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DEVOCIONAL
“Amonestando… y enseñando… en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”. Colosenses 1:28-29
Rev. Humberto Henao
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LA AMONESTACIÓN MUTUA (VI)
Hermano, uno que en verdad se ha convertido a Jesucristo nunca se va a sentir bien cuando sabe que tiene un problema con otra persona; y cuando se soluciona esa diferencia uno siente una sensación de alivio. También, debemos entender que un momento dado de nuestra vida, uno puede ser el que amonesta y en otro momento puede ser amonestado. ¿Estaremos preparados, estaremos listos? ¿Cuál sería la actitud adecuada de una persona que es amonestada? La Escritura, en 1 Corintios 4:14, nos dice: “No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados”. El que amonesta lo hace con una actitud muy pacífica, muy tranquila.
Y en Colosenses 1:28 y 29, nos dice: “Amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia (operación) de él, la cual actúa poderosamente en mí”. Cuando alguien le amonesta lo hace para mejorar algún aspecto de su conducta, alguna área de su vida, que a veces uno ni se da cuenta. En 2 de Timoteo 2:25, dice “que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad”. Todo esto es para ser perfeccionados, para ser mejores.
La relación entre creyentes hay que mantenerla, y cues-
ta a veces. En la iglesia uno encuentra creyentes de todas las tallas, de todas las maneras de ser; hasta gente difícil de soportar (1 Pe. 2:18).
Uno tiene que aceptar la amonestación, y saber entender de ese afecto, de esa amonestación. En vez de entrarle una amargura, dígale al Señor: “Gracias, porque usaste alguien para decirme estas verdades”. Hay un adagio, que dice: “Si no tienes un amigo que te diga los defectos que tienes, búscate un enemigo que te haga ese gran favor”.
En cierta ocasión, hace mucho tiempo, un pastor me invitó a su iglesia, yo fui y prediqué. Uno pone toda la carne en el asador, en el púlpito, por decirlo así; y cuando me bajé del altar, ese pastor me dijo: “Usted no salió con nada hoy, se nota que no oró…” Uno necesita a veces que lo aguijoneen para mejorar. Si Dios tiene un plan con usted, la comunión con otros es imprescindible; y si usted se amarga por cualquier cosa, si se hace a un lado, solo porque le amonestaron, entonces, no sirve para el Señor. La amonestación es un medio que Dios usa para probarnos, no solamente para mejorarnos, sino para saber de qué material estamos hecho. La Biblia nos relata, en Marcos 8:31-33, lo siguiente: “Y comenzó –Jesús– a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle. Pero él (Jesús), volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”. Jesús reprendió a Pedro, diciéndole: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Jesús no está aquí atacando a la persona, sino el mal, el problema, aquella influencia satánica, que había dentro de Pedro. Jesús vio que la mente de Pedro estaba influenciada por Satanás, y le habló al problema no a la persona. Que el señor nos ayude a diferenciar entre la persona y el problema.
Hermano, hay que aprender a amonestar y hay que aceptar en su momento la reprensión.
Amado hermano, ¿tiene usted dificultades en perdonar a otros?, ¿no puede amonestar a otros?, ¿tiene dificultades en ser amonestado, le cuesta mucho ser un objeto de una amonestación?, ¿corre el riesgo de afectar su comunión con otro si lo amonesta? En esta hora vamos a pedirle al Señor que nos ayude, porque le va a tocar en algún momento el ser amonestado o el amonestar. ¡Dios nos ayude!
