

Apuntes Ignacianos
Número 61 Año 21
Enero-Abril 2011
«Pasión de Cristo, Pasión del Mundo»: Desafíos de la cruz para nuestros tiempos
X Simposio sobre Ejercicios
Espirituales de San Ignacio de Loyola
CENTRO IGNACIANO DE REFLEXION Y EJERCICIOS - CIRE
Espacios para el Espíritu Carrera 10 Nº 65-48. Tel. 640 50 11 Bogotá - Colombia
Nuestros Números en el 2011
Enero-Abril
X Simposio de Ejercicios Espirituales
«Pasión de Cristo, Pasión del Mundo»: Desafíos de la cruz para nuestros tiempos
Mayo-Agosto
Una lectura ignaciana de los Sacramentos
Septiembre-Diciembre
Espiritualidad y diálogo interreligioso
«Pasión de Cristo, Pasión del Mundo»:
La Pasión en las pasiones tardomedievales
José García de Castro, S.J.
La Pasión según San Ignacio .....................................
Jorge Caycedo Dávila, S.J.
La realidad de la cruz en Colombia ............................
Javier Giraldo Moreno, S.J.
¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina? ....................
Juan Hernández Pico, S.J.
mujeres en un mundo crucificado
Olga Consuelo Vélez Caro
La cruz y las gracias de los Ejercicios
Philip Endean, S.J.
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Presentación
Hemos llegado al X Simposio de Ejercicios Espirituales que llevó por título: «Pasión de Cristo, pasión del mundo. Desafíos de la cruz para nuestros tiempos» Fue realmente una manera de entender más la III semana y de seguir redescubriendo las gracias de los Ejercicios.
El acercamiento al misterio de la cruz que acompaña a la vida humana y, al mismo tiempo, a la manifestación del misterio de Dios en Cristo que lleva su cruz y nos conduce al corazón el mundo, pretendió subrayar unas claves de interpretación. Se consideró ampliamente cómo desde la cruz se puede dar una mirada de conjunto a los Ejercicios ignacianos.
La espiritualidad de la cruz no es culto a la muerte. Si Jesús asume la cruz no es porque ama el sufrimiento, sino porque no lo quiere para ninguno. Si muere en la cruz no es porque menosprecie la vida, sino porque la quiere y la busca para todos, sobre todo para los más olvidados y humillados.
El camino temático recorrido partió de una ponencia que situó en el presente ignaciano e invitó a una gran fidelidad a la historia. JOSÉ GARCÍA DE CASTRO, S.J., nos ofreció un enfoque histórico-cultural a partir del cual nos muestra cómo Ignacio de Loyola recibe de su tiempo la devoción de la Humanidad de Cristo, y desde ahí se entiende el modo original y profundo como presenta la Pasión del Señor en los Ejercicios.
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Presentación
Mediante la ponencia: «La pasión según San Ignacio», JORGE CAYCEDO DÁVILA, S.J., nos ofreció unas orientaciones desde el texto mismo de la III semana, con base en su propia experiencia y con la ayuda de algunos comentaristas de los Ejercicios.
En diálogo con la realidad colombiana y latinoamericana, la cruz se ha proyectado con un tipo de sufrimiento y de barbarie. El grado de sensibilidad humana ha llegado a niveles de percibirla en los crucificados de la historia. JAVIER GIRALDO MORENO, S.J., presentó unos rasgos de la cruz de Jesús a través de la religiosidad popular y de la historia escrita de Colombia. A su vez, recoge algunos testimonios que han marcado momentos de conflicto y de martirio. Por su parte, JUAN HERNÁNDEZ PICO, S.J. lo hace desde Centroamérica, advirtiendo además que un sentido de solidaridad con la pasión de Jesús de Nazaret y de las personas crucificadas tiene sus dificultades. Estas las interpreta desde la expresión ignaciana que hace ver cómo «la divinidad y también la humanidad se esconden».
Para OLGA CONSUELO VÉLEZ CARO, el rostro femenino también forma parte del Misterio Pascual. Los sufrimientos de las mujeres revelan la presencia divina sufriente y redentora. El enfoque de su reflexión lo propuso desde la dinámica del dolor que engendra vida, la capacidad de resistir, y las exigencias y desafíos que se derivan de las alusiones a la cruz en el sufrimiento de las mujeres.
Finalmente, PHILIP ENDEAN, S.J., nos presentó la cruz como un misterio liberador y de vida. Se fija en tres fases de los Ejercicios: un símbolo de perdón y de vida renovada, más que de castigo. La gracia de la cruz es preparatoria para una gracia trasformadora, de vida nueva, de victoria de Dios. Es una invitación a seguir explorando acerca de «la cruz y las gracias de los Ejercicios».
Una vez más, queremos expresar nuestros agradecimientos por los aportes que nos ofrecieron cada uno de los ponentes.
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La Pasión en las pasiones tardomedievales
La Pasión en las pasiones tardomedievales
José García de Castro, S José García de Castro, S José García de Castro, S José García de Castro, S García de .J .J .J .J .J . .
Claves histórico-culturales para una comprensión de la Pasión en los Ejercicios de San Ignacio de Loyola
UN AUTOR SON SUS LECTURAS
En mis tiempos de estudiante de filología en la Universidad de Salamanca, hace ya no pocos años, un tan magnífico como exigente (y a veces desagradable) profesor de Crítica literaria solía repetir con insistencia que para comprender la obra de un autor, no hay que leer sus textos, sino primera y detenidamente leer sus lecturas.
La obra de un autor, por muy grande que pueda ser su capacidad de imaginar y fantasear, no puede liberarse del universo de referencias e influencias que han ido formando el humus anónimo, a veces atemático, no explícito, de todo aquello que ha ido recibiendo –tantas
* Estudió Filosofía y Filología en Salamanca, España, donde realizó también su Doctorado. Estudio retórico y léxico-semántico sobre las cartas y el Diario Espiritual de San Ignacio. Realizó su teología en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid) donde es profesor de Teología Espiritual y temas de Espiritualidad Ignaciana desde el año 2001. Actualmente es el Director del Instituto de Espiritualidad de Comillas y Editor de la Revista Manresa.
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José García de Castro, S.I.
veces sin darse cuenta– de su estudio, su lectura, sin duda, pero también de la misma vida, de sus entornos y paisajes, de su lengua y sus genes, sus fracasos y anhelos.
Es posible comprender el mensaje de Ignacio de Loyola, como el de cualquier otro autor, acercándonos y profundizando su legado escrito, lo que él nos dejó de sí mismo (más bien poco) y analizando críticamente lo que otros nos han dejado sobre él, sobre su vida, su trayectoria geográfica, su experiencia espiritual, su gestión en Roma…
Pero no me cabe duda de que para poder entrar en un ámbito semántico más o menos crítico de lo que él quiso u otros quisieron decir de él, necesitamos entrar en el ámbito sociocultural, en la matriz epocal que favoreció el desarrollo de un modo de conocer el mundo, de una configuración de las emociones y también de una manera de comprender a Dios, que también fue, irremediablemente cultural.
Desde la invitación del Concilio Vaticano II a las congregaciones religiosas a profundizar en el conocimiento experiencial, «conocimiento interno» diría Ignacio, de sus fuentes y sus orígenes, la Compañía de Jesús ha venido haciendo una labor en verdad admirable buceando de manera crítica y científica en sus orígenes y raíces. La bibliografía es extensísima y en ella cabe destacar, para agradecer de manera muy especial, con pasmo y asombro, la labor de los editores de la impresionante colección de casi 170 volúmenes llamada MONUMENTA HISTORICA SOCIETATIS IESU. Con todo, una rápida mirada al espectro bibliográfico hace caer enseguida en la cuenta al curioso investigador el desequilibrio tan enorme que hay entre unos y otros elementos del carisma ignaciano. Hemos estudiado casi todo lo imaginable sobre la persona de Ignacio y muy de manera especial el texto de los ejercicios. No podemos decir lo mismo de otras obras todavía en la sombra como numerosos aspectos de las Constituciones, el Diario espiritual, su enorme epistolario o numerosos textos de la primera Compañía de otros jesuitas, también protagonistas de la configuración del Carisma.
Los mayores esfuerzos de los últimos años por conocer las raíces de esta configuración antropológica y cultural de Ignacio tuvieron un momento de especial densidad en torno a los centenarios ignacianos, ya en
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La Pasión en las pasiones tardomedievales el que comienza a ser distante 1991. Las gruesas actas de aquel estupendo congreso de la Universidad de Deusto (9-13 setiembre 1991) así como las del Simposio Internacional de Loyola (15-19 de setiembre 1997) contribuyeron en gran medida a conocer de dónde venimos. Sí, venimos de Ignacio y de la experiencia del Espíritu que en él aconteció, pero… atención ¿de dónde viene Ignacio? Y más en concreto, para el tema que hoy nos convoca ¿de dónde le viene a Ignacio esta pasión por la Pasión de Nuestro Señor?
LA PASIÓN, EJE CONSTRUCTOR DE LA EXPERIENCIA IGNACIANA
Parece claro que la Pasión de Cristo fue un tema que ocupó, preocupó y apasionó a Ignacio de Loyola. La presencia del sufrimiento por Cristo y de desear incorporarse a su dolor por el amor a su persona atraviesa tanto su proceso personal recogido en la Autobiografía (Imitar a los santos en su ejercicios de pasión; visiones de Cristo en Jerusalén; visión de Cristo con la Cruz a cuestas (La Storta)1, como el itinerario más sistemático que propone en los Ejercicios: La experiencia del sentir interno de la vida que provoca el perdón se le ofrece al ejercitante ante Cristo puesto en cruz2; el Rey eternal y la oblación de mayor estima y momento3; en la encarnación que ya anuncia la Cruz «para venir a morir en Cruz», las «tres maneras de humildad»4, el colmo del amor… Incluso el dolor con Cristo doloroso y el quebranto con Cristo quebrantado que se ofrece como petición propia de la tercera semana5 es visto como un modo de consolación, como un paso del Espíritu por nuestra vida, cristificándonos. La segunda de las 3 definiciones de consolación que se ofrecen en el [316] introduce la Pasión de Cristo como causa del dolor religado a un amor que me hace «lanzar lágrimas»:
1 Cfr. Autobiografía 7, 48 y 96.
2 Cfr. Ejercicios Espirituales 53.
3 «imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual, queriéndome vuestra santísima voluntad elegir en tal vida y estado» [Ej. 98].
4 Cfr. Ejercicios Espirituales 107. «Por parecer e imitar más a Cristo nuestro Señor quiero y elijo más pobreza con Cristo pobre que riqueza; oprobios con Cristo lleno de ellos que honores y desear más ser estimado por vano y loco por Cristo que primero fue tenido por tal que por sabio y prudente en este mundo» [Ej. 167].
5 Ibíd. 203.
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Asimismo, cuando lanza lágrimas motivas a amor de su Señor, agora sea por el dolor de sus pecados, o de la Pasión de Cristo nuestro Señor, o de otras cosas derechamente ordenadas en su servicio y alabanza6.
LA PASIÓN SEGÚN SAN IGNACIO EN LAS PASIONES
TARDOMEDIEVALES
La incorporación de los Misterios de la Pasión al itinerario místico que proponen los Ejercicios, se apoya en la devoción tan enorme de la tardía Edad Media en torno a la Humanidad de Cristo. Es necesario pues, en un primer momento, aproximarse a la función y al valor de los Misterios de la VC en la Europa tardomedieval, para desde ellos adentrarnos en la Pasión del Señor.
Ignacio de Loyola en lo que respecta a la contemplación y devoción de los MVC entronca con lo que se ha llamado la «Edad de oro de la Devoción Medieval» (siglos XIV y XV). Junto con la humanidad de María, los misterios de la VC constituyeron el corazón de la piedad medieval. El gran iniciador de esta devoción apasionada a la humanidad de Jesús fue San Bernardo (1090–1153). Cuenta la tradición del Císter que cuando Bernardo contemplaba la pasión de Cristo en la iglesia del Monasterio, se le aparecía la Cruz; entonces Bernardo se levantaba y cubría de besos al Crucificado.
Autores clásicos de nuestra tradición como Juan Ruusbroeck, máxima expresión de la mística renano-flamenca, Brígida de Suecia, Catalina de Siena, Juliana de Norwich en Inglaterra o Juan Gerson en Francia, y por supuesto Tomas de Kempen con su Imitación de Cristo, contribuirán enormemente a encauzar la experiencia personal de oración y de Dios a través de los MVC. Todavía poco conocidos y divulgados permanecen tantos testimonios de las mujeres místicas medievales que contribuyen a configurar un halo emotivo y profundamente afectivo a los misterios de la Pasión del Señor desde corazones verdaderamente encendidos y enamorados de su Señor.
6 Ejercicios Espirituales 316.
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La Pasión en las pasiones tardomedievales
El movimiento iniciado por Francisco de Asís contribuyó enormemente a centrar la experiencia en Jesús y su humanidad, su propuesta de la vuelta al Evangelio (evangelismo puro) facilitaba una vía de mística desde la simplicidad y la ignorancia. Francisco no quería letrados en sus filas. Místico del calvario, el caballero del crucificado. La ambición de Francisco era ser conformado con Cristo Crucificado y aquella experiencia en el monte Albernia en que recibió los estigmas de nuestro Señor «Francisco fue totalmente transfigurado en la apariencia de Jesucristo crucificado, no sólo por el martirio de la carne sino por el fuego del amor que consumía su alma»7.
El mismo Francisco compuso un Oficio de la Pasión. Es de todos conocida la primera influencia del santo de Asís en los primeros balbuceos pseudo-espirituales de Ignacio en sus días de convalecencia en Loyola: « San Francisco hizo esto, pues yo lo tengo de hacer»8. En los orígenes, los jesuitas llevamos latente un germen de Franciscanismo que a lo largo del proceso espiritual de Ignacio que recibimos en la Autobiografía se ve reflejado con claridad en su escrupulosa manera de relacionarse con el dinero9.
Pero la piedad y devoción por la Humanidad sufriente de Cristo viene explicada en gran manera por enormes hechos políticos, sociales y militares que marcaron para siempre el destino de Europa.
Episodios de la historia del siglo XIV especialmente significativos contribuyeron a centrar no pocos aspectos de la experiencia religiosa en la figura del Jesús de los evangelios. La Guerra de los Cien años (13371453), la peste negra (1348-1349)10, el Cisma de Occidente (1378-1429), el apogeo de la dramática fisura entre teología y Experiencia, la salida de la espiritualidad de las aulas para habitar en monasterios, capillas de eremitas, celdas de ermitaños, acantilados o cuevas. Son años de profun-
7 SAN BUENAVENTURA, Vida de San Francisco, 13, 12.
8 Autobiografía 7.
9 Cfr. Autobiografía 40.
10 Devastadora enfermedad, verdadera pandemia que asoló Europa en la segunda mitad del siglo XIV. Calculan que unos 25 millones de personas murieron por esta peste sólo en Europa, a los que hay que añadir unos 30 ó 40 más en África y en Asia. La mayor pandemia del siglo XIV comenzó quizá en algún lugar del norte de la India, probable-
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da tristeza, desolación, pesimismo. La reacción expresiva ante esta situación se abre paso a través de expresiones cargadas de un pesimismo grande, que quiere encontrar salida a través de representaciones artísticas cargadas de dolor, de pena, de tristeza: las Danzas Macabras o Danzas de la Muerte. Crucifixiones cada vez más realistas, por, descendimientos, piedades (Pietà) que proyectan el sufrimiento personal y colectivo de una Europa sumida en el dolor, en el dolor de Cristo y de Nuestra Señora.
La Pasión de Cristo es así la máxima de las Pasiones pensables
La gente busca una salida, no tanto una explicación racional, a su dolor y sufrimiento y la pasión de Jesús abre así una ventana, una puerta para encauzar lo inexplicable, el sufrimiento del inocente. En la Pasión y sobre todo en la Cruz de Nuestro Señor, se abre una puerta a la resurrección, pasamos por Él, pero no acabamos ahí, sino en el triunfo sobre la muerte.
+ Cruzadas. Devoción especial por la Cruz
+ Lectura e interpretación muy literal de la pasión, la más ignominiosa de las posibles, la más cruel, la más larga. No hay pasión ni dolor ni sufrimiento mayor que el del Señor. La Pasión de Cristo es así la máxima de las Pasiones pensables, el sufrimiento tipo y, por supuesto, la manera «real» de estar el Señor ante el sufrimiento es el modelo ejemplo para todo creyente.
Devociones:
• Ecce homo
• Cristo atado a la columna.
• La Santa Faz, que queda recogida en la sábana que la Verónica utiliza para aliviar la subida de Jesús al Calvario.
mente en las estepas de Asia central, desde donde fue llevada al oeste por los ejércitos mongoles. La peste llegó a Europa por la ruta de Crimea, donde la colonia genovesa de Kaffa (actual Teodosia ) fue asediada por los mongoles. La Historia dice que los mongoles lanzaban con catapultas los cadáveres infectados dentro de la ciudad (si bien la enfermedad no se contrae por contacto con los muertos).
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La Pasión en las pasiones tardomedievales
• El camino de la Cruz (vía crucis). Paradas, estaciones. Reproducir su dolor y hacer la peregrinación interna con él. «Por su propia sangre nos ha adquirido una redención eterna»11. Esta práctica de devoción alcanza obviamente su mayor dramatismo en Jerusalén, recorriendo los lugares donde acontecieron los pasos de Nuestro Señor: encuentro con el Cirineo, con la Magdalena, con María su Madre. Contamos con un relato del siglo XV que cuenta más de cien estaciones siendo siempre la más importante el lugar del Santo Sepulcro. Hubo gente que dibujó los santos lugares de Jerusalén para después realizar réplicas en Europa de lo que permanecía en Jerusalén.
• La Cruz se convirtió en un signo omnipresente en caminos y vías de comunicación, capillas, ermitas populares. La Crucifixión fue el motivo más frecuente en el arte religioso de la Edad Media.
• Las Llagas y el Costado de Cristo. Una de las más desarrolladas a lo largo del siglo XIII. Llamada a la intimidad con el Señor a través de la imagen de su apertura en su cuerpo por las llagas: «Dentro de tus llagas, escóndeme». Los grandes místicos medievales San Bernardo, Guillermo de Saint Thierry, Enrique Suso, Juan Tauler… contemplan, oran, con las llagas de Nuestro Señor. Como máxima expresión de su amor. (estigmas: santa Gema de Galgani, san Francisco de Asís, Santa Catalina de Siena, santa Rita, Santa Verónica Giuliani)
Y con las llagas, inevitablemente, brota la devoción por los clavos que sostuvieron la humanidad salvadora de Cristo sujeta al madero de la salvación y por la lanza que abrió el costado de Cristo, origen de la Iglesia y sus sacramentos, puertas de redención y salvación. Y no sólo: la jofaina con que Jesús lavó los pies a sus discípulos, la esponja con que se dio de beber a Jesús en la Cruz, la caña, la corona de espinas…
11 Heb 9, 12.
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Pero sobre todo, de las llagas y del costado de Cristo brota la sangre.
• La sangre de Cristo. Las reliquias de la sangre de Cristo, la procesión de la Santa sangre en Brujas comienza en el siglo XIV, que tiene en Santa Catalina de Siena uno de sus principales representantes. Numerosa iconografía de ángeles recogiendo en cálices la sangre del costado de Cristo, símbolo profundamente eucarístico.
• «Precious Blood, Ocean of Divine Mercy, flow upon us!
Precious Blood, Most Pure offering, procure us every grace!
Precious Blood, Hope and refuge of sinners, atone for us!
Precious Blood, Delight of the Holy Souls, draw us!
Amen» - St. Catherine of Siena
Sangre del costado de Cristo, inebriame!
• La Cruz: los clavos, Cristo agonizando y muriendo en la Cruz. La Cruz se divulga por todas partes. Se pasa del Cristo-Rey, Pantocrator de la tradición bizantina al Cristo doloroso de los místicos del siglo XIII y XIV. Una cierta tendencia al patetismo, hacia la emotividad dolorosa, hacia el dolorismo. Primeros planos del cuerpo de Cristo, un cuerpo tremendamente realista, huyendo de simbolismos. La Corona de espinas
Los grandes predicadores de la Edad Media contribuyen también a generar este marco de Pasión en la experiencia espiritual del fiel común. San Vicente Ferrer (+ 1419), uno de los enormes predicadores del final de la EM Europea: las gloriosas llagas de Cristo (sermón 66), la Sangre, la corona de Espinas sermón 47, donde afirma que la corona de gloria no se recibe si no es a través de la corona de espinas, y para él, ser cristiano es estar crucificado con Cristo y recibir las llagas de Cristo.
Juan Gerson, y su sermón sobre la Pasión (1403) refleja muy bien la piedad medieval. Divide el proceso de la Pasión en 24 partes. En la Cruz está la fuente de la salvación: «Si el mundo te asalta, si la carne te da trabajo, si el enemigo te amenaza, apóyate en esa Cruz, y
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La Pasión en las pasiones tardomedievales ahí anclado o tendrás más trabajos, no dudarás más, no perderás nada». Gerson va practicando el «reflectir para sacar provecho» al que tanto Ignacio empuja, insistiendo no poco en el «por ti», «por ti». Gerson incorpora a María con frecuencia a los misterios de la Pasión, como amiga y seguidora de Jesús, al pie de la Cruz.
San Bernardino de Siena (+ 1444) tiene también preciosos sermones sobre la Cena (nº 54 y 55) y sobre la pasión (56). Explica las 28 razones de la pasión tan ignominiosa del Señor, los 12 frutos y desarrolla las 7 palabras de Jesús en la Cruz. Nos dejó un pequeño tratado de la pasión del Señor y un sermón sobre los sagrados estigmas del glorioso Francisco.
Se trata de predicaciones que buscan instruir en los elementos fundamentales de la fe a un pueblo sencillo, sin cargas teológicas, buscan despertar el afecto y ayudar al creyente a través de la palabra a acercarse a su Señor, moviendo el corazón a la devoción, al sentimiento, a veces suave y discreto y otras ocasiones apasionado e intenso, introduciendo la experiencia religiosa en la vida cotidiana.
Las Mujeres. Pero las que hablaron con pasión de la Pasión del Señor, fueron ellas, las mujeres. Tal vez continuando la presencia y cercanía todavía inexplicable de las mujeres
• Santa Gertrudis de Hefta (+ 1301): verdadera apóstol de la devoción de los viernes, la devoción a las llagas de Cristo, al corazón traspasado. Si bien la devoción tal y como hoy la conocemos al corazón de Jesús puede remontarse al núcleo de la espiritualidad francesa de los siglos XVII y XVIII con Margarita Alacoque, ya 300 años antes otra mujer había intuido el trasfondo místico de este símbolo de la Humanidad de Cristo.
• Santa Brígida (1305): Visiones de la pasión a los 10 años. Desposorios con Jesús, María su suegra. Recibe en revelación 15 oraciones
¡Oh Jesús, Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener ni limitar! Vos abarcáis todo; y todo es sostenido bajo Vuestra amorosa
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potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe clavaron Vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y no viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron Vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad. Extendieron Vuestro Cuerpo en la Cruz. Y con jalones y estirones violentos, en toda dirección, dislocaron Vuestros Huesos.
¡Oh Jesús!, en memoria de este santo dolor que habéis soportado con tanto amor en la Cruz, Os suplico concederme la gracia de temeros y amaros. Amén.
• Ángela de Foligno (+ 1309): éxtasis delante de cuadros de la pasión, que experimenta con intensidad: «Mi alma ha sido transformada en dolor hasta el punto que jamás había sentido». Es la sangre del costado de Cristo quien la purifica. «Somos transformados en él por el amor y por el dolor». Vive frente al crucificado. Va en peregrinación a Asís, y San Francisco en una visión le dice que es necesario hacer dos cosas muy importantes: vender todo lo que tiene, darlo a los pobres, y… dedicarse a meditar en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
• Catalina de Siena: (+ 1380). El Crucificado recorre y vertebra su gran obra, Los Diálogos. La humanidad de Cristo es el Puente, la puerta, el camino. Por la humanidad de Cristo se asciende como por una escalera y en lo alto se encuentra la Pasión, con cuyas amarguras y sufrimientos el alma se alimenta. En Cristo crucificado el alma gusta del agua viva de la Trinidad. Numerosas de sus cartas comienzan así: «En el nombre de Cristo crucificado y de la dulce Virgen María… yo le escribo y les animo por la preciosa Sangre…» La Sangre lo es todo: es la recepción y el amor de Cristo, en la sangre somos recreados y purificados, la sangre embriaga, fortifica, ilumina (carta 25).
Los misterios de la Pasión en los autores
Próximos a Ignacio
+ Tomas de Kempis
+ García Jiménez de Cisneros
+ Ludolfo de Sajonia
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La Pasión en las pasiones tardomedievales
LUDOLFO DE SAJONIA (+ 1377/78). Obra monumental de la devoción de los siglos XV y XVI. Vita Jesu Crhisti e quatuor Evangeliis et escriptoribus orthodoxis concinnata. De gran influencia en los ejercicios. Vita Christi, de más de un millón de palabras. Proemio más 182 capítulos que a su vez consta de lectio, meditatio y oratio. En la Pasión la oratio viene precedida de una cofirmatio. Ludolfo muestra a Cristo de una manera real y humana. 88 ediciones en 7 lenguas europeas. Ignacio recibió esta monumental obra durante el tiempo de su convalecencia en Loyola en la traducción del latín de fray Ambrosio Montesino. Capítulo 51-68: 363-614. Segunda parte: 89 capítulos, de los cuales 17 están dedicados a la Pasión, el 18%. Recorre paso a paso anécdota a anécdota, recorriendo como si dispusiese de una cámara el texto del Evangelio. Algunos textos:
Ahora se nos ofrece tratar de la pasión de nuestro Señor Jesucristo, de la que al menos siete veces al día debe acordarse el cristiano. San Bernardo dice que la lectura diaria del cristiano debe ser el recuerdo de la Pasión del Señor, que nada enciende tanto el corazón humano como la Pasión y humanidad del Salvador meditada con frecuencia y atención (VC 423).
La memoria frecuente de la Pasión vuelve a cualquier indocto doctísimo, y a los sin letras los hace avanzar a maestros; maestros, no de ciencia que hincha, sino de caridad que edifica; ella es un libro de vida en que se hallan todas las cosas necesarias para la salvación (VC 427).
No se le concede descanso. Pero tú en cada conflicto oye y mira. Uno le entrega, otro le detiene, otro le ata, otro le conduce, otro le empuja, otro grita, otro le insulta, otro le maltrata, otro le rodea, otro le interroga, otro busca falsos testigos contra él, otro se asocia al que pregunta, otro dice falso testimonio contra él, otro le acusa, otro se burla, otro le blasfema, otro le escupe, otro le venda los ojos, otro le hiere en la cara, otro le abofetea, otro le viste con ropa blanca, otro le desprecia, otro se ríe de él, otro le lleva a la columna, otro vocifera, otro le recibe insultante para vejarlo, otro irrumpe contra él, otro le despoja, otro le ata a la columna, otro le flagela, otro le vista con manto de púrpura como afrenta, otro le corona de espinas, otro le pone en las manos una caña, otro furibundo insiste en herir su cabeza con las espinas, otro dobla las rodillas riéndose, otro le saluda como a rey (VC 429).
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El cartujano ofrece seis maneras de meditar la pasión. Primero es para imitar, considerar que la imitación de Cristo es la suma y perfecta religión del perfecto. Esta es regla y modelo de perfección de toda vida y virtud: imitar a Cristo en la Pasión y en la muerte (VC 432).
Mírale, limpiándose el rostro, o quizá lavándose en el torrente, y míralo con reverencia todo afligido; considera la angustia de su alma, de la que son testigo las gotas de sangre que corrían a tierra, compadécete íntimamente (VC 444).
Oraciones de reflectir
(Tras el beso de Judas) «¡Oh Señor Jesús, sufriste ser entregado por el beso de Judas! Dame que nunca te entregue en el prójimo, o en mí mismo, y que no niegue el oficio del amor fraterno a los que me calumnien, insidien, traicionen» (VC 451).
(Al ver a Jesús atado) ¡Oh Jesús, quisiste ser atado por las manos! Suelta, te ruego, las ataduras de nuestros pecados. Apriétame con los vínculos de la caridad y con los cordeles de tus preceptos de tal modo que nunca se desaten los miembros de mi cuerpo o las fuerzas de mi alma hacia cualquier cosa contraria a tu voluntad (VC 456).
(Tras la bofetada del soldado) Jesús, quisiste que un guardia de Anás te diera una bofetada. Te ruego me concedas tu gracia, para que no cese en tu alabanza y me contenga de toda palabra ociosa (VC 463).
(Tras los falsos testimonios) Jesús, que quisiste ser acusado con testimonios falsos, dame que no haga calumnias a nadie, y que sufra con paciencia las que me hagan (VC 465).
(Tras la mirada de Jesús a Pedro), el fuego y el hielo: «¡Ojalá buen Jesús!, me mira en tus dulces ojos a mí, que tantas veces a la voz de una criada procaz, mi carne te negué con malas obras y afectos» (VC 477).
(Ante Pilato): «fíjate cómo está ante el procurador Pilato, la cabeza inclinada, los ojos bajos, el rostro plácido, las palabras pocas, pronto a los oprobios y a los golpes. A veces el Señor responde, a veces no; cuando responde, enseña como buen pastor» (VC 497).
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La Pasión en las pasiones tardomedievales
(Ante la suelta de Barrabás) «En el cuerpo del que obra mal está suelto Barrabás y Cristo atado; en cambio, el que obra el bien, tiene a Cristo libre y a Barrabás atado» (VC 499).
(Ante los azotes) «Jesús, que quisiste ser flagelado todo por nosotros. Dame recibir con agrado los golpes de tu paterna corrección. Y que nunca de nuevo te azote con mis pecados» (VC 504).
(Ante el cargar con la cruz) «Ponen ante sus hombros delicadísimos el madero venerable de la cruz, largo, grueso, muy pesado, para que lo lleve al lugar donde iba a ser crucificado. Según se cuenta, la opinión es que la cruz tenía quince pies de largo. El madero era profano, impuro; la muerte en él la más ignominiosa, según aquello del Deuteronomio: «Maldito todo el que sea colgado de un madero»12. Ninguno de ellos quiso llevar aquel madero, ni tocarlo» (VC 519).
(Ante María en el camino al Calvario) «Y como la madre triste y desecha de angustia no podía acercase a él, ni verle, por la muchedumbre del pueblo, fue rápidamente por otro camino más breve, de atajo, con las que la acompañaban y Juan, para ir delante de los demás y poder aproximarse a su Hijo. Y fuera de la ciudad, donde se juntan los caminos, lo tuvo delante, y viéndole así, cargado con una madero tan grande, que no había visto antes, quedó medio muerta y casi exánime por la angustia, y no pudo decirle palabra, ni el Señor a ella, empujado con prisa por los que le llevaban. Qué tristes y dolientes iban las mujeres santas que sostenían a Nuestra Señora y Madre suya, que no podía mantenerse en pie, se dice, incluso que cayó en tierra. Creo que con gusto hubiera llevado la cruz, si hubiera podido; y aunque no pudiera, con gusto la hubiera recibido» (VC 521).
(Ante la llegada al Gólgota) «Jesús, quisiste ser llevado al Gólgota para ser crucificado. Llévame por la senda de tus mandamientos, para que siga con las santas mujeres la senda de tu Pasión. Y haz que llore sobre mí mismo la miseria de mi propia condición» (VC 526)13.
(Ante la cruz) Jesús, quisiste ser despojado y desnudado de tus vestidos delante de la Cruz. Haz que me desnude de todas las cosas mundanas, en cuanto son contra mi salvación, hasta que siga desnudo al desnudo crucificado y la desnuda cruz» (VC 529).
12 Dt 21, 23.
13 Cfr. La oración de la 526.
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José García de Castro, S.I.
Crucifixión:
(Ante la cruz) «Jesús, quisiste ser clavado a la cruz con durísimos clavos y así clavaste en la cruz el documento de nuestros pecados y muerte. Clava, te ruego, con tu temor mis carnes, para que adhiriéndome firmemente a tus preceptos, siempre esté crucificado contigo» (VC 531).
(Ante la elevación) «Jesús, quisiste ser levantado en la cruz y así ser exaltado de la tierra. Haz, te ruego, que yo me levante de los afectos terrenos y viva con la mente en las cosas del cielo» (VC 532).
(Ante la túnica que se echa a suertes) «sin costura, para que no se rasgue nunca, reúne a todos en la unidad […] La única túnica sin costura, no dividida es la unidad eclesiástica que ha de durar hasta el fin del mundo» (VC 540).
TOMÁS DE KEMPEN (KEMPIS)
. La imitación de Cristo. Libro muy familiar a Ignacio de Loyola, el Gersoncito (atribuido a Juan Gersón + 1429). «Nunca había querido otro libro de devoción»14. Nadal afirma que lo leía constantemente e Ignacio lo recomienda expresamente como lectura en los ejercicios15. La difusión e influencia del Kempis en la tradición espiritual de Occidente y a través de él en América fue enorme. Se conservan más de 800 manuscritos anteriores a la imprenta y ha sido, sin lugar a dudas, el libro, el manual ascético-místico que ha marcado la vida cristiana popular de Occidente hasta el Vaticano II.
La libertad alcanza su cima en la Cruz de Cristo, a la que están dedicados los últimos capítulos de este Libro. El modo como estamos ante la Cruz y como asumimos nuestra propia cruz es el criterio para objetivar nuestra libertad interior. La Cruz es el reflejo del amor.
1. Jesucristo tiene ahora muchos amadores de su Reino celestial, más muy pocos que llevan su cruz16
14 Memorial 97.
15 Cfr. Ejercicios Espirituales 100.
16 Cfr. La Storta.
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La Pasión en las pasiones tardomedievales
Tiene muchos que desean la consolación, y muy pocos que quieran la tribulación. Muchos compañeros halla para la mesa, y pocos para la abstinencia.
Todos quieren gozar con El, mas pocos quieren sufrir algo por El. Muchos siguen a Jesús hasta el partir del pan, más pocos hasta beber el cáliz de la pasión.
Muchos honran sus milagros, mas pocos siguen el vituperio de la cruz. Muchos aman a Jesús, cuando no hay adversidades.
Muchos le alaban y bendicen en el tiempo que reciben de El algunas consolaciones: más si Jesús se escondiese y los dejase un poco, luego se quejarían o desesperarían mucho.
2. Más los que aman a Jesús, por el mismo Jesús, y no por alguna propia consolación suya, bendícele en toda la tribulación y angustia del corazón, tan bien como en consolación. Y aunque nunca más les quisiese dar consolación, siempre le alabarían, y le querrían dar gracias.
3. Oh Cuánto puede el amor puro de Jesús sin mezcla del propio provecho o amor! ¿No se pueden llamar propiamente mercenarios los que siempre buscan consolaciones? ¿No se aman a sí mismos más que a Cristo, los que de continuo piensan en sus provechos y ganancias? ¿Dónde se hallará alguno tal, que quiera servir a Dios de balde?
4. Pocas veces se halla ninguno tan espiritual, que esté desnudo de todas las cosas. Pues ¿quién hallará el verdadero pobre de espíritu y desnudo de toda criatura? Es tesoro inestimable y de lejanas tierras. Si el hombre diere su hacienda toda, aún no es nada.
Si hiciere gran penitencia, aún es poco. Aunque tenga toda la ciencia, aún está lejos: y si tuviere gran virtud y muy ferviente devoción, aún le falta mucho; le falta cosa que le es más necesaria.
Y esta ¿cuál es? Que dejadas todas las cosas, deje a sí mismo y salga de sí del todo, y que no le quede nada de amor propio. Y cuando ha hecho todo lo que conociere que debe hacer, aún piense no haber hecho17.
17 TOMÁS DE KIMPIS, La imitación de Cristo, Einstedein, Suiza : Benziger 41907, 160-163.
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Del camino real de la Santa Cruz
1. Sí Esta palabra parece dura a muchos: Niégate a ti mismo, toma tu cruz, y sigue a Jesús. Pero mucho más duro será oír aquella postrera palabra: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno. Pues los que ahora oyen y siguen de buena voluntad la palabra de la cruz, no temerán entonces oír la palabra de la eterna condenación. Esta señal de la cruz estará en el cielo, cuando el Señor vendrá a juzgar. Entonces todos los siervos de la cruz, que se conformaron en la vida con el crucificado, se llegarán a Cristo juez con gran confianza.
2. Sí Pues que así es, ¿por qué teméis tomar la cruz, por la cual se va al reino? En la cruz está la salud, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa de los enemigos, en la cruz está la infusión de la suavidad soberana, en la cruz está la fortaleza del corazón, en la cruz está el gozo del espíritu, en la cruz está la suma virtud, en la cruz está la perfección de la santidad. No está la salud del alma, ni la esperanza de la vida eterna, sino en la cruz. Toma, pues, tu cruz, y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna. El vino primero, y llevó su cruz y murió en la cruz por ti; porque tú también la lleves, y desees morir en ella. Porque si murieres juntamente con El, vivirás con El. Y si fueres compañero de la pena, lo serás también de la gloria.
3. Sí Mira que todo consiste en la cruz, y todo está en morir en ella; y no hay otra vía para la vida, y para la verdadera entrañable paz, sino la vía de la santa cruz y continua mortificación. Ve donde quisieres, busca lo que quisieres, y no hallarás más alto camino en lo alto, ni más seguro en lo bajo, sino la vía de la santa cruz. Dispón y ordena todas las cosas según tú querer y parecer, y no hallarás sino que has de padecer algo, o de grado o por fuerza: y así siempre hallarás la cruz. Pues, o sentirás dolor en el cuerpo, o padecerás tribulación en el espíritu.
4. A veces te dejará Dios, a veces te perseguirá el prójimo: lo que peor es, muchas veces te descontentarás de ti mismo, y no serás aliviado, ni refrigerado con ningún remedio ni consuelo; más conviene que sufras hasta cuando Dios quisiere. Porque quiere Dios que aprendas a sufrir la tribulación sin consuelo, y que te sujetes del todo a Él, y te hagas más humilde con la tribulación.
Ninguno siente así de corazón la pasión de Cristo, como aquel a quien acaece sufrir cosas semejantes.
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La Pasión en las pasiones tardomedievales
Así que la cruz siempre está preparada, y te espera en cualquier lugar; no puedes huir dondequiera que estuvieres, porque dondequiera que huyas, llevas a ti contigo, y siempre hallarás a ti mismo.
Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete fuera, vuélvete dentro, y en todo esto hallarás cruz. Y es necesario que en todo lugar tengas paciencia, si quieres tener paz interior, y merecer perpetua corona.
5. Si de buena voluntad llevas la cruz, ella te llevará, y guiará al fin deseado, adonde será el fin del padecer, aunque aquí no lo sea. Si contra tu voluntad la llevas, cargaste, y hácestela más pesada: y sin embargo conviene que sufras. Si desechas una cruz, sin duda hallarás otra, y puede ser que más grave.
6. ¿Piensas tu escapar de lo que ninguno de los mortales pudo? ¿Quién de los Santos fue en el mundo sin cruz y tribulación? Nuestro Señor Jesucristo por cierto, en cuanto vivió en este mundo, no estuvo una hora sin dolor de pasión. Porque convenía, dice, que Cristo padeciese, y resucitase de los muertos, y así entrase en su gloria. Pues ¿cómo buscas tú otro camino sino este camino real, que es la vida de la santa cruz?
7. Toda la vida de Cristo fue cruz y martirio, y tú ¿buscas para ti holganza y gozo? Yerras, te engañas si buscas otra cosa sino sufrir tribulaciones; porque toda esta vida mortal está llena de miserias, y de toda parte señalada de cruces. Y cuanto más altamente alguno aprovecharé en espíritu, tanto más graves cruces hallará muchas veces, porque la pena de su destierro crece más por el amor.
8. Más este tal así afligido de tantas maneras, no está sin el alivio de la consolación; porque siente el gran fruto que le crece con llevar su cruz. Porque cuando se sujeta a ella de su voluntad, toda la carga de la tribulación se convierte en confianza de la divina consolación. Y cuanto más se quebranta la carne por la aflicción, tanto más se esfuerza el espíritu por la gracia interior.
Y algunas veces tanto es confortado del afecto de la tribulación y adversidad, por el amor y conformidad de la cruz de Cristo, que no quiere estar sin dolor y tribulación: porque se tiene por más acepto a Dios, cuanto mayores y más graves cosas pudiere sufrir por El. Esto no es virtud humana, sino gracia de Cristo, que tanto puede y hace en la carne flaca, que lo que naturalmente siempre aborrece y huye, lo acometa y acabe con fervor de espíritu.
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José García de Castro, S.I.
9. No es según la condición humana llevar la cruz, amar la cruz, castigar el cuerpo, ponerle en servidumbre; huir las honras, sufrir de grado las injurias, despreciarse a sí mismo, y desear ser despreciado; sufrir toda cosa adversa y dañosa, y no desear cosa de prosperidad en este mundo.
Si miras a ti, no podrás por ti cosa alguna de éstas: más si confías en Dios, Él te enviará fortaleza del cielo, y hará que te estén sujetos el mundo y la carne. Y no temerás al diablo tu enemigo, si estuvieses armado de fe, y señalado con la cruz de Cristo.
10. Disponte, pues, como buen y fiel siervo de Cristo, para llevar varonilmente la cruz de tu Señor crucificado por tu amor. Prepárate a sufrir muchas adversidades y diversas incomodidades en esta miserable vida; porque así estará contigo Jesús adondequiera que fueres; y de verdad que le hallarás en cualquier parte que te escondas.
Así conviene que sea, y no hay otro remedio para evadirse del dolor y de la tribulación de los males, sino sufrir. Bebe afectuosamente el cáliz del Señor, si quieres ser su amigo, y tener parte con Él.
Remite a Dios las consolaciones, para que haga con ellas lo que más le agradare. Pero tú disponte a sufrir las tribulaciones, y estímalas por grandes consuelos; porque no son condignas las pasiones de este tiempo para merecer la gloria venidera, aunque tú solo pudieses sufrirlas todas.
11. Cuando llegares a tanto, que la aflicción te sea dulce y gustosa por amor de Cristo, piensa entonces que te va bien; porque hallaste el paraíso en la tierra. Cuando te parece grave el padecer, y procuras huirlo, cree que te va mal, y dondequiera que fueres, te seguirá la tribulación.
12. Si te dispones para hacer lo que debes, es a saber, sufrir y morir, luego te irá mejor, y hallarás paz. Y aunque fueres arrebatado hasta el tercer cielo con San Pablo, no estarás por eso seguro de no sufrir alguna contrariedad. Yo (dice Jesús) le mostraré cuántas cosas le convendrán padecer por mi nombre. Debes, pues, padecer, si quieres amar a Jesús, y servirle siempre.
13. ¡Ojalá que fueses digno de padecer algo por el nombre de Jesús! ¡Cuán grande gloria te resultaría! ¡Cuánta alegría a todos los Santos de Dios! ¡Cuánta edificación sería para el prójimo! Todos alaban la paciencia, pero pocos quieren padecer. Con razón debieras sufrir algo de buena gana por Cristo; pues hay muchos que sufren graves cosas por el mundo.
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La Pasión en las pasiones tardomedievales
14. Ten por cierto que te conviene morir viviendo; y cuanto más muere cada uno a sí mismo, tanto más comienza vivir para Dios. Ninguno es suficiente para comprender cosas celestiales, si no se humilla a sufrir adversidades por Cristo.
No hay cosa a Dios más acepta, ni para ti en este mundo más saludable, que padecer de buena voluntad por Cristo. Y si te diesen a escoger, más debieras desear padecer cosas adversas por Cristo, que ser recreado con muchas consolaciones; porque así le serías más semejante, y más conforme a todos los Santos.
No está, pues, nuestro merecimiento ni la perfección de nuestro estado en las muchas suavidades y consuelos, sino más bien en sufrir grandes penalidades y tribulaciones.
15. Porque si alguna cosa fuera mejor y más útil para la salvación de los hombres que el padecer, Cristo lo hubiera declarado con su doctrina y con su ejemplo. Pues manifiestamente exhorta a sus discípulos, y a todos los que desean seguirle, a que lleven la cruz, y dice: Si alguno quisiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Así que leídas y bien consideradas todas las cosas, sea esta la postrera conclusión: Que por muchas tribulaciones nos conviene entrar en el reino de Dios18.
UN MONJE DE MONSERRAT. Compendio breve deEjercicios Espirituales (siglo XVI)
El Compendio breve (CB) del Directorio de oración y libro de las horas que san Ignacio pudo haber tenido en sus manos durante su paso por Montserrat (marzo 1522), al poquísimo tiempo de haberse recuperado en Loyola de sus heridas en la pierna dedica el capítulo VII a la Pasión de nuestro Señor: «Síguese la Meditación de la pasión y muerte de Christo, por los días de la semana»19.
18 Ibíd., 164- 176.
19 UN MONJE DE MONTSERRAT (SIGLO XVI), Compendio breve de Ejercicios Espirituales, BAC 2006.
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San Pablo dice a los Corintios que no sabe / conoce otra cosa que a Jesucristo, y éste crucificado20.Para el autor de este método de oración, Cristo puesto en la cruz es el Maestro de la experiencia mística, de introducirnos en el misterio del amor de Dios. Él, desde la Cruz, como «Maestro celestial enseñó cosas tan altas, doctrinas tan maravillosas que exceden a toda imitación y entendimiento angélico y humano» (CB 69).
En la Pasión y muerte de Christo hallarás que todas las obras de perfección y de supererogancia que enseñó el santo Evangelio, perfectísimamente las cumplió en sí mismo en la Pasión; en las palabras hizo el dibujo y en las obras dio los maravillosos colores a su pintura (CB 70).
Para hacer en ti un templo muy agradable a Dios…
Esto será mirando a Christo cómo se ha en todos los trances de su Pasión, meditándolo y contemplándolo muy a menudo […] porque mejor puedas ponderar y sentir lo que contemplares, lleva siempre delante de tus ojos interiores estas cuatro cosas: quién es el que padece; qué cosas son las que padece; por quién las padece y de quién las padece.
El que padece es el hijo de Dios verdadero, soberanamente poderoso, santo, justo y bueno. Lo que padece es denuestos, prisiones, escupimientos, azotes, heridas, dolores y llagas por quién las padece, es por los siervos fugitivos, por sceleratísimos (malvados, horribles, funestos) enemigos y por hombres desagradecidos.
De quién padece, de tiranos, de quienes es sentenciado; de falsos testigos, de quien es acusado, y de aquellos a quien Él llamaba su pueblo, de quien tomó carne, y a quien hizo muy particulares beneficios. No dejes en lo que pensares y leyeres pensar que te dice Christo: «Esto hice por ti para que tú me lo agradezcas» y me ames y me sigas en cuanto fuera posible»21.
20 1Co 2, 2.
21 Cfr. Ejercicios Espirituales 53, 107 y 197.
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La Pasión en las pasiones tardomedievales
Estructura: en todo «contempla», «mira»
LUNES: la última cena: benignísimo Jesús. Lavatorio de los pies: profundísima humildad. (CB 72). Acabado este ejercicio, [coloquio] demanda a Dios que te dé gracia para te conocer y humillar aprendiendo de él, que es humildísimo y manso de corazón. Dale gracias porque por ti se humilla y confiésale por Dios, aunque le veas en officio tan baxo y exercitarse» 22 .
MARTES: la institución de la Eucaristía. «señal de prenda y de su amor excesivo». El pan cenceño y la sangre que será derramada a fuerza de azotes y otros tormentos, y cómo estas palabras traspasan el corazón de los discípulos (CB 73) y la oración en Getsemaní.
MIÉRCOLES: agonía en Getsemaní.
Contempla cómo es puesto en agonía, teniendo delante los tormentos y trabajos que se le aparejaban, siendo el más delicado de todos los cuerpos humanos, y con el calor y afecto encendido de su corazón se abrieron y ensancharon los polos de su cuerpo… […]
Contempla cómo se allega al Cordero aquel lobo sangriento y sin vergüenza, fingiendo amistad, se adelantó vendiéndolo con un beso de paz, a cuya boca no huyó el Santo de los santos, sino que con voluntad amigable le dice… 23
JUEVES: Contempla cómo le llevan sin comedimiento, ni reposo, sino medio arrastrado, sacándole de su paso maduro y honesto, llevándolo por las calles públicas, con estruendo tan grande, que salían a las ventanas a ver qué cosa era y sabiendo que llevaban a Cristo preso, unos dicen: «vay embaucador, nigromántico, alborotador y predicador de falsa doctrina» y otros, por el contrario se compadecían sabiendo que era santo y justo (CB 75).
22 Ibíd., 289.
23 Ibíf., 205.
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Contempla cómo sin esta injuria le hacen otras: escupiéndole en la cara, llamándole engañador y digno de muerte… contempla cómo aquellos ministros infernales, así como al que merecía la muerte, le cubren los ojos, le dan de pescozadas, diciendo con escarnio: «¡Profetiza quién te hirió!»…
Reflectir: «Acabada esta meditación, confunde tu impaciencia, castiga tu ingratitud, enmienda tus deleites, pues ves a tu Dios tan lleno de oprobios y heridas»24.
VIERNES: Después de la noche sin dormir fueron a buscarle los ministros de Satanás «¡ven con nosotros, ladrón, sepas que la cruz ya está hecha, ven a oír sentencia!» [Ver lo que hacen, oír lo que dicen]. Contempla, mira…
Mira cómo queda desnudo aquel mancebo virgen, delicado y hermoso, y de linaje real, delante de tanta gente, y cómo le atan fuertemente a una columna, y cómo dos que ya estaban aparejados de los más crueles y de más fuerzas, comienzan con todas ellas a azotar y herir aquel cuerpo delicado, metiendo cada vez los azotes por la carne preciosa de tu Redentor.
No te canses en este día del viernes de contemplar cómo corre aquella sangre hasta llegar al suelo, y cómo de nuevo, nuevos azotadores le vuelven de otra parte, no perdonando aun su cara hasta se cansar25, «y no te olvides de pensar qué es lo que sentiría la triste madre viéndolo así, y oyendo tales clamores» [CB 78].
Contempla cómo apenas fue llegado, cuando comienzan uno a barrenar la cruz, otro a aparejar los clavos, y otros lo desnudan sin paciencia…
Contempla en dos maneras cómo lo pudieron crucificar: o que tomándolo por los brazos con fuerza lo tendieron sobre la cruz y tirando de acá y allá de sus brazos para que viniesen a medida de los clavos, como la cruz no estaba bien cepillada, allí quedaban sus cueros y carne pegada a la cruz, y así lo enclavan, o que levantada la cruz, lo hacen subir por una escale-
24 Ibíd., 203, petición de 3ª semana.
25 Ibíd., 295.
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La Pasión en las pasiones tardomedievales ra, y estando en lo alto, se vuelve, y estando otra escalera a un lado, le enclavan las manos primero y después quitando el escalera a donde estaba asentado, queda colgado de las manos, y luego le enclavan los pies.
Contempla el dolor terrible que recibe hincándole los clavos pro entre los nervio y venas, y cómo se los llevan tras sí y cómo luego comenzaron aquellas fuentes del paraíso a corre sangre hasta el suelo.
Contempla cómo no puede mover sino la cabeza y cuando la menea, cómo la corona de espinas le lastima. Mira estas cosas, hermano mío, con afecto de amor, y si por ellas no fueres movido a compasión, tente por más duro que piedra». […] Mira los lloros y angustia de su madre y amigos.
Piensa finalmente cómo fue su costado abierto, baxado su cuerpo en los brazos de su madre, amortajado y llevado al sepulcro con llantos no consolables de la virgen dolorosa, de san Juan y de la Magdalena y de las otras devotas personas.
Llora, pues tú, hermano, teniendo más razón de llorar, pues más pecaste, y si te paresciere que hay mucho que pensar en la feria del viernes, comienza la de los Maitines, y todo el día en el coro y fuera de él piensa en semejante día lo que aquí hallares, porque cuanto más afectuosamente te detuvieres en pensar los dolores y pasión de Christo el viernes, tanto mayor consolación te dará Dios el domingo pensando la resurrección.
Y no dejes el ejercicio deste día por ninguno otro, porque en ninguno hallarás más consolación de n ninguno serás tan enseñado y creo ser ninguno a Christo más acepto (CB 80).
CONCLUSIONES
1. A partir del finales del siglo XIII y comienzos del XIV Europa occidental debido a las circunstancias sociales genera una religiosidad popular y una espiritualidad muy centrada en la Humanidad de Cristo, comienza con San Bernardo, culmina con Francisco de Asís y llegará a San Ignacio de Loyola a través principalmente de la Vida de Cristo de Ludolfo de Sajonia y lo recibido por sus lecturas tempranas de Cisneros y después de Kempis.
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2. Dentro de esta devoción profunda por la Humanidad de Cristo destacan sin lugar a dudas los misterios de la Pasión de nuestro Señor, donde se descubre la verdadera entrega amorosa de Dios en el Hijo y ofrece al pueblo creyente un camino de sentido y de santidad.
3. Dentro de los escritos de que disponemos, la literatura mística femenina, revela un lenguaje directo, apasionado, afectivo y en ocasiones erótico que hacen del Crucificado el Amado o el Esposo.
4. Ignacio, como hijo de su tiempo, no puede escapar de lo que recibe desde la matriz religioso cultural a la que pertenece. La Pasión atraviesa el proceso de los Ejercicios, es el criterio y el foco hermenéutico de los grandes y decisivos momentos del Ejercitante (Primera Semana, Rey Eternal, Elección, Tres Maneras de Humildad).
5. La importancia extrema que concedió Ignacio a la Pasión se manifiesta en que le concedió toda una semana en su proceso de Ejercicios y durante estos seeis días que le dedica la cámara que sigue a Jesús por Jerusalén, se mueve con enorme lentitud y detenimiento.
6. El planteamiento estructural que Ignacio hace de la pasión no parece original, sino que está presente en numerosos autores y ejercitatorios de su época y anteriores.
7. Sí parece ser original de Ignacio el estilo tan aséptico que adopta a la hora de hablar en los Ejercicios de la Pasión de Nuestro Señor. En esto se distancia enormemente de sus contemporáneos. Ignacio se mantiene distante del ejercitante para que sea el Espíritu el que provoque por sí mismo las mociones, sin intervención alguna del narrador de los Ejercicios (el autor del texto, o el que hoy da los Ejercicios). En este punto tenemos todavía mucho que aprender.
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«La
Pasión según San Ignacio»
«La Pasión según San Ignacio»
Jorge Caycedo Dávila, S Jorge Caycedo Dávila, S Jorge Caycedo Dávila, S Jorge Caycedo Dávila, S Caycedo Dávila, S.J
INTRODUCCIÓN
Ante todo quisiera en mi nombre y en el de ustedes, rendir una acción de gracias a Dios por el inmenso beneficio que nos ha concedido de haber participado, para una mejor realización de nuestra vida cristiana y para «ayudar» a las demás personas a lograrlo, de la maravillosa experiencia que vivió Ignacio y con él sus primeros compañeros, y que todos hemos vivido en momentos privilegiados de intimidad con el Señor.
Actuando la presencia de Dios, como lo hemos aprendido de Ignacio, «pidámosle que todas nuestras intenciones, acciones y operaciones sean dirigidas puramente para mayor servicio, gloria y alabanza de su divina Majestad»1.
Cuando se me pidió este servicio, la colaboración en el Simposio, estuve muy tentado a rehuirlo, porque me pareció, en primera instancia, que el tema no daría para una exposición que valiera la pena y la materia
* Licenciado en Filosofía y Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, realizó estudios de Teología Espiritual en Roma. Colabora en la Pastoral del Colegio San Luis Gonzaga de Manizales y en Ejercicios Espirituales.
1 Ejercicios Espirituales 46.
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demasiado conocida, dado que de ella, «la negación de sí mismo y seguimiento del Señor», se ha recalcado desde los mismos rudimentos del Catecismo Astete: «¿Cuál es la señal del cristiano? –La santa Cruz– ¿Por qué? Porque es figura de Cristo crucificado que en ella nos redimió».
Sin embargo, me dio a sentir el Señor, que no podía excusarme porque he llegado al convencimiento vivido de que es Él quien obra interiormente, y el hombre es sólo un simple instrumento apto, no de por sí, sino en la medida de su docilidad a lo que Dios vaya haciendo por él. «En tu nombre, pues, echaremos la red»2.
No vayan, pues, a creer ustedes que estoy pensado en «poner una pica en Flandes», al decir que muchos de los aquí presentes tienen más conocimientos y mayor experiencia que yo de los Ejercicios, así en darlos, como en acompañarlos. Pero es conveniente no sólo reconocerlo, sino hacerlo público en esta oportunidad, porque de lo contrario, si presumiera de mi escasa sabiduría, terminaría delante de todos como el grajo que, vestido con el plumaje de otras aves, pasó la impensada vergüenza de verse desplumado en público.
Reflexionando, cuando se me hizo la invitación de tener esta charla, en qué forma podría tratar este tema, más que sabido, rumiado e interiorizado por todos ustedes, de «la Pasión de Cristo en los Ejercicios», decidí pergeñar una exposición, muy sencilla y llanamente. He intentado, pues, conformarla con la doctrina, pareceres y opiniones, de nuestros «primeros Padres», fieles discípulos del Maestro Ignacio, hasta el momento mismo de la aprobación (1.599) del Directorio oficial de los Ejercicios, y también con las conclusiones de otros estudiosos posteriores y de quienes han vivido, a ciencia y conciencia, la labor apostólica de los Ejercicios. Añadiré alguna idea de mi caletre que quizás pueda ser de utilidad así sea para alguno, al menos, de los presentes.
2 Lc. 5, 5.
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«La Pasión según San Ignacio»
LA ACCIÓN DE DIOS
Y digo «quizás» porque, sin duda, no sabemos, pero ni siquiera se nos ha ocurrido pensar, de qué color fueron los ojos de María, la Madre de Jesús. Si lo supiéramos, muy probablemente nos diera el Señor la gracia de dar un posible paso adelante, y a lo mejor definitivo, en el camino de nuestro crecimiento espiritual.
Se trata brevemente de un sacerdote español venido a trabajar en Colombia. Llegada una Semana Santa fue a colaborar, en una parroquia del Tolima, cuya feligresía campesina vivía una profunda fe popular. En el sermón de preparación para los Días Santos, hablando de la justicia de Dios y de la gravedad del pecado, se deleitó en describir un infierno de terror que hacía temblar no sólo los corazones, sino aun los cimientos de la iglesia.
Terminado el sermón se sentó a confesar, para recoger el fruto de su discurso. Desilusionado escuchó varias confesiones de gente sencilla que no justificaban tanto esfuerzo. Por fin, se acercó un hombre, serio y malencarado, que llevaba algo más de cuarenta años sin acercarse al sacramento. Este había sido el ¡pez! …Se confesó.
Al ir a retirarse, le preguntó el sacerdote:
- Por favor, ¿quiere usted decirme que lo movió de mi sermón?
- Para ser sincero, ¡NADA!
- Y ¿entonces? -
- Mire, Padre, era yo un muchacho…. Y cuando mi madre viuda y enferma nos reunió a sus tres hijos para manifestarnos que se sentía muy mal, nos dijo: «Mis hijos, yo he hecho todo lo posible para educarlos en la fe de la Iglesia; si en algún momento de su vida se apartan de Dios, recuerden que es infinitamente misericordioso, y vuelvan a Él». Y al pronunciar las últimas palabras, expiró!
Usted dijo que ¡Jesús murió en la cruz y que a su lado estaba su madre, de cuyos ojos negros manaban unas lágrimas de inmenso dolor! En ese momento pensé, ‘me tengo que confesar’.
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- ¿Por qué?, preguntó el cura
- Porque, como le dije, mi madre murió encomendándonos ‘volver a Dios’.
- Sí, y ¿qué?
- Al decir usted que la Virgen tenía los ojos negros…, me acordé de mi madre (lágrimas), fue una mujer muy bella, ¡eran negros y hermosísimos sus ojos!
En los designios de Dios, el color de unos ojos iluminó el camino del retorno.
Tenía, pues, Ignacio razón más que suficiente cuando afirmaba, y ojalá lo asumiéramos como dicho personalmente a nosotros: «Muy pocos hay, y por ventura no hay ninguno en esta vida, que perfectamente entienda lo que de su parte estorba, lo que Dios, si no lo estorbase, obraría en él» Es esta una de las muchas sentencias que frecuentemente, sin duda, traía a cuento Ignacio «ayudando a otros», para convencer, lenta pero eficazmente, a quienes Dios iba atrayendo a enrolarse en las filas de la Mínima Compañía que, nació en la Iglesia, como fruto maduro de la acción que el Señor obró en Ignacio a través de los Primeros Ejercicios Ignacianos de la historia.
Es cierto, más aún, evidente y la experiencia de cada día nos lo confirma, que es Dios quien actúa siempre y en todas las cosas. Aduzcamos sólo el parecer de dos hombres: Uno, quien compartió con su Padre y amigo su experiencia de los Ejercicios, Pedro Fabro, y el otro Jerónimo Nadal, quien se formó en el mismo espíritu, a la sombra de Ignacio.
En carta de mayo 10 de 1.544, a Francisco Javier, su compañero de habitación en el Colegio de Santa Bárbara, siendo estudiantes en París, le dice Fabro: «Del fruto universal que el Señor obra, haciéndome cooperar a la Universidad y clero de Colonia, en contra de estas herejías, yo no digo nada por no saberlo explicar»3. Dos afirmaciones igualmente simples se encuentran en estas breves líneas: Dios es el agente universal, es decir, en todo, y es tal y tan grande esa acción de Dios, que supera con
3 www.google.com.co/ MEMORIAL FABRO. Jesuitas España. Memorial.
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«La Pasión según San Ignacio» mucho la inteligencia humana para que pueda esta entender a cabalidad los designios del Señor.
Y en una de las Instrucciones sobre los Ejercicios que conforman el Directorio de Nadal, afirma este que la causa primera de la eficacia de los Ejercicios, como en todas las obras, es Dios:
A ello - a buscar la pureza y perfección del corazón - nos ayudan los Ejercicios, a los que Dios confirió, en efecto, una eficacia admirable, cuya causa principal es la divina voluntad, como en las restantes obras de Dios4 .
IGNACIO DE LA MANO DE DIOS
Toda la doctrina de Ignacio al respecto, desde las primeras líneas del librito de los Ejercicios, es clara: …«quier sea en quanto al entendimiento es ilucidado por la virtud divina» …, «…mucho aprovecha entrar con grande ánimo y liberalidad …para que su divina Majestad … se sirva…»5, y lo afirma varias veces en otras oportunidades. Igualmente es claro que Dios, en su divina Providencia, ha determinado contar con nuestra colaboración, así absolutamente no la necesite.
La experiencia de Ignacio, obra en su totalidad del Señor, no comenzó con los Ejercicios, sino con el hecho de sentirse «fracasado» y miserable: El caballero de Loyola prisionero de quienes lo trataron como amigo, pero prisionero. Soberbio, engreído, pagado de sí mismo, voluntarioso, quien pretendía desposar no a una dama cualquiera, sino de la más alta alcurnia en el ambiente de la realeza humana6, no cae rendido por el rayo luminoso de la presencia sensible de Jesús «el perseguido»7, sino por el proyectil dirigido por la mano del Amigo que, de tiempo atrás, lo estaba esperando.
Experimentó entonces, dolorosa pero fructuosamente, que en él se repetía una vez más, lo sucedido al primer hombre: Adán, creado a
4 MIGUEL LOP SEBASTIÀ, S.J., Los Directorios de Ejercicios 540-1599, (Manresa 23), Bilbao 2000, (D 7, 2; 43 y 44).
5 Ejercicios Espirituales 2 y 5.
6 Cfr. Autobiografía 6.
7 Cfr. Hch 9, 5.
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imagen y semejanza de Dios, tuvo que llorar amargamente el haber abusado de la libertad inmerecidamente recibida. Rey, sí, de la creación pero esclavo del pecado.
Ignacio quiere ser «mejor», en una lucha sin cuartel entre la añoranza de su vida anterior: «dado a las vanidades del mundo, y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas, con un grande y vano deseo de ganar honra» 8 y el embrollo de la incertidumbre de no saber lo que está sucediendo en su interior, en un claroscuro entre la luz y las tinieblas «…y esta sucesión de pensamientos tan diversos le duró harto tiempo …o fuese de aquellas hazañas mundanas que deseaba hacer o destas otras de Dios que se le ofrecían a la fantasía…»9.
Sí, quiere ser «mejor», quiere no permanecer en la ordinariez de una existencia rutinaria, sino descollar en un servicio que justifique las ambiciones que siempre ha tenido, no en búsqueda de su propia honra, sino en la de quien «providencialmente» lo atajó en el camino. No lo logrará de no ahondar más profunda y concienzudamente en el reconocimiento de su bajeza y poquedad, para poder salir de su miseria, porque «en la debilidad se manifiesta mi poder»10 , y sólo por la fuerza de «Quien lo ha tomado de su mano para conducirlo, como a un niño su maestro»11.
Y ante la pregunta que, a su tiempo, se hace «¿Qué he de hacer por Cristo?»12 se despliega ante su idealismo el horizonte así del Rey Temporal, Quien «no teniendo en cuenta su condición divina, se anonadó…» 13, como de sí mismo, en las meditaciones de la Jornada Ignaciana, y en la consideración de la doctrina y los ejemplos de la vida del Señor, hasta el tercer Grado de «humildad», que ha de llevar a la práctica en la imitación de un Dios «sufriente», hasta que muere en una cruz.
8 Autobiografía 1.
9 Ibíd., 7
10 2 Co 12, 9.
11 Cfr. Autobiografía 27.
12 Ejercicios Espirituales 53.
13 Flp 2, 5-8.
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«La Pasión según San Ignacio»
Al final de la Segunda semana de los Ejercicios, propone Ignacio al ejercitante la consideración de los Tres Grados de humildad, antes de entrar en las elecciones y pone una nota:
Para hombre afectarse a la vera doctrina de Cristo nuestro Señor, aprovecha mucho considerar y advertir en la siguientes tres maneras de humildad…14.
Que bien pudieran considerarse como una «cascarita», para inducir suavemente al ejercitante a la generosidad de hecho, contenida en su deseo «de imitar y parecer más actualmente a Cristo nuestro Señor», cuyo conocimiento interno ha pedido con insistencia, y por lo cual,
quiere y elige más pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobios con Cristo lleno de ellos que honores y desear más de ser estimado por vano y loco por Cristo que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo15.
TERCERA SEMANA: OBJETIVOS Y EXIGENCIAS
La Tercera Semana de los Ejercicios es entonces, en primera instancia, para confirmar cuanto ha precedido y «apretar más el paso» en el «conocimiento interno del Señor…»16. Es la opinión del P. Gil González, y que sintetiza el P Miguel Lop Sebastià, S. J., haciendo referencia a los Directorios 17:
Veamos qué dicen los Directorios de la Tercera Semana. En ella el ejercitante debe dar un paso más en el conocimiento, amor e imitación de Cristo.
«La compasión afectiva y efectiva que engendra la consideración de la Pasión del Señor comporta, a su vez como consecuencia, un avivarse la llama del amor. Pero también en este caso el amor debe conducir a
14 Ejercicios Espirituales 164.
15 Ibíd., 167.
16 Ibíd., 104.
17 Cfr., MIGUEL LOP SEBASTIÀ, S.J., Op. cit., D 31, 157.
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la imitación, de modo que la voluntad «crezca tanto en las virtudes, incluso hasta la caridad perfecta, en la que halla el fin de la perfección»18.
Si fuera nuestra intención abundar en los conceptos, ya enunciados, podríamos aún acudir al Comentario de «Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola», del P. Darío López Tejada, S. J.
En él encontramos una perla escondida que bien vale la pena admirar y explotar, del filón íntimo de la espiritualidad del P. Kolvenbach:
Al llegar – dice - a la Tercera Semana existe el peligro de abandonar la orientación que quiere Ignacio y, tomando simplemente el Evangelio de la Pasión del Señor, como punto de partida, darse a la contemplación del misterio pascual, prescindiendo de la Pasión según San Ignacio, tal como la encontramos propuesta en la Tercera Semana….
Hay aún otra vía abierta para falsear la oración de la Tercera Semana. Efectivamente, se presta muy bien a considerar problemas estrechamente ligados con la Pasión del Señor: el significado del sufrimiento, el misterio de la cruz, la existencia del mal, el escándalo y locura del amor de un Dios que sufre y la Pasión de Cristo como primer acto liberador.
Los rasgos de la Pasión según San Ignacio son: el enfoque intemporal, la visión itinerante, el cambio kenótico de nombre, el paso de la actividad creadora de la segunda Semana a la sufrida pasividad de la Tercera, la impotencia y pasividad de un deseo positivo, el amor como explicación de todo, la compasión con Cristo significa amor… (o. c. / 324-330).
De esta forma la Tercera Semana, como también el misterio pascual que ella celebra, lejos de ser una forma de sentimentalización de nuestra adhesión a Cristo, lejos de ser simple confirmación de un deseo -real pero todavía imaginario- de servir a Cristo, constituye una personalización del Señor crucificado y resucitado, del Cordero degollado y en pié, una vez que he confesado ser pecador, una vez que he decidido seguir su llamado a seguirle según las Tres Maneras de Humildad...
18 Ibíd., D 16, 7; D 18, 16; D 19, 6; D 21, 12 y D oficial 98 y D 18, 16.
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«La Pasión según San Ignacio»
«Consiguientemente, la Tercera Semana no puede menos de ser desinteresada para recibir del Dios de Jesucristo mi cruz con humildad y gratitud, para llevar su cruz…» (o. c., / 330)19.
Teniendo, pues, en cuenta las afirmaciones del Padre Kolvenbach, la experiencia de nuestro apostolado de los Ejercicios, mucha o poca, lo confirma, a saber, que es una exigencia seguir el método ignaciano y no simplemente hacer uso del Evangelio. No en vano Ignacio supo poner las capacidades con que Dios lo dotó a órdenes del fin que en todo pretendía, «buscar y hallar» los caminos de la voluntad de Dios respecto de su vida, dispuesto a seguirlos, sin adelantarse al espíritu, llevado de la mano de la divina Providencia «sabiamente ignorante». Los Ejercicios, lo que Ignacio consignó por escrito de su experiencia y pensaba que podría ser útil a otros, son prueba fehaciente de su coherencia, desde la primera a la última palabra y, por tanto, de todo su contenido. En esta coherencia, seguida fielmente, tanto por el que da los Ejercicios, como por el que los recibe, estriba la incuestionable eficacia de su práctica.
El que da los Ejercicios» es «viva vox», pues no hay nada que pueda suplir la vitalidad de la palabra hablada
Para obtener, sin embargo, supuesta la acción indispensable de Dios, el mayor y mejor fruto de la experiencia, están de por medio: «el que da» y el «método»:
«El que da los Ejercicios» (director, se suele decir, que requiere algunas condiciones que no es del caso aducir en este momento). «El que da los Ejercicios» es «viva vox», pues no hay nada que pueda suplir la vitalidad de la palabra hablada, de la cual dice Gagliardi: «Así como la palabra de Dios mueve con mucha más fuerza al alma cuando se predica y se recibe por el oído que cuando se lee en un escrito»20. Francisco Javier, en la Instrucción que dirigía a los jesuitas residentes en Goa (1549) acerca de
19 DARÍO LÓPEZ TEJADA, S.J., Los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola : comentario y textos afines, (Documentos y Textos 8), Madrid 1998, 611-612.
20 Cfr., MIGUEL LOP SEBASTIÀ, S.J., Op. cit., D. 46, 95.
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asuntos generales del trabajo apostólico, les hacía la siguiente observación… «quienes vinieron a sentir la pasión de Cristo, serán instrumento para que otros la sientan, y por otra vía no veo manera, cómo los que en sí no la sienten, la den a sentir a los otros»21.
El método, cuya eficacia se comprobó indiscutiblemente, con su orden lógico, sucesión de las cuatro Semanas y contenido de cada una de ellas, por la firme decisión que independiente y personalmente tomó cada uno de los seis primeros compañeros de Ignacio, al hacer su propia experiencia, de la «hábil» mano de tan experimentado Maestro. Nadal en una de sus pláticas de 1554 en España, referente a lo que tratamos, dice como resumiendo todos los Ejercicios: «El modo y orden de los Ejercicios es la purificación, iluminación, unión, y se procede en ellos tal como conviene, a saber, desde lo ínfimo, humildemente y sin curiosidad, con gran fe y esperanza»22. Y son, sin duda, innumerables los casos comprobatorios que pudiéramos aducir de la experiencia cuotidiana.
Si excluimos los esquemas de oración que Ignacio sugiere en el número 286 y siguientes de los Ejercicios, lo que propone como materia de meditación y contemplación para la Tercera Semana, apenas abarca unas poquísimas páginas en cualquier edición del texto de los Ejercicios, sobre todo, si se compara con la longitud y extensión de las otras Semanas.
Llegando en este momento a comentar explícitamente el texto de Ignacio sobre la Tercera Semana de los Ejercicios, punto central de nuestro discurso, conviene que dediquemos unos momentos a la reflexión que nos suscite Dios nuestro Señor con la consideración del parecer de un jesuita de excepcional competencia, el P. Jacques Lewis, S.J.
…En la Tercera Semana se enfoca todo desde el punto de vista del sufrimiento de Jesús incluido, en parte, el misterio eucarístico. Desde que sale de Betania [191] y también en la Cena, se le ve a Cristo como el Señor que va a la pasión [193].Y cuando San Ignacio en sus «misterios de la vida de
21 FRANCISCO JAVIER S.J., Cartas y escritos de San Francisco Javier, (B.A.C), Madrid 41996, Doc. 90, 37.
22 Cfr., MIGUEL LOP SEBASTIÀ, S.J., Op. cit., D. 7, 7.
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Cristo nuestro Señor» presenta los puntos sobre los acontecimientos del Cenáculo, insiste en el aspecto doloroso de los mismos, del mismo modo que, al tratar de la Eucaristía, no hace ver el sacramento, sino el «sacrificio» [289, véase sin embargo 191]. …«La Tercera Semana concentra la atención en el Jesús dolorido. Se considera lo que Cristo nuestro Señor padece en su humanidad o quiere padecer»[195] y «cómo la divinidad se esconde y deja padecer la sacratísima humanidad tan crudelísimamente» [196] …se recuerda todo lo que padeció «desde el punto que nació hasta el misterio de la Pasión en que al presente me hallo» [206b] …Aún se retrocede más: hasta el primer coloquio de la Primera Semana, en el que, teniendo delante a Cristo en la cruz, se consideraba cómo había pasado el Criador «de vida eterna a muerte temporal» [53] …En la Tercera Semana se repite también la oblación del Reino y la de las «meditaciones ignacianas», pues se invita [199] …a hacer el triple coloquio de las Banderas …Y se descubre el oculto pero consistente alcance de aquel «más (magis) al que abocaba el Principio y Fundamento» [23]. Así, pues, la Tercera Semana demuestra hallarse en perfecta continuidad con lo que la precede. Los Ejercicios forman una sola pieza»23.
MINUCIAS IGNACIANAS
Ignacio explicita las dos primeras contemplaciones de la Pasión, que han de servir como paradigmas de las demás meditaciones24.
Abunda en los detalles de estas dos primeras contemplaciones de acuerdo con la materia y demás circunstancias: la materia que se ha de contemplar, desde tal momento hasta tal otro, de acuerdo con el desarrollo de los acontecimientos, la sólita oración preparatoria, que utilizó a lo largo de todos los Ejercicios, los preámbulos, el número de los puntos y el coloquio.
Con estas insignificancias nos da a entender que cada una puede tener en el plan de Dios su importancia, porque no sabemos cómo y en qué recodo del camino espera el Señor al ejercitante. Conviene no echar en saco roto y así sugerirlo también al que hace los Ejercicios, el valor de
23 JACQUES LEWIS, S. J., Conocimiento de los Ejercicios Espirfituales de San Ignacio, (Pastoral 30), Santander, España 1987, 227-229.
24 Cfr. Ejercicios Espirituales 289-298. MIGUEL LOP SEBASTIÀ, S.J., Op. cit., D. 20, 78.
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las gracias actuales. Tomémonos un momento de reflexión: Pudo Ignacio haber dejado aparte, desde el primer momento de su perplejidad ante la acción de los espíritus, la lectura de los libros piadosos y haber seguido engolosinado con aquellos placeres aparentes del mundo …; y no estaríamos aquí haciendo lo que creemos estar haciendo por la acción providencial de Dios. ¿Qué valor tiene actualmente en teología la doctrina de la gracia actual? Si no estamos de acuerdo con ella, sería tal vez bueno volver sobre el Prosupuesto de San Ignacio25.
Si bien es cierto que el Tercer Preámbulo, la petición, durante casi toda la Segunda Semana fue «el conocimiento interno de Cristo», veamos cómo Ignacio en sólo estas dos contemplaciones sugiere que se haga de acuerdo con la subyecta materia:
«Dolor, sentimiento y confusión», en la primera, cuando Jesús sufre enormemente, sin duda, pero interiormente y no dolores físicos y, en cambio en la segunda, «dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí», ya desde la oración en el huerto, cuando el sufrimiento moral, psicológico, afectivo se pudo apreciar en manifestaciones externas: pavor, tedio, sudor de sangre.
Si la Primera Contemplación está expuesta tan minuciosamente es, sin duda, porque Ignacio pretende que se tengan el mismo orden, forma y modo de proceder en las siguientes contemplaciones para las cuales sólo propone los esquemas, que bien conocemos.
Lo mismo podemos decir de estas observaciones que dichas una vez, hay que tener en cuenta en las demás contemplaciones de esta Tercera Semana:
utilizar la contemplación ignaciana «viendo las personas y lugares, oyendo lo que hablan, mirando lo que hacen, y reflectir y procurar sacar algún provecho de cada uno de los puntos»
25 Ibíd., 22.
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«La Pasión según San Ignacio»
procurar «…con mucha fuerza y esforzarme a doler, tristar y llorar…»26 «mientras me levanto y me visto, en entristecerme y dolerme de tanto dolor y padecer de Cristo Nuestro Señor»; «… induciendo a mí mismo a dolor y a pena y quebranto»27 y no admitiendo pensamientos alegres, aunque buenos y santos.
considerar «cómo la divinidad se esconde… y cómo deja padecer la sacratísima humanidad tan crudelísimamente»28.
apropiarme «cómo todo esto padece por mis pecados y qué debo yo hacer y padecer por El»29.
Advirtamos además que de acuerdo con las circunstancias en las que se desarrolla esta contemplación son motivo de sufrimientos indecibles al interior de la persona del Señor: la tristeza, la amargura, la frustración, el desengaño, la desilusión, el desánimo, la depresión, etc. y por consiguiente, la petición propuesta por Ignacio corresponde a tales sufrimientos: «Dolor (interno), sentimiento y confusión», para acompañarlo en el estado de ánimo en que se encuentra.
Por lo que se refiere al coloquio, Ignacio sugiere que se recuerde lo que «antes y en parte está declarado»30 que «debemos de razonar y pedir según la subyecta materia, según que me hallo…, según que deseo..., según que quiero…, según que quiero dolerme o gozarme…, finalmente pidiendo aquello que más eficazmente cerca algunas cosas particulares deseo»31; y así dialogar, como con un amigo con Cristo, con la Virgen María, con el Padre, «en la forma que está dicho en la Segunda Semana».
En las notas de la Segunda Contemplación declara Ignacio los tiempos, materia y modo de las repeticiones que aconseja se hagan, mirando igualmente a la «edad, disposición y temperatura (o mejor, temperamento) de la persona que se ejercita para que haga cada día los cinco ejercicios o menos»32.
26 Ejercicios Espirituales 195.
27 Ibíd., 206.
28 Ibíd., 196.
29 Ibíd., 197.
30 Cfr. Ejercicios Espirituales 54.
31 Ejercicios Espirituales 199.
32 Ibíd., 205.
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Así como en la Cuarta Nota de la Quinta Contemplación de la Segunda Semana que es repetición «trayendo los sentidos» sobre la Encarnación y Nacimiento, aconseja Ignacio que «se muden algunas de las diez adiciones», de igual manera lo hace ahora respecto de las contemplaciones de la Tercera Semana, a saber, la Segunda, en vez de pensamientos «de confusión de mis tantos pecados»33, cambiar por esforzándome… en entristecerme y dolerme de tanto dolor y de tanto padecer de Cristo nuestro Señor»; y en la Sexta, en vez de pensamientos alegres y de gloria, «inducirme a mí mismo a dolor, a pena y quebranto, trayendo en memoria frecuente los trabajos, fatigas y dolores de Cristo, ...»34.
No se escapa a Ignacio ningún detalle y a pesar de que «el examen particular» haya sido un medio de adelantamiento espiritual muy apreciado en otros tiempos y hoy creo que completamente en desuso, vuelve Ignacio a recordarlo en la experiencia de los Ejercicios, a fin de que se ponga en práctica «para quitar defectos y negligencias sobre ejercicios y las adiciones». Lo explicó con claridad en sus diversos pasos, a continuación del Principio y Fundamento: «Examen particular para «guardarse con diligencia de aquel pecado particular o defecto que se quiere corregir y enmendar»35.
FLEXIBILIDAD «IUXTA» PERSONAS, TIEMPOS Y LUGARES
Cabe la posibilidad, a juicio del que da los Ejercicios, de alargar o acortar la Semana, desglosando la materia de las contemplaciones, pero se ha de terminar la semana tomando la mitad de la pasión un día, y al siguiente la otra mitad y al tercer día la totalidad de la Pasión. O si se acorta, suprimir repeticiones y hacer «en cada uno ejercicio, distinto misterio de Cristo nuestro Señor; y después de así acabada toda la Pasión» se puede hacer en un día toda la Pasión junta, en un ejercicio o en diversos.
Considero que en este momento es válido comulgar con el parecer del Padre Casanovas, conocedor y estudioso de los Ejercicios:
33 Ibíd., 74.
34 Ibíd., 206.
35 Ibíd., 207, 90 y 24
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«La Pasión según San Ignacio»
San Ignacio intenta llegar a una transformación dolorosa que no se detenga en uno u otro misterio, sino que abarque toda la Persona de Jesucristo ofrecido a Dios por entero en holocausto por nosotros.
Sea cualquiera la duración de la Semana, recomienda el Santo que se emplee un día en contemplar junta toda la Pasión [209], declarándonos con esto su deseo de que los pormenores no nos hagan perder de vista la grandiosidad del conjunto; como tampoco quiere que los padecimientos externos de Jesucristo nos entretengan tanto que lleguen a cerrarnos el paso para poder penetrar en el interior de su Persona y llegar hasta su voluntad santísima que «quiere padecer» [195] y hasta la misma divinidad que se esconde… [196].
El modo práctico para esta contemplación de conjunto, varía según sea la condición o el gusto espiritual de las personas36.
Santo Tomás de Aquino, trescientos y tantos años antes de Ignacio, afirmaba:
Todo aquel que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y apetecer lo que Cristo apeteció37
LA PASIÓN EN LA VIDA DEL CRISTIANO
Y para no apoyarnos en la autoridad de testimonios de segundo orden, aprendamos una vez más de quien vivió experimental y vivencialmente lo que aconseja:
Nadal recibió estos dos consejos de Ignacio (según testimonio de Gregorio Rosefio, socio de Nadal cuando era Visitador): «Como el P. Nadal al comienzo de su vocación rogase, con fervor e insistencia, al P. Ignacio que le dijera cómo debía mortificarse, porque había sido un gran pecador en el mundo, el B. Padre le respondió: 'Ama las humillaciones, las injurias, las calumnias, y llegarás a una gran perfección'».
36 IGNACIO CASANOVAS, S.J., Comentario y explanación de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, Tomos I y II, Barcelona 21954, 139, 269 y 276.
37 TOMÁS DE AQUINO, Conferencia 6ª sobre el Credo en LH III, 1166.
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…y viniendo yo de Sicilia, le pregunté que dijese algo para mi aprovechamiento, y él me respondió; ‘Mirad, Nadal, ¿queréis aprovechar? Véís lo que desean los hombres del mundo. Desead vos y procurad lo contrario, y vestíos de la librea de Cristo nuestro Señor, y veréis cuánto os aprovechará’38
Es evidente que Ignacio se enamoró de la adorable Persona de Jesús. De lo contrario, no hubiera aconsejado a Nadal tan repentinamente lo que dejó consignado para los candidatos que solicitaban alistarse en el grupo de «los amigos en el Señor». Si para 1.545, cuando Nadal ingresó a la recién fundada Mínima Compañía, para ser íntimo confidente de Ignacio y delegado suyo para promulgar por Europa las Constituciones, no hubiera escrito ya Ignacio para los candidatos el Examen introductorio a las Constituciones, las palabras del párrafo anterior, de tiempo atrás, las llevaba ya hondamente grabadas en su corazón:
Como los mundanos que siguen al mundo aman y buscan con tanta diligencia honores, fama y estimación de mucho nombre en la tierra, como el mundo les enseña; así los que van en espíritu y siguen de veras a Cristo nuestro Señor, aman y desean intensamente todo lo contrario, es a saber, vestirse de la misma vestidura y librea de su Señor por su debido amor y reverencia, tanto que donde a la su divina Majestad no le fuese ofensa alguna, ni al prójimo imputado a pecado, desean pasar injurias, falsos testimonios, afrentas y ser tenidos y estimados por locos (no dando ellos ocasión alguna de ello) por desear parecer e imitar en alguna manera a nuestro Criador y Señor Jesucristo, vistiéndose de su misma vestidura y librea, pues la vistió El por nuestro mayor provecho espiritual, dándonos ejemplo…39.
Este criterio es jesuítico, pero fruto maduro de los Ejercicios de San Ignacio, que fundamentalmente son evangélicos y origen de la Espiritualidad Ignaciana. Estamos todos reunidos aquí a la sombra de este árbol secular de los Ejercicios Espirituales, y Dios está obrando en nosotros.
Considero oportuno no pasar por alto una última recomendación de San Ignacio para el Séptimo día, dos ejercicios de toda la Pasión y, suprimiendo las tres repeticiones, «considerar todo el día, cuanto más
38 NADAL, NCo 390. Plática 8ª de Alcalá.
39 Constituciones 101.
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«La Pasión según San Ignacio»
frecuente podrá, «cómo el cuerpo sacratísimo de Cristo nuestro Señor quedó desatado y apartado del ánima, y dónde y cómo sepultado»40
«…PORQUE SIGUIÉNDOME EN LA PENA…» [95, 5]
La misión del Hijo de Dios encarnado no terminó con la muerte, estaba prevista y anunciada por los profetas la resurrección, no de inmediato, sino al tercer día. Podemos pensar piadosamente que aún habría algún detalle que realizar para poner el colofón a la Redención realizada. La tradición lo ha ido trasmitiendo y lo recitamos en el «símbolo de la fe», «…muerto y sepultado, bajó a los infiernos» o sheol, situación en que permanecerían las almas de los justos que, habiendo vivido rectamente antes de la Redención de Jesucristo, estaban a la espera de que por ella se abrieran las puertas de la felicidad eterna, cerradas por el pecado de nuestros primeros padres.
El P. Kolvenbach nos habla del descenso de Jesús a los infiernos.
Hoy, el que da los Ejercicios prefiere, más bien, pasar directamente de la cruz a la tumba vacía del crucificado al Resucitado, Sin embardo, Ignacio deseoso de seguir a su Rey en el sufrimiento para seguirlo también en la gloria [95], no puede abandonar a su Señor durante el ‘triduo de la muerte’, cuando El pasa, precediéndonos, del extremo sufrimiento de la muerte a la gloria naciente de la vida nueva.
¿Cómo pasar del Viernes Santo al primer día de la semana (Domingo de Resurrección) sin unirse a Cristo el Sábado Santo? ...Es el Sábado Santo de un Credo pascual que sabe que mañana germinará la mies; pero, por ahora, el grano caído en tierra (Jn 12, 24), sepultado en la tierra, nada ve de la mies…
Unirnos a Cristo en su descenso a los Infiernos para subir con El, quiere decir entonces desenraizar del propio corazón la complicidad con toda clase de muerte, y dejarse asumir por la Gloria de Dios que da la vida, es unirse al Viviente que resucita de entre los muertos, al Resucitado de entre los muertos, para ser transformados41.
40 Ejercicios Espirituales 208.
41 PETER-HANS KOLVENBACH, Selección de escritos 1983-1990, España 1992, 355-356 y 366.
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Jorge Caycedo Dávila, S.I.
LOYOLA …(AUTOB. 10, 13, 17, 29, 96), LA «STRADA»
Nos queda todavía un detalle que Ignacio, sin duda, no nos perdonaría omitir: Compañera imprescindible en su itinerario espiritual, fue la Santísima Virgen María a quien nos propone «considerar en la soledad de la ‘ausencia’, con tanto dolor y fatiga», una vez sepultado su Hijo Santísimo. «Dolor y fatiga», que fueron en aumento desde su FIAT de aceptación al querer de Dios y llegaban a su término sólo al recibir la visita de su Hijo resucitado que le «daba el anuncio, en persona», de haber cumplido también perfectamente la Voluntad del Padre, como lo había prometido.
REGLAS PARA ORDENARSE EN EL COMER
Siguen luego a continuación de la Tercera Semana de los Ejercicios estas Reglas, pensadas y practicadas por Ignacio, y aunque este es el lugar lógico que les corresponde en la realización de la experiencia, muchos consideran que se pueden ir aplicando a lo largo de la misma, en el momento en que más se juzguen convenientes de acuerdo con las exigencias del proceso.
El P. Gonçalves de Cámara dice en su Directorio:
De una cosa me acordaré, a saber, cuántas veces he notado cómo el Padre en todo su modo de proceder observa todas [las] reglas de los Ejercicios exactamente, de modo que parece primero los haber plantado en su ánima, y de los actos que tenía en ella, sacadas aquellas reglas42.
Un Ignacio que, al servicio de Juan Velásquez de Cuéllar disfrutó, durante unos doce años, las comodidades cortesanas, no debió cuidarse demasiado de mantener a raya sus tendencias, poco controladas, ante las exquisiteces de la excelente cocina de la Corte y de las mansiones señoriales en las que se desenvolvía. En las fiestas nocturnas y en las celebraciones de las Justas reales no dejaría pasar desapercibidos tampoco los buenos vinos y demás espirituosos licores para alegrar la que más tarde llamaría «vida de un hombre dado a las vanidades del mundo»43.
42 MIGUEL LOP SEBASTIÀ, S.J., Op. cit., D. 6, 2.
43 Cfr Autobiografía 1.
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«La Pasión según San Ignacio»
Años después se lo enseñó Dios en Manresa: «No comía carne, ni bebía vino, aunque se lo diesen….»44. Y así lo consignó en la Reglas: «Acerca del beber parece más conveniente la abstinencia» y en cuanto a «los manjares se debe tener la mayor y más entera abstinencia»45. para evitar el desorden, …para llegar a un justo medio, …para estar más dispuesto a la acción de Dios, etc.
Estas Reglas son tan simples e inteligibles en su contenido que me parece no exigir una minuciosa declaración hermenéutica. Sería, más bien, necesario o conveniente que el hipérbaton, los vocablos, los términos del lenguaje de Ignacio, conformes con la usanza y costumbres de la época, se adapten a las nuestras, trabajo que afortunadamente ya está hecho por diferentes comentaristas de los Ejercicios.
CONCLUSIÓN
Llegados felizmente al término de esta exposición, solamente nos resta dar gracias a Dios por las mociones y toques interiores con que nos ha hablado durante este ejercicio, pidiéndole que cuanto Ignacio nos dejó como legado de su «experiencia de Dios» en aquel «fajo de papeles», que luego llevó consigo para poder «ayudar a otros», no sólo lo utilicemos como instrumento de la misión que nos tiene encomendada, sino que lo interioricemos «para más amar y servir en todo a la su Divina Majestad».
44 Autobiografía 19.
45 Ejercicios Espirituales 211-212
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Javier Giraldo Moreno, S.I.
La realidad de la cruz en Colombia
Javier Giraldo Moreno, S. J. *
Una reflexión sobre la realidad de la cruz en Colombia exige precisar de antemano el significado o los significados de la cruz.
En nuestra cultura y religiosidad populares, la cruz ha llegado a ser el símbolo de todo sufrimiento humano en general. Engloba la enfermedad; la pobreza y las privaciones; las necesidades insatisfechas; las persecuciones; las injusticias; las discriminaciones; las humillaciones; los malos tratos; la tortura y la muerte violenta.
Abordar el tema con más finura teológica e histórica exige un mínimo discernimiento del significado de la cruz en los Evangelios, en la historia antigua y en nuestra lectura teológica de la muerte de Jesús mediante la crucifixión.
* Magíster en Filosofía y en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Diploma tercer ciclo «Análisis Regional y equipamiento del espacio», de la Universidad de París, Sorbona. Sociólogo de la Universidad de París. Colabora con las investigaciones del CINEP, en el Banco de Datos sobre Derechos Humanos y Violencia Política y con otras organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos y derechos de los pueblos.
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La realidad de la cruz en Colombia
Martín Hengel, quien publicó en 1976 una obra muy documentada sobre la práctica de la crucifixión en el mundo antiguo, que ha llegado a ser clásica en el tema, le puso por título «Mors turpissima crucis – La crucifixión en el mundo antiguo y la locura del mensaje de la cruz»1, tomando las primeras palabras del historiador Tacito, retomadas por Orígenes en su Comentario al Evangelio de Mateo (27, 22). Allí la práctica de la crucifixión aparece, a través de las numerosas citas de autores antiguos, como la forma más vil de dar muerte, que concentraba el sentido de desprecio, bajeza y ruindad en que se consideraba a la víctima. Era un tipo de suplicio y de muerte reservada para delincuentes, rebeldes, ladrones y esclavos y tenía la connotación de castigo impuesto por la autoridad a quien debía expiar un delito y se consideraba excluido de los parámetros de dignidad y respeto más elementales por parte de la sociedad de su entorno.
Por ello Hengel aborda en algunos capítulos el impacto que tuvo en muchos escritores romanos el hecho de que se conformara una religión y un culto a un crucificado y se venerara el instrumento de un suplicio tan ruin, lo cual hizo proyectar el desprecio y la humillación hacia los primeros cristianos. Según Hengel, algunas lecturas teológicas del los primeros siglos trataron de amortiguar la vergüenza de la cruz, llegando incluso los docetistas a considerar los sufrimientos de Jesús en la cruz como solamente aparentes y no reales.
En contraste con todos los intentos de amortiguar la vergüenza de la cruz a través de construcciones teológicas que reconciliaran de alguna manera el concepto de divinidad con la humillación de la cruz, Hengel presenta el mensaje de Pablo (muy crudo en el primer capítulo de la Primera Carta a los Corintios (18-31) como un retorno a la crudeza de vergüenza de la cruz sin amortiguaciones, definiéndola como un obstáculo o escándalo para la cosmovisión judía y una locura o estupidez para la cosmovisión griega. Hengel afirma:
1 MARTIN HENGEL, «Crucifixion in the ancient world and the folly of the message of the cross», Fortress Press, Philadelphia 1977.
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Javier Giraldo Moreno, S.I.
Todo el que busque negar el compromiso de Pablo con la imagen terrena de un Jesús crucificado, lo convierte en un teólogo docetista… Para Pablo y sus contemporáneos, la cruz de Jesús no fue un elemento didáctico ni simbólico ni especulativo sino un asunto específico fuertemente repugnante y afrentoso que significó una pesada carga para la primitiva predicación cristiana misionera. Por ello no era nada raro que la joven comunidad de Corinto buscara escapar del Cristo crucificado y sumergirse en la vida entusiasta del espíritu; en revelaciones celestiales y en asegurar una salvación ligada a misterios y sacramentos. Cuando Pablo se enfrenta a esto y le señala a la comunidad que él fundó, que su predicación del mesías crucificado era un escándalo religioso para los judíos y una locura para los interlocutores griegos, estamos escuchando la confesión del más grande de los misioneros cristianos acerca de su experiencia de al menos 20 años, quien había cosechado constantemente sólo burlas y ásperos rechazos a su mensaje sobre el Señor Jesús, por haber padecido éste la muerte de un criminal en el árbol de la vergüenza2 .
Si nos apoyamos, pues, en el significado histórico de la cruz en el mundo antiguo que fue el mundo que la utilizó como castigo y forma de dar muerte, y en la teología o mejor «anti-teología» de Pablo, no podemos darle a la cruz un significado tan amplio hasta simbolizar todo sufrimiento humano. Es necesario discriminar los sufrimientos y reconocer que la cruz de Jesús sólo se proyecta con autenticidad sobre determinado tipo de sufrimientos: sobre aquellos que tienen como determinadores a los poderes dominantes deuna sociedad y quebuscan castigar y exterminar a quienes no se someten a los estándares de pensamiento y comportamientoqueellos imponen, infligiendoformas deexclusión, castigo, sufrimiento y muerte que desconocen la dignidad y los derechos del ser humano.
El realismohistóricodelacruz, sufridapor el Jesúshistórico, constituye un castigo o represión infligida no sólo por las autoridades constituidas sino por lo que llamamos un «establecimiento», con sus rasgos de cultura eideología dominantequeconsagra determinados comportamientos y maneras depensar y actuar como aceptables y otros como inaceptables y repugnantes, negándoletoda legitimidad a estos últimos y despojando a sus actores detoda dignidad y reconocimiento dederechos, haciendo
2 MARTIN HENGEL, Oo. cit. p. 18-19.
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La realidad de la cruz en Colombia de los castigos y muerte que se les infligen, un escarnio que lleve a una radical disuasión de quienes pretendan imitar o seguir a las víctimas.
Hay en nuestra cultura y tradiciones una tendencia a tomar como criterio para descubrir la proyección de la cruz, la pertenencia de la víctima a la institucionalidad cristiana. Así quedarían excluidos de una identificación con la cruz, los sufrimientos y muertes de aquellos que fueron castigados, atormentados y eliminados por las mismas iglesias cristianas y los de aquellos que, si bien fueron víctimas de los poderes constituidos, no compartían la fe cristiana. Ese criterio no es aceptable en absoluto, pues permite que quienes se confiesan discípulos de Jesús se identifiquen con las maneras de pensar y de actuar de quienes lo crucificaron. El filósofo inglés Bertrand Russell escribió en su libro «Porqué no soy cristiano» lo siguiente:
La Iglesia ha destacado la persecución de los cristianos por el Estado Romano antes de Constantino. Sin embargo, esta persecución fue ligera, intermitente y totalmente política. En toda época, desde la de Constantino hasta fines del siglo XVII, los cristianos fueron mucho más perseguidos por otros cristianos de lo que lo fueron por los emperadores romanos3
Finalmente, para completar los criterios mediante los cuales podemos identificar la proyección de la cruz en un ámbito concreto, hay que tener en cuenta que la cruz estaba y está precedida ordinariamente (en sus proyecciones) de una sentencia judicial que culmina un proceso de acusación y condena, explícito o implícito, en el cual se despliegan formas muy variadas de injusticia y de opresión. En lo que los Evangelios pudieron recoger o re-elaborar acerca del juicio a Jesús, descubrimos todos los rasgos del montaje judicial: la búsqueda de falsos testigos; la compra de informantes y traidores; la condena previa antes de cualquier escucha de acusación y defensa; la ausencia de una defensa y su previa descalificación; el carácter formal de los juicios que esconde y disfraza decisiones ya tomadas de contenido político que no jurídico; los móviles de preservación del poder ante expresiones que lo deslegitiman; el afán de no
3 BERTRAND RUSSELL, Porqué no soy cristiano, México 1976, 44.
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disgustar al poder imperial y sus intereses y la preservación de instituciones corruptas; el remitir a los imaginarios masivos del mal (en este caso a los poderes demoníacos) el pensamiento y comportamientos de la víctima. Estos rasgos acompañan ordinariamente las proyecciones de la cruz.
A la luz de estos conceptos y criterios, descubramos la realidad de la cruz en Colombia. Hay en nuestra historia muchas cruces falsas y muchas cruces ocultas. Habría que desenmascarar las primeras y exhumar las segundas.
La historia escrita de Colombia se inicia con la empresa de la Conquista, en la cual la simbología de la cruz fue usurpada por los conquistadores. Se habló de la «alianza entre la espada y la cruz» para «cristianizar» a los infieles de estas tierras. La perspectiva histórica nos ha mostrado, sin embargo, la barbarie de esa «evangelización».
Entre los 9 episodios bárbaros que Bartolomé de las Casas recoge en su memorial sobre La Destrucción de las Indias, como perpetrados en el Nuevo Reino de Granada, aunque sin dar los nombres de los victimarios, varios de esos crímenes fueron atribuidos por otros historiadores a Gonzalo Jiménez de Quesada. Uno de esos episodios fue la tortura infligida a dos indios para que le revelaran el escondite del gran Zipa de Bacatá, quien se había escondido cerca de Facatativa. Uno de los indios murió en las torturas pero el otro fue forzado por los tormentos a conducir a Jiménez de Quesada al escondite de Tisquezuza, a quien asesinaron sin poder hallar sus tesoros. Cuando Jiménez de Quesada descubrió que a Tisquezuza lo había sucedido un pariente suyo llamado Sagipa, y no el heredero legítimo que era el Cacique de Chía, aceptó aliarse con Sagipa para defender a los Chibchas de los indios Panches que los atacaban, pero luego lo sometió a prisión y a crueles torturas para que le entregara las riquezas dejadas por Tisquezuza. Sagipa murió en medio de atroces tormentos y con él, al parecer, se extinguió la realiza indígena de Bacatá. Bartolomé de Las Casas registra el exterminio de poblados enteros de indígenas del Nuevo Reino de Granada, mediante degollamientos, mutilaciones masivas, despeñamientos y descuartizamientos por perros rabiosos. Dice haber recogido todos estos testimonios de procesos judiciales: «Todas estas cosas y otras diabólicas vienen agora probadas en proce-
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La realidad de la cruz en Colombia
sos que han hecho unos tiranos contra otros»4 Y al englobar los motivos generales de todos estos crímenes, los presenta así: «la matanza en los indios se hace solamente por sacarles el oro que no tienen, porque todo lo que tenían lo han dado»5, advirtiendo que sólo ha relatado uno de cada diez mil horrores6 .
La ideología de la Conquista hizo mirar las proyecciones de la cruz exclusivamente en el lado de los conquistadores quienes se identificaron formalmente como «cristianos». Los indígenas eran infieles y por ello se les consideró ajenos y lejanos de la sombra de la cruz. Jiménez de Quesada fue sepultado en la catedral primada de Bogotá donde se le dedicó una capilla en la cual se destaca majestuosamente su estatua yacente sobre su mausoleo, donde su memoria es actualizada por millares de visitantes anuales que la encuadran entre los símbolos ancestrales del cristianismo. Los restos de sus millares de víctimas indígenas se confundieron con los de las bestias cuyos huesos son exhumados de cuando en cuando para satisfacer curiosidades arqueológicas. Sin embargo, fueron esas incontables víctimas indígenas las que objetivamente portaron en su mismo ser y en su pasión la proyección de la cruz de Jesús. Para los poderes conquistadores y colonizadores sus pensamientos y sus comportamientos eran disolventes y en sus tormentos y exterminio esos poderes buscaron negar su más elemental dignidad humana como mecanismo de escarnio para asegurar el sometimiento de sus tribus. Allí la sombra de la cruz es totalmente nítida.
En uno de los capítulos de su libro «De Instauranda Aethiopum Salute», publicada en 1627 y hace unos años re-editada bajo el título de «Un tratado sobre la esclavitud», el jesuita Alonso de Sandoval describe así los armazones en que los negros eran transportados del África a Cartagena:
Tan apretados, tan asquerosos y tan maltratados, que me certifican los mismos que los traen que vienen de seis en seis con argollas por los cuellos en las corrientes, y estos mismos de dos en dos con grillos en los pies, de modo que de pies a cabeza vienen aprisionados; debajo de
4 BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, BERNARDO VARGAS MACHUCA, La Destrucción de las Indias – Refutación De Las Casas, Biblioteca Económica de Clásicos Castellanos, Paris, 133.
5 BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, Op. cit. p. 130.
6 Ibíd., p. 134.
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cubierta, cerrados por de fuera, do no ven sol ni luna, que no hay español que se atreva a poner la cabeza al escotillón sin almadearse (marearse), ni a perseverar dentro una hora sin riesgo de grave enfermedad. Tanta es la hediondez, apretura y miseria de aquel lugar (…) mucho palo, mucho azote y malas palabras (…) llegan hechos unos esqueletos; sácanlos luego en tierra en carnes vivas, pónenlos en un gran patio o corral; acuden luego a él innumerables gentes, unos llevados de su codicia, otros de curiosidad y otros de compasión (…)7 .
En otro capítulo de la misma obra, el Padre Sandoval describe el tratamiento cotidiano de la esclavitud:
El tratamiento que les hacen, de ordinario por pocas cosas y de bien poca consideración, es brearlos (azotarlos), lardarlos (engrasarlos con manteca hirviente) hasta quitarles los cueros y con ellos las vidas con crueles azotes y gravísimos tormentos; o ellos atemorizados por ahí se mueren podridos y llenos de gusanos. Testigos son las informaciones que cerca dello las justicias cada día hacen, y testigo soy yo que lo he visto algunas veces, haciéndoseme de lástima los ojos fuentes y el corazón un mar de lágrimas. Y a quién no se le harían viendo una pobre negra desollada con llagas grandísimas, llenas de gusanos, que no se podía mover de puros azotes por culpa, que si apurásemos, no merecía ninguna (…) Y dejando los azotes, que fuera nunca acabar, referir lo que cerca desto pasa: el mal tratamiento de prisiones, de corriente y cadenas, de grillos, esposas, cepos, pies de amigo (instrumento para inmovilizar la cabeza durante los castigos), alzacuellos y otras invenciones con que los amedrentan, aprisionan y castigan (…) La comida que comúnmente les dan, apenas se le puede dar ese nombre por ser tan poca, y en los días de trabajo, porque en los festivos, si no es que su amo les haga trabajar y quebrantarlos por fuerza y con codicia de mayores ganancias, que es muy común, no se les da ración, como si sólo se les debiese por el trabajo y sólo se les diese para poder trabajar(…)8 .
Con estas y otras muchas descripciones horrendas, el Padre Sandoval nos transmitió rasgos de lo que fue la cotidianidad de la esclavitud, con la cual nuestra sociedad convivió siglos y aún en parte convive con muchos de sus rezagos, sin cuestionar teológicamente la institución
7 ALONSO DE SANDOVAL, S.J., Un tratado sobre la esclavitud, Madrid 1987, 152. 8 Ibíd., p. 235-236.
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No hay duda de que el sueño de la libertad y de la armonía no
mercantilizada con la naturaleza, eran sueños de Jesús
La realidad de la cruz en Colombia misma de la esclavitud. El mismo Sandoval se inhibió de hacerlo a pesar de los cuadros que dibujó con intenciones inocultables de sembrar repugnancia y horror. Toda la teología de la época leyó la tragedia del negro como «excesos y desviaciones» de una institución legítima y de derecho divino, y a lo sumo se preocupó por sacramentalizar a las víctimas para que obtuvieran la salvación luego de su muerte, pero fue incapaz de descubrir la proyección de la cruz de Jesús en el corazón de esa tragedia. La «monstruosa herejía» del negro era ambicionar la libertad y con ella su autodeterminación étnica y racial, la preservación de su cultura ancestral y de su misma tradición religiosa que sabía descubrir los rastros de lo divino en todos los rincones de la naturaleza. Esto contradecía la teología dominante del poder: discriminatoria; sacralizadora de la dominación y de la mercantilización de la naturaleza, incluyendo la mercancía del trabajo deshumanizante y del mismo ser humano degradado por los poderes. No hay duda de que el sueño de la libertad y de la armonía no mercantilizada con la naturaleza, eran sueños de Jesús, y que el escarnio de los tormentos y muerte de los esclavos se identificaban en lo profundo con el escarnio de la cruz. Por eso los palenques fueron demonizados y perseguidos como guaridas de delincuentes que anhelaban vivir en el crimen de la libertad, y sólo un pequeño reducto escapó de los horrores y crudeza de la cruz mediante resistencias heroicas.
Cuando se desarrollaron en nuestra historia los primeros intentos de emancipación anti-colonial en el Movimiento Comunero, mientras una fracción egoísta del mismo, centrada en la disminución de impuestos y en intereses de poder por parte de una franja de la aristocracia neogranadina, otra fracción asumía la causa de los sectores socialmente oprimidos, como los indígenas, los esclavos negros y los campesinos pobres, con miras a sacudir la opresión social. José Antonio Galán lideró esta última fracción alrededor de la consigna «unión de los oprimidos contra los opresores», la cual contrastaba con la defendida por los líderes aristocráticos del movimiento: «Viva el Rey y muera el mal gobierno». Galán había sido condenado a prisión unos años antes, cuando se atrevió a cas-
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tigar y a obligar a renunciar a un corregidor por cazar indios para cobrar recompensas. Cuando se integró al movimiento comunero, se desplazó por zonas indígenas invitando a los indígenas a recuperar su dignidad y sus propias autoridades, apoyándose en las ideas de Bartolomé de las Casas. En Facatativa defendió a los indígenas de las tropas reales e hizo nombrar como Rey al descendiente de un cacique chibcha. En Mariquita proclamó la abolición de la esclavitud e hizo huir a muchos amos y capataces de esclavos negros. En Ambalema incentivó la rebelión de los campesinos contra los grandes hacendados. La sentencia de la Real Audiencia en la que condena a muerte a Galán, ejecutada el 1° de febrero de 1782, reproduce dramáticamente todos los rasgos del escarmiento, del envilecimiento radical de la víctima y de la estigmatización de valores que se inscriben a todas luces en los mismos del Evangelio:
Condenamos a José Antonio Galán a que sea sacado de la cárcel, arrastrado y llevado al lugar del suplicio donde sea puesto en la horca hasta que naturalmente muera; que bajado se le corte la cabeza, se divida su cuerpo en cuatro partes y pasado el resto por las llamas, para lo que se encenderá una hoguera delante del patíbulo; su cabeza será conducida a Guaduas, teatro de sus escandalosos insultos; la mano derecha puesta en la plaza del Socorro; la izquierda en la Villa de San Gil; el pie derecho en Charalá y el pie izquierdo en el lugar de Mogotes; declarada por infame su descendencia, ocupados todos sus bienes y aplicados al real fisco, asolada su casa y sembrada de sal, para que de esta manera se dé olvido a su infame nombre9
No es difícil descubrir aquí la proyección de la cruz. Sin embargo, en las lecturas ideologizadas del momento, la cruz sólo brilló en el pectoral del Arzobispo-Virrey Antonio Caballero y Góngora, quien maquiavélicamente confeccionó la traición del movimiento popular en las Capitulaciones de Zipaquirá, con la colaboración y aquiescencia de los líderes aristócratas que se habían adueñado del movimiento para someterlo a sus intereses y ambiciones.
La primera difusión en Colombia de un texto de derechos humanos, como fue la traducción que hizo Antonio Nariño de la Declaración de
9 Texto tomado de: Colombia, Historia – Personajes, tomo 1, Prolibros, Bogotá 2003, 44.
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los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la Revolución Francesa, estuvo marcada por una ensañada persecución. Nariño fue llevado casi inmediatamente, en 1794 (a menos de un año de la publicación) a una prisión en Cádiz, por las autoridades virreinales, acusado de difundir pasquines contra la monarquía. En 1797, cuando escapa de la prisión y regresa a Santafé disfrazado, junto con el Canónigo Andrés Rosillo se movilizan por la zona comunera para desatar una revolución social popular. En 1809 vuelve a ser encarcelado y enviado a una prisión inhumana en Cartagena y allí permanece hasta el triunfo del movimiento de independencia. Tuvo que padecer nuevas prisiones en los primeros conflictos internos y en los comienzos de la reconquista española, completando 17 años en prisión, muchos de ellos en condiciones inhumanas. La estigmatización de los derechos humanos no terminaría en Nariño. De hecho, se prolonga en gran parte hasta hoy.
Nuestra historia republicana se fue configurando y reconfigurando alrededor de un básico conflicto social, que asumió contornos políticos, ideológicos y religiosos según los momentos históricos, pero que tuvo siempre dos polos inconfundibles: en uno se asentaba el poder de turno apoyado siempre por capas privilegiadas económicamente, y en el otro las capas excluidas, estigmatizadas ordinariamente como seguidoras de ideologías o doctrinas heterodoxas, heréticas y subversivas.
Ya a comienzos del siglo XX (en 1912) el General Rafael Uribe Uribe tuvo que escribir una libro que tituló «De Cómo el Liberalismo Político Colombiano no es Pecado». Aunque discute con gran altura académica las tergiversaciones y manipulaciones que se le han dado a algunas encíclicas y documentos papales, lo que lo motivó principalmente a escribir fue la extrema violencia con que se estaba masacrando sobre todo a sectores campesinos, apoyándose en una estigmatización ideológica incentivada por la alianza entre la Iglesia católica y el Partido Conservador. Por eso en su primera página afirma:
Juzgo necesario y urgente decir en esta materia lo que creo la verdad, aún a costa de no agradar a todos, ante el inminente peligro que a toda hora corren en Colombia, por esta causa, los intereses de la libertad. Mi punto de vista, mi preocupación constante, que no me permite una hora de descanso y tregua, es la suerte de los liberales de las aldeas y de los
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campos. Los de las ciudades, o no son objeto de opresión político-religiosa, porque los fautores de ella no se atreven a ejercerla, a lo menos brutalmente, en estos centros que, por más poblados, tienen más luces y medios de defensa; o si tal osan, encuentra organizada la resistencia; pero sobre los aldeanos y campesinos ignorantes e inocentes pesa aquí una tiranía que sólo tuvo igual en la Edad Media europea. Ir en auxilio de esos nuestros desventurados compatriotas, para que tengan un respiro y para llevar a sus almas aterrorizadas un soplo refrescante y vivificador, es mi principal propósito»10 .
Nadie ignora el baño de sangre que significó durante más de un siglo la contienda liberal-conservadora en Colombia. Ninguno de estos partidos se excluye de la barbarie con que se masacró a sus respectivos opositores. Pero nadie tampoco ignora que la predicación católica configuró los imaginarios del bien y del mal, identificando el primero con el Conservatismo y el segundo con el Liberalismo. Los conservadores murieron aferrados a la cruz, mientras los liberales fueron remitidos a ultratumbas infernales. Uribe Uribe, en otro de sus párrafos, nos describe así el drama:
El pueblo, que no es filósofo, que sólo admite las ideas que puede traducir en imágenes o en realidades tangibles, y para quien es indescifrable monserga esto de las relaciones de la Iglesia y el Estado; el pueblo colombiano, que ha tomado parte en varias decenas de guerras civiles entre liberales y conservadores ¿qué consecuencia ha de sacar cuando se le predica contra el liberalismo, así en seco, según es costumbre, sino que se trata de la cosa designada por la palabra, en su sentido corriente? Lee en pastorales y periódicos, o escucha en pláticas y discursos que «el liberalismo está condenado por la Iglesia», y, por supuesto, no entiende por liberal sino lo contrario de conservador; y por un silogismo que no sólo arma sino cuya consecuencia saca instintivamente, deduce que «quien no es conservador es hereje». ¿Y cómo dejará de entenderlo así el pueblo simple, si hasta muchos que se la dan de ilustrados lo creen de ese modo y le confirman al pueblo su creencia, diciéndole que «con su buen sentido ha acertado en concreto, si no en abstracto?»11 .
10 Rafael Utibe Uribe, De como el liberalismo político colombiano no es pecado (Obras selectas), Tomo I, Bogotá 1979, 85 y ss.
11 Ibíd., p. 89,
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La realidad de la cruz en Colombia
Si bien, ordinariamente, los ideales políticos suelen estar muy alejados de la cotidianidad de las estructuras partidarias y del poder, sin embargo esos ideales son los que incentivan las controversias que degeneran en persecuciones y barbaries. Uribe Uribe, en otro de sus párrafos, definió así el ideario liberal:
Equiparamos el liberalismo con las reformas democráticas; somos de esas gentes que lo identifican, no como cosa vaga e incierta, sino con precisión y certidumbre, con la oposición a cuanto sea arbitrariedad oficial; somos de esos para quienes el liberalismo es igualdad civil, contrapuesta a los privilegios, pero respetando la inmunidad y fueros de la Iglesia; somos de esos para quienes el liberalismo es tolerancia, en lucha contra la intransigencia, y generosidad, en lucha con la barbarie cruel y feroz. Ese nuestro liberalismo, esas las acepciones que le damos al vocablo y que no corresponden a la condenación pontificia. El liberalismo político colombiano es una tendencia a la emancipación de los abusos de las autoridades que nos oprimen»12 .
El mar de sangre que significó esta contienda en la historia de Colombia y que ha hecho calcular en trescientos mil los muertos sólo en la década de 1947 a 1957, tiene que provocar una reflexión sobre la cruz, sobre todo por la crueldad que caracterizó el exterminio de vidas humanas, casi siempre precedido por aterradoras y degradantes torturas. Aquí se produjeron muchas falsas cruces: de gentes que murieron defendiendo estructuras de poder, de opresión y de injusticia, motivadas por evidentes y perversas manipulaciones del cristianismo. Y hubo muchas cruces ocultas: en las cuales fueron masacrados sinceros buscadores de justicia que enfrentaron toda la estigmatización y todo el envilecimiento con que el poder suele degradar a sus opositores, colocándolos como escarnio para que todo el que pretenda seguir idearios de justicia, de igualdad y de libertad quede traumáticamente disuadido.
Uno de los testimonios más conmovedores de este período es el libro «Lo que el cielo no perdona»13, publicado en 1954 y re-editado 5 veces, cuyo autor fue el sacerdote Fidel Blandón Berrío, párroco de Dabeiba, Pe-
12 Ibíd., p. 108.
13 FIDEL BLANDÓN BERRÍO, Lo que el cielo no perdona, Bogotá 1996.
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que y Juntas de Uramita, en el Urabá antioqueño, a comienzos de los años 50. Como testigo presencial de multitud de horrores y episodios escalofriantes, los recogió sintéticamente en su libro, así como el testimonio de otros tres párrocos de la zona, estigmatizados como él por el gobierno conservador y por la jerarquía eclesiástica, por el sólo hecho de no plegarse a las directrices de persecución que venían de las cúpulas políticas y eclesiásticas y por atender pastoralmente a los campesinos vinculados a las guerrillas liberales de resistencia. El Padre Blandón tuvo que huir de numerosas persecuciones; renunciar al sacerdocio; cambiar de nombre y vivir en cierta clandestinidad, como maestro, hasta su muerte en Facatativa en 1981.
La
imagen del Sanedrín judío parece reproducirse en nuestras jerarquías religiosas para
reivindicar una imagen del
Dios-poder que condena a tortura y muerte a los más inocentes y honestos de sus hijos
La lectura de este testimonio hace pensar en rasgos inconfundibles de la cruz de Jesús. La imagen del Sanedrín judío parece reproducirse en nuestras jerarquías religiosas para reivindicar una imagen del Dios-poder que condena a tortura y muerte a los más inocentes y honestos de sus hijos. La capacidad infinita de crueldad de la Policía «chulavita», hace recordar la ferocidad y barbarie de los soldados romanos. Los parámetros de estigmatización, envilecimiento y degradación de las víctimas no tienen parangón en la historia. La valentía de este testimonio supo rescatar la razón de los vencidos y masacrados, con profunda comprensión de la ética de la insumisión y de la resistencia frente a la barbarie, algo ciertamente excepcional en nuestro medio, pero que delinea los perfiles más específicos de la cruz.
El último ciclo de violencia que hemos vivido y estamos viviendo aún en Colombia se inició en 1962, cuando una misión militar de Estados Unidos obligó a Colombia a adoptar la estrategia paramilitar, sin que en ese momento existieran grupos armados de oposición, para exterminar todo pensamiento disidente denominándolo «comunismo». Pocos años
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La realidad de la cruz en Colombia después, en 1965, nacerían las guerrillas de izquierda y adoptarían el método de guerra de guerrillas, diseñado para enfrentar a un grupo combatiente pequeño con un ejército poderoso. La confrontación armada desde entonces se ubicaría en el eje social y político y adoptaría, desde ambos polos, el modelo de guerra irregular, dentro del cual muchos principios del Derecho Internacional Humanitario no son funcionales sino obstáculo a los ejes mismos de la guerra. Pero lo prolongado del conflicto obligaría a proyectarlo en estructuras permanentes del Statu quo, como los medios masivos de información y mentalización y el aparato judicial, principalmente. La polarización de la sociedad era inevitable y ella hace parte del estado de violencia que ha destruido infinidad de vidas humanas con métodos en extremo crueles, pero que se hacen tolerables a través de técnicas mediáticas, de un ejercicio de la justicia centrado en la impunidad, y de la ideología de la simetría violenta, que permite a muchas franjas sociales vivir en la ficción de no estar implicadas en el conflicto, pudiendo ser cooptadas o al menos neutralizadas por el polo más fuerte del mismo.
La estrategia paramilitar, según confesiones de sus agentes más determinantes, tenía por objetivo poder saltarse o evadir los límites humanitarios de la guerra sin comprometer o ilegitimar al Estado, dando lugar a niveles extremos de barbarie. Hoy asistimos a confesiones estremecedoras que revelan métodos de tortura, de desaparición y ejecución que desbordan la más morbosa imaginación. Esta misma semana se está presentando en el Teatro Nacional una obra sobre la masacre de Trujillo (1988–1994), basada en el manuscrito espontáneo del principal testigo directo, que hace trasbocar al protagonista y suspender la respiración al público. Los recientes descubrimientos de cementerios colmados de cadáveres sin nombre donde fueron inhumadas muchos miles de víctimas sin cumplir los trámites legales para mantener en el anonimato a las víctimas y a sus familias en la incertidumbre y la zozobra. Las versiones libres que se han vuelto rutinarias en que se confiesan los descuartizamientos, las incineraciones, los hornos crematorios, el lanzamiento de los cadáveres a ríos, precipicios y mares, noticias que por lo rutinarias compiten, en inferioridad de importancia, con la trivialidad de las noticias deportivas y de farándula o con pautas publicitarias banales y vulgares. Asistimos a la trivialización de la tragedia que insensibiliza las conciencias y las ajusta a estrategias de olvido muchas veces apoyadas en un «perdón cristiano» adulterado y manipulado.
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Javier Giraldo Moreno, S.I.
Nuestro involucramiento inconsciente en el conflicto hace que perdamos toda objetividad para enjuiciarlo, a veces por el mismo instinto de supervivencia o el rechazo instintivo a una lobreguez que sepultaría nuestras vidas en interminables duelos y en quejumbrosos y sombríos rituales funerarios sin fin.
La pérdida de objetividad nos lleva ordinariamente a neutralismos que hacen esfumar coordenadas éticas elementales: la ideología de la simetría iguala a quien muere defendiendo estructuras de opresión, de discriminación y exclusión, de injusticia y de barbarie, con el que muere buscando modelos alternativos de sociedad basados en la justicia, la libertad, la igualdad y la transparencia, cuando no se exalta a los primeros y se estigmatiza a los segundos. En esta misma dinámica naufragan los criterios fundamentales para descubrir las proyecciones de la cruz de Jesús.
Así como en las décadas de persecución a los movimientos liberales, sus perseguidores echaron manos de condenas eclesiásticas al liberalismo para legitimar la barbarie, así en las décadas del conflicto social se ha echado mano de condenas eclesiásticas contra el marxismo y el comunismo para legitimar la barbarie contra los buscadores de justicia social. La ideología de la Seguridad Nacional fue asumida por muchas de nuestras jerarquías eclesiásticas y se proyectó en persecuciones a los mismos agentes pastorales que se solidarizaron con las luchas por la justicia y con las víctimas de esas persecuciones. Sin embargo, la cruz de Jesús se ha proyectado luminosamente sobre numerosos mártires cristianos colombianos que el pueblo oprimido ha sabido identificar y canonizar. En el libro «Aquellas muertes que hicieron resplandecer la vida»14 , los movimientos cristianos de base recogieron la memoria de muchos de nuestros mártires. También en el interior de la Iglesia se proyecta la polarización que discrimina las sombras de la cruz. Sin embargo, los rasgos de la cruz de Jesús son inconfundibles: se proyecta sobre aquellos perseguidos y exterminados por los poderes constituidos para impedir la reivindicación de valores o la construcción de modelos alternativos de sociedad en sintonía con los valores del Evangelio, siendo las víctimas estigmatizadas y degradadas. Miles y miles de nuestros activistas políti-
14 ANÓNIMO, Aquellas muertes que hicieron resplandecer la vida, Bogotá 1992.
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La realidad de la cruz en Colombia cos de base; sindicalistas, campesinos, indígenas, estudiantes, pobladores populares, agentes de pastoral, intelectuales, quienes murieron por defender causas de justicia, libertad, igualdad, fraternidad, verdad y transparencia, están cobijados por la sombra inconfundible de la cruz de Jesús.
El que muere combatiendo,
«no muere por voluntad sino por necesidad»
Un aspecto especialmente polémico ha sido el de la identificación de los rasgos de la cruz en quienes murieron combatiendo por causas justas. Y entre ellos se cuentan varios sacerdotes colombianos. La teología tradicional del martirio cristiano arrastra una contradicción de siglos: mientras Tomás de Aquino reconocía el carácter de mártires a los que mueren en combate por un bien incluso político pero relacionado con su fe, ya que a la fe pertenecen todas las virtudes incluyendo la justicia15, sin embargo el Papa Benedicto XIV en su tratado enciclopédico sobre el Martirio afirmaba que en este caso falta una de las características del martirio que es el carácter «voluntario» de la muerte, pues el que muere combatiendo, afirma el Papa, «no muere por voluntad sino por necesidad»16. Más recientemente el jesuita alemán Karl Rahner defendió una ampliación del concepto del martirio para incluir a quienes mueren combatiendo por exigencias sociales de la fe. Según Rahner, el hecho de que la aceptación paciente de la muerte identifique más al testigo con Jesús, no excluye que otras muertes, coincidentes en otros aspectos con la de Jesús, como el hecho de ser consecuencia de una lucha por la justicia, puedan englobarse en un concepto de martirio que admite formas diferenciales. Rahner afirma, además, que la muerte en combate no se busca por sí misma y por ello implica un elemento pasivo, como la del mártir tradicional, pero la del mártir tradicional también implica un elemento activo, que es provocar al perseguidor con su testimonio17 .
15 Sancti Thomae Aquinatis, Summa Theologiae, II-IIae, Quaestio 124.
16 Benedictus XIV, De Servorum Dei Beatificatione et de Beatorum Canonizatione, in Opera Omnia in tomos XVII distributa, Prati –in Typographia Aldina – MDCCCXXXX, Tomus Tertius, p. 172.
17 Cfr. KARL RAHNER, Dimensiones del Martirio: Concilium 183 (marzo 1983), 321-324.
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Javier Giraldo Moreno, S.I.
La Cruz, signo de vergüenza y de degradación extrema y negación de la más elemental dignidad de la víctima, llegó a ser símbolo central del cristianismo. Seguramente la fe en la resurrección amortiguó la vergüenza y el envilecimiento extremo del crucificado, y en la medida en que se desarrolló la teología pascual, separándose excesivamente de sus fundamentos históricos, la cruz perdió el carácter de escándalo y locura o estupidez que San Pablo reivindicó ante los corintios que buscaban evadirlo. Sin embargo, las raíces más hondas de la fe en la resurrección hay que buscarlas en el escándalo y la locura de la cruz, que no sólo involucraba la degradación extrema de la víctima, sino todas las dimensiones culturales de la muerte: la deslegitimación y estigmatización de una causa que debía sepultarse en el sentido físico y cultural, para que no incidiera ya más en la historia. La fe en la resurrección constituye una negación rotunda de esas dimensiones de la muerte, y en cuanto tal, la opción más radicalmente subversiva del mundo cultural que legitimó la cruz. Esa subversión se expresa en la exaltación al mundo de lo divino, es decir al soporte último de los valores éticos, de quien fuera culturalmente degradado hasta el extremo.
Valorar hoy la cruz implica hacer un esfuerzo sincero por valorar a las víctimas y por discernir el valor divino de su muerte, o sea su relación con el soporte más trascendente de los valores éticos que configuraron la causa por la cual se jugaron su existencia.

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E¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina?
¿Por qué nos
es
difícil
vivir la pasión de Jesus de Nazaret desde América Latina?
Juan Hernández Pico, S
Juan Hernández Pico, S
Juan Hernández Pico, S
Juan Hernández Pico, S
Juan Hernández Pico, S
LA PASIÓN DE JESÚS DE NAZARET
DESDE CENTROAMÉRICA
l 27 de abril de 1998 desperté asustado en Guatemala por una llamada a las 5 de la mañana desde Londres, que me daba la primera noticia sobre el asesinato del obispo Juan José Gerardi. Mi consternación e indignación fueron profundas. Dos días y medio antes, en la tarde del 24 de abril había asistido en la Catedral de Guatemala a la presentación hecha por Monseñor Gerardi del libro en cuatro volúmenes «Guatemala: ¡Nunca más!», patrocinado por él y bastantes otros de los obispos de Guatemala, e investigado por la Comisión de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG). Después de la ceremonia había hablado con Gerardi y me había obsequiado un ejemplar. La conexión de este
* Licenciado en Filosofía de la Facultad Eclesiástica de Filosofía de los Jesuitas de Loyola, España. Licenciado en Teología, del Philosophische und Theologische Hochschule Sankt Georgen, Frankfurt/Mein, República Federal de Alemania. Tiene estudios de Posgrado en Sociología, del Department of Sociology, de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos. Es candidato al doctorado (Ph.D) en Sociología, de la misma universidad. Actualmente es profesor de Cristología y Sacramentos I y II en la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» de El Salvador.
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Juan Hernández Pico, S.I.
libro con su asesinato era evidente: gente del ejército guatemalteco o sicarios alquilados por él habían cometido el crimen. Así fue establecido posteriormente en los tribunales. «Guatemala: ¡Nunca más!» se había adelantado un año a la publicación del informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH), de la ONU sobre el conflicto armado de 34 años, y había puesto muy altos los parámetros de la verdad. Y sin embargo había ocurrido otra vez. ¡Guatemala, una vez más!
El informe de la CEH, diez meses más tarde, se tituló: «Guatemala, Memoria del Silencio» y concluyó que de todas las violaciones documentadas por ella «las fuerzas del Estado y grupos paramilitares afines fueron responsables del 93%, incluyendo el 92% de las ejecuciones arbitrarias y el 91% de las desapariciones forzadas». Estableció la CEH que las víctimas fueron «hombres, mujeres y niños de todos los estratos del país: obreros, profesionales, religiosos, políticos, campesinos, estudiantes y académicos». Pero «la gran mayoría, en términos étnicos, pertenecientes al pueblo maya». La CEH concluyó que, de todas las violaciones registradas por ella, la insurgencia produjo «el 3%», abarcando a «hombres, mujeres y niños, incluyendo un 5% de las ejecuciones arbitrarias y un 2% de las desapariciones forzadas». La CEH registró 626 masacres atribuibles a las Fuerzas del Estado. «Se exterminaron por completo comunidades mayas, así como [se] destruyeron sus viviendas, ganado, cosechas y otros elementos de sobrevivencia». En todas ellas se evidenció «un agresivo componente racista, de extrema crueldad». En el documento de la CEH se lee lo siguiente:
En la mayoría [de las masacres]...se han evidenciado múltiples actos de ferocidad... asesinato de niños y niñas indefensos, a quienes se dio muerte... golpeándolos contra paredes o tirándolos vivos a fosas sobre las cuales se lanzaron más tarde los cadáveres de los adultos; la amputación o extracción traumática de miembros; los empalamientos; el asesinato de personas rociadas con gasolina y quemadas vivas; la extracción de vísceras de víctimas todavía vivas en presencia de otras; la reclusión de personas ya mortalmente torturadas, manteniéndolas durante días en estado agónico; la abertura de los vientres de mujeres embarazadas y otras acciones igualmente atroces constituyeron no sólo un acto de extrema crueldad sobre las víctimas, sino, además, un
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¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina?
desquiciamiento que degradó moralmente a los victimarios y a quienes inspiraron, ordenaron o toleraron estas acciones1.
La pregunta no sólo por el mal, sino por la crueldad con que se perpetra, es aquí inevitable.
Más de doscientos mil muertos y desaparecidos calculó la CEH que es el tremendo saldo desde que en 1962 estalló el enfrentamiento armado hasta que en 1996 se firmó la paz [es decir, en 34 años]. Los testimonios prestados ante la misma CEH registran sólo una muestra de este horrendo cálculo: 42.275 víctimas, de ellas 23.671 en ejecuciones arbitrarias y 6.159 en desapariciones forzadas. «De las víctimas plenamente identificadas, el 83% eran mayas y el 17% eran ladinos», afirmó la CEH2.
No hay crimen mayor, ni más terrible «hora del poder de las tinieblas» que la privación violenta de la vida a los seres humanos
Es difícil, por otro lado, transmitirles el impacto que sufrí cuando me llegó en Managua la noticia del asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. E igualmente difícil es transmitirles el dolor que sentí y la indignación que me embargó cuando, también trabajando en Managua, me llegó casi diez años más tarde la noticia del asesinato de Ignacio Ellacuria, Armando López (ambos amigos muy cercanos) y los demás compañeros y las dos mujeres asesinadas con ellos. Es importante subrayar la palabra «asesinato». Mucho antes de ser interpretada teológicamente la muerte de Romero y de nuestros hermanos como «martirio», la base material de esa interpretación es el asesinato, el crimen más bárbaro que puede existir, porque no hay crimen mayor, ni más terrible «hora del poder de las tinieblas» que la privación violenta de la vida a los seres humanos. En el caso de Jesús de Nazaret, con su muerte se trató también en primer lugar de un crimen así, de la privación violenta de su vida y además precedida de
1 Comisión de Esclarecimiento Histórico — CEH, Guatemala, Memoria del Silencio, 35.
2 Guatemala, Memoria del Silencio, en Terminar la guerra, traicionar la paz. Guatemala en las dos presidencias de la paz. Arzú y Portillo (1996-2004), Editorial de Ciencias Sociales, Guatemala 2005.
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Juan Hernández Pico, S.I.
varias horas de brutal tortura. Los asesinos de Monseñor Romero sabían bien lo que hacían, es decir acallar la boca y la palabra de denuncia y de esperanza que sobre la situación de El Salvador pronunciaba aquel buen pastor cada domingo. Lo mismo sabían lo que hacían los que planearon el asesinato de Ignacio Ellacuria, es decir silenciar para siempre la inteligencia superior y la capacidad de interpretación cristiana de la maldad que estaban presentes en los escritos y en las cátedras sobre la realidad de aquel jesuita genial. El informe de la Comisión de la verdad sobre la guerra en El Salvador (1980-1992) transparenta igual crueldad y locura: recordemos además de las ilustres víctimas ya mencionadas a las no menos ilustres víctimas del pueblo sencillo en las márgenes del río Sumpul en el Departamento de Chalatenango –más de 900 personas de todas las edades masacradas conjuntamente por los ejércitos de El Salvador y de Honduras–y las víctimas de la aldea El Mozote –alrededor de 800 personas– en el Departamento de Morazán, masacradas por otro batallón de reacción rápida.
No puedo extenderme más sobre el trasfondo de la pasión de Jesús de Nazaret desde Centroamérica, que comenzó modernamente con el asesinato del jesuita Rutilio Grande en 1977.
Como cristianos, familiares con los textos bíblicos, nos viene a la memoria aquella frase paradójica de Pablo: «Ahora me alegro de sufrir por ustedes, porque de esta manera voy completando en mi propio cuerpo, lo que falta a los sufrimientos de Cristo para bien de su cuerpo que es la Iglesia»3. ¿Qué quiere decir Pablo? Evidentemente, «no que la acción salvadora de Cristo en su muerte y resurrección haya sido insuficiente»; esto contradiría el mensaje constante del Nuevo Testamento. Sí, en cambio, que Pablo, «como predicador de Jesucristo, representa en cierto modo a su Señor y por eso participa en su debilidad, único medio por el que la gloria de Dios actúa en la tierra; además sólo el sufrimiento que el testigo asume sobre sí da credibilidad real a su mensaje»4. No en vano pronunció Ignacio Ellacuria aquella frase célebre: «Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador».
3 Col 1, 24.
4 LUIS ALONSO SCHÖKEL, La Biblia de nuestro pueblo, Bilbao 2006, 2252 (para el primer entrecomillado de la frase), y EDUARD SCHWEIZER, La Carta a los Colosenses, Salamanca 1987, 93-97 (para el segundo entrecomillado).
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¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina?
JESÚS CRUCIFICADO SEGÚN LOS INFORMES
DE LA VERDAD EN OTROS
PAÍSES DE AMÉRICA LATINA
Al igual que los dos informes de la verdad sobre Guatemala y el de El Salvador, se han escrito también otros, por ejemplo el Informe de la Verdad sobre los horrores de la dictadura militar en Argentina (19761982), redactado por el gran escritor Ernesto Sábato. El informe de la verdad sobre los horrendos crímenes contra el campesinado indígena peruano cometidos por el ejército de ese país y por Sendero Luminoso. Las investigaciones sobre los asesinatos en masa en el Estadio de Chile pocas horas después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, y especialmente las torturas con las que se destrozaron las manos del guitarrista y cantautor Víctor Jara antes de asesinarlo. Y luego las investigaciones sobre la «Marcha de la Muerte», que recorrió Chile asesinando sospechosos de simpatía con el gobierno electo democráticamente de Salvador Allende. El libro de Frei Beto, Batismo de Sangue, narra con magnífico estilo literario y mística profundidad cristiana la persecución contra los dominicos en Brasil; una vez más lo que nos llena de horror y de preguntas es la crueldad con que fueron torturados en las prisiones de la dictadura brasileña, acusados de complicidad con el líder comunista Luiz Carlos Prestes. La culminación del libro de Frei Beto es, sin duda, «la pasión de Frei Tito», donde se describe cómo este dominico excepcionalmente inteligente y sensible, introyectó la horrenda figura de su torturador, el Comandante Fleury, y, ni siquiera en el retiro de un convento dominico francés pudo liberarse de ella y de la acusación contra sí mismo que conllevaba. Todo terminó con su suicidio. Me gustaría poder añadir algo sobre la realidad colombiana, es decir sobre la pasión de Jesucristo en Colombia, pero estando aquí, precisamente en Colombia, debo remitirme a lo que mi compañero jesuita Javier Giraldo ha dicho ya sobre «la realidad de la cruz en Colombia» y a lo que ha dicho Consuelo Vélez sobre «las mujeres en un mundo crucificado».
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Juan Hernández Pico, S.I.
LA VERDADERA HISTORIA Y LOS PUNTOS DE LA CONTEMPLACIÓN DE LA PASIÓN
Lo que he hablado hasta ahora puede considerarse como «el fundamento verdadero de la historia», o simplemente «la historia»5, que Ignacio de Loyola sugiere que hemos de recordar antes de entrar propiamente en las contemplaciones de la segunda semana de los Ejercicios, y en adelante. Ignacio me suspendería como acompañante de Ejercicios si «la vera historia» me hubiera llevado todo este tiempo. El quiere que el que da los Ejercicios sea parco en palabras, dejando el protagonismo al que hace los Ejercicios y al mismo Dios. Pero afortunadamente esto es una ponencia y no los puntos para una contemplación.
Ignacio de Loyola en los Ejercicios de la Tercera Semana, dedicados a la pasión de Jesucristo, propone que clamemos a Dios nuestro Señor pidiendo, en la primera contemplación, como en un pórtico, «dolor, sentimiento y confusión porque por mis pecados va el Señor a la pasión»6, y de ahí en adelante, «dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo7 pasó por mí»8. Ignacio sugiere además que no contemplemos solamente mirando las personas que aparecen en cada paso de la pasión, oyendo lo que dicen y viendo lo que hacen9, sino que además contemplemos «cómo la divinidad se esconde» –aquí ya no tenemos escenas de milagros ni palabras llenas de autoridad, sino extrema debilidad e impotencia y silencios prolongados–; sugiere también que contemplemos «lo que Cristo nuestro Señor padece en la humanidad o quiere padecer»; y finalmente que contemplemos «cómo esto padece por mis pecados»10.
5 Ejercicios Espirituales 2, 102 y 191.
6 Ibíd., 193.
7 Refiriéndose al Señor, Ignacio suele hablar de Cristo. Yo hablo aquí generalmente de Jesús de Nazaret, para no perder de vista que es el Jesús histórico el que sufrió la pasión. Pienso que hablar de Cristo solamente tiene el peligro de perder de vista la historia concreta. En todo caso, Pablo habló, ya desde la perspectiva de la Resurrección, de Jesucristo.
8 Ejercicios Espirituales 203.
9 Cfr. Ejercicios Espirituales 194.
10 Ejercicios Espirituales 196, 195 y 197.
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¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina?
LA DIFICULTAD DE SINTONIZAR CON LA PASIÓN DE JESÚS DE NAZARET
Y sin embargo, después de tanta y tan precisa introducción a la contemplación, no es extraordinario que en las contemplaciones de la pasión sintamos sequedad y aridez, y no nos sea fácil sintonizar con el dolor y quebranto de Jesús de Nazaret. Por eso dice Ignacio que debemos en las diversas contemplaciones «comenzar con mucha fuerza a doler, tristar y llorar»11, e incluso al despertarnos, levantarnos y vestirnos cada día de esta Tercera Semana, «esforzándonos…en entristecernos y dolernos de tanto dolor y de tanto padecer de Cristo nuestro Señor»12. ¿Por qué supone Ignacio que nos es tan difícil esa solidaridad auténtica, por qué nos es tan difícil esa solidaridad profunda con Jesús de Nazaret difamado, humillado, despojado de todo, torturado y asesinado? El P. Peter-Hans Kolvenbach da una respuesta:
Para que esta compasión sea auténtica, se requiere un gran esfuerzo…, porque la Pasión del Señor –sufrir como él ha sufrido- no es connatural al hombre. Si el sufrimiento, en su radical absurdidad, lleva ya al hombre a la evasión o a una resignación fatalista, asumirlo como Cristo ha asumido el sufrimiento continúa siendo locura y escándalo13
Digo que se trata de una primera respuesta, porque con la pasión de Jesús de Nazaret y también con la pasión de Cristo desde América Latina no se trata sólo del «sufrimiento en su radical absurdidad», no se trata, por ejemplo, de la injusticia que se experimenta en cualquier muerte. Se trata de de la absurdidad e injusticia de la muerte de aquel que «pasó haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el mal, porque Dios estaba con él»14 y de la absurdidad y la injusticia de aquellas personas que fueron asesinadas por tratar de buscar ante todo «la justicia del Reino»15. Y eso profundiza la cuestión de la solidaridad con el sufrimiento.
11 Ibíd., 195.
12 Ibíd., 206.
13 PETER-HANS KOLVENBACH, Selección de escritos... 1983-1990, Provincia de España de la Compañía de Jesús, 1992, 329.
14 Hch 10, 38.
15 Mt 6, 33.
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Juan Hernández Pico, S.I.
NO EN LA INCAPACIDAD DE INDIGNACIÓN Y DOLOR
No creo que la dificultad de solidarizarnos auténticamente con Jesús de Nazaret crucificado y con las personas crucificadas de hoy en América Latina venga de la incapacidad de sentir solidariamente indignación mezclada con dolor ante el espectáculo de un ser humano «que pasó haciendo el bien y curando a los» desquiciados16, convertido ahora en un guiñapo, en alguien «sin presencia ni belleza», es decir humanamente desfigurado, «quitado de en medio sin arresto y sin proceso» y tal vez «sepultado en una fosa común con los malhechores»17.
Sentí esa indignación mezclada con un profundo dolor cuando escuché la mala noticia del asesinato de Monseñor Romero. Sentí esa misma indignación mezclada al principio con doliente incredulidad cuando escuché la horrenda noticia del asesinato de mis seis compañeros jesuitas en la UCA de San Salvador y de las dos mujeres que esa noche dormían en su casa buscando protección. O cuando nuestra amiga, la antropóloga guatemalteca Myrna Mack, fue asesinada a puñaladas al salir de su oficina de trabajo. Sentí esa indignación mezclada con una pregunta sin contestación por la razón de tanta crueldad –tal vez eso es lo que Ignacio de Loyola llamaba «quebranto»- cuando leí los resultados de la investigación de mi compañero y antropólogo Ricardo Falla en su libro «Masacres de la selva». Y también cuando visité los refugios de la gente desplazada en la capital de El Salvador durante la guerra. Y también cuando conviví en Santa María Chiquimula, en el altiplano guatemalteco, en la Guatemala profunda, con niños y niñas y con adolescentes disminuidos en sus capacidades humanas por la desnutrición y el hambre. Y tantas otras veces en mi vida, como cuando leí «Recuerdo de la muerte», el libro de Miguel Bonasso sobre los desaparecidos y torturados en la Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires, o «Noticia de un secuestro» de Gabriel García Márquez.
16 Hch 10, 38.
17 Is 53, 2. 8. 9.
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¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina?
No creo, pues, que sea la indignación ante un «dolor y quebranto» humanos lo que nos hace difícil conmovernos frente a la pasión de Jesús, o frente a tantos «Jesucristos» injustamente quebrantados en América Latina.
TAMPOCO EN LA INCAPACIDAD DE COMPASIÓN
No creo tampoco que la dificultad de vivir la pasión de Jesús de Nazaret hoy en América Latina venga de la ausencia de «pueblo y de mujeres que lloren y se lamenten por él», como narra Lucas de las mujeres que Jesús encontró camino del Calvario18. Quienes han tenido experiencia con las familias de las víctimas en Guatemala como en Colombia, en El Salvador como en Argentina, o en cualquier otro país de América Latina que haya pasado por la «hora en la que dominan las tinieblas»19, saben profundamente que la compasión no es lo que ha faltado entre nosotros. Si somos bien nacidos, a todas las personas se nos parte el corazón contemplando el sufrimiento humano. Tanto cuando el sufrimiento proviene de la brutal capacidad humana para torturar, hacer desaparecer y matar, como cuando sobreviene por desgracias que son propias de la condición humana y que obviamente también suceden en América Latina.
Si somos bien nacidos, a todas las personas se nos parte el corazón contemplando el sufrimiento humano
A mí se me partió el corazón hace 35 años escuchando la mala noticia de que mi sobrino, hijo de mi más querida hermana, había fallecido durante la noche, víctima de un aneurisma, cuando tenía 19 años. Meses más tarde pasé muchas horas nocturnas acompañando el dolor de mi hermana. Quince años después se me partió el corazón cuando mi mejor amigo, el jesuita guatemalteco César Jerez, que me había regalado su familia y su propia patria, murió aquí mismo en Bogotá ante mi total impotencia, víctima de un derrame cerebral masivo. Y más se me partió
18 Lc 23, 27.
19 Ibíd., 22, 53.
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el corazón recordando a su mamá, que era ya como mi mamá y que estaba perdiendo al quinto de sus 7 hijos. Todavía perdió al sexto antes de morir ella. A mí se me partió el corazón una vez más cuando fui testigo del sufrimiento sin fronteras de un joven jesuita, a quien yo había acompañado en su proceso, roto entre su amor a la Compañía y su amor a una mujer, y sintiéndose depresivamente sin salida a sus 27 años. Y se me partió todavía más contemplándolo en la salida que escogió, colgando de la barra de una ducha. Una salida para él evidentemente liberadora. Parecía que el corazón no podía ya partírseme más, pero fue más tremendo todavía contemplar el pozo hondísimo de dolor en que se sumergieron sus papás cuando escucharon de mi boca la fatal noticia. A mí se partió el corazón especialmente cuando tuve que tragarme el asesinato de Ignacio Ellacuria y Armando López, ambos amigos muy cercanos que me habían ayudado a salir a flote en circunstancias graves de mi propia vida.
No creo, pues, que la dificultad de simpatizar compasivamente, desde un «corazón de carne», con Jesús de Nazaret hoy en América Latina, es decir, con sus hermanas y hermanos «así nuevamente» crucificados (EE 109), tenga su fuente en la incapacidad de indignarnos frente a la absurdidad y la injusticia del sufrimiento, y de conmovernos y compadecernos frente a la desgracia. El punto complicado está en que no todo sufrimiento injusto y no toda desgracia son la cruz cristiana.
LA DIFICULTAD DE VER CÓMO LA DIVINIDAD Y TAMBIÉN LA HUMANIDAD SE ESCONDEN
¿Dónde está entonces la dificultad de simpatizar en profundidad con el quebranto y el dolor de Jesús de Nazaret y por tanto con el dolor de tantas hermanas y hermanos suyos en América Latina, que reviven o han revivido su crucifixión?
La dificultad, a mi entender, está en aquella otra realidad que nos pide Ignacio de Loyola que contemplemos: «Ver cómo la divinidad se esconde»20. Es lo que sintieron aquellos discípulos que hacían el camino
20 Ejercicios Espirituales 196.
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¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina?
desde Jerusalén hasta la aldea de Emaús después del asesinato de Jesús de Nazaret por medio del horrendo suplicio de la crucifixión:
Era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. ¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!21.
Estas palabras llenas de desengaño y desesperanza expresan bien la dificultad. La dificultad de simpatizar con Jesús de Nazaret torturado, desaparecido y asesinado hoy en América Latina está realmente en la gran dificultad de solidarizarnos con un Dios débil, con un Dios fracasado, con un Dios crucificado. La imagen de Dios está en nuestra tradición tan fuertemente vinculada con la omnipotencia, que es casi imposible tragarnos al Dios débil, Jesús de Nazaret y al Dios impotente frente a la cruz de Jesús de Nazaret. Ignacio dice:
Considerar cómo la divinidad se esconde, es a saber, cómo podría destruir a sus enemigos y no lo hace, y cómo deja padecer la sacratísima humanidad tan crudelísimamente22.
Pero la sabiduría teológica de nuestro tiempo nos dice que Dios no «podría destruir a sus enemigos» sin intervenir como Deus ex machina en una historia que ha dejado en nuestras manos. El P. Kolvenbach habla de «la cruel impotencia del Omnipotente»23. La sabiduría teológica de nuestro tiempo, en diálogo con la modernidad, nos dice que Dios acompaña esta historia que las personas hacemos y sufrimos, y acompaña a las personas, «está con nosotros todos los días hasta el fin de la historia»24 con infinita ternura, inspirándonos responsabilidad y esperanza, pero sin sustituirse a nosotros.
Más aún, para nosotros que creemos que Jesús de Nazaret fue resucitado, es decir que se le dio la victoria definitiva sobre la muerte, la dificultad de solidarizarnos con él proviene probablemente de algo que
21 Lc 24, 19-21.
22 Ejercicios Espirituales 196.
23 PETER-HANS KOLVENBACH, Op.cit., p. 329.
24 Mt 28, 20.
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contemplamos todos los días en América Latina y que Ignacio de Loyola no nos pidió que contempláramos en los Ejercicios: «Ver cómo la humanidad se esconde». Pocas frases de la Escritura se me han hecho más difíciles de aceptar que aquellas del evangelio de Marcos, cuando pone en boca de Jesús estas palabras:
Cuando los conduzcan para entregarlos [a los tribunales], no se preocupen por lo que han de decir: lo que Dios les inspire en aquel momento es lo que dirán. Porque no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu Santo25.
Cuando uno lee «Baptismo de Sangue», de Frei Beto, y contempla las terribles torturas que sufrieron en la prisión sus compañeros dominicos, y cómo uno de ellos, Frei Tito, incluso después de haber sido liberado y trasladado a Francia, introyectó, como hemos dicho, de tal manera a su verdugo y acusador, Fleury, que no pudo soportarse, y se suicidó en el bosque de un convento de dominicos, no sabe uno cómo «el espíritu Santo habló» por estos condenados de la tierra latinoamericanos.
Esto pasó también con Jesús de Nazaret. Según el Evangelio de Marcos, el más antiguo, y en él su núcleo originante, la pasión, se encuentra uno con un Jesús que apenas habla. Una vez, frente al Sumo Sacerdote para decir que sí, «Yo soy [el Mesías]. Verán a este hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y llegando entre las nubes del cielo»26. Otra vez, al comienzo del interrogatorio de Pilato para afirmar que efectivamente Pilato dice lo que Jesús es, el rey de los judíos. Y finalmente a la hora de acercarse su muerte colgado ya en la cruz, para expresar el abandono en que siente que Dios lo ha dejado, porque el hombre Jesús sí esperaba una acción última, salvadora, de Dios. Por último, al expirar con un gran grito27.
Podemos encontrar el sentido de la parquedad de palabras de Jesús de Nazaret ante los Sumos Sacerdotes y el gobernador romano; Jesús pretende manifestarles que no pueden doblegar su espíritu, que no se
25 Mc 13, 11.
26 Ibíd., 14, 62.
27 Cfr. Mc 15, 2.34.37.
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¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina? somete a su autoridad. Es como una objeción de conciencia moderna Pero luego el silencio de Jesús y sus dos gritos últimos proceden de otra realidad: las formas de tortura de entonces (sobretodo los 39 azotes para ablandar al que va a ser crucificado, que desgarraban la carne hasta los huesos) y la misma crucifixión (que asfixia lentamente y termina de desangrar), y las formas de tortura de hoy (la picana y otros ingenios de la maldad), no dejan mucho espacio de humanidad para que el Espíritu Santo encuentre un sujeto humano aún, a través del cual hablar. Es aquí cuando sentimos la profundidad de aquella frase de la Carta a los Hebreos: «como nosotros ha sido probado en todo, excepto el pecado»28. Aquí resuena ese otro punto que quiere Ignacio que contemplemos en la pasión: «Ver cómo todo esto» Jesús lo «padece» por nosotros29, es decir, en completa solidaridad con la condición humana. Esto puede consolarnos pero no le quita la dificultad a nuestra solidaridad con el sufrimiento de Jesús de Nazaret y de «sus hermanos más pequeños»30 en América Latina, o para el caso en Africa, en el sureste de Asia o en los cuartos mundos incrustados en el primer mundo.
En términos ignacianos, de la meditación de las dos banderas o dos programas estratégicos, el de Jesús y el del mal, la dificultad de solidarizarnos con el dolor de Jesús de Nazaret y de sus hermanos más pequeños puede venir de que en su pasión Jesús y ellos aparecen auténticamente como las personas en que se ha cumplido la estrategia del Espíritu Santo: han quedado desnudos, paupérrimos, han sido rechazados e incluso calumniados –son blasfemos, agitadores o comunistas–, y han asumido o sufrido un destino solidario con el de los condenados de la tierra.
Y si los que hacemos los Ejercicios Espirituales, sin pasar por la tercera Semana como sobre brasas, seguimos queriendo «conocerlo, amarlo y seguirlo», viendo cómo la divinidad –¡y la humanidad!– se esconden, no es tan improbable que ese llegue a ser también nuestro destino: quedar desnudos, ser rechazados y calumniados, y quedar en humilde solidaridad con los condenados de la tierra. Y eso nos asusta, si somos simple y sencillamente sinceros. Así le pasó a Monseñor Romero, a los mártires
28 Heb 4, 15.
29 Cfr. Ejercicios Espirituales 197.
30 Mt 25, 40.45.
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jesuitas de la UCA, a Sergio Restrepo, a Joâo Bosco Penido Burnier, a Frei Tito, a la antropóloga guatemalteca Myrna Mack, y a tantas otras personas. Así nos puede pasar a nosotros y a nosotras si tomamos en serio
La lucha crucial de nuestra tiempo, la lucha por la fe y la lucha por la justicia que la misma fe exige31.
Tal vez por eso, el jesuita y arzobispo emérito de Milán, el Cardenal Martini, escribió que «a veces nuestros discernimientos fallan por no incluir suficientemente la pasión». Para San Juan de la Cruz, el gran místico, «no hay consideración más alta que la pasión». Y un maestro de Zen solía decir: «Ustedes, los católicos, tienen el coan –o enigma– más grande de todos: Dios crucificado. Miren ahí cada uno de ustedes hasta conseguir la iluminación.»
LA CRUZ ES LOCURA Y ESCÁNDALO, PORQUE ES EL CASTIGO DEL ESTADO PARA LOS QUE NO ACEPTAN LOS MODELOS
ACTUALES DE DESARROLLO
CON EXCLUSIÓN DE GRANDES MAYORÍAS
El problema de la solidaridad con el sufrimiento de Jesús de Nazaret y sus hermanos más pequeños es el que ya señaló Pablo escribiendo a los Corintios. Que significa aceptar lo que para el mundo de su tiempo –y no menos para el nuestro– era «una locura y un escándalo», es decir aceptar «un Mesías –un Cristo– crucificado»32. Esto significa aceptar que aunque «nadie jamás ha hablado como este hombre»33, y nadie ha tenido «una enseñanza nueva con autoridad» como Jesús34, dando órdenes a los espíritus inmundos y siendo obedecido, y aunque nadie como él «pasó haciendo el bien…porque Dios estaba con él», con todo y eso «le dieron muerte colgado de un madero»35. Entonces, creer en el Crucificado y ser hermanos de tantas personas crucificadas, ¿de qué locura se trata? Ni más ni menos que de
31 Congregación General 32 de la Compañía de Jesús, D 2 n. 2.
32 1Cor 1, 23.
33 Jn 7, 46.
34 Mc 1, 27.
35 Hch 10, 38.39.
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La cruz, sin embargo, que hemos de estar dispuestos a cargar, es el rechazo y aun el castigo con que nos amenazan los poderes de este mundo
¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina? vivir con inconformismo en un mundo que endiosa el dinero, la fama y el poder dominante y que infravalora a los pobres, amenazados por el mismo castigo de Estado que el Templo y Roma impusieron a Jesús de Nazaret: el castigo de la cruz. Porque la cruz de Jesús es ante todo un castigo impuesto por el Templo y el Estado. Todos los demás sufrimientos de este mundo son «tribulaciones» o «pruebas»36. Ellas constituyen el «yugo suave» del «cansancio y el agobio» de la condición humana, que la fe en Jesús, es decir el «ir a él» nos ayudará a aliviar y superar. La cruz, sin embargo, que hemos de estar dispuestos a cargar37, es el rechazo y aun el castigo con que nos amenazan los poderes de este mundo. De esa locura se trata cuando contemplamos en la Tercera Semana de los Ejercicios a Jesús crucificado, y cuando lo hacemos hoy desde los crucificados en América Latina.
Nosotros hoy llevamos como herencia una larga historia de creer que en Jesús de Nazaret se hizo hombre el Hijo de Dios –así comienza y así termina el Evangelio de Marcos–, el primero. Pero el Nuevo Testamento no nos deja olvidar el escándalo de sus discípulos ante su crucifixión: «nosotros esperábamos que él iba a ser el liberador de Israel»38. El escándalo primero, la raíz de nuestra dificultad para solidarizarnos hasta las últimas consecuencias con el destino de Jesús y el de no pocos de sus hermanos y hermanas, luchadores por la justicia y la paz desde la fe o desde los Derechos Humanos en América Latina, fue que un hombre extraordinariamente bueno y que condensó a su alrededor tantas esperanzas «fue entregado por los sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran»39. Como les pasó a tantos hombres buenos y luchadores, que hemos mencionado ya, y también a otros como
36 2 Cor 4-7; Col 1, 24. Lc 22, 28.
37 Cfr. Mt 11, 28-30 y 16, 24.
38 Lc 24, 21.
39 Ibíd., 24, 20.
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Emiliano Zapata, Mohandas Ghandi, Camilo Torres, el Ché Guevara o Fernado Hoyos40.
Y eso nos puede pasar también a quienes queremos seguir a Jesús hasta las últimas consecuencias. Quién sabe si no fue por eso que aquellos dos se retiraban de Jerusalén hacia Emaús, tal vez huyendo de la quema. Porque es por eso por lo que es tan difícil que en nuestro discernimiento entre la pasión, y que la solidaridad con Jesús crucificado y con sus hermanos más pequeños sea auténtica.
Tal vez mirando así las cosas de frente, con la mística de los ojos abiertos, podemos clamar por la gracia de solidarizarnos con el destino, de tejas abajo tan doloroso y fracasado, de Jesús de Nazaret, y superar el escándalo y el miedo a esta locura y sentir su muerte y la de muchas de las personas crucificadas en América Latina, como «un amor inapelable más fuerte que la muerte» misma. Y así aceptar que nuestra suerte sea la de los locos por Cristo41.
LA EUCARISTÍA, MEMORIAL DE LOS MÁRTIRES Y REINVENCIÓN DEL PASADO
De todas maneras es muy importante actualizar nuestras Eucaristías como «proclamación de la muerte del Señor hasta que él vuelva»42. Y además como proclamación de la muerte de tantas personas que en América Latina y en muchas otras partes del mundo sufrieron la muerte injustamente. Hasta hace poco tiempo –considerando la historia bimilenaria del cristianismo– todas las mesas sobre las que se celebraba el banquete rememorador de la Última Cena del Señor reservaban un pequeño hoyo para incrustar en él la reliquia de algún mártir. Con ello se querían significar, a mi entender, dos cosas: una, que las personas que sufrieron el martirio compartían la injusticia de la muerte de Jesús. Y la
40 Fernando Hoyos fue un jesuita español. Naturalizado guatemalteco, que creyó su deber de conciencia unirse a la guerrilla guatemalteca en 1980, y fue muerto a penas dos años más tarde por el ejército y las patrullas de autodefensa civil montadas por éste.
41 Cfr. PETER-HANS KOLVENBACH, Op.cit., p. 341-354. Ejercicios Espirituales 161.
42 1 Cor 11, 26.
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Toda muerte es una injusticia, no sólo la muerte de los mártires y de todas las demás personas a quienes se les ha quitado la vida
¿Por qué nos es difícil vivir la pasión de Jesús de Nazaret desde América Latina? otra, que Jesucristo resucitado no va a volver solo de la muerte para recrear definitivamente un mundo nuevo 43, sino que va a volver con aquella multitud de hermanas y hermanos «que lavaron y [paradójicamente] blanquearon sus vestiduras en la sangre del Cordero»44. De todas maneras, hay en nosotros tales ganas de vivir, tan insaciables, que, de alguna manera, como hemos dicho, toda muerte es una injusticia, no sólo la muerte de los mártires y de todas las demás personas a quienes se les ha quitado la vida. Testigos presenciales ocultos de la noche triste de los asesinatos de los jesuitas de la UCA, escucharon a Ignacio Martín Baró gritar fuertemente, dirigiéndose a los soldados que ya estaba claro que venían a matarlos: «¡Ustedes son carroña. Esto es una injusticia!»
Vale la pena terminar esta ponencia recuperando el hecho de que los ángeles de las portadas de los cuatro volúmenes de «Guatemala, ¡Nunca Más!», que mencionamos al comienzo eran una recreación del «Angelus Novus», una pintura de Klee, sobre la que reflexionó Walter Benjamín, uno de los más famosos miembros de la primera generación de la Escuela de Frankfurt. En nuestros días, el gran sociólogo Boaventura de Sousa Santos, cofundador de los Foros Sociales Mundiales, comenta así el pasaje de Benjamín:
El ángel de la historia contempla, impotente, la acumulación de ruinas y de sufrimiento a sus pies. Le gustaría… echar raíces en la catástrofe para, a partir de ella, despertar a los muertos y reunir a los vencidos, pero la fuerza de la voluntad cede frente a la fuerza que lo obliga a escoger el futuro, al cual le da la espalda. Su exceso de lucidez se combina con la falta de eficacia… Así, el pasado es un relato y nunca un recurso, una fuerza capaz de irrumpir en un momento de peligro para auxiliar a los vencidos. Lo mismo dice Benjamín en otra tesis sobre la filosofía de la historia: «Articular el pasado históricamente no significa
43 Cfr. Ap 21, 5-7; 1, 17-18.
44 Ap 7, 14.
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reconocerlo ‘como fue en realidad’. Significa apoderarnos de una memoria tal como ella relampaguea en un momento de peligro…» La capacidad de redención del pasado radica en la posibilidad de surgir inesperadamente en un momento de peligro, como fuente de inconformismo45
Recuerda Santos que la modernidad ha puesto sus esperanzas en el futuro, y piensa que con «la inutilización del futuro», es decir con la tan traída y llevada muerte de las utopías, «no podemos pensar en la transformación social si no reinventamos el pasado». No se trata, pues, de vivir sólo de una memoria, sino de «volver a pensar en la emancipación social a partir del pasado y, de algún modo, de cara al futuro».
De alguna manera también, el grito de Jesús de Nazaret crucificado: «Eloi eloi lema sabaktani –que significa: Dios Mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?46 revela un profundo desconcierto y tal vez también un no menos profundo inconformismo con la injusticia que se está perpetrando contra él.
Para que «el inconformismo de los muertos» provoque el de los vivos. Benjamín escribía el texto que hemos evocado en un tiempo de muchos muertos injustamente, el tiempo del nazismo de Hitler. Santos piensa que «al igual que Benjamín, atravesamos un momento de peligro…» al adentrarnos en el tercer milenio, pero que, gracias a «la crisis por la que está atravesando la idea de progreso», hay una oportunidad histórica y es tan «importante… colocar al ángel de la historia en otra posición, reinventar el pasado a modo de restituirle la capacidad de explosión y redención». Es lo que hace el cuarto de los ángeles de la portada de ¡Guatemala, nunca más!, después de que los tres primeros se han tapado los ojos, los oídos y la boca: abre la boca para gritar y vocear el pasado. Es lo que hacemos nosotros en cada Eucaristía si la vivimos en su sentido de profunda e invencible aspiración al Reino de Dios47. Desde ahí la pasión de Jesucristo en América Latina debe ayudarnos a reinventar el pasado de manera que no repitamos en el presente y en el futuro la huída de los discípulos de Jesús ante la realidad.
45 Santos…, El milenio…, p. 117-118.
46 Mc 15, 33.
47 Cfr. Lc 22, 15-18.
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Las mujeres en un mundo crucificado
Las mujeres en un mundo crucificado
EOlga Consuelo Vélez Caro Olga Consuelo Vélez Caro * * *
Olga Consuelo Vélez Caro Olga Consuelo Vélez Caro Olga Consuelo Vélez Caro
l título de esta ponencia orienta nuestra reflexión. Partimos de la constatación de una realidad que nos duele y nos apremia. Nuestro mundo no es un mundo como debería ser. Es un mundo crucificado1, pero que, por contrapartida, nos hace aferrarnos con fuerza a la ya conocida expresión «otro mundo posible» recordada una y otra vez en los llamados «Foros Social mundial»2. Porque nos inscribimos en esta línea no sólo de soñar sino de buscar caminos para hacerlo posible, un Simposio sobre Ejercicios Espirituales, tiene que ir de la mano de lo que Monseñor Romero expresara en determinada ocasión refiriéndose a los Ejercicios:
* Magister en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Doctora en Teología de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, Brasil. Pertenece a la Institución Teresiana (Asociación internacional de fieles laicos) y al comité teológico de la Conferencia Episcopal colombiana. Actualmente es profesora de tiempo completo de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Miembro de los grupos de investigación Cosmópolis y Teología y Género de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana.
1 Lo cual significa que también hay crucificadores pero no es nuestro interés en este momento detenernos en ese aspecto.
2 El Foro Social Mundial es un encuentro anual que se ha celebrado desde el año 2000, reuniendo a muchos grupos, movimientos y ongs comprometidas con la transformación económica y social del planeta: Porto Alegre (Brasil) 2001, 2002, 2003,
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Unos ejercicios espirituales medirán su eficiencia por la renovación que realicen en la persona. Pero no sería suficiente sí una persona se siente renovada sólo en una piedad individual, perdonado de sus pecados personales, muy a gusto por sentir su conciencia tranquila (….) Yo mediría, pues, la bondad o ineficacia de unos Ejercicios Espirituales en la medida en que las personas que salen de esas reflexiones profundas sean hombres y mujeres de los que necesita nuestra América: personas nuevas para organizar estructuras nuevas en la medida de sus alcances3
En ese deseo de responder a la realidad de nuestro mundo y de comprometernos con su transformación, podemos preguntarnos ¿Por qué destacar el tema de las «mujeres»? Algunos pensarán que sería más importante, abordar otras situaciones. Otros temerán que este espacio se convierta en una serie de «lamentos» sobre el dolor de las mujeres pero sin traer ningún beneficio. Unos y otros pueden tener razón. Pero reconociendo la pertinencia de otros temas y sin querer aprovechar este espacio para hacer una lista de descargos de todos los sufrimientos que vivimos, creemos que nos es útil reflexionar sobre ese dolor con rostro femenino porque ilumina nuestro camino personal y social y nuestra experiencia creyente que busca «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacernos semejante a Él en su muerte»4, como diría San Pablo. O como diría San Ignacio «pedir lo que quiero: será aquí dolor, sentimiento o confusión, porque por mis pecados va el Señor a la pasión»5. Ese dolor con rostro femenino también forma parte de ese misterio pascual.
Para nuestro propósito trataremos tres aspectos. Partimos de una pregunta que surge espontáneamente cuando al dolor nos referimos: ¿dónde está Dios cuando pasa lo que pasa?6 La respuesta no es fácil y desde el teísmo clásico del Dios impasible hasta el Dios que sufre en la cruz de Bombay (India) 2004, Porto Alegre (Brasil) 2005, Caracas (Venezuela) 2006, Nairobi (Kenia) 2007, Movilizaciones en varios lugares del planeta 2008, Belém (Brasil) 2009, movilizaciones en varios lugares del planeta 2010 y se planea realizar en Dakar (Senegal) el foro del 2011.
3 SAN IGNACIO DE LOYOLA Ejercicios Espirituales y Autobiografía, Caracas 1991, 66.
4 Flp 3, 10.
5 Ejercicios Espirituales 193.
6 Expresión tomada de uno de los títulos de convocatoria de los Entremeses Teológicos propuestos por la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana.
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Las mujeres en un mundo crucificado Cristo, son muchas las respuestas que se han dado. Situándonos en esa cruz de Cristo queremos hablar de diferentes sufrimientos que viven las mujeres, mostrando cómo revelan esa presencia divina y cómo encuentran en Cristo una respuesta hasta en los momentos de menos esperanza7. En segundo lugar explicitaremos un poco más un aspecto al que ya nos habremos referido en la primera parte: en la sociedad patriarcal8 hay que hacer diferencias entre varones y mujeres al hablar del sufrimiento y esto porque no podemos desconocer que una determinada concepción del sufrimiento cristiano no ha sido tan liberadora para la realidad femenina sino que ha contribuido a la baja autoestima de la mujer y a cargar con una culpabilidad que impide su verdadero desarrollo integral. Finalmente señalaremos algunos desafíos que tenemos desde nuestra experiencia creyente y más desde la espiritualidad ignaciana deseosa de responder a los desafíos actuales «para la mayor gloria de Dios».
¿DÓNDE ESTÁ DIOS CUANDO PASA LO QUE PASA?
Abundan las situaciones de dolor en nuestro mundo y ante ellas las preguntas sobre ¿por qué ocurren tales situaciones? ¿Dónde está Dios? ¿Por qué no evita el mal? ¿Cómo puede permanecer impasible ante el sufrimiento humano? nos confrontan con la imagen de Dios y su relación con los seres humanos. El teísmo clásico en su afán de salvaguardar la trascendencia de Dios y su omnipotencia divina, afirmaba la impasibilidad de Dios y proclamaba que ese sufrimiento era consecuencia de alguna culpa personal o de la limitación humana o de una pedagogía para que aprendiéramos lecciones de vida. Pero esas respuestas resultan insuficientes:
Existe en nuestra historia un bárbaro exceso de sufrimiento, una violencia y destructividad tan intensas en cualidad y tan extensas en sus miras, que sólo merecen el calificativo de mal genuino. Estos siglos han
7 Seguimos fundamentalmente los aportes de ELIZABETH JOHNSON, Lo que es el misterio de Dios en el discurso teológico feminista, Barcelona 1992, 313-345.
8 Patriarcado: Se entiende generalmente en el sentido del sexismo y del dualismo de género; también se usa como un rótulo no definido. En su «sentido restringido» la mejor manera de entender el término es como «el derecho y el poder del padre», Cfr. ELISABETH SCHÜSSLER FIORENZA, Cristología feminista crítica: Jesus, hijo de Miriam, profeta de la sabiduria, Madrid 2000, 32.
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sido testigos de millones de personas gaseadas, quemadas, torturadas, bombardeadas y expulsadas de su existencia. Otros millones más siguen teniendo la vida pendiente de un hilo a causa de la miseria de la pobreza. En los sistemas patriarcales, gran cantidad de mujeres son objeto de la agresión masculina, manifestadas en los ataques sexuales, en las palizas a la esposa y en asesinato, así como en la violencia institucionalizada del sexismo. En las sociedades racistas, la gente de color o de diferente origen étnico es agredida con mecanismos que matan el cuerpo y degradan el espíritu. Por doquier somos testigos del sufrimiento provocado por la enfermedad, la edad y la muerte. Se están haciendo endémicos el conflicto social, el dolor interpersonal, la soledad personal y el sinsentido9
A esta descripción podríamos añadir desde nuestra realidad colombiana el sufrimiento que produce el secuestro, el conflicto armado, los atentados terroristas y el desplazamiento, entre otras realidades. En definitiva todas estas situaciones escapan a las respuestas antes formuladas y exigen una salida más radical.
Por eso las comprensiones bíblicas sobre Dios en las que le vemos capaz de compadecerse por su pueblo, de sentir aflicción, alegría, cólera ante las realidades que atentan contra la vida humana, nos ponen en un camino distinto frente a Dios y el sufrimiento: «¿Cómo voy a dejarte abandonado Efraím? ¿Cómo no te voy a rescatar, Israel? ¿Será posible que te abandone como a Admá o que te trate igual que a Seboyim? Mi corazón se conmueve y se remueven mis entrañas»10. La cruz radicaliza esa comprensión de Dios porque en ella Dios mismo se hace objeto de la voluntad humana y corre la suerte de los perseguidos y asesinados del mundo. Los teólogos latinoamericanos afirman esa solidaridad de Dios con las víctimas de la historia y proponen el sufrimiento como un modo de ser de Dios en el que revela su amor al extremo y su entrega sin límite ni medida11.
Desde esta perspectiva que acabamos de anotar, la teología actual busca categorías que permitan hablar de este Dios que salva a los
9 ELIZABETH JOHNSON, Op. cit., p. 316.
10 Os 11, 8.
11 Cfr. Sobrino, Christology at the Crossroads (cap 2, no.13); Boff, Passion of Christ, Passion of the world (cap. 8 no. 18) Citados por ELIZABETH JOHNSON, Op. cit., p. 320.
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Las experiencias de las mujeres también pueden revelar ese rostro del Dios sufriente que lejos de abandonar a las víctimas, se identifica con ellas y abre caminos de esperanza
Las mujeres en un mundo crucificado sufrientes de la historia no desde su impasibilidad y omnipotencia sino desde su abajamiento (Kénosis) y solidaridad efectiva con el dolor del mundo. Es aquí donde volvemos la mirada a las experiencias de dolor que sufren las mujeres y nos preguntamos sí esas experiencias aportan elementos que enriquezcan la comprensión de este Dios que salva desde dentro. Nos referiremos a algunos signos positivos, como el dolor que implica el dar a luz un nuevo ser o la resistencia ejercida ante tantas situaciones de lucha. Pero también nos referiremos a aquellas experiencias de dolor donde en medio de la negatividad que implican, las experiencias de las mujeres también pueden revelar ese rostro del Dios sufriente que lejos de abandonar a las víctimas, se identifica con ellas y abre caminos de esperanza.
La dinámica del dolor que supone engendrar una vida
La experiencia de engendrar una vida, dar a luz un hijo y cuidarlo, pasa inevitablemente por el dolor y la renuncia, por la entrega y la dedicación exclusiva al otro. Aunque a nivel biológico es una experiencia típicamente femenina, actualmente los varones están teniendo la posibilidad de participar más activamente en el nacimiento y cuidado de los hijos. Es así como un ahijado me dijo con toda espontaneidad hace menos de 15 días, cuando le pregunté cómo estaba él y su señora, lo siguiente: «tenemos que darte una buena noticia ‘estamos embarazados’». De la misma manera cada vez se ven más padres encargados de sus hijos sin ninguna presencia femenina a su alrededor. Por estas razones la metáfora del dar a luz y cuidar una vida también hoy puede ser bien entendida por los varones.
En otras palabras, toda la potencialidad de las mujeres y los varones para engendrar una vida, conscientes del dolor y sufrimiento que implica, nos permite hablar de este Dios cercano y comprometido con su
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Olga Consuelo Vélez Caro pueblo, jalonando los hilos de la historia, empujándola desde dentro a través del compromiso de los que luchan por la justicia y por la creación de «unos cielos nuevos y una tierra nueva». Esta experiencia de dolor-gozo nos habla de ese Dios que bien expresaba el profeta Isaías: «Desde antiguo he guardado silencio, me callaba y me contenía. Ahora gritaré como una mujer en parto, suspiraré jadeante»12. Existe un dolor redentor en el mundo que da vida y «vida en abundancia»13.
La capacidad de resistir
En ese mismo sentido las mujeres han sido iconos de resistencia y aguante. En Colombia con el fenómeno del desplazamiento hemos podido constatar como la mayoría de personas en esa situación, son mujeres que vienen a afrontar el monstruo de la gran ciudad y sin educación, sin preparación laboral, sin recursos, salen adelante y abren caminos para sus hijos e incluso para sus compañeros cuando éstos han sobrevivido a la violencia. Pero este no es el único caso. Las mujeres han resistido los atropellos de que han sido víctimas en razón de su sexo y después de siglos de opresión hoy levantan sus voces y su irrupción en la sociedad y en la iglesia es inevitable.
Pero esa resistencia no ha podido ser pacífica. Levantar la voz por la indignación que causa la toma de conciencia del atropello que se ha vivido, resulta fuerte y contundente. Por eso a la lucha femenina se le acusa de desproporcionada y atrevida. A muchas mujeres se les tilda de «viejas locas, marimachos, lesbianas, desadaptadas sociales», entre otros apelativos. No es de extrañar que, por ejemplo, frente a las protestas del movimiento rural indígena de las viudas de Guatemala, los líderes se burlaran de ellas, diciendo:
Estas mujeres no tienen maridos. Esta es la razón por la que andan de aquí para allá. Lo que vamos a hacer es juntarlas a todas y, si no las matamos aquí mismo, nos las repartimos. Cada hombre podrá quedarse con siete viudas14.
12 Ap 21, 1; Is 42,14; ELIZABETH JOHNSON, Op. cit., p. 325.
13 Jn 10, 10.
14 NEWSLETTER, «Nuestra voz: A voice for Guatemalan Women» Marzo 1990. Citado por ELIZABETH JOHNSON, Op. cit., p. 326.
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Las mujeres en un mundo crucificado
Es decir su protesta y denuncia no tiene una razón válida. Lo que les pasa es por falta de maridos, por no saberse situarse en el rol destinado a ellas desde los orígenes del mundo.
Pero esas voces levantadas contra la injusticia y los atropellos son lugares también para encontrar al Dios bíblico que no calla ante las injusticias, que se encoleriza por ellas:
Yo te conocí en el desierto en tierra ardorosa, cuando estaban en su pasto se saciaron, se saciaron y se engrió su corazón, por eso se olvidaron de mí. Yo seré para ellos cual león, como leopardo en el camino acecharé, caeré sobre ellos como una osa privada de sus cachorros, desgarraré las telas de su corazón, los devoraré allí mismo cual leona, la bestia del campo los despedazará15.
La indignación y la denuncia son actitudes que se necesitan en cualquier reivindicación. Pero
Como ocurre con otros grupos oprimidos en cualquier lugar del mundo, pero de un modo específico debido a su género, a las mujeres se les enseña a reprimir su cólera y a evaluarla correctamente de modo que sea evitada: no está bien y hasta es pecado. A decir verdad, algunas formas de cólera son destructivas; intensifican de tal modo la hostilidad que se desemboca rápidamente en el odio y la violencia. Ésta no es la cólera de la que estamos hablando aquí. Pero existe una cólera justa, que se enciende cuando algo bueno está siendo violado. Ésta es la forma genuina de la preocupación por la vida. Da rienda suelta al coraje y al mal genio y desencadena una energía que induce al cambio16.
No hay que asombrarse, ni desvalorizar a las mujeres que luchan por recuperar su dignidad y hacer valer su ser en la esfera pública y privada. Siempre será incómodo para los que comparten esos lugares. Supone reconocer la implicación personal en esa realidad. Llama al cambio y a la conversión de todos. Supone recolocarse y aceptar las cegueras personales y estructurales. No se puede ahorrar ese sufrimiento pero
15 Os 13, 5-8.
16 NEWSLETTER, «Nuestra voz: A voice for Guatemalan Women» Marzo 1990. Citado por ELIZABETH JOHNSON, Op. cit., p. 327.
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vale la pena pasarlo y resistir hasta el final. Lo que está en juego es la dignidad de las mujeres y la capacidad de transformar todas las formas de opresión, aquellos sufrimientos sociales que afectan a todos los seres humanos pero también los que atañen a las mujeres, por su condición de mujer. Pero en esa lucha de reivindicación el Dios sufriente que comparte nuestra suerte, también está allí presente y no decae en su esfuerzo por conseguir el cambio.
La «pasión de Cristo» con rostro femenino
El Dios que sufre y que podemos reconocer en los dolores que implica engendrar una nueva vida y con más razón una nueva historia y el Dios que resiste con indignación y cólera frente a la injusticia son en cierto sentido imágenes que nos hablan de esa participación en la pasión de Cristo con la esperanza de una resurrección que se espera posible. Pero hay otras situaciones de dolor que no responden a esa voluntad de crear, de engendrar vida, sino que «llegan como un ladrón en plena noche17 y ejercen una labor destructiva»18.
Los conflictos armados desangran a los pueblos
El sufrimiento del mundo nos implica y afecta a varones y mujeres y nadie niega que la injusticia estructural es padecida por millares de hermanos y hermanas. Los conflictos armados desangran a los pueblos. Las realidades de dolor incomprensible, sorprenden a los varones y mujeres por igual. El poder que aplasta a otros, la venganza que ciega los corazones, la ley del más fuerte y la ganancia que se persigue a costa aún de vidas humanas, no tiene género específico. Sin embargo podemos nombrar algunas de las realidades que cobran rostro femenino de manera más clara y evidente.
17 Expresión que nos recuerda la cita bíblica de 1 Tes 5, 2 aunque no es ese su significado.
18 NEWSLETTER, «Nuestra voz: A voice for Guatemalan Women» Marzo 1990. Citado por ELIZABETH JOHNSON, Op. cit., p. 329
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Las mujeres en un mundo crucificado
En primer lugar queremos referirnos al fenómeno de la pobreza. No sólo a nivel civil sino también religioso se constata la «feminización de la pobreza». En la Cuarta Conferencia mundial de la ONU sobre la mujer en Beijing el primer punto en la Plataforma de acción fue sobre «la mujer y la pobreza»19. Allí se afirmaba que durante el último decenio, el número de mujeres que viven en condiciones de pobreza ha aumentado y la feminización de la pobreza es un hecho real debido no sólo a factores de orden económico sino a la rigidez de las funciones que la sociedad asigna por razones de género a la mujer, su limitado acceso al poder y a la educación. Los documentos de las Conferencias episcopales latinoamericanas y del Caribe también constatan la doble marginación y opresión de la mujer en razón de su sexo20 y señala como ellas forman la mayor parte de los sectores marginados21. Aunque algunos de los textos aquí citados no son tan recientes, la realidad actual constata que este fenómeno continúa y a gran escala.
En segundo lugar nos referimos a todas las formas de violencia que pesan sobre las mujeres en razón de su ser mujer. Los testimonios abundan y tienen muchas dimensiones. Así lo expresa la conferencia de Aparecida:
La dignidad de la mujer se ve afectada ya que desde niñas y adolescentes, son sometidas a múltiples formas de violencia dentro y fuera de la casa: tráfico, violación, servidumbre y acoso sexual; desigualdades en la esfera del trabajo, de la política y de la economía; explotación publicitaria por parte de muchos medios de comunicación social, que las tratan como objeto de lucro22.
La cuarta conferencia de Beijing aclara que la expresión «violencia contra la mujer» se refiere a todo acto de violencia basado en el género bien sea física, sexual o psicológica en el ámbito privado o público.
19 Informe de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Beijing 4-15 de septiembre de 1995, Naciones Unidas, New York, 1996. A/CONF.177/20/Rev.1, Publicación de las Naciones Unidas, Número de venta: 96.IV.13.
20 Cfr. Documentos de Puebla 1135, 2.
21 Cfr. Documento Conclusivo Aparecida 406 b.
22 Documento Conclusivo Aparecida 48.
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Olga Consuelo Vélez Caro
Bien conocemos de la violencia intrafamiliar que aún se padece en muchos ambientes, violencia que no sólo es de golpes sino de función en el hogar, de responsabilidad frente a todo lo que sucede. Pero también hablamos de la violencia ejercida por las violaciones, los abusos sexuales, el acoso sexual, la trata de mujeres, la prostitución forzada y el llamado «turismo sexual» tan presente en muchos países. Merece destacarse de todas estas realidades algo que nos toca muy de cerca: la violencia sexual en el contexto del conflicto armado donde las mujeres son «botín de guerra» y blanco seguro de venganzas y de golpes estratégicos. Es verdad que no tantas mujeres mueren en los campos de batalla pero mueren de distinta forma al ser el blanco frágil de todos los grupos en disputa. Una mujer violada no solamente sufre la humillación y atropello en su propia persona, sino el desprecio y repudio de sus seres queridos. De ahí el silencio cómplice ante esos actos y el horror que supone tomar conciencia de ellos.
Pero también existe esa violencia que se ejerce por el hecho de ser mujer en la medida que se aspira a conquistar espacios en el ámbito privado y público. Bien conocida es la «doble carga laboral» que desempeñan las mujeres sí quieren desarrollar los demás aspectos de su personalidad y las dificultades reales para ascensos y posiciones públicas en la vida profesional.
Es verdad que no tantas mujeres mueren en los campos de batalla pero mueren de distinta forma al ser el blanco frágil de todos
los
grupos en
disputa
El problema del desplazamiento en nuestro país también ha afectado principalmente a las mujeres. Se afirma que cada día llegan a Bogotá entre 40 y 50 familias desplazadas, de las cuales el gran porcentaje son mujeres cabeza de hogar23. Ellas tienen que enfrentarse a las nuevas condiciones llevando consigo a los hijos y, en algunos casos, a los maridos, quienes en la nueva situación no muestran la misma capacidad que ellas para salir adelante. Pero curiosamente, sí el marido vive con ella, es a él a quien le
23 http://www.cjyiracastro.org.co/dex.php?option=com_content&task=view&id=176& Itemid=54 Consultado 27 de septiembre de 2010.
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Las mujeres en un mundo crucificado asignan el subsidio de desplazados, aunque sea la mujer la que se ha tomado las riendas del hogar y lucha por salir adelante.
Los medios de comunicación son los grandes aliados de unos estereotipos femeninos que mantienen a las mujeres como objetos de consumo, igualando su valor a la capacidad de conquista, seducción y belleza que posean.
Pero a la base de todas estas realidades que manifiestan la «pasión de Cristo con rosto femenino» está todo aquello que atenta contra su dignidad subordinándolas a un papel inferior en su valoración personal y su papel histórico. Así lo expresa la Conferencia de Aparecida:
Lamentamos que innumerables mujeres de toda condición no sean valoradas en su dignidad, queden con frecuencia solas y abandonadas, no se les reconozca suficientemente su abnegado sacrificio e incluso heroica generosidad en el cuidado y educación de los hijos, ni en la transmisión de la fe en la familia. Tampoco se valora ni promueve adecuadamente su indispensable y peculiar participación en la construcción de una vida social más humana y en la edificación de la Iglesia. A la vez, su urgente dignificación y participación pretende ser distorsionada por corrientes ideológicas, marcadas por la impronta cultural de las sociedades del consumo y el espectáculo, que son capaces de someter a las mujeres a nuevas esclavitudes. Es necesario en América Latina y El Caribe superar una mentalidad machista que ignora la novedad del cristianismo, donde se reconoce y proclama la «igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre»24.
No podemos dejar de destacar el valor que muestran tantas mujeres que luchan por sus hijos desaparecidos como las abuelas y las madres de la plaza de Mayo en Argentina y, más cercano a nosotros las de los secuestrados de nuestro país que no cesan en su empeño por conseguir la liberación de sus hijos.
Muchas más realidades podríamos nombrar pero nos parece más importante pasar a nuestro siguiente apartado. No hay duda que en to-
24 Documento Conclusivo Aparecida 453.
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Olga Consuelo Vélez Caro
das las situaciones de dolor, la Pasión de Cristo es una realidad y, desde nuestra fe, también lo es la certeza de la resurrección definitiva. Ese «ladrón que llega a media noche» del que hablamos al inicio, aunque robe la dignidad, la integridad corporal, la intimidad y el ser más íntimo de las mujeres, no puede robar su esperanza y su posibilidad de continuar apostando por la vida.
¿DESTINADAS AL SUFRIMIENTO?
Sabemos que los estereotipos culturales funcionan y condicionan nuestro ser y quehacer en el mundo. Junto a todas las dinámicas e imaginarios positivos que rodean a las mujeres, es fácil aceptar que el sufrimiento parece más cercano a ellas y toca con más fuerza sus vidas. Pero ahí no termina todo. Parece que es el destino de la mayoría y en esa realidad se valida su ser femenino y su llevar a cabo su misión.
Es por eso que resulta pertinente preguntarse, cómo las mujeres pueden compaginar el amor a los demás con el amor a sí mismas. Ellas llamadas a dar la vida y cuidarla, supuestamente más inclinadas al servicio y a velar por las relaciones interpersonales, hoy se preguntan de manera legítima si no tienen derecho a ser personas para sí mismas, personas para el mundo –como los varones– y no sólo personas-para-los demás-, personas que busquen y deseen su realización personal.
Todos esos planteamientos no serían posibles sin los estudios de género25 presentes en todas las disciplinas y tan en boga en el momento actual. Como por arte de magia, han abierto nuestros ojos y nos han llevado a preguntarnos sí los roles asignados a la mujer favorecen su participación igualitaria y plena en la sociedad y en la iglesia. Y para alarma de algunos, la respuesta ha sido negativa. Definitivamente el ámbito privado al que hemos sido confinadas, la responsabilidad familiar que se nos ha impuesto y las demandas de ser «buenas» madres, esposas, hijas, hermanas y en la vida consagrada –buenas y abnegadas religiosas– no se
25 Para una profundización en la categoría de análisis «género» ver: ROSA COBO BEDIA, Género, en: Amorós, Celia (Dir), 10 palabras claves sobre mujer, Pamplona: Verbo Divino 1995, 55-83.
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Las mujeres en un mundo crucificado sostienen más. Las mujeres han descubierto que no han sido felices totalmente, tienen múltiples posibilidades no desarrolladas suficientemente y en su pretensión de abrirse un lugar en la sociedad y en la iglesia, se han estrellado con una fortísima resistencia. No todas las mujeres tienen esa misma conciencia. No todas lo explicitan así. Pero todas se sienten en un nuevo momento que por lo menos las cuestiona y les hace buscar razones para escoger su camino de vida.
En otras palabras las mujeres están comprendido que viven en un mundo patriarcal, configurado desde el modelo masculino. Hablar de una configuración masculina del mundo no significa que no haya hombres víctimas de ese sistema patriarcal ni mujeres que no ejerzan ese sistema. Precisamente esa corrección es la que introduce el término kyriarcado26. Es decir, hay varones que también son «víctimas» de ese sistema de poder y mujeres que ejercen ese poder.
Pero esa panorámica general ¿cómo se relaciona con el sufrimiento vivido por las mujeres? Simplemente no basta hacer memoria de tal sufrimiento como lo hemos hecho en el apartado anterior, sino es necesario preguntarnos cómo abordarlo para que su constatación movilice a la liberación y al cambio. No basta decir que en todas esas realidades la pasión de Cristo se actualiza y él comunica las fuerzas para salir adelante. Es necesario reconocer también, que determinada concepción de sufrimiento puede resultar «especialmente peligrosa o constituir una trampa»27 cuando se predica a las mujeres ya que no podemos desconocer la carga de «aguante, resignación y sacrificio» que los constructos culturales le han asignado a la mujer. «La imagen de un Dios que sufre en la mayor
26 Kyriarcado es un neologismo acuñado por ELISABETH SCHÜSSLER FIORENZA para cambiar el hecho de que los discursos feministas siguen usando el término patriarcado en el sentido de dualismo de género. Con este término, ella quiere significar la complejidad que implica el «dominio del padre». Kyriarcado significa el dominio del emperador/ amo/señor/padre/esposo sobre sus subordinados. En otras palabras, no todos los hombres dominan y explotan a las mujeres indiferenciadamente, sino que existen estructuras de poder y dominación que explotan y oprimen, no sólo a las mujeres sino incluso a los varones que se encuentran en la base de esa estructura de poder. Cfr. ELISABETH SCHÜSSLER FIORENZA, Op. cit., p. 32.
27 ELIZABETH JOHNSON, Op. cit., p. 322-323.
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impotencia a causa del amor»28 puede servir si no se toman algunas consideraciones en cuenta, para afianzar aún más la dependencia y el potencial victimista de las mujeres y para subvertir las iniciativas de libertad, impidiendo la autonomía relacional y la autoafirmación personal.
No es ajena la violencia intrafamiliar que todavía hoy muchas mujeres sufren a causa de esa introyección de su «deber ser» como mujer. Abundan los ejemplos y hoy todavía se manejan de la necesidad de la mujer aguantar la infidelidad del marido, las golpizas, los malos tratos, en aras de «salvar» la familia o simplemente de tener el «status» de mujer casada, bien casada, respaldada por un varón quien le confiere seguridad y un lugar en la sociedad. Pero también en aras de ser una «buena cristiana» aceptando el dolor y la cruz que le ha tocado en suerte. Afortunadamente esta mentalidad va cambiando pero no con la rapidez y contundencia que se esperaría. Basta asomarse a los barrios más marginados para constatar como esa lógica, continua vigente.
En ese mismo sentido, el potencial inmenso que las mujeres tienen para vivir la compasión, la misericordia, la ayuda y entrega a los suyos y a los que la rodean puede engendrar una «profunda vulnerabilidad hasta el punto de sentirse desoladas ante el sufrimiento de quienes aman y por quienes se preocupan»29. Por una parte hay un sufrimiento que las mujeres son capaces de vivir y sanar. Pero aquí nos vamos a referir a aquel sufrimiento que llega a la degradación:
Las ocasiones que favorecen la desgracia o aflicción pueden ser físicas, psicológicas o sociales. Pero su efecto es estrujar la vida, agotar la resistencia, introducir una culpabilidad injustificada y el autodesprecio, sumergir a la sufriente en la oscuridad. Las mujeres experimentan la aflicción de mil modos, cuando tienen que apurar el cáliz de la humillación personal, del miedo, la violación y la degradación. Dicho en dos palabras, las características sexuales del ser femenino en el marco de una sociedad patriarcal pone a todas las mujeres en peligro de violación, malos tratos y otras formas de abuso femenino. Casi todo este sufrimiento lleva el signo de la aflicción. No hay en él nada de redentor30.
28 Ibíd., 323
29 Ibid. 330.
30 Ibid. 332.
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Las mujeres en un mundo crucificado
En la Biblia encontramos testimonio de estas realidades. Bástenos nombrar a la esclava exiliada Agar, la princesa violada Tamar, la joven hija de Jefté sacrificada o la concubina anónima de Belén, violada por un grupo y asesinada31. En estos textos no se critica la acción de los asesinos y son textos, en sí, muy duros. Con respecto al último texto el de la concubina anónima de Belén, Trible dice:
De todos los personajes de la Escritura, ella es la menos importante. Aparece al principio y al final de una historia donde es violada; se encuentra sola en un mundo de hombres. Ni los otros personajes ni el narrador reconocen su humanidad… sin nombre, palabras o poder, carece de amigos que la ayuden en vida y que lloren su muerte. Pasándosela de unos a otros, los hombres de Israel la olvidaron por completo. Capturada, traicionada, violada, torturada, asesinada, descuartizada y desparramada, esta mujer ha sido objeto del mayor pecado en su contra… su cuerpo ha sido destrozado y repartido entre muchos. Ninguna mujer tiene menos poder que aquella cuya vida es sacrificada por un hombre32.
Lo grave de este texto que acabamos de relatar es que estos hechos han seguido repitiéndose en mujeres reales hasta nuestros días. Los feminicidios en Ciudad Juárez, por ejemplo, son realidades en las que se ha constatado que se tortura y se mata a mujeres jóvenes y pobres, más de 388 en 2009, por su condición de mujeres33.
Sin duda los casos aquí relatados tanto la concubina como las mujeres asesinadas en ciudad Juárez y tantas mujeres torturadas y asesinadas en diversas partes del globo, son el Cristo sufriente, vivo que hoy golpea nuestro mundo. Pero lo lamentable es la lectura que en ciertas partes se hace sobre la culpa de estas mujeres por la cual se ganaron esa muerte. Se les acusa de ser las causantes de tal destino por su capacidad de «seducción», de «causar el mal», de «provocar el desorden moral» a su alrededor, de incitar al género humano al pecado como ya lo hiciera Eva en el paraíso.
31 Cfr. Gn 21; 38; Jue 11; 19.
32 ELIZABETH JOHNSON, Op. cit., p. 333.
33 http://es.wikipedia.org/wiki/Feminicidios_en_Ciudad_Ju%C3%A1rez Consultado 25 de septiembre de 2010.
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Olga Consuelo Vélez Caro
Esa imagen del paraíso aunque hoy se reconozca ampliamente que no hace justicia a la realidad, sigue poblando los imaginarios culturales y más de una vez se le atribuye a la mujer la causa de su destino sufriente, por su condición de mujer. El texto de los ejercicios, sin que podamos pedirle a San Ignacio otra clase de ejemplos porque son los propios de su contexto, al hablar de las reglas de la primera semana compara al enemigo con la mujer en dos ejemplos distintos. En el primero explica como el enemigo se comporta como la mujer ante un varón: si éste es rudo, ella pierde el ánimo, pero sí es éste el que se muestra débil, «la ira, la venganza y la crueldad de la mujer crecen desmedidamente»34. El segundo ejemplo es más favorable porque la coloca como capaz de contar a su padre o a su marido las malas intenciones de su enamorado aunque éste le pida que no haga35. Sin embargo en los dos casos los ejemplos revelan los imaginarios sobre la mujer, su lugar social, su manera de establecer relaciones. No pretendemos con este comentario pedirle a San Ignacio lo que no es propio de su tiempo, solamente mostrar la fuerza de los imaginarios también en la vida espiritual y la necesidad de tener buen criterio y discernir los símbolos e imágenes que más nos puedan ayudar. A este respecto la teóloga María Clara Bingemer tiene un escrito que vale la pena leer donde rescata la presencia de las mujeres en algunas de las contemplaciones que se proponen en los Ejercicios36.
Para superar tales estereotipos y apostar por un sufrimiento redentor, vale la pena señalar algunos elementos que ayudan a situar a las mujeres frente al sufrimiento. Nos referiremos a tres: la posesión de sí para entregar la propia vida, la urgencia de superar dicotomías y la ardua tarea de amarse a sí mismas37.
34 Ejericicios Espirituales 325.
35 Cfr. Ejericicios Espirituales 326.
36 Para una interpretación adecuada de estos ejemplos ver, MARÍA CLARA LUCCHETTI BINGEMER, Cuerpo de mujer y experiencia de Dios, Buenos Aires 2007, 29-54.
37 Seguimos los aportes de MERCEDES NAVARRO, Amor de sí y género a partir de Mc 12, 28-34 en AA.VV., En la encrucijada del género, Buenos Aires 2004, 152-156.
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Las mujeres en un mundo crucificado
La posesión de sí para entregar la propia vida
Jesús en su cruz nos habla de la capacidad de dar la propia vida. Los sufrimientos absurdos y sin ninguna lógica posible no dejan más camino que esa entrega confiada y el abandono radical. Sin embargo, esta actitud ha de ser trabajada en las mujeres haciéndoles caer en cuenta que «nadie entrega lo que no tiene, aquello de lo que no se siente dueña»38. La mujer está en mora de sentirse protagonista de su propia vida. De tener una vida propia. O mejor de saber vivir para sí misma y no simplemente para los demás. Sería muy distinto el panorama de tantas mujeres que ante su viudez y la lejanía de sus hijos, sí hubieran cultivado otros proyectos en su vida. Aunque también he conocido a varias que en ese momento descubren que «comienzan a vivir», que «tienen más potencialidades de las que sus seres queridos les reconocieron y les permitieron vivir».
Pero poseerse a sí mismo, no es fácil. No hay mayor amenaza que la posesión de sí. Así lo expresa Mercedes Navarro:
La sociedad patriarcal, que por primera vez en la historia se siente verdaderamente amenazada, no se fía de las mujeres, no se fía especialmente de aquellas que se afirman a sí mismas, que se dedican tiempo, equilibran sus horarios, desarrollan sus potencialidades y se muestran decididas y optimistas a conquistar sus objetivos. No se fía de las mujeres que han pasado de ser víctimas a ser agentes responsables de sus vidas. No se fía de ellas porque percibe su alto potencial como una amenaza que comienza a minar las bases del sistema39.
Las curaciones de Jesús a las mujeres nos permiten ver la fuerza interior que surge de ellas para liberarse de su papel de víctima y abrir caminos distintos a su vida. En una reciente obra «Mediadoras de sanación» la biblista Elisa Estevéz40 nos muestra en los relatos de la hemorroísa, la mujer encorvada, la suegra de Pedro y la sirofenicia, la capacidad de las mujeres para agenciar su propia curación recobrando su autoestima y su integridad personal. No estamos diciendo que las mujeres
38 Ibíd., 152.
39 Ibíd., 152-153
40 ELISA ESTÉVEZ, Mediadoras de sanación. Encuentros entre Jesús y las mujeres: una nueva mirada, Madrid 2008.
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Olga Consuelo Vélez Caro
no hayan sostenido en muchos momentos el sufrimiento y la cruz generando vida. Eso lo remarcamos en el apartado anterior. Lo que aquí pretendemos es que junto a su capacidad de resistencia y de entrega, valore su autonomía personal, su potencial liberador, su ser protagonista de la transformación y el cambio, en ella misma y en las personas que la rodean.
Superar dicotomías
Precisamente la carga que pesa sobre las mujeres como destinadas al sufrimiento hace que algunas veces vean incompatible el amor a sí mismas y el amor a los demás, el cuidado de sí mismas y el cuidado de los demás, su superación y la de los demás. El trabajo que tenemos entre manos a la hora de considerar la cruz de Cristo es señalar que el sufrimiento que puede conllevar el amor no limita la propia persona y su necesidad de salvación. La victimización no es querida por Dios como tampoco lo es el sacrificio y la renuncia personal en términos de «aniquilación». Y muchas mujeres se pierden a ellas mismas en pro del bienestar de su familia. La cruz de Cristo puede superar esa dicotomía y colocar en su medida justa la necesaria armonía en esas realidades. «Está demostrado que los esquemas de pensamiento multiplicador crean una realidad multiplicadora en torno, y por el contrario, una mentalidad de resta y división limita la misma realidad y la empobrece»41. Mucho del sufrimiento de las mujeres se ahorraría si se toma en serio este efecto integrador y se buscaría armonizar el amor y cuidado de los otros con el amor y el cuidado de sí mismas.
La
victimización
no es querida por Dios como tampoco lo es el sacrificio y la renuncia personal en términos de «aniquilación»
La ardua tarea de amarse a sí misma
Vale la pena traer aquí un párrafo de la obra de Mercedes Navarro que estamos siguiendo para expresar lo que se quiere afirmar en este apartado:
41 Ibíd., 154.
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Las mujeres en un mundo crucificado
Muchas de nosotras, mujeres, sabemos por experiencia lo que significa entrar en nosotras mismas, tomar contacto consigo, encontrarse, lidiar con el yo ideal, superar la culpa (sobre todo la culpa existencial), reconciliarse consigo y con nuestra historia, recuperar la autoestima y la autoconfianza, afianzar la fe, sanar heridas y adquirir autonomía y libertad, desinhibir las emociones y el cuerpo, recuperar el derecho a la felicidad, recolocar las supuestas virtudes femeninas, ampliar nuestro horizonte, recolocar la compasión, salir de la espiral autodestructiva y victimista, a la vez que sabemos lo que significa aprender a cuidarnos, respetarnos y valorarnos, apropiarnos con temor y temblor de nuestros poderes, descubrir nuestra sabiduría, redescubrir nuestra espiritualidad, recolocar nuestro sentido del deber en relación con nuestro derecho de placer… muchas de nosotras sabemos el dolor que cuesta amarnos a nosotras mismas, andar un camino que va de la autodestrucción y la autolimitación a la expansión y el desarrollo. Sabemos lo duro que resulta romper los esquemas e imágenes de quienes nos rodean, frustrar las expectativas que suscita la construcción social de lo femenino, especialmente ante las personas a las que amamos y con quienes convivimos… pero sabemos también que se trata de una experiencia verdaderamente pascual y a la larga enormemente gratificante, en la que morir y resucitar es un camino sin final al que no pone freno ni siquiera la muerte física42.
EXIGENCIAS Y DESAFÍOS PENDIENTES
Comenzamos nuestra reflexión haciendo alusión a un texto de Monseñor Romero en el que ponía la eficacia de los Ejercicios, en la capacidad de transformarse a sí mismo y a la realidad en que se vive. Todo lo dicho aquí tiene el objetivo de dar contenido y actualidad a la tercera semana de Ejercicios desde ese rostro femenino del dolor humano. Por eso nos preguntamos: ¿Qué exigencias de transformación brotan de nuestras reflexiones? a ¿adónde han de llevarnos todas las alusiones a la cruz en el sufrimiento de las mujeres y todas las consecuencias de la misma en el sufrimiento del mundo? Sería la misma experiencia de Ejercicios la que nos podría aportar algunas exigencias, reconociendo los desafíos pendientes. Pero permítanme nombrar algunas que surgen de mi propia reflexión:
42 Ibíd., 154-155.
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Olga Consuelo Vélez Caro
Nos urge contemplar el dolor del mundo con ojos capaces de distinguir el rostro femenino de ese dolor. No basta enunciar situaciones. Se necesita profundizar en las implicaciones de ese sufrimiento del mundo para cada género a la manera como hace más de tres décadas se invocaba esa misma necesidad a la hora de contemplar al Cristo sufriente en los rostros de los más pobres y marginados de la sociedad, hoy excluidos de la misma. No es una tarea distinta sino un aumento en extensión y profundidad. La mirada de género nos da una nueva luz de la que también se puede decir que hace «distintas todas las cosas»43.
Nos urge contemplar el dolor del mundo con ojos capaces de distinguir el rostro femenino de ese dolor
Nos urge liberar a nuestra sociedad de la cruz de la sociedad patriarcal. Esta es tarea de todos y todas. Lamentablemente esta tarea parece que se ha dejado sólo a las mujeres. Es verdad que cuando se está implicado, se siente más urgencia de actuar. Pero esto no es cuestión de quienes sufren o no. Es cuestión de Evangelio, de responsabilidad, de compromiso. Una sociedad igualitaria, respetuosa de la dignidad de los dos géneros, empeñada en la conquista de identidades femeninas y masculinas más integradas e integradoras, es tarea de todos.
Nos urge seguir erradicando la cruz del mundo con la actitud de quien sabe aceptar y asumir el dolor del mundo tantas veces inexplicable pero sobretodo con la creatividad y el riesgo que implica el compromiso con su superación. Pero también erradicar las cruces que surgen de estereotipos, de destinos predeterminados, de cargas pesadas que no tienen su raíz en la cruz liberadora del Señor Jesús.
43 Ap 21, 5.
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Las mujeres en un mundo crucificado
Nos urge reconocer que la espiritualidad cristiana tiene la tarea profunda de favorecer la liberación de todo imaginario o realidad que no contribuya al mayor desarrollo personal y social. Una espiritualidad que no incorpora la perspectiva de género en sus consideraciones, está lejos de ser una respuesta efectiva para, por lo menos, la mitad del género humano.
Nos urge disponernos con el mejor espíritu de los Ejercicios Espirituales -ordenar la vida sin determinarse movido por alguna afección desordenada-44 a acoger este nuevo momento que viven las mujeres, discernirlo con libertad y comprometernos con todo lo que significa vida, crecimiento y liberación de las mujeres, incluido el compromiso de quitar todo sufrimiento que no sea redentor para su vida y mucho menos querido por el Dios solidario incondicionalmente con el género humano.

44 Cfr. Ejercicios Espirituales 21.
Apuntes Ignacianos 61 (enero-abril 2011) 81-101
Philip Endean, S.I.
La cruz y las gracias de los Ejercicios
Philip Endean, S Philip Endean, S Philip S .J
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egún la tradición cristiana, nuestra actitud delante de lo malo en nuestro mundo y en nuestra experiencia debe ser paradójica. Hay lo malo, malo estructural, malo radicado aun en nuestros modos de existir. No podemos de nuestras propias fuerzas cambiarlo. Pero el evangelio nos dice que Dios sí puede hacer algo; que este malo, sin dejar de ser malo, está rodeado por, o contenido dentro, una gracia que es a la vez creadora, liberadora y escatológica: una promesa que recibimos por la historia de Jesucristo crucificado y resucitado como primera y definitiva señal del Reino que durante su vida él predicó.
En otro ensayo en este cuaderno, José García de Castro nos muestra los lazos entre las formulaciones de Ignacio sobre la cruz y las formas típicas de la Edad Media. En vez del Pantocrátor, la piedad enfatizó la humanidad de Jesucristo; en cara a la peste negra, se desarrolló un sentido profundo de la presencia de Cristo en el sufrimiento humano. Y también habló de ‘dolorismo’.
* Doctor en Teología de la Universidad de Oxford. Literatura Inglesa de la Universidad de Oxford. Filosofía de la Universidad de Londres. Profesor de Teología en Oxford, Inglaterra.
Apuntes Ignacianos 61 (enero-abril 2011) 102-110
La cruz y las gracias de los Ejercicios
Ahora bien, por más que los lazos textuales entre Ignacio y la tradición franciscana son evidentes, hay que añadir que en Ignacio y en el Evangelio cristiano hay otras cosas también en juego. Por difícil que sea, somos herejes, al menos implícitamente, si no actuamos como si hubiera que escoger entre el Pantocrátor o el siervo sufriendo. Creemos en cristianismo, no en jesuanismo. En una manera que no se puede comprender, la verdad se expresa por las dos imágenes en conjunto, aun cuando ella los sobrepasa. La divinidad se esconde, pero no se extirpa.
En la Pasión de san Juan por Johann Sebastián Bach. Pilato pregunta a la multitud si debe liberar a Jesús o a Barrabas, el bandolero. Ellos gritan, ‘no éste sino Barrabas’, y Pilato manda que se azote a Jesús. La música refleja los golpes muy plásticamente. Entonces, e inmediatamente viene esta meditación:
Contempla alma mía, con dulce pesar y con el corazón agobiado de amarguras, cómo tu mayor bien está en el sufrimiento de Jesús. Allí donde le punzan las espinas brotará las flores de la primavera que abren el cielo. De su dolor podrás recoger dulces frutos. Por tanto, contémplalo sin cesar. Y el aria que sigue continúa este mismo tema –‘Mira cómo su espalda ensangrentada recuerda el cielo. Cuando las olas agitadas por la marea de nuestros pecados se retiran, el más bello arco iris aparece, signo evidente de su Amor’–
Por la música Bach indica algo de la teología compleja del cuarto Evangelio, según la cual la cruz es, en un sentido escondido por los de afuera pero no por los creyentes, un trono. Hay mucha pena, mucha sangre, mucho dolor. Pero, a un nivel más profundo, no es puro desastre, sino más bien triunfo. Dios está trabajando, aun glorificándose aquí también.
En una asamblea de este tipo, con personas buenas, comprometidas, concienzudas, una confrontación con lo negativo –los problemas enormes de las sociedades latinoamericanas, los crímenes de Auschwitz, los sufrimientos de las victimas de Hiroshima, las experiencias de las batallas de la primera guerra mundial– en nuestras vidas pueden degenerar en dolorismo. Podemos sutilmente terminar en una celebración perversa, un tipo de masoquismo que sea quizá religiosamente expresado y legitimado, pero que al fin no nos conduce a la trasformación. El malo nos fascina, nos entrapa; y la cruz de Jesucristo deja de ser buena noticia.
Apuntes Ignacianos 61 (enero-abril 2011) 102-110
Philip Endean, S.I.
La gracia del evangelio, y la gracia como la entiende San Ignacio, insiste que lo malo en nuestras vidas, tanto personal como estructural, debe tomarse en serio. Pero al mismo tiempo, debemos creer que el mal y el pecado no agotan la realidad, la obra de Dios. Aun cuando saqueamos la tierra, según el poeta jesuita inglesa Gerard Manley Hopkins, ‘There lives the dearest freshness deep down things’; vive la frescura más amada en lo hondo de las cosas’. Quizá complicamos la acción de Dios, pero no la estorbamos. Así nos alienta Ignacio en una
exclamación admirative con crescido afecto, discurriendo por todas las criaturas, cómo me han dejado en vida y conservado en ella;… los cielos, sol, luna, estrellas, y elementos, fructos, aves, peces, y animales; y la tierra cómo no se ha abierto para sorberme, criando nuevos infiernos para siempre penar en ellos1.
Una espiritualidad de la cruz no es cristiana a no ser que haya algo después. El cristianismo no es un culto a la muerte y al sufrimiento. Se nos exige una fe que nos dice que aun en nuestras catástrofes el poder de Dios todavía actúa, dándonos, gratuitamente y además de nuestros meritos, la posibilidad de perdón y de una vida nueva. He aquí la abnegación radical, que nos permite apropiar el don que viene solo de Dios nuestro Señor.
Se puede fácilmente hablar de una teología de la cruz, como sobre todo algunos en la tradición luterana. Pero el símbolo de la cruz en los Ejercicios es multivalente; tiene más de un sentido. Quizá sea más acertado evitar completamente la palabra teología. Bien que haya muchas formas de teología, bien que una teología sabia sea siempre una teología humilde, reticente, bien que no pretenda comprender los misterios de la gracia de Dios, la misma palabra teología tercamente implica que se trata de una idea, de un concepto que especifique la realidad, con una validez que sea permanente. Y no es así con las gracias de los Ejercicios ignacianos. Hay un proceso, un conjunto; el fin no tiene sentido sino en el contexto de lo que ha pasado antes. La realidad no se puede describir en una frase que valga para siempre. Somos criaturas temporales. La
1 Ejercicios Espirituales 60.
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La cruz y las gracias de los Ejercicios realidad debe ser vivida, y solamente en fases sucesivas puede ser apropiada. Se la encuentra en caminando, y solamente así. Hay un proceso ignaciano de gracias en el cual la cruz de Cristo nos inspira en diversas maneras. En lo siguiente, quisiera describir algo de esta diversidad, y al final ofrecer algunas reflexiones sobre todo el conjunto.
LA CRUZ EN LAS TRES FASES DE LOS EJERCICIOS
Hay una antigua –y, que yo sepa, anónima– fórmula que resume nítidamente la dinámica de los Ejercicios. En la primera semana, lo deformado se reforma; en la segunda, lo reformado se conforma; en la tercera y la cuarta semana, lo conformado se confirma. Quizá suena mejor en latín: deformatum reformare, reformatum conformare, conformatum confirmare . Se puede también hablar en los términos tradicionales de las tres vías: purgativa, iluminativa y unitiva (aun cuando la tercera etapa se entiende aquí en una manera algo diferente). En todas las tres, la cruz juega un rol definitivo. Es la misma cruz naturalmente. Pero su significación siempre se está cambiando según el desarrollo de la dinámica: en la primera semana, la cruz indica la perdón y la victoria de Dios; en la segunda, se trata de un horizonte bajo el cual se pueda hacer una elección para la vida futura; en la tercera y cuarta, hay una identificación con Cristo, crucificado y, después de la resurrección, compartiendo su propia alegría y consolando a sus amigos. Sin embargo, hay siempre una insistencia sobre lo positivo que la cruz significa, de una forma a veces muy compleja. Intentaré esbozar estos rasgos en las fases sucesivas de los Ejercicios.
En la primera semana, la cruz aparece por la primera vez repentina y dramáticamente, como contrapeso a los tres pecados de los ángeles, del Adán y Eva, y del pecador hipotético. No se nos acusa que nosotros también hayamos crucificado a Cristo, sino se hace un coloquio:
Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz… cómo de Criador es venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados. Otro tanto, mirando a mí mismo, lo que he
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hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo; y así viéndole tal, y así colgado en la cruz, discurrir por lo que se ofresciere2.
La cruz aquí se presenta como símbolo de perdón y de vida renovada, más que de castigo. El acento se pone no en los pecados en sí mismo, sino en la gracia de Dios que ha continuado aun cuando hay todos estos pecados. En el coloquio triple, se pide no por un profundo arrepentimiento sino por un interno conocimiento. Hay que aprender de esta experiencia, para que la elección que viene después se haga según una interpretación verdadera y acertada de la situación de la persona en un mundo de pecado.
La cruz aquí se presenta como
símbolo de perdón y de vida renovada, más que de castigo
Las peticiones características de la segunda semana nos invitan a un apasionado amor para con el pobre y oprobiado Jesús –pero siempre bajo una condición: «sólo que las pueda pasar sin pecado de ninguna persona ni displacer de su divina majestad»3. Yo dudo que la situación que Ignacio especifica aquí pueda realmente suceder, pero personas más santas y sabias que yo no ven el problema lógico y psicológico que yo veo aquí– algo que he intentado hace algunos años a discutir en un artículo en inglés. En todo caso, es bien claro y explícito que el deseo por el negativo con Cristo está relativizado. No es la meta incondicional del proceso. El proceso se orienta a lo que Dios quiera, a lo que sea más por su gloria y servicio.
Y aunque la oración de la tercera semana sea sumamente seca y austera, hay que enfatizar que esta tercera semana está contrapuesta con la cuarta; hay un paralelismo en la presentación de los puntos que confirma el testimonio de muchos directores: que la oración de la tercera semana puede degenerar en un dolorismo que viene del enemigo, aun quizá sub specie lucis. La gracia de la cruz es preparatoria por una gracia positiva, transformadora, que brota de los verdaderos y santísimos efec-
2 Ibíd., 53.
3 Ibíd., 147.
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La cruz y las gracias de los Ejercicios tos de la resurrección, aun en esta vida terrena. Es de aquí, finalmente, que viene la misión.
JESÚS LLEVANDO SU CRUZ
Las fuentes en los evangelios narran la pasión y la cruz de Cristo, y sus interpretaciones de los hechos son diferentes. En la tradición sinóptica, la cruz está demasiado pesada para un hombre ya debilitado por torturas horribles, y los soldados obligan a un otro, Simón de Cirene a cargar la cruz para él. Bien que en Lucas Jesús muera diciendo, ‘Padre, entre tus manos encomiendo mi espíritu’, parece la muerte en Mateo y sobre todo en Marcos como un fracaso total: Jesús muere gritando ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’. La tradición ha sacado mucho de estas visiones de la pasión de Cristo. Por muchas personas ha sido importante que Jesús sintiera la desesperanza, la impotencia que ellos tal vez hayan sentido durante sus vidas enteras. En la teología luterana, se ha radicalizado esta forma de experiencia religiosa, y se ha construido una doctrina de Dios sumamente paradójica, y aun francamente incoherente. La muerte de Jesús nos revela que nuestra imagen de Dios como omnipotente, como señor de toda la creación, es falso. El Dios verdadero es, y por su esencia, débil. La idea que Dios sostenga y mantenga todas cosas por su mano omnipotente es, según tales autores –pienso especialmente en el teólogo alemán contemporáneo, Jürgen Moltmann– se revela ahora como fantasía infantil, una mera proyección de las relaciones de poder que suelen actuarse entre nosotros. Según este modo de pensar que ha sido retomado también en teologías de la liberación latinoamericanas, el Evangelio nos ha sido dado para enseñarnos que el Dios verdadero no es así. Este Dios, silencioso, misterioso, es completamente distinto de poderes humanos, y así, bien que solamente en forma escondida y enigmática, nos libera.
Pero hay otro testimonio también en los evangelios. En el Evangelio de Juan, Jesús –que se presenta como el YO SOY del nombre divino–lleva su propia cruz a Gólgota, y muere después de una frase típicamente ambivalente: ‘todo está cumplido’. Los que lo han rechazado pueden oír esta frase como una expresión de fracaso, pero en realidad, por ellos que lo han recibido y que han sido iluminados por el poder de Dios, la frase
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debe ser interpretada como un grito de triunfo. El Hijo ha sido glorificado, y sus discípulos amados renacen en la sangre y en el agua que vienen de su costado; ellos también tienen a Maria como madre, y entran en la relación que Jesús tiene con su Padre.
Ignacio –quizá siguiendo el movimiento que formó lo que llamamos técnicamente el canon bíblico– estructura su espiritualidad principalmente según la visión del cuarto Evangelio. El Jesús quien Ignacio encuentra en La Storta está llevando su propia cruz; el Padre mismo lo pone con Ignacio, así como Ignacio mismo ha pedido a María que le ponga con su Hijo. La voluntad de Dios es que Ignacio ‘nos sirva’. Claro que Ignacio no rechaza directamente la visión de un Lutero o un Moltmann. Se puede imaginar que nos aconsejara a alabar tales teologías, así como en las Reglas para el sentido verdadero en la Iglesia, nos alienta a alabar formas de piedad que no admite en su propio modo de proceder. Pero para él, lo negativo siempre se contiene entre lo positivo. El pecado está rodeado por un perdón ya otorgado; la divinidad se esconde durante la pasión pero de ninguna manera se destruye, y aun menos se aniquila. Aunque debamos tomar en serio lo negativo en este mundo, no defina la realidad. En la dinámica y el proceso de las gracias de los Ejercicios, se puede vivir las paradojas aquí de manera que no sean contradicciones sin sentido, como parecen cuando presentamos verdades teológicas sobre el estado del mundo. No hay que escoger entre una visión positiva que trivialice lo malo y la pena del mundo, o una negativa que se involucre con las tinieblas si intensa y obsesivamente que no se ve la luz cuando venga. Hay que vivir el proceso, la interacción. Pero al fondo significa la cruz la victoria de Dios; hay más aquí en juego que la muerte.
En los principios de sus experiencias formadoras en Manresa, el peregrino Ignacio siente por la primera vez muy fuertes variedades en su alma,
Hallándose unas veces tan desabrido, que ni hallaba gusto en el rezar, ni en el oír la misa, ni en otra oración ninguna que hiciese; y otras veces viniéndole tanto al contrario desto, y tan súbitamente, que parecía habérsele quitado la tristeza y desolación, como quien quita una capa de los hombros a uno. Y aquí se empezó a espantar destas variedades, que nunca antes había probado, y a decir consigo: –¿qué nueva vida es
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La cruz y las gracias de los Ejercicios esta, que agora comenzamos?» En esta situación, ninguna de las personas espirituales puede ayudarle por su propia cuenta, pero solamente una mujer quien le desea ‘que mi Señor Jesucristo le aparezca un día’, una persona quien no explica y declara mucho, pero que lo orienta hacía el Creador y Señor mismo, para que sienta y guste de las cosas por si mismo, desde dentro, internamente4.
Los que reciben los Ejercicios, a no ser que haya problemas5, se encuentran ellos mismos también en un mundo extraño; comienzan una ‘nueva vida’ donde las verdades convencionales del catecismo y de su formación cristiana hasta este punto no bastan. Entran en una oscuridad creativa, donde deben aprender a distinguir entre bueno y malo, entre sentimientos de culpa saludable y de culpa meramente destructoras, entre la verdadera vía y decepciones que vengan o de codicia o de una humildad falsa, entre una devoción autentica y fructífera por el Dios crucificado y una obsesión con la negatividad que –aunque exteriormente se ubica todavía muy fielmente en la iglesia– poco a poco se hace sorda a la llamada salvadora del Rey de la vida. Dios mismo debe enseñar al ejercitante, «de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño»6, por su propia experiencia. Se trata de un proceso dinámico, vivido, no se puede dar fórmulas meramente conceptuales, con las cuales dominemos el asunto. Cuando damos los Ejercicios, debemos permitir que este proceso se acontezca, y evitar que nuestra sabiduría sustituya por lo que ‘sólo es de Dios nuestro Señor’. Pero debemos también siempre estar conscientes que el pecado del mundo nunca prevalecerá contra la bondad de Dios. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron
En su presentación de la cruz del Señor –o más bien sus presentaciones– Ignacio quiere que seamos confrontados existencialmente con las posibilidades negativas que la ‘vida nueva’ nos abre. Pero también nos orienta, discreta pero firmemente, para que experimentemos cada
4 Autobiografía 21, 37; Cfr. Ejercicios Espirituales 2, 15.
5 Ejercicios Espirituales 6
6 Autobiografía 27.
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vez más profundamente que el mal se contiene dentro de una gracia vencedora, eterna. La palabra de Dios no vuelve a él vacía, antes hará lo que él quiere, y será prosperada en aquello para que la envió7. Las gracias de los Ejercicios nos hacen vivir según esta convicción de la fe; para ayudarnos a recibir estas gracias, Ignacio nos presenta el símbolo de la cruz en maneras muy precisas y originales. Ojala que podamos peregrinar por este mundo cada vez más profundamente, rodeados por esta misteriosa realidad del amor de Dios, como Dios mismo nos quiere conducir.

7 Is 55, 11.
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Colección
Apuntes Ignacianos
Temas
Directorio de Ejercicios para América Latina (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente I (agotado)
Guías para Ejercicios en la vida corriente II (agotado)
Los Ejercicios: «...redescubrir su dinamismo en función de nuestro tiempo...»
Ignacio de Loyola, peregrino en la Iglesia (Un itinerario de comunión eclesial).
Formación: Propuesta desde América Latina.
Después de Santo Domingo: Una espiritualidad renovada.
Del deseo a la realidad: el Beato Pedro Fabro. Instantes de Reflexión.
Contribuciones y propuestas al Sínodo sobre la vida consagrada.
La vida consagrada y su función en la Iglesia y en el mundo.
Ejercicios Espirituales para creyentes adultos. (agotado)
Congregación General N° 34. Nuestra Misión y la Justicia.
Nuestra Misión y la Cultura. Colaboración con los Laicos en la Misión.
«Ofrece el perdón, recibe la paz» (agotado)
Nuestra vida comunitaria hoy (agotado) Peregrinos con Ignacio. (agotado)
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Temas
El Superior Local (agotado) Movidos por el Espíritu.
En busca de «Eldorado» apostólico. Pedro Fabro: de discípulo a maestro. Buscar lo que más conduce...
Afectividad, comunidad, comunión.
A la mayor gloria de la Trinidad (agotado) Conflicto y reconciliación cristiana.
«Buscar y hallar a Dios en todas las cosas» Ignacio de Loyola y la vocación laical. Discernimiento comunitario y varia.
I Simposio sobre EE: Distintos enfoques de una experiencia. (agotado) «...para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz» La vida en el espíritu en un mundo diverso.
II Simposio sobre EE: La preparación de la persona para los EE.
Conferencias CIRE 2002: Orar en tiempos difíciles. 30 Años abriendo Espacios para el Espíritu.
III Simposio sobre EE: El Acompañamiento en los EE. Conferencias CIRE 2003: Los Sacramentos, fuente de vida. Jesuitas ayer y hoy: 400 años en Colombia.
IV Simposio sobre EE: El "Principio y Fundamento" como horizonte y utopía.
Aportes para crecer viviendo juntos. Conferencias CIRE 2004.
Reflexiones para sentir y gustar... Índices 2000 a 2005.
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Temas
V Simposio sobre EE: El Problema del mal en la Primera Semana.
Aprendizajes Vitales. Conferencias CIRE 2005. Camino, Misión y Espíritu.
VI Simposio sobre EE: Del rey temporal al Rey Eternal: peregrinación de Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Pedro Fabro. Contemplativos en la Acción.
Aportes de la espiritualidad a la Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús.
VII Simposio sobre EE: Encarnación, nacimiento y vida oculta: Contemplar al Dios que se hace historia. La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil
Congregación General XXXV: Peregrinando más adelante en el divino servicio.
VIII Simposio sobre EE: Preámbulos para elegir: Disposiciones para el discernimiento. Modos de orar: La oración en los Ejercicios Espirituales. La pedagogía del silencio: El silencio en los Ejercicios Espirituales.
IX Simposio sobre EE: «Buscar y hallar la voluntad de Dios»: Elección y reforma de vida en los EE.
Sugerencias para dar Ejercicios: Una visión de conjunto.
Huellas ignacianas: Caminando bajo la guía de los Ejercicios Espirituales.
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