Correo Uruguayo cuenta n°728
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Diciembre 2023
N° 15
ESTE Periódico Valdense Iglesias Evangélicas Valdenses del Este Uruguayo
Redactor responsable: Oscar Geymonat, Iglesia Valdense en Montevideo - 8 de octubre 3039 - 24879406 / 098644838 - secretaria.ievm@vera.com.uy | Impreso en Tintas del Yi
Debió haber sido la Tierra de Todos Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz Lucas 2: 14 Pero fue en la Tierra de Nadie; apenas un chispazo, una ilusión, un relámpago en medio de la oscuridad.
nacimiento. Bastó un momentito de razón para desnudar el absurdo de esa atrocidad y de las que le siguen.
La Tierra de Nadie se le llamaba en la Primera Guerra Mundial a la zona que separaba las trincheras enemigas. Un breve espacio de paz que nadie habitaba. Ocurrió allí. En la víspera de la Navidad de 1914, a pocos meses de iniciado el conflicto y con la ilusión todavía viva de que duraría poco, se produjo lo que la Historia, y los cientos de relatos que la construyen han llamado “la tregua de Navidad”. Los testimonios dicen que en la frontera de Francia y Bélgica ese 24 de diciembre dejó de oírse el silbido de las balas, el tableteo de las ametralladoras y los gritos distantes en otro idioma. “Recuerdo el silencio”, contó en 2003 uno de los todavía sobrevivientes, “el misterioso sonido del silencio”. “Hubo silencio de muerte esa mañana, a lo largo de la tierra hasta donde alcanzaba la vista. Gritamos ¡Feliz Navidad! aunque nadie se sintió feliz. El silencio terminó en la tarde y la matanza comenzó de nuevo. Fue una paz breve en una guerra terrible.” Los relatos hablan de saludos entre soldados enemigos, algún tabaco compartido o una barra de chocolate que algunos habían recibido por la festividad. Hasta se dice que hubo canto navideño que
desafió la distancia de los idiomas. Apareció una pelota de fútbol, dos, cinco, no importa. Ocurrió lo que no podía ocurrir. Pero fue en la Tierra de Nadie. La guerra vivió otras navidades, la paz no tuvo más chance. Al año siguiente ya no hubo tregua. La guerra necesita enemigos y quienes las construyen necesitan de los destructivos discursos de odio, aumentan el arrojo. El encuentro humano
atenta contra el patriotismo. Los mandos superiores supieron enseguida que no podían darse esos lujos. Aquí y a ellos debía ser la gloria. El silencio de las armas amenaza con dejar oír aquel canto de los ángeles a los pastores: si la gloria es a Dios, su creación vive en paz.
El estruendo de la guerra sigue tapando el anuncio de los ángeles, pero no ha podido silenciarlo. La sociedad de consumo lo ha comercializado, lo ha vuelto un adorno insulso y ha tratado de vaciarlo de contenido, pero para quien quiera oírlo sigue diciendo que nos nacido un salvador que es Cristo el Señor. Las señales son de una humildad que desconcierta: un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. La esperanza vive arrinconada, pero vive. Nace en los lugares imposibles cuando otros se le niegan. Sigue naciendo, seguimos creyendo que cuando la gloria es a Dios, la paz es en la tierra de todos.
Corrió el siglo y vino el otro. La foto en sepia eternizó aquel instante que no tuvo segundo tiempo; Navidad a la que se le prohibió el
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