Apuntes Ignacianos 52. Encarnación, nacimiento y vida oculta

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Origen y novedad de la contemplación ignaciana

Origen y novedad de la contemplación ignaciana

Hablar de contemplación, de serenidad y de paz en un mundo de ruido y de velocidad de vértigo puede sonar no solo extraño sino completamente anacrónico. A no pocos ejercitantes del siglo XXI puede parecerles hasta ridículo imaginarse escenas de hace tantos siglos, en circunstancias históricas y culturales totalmente ajenas al mundo presente. ¿No se tratará simplemente de un esfuerzo artificioso de la memoria y de una piadosa imaginación? ¿Para qué hacerlo de esta manera habiendo otros métodos más racionales para llegar al objetivo propuesto? ¿Para qué volver de nuevo a la vida histórica de Jesús si ahora nos relacionamos directamente con el Cristo resucitado, el Kyrios, Señor de la historia?

Además, las directrices del Magisterio de la Iglesia en lo referente al respeto por la intención que tuvieron los autores sagrados, fijando nuestra atención en el texto mismo de la Sagrada Escritura, no añadiendo ni quitando nada de lo que ellos escribieron1, parecería un obstáculo insalvable para seguir a la letra, la 'historia' evangélica tal como la presenta Ignacio en varios pasajes de contemplación.

* Licenciado en filosofia y teología de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá. Doctor en Teología del Instituto Católico de París. Actualmente es Superior de la Comunidad de la Universidad Javeriana en Bogotá. Miembro del Equipo CIRE.

1 Cfr. DAVID M. STANLEY, S.J., La contemplación de los Evangelios, Ignacio de Loyola y el cristiano contemporáneo, en Para entender mejor los Ejercicios de San Ignacio, México 1972,

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Darío Restrepo Londoño, S.I. *

Darío Restrepo Londoño, S.J.

Sin embargo, una cosa es clara: no obstante lo dicho, no se llegará a un verdadero «conocimiento interno» del Señor Jesucristo sin una profunda contemplación de sus misterios. Y el autor de los Ejercicios nos ofrece un método legítimo y válido comprobado por más de cuatro siglos y medio de experiencia.

CONTEXTO

Podemos encontrar formas muy diversas de contemplación en diferentes culturas y épocas de la humanidad, desde los chamanes o brujos de las tribus, hasta los tiempos actuales como los sufis, los monjes tibetanos, los maestros zen, los gurús de la India, etc.

Todas las grandes religiones se fundamentan en un tipo de contemplación: Budismo, Hinduismo, Judaísmo, Islamismo, Yoga (Zen). En la tradición cristiana, señaladamente la de los PP. griegos Clemente Alejandrino, Orígenes y Gregorio de Niza, se asigna a la contemplación un lugar de gran importancia. Santo Tomás de Aquino habla de la vida contemplativa o el ocio santo que tiene como objeto buscar la caridad de la verdad divina2

LIMITES

Ante este «maremagnum» es absolutamente necesario fijar claramente los límites de este trabajo y concentrarnos en un solo tipo de contemplación particular: la Contemplación ignaciana de los Ejercicios Espiri-

44. En la encíclica Divino Afflante Spiritu, el Papa Pio XII pide descubrir el sentido literal en el texto de la Escritura. Sin embargo admite que «no está excluido de la Sagrada Escritura todo sentido espiritual», en AAS 35 (1943) 311. Cfr. PC 4. 2 Summa Theologica, q. 182 a. 2. La Contemplación en el Dictionnaire de Spiritualité es una de las voces de mayor extensión: 250 pgs. y 550 columnas (de letra pequeña). Allí encontramos 2 encuestas: una histórica, que trata de la contemplación en la Biblia, en los filósofos antiguos, en la literatura cristiana oriental y bizantina, en la literatura cristiana latina y luego una reseña de los siglos XII hasta el XX. La otra encuesta es doctrinal y trata de la Contemplación: I- en la Escuela Carmelitana; II- en la Escuela Dominicana; III- en la Escuela Franciscana; IV- en la Escuela Ignaciana; V- Otras escuelas. Por otro lado, en el Internet hallamos aproximadamente 1.250.000 páginas en español sobre la palabra «contemplación».

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tuales de Ignacio de Loyola como «ejercicio de oración», buscando su novedad dentro de este mar contemplativo para ser «contemplativos en la contemplación» ignaciana. Y como una derivación de ella, en segundo lugar, la «contemplación en la acción» (contemplación como compromiso de vida) a la que solo nos referiremos en su vinculación con la primera.

Además, una cosa es la «contemplación ignaciana» y otra muy distinta la «contemplación según la escuela ignaciana» posterior a Ignacio3 , que terció en las discusiones sobre el debate de la contemplación mística clásica, encuadrándola bajo el ángulo concreto de la «dirección espiritual». Algunos jesuitas de esta escuela no entendieron la novedad de la contemplación ignaciana y se enfocaron más por la contemplación infusa de la mística, en su fundamento y cumbre y del llamado a vivirla4. Tampoco entraremos ahora en las discusiones de la contemplación adquirida de la ascética y de sus modalidades.

VOCABLO «CONTEMPLACIÓN»

«La palabra 'con-templatio' se deriva de 'templum' (lugar donde el sacerdote ampliaba el campo de visión de las personas). «Contemplari» designa el acto de considerar atentamente con los ojos o con el espíritu»5. En su origen se aplicó a lo sacro y con el correr de los tiempos adquirió un sentido más especulativo y filosófico. La palabra «contemplación» tiene diversas acepciones según los distintos autores.

Por «contemplación ignaciana» (como ejercicio de oración de la Segunda Semana de los Ejercicios Espirituales) entendemos «un método de oración que ayuda al ejercitante a vivir como envuelto imaginativamente en un misterio de la vida de Cristo». O, en forma más concreta, «es un ejercicio en el que el ejercitante llega a estar como absorbido imaginativamente entre

3 Cfr. Dictionnaire de Spiritualité, col. 2102-2119.

4 Ibíd., Este estudio comprende especialmente los ss. XIX y XX iniciando con Augustin, Francois Poulain, pasando por representantes de la talla de Joseph Maréchal, Leoncio de Grandmaison, Maurice de la Taille y Joseh de Guibert hasta Henri Brown.

5 J. RAMÓN F. DE LA CIGOÑA, S.I., Contemplaçao: exercicio e engajamento: ITAICI, Revista de Espiritualidade Inaciana 5 (abril 1991) 48.

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las personas presentes en un misterio del Evangelio, (viéndolas), oyendo lo que dicen, mirando lo que hacen»6

ANTECEDENTES DE LA CONTEMPLACIÓN IGNACIANA

San Ignacio es un hombre de la Tradición eclesial como consecuencia lógica del «sentir con la Iglesia y en la Iglesia». Anota el P. Hugo Rahner:

Todo ideal de perfección representa también un valor histórico de la Tradición, porque la Iglesia es esencialmente Tradición que viene de los apóstoles y nos es trasmitida por los Padres7 .

Para matar el tiempo durante su convalecencia, Iñigo busca libros de caballerías. Pero pide libros que no se encuentran y le traen libros que no ha pedido: así habla Dios. El anota:

Más en aquella casa no se halló ninguno de los que él solía leer, y así le dieron un Vita Christi y un libro de la vida de los Santos en romance8 .

En Loyola, leyendo estos libros, aprendió en ellos a pasar de la simple lectura a la contemplación de los misterios de Cristo. El fue educado piadosamente y se acostumbró a poner su atención sobre los objetos de arte religioso9. En Arévalo respiró una verdadera tradición de vida espiritual que pasaba a través del espíritu franciscano. Leyó muy probablemente también, como dice el P. H. Rahner10, el libro «Triunfos de los Apóstoles» de Juan de Padilla y conoció sus poesías sobre San Pedro. El mismo Iñigo compuso además una «oda heroica» sobre San Pedro, Apóstol11. Junto con las gracias de Manresa y de la iluminación del Cardoner estas notas se proyectarán en la estructura de su contemplación como forma de oración.

6 FREDERICK G. MCLEOD, Uso de la imaginación en los Ejercicios Ignacianos: CIS 54 (1987) 63.

7 HUGO RAHNER, S.J., Servir dans l’ Eglise, Ignace de Loyola et la genèse des Exercices, Paris 1959, 36. Ignacio mismo invoca el valor de la Tradición: cfr. Proemio de las Constituciones [134].

8 Autobiografía 5.

9 Antes de salir de Manresa, dice en la Autobiografía 13, que regaló una parte de dinero que le debía el duque de Nájera para que en Navarrete se arreglara «muy bien» una imagen de nuestra Señora que estaba deteriorada.

10 Cfr. RAHNER, Op.cit., p. 39.

11 MHSI, CHRONICON POLANCO, I, p. 13.

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Una de las dificultades para comprender el sentido y apreciar el valor de la contemplación ignaciana es que la piedad medieval, tan querida para Ignacio y reflejada en algunos puntos de sus Ejercicios Espirituales, resulta extraña al hombre de hoy.

La piedad medieval

El hombre de la Edad Media poseía una imaginación muy desarrollada y era, hablando en general, el producto de una cultura anterior a la invención de la imprenta. La generalidad de los cristianos medievales contemplaban los misterios de la fe tal como los veían representados en la escultura, en los vitrales de colores, en los frescos y hasta en la arquitectura de los grandes templos y catedrales de que vivían rodeados. Aquellas «biblias» del pueblo común pintaban la vida terrena de Jesús llena de muchos detalles que no se encontraban en los Evangelios. La edad Media, por supuesto, produjo vidas de Cristo como la de Ludolfo el Cartujo, que alimentaban la imaginación lo mismo que la piedad del convertido de Loyola. La piedad medieval puede caracterizarse como muy recargada con «detalles históricos» (todos o casi todos creación de una fértil imaginación piadosa) de la vida terrena de Jesús. Viene inmediatamente a la mente el pesebre de Navidad de San Francisco de Asís o aquellas revelaciones acerca de la Pasión, repletas de crueles detalles, como las que se encuentran en los escritos de Sta. Brígida de Suecia. Ese mismo espíritu es discernible en cierto grado en San Ignacio mismo, el cual hasta sobornó al guía musulmán para que le permitiera una segunda mirada a la piedra en el Monte de los Olivos donde se decía que estaba impreso un pie de Cristo antes de la Ascensión.

Ni tampoco están enteramente exentos los Ejercicios Espirituales de la ingenuidad creadora que caracteriza la piedad medieval. En la contemplación de la Encarnación el ejercitante es invitado a reflexionar sobre «lo que dicen las Personas divinas, es a saber: Hagamos redención del género humano», [107]. De un modo parecido hay una introducción gratuita de una «ancilla» en la contemplación del nacimiento de Cristo [111]. Aquí, además, se pide al ejercitante que se haga un pobrecito y esclavito indigno, mirándolos y contemplándolos, y sirviéndoles, en sus necesidades, como si presente me hallase [114]12. Y así, de forma semejante en otros pasajes.

12 STANLEY, Op. cit., p. 43-44.

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La «Devotio moderna»

San Ignacio se inició como aprendiz de la oración formal en tiempos en que se sentía todavía la influencia de la llamada «Devotio Moderna». Fue éste «un nombre dado a la corriente de espiritualidad que se desarrolló en los siglos XIV y XV, sobre todo en los países flamencos, en reacción contra una mística juzgada demasiado rígida»13 Fue fundada por Gérard Groote (1340-1384). El representante más completo y eximio de este movimiento espiritual es Tomás de Kempis autor de la Imitación de Cristo14 , libro leído, querido y conocido por Ignacio.

La «Devotio Moderna» insiste más en la meditación metódica y no tiene unos límites claros sobre ésta y la contemplación como se puede ver en la obra del fundador titulada «De quattuor generibus meditationum sive contemplationum», («Acerca de los cuatro géneros de meditaciones o contemplaciones»). Una tendencia práctico-ascética de la «Devoción moderna» para encontrar a Dios insiste en la meditación sobre la vida de Jesús, la cual constituye su «via regia». Inculca un gran amor al Evangelio y a la lectura asidua de las Escrituras, puntos heredados por Loyola. Pero su espiritualidad se distingue fundamentalmente de la Devoción Moderna como dice H. Rahner,

Cuya imitación de Jesús, por decirlo así, amorfa y de carácter totalmente individual, es completamente transformada por Manresa en una marcha fiel en seguimiento de Cristo presente en su Iglesia militante15

Hablando del ocaso de este movimiento espiritual anota el Dictionnaire de Spiritualité:

Una nueva escuela de espiritualidad, la de S. Ignacio suplanta la «Devoción moderna». Para decir la verdad, ella recogió su herencia. Se sabe que la práctica y los principios de los Ejercicios Espirituales penetran en los siglos XVI y XVII las Órdenes como los Cartujos, y los benedicti-

13 RAHNER, Op.cit., p. 69, nota 1.

14 En tiempo de San Ignacio esta obra era atribuida al canciller de la Universidad de París, Gerson, por lo cual el autor de los Ejercicios habla de ella como «el Gersoncito».

15 RAHNER, Op.cit., p. 69

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nos, y los medios más diversos, religiosos y seculares. Por la escuela ignaciana, algo de la «Devoción Moderna» pasa a la espiritualidad de la contra-reforma .

El autor de los Ejercicios Espirituales no había leído ciertamente las «Ascensiones» de Gérard Zérbolt, (de la «Devotio moderna») pero entre estas dos obras las semejanzas de espíritu y de método son tales que no se puede negar una dependencia indirecta del primero respecto al segundo. Métodos de oración fundados en psicología, temas graduales, verdades fundamentales (respecto) a los misterios de Cristo, exámenes de conciencia particulares, la totalidad en vista de un objetivo propuesto netamente16 .

Para Ignacio, en todo lo relacionado con la oración, no se trata tanto de dar un nuevo método cuanto de facilitar al máximo el poder «entrar» en ella. En síntesis podemos concluir que la «Devoción Moderna» de la que él depende en parte, no tiene un tipo determinado de contemplación y que por lo tanto no influyó directamente en la que él presenta en sus Ejercicios.

La 'Vita Christi'

Según Rahner17, Iñigo no leyó más que tres libros: La 'Vita Christi' de Lufdolfo el Cartujo y traducida por Fray Ambrosio Montesino, la Leyenda Dorada de Santiago de Vorágine, en la traducción del cisterciense Goberto Ma. Vagad y la Imitación de Cristo de Kempis. Estos libros, sobre todo el primero, influyeron definitivamente en él y en su espiritualidad.

El mismo Ignacio lo atestigua:

Y gustando mucho aquellos libros (los dos primeros), le vino al pensamiento de sacar algunas cosas en breve más esenciales de la vida de Cristo y de los santos; y así se pone a escribir un libro con mucha diligencia…las palabras de Cristo, de tinta colorada, las de Nuestra Señora azul…18 .

16 Dictionnaire de Spiritualité, «Dévotion Moderne», col 745

17 Cfr. RAHNER, Op.cit., p. 42.

18 Autobiografía 11

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La primera página de la Leyenda Dorada está adornada con una gran imagen de Cristo crucificado. Fray Goberto escribe al lado, en su traducción: «La cruz debe ser tomada en manos por el lector, como insignia real, poderosa y siempre victoriosa, de los caballeros de Dios que son los santos»19.Aquí el lector y el orante son invitados a meterse en la escena y a empuñar la cruz. Y sabemos que Iñigo hacía de estos libros una lectura orada y contemplada20

El libro de las horas, de que se sirve (Ignacio) en la época de su conversión, la «Vita Christi» que medita y la «Leyenda áurea» que le inspira –tres libros ilustrados–, estarán, gracias a la purificación de la imaginación de Ignacio, en el origen de las imágenes de los Ejercicios Espirituales. Pero aun sin las ilustraciones, los textos de la vida de Cristo y de los santos son suficientes para hacer soñar a Ignacio por dos, tres y cuatro horas sin advertirlo…21

La práctica contemplativa del peregrino

En concreto, encontramos otros rasgos del aprendiz de santo que nos ayudan a comprender el método y estilo de su contemplación.

…la mayor consolación que recibía era mirar el cielo y las estrellas, lo cual hacía muchas veces y por mucho espacio, porque con aquello sentía en sí un muy grande esfuerzo para servir a Dios nuestro Señor22

En París, para facilitar económicamente sus estudios decide buscar un amo para servirle.

Y hacía esta consideración consigo y propósito, en el cual hallaba consolación, imaginando que el maestro sería Cristo, y a uno de los escolares ponía nombre San Pedro y a otro San Juan, y así cada uno de los apóstoles; y cuando me mandare el maestro, pensaré que me manda Cristo; y cuando me mandare otro, pensaré que me manda San Pedro23 .

19 PEDRO DE LETURIA S.J., El gentilhombre Iñigo López de Loyola, Montevideo 1938, 173-174.

20 Cfr. Autobiografía 11.

21 PETER-HANS KOLVENBACH, S.J., Imágenes e imaginación en los Ejercicios Ignacianos: CIS 54 (1987)13.

22 Autobiografía 11.

23 Autobiografía 75.

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Considerando estas experiencias del peregrino se entiende mejor el método de su contemplación de ver las personas, oír lo que hablan, mirar lo que hacen y todo en función de la persona que contempla para sacar enseñanzas para su propia vida: «y cuando me mandare el maestro pensaré que me manda Cristo».

Naturalmente, la apelación a los sentidos corporales se debe entender aquí de un modo alegórico y espiritual.

Los sentidos corporales son también los instrumentos exteriores de la afectividad (mirar, escuchar, abrazar, acariciar y besar), y por eso, resultan igualmente válidos para expresar el clima afectivo intenso que el orante descubre al relacionarse con Dios. Contemplar, por eso, significa mirar, pero también, amar24

DIFERENCIA ENTRE MEDITACIÓN Y CONTEMPLACIÓN IGNACIANAS

Subrayar un breve contraste entre estos dos métodos de orar de los Ejercicios nos dejará más claro en qué consiste el método contemplativo.

La meditación, más propia de la Primera Semana, acentúa el carácter reflexivo, donde el entendimiento tiene un papel primordial aunque no exclusivo. Emplea las potencias de memoria, entendimiento y voluntad. Se refiere más a verdades eternas que podemos llamar «metahistóricas». Por el contrario, en la contemplación prima el afecto con profundo sentimiento y con gran ayuda de la imaginación; se trata del sentir y gustar internamente más que de mucho saber; se refiere a las escenas evangélicas principalmente del Cristo histórico. Es menos directiva que la meditación. En ella tiene también cabida la reflexión pero después de haber contemplado largamente la escena evangélica25 Así, por ejemplo, en la Cuarta Semana no hay una contemplación de la

24 ANTONIO T. GUILLÉN, S.J., Contemplación: Diccionario de Espiritualidad Ignaciana (AF), (Manresa 37), Madrid 2007, 445.

25 Cfr. ÁLVARO BARREIRO, S.J., Contemplar a vida de Jesus. Práctica e frutos, (Leituras & Releituras 9). São Paulo, Brasil 2002, 16.

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resurrección como tal sino solo de las apariciones del resucitado26. Según lo expuesto, la última contemplación «para alcanzar amor» donde no se mencionan (al menos directamente) los misterios de la vida terrena de Cristo, se llamaría así por analogía.

La contemplación es el prototipo de la oración afectiva

La contemplación es el prototipo de la oración afectiva; de ahí que se le llame la «oración del corazón» lo que precisamente la distingue de otros modos de oración más racionales. Ella pretende no solo relacionarse y conocer a Dios sino llegar a amarlo profundamente. Se trata en ella de morar, escuchar y callar.

CRISTO, CENTRO DE TODA CONTEMPLACIÓN

«Queremos ver a Jesús»27. Esta petición de los griegos al apóstol Felipe, es también la petición, al menos implícita, de todo ejercitante al que se le dan los Ejercicios.

«Solo el amor contemplativo da acceso al misterio de la persona»28 Dios Padre no es contemplado directamente, sino reflejado en su Hijo Jesucristo. El objetivo y punto clave de toda la contemplación ignaciana, sin perder su trasfondo trinitario es centrarse en la Persona de Jesús, «ver su rostro» como objeto de amor y de seguimiento en la vida. Su humanidad es el punto de acceso a la divinidad como revelación de Dios. Se trata, como lo indica el primer prefacio de navidad, de pasar de la contemplación del Niño Dios visible en Belén, al amor de lo invisible. De ahí la necesidad de centrarse en la contemplación de los misterios de Cristo. Es imposible seguirlo si primero no se ha contemplado con pasión toda su vida.

El discernimiento en Ejercicios se sintetiza en la lucha del amor apasionado por la Persona de Cristo y el amor de las criaturas cuando se convierte en un afecto desordenado. Para poder quitar los afectos desor-

26 Cfr. STANLEY, Op. cit., p. 46.

27 Jn 12, 21.

28 BARREIRO, Op.cit., p. 18.

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denados debe reaparecer ante todo, como «condición sin la cual no», el primer amor al Señor.

Señala con exactitud Carlos Domínguez:

Pero Ignacio conoce muy bien (mejor que nadie, a partir de todo su proceso interno de conversión) que nadie quita sus afectos de ningún lado si no aparece en el horizonte un objeto de amor que totalice la búsqueda del sujeto y que le relativice e incluso le haga despreciar [Cfr. Flp 3, 7-8], aborrecer [63], todas sus antiguas cargas libidinales. Es necesario tener un importante objeto de amor para abandonar los antiguos amores.

Es a partir de aquí desde donde se ilumina toda la metodología de los Ejercicios: es necesario entrar de lleno en los fondos afectivos de la persona, puesto que es ahí donde se juega la posibilidad de la libertad y por tanto, de la elección.

También sabe Ignacio que esos fondos afectivos de la persona no se movilizan por medio de las ideas ni de pensamientos fecundos. Si esas ideas no se impregnan de afecto [amor] no cambian nada. Es necesario, por tanto, acudir en ayuda de los sentidos y de la imaginación como ayudas del psiquismo que guardan una mayor cercanía con el mundo afectivo que hay que movilizar29 .

Y es precisamente aquí donde la contemplación ignaciana juega un papel fundamental.

La selección de los misterios de la vida de Cristo hecha por Ignacio en los Ejercicios y el modo de presentarlos revelan una extraordinaria concentración del ver, en la persona de Jesucristo. Ella ocupa el centro de todas las contemplaciones, que son, por eso mismo, todas cristocéntricas. Lo que el ejercitante debe hacer durante la hora entera de cada ejercicio de contemplación, desde el primer preámbulo hasta el coloquio final, es contemplar las palabras, las actitudes, las acciones, los gestos de Jesús en la escena evangélica que debe ser contemplada; dejarse envolver por el dinamismo de la escena y participar de ella activamente, teniendo siempre como punto de referencia la persona de Jesús. En la medida en

29 CARLOS DOMÍNGUEZ, MORANO. S.J., Psicodinámica de los Ejercicios Ignacianos, (Manresa 30), Bilbao 2003?, 45-46.

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que Jesús ocupe el centro del mirar, del ver, y del oír, ocupará también el centro del corazón del ejercitante que mira, que ve y que oye30

Se trata pues, de ver contemplativamente a Jesús, como anota San Pablo, para «reproducir (en nosotros) la imagen del Hijo»31 .

LA LECTIO DIVINA Y LA CONTEMPLACIÓN IGNACIANA

Un modo fundamental para leer y orar con la Biblia como Palabra de Dios fue y es el de la «lectio divina» que hunde sus raíces en el pueblo de la primera alianza, pasa por Orígenes y es asumida por los monjes de los siglos III y IV hasta constituirse en un método privilegiado de oración bíblica con el abad de la Cartuja Guigo II en el siglo XII. Sus pasos esenciales son: «lectio, meditatio, oratio y contemplatio», siendo esta contemplación el culmen de este modo de orar. No se trata de un método de oración mental pues no es ante todo un ejercicio intelectual sino principalmente afectivo, ya que la Biblia se dirige a la totalidad de la persona y no solo al cerebro. El lugar de la oración es el corazón.

Pero la «contemplatio» de la «lectio divina» se distingue radicalmente de la contemplación ignaciana. La primera lleva a la unión con Dios para permanecer unido a Él, sintiendo y gustando qué bueno es el Señor. Su fuerte es el ser 'contemplativo en la contemplación'. Según San Benito, esta 'lectio' debe llevar a una 'metanoia', una experiencia religiosa de salvación de quien la hace. Por su parte, la contemplación ignaciana, partiendo de la unión y conocimiento interno del Señor, insiste en su seguimiento ('en todo amar y servir'). Todo lo contemplado debe aplicárselo el ejercitante ('reflictiendo en sí mismo para sacar provecho'), traduciéndolo en su acción apostólica. Se trata de una contemplación para la misión. Su fuerte es llegar a ser 'contemplativo en la acción'. De ahí que a los pasos clásicos de la lectio divina monástica, la tradición de la vida religiosa apostólica le añade otros más propios de la vida activa: 'la discretio' o discernimiento espiritual, la 'deliberatio' o elección-decisión y la 'actio' o acción apostólica.

30 Cfr. BARREIRO, Op.cit., p. 21.

31 Rom 8, 29.

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MATERIA Y FINALIDAD DE LA CONTEMPLACIÓN DE LOS EJERCICIOS

Ignacio, en los Ejercicios, usa la palabra «contemplación»32 53 veces y el verbo «contemplar» 28 para un total de 81 veces. Este dato habla por sí solo de la importancia de este modo de orar, el más usado en el texto. De las cuatro Semanas, tres lo emplean como su modo propio y específico.

No son Ejercicios ignacianos los que contemplan cualquier misterio de Cristo, en cualquier orden y de cualquier modo sin respetar su «modo y orden» propios

En ocasiones, los límites de la contemplación no resultan claros en el texto de los Ejercicios. A veces, el mismo término «contemplación» se toma como sinónimo de oración, de meditación, de consideración, o de ejercicios de oración en general33 .

En la contemplación ignaciana debemos hacer una clara distinción entre el elemento sensible de representación, que fundado en la Palabra de Dios se apoya en la escena evangélica, del elemento espiritual, invisible, la vida misma de fe, de lo que el Padre nos revela por la vida histórica de su Hijo encarnado.

Ignacio seleccionó cuidadosamente los misterios de la vida de Cristo «andando siempre a buscar lo que quiero» como él lo repite, es decir, con miras a obtener el objetivo pretendido en ellos, el de cada Semana y el de su conjunto. No son Ejercicios ignacianos los que contemplan cualquier misterio de Cristo, en cualquier orden y de cualquier modo sin respetar su «modo y orden» propios. En este sentido podemos decir que se trata de contemplar el Evangelio ordenado según San Ignacio. En la Segunda Semana deja gran libertad para escoger los misterios que se van a contemplar. Fundamentalmente sigue la cronología del Cristo de los Evangelios

32 Ejercicios Espirituales 91, 101, 110, 118, 230, 249, etc.

33 Cfr. Ejercicios Espirituales 2, 4, 12.

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aunque a veces los altera (v.c. pone primero la vida de obediencia del Niño a sus padres y después la pérdida y hallazgo en el templo, modelo de perfección evangélica [135,136]). Insiste Ignacio en que se debe partir del fundamento verdadero de la historia, narrado «con breve o sumaria declaración» [2]. Proceder así será de «más gusto y fruto espiritual» [2] para el ejercitante. La finalidad de esta manera de proceder será hacer que mediante la gracia del conocimiento interno del Señor, la vida de Jesús se convierta en la vida de quien lo contempla para que su praxis sea evangélica, «para más amarlo y seguirlo»34, petición de las tres últimas Semanas.

La contemplación ignaciana bien hecha producirá en la persona de quien contempla una integración afectiva, una espiritualidad contextual y una fecundidad apostólica35

PROCESO DE LA CONTEMPLACIÓN IGNACIANA

Dice Juan Pablo II hablando de la contemplación del rostro de Cristo en los Evangelios:

Teniendo como fundamento la Escritura, nos abrimos a la acción del Espíritu (cf. Jn 15, 26), que es el origen de aquellos escritos, y a la vez, al testimonio de los Apóstoles (cf. Ibíd., 27), que tuvieron la experiencia viva de Cristo, la Palabra de vida, lo vieron con sus ojos, lo escucharon con sus oídos y lo tocaron con sus manos (cf 1 Jn 1, 1)36 .

La contemplación, forma típica de orar

Esta contemplación es un forma de orar característica de Ignacio y la más usada en los Ejercicios ignacianos a partir del Rey Eternal (que todavía tiene algo de meditación)37 hasta la contemplación para alcanzar amor, con algunas pocas excepciones en relación con el tema de la elec-

34 Cfr. BARREIRO, Op.cit., p. 26.

35 Ibíd., p. 30.

36 JUAN PABBLO II, Novo Millennio Ineunte 17.

37 Ejercicios Espirituales 91. Allí se habla de mirar este rey humano, de oír sus palabras para responderle, de admirar lo que hace. En la «meditación» de las Dos Banderas [136ss.] se trata de «imaginar», de ver el campo de Cristo y el del demonio, de considerar su llamado, etc.

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ción (meditaciones de las dos banderas, de los tres binarios y la consideración de los tres grados de humildad)38. Más de las tres cuartas partes de los Ejercicios emplean el método contemplativo. El ejercitante, contemplando a Cristo obediente a la voluntad del Padre aprende a descubrir la voluntad divina sobre él.

Para poder contemplar es necesario tener ojos para ver y oídos para oír39

La contemplación en los Ejercicios es una forma de oración a través de la cual dejamos que el misterio de la vida de Cristo nos penetre y nos vaya permeando como por ósmosis (por connaturalidad afectiva) y al mismo tiempo vamos «conociendo íntimamente» ese misterio insondable de la persona de Jesús40

La contemplación como método de oración

de los Ejercicios

La contemplación, junto con el discernimiento, es la base fundamental de los Ejercicios ignacianos. Ambos elementos se condicionan y reclaman mutuamente. En efecto, se contemplan los misterios de la vida de Cristo «para que más le ame y le siga» [104], y a su vez, el discernimiento se realiza «juntamente contemplando su vida» [135]41 .

«El tiempo dedicado a las contemplaciones (ignacianas) es el tiempo de 'enamoramiento' de Jesús o el tiempo del crecimiento en el ‘conocimiento interno’ de Jesucristo 'para más amarlo'»42 ('y seguirlo'). Todos los misterios de la Vida de Cristo se centran, como en su objetivo, en el Verbo encarnado. El encuentro con Cristo a través de estas contemplaciones tiene una estructura sacramental, se da a través de los sentidos. Contemplando a Jesús, descubrimos los trazos del Verbo eterno, del Señor de la gloria. Las escenas evangélicas contempladas por el ejercitante, no son simplemente escenas del pasado sino que «por ser hechos salvíficos obrados por Dios,

38 Cfr. Ejercicios Espirituales 136, 149 y 164.

39 Cfr. Mc 3, 12.

40 DE LA CIGOÑA, S.J., Op. cit. p. 55.

41 GUILLÉN, S.J., Op. cit. p. 445-446.

42 BARREIRO, Op.cit., p. 20.

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continúan siendo reveladores del amor de Dios y ‘sacramentos’ de ese amor para quien los contempla y acoge con fe» 43 .

Este ejercicio de oración de los Ejercicios Espirituales, como todos los demás, está fundado en la gracia del Señor y en la disposición de la persona para recibirla. Tiene un método propio y específico que está muy lejos de consistir en una fantasía imaginativa o en un afecto sentimentalista.

La contemplación ignaciana es esencialmente misionera y comprometida con los gozos y esperanzas y más todavía, con los dolores y angustias de los hombres de hoy

La contemplación ignaciana tipo, es la contemplación de la Encarnación44 Aquí, Ignacio enseña, paso por paso, este método peculiar de la oración del corazón. En primer lugar es la Trinidad misma la que contempla la planicie o redondez de la tierra. Ella mira el estado deplorable del mundo en el s. XVI, en tantas cosas semejante al nuestro;«ve las personas; oye sus gritos y su blasfemias; mira lo que hacen los hombres y decide obrar la redención de la humanidad mediante la salvación en Cristo45. «De la mirada con que Dios mira al mundo surge la misión de Jesús, venido para servir y dar su vida en rescate por muchos… De la misión de Jesús nace a su vez la común misión de los cristianos…»46 El ejercitante, llamado a esta contemplación, debe contemplar el mundo con los ojos de la Trinidad. La contemplación ignaciana es esencialmente misionera y comprometida con los gozos y esperanzas y más todavía, con los dolores y angustias de los hombres de hoy47

43 Ibíd., p. 23. Cfr. cita de E. SCHILLEBEECKX, Jesucristo, sacramento del encuentro con Dios. p. 22.

44 Cfr. Ejercicios Espirituales 101-109.

45 Ibíd.

46 Congregación General XXXII, decreto 4, n. 13 Cfr. Vat, II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes.

47 San Ignacio y sus primeros compañeros contemplaron el mundo que les tocó vivir para poder dar su respuesta como servidores de la misión de Cristo. De ahí que la C.G. XXXII, decreto 4, n. 13-17 pida a los jesuitas de hoy hacer lo mismo que lo primeros hicieron.

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Origen y novedad de la contemplación ignaciana

Por eso la contemplación de Ignacio tiene por consiguiente, un doble punto de partida: la Palabra de Dios, pues está toda basada en los misterios de la vida de Cristo del Evangelio y, por otra parte, la realidad del mundo al cual somos enviados por la Trinidad que contemplamos. Se convierte así en la fuente de la misión del 'servicio de la fe y promoción de la justicia'.

Después de la «sólita oración preparatoria», el primer preámbulo es traer la historia evangélica como fundamento esencial de la contemplación que se hace precisamente sobre los «misterios de la vida de Cristo», es decir, sobre la vida histórica de Jesús de Nazaret. Pero aquí «la historia» evangélica no significa simplemente el hecho ocurrido sino una escena salvífica en acción y nunca un discurso sobre ella.

El segundo preámbulo es la «composición viendo el lugar». Aunque no exclusiva de la contemplación, tiene en ella un papel más relevante que en la meditación, ya que se trata de algo visible y más sensible que en ésta, lo que permitirá una implicación afectiva en ella.

La «petición» constituye el tercer preámbulo. Reiterada por el coloquio, es un punto clave que demarca el fruto pretendido en el ejercicio y apunta al fruto de todos los Ejercicios.

Luego vienen las tres características específicas que integran el cuerpo mismo de la contemplación y que se aplican a cada punto: ver las personas, oír lo que hablan, mirar (o admirar) lo que hacen. Es un recurso alegórico a los sentidos corporales. Inicialmente solo señala el ver y oír, pero luego en la repetición prescribe traer todos los sentidos48 sobre lo ya contemplado. Es la condición fundamental para poder «sentir y gustar internamente».

Ver las personas que la historia sagrada nos descubre: su situación real, su comportamiento, sus enseñanzas, etc. Siempre, en todas las escenas la persona central que hay que contemplar ante todo es Cristo, lo que es, lo que dice, lo que enseña, lo que hace.

48 Cfr. Ejercicios Espirituales 121.

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A diferencia de otras escuelas espirituales, la contemplación ignaciana da preferencia al «ver» sobre el oír, porque Ignacio tiene la intención clara de simplificar y desintelectualizar la contemplación. Alegóricamente, ver significa no tener que hacer esfuerzo alguno; simplemente ponerse delante y abrir los ojos49 .

Contemplar «lo que dicen»: es una contemplación de las palabras para aprender a hablar en Cristo, como Cristo: ver el sentido nuevo, sentir la consolación que producen, el cuestionamiento que nos hacen, etc.

Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación

Mirar lo que hacen las personas: contemplar su comportamiento comparándolo con el nuestro. «Mirar», por lo tanto, refuerza al ver e insiste más en el carácter afectivo de la acción, implicándose en ella. Se trata de una contemplación para la acción. Este mirar lleva al admirar con afecto dicho comportamiento. Dice un proverbio árabe: «Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación».

Se deben contemplar todos los misterios de Cristo «como si presente me hallase»50 en ellos. No es cuestión de una simple memoria histórica. Los misterios del Señor son «memorial» eficaz como la Eucaristía. El tiempo «presente» de la contemplación es fundamental pues se trata de convivir con esos misterios para que se actualice en mí la gracia de cada uno de ellos. Es el «hoy» al que se refería Jesús en la sinagoga de Nazaret: «Esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy»51 .

Luego, para cada uno de los puntos se indica algo fundamental que le da sentido a este método: «y refletir después, para sacar provecho de sus palabras»52 o «de cada cosa destas»53. «Refletir (o reflectir)» es dejar que se

49 GUILLÉN, S.J., Op. cit. p. 450.

50 Ejercicios Espirituales 114.

51 Lc 4, 21.

52 Arcaísmo por reflexionar. Trece veces aparece en los Ejercicios este verbo usado por Ignacio: [106.107, 108, 114, 115, 116, 123, 124, 194, 234, 235, 236].

53 Ejercicios Espirituales 108.

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Origen y novedad de la contemplación ignaciana

refleje la luz de otro cuerpo. Lo hace la luna respecto al sol. En el uso del término que hace Ignacio en los Ejercicios, significa abrirse como un espejo a la luz que brota del Espíritu»54. Por consiguiente no se trata de una simple operación intelectual sino de reflejar en la propia vida lo que admiro en la contemplación hecha; es decir, la aplicación a la persona del ejercitante para aprender a integrar en sí mismo los mismos sentimientos y actitudes de Cristo y de los personajes contemplados.

Unas palabras de San Pablo nos ayudan a comprender mejor esta aplicación:

...todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu55

El uso del afecto e imaginación en la contemplación

Este tipo de oración es especialmente imaginativo y afectivo.

Se puede discutir hasta donde llegaban posconocimientos teóricos de Ignacio respecto a la imaginación. Sin embargo, lo que es indiscutible es su gran sensibilidad para el empleo de la imaginación y su incomparable éxito en el uso que hace de ella en los Ejercicios56 .

La imaginación cumple un papel importante en este ejercicio contemplativo: se usa «al identificarnos con uno u otro personaje de la escena o al descubrirnos con reacciones muy semejantes a ellos. Para desde ahí, mirar con todo afecto a Jesús, el único modelo a seguir»57 . El uso de la imaginación es imprescindible para poder obtener los objetivos de cada semana; ella genera sentimientos y libera energías hasta llegar a ser absorbido por la Persona de Cristo. Ella tiene pues un papel específico en el acto de fe58

54 GUILLÉN, S.J., Op. cit. p. 451.

55 2 Cor 3, 18.

56 Frederick G. MacLeod, O Uso da Imaginação nos Exercícios Inacianos: ITAICI Especial 9 (Julio 1992) 60.

57 GUILLÉN, S.J., Op. cit. p. 449

58 Cfr. MacLeod, Op. cit., p. 59-60.

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A medida que se avanza en las Semanas de los Ejercicios, la oración se va simplificando cada vez más y la reflexión va dejando su lugar a los afectos. La «aplicación de sentidos» es el método contemplativo por excelencia. «La contemplación ignaciana es una preparación inmediata para la moción sobrenatural infusa que Dios da libremente»59 para conducir al que contempla a encontrar la voluntad divina.

Por otro lado, el libro de los Ejercicios «…exhorta al uso libre de la imaginación cuando se trata de ‘ver el camino desde Nazaret a Betlem’ [112], o ‘el lugar de la cena, si grande, si pequeño’ [192], o ‘ver la disposición del sancto sepulcro, y el lugar o casa de nuestra Señora [220]»60, etc. Aquí somos invitados a dejar volar nuestra imaginación religiosa.

En esta potencia ambigua que es la imaginación, para el bien y para el mal, Ignacio reconoce una poderosa ayuda como potencia creadora «que puede hacerme presente a Cristo, haciéndome contemporáneo del misterio: "Imaginando a Christo nuestro Señor delante y puesto en cruz ..." [53], y así, paradójicamente, la imaginación puede revelarnos la realidad más íntima»61 Por consiguiente él no desprecia esta capacidad humana sino que la evangeliza.

LA

CONTEMPLACIÓN

COMO

COMPROMISO: CONTEMPLACIÓN EN LA ACCiÓN

La contemplación de los Ejercicios (como método y ejercicio de oración) es distinta de la 'contemplación en la acción' aunque esta depende de la primera.

Hemos indicado ya como la contemplación ignaciana, entre sus notas específicas, implica la actividad. No es una contemplación que termina en la unión con Dios sino que, pasando a través de ella, desemboca en el envío que el Dios contemplado hace al ejercitante para que le ayude en la misión del Reino.

59 DE LA CIGOÑA, S.J., Op. cit. p. 53.

60 STANLEY, Op. cit., p. 44.

61 KOLVENBACH, S.J., Op. cit. p. 14.

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Origen y novedad de la contemplación ignaciana

Precisamente en la Contemplación para alcanzar amor, encontramos que la petición nos hace suplicar un conocimiento interno de todos los beneficios del Creador, para que podamos «en todo amar y servir a su Divina Majestad»62

Contemplación ignaciana que no lleve a la acción por Cristo, al compromiso, no será contemplación ignaciana

Además, las dos advertencias63 sobre el amor contemplado, aquí llevan a una respuesta en la acción amorosa porque «el amor se ha de poner más en las obras (en la acción) que en las palabras»; y la segunda: si hay verdadero amor, éste debe hacer una comunicación de bienes entre los que se aman. Se trata, pues de un amor contemplativo que debe llevar al amor operativo: la misión apostólica. Se contempla a Jesús (y a sus discípulos) en acción («mirar lo que hacen las personas») para acabar en la imitación y seguimiento del Cristo misionero del Padre, el Cristo específico de la espiritualidad ignaciana. La persona del Señor Jesús contemplada en los Ejercicios es la del Cristo que predica el Evangelio del Reino por todas las «sinagogas, villas y castillos»64

Se trata entonces de «buscar y hallar a Dios en todas las cosas», en todas las criaturas, personas y acontecimientos, es decir en toda la vida y la vida es movimiento, acción, cambio. Contemplación ignaciana que no lleve a la acción por Cristo, al compromiso, no será contemplación ignaciana.

Por eso la contemplación de los misterios de Cristo concluyen en la Contemplación para alcanzar Amor, que es como el último intento y la síntesis para hacer que el ejercitante logre ser «contemplativo en la acción» en su compromiso cristiano y apostólico.

62 Ejercicios Espirituales 233.

63 Cfr. Ibíd.

64 Ibíd 91.

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CARACTERÍSTICAS Y NOVEDADES DE LA CONTEMPLACIÓN IGNACIANA

De lo expuesto podemos colegir cuáles son las características de la contemplación ignaciana como ejercicio de oración y cuál es su novedad específica respecto a la contemplación tradicional de tipo monástico y más propia de la vida contemplativa.

Concluyendo: La novedad de la contemplación ignaciana consiste en que ésta

 es una contemplación 'de' y 'en' Ejercicios ignacianos, que por lo tanto pretende un fin concreto dentro de la dinámica general de los mismos. Sigue el «modo y orden» propio de ellos;

 es una oración fundamentalmente imaginativa65 que introduce en la contemplación de los evangelios algunos detalles no históricos más propios del autor y de la tradición medieval;

 es una contemplación que incluye el movimiento: «mirar lo que hacen las personas» para ser movido a hacer como ellas;

 es una contemplación comprometida: lleva no solo a la unión con Dios sino al servicio por amor; hace pasar del amor contemplativo al amor operativo;

 es una contemplación que por lo tanto desemboca en el «contemplativo en la acción» y que por ello mismo se convierte en escuela para la oración del apóstol;

 es una contemplación caracterizada por una pasividad dinámica: pasividad porque es contemplación; dinámica porque hay que disponerse conscientemente para ella, colaborar con ella y trabajar desde ella;

65 Hasta tal punto la imaginación permea la contemplación ignaciana que WILGHIS

JAEGER, O.S.B, por ejemplo, anota: «No mencionamos (en el estudio de la contemplación) a Ignacio de Loyola porque abandonó la tradición, ya que incluyó en la contemplación una forma de oración que se sirve de la imaginación que pertenece a la meditación pero no a la contemplación»: «Contemplación: el camino esotérico cristiano», trad. de Carmen Monske, en Internet, vocablo 'contemplación', link n. 14. Esta manera de pensar se refiere a la comparación con la 'contemplación clásica'.

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Origen y novedad de la contemplación ignaciana

 es contemplación que implica y compromete siempre la persona que contempla: esto es precisamente el «reflectir en sí mismo».

 finalmente, es una contemplación para orientar y discernir la acción de respuesta amorosa, ('elección') reproduciendo en nosotros la imagen del Hijo, el misionero del Padre.

En el monte Tabor66, durante la contemplación de la Transfiguración, Pedro, entusiasmado por la gloria pascual anticipada de Jesús, le dice: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés y otra para Elías». Pero Jesús responde a Pedro y a sus compañeros: 'levántense…' Así, mientras Pedro quiere quedarse en una contemplación de simple unión con su Maestro, él le replica: 'levántate', baja del monte y vuelve a la misión fortalecido por esta contemplación. La contemplación ignaciana, como la evangélica, es y será siempre apostólica para la misión del anuncio del Reino. Hace bajar del monte Tabor, como anticipo de la gloria, porque ahora no es solo tiempo de 'pasiva o estática contemplación sino de dinámica evangelización'.

66 Cfr. Mt 17, 4-8.

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Carlos Eduardo Correa Jaramillo, S.J.

La contemplación ignaciana: camino a la iluminación

Carlos Eduardo Correa Jaramillo, S

Carlos Eduardo Correa Jaramillo, S

Carlos Eduardo Correa Jaramillo, S

Carlos Eduardo Correa Jaramillo, S Carlos Jaramillo, .J

INTRODUCCIÓN

Desde cuando se me propuso que participara con esta ponencia para el Simposio sobre Ejercicios Espirituales, vinieron a mi mente dos textos que han sido muy importantes para mi propia experiencia espiritual: el primero, de Anthony de Mello, «La Iluminación es la Espiritualidad»; y el segundo, de Federico Carrasquilla, «Conocer a Jesucristo es todo». Con la ayuda de estos textos he podido crecer en mi experiencia personal de contemplar a Jesucristo en su vida histórica, en la vida de tantas personas con las que he tenido contacto y en mi propia vida, como camino a la iluminación.

También en este tiempo, mientras estuve preparando lo que iba a escribir, apareció en la revista «Promotio Iustitiae», del Secretariado Social de la Compañía de Jesús en Roma, un artículo de Darío Mollá, S.J., «Espiritualidad en la acción Social», que me ha servido para estructurar

* Licenciado en filosofía y teología de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Magister en Ciencias Políticas de la Universidad de los Andes de Bogotá. Actualmente Asistente para el Área Socio-pastoral de la Compañía de Jesús en Colombia.

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La contemplación ignaciana: camino a la iluminación

algunas partes de mi ponencia, ya que expresa mucho de lo que he podido experimentar en el camino de mi vida.

Cuando comencé a escribir este texto, sentí la necesidad de expresar todo desde mi propia experiencia de vida, teniendo en cuenta lo que he recorrido en el proceso de crecimiento espiritual y muy referido a lo que he venido viviendo en las diversas misiones que me ha confiado la Compañía de Jesús durante estos años de vida en ella. Por esto, decidí escribir con un estilo más narrativo, tratando de comunicar lo que he venido percibiendo en mí mismo y lo que me ha ayudado para asumir la vida como jesuita, siempre desde mi propia vivencia de fe. Quiero pues, ahora, compartirles cómo la Contemplación Ignaciana ha sido para mi mismo camino de Iluminación.

Todavía recuerdo el impacto interior que produjo en mí el primer párrafo de «La Iluminación es la Espiritualidad». Decía Tony de Mello:

Despertarse es la espiritualidad, porque sólo despiertos podemos entrar en la verdad y descubrir qué lazos nos impide la libertad. Esto es la iluminación. Es como la salida del sol sobre la noche, de la luz sobre la oscuridad. Es la alegría que se descubre a sí misma, desnuda de toda forma. Esto es la iluminación. El místico es el hombre iluminado, el que todo lo ve con claridad, porque está despierto1.

Este impacto interior se produjo en mí porque inmediatamente conecté con algo que había venido viviendo en mi experiencia de contemplar a Jesús: Él me había venido despertando a una forma de ver, de entender y de actuar que me hacía más radical en el compromiso con las personas y su dignidad humana, y me movía al trabajo para producir formas concretas de vida que plenifiquen la humanidad. Era el encuentro con la forma misma como Jesús vivió y se entregó hasta dar su vida.

Tony de Mello era muy claro en señalar cuándo estamos dormidos:

1 TONY DE MELLO, S.J., La Iluminación es la Espiritualidad: Separata Vida Nueva 1.590-91 (Julio 1987) 28.

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¿Y cómo sabré si estoy dormido? Jesús nos lo dice en el Evangelio: «¿Por qué dicen Señor, Señor, si no hacen lo que les digo?» Si no hacemos lo que Dios quiere y nos dedicamos a fabricarnos un dios «tapa agujeros», es que estamos dormidos. Lo que importa es responder a Dios con el Corazón… El estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierre a la Verdad2.

Y decía más adelante:

Éstas son las tres señales de estar despierto: perdonar, aceptar y responder ante todo con amor3.

Todo esto era lo que yo venía sintiendo que se producía en mí gracias al contacto con Jesús; era el fruto que iba apareciendo en mi experiencia de irlo contemplando cada vez con más gusto y cercanía. En el fondo iba experimentando que realmente se me iba concediendo la gracia que San Ignacio me invitaba a pedir siempre que contemplaba a Jesús: «Conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga»4.

Este texto quiere ser, pues, un testimonio de la acción de Jesús que ha ido tocando y transformando mi vida y me ha ido poniendo a su servicio para la construcción de su Reino, buscando no apartarme de su luz y de su amor.

CONTEMPLATIVOS EN LA ORACIÓN:

LA CONTEMPLACIÓN DE LA VIDA DE JESÚS COMO CAMINO A LA ILUMINACIÓN

El P. Federico Carrasquilla, Sacerdote de la Arquidiócesis de Medellín, me ayudó a comprender más profundamente la relación con Jesús, al entrar en contacto con el Evangelio. Tuve la maravillosa oportunidad de trabajar con él, en el Barrio Popular de Medellín, cuando yo era novicio jesuita. Todavía recuerdo la profundidad de sus palabras todos los sábados,

2 Ibíd., p 28.

3 Ibíd., p. 61.

4 Ejercicios Espirituales 104.

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en el momento en que nos reuníamos para hacer Estudio de Evangelio. Uno de los aspectos que más me marcó lo expresa bellamente en su libro:

La relación entre el Evangelio y la vida es una relación primordialmente iluminativa y secundariamente normativa. Jesús no busca ante todo ofrecer a la persona unas normas de conducta ni una doctrina o ideología sobre la realidad. Busca ante todo darle un sentido a la vida, y un sentido que surge de la conciencia que le da a la persona el ser hija y amada de Dios5.

Cuando contemplo la vida de Jesús, como nos lo propone San Ignacio en los Ejercicios Espirituales, me dispongo para conocerlo internamente, amarlo y seguirlo; esto realmente me ha ido llevando a pedir ser configurado con Jesús, para tener los mismos sentimientos y la misma forma de actuar que él tuvo: la entrega incondicional al servicio de los demás, hasta dar la vida. Por eso puedo afirmar que el encuentro con Jesús en la contemplación, ha ido transformando mi vida para tratar de ser una luz en medio de la oscuridad y para sembrar vida en medio de la muerte. Todo esto lo he percibido como acción del Espíritu que me va despertando a la verdad, para actuar en ella y desde ella. Por eso la Contemplación de la vida de Jesús ha sido para mí camino a la iluminación.

El encuentro con Jesús en la contemplación, ha ido transformando mi vida para tratar de ser una luz en medio de la oscuridad y para sembrar vida en medio de la muerte

Contemplar al Dios que se hace historia ha iluminado la forma de llevar adelante mi propia existencia, buscando no excluir a los demás y asumiendo la realidad humana como es, para acompañar a las personas y trabajar con ellas en la construcción de un mundo más justo, solidario y fraterno. Contemplar al Dios que se hace historia me va permitiendo ver con claridad (iluminación) el compromiso de Dios con la humanidad para darle vida a plenitud en el amor, la justicia y la paz; y me permite, al mismo

5 FEDERICO CARRASQUILLA, Conocer a Jesucristo es todo (Teoría y práctica del Estudio de Evangelio), Fundación «Tierra Nueva», Quito 2002, 42.

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tiempo, seguir sintiendo el llamado a participar de esta forma de vida que se entrega incondicionalmente para que haya vida abundante en este mundo. Contemplar la vida de Jesús ha sido camino a la iluminación, porque me ha permitido entrar en contacto con la manera como Jesús va produciendo esa vida abundante; esto ha movido mi corazón para que, al igual que Él, busque ser productor de vida en todas mis relaciones y en todas mis acciones. En este sentido afirma el P. Carrasquilla:

La persona siempre puede iluminar lo que vive con lo que le ofrece Jesús; es decir, siempre puede escoger el sentido que Jesús le ofrece a su vida, sea esta moralmente buena o no6.

La contemplación de la vida de Jesús me ha llevado necesariamente a mi «elección de vida», porque el encuentro con Jesús me ha ayudado para discernir la mejor forma de ser Jesús hoy, de vivir la vida de Dios y de manifestar a los demás esta vida de Dios con mi propia vida. Esto le ha dado sentido y fuerza a mi vida.

LO IMPORTANTE ES LA PERSONA DE JESÚS

En los cursos que El P. Federico Carrasquilla da sobre Estudio de Evangelio, siempre insiste en que, cuando nos acercamos al Evangelio, lo que importa no es tanto lo que dice o hace Jesús, sino Jesús que lo dice o lo hace; es decir, que lo fundamental es la persona de Jesús. En este sentido, las palabras del Evangelio no son tanto portadoras de un mensaje o de una doctrina, sino que son ante todo reveladoras de Jesús como persona.

Claro está que para conocer a Jesús debo ponerle atención a lo que Él dice o hace. Por eso el P. Carrasquilla escribe:

Yo puedo interesarme por una doctrina sin interesarme por la persona que la elaboró. En cambio, yo no me puedo interesar por una persona sin interesarme al mismo tiempo por lo que dice o hace, por la doctrina que ella elabora o las acciones que realiza, teniendo bien presente que la persona siempre es más que su doctrina o acciones y que no se puede encerrar ni agotar en esto7.

6 Ibíd., p. 42.

7 Ibíd., p. 17.

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Otras de las afirmaciones del P. Carrasquilla que más me han ayudado para darle la mayor importancia a la persona de Jesús, en mi experiencia de contemplación, son:

El Estudio de Evangelio busca hacer de la persona de Jesús una clave para comprender la realidad. Clave quiere decir fuente de sentido último y absoluto de la vida. Si se busca la persona de Jesús, no es para quedarse en una simple contemplación teórica sino para hacer que esa persona de Jesús penetre e ilumine la vida concreta de la persona... La persona de Jesús lleva necesariamente a la vida, porque Jesús vino precisamente para iluminar y guiar la vida de las personas; Él vino para que tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia (Jn 10, 10).

El nivel espiritual o místico, en la relación con la Palabra de Dios, nos permite acercarnos a contemplar el Evangelio para conocer la persona de Jesús, descubrir su ser, conocer el tipo de hombre que es Jesús.

Cuando leemos la Palabra de Dios hay que buscar ante todo la «Comúnunión» con el Señor. Una lectura que se haga simplemente por conocer la doctrina, el mensaje del Señor, deja a un lado la finalidad primordial de la revelación.

En el nivel espiritual, el Evangelio, que es profesión de fe, busca ante todo darnos a conocer experiencialmente la persona de Jesús. Desde el punto de vista histórico, el Evangelio parte del anuncio de la persona de Jesús que transforma al que cree. Es lo que los exegetas llaman «el kerigma original». Luego, para la vivencia cristiana de la comunidad, se elaboran y escriben las doctrinas y los acontecimientos de Jesús que la comunidad cristiana iba recordando. Lo mismo puede decirse desde el punto de vista teológico: lo central de todo el Nuevo Testamento es la persona de Jesús8.

8 Ibíd., p. 10, 11, 20 y 22.

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La forma como San Ignacio propone la contemplación, me ha ayudado a encontrarme con la persona de Jesús

En los Ejercicios Espirituales he descubierto la profundidad con que San Ignacio propone hacer la contemplación de la persona de Jesús, buscando que todo mi ser sea afectado o impactado por un acontecimiento de su vida. Esto me lleva a encontrarme con la persona de Jesús y a dejarme mover interiormente por Él. En otras palabras, la Contemplación Ignaciana me dispone para que real y efectivamente sea movido por Jesús para alcanzar la iluminación: despertar a la vida de Dios. Por eso, cuando contemplo a Jesús, es muy importante percibir por dónde Él me impacta, me mueve y me transforma, para hacer en todo su voluntad.

Toda la estructura de la contemplación Ignaciana está diseñada para lo que acabo de enunciar9:

• El «traer la historia» me permite tener un primer impacto con la persona de Jesús, de tal manera que puedo comenzar a experimentar el movimiento interno que Él produce en mí.

• Hacer «la composición de lugar» me ayuda a implicarme más profundamente en «la historia» que contemplo, para que pueda disponerme de una mejor forma a percibir la moción que me va regalando.

• Lo que pido, al «demandar lo que quiero», es ese «conocimiento interno del Señor, que por mi se ha hecho hombre», para que más me mueva a «amarle y seguirle».

• Los «puntos» me ayudan a entrar mucho más en detalle en lo que «la historia» me ha propuesto, pudiendo «ver las personas», «oír lo que hablan» y «mirar lo que hacen» estas personas, especialmente la persona de Jesús; y todo esto para ser más profundamente movido por Él a amarle y seguirle en mi propia vida. Por eso, para San Ignacio es muy importante que todo esto me lleve a «reflectir» sobre mí mismo y «sacar provecho».

• Por último, «el coloquio» me permite terminar la contemplación pidiendo según lo que he sentido (por donde he sido movido por la

9 Cfr. Ejercicios Espirituales 102-109.

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persona de Jesús) «para más seguir e imitar al Señor nuestro, ansí nuevamente encarnado».

Contemplando a Jesús de esta manera, he reconocido cómo el Evangelio es realmente una catequesis: porque es Palabra de Dios que me impacta y me mueve. En el Evangelio entro en sintonía con los que escribieron esta buena nueva y con los que durante siglos la han escuchado y han sido impactados y movidos por ella.

Reconocer a Jesús como protagonista de la contemplación ignaciana

Al leer hace unos días el texto del P. Darío Mollá, S.J., sobre la Espiritualidad en la Acción Social, sentí que muchas de sus afirmaciones recogían mi propia experiencia al contemplar a Jesús en la oración. Dice el P. Mollá:

La contemplación es situar a Jesús como protagonista de la misma. La materia de la oración no son los pensamientos, las necesidades o las preocupaciones del que ora, sino la persona de Jesús, a través de un hecho de su vida, unas palabras suyas, un gesto. Contemplar es, en primera instancia, «ver», «oír», «mirar» fuera. Quien ora se sitúa no en el centro de la escena, sino como un espectador apasionado, interesado, pero discreto. El centro de la contemplación es siempre Jesús10.

El situar a Jesús como protagonista de la contemplación Ignaciana me ha ayudado a salir de mi mismo y a poner toda mi atención en Él, de tal manera que me suelte en sus manos y me deje conducir por donde quiera que le sirva y le siga. Contemplar a Jesús de esta forma, también me ha ido llevando a constituirlo como el protagonista de mi propia vida, como el que me va configurando con su modo de ser y me va llevando a vivir a su manera. Centrado en Jesús vivo la experiencia fundamental del encuentro con el que me transforma y me lanza a servir a los demás sin condiciones.

10 DARÍO MOLLA, S.J., Espiritualidad en la acción social, Promotio Iustitiae 94 (2007/1) 11-12.

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La contemplación ignaciana es un ejercicio de atención a los detalles de la persona de Jesús

Otra afirmación del P. Mollá que me sirvió para recoger mi propia experiencia de contemplación de Jesús en el Evangelio es:

Contemplar es un ejercicio de atención a los detalles de la vida de Jesús. Tal atención excluye la distancia y la prisa: desde lejos y apresuradamente difícilmente se captan estos detalles. Y lo que le interesa al que quiere amar y seguir a Jesús son precisamente los detalles; porque son los detalles los que conducen al corazón y los que alimentan el amor11.

Contemplar un gesto, una palabra, una actitud de Jesús o cualquier otro detalle que aparece en el Evangelio, me ha permitido penetrar a fondo en la forma misma como Jesús siente y vive la vida; me ha ayudado a experimentar lo que es importante y definitivo para Él. Viviendo esta experiencia he comprendido mejor lo que dice San Ignacio «no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente»12.

Cada vez que contemplo el Evangelio, encuentro nuevos detalles que me enriquecen y que van llenando mi vida de sentido en Jesús

Para ponerle mucha atención a los detalles de la persona de Jesús, me ha servido leer varias veces el pasaje del Evangelio que contemplo; cada vez que lo leo, voy descubriendo muchas cosas que me mueven y que me permiten un mejor conocimiento interno del Señor. Esta experiencia también tiene que ver con las circunstancias de la vida que voy viviendo: lo que me llega más profundamente de Jesús, en un momento de mi vida, es algo que muchas veces he leído en el Evangelio, pero que antes no había llamado mi atención. Por eso, cada vez que contemplo el Evangelio, encuentro nuevos detalles que me enriquecen y que van llenando mi vida de sentido en Jesús.

11 Ibíd., p. 12.

12 Ejercicios Espirituales 2.

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La contemplación ignaciana: camino a la iluminación

La contemplación ignaciana es dejarse impactar por la persona de Jesús

El P. Mollá explícita otro elemento importante que me ha ayudado a sistematizar mi experiencia:

Contemplar es dejarse impactar por la persona de Jesús. Es una cierta pasividad: dejar que Jesús golpee con su fuerza innata mi conciencia y mi corazón, más que proyectar yo unos esquemas previos. Porque, si más que dejarme impactar por la persona de Jesús lo que hago es proyectar lo que yo llevo dentro, pasa que, como tantas veces sucede en la vida, acabo viendo y oyendo no aquello que realmente Él me revela, sino aquello que yo quiero ver y que yo quiero oír13.

El impacto que Jesús ha producido en mí, gracias a la experiencia de la contemplación Ignaciana, ha sido verdaderamente transformador. Muchos de mis esquemas mentales y formas de ver la vida han ido cambiando gracias a Jesús. Su forma de relacionarse y tratar a las personas, su forma de vivir los acontecimientos cotidianos y los de mayor densidad existencial, su forma de ver la vida y de reconocer la acción de Dios en todo, me han hecho percibir la vida de una manera nueva, con una gran esperanza y con un gran amor por todo lo creado, especialmente por las personas.

Jesús, quien se hace hermano y servidor de todas las personas, ha movido muchas veces mi corazón para acercarme a los demás con unos grandes deseos de construir la fraternidad, con unas inmensas ganas de trabajar por los empobrecidos y excluidos, por los enfermos y los abandonados, por los pecadores y los alejados. Jesús me ha motivado fuertemente a buscar un mundo más justo, solidario y equitativo para todos; me ha permitido conocer la buena nueva de Dios y me ha llevado a querer anunciarla a los demás.

13 MOLLA, S.J., Op. cit., p. 12.

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La contemplación ignaciana lleva a entrar en contacto, en contagio, con la sensibilidad misma de Jesús

Esta afirmación del P. Mollá, sobre la contemplación, también me ha permitido comprender más profundamente lo que muchas veces he vivido al realizar la experiencia que nos propone San Ignacio:

Contemplar es entrar en contacto, en contagio, con la sensibilidad de Jesús. Es simplemente permanecer juntos mucho tiempo, y ese permanecer juntos nunca es inocuo. Ese acercamiento de sensibilidades es determinante en el conocimiento interno de Jesús para más amarlo y seguirlo, haciendo en todo la voluntad de Dios14.

Cuando he acompañado a otras personas en la experiencia de hacer Ejercicios Espirituales, les insisto en que lo más importante al hacer la oración no es buscar la consolación, sino el estar con Jesús, el permanecer con Él y en Él. Esto lo digo porque muchas veces, en mi propia vida, he experimentado la trampa de querer orar para buscar la consolación, para sentirme bien; de esta manera lo único que he terminado buscando ha sido mi propio querer e interés. Por el contrario, cuando he orado para estar con Jesús, como nos lo propone San Ignacio en la contemplación de los Ejercicios Espirituales, incluso pasando por muchos momentos de sequedad o desolación, he vivido lo hermoso que es dejarme contagiar por la sensibilidad misma de Jesús, que me lleva a salir de mi mismo y a buscar hacer en todo la Voluntad del Padre.

Gracias a la contemplación Ignaciana he podido sentir y gustar la sensibilidad de Jesús con su Padre del cielo, con las personas y con todo lo creado; esto ha transformado mi propia sensibilidad y la ha agudizado para percibir y comprender más profundamente los secretos del Reino. Jesús me ha contagiado con su forma de ver y de proceder; esto me ha movido a acercarme a los que sufren cualquier clase de dolor, angustia, pobreza o exclusión, para verlos como mis hermanos, para sentir sus necesidades, para alegrarme con sus alegrías y dolerme con sus tristezas, para caminar paciente y humildemente con ellos y reconocer en qué les puedo servir, después de haber aprendido de ellos.

14 Ibíd., p. 13.

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La contemplación ignaciana: camino a la iluminación

También Tony de Mello me ha ayudado a comprender, con algunas de sus afirmaciones, la importancia de vivir mi sensibilidad «contagiada» por la sensibilidad de Jesús:

Jesucristo se sensibilizó a la vida y no a la religión. ¿Cómo puedes amar lo que no has vivido y ni siquiera has visto con ojos despiertos? Tu vocación es ser «Cristo», no cristiano. Ser sensible y abierto a las personas y a la vida. Ser libre, directo, imprevisible como Él lo fue.

Tu acción debe venir de tu sensibilidad, y no de tu ideología. Las matanzas, las injusticias y las guerras provienen de la ideología que ciega a uno a la realidad y lo endurece. La teoría puede servir en algún momento, pero siempre que no desborde u oculte la realidad. Jesús era místico, hombre de vida. Por ello, Jesús, para la gente programada, resulta inconsistente, imprevisto, inaprensible, y asusta. Prefieren hacerse una ideología que se pueda programar y utilizar; algo que no escape de toda categoría y todo esquema. Jesús predicaba con la vida y eso es muy comprometido15.

EL ENCUENTRO CON LA PERSONA DE JESÚS ME HA PERMITIDO VIVIR LA ILUMINACIÓN QUE SURGE DEL «REFLECTIR PARA SACAR PROVECHO»

16

Para San Ignacio es muy importante que la persona que contempla los misterios de la vida de Jesús pueda reflectir en sí mismo, para sacar provecho del ver, oír y mirar lo que hacen las personas que contempla en el misterio, especialmente la persona de Jesús.

Quiero ahora explicitar la forma como la contemplación de los misterios de la encarnación, nacimiento y vida oculta se han convertido en camino de iluminación para mi vida.

15 DE MELLO, S.J., Op. cit., p. 58.

16 Ejercicios Espirituales 106.

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Iluminado por el misterio de la Encarnación para vivir mi propia encarnación hoy, asumiendo la voluntad de Dios en mi vida

La Contemplación de la Encarnación me ha iluminado para percibir y buscar vivir la misma forma de actuar de Dios, que quiere que todos los hombres y mujeres se salven, y la mejor forma de responderle, como lo hizo María.

El ver, oír y mirar lo que hacen las personas de la Santísima Trinidad, que contemplan la realidad de la humanidad y deciden «hacer redención», me ha dado la perspectiva fundamental para contemplar hoy nuestra realidad y para participar en el proceso de redención que la Trinidad ha querido llevar a cabo por medio del Hijo. Ésta ha sido una contemplación que me ha hecho sensible, con los mismos sentimientos de la Trinidad, para decidirme a vivir y trabajar más de cerca con muchas personas que sufren la pobreza, la violencia y la exclusión, y para buscar construir, de la mano de Jesús, un mundo más humano y justo donde se respete la dignidad de toda persona.

El ver, oír, y mirar lo que hace María, con su actitud de apertura e incondicional disponibilidad a la voluntad de Dios, me ha movido a buscar y hallar la voluntad de Dios, reconociéndola en el llamado que Él me ha hecho para encarnarme en la vida de mi pueblo y poderlo acompañar en sus fracasos y luchas, en sus tristezas y alegrías, en sus angustias y esperanzas.

Iluminado por el misterio del Nacimiento para vivir la pobreza y la humildad como la forma de ser y actuar de Dios

La Contemplación del Nacimiento de Jesús, quien se hace hombre en el vientre de María, para nacer pobre, sencillo y humilde, en un pesebre, me ha iluminado para experimentar que la vida de Dios se vive más plenamente desde la pobreza, la sencillez y la humildad que me lleva a compartir más de cerca la vida de los demás y a estar atento para ponerme a su servicio.

El estar contemplando el nacimiento de Jesús, «haciéndome yo un pobrecito y esclavito indigno,…, sirviéndolos en sus necesidades,…, con todo

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La contemplación ignaciana: camino a la iluminación

acatamiento y reverencia»17 me ha permitido sentir la necesidad de servir a los demás con humildad y amor, reconociendo en cada uno de ellos a Jesús que nace de nuevo en cada persona y habita en ella para darle la plenitud de su vida.

Iluminado por el Misterio de la Vida Oculta de Jesús para crecer en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres

La contemplación de la vida oculta de Jesús me ha iluminado para aprender a valorar mi vida ordinaria y la vida ordinaria de la gente, para reconocer la presencia y acción de Dios en lo sencillo de las relaciones, la familia, el trabajo, el estudio y todas las actividades comunes y corrientes que desarrollo cada día.

Gracias a la contemplación de la vida oculta de Jesús, he podido ir reconociendo las buenas noticias del Reino de Dios

Contemplando a Jesús en lo ordinario de su vida, he podido sentir y gustar que la sabiduría de Dios se nos regala a través de lo que ocurre con los pobres en el espíritu, los que sufren y lloran, los limpios de corazón, los que buscan la paz y trabajan por la justicia; con los pájaros del cielo, las flores del campo, el grano de mostaza, la levadura en la masa y muchas otras realidades de la vida donde Jesús percibió la acción amorosa de Dios que va construyendo su Reino. Gracias a la contemplación de la vida oculta de Jesús, he podido ir reconociendo las buenas noticias del Reino de Dios que sólo se revelan a los que, como la Virgen María, ponen toda su confianza en el Señor y se dejan conducir dócilmente por Él.

Al mismo tiempo, la contemplación de la vida oculta de Jesús me ha iluminado para descubrir que, en lo ordinario de la vida, lo fundamental es la disposición para buscar y hallar la voluntad de Dios y la docilidad para dejarme llevar por Él con toda libertad, como lo vivió Jesús cuando, a la edad de 12 años, se quedó en el Templo de Jerusalén conversando con los doctores de la ley.

17 Ejercicios Espirituales 114.

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CONTEMPLATIVOS EN LA ACCIÓN:

LA CONTEMPLACIÓN DE JESUCRISTO

EN NUESTRA VIDA COMO CAMINO A LA ILUMINACIÓN

Uno de los principales descubrimientos en mi trabajo apostólico, con diversas personas y comunidades, ha sido el darme cuenta de que, además de contemplar la vida de Jesús, como nos la cuentan los Evangelios, es fundamental contemplar a Jesucristo en la vida de hoy, en los acontecimientos históricos, en las personas con las que tengo contacto. Conocer internamente a Jesucristo, actuando hoy en la historia, me ha permitido realmente amarlo y seguirlo en mis propias circunstancias de vida y trabajo.

Por eso me ha parecido muy importante pedir insistentemente a Jesús, para que me conceda la gracia de contemplar la vida de la gente y mi propia vida, de tal manera que pueda hallar lo que Él está haciendo hoy y la forma concreta como me va llamando para actuar a su manera, según la voluntad de Dios. La percepción de la acción de Jesús en la realidad histórica y el dejarme llevar por esta forma de estar y de hacer, que produce vida abundante, se han constituido en camino para vivir la iluminación.

Sobre la contemplación en la acción afirma el P. Mollá:

La intuición ignaciana es aplicar el adjetivo «contemplativo» y la dinámica del «contemplar» no sólo a la oración sino también a la acción, a la actividad, al trabajar. Ser «contemplativos/as» en el modo de actuar18.

Esto también lo refuerzan otras afirmaciones de Tony de Mello:

A Dios sólo se lo puede conocer por la vida, que es su manifestación. Él está en la verdad, y de despertar a la verdad se trata19

18 MOLLA, S.J., Op. cit., p. 11.

19 DE MELLO, S.J., Op. cit., p. 46.

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La contemplación ignaciana: camino a la iluminación

Dios se manifiesta en la vida, y la vida, si la metemos en conceptos, nos resulta tan misteriosa como Dios. Sólo podemos conocer la vida viviendo, y a Dios sólo llegamos viviendo y conociéndonos.

Quizá una prostituta pueda entrar en el cielo antes que una monja, porque la prostituta, a fuerza de vivir y conocer la vida, puede llegar a amar, pero la monja, puede, por buscar amar a Dios, dejar de amar a todo el mundo20

LO IMPORTANTE ES JESUCRISTO QUE ACTÚA

EN LA VIDA DE LOS OTROS

Uno de los aspectos más importantes en mi experiencia de fe ha sido el ir creciendo en el buscar y hallar a Dios en todas las cosas, reconociendo que Él habita y trabaja en todo lo creado, especialmente en las personas (como muy bellamente me ha ayudado a sentir y gustar San Ignacio en la Contemplación para alcanzar Amor). Esto lo he profundizado, de una manera concreta, al sentir y gustar a Jesucristo resucitado que actúa y transforma la vida de las personas, para que lleguen a vivir la plenitud de la vida de Dios en la fraternidad del Reino.

Esta obra salvadora de Jesucristo resucitado, en mi propia historia y en la historia de los demás, me ha llevado a estar atento a todo lo que Él va haciendo para transformar la vida de cada persona y de cada comunidad con la que tengo contacto, de tal manera que me pueda poner a su servicio y colaborarle activamente. Por eso, la pregunta fundamental que ha ido surgiendo en mi vida apostólica no es: ¿Qué debo hacer por las personas?, sino: ¿Cómo ponerme al servicio de lo que Jesucristo resucitado está haciendo en los demás? Esta perspectiva me ha ayudado para desideologizar mi manera de proceder y para darle la mayor importancia a Jesucristo, quien actúa en la vida de los otros.

20 Ibíd., p. 56.

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LA

FORMA COMO

CONTEMPLO A JESUCRISTO EN LA VIDA (LA CONTEMPLACIÓN EN LA ACCIÓN), ME AYUDA A CONOCER INTERNAMENTE LA ACCIÓN DE JESUCRISTO

RESUCITADO Y A COLABORAR CON SU OBRA SALVADORA

De San Ignacio aprendí la importancia de buscar y hallar a Dios en todas las personas y acontecimientos de la vida. Este modo de proceder lo he conocido más comúnmente, en la Compañía de Jesús, como el ser contemplativos en la acción. Esta forma de vivir está íntimamente relacionada con una profunda experiencia de fe: el sentir y gustar que Jesucristo Resucitado habita y trabaja en cada uno de nosotros, conduciéndonos para construir vida en comunidad (fraternidad) y haciéndonos salir de nosotros mismos para estar al servicio de los demás.

Esta forma de contemplar a Jesucristo en la vida ha sido muy importante para tener la experiencia de su amor y gracia, porque me permite reconocer que Él actúa permanentemente creando vida, justicia, amor y paz, moviendo los corazones y las mentes de todas las personas y disponiéndolas a una vida que sea manifestación de la vida de Dios. Por eso es muy importante la forma como sitúo y percibo a los otros en mi vida y la manera como reconozco en ellos la acción del Señor Resucitado que los va transformando y vivificando, especialmente a los que se disponen y se dejan llevar por Él.

La contemplación en la acción es situar al otro como protagonista, descubriendo en él la acción de Jesucristo

El P. Mollá expresa muy bellamente algo que me ha servido mucho en la experiencia de contemplar a Jesucristo en la vida:

Actuar contemplativamente, trabajar contemplativamente, es situar al otro en el centro de mi mirada, de mi interés, de mi acción. Para que esto sea así, se requiere observación, mirada, escucha. Orar y actuar contemplativamente exige situarse ante la vida del otro y en mi trabajo de un modo cercano pero discreto, de un modo tal que me ayude a observar sin que él se sienta invadido en su naturalidad y, por tanto, mantenga su espontaneidad, su libertad. Actuar contemplativamente supone que yo no ocupo el escenario, ni mucho menos el centro del mismo, sino

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La contemplación ignaciana: camino a la iluminación

que me sitúo en lugar y modo adecuado para que efectivamente la otra persona sea la protagonista21.

La contemplación de Jesucristo en la vida, especialmente en la vida de las personas, se me ha concedido cuando he podido tener al otro como centro de mi mirada, porque he reconocido en su vida el milagro de la acción del Resucitado, que va llevando adelante su obra, a veces de una manera casi imperceptible. Esto me ha llevado a trabajar partiendo de la realidad misma del otro, de su forma de comprender la vida y de su manera de actuar en esta sociedad. Sólo así he podido colaborar en la obra salvadora que Jesucristo resucitado va haciendo en cada uno.

La contemplación en la acción es un ejercicio de atención a los detalles de la vida del otro, donde se me revela la acción de Jesucristo

Otra de las afirmaciones del P. Mollá, me ayuda a recoger lo que he vivido en la experiencia de ser contemplativo en la acción:

Atención y atención al detalle es esencial en la acción social. Precisamente por la fragilidad de las personas para las que se trabaja, es una tarea en la que el más mínimo detalle puede en ocasiones levantar o hundir, quebrar o restaurar. Atención es ausencia de prisa y ejercicio de paciencia, porque, evidentemente, los detalles no se captan a la primera. Es necesaria a veces mucha atención para encontrar, en medio de una existencia destrozada, ese detalle de vida que permite sostener un proceso; y es necesaria también mucha paciencia para captar ese mínimo avance, ese detalle que nos abre a la esperanza en medio de tanta frustración, fracaso e impotencia22.

Hace muchos años trabajé con otros compañeros jesuitas en un barrio popular de los Cerros Orientales de Bogotá. Allí vivía un joven que había atracado a muchas personas y había robado a muchas familias. Un día alguien tocó en la puerta de su casa y, cuando él abrió, le pegó una puñalada en el corazón, dejándolo muerto en ese mismo instante. Cuando la noticia se supo en el barrio, varias personas nos fueron a buscar

21 MOLLA, S.J., Op. cit., p. 12.

22 Ibíd.,

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para comentarnos que se sentían muy contentos porque «les habían quitado de encima ese problema». Cuando llegó la noche, uno de mis compañeros me dijo que fuéramos a la casa del difunto para acompañar un rato a la familia y orar con ellos. Cuando llegamos a la casa nos encontramos que en una piecita muy pequeña y pobre estaba casi sólo el féretro del muchacho; su mamá estaba en la cocina que tenían al fondo de la casa y solamente una niña de unos 8 años estaba recostada en el ataúd, llorando. Mi compañero le preguntó a la niña: ¿Por qué estás llorando tanto? Y ella inmediatamente le respondió: «porque él era mi hermano y era el único que me llevaba al parque los domingos».

Cuando escuché la respuesta de la niña caí en la cuenta de que este muchacho, que era tan malo para todos los vecinos del barrio, para su hermanita era alguien muy importante porque le hacía grata la vida llevándola al parque los domingos. Al salir de la casa le dije a mi compañero: «¿Qué tal si nos le hubiéramos metido a este muchacho a través de su hermanita? Seguramente le hubiéramos podido ayudar a salir adelante en la vida». Cuando vuelvo a recordar periódicamente este hecho, no dudo en reconocer que Jesucristo resucitado estaba trabajando en este joven; y nosotros no estuvimos atentos para reconocer por dónde el Señor estaba actuando en él.

Gracias a éste y a muchos más hechos de la vida de la gente, he podido experimentar la iluminación como fruto de la contemplación en la acción. Lo que ocurrió con este joven me ha ayudado para vivir «despierto»; es decir, para estar muy atento a los detalles de la vida de los otros y reconocer por dónde son movidos por Jesucristo para producir vida. Esto también me ha servido para tratar de vivir más profundamente como contemplativo en la acción a través de un trabajo orientado por la búsqueda de que todos los hombres alcancen la plenitud de la vida en Dios.

También Tony de Mello me ha ayudado a profundizar en esta realidad desde su propia experiencia:

Yo he conocido pobres, muy pobres, que se sentían felices a pesar de que no comían más que una vez al día. Ellos estaban a un nivel espiritual mucho más alto que el mío. Sencillez, alegría y vivir libres de preocupacio-

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La contemplación ignaciana: camino a la iluminación

nes futuras es algo que tiene un sentido mucho más real en los pobres que en nosotros, los programados. Ellos están libres de conceptos23.

La contemplación en la acción es dejarse impactar por el otro, reconociendo que en él está actuando Jesucristo.

Muy sabiamente el P. Mollá me ha ayudado a comprender mi propia experiencia al afirmar:

Dejarnos impactar creo que es necesario para poder ayudar a otras personas en aquello que ellas realmente necesitan, no en aquello que nosotros hemos pensado o predeterminado que deben necesitar. ¿Cómo puedo de verdad servir si no me dejo golpear por la necesidad del otro? Cuando no me dejo impactar por la vida y la situación del otro tengo el peligro de cumplir, quizá muy bien, los trámites de rigor que mi tarea exige o de suponer que es servicio cualquier cosa, quizá costosa o valiosa en sí, que yo creo que debo o quiero hacer.

Dejarse impactar es en el sentido más propio de la palabra, dejarse golpear. Y los golpes duelen y nos dejan aturdidos, y además se encajan de muy mal modo cuando quien nos golpea es alguien más pequeño o más débil que nosotros. No nos dejaremos impactar si no tenemos muy claro el protagonismo y la dignidad de aquellos a quienes queremos servir24.

Cuando fui ordenado sacerdote, en el año 90, comencé a trabajar en unos barrios populares de Barrancabermeja (lo que hoy es la Parroquia San Pedro Claver) donde había gente de diversas partes del país; muchos de ellos estaban allí porque habían sido desplazados por la violencia socio-política y económica en sus regiones. La gran mayoría de las personas vivían en una gran pobreza y apenas lograban sobrevivir con lo que conseguían por medio del rebusque diario.

Al frente de la Capilla, donde celebrábamos todos los días la misa, había una familia compuesta por 5 miembros: Enrique, Carmen, dos hijos y una hija. Ellos vivían en un ranchito de tablas que sólo tenía dos pequeñas habitaciones, en una de las cuales estaba la cocina. Siempre

23 DE MELLO, S.J., Op. cit., p. 58.

24 MOLLA, S.J., Op. cit., p. 12 y 13.

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que terminaba la misa, Carmen nos invitaba a tomar tinto. A mi me llamaba la atención el hecho de que ella no fuera nunca a la misa, a pesar de vivir al frente del templo. Cuando alguna vez le pregunté la razón por la que no iba a la misa, me dijo que tenía muchas ocupaciones y que le quedaba difícil; yo pensé que era una buena disculpa. Un día, cuando pase a tomar tinto después de la misa, me di cuenta que en el ranchito había más gente de lo normal. Cuando le pregunté a Carmen acerca de las personas que la estaban visitando, me comentó que se trataba de una amiga que el marido había echado de la casa y ella la había recibido en la suya. Esta amiga había sido hospedada por Carmen con sus 3 hijos y sus pocas pertenencias. Yo le pregunté si Enrique estaba de acuerdo con esto y ella me respondió: «Padre Carlos, él sabe cómo es la vida».

Esta situación me produjo un gran impacto interior porque sentí que era Jesucristo resucitado el que movía bellamente a Carmen para ser solidaria con su amiga y sus hijos, para brindarles un techo en medio de la dificultad. Al mismo tiempo, este hecho me impactó porque se convirtió en un importante cuestionamiento del Señor para mi vida, en un verdadero llamado de Dios para ser solidario como Carmen y su esposo Enrique. Comprendí en ese momento que ellos no necesitaban ir a misa porque su vida era una verdadera Eucaristía, un compartir realmente lo que eran y tenían con otros, una entrega de su propio cuerpo y sangre para que otros tuvieran vida. Yo, por el contrario, sí necesitaba ir a misa porque necesitaba que el Señor me ayudara a salir de mi propio querer e interés y me hiciera realmente solidario con los más necesitados.

La contemplación en la acción me lleva a entrar en contacto, en contagio, con la sensibilidad del otro, en el que actúa Jesucristo

Un aspecto muy importante de mi propia experiencia de contemplar a Jesucristo en la vida, lo refiere el P. Mollá de la siguiente manera:

En muchas ocasiones, la distancia mayor entre nosotros y las personas a las que queremos ayudar es la distancia entre sensibilidades. Es esa distancia la que nos aleja más de las personas a quienes queremos ayudar, o la que hace más difícil que nos entendamos, más allá de las diferencias de edad, cultura, historia que, en definitiva, se resuelven en buena medida en esta diferencia de sensibilidades. Tantas veces nos

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La contemplación ignaciana: camino a la iluminación

gustaría saltar por encima de distancias y generar los puentes que el corazón desea pero que los gestos y las palabras no saben construir. Esa impotencia sentida es una invitación a «contemplar» más; a pasar más tiempo juntos. Tiempo aparentemente sin utilidad, sin objetivo, sin resultado; venciendo tantas incomodidades interiores y exteriores como de entrada sentimos y venciendo también tantas ganas de ir deprisa, que no son sino ganas de escaparnos de las situaciones que no controlamos o en las que nos sentimos incómodos25 .

En la Parroquia de Barrancabermeja, que antes mencioné, tuve la maravillosa oportunidad de compartir la misión con el P. Alfredo Vargas, S.J., quien fue un hombre de Dios que se entregó amorosa y alegremente al servicio de los más pobres y excluidos de nuestra sociedad. El trabajo que comenzamos a realizar allí, durante los primeros años, fue el de estar con la gente y acompañarla en sus vida: visitar las familias, conversar con las personas en las esquinas o en las casas, saludar a todos en las calles, acompañar los funerales y las fiestas, compartir con los niños y maestros en las escuelas y otras muchas actividades que nos permitían conocer la gente, reconocer sus diversidades culturales y comprender cómo funcionaba la vida en estos barrios. Algunos jesuitas jóvenes, con cierto tono de burla, empezaron a llamar este tipo de trabajo que hacíamos el «estaísmo ahístico» (estar ahí con la gente). Esta opción era fruto de la decisión de caminar paciente y humildemente con la gente para poder entrar en contacto con su sensibilidad, para poder descubrir lo que para ellos era importante y valía la pena, y lo que no les hacía sentido o les hacía daño. Sólo así pudimos ir participando de sus sensibilidades y reconociendo, desde lo más hondo de su vida, la forma como Jesucristo resucitado los estaba conduciendo y animando.

En las personas que habitaban estos barrios pudimos reconocer la presencia y acción de Jesucristo resucitado que, a pesar de tanta pobreza, injusticia, violencia y exclusión, se nos manifestaba maravillosamente en la alegría permanente con que vivían cada día, en la esperanza que mantenían en un mejor mañana, en el amor manifestado en la solidaridad diaria, en el servicio sencillo y cercano, en el compartir lo poco que tenían con gozo y entusiasmo y en la forma festiva de

25 Ibíd., p. 13.

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asumir la vida. Allí pudimos entender cómo Jesucristo resucitado estaba produciendo vida abundante, ya que en estas personas podíamos experimentar muy realmente que la vida de Dios vence la muerte producida por el egoísmo humano.

El no tener prisa para contemplar y compartir la vida de la gente nos ayudó a valorar sus sensibilidades y a reconocer el hermoso paso de Dios por sus vidas. Aunque nosotros habíamos ido allí con la misión de «evangelizar» a estas personas, lo que realmente ocurrió, en muchos casos, fue que fuimos evangelizados por ellos: porque con ellos descubrimos la libertad que da el no tener nada a que aferrarse, la alegría que produce la gratuidad de compartir solidariamente todo, el amor que surge de la sencillez de servir sin condiciones, incluso hasta dar la vida, como lo hizo nuestro amigo y compañero catequista Wilfredo Pérez.

Con todo lo anterior, hoy resuenan bellamente en mi corazón las palabras de Tony de Mello:

Es la realidad la que nos tiene que despertar. Si hay tanta crueldad en el mundo es porque nos falta sensibilidad para despertar a la verdad. Caernos del caballo del poder y la violencia para dar de cara contra el suelo de la realidad y despertarnos a la luz de la verdad26.

Una vez que yo esté sensibilizado con las cosas, con las personas y conmigo mismo, no hace falta que me digan lo que es bueno y lo que es malo, porque me será imposible cerrar los ojos a la realidad, y por ello no podré optar por el mal27

El encuentro con Jesucristo en la vida de la gente me ha permitido vivir la iluminación que surge del «reflectir para sacar provecho».

El encuentro con Jesucristo en la vida de la gente, buscando siempre «reflectir para sacar provecho», me ha despertado a una vida más atenta a las necesidades de los demás para responder adecuadamente desde el actuar mismo de Dios en sus vidas y me ha iluminado para

26 DE MELLO, S.J., Op. cit., p. 58.

27 Ibíd., p. 60.

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La contemplación ignaciana: camino a la iluminación

tratar de acertar en lo que tengo que hacer en favor de la construcción de una vida digna y fraterna para todos. Desde esta profunda vivencia, resuenan hoy en mí las palabras de Tony de Mello:

Mirar a los pobres no es hacer un programa de ayuda desde el poder, sin sensibilizarse con la injusticia que provoca su pobreza. No se puede hacer un programa de amabilidad y ayuda sin bajar hasta ellos y vivir su vida como hizo Jesús. Desde arriba no puedes ver a los pobres como son. La amabilidad no es sonrisas ni buenas palabras mientras das una limosna. La amabilidad es hacer lo que más conviene a la otra persona, según lo que necesita en ese momento.

El místico es amable, pero no deja de ser enérgico y duro cuando hace falta, y sabe responder, precisamente porque es libre de prejuicios, de miedos, de poderes y de honores y por ello es capaz, en todo momento, de ser fiel a la verdad28.

Cuando amas de verdad, ese amor despierta el amor a tu alrededor. Te sensibiliza para amar y comienzas a descubrir belleza y amor a tu alrededor29.

Conclusión

Contemplar al Dios que se hace historia, en Jesús de Nazareth y en la vida de la gente, me ha llevado a crecer en el amor que perdona, sirve, construye fraternidad, trabaja por la justicia y se entrega sin condiciones. Por todo ello, la contemplación ignaciana ha sido para mi verdadero camino a la iluminación.

Concluyo con un cuento muy bello, recogido por Tony de Mello, que siempre me ha iluminado acerca de lo que realmente es conocer a Jesucristo:

28 Ibíd., p. 58.

29 Ibíd., p. 61.

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CONOCER A CRISTO

Diálogo entre un recién convertido a Cristo y un amigo no creyente:

«¿De modo que te has convertido a Cristo?»

«Si».

«Entonces sabrás mucho sobre él. Dime: ¿En qué país nació?»

«No lo sé».

«¿A qué edad murió?»

«Tampoco lo sé».

«¿Sabrás al menos cuántos sermones pronunció?»

«Pues no … No lo sé».

«La verdad es que sabes muy poco, para ser un hombre que afirma haberse convertido a Cristo...».

«Tienes toda la razón. Y yo mismo estoy avergonzado de lo poco que sé acerca de Él. Pero sí que sé algo: Hace tres años yo era un borracho. Estaba cargado de deudas. Mi familia se deshacía en pedazos. Mi mujer y mis hijos temían como un nublado mi vuelta a casa cada noche. Pero ahora he dejado la bebida; no tenemos deudas; nuestro hogar es un hogar feliz; mis hijos esperan ansiosamente mi vuelta a casa cada noche. Todo esto es lo que ha hecho Cristo por mí. ¡Y esto es lo que sé de Cristo!»

Conocer realmente. Es decir, ser transformado por lo que uno conoce30.

30 ANTHONY DE MELLO, S.J., El Canto del pájaro, Santander 1990, p. 146-147.

Apuntes Ignacianos 52 (enero-abril 2008) 34-58

Contemplar al Dios que se hace historia desde Améríca

Contemplar al Dios que se hace historia desde América Latina

Benjamín González Buelta, S.I.*

La contempLación deL Hijo encarnado

Los Ejercicios Espirituales nos ofrecen una pedagogía contemplativa para acercarnos a los misterios de la vida de Jesús de Nazaret. Nosotros volvemos una y otra vez a la persona de Jesús para irnos adentrando sin fin en el misterio inaudito de un Dios que se nos ha hecho accesible a los sentidos en su Hijo. Olvidar esta cercanía de Dios «en la carne mortal»1 sería menospreciar este inagotable gesto del Dios humilde en quien creemos.

Esta misma pedagogía de la contemplación en los Ejercicios, nos permite acercarnos hoy de manera contemplativa a la realidad que nos envuelve donde encontramos de nuevo al Señor «así nuevamente encarnado»2.

Todo lo real ha sido alcanzado por la encarnación y se mueve, con nuestra colaboración y en medio de nuestras resistencias y errores, hacia

* Jesuita español de origen y caribeño de adopción. Actualmente es el Superior Regional de los jesuitas de Cuba.

1 1 Jn 4, 2.

2 Ejercicios Espirituales 109.

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la reconciliación de todo en Cristo, como ya se nos revela en Jesús resucitado. El pedazo de cosmos, de relaciones humanas, de organización social, de historia que ya ha entrado con él en la vida definitiva de Dios, orienta hacia ese mismo destino al resto de la creación. Las montañas, el agua y los demás elementos del cosmos que constituyen el escenario en el que nos movemos, saben muy bien hacia dónde se dirigen. Lo que depende de nuestras manos, la historia con todas las instituciones humanas, a veces son más ciegas que las entrañas de los montes, pero también están alcanzadas por este mismo dinamismo de vida definitiva.

Nuestro desafío es contemplar a Jesús encarnado desde nuestra realidad y contemplarlo hoy nuevamente encarnado en nuestra realidad, para unirnos a él y acoger la vida siempre sorprendente, que nos ofrece surgiendo por el centro mismo de situaciones humanas decretadas a veces como estériles, excluidas y malditas.

Los procesos de inserción y compromiso con los pobres deben ser un itinerario místico de encuentro con Dios que se ha encarnado para siempre en «el abajo» de la realidad. Desde el comienzo de la creación Dios ha estado siempre abajo, asumiendo su obra desde lo más vulnerable. Dios está abajo. En el abajo de cada persona, donde está herida y limitada, y en el abajo de la sociedad donde nuestro pueblo sufre desgarramiento y violencia. Bajamos al encuentro de Dios. Eso es acercarse a la oración. Desde esta experiencia mística es posible vivir los largos procesos de compromiso con el pobre en creciente integración personal y de manera creativa en la misión, sin ser arrasados por la miseria y los retrocesos que puede padecer cada día la causa de la justicia y de la vida.

Al situarse esta exposición al final de este taller, necesariamente tendrá mucho de «repetición». Deseo que se parezca a las repeticiones que nos propone Ignacio en la Segunda Semana.

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dificuLtades

para contempLar

que nos LLegan desde La cuLtura actuaL

Voy a señalar seis dificultades para contemplar a Jesús en su realidad, y nuestra realidad donde Jesús está hoy nuevamente encarnado. Hoy nos desafía todo un camino ascético y místico de nuevo estilo. Señalo algunas breves pinceladas de brocha gorda.

1. Las «entrañas impacientes». Vivimos en una cultura del instante. Con un clic digital podemos obtener en segundos, información, comunicación, dinero, respuestas... Ya los mensajes no se echan al mar en botellas de cristal... Preguntamos y nos preguntan, esperamos y esperan respuestas sin demora. Esa rapidez nos introduce en el cuerpo una impaciencia visceral. La contemplación supone esperar un don y nos pide entrar en el tiempo de Dios. Deseamos y buscamos lo que esperamos. Necesitamos crear otro tiempo favorable para la contemplación, donde se remanse la vida.

2. Las «sensaciones seducidas». Estamos sumergidos en una cultura de los sentidos. En las salas de edición de revistas y películas, y en los laboratorios de las industrias están elaborando constantemente sensaciones seductoras que se adentran en nuestros sentidos y se convierten en sensaciones seducidas que nos recorren por dentro, se siembran en nuestras hambres naturales o artificiales y se adueñan de nuestras decisiones. Dios se nos ha hecho en Jesús accesible a nuestros sentidos, pero necesitamos convertirlos, creando otros espacios, para poder contemplarlo en el evangelio y en la vida de cada día.

3. Todos estamos expuestos a la «tiranía de las posibilidades». Vivimos en una cultura del acoso. Nos llegan propuestas constantes por todos lo medios y sentidos: celular, TV, periódicos, calles... Estamos en los tantos por ciento de los que dirigen este mundo. Todos somos «objeto del deseo» de vendedores de todo tipo. Hay que decir sí o no constantemente. Dios se revela y propone, no impone con astucia, ofrece posibilidades de vida. Las asumimos en decisiones maduras y nuestras que respeten lo que somos como Dios nos respeta.

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4. Vivimos cambios culturales profundos que producen en muchos casos «fragmentación interior». Las certezas de toda la vida se rompen en pedazos y cada pedazo sigue su propio camino... Vivimos en un «mundo líquido» (Z. Bauman). A veces, premodernidad, modernidad y posmodernidad se mezclan confusamente en la misma persona. Cuerpo, razón y afectividad pueden andar por caminos diferentes. El encuentro con Dios es más hondo que nuestras rupturas y nos integra. Dios habla a toda la persona. Toda la persona está hecha para este encuentro con un Tú inagotable.

5. La caída de las utopías puede crear «desencanto ante lo real».Las dos grandes utopías sociales de la modernidad están rotas a pesar de los millones de muertos que se sacrificaron para realizarlas. Constatamos la ausencia de una utopía global clara y mobilizadora. La contemplación se sitúa siempre en la realidad y nos enseña a mirar abajo, donde está Dios asumiendo la vida y donde germina la novedad. La acción de Dios es la última dimensión de lo real. Lo «germinal» encanta la vida si se sabe contemplar. Pero nuestra cultura sólo enseña a mirar hacia arriba, hacia la cima del éxito globalizado, hacia los grandes números.

6. La progresiva ausencia de Dios en la cultura global secularizada crea «autosuficiencia». Nos basta la ciencia y la técnica, no necesitamos de Dios, ni de las iglesias o religiones para ser felices. Esta seguridad está hoy minada por el terrorismo inteligente y resuelto, y por el miedo creciente en las grandes ciudades. Pero la contemplación nos dice que necesitamos de los otros y del Otro, pues somos relación y nos construimos en la relación profunda y duradera. que atraviesa todo tipo de situaciones fáciles y difíciles.

7. En nuestra cultura crece el «individualismo» competitivo de la modernidad y el individualismo narcisista de la posmodernidad. En las relaciones humanas se buscan conexiones, pero no tanto relaciones profundas y duraderas. «Estar conectados» es para muchos el objetivo. Con un clic uno se conecta o desconecta sin el sufrimiento de las rupturas. Por el E-mail llegan todos los días propuestas de conexiones virtuales que suenan a llamadas de náufragos. En la contemplación entramos en la relación más profunda, abarcadora

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y duradera que se puede imaginar. Puede atravesar períodos de extrema dureza y desconcierto. Sólo en este éxodo se purifican los intentos de autosuficiencia y se construye la última dimensión de lo que somos, seres en relación con Dios, hechos par el encuentro con Tú inagotable.

La mirada de dios y La ceguera Humana

En la contemplación de la encarnación, san Ignacio nos presenta un contraste entre la mirada de Dios y la ceguera humana. Dios mira el mundo y nos ve a todos envueltos «en tanta ceguedad»3. La ceguera no nos deja ver ni el abismo de maldición y de sangre derramada que creamos cada día, ni la vida nueva que nos llega desde Él. Dios nos enseña a mirar el mundo. Este es el comienzo del viaje contemplativo hacia el fondo de la realidad.

La mirada de Dios sobre el mundo no es una mirada de inquisidor que espía con la frialdad de la ley y la balanza el más mínimo paso de sus súbditos, sino que es una mirada de vida. «Desde siempre y por siempre el Señor mira y no tiene límite su salvación»4. El Señor mira desde «su eternidad»5, es decir, desde siempre, desde el comienzo de los tiempos hasta el final de la historia. Dios nos mira para acercarse a nosotros de tal manera que su salvación sea accesible a nuestros sentidos y aparezca delante de nosotros como la expresión dialogante de la desmesura de su amor que supera nuestras ideas más generosas sobre él, su amor «loco» por todo lo que existe6 .

A medida que vamos posando nuestros sentidos sobre el Hijo de Dios hecho carne vulnerable en Jesús de Nazaret, empieza para nosotros un camino de salvación. Desde la mirada que contempla nos vamos transformando en el contemplado. «Sabemos que cuando Jesús se manifieste seremos semejantes a él, pues lo veremos tal cual es»7. Ya ahora, a través

3 Ibíd., 106.

4 Eclo 39, 20.

5 Cfr. Ejercicios Espirituales 102.

6 Cfr. 1 Cor 1, 25.

7 1 Jn 3, 2.

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de nuestra mirada limitada que se reposa en él, nos vamos transformando misteriosamente en él. En este encuentro inagotable nos adentramos siempre y sin orillas.

Hay miradas que condenan, paralizan y matan, pero también hay ojos que se posan sobre nosotros con tanto amor y respeto que podemos leer en ellos la imagen de lo mejor de nosotros mismos, incluso lo que nosotros no somos capaces de ver por nuestra ceguera. Estas miradas transfiguran nuestra existencia y la recrean.

Hay miradas que condenan, paralizan y matan, pero también hay ojos que se posan sobre nosotros con tanto amor y respeto que podemos leer en ellos la imagen de lo mejor de nosotros mismos

«La vía ignaciana me parece ser... la del cambio de mirada»8. La propuesta es aprender a mirar la realidad como Dios la mira. El ejercitante empieza su itinerario en la ceguera del pecado9 que es tan densa que impide ver incluso el propio pecado. Verlo es el comienzo de la gracia, pues nos descubriremos existiendo en su perdón, constatando que «la tierra no se ha abierto para sorberme»10, sino que se ha abierto para que brote el salvador. Al final de los Ejercicios, en la «contemplación para alcanzar amor», después de que el corazón y los sentidos se hayan purificando de la contaminación que se ha infiltrado en todo nuestro universo interior, ya podremos ver cómo Dios habita en todo lo creado para dársenos enteramente desde la cercanía de todo lo que nos rodea, y cómo ahí habita trabajando, asumiendo la vida herida desde abajo, desde los espacios más hundidos y rechazados.

Nosotros nos acercamos a la realidad de América Latina tratando de respetarla como es, con una mirada como la de Dios, que puede recrearla desde lo más hondo de ella misma pues ahí Dios ha puesto su morada creadora sin receso.

8 Francois Marty, Sentir e gouter. Les sens dans les Exercices Spirituels de saint Ignace, Du Cerf, Paris 2005, 285.

9 Cfr. Ejercicios Espirituales 106.

10 Ejercicios Espirituales 60.

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Hay muchas formas de ceguera. En algunos momentos, en los años setenta y ochenta, hemos idealizado a los pobres, proyectando sobre ellos expectativas desorbitadas, nacidas en gran medida de una visión ideologizada, no los hemos respetado, les hemos exigido lo que no podían dar, hemos esperado de ellos lo que podía calmar nuestras propias expectativas y necesidades. Tal vez estábamos reaccionando contra las miradas que los demonizan, porque pintan la marginalidad como el origen de todos los males, de la violencia y la desestabilidad social, ignorando que las decisiones importantes que configuran las estructuras sociales injustas de los pueblos se originan fundamentalmente en los espacios del poder.

Ciertamente necesitamos una mirada científica que nos ayude a estudiar y comprender los complejos mecanismos de la sociedad actual, especialmente los que afectan a los empobrecidos. Pero no basta. Sólo una mirada contemplativa configurada desde dentro de nosotros según la sensibilidad de Jesús, nos permitirá acoger la revelación de la dimensión más honda de la realidad, la acción incesante de Dios en el fondo misterioso e inasible de la vida. Se manifiesta en la discreción de lo germinal, en lo pequeño que empieza nuevo como los brotes de las higueras en las ramas de corteza cenicienta, aparentemente calcinada por la dureza del invierno. En los pobres existen posibilidades insospechadas de vida para todos que el encuentro con el evangelio puede liberar.

Una mirada desencantada sobre la realidad no es realista. ¿Ya no sabrá Dios qué hacer en medio de tantos problemas? ¿Acaso se le acabó a Dios la imaginación o la paciencia para recrear la existencia humana? Nuestro mundo, ¿se le ha ido a Dios de las manos? La mirada que descubre las posibilidades insospechadas que se esconden a nuestro lado, veladas por la discreción y el silencio de una gestación, es la que respeta lo real.

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fideLidad a Lo reaL: Historia y composición de Lugar

San Ignacio no idealiza la realidad endulzándola. Todo lo contrario. Al «traer la historia» y en la composición de lugar, que sitúan la contemplación en el espacio y en el tiempo, partimos de la extrema dureza por que es ahí donde hay que contemplar la encarnación y el nacimiento del Hijo. «La oración ignaciana está siempre relacionada con un lugar»11. No se trata de crear una burbuja espiritual aséptica mediante técnicas sicológicas.

¿Qué es lo que Dios ve cuando mira la tierra? Toda la diversidad de razas y culturas, que en vez de complementarse reflejando el rostro multiforme de Dios, se agreden, se excluyen y se matan creando situaciones personales y sociales que se degradan hasta los infiernos12 .

En la contemplación del nacimiento, Ignacio retoma los datos que nos ofrecen los evangelios. María y José se ven súbitamente desplazados hasta Jerusalén como consecuencia de un «censo» imperial que cae como un cuchillo sobre los pobres. Al «camino» hasta Belén con María embarazada casi de nueve meses y a la «cueva», que es expresión de marginación social, Ignacio añade el «tributo» que tenían que pagar al César. Como hombre educado en la casa del contador mayor del Rey en Arévalo, sabía que los censos llevan grapada la intención de los impuestos13 .

La narración evangélica de la encarnación pone de relieve con fuerza que el embarazo de María se realizó antes de estar casada con José, con todas las repercusiones sociales para María y para su hijo al ser madre soltera. Sitúa a María fuera de la ley y del mundo de los justos. El debate interior de José, el sufrimiento inevitable de María, son subrayados con mucha fuerza en el evangelio. Cuando José decide dejar a María en secreto, sin denunciarla públicamente para que sea apedreada en las afueras del pueblo como manda la ley14, entonces recibe el aviso del ángel que le clarifica el misterio.

11 Francois Marty, A globalizacao è os jesuitas, el Loyola, Sao Paulo 2007, 129

12 Cfr. Ejercicios Espirituales 108.

13 Ibíd., 111, 112.

14 Cfr. Dt 22, 21-22.

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La realidad en nuestros barrios y campos se ha ido deteriorando en las últimas décadas. Anunciamos la llegada de la liberación pero llegó el neoliberalismo. La brecha económica y digital entre los pueblos ricos y pobres, y entre las diferentes clases sociales, se ha profundizado en vez de mejorar. Los partidos políticos tradicionales han perdido credibilidad por la corrupción y la ineficiencia. La droga se ha extendido por los barrios marginados y muchos jóvenes forman bandas armadas que luchan a tiros por el control del mercado. En un año en cualquiera de nuestras grandes ciudades mueren de manera violenta más personas que en algunas guerras declaradas. La cultura tradicional, se ha visto impactada por la nueva cultura que llega desde los países ricos que la producen. Cada día millones de imágenes desembarcan en las parábolas insomnes y entran en los hogares por la televisión fragmentando la interioridad de las personas y las familias. Hace algún tiempo oía decir a un joven de un barrio de Santo Domingo: «Yo vivo en el Bronx, mi amigo en Manhatan y aquel otro en Harlem». Su imaginario estaba invadido por el universo cultural de la ciudad de New York, y desde su intimidad asaltada iba configurando su persona y todas las expresiones de su vida. Por otra parte, el deterioro ecológico afecta más a los pobres que viven en espacios contaminados y peligrosos y sin recursos para enfrentar los cambios climáticos.

Es muy importante constatar este deterioro progresivo de la situación de los pobres, pues es ahí donde tenemos que encontrar la encarnación y el nacimiento del Señor como una buena noticia sorprendiendo tanto a las personas de buena voluntad, como a los técnicos incrédulos que han decretado que ahí no hay redención posible. Sorprende gratamente la publicidad de Entreculturas sobre Fe y Alegría. Los niños aparecen sonrientes, aprendiendo y jugando en la escuela, precisamente «donde acaba el asfalto», teniendo como trasfondo escenarios de pobreza. Nosotros sabemos que no existen situaciones ni personas desgraciadas, dejadas de la mano de Dios.

«pedir Lo que quiero», «Lo que tanto deseo»

El deseo configura la mirada. Es el corazón el que ve. Es muy importante hacer bien la petición que Ignacio nos propone al comienzo de cada contemplación. Pedimos lo que deseamos y queremos: «conocimiento interno del Señor». Un conocimiento que se adentre cada día más en las

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profundidades abismales del misterio de Dios encarnado y hasta la hondura inexplorada de nuestro corazón, hasta el fondo de nuestra afectividad, donde se va configurando, sin que nosotros sepamos muy bien cómo, toda nuestra persona y nuestras elecciones concretas de futuro. Pedimos lo que deseamos y nos abrimos para recibir lo que no podemos ni siquiera conocer con toda certeza como don impredecible.

La contemplación se realiza de manera muy personal. El Señor se encarna, nace, «por mí»15. No asistimos ante una representación escénica donde cada uno saca para su propio beneficio lo que puede según sea el nivel de su sensibilidad artística, sino ante un misterio que ha sido vivido por Jesús con una clara referencia a mi persona. Es una verdad teológica que Jesús no vivió las escenas de su vida sólo para los espectadores que en ese momento se encontraban delante de él. Para mí hay una gracia concreta, específica para la situación en que vivo cuando contemplo. En la oración el Señor me la da concediendo. La pido porque es inalcanzable y para comenzar abriendo el corazón a un don, no aguzando mis destrezas para resolver un acertijo o interpretar un texto.

Cuando nos acercamos ante la realidad de nuestros pueblos, y cada una de las personas concretas, también nos estamos acercando a un misterio. ¿Estamos seguros que deseamos conocer lo que Dios está realizando hoy en medio del pueblo, en su cultura y su organización social, y en cada persona concreta? Esta intención marca nuestra manera de mirar pues hay muchas formas de acercarnos a la realidad, de manera especial a los más pobres y oprimidos. Algunos miran con lástima y desesperanza, otros miran buscando votos para su campaña política, mano de obra para sus industrias, clientes para la emigración clandestina, datos para sus estadísticas, tragedias impactantes para sus reportajes. Incluso puede haber una mirada ya condicionada por un proyecto pastoral que nosotros hemos elaborado con buena voluntad, pero desconociendo lo que el Espíritu crea hoy de nuevo en las personas.

La inserción en las realidades oprimidas es una peregrinación contemplativa hasta los santuarios de la realidad donde está el Señor actuando. Nosotros no vamos a llevar desde fuera al Señor, sino a anunciar que él

15 Cfr. Ejercicios Espirituales 104.

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está vivo en medio de la gente, que su reino está activo liberando la vida de las personas y liberando la sociedad entera. Cada paso hacia el fondo de la sociedad son los gestos de una liturgia no programada, al ritmo de la vida misma amenazada y que se abre a posibilidades sorprendentes.

La encarnación de dios en La debiLidad

Llegada la plenitud de los tiempos el Hijo de Dios se encarnó. La palabra de Dios se hace carne. Jesús es la palabra de Dios en el sentido hebreo, «dabár», palabra eficaz que no regresa a Dios sin realizar su encargo, y palabra también en el sentido griego: «logos» razón, sentido, lógica de Dios. Ahí encontramos la debilidad y la locura de Dios, el amor que nos salva. Dios y la debilidad no se excluyen.

... la encarnación apunta resueltamente hacia lo bajo (Mc 10, 45); es lo propio de ella: abajarse, humillarse, alcanzar lo más bajo (Mt 23, 11-12) para manifestar desde allá la verdadera exaltación y grandeza16 .

Jesús llega hasta nosotros exponiéndose, no imponiéndose. Jesús es una vida vulnerable despojada de poder y de codicia. Dios se expone en cuatro sentidos. Se ex-pone, se coloca fuera de sí, sale de su mundo para situarse en el nuestro, salta desde la eternidad para entrar en el tiempo y en el espacio de una existencia concreta limitada. Se ex-pone, se dice, se comunica Dios a nosotros en una existencia humana singular, en una cultura determinada. Jesús es la exposición de Dios, su parábola perfecta, de tal manera que si queremos saber cómo es Dios tenemos que encontrarnos con su Hijo y entrar en su intimidad y su proyecto. Se expone también en el sentido de arriesgarse. Con frecuencia decimos que una persona se expone demasiado porque se está enfrentando con situaciones amenazantes más poderosas que ella. Finalmente, Jesús se ex-pone, es la proposición, no la imposición, de Dios pronunciada para siempre, que ya no se puede retirar de la historia y que nosotros hoy podemos acoger o rechazar, amar o denigrar. Jesús se convierte así en lo que nosotros estamos llamados a ser, la forma de ser humanos plenamente llenos de Dios.

16 santiago arzubialde, Raíces de la teología espiritual en Dos banderas: Manresa 221. Vol. 56 (1984), 292.

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El ángel dialoga con la joven María y así Dios pide permiso para nacer, pues sólo puede ser uno de nosotros, si es amado incondicionalmente por una mujer, por una madre, que se comprometa a asumir su vida sin saber cómo será, con todos los episodios impredecibles de su futuro. Nuestra salvación pasa inevitablemente por este diálogo de libertades en el que el Dios humilde respeta la libertad de María y toda libertad.

Para que sea posible la encarnación, María tiene que creer en lo imposible. ¿Cómo será esto posible? Pregunta María al ángel. Humildes servidores de lo posible cultivamos el misterio de lo imposible. Estar dispuestos a luchar por la vida nueva que nos promete el Espíritu, es precisamente la osadía de la fe que se abre a la acción de Dios entre nosotros. María es virginal, capaz de acoger con plena transparencia la vida de Dios sin contaminarla de ninguna manera, y al mismo tiempo la gesta tan realmente que la hace enteramente de la tierra.

En la carta a los Filipenses (2, 6-11) Pablo recoge el himno de la comunidad admirada ante este misterio del descenso progresivo de Dios en su Hijo. Siendo de condición divina «se abajó» en Belén y desde Belén hasta la cruz, hasta la mayor y más dolorosa ignominia que se conocía en ese tiempo. Si nace fuera de Belén muere fuera de Jerusalén, en el fondo de la sociedad, en lo más hundido y humillado. Allí se encuentra para siempre al lado de los últimos que ya no entran en las cuentas de nadie.

La inserción entre los pobres no es un proceso de una sola dirección, no se puede imponer con una decisión nuestra. El que entra en el mundo de los pobres tiene que ser acogido por los que viven allá. Yo puedo comprar una casa y vivir en medio de ellos, pero mientras no sea acogido en su mundo mi gesto será una imposición y puede ser leído como una amenaza. Perteneceré a su mundo y viviré la inserción en la medida en que sea recibido. Puede ser que sea acogido por una comunidad pequeña de creyentes, como lo eran María y José, perdida entre la multitud, pero ahí empezaré a crecer con ellos. Ellos son el suelo nutricio en el que me puedo sembrar y echar raíces.

Cuando se empezó a diluir el sueño de un cambio rápido en América Latina, cuando el sueño de una sociedad donde los pobres viviesen en más libertad y justicia se fue alejando en el horizonte inaccesible, algunos

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se sintieron decepcionados hasta tal punto que abandonaron la inserción y la utopía. Pero muchos siguieron firmes y ahí siguen todavía. Ese momento profético de la Iglesia latinoamericana no se ha extinguido, sigue hoy vivo y fecundo expresando su vitalidad en muchas formas diferentes de compromiso.

La contempLación se reaLiza en La impLicación

El primer punto de la contemplación es «ver a las personas... como si presente me hallase»17. No se puede realizar la contemplación desde la distancia aséptica y protegida. Sólo se puede contemplar al implicarse en la realidad, desde la cercanía al misterio silencioso y frágil que llama a la puerta de nuestros sentidos, en una actitud de admiración, reverencia y servicio.

Yo soy un pecador torpe pero perdonado, ambiguo pero amado por Dios

La experiencia y la praxis humana ahí propuestas por Ignacio consisten en que este hombre se vea como actor, participante de este gran escenario de lo real y de la historia18

Me acerco a la contemplación de las personas «haciéndome yo un pobrecito y esclavito indigno». Es la disposición íntima. No es una categoría de aniquilación sicológica, de disminución, de infravaloración, pues precisamente estoy constatando en este momento que yo valgo tanto para Dios que él se acerca a mí en toda fragilidad y confía la vida de su Hijo en nuestras manos. Es más bien una disposición de amor humilde desde la conciencia de que yo soy un pecador torpe pero perdonado, ambiguo pero amado por Dios. El Dios que se nos acerca en Jesús, es también el Absoluto, el Señor de la historia cuyos caminos distan tanto de nuestras comprensiones y posibilidades como el cielo de la tierra19.

17 Ejercicios Espirituales 114.

18 María clara lucchetti, Em tudo amar e servir, Río de Janeiro 1990, 203.

19 Cfr. Rom 11, 33-36.

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«Mirándolos, contemplándolos». Mirar es enfocar la mirada, fijarla; contemplar es reposarla. Se trata de posar los ojos en las personas con una mirada reposada, desde el amor y la ternura, sin moverse al ritmo acelerado de nuestro mirar cotidiano urgido por la prisa de capturar imágenes fugitivas y de los horarios implacables. En la contemplación no es el ojo escrutador el que se acerca de forma posesiva para conocer los rasgos de una persona y hacerse el dueño de su psicología y sus reacciones previsibles. La contemplación supone que en la persona contemplada se encierra un misterio que se me irá revelando poco a poco y precisamente en la medida en que mi mirada es transparente y está libre de codicia.

«Sirviéndolos en sus necesidades». El servicio evangélico nace de la contemplación y no responde sólo a mis programas elaborados técnicamente sobre la realidad, ni a mis secretas necesidades como si el servicio fuese una cuenta de ahorro donde después pasaré a recoger el fruto de mis inversiones. Tampoco es una respuesta a las expectativas de la gente, sino a sus necesidades. A veces las expectativas expresan bien las necesidades, pero en muchas ocasiones no es así. Las expectativas de las personas pueden deformar su verdadera necesidad. Sin embargo, no podemos quedarnos de brazos cruzados ante las necesidades ajenas. El paso por el servicio puede ser un filtro purificador de las falsas expectativas, propias y ajenas, que enmascaran las verdaderas necesidades y nuestra posibilidad reales de servicio.

«Como si presente me hallase». Es la cercanía de las personas que no puede ser sustituida por ningún tipo de conocimiento virtual ni servicio a distancia. Nos acercamos en la contemplación al misterio de Jesús que es siempre vivo y actual, que es siempre presente, el «ahora eterno del Amor», de la vida verdadera, sin trampa, de la salvación. Pero nos acercamos también de la misma manera a cualquier persona a la que queremos servir hoy.

La cercanía contemplativa y servicial, «con todo acatamiento y reverencia posible», es una experiencia sacramental de todo lo que cada persona significa para nosotros. La palabra «reverencia» la presenta Ignacio en el Principio y Fundamento en la relación con Dios. Ahora la refiere a su Hijo Jesús. Será extensiva a toda persona, pues por lo más íntimo de toda existencia humana se mueve la vida divina.

Apuntes Ignacianos 52 (enero-abril 2008) 59-89 Benjamín González

Contemplar al Dios que se hace historia desde Améríca Latina

De la misma manera que nos acercamos a Jesús, a María, a José y a toda la realidad que se encuentra en la cueva, nos podemos acercar también hoy a toda persona, «con todo acatamiento y reverencia posible», con una mirada contemplativa que acoge el misterio de las personas a las que queremos servir, a partir de todo lo que ellas son y de lo que llevan en su corazón. Contemplamos a toda persona con la misma «reverencia» con la que contemplamos al Hijo de Dios recién nacido. Ninguna técnica de la planificación apostólica podrá nunca prescindir de este encuentro con la persona habitada por la vida de Dios.

La contemplación no se puede realizar desde lejos, como un observador, sino en medio del servicio y la vida compartida

Esta manera de contemplar va configurando nuestro corazón y nuestras actitudes para crear una forma nueva de relación, de estar y de ser entre los pobres y ante el misterio de toda persona. La contemplación no se puede realizar desde lejos, como un observador, sino en medio del servicio y la vida compartida. Esta postura evangélica quiebra todas las lógicas mundanas de superioridad, dominio y humillación en las relaciones. Sólo este espíritu crea humanidad nueva.

un nacimiento ex-céntrico

A medida que la contemplación del nacimiento va entrando en profundidad, ya no es posible esquivar por mucho tiempo una sombra de muerte que recorre el rostro de ese niño y estremece a los que lo acogen. Tal como san Ignacio formula la contemplación, no queda espacio para muchos romanticismos. Hasta parece cruel, fuera de tono y extemporánea su manera de hablar de un acontecimiento tan tierno como el nacimiento de un niño. La cruz se proyecta ya sobre el rostro de Jesús como se proyecta también sobre el rostro amenazado de los niños que nacen pobres.

Mirar y considerar lo que hacen, así como el caminar y trabajar, para que el Señor sea nacido en suma pobreza, y al cabo de tantos trabajos, de

Apuntes Ignacianos 52 (enero-abril 2008) 59-89

hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mí20

Este texto duro de Ignacio ilumina los rostros de los millones de niños que nacen hoy en los campos de refugiados, de los que van a ser raptados por las guerrillas para transformarlos en soldados, de los destinados a trabajos rudos ya desde la infancia o serán muy pronto basura molesta convertidos en niños de la calle que hay que barrer como desechos. El cuchillo de Herodes se va pasando de mano en mano a lo largo de la historia, se puede convertir en bisturí de cirujano que elimina niños a punto de nacer, o en machete en las manos para eliminar de raíz una etnia diferente.

Al nacer Jesús en la cueva de Belén ha situado el centro de la sociedad en el margen, ha descentrado la vida humana y sus valores. La preferencia de Dios por los pobres reflejada en todas las circunstancias de su nacimiento, es de una claridad imposible de ocultar con discursos teológicos, con liturgias excesivas o con modas consumistas de celebrar la Navidad. Hay una lógica que va desde este nacimiento hasta la cruz, desde la provocación de nacer en la periferia excluida hasta morir fuera de Jerusalén. Para Él no había sitio ni en Belén, ni más tarde en Jerusalén. Nace atrapado por los mecanismos silenciosos de la exclusión, vive sin someterse a la lógica dominante y muere eliminado de la sociedad por los poderes religiosos y políticos.

Nos dice Ignacio que José subió desde Nazaret a Belén para «conocer subyección a César»21, para nacer sometido. Jesús en Belén nace sometido a las leyes del imperio que dicta un decreto. A partir de ese dato, se hacen más precarias y dolorosas las demás circunstancias de su nacimiento. Nace sometido a su condición social (para ellos no había sitio en el pesebre y los vecinos que llegan son unos pastores); sometido a las leyes biológicas (cuando llegó el momento del parto María dio a luz y puso el niño en un pesebre); sometido a su situación de forasteros. Jesús no nace en su hogar de familia pobre, sino en un refugio casual, como tantos niños nacen en albergues provisionales o en campos de refugiados donde las madres son sorprendidas indefensas por la inminencia del parto inevitable.

20 Ejercicios Espirituales 116.

21 Ibíd., 264.

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Contemplar al Dios que se hace historia desde Améríca Latina

Pero Jesús no sólo nace sometido. María «Parió su Hijo primogénito y lo envolvió con paños y lo puso en el pesebre»22. Jesús también nace acogido por María y por José, por los pastores que cuidaban los rebaños en los alrededores, por Ana y Simeón, serviciales y contemplativos. Sin estos brazos el Hijo de Dios no puede crecer como una salvación para todos.

Jesús también nace amenazado por los que vigilan con cuidado todo lo que pueda amenazar su instalación. Tendrá que ser defendido con los medios de los pobres: el escondimiento, la huida, el silencio, la vida común, hasta que se afirme su originalidad y pueda enfrentar la opresión de su pueblo.

En medio de los poderosos mecanismos de la opresión, también hay pobres y creyentes que acogen la buena noticia de la salvación, aunque se presente tan frágil cómo un niño recién nacido. La comunidad cristiana acoge la salvación de Dios que nace en medio de nosotros, en las personas sencillas de nuestro pueblo. Nace bajo el yugo de los poderosos y los mecanismos económicos, sociales y políticos, pero es acogida por los últimos como vida nueva que llega desde Dios. Sin ser acogida, no puede nacer y encarnarse. La sabiduría del pueblo puede encontrar salidas aunque sean tan frágiles como la cesta de mimbre que lleva a Moisés por la corriente del río. Protegida la vida recién nacida dentro de la comunidad, crecerá como salvación para todos, sin exclusión ninguna de raza, cultura o religión. Pobres e impuros judíos como los pastores, o ilustrados e influyentes extranjeros como los Magos, todos son iluminados y a todos se les invita a acoger el misterio del nacimiento.

aHondar en eL misterio taL como se me reveLa a mí

Ignacio nos pide que hagamos repeticiones y resúmenes23 de lo que va sucediendo dentro de nosotros en la contemplación, recogiendo los puntos donde hemos sentido más consolación o desolación. Con la repetición y el resumen vamos clarificando, tomando conciencia, profun-

22 Ibidem.

23 Cfr. Ejercicios Espirituales 118, 119.

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dizando y limpiando de adherencias deformantes la gracia que el Señor está ofreciendo de manera muy personal a cada ejercitante. El misterio inagotable que es Jesús se va configurando como palabra dirigida a mí.

La palabra reflectir tiene un doble significado. Significa reflexionar sobre lo que se nos ha comunicado en la contemplación, darse cuenta, formularlo con lucidez, entrar dentro de la sabiduría de Dios, «pues la locura de Dios es más sabia que los hombres, la debilidad de Dios más fuerte que los hombres»24. También significa «reflejar» en nosotros el estilo de Dios que se nos revela en Jesús, permitir que la lógica de Dios, su palabra, se haga carne en nosotros y entre de nuevo en nuestra historia a través de nosotros. Lo «no evidente» se puede hacer visible en nuestra carne frágil y ambigua. San pablo lo formula bien: «Nosotros todos, reflejando con el rostro descubierto la gloria del Señor, nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente»25.

Si entrar en el misterio de Dios es difícil y se realiza poco a poco, también lo es adentrarnos en el misterio de los pobres y de toda persona. Toda la contemplación de Jesús nos va preparando para comprender, acoger y reflejar en nosotros el misterio de Dios que contemplamos en los pobres. Somos salvados desde esa contemplación. Si en nuestro rostro no se refleja la paz y la alegría del Señor, ¿podremos decir que Dios está encarnado entre los pobres y que nosotros lo hemos contemplado?

Los pobres nos convierten, nos transforman. José y María, magos y pastores también fueron radicalmente cambiados por ese niño frágil que acogieron. Sus vidas ya nunca serían las mismas. No llevamos la salvación desde fuera al mundo de los últimos, sino que la encontramos dentro de las personas y las situaciones humanas a las que somos enviados y nosotros mismos somos los primeros salvados al hospedarla en nuestros cuerpos. Nuestros sentidos se irán afinando cada vez más para percibir la gloria de Dios en los rostros marginados.

24 1 Cor 1, 25.

25 2 Cor 3, 18.

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Contemplar al Dios que se hace historia desde Améríca Latina

apLicación de sentidos: «suavidad» y «duLzura»

La contemplación empieza al mirar las personas, ver lo que hacen y oír lo que dicen. Ver y oír son los sentidos de la distancia. Ahora, en esta última contemplación del día, se añaden los sentidos de la cercanía: gustar, oler, tocar. Estos sentidos están muy presentes en la religiosidad popular: tocar imágenes, sentir sobre la piel el agua bendita, oler la cera que se derrite, el perfume de las flores, del incienso y comer o beber algo bendecido que se comparte.

Después de pasar un día en el mismo misterio, nos sumergimos completamente en la escena que nos llega por todos los sentidos. En el fondo del misterio contemplado nos disponemos a «oler y gustar con el olfato y el gusto la infinita suavidad y dulzura de la divinidad, del ánima y de sus virtudes y de todo»26. Este es el viaje contemplativo: desde la dureza de lo real hasta la infinita suavidad y dulzura de Dios y de todo. No es una huida hacia el paraíso sino una inmersión en la realidad hasta llegar a su último secreto, la ternura de Dios. Lo que pretende san Ignacio es que ...la sensibilidad del ejercitante vaya pareciéndose a la de Jesús... Sabe que lo que va a hacer posible que su acceso a la realidad se parezca al de Jesús (seguimiento) será que su manera de ver las cosas, sus gustos, sus repugnancias... sean semejantes a los de Jesús27.

Este es también nuestro viaje en la cotidianidad. Sumergirnos en lo real nos conduce hasta el fondo donde mana la vida evangélica. La dureza tan real que llega hasta nuestros sentidos no es la última verdad. A medida que vamos ahondando día a día en este misterio de la vida empobrecida, nos llegará desde las personas concretas la suavidad y dulzura de Dios. Nuestros sentidos se irán afinando para percibir esa ternura de Jesús que ya está presente en medio de nosotros. Sin esta experiencia, permaneceríamos en la inserción rígidos, excesivamente tensos y urgidos para cosechar resultados tangibles, sin esperar el tiempo de Dios y sin respetar la lentitud de los procesos humanos y de la historia. Ser realista

26 Ejercicios Espirituales 124.

27 A. M. Chércoles, S.J., La oración en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, (EIDES 49), Cristianisme i justicia 2007, 22.

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supone llegar hasta esta hondura de la ternura de Dios donde se hunden las raíces de nuestra existencia.

«así nuevamente encarnado»

El coloquio se realiza dialogando con las tres divinas Personas, el verbo eterno encarnado o la Madre y Señora nuestra «pidiendo según que en sí sintiere, para más seguir e imitar al Señor nuestro, así nuevamente encarnado»28.

El misterio contemplado se ha ido convirtiendo en un encuentro con Dios muy personal. Ya no nos encontramos sólo con la objetividad de la narración bíblica, sino con el don original y nuevo que Dios me comunica a mí desde el misterio contemplado. Hay una palabra escondida en ese misterio que es sólo para mí y forma parte del itinerario único de mi original relación con Dios. El que contempla pide y se abre a lo imposible «según que en sí sintiere»29, porque en ese sentir y desear se anuncia el don que Dios le quiere regalar. El Señor se encarna de nuevo en la contemplación del ejercitante y en la vida de cada día, donde se le descubre y se le sigue. En este seguimiento se verificará la verdad de la contemplación.

La encarnación se realizó en Jesús como persona singular situada en una cultura bien concreta, pero ya toda la historia, el cosmos y cada persona han quedado afectados por esta encarnación que ya no puede ser retirada de nuestro mundo. En este sentido, la encarnación sigue viva, realizándose en el «dentro» de todo lo que existe.

La gran pregunta en el compromiso con los pobres es cómo se encarna hoy el Hijo nuevamente en medio de ellos para acogerlo en la discreción de su presencia humilde y comprometerse con esa vida incipiente, con todo brote germinal, sin dejarnos apresar ni por el análisis de la realidad dura con sus estadísticas demoledoras, ni por los ritmos desbocados que no respetan el tiempo y el estilo de Dios, ni por desencantos que van tiñendo de parálisis la existencia entera.

28 Ejercicios Espirituales 109.

29 Ibidem.

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Contemplar al Dios que se hace historia desde Améríca Latina

nazaret, La cotidianidad

La vida escondida de la cotidianidad

Estas contemplaciones son de una importancia decisiva. En otros tiempos tal vez vivimos demasiado crispados en la posibilidad cercana de cambios estructurales significativos para las mayorías oprimidas. Hoy ese horizonte utópico se alejó de nosotros, pero poco a poco se van perfilando otros horizontes

Lo decisivo ahora es aprender a vivir la cotidianidad con sabor, los largos procesos de formar una persona, una familia, una comunidad cristiana, una organización popular sin desalentarse, con plena atención a cada detalle. Si nuestra «mirada larga» de centinela es necesaria para saber hacia dónde nos movemos, en la cotidianidad también necesitamos «la mirada corta» del orfebre para los pequeños detalles que sustentan la calidad de cada día.

La propuesta de ignacio

Ignacio nos presenta cuatro contemplaciones después de la purificación de nuestra Señora en el templo: la contemplación de la huida a Egipto ante la amenaza sangrienta de Herodes30, el regreso desde el destierro de Egipto y la instalación en Nazaret porque el hijo de Herodes gobernaba en Judea31, la vida en Nazaret: «De la vida de Cristo Nuestro Señor desde los doce años hasta los treinta escribe San Lucas en el capítulo segundo32, y finalmente la subida al templo de Jerusalén cuando Jesús se queda en medio de los doctores33.

Estos misterios que nos propone Ignacio contemplar están agrupados en torno a dos hechos fundamentales. Por un lado, el evangelio nos presenta la amenaza de Herodes que determina la huida a Egipto, y el gobierno de su hijo Arquelao en Judea que aconseja la instalación y per-

30 Cfr. Ejercicios Espirituales 269.

31 Ibíd., 270.

32 Ejercicios Espirituales 271.

33 Cfr. Ejercicios Espirituales 272.

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manencia en Nazaret. Por otro lado, nos detenemos en la vida en Nazaret hasta que Jesús tuvo unos treinta años, sólo interrumpida por la escena de la subida a Jerusalén y la pérdida de Jesús en el Templo.

Ciertamente que la amenaza de muerte que pesa sobre ese niño desde su nacimiento y los desplazamientos a que se ve forzado para salvar su vida, convierten a esta familia en una imagen de mucha actualidad por los flujos migratorios que afectan a tantos millones de familias en nuestro continente. Muchas personas huyen de la muerte por la guerra o por el hambre. Nos preguntamos que huella pueden dejar en la psicología de los niños la inseguridad del nacimiento, los cambios de tierra y de cultura que sufren al ser desplazados desde pequeños.

La vida en Nazaret en la que se consolidó la personalidad de Jesús es de una importancia extraordinaria para nosotros hoy. Me voy a fijar en estas contemplaciones. Las indicaciones de Ignacio son muy sobrias y los evangelios no nos dan de manera directa todos los datos que quisiéramos, pero de manera indirecta nos ofrecen los elementos necesarios para acercarnos a la contemplación de Jesús en Nazaret, cuando lo miramos desde los rasgos originales de su vida pública.

Bajo la irrelevancia de la superficie

En la vida escondida de la cotidianidad en Nazaret, aparentemente no pasa nada relevante, pero ahí se encuentran las raíces de la existencia entera de Jesús. «Porque reinaba Arquelao, hijo de Herodes, en Judea, retrájose en Nazaret»34 «Retrájose», se retiro al escondimiento, con una cierta dosis de clandestinidad, de impulso contenido. En los años retirados y silenciosos de Nazaret se fue formando lentamente la insuperable personalidad humana de Jesús, modelo de toda humanidad, el Hijo de Dios encarnado. Al convertirse en la persona que llevó a plenitud el ser humano situado en una tierra concreta, se convierte en modelo de humanidad para los hombres y mujeres de todos los tiempos y culturas concretas.

34 Ejercicios Espirituales 270.

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Contemplar al Dios que se hace historia desde Améríca Latina

Los evangelios apócrifos no podían soportar el silencio sobre esos treinta años. Entonces crearon narraciones fantásticas. Jesús jugaba con el barro, hacía pajaritos, soplaba sobre ellos y salían volando. En la huida a Egipto, ordenaba a las palmas que se doblasen para recoger los dátiles. Romper la monotonía de la cotidianidad por lo extraordinario, lo excesivo, lo exótico, es siempre una tentación de «lesa humanidad». La cotidianidad sólo se abre con dignidad hacia la hondura y hacia el futuro.

Jesús fue creciendo lentamente en Galilea, una provincia agraria y fértil de la Palestina sometida al imperio romano, tierra despreciada por los judíos observantes pues se consideraba contaminada por la proximidad con otros pueblos, creencias y culturas, y porque era ruta obligada de tránsito entre el Éste y el Oeste. Por allí pasaban las caravanas de las migraciones, el trasiego de los negociantes y de los ejércitos. «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»35, preguntará Natanael a Felipe. Nazaret no era un lugar que tuviese alguna significación teológica importante en todo el Antiguo Testamento.

Sólo Lucas nos habla de ese tiempo de infancia de Jesús con el relato de su peregrinación al templo cuando cumplió doce años. Los demás evangelistas no nos dicen nada de manera directa. Pero podemos leer en Marcos que Jesús llega a Nazaret después de encontrarse en el Jordán con Juan, habla a sus vecinos y estos se extrañan. «De dónde saca éste todo eso... ¿No es éste el carpintero?»36. Hay un asombro por sus palabras y prodigios, una novedad que no se explican y una afirmación clara sobre su oficio. Es el carpintero del pueblo.

Jesús se formó en una cultura bien concreta, con todos los sentidos abiertos para percibirla. «Aprovechaba en sapiencia, edad y gracia»37. Fue un galileo de Nazaret. Ese origen donde echa raíces lo sitúa en medio de la humanidad, pero también lo marca con los límites de un espacio preciso. Ese entorno le proporcionará el lenguaje para hablar del reino de Dios. En sus parábolas, de una belleza sin paralelo en la literatura universal,

35 Jn 1, 46.

36 Mc 6, 2.

37 Ejercicios Espirituales 271.

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nos encontramos historias de ovejas y de lobos, las costumbres de los campesinos en la siembra y la cosecha. Escuchó contar a los campesinos que esperaban trabajo en las plazas, cómo habían sido despojados de sus pequeños lotes por el imperio romano que concentró la tierra en manos de los grandes terratenientes para controlar la producción y los impuestos. Vio a las viudas sin poder social, luchar con tenacidad para obtener justicia de los jueces corruptos. Observó peces y redes, candiles, agujas, telas nuevas y viejas, cortejos nupciales en la noche, compradores de perlas. Participó de la fiesta de bodas de sus amigos, vio a los fariseos orar en las plazas con grandes filacterias y a los enfermos encogidos en las esquinas de la sinagoga.

Cuando él oía decir que los pobres y enfermos eran castigados por Dios, Jesús los miraba y veía el amor del Padre que los acogía con un cariño especial

Nos dice el texto de Lucas que Jesús crecía38 . Se fue formando poco a poco. Crecer significa experimentar carencias, el vacío de la ignorancia, necesitar ayuda, instrucción, equivocarse y volver a empezar, adquirir destrezas que sólo otros pueden ofrecerle, no poder ser persona sin la ayuda de los demás. También significa experimentarse a sí mismo como fuente de posibilidades, de hallazgos magníficos dentro de él, asomarse a horizontes nuevos a medida que iba entrando en otras etapas de la vida. Jesús crecía y se iba encontrando consigo mismo, con toda su insuperable originalidad.

Desde pequeño escuchó las grandes historias del antiguo testamento. A medida que fue creciendo, aprendió de memoria los salmos y las citas más impactantes y recurrentes de los grandes profetas que meditaba en la soledad. Jesús afirma su originalidad en diálogo permanente con este entorno cultural y religioso. Cuando él oía decir que los pobres y enfermos eran castigados por Dios, Jesús los miraba y veía el amor del Padre que los acogía con un cariño especial. Le decían que los más importantes eran los primeros, los que ocupaban los puestos privilegiados en los banquetes, pero él los veía los últimos, y al contrario, cuando miraba a los últimos

38 Lc 2, 52.

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Contemplar al Dios que se hace historia desde Améríca Latina

él los veía los primeros. Le enseñaban en la sinagoga que había que ser perfectos cumpliendo hasta el más pequeño detalle de la ley, pero él veía que lo importante era la misericordia y la justicia. Su mirada diferente, alternativa, se fue formando poco a poco en él, a lo largo de los años, hasta que logró formular su experiencia con frases lapidarias en el sermón de la montaña: «A ustedes se les dijo, pero yo les digo»39. Cuando vio esa muchedumbre de últimos, despreciados y perdedores que lo seguían, no los vio desdichados, sino bienaventurados porque al mirarlos él podía percibir con toda claridad cómo el Reino de Dios pasaba por el centro de sus vidas y así entraba en nuestro mundo para bien de todos. Cuando afirmaba las alternativas, no despreciaba la ley, sino que le restituía su verdadero sentido y la llevaba a su plenitud.

Creció Jesús en una vida de familia, amado por María y José. «Era obediente a sus padres»40. Todo niño necesita ser amado de manera incondicional. Sin duda que la transparencia mutua fue una fuente permanente de felicidad compartida. Pero las personas no sólo somos transparencia, también somos misterio y límite. María hizo sufrir a José con el embarazo misterioso que no entendía y José hizo sufrir a María cuando ella vio su rostro angustiado y distante pensando qué haría en esa situación. Jesús hizo sufrir a María y a José cuando se quedó en el templo. Ellos no entendían lo que hacía. Pero nos dice Lucas que María llevaba en el corazón ese misterio de su hijo que no acababa de comprender.

Nosotros nos hacemos sufrir porque somos malos, pero también porque somos misterio para los demás y para nosotros mismos. Sólo si llevamos en el corazón el misterio de los demás, podremos relacionarnos con ellos de tal manera que la comunión no se rompa, sino que se profundice. El misterio de los demás ensancha nuestro corazón y nos saca de nuestras intenciones posesivas que empequeñecen la vida de los demás y de nosotros mismos.

El amor verdadero supera las cuatro grandes amenazas contra el amor: la posesión, ser dueño o ser esclavo de la otra persona; el poder,

39 Cfr.Mt 5, 21-48.

40 Ejercicios Espirituales 271

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instaurar una lucha de poderes en el centro de la relación; la fusión, perderse uno en el otro renunciando a crecer en la propia y sana autonomía; y el desencanto, que no resiste a las nuevas etapas de la vida, a las oscuridades inevitables en la trayectoria humana, a la erosión de los límites. En lo que al amor se refiere, la posesión, el poder, la fusión y el desencanto son los Cuatro Jinetes el Apocalipsis41.

María fue para Jesús la visibilidad del Dios amor que siempre nos trasmitió

Jesús era el carpintero. Un día sustituyó a José en el oficio artesanal que los padres enseñaban a los hijos. «Parece que exercitaba la arte de carpintero»42. En una cultura campesina, este trabajo era bastante inestable y dependía en gran medida de las estaciones del año y la calidad de las cosechas. En esos momentos los habitantes de Nazaret aprovechaban para hacer las pequeñas reparaciones de la casa. Era un oficio común, sin grandes posibilidades de destacarse ni de acumular ganancias, sin prestigio especial. Tampoco permitía grandes creatividades artísticas. Jesús fue moldeando su cuerpo y su expresión física en diálogo con el cuerpo de José, carpintero de Nazaret.

Pero el trabajo de Jesús aparecía conectado con el trabajo incesante del Padre. Jesús lo expresará más adelante. «Mi Padre sigue trabajando y yo también trabajo»43. Jesús realiza en comunión con el Padre los trabajos más sencillos de la vida, como reparar una silla o hacer una ventana, sin los cual la vida humana se hace imposible. Estos trabajos oscuros, desapercibidos para el ojo superficial son los que están en los cimientos enterrados e invisibles de los trabajos que son cotizados y aplaudidos en la superficie de la sociedad. En los cimientos de nuestra sociedad hay mucho sudor y sangre de pobres.

La relación de Jesús con la mujer sorprendió profundamente. La raíz de esta actitud la encontramos en María. Sin duda ninguna María fue para Jesús la visibilidad del Dios amor que siempre nos trasmitió.

41 Cfr. zygMunt bauMan, Amor líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, Madrid 2006, 23.

42 Ejercicios Espirituales 271.

43 Jn 5, 17.

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Contemplar al Dios que se hace historia desde Améríca Latina

A través de su mirada y de cada uno de sus gestos, le llegó la más bella palabra sobre Dios. Al revelarse a Jesús la bondad del Padre en un rostro de mujer, Jesús miró a la mujer de una manera nueva y la liberó de todas las costumbres y teologías que desfiguraban su rostro, la degradaban y la relegaban a las paredes domésticas. Jesús se acercará a todo tipo de mujeres, las acogerá como discípulas suyas y a algunas de ellas las invitará a seguirle en su comunidad itinerante al servicio del reino. Algunos autores piensan que entre las razones por las que Jesús fue condenado a muerte, se encuentra su manera de tratar a la mujer. En una cultura dominada por los varones, la libertad de Jesús causó profundo desconcierto. Ya María, pobre, campesina, joven y virgen, se había atrevido a proclamarse «bienaventurada» en su canto.

en el centro de la persona de jesús

¿Qué es lo que había en Jesús que le permitía esa visión alternativa, insuperable, sobre el misterio de las personas y de la historia? Jesús miraba desde los ojos del Padre. En el evangelio de Lucas, la primera palabra que pronuncia Jesús para hablar de Dios es Padre. Se queda en el Templo porque tenía que ocuparse de las cosas de su Padre44 y en la manos del Padre encomendó su espíritu en el espasmo de la cruz45.

Entre Jesús y el Padre había una unidad sin fisura ninguna, pero no como si Jesús sólo fuese un guante de su mano, o hablase y actuase al dictado, sino con la unidad del amor. El amor verdadero hace que la otra persona sea plenamente ella misma, recorra la vida y hable desde el centro de sí misma. El amor le permitía ver lo que el Padre le mostraba y escoger sus propuestas con entera libertad y dicha46. Desde esta experiencia Jesús enseñará otra imagen de Dios, otra manera de mirar las personas y de construir la historia. Su originalidad nunca ha sido agotada. En el centro de su vida está una insuperable unidad con Dios, como Hijo encarnado que ha salido de la Trinidad para vivir como nosotros y hacernos visible el amor sorprendente de Dios, al introducir la eternidad del amor en la

44 Cfr.Lc 2,49. Ejercicios Espirituales 272.

45 Ibíd., Lc 23, 46.

46 Cfr. Jn 5, 19-20

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historia humana y al introducir la vida humana en el ahora eterno del amor de Dios.

silencio y gestación de la novedad

En la cotidianidad de Nazaret todavía no hay nada visible en la consciencia de la historia, nada llamativo, aparentemente nada sucede. En ese tiempo muchos pensarían que Dios se había olvidado de su pueblo, que no hacía nada, pero a su lado, con la discreción y respeto con el que Dios se relaciona con nosotros, estaba creciendo la palabra definitiva de Dios para todos los tiempos.

Los silencios de Dios en la historia, no son tiempos en los que Dios se aleja de nosotros y no hace nada, sino tiempos de gestación de las nuevas propuestas. El silencio protege la fragilidad de lo germinal, como el surco cuida la semilla y el seno materno la nueva criatura47. Nazaret, la cotidianidad, no es sólo una etapa de la vida, sino que es una dimensión permanente de la existencia humana. Para muchas personas siempre es Nazaret. Para todos siempre hay algo de Nazaret a lo largo de toda la vida.

crecer hoy en nazaret

Hoy en América Latina necesitamos «entrar en el tiempo de Dios». Formar personas consistentes, crear verdaderas comunidades y realizar los cambios estructurales que favorecen la justicia del reino, son procesos muy lentos. No se puede quemar ni un día, ni suprimir la pausa de un minuto en un encuentro. Si a veces nos parece que algún cambio se da de repente, como la caída del muro de Berlín, no podemos olvidar que este derrumbe ya se fue gestando de muchas maneras en el silencio de la represión desde el primer día en que se construyó.

No podemos vivir como si la liberación de los pobres fuese una acto de magia. Las ideologías y la buena voluntad no bastan. Es necesario respetar los largos procesos y hacer apuestas por la vida verdadera que pasa

47 Cfr. Is 42, 14.

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Contemplar al Dios que se hace historia desde Améríca Latina

a través de las personas concretas que somos cada uno de nosotros. La esperanza cristiana o pasa por las personas concretas que encontramos, o no es esperanza.

La cultura actual del consumo no ayuda. Todo se da al instante con el clic del teclado o del mando a distancia: la información, la transacción financiera, la comunicación, las compras. Las «entrañas impacientes» pueden abortar las nuevas creaciones que sólo se dan en el sosiego.

Se agranda y se precisa el número de los excluidos. Los procesos de liberación ya no se limitan simplemente a los pobres, tomados en general, sino que hay que descender a todas las diferencias para acogerlas en una mirada inclusiva que respete plenamente la originalidad de cada una. La mujer, los indígenas, los niños de la calle que deambulan por las grandes ciudades, los desplazados por el hambre y por los conflictos armados, los refugiados políticos, los afro descendientes, los hacinados en los barrios urbanos, los campesinos sin tierra. Cada uno de estos grupos humanos tiene su propia situación que hay que respetar plenamente y sus propios procesos de crecimiento que deseamos acompañar en cada uno de sus pasos.

La brecha se ahonda. La velocidad de los cambios en los modos de vida y en los avances tecnológicos que las soportan, van creando un abismo económico y una «brecha digital» cada día más grande entre nuestros pueblos y los pueblos ricos, entre las minorías privilegiadas de nuestros pueblos y las grandes mayorías. Esa distancia incide directamente en la creación de la nueva cultura global que llega a todas partes, desde los grupos humanos más encumbrados hasta la miseria más grande donde la gente se apiña en torno a un televisor que emite imágenes fascinantes en medio de la pobreza. ¿Qué sucede dentro de esos cuerpos que tienen los sueños en New York pero posan los pies en la miseria de los ranchos y favelas? También Jesús nace y crece sometido, y desde ahí emerge como la novedad de Dios. Hoy también es posible crear la propuesta inédita de Dios en la hondura del sometimiento. En este sentido el mundo de los pobres puede ser de nuevo «útero» en el que Dios engendra y acompaña la gestación de su novedad para un mundo más humano.

Apuntes Ignacianos 52 (enero-abril 2008) 59-89

La globalización de la existencia. Los pobres ya no se encuentran sólo en los países pobres. Son expelidos fuera de su tierra por el hambre y succionados por el despliegue de riqueza que contemplan en las pantallas. Existe un tráfico permanente e indetenible hacia el Norte que se protege con muros, policías, barcos, satélites y leyes migratorias. También en los países ricos se han formado núcleos urbanos desprotegidos, ilegales, acosados por la policía y buscados por los negociantes. Muchas familias de emigrantes están divididas, viven estiradas entre los continentes hasta romperse por la incomunicación y los años en los que la reunificación es imposible. Asumimos esta complejidad que desgarra los proyectos familiares y comunitarios.

La fragmentación de las culturas. Inculturar la fe se ha convertido en un desafío muy grande, pues las culturas de los pobres están asaltadas por la nueva cultura que se mueve por toda la tierra al instante y choca con las culturas tradicionales desintegrándolas en pedazos. Lo que en países de Europa se ha vivido a lo largo de décadas o siglos, se precipita ahora sobre nosotros sin remedio como un diluvio y tenemos que procesarlo rápidamente. En esta desintegración cultural, las certezas de toda la vida se han roto en pedazos y cada pedazo sigue inventando su propia trayectoria. Vivimos en «un mundo líquido» (Zygmunt Bauman) y aparentemente no encontramos roca segura donde edificar la casa ni construir el amor. La experiencia de Nazaret es integradora de la persona y nos integra plenamente en la realidad fragmentada.

Para poder sostener de manera creadora este largo éxodo hacia la vida del reino de Dios, nos vamos a encontrar con dificultades de todo tipo, con fracasos manifiestos, con apuestas fallidas. Por esto mismo es necesario hacer la experiencia de que la vida definitiva del reino ya está en medio de nosotros. Es indispensable ayudar a percibirla, a sentir y gustar «la suavidad y dulzura de la divinidad» aunque la utopía del reino sólo la percibamos en fases muy germinales. La siembra y el cultivo de la planta que crece lentamente, la lucha contra las plagas y las malas hierbas que amenazan el crecimiento, nos llenan de sentido la cotidianidad cuando ya tenemos dentro de nosotros amado, gustado y asumido, el horizonte que aparece lejos al final de la historia pero que ya va como la verdad germinal de la planta que crece.

Apuntes Ignacianos 52 (enero-abril 2008) 59-89

Contemplar al Dios que se hace historia desde Améríca Latina

En el centro de la familia de Nazaret ya crecía Jesús. La experiencia de Dios que vivió Jesús en Nazaret, la manera como se fue formando en esa familia, es la que necesitamos contemplar nosotros hoy en América Latina, para que vayamos cultivando la novedad de Dios con sabor y encanto en medio de procesos dolorosos, lentos y frágiles. Ya ahora podemos percibir la vida de Dios pasando por el centro de nuestras vidas.

Cuando vivimos el compromiso con los pobres al estilo de Nazaret, desde una experiencia de Dios que trabaja en sus personas, en su cultura y en sus organizaciones, dentro de ellos y en medio de ellos, entonces ya no somos sólo los altavoces cualificados que denuncian con acritud la injusticia de un mundo egoísta, sino que encontramos un lenguaje nuevo para anunciar la buena noticia del evangelio con sabor y con alegría, porque hemos descubierto que la última verdad de lo real no es la miseria ni la destrucción de la vida, sino el compromiso de Dios con nosotros que se mueve fiel y creativo por las situaciones más hundidas y deterioradas asumiéndolas con todo el poder del amor humilde y servicial.

El exceso de lamento y de queja recurrente sólo expresan el dolor de la ruina. La verdad que nos salva, «la vida verdadera»48 se descubre en niveles más hondos, en el abajo y el fuera de la realidad. Necesitamos «bajar al encuentro de Dios», «sentir y gustar internamente»49 su presencia, anunciar su fidelidad de semilla enterrada que resiste la sequía50 y unirnos con sabor a la vida nueva de su reino. Nazaret puede ser para nosotros el icono privilegiado en esta experiencia decisiva.

48 Ejercicios Espirituales 139.

49 Ibíd., 2.

50 Cfr. Salmo 85, 12.

Apuntes Ignacianos 52 (enero-abril 2008) 59-89

Inmaculada Díez de Sollano, S.A.

La contemplación en los Ejercicios Espirituales

Inmaculada Díez de Sollano, S.A. *

He tenido muchas experiencias de Ejercicios Espirituales en mi vida, mías personales, estando cerca de personas en etapas de formación religiosa o acompañando a otras en esta experiencia espiritual. Pero hubo una experiencia que me marcó profundamente respecto al tema de este Simposio.

Estaba haciendo Ejercicios Espirituales en la vida corriente cuando me nombraron delegada al Capítulo General de mi Congregación y formaba parte del equipo que conducía el proceso de revisión y redacción de las nuevas Constituciones. Las contemplaciones de los Ejercicios Espirituales en ese momento eran la Encarnación y el Nacimiento.

Una semana antes de viajar tuve un sueño:

Soñé que iba en un jeep con un sacerdote a un lugar de misión entre los indígenas. Llegamos al poblado y celebramos la Eucaristía. Al terminar, el sacerdote pasó una bandeja para recoger la limosna, subió al jeep y se fue dejándome ahí. Me sentí desconcertada frente a estos hechos. Me vi

* Licenciada en Enseñanza Religiosa del Instituto Católico de París. Diplomado en Medios de Comunicación para la Enseñanza Religiosa del CREC de Lyon, París. Hermana Auxiliadora del Purgatorio.

Apuntes Ignacianos 52 (enero-abril 2008) 106-109

La contemplación en los Ejereicios Espirituales

en medio de las mujeres indígenas, con un rebozo semejante al de ellas. Miré mi rebozo y me dije: «¡Si esto es lo que yo quería!». En ese momento me desperté con estas palabras: «Ve (al Capítulo) como una pobre» «¡Ve como pobre!».

Ese sueño expresó lo que en mi interior había contemplado durante esos días: la Encarnación y el Nacimiento. Jesús, uno de nosotros. Jesús contemplado penetró en lo profundo de mi ser y reafirmó el deseo y la orientación vital: meterme en la entraña de mi pueblo, como una pobre mujer, como una marginada, compartiendo su suerte a la manera de Jesús. Expresaba una manera de ser y de estar durante el Capítulo, pero también en la vida diaria.

En mi sueño iba con el sacerdote, pero éste recogió la plata y me dejó: experimenté el dolor de una iglesia alejada del pueblo –quizá el miedo a verme sola y abandonada– pero también el hondo deseo de ser iglesia de otra manera.

Entre paréntesis, posteriormente recordé imágenes de mi infancia: papá nos compró rebozos y cuando íbamos de vacaciones a un pueblo, nos sentábamos en el suelo del templo, entre las mujeres indígenas. Sin ser consciente de ello, las contemplaciones de la Encarnación y del Nacimiento recogieron experiencias profundas olvidadas en la memoria.

Comparto este hecho porque expresa para mí lo que me ha aportado la contemplación en los Ejercicios Espirituales y en la vida. Me ha ayudado a contemplar la presencia de Dios en mi barrio, en las mujeres con las cuales bajo a trabajar, en los papás y mamás que llevan o traen a sus niños a la escuela, en el compartir con la gente las cosas sencillas de la vida. Para mi no hay verdadera contemplación que no penetre en el acontecer diario, no hay contemplación que no haga transparente el barro de las contradicciones y del dolor, de la belleza y de las alegrías de la vida humana.

Sin embargo yo he experimentado también una enorme dificultad para contemplar a ese Dios que acontece en la historia. Por momentos o períodos durante mi vida ha sido un reto para mi fe… y para mi esperanza. Yo he sentido la tentación del ateísmo, de vivir en un mundo sin Dios.

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En momentos de oscuridad lo que parecía tan claro y transparente se vuelve tiniebla. Porque el ejercicio de la contemplación no es nada romántico, nada «simple». Es un ejercicio extraordinario de fe, es regalo, es gracia.

¿Cómo preparar y ayudar al o a la ejercitante a ser contemplativo/a?

La contemplación requiere una ascesis que recentre todas las actividades del ser en un único objetivo: la imagen contemplada

En mi tarea de formadora, en el tiempo de preparación de Ejercicios Espirituales o durante ellos, en primer lugar busco ayudar al o a la ejercitante a que ponga «los pies en la tierra». Sólo desde ahí, desde su propia realidad y de la realidad del mundo en el que vive, puede aprender lo que es la contemplación: hoy como ayer estamos dentro de la misma historia de salvación. La presencia transparente de Dios en el acontecimiento bíblico, vuelve transparente de su presencia la opacidad de lo cotidiano

Es necesaria, además, una pedagogía que le lleve a descubrir y ejercitar los sentidos interiores. Ver, oír, oler, gustar y tocar internamente. En unos Ejercicios Espirituales la insistencia fundamental, desde el inicio, consistió en el ejercicio de esos sentidos interiores: eso nunca lo olvidé y me ayudó grandemente.

La contemplación requiere saber permanecer, saber estar. La contemplación requiere una ascesis que recentre todas las actividades del ser en un único objetivo: la imagen contemplada.

Se necesita una pedagogía que ayude a entrar en los sentimientos de los personajes, ejercitando una verdadera empatía. Este aprendizaje que favorece mucho la contemplación, ayuda mucho en las relaciones diarias.

Una pedagogía que conduzca a descubrir y ejercitar los sentidos espirituales, que ayuden al o a la ejercitante a percibir una presencia, una acción y un sentido, en los acontecimientos bíblicos, sin duda, pero también en los acontecimientos que le toca vivir.

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La contemplación en los Ejereicios Espirituales

La zorra tenía razón cuando le dijo al Principito: «Lo esencial es invisible para los ojos, sólo se ve bien desde el corazón». La contemplación es una escuela de los afectos, una escuela del corazón. En ella es el corazón el que «mira», es el corazón el que escucha, «huele», toca y siente.

Estamos dentro de una cultura de la imagen que puede favorecer el ejercicio de la contemplación. Mientras que muchos de nosotros fuimos formados en una cultura del relato y de la lógica lineal, las generaciones actuales tienen un lenguaje holístico, el lenguaje de la imagen que penetra de golpe, corporalmente. Las contemplaciones que nos ofrecen los Ejercicios Espirituales nos ponen frente a las imágenes y nos invitan a dejarnos «invadir» y penetrar corporalmente por ellas para adquirir un «conocimiento interno» que conduzca al amor y al seguimiento.

A medida que vamos contemplando, el silencio se hace más intenso: sólo la imagen y la honda experiencia permanecen. Ya no hay palabras. Sólo hay presencia.

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Cuatro principios para la contemplación

* l presente texto pretende visualizar los elementos centrales en la dinámica de una contemplación ignaciana. Ellos describen el comportamiento típico de un cristiano durante la oración de contemplación y luego en la vida cotidiana, donde se concretiza lo orado. El punto de consideración inicial es la visión que San Ignacio tiene de este tipo de oración. Él nos ofrece una visión integradora entre Contemplación y Acción. Desde las contemplaciones en los Ejercicios Espirituales, pasando por la Contemplación para Alcanzar Amor, hasta la contemplación en la vida ordinaria, el elemento integrador es la acción del orante en la creación, respecto de sus hermanos y hermanas.

ELos cuatro principios que presentaré aquí están puestos como llaves para develar el fin de toda contemplación ignaciana: confrontarme a mi mismo con la misión de Cristo1. Como tal, la misión de Cristo es en y por el mundo (toda la creación). Ella espera con ansias, la revelación de

* Actualmente estudiante de cuarto año de Teología en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Trabajo apostólico en la Parroquia San Alberto Hurtado, del Barrio El Dorado en Bogotá.

1 «Ignacio presenta un Cristo en movimiento, viajero por sinagogas y villas para predicar el Reino, acudiendo a donde la gente vive y trabaja. Esta identificación contemplativa con Jesús misionero enlaza con la elección de los Ejercicios. En su propio discer-

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Cuatro principios para la contemplación

los hijos de Dios2. Así que detrás de toda contemplación está la creación entera y en ella, mi hermano, el otro. La contemplación, entonces, es un punto de revelación de Dios desde y para el otro, desde y para el prójimo. De hecho, no se puede constatar la autenticidad de la revelación de Dios si no es desde la relación vital con el otro, a esto lo llamamos significación común3

En consecuencia, la contemplación no puede tener aquella imagen, intimista quizá, de ser un encuentro de mi Dios conmigo y de mi mismo con mi Dios personal, como si fuera algo cerrado. No es eso lo que se constata desde la Sagrada Escritura y desde los Ejercicios Espirituales. En otras palabras, queremos ver cómo Dios nos pone al otro en medio de la contemplación, porque ahí se juega el discernimiento, desde ahí se configura cuál es la acción transformadora de Dios en la vida, cuál es su voluntad4 hoy.

Cada uno de estos cuatro principios de la contemplación refleja el modo como Dios se comporta con nosotros y al cual nos ajustamos por

nimiento comunitario, que abocó a la fundación de la Compañía, Ignacio y sus compañeros intuyeron ese enlace como su única vocación, como su carisma: estar con Cristo como servidores de su misión, estar con la gente donde ésta vive y trabaja y lucha, llevar el evangelio a sus vidas y trabajos». Congregación General XXXIV. Decreto 1. Unidos con la Misión de Cristo No. 7, p. 51. Alusión a la Deliberación de 1539, MHSI, Ignaciana s.III, pp. 1-7.

2 Cfr. Rom 8, 19-25.

3 Revelación es la manifestación de Dios por autocomunicación en el individuo, manifestándole lo que él quiere. Eso quiere decir que la Revelación sucede al interior de cada ser humano. Otra cosa es que el espacio en el cual el hombre logra descubrirla, sea en lo que técnicamente se puede llamar una significación común, que en el fondo no es otra cosa que la realidad de la comunidad. La comunidad es el espacio donde el hombre percibe, categorialmente, la Revelación trascendental de Dios en su intimidad. Eso quiere decir que el único objetivo de la Revelación es la voluntad de Dios sobre el hombre. Dios no revela sino eso. GUSTAVO BAENA, S.J., Dimensión Bíblica del Principio y Fundamento: Apuntes Ignacianos 43 (Enero-Abril 2005) 13.

4 Voluntad de Dios es el acto creador continuo. Buscar la voluntad de Dios es percibir la orientación de ese acto ahora, cuando está creando. Dios no nos está creando ayer ni mañana, sino hoy. Lo que se pretende averiguar en los Ejercicios Espirituales es lo que quiere Dios hoy. La manera como san Ignacio logra esto es permitiendo que el ejercitante se encuentre con Dios mismo, tal como lo propone en la Anotación 15. Ibíd., p. 20-21.

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la integración con Cristo5. Cada uno de ellos es fruto de la acción del Espíritu del Resucitado en nosotros, mas no de los actos de nuestra fuerza de voluntad.

Generosidad

Siempre se dijo que la contemplación era un observar atento, un esperar, un abrirse a la manifestación de Dios a través de la escena compuesta, por el orante, y luego asumida por el Espíritu de Dios como suya. Sin embargo, el orante parece muy pasivo, debería estar atento y concentrado, pero, más que eso, dispuesto generosamente al encuentro con Dios, no llegar con las manos vacías6. La contemplación, como toda oración ignaciana es una comunicación bidireccional entre el amante y su amado7. Por consiguiente, hay que llegar con ofrendas en la mano: Generosidad ante Dios.

Tal vez minusvaloraremos quiénes somos si suponemos que Dios simplemente nos dice: «De ti no quiero otra cosa sino que me escuches». Es verdad, Dios quiere ser escuchado, de hecho, la acogida es una forma muy fina de generosidad: «Habla Señor, que tu siervo escucha»8. A pesar de esto, la escucha del Señor no es suficiente generosidad ante él. Sería simplista suponer que Dios es quien lo hace todo a partir de una apertura incondicional a él, dejarse en él, que Él obre todo en mí… La pasividad ante Dios no es apertura, ciertamente no estamos hablando de lo mismo.

Si caracterizamos la contemplación en el ámbito de la oración ignaciana, debemos recordar que toda oración propuesta por Ignacio implica, o desemboca, en un compromiso activo del orante ante Dios. Así que la contemplación no es un simple ver, mirar lo que hacen, oír, estar ahí, pasivo ante Dios, sino un participar activo y consciente, proyectado desde mi hoy hacia el futuro.

5 A esa integración con Cristo la llamamos propiamente la fe: «Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo quien vive, sino Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí». (Gál 2, 20). De Cristo me viene la capacidad.

6 Cfr. Ejercicios Espirituales 5.

7 Ibíd., 231.

8 1 Sm 3, 9.

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Cuatro principios para la contemplación

La generosidad como disposición del orante es escucha atenta, pero también diálogo y participación; es presencia de Dios, a través de mí, dirigida a mis hermanos(as). El punto de entrada de la contemplación es la generosidad de aquel que se entregó por mí, por nosotros. En esa dinámica debo entrar también yo

Ser generoso ante Dios implica «ver» mi generosidad con mi prójimo. La generosidad no comienza después del examen de la oración. Es un estado continuo en el cristiano, ya que es una manifestación del acto creador CONTINUO de Dios en nosotros9. Sobre la generosidad con el hermano nos puede iluminar el capítulo 15 del Deuteronomio, cuando se refiere al Año de remisión. Lo que se pretende es construir la igualdad efectiva entre hermanos:

Y no habrá menesteroso entre vosotros, ya que el Señor de cierto te bendecirá en la tierra que el Señor tu Dios te da por heredad para poseerla, si sólo escuchas fielmente la voz del SEÑOR tu Dios, para guardar cuidadosamente todo este mandamiento que te ordeno hoy. (…) Si hay un menesteroso contigo, uno de tus hermanos, en cualquiera de tus ciudades en la tierra que el Señor tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás libremente tu mano, y con generosidad le prestarás lo que le haga falta para cubrir sus necesidades. (…) Con generosidad le darás, y no te dolerá el corazón cuando le des, ya que el Señor tu Dios te bendecirá por esto en todo tu trabajo y en todo lo que emprendas. Porque nunca faltarán pobres en tu tierra; por eso te ordeno, diciendo: «Con generosidad abrirás tu mano a tu hermano, al necesitado y al pobre en tu tierra. Si un hermano tuyo, hebreo o hebrea, te es vendido, te servirá por seis años, pero al séptimo año lo pondrás en libertad. Y cuando lo libertes, no lo enviarás con las manos vacías. (…) Y te acordarás que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que el SEÑOR tu Dios te redimió; por eso te ordeno esto hoy10

En el versículo 5 se habla de escuchar la voz de Dios; precisamente escuchar el mandato del Señor, nada menos que el de la generosidad: Dale a tu hermano de todo lo que Dios te ha dado y te sigue dando; trata a

9 Cfr. GUSTAVO BAENA , S.J., Op. cit., p. 20.

10 Dt 15, 4-15.

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tu hermano igual que a ti mismo. Así como Dios te ha sacado de tu Egipto, sácalo a él del suyo. La actitud del generoso es la de la viuda que dio todo lo que tenía para vivir11. La generosidad sólo surge de amor total: «Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha»12 .

Para puntualizar el tema de la generosidad –un eje de toda la Biblia– lo importante aquí es saber que la primera disposición de apertura a Dios en la contemplación, es la de la generosidad ante Él, darle a Dios todo lo que tengo para vivir, para que Él me vaya haciendo cada vez, más generoso con mi hermano. En esto nos identificamos con Cristo generoso, en su sacrificio por los demás13 .

Mi encuentro íntimo con Dios pasa a través de y me lleva a un encuentro íntimo con mi hermano. Y ante el hermano, lo primero será la generosidad: Saber acogerlo, saber darle la vida mía.

Igualdad

El segundo principio es el de la Igualdad de Dios con nosotros. Al afirmar esto no queremos decir que Él se «rebajó a nuestra condición humana», y que «aunque no somos nada Él nos rescata porque es muy bueno», ciertamente no se trata de eso. De hecho, no hubo un momento de caída de Dios hacia nosotros, ni de salto de nosotros hacia Él. Lo que hubo en Jesucristo fue una diafanidad acerca del modo como Dios crea al ser Humano, a saber, por habitación de Él en nosotros14. Dios siempre ha actuado con nosotros de la misma manera, aunque no seamos plenamente concientes de ello.

Entrar en contemplación es interactuar con un igual a mi, aunque parezca arrogante o chocante ponerse ante Dios en igualdad. En efecto, quien propone la contemplación así no somos nosotros, desde nuestra

11 Cfr. Lc 21, 2-4.

12 1 Cor 13, 3.

13 Cfr. Flp 2, 5-11.

14 El modo de proceder de Dios al crear el hombre, tal como se nos revela en la Encarnación, (Cfr. Concilio Vat. II, G.S. n. 22) consiste en trascenderse a sí mismo en

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Cuatro principios para la contemplación

fuerza de voluntad, sino Dios mismo desde su condición creadora. Lo que hace singular esta relación en igualdad son los motores que la impulsan: la inferioridad y la indefensión.

La inferioridad significa que nuestro «Dios igual» aparece ante nosotros como si estuviera un escalón más abajo, en el nivel donde están los que sufren, los olvidados, los marginados y oprimidos del mundo, aquellos que yo dejo sufrir en soledad, que ignoro y de cuyo sufrimiento muchas veces soy cómplice. Nuestro «Dios igual» considera a los otros como mejores a sí mismo15, se iguala desde abajo, haciéndome bajar para que me una con los sencillos, de otra manera no es posible la contemplación. Es preciso, entonces, hacerse pequeño, como niño. Ellos son los mayores en el Reino de los Cielos. Así que «Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos»16

Lucas expresa la alegría de Jesús ante los que se dejan cambiar por Él, los que por la presencia del resucitado se hacen niños. A ellos les es permitido contemplar:

En aquella misma hora El se alegró mucho en el Espíritu Santo, y dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios y a inteligentes, y las revelaste a niños. Sí, Padre, porque así fue de tu agrado. Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Y volviéndose hacia los discípulos, les dijo aparte: Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis17 .

el hombre, dándose gratuitamente a él, habitando en él por su Espíritu y haciendo comunidad con él, al compartir la vida divina con él. De allí que el hombre sea tanto más hombre, como especial creatura de Dios, en cuanto sea una imagen, cada vez más clara, de Dios; es decir, en cuanto que el mismo hombre se trascienda en sus hermanos, dándose gratuitamente a ellos y haciendo comunidad con ellos. Esto es fundamentalmente, hacer comunidad o koinonía. GUSTAVO BAENA, S.J. El Pueblo De Dios En La Revelación. Breve Síntesis de Teología de la Biblia. Material de Clase. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Teología. p. 51.

15 Flp 2, 3. 16 Mt 18, 4. 17 Lc 10, 21-23.

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Una vez más detrás de la contemplación está el otro, el prójimo, mi hermano (igual a mí) que está abajo. Para darme a él debo descender hacia él, hacerme como él. Cabe a mí cumplir la promesa de Jesús y hacer que mi hermano, último para los demás, sea el primero para mí:

Ustedes no se dejen llamar 'Rabbí', porque uno solo es su Maestro; y ustedes son todos hermanos. Ni llamen a nadie 'Padre' suyo en la tierra, porque uno solo es su Padre: el del cielo. Ni tampoco se dejen llamar 'instructores', porque uno solo es su instructor: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor18 .

Llegar a contemplar a Jesús en mí es llegar a reconocer sus comportamientos en los míos, ajustarme a su modo de proceder, llegar a sentir con sus sentimientos19 La inferioridad de Dios nos cambia la contemplación; ya no será tan sencillo como sentarme a tomar café con Jesús porque «el es mi amigo» igual a mí, sino agacharme donde Él se encuentra.

El segundo motor de la Igualdad está estrechamente relacionado con el de la inferioridad; es la indefensión. Quien entra en contemplación entra desarmado, sin hacer violencia de ninguna clase, ante si mismo, ante Dios y ante el otro. Muy posiblemente el desarrollo de la contemplación puede ser para mí algo duro, doloroso, inaceptable, etc. Dios sabe cómo. Sea como sea, habré de recordar el modo como procedía Jesús, sin hacer violencia, sin defenderse, aún «teniendo la razón». Porque precisamente esa razón es la que queremos acallar en la contemplación. Indefensión es poner la otra mejilla ante mis intereses egoístas, a mis racionalizaciones justificadoras; a todo el que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa Y cualquiera que te obligue a ir una milla, ve con él dos20

En este proceso de acallar mi razón y dejarme vencer, me voy identificando con Cristo indefenso, que «como oveja fue llevado al matadero; y como cordero, mudo delante del que lo trasquila, no abrió Él su boca»21 .

18 Mt 23, 8-11.

19 Cfr. Flp 2, 3.

20 Mt 5, 40-41.

21 Hch 8, 32.

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Muchas veces espero de la contemplación algo siempre gozoso, Dios conmigo en diálogo, como si yo dictará «la agenda de la oración». Pero cuando no sucede así, hago violencia, y sin advertirlo me pongo por encima de Dios mismo. Muy oportunamente San Ignacio advierte, en la anotación décima, sobre las tentaciones bajo la apariencia de bien propias de Segunda Semana: Porque, comúnmente, el enemigo de nuestra natura humana tienta más debajo de especie de bien cuando la persona se ejercita en la vida iluminativa, que corresponde a los ejercicios de segunda semana…22

No hacer violencia, no defenderse, es dejarse cuidar por Dios mismo, no poner mi seguridad en mi mismo. Es ver que Él, de su parte, también entra ante mí indefenso, como niño, esperando que yo lo cuide, porque ahora somos iguales.

La consecuencia de esta igualación con Cristo indefenso, aplaca la razón y me deja permeable a la voz de Dios. En la vida cotidiana esto se traducirá en una actitud de apertura y de no resistencia ante el otro. Lo que se nos viene a revelar detrás de la verdadera contemplación es un Dios indefenso que nos iguala haciéndonos indefensos; es decir, uno ante el hermano, disponible para cuidarlo y para dejarse cuidar por él.

Transparancia

Para muchos la transparencia es algo obvio. Si estamos ante Dios, a él no le podemos ocultar nada, todo lo ve, todo lo oye, todo lo sabe, caso cerrado. Nuevamente corremos el riesgo de poner la contemplación como un momento intimista donde Dios no sabe de nadie más que de mi mismo y yo no oigo ninguna otra voz que la de Dios en mí; el mundo externo desaparece durante el tiempo de la oración. Pero no puede ser así.

Por la transparencia, o diafanidad, Dios y mi hermano toman el mismo rostro. Mi hermano será rostro de Dios para mí, y yo deberé llegar a ser para él, la imagen visible del Dios invisible (Col 1, 15), o sea, yo siendo Cristo para mi hermano23. De esta disposición depende la respues-

22 Ejercicios Espirituales 10.

23 Cfr. GUSTAVO BAENA, S.J. El Pueblo De Dios En La Revelación...

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ta real a la petición de segunda semana: El conocimiento interno del Señor «Interno» no significa privado o exclusivo, sino «en función de los demás».

En otras palabras, podría decirse que la transparencia ante Dios tiene dos caras visibles: la transparencia consigo mismo y la transparencia ante mi hermano. Entrar en contemplación desde la transparencia es ponerle a Dios mis disposiciones relacionales acerca de mi hermano y dejar que su Espíritu las limpie y las vitalice. De hecho, si a la hora del examen de la oración no resulta nada, sólo confusión, esa desolación, ciertamente viene de una falta de transparencia mía. Es decir, hubo búsquedas de intereses o de egoísmos que opacaron u oscurecieron la contemplación, me busqué a mi mismo y olvide a mi hermano. La contemplación la alcanzan «los limpios de corazón, pues ellos verán a Dios»24 .

Entrar en contemplación desde la transparencia es ponerle a Dios mis disposiciones relacionales acerca de mi hermano y dejar que su Espíritu las limpie y las vitalice

La transparencia puede ser la disposición más difícil de alcanzar, o la más fácil; todo depende de qué tanto me cueste abandonar mis justificaciones racionales y mis intereses personales, o mejor, qué tanto yo deje a Jesús resucitado obrar en mí ese abandono. Si con la generosidad puse todo lo que tengo como don mío ante Dios, en la transparencia dejaré que Dios obre en ello con absoluta libertad; como el hombre que «echa semilla en la tierra (generosidad), y se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe»25, pero no opone resistencia, la deja crecer y no sale a decir que fue por su propio trabajo que ella germinó.

En la contemplación me encuentro cara a cara con Jesús crucificado y resucitado que es la Palabra de Dios, por ella puedo ser transpa-

24 Mt 5, 8.

25 Mc 4, 26-27.

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Cuatro principios para la contemplación

rente; o sea, puedo ver a mi hermano y develarme ante él. Ella tiene el poder de hacerme transparente porque es viva y eficaz, (ella lo penetra todo) y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta26

En la primera carta de Juan la transparencia se da en la relación con el hermano. Ahí se insiste en que al conocimiento de Dios se accede por Jesucristo y que esto sólo es posible por el amor entre hermanos. Es decir, la contemplación es un amar a Dios desde mi hermano. La visión del hermano en mi contemplación supone que yo me revele a él, que me quiera transparentar ante él: diafanidad ante él.

Si al contemplar accedemos al conocimiento interno de Cristo, veremos que según Juan, ese conocimiento no se realiza en otro lugar sino en mi hermano. Sólo quien ama a su hermano puede contemplar (conocer) a Dios:

Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros. En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. (para contemplar) […] Nosotros amamos, porque El nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, (Contemplación) no puede amar a Dios a quien no ha visto. (Contemplación) Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano27

26 Heb 4, 12-13.

27 1 Jn 4, 7-21.

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La transparencia significa llegar en generosidad ante Dios, pero sin aferrarse al don que se le está ofreciendo. Sólo mi hermano, el tercer actor en mi contemplación, será el destinatario de los frutos de ella. Por tanto, cuanto más transparente sea yo en la contemplación, con más diafanidad mi hermano verá el Rostro de Dios a través de mí, a través de mis actos de misericordia con él. Al mismo tiempo, de el verso 20 podemos inferir que en la esencia de la contemplación está el ver a Dios en el rostro del hermano.

La transparencia permite que la acción de Dios llegue sin ambigüedades ni opacidades a mi hermano menesteroso. O sea, soy yo mismo muriendo a mis intereses, por la acción de Dios que me transforma en acto de donación.

Buen Humor

El cuarto elemento de esta presentación es el buen humor. Éste resulta muy extraño para muchos, porque suele asociarse con falta de seriedad o de concentración. ¿Qué relevancia podría tener entonces el buen humor en la contemplación?

El asunto se puede abordar desde una constatación muy frecuente entre muchos de nosotros que con la boca decimos que Jesucristo es el Salvador, el Dios con nosotros, el liberador, etc. Pero con los gestos y comportamientos parecemos expresar todo lo contrario: no tenemos cara de salvados, no estamos seguros ni de su presencia ni de su venida. Mientras que el que confía sonríe porque está seguro. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor 28. El buen humor sería el mecanismo para translucir la inundación interna de Cristo en nosotros.

Hay dos matices del buen humor que se destacan. El primero es la alegría que produce Dios cuando actúa en el hombre; y el segundo es la sencillez con que se comunica la experiencia de Dios en medio de las complejidades de la vida cotidiana.

28 Ibíd., 4, 18.

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Cuatro principios para la contemplación

En primer lugar, la alegría es fruto de una experiencia de Dios, la cual quiero reproducir con el prójimo. Quiero tratarlo así como siento que Dios me trata a mí.

En el Antiguo Testamento la alegría va asociada con la reivindicación de la dignidad de las personas en la comunidad. Aquel que tiene su dignidad rescatada sale a hacer lo mismo con el otro, ese es su modo de estar alegre. En el Deuteronomio aparece la alegría como mandato. De hecho resulta extraña una ley que obliga a «estar alegres»:

Y te acordarás de que tú fuiste esclavo en Egipto; […] Durante siete días celebrarás la fiesta de los tabernáculos, cuando hayas recogido el producto de tu era y de tu lagar. Y te alegrarás en tu fiesta, tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva, el levita y el forastero, el huérfano y la viuda que están en medio de ti. Siete días celebrarás fiesta al Señor tu Dios en el lugar que Él escoja; porque el Señor tu Dios te bendecirá en todos tus productos y en toda la obra de tus manos; por tanto, estarás verdaderamente alegre29

La alegría por lo que Dios me ha concedido se comparte con los débiles y pequeños. El mandato es estar alegre con ellos y por ellos, no simplemente por los dones materiales, sino porque hay hermanos con quien compartirlos.

La alegría es fruto de una experiencia de Dios, la cual quiero reproducir con el prójimo

En el Nuevo Testamento la alegría va de la mano con la lucha por la justicia y la reivindicación de los débiles, basta citar las bienaventuranzas de Mateo. Los felices son los que procuran la paz; aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia; los que son insultados, perseguidos y calumniados por causa del Señor 30. El buen humor es efecto de la profunda experiencia del crucificado, por eso es duradero y plenificante; nos hace ser sal de la tierra y luz del mundo31 .

29 Dt 16, 12-15.

30 Mt 5, 9-11.

31 Ibíd., 13-14.

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En segundo lugar, junto con la alegría, el buen humor es sencillez de corazón, para saber comunicar aquello que se ha hecho vida en nosotros: el Reino. Jesús se comunica desde la sencillez, basta ver los simples que son sus parábolas. En ellas la marca de la presencia del Reino es la sencillez de expresión y la alegría que se produce cuando el hombre toma conciencia del actuar de Dios en su vida:

El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo32 .

…y cuando [el hombre] llega a su casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: «Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido». Cuando [la mujer] la encuentra, reúne a las amigas y vecinas, diciendo: «Alegraos conmigo porque he hallado la moneda que había perdido». (…) convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado33 .

En adelante la alegría y sencillez de vida es la marca de los cristianos. Se aman los unos a los otros y no tienen que esforzarse para hacerlo:

Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo34

Ya en esta lectura se ve un momento típico del acontecer sencillo del resucitado en la vida cristiana, a saber, en las comidas. Es llamativa la relevancia de las comidas en el ministerio de Jesús (en casa de fariseos, en casa de sus amigos, en Canaán, con sus discípulos, en las apariciones del resucitado, etc.)

La experiencia cristiana de sencillez se vive especialmente en las comidas, ellas son marca clara del buen humor. De esto el mejor ejemplo es la Navidad. La alegría de la venida de Jesús a nuestra vida se

32 Mt 13, 44. 33 Lc 15,6.9.32. 34 Hch 2, 46-47.

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expresa con mucha comida, natilla, buñuelos, tamales, pavo, lechona, dulces, postres, chocolate, etc. Todo con el referente infantil de la alegría, los aguinaldos, la sencillez de los villancicos, la novena, los gozos, las panderetas, las lucecitas de colores, las guirnaldas y el pesebre. Navidad es buen humor a flor de piel.

Con todo, el buen humor solemos dejarlo de lado porque no parece compaginar con la realidad de sufrimiento, en especial en Colombia. Ciertamente no podemos decir que es tiempo de reír… Pero no estamos hablando de reír solamente, ni de reír sin sentido, los cristianos estamos hablando de poner la alegría de Cristo en las cosas que vivimos, en la vida cotidiana. De hecho, en las bienaventuranzas de Lucas, a diferencia de las de Mateo, se pone la felicidad no en los que luchan por la justicia, sino en los que padecen la injusticia del mundo:

Jesús miró a sus discípulos, y les dijo: Felices ustedes los pobres, pues de ustedes es el reino de Dios. Felices ustedes los que ahora tienen hambre, pues quedarán satisfechos. Felices ustedes los que ahora lloran, pues después reirán35

Jesucristo es nuestro buen humor, en Él reposa nuestra alegría y sencillez de vida:

Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros, y en mi carne, completando lo que falta de las aflicciones de Cristo, hago mi parte por su cuerpo, que es la iglesia36

El buen humor ayuda a comunicar la plenitud de la presencia de Dios, en todo momento, en especial en los momentos duros y amargos. A los filipenses, Pablo les escribe desde la prisión. Sin embargo, les llama una y otra vez, a la alegría. Sólo le importa la fidelidad a Dios Padre en Cristo crucificado. La prisión para Pablo no es sacrificio frente al sacrificio y ofrenda de fe de los Filipenses, o sea la fidelidad de ellos a Cristo. Por eso Pablo se llena de alegría y espera que ellos también vivan en la misma alegría compartida37 .

35 Lc 6, 20-21.

36 Col 1, 24.

37 Cfr. Flp 2, 17-18.

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San Ignacio, al pedir que se salve la proposición del prójimo, comienza los ejercicios con muy buen humor. Para un hombre de hoy, impregnado de individualismo, nada raro que aquello de salvar la proposición de prójimo suene a una mayúscula estupidez, un chiste mal contado. ¿Por qué un hombre medianamente sensato habría de salvar, de entrada, la proposición del otro? Sin embargo, para nosotros, aquel es el modo de proceder típico de aquellos que se han «ajustado»38 al modo de proceder de Jesús.

Esto es buen humor por dos razones. Primero, porque salvar la proposición del prójimo implica una confianza muy grande en que Dios acontece en el otro y que su revelación en mí se confirma en la relación con el otro; y segundo, porque esta revelación no es posible sino desde una gran familiaridad con Dios (filiación) y con el hermano (fraternidad). Esa familiaridad es el Buen humor del que estamos hablando.

El buen humor no es otra cosa más que la presencia del resucitado en la vida nuestra39; es un carisma40, o sea, la persona que traduce su saturación interna de Dios en signos externos (cotidianos) de alegría. Ella rompe la tensión de la vida y vencer el miedo porque aquel que nos da la alegría es aquel que también nos fortalece; de él, de su amor, nunca nos podrán separar, aunque por su causa seamos puestos a muerte todo el día. ¿Quién nos separará del amor de Cristo?41 .

El buen humor es la alegría de Jesús puesta, de la forma más sencilla, en los hechos de la vida cotidiana. La experiencia de Dios se comunica a mayor intensidad desde los elementos cotidianos más sencillos como el cariño y la ternura:

38 Esta expresión lleva el matiz de la justificación en Jesucristo. El justo. Quien se ha integrado con Cristo, se comporta como él; es decir se ha «ajustado» al comportamiento de Jesucristo.

39 Cfr. Jn 15, 11.

40 Las personas como Carismas (Cfr. 1 Cor 12, 4-11): «En la comunidad cada uno de los miembros es revelación o testimonio del poder del Espíritu Santo por la entrega de sí mismo al servicio de los demás miembros con todo lo que es, puede, tiene y conoce. Si lo que pretende la comunidad es la edificación de sus miembros como cuerpo del Resucitado, ello quiere decir que los carismas son las personas mismas con sus valores salvadores y no sencillamente cualidades de las personas».

41 Cfr. Rom 8, 35-39.

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Estando él todavía lejos, le vio su padre y, enternecido, corrió, se echo a su cuello y le besó efusivamente42

A nivel de la elaboración teológica el buen humor parece haber quedado en segundo plano, ya que no suele ponerse en escritos formales, eso sería un chiste. No obstante, el buen humor acontece en medio de la vida de forma muy fina y sutil, en espontaneidad y gratuidad silenciosas.

Los rostros principales del buen humor son el cariño-ternura y la paz43. Es decir, expresarle al otro el amor de Cristo, con mi cara y con mis gestos, haciéndole saber lo que realmente siento por él (ella). Eso es muy fino, alcanzar el punto exacto es un verdadero don de Dios. Si interactúo con buen humor puedo hacer que el otro se vaya más conciente de que él es más bueno, más bondadoso, mejor persona… En el humor sencillo y cariñoso, antes que en discursos bien fundamentados, se apoyan los primeros pasos de la reconciliación consigo mismo y de la conversión cristiana.

Si al principio mencioné el mandato de la alegría del Deuteronomio, ahora quiero terminar esta parte con uno de los tantos imperativos de Pablo en pro de la alegría:

Alégrense siempre en el Señor. Repito: ¡Alégrense!. Que todos los conozcan a ustedes como personas bondadosas. El Señor está cerca. No se aflijan por nada; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, hagan sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús44 .

42 Lc 15, 20.

43 Sobre las cuatro características principales del buen humor (Lucidez o Libertad Crítica, Aceptación, Ternura y una pizca de locura) se puede conferir el texto JULIO COLOMER, El Hijo os dará la Libertad: Ejercicios Espirituales de Ocho Días, Bilbao 2004. Sin embargo, aquí no se ha enfocado el buen humor como la simple capacidad de hacer reír a los demás, o de hacer apuntes finos y graciosos sobre las situaciones de la vida, sino que se quiere mostrar como un reflejo de la acción del Resucitado en todo cristiano, incluso en aquellos que no tienen el don de hacer reír a otros.

44 Flp 4, 4-7.

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Lo ideal sería que la gente pueda decir de nosotros lo que se afirmaba de Felipe apóstol, que cuando él pasaba «la ciudad se llenaba de alegría»45 .

Conclusión

Las contemplaciones del pecado, de la infancia, del reino, del crucificado, en fin, todas, sólo son accesibles y dan fruto, por la acción del resucitado en nosotros. Sólo cuando Él se nos comunica tenemos respuestas a preguntas como la del final de Primera Semana: ¿Qué he hecho por Cristo, qué hago por Cristo, qué debo hacer por Cristo?

Así, el efecto de la verdadera contemplación es sentir la presencia del resucitado en nosotros (el reino) es decir la justicia, la paz y la alegría que Él nos trae46. Son esos efectos los que yo estoy llamado a multiplicar en el mundo.

Al igual que las narraciones de apariciones en los evangelios, toda contemplación se hace por intermedio y a la luz de Cristo resucitado. Él se nos comunica y nos envía por medio del Espíritu Santo:

Toda contemplación se hace por intermedio y a la luz de Cristo resucitado

Jesús vino y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Entonces los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a vosotros; como el Padre me ha enviado, así también yo os envío. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo47

De modo que toda contemplación es vocacional-misional, Jesús que nos llama y nos hace discípulos. El seguimiento de Cristo es consecuencia ineludible de toda contemplación. El hermano, antes invisible,

45 JULIO COLOMER, El Hijo os dará la Libertad: Ejercicios Espirituales de Ocho Días, Bilbao 2004, 460.

46 Cfr. Rom 14, 17.

47 Jn 20, 1922.

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por efecto de la contemplación ahora se me revela como el rostro de Dios para mí. Hemos de ser fuertes para saber darle respuesta a ese llamadoenvío de Dios, a salir de si en favor del hermano.

La generosidad, la igualdad, la transparencia y el buen humor trascienden el ámbito de la oración íntima y se proyectan en la vida concreta y permanente. Ellas no son disposiciones nacidas de mi buena voluntad, sino de la acogida del resucitado en mi interior, o lo que es lo mismo, de la acción «dinámica» del Espíritu Santo en el Cristiano. Durante la contemplación, ellas parecen desvanecerse entre imágenes y movimientos de personajes, pero nunca desaparecen (porque el acto creador de Dios es continuo); más adelante cobrarán cuerpo cuando yo entre en relación directa con mi hermano, en la vida cotidiana. La manera como proyecte estos cuatro principios en la creación y en mi hermano, será el aval de que mi contemplación fue auténtica. Ahí puedo decir que hubo revelación o experiencia de Dios48 .

En suma, el gran principio de la contemplación es el amor al prójimo:

Ser generoso hasta los tuétanos, construir la igualdad desde abajo, encontrar mi dignidad en la reivindicación del otro, y dejar que él encuentre la suya cuidando de mí. Ser transparente como el amor mismo, que es paciente y bondadoso; sin envidia, ni vanidad, ni arrogancia; que no busca lo suyo, ni se irrita, ni piensa en la venganza; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Sea mi alegría la justicia y la verdad. Y si he de hacerlo por Cristo, con Cristo y en Cristo, que sea con buen humor.

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48 GUSTAVO BAENA, S.J., Dimensión Bíblica

Anexo

LOS CUATRO PRINCIPIOS EN UNA CONTEMPLACIÓN

Visualización en Marcos 10, 17-22

El hombre que tenía muchos bienes

Texto: Marcos 10, 17 – 22

17Cuando salía para seguir su camino, vino uno corriendo, y arrodillándose delante de El,

le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

18Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios.

19Tú sabes los mandamientos «no mates, no cometas adulterio, no hurtes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre»

20Y él le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.

21Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo:

Contemplación

Composición viendo el lugar: La persona busca solamente a Jesús. El prójimo aún no es considerado.

Petición: El hombre que quiere cumplir la voluntad de Dios pero desde sus capacidades y buscando un interés particular.

Diálogo:

Dios es la fuente del bien, ahí se juega su voluntad para nosotros. Al llamarlo bueno (v. 17b), el hombre reconoce que Jesús es Dios.

Jesús entra por el lado que el hombre considera correcto. Cumplir la voluntad de Dios desde la mera voluntad humana.

El hombre se presenta ante Dios: orgulloso, el mismo justificado por sus obras.

Jesús rompe el esquema humano: Jesús inicia la contemplación, nos contempla primero: nos mira, nos ama y nos habla. –Él resucitado

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[mirándolo, lo amó y le dijo:]

Una cosa te falta:

ve y vende cuanto tienes y da [todo] a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

22Pero él, afligido por estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes.

Cuatro principios para la contemplación

hace la contemplación en, con y por nosotros–

Buen Humor: nótese la actitud de Jesús ante el hombre. Pudo juzgarlo y condenarlo de entrada, pero no fue así.

Lo miró, lo amó y le hablo. Es un Jesús buena gente ante un hombre seguro de ser tan bueno como Dios mismo.

Reproducir los cuatro principios en ti como ser humano.

Transparencia: Despojarse de seguridades humanas.

Igualdad y Generosidad: Iguálate con tu hermano pobre [último] desde la generosidad total.

El premio del generoso, es ser generoso por eso; tener un hermano igual a él es el mejor tesoro.

Llega a comportarte como Jesús mismo, el despojado de si (Flp 2, 7)

El buen humor hubiese estado en un comportamiento positivo del hombre al acoger el consejo de Jesús. Pero el resultado es la tristeza por haberse negado a la generosidad que Jesús le inspiraba desde dentro. El hombre no supo contemplar al pobre en su diálogo con Jesús.

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