
7 minute read
LITERATURA
Publicado en español en 1971, el libro refleja el pensamiento del teólogo Dietrich Bonhoeffer, líder del cristianismo germano durante la Segunda Guerra Mundial, quien se opuso al temido régimen nazi liderado por Adolf Hitler. ¿QUIÉN ES Y QUIÉN FUE JESUCRISTO? SU HISTORIA Y SU MISTERIO
El libro “¿Quién es y quién fue Jesucristo?
Advertisement
Su historia y su misterio” es un llamado de atención respecto al núcleo central de la teología evangélica: Jesús de Nazaret. Publicado en español en 1971 por Ediciones Ariel, refleja el pensamiento del teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, líder del cristianismo germano durante la Segunda Guerra Mundial, quien se opuso con firmeza y valentía al régimen nazi liderado por Adolf Hitler.
El Cristo presente, del que hasta ahora hemos hablado, es el Cristo histórico. Pero este Cristo histórico es Jesús de Nazaret, el histórico. Si no lo fuera, tendríamos que decir con Pablo que nuestra fe es vana e ilusoria, y despojaríamos así a la Iglesia de su substancia. Hemos de entender que separar del Cristo presente el así llamado Jesús histórico, o viceversa, es una ficción. La teología liberal trató de establecer una separación entre el Jesús de los evangelios sinópticos y el Cristo paulino, pero su intento constituyó un fracaso tanto dogmático como histórico. Dogmático, porque si fuera posible separar a Jesús de Cristo, la proclamación de la Iglesia sería entonces una mera ilusión. Histórico, porque podemos considerar a la teología liberal decimonónica como una confirmación indirecta, involuntaria y, por eso mismo, aún más enérgica, del prin-
cipio, dogmáticamente establecido, de la inseparabilidad entre Jesús y
Cristo. El logro de la teología liberal fue su propia desintegración. Y este resultado nos deja la vía libre para sentar la afirmación con que iniciamos este capítulo: que Jesús es el Cristo.
ENCUENTRO CON EL HIJO DE DIOS En 1933, el mismo año en que Hitler fue nombrado canciller imperial de Alemania, el siervo Bonhoeffer impartió un curso sobre cristología en la Universidad de Berlín, donde fue profesor asociado, que sirvió de base para la edición póstuma de la obra comentada ahora en este espacio. En sus clases, puso de manifiesto la honda necesidad de un encuentro con el hijo de Dios y habló acerca de la historia y la vida de la Iglesia cristiana. La Biblia empieza precisamente allí donde chocan, vuelven sobre sí y pierden su fuerza en espuma las olas más apasionadas de nuestro pensar. Apenas hemos columbrado por un instante su primera palabra, y ya se desencadena nuevamente el oleaje ocultándonos esta primera palabra con crestas de espuma. Nos irrita a nosotros e irrita al mundo el que la Biblia hable del principio. Porque sobre el principio nada podemos decir nosotros. Donde da comienzo el principio, allí cesa nuestro pensamiento, allí ha topado con el fin. No obstante, el preguntar, el querer preguntar por el principio constituye la más honda pasión de nuestro pensamiento. Y esta pasión es, al fin y al cabo, lo que otorga existencia a toda auténtica pregunta. Sabemos que hemos de estar preguntando permanentemente por el principio, pero sabemos asimismo que nunca en realidad podremos preguntar por él. ¿Por qué no? Porque solo podemos imaginarnos el principio con respecto a algo finito, precisamente como lo que carece de principio.
El compendio de las lecciones brindadas por el exégeta Bonhoeffer en las aulas de la Universidad de Berlín incluye también dos comentarios edificantes: “Creación y caída” y “Tentación”. De acuerdo al teólogo y pastor Eberhard Bethge, amigo del autor, ambos análisis, centrados en la Palabra del Creador, responden a la idea de que la Biblia se debe interpretar como el texto de la Iglesia actuante y militante en la actualidad.


Nos irrita a nosotros e irrita al mundo el que la Biblia hable del principio. Porque sobre el principio nada podemos decir nosotros. Donde da comienzo el principio, allí cesa nuestro pensamiento, allí ha topado con el fin. No obstante, el preguntar, el querer preguntar por el principio constituye la más honda pasión de nuestro pensamiento. Y esta pasión es, al fin y al cabo, lo que otorga existencia a toda auténtica pregunta.
Aun en su descanso, Dios ha de seguir siendo el Creador: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Dios sigue siendo el Creador, pero ahora es el Creador que ha consumado su obra. Y el descanso de Dios lo entendemos nosotros de tal modo que es, a la vez, el descanso de su creación. Su descanso es nuestro descanso (como su libertad es nuestra libertad y su bondad es nuestra bondad).
Descanso, en la Biblia, significa en realidad más que reposo. Significa el descanso que sigue a la consumación. Significa consumación. Significa la paz de Dios en la que el mundo vive. Significa transfiguración. Significa fijar enteramente la mirada en la entidad divina de Dios, en su adoración. Nunca es el descanso de un dios letárgico, sino el descanso del creador. No es un desasirse del mundo, sino la suprema glorificación del mundo que fija su mirada en el Creador. Aun en su descanso, Dios ha de seguir siendo el Creador: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Dios sigue siendo el Creador, pero ahora es el Creador que ha consumado su obra. Y el descanso de Dios lo entendemos nosotros de tal modo que es, a la vez, el descanso de su creación. Su descanso es nuestro descanso (como su libertad es nuestra libertad y su bondad es nuestra bondad).
TEÓLOGO SOBRESALIENTE El texto “¿Quién es y quién fue Jesucristo? Su historia y su misterio”, que muestra al Mesías como centro de la existencia humana y de la historia y eje entre Dios y la naturaleza, nos acerca a la figura del Mesías, al lugar que ocupa el Salvador, al acceso al Cristo histórico, a la cristología crítica y a la cristología positiva. Asimismo, nos ofrece una exégesis teológica de Génesis 1-3 y 4:1. Además, explora las dos historias de la tentación y las tentaciones concretas y el modo de vencerlas.
La prohibición de comer del árbol de la ciencia, la creación de Eva y la serpiente constituyen una serie de acontecimientos que hemos de entender en continuidad y que forman un todo con la agresión al árbol de la vida. Esta serie procede íntegramente de Dios, el Creador, y, no obstante, ahora se halla luchando extrañamente contra Dios en el mismo bando del hombre. La prohibición, que Adán había escuchado como gracia, se convierte ahora en ley que suscita la ira de Dios y del hombre; la mujer, creada como ayuda y apoyo del hombre, se convierte ahora en seducción; la serpiente, una criatura de Dios como tantas otras, se convierte ahora en instrumento del mal. ¿Cómo es ello posible? Esto precisamente no lo contesta la Biblia, en todo caso no lo contesta de forma directa y evidente, sino de un modo indirecto y peculiar.
Teólogo sobresaliente del siglo XX, Dietrich Bonhoeffer, quien nació el 4 de febrero de 1906, dejó un legado que fue más allá de sus obras escritas y hoy asoma como un ejemplo en tiempos inciertos. Su resistencia contra el nazismo, que se acentuó con su encarcelamiento en un campo de concentración y se transformó en una gesta heroica con su ejecución producida el 9 de abril de 1945, y su gran interés por la doctrina de Jesucristo lo encumbraron en el sitial de un héroe de la fe evangélica.
La tentación de Jesús no es la lucha heroica del hombre contra los poderes del mal, tal como solemos interpretarla. Al igual que nosotros, Jesús ha sido despojado en la tentación de todas sus fuerzas, se ha sentido abandonado por Dios y por los hombres; atenazado de angustia se ha visto víctima de Satanás, y ha caído en la más profunda oscuridad. No le ha quedado otra cosa que la Palabra de Dios, la Palabra salvadora que le sostiene, le conduce, combate y vence por él. En este momento ha comenzado ya la noche de las últimas palabras de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Y esta noche iba a constituir la última y suprema tentación de la carne y el espíritu del Redentor. Pero al asumir Jesús el abandono de Dios y de los hombres, la Palabra y el juicio de Dios se han pronunciado en su favor. Al sucumbir, inerme y desvalido, al poder de Satanás, se ha logrado la reconciliación. Fue, pues, tentado como todos nosotros, pero sin que cometiera pecado.