidad desinteresada y oblativa –sin otro interés o posibilidad de gozo y satisfacción que no sea su propio ejercicio– y la disponibilidad para una salida de sí en dirección al otro. La no profanable alteridad es el punto de partida de esa donación de sí, que tiene su raíz en un Dios donador que es su propio don. Ese Dios se revela, y es percibido y adorado como siendo Él mismo amor. Tal como expresa, con ofuscante claridad, la primera carta de Juan: «... quien no ama, no descubrió a Dios, porque Dios es amor»6.
La condición de posibilidad efectiva, por lo tanto, de amar a Dios sobre todas las cosas se encuentra en el mismo Dios. Ese Dios que exige ser amado sobre todo y sobre todos, antes de todo ama, Él mismo, la creación y la humanidad, incondicionalmente.
5 Jn 13, 34-35.
6 1 Jn 4, 8.
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Los textos neotestamentarios proclaman esa verdad con las más afectivas exclamaciones: ¿Tanto amó Dios el mundo qué entregó a Su Hijo Único; Si Dios está por nosotros, quién estará contra nosotros? Él qué no se reservó a Su propio Hijo sino que Lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todas las cosas?... ¿Quién nos separará del amor de Cristo?... En todo esto somos más que vencedores por Aquél que nos amó... Nada nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro7.
Por eso afirma la Primera Carta de Juan: Amamos porque Dios nos amó primero8. Y nos amó sin restricciones, sin condiciones. La dinámica amorosa en que ese Dios nos hace entrar, por consiguiente, solo puede ser también exenta de cualquier restricción y condición. Y no puede estar sometida a cualquiera otro imperio o prioridad. Es sobre todas las cosas.
Es verdad que los pensamientos, palabras y obras de los seres humanos frecuentemente no tienen algún rasgo de fidelidad para con la Revelación del Dios-agape en Jesús de Nazaret que radicaliza y clarifica la revelación del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. Pero ni por eso se apaga la Luz que alumbra la vida que radica en el amor de ese Dios. La misma Luz que el prólogo del Evangelio de Juan nos informa que brilla en las tinieblas sin que las tinieblas la aprehendan.
Esa Luz que brilló desde toda la eternidad se hizo Palabra oída y obedecida en la historia expresada en el primero de los mandamientos del Antiguo Testamento: «Escucha Israel: ¡el Señor nuestro Dios es el único Señor! Por tanto, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza»9. Y llegó a su plenitud en Aquél que la comunidad primitiva llamó «la Luz del mundo» y que abre el acceso a la Luz inaccesible del Misterio de amor y salvación que solo Él pudo llamar Padre. Entrar en relación amorosa con ese que se reveló como Hijo de Dios es, por lo tanto, el camino que permitirá acceder al misterio del Dios que es para nosotros y, siendo para nosotros, nos revela lo que es en sí mismo.
7 Jn 3, 16. Rom 8, 31-32; 35; 37 y 39.
8 1 Jn 4, 19.
9 Dt 6, 4-5.
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Amar a Jesús
A pesar de todo el rigor y la complejidad de su teología, Karl Rahner es, antes de todo, un hombre de fe, una persona espiritual, alguien cuya teología brota de la experiencia que tiene de Dios antes que de una racionalidad puramente abstracta. Por esto no se debe sorprender el lector contemporáneo interesado en su teología, que de su pluma haya salido una reflexión tan hondamente teológico-espiritual como Was Heisst Jesus lieben (Amar a Jesús).
Es muy cierto que a lo largo de todo este pequeño gran libro se siente la influencia que configura siempre la teología rahneriana: la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Al leerlo se siente la reflexión teológica sólida y rigurosa de alguien que hizo la experiencia de sentirse contemporáneo de Jesús como experiencia de amar a alguien vivo y no una idea abstracta ni un recuerdo que pasó y permaneció hace más de dos mil años atrás.
Primero, Rahner teje toda una bella consideración sobre el amor como el riesgo de confiar en el otro y la necesidad de salir de sí mismo para entregarse a otro en un movimiento de amor que capacita a encontrarse a sí mismo. Demuestra que toda relación de confianza y de amor por otro ser humano comprende un ineluctable plus de decisión y audacia, que sobrepasa la reflexión operada tiempos atrás sobre las razones puramente racionales que puedan justificar una tal audacia y darle un sentido.
Aunque justificando plenamente y proclamando positivas todas las investigaciones y averiguaciones de las ciencias históricas, exegéticas y críticas, a fin de conocer a Jesús, Rahner afirma que hay siempre un paso más que se debe dar, en la libertad, en la audacia de la decisión y muy concretamente, en el amor, cuando se trata de la relación cristiana con la persona de Jesús. Y ese plus –según afirma osadamente Rahner– sobrepasa incluso el testimonio que sobre Jesús pueden dar la Tradición y la Iglesia. Pues es solamente si Jesús es acogido y amado por lo que Él es en sí mismo, que se puede dar el salto liberador más allá del saber y de la ciencia y entregarse absolutamente a Él. Al afirmar eso, Rahner afirma ser posible, por lo tanto, amar Jesús por lo que Él es en sí mismo y amarlo, así, con un amor verdadero, auténtico e inmediato.
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Esa posibilidad, sin embargo –justifica Rahner– nos es dada porque encuentra su fuente en la hondura de la divinidad y de la vida plena de Dios que es la del propio Jesús. Así, podemos osar amarlo y entregarnos a Él sin reservas porque él mismo toma esa iniciativa en su amor por nosotros. Y porque creemos en la gracia del amor que nos capacita a amar a Dios y a Jesús, es posible nuestro amor por él.
No se trata, sin embargo, en esta aventura de amor, de simplemente imitar a Jesús o relegarlo al nivel de principios ya pre-establecidos. En este amor que por gracia somos capaces de sentir y experimentar, Jesús se vuelve el Absoluto concreto en el cual son superadas la abstracción de las normas del discurso tradicional sobre Dios, bien como la banalidad de un puro contingente singular.
O sea, en virtud de la misma naturaleza del amor y en virtud particularmente de la potencia del Espíritu Santo de Dios, de la cual el Mesías Jesús posee la plenitud que le fue dada por el Padre desde toda la eternidad, se puede amar efectivamente a Jesús, atravesando en el amor el espacio y el tiempo. Y, amándolo, a ese ser concreto y real, superar la distancia espacial, cultural y temporal entre nosotros y Él.
Afirmando esto, Rahner está al mismo tiempo afirmando que Jesús constituye en el tiempo y en el espacio de la historia humana nuestra única verdadera y concreta posibilidad de acceder, con nuestra humanidad, con nuestra carne mortal, a la presencia y a la verdad de Dios que se revela en medio de la historia. Toda realidad histórica a través de la cual Dios se revela es provisoria y puede ser superada. Todas las contingencias históricas son provisorias y pasan. Todas, menos la persona de Jesús.
Solamente en él se produjo la revelación definitiva de Dios en medio de la historia humana. Sólo Jesús es la Palabra insuperable y definitiva en la historia entre Dios y el mundo. Y tan sólo en él podemos encontrar la autocomunicación efectivamente auténtica de Dios sobre sí mismo, como Padre, Hijo y Espíritu Santo. En Jesús, es Dios que viene a nosotros y nos rescata, nos redime. Y esta redención no consiste en cosas que Dios, en Jesús, nos da. Pero es Dios mismo aun cuando, en Su Hijo, se da a sí mismo definitiva e irrevocablemente por amor a nosotros y por nuestra salvación.
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La realidad humana alcanzable de Jesús debe, por lo tanto, ser la realidad de Dios mismo, dirá Rahner llevando hasta el extremo las consecuencias de su reflexión que encuentra expresión en el célebre axioma con lo cual iniciamos nuestra reflexión: «La Trinidad económica es la Trinidad inmanente y viceversa». Esto que el genio teológico rahneriano expresa como «la realidad humana alcanzable de Jesús» está, en verdad, en similitud y alianza íntima con todo lo que es creado. La osadía teológica de Rahner va hasta el punto de decir que «como la historia misma lo muestra, Jesús tuvo una relación con Dios que fue auténticamente una relación de criatura. Él rezó, luchó para conocer la voluntad de Dios, hizo sus propias experiencias humanas, incluso en el plan religioso, etc. Pero toda esta realidad humana era justamente aquélla en la cual Dios mismo podía estar auténticamente allí. Y en la historia de este hombre, muerte y resurrección incluidas evidentemente, él se comunicó irreversiblemente al mundo».
La experiencia de ese amor y de esa identificación con Jesús es lo que Ignacio pretende que su ejercitante alcance en el itinerario de sus Ejercicios Espirituales.
El amor según San Ignacio
Podemos afirmar con toda sencillez que los Ejercicios son esencialmente una experiencia del Amor de Dios, a lo largo de todo su itinerario. Un proceso durante el cual el ejercitante se abre progresivamente, «se expone» a la acción inflamante del amor de Dios, quien es el verdadero protagonista de los Ejercicios. Dios lo va apremiando, se apodera de él, «no le deja escapatoria», «la caridad de Cristo nos urge»10. El ejercitante, «enteramente reconociendo» el Amor, se dispone así para «en todo amar y servir a su divina majestad»11, gracia suplicada en la Contemplación para alcanzar amor. En una palabra: alcanza el amor, como una fuerza irresistible que invade su existencia, lo baña totalmente, lo quema. Así, abrasado en el mismo amor con el que Dios lo ama, dispone totalmente su vida en servicio y alabanza de Dios nuestro Señor y en ayuda del prójimo, bajo la bandera de Jesucristo.
10 2 Cor 5, 14.
11 Ejercicios Espirituales 233.
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Los Ejercicios, desde el comienzo hasta el fin, son una auténtica y progresiva contemplación para alcanzar amor. En la medida en que avanza el proceso, el ejercitante se va disponiendo en cada paso a una nueva experiencia del Amor que se le va manifestando gratuitamente en su inagotable esplendor, introduciéndolo en «su anchura y longitud y altura y profundidad... arraigándolo y cimentándolo en el amor de Cristo»12. La «disposición» del ejercitante consistirá entonces en quitar obstáculos y en abrir espacio a la acción del Espíritu que lo mueve (con sus «mociones» o consolaciones) y le va dictando lo que Dios quiere concretamente de él para su liberación integral. La manifestación de la voluntad de Dios sobre su vida se va desplegando por la acción del Espíritu (el Amor), a través de la contemplación de Jesús, internamente conocido, apasionadamente amado, irresistiblemente convocándolo a seguirlo y servirle, para la gloria del Padre y la vida del mundo.
En una visión de conjunto de todo el proceso de los Ejercicios, que nos permita percibir su dinamismo transformante, vamos a rastrear la manifestación del Amor de Dios «que se comunica a la su ánima devota, abrazándola en su amor y alabanza y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante»13.
Los Ejercicios, desde el comienzo hasta el fin, son una auténtica y progresiva contemplación para alcanzar amor
1. En la consideración del Principio y Fundamento se le descubre al ejercitante el misterio del Amor gratuito, creador, que lo ha llamado a la existencia para hacerlo partícipe de su plenitud y ha puesto en sus manos la creación entera como instrumento para su crecimiento y realización. De esta manera puede comprender que en la providencia de Dios todo concurre para bien de los que lo aman: «a los que El escogió primero según su propósito y los destinó a reproducir los rasgos de su Hijo»14 para formar un pueblo, una familia de hermanos en la que Jesucristo es el primogénito. Y se dispone a desear ordenar su vida, quitando toda afección desordenada, haciéndose libre (indiferente) frente a todo otro amor, para buscar preferencialmente cuanto lo
12 Cfr. Ef 3, 17-18.
13 Ejercicios Espirituales 15.
14 Rom 8, 28-29.
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conduzca al fin para el que está siendo creado. Riqueza y bienestar, honor y estimación, salud y enfermedad, la vida misma, todo pasa a segundo plano ante el «conocimiento» del amor que Dios le demuestra. Una experiencia como la de Pablo comienza a anidar en su corazón: «a nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de haber conocido personalmente a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de él lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él y encontrarme unido a él»15.
2. La experiencia de la Primera Semana lo introduce en el abismo del Amor misericordia que hace sobreabundar la gracia donde abundó el pecado16. «Cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros; y así demostró Dios el amor que nos tiene»17. El ejercitante, bajando al fondo de su vida, se reconoce pecador, pero salvado por la infinita generosidad y paciencia de Dios manifestada en Jesús pendiente de la cruz. «Por pura generosidad hemos sido salvados y somos realmente hechura suya, creados por medio de Jesucristo para hacer el bien que Dios nos asignó de antemano como línea de conducta»18. Ante esta manifestación del Amor, el ejercitante, colmado de admiración y gratitud, se pregunta delante de su Señor crucificado sobre lo que ha hecho y lo que está haciendo por Cristo, y se dispone, en correspondencia de amor, a buscar lo que debe hacer por él en adelante19.
3. El llamamiento del Rey eternal, que abre las contemplaciones de la Segunda Semana, es la manifestación de un Amor sorprendente que pasa por alto nuestros pecados y nos considera dignos de confianza para tomarnos a su servicio20. Es la espléndida respuesta de Jesucristo a la pregunta que ha quedado flotando en el corazón del ejercitante tras experimentarse pecador - perdonado. Como dirá la Congregación General 32 a los miembros de la Compañía de Jesús, pero que sirve para toda y cualquier persona que desee crecer en el amor de Dios en la espiritualidad ignaciana, haciendo eco a esta experiencia fundante
15 Flp 3, 8-9.
16 Cfr. Rom 5, 20.
17 Rom 5, 8.
18 Ef 2, 5 y 10.
19 Cfr. Ejercicios Espirituales 53.
20 Cfr. 1 Tim 1, 12ss.
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de Ejercicios, significa: «reconocer que uno es pecador y sin embargo, llamado a ser compañero de Jesús, como lo fue San Ignacio»21.
4. Toda la Segunda Semana se desarrolla en una ininterrumpida contemplación del Amor encarnado, solidario, que irrumpe en nuestra vida en la humanidad de Jesús de Nazaret: el Hijo muy querido que, siendo rico, se empobreció para enriquecernos con su pobreza; el que no se avergonzó de llamarse hermano nuestro, compartió la carne y sangre humanas, sufrió y fue puesto a prueba, pues tenía que hacerse en todo igual a sus hermanos para llegar a ser sumo sacerdote fiel y compasivo22. Conocer internamente el Amor encarnado contemplando los misterios de su vida histórica, amarlo más y seguirlo y servirlo incondicionalmente, será la gracia de disposición implorada intensamente en todos los ejercicios de esta semana, y en los de las siguientes con apropiadas precisiones. En la humanidad de Jesús, que puso su tienda entre nosotros, somos conducidos por el Espíritu a contemplar la gloria del Hijo único del Padre, plenitud de amor y de fidelidad, y a recibir de su plenitud la participación de un amor que responda a su amor23.
5. El ejercitante, hecha la elección acerca de la disposición de su vida para servir mejor a Jesucristo en adelante, entra a la Tercera Semana conducido por el mismo Criador y Señor que se le ha venido manifestando y abrazándolo en su amor y alabanza. El Señor crucificado del coloquio de la Primera Semana24, se le manifiesta de nuevo en un reencuentro que lo invita a contemplarlo, no ya tanto desde la «vergüenza y confusión por sus pecados» cuanto desde la solidaridad y compasión con el Amor llevado hasta el extremo. Es la experiencia del «amor loco de Dios por el hombre» manifestado en la locura de la cruz. Esta experiencia la describe bellamente el P. Kolvenbach en su texto: Locos por Cristo, de febrero de 1989: «el amor loco de la vida verdadera, que altera toda la sabiduría y toda la seguridad que tiene sus fuentes en Dios mismo, que es el que ha abierto el “camino” de
21 Congregación General 32, D 2, 1.
22 Cfr. Heb 2, 10ss.
23 Cfr. Jn 1, 14-16.
24 Cfr. Ejercicios Espirituales 53.
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Jesús - un camino tan insensato y escandaloso que choca a todos, judíos y gentiles». La gracia aquí buscada y suplicada es la que expresa la primera carta de Juan: «hemos comprendido lo que es el amor porque aquel se desprendió de su vida por nosotros»25. El deseo de ser tenido por «loco por Cristo, que primero fue tenido por tal»26, de la tercera manera de humildad, ha de alcanzar en este momento su punto culminante como disposición de un corazón abrazado en su amor y alabanza, que ya no tiene deseo distinto al de identificarse con su amor crucificado, queriendo estar donde él está: humillado, lleno de oprobios, descalificado y condenado.
6. Después de tomar un día entero, en los Ejercicios completos, para la «memoria passionis», acompañando «la soledad de nuestra Señora, con tanto dolor y fatiga»27, y la de los discípulos, la Cuarta Semana se abre con la radiante contemplación del Amor consolador, resucitado, en la participación del inmenso gozo de Cristo28 y de la Madre como dice en la edición de la Vulgata: «tertium [praeludium] continebit gratiam petendam, ut scilicet immensum Christi ac Matris gaudium participemus ». El Señor Jesús, que «parece y se muestra ahora tan miraculosamente en la santísima resurrección, por los verdaderos y santísimos efectos de ella»29, daría la impresión de olvidarse de sí mismo en los diversos relatos de las apariciones, para salir a buscar a sus desolados discípulos y llevarles el oficio de consolar. La consolación del Espíritu Santo, quien será en adelante la irradiación de su presencia resucitada en medio de nosotros hasta que el mundo termine, es el don («los santísimos efectos») de la resurrección, que San Ignacio hace contemplar al ejercitante en esta semana. Consolación, la acción típica del Espíritu, que es paraklesi = reanimación, reconstrucción, impulso, consuelo, fuerza, valentía, exhortación; y, si se quiere, el «fruto» o la cosecha de la presencia actuante del Espíritu que enumera Pablo en la Carta a los Gálatas: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, generosidad, fidelidad, sencillez, dominio propio30. La fuerza de este Amor resucitado
25 1 Jn 3, 16.
26 Ejercicios Espirituales 167.
27 Ibíd., 208
28 Cfr. Ejercicios Espirituales 221.
29 Ejercicios Espirituales 223.
30 Gal 5, 22.
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comunicada al ejercitante y derramada en su corazón, lo dispondrá, como a los discípulos, a no vivir ya más para sí mismo, sino para aquel que murió y resucitó por él, comprometido en el mejor servicio al Reino de Dios y su justicia para la vida de sus hermanos: «bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre cariñoso y Dios de todo consuelo, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos nosotros consolar a los demás en cualquier dificultad, con la misma consolación con la que somos nosotros consolados...»31.
7. El toque final, entonces será la Contemplación para alcanzar amor, una manera de orar de ahí en adelante, mientras se persevera en el espíritu de la Cuarta Semana, es decir, viviendo en la presencia del Resucitado y experimentando y discerniendo la consolación de su Espíritu. Esta contemplación no viene a ser otra cosa que una síntesis que recoge y resume la experiencia vivida y madurada a lo largo de los Ejercicios, para convertirla en una actitud permanente de «buscar en todas las cosas a Dios nuestro Señor... a Él en todas amando y a todas en Él, conforme a la su santísima y divina voluntad»32.
El ejercitante termina pidiendo una vez más la gracia de «alcanzar amor», de saber «reconocerlo enteramente», para poder «en todo amar y servir» en adelante. La Anotación 15 del comienzo de los Ejercicios, reaparece en este momento, transformada en súplica. Durante el tiempo transcurrido, Dios mismo se ha comunicado al ejercitante abrazándolo en su amor y alabanza y disponiéndolo a ordenar su vida para el mayor servicio divino, siguiendo incondicionalmente a Jesucristo, Servidor del proyecto del Padre. El comienzo y el final de los Ejercicios se funden aquí para hacer brotar del corazón agradecido e inflamado el coloquio de la oblación total: «Tomad, Señor, y recibid...».
La experiencia completa de los Ejercicios habrá producido, entonces, una nueva actitud espiritual, una espiritualidad de la contemplación y del compromiso, que da respuesta a la doble preocupación de amar a Dios y responsabilizarse seriamente por el mundo. Ignacio ha experimentado y nos ha transmitido a nosotros a través de los Ejercicios, la gracia de poder buscar y encontrar a Dios en todas las cosas, de encontrar al Amor resucitado que por
31 2 Cor 1, 3-7.
32 Constituciones 288.
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la acción de su Espíritu llena el mundo y recrea la nueva humanidad. Como dice lucidamente José A. García, S.J.: Ignacio «habla de un doble movimiento según el cual, cuando nos encontramos con el mundo, hay que descubrir en él a Dios y amarlo; y cuando nos remitimos amorosamente a Dios, hay que amar en El a todo el mundo». En su primer movimiento, esta síntesis espiritual prohíbe toda huida del mundo para encontrar a Dios, al igual que todo paso intrascendente por él: hay que ser contemplativo en la acción. En su segundo movimiento, esta síntesis prohíbe toda ansia de Dios que no sea al mismo tiempo inmensa preocupación y amor al mundo: hay que ser activos en la contemplación... Ignacio de Loyola está ahí, en medio de la Iglesia, ofreciendo la novedad de su experiencia espiritual y una cierta metodología para entrar en ella... Dicen los expertos en lingüística que la palabra loiola significa en euskera «lugar de barro, lodazal». De ese lodazal surgió Ignacio de Loyola. Iñigo se transforma en Ignacio. Desde entonces Ignacio de Loyola se ha convertido en un importante patrón eclesial que ayude al hombre moderno a modelar evangélicamente su propio barro, a disponerse para «en todo amar y servir».

Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 72-93
Li Mizar Salamanca B.
Papel de la Imagen pictórica
Li Mizar Salamanca B.*
E
n esta intervención, casi a modo de esquema, pretendo subrayar el papel de la imagen en la tarea de hacer operativa la elección o reforma de vida de quien hace los Ejercicios Espirituales, a la vez que me centro en un método sencillo para orientar la contemplación.
Como primera imagen tenemos: «Puertas y flechas» de Antonio Tapies1.
Quizá al hombre de hoy, cuya fe busca fundamentarse en el razonamiento lógico y la evidencia, tendremos que decirle: «por el hecho de que no te sea cognoscible racionalmente la presencia del Señor Resucitado, no quiere decir que no sea real». Su presencia se hace, en el caso de «Puertas y flechas», esplendor.
Sabemos que los Ejercicios conducen a la persona a tener conciencia de la inquietud que está en el fondo de su ser y le llama a trascender trascen-
* Doctora en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Magister en el área Bíblica y Licenciada en Ciencias Religiosas de la misma Universidad. Licenciada en Filosofía y Letras (con énfasis en estética) de la Universidad Santo Tomás. Formación como Directora de Ejercicios Espirituales en el Instituto Universitario de Espiritualidad, de la Universidad Pontificia Comillas de España. En la actualidad es docente de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología y de Arte y Espiritualidad en la Facultad de Artes de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá.
1 A. Tàpies, Ensamblaje sobre lienzo, pintura y barniz (195,5 x 300 cm), Barcelona: Colección particular, 1987, reproduce, M. BAllABrigA, (Dir.), Los genios de la pintura española, Valencia: Rayuela 1992, v.5, p. 92.
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diéndose para el encuentro con Dios. Se trata de un trascender que impulsa a un continuo despliegue personal de lo mejor de sí mismo.
La imagen contemplada ha de posibilitar este despliegue de sí mismo y la comprensión de cómo acontece Dios en nuestra vida, siguiendo el criterio de san Ignacio: No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente2.
¿Pero qué es comprender? Digamos que es llegar siendo al ser de lo que se está contemplando. Es justamente sentir y gustar de las cosas desde la estructura más profunda del ser humano. Es un modo de ser de la existencia misma «afectada» por el ser que se devela como Otro en un encuentro de diálogo, de apelación y respuesta.
Una mediación para esta experiencia es el texto escrito, la Palabra, pero también tenemos el texto pintado. San Ignacio es sumamente visual. Recuerda aquella afirmación de los iconógrafos bizantinos de que el contemplador llega a ser imagen de aquello que contempla, cuando hoy constatamos que no es fácil abrir horizontes de sentido con grandes discursos o «razones».
¿Por qué la imagen? La creación es fijación de la verdad mediante la forma3, ya nos decía Heidegger. Se trata de una forma, en este caso pintada, que vibra como realidad viva, evoca experiencias y afecta a quien la contempla.
El ejercitante establece con la obra de arte un campo de Juego, en que el lenguaje de la obra y del sujeto se dona en tensión co-creadora, permitiendo diversas maneras de expresión del ser de lo contemplado y del contemplador.
San Ignacio habla de aplicación de los sentidos a través de la imaginación, De tener los sentimientos propios de aquello que se contempla4 y escribe: …usamos de los actos del entendimiento discurriendo y de los de la voluntad afectando5, para llegar, en últimas, a conocer la voluntad del Señor; dejando que el Creador obre con la creatura y la creatura con su Creador y Señor6.
2 Ejercicios Espirituales 2.
3 M. Heidegger, Arte y poesía, México: Fondo de cultura económica 1973, 21.
4 Cfr. Ejercicios Espirituales 47, 53, 48.
5 Ejercicios Espirituales 3.
6 Cfr. Ejercicios Espirituales 15.
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Los Ejercicios culminan con la Contemplación para alcanzar amor, que no es otra cosa que consentir que el amor afecte y envuelva nuestra vida.
Hagamos, entonces, un ejercicio práctico en el marco de una hermenéutica narrativa, sobre esta contemplación. Para ello, tomaremos una parte de la obra de Rupnik7. La Ascensión del Señor, hecha en la Capilla Redemptoris Mater.
Primer momento: la pre-comprensión. Traemos la Tradición para dar elementos de contemplación y evitar caer en interpretaciones individualistas o erróneas.
Contemplamos, en el marco del misterio Trinitario su dynamis de creación, de redención y dones particulares8.
La Ascensión del Señor y la venida del Espíritu Santo, hablan del movimiento de la encarnación y divinización de toda creatura9. En la obra que contemplamos, la llama del Espíritu llega a fecundar la tierra, penetra las piedras, crea comunidad y asciende hacia Dios Padre.
A través del color y del trazo se devela el texto de Isaías:
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié10.
Segundo momento: encuentro de alteridad. Se establece un diálogo entre el ejercitante y Dios, en que se hace memoria, se mira y considera la acción «agraciante» del Señor, cómo se dona, habita en las creaturas, trabaja y labora por mí en todas las cosas11 .
7 M. Rupnik, Redemptoris Mater, mosaico Logia Palacio Apostólico del Vaticano 1999.
8 Cfr. Ejercicios Espirituales 134.
9 Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios –Ireneo– p evdokiMov, El conocimiento de Dios en la tradición oriental: la enseñanza patrística litúrgica e iconográfica, Paulinas, Madrid 1969, 37.
10 Is 55, 10-11.
11 Cfr. Ejercicios Espirituales 234-236.
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¿Qué debo ofrecer y dar a la su divina majestad?
¿Por dónde van los deseos de Dios en su ordenación divina?
¿Qué debo llegar a comprender o a «encajar»?
¿Qué me habita?
¿Me bastan tu amor y gracia?
Se trata también de integrar el pasado, los bienes recibidos; el presente, cómo Dios acontece en mí; el futuro, el Señor desea dárseme en cuanto puede según su ordenación divina.
Tercer momento: comprender. La condición es «dejarse habitar y habitar la obra» para llegar a exclamar:
¡Qué pequeño soy yo para toda la misericordia y toda la lealtad con la que me has tratado!12 .
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me los disteis, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta.
Todo ha de volver como justicia, bondad, piedad, misericordia. El amor se debe poner más en las obras que en las palabras13 .
Este momento es el último test de voluntad. Centra el corazón en lo fundante, en Dios que es amor manifestado de modos diversos en la obra que contemplamos: amor en la familia, en la misericordia como el buen samaritano, en la misión de la Vida Consagrada, en la capacidad de decir Amén a la hora del martirio.
Cuarto momento: «explicitación», la cual se da en el Coloquio.
El coloquio se hace propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su Señor… comunicando sus cosas, y queriendo consejo en ellas14.
12 d. AleixAndre, Compañeros en el camino, Sal Terrae, Maliaño 1995, 218.
13 Ejercicios Espirituales 234, 237, 230
14 Ibíd., 54.
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Concluyendo brevemente, la interpretación de la imagen posee un carácter de apropiación, la interpretación de un texto, en este caso un texto en mosaico, se acaba en la interpretación de sí de un sujeto que desde entonces se comprende mejor, se comprende de otra manera o, incluso, comienza a comprenderse15 y lleva a actuar desde convicciones profundamente arraigadas en el ser de quien se ha experimentado envuelto en el amor.

15 P. Ricoeur, Del texto a la acción. Ensayos de Hermenéutica II. F.C.E., México 22002. 141.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 94-98
Li Mizar Salamanca B.
MArko iván rupnik, s.J. – Jesús Resucitado –
La experiencia de dar puntos y acompañar a quien ora la Contemplación para Alcanzar Amor1
María Consuelo Escobar Hernández*
Concibo la Contemplación para Alcanzar Amor como una experiencia de síntesis y cosecha de la siembra realizada con el Señor a lo largo de los Ejercicios. Su mística consiste en la invitación radical a descubrir el amor que, con el recorrido hecho en profundidad, se ha deslindado de preceptos y conceptos para contemplarse gozosamente desde su encarnación en la vida cotidiana, con rostros concretos, comunitaria e históricamente, en la concreción de los acontecimientos. En palabras de Javier Melloni, es «el retorno al mundo con la mirada y la palabra transformadas»2. Por ello requiere del ejercitante una mirada desde la misericordia y el compromiso apostólico, en perspectiva de misión para con el Reino.
Conforme con ello, la particularidad de la historia que se ofrece para contemplar es la experiencia de gracia vivida por el propio ejercitante durante los Ejercicios, sin la mediación expresa de la reflexión racional, sino con un gesto profundamente sencillo y conmovedor que le remitirá al acontecer de Dios por su Espíritu en sus propias certezas vitales; esto es, todo el actuar
1 Cfr. Ejercicios Espirituales 230-237.
* Filósofa de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, con estudios de Maestría en Filosofía. Actualmente Profesora del Departamento de Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Miembro de la Comunidad de Vida Cristiana, CVX Colombia. Acompañante de comunidades, Ejercicios Espirituales y procesos de formación inspirados en la Espiritualidad Ignaciana. Acompañante de Ejercicios Espirituales en la Vida Corriente con el CIRE de Bogotá.
2 Javier Melloni, S.J., La Mistagogía de los Ejercicios, (Manresa 24), Bilbao 2001, 253-272.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 99-110
María Consuelo Escobar Hernández
de Dios transformador ocurrido a lo largo de los Ejercicios, experimentado y discernido desde la gratuidad de la oración que le ha interpelado, transformado internamente y dispuesto con una sensibilidad consciente que ha ido madurando y concretando los hitos de su fe, confesada y proclamada, ante la revelación de la lógica del amor y el acompañamiento divino.
Por ello, esta contemplación se ofrece como un horizonte desde el cual examinar y acoger, asintiendo, la acción transformadora de Dios hecha llamado y misión desde su interpelación, radical y sutil a la vez, para que desde su propia persona haga de su vida en forma permanente una respuesta agradecida que abraza los dones recibidos y encomendados para multiplicarse y continuar dando fruto a partir de su propia responsabilidad y cuidado.
Así se manifiesta la propia experiencia de San Ignacio, a orillas del Cardoner, al contemplar «con los ojos interiores» cómo toda la Creación, con Jesucristo, Santísimo Sacramento, salía del Creador y a él retornaba3 cuando, según lo expresa en su Autobiografía,
Se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento… (no por alguna visión), sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas… (al punto que) le parecía como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto». Estas cosas que he visto – diceme confirmaron entonces, y me dieron tanta confirmación siempre de la fe, que muchas veces he pensado conmigo: si no hubiese Escriptura que nos enseñase estas cosas de la fe, me determinaría a morir por ellas, solamente por lo que he visto4.
En ello se encierra lo que Teilhard de Chardin llama «una actitud práctica… una educación de los ojos»5, para contemplar a Dios que invade el universo, y a quien basta ‘ver’ en lo más sutil y delicado, en lo más esencial del mundo.
En esta conciencia, se confiere a la mirada del ejercitante una ruptura con la inmediatez y la superficie, permitiendo a la realidad a la cual
3 Cfr. Autobiografía 29.
4 Autobiografía 30 y 29.
5 Teilhard de Chardin, 1967, 30ss.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 99-110
La experiencia de dar puntos y acompañar a quien ora la Contemplación para Alcanzar Amor
nuestro propios ojos humanos conceden legitimidad y validez, una nueva consistencia, en la que la vida se presenta empapándonos; don que sólo se presenta bajo el espíritu contemplativo, que se goza en la síntesis entre la caridad y la oración, la contemplación en la acción, y que tiene la capacidad de depurar nuestras obras para que sea de observar en ellas sólo el amor y servicio a Dios Nuestro Señor. De allí que se ancle en la tarea ordenadora de nuestros afectos y relaciones con todas las cosas, advirtiéndose con ello que se trata de una mística con ojos atentos a la realidad, en horizontalidad6, en un doble movimiento, que nos sustrae tanto de una perspectiva panteísta, que sacrifique la presencia y unión con Dios, embelesados por las cosas del mundo, como un trascendentismo, ciego y abstracto.
El enfoque de nuestra mirada puesto en el Creador, nos permite volver sobre las criaturas para amarlas y reconocerlas, en su profundidad, como un don divino, que hace patente su Espíritu, como es propuesto en el Cuarto punto de la Contemplación:
Mirar cómo todos los bienes y dones descienden de arriba, así como a mi medida potencia de la suma y infinita de arriba, y así justicia, bondad, piedad, misericordia, etc.; así como del sol descienden los rayos, de la fuente las aguas, etc.7.
En este sentido, la Contemplación cultiva y compromete al ejercitante para conformarse espiritualmente en la búsqueda fiel de un Dios que se dona continuamente, que se transparenta en todas las cosas creadas, laborando, fulgurando en ellas8. Esta premisa le impele al reflectir en sí mismo, a tomar en serio la propia existencia, pues aquella divina voluntad que demanda de sí que confirme su sentido, reside allí dándole ser, haciéndole entender y haciendo templo de su propio sí mismo9. Por lo que, con San Ignacio, el ejercitante por su parte, debe ofrecer y dar a Dios todas las cosas y a si mismo con ellas, en un modo de afectación único, al ahondar en su propio centro. Así lo expone el P. Pedro Arrupe, al referirse al modo como Dios mismo se hace sinónimo de la caridad:
6 Cfr. JoSé antonio García, S.J., En el mundo desde Dios. Vida Religiosa y resistencia cultural, (Servidores y Testigos 43), Santander 1989, 107ss.
7 Ejercicios Espirituales 237.
8 Cfr. Ejercicios Espirituales 236.
9 Ejercicios Espirituales 235.
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María Consuelo Escobar Hernández
Porque, en mi opinión, esa es la última e irreductible síntesis de cuanto Ignacio ha aprehendido en esa privilegiada intimidad trinitaria a la que ha sido invitado: la unidad divina entre el Padre y el Hijo, como comunidad de amor, culmina en la revelación de ambos con el único Espíritu… último cimiento del carisma ignaciano… El peso del alma es el amor10.
Dada la reciprocidad que ofrece para con el itinerario ignaciano visto, resulta fundamental favorecer su planteamiento a la luz de los grandes principios ignacianos, lo que afianzará en el ejercitante la libertad que se ofrece y solicita de sí para orarlo, no sólo por la forma sugerente y abierta –quizás abstracta para algunos– en que está escrito el texto, sino porque su enfoque substancial en cada punto, mientras propone diversos horizontes para contemplar la realidad y descubrir en ella la presencia de Dios volcado y actuando amorosamente, favorece en el ejercitante la apropiación consciente de las opciones que le comprometen desde su identidad y vocación personal delante de Dios.
Conviene recordar cómo, en el proceso, el ejercitante ha ganado el «criterio interno de la elección»11, confrontada en los tres momentos de la jornada ignaciana y ratificada a través de la solicitud intensiva que éste ha hecho del conocimiento interno de Jesús para más amarle y seguirle12; petición fundamental en la Contemplación, y que se traduce en la solicitud de la capacidad actuante para multiplicar dichos bienes, combatiendo nuestras soberbias y vanaglorias en nuestras consolaciones espirituales, reconociendo y sintiendo que todo ello es gracia de Dios13. Este es el dinamismo que ha dado identificación progresiva con la persona de Cristo y puesto de relieve la impronta de que la actividad del corazón sea cada vez más pura, experimentando una suerte de gloria compartida con Dios a través de la condición de las creaturas, manifiesta en la comunicación de las dos partes que se considera para dar inicio a la contemplación, y que en su perfección requiere del descentramiento de la propia gloria; sólo allí se contemplará la transparencia de Dios, cuando la inteligencia crezca en humildad y dulzura, para comprender con el corazón14.
10 Pedro arruPe, Arraigados y cimentados en la caridad: Manresa Vol. 53. N° 207 (abril-junio 1981), 99.
11 Javier Melloni, S.J., Op. cit., p. 48ss.
12 Cfr. Ejercicios Espirituales 104, 233.
13 Ejercicios Espirituales 322.
14 Cfr. Mt 13, 15.
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La experiencia de dar puntos y acompañar a quien ora la Contemplación para Alcanzar Amor
Dejar que el Señor se comunique con su criatura desde su propia devoción, sin la interferencia del acompañante o de quien da los
Ejercicios
El conocimiento interno que lleva al amor y al seguimiento15, constante en los Ejercicios: en la Primera Semana a la luz de nuestros pecados, en la Segunda desde la identificación con la vida de Jesús, en la Tercera con su pasión y en la Cuarta desde la alegría y el consuelo de su Resurrección, con su solicitud devota, nos presenta bajo cuatro coordenadas distintas la conciencia del modo como nuestros afectos han sido transformados internamente, no por nuestra voluntad obedeciendo, sino por nuestra interioridad que ha sido atraída e iluminada desde el diálogo silencioso, conforme con la Anotación 15: con el amor de Dios como protagonista, conductor y meta de la experiencia. Por ello se trata de dejar que el Señor se comunique con su criatura desde su propia devoción, sin la interferencia del acompañante o de quien da los Ejercicios, que debe mantenerse ajeno a la inclinación a un estado de vida o a otro en el ejercitante, «estar en medio, como un peso»16, sólo ayudándole a disponerse, a encontrar su polo a tierra, su centro, lo que para efectos de la invitación a la oración se traduce en la necesidad de dar validez y vigencia a sus propias revelaciones y mociones durante toda la experiencia. Por ello se necesita no sólo de un examen de conciencia sino de una actualización de su Principio y Fundamento.
Desde su cimiento, paso a paso, en el encuentro personal y evangélico con el Señor, le hemos conocido reaprehendiendo la lógica de su amor para con nosotros en virtud del seguimiento al que nos ha llamado con nombre propio, integrándonos bajo una dimensión de totalidad que se posibilita en la profundidad que vamos alcanzando con la apropiación de su misterio sublime y del compromiso apostólico para con su misión amorosa. Particularmente de la Cuarta Semana se requiere atesorar el modo de habitar constante y consolador del Señor a través de su Espíritu: fruto que se ha poner de presente para el ejercitante sin dudar de su realidad efectiva y fecunda, tanto en este momento, como para cuando éste se reincorpore a la vida ordinaria, donde estará llamado a permanecer en íntima unión con el Señor Resucitado,
15 Cfr. 1 Cor. 13, 12.
16 Ejercicios Espirituales 15.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 99-110
María Consuelo Escobar Hernández
buscándole y hallándole en sus espacios vitales y cotidianos y a partir de los desafíos que de ellos seguirán desprendiéndose.
Este es el dinamismo histórico y humanizador de la Contemplación para alcanzar amor: que en su articulación con nuestro proyecto de vida, vocación y misión particular, cuenta con nuestro esfuerzo y nuestra libertad, y se constituye, a través de esta última, fuente permanente de vida que enfatiza la unión con Dios desde nuestra acción en la realidad y la propia historia, edificada con un nuevo sentido en la perspectiva de la comunión amorosa con la creación, lo que constituye el objetivo central de esta oración: sentirse alcanzado y abrazado por el amor para corresponderle con el seguimiento y el servicio en nuestra propia vida; esto es, amar todo lo que el Señor ama y contribuir así a que el proceso continuo de la vida que fulgura en ella siga su curso.
El examen que puede proponerse al ejercitante para sacar mayor provecho a su oración consistirá, pues, en tomar conciencia, desde la memoria (afectiva e intelectual), desde la escritura y lo que se entreteje en ella, cómo se le ha comunicado Dios durante todo el tiempo de los Ejercicios. Recordar en el acompañamiento previo a la formulación de los puntos, o invitar en la charla en que éstos se presenten, a considerar lo que en dichos espacios de acompañamiento se compartió y fue establecido con firmeza y claridad por el ejercitante: recoger las constantes de la manifestación y el sentimiento espiritual del amor de Dios que le ha interpelado. Para ello es decisivo reiterar la aplicación de las reglas de la discreción de espíritus para reflexionar sobre cómo el Señor ha acontecido en él, siendo su guía fundamental para entablar una comunicación personal desde su propia manera de sentir, pensar y actuar, en identificación con Jesús.
Ayudará proponerle exhortaciones como: Como fruto de tu discernimiento permanente, ¿qué podrías identificar de modo más constante en el movimiento del Espíritu que ha acompañado tu experiencia? ¿Qué relación has tenido con los tiempos de elección por los cuales te has configurado en tus opciones fundamentales? ¿Cuáles han sido las experiencias de consolación más intensas que has tenido, y a qué te han conducido? Y, en contraste con los bienes que te presentan para contemplar, tanto el segundo preámbulo como el primer punto de la oración, ¿qué regalos de Dios identificas de manera personal como manifestación generosa de parte de Dios en tu propio
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 99-110
La experiencia de dar puntos y acompañar a quien ora la Contemplación para Alcanzar Amor
proceso a lo largo de la experiencia: tus movilizaciones a la reconciliación contigo mismo y con los demás, tus desapegos, tus convicciones alcanzadas?
Este escenario puede prepararse, además, desde lo recomendado en la Anotación 18, aplicando específicamente el examen particular durante el último día de la experiencia, previo a la Contemplación, con el fin de que el ejercitante inicie este tiempo de oración en conciencia de su condición frágil y de la gracia de Dios que le acoge, perdona e invita a la reconciliación consigo mismo, y sobre todo, en actitud de humildad para recibir y ver con claridad de corazón la oferta del amor que requiere de él temple de ánimo, disposición para aceptar de Dios y asumir en sí mismo la misericordia, y creatividad para comunicarse con el Creador «con grande ánimo y liberalidad… ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad»17.
Se hace importante recomendar también que se siga el Modo expuesto en los Ejercicios Espirituales 43, con sus cinco puntos:
1. Dar gracias a Dios Nuestro Señor por los beneficios recibidos. 2. Pedir gracia para conocer los propios pecados y enunciarlos (examinar sus pensamientos, palabras y obras, guiado especialmente por las obras de misericordia y los preceptos de la Iglesia). 3. Demandar cuenta al ánima desde la hora que se levantó hasta el examen presente, de hora en hora o tiempo en tiempo… 4. Pedir perdón a Dios Nuestro Señor de las faltas. 5. Proponer enmienda con su gracia, y orar el Padre Nuestro fervorosamente.
Sintiendo cómo con ello se sella este acto reconciliatorio poniéndole en paz con Dios y consigo mismo. Esto sobre todo con miras a librarse de prejuicios y negligencias18, y a acoger la gratuidad de la experiencia del amor que alcanza aquí su cénit.
San Ignacio indica con la Anotación 2 cómo conviene a quien da los Ejercicios, no ampliar o declarar muy ampliamente el sentido de la historia inherente a la contemplación, lo que en este caso apunta al modo o ritmo como se propone por el propio texto llevar a cabo esta experiencia: «delante de Dios, de los ángeles, de los santos interpelantes por mí… (y bajo la petición estricta
17 Ibíd., 5.
18 Cfr. Ejercicios Espirituales 90.
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del) conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, (por el acto del reflectir) enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad»19, permitiéndole que sean su sentir y gustar propios lo que prime.
Así, se trata de ser fieles a las propias advertencias y preámbulos del texto, invitando al ejercitante a volver sobre lo que él mismo tiene guardado en la memoria y en la palabra escrita. Sólo discurrir sutilmente por los puntos, reiterando la impronta del tipo de amor del que aquí se trata. Dejar que sea su propio entendimiento y su propia voluntad afectada, iluminados por la virtud divina, para mayor gusto y fruto espiritual20. Junto con ello, se hace muy útil recordar que se ha de ofrecer todo su amor y libertad devota, para que su divina majestad se sirva conforme a su santa voluntad de su propia persona y de todo o que tiene, quizás aplicando lo dicho en la Adición 3: Considerar con la cabeza en alto antes de la contemplación cómo Dios me contempla a mí y tener un gesto de reverencia, de conexión con la gratuidad de su amor que me habita. Finalmente, y en virtud de la responsabilidad de acompañarle respetuosamente en el ejercicio, poner de presente para él la Adición 4, que de modo particular invita a evitar el ansia y el afán, hasta sentirse satisfecho, quedándose en aquel pasaje, palabra, escena, donde encuentre mayor gusto y consolación -segunda regla, propia del segundo modo de orar-, adoptando la disposición corporal en que más devoción haya acompañado al ejercitante desde la experiencia vivida21.
Una recomendación especial que se desprende de esta última Adición, para quien haga, como acompañante, reflejo al ejercitante, a propósito de la Contemplación, se refiere a la exhortación para que en su experiencia, si ha sido de suma consolación, se abstenga o esté prevenido de hacer promesas o votos precipitados, considerando la realidad de su propia condición y capacidad, y los impedimentos que pudiere llegar a encontrar para cumplir dicho compromiso; esto es, no proceder en materias de elección apresuradamente, permanecer en lo que está, en su tiempo correspondiente22. Así mismo, invitarle a revisar con detalle si aquello que lo mueve «para buscar y haber un oficio o beneficio» es por el honor y gloria de Nuestro Señor o la salud de las
19 Ejercicios Espirituales 232-233.
20 Ibíd., 2.
21 Cfr. Ejercicios Espirituales 254.
22 Ibíd., 14.
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La experiencia de dar puntos y acompañar a quien ora la Contemplación para Alcanzar Amor
ánimas, o por sus propios provechos e intereses personales, motivándole, como ha sido una constante, a solicitar la indiferencia en sus deseos e intenciones. Todo ello bajo el principio que, tanto quien acompaña como quien es acompañado, deben tener claro, de que lo íntimo de los pensamientos y sentires del segundo, debe permanecer en reserva, y sólo compartirse con el acompañante, para que le haga reflejo, aquellos pensamientos y agitaciones que los espíritus le traen, para saber qué recomendarle como ejercicio que le sea conveniente según su agitación23.
En sentido estricto, con la Contemplación para alcanzar amor la invitación más propicia consistirá en seguir los cuatro puntos con el mismo espíritu de libertad que todo lo anterior implica, y que redundará para el ejercitante en apartarse de lo inmediato de sus afectos, emociones y costumbres, de sus «solicitudes terrenas», «mudándose de la casa donde moraba», para habitar secretamente y a solas en esta nueva morada,
No tener el entendimiento partido en muchas cosas, mas poniendo todo el cuidado solo en una, es a saber: servir a su Criador y aprovechar a su ánima, usar de sus potencias naturales más libremente, para buscar con diligencia lo que tanto desea… cuanto más nuestra ánima se halla sola y apartada, se hace más apta para se acercar y llegar a su Criador y Señor; y cuanto más así se allega, más se dispone para recibir gracias y dones de la su divina y suma bondad24.
Por lo cual, el ejercitante deberá esforzarse por que este ejercicio de contemplación sea más estrictamente a solas y en indiferencia.
Por último, quiero exponer la convicción que tengo de que, salvadas las diferencias de objeto de las dos oraciones, las mejores aliadas para proponer una perspectiva asertiva para presentar y acompañar este tiempo de oración son las claves que el Principio y Fundamento ha ofrecido a la experiencia de los Ejercicios: El presente continuo como tiempo efectivo en la creación y el cuidado de Dios por sus creaturas; la cocreación del hombre con Dios; la relación en tres niveles con el proyecto de Dios para con nosotros y la fuerza de amor que nos proporciona a través de la creación:
23 Ibíd., 17.
24 Ejercicios Espirituales 20.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 99-110
María Consuelo Escobar Hernández
1. la conciencia de su amor que se expresa donándose, 2. la génesis del reconocimiento devocional y el respeto por su proyecto, viendo en todo la acción amorosa de Dios, y 3. el llamado a dejarnos conducir por esa fuerza concretándola en el servicio a los demás –glorificar al Padre, ser dócil al Espíritu y configurar nuestra vida en misión: alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor–; la gratuidad del amor y la configuración de la identidad santa del hombre; la relación evangélica con los medios y los fines y su radical distinción en la comunión con las creaturas; la contemplación de la maravilla de nuestra propia historia y proyecto personal al servicio del Reino; la lógica y la praxis del tanto-cuanto y la indiferencia-preferencia en nuestras opciones vitales; la dimensión real de nuestra libertad y sus límites, en una cierta ética de la serenidad, el valor y la sabiduría -para distinguir lo que es de nuestra competencia y lo que depende de otros o es propio del dinamismo de la vida-; y, con todo ello, la disposición trascendental al Magis. En este sentido, la misión más importante será recordar y llevar al ejercitante a su experiencia fundante.
Como focos específicos para su actualización se ha de insistir, con San Ignacio, en que la lógica del amor del que aquí se trata, como se advierte, es la de un amor encarnado, comprometido con la realidad e identidad de todas las creaturas, y que habita en ellas con especial acento; un amor que puede pronunciarse, comunicarse, alabarse y glorificarse por sus testigos, y que en sí mismo consigna una fórmula eficaz para refundarse en todas ellas:
El amor se debe poner más en las obras que en las palabras y …consiste en la comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así por el contrario, el amado al amante; de manera que si el uno tiene ciencia, dar al que no al tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro25.
Al hablar de este modo se ayudará, como se dijo anteriormente, a dar su justa dimensión al amor evangélico y su demanda y gracia para las criaturas, y de paso a desmitificar algunos imaginarios sobre el amor que puedan limitar en el ejercitante la experiencia con su gracia y el compromiso
25 Ibíd., 230-231.
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La experiencia de dar puntos y acompañar a quien ora la Contemplación para Alcanzar Amor
Esta es la responsabilidad que se tiene al ofrecer elementos que permitan al ejercitante contextualizar sus posibles resistencias o bloqueos al amor, en las que se traducirá ahora su conciencia de los propios pecados, a la luz de la impronta que se traza para él, con especial dulzura: la cocreación que se le participa en la creación, según el segundo punto propuesto en la Contemplación, en el modo como el Señor habita en el ser humano: «… haciendo templo de mí, seyendo criado a la similitud e imagen de su divina majestad»26. Y así también, reivindicar el compromiso que, en combate con el pecado como transgresión o resistencia al plan de Dios, adquiere para con Dios y con la realidad en comunión, de recrear la vida, con la generatividad que le es dada para que fulgure el amor, consistiendo precisamente en ello el Reino de Dios en la horizontalidad de la historia humana y el ejercicio de nuestra libertad responsable ante la misión de transparentar la labor sufriente de Dios para con nuestra humanidad, expresada en el tercer punto de la Contemplación27 .
Entonces se puede contemplar y alabar la dulzura de Dios Padre para con nosotros, su generosidad, en la gloria de nuestra humanidad habitada por el Señor y laborando no sólo a través de nuestra existencia como un hecho en el mundo, sino de nuestro entendimiento, nuestra voluntad y nuestras potencias, y de todo cuanto retornamos a él al orar, honrándole, Tomad Señor y recibid…28; reconociendo el don de cuanto somos y tenemos, para nuestra plena realización comprendida a la luz de la nueva forma de vivir que el Señor nos regala cuando, delante nuestro, y en la excepcionalidad de nuestra existencia propiamente humana, nos suscita el mayor agradecimiento y el compromiso más sentido, de cultivar el espíritu fraterno como cuidadores de la creación: una disposición ética, ambiental y social, y una conciencia cristiana radical de amor al excluido y marginado.
Habrá de terminar esta consideración, tanto para la guía del ejercitante como para la conciencia refleja de quien le acompaña, con la interrogación definitiva y consciente de cuanto hasta entonces le ha afectado radicalmente29:
26 Ibíd., 235.
27 Cfr. Ejercicios Espirituales 237.
28 Ibíd., 234.
29 Ibídem.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 99-110 que demanda de él que ese amor se siga haciendo concreto, potencializándose desde el dar y el recibir, humilde y agradecido.
María Consuelo Escobar Hernández
¿Qué le dice esto a mi vida? ¿De qué estoy hecho para Dios, como su colaborador e hijo en quien, como padre amoroso y como realidad humanizada y hecha comunión, sigue habitando? En este orden de ideas, desde la lógica de Dios que se mueve en mi propio corazón, en la libertad de mis propias elecciones y actos, ¿cómo voy a concederle al Espíritu Santo que labora a través de mí y de todas las creaturas30, como una creación continua, dinámica, que sigue creando a través de lo que los hombres creamos, contando con nuestras fragilidades, invitándonos a ser solidarios y compasivos, el espacio oportuno para que Dios sea Dios a través de mi, acogiendo la posibilidad maravillosa de que su acción sea correlativa con la mía, sufriendo por las injusticias que a mí también me duelen, consolando y dando la vida por los que sufren? ¿Y con ello, que Su quehacer y el misterio de la Encarnación, que es silencioso y respetuoso conmigo, se haga sacramento a través de mí?31
La experiencia de los Ejercicios Espirituales habrá dado las pistas necesarias sobre cómo alcanzar el amor, engendrando para nosotros un amor que cumple con las condiciones manifiestas en la relación necesaria entre las obras y las palabras, y en la comunicación entre el amante y el amado, y en todo su sentido se traduce en una solicitud a la vida del ejercitante: ser don de sí mismo para los demás, salir del propio interés y apego para ser como Jesús: hombre con y para los demás, hacerse presente en el mundo –desde es testimonio de su fe, comprometida con la misericordia–, haciéndose prójimo para el otro, afrontando lo que ello implica perder o cambiar en sus propias apuestas, unido a sus hermanos y a toda la creación por el mismo amor que de Dios desciende y se extiende a través de nuestros brazos abiertos a la historia que seguimos construyendo.
30 Cfr. Hch. 17, 24-28.
31 Cfr. Ejercicios Espirituales 235.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 99-110
La experiencia de integrar la Contemplación para Alcanzar Amor a la vida cotidiana
Alejandro Londoño, S.J.*
Ninguna persona llega en cero a leer un texto. Tal mi caso ante esta contemplación ignaciana. Antes de meditar en los Ejercicios de mes del Noviciado, aquello de «mirar cómo Dios habita en las criaturas, en los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando, en los hombres dando entender, y así en mi dándome ser, animando sensando, y haciéndome entender…»1, ya ciertas experiencias me habían preparado.
Enumero dos. El gusto que sentía en las excursiones scouts contemplando la naturaleza y en especial los árboles y los insectos. Y el día en que mi papá detuvo el carro y se bajó para invitarnos a sus hijos a contemplar una puesta de sol por los lados de Santa Bárbara, Antioquia.
En el mes de Ejercicios, más que meditar en el número 234, sobre los dones recibidos del Señor, mi atención se dirigió al número citado arriba. De seguro con mucha consolación, pues recuerdo el gusto con que salí después a los jardines y a la gruta de la Virgen a contemplar la Creación.
* Licenciado en Teología Pastoral de la Pontificia Universidad Javeriana. Durante varios años ha sido asesor del Seminario de Planeación Pastoral de la Casa de la Juventud y ha trabajado el tema de la Ecología en el contexto de la Pastoral Juvenil.
1 Ejercicios Espirituales 235.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 111-113
Alejandro Londoño, S.J.
Este gusto se reforzó con las charlas del P. Alberto Moreno en las «quietes» del juniorado y sobre todo con la lectura del libro del entonces beato Claudio de la Colombière, El Retiro Espiritual. Recuerdo una sabia preocupación suya: que no le fuera a pasar como a los vecinos de la casa a donde llevan una serenata. La escuchan, la gozan, pero no la agradecen.
También, desde entonces he gozado con la lectura de algunos Santos Padres y repetido muchas veces aquellas frases de San Juan de la Cruz: «Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura; y yéndolos mirando con solo su mirada, vestidos los dejó de su hermosura».
Podría enumerar otras ayudas, de un modo especial las Casas de Ejercicios, con bellos jardines y exuberante vegetación como San Claver; el lago rodeado de más de 30 especies de árboles de la Casa de los HH. de La Salle en Fusagasugá. En más de una ocasión, me he distraído recordando sitios tan bellos como las lagunas de Tota, Fúquene, Pedro Palo, Titicaca y otras de Venezuela y Ecuador.
Una ocasión muy propicia para vivir esta contemplación han sido para mí la Caminatas Ecológicas. Con tres verbos resumo mi pedagogía en ellas: invitar a los participantes a Ver, Mirar y Admirar. Y no sólo contemplando la gama de verdes de las montañas, sino los dibujos artísticos con que el Creador ha pintado cada florecita, incluso a esas feítas y pequeñitas del lado de los caminos, esas que cabrían cuatro o hasta cinco en una uña. Qué admirable Pintor. Por eso, cuando el grupo es muy piadoso, añado otro verbo: Adorar. Tengo la costumbre de salir de la parroquia todos los lunes a los diversos parques de Bogotá y vivir este contacto fresco, puro, oxigenado, con la naturaleza. Así recorro el parque Simón Bolívar, el Jardín Botánico, Cantarrana, Nuestra Señora del Lago, Timiza y tantos otros de nuestra ciudad.
De alguna manera, esta meditación la vivo, gracias a mi inquietud por la Ecología, durante el resto de la semana, observando, leyendo, participando en 4 grupos ecológicos y en dos programas comunitarios de radio y T.V.
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La experiencia de integrar la Contemplación para Alcanzar Amor a la vida cotidiana
Todo esto último me ayuda a vivir aquello de la Congregación General 35: «El cuidado del medio ambiente afecta a la calidad de nuestra relación con Dios, con los otros seres humanos y con la misma creación»2.
En especial me impacta aquella advertencia:
El modo de acceder y explotar las fuentes de energía y de otros recursos naturales está rápidamente aumentando el daño al suelo, al aire, al agua y a todo el medio ambiente hasta el punto de ser una amenaza para el futuro del planeta. Agua insalubre, aire contaminado, deforestación masiva, residuos atómicos y desechos tóxicos, están causando muerte e indecible sufrimiento, particularmente a los pobres3.
En ese sentido la lectura del periódico, de las revistas y de los artículos ecológicos me ofrece una prolongación, en la vida, de esta meditación. Por eso mi interés reciente por Río+20 y el afán de darle a mi pastoral, en especial bíblica y juvenil este matiz.
En la Eucaristía, el pan y el vino, son una llamada del Señor a no olvidarme de este compromiso.

2 Congregación General 35, D 3, n. 32.
3 Ibíd., 33.
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Teresa Mesa, RJM
La experiencia de integrar la Contemplación para Alcanzar Amor en la perspectiva de mi vocación a la vida religiosa y mi apostolado en la formación
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Teresa Mesa, RJM
INTRODUCCIÓN
P
articipar en este Panel es para mí un RETO pues sé bien que los que asisten a este SIMPOSIO desean profundizar el tema, y no sólo conocerlo bien sino recibir una experiencia profunda que anime su vida y se convenzan de que somos todos llamados a gustar y a sentir el amor que vive dentro de uno mismo y que no cesa de amarnos invadiendo poco a poco el corazón hasta hacerlo todo suyo.
Me invitaron a compartir mi experiencia de cómo he vivido la presencia desbordante de un Dios que me ha amado siempre y le ha dado sentido a mi vida, seduciéndome, enamorándome, haciéndose historia con mi historia y vida de mi vida: «¡Cómo no hablar de ti, Señor, si Tu voz me quema dentro!»1.
Se trata de la «Contemplación para alcanzar amor»2 que propone Ignacio, al final de los Ejercicios, último ejercicio que pertenece a la «Quinta
* Licenciada en Pedagogía de la Universidad Panamericana de México. Licenciada en Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana de México. Ha sido provincial y formadora de su Congregación en México. Actualmente hace parte del equipo de formadoras del Noviciado Latinoamericano de las Religiosas de Jesús María en Bogotá y Trabaja en la Pastoral Carcelaria.
1 Cfr. Jer 1, 4-10.
2 Cfr. Ejercicios Espirituales 230-237.
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Semana», y que se traduce en alcanzar en la vida la actitud permanente que la dirige, la define: «En todo amar y servir»
Compartir lo que ha hecho el Señor conmigo y cómo ha tenido compasión de mí, es relatar, traer a la memoria los beneficios recibidos como algo que poco a poco me ha ido «alcanzando amor» y ese amor me ha lanzado a servir.
¿Qué es lo que puedo compartir con ustedes?, ¿Qué puede interesarles?, ¿Qué novedad les ofrezco?, Mi historia a la luz de la contemplación para alcanzar amor, ¿Puede decirles algo?
El primero que lo hizo fue Dios, se nos comunicó con la Palabra que se hizo vida y acampó entre nosotros3. Una palabra que se hizo historia hasta la muerte por amor. He experimentado en mi vida ese amor encarnado en mí como un regalo, su amor me ha abrazado desde el seno materno y a lo largo de la vida me ha acompañado, dirigido, orientado, y sostenido. Esta experiencia de sentirme invadida por su presencia es el proceso de lo que ha dado sentido y fundamento a mi vida.
Nada más práctico que encontrar a Dios, que enamorarse de Él de manera absoluta y para siempre. Lo que ama, lo que captura tu imaginación lo afectará todo… enamórate y permanece en el amor; eso lo decidirá todo4 .
LA EXPERIENCIA DE SENTIRME REPARADA Y RECONCILIADA DESDE EL AMOR DE DIOS INTEGRA EN MI LA CONTEMPLACIÓN PARA ALCANZAR AMOR
EN LA VIDA COTIDIANA
San Ignacio tiene la experiencia de un Dios que está empeñado en amar. La conversión se realiza precisamente como respuesta a ese amor primero de Dios por su pueblo, por su criatura. El «conviértete para que te perdone» se transforma en un «te amo para que te conviertas». El punto de partida es, entonces, la experiencia profunda del amor de Dios. La experiencia de reconciliación con Dios y con nosotros mismos nos debe llevar a sentirnos centrados de nuevo y plenamente en nuestro principio y fundamento.
3 Cfr. Jn 1.
4 Cfr. Pedro ArruPe S.J., Enamórate.
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No creo equivocarme cuando digo que ya experimenté desde hace tiempo que estoy perdonada, redimida, reparada y que Dios me recrea todos los días, me protege, me inspira, me acompaña y va acrecentando día a día mi amor hacia El y hacia todo lo suyo. Aunque ya estoy convencida de que ya no tengo pecado, porque ya está perdonado, no por eso digo que ya estoy en el cielo. No, todavía estoy en la tierra y piso el suelo. La realidad de mi persona que se va gastando, se va limitando, alentando, debilitando, a él le pido que me sostenga, me fortalezca, encarnado en mí, en mi humanidad, aprendo a buscarlo en mí y amarlo en mí, a tratarlo con cariño inmenso, con paciencia y respeto. No tengo pecado, pero puedo volver a cometerlo. Vivir plenamente consciente… tratar de sentir y gustar el amor creador de Dios, comprender que he sido creada para amar descubrir la manera de ser y de vivir lo que soy, realizar el proyecto de Dios de ser su hija muy amada. Vivir en estado de consolación, invitada a glorificar a Dios con mi alegría, a tener vida en abundancia, para poderla dar en abundancia.
La Contemplación para Alcanzar Amor no es más que dejar vibrar lo que ya existe en mí
Vivir «haciendo cielo la tierra», ser instrumento de tu gozo y de tu paz. Potenciar mi identidad, ser cada vez más yo misma, ser lo que Dios soñó al crearme, al llamarme a ser concebida, por amor, con todas las gracias con la que me bendijo al nacer, de colocar sus deseos en lo profundo de mi corazón de responder con fidelidad alegre a la llamada que me hizo de ser para Jesús y para su Causa, en y desde Jesús-María.
La Contemplación para Alcanzar Amor no es más que dejar vibrar lo que ya existe en mí, avivar un fuego que está presente, de estimular algo que ya existe dentro de mí, de dejar poco a poco ser invadida por la presencia desbordante de un Dios que «me embaraza».
Y no ser sorda a su llamamiento. Porque el Amor está herido, el Amor no es amado… este Amor no amado hace una opción por nosotros, por mí, que le cambia para siempre, ¿Cómo hacerme sorda a su invitación, a su llamado? ¿Cómo no tomar la decisión de entrar en ese mundo por el que él entró nuevamente encarnado para dar su vida a través de la mía? Me invita a hacer redención con él. Es él, presencia humilde, es llamada, es entrega, es Siervo, es consolación. Es quien se hizo compañero de mi historia, amigo y
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La experiencia de integrar la CAA en la perspectiva de mi vocación a la vida religiosa y mi apostolado en la formación
Maestro, servidor hasta la muerte y consuelo en la Pascua. Este es el beneficio, la bendición sobre mi vida. Jesús, él me ha mostrado el camino de cómo vivir el Principio y Fundamento. Su llamado ha movido en mí la pasión por el Reino; la opción de Jesús, de hacer redención, salvar, reparar al hombre, mantiene despierto en mí un fuerte y apasionado deseo de dar la vida, al igual que él la dio. Jesús, pudo seducirme, me invitó y me dijo: ¡sígueme!
Me invitó a servir y amar la realidad de nuestro mundo y lo he vivido con el deseo de descubrir en él su Rostro. La trayectoria de mi vida consagrada me ha hecho reconocer que no he caminado a la deriva, Dios le ha dado sentido a mi vida. Acrecentó el deseo en mí de ser esposa y madre, de tener vida plena y ser fecunda, de sentirme entregada por amor a un Amor que no muere nunca, Y me hizo comprender que la unión con él, da fruto y fruto abundante. Me eligió Jesús-María, una familia religiosa, para compartir la vida y la misión. Contemplar mi vida desde el amor, pide traer a la memoria los beneficios recibidos: la vida, el llamado a seguirle y la misión.
La experiencia de un amor que perdona, que se entrega, que vive para los demás la fui recibiendo a lo largo de la vida. La Congregación de JesúsMaría es el lugar en el que he podido realizar mis deseos de darme de extender su reino de hacerlo conocer y amar. Dedicada durante muchos años a la formación, como maestra de novicias; acompañando la experiencia de Dios en cada una; descubriendo su amor inagotable, su elección, su intimidad, su proyecto. Compartir la experiencia de buscar juntas nuevos caminos de conversión, de cambio, de renovación. Deseos de vivir radicalmente nuestra opción, opción que nos lanza a amar sin condiciones.
El llamado a descubrir otros carismas en la Iglesia, comprometiéndome durante varios años en la Conferencia de Institutos Religiosos de México, a acompañar a otras hermanas que junto con nosotras queríamos renovar la vida religiosa desde dentro. Experiencias de crecimiento, de frustración, de lucha, de gestación de una vida nueva que manifestara como la respuesta de un amor gratuito, incondicional que quiere hacer redención.
Mi trabajo y presencia en la cárcel de Guachochi5, con internos indígenas, me descubrió el lado humano de lo aparentemente «inhumano»,
5 Pueblo situado en la Sierra Tarahumara, Chihuahua, México.
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muchachos que pude querer entrañablemente, Este rostro desfigurado lo volví a buscar encarcelado en «La Modelo», una vez enviada a Bogotá. ¡Lo reconocí, en la gente que sufre!, Seres humanos que viven el lado opuesto de la vida, que viven muertos, sin vida, hambrientos de todos los elementos que necesitan para vivir de manera plenamente humana privados de su libertad.
Las consecuencias de la mala distribución de las riquezas, las decisiones injustas e interesadas de gobiernos corruptos, de una sociedad perdida en el consumo de alcohol, drogas, etc., los robos, violaciones, abusos, exclusiones, rechazos, distorsiones, secuestros, guerras, envidias, venganzas. En muchos casos y en casi todos se podría simbolizar a la humanidad caída, derrotada, hundida en la basura, expuesta a la mirada de todos que no salva, que juzga, que condena, que rechaza, que sospecha, que hiere. Un mundo huérfano sin Padre, lanzado al vacío a la oscuridad, a la soledad en el que las cosas no lo acompañan, cerrado a la Bondad y al perdón… ¡condenados a muerte!
Entrar a «los infiernos» que hemos construido los hombres y mujeres de hoy, las cárceles, con la mirada contemplativa, materna y reparadora, que mira más de mil rostros que ocultan un delito, una tragedia, en donde se oyen murmuraciones, nombres llamados por «alta voces», señalados, humillados, oliendo a sudor, a vergüenza, a difamación, abrazados por el peso enorme de la injusticia, de la culpa, del mal trato, del olvido, de la desesperanza, del sin sentido, sumado a esta situación el dolor físico; cabeza, músculos, estómago, deseos de vomitar, de llorar, llorar, llenos de tristeza, y de amargura, y escucho en mi interior: «consolar, consolar a mi pueblo, diles que los amo». ¡Es verdad! «Yo te he elegido para amar te doy mi fuerza y luz para guiar», ¡Cómo quedarme paralizada ante esta voz que quema dentro!
Está es una de las experiencias de vida plena que expresa mi vocación, mi llamada a hacer presente la Bondad operante y el perdón porque su Amor no tiene fin y desea ser conocido y amado. Desde esta situación existencial despojada y nueva, podrán hoy contemplar al Jesús del evangelio. En ese encuentro podrán experimentar que nace dentro de ellos el don que Dios nos regala hoy, y que en ellos, los descalificados, encontrará Dios reparada la capacidad para derramar en ella, la novedad evangélica que a todos nos hace más humanos, el amor que «vino a servir y no a ser servido». Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Desolada», sino, que te llamarán «Mi
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preferida» y a tu tierra «Desposada» porque el Señor te prefiere a ti y tu tierra tendrá «marido»6.
Gracias a las mociones del Espíritu llegué a compromisos concretos como a trabajar en asumir y vivir la realidad, a estar dispuesta a escucharla y meterla en el corazón porque habla, porque invita, porque ahí está Dios mostrándome su plan, el plan de lo sencillo, del día a día que le basta para descubrir el paso de Dios presente en la mirada misericordiosa, que reconoce al hijo que estaba perdido y hace fiesta y se alegra al encontrarlo. Desde esta plataforma en la que me debo «parar descalza» y aprender a mirar como mira Dios, mirada contemplativa del amor que hace nuevas todas las cosas.
La contemplación para alcanzar amor es el dinamismo de transformación que nos hace ver a Dios en todas las cosas y a todas en él
CONCLUSIÓN
Todo, absolutamente todo, pasa por la mirada creadora de Dios, amor que se ha derramado en nuestro corazón para que una vez transformado, mire desde dentro y alabe y bendiga a Dios que todo lo ha creado para nuestro bien.
La contemplación para alcanzar amor es el dinamismo de transformación que nos hace ver a Dios en todas las cosas y a todas en él. Concluyo diciendo que para alcanzar amor se necesita ver a nuestro alrededor que Dios ha esparcido su bondad y ha llenado con ella toda la tierra. La mirada contemplativa se va haciendo al mirar sintiendo y al gustar amando lo que Dios ha querido regalarnos con Jesús que ha hecho nuevas todas las cosas.
Descubrí a lo largo de mi vida y al recorrer los beneficios que Dios me ha regalado, su Presencia fiel y amorosa desde mi concepción, desde el seno materno. Mi identidad de hija muy amada diariamente fortalecida y confirmada que me transforma en don para los y las demás personas con cuyos nombres ¡se escribe mi historia! Y canto llena de alabanza agradecida, ¡Cómo le cantaré al Señor por todo el bien que me ha hecho! Hablaré de las maravillas que él ha hecho conmigo, a mis hermanos.
6 Cfr. Is 62, 4.
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Hernández Caro, S.J.
Conspiración para amar
Andrés Hernández Caro, S.J.*
Dado que este panel tiene por nombre la contemplación del Simposio y su relación con la cotidianidad, me centraré en mi experiencia. No puedo menos más aún si se trata de un ejercicio espiritual. Así que lo que les compartiré en estos momentos será algo que pasa en mi vida, en mis días, mi tiempo, mis lugares, afectos, dificultades, mis luces y mis sombras.
Lo haré de la siguiente manera: partiré de la experiencia de cotidianidad, como escenario existencial y de la fe, para luego compartirles lo que he llamado un ‘extravío’ en la cotidianidad que es el modo como sucede en mí la Contemplación que nos ocupa y terminaré comentándoles porqué entonces experimento con ella una conspiración para amar.
LA EXPERIENCIA DE COTIDIANIDAD
La vida no podemos sino vivirla en la cotidianidad, gran parte de ella discurre en los días comunes y corrientes. Son de muchos colores, pero también de una inevitable rutina. Casi que a veces cuando nos consume el tedio de la vida no podemos ver bien la diferencia de un día respecto de otro. La levantada, el transporte público, los andenes abarrotados de gente, un horario
* Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Actualmente adelanta estudios de Filosofía en la misma Universidad. Realiza su apostolado con la comunidad de Altos de la Florida en Soacha y en el Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios – CIRE.
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implacable, comidas que luchan por hacerse saber en nuestra boca y noches con cansancio, sé que no son extrañas en mí y sé que también no lo son para ustedes. Vamos aleatoriamente de días en los que a veces no sabemos si fue la rutina la vivió el día por nosotros y días en los que definitivamente reencontramos la magia de que la vida es un regalo que no podemos menos que recibir, gozar, disfrutar, compartir.
La experiencia de la cotidianidad, aún así la experimento como un continuo constituirnos en lo que somos y estamos llamados a ser. Me inspira mucho esos momentos de comienzo de la mañana en donde luego de un merecido descanso retomamos la vida, miramos en qué va el cuento y nos lanzamos a vivir ese día. María Mercedes Carranza en “El Oficio de Vestirse” nos cuenta con qué dignidad retomamos la existencia que nos depara cada día:
«De repente, cuando despierto en la mañana me acuerdo de mí, con sigilo abro los ojos y procedo a vestirme. Lo primero es colocarme mi gesto de persona decente. En seguida me pongo las buenas Costumbres, el amor filial, el decoro, la moral, la fidelidad conyugal: para el final dejo los recuerdos. Lavo con primor mi cara de buena ciudadana visto mi tan deteriorada esperanza, me meto entre la boca las palabras, cepillo la bondad y me la pongo de sombrero y en los ojos esta mirada tan amable. Entre el armario selecciono las ideas que hoy quiero lucir y sin perder más tiempo me las meto en la cabeza...»
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Andrés Hernández Caro, S.J.
NOS
CONSTITUIMOS EN EL TIEMPO
En este continuo constituirnos en lo que somos y estamos llamados a ser, «siendo» como lo diría San Ignacio, necesita de nosotros una capacidad de acogida enorme y de una creatividad generosa para que este pleno existir tome posesión de nuestros días y nuestros lugares. No vivimos solos y es común que vivamos en ciudades que compulsivamente nos han instalado en un régimen de estrictos «haceres» y diversión sin-medida que la verdad nos enajena, nos hace superficiales y lo peor aún: nos arranca la vida de nuestras propias manos obligándonos a automatismos que nos quitan de nuestras posibilidades el deseo de qué queremos hacer con nuestras vidas.
Esta situación sucede en existencias habitadas, en personas que vivimos cada uno a su manera, una precariedad existencial por más que nos sintamos convocados por lo infinito. Una vez nos percatamos de que existimos y que toda nuestra vida discurre entre el logro (plenitud) y malogro (fracaso) de esta vida que no se nos ha preguntado vivir y casi que obligados a transcurrir, sentimos un vértigo que activa los mecanismos de defensa que tenemos más a la mano.
Para mí ha sido de gran luz saber cómo desactivar la compulsión del «hacer», que es el modo como se produce en mí la fatiga existencial, para solamente dejarme ser. Es decir, «siendo» como lo dice Ignacio en el Principio y Fundamento al indicar que estamos siendo creados continuamente. Llegar a la experiencia del «siendo», sin pasar por la lejana imperturbabilidad de los héroes, ha sido para mí la experiencia de ser acogido, en mi capacidad y mi fragilidad, como quien reposa en paz y puede disfrutar con alegría el devenir de la vida, permitiéndome hacerla tan libre para abrirse al sin-fin de experiencias que los días nos regalan.
¿Cómo se desactiva en mí esa compulsión en la cotidianidad? En mi caso personal, pude hallar las pistas de los mecanismos de defensa a partir de mi propia historia y acogiendo el vértigo existencial al que todos estamos llamados a vivir y necesariamente como la aceptación de una finitud así siempre tienda a salir de mí, teniendo por claro, por cierto y gozoso: que el primer lugar de acogida, soy yo mismo. Hasta aquí lo que como ser humano experimento, pero debo decirles que más toco la plenitud de mi persona cuando esta experiencia humana es fecundada por mi fe.
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EL SALTO DE LA FE
Aquí es donde «ser creyente» se me descubre tan vital, tan fuerte, tan imprescindible para mi vida. La conocida expresión de «ponerse en las manos» de Dios, de tan larga tradición en nuestra fe judeo-cristiana, es para mí la experiencia de acogida de mi persona por la trascendencia todas mis capacidades y debilidades dejando en mí una paz profunda y una creatividad abonada. ¿De qué modo sucede? Por medio de la experiencia de la ternura como ese resalte de belleza y cariño que se fusionan en una expresión afectiva.
Jesús, en los estudios históricos que se han hecho de su persona, retomando seguramente una tradición judía acerca de la imagen de Dios1, lo que proclamó acerca de Dios es el ya conocido Abbá. Esta expresión que traduce «papito» en mi sucede como un Dios ternura. Es tan importante que mucho de su predicación era acerca de la experiencia de qué Dios y cómo ello repercute en todo lo demás, tanto que sus últimas palabras fueron un eco de esta experiencia2 .
¿Pero por qué la ternura es tan importante? Porque es una experiencia muy similar de la que podemos tener de Dios, que en mi caso personal tiene todo de gratuita, cariñosa, inundante, renovadora. En una palabra: de confianza (comprendo entonces porqué es tan radicalmente importante cuando quiso enfrentar una imagen de Dios legalista o justiciera3 y por qué en nuestra actividad pastoral partir de la renovación y experiencia de la imagen de Dios es tan gratificante para un proceso de fe).
La ternura, como base de la confianza en la que se basa la fe, enraíza ese «siendo» y a su vez, «me deja hacer» por el mismo Dios quien ya ha abo-
1 Para aportar las citas más significativas para mí, encuentro las siguientes: «Como un Padre tiene ternura con sus hijos, así el Señor tiene ternura con sus fieles» (Sal 103,13), «cuando Israel era un niño yo le amé... lo levanté en mis brazos, lo atraje con ligaduras humanas, con lazos de amor. Fui para ellos como quien alza una criatura contra su mejilla y me bajaba hasta ella para darle de comer» (Os 11,1-4), «cariñoso con todas sus criaturas» (Sal 145, 9), Él te colmará de gracia y de ternura» (Sal 103, 4), «aunque mi padre y mi madre me abandonen, Dios estará conmigo» (Sal 27, 10). «¿Puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas?... Pues, aunque una madre se olvidara, yo nunca podría olvidarme de ti» (Is 49,15)
2 «Padre, en tus manos encomiendo mi vida» (Lc 23, 46).
3 No era extraño en Jesús la ternura: «Los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos» (Mc 10, 16). Él nos mira como al joven rico, a quien «miró con cariño y lo amó» (Mc 10, 21).
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Andrés Hernández Caro, S.J.
nado mi interioridad de confianza. Teilhard de Chardin, de un modo muy bello lo decía con un «Adora y Confía» que sin dudar nos termina sacando de las trincheras de nuestras terquedades y rendir nuestras ambiciones y avaricias disfrazadas de metas y proyectos. Una cotidianidad que puede sentirse tocada por la confianza, es entonces una cotidianidad que en mi caso personal está perceptible a la fe, al vínculo con un Dios tierno.
Nuestra felicidad solo se hace posible con el vínculo que tengamos con el otro, con la otra
Ahora, el llamado ‘éxodo de sí mismo’, es un innegociable, porque constituye la plenitud de la existencia ya que la confianza es solo el comienzo. Somos descentrados y como tal encontramos que así como tenemos un ancla afectiva de la ternura de Dios en sus manos este es un punto de partida y nuestra felicidad solo se hace posible con el vínculo que tengamos con el otro, con la otra. Hablo de las elecciones del corazón que no tienen razones y nos dejan derramar el corazón en otro, en otra. Hablo del hábitat del corazón que queda impregnado de «otro» y de la alegría de contar en nuestra vida con oportunidades para gastar las delicadezas del corazón en otro.
Ustedes dirán, ¿y a qué horas se va a ocupar de la Contemplación? Pues lo que les acabo de contar es precisamente es la cotidianidad como se expresa en mí desde la fe, pues si nos vamos a atener a un ejercicio espiritual que tiene su eco en nuestros días, suponemos a un creyente y su cotidianidad. La experiencia del día-a-día no sucede en ambientes interiores deshabitados y por ello me he tomado unos momentos para presentarles un poco la configuración de mi interioridad como ser humano y como creyente.
LA EXPERIENCIA DEL ‘EXTRAVÍO’ EN LA COTIDIANIDAD Y CÓMO ME RETORNA A ELLA MISMA
Entonces, sin más dilaciones, en esta cotidianidad, ¿cómo sucede la Contemplación para Alcanzar Amor? En esta vida, cargada tanto de lo simple como de unas dosis de sorpresas impresionantes, en donde la rutina nos hace medidos cálculos de esperanza, sucede en mí algo que me saca del automatismo al que la rutina me conduce cuando se ha desactivado el vigor existencial. Generalmente ocurre cuando la vida se encuentra impregnada de la confianza de la fe en un Dios ternura y de la alegría que dejan los otros,
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más «siendo», pero es más agradecida la experiencia cuando me encuentro de alguna manera en desolación.
Lo llamaría instante, si, porque es una estación en la que se detiene la lógica del día y me pone absorto, me pone atento, silencioso y gracias a Dios los discursos en mi cabeza se detienen. En esos momentos, el brillo prudente de las cosas con que me encuentro todos los días y la sencillez de la gente con la que vivo mi día: me asume. En ese momento, las formas, el color, la temperatura toma un espacio en mi interioridad distinto. Hablo de una experiencia de belleza.
Siento que la escena, como un arpón, me ha tocado con suave y atrayente sensibilidad. Allí se aquieta todo menos mis emociones. Casi que, como un buen samaritano, me he recojo de mis trillados días de afanes y rutinas a las cuales debo llegar, y puedo al fin arrancarme de mis horarios al menos por este instante. Y como instante que es, dura lo que tiene que durar, pero hace lo que tiene que hacer: capturar el alma por un momento, detenerla.
Me vienen ahora mismo las líneas del poema de Benjamín González Buelta «El océano y la esponja», porque describen con holgura esto que me pasa:
El pensamiento se extingue solo y enmudece imposible la palabra. Ni esclavo ni ladrón, sin nervios tensos como rejas, ni susto hijo del miedo, ni prisa con sangre de avaricia, recogidos todos mis sueños y sospechas, voy dejándome perder en esta oscura certeza sosegada. No sé cómo se incuba mi palabra en este abismo de silencio. No sé cómo brota tanta vida de esta muerte en que todo se detiene. No sé cómo mi yo sale más firme de este abandono en que me pierdo. No sé cómo te siento más cercano cuánto más me hundo en tu misterio. ¿Existirá otro no saber tan luminoso?
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Andrés Hernández Caro, S.J.
Por como queda sumido el corazón, puedo decir francamente que una vez más estoy delante de una Contemplación (gratuitamente, como una gracia, sin haber querido provocar nada, de improviso, inundante y profundamente afectiva ). No porque esté en mi habitación, «supino rostro arriba» dejándome llevar por una escena que ha brotado de mi interioridad. Esta vez estoy fuera de mi habitación, la realidad encarándome, dejándome llevar por una escena que ha brotado de la vida misma. ¿Qué de extraordinario tiene? Que el corazón logra descubrir, sin dejarse trabar por los vericuetos de la cabeza, que en cada opacidad, en cada tono, en cada forma hay una intención, así como el pintor no ha dejado al azar sus trazos ni el escultor sus formas. Si viene pues de Dios, ¿hay que descubrirla? No para descubrirla sino para descubrirse, puede que tenga un hondo significado o no, simplemente detiene, asume, toca la sensibilidad.
Esto me hace reconsiderar que no estoy entonces frente a un escenario con naturaleza muerta sino que cada cosa tiene su vida propia, así como el artista hace participar en su composición las voces de los colores y las tonalidades de las formas. Por eso les hablo de una experiencia estética, tal como la que podemos tener con un Bach que nos acerca a lo sublime o un Van Gogh que nos desentraña la belleza de la cotidianidad, como algo que roba el corazón, inspira, toca, estremece y pone nuestra sensibilidad a nuevo tono.
¿Y a que apunta esta experiencia? A entibiar los sentimientos, a reverdecer los afectos y de esta manera dejarlos enervar y hacer de nuestra experiencia del amor una que está del modo más transparentemente arraigada en nuestras emociones. Por ello puedo decirles que en mi experiencia, es un desanudar la interioridad para sustentar un amor que quiere hacerse pleno para dar pleno sentido a la existencia.
UNA CONSPIRACIÓN PARA AMAR
Aquí es entonces donde comprendo el hecho de que esta Contemplación que nos ocupa haya sido puesta al término de los ejercicios. En Ignacio es común que haga de ciertos ejercicios una «bisagra» que articule, de línea, continuidad al proceso de los Ejercicios. Esta Contemplación, al ser la última nos enlaza lo vivido en Ejercicios con la vida cotidiana, precisamente. Por ello trae como materia la vida y lo vivido en los Ejercicios para que fundiéndolo
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en una experiencia emocionante, como resulta ser este ejercicio, se de lugar a oasis de vida en el Espíritu.
Ignacio es consciente de cuánto el mundo puede robarnos de nuestra experiencia espiritual y de nosotros mismos. Por ello quiere dejar unas huellas interiores que sean vasos comunicantes con lo vivido en los Ejercicios que es la renovación de la mirada de la vida a partir de la experiencia de Dios, como gracia, como amor de Dios. Por ello los puntos estén dirigidos a repletar la interioridad de los instantes que hicieron renovar nuestros afectos durante ejercicios. En mí, ‘los beneficios recibidos’ y lo ‘creado’ terminan siendo la materia prima que estéticamente me captura y creo que abren un espacio en mi sensibilidad para traer a colación la experiencia vivida en los Ejercicios. Esto, porque siento que se renueva la mirada y me ponen ‘a tono’ con mi más ‘siendo’ y me dispone más a ser lo que él está conspirando.
Así las cosas, la vivencia de estos instantes renovadores de mi interioridad, reaniman el ciclo del «recibir-dar» con que nos hacemos, desde lo finito, infinitos, por el amor. El mejor retrato es el ‘Tomad Señor y Recibid’, que siento en mí que apela a hacer más transparentes mis afectos para hacer mi afecto más hondo y duradero, de tal forma que solo así pueda llegar a ser: abriéndome.
De allí que algunos llamen de una manera muy bella que es una Contemplación para «ser alcanzados» por el Amor, esto es, para que el amor que llevamos dentro sea alcanzado por nuestros afectos. En mi ocurre con toda la potencia de la belleza y me ayuda a dejar atrás la rutina y el discurso, para dejarme renovar la sensibilidad y consolidar mis afectos, incluso algunas veces más allá incluso de mis convicciones y proyectos.
Para terminar, quisiera concluir con el título de estas líneas: «Conspiración para amar». Le he dado este nombre a esta ponencia porque, siguiendo mi experiencia, encuentro que si pudiéramos tener una mirada global de esta Contemplación, en últimas es un amor seductor que quiere con la gracia, en medio de las batallas, búsquedas, encuentros y desencuentros que tenemos en la vida, conspirar algo. Digo conspiración, porque es una trama que va en subterfugio (no la vemos) y de pronto llega de repente, devuelve la libertad y la dispone para algo nuevo. Es el momento de más grande fulgor: hay un entramado que se ha venido haciendo y finalmente se nos es develado lo que en últimas estaba Dios pretendiendo con nosotros con el proceso de los
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Andrés Hernández Caro, S.J.
Ejercicios. ¿Qué conspira? En mí, encuentro que es el modo como Dios nos ha retratado la manera como podemos ser más libres para amar.
Y esto, «basta», dice San Ignacio. Vivir esto al filo de la existencia es un trabajo de liberación, de amor, de gracia pedida, rogada y dada. Por eso, la vida tan regalo como es, y yo, como don de transparencia llamado a ser, le hallo la razón a Bertold Brecht cuando escribió:
No acepten lo habitual como una cosa natural, pues en tiempos de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe ser natural, nada debe ser imposible de cambiar.
Detrás de lo que vemos está lo que esperamos ver y no vemos.

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La vida conyugal como una permanente Contemplación para Alcanzar Amor
Sol Beatriz Bedoya R.*
Creo que la espiritualidad es una dimensión esencial para crecer integralmente como personas y al hacerlo enriquecer la vida de pareja. Existen muchos caminos, cuantos carismas espirituales hay, para crecer en ésta dimensión y mi propósito no es invalidar ninguno de ellos. Sin embargo, la experiencia que Iván Darío y yo vivimos a través de los Ejercicios Espirituales, esencia de la espiritualidad ignaciana, generó procesos que nos han permitido caminar hacia nuestra plenitud humana desde el cultivo de la relación con Dios.
Vivir la espiritualidad laical desde el carisma ignaciano nos ha aportado una gran riqueza. Nos ha llevado a encontrar en ella un «modo de proceder» desde las diferentes dimensiones de nuestra vida y de una manera muy especial nos ha permitido crecer en profundidad en nuestra relación de pareja.
SER «MUCHO MÁS QUE DOS…»
Comienzo mi participación invitándolos a escuchar el poema «Te quiero», del poeta uruguayo Mario Benedetti:
* Enfermera de la Universidad de Antioquia. Con estudios de Sociología de la Universidad Pontificia Bolivariana. Actualmente colabora en la Pastoral del Colegio San Ignacio de Loyola en Medellín y acompaña la experiencia de Ejercicios Espirituales Personalizados.
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Sol Beatriz Bedoya R.
Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos, somos mucho más que dos.
Tus manos son mi caricia mis acordes cotidianos.
Te quiero porque tus manos trabajan por la justicia. Tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada.
Te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro.
Tu boca que es tuya y mía, tu boca no se equivoca, te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía.
Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos, somos mucho más que dos.
Y por tu rostro sincero y tu paso vagabundo, y tu llanto por el mundo porque sos pueblo, te quiero.
Y porque amor no es aureola ni cándida moraleja, y porque somos pareja que sabe que no está sola.
Te quiero en mi paraíso es decir que en mi país la gente viva feliz aunque no tenga permiso.
Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos, somos mucho más que dos.
Ser mucho más que dos, es la expresión de lo que he vivido en mi relación de pareja y que ha sido nutrida por los frutos de la experiencia de los Ejercicios Espirituales, en los cuales tomé conciencia de como el Señor ha trabajado permanentemente en nuestra relación matrimonial para hacerla cada día más fuerte, más profunda y mas enraizada en El.
Hoy tengo la oportunidad de compartir este testimonio que ratifica que es posible un matrimonio que vive la promesa de amarse «hasta que la muerte los separe», encarnando en la cotidianidad de sus vidas el amor de Dios.
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La vida conyugal como una permanente Contemplación para Alcanzar Amor
Como pareja pasamos por las diferentes etapas por las que pasa un matrimonio: el Romance, la Rutina, el Conflicto, la Desilusión y la Transformación, descritas por la escritora Ibis Schlesinger1. A pesar de los ocho años de noviazgo y la solidez afectiva que sentíamos, vivimos los procesos de adaptación de la vida matrimonial: el salir del propio egoísmo, aprender a convivir, llegar a acuerdos superando las diferencias ideológicas, entre otros. Quizás los momentos más críticos como pareja se dieron en la etapa de educación y crecimiento de nuestros tres hijos. Aunque nunca llegamos a pensar en la separación, sentíamos que algo nos faltaba.
LA ESPIRITUALIDAD IGNACIANA: UN CAMINO PARA CRECER JUNTOS EN EL AMOR
Iván y yo nos conocimos en la temprana adolescencia, a los pocos meses de conocidos iniciamos nuestro primer noviazgo y a lo largo de nuestro caminar juntos siempre tuvimos un proyecto en común que íbamos construyendo, cada uno con las particularidades propias de su personalidad. Pasamos por el estudio del existencialismo, la militancia en los movimientos revolucionarios de la época, consolidar nuestro hogar en los primeros años de matrimonio, la crianza de los hijos, entre otros.
Inconformes con la rutina de nuestra cotidianidad, iniciamos una intensa búsqueda espiritual, deseosos de encontrar el sentido de nuestra vida. Nos Iniciamos en la práctica de la meditación trascendental y luego de explorar otras propuestas encontramos la oferta de realizar unos Ejercicios Espirituales Acompañados.
Al explicitar como los Ejercicios Espirituales nos permitieron desarrollar un dinamismo de amor transformante que nos llevó a fortalecer nuestra vocación laical en el compromiso del matrimonio, me apoyo en la afirmación de la religiosa Dolores Aleixandre, r.s.c.j..: «Los ejercicios, desde el comienzo hasta el fin, son una auténtica y progresiva ContemplaCión para alCanzar amor»2. Siguiendo los pasos que ella plantea, describiré como se fue materializando esa transformación en el proceso de cada etapa de la experiencia.
1 Fundadora y presidenta de la Fundación Ties To The World.
2 Dolores aleixanDre, r.s.C.j., El itinerario para alcanzar amor.
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Sol Beatriz Bedoya R.
En la consideración del Principio y Fundamento: En el portal de entrada a los Ejercicios, esta consideración me lleva a sentirme creación amorosa de Dios, que me hace partícipe de su vida, me regala su obra creadora y me invita a cocrear permanentemente. Mi respuesta a la gratuidad de este amor es la intención de ordenar mi vida, especificar cuál es el sentido de ella, manifestando el deseo de amar exclusivamente a Dios y así relativizar los medios que me llevan al fin para el cual fui creada. Descubro cómo por mis «afectos desordenados», había manipulación y por tanto una comunicación inadecuada con mi pareja. El tomar conciencia de esto nos condujo a expresar nuestros sentimientos de una manera más libre y sincera. Aquí puedo reconocer a mi pareja como un medio, muy importante para llegar al «fin para el cual fui creada». Experimento procesos de desapego para amar en libertad y con libertad
La experiencia de la primera semana: Experimentar la fuerza del pecado, sentirme limitada y débil, me conduce a sentir la grandeza del amor misericordioso de Dios Padre Madre. Quizás fue uno de los momentos más difíciles en mis primeras experiencias de Ejercicios Espirituales; un duro golpe para mi orgullo y pretensión de querer ser «muy buena», validación que recibía frecuentemente de la familia y amigos, que me consideraban la «buena» de la pareja. Qué importante fue esta gracia de sentirme pecadora y amada incondicionalmente para aceptarme y perdonarme; aceptar y perdonar a mis seres queridos y particularmente a mi amada pareja. Tomar conciencia de que tanto Iván como yo, somos seres débiles y limitados pero por esa misma debilidad, como lo dice San Pablo, fuertes por el obrar del amor de Dios en nosotros.
La segunda semana: Esta etapa de los Ejercicios Espirituales que nos lleva al «conocimiento interno» de un Dios que se ha humanado, que se asemeja en todo a nosotros menos en el pecado y que como amor encarnado nos dice que es posible vivir la vida en íntima comunicación con Dios Padre, en entrega generosa y fidelidad total a su voluntad. La experiencia de la segunda semana, despierta y consolida mi deseo de seguir a Jesús, me invita a hacer lo que Él hizo, retomando las palabras del Padre Gustavo Baena, S.J.: a «salir de mi misma en función del otro», superando las búsquedas e intereses egoístas, y de esta manera se aviva el deseo del cuidado de mi pareja.
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La vida conyugal como una permanente Contemplación para Alcanzar Amor
Tener como centro de nuestra vida el seguimiento de Jesús nos fortalece en nuestra decisión de amarnos cada día como si fuera el último que estamos viviendo. En el momento de hacer mi elección o reforma de vida, renuevo mi compromiso de velar por el cuidado de mi matrimonio, de amar a Iván «hasta que la muerte nos separe».
La tercera semana: Esta etapa de seguimiento de Nuestro Señor Jesucristo en la pasión y en la muerte que nos devela la locura del amor y nos lleva a contemplarle desde la solidaridad y la compasión nos compromete aún más en la decisión del amor fiel, en el amor de renuncias y en la decisión de amar en medio de la tristeza, el desengaño, el dolor y el sufrimiento. Durante estos treinta y seis años de casados Iván y yo hemos aprendido a no derrumbarnos ante las dificultades que se nos presentan, a relativizar, a apoyarnos y a salir fortalecidos ante las situaciones injustas y dolorosas que nos ha presentado la vida.
La cuarta semana: Nos permite vivir el gozo por los efectos de la presencia del Resucitado. Es un gozo que no se queda encerrado en sí mismo sino que quiere comunicarse e irradiarse a los otros. Puedo ver la presencia del resucitado en Iván y el así mismo verla en mí. Y es tal la fuerza de esa presencia que nos impulsa a proyectarnos a otros, a formar comunidad con otras parejas y a trabajar especialmente por aquellos que sufren y que necesitan ser consolados en nuestra comunidad, en el sitio de trabajo, en nuestra familia, entre otros.
La Contemplación para Alcanzar Amor
Al llegar a este momento de los Ejercicios Espirituales San Ignacio muy sabiamente nos invita a cerrar con broche de oro para que todo este itinerario de amor quede sellado en el compromiso de amar a Dios en todo lo creado y a ver en la creación a su Creador.
Se habla tan fácilmente del amor, muchas veces confundiéndolo con el enamoramiento, la pasión, las intensas sensaciones de la etapa de la conquista. San Ignacio con gran maestría aclara, con las dos notas previas, al inicio de esta contemplación en qué consiste el amor, y en esencia nos dice que el amor es compartir y dar, y en el desarrollo de ella nos presenta cuatro formas de alcanzar ese amor.
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Sol Beatriz Bedoya R.
Pienso en mi propio caso, en mi vida y en mi vida matrimonial. ¿Cuáles han sido esos beneficios recibidos, los regalos que he recibido de Él? ¿En qué dones percibo que se me ha dado El mismo? ¿Cómo Dios está trabajando para mantenerme con vida, creciendo y aprendiendo, creyendo y llena de esperanzas? ¿Me han conducido estos dones hacia el Creador?
Sentimos que nuestro amor es profundo y se expresa «mas en las obras que en las palabras»
Reconozco que Dios me ha dado muchos regalos a lo largo de mi existencia pero el más grande de todos es el regalo de una pareja que con su ternura, respeto, fidelidad, delicadeza, valoración, motivación, entre otros, ha sido el motor de mi crecimiento personal. Los frutos de este amor se han visto multiplicados en los tres maravillosos hijos que también reconocemos como regalo del Creador, los cónyuges de los que están casados y un hermoso nieto. El amor de Dios se me revela en todas las manifestaciones afectivas que Iván Darío me expresa y que nos permite vivir esta relación de pareja como compañeros, amigos, amantes y compinches. Se revela en cada uno de nuestros hijos y nuestro nieto, en la manera como van construyendo sus vidas.
Ver la presencia de Dios en todas las cosas, en las personas, en Iván, en todos los seres queridos; mi vida entera se conmueve con su presencia y esto me lleva a experimentar un sentimiento de inmensa alegría por el cuidado con que Dios labora en nuestra vida.
Realmente esta contemplación exacerba el amor por todo y por todos y de una manera especial aumentó la calidad de mi amor por Iván y de él por mí. No tuve mucha conciencia inicialmente, pero poco a poco nuestra vida se ha ido transformando. Sentimos que nuestro amor es profundo y se expresa «mas en las obras que en las palabras». Hay un compromiso que brota espontáneamente y que no implica un esfuerzo extraordinario pues nace del abandono y la confianza en Dios.
Ante tantos dones, nuestra respuesta es el entregarnos a lo que Él quiere de nosotros, a luchar por su Reino desde el compromiso comunitario, el apostolado de acompañar a otras personas en sus búsquedas espirituales, el acompañar a nuestros hijos y estar siempre atentos a realizar su voluntad.
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La vida conyugal como una permanente Contemplación para Alcanzar Amor
Contemplar nuestra vida, orar juntos todos los días para reconocer que es la presencia del infinito e incondicional amor de Dios, el que nos permite superar nuestra fragilidad y nos dispone para servirle de la mejor manera posible.
CONCLUSIÓN
Cuando opté por la vida matrimonial, no tuve mucha conciencia de los compromisos cristianos que estaba adquiriendo, en ese momento me declaraba atea y acudí al sacramento del matrimonio por no defraudar a mis padres. Este caminar por la espiritualidad ignaciana me ha dado la maravillosa oportunidad de darle sentido a mi vida y por ende a mi matrimonio.
Aunque desde que celebramos nuestro vigésimo aniversario, renovamos cada cinco años nuestros votos matrimoniales, somos conscientes de que es cada día de nuestra vida en que nos comprometemos a amarnos pase lo que pase.
Estoy convencida de que si no hay vida espiritual, es muy difícil sostener la decisión de amarse para siempre. Enfrentar los antivalores que nos presenta la sociedad actual requiere de personas decididas, que viven en permanente búsqueda y crecimiento para superar su egoísmo, soñar juntos y con ilusión vivir el día a día, en una permanente contemplación para alcanzar amor.

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Colección Apuntes Ignacianos
Temas
Directorio de Ejercicios para América Latina (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente I (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente II (agotado)
Los Ejercicios: «...redescubrir su dinamismo en función de nuestro tiempo...»
Ignacio de Loyola, peregrino en la Iglesia (Un itinerario de comunión eclesial).
Formación: Prop2uesta desde América Latina.
Después de Santo Domingo: Una espiritualidad renovada. Del deseo a la realidad: el Beato Pedro Fabro. Instantes de Reflexión.
Contribuciones y propuestas al Sínodo sobre la vida consagrada.
La vida consagrada y su función en la Iglesia y en el mundo.
Ejercicios Espirituales para creyentes adultos. (agotado)
Congregación General N° 34.
Nuestra Misión y la Justicia.
Nuestra Misión y la Cultura. Colaboración con los Laicos en la Misión. «Ofrece el perdón, recibe la paz» (agotado)
Nuestra vida comunitaria hoy (agotado) Peregrinos con Ignacio. (agotado)
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Temas
El Superior Local (agotado) Movidos por el Espíritu.
En busca de «Eldorado» apostólico. Pedro Fabro: de discípulo a maestro. Buscar lo que más conduce...
Afectividad, comunidad, comunión. A la mayor gloria de la Trinidad (agotado)
Conflicto y reconciliación cristiana.
«Buscar y hallar a Dios en todas las cosas» Ignacio de Loyola y la vocación laical. Discernimiento comunitario y varia.
I Simposio sobre EE: Distintos enfoques de una experiencia. (agotado) «...para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz» La vida en el espíritu en un mundo diverso.
II Simposio sobre EE: La preparación de la persona para los EE.
Conferencias CIRE 2002: Orar en tiempos difíciles. 30 Años abriendo Espacios para el Espíritu.
III Simposio sobre EE: El Acompañamiento en los EE. Conferencias CIRE 2003: Los Sacramentos, fuente de vida. Jesuitas ayer y hoy: 400 años en Colombia.
IV Simposio sobre EE: El “Principio y Fundamento” como horizonte y utopía.
Aportes para crecer viviendo juntos. Conferencias CIRE 2004.
Reflexiones para sentir y gustar... Índices 2000 a 2005.
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Temas
V Simposio sobre EE: El Problema del mal en la Primera Semana.
Aprendizajes Vitales. Conferencias CIRE 2005. Camino, Misión y Espíritu.
VI Simposio sobre EE: Del rey temporal al Rey Eternal: peregrinación de Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Pedro Fabro.
Contemplativos en la Acción.
Aportes de la espiritualidad a la Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús.
VII Simposio sobre EE: Encarnación, nacimiento y vida oculta: Contemplar al Dios que se hace historia. La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil Congregación General XXXV: Peregrinando más adelante en el divino servicio.
VIII Simposio sobre EE: Preámbulos para elegir: Disposiciones para el discernimiento. Modos de orar: La oración en los Ejercicios Espirituales. La pedagogía del silencio: El silencio en los Ejercicios Espirituales.
IX Simposio sobre EE: «Buscar y hallar la voluntad de Dios»: Elección y reforma de vida en los EE.
Sugerencias para dar Ejercicios: Una visión de conjunto. Huellas ignacianas: Caminando bajo la guía de los Ejercicios Espirituales.
X Simposio sobre EE: «Pasión de Cristo, Pasión del Mundo»: desafíos de la cruz para nuestros tiempos. Presupuestos teológicos para «contemplar» la vida de Jesús. La Cristología «vivida» de los Ejercicios de San Ignacio.
Apuntes Ignacianos 66 (septiembre-diciembre 2012) 136-139
XI Simposio sobre EE: La acción del Resucitado en la historia «Mirar el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae» (EE 224).
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (I)
Preparación para hacer los Ejercicios Espirituales. Disposición del sujeto (II)
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A todos nuestros lectores, el Centro IgnaCIano de reflexIón y ejerCICIos CIre, les desea una Feliz Navidad 212 y un Feliz año 2013, con la luz especial del Dios encarnado que nos permite descubrirlo en todas las cosas, para «en Todo Amar y Servir».

Contemplación para Alcanzar Amor
«En todo Amar y Servir»
Presentación 1
Ponencias
Contemplación para Alcanzar Amor 4
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Aproximación bíblico-teológica 17
Luis Felipe Navarrete, S.J.
La Contemplación para Alcanzar Amor y la vida cotidiana 40
Jorge Julio Mejía, S.J.
La Contemplación para Alcanzar Amor y la ecología 53
José Alejandro Aguilar, S.J.
Ejercitarse... para amar 72
María Clara Lucchetti Bingemer
Paneles
Papel de la Imagen pictórica
Li Mizar Salamanca B.
94
La experiencia de dar puntos y acompañar a quien ora la Contemplación para Alcanzar Amor 99
María Consuelo Escobar Hernández
La experiencia de integrar la Contemplación para Alcanzar Amor a la vida cotidiana 111 Alejandro Londoño, S.J.
La experiencia de integrar la Contemplación para Alcanzar Amor en la perspectiva de mi vocación a la vida religiosa y mi apostolado en la formación 114
Teresa Mesa, RJM
Conspiración para amar 120
Andrés Hernández Caro, S.J.
La vida conyugal como una permanente Contemplación para Alcanzar Amor 129
Sol Beatriz Bedoya R. Colección
136