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DEVOCIONAL
“Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.”. Hechos 13:2-3
Rev. José Soto
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PRINCIPIOS QUE PERDURAN Y TRASCIENDEN (IV)
Un principio fundamental en la obra de Dios es que el Espíritu Santo siga guiando a la iglesia. El Espíritu de Dios, después de la llenura en Pentecostés, empezó a obrar gloriosamente sobre la iglesia.
El Espíritu Santo daba estrategias a Su iglesia, aun los enemigos mismos caían ante el poder de Dios, como aconteció con Saulo de Tarso. Este mismo Saulo qué se iba a imaginar que se convertiría a Cristo. Dios hablando de él, dijo: “instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles y reyes, y de los hijos de Israel” (Hch. 9:15). Saulo se convirtió en un gran predicador.
Saulo, ahora Pablo, empieza a desarrollar un trabajo grandioso. Realiza su primer viaje misionero, llegando a pueblos dentro de las montañas como: Derbe, Listra, Iconio, Panfilia y otras ciudades, sembrando la Palabra en estas ciudades. Predicando, algunas veces, con gran oposición, pero Dios los sacaba adelante, otras veces en peligros de muerte, azotado, tres veces en naufragio en el mar, peligro entre la gente de su nación, peligros entre falsos hermanos, entre falsos maestros; igual que nosotros, haciendo la obra de Dios. Pablo quería cumplir con su misión, y su misión era hasta lo último de la tierra, sus viajes misioneros terminan en el capítulo 21 del libro de los Hechos, ya había llevado la Palabra a Asia menor, gran parte de Israel y Europa. ¡Qué maravilloso ministerio!
Europa sería hasta lo último de la tierra que le tocaba llegar, por lo menos para él, pero donde quiera que fue estableció o plantó iglesias.
Otro principio fundamental en la obra de Dios, y muy importante, como dice el pasaje de Hechos 16:4, leemos:
“Y al pasar por las ciudades, les entregaban las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las guardasen”. Pablo no era un misionero que andaba a lo loco, tenía una cobertura apostólica, era necesario estar bien articulado con la dirección de la obra, quiere ver usted una persona que no cualifica en los verdaderos motivos del por qué sirve a Dios, vea si está bien articulado con toda la obra, vea si entiende que las ordenanzas y direcciones que se le dan las acepta y las cumple; porque no se trata de cantar muy lindo, ni de saltar aquí o allá, ni de ir y a predicar por allá, lo importante es estar sujeto, porque si no hay sujeción no se está en la voluntad de Dios. Lea los principios fundamentales tanto en Tito como en Timoteo de un hombre de Dios, lea ese perfil allí y encontrara si una persona cualifica o no. Pablo llevó el Evangelio hasta Roma y lo predicó ante reyes y no se avergonzó. Estaba encadenado ante Agripa, fue llevado ante él porque tenía curiosidad de oírlo. Pablo le entregó un mensaje poderoso, y Agripa se sintió estremecido, y le dijo: “Por poco me persuades a ser cristiano” (Hch. 26:28). Le respondió el gran paladín: “¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!” (Hch. 26:29). Que glorioso mensaje que no supo aprovechar aquel vil pecador. Pablo cumplió. Y como él dijo en una ocasión: “No fui rebelde a la visión celestial” (Hch. 26:19). Y antes de morir dijo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor…” (2 Tim. 4:7-8).
Querido compañero, el que lo ha llamado a usted y a mí a esta labor, nos tuvo por fieles poniéndonos en el ministerio, esta obra es de Dios. Y Dios salvo a uno aquí y se lo llevó a África y allá abrió una obra poderosa, y salvo otro aquí y se lo llevó a la India, en Asia, y así sucesivamente.
Hermanos, le estamos arrebatando las almas al diablo y las estamos trayendo como botín al reino de la luz. Amado hermano, usted es parte de eso; querido compañero, usted es parte de este esfuerzo; cada uno con su ministerio, con su ofrenda, con su sujeción a los principios de la Palabra, sin cambiar la doctrina. Estamos ya en más de 75 países y territorios. Y todo esto para la gloria de Dios. ¡Alabado sea el Señor!
