

Jenny: “We have to trust in each other”.
Drama neo-romántico en tres actos.
Editions Le Provincial
San Juan, Puerto Rico
2018
Drama neo-romántico en tres actos de Roberto Ramos-Perea, está completamente protegido bajo la Ley de Derechos de Autor, en Puerto Rico, Estados Unidos y países con relaciones recíprocas. Queda totalmente prohibida su reproducción por medios mecánicos, electrónicos, digitales, cibernéticos y/ o fotográficos. Los derechos de reproducción, representación profesional, aficionada, estudiantil o universitaria, cine, radio, televisión, vídeo privado, lectura pública, citas más allá de extensión razonable, así como adaptación y traducción a idiomas foráneos, son de absoluta propiedad de su autor y/o su sucesores directos o depositarios autorizados y están sujetos a regalías. Para información o petición de derechos debe dirigir correspondencia a Roberto Ramos-Perea.
Correo electrónico: ramosperea@gmail.com
Ramos-Perea Roberto; La maestra yanqui Drama neoromántico en tres actos San Juan de Puerto Rico: Editions Le Provincial, 2018. 90 p.
qPrimera Edición: LA MAESTRA YANQUI. 2018. 100 ejemplares. (Antes de la representación.)
Segunda Edición: LA MAESTRA YANQUI. 2018. 500 ejemplares. (Luego de la representación.)
© Roberto Ramos-Perea. 2018
Derechos Reservados conforme a la ley, registrados en la Oficina de Copyright. Biblioteca del Congreso. EU. Washington.DC.
Portada: Ludovic Bertrand. Dijon, France
Sobre un arte gráfico original de HAROLD JESSURUN. Instituto Alejandro Tapia y Rivera/Editions Le Provincial San Juan, Puerto Rico. 2018.
“Lo mejor para esta Isla es que todo lo español sea totalmente cambiado. Las formas de Gobierno, el Derecho, los tribunales, los métodos españoles de tributación, las costumbres. Y espero que también el idioma español sea cosa del pasado en esta Isla”.
Philip C. Hannah Cónsul de Estados Unidos en Puerto Rico. 25 de noviembre de 1898
Maldito sea el Dios de los dichosos, Al que elevamos míseros acentos, Del hambre horrible en los eternos días Y en las heladas noches del invierno: En vano en su piedad la fe pusimos; Él nos vendió, burlados: pobres necios!
Heinrich Heine
“¡Pues lo hice, porque sí!”
Julia Keleher, Secretaria de Educación de PR. 2018
Para Clarita. Yo sí hubiera huido. Y sé que me hubieras esperado bajo el palmar, desnuda y fresca, como el amanecer.
¡ Y un flotar silencioso de cosas destruidas... ! Clara Lair
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La maestra yanqui de Roberto Ramos-Perea se estrenó el 18 de octubre de 2018 en el Teatro Francisco Arriví como obra de cierre del 40 Festival de Teatro del Ateneo Puertorriqueño en una producción del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño, bajo la dirección del autor y la actuación del Primer Actor Ernesto Concepción y el auspicio del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Contó con el siguiente reparto –en orden de aparición- y ficha técnica:
Myrnelis Flores Rosa y Yashay M. Pérez Román …... Clarita Negrón
Claudia Sevilla Cotto……………….. Petrita Albizu
Shenys González………………………… Candelita
Tiffanny Rodríguez Cruz …… Finí Cybele Delgado………………………………… Clementina
Basilia Encarnación………
Isolina
Belkis Colón González………………….………… Teresita
Roberto Ramos-Perea............................. Prof. David Arcaya
Ernesto Concepción…………………….………… Prof. Arturo Mora
Caroline Vanessa Alicea…………………… Prof. Jenny Anderson
Steven Rivera ……………………………….… Raulito
Carlos Mercado …………………………..…. Miguel
Escenografía: Wanda Nieves
Realización de Escenografía: CADAP
Utilería: Jefa de División. María C. Muñiz. Vestuario: Ana María Marrero Sicardo, María C. Muñiz
Publicidad: José “Chema” Urrutia, Nitziel Díaz, Millie Rivera. Iluminación: Jesús Aguad.
Gerentes de Sala: Javier Rivera Pastrana. Regidor de Escena: Mariíta.
Producción Ejecutiva: Ana María Marrero Sicardo.
Asistente de Dirección: Sonia Rodríguez Otero. Música Original: Hugo Sebastián.
Co Dirección Actoral: Ernesto Concepción
Producción General del Ateneo Puertorriqueño y su CONSERVATORIO DE ARTE DRAMÁTICO - CADAP
Puesta en escena y Dirección General…..Roberto Ramos-Perea.
Jenny: Hace seis años que llegaron nuestros barcos a salvarlos y estas niñas no saben una palabra de inglés.
Clarita: ¿Cuando estaré yo grande para recibir tus versos, si ya recibí tu besos?
Yo tuve una maestra yanqui en mi adolescencia. No recuerdo su nombre, pero recuerdo que era una joven preciosa. Seducía con la suavidad de su palabra, hechizaba con su rubia miradita azul, dulce mirada de mujer necesitada de un abrazo caluroso… y no pocas veces nos hacía confundir su gentil cariño, con alguna sinuosa lubricidad que a mis 15 años yo no podía descifrar, pero que me excitaba el más oscuro y feo de mis instintos. No sé si la odié o a la amé. Sí sé que me enardecía no solo mi sexo, también la voluntad. Era como un elusivo hechizo del que no era capaz de liberarme. Recuerdo que quería que aprendiésemos inglés “no matter what!”. ¿Cómo podía excitarme con aquella bellísima mujer que me obligaba a hablar un idioma que no era el de mi alma? Y era una mujer bella, ¡bellísima!.... ¡pero sin poesía!
¡Años hacía!, que ya la había enterrado entre mis más ardorosas fantasías sexuales adolescentes, cuando de pronto la recordé al leer el maravilloso relato autobiográfico EL MAESTRO, de mi adorada poeta Clara Lair.
Ya va para dos años que trabajo afanoso en la biografía y en las Obras Recogidas de esta ménade de nuestra poesía nacional. Durante esos años he sentido con ella, y he revivido las muertas novias de mi alma, inspirado por sus versos lastimeros y vengativos. Clara Lair me sabe a una amiga íntima, cuyas medias palabras excitan, seducen y enamoran al más cándido. Le he dedicado tanto tiempo… porque Clara Lair habla en el idioma de la franqueza emocional; es ruda, inteligente, cínica, con la misma fuerza que puede ser débil, dejada, grácil, decaída y hasta ñoña como dama decimonónica: esa extraña combinación de melancolías, nostalgias y rudezas que hacen de la soledad un paraíso y del sexo soñado una iluminación.
En su relato biográfico EL MAESTRO, Clara cuenta cómo se enamoró “a lo divino” de un joven Maestro que era para ella algo excepcional, pero que la trató muy mal… -desgracia de la poeta, cuyos hombres nunca estuvieron a su altura. Aunque ella jamás revelará el nombre, descubrí que este maestro de sexto grado, vocero del panamericanismo, se llamaba Arturo Vega Morales, y era maestro de Historia y Literatura en la Escuela Normal de Ponce entre los años 1902 a 1905, cuando muere de un ataque cerebral. Maestro republicano, con un cuestionable historial político y laboral, y con una soberana carga de defectos humanos a cual más reprochable de todos. Pero él era poeta y Clarita, -o Mercedita entonces-, le pidió versos.
¡Y él se los dio!, cuando era ya demasiado tarde y el desencuentro le dio a mi amada poeta una lección que nunca olvidó. En su historia, la maestra yanqui es solo una sombra de personaje que obligaba a las niñas a cantar “Porto Rico Americán”.
No sé qué extraño relámpago de inspiración me calcinó cuando escribía sobre este cuento en mi biografía. Leí el inocente cuento una y otra vez y me dije: “¡aquí hay un drama!”. Un drama “neo-romántico” de los que me place escribir. Neo-romanticismo que busca la glorificación del misterioso yo, las formas prohibidas del amor altivo, lo árido del pasado censurado, la incierta penuria del futuro y el símbolo evidente y claro de un contradictorio y terrible presente.
Pero así como descubrí el drama escondido en la veintena de párrafos del breve cuento, aparté de mí las imágenes de Clara Lair y lo invertí todo con algo de arrogancia. Mi drama no tiene nada que ver con el cuento, ni es una adaptación, ni mucho menos una versión de su propuesta literaria. Del cuento de mi Clara solo tomé una perversa inspiración en extremo política y sexual. Por eso digo que el cuento EL MAESTRO, solo inspiró esta obra. Que me perdone mi Clara por saltar al abismo desde su corazón.
Una vez terminado mi drama, la tristeza me abatió por muchos días. Su final me dejaba perplejo y no podía dejar de asociar la trama inventada por mí, con lo que pasa en el país. La actual Secretaria de Educación, es una estadounidense de nombre Julia Beatrice Keleher,
mujer desfachatada, arrogante y bruta que acaba de arruinar todo el sistema de educación pública cerrando más de 200 escuelas, despidiendo cientos de maestros, alterando los currículos aprobados, otorgando contratos fastuosos a los amigos de la dictadura y americanizando nuestra educación a fuerza de dinero.
La resistencia a su debacle ha sido poca. Nuestra oposición está en extremo desorganizada y los líderes magisteriales en pelea unos con otros en medio de sangrientas contradicciones. Vivimos una de las peores dictaduras “democráticas” de nuestra historia y ya el lenguaje cotidiano no puede describir su atrocidad. Tenemos pues, que recurrir al metafórico. Y aunque esto no evitará que nos siga asesinando, al menos explica en el cruel devenir del pasado hacia el futuro, la indolencia colonizada que siempre nos abate a la hora de luchar contra la adversidad.
Por más de un siglo, el sistema educativo ha sido una de las primeras víctimas del salvajismo colonial. El violento desmontar de nuestra herencia criolla e hispana, la prohibición de nuestras idiosincráticas expresiones y costumbres, la imposición del inglés como idioma oficial del estado, el vociferado desprecio por nuestra cultura y la torrencial avalancha de crímenes burocráticos practicados contra maestros, estudiantes, personal no docente, y jubilados del sistema público, no han tenido descanso, ni lo tendrán.
Solo tenemos la Historia. Cuyas heridas estamos obligados a dejar sangrar de tanto en tanto para que no
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olvidemos el dolor de la violencia sobre la cual se ha construido esta Nación nuestra. Violencia que ya cumple demasiado tiempo pintada en nuestros muros.
Desde el primer Comisionado de Instrucción, el notorio Brumbaugh que llegó guillotinando todo lo que fuera raíz hispana, funcionase o no, y seguido el Comisionado Lindsay con su frenética necesidad de americanización “rápida”, nuestro sistema de educación no ha tenido un día de respiro. Lo ultraja la eterna voracidad por los cambios, las reformas, los montajes y desmontajes que solo satisfacen las cuentas bancarias y las gradas de los políticos de turno.
El proceso de transición de nuestro sistema de enseñanza español al estadounidense dejó muchos muertos en el camino. Una de las primeras atrocidades fue despojar de licencias a todos los maestros puertorriqueños en 1901, y propiciar durante la próxima década, una inmigración masiva de maestros de todos los estados de Estados Unidos. Una gran mayoría de ellos no tenía ni título ni licencia para ejercer como maestros. Su único mérito era que podían hablar perfecto inglés y conocer alguna que otra materia que se le reconocía sin mucho examen. Se les pagaba todo, hasta el alojamiento en cabañas en las mismas escuelas y ganaban cuatro veces más que lo que se les pagaba a los nacionales. Muchos de ellos fueron nombrados Inspectores de Escuelas con la misión de desplazar a los principales de escuela españoles y puertorriqueños y asegurarse que los profesores
puertorriqueños que sobrevivieran a la hecatombe, juraran fidelidad al Orden del Imperio.
Esto ocasionó el primer trauma en nuestra conciencia colectiva. Lo “yanqui” siempre sería mejor que lo nacional por virtud de la fuerza del fusil y de la censura. Desdeñada la poesía y el arte por la frugalidad del deporte y el ejercicio, sustituido el sistema racional y dialógico por clases de cómo ser “buenas esposas”, nuestro sistema educativo estadounidense atontó por su contundencia. Muchos no sobrevivieron y desertaron del aula, otros lo resistieron, otros aún reviven un “spanglish” bochornoso, y a pesar de ello, hoy debemos glorificar a aquellos maestros que se negaron a dar clases en inglés aún a costa de sus salarios y sus puestos.
Pero hubo otros que se acomodaron, por las razones más baladíes, -dinero, miedo, culpa, ignorancia- se convirtieron en cómplices entusiastas de aquellas hordas de bárbaros rubios que invadieron nuestros pueblos en los primeros años del siglo XX.
La maestra yanqui es la historia como la investigué en los periódicos y los libros de historia de la educación en Puerto Rico, que son muy pocos. No pretende ser un drama histórico, pero la historia lo sostiene.
A fin de cuentas, el drama sigue siendo la única manera de que la historia sea de todos, y que el teatro sea la única forma de justicia.
ROBERTO
RAMOS-PEREA. Marzo de 2018.
Arturo Mora, joven maestro; de 30 años. Alto y desnutrido. De hondo bigote y sombra de barba. Pelo lacio y fino que cae en pollina sobre negros espejuelos redondos. Chaqueta deslucida y corbata delgada.
Jenny Anderson, joven maestra norteamericana; de 26 años, bellísima mujer, coqueta, delgada y alta, de rubia cabellera que amarra tras de su cabeza como una breve corona. De tez blanquísima de la que resalta el azulajo lúbrico de sus ojos y algunas pícaras pecas. Viste blusa blanca de encajes y su falda de ejercicios.
Clarita, estudiante de ambos. Va a cumplir 15 años y despierta a su madurez con bravura y temeridad.
David Arcaya. El Principal de la Escuela. Rancio sevillano de marcado acento, viejolo, casi 70 años. Bigote y barba descuidada. Muy grueso, vulgarote y malhablado, aún lleva su pequeña coleta de caballo como reminiscencia de su juventud romántica.
Candelita, Clementina, Finí, Petra, Isolina y Teresita. Sus seis amigas, entre 14 y 16 años, de variados tonos de piel, de turgencia y mentalidad.
Lugar: Ponce, Puerto Rico. En la Escuela Normal. Tiempo: Otoño de 1904.
ARTURO: ¡Claro que los países tienen alma!
CLARITA: No me gusta la Americana esa, que no se meta contigo.
de Roberto Ramos-Perea
El salón de clase con bancos rústicos, silla y escritorio del Maestro con un globo terráqueo sobre él, libros y demás necesidades escolares.
Pizarra negra que en la parte superior se escribe “Profesor Arturo Mora. Agosto de 1904”.
Una bandera estadounidense en una esquina.
Un breve balcón separa el salón de clase del patio de juegos, en el que hay un frondoso flamboyán.
I
Se escucha un “berceuce” en una guitarra espléndida. Las siete amigas, todas vestidas de tonos de blanco, llegan a escena riendo. El juego de secretearse, reírse de quién sabe qué otra temeridad. Despreocupadas, hasta felices y firmes como un capullo. Leen versos de un periódico.
EN CORO: “¿Y tú…
…tú qué sabes de las cosas que yo siento?
¿Qué piensas tú de lo que sueño y me ilusiono?
Tú, que sabes tan poco de lo mucho, y mucho de lo que ya es nada.
CANDELITA: (En burla.) ¿Qué sabes tú de mis cosquillas? ¿De mis suspiros? ¿De mis furores? (Ríen picaronas.)
CLEMENTINA: Yo no quiero que sepa nada de mi. Pudor, niñas, pudor y clase.
PETRA: ¡Vete a la mierda!
ISOLINA: ¡Santo Padre de las misericordias! Ya empezó la boca sucia.
FINÍ: (Mientras ve pasar a dos jovencitos de unos 15 años, envueltos en su charla.) Ustedes nunca se deciden. Los hombres siempre se deciden, nosotras no. Siempre saben, siempre dicen lo que hay que hacer y van y lo hacen. Los hombres, ay, los hombres. Duros y fuertes ¡y brutos!, ¿qué más se puede pedir? (Petra pellizca la nalga de uno de ellos, Raulito. Risas.)
TERESITA. A mí me gustaría que supiera de mi. Que de una mirada así, toda tierna, sus ojos me lo digan todo. Ese hombre dulce, (En arrastrada doble “rr” campesina.) rromántico, enamorado, gentil…. Y cuando miran a una así, que nos derretimos…
PETRA: ¡Tú vives derretida, niña! ¿Qué será cuando veas a uno en pelotas?
TERESITA: ¡Las mujeres somos así, rrománticas!
CLARITA: Espérate, no nos endilgues a todas tus gustos de folletín barato. (Pausa.) Yo sí quiero saber que piensa de mi. Quisiera saber qué piensa de la mujer. Un hombre que conozcamos, alguien cercano…
TERESITA: ¡Un primo!
CLARITA: Sí, un primo… (Ríen.); que te mira, así con ojos de puñal, y tú con la batola acabada de levantar…
PETRA: Yo me lavaría los dientes primero.
CLARITA: Quiero decir, fresca, bañada, salvaje, como le gusta a los hombres..
TERESITA: ¿Y tú cómo sabes lo que le gusta a los hombres?
CLARITA: Porque lo sé.
CLEMENTINA: ¿Tienes práctica acaso? A ver, cuenta.
CLARITA: ¿Y tú crees que si la tuviera te la contaría, piojosa chismosa?
FINÍ: Piojosa chismosa entrometía.
CLEMENTINA: ¡Yo no tengo piojos! Ya yo no tengo piojos.
CANDELA: Pues yo lo esperaría con la bata abierta hasta por aquí, (Risas y pitidos.) … o hasta aquí… (Más arriba. Más risas y picardías.) …y los muslos apretados pa’que se tiente…
ISOLINA: ¡Niñas, por Dios vivo!… Si van a hablar de… (Bajito.) pe… penes… me voy.
CLEMENTINA: Y yo. Yo soy una niña. Tengo 14 añitos. Yo no quiero hablar de penes.
FINÍ: ¡Pues yo sí! Yo tengo 15, así que sigan. A mi me gustan los penes.
CLEMENTINA: ¡Ay, mi Dios santo!
ISOLINA: ¡Pa’l infierno se van tóas!
CLARITA: Y desde allí, de ese mismo infierno carnal y… ¡más carnal! Rrrrr…. (Ríen.), te van quemando los ojos de este hombre que te mira, y tú que lo miras hondo, así, a esos ojazos crueles… a ver si el pensamiento se le escapa por las orejas… (Se lleva los dedos de las manos a sendos lados de la frente como el mago payaso que trata de adivinar el pensamiento.) Mmm… mírenlo bien, (Asustando a las beatas.) ¡Penétrenlo! Por que hay hombres que se les ve clarito en la cara lo que está pasando por su cabeza.
CANDELA: ¿Cuál de las cabezas?
CLEMENTINA: ¿Y si no les pasa nada?
TERESITA: Ay Dios, estas niñas son tan vulgares. Refinamiento, las voy a mandar a tomar clase con mi mamá.
CLARITA: Un hombre nunca dirá lo que piensa de nosotras. Es una contradicción y los hombres tienen
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pánico a contradecirse, porque si l hacen es lo mismo que si fracasaran.
CANDELA: Los hombres son unos cagones a la hora de fracasar. Me basta mi padre para saberlo.
PETRA: El mío es un general en armas. Al fracaso no le teme.
FINÍ: El mío sí. Y el tuyo, Clarita. ¿Es verdad que tu padre es un fracasado?
CLARITA: Es más que eso… es un cobarde.
(Entra tronando una campana de mano Don David Arcaya, el Principal de la Escuela. Clarita se lleva los dedos a la frente, igual que antes. Las chicas se mueren de risa.) Nada en esa cabeza.
DAVID: ¿Y a usté qué le pasa? (Clarita niega.) Niñas, uno no debe salir para el salón cuando toque la campana. ¡Uno debe salir antes! Es ejemplo de civilidad el estar siempre antes de ser llamado.
CLARITA: Sí quiere que estemos en el salón antes … ¿para qué demonios quiere usted la dichosa campanita esa? (Todas ríen.)
DAVID: Al salón, jodé. Entrá al salón de clase, ala. Tan buen padre, carajo. ¡Tan buen Padre!
CLARITA: (Bajito a ellas.) Y la madre, ¡que se joda!
(Se ilumina el salón de clases y las niñas y algunos niños, uno o dos, se van sentando. Entra el Maestro Arturo Mora. Pone sus libros sobre el escritorio. Se queda mirando por la ventana un momento. Enciende se cigarrillo con venerable parsimonia.)
ARTURO: (Sin mirarlos. Muy bajito.) ¿Cómo están, niños?
CLEMENTINA, ISOLINA y TERESITA: Bien a Dios gracias, ¿y usted?
ARTURO: (Absorto.) ¿Alguno de ustedes me puede decir para qué sirve el álgebra?
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FINÍ: (Lee de un libro con fluidez.) “Una parte de las matemáticas que trata de la cantidad en general, y la representa por medio de letras u otros signos”. Eso dice aquí.
ARTURO: (Cerrándole el libro con algo de ternura.) En mi pueblo había un maestro que decía que el Álgebra no servía para nada.
CLARITA: ¡Y tenía razón!
ARTURO: Pero tú no tendrías comida en tu mesa si no fuera por el Álgebra. Tu padre es el contador del periódico La Democracia. Es una tarea muy importante en un periódico más importante aún. Tiene que usar el Álgebra todos los días. ¿Cómo algo que usas todos los días puede ser inútil? Así que le debes al Álgebra que puedas tener todo lo que necesitas en tu casa.
ISOLINA: ¡Ay, Dios bendiga el Álgebra! Amén.
PETRA: Tarada.
ARTURO: Busquen la lección de hoy en el cuaderno. Hoy empezaremos con el Álgebra. Como dijo Finí, es una parte… (Se lleva la mano al pecho con un gesto de dolor agudo. El dolor pasa.) …de la vida en la que los números se cambian por signos… y amplían su significado.
CLARITA: ¿La vida? Dijo usted: “la vida”.
FINÍ: Había dicho parte de las matemáticas, no de la vida… (Señala el libro.)
ARTURO: (Con una sonrisa pícara, aún dolida.) ¿Cuál es el Álgebra de la poesía?
CLARITA: ¿Qué dijo?
ARTURO: A ver tú, Teresita, que todo lo vez color de rosa, cuéntame. ¿Cómo sería el Álgebra de la poesía? Esa sustitución de rudas palabras, mal entrecruzadas y contrahechas, ¡palabras como números!
CLARITA: ¡Qué horror!
ARTURO: (Ya se entusiasmó.) ¡Terrible, horrífico! Pero ¿cómo se cambian las palabras por los signos? Y co-
mo viajan los signos a través de los mares, y nos ayudan a entender otros mundos y otros sueños de otras gentes… ¡La vida misma es un signo! Un signo hermoso de que hay sobre la naturaleza toda, una mano sabia que nos construye plena de amor y rebosante de misterio! ¿Qué crees, Teresita?
TERESITA: No sé, ¡¡¡pero se oye tan lindo!!!
CLARITA: Hay signos que no significan lo mismo para dos personas.
ARTURO: (Pausa. La mira curioso.) ¿Cuál podría ser ese?
CLARITA: Los signos del amor.
ARTURO: ¿Y cuál es el signo del amor?
CLARITA: El valor… y el sacrificio.
ARTURO: Pues yo creo que es la poesía.
PETRA: Nos jodimos.
ARTURO: Ahora busquen en el libro de español el poema “Gloria”, de Salvador Díaz Mirón, ese inmenso poeta mexicano… (Lo busca y comienza a leer por lo bajo.)
FINÍ: Pero, ¿no que estábamos hablando de álgebra? ¿Quién rayetes sabe lo que piensan los hombres? (Suena la campanita del cambio de clase. Las niñas salen presurosas. Clarita se requeda un momento y observa al maestro absorto en su poesía. Se lleva los dedos a la frente tratando de leer sus pensamientos. Él la mira por un instante, ella sonríe amorosa, le saca la lengua en una burla tierna y sale corriendo.)
Entra David Arcaya, el Principal, que habla animadamente con Jenny Anderson, la maestra estadounidense. Jenny habla perfecto español, aunque con perceptible acento. De tanto en tanto se le escapa una palabra o frase coloquial en inglés y en ocasiones al no poder decir la palabra española, la dice en inglés sin que le importe mucho. Se detienen frente al salón de clase.
DAVID: ¡Arturito, ven pa’ cá!
ARTURO: ¡Un momento! (Marca la página donde se ha quedado, con algo de parsimoniosa prisa. Mira hacia la pareja que sigue hablando por lo bajo, hasta que finalmente se decide y se allega a ellos con algo de timidez.) Buenas…
DAVID: Arturo, colega querido, te presento a la Srta. Jenny Anderson, del estado de…
JENNY: Detroit, Michigan.
DAVID: (En un inglés vergonzoso.) “Michigano estate, lles”. Ella es otra de las maestras americanas, pero ella viene enviada por la propia Oficina del Comisionado de Instrucción para las clases que nuestro Gobernador General ha ordenado impartir sobre inglés, educación física y educación musical. (Risible.)
Señorita Jenny, este es Míster Profesor Arturo Mora, ticher of de… jai escul?… Histori, Álgebra, Litite…
ARTURO: (En perfecto inglés.) History, algebra, mathematics and literature, and even science, if the biology profesor isn’t coming.
JENNY: Su inglés es bueno. Tendrá que practicarlo, pero es bueno.
DAVID: ¡Arturito estuvo tomando cursos de inglés en Nueva York, no hace mucho!
ARTURO: Bueno, pero yo no seré maestro de esa lengua. Espero… (Risas corteses.) Es la clase de ciencias la que…
DAVID: (A él, por lo bajo.) El profesor de ciencias vendrá en unos días, ya lo habían ordenado, pero parece que la plaza de ella se abrió antes, ¿qué te puedo decir? ¡El inglés es la única prioridad del Comisionado! Tú sabes como están las cosas con las órdenes militares y … (Arturo asiente sumiso.)
JENNY: Me gustaría mucho que no habláramos en inglés… por lo pronto. Quiero practicar mi español y relacionarme mejor con los niños de la escuela. No quiero que el idioma sea una problema entre nosotros. (Le tiende la mano, entusiasta al extremo, a Arturo.) Jenny Anderson, is a pleasure to meet you… I mean… es un verdadero placer.
ARTURO: (Impactado por la súbita cortesía.) Profesor Arturo Mora; el placer es todo mío Profesora Anderson.
JENNY: Jenny estará bien. ¿Arturo?
ARTURO: (Éste no sabe si reírse o protestar por la súbita confianza, pero opta por reírse con algo de candidez.) Arturo.
DAVID: Por favor, Arturito, ya que no tienes clase en esta hora, ¿podrías enseñarle a la Profesora Anderson la escuela? El salón comedor de la facultad, para que vea lo lindo que lo tenemos, las canchas, la primaria… Ya verá señorita Jenny, por qué nos sentimos tan orgullosos de ella, y usted también lo estará.
JENNY: I’m sure I will.
DAVID: Ahí los dejo. (David sale, después de varias miradas confusas con Arturo.)
JENNY: (A Arturo.) ¿Vamos?
ARTURO: Sí, claro. En realidad no hay mucho que enseñar. Los salones de la escuela primaria, allá. La cancha de juegos, es aquí donde estamos, y mi salón de Escuela Superior está justo en frente. Acá, el labo-
25 ratorio de ciencias, el anfiteatro, que es muy pequeño, parece más una gallera. (Ríe.) Los salones de la escuela intermedia y luego las oficinas… allá. Y el comedor de la facultad que sí, siempre está muy bien cuidado.
JENNY: ¿Y esto de acá?
ARTURO: Son las habitaciones de los maestros que nos han llegado de Estados Unidos. Me supongo que usted ocupará una. Están vacías ahora mismo porque muchos maestros fueron trasladados a otras escuelas del interior, otros se han regresado. Pero usted… (Jenny le enseña la llave que baila en su mano.) Ya… Usted no necesita guía. Ya sabe todo. (Se despide cortés, pero ella insiste…)
JENNY: ¿Me podría ayudar con la maleta?
ARTURO: Por favor… ¿es esta? (Ella asiente. Sacando la maleta de la escena.) From Detroit, ¿ah? Tough neigborhood!
JENNY: I am a tough girl! But I do love music.
ARTURO: Música y fuerza, ¡qué extraña combinación!
JENNY: ¿No vive usted aquí?
ARTURO: No, no tengo esa suerte. Vivo en el pueblo y pago renta como cualquier hijo de vecino.
JENNY: Oh! ¡Me muero por ver el pueblo! ¿Estará usted ocupado esta noche? Tal vez pueda usted llevarme a conocer la Plaza y… Oh, gosh! ¡Perdóneme! No le pregunté si era usted casado. Soy una torpe. ¡Disculpe! Shame on me. ¡Qué vergüenza! Perdóneme.
ARTURO: No. No soy casado. Y no. No estoy ocupado esta noche.
JENNY: A las seis entonces. Estaré lista para usted. Gracias muchas por aceptar mi petición. (Le toma de la mano con simpatía.)
ARTURO: Claro. Sí. Un placer. A las seis entonces.
JENNY: A las seis. (Jenny sale con una sonrisa ansiosa.)
(Arturo se topa con el Principal.)
ARTURO: La yanqui quiere que le enseñe el pueblo.
DAVID: Eres tú el que hablas inglés, que Dios te proteja y el Papa te perdone.
ARTURO: Vamos, David. Préstame algo de dinero.
DAVID: Estás loco.
ARTURO: No tengo para invitarla a nada y supongo que querrá ir a alguna fonda. Se ve que no come bien en días.
DAVID: Algún dinero habrá de tené. Nadie se dispara ese viaje sin arguna seguridad.
ARTURO: ¿Y ella cobrará más que yo?
DAVID: ¿Y yo cómo voy a saberlo, jodé? Su paga viene de San Juan.
ARTURO: Sería el colmo. Préstame algún dinero, vamos, no seas tacaño.
DAVID: Pero es que no cobramos todavía, Arturito. ¿Cómo la invitas si no tienes dinero pa’ pagarle?
ARTURO: ¡Se invitó sola! ¿Qué quieres que te diga?
DAVID: (Se mete las manos en los bolsillos.) Toma. Es un “american dollar”, y cuando cobres me lo vas a devorvé.
ARTURO: No es mucho, pero ya resolveré.
DAVID: No tengo más y vamos, que no te den penitas ajenas y menos con las de una yanqui.
ARTURO: ¿Por qué no mandaron el maldito profesor de ciencias?
DAVID: ¡Y yo qué sé! ¿Acaso le importamos algo a estos americanos de Instrucción?
ARTURO: Yo no sé ciencias, David. No es correcto enseñar lo que no sé.
DAVID: Sabes matemáticas, es más o menos lo mismo.
ARTURO: Sé literatura e historia, carajo. Enseño matemáticas porque la imbécil que las enseñaba se preñó y nos dejó con el muerto.
DAVID: Las licencias están detenidas. ¡Todas! El Comisionado de Instrucción no quiere dar licencias a los maestros puertorriqueños. Ahora son los yanquis los que deciden. Y los hijos de puta son más lentos que nosotros. Ah, pero eso sí, rapidísimos pa’ hacer cambios. ¿Ya leíste eso de las Escuelas Modelos? Han tirado abajo todo nuestros sistema público para ir atracándonos el de ellos.
ARTURO: Tienen armas, pueden atracarnos lo que les dé la gana.
DAVID: Pero eso de escuelas a la americana, todo en inglés, ¡quita! Ah, y que te cojan rezando con los alumnos a la Santa Virgen de los Reyes. Nos han quitao hasta la fe, estos gringos.
ARTURO: Esto no terminará bien para mi.
DAVID: Deja el drama. A todos les quitaron las licencias y a ti te la dejaron.
ARTURO: Será porque la tengo hace años ya. Pero me la pueden quitar cuando les dé la gana. Y con estos tiros… va y nos quedamos en la calle los dos. Esto es una locura.
DAVID: Yo ya creo todo. Y vamos, si no quieres seguir enseñando, ándate al monte a vivir como ermitaño.
ARTURO: Ganas no me faltan.
DAVID: Ah, vete a la mierda. Y no hagas locuras que yo sí te necesito. Si tú te vas, se me cae la escuela ésta.
ARTURO: ¿Y si me quitan la licencia? ¿Y si mañana viene algún gordo coloradote de esos que ha llegao a San Juan y me dice que tengo que recoger mis bártulos porque soy (En burlón acento yanqui.) “independentista”. ¿Qué le voy a decir?
DAVID: ¿Sabe qué le va a decí? Que tú eres republicano, de los del negro hijo de puta ese ¡que ni su nombre quiero decir!
ARTURO: Barbosa.
DAVID: ¡Ese cabrón! Una vez han llegao los putos gringos… mira cómo tus negros le han doblao el culo a esos canallas… vale, que no me hagas hablá.
ARTURO: ¡Baja la voz! Tenemos muchos estudiantes negros, cállate la boca.
DAVID: Pero Arturito, ¿es que no te das cuenta de lo que nos quieren hacé?
ARTURO: ¡Lo mismo que hicieron ustedes! Lo que hizo Sanz en los setenta y por eso llegaste tú aquí. Tú le quitaste la plaza a un maestro puertorriqueño.
DAVID: ¡Hace 30 años de eso! (Se detiene.) Es cierto. ¿Qué te voy a decí? (Arturo hace una mueca.) Ya… ya sé que nuestras formas de amar fueron un poco… rudas.
ARTURO: ¿Rudas?
DAVID: Yo quiero tu Patria como quiero la mía. La historia nos unió en este… en este cagadero político que los ha esclavizado a ustedes, quizá de por vía.
ARTURO: ¿Tan largo me lo fiáis?
DAVID: Y no voy a excusar –ni mucho menos ante tilas barbaridades que hizo nuestro maldito gobierno sobre esta Isla. Que yo soy liberal, mira, aún tengo mi colita romántica, ¿ah? Aunque no me lo creas.
ARTURO: No digas más… solo preparémonos para barbaridades peores.
DAVID: ¡Pero es que nosotros enseñamos en español! ¡Esa es nuestra lengua, carajo! Estas nuevas leyes del inglés me tienen podrío. ¿Cómo coños voy a enseñarle a un mocoso de ocho años a sumá y restá en inglé si ni siquiera sabe hablá español en oraciones completas? Y yo, ¿qué carajos sé yo de inglés? ¿Crees que tengo años y paciencia para aprender a hablar el lenguaje de esa Nación que jodió a la mía? ¡Cuidao que tienen pretensiones estos gringos!
ARTURO: De pretensiones diabólicas se alimentan los imperios. (Prende un cigarrillo.)
DAVID: Dame uno, que me acaba de costar un dólar.
ARTURO: (Se lo da.) Te lo devolveré, no seas llorón. (Se lo enciende.)
DAVID: Si te sirve de consuelo, recuerda cuando fuimos presos de Francia, con el mariconazo aquel de Pepe Botella, ¿te acuerdas, ah? O cuando estuvimos siete siglos bajo esos bárbaros musulmanes.
ARTURO: Aquí en este peñoncito del Caribe no hay un Empecinado ni un Cid Campeador. Eso no es consuelo.
DAVID: No. Es verdad. Para ustedes, nada consuela la tragedia de este burdo coloniaje. Lo siento, hermano. Y a nombre de nuestra madre Patria y de Sevilla la maravilla, te pido perdón.
ARTURO: (Ríe un poco.) Vete a la mierda.
DAVID: ¿No me crees?
ARTURO: Hasta más ver, colega.
DAVID: Nunca me crees.
ARTURO: (Camina unos pasos. Mientras sale.) Pero algún día… ¡algún día!.. vendrá un José Martí o un Betances… ¿quién sabe, gachupín, quién sabe?
CLARITA: (Entra corriendo agitada, con el periódico en la mano.) El Maestro Mora… ¿estaba aquí?
DAVID: Allá vá. ¡No corras que te vá a rompé la cabeza, niña! ¡Tan buen padre, carajo! (Sale.)
CLARITA: (Llegando hasta Arturo.) ¡Arturo!
ARTURO: (Se voltea asustado y sorprendido. Mira a todos lados.) ¿Qué?
CLARITA: Perdón. Profesor Mora.
ARTURO: ¡Nunca más! (Se le acerca mucho, amenazante.) ¿Cómo más quieres que te lo diga?
CLARITA: (Bajito.) No me regañes. (Sonríe. Le tiende el periódico.) Toma. ¡Han salido en la primera página! (Él toma el periódico. A medida que los lee su rostro enfurecido va cambiando.) Mira qué lindos se ven impresos, y ese corondel es una ricura. Se han esmerado. (Lo
30 toma de la mano.) Ven… (Él se zafa temeroso musitando: “¡Deja!”. Ella insiste.) ¡Ven! ¡Leémelos! (Se adelanta un poco a algún escondrijo. Él mira para todas partes. Se adelanta y mantiene distancia cautelosa.) Nadie nos ve.
ARTURO: ¿Qué quieres de mi, Clarita? (Mira el periódico.)
CLARITA: No tienes que leerlos. Yo ya me los devoré. ¿Te los recito? (Él la mira muy serio. Clarita suelta su risa más pícara.) “¿Y tú…
ARTURO: (Asustado porque podrían verles.) Niña… me tengo que ir. Gracias por el periódico, te lo pagaré… pronto.
CLARITA: ¿Cuándo me vas a escribir unos versos como esos? Me pongo verde de la envidia. ¿Quién fuera esa… ¿cómo se llama? ¿Mercedes?
ARTURO: Es un poema por encargo, es la hija de un amigo que cumpleaños.
CLARITA: ¡Ah! Bueno. Pero eso de que ella “había sido creada por las hadas” y que “su rostro era de azucenas y sus manos de reina”, yo pensé que eran para mi. Me tienes inspirada.
ARTURO: No valen mucho, son versos muy malos.
CLARITA: Y cuando yo cumpla años, que será dentro de unos días… ¿Qué me regalará usted?
ARTURO: ¿Para qué quieres versos? Aún no estás tú para versos, niña. Dedícate a tus libros y a ayudar a tu padre…
CLARITA: ¿Niña, me dices? Con la palabra “niña”, me insultas, me desmereces. ¿Quieres que me eche a llorar aquí?
ARTURO: (Algo burlón.) Sí, niñita. Eres una niña. Anda, vete ya.
CLARITA: (Ella se ha movido lo suficientemente rápido para tomarle por la cintura y aprisionarlo contra sí.) ¿Y cuándo estaré yo grande para recibir tus versos… si ya recibí tus… besos.
(Lo besa muy tierno en los labios. Él se queda pasmado mirándola. Ella se suelta porque ve a Jenny, que al parecer no los ha visto, salir al lado contrario del escenario. Arturo mira donde ha mirado Clarita y ve a Jenny que sigue de espaldas. Cuando vuelve a buscar a Clarita ya ésta se ha ido; luego mira hacia Jenny y esta le está mirándolo fijamente y con gran curiosidad.)
ARTURO: ¿Ya son las seis?
JENNY: Apenas son las cuatro.
ARTURO: Bueno, pues a la seis entonces.
JENNY: A la seis.
(Arturo sale un tanto nervioso, tocándose con algo de dolor agudo, el corazón. Jenny vuelve a mirar por donde se ha ido Clarita. Y justo en ese momento ella sale. La mira con gran curiosidad.)
CLARITA: ¿Usted es la nueva maestra de inglés?
JENNY: Sí, yo soy. Me llamo Jenny Anderson. ¿Y tú?
CLARITA: Clarita Negrón. Estoy en décimo grado. ¿Es usted americana?
JENNY: Sí. Muy americana. De Detroit, Michigan.
CLARITA: Qué bueno. Aprenderemos inglés ¡de Michigan! (Silencio largo en el que se buscan las insinuaciones.) Adiós. Que le vaya bien con nosotros.
JENNY: Estoy segura de eso. Hasta mañana. (Mira el reloj de su leontina. Se impacienta un poco y sale.)
Arturo y Jenny caminan de noche en la Plaza de Ponce.
ARTURO: …y cada melancolía que me ataca es la reafirmación de mis continuos… desencuentros…
JENNY: Es muy lindo eso, pero ¿podría decirlo un poco más despacio?
ARTURO: Disculpe. Solo pensé que yo no había llegado a tiempo. No tengo un reloj y me perdí un poco en… bueno, dieron las campanadas de las seis y al no verla, pensé… en mis desencuentros.
JENNY: Oh, so sorry. Discúlpeme de nuevo. Iban a ser las cuatro, y no tenía nada qué hacer. La habitación se puede recorrer en veinte pasos. Y pues soy muy … ani… animosa… animada… spirited! No puedo estar quietecita… entonces salí a la calle y decidí caminar un poco… no me alejé mucho. Me da miedo ir sola… pero cuando regresé, me perdí en algunas calles y eran ya las seis y diez, -cause I do have a watch! (Ríe nerviosa. Triste.) - y yo estaba muy asustada de que usted se hubiese ido.
ARTURO: Por eso le decía. Esos diez minutos me recordaron mis desencuentros.
JENNY: (Muy interesada y fija en sus ojos. Él, nervioso se sonríe.) ¿Ha tenido muchos?
ARTURO: Los desencuentros viene con los años.
JENNY: Den-sen-cuento. Wait… desen-cuento; no, no tiene nada que ver con cuento… wait, I can do this… ¡de-sen-cuen-tro! (Se ríe de sí misma y Arturo con ella.) Okey. But what does it means? Tiene que ver con no poder encontrarse con…
ARTURO: (Más para sí.) Un desencuentro es… un chistoso equívoco de la buena suerte. Como un juego maestro en que los hombres o las mujeres, buscan en un pasillo largo de muchas puertas, aquella que les llevará al lecho de lo más amado. Pero siempre tocarán la puerta equivocada. Y de tanto tocar y equivocarse, terminan pensando que cualquiera que abra una puerta, es aquel que se anhelaba.
JENNY: (Asombrada de veras.) Beautiful. You are a true poet. ¿Podrías escribirlo para mi?
ARTURO: Con mucho gusto. Si puedo recordarlo como se lo dije…
JENNY: Estaban hablando de sus versos en una “¿fonda?”, ¿se dice? (Él asiente.) Fonda. Una cerca de la Escuela.
ARTURO: Hoy me publicaron unos versos en La Democracia. No son gran cosa.
JENNY: Los que usted me dedique se los traduciré al inglés.
ARTURO: (Confundido.) ¿Al inglés? ¿Por qué al inglés?
JENNY: Soy maestra de inglés. Además tengo amigos en un periódico de Detroit. ¿Le gustaría publicar en un periódico americano?
ARTURO: Pero… en inglés no es lo mismo. ¿Existe una palabra en inglés para “desencuentro”?
JENNY: Maybe… missmatch?
ARTURO: No. No. (Sonríe.) En inglés suena horrible, perdóneme. Desencuentro es… encontrarse con la persona justa en el momento equivocado. No tiene nada que ver con “match”, que suena a casamiento. No… en inglés no es lo mismo.
JENNY: Y entonces… siempre es un momento equivocado para usted.
ARTURO: (Pausa.) ¿Quién que sepa amar de verdad no se ha equivocado alguna vez?
JENNY: Podría darse a conocer allá. Es una revista que lee mucha gente.
ARTURO: La Democracia la lee mucha gente también.
JENNY: Supongo que sí, mucha gente de Porto Rico.
ARTURO: ¿Para qué querría yo que me conocieran en Detroit?
JENNY: You are an american now.
ARTURO: Puertorriqueño, Jenny… siempre seré puertorriqueño.
JENNY: ¿Eres del Partido “union”... Unión… ese partido que se acaba de formar?
ARTURO: ¿Sabes algo de política local ya?
JENNY: Alguien me dijo que los unionistas eran independentistas.
ARTURO: Muchos lo somos. (Cambiando el tema.) Mira. Este es un teatro muy hermoso. Le llaman “La Perla”. (Recita.) “Por el día deslumbra. Por la noche hechiza”. (Ríe.) Dan muy buenas zarzuelas y óperas. Todos los grandes dramaturgos de nuestra patria puertorriqueña han estrenado ahí.
JENNY: ¿Cuándo me traerás? Sabes cuánto me gusta la música. ¿Vendremos?
ARTURO: (Aprehensivo.) Sí, claro.
JENNY: Bien. Ahora… dime: ¿para qué quieren la independencia si ahora están mil veces mejor que con España?
ARTURO: ¿Te parece?
JENNY: ¡Por supuesto! Nosotros somos un país civilizado. Aquí no había nada cuando nuestros barcos llegaron a salvarlos. Nosotros hemos traído escuelas, libertades, muchas empresas y progreso.
ARTURO: (Se detiene. La mira. Una pausa.) No sé si quiero hablar de eso esta noche, Srta. Anderson. (Pausa. Camina algunos pasos, no puede contenerse, se voltea.) Pero la corrijo. Había escuelas, muchas y muy buenas. Había teatros tan hermosos y útiles como ese que ve usted ahí. Había Ateneos, institutos, bancos, periódicos, museos, bibliotecas, había cultura y mucha dignidad.
JENNY: No había libertad.
ARTURO: No, no la había. Tiene usted razón. Pero a pesar de eso, ¡aquí estamos!
JENNY: Entonces, ¿por qué no eres agradecido con quien te ha dado tanto?
ARTURO: No quiero hablar de esto, profesora. Disculpe. Es una noche muy hermosa. Mire qué estrellas tan tentadoras y cambiantes.
JENNY: Hemos cambiado el “tú” y el “usted”. No me acostumbro. Para mi cabeza siempre es “you”. But I have to speak in spanish, lord! So, what’s it is going to be? (Pausa.) Nothing? It’s okey.
ARTURO: Dígame.
JENNY: ¿“Tú” o “usted”?
ARTURO: ¿Usted? No sé. ¿Qué prefiere usted? ¿Tú?
JENNY: It depends. I don’t know. Estoy ofendida.
ARTURO: ¿Por qué? ¿Qué dije?
JENNY: Tú amarás a Estados Unidos. Lo amarás mucho, como yo.
ARTURO: Usted es más ingenua de lo que yo pensaba. (Arturo sonríe incrédulo.)
JENNY: ¿Qué hablabas con Clarita en el árbol del patio de la escuela?
ARTURO: ¿Clarita? ¿Ya conoció a Clarita? (Ella asiente. Disimula mal.) Nada. Es que su padre es administrador de La Democracia y ella me trae el periódico de tanto en tanto, y como vio los poemas, pues… nada más. Es una buena chica. Algo impertinente, pero buena y estudiosa. Ya es una mujercita, va a cumplir sus 15…
JENNY: Está en décimo. Tiene clases conmigo mañana.
ARTURO: Muy bien. Póngala a ejercitarse mucho, enséñele mucho inglés, a ella le fascina el inglés. No la deje tranquila nunca. Oblíguela a trabajar hasta que ya no pueda más. Usted verá que buena alumna es. (Suenan las campanas de la Catedral sureña. Pausa.) Debemos regresar. Son las nueve. (Jenny hace mohín de querer seguir.) Usted tiene mucho trabajo mañana, profesora y no caerá sobre mi esa responsabilidad, vamos… (Salen.)
Al subir la luz vemos a todas los chicos haciendo “jumping jacks”. Clarita en una fila atrás.
JENNY: Clarita. Come to the first row, ¡vamos! You are the leader now. ¡Jump! Todos a seguir a Clarita.
CLARITA: ¡Pero yo no quiero que nadie me siga!
JENNY: ¿Qué dijiste?
CANDELA: ¡Estoy cansada ya!
FINÍ: ¡No puedo más! Soy gorda, ¡siempre seré gorda!
CLEMENTINA: No te rindas, Finí. Puedes conseguir novio aunque seas una albondiguita.
FINÍ: ¡Ya! Que la yanqui se vaya a la mierda. (Se detiene.)
JENNY: ¡Okey! You can stop now! (Todos caen al suelo exhaustos. Clarita sale sin ser vista.) ¿Are you tired already? It’s only… las 11 de la mañana. It is –repeat after me- it is eleven o clock’ in the morning.
TODAS: (En malísimo inglés.) Is leven o’ cló.
JENNY: In the morning. (Murmullos ininteligibles de las chicas.)
FINÍ: ¿Y cuándo diablos serán las cuatro?
(Por la puerta del salón se ve salir a Arturo, que fuma apaciblemente un cigarrillo, mientras mira la clase de Jenny. Esta lo ve y se le acerca un poco.)
JENNY: Why there are so few boys in this school? Almost nine of every ten students in this High School are girls. Why is it?
ARTURO: Bueno… los chicos son obligados por sus padres a trabajar en los campos y en los comercios desde muy jóvenes. Son mano de obra necesaria. Y después de la guerra vinieron las turbas republicanas, y el Gobierno Militar que apenas se acaba de ir… Y
con esta crisis. Aquí no hay dinero para nada. La gente tiene que comer.
JENNY: (Muy cerca de él. Clarita observa.) But why? They need an education!
ARTURO: En esta Isla Jenny, malcriar la panza es más importante que educar la mente. (Fuma.)
JENNY: We have to fix that.
ARTURO: Be my guest.
JENNY: Well… they have plans. (Le sonríe.) We will fix that. Don’t you worry about it.
ARTURO: ¿Planes? ¿Quién tiene planes?
JENNY: La gente que hace las leyes. El Comisionado. Estados Unidos quiere dejar muy claro que la educación es un derecho.
ARTURO: En tiempos de España también lo era.
JENNY: Well… las leyes se hicieron para respetarse.
ARTURO: Sobre todo si se imponen a punta de fusil.
JENNY: I don’t follow you.
ARTURO: Cosas de las que no debemos hablar usted y yo.
JENNY: (Se le acerca.) But we have to trust in each other. We are collegues! I respect you. Very much. I like you. You are an intelligent man. And a very handsome and gentil one. (Pausa. Lo toca.) That’s why we have to trust… (Arturo se lleva su mano al corazón, en una pequeña mueca sonreída.) Are you all right?
ARTURO: Sí. Gracias. Es usted la que es gentil.
JENNY: Brutally honest. Quiero decir, honesta. No tengo problemas en decir lo que pienso. Y pienso que en Puerto Rico hace falta mucha educación. Ya hace casi seis años que nuestros barcos llegaron y estas niñas no saben ni una palabra de inglés. It’s a Public School, it is suppose to be the best. Mmm. Not good.
ARTURO: No, no está bien. Debería ser lo contrario, educarse para mejorarse. Pero estamos en Puerto Rico, misis Anderson. Aquí todo se hace al revés.
JENNY: ¿Al revés? (Asombrada.)
ARTURO: Lo que es bueno es malo, lo que es malo es bueno. (Ella ríe sin comprender.) Ya se acostumbrará. A nosotros nos da lo mismo enseñar a chicas que a chicos. Educación sin género. Todos somos iguales. Es un signo de progreso, ¿no cree?
JENNY: Oh. Well… yes, yes indeed. Pues enseñaremos a las chicas entonces. No me molesta. (Vuelve a las chicas.) Okey, girls. Lets keep moving the body. Tienen que sudar, chicas, hacer ejercicios, es bueno para el rosa de los cachetes. Good for your cheeks. Come on. Follow me now. Repeat the lesson: (Aplaudiendo a cada número.) One, two, three, Porto Rico Americán. Come on!
CLARITA: ¿Qué?
JENNY: ¡Come on! Just repeat. One two, three, Porto Rico Americán! Follow me! Four, five, six… (Camina aplaudiendo a cada número en vueltas alrededor del patio.) One two, three, Porto Rico Americán. Four, five, six, seven eight Porto Rico Americán… (Siguen cantando mientras salen de escena. Arturo sonríe incrédulo de lo que ve y cuando va a entrar nuevamente a su salón, se topa de frente con Clarita.)
CLARITA: ¿Por qué me haces esto?
JENNY: ¡Vete a clase!
CLARITA: No soporto más. Ni a la yanqui, ni tu silencio. ¡Esa loca acaba de llegar! ¿No te da un poco de vergüenza que te trate con tanto desparpajo como si te conociera de toda la vida?
ARTURO: ¿Qué me trate cómo?
CLARITA: Ya la ví cómo te sonríe.
ARTURO: ¡Vete a clase! ¿Me quieres meter en líos?
39
CLARITA: No me gusta esa americana. Tiene un no sé qué de tramposa.
ARTURO: Pues te va a tener que gustar porque es tu maestra y ahora mismo te está buscando…
JENNY: (Seguida de las demás.) ¡Clarita! ¿Where are you?
CLARITA: ¡Aquí!, buscando un pañuelo. Estoy sudando como yegua en celo. (Sale hacia ella. A Arturo al salir.) No me gusta la americana. Que no se meta contigo.
ARTURO: (Por lo bajo.) Niña loca. ¡Fuera!
(Por el lado contrario, mientras Clarita se une a la clase con mirada desafiante que Jenny no comprende, Don David entra por el otro extremo con una carta en la mano y el rostro demudado.)
DAVID: Arturito…
ARTURO: (Sin mirarlo.) ¿Qué?
DAVID: Ha llegao una carta, que digo carta… este sobre grande… para la señorita Anderson.
ARTURO: (Le mira sin entender.) Ella… está allí, en el patio, ve y dáselo.
DAVID: Es de la Oficina del Comisionado de Instrucción. De San Juan.
ARTURO: Deben ser los papeles de su nombramiento o alguna burocracia de esas.
DAVID: Sé que es algo malo.
ARTURO: (Se quita sus lentes.) Si lo más importante que tú y yo haremos en esta vida es mandarnos a la mierda, le veo muy poco pelo a nuestra relación.
DAVID: Arturito, yo llevo años en esta escuela, años, jodé! y nunca había visto un sobre del mismito escritorio del Comisionado, ala.
ARTURO: ¿Y qué tú quieres que yo haga?
DAVID: Pues que se lo des, que yo me cago de la vergüenza si es algo malo.
ARTURO: Si fuera algo malo no se lo dirían a ella, sino a ti.
DAVID: A mi estos gringos no me van a dar malas noticias, ¡me dan una patá porculo y se acabó!
ARTURO: Bueno, pues dame…
DAVID: ¿Cómo le vas a preguntar?
ARTURO: Preguntarle, ¿qué?
DAVID: Jodé Arturo, no te hagas el pendejo.
ARTURO: Pe.. carajo, ¿cómo crees que voy a preguntarle qué hay dentro del sobre?
DAVID: Bueno, mira, allí viene. Trata de enterarte, ala… (Sale.)
JENNY: (Entrando.) Oh, my lord. I’m exhausted! Ponce is really a very hot city. Me canso dos veces más de lo me cansaría en Detroit. (Se sienta en uno de los pupitres.)
ARTURO: ¿Terminó su clase?
JENNY: Es hora de almuerzo, ¿no lo sabía?
ARTURO: ¿Ah, ya? No me di cuenta. Estaba leyendo a…
JENNY: Ese sobre… ¿es para mi?
ARTURO: Justo lo acaba de traer David, sí, es para us… (Ella lo alcanza sin esperar que él se lo dé. Sabe de qué se trata. Mira a Arturo.) ¿Todo bien?
JENNY: Más o menos.
ARTURO: ¿Es algo malo?… lo que hay en ese sobre, digo.
JENNY: Eso a usted no le importa. (Se da cuenta de que ha escogido mal la frase, o tal vez no.) Sorry, so sorry. Quise decir, que no debes preocuparte. Con permiso. (Sale. Entra David.)
DAVID: ¿Qué te dijo?
ARTURO: (Burlándose del acento de Jenny.) “Eso a usted no le importa”.
DAVID: ¡Me cago en la leche! Eso es que te van a botá por ser separatista. A mi no me pueden botá. Yo soy
el único que sé mantener la escuela esta en algún orden.
ARTURO: Me habías dicho ayer que era yo el que ponía ese orden.
DAVID: Sí, pero eso fue antes del sobre, no ahora. Ahora yo sé que te van a dar una patá porculo. Y es a ti. No a mi.
ARTURO: David, vete a la mierda.
DAVID: ¡Que se atrevan botarme! ¡Les meto proceso!
ARTURO: Baja la voz.
DAVID: Tú sabes que este ha sido mi único trabajo desde que soy un chaval. Además que nosotros hemos hecho grandes cosas por el mundo. ¡Nosotros descubrimos a América, coño! ¡No me pueden botar por ser español, Arturo!
ARTURO: Si te botan será por que ya eres un viejo de mierda.
DAVID: ¿Y si es a ti, o a Don Alonso, o a Pepe Sierra, o a Doña Gertrudis que es toa una institución!, o la pobrecita Camelia que no tiene más ná en su vida que su salón de primaria? Si nos botan a todos… ¿a quien van a traer estos yanquis?
ARTURO: Si me hubieran querido botar, hubieran mandado maestro de Álgebra, de Historia y de Poesía para la Superior. Y lo habrían mandado en inglés. “Poetry, sir! Poetry!”.
DAVID: Ala, deja la mierda.
ARTURO: Y yo lo hubiera aplaudido, porque en este momento no hay cosa que yo más desee en esta vida, que largarme bailando hupanene por esa puerta hacia fuera y olvidarme de que existe esta escuela, este pueblo maldito, y estos niños…
DAVID: ¡Ni se te ocurra!
ARTURO: ¡Ah! Pero mi imaginación -¡Y mi pasión creadora...!- …vivirán por encima de la mezquina imposición de la cultura del Satanás Yanqui que esa
caterva de descerebrados nos quiere atacuñar. Esa pasión es lo que separa a los mitos (Se alude.) de los miserables mortales. (Lo señala.) He dicho: ¡y lárgate de mi salón!
DAVID: Nunca me crees, coño. Un día de estos… por encima de El Morro nos van a patear!
ARTURO: ¡Ve-te-a-la-mier-da! (David sale enojado.)
(Arturo se queda a solas frente a su salón. Se lleva la mano al corazón con su sonrisa doliente. Pero esta vez le falta un poco el aire y su mano empieza a temblar rapidito. Él la contiene con gran esfuerzo. Su cara se tuerce un poco y cae sentado en un contenido ataque epiléptico. No es severo, por lo que puede, poco a poco recomponerse y respirar con algo de facilidad. Jenny se acerca a él, algo temerosa, tras haber presenciado desde la puerta lo que le ha ocurrido a Arturo. Él la mira y ella, en tono extraño...)
JENNY: ¿Está usted enfermo?
ARTURO: En realidad no. Es que a veces, cuando no he comido…
JENNY: ¿Está usted enfermo? ¿Puede dar sus clases esta tarde?
ARTURO: (No entiende el tono.) ¿Jenny?
JENNY: Si usted no puede dar sus clases vaya a su casa y descanse. Vuelva cuando se sienta mejor.
ARTURO: No. Estoy bien. Puedo… puedo quedarme sin problema. (Se queda mirando sus ojos con intensa pasión.) Tiene usted los ojos más hermosos que haya visto en toda mi vida.
JENNY: (Muy seria.) Thank you. I will need to talk to you in private. I had received a very important letter from the Comissioner…
ARTURO: ¿Y por qué conmigo? ¿Y por qué usted?
JENNY: Eso es algo de lo que usted y yo no podemos hablar por el momento …en este espacio no.
ARTURO: Bueno… usted dirá cuándo.
JENNY: Ya le dije. Ya yo le avisaré cuando podemos reunirnos.
ARTURO: Pero, ¿no puede adelantarme algo, algún detalle…?
JENNY: Tenga paciencia. Hasta mañana, Maestro.
(Sale. Arturo comienza temblar nuevamente, se retuerce un poco su cara y en una grave respiración cae contra un pupitre y se desmaya, pero antes de caer al piso, Clarita ha venido a rescatarle y al agarrarle en su caída, queda sobre sus rodillas y lo acuna.)
CLARITA: ¡Shhh! Ya, ya pasó… ¡shhh! Vamos, tranquilo, amor mío. Cálmate. Soy yo. (Él se va calmando despacio y con su largo brazo, abraza el brazo de ella y la aprieta contra sí.) No te preocupes. Nada malo va a pasarte esta vez. Yo estoy contigo. Siempre estaré contigo…
Apagón lento….
x
CLARITA:
Los hombres tienen pánico a contrad ecirse, porque si lo hacen es lo mismo que si fracasaran.
ARTURO: A ver, ¿cuál es el álgebra de la poesía?
JENNY: There have to be changes, Arturo! We have to do the best for these kids.
ARTURO: Nuestro sistema funciona perfectamente, Jenny. Las cosas que funcionan no se cambian.
JENNY: No, mi querido Arturo. Si funcionaran perfectamente, tus discípulos y los míos sabrían “perfecto” inglés.
ARTURO: ¡No tenemos por qué saber “perfecto” inglés! No pensamos en inglés, no sentimos en inglés.
JENNY: I dont care! It’s a system! For a system to work… listen… para que nuestro sistema funcione, tienen que aprender “a pensar” inglés. Period.
ARTURO: We don’t want your sistem!
JENNY: But you don’t have a choice.
ARTURO: Oh, yes I do…
JENNY: No! You are an american now!
ARTURO: No, i’m not!
JENNY: (Advirtiéndole.) El inglés es el idioma universal. Es el idioma del comercio, de la tecnología, del futuro. Un futuro que tú no verás si te empeñas en amarrarte al pasado…
ARTURO: ¡No estoy amarrado al pa…!
JENNY: Oh, yes, my dear. You more than the others.
ARTURO: ¡Estoy atado a mi esencia!
JENNY: ¡Oh, esto no es poesía!
ARTURO: ¡Llevas solo un par de semanas aquí!
JENNY: So what?
ARTURO: ¿Cómo puedes saber lo que sentimos?
JENNY: One day was enough to know!
ARTURO: ¡Tú no sabes quiénes somos, lo que hemos sufrido, lo que…!
JENNY: (Grita.) I don’t care!
ARTURO: (Él grita más hondo y grave.) And for which things do you care then?
JENNY: End of discussion. (Inicia mutis.)
ARTURO: Yo sí creo en el presente y el presente me dice que esto que ustedes hacen es un atropello a nuestra forma de vida y a nuestros sentimientos.
JENNY: Please… stop those yearnings and memories of what happened centuries ago. You're a history teacher, I understand, but today we're making history, right now, you and me.
ARTURO: ¿Por qué sabes hablar español?
JENNY: (Pausa.) Es una historia muy larga que no debo contar ahora.
ARTURO: Tú me citaste a esta reunión.
JENNY: Considérala terminada. You made your point. But we are going to make history together, whether you like it or not.
ARTURO: ¿Por qué sabes hablar español? ¿Dónde lo aprendiste?
JENNY: (Pausa. En contra de su voluntad.) From the mexicans. My father have a lot of mexicans workers on the Michigan potato fields. Idaho was making bigger profits than us, but we were short of hand pickers. And we have to hire workers from México, Philipines and Cuba. And my father asked me to teach them english. So, it was an exchange. Are you un-
derstanding me? I’m speaking in plain simple english and you are making terrible efforts just to catch the sense of what I am saying.
ARTURO: Habla español, por favor.
JENNY: That’s why you have to learn english! {simultáneos.}
ARTURO: ¡Estuve en Nueva York y tomé cursos! Pero tú hablas demasiado rá…
JENNY: But you didn’t learn anything!
(Entran las seis chicas en algazara. Se detienen. Saben que han interrumpido algo complicado.)
ARTURO: ¿Qué miran? Aún no es la hora de la clase. Vamos, fuera.
PETRA: El Principal quiere que estemos en el salón antes de que él suene la campanita esa. ¿Qué quiere que hagamos?
ARTURO: (Suave, condescendiente.) No me contestes, Petrita.
PETRA: Pero usted fue el que preguntó.
JENNY: Go outside. Come on.
PETRA: Ahora llegamos tarde y nos joden de nuevo.
ISOLINA: Niña, lávate esa sucia boca. Pareces maipriola de la Calle Atocha. ¡Jesús!
PETRA: Y tú, lávate tu… mmm… otra cosa. Tu beatería apesta.
CANDELA: Ya, dejen eso, parecen hombres.
PETRA: Que no me joda. (Van saliendo.)
ARTURO: Petra, si vuelvo a escucharte decir una mala palabra, te voy a castigar y te voy a acusar con tu padre.
PETRA: A él no le importa. Las dice por miles.
ARTURO: ¡Has lo que te digo!
PETRA: Sí, “okey”.
ARTURO: ¿Qué es eso de “okey”?
PETRA: Pregúntele a ella, ella fue la que nos lo enseñó.
JENNY: It’s okey to say “okey”. It means…
ARTURO: I know what it means! (Ya no puede más y tira algo sobre su escritorio con rabia contenida.) ¡Santo Dios! ¿Cuánto trabajo puede dar decir, “Sí”, “está bien” o “de acuerdo”. (Se pasa la mano por su frente sudada.)
JENNY: “Okey” is easier.
CANDELA: Maestro, ¿usted está bien?
ARTURO: Sí, Candelita, estoy bien. Esperen afuera un minuto en lo que la Maestra y yo terminamos nuestra reunión. Por favor. (Ellas no se mueven, porque no saben qué hacer.)
ISOLINA: Pero la clase…
ARTURO: ¡Por favor!
JENNY: Please, girls.
TERESITA: No lo sigan cucando, que empieza a hablar pestes de los republicanos y me voy a ofender. Vamos.
(Cuando todas salen, se queda Clarita mirándolos a los dos con agresiva sospecha. El momento es tenso: los tres mirándose fijamente, como esperando quién dará el primer paso. Clarita finalmente se da la vuelta y sale.)
JENNY: What’s the matter with her?
ARTURO: ¡Y yo qué sé!
(David intercepta a las chicas.)
DAVID: ¿Por qué no están en el salón del Maestro Mora?
FINÍ: Está reunido con la maestra yanqui.
ISOLINA: Nos dijo que saliéramos.
PETRA: Y está muy enco.. perdón. Enojado.
CANDELA: Parecen un matrimonio peleándose por quién va arriba o quién va abajo…
ISOLINA: Las mujeres siempre deben ir abajo. La Biblia lo dice.
CLEMENTINA: Ya no hablen de eso, por favor.
TERESITA: Tú verás como terminan casados y emburujados. (Ríen algunas.)
DAVID: (No escuchó lo último por estar mirando hacia el salón de clase la conversación entre los maestros.) Bueno, pues si es así… déjenlos que terminen y luego entran. Quédense aquí sin mucho escándalo que los de Primaria se me alborotan.
TERESITA: Ya no se dice “primaria”. Misis Anderson dijo que ahora se llama “elementary school”.
DAVID: La maestra Anderson no puede cambiar el nombre de las cosas. Eso me toca a mi. Yo soy el Principal.
FINÍ: Si usted lo dice…
DAVID: ¿Cómo que si yo lo digo, Finí?
ISOLINA: Dios nos guarde de esos yanquis. El otro día estaba rezando mi rosario y ella me regañó porque y que debía hacer eso en mi casa, y no en la escuela. Son ateos. Los yanquis son ateos. Mi papá siempre me lo decía.
DAVID: Vamos, al patio, fuera. Sin mucho desorden.
PETRA: Con poquito desorden entonces.
DAVID: Petra, no me jodas. (Todas ríen. David mira a Clarita, enrojecida de odio.) ¿Y a ti, qué te pasa?
CLARITA: A mi usted no me diga nada. So cobarde. (Se va. Las demás la siguen.)
DAVID: ¿Cobarde, por qué? ¡Bah! (Sale mientras da una última mirada nerviosa a lo que pasa en el salón.)
JENNY: Sé que lo que voy a decirte no te va a gustar.
ARTURO: Ya dijiste suficiente y nada me gustó. No sé qué podría ser peor.
JENNY: El Comisionado me nombró Inspector de Escuelas. (Reacción confusa de Arturo.) Me dejan como
maestra, pero me añaden más tareas. Ahora tengo que inspeccionar esta escuela y luego las otras del Distrito.
ARTURO: No puedes ser Maestra e Inspectora al mismo tiempo.
JENNY: Eso no lo prohíbe el Reglamento Escolar.
ARTURO: No lo dirá, pero no es moral.
JENNY: Como no han llegado los maestros americanos que han pedido, pues me han dejado aquí dando las clases de inglés.
ARTURO: Debiste rechazar eso por una cuestión de principios. Los inspectores deben ser puertorriqueños. Siempre han sido puertorriqueños.
JENNY: Ahora yo soy Inspectora. Te debo inspeccionar a ti, a David como Principal y a los demás maestros. Y tengo que hacer informes. Lo siento. Son mis órdenes. Eso fue lo que llegó en el sobre que me llegó hace dos semanas. Y he mantenido comunicación con el Comisionado sobre lo que pasa aquí en Ponce y los planes para…
ARTURO: ¿La Junta de Instrucción ya te contrató?
JENNY: No importa.
ARTURO: ¿Cómo que no importa? Tenemos una Junta de Instrucción Municipal a la que nos debemos. Es ella la que contrata. ¿Cómo llegas a ser Maestra si la Junta no te…
JENNY: Las nombramientos del Comisionado van por encima de cualquier Junta…
ARTURO: ¡No! (Agitándose.) Para eso se crearon las Juntas, para evaluar cómo se implementan los reglamentos y las leyes y atemperarlas a la realidad y al presupuesto municipal, hacer nombramientos por mérito, firmar contratos, vigilar la igualdad salarial, nuestros derechos como maestros, la educa…
JENNY: No importa. Las Juntas de Instrucción Municipal… no importan, Arturo.
ARTURO: Tienen que contratarte y confirmarte; si no, no puedes ejercer el cargo. ¿Les enviaste tus títulos? ¿Hiciste oposiciones? ¿Tienes licencia?
JENNY: Te lo digo por tercera vez. No importa lo que ellos digan.
ARTURO: ¡Las Juntas Municipales son elegidas por el Pueblo! ¡El sistema democrático no funciona como tu Comisionado quiere!
JENNY: (Suave, sin inmutarse.) Las licencias de maestros de sus miembros dependen de nosotros. La tuya también. La de todos aquí. ¿Entiendes eso? Sus licencias dependen de mi ahora.
ARTURO: ¿Y quién te va a inspeccionar a ti?
JENNY: El propio Comisionado.
ARTURO: (Asombrado.) ¡Oh! (Pausa.) Oh… Eso sí es nuevo.
JENNY: (Preparando un golpe más rudo aún.) Y tengo que evaluar sus “proficiencies” en inglés. La de todos los maestros puertorriqueños y españoles de este pueblo. Si no pueden hablar inglés con fluidez y corrección, serán… serán despedidos.
ARTURO: ¿Cómo?
JENNY: Y tú me ayudarás a evaluar esto; tú sabes inglés y el examen es muy sencillo. Tú no tienes que preocuparte de nada. Para ti tengo otros planes. (Va a salir.) Tienes que dar tu clase.
ARTURO: Espera un momento. ¿Cómo demonios…
JENNY: (Se voltea y lo mira muy fijo.) Te invito al teatro esta noche. Una compañía de actores de New York ha llegado a La Perla, ponen “The pirates of Penzance”, dicen que son maravillosos. A la seis, me recoges, comemos en alguna fonda y luego vamos al teatro… ¿Te parece? Sí, te parece. (Lo mira hondo, sonríe.) Dime eso otra vez.
ARTURO: ¿Qué cosa?
JENNY: Lo que me dijiste el primer día de clases. (Se acerca mucho.) That thing about my eyes… “son los ojos más hermosos que he visto en toda mi vida”. Quiero oírlo de nuevo.
ARTURO: ¿Qué estás tratando de hacer?
JENNY: Conocerte. Ocuparme de tus sentimientos.
ARTURO: No tengo dinero para invitarte a nada.
JENNY: Bueno, yo pago, por ahora.
ARTURO: No. No lo voy a permitir.
JENNY: Ya me pagarás, no te preocupes. Siempre he confiado en ti. Desde el primer día que llegué.
ARTURO: ¡No estoy hablando de eso! Sino de los malditos exá…
JENNY: (Habitual.) Mañana comenzaré los exámenes de inglés a los maestros del “elementary school”. Tú evaluarás a nuestro Principal.
ARTURO: ¡Yo no voy a hacer eso!
JENNY: Oh, yes, sir. Sobre todo… si tú vas a ser el próximo Principal. (Reacción muy confusa de Arturo.) Oh, ¿didn’t I tell you? El Maestro Arcaya no pasará la prueba y tú lo despedirás. No sé ve bien que yo lo haga. Y ya tengo órdenes del Comisionado de nombrar al Principal que yo crea que está capacitado para ocupar el puesto. Cambia esa cara. Esto se llama “progreso”. Recuerda, somos americanos ahora. A la seis entonces. Bye, my love. (Sale. David la ve salir y entra enseguida hacia Arturo.)
DAVID: ¿Qué está pasando? Dime, coño, que me tienes a ciegas.
ARTURO: (Lo mira muy fijo. No se atreve a decirle nada, pero finalmente:.) Ponte a repasar tu jodido inglés. Vete, ahora mismo. Tienes 24 horas.
DAVID: ¿Qué? ¿Qué carajo pasó? ¡Arturito!
ARTURO: No voy a dar más clases hoy. Haz lo que te digo.
DAVID: ¿Me van a botar? Mira que este es mi único sustento y el de mi fami…
ARTURO: Vete a tu casa. Repasa tu inglés. Algunas diez o quince palabras, algunos verbos fáciles: pollito chicken; gallina, hen… ¡Yo qué sé! (Hastiado.) ¡Haz lo que te digo, carajo! (Recoge su maletín y se va.)
DAVID: ¡Pero dime algo más! ¡No me dejes así, Arturo, coño…!
ARTURO: ¡No! ¡Adiós! (Sale.)
(Entran las chicas de nuevo, curiosas de no encontrar al Maestro.)
CLARITA: ¿Y a dónde se fue el Maestro Mora?
CANDELA: Lo acabo de ver irse tras la gringa.
PETRA: Bueno, pues nos vamos. Si no hay escuela, yo me voy a ver a Raulito.
DAVID: (Confundido.) ¡No va pa’ ningún lao, que usté está en horario escolá, ¿qué se cree?
FINÍ: ¡Pero si el maestro se fue!
ISOLINA: Algo se trae el maestrito éste. A ese maestro, ni Dios lo protege. Y encima, pa’ la porquería de clase que da, me da lo mismo que esté a que no esté.
CLARITA: No seas malagradecida. Es el mejor maestro de todo Ponce.
ISOLINA: Ese maestro es un “enamorao”. Aquí todas sabemos lo que pasó con Carmencita. Yo no sé cómo no lo botaron.
CLARITA: ¡Porque eso fue una calumnia, una mentira!
ISOLINA: ¿Y cómo tú lo sabes?
PETRA: Por que lo sabemos, pendeja.
DAVID: No se hable de eso. Eso fue una calurnia y ya to eso quedó aclarao.
PETRA: ¡Ahí tienes, mamalona!
DAVID: Petra, déjese de estar provocando, ya basta de las malas palabras.
PETRA: ¡Esta beata es una chismosa!
DAVID: ¡Ya basta de la provocación, te dije!
ISOLINA: Pues yo lo he visto muy pegadito de la maestra yanqui. Poco falta para que todo el mundo se entere de esos amoríos secretos…
PETRA: Cállate, imbécil. No te lo vuelvo a decir.
TERESITA: ¿El maestro Mora es novio de la yanqui? ¡Qué lindo!
ISOLINA: Bueno, yo los he visto juntos un montón de veces. Y he visto que ella… lo toca.
FINÍ: Isolina, creo que te debes callar.
CANDELA: A menos que quieras que te callemos.
CLEMENTINA: ¡Todas se deben callar!
ISOLINA: Y hablan y hablan, y quién sabe qué tanto hacen cuando no los vemos.
DAVID: Niña, ¡pero tu naciste chismoseando! Para la lengua esa ya, no seas chismosa, jodé. Por Cristo, callá la boca.
ISOLINA: No son chismes, aquí todo el mundo sabe de dónde le vienen esos arrechuchos que le dan…
CLARITA: (Fuera de sí.) ¡Cállate la boca, necia!
ISOLINA: (La empuja, ya harta.) ¡Me callo si me da la gana, atea!
PETRA: (Toma a Isolina por el pelo y comienza a darle golpes.) Maldita beata, ya me tienes cansada con tu chismosería…
DAVID: ¡Niñas! Ya basta… Vamos, sepárense. Ayúdenme, niñas, por favor. (Clarita lo ayuda a separarla, y al hacerlo le da dos o tres bofetones a Isolina que chilla y se la lanza a Petra de nuevo, que le mete un bofetón tremendo y ella cae para recibir los bofetones de Candelita, hasta que las tres le dan una soberana zurra de golpes y patadas que la hace caer en el piso llorando a moco suelto.)
ISOLINA: ¡Se lo voy a decir a mi papá!
DAVID: ¡Vamos, par salón, ya, paren!
PETRA: (A Isolina en el suelo.) Vamos, llora ahora, so maldita chismosa, hija de puta! Llora ahora, ¡llora!
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DAVID: (Ve a Isolina que busca en él alguna defensa, pero este le dice enfurecido.) Y a usted bueno que le pase, por chismosa y lengua suelta. ¡Se sientan todas, carajo! ¡Y se callan! ¡Aquí el principal soy yo y debéis obedecerme! (Agarra a Petra por la mano.) Y tú, tú eres una provocadora. Y provocas porque eres negra.
PETRA: Soy negra, ¿y qué carajo pasa?
DAVID: Eres una negra republicana, boca sucia como tu padre agitador.
PETRA: Pero mi padre es más inteligente que usted. Y aquí ya estamos hartas de su españolismo pendejo.
DAVID: ¿Prefieres tus clases en inglés, maldita turba?
PETRA: (Deja salir su furia.) ¡Maldita turba será su madre!
DAVID: Aquí quien está cansado de tus cachorrerías, ¡soy yo! (La tira contra el escritorio.) ¡Dóblese!
CLARITA: ¡Maestro, no haga eso!
DAVID: ¡Usted se calla! ¿O quiere lo suyo también?
CLARITA: Si usted le pega a Petra… me va a tener que dar a mi y entonces aquí las cosas ya no serán las mismas.
DAVID: Pues ponte en la fila, porque a esta ¡la voy a tostar a reglazos! Así aprenderán a…
CLARITA: Maestro, usted está enojado por algo de lo que nosotras no tenemos la culpa… pero no se puede desquitar golpeándonos como si fuéramos niñas de primaria. Aquí ya todas somos mujeres.
DAVID: Mujeres, ni mujeres… ¡Pilas de mierda es lo que son! ¡Y tú maldita fiera… ¡Toma! (Le mete un reglazo en las nalgas, cuyo dolor Petra aguanta con rabia.)
TODAS: (Menos Isolina, que se regusta vengada. Ad lib.) ¡Maestro, por favor, no. Déjela… (Etc.)
DAVID: (Fuera de sí.) ¡A callarse, imbéciles!
JENNY: (Aparece de pronto.) ¡Maestro Arcaya! (David se detiene.) Las nuevas regulaciones del Departamento de Instrucción prohíben expresamente el castigo cor-
poral a los estudiantes a menos que no sea absolutamente necesario. ¿No ha leído el nuevo Reglamento del Comisionado? Deben habérselo enviado.
DAVID: (Suelta a Petra, quien se refugia en Clarita.) Sí, lo enviaron. Pero está en inglés.
JENNY: Sí, está en inglés. Pero usted debe saber inglés, ¿verdad? Algo tan importante como esto que estoy viendo suceder en este salón, no puede permitirse simplemente porque un maestro no sepa un poco de inglés. You can not hit or harm any student in any circumstances…
DAVID: Yo no sé lo que justed dice, pero aquí… ¡yo soy el principal! Y el Reglamento de la Junta Municipal de Instrucción me permite castigar al estudiante que yo entienda que no ha fartao er respeto…!
JENNY: No volverá usted a castigar físicamente a un estudiante; nunca más.
DAVID: Srta. Anderson, usted no me da órdenes. Yo soy el Prin…
JENNY: Don’t do it again. (A las chicas.) You can go home now. There will be no more classes today. ¿Qué se dice?
ALGUNAS: Thank you, Misis Anderson. (Salen todas.)
DAVID: Pero, ¿quién se cree usted que és? ¡¿Quién carajo se cree usted que es, mardita yanqui de mierda! (Jenny sale. David se queda destrozado de la rabia, rompe la regla en dos y lanza los pedazos con ira.) III
Música. Tarde en la noche. La casa de Arturo. Una butaca comoda pero vieja y raída, mesa pequeña, quinqué apagado y algunos libros.
Arturo llega del teatro, se quita su chaqueta y se sienta en su butaca mientras abre despaciosamente su pequeña cajita
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de metal donde guarda su ampolleta de morfina, la que preparara y se inyecta en su brazo derecho con una mueca extraña de placer inmediato. Clarita se asoma en el claroscuro del zaguán.)
CLARITA: Vienes del teatro. Estabas con ella.
ARTURO: (Asustado, confuso. Mira a todos lados.) ¡Entra, rápido! Por favor, niña; me pueden…
CLARITA: Te seguí. ¡Vi cómo te tocaba y cómo la tocabas tú! (Lo golpea en el pecho. Él la contiene.) ¡La besaste, hijo de puta, la besaste!
ARTURO: ¿Qué demonios haces aquí?
CLARITA: No he parado de llorar de rabia.
ARTURO: ¡Son casi la una de la mañana, niña! Si se enteran…
CLARITA: ¡No me digas más “niña”! Y ya… ya…. (Respira calmándose.) No tengas tanto miedo. Me escapo por la puerta del patio. Nadie se da cuenta. Petrita vino conmigo. Está afuera con su novio Raúl.
ARTURO: Pero, ¿ella sabe que…
CLARITA: Es mi mejor amiga. No le importa. ¿Cuánta más explicaciones quieres?
ARTURO: El que tú estés aquí me puede costar la vida.
CLARITA: Necesito hablarte y en la escuela no puedo. (Pausa.) ¿De veras te costaría… la vida?
ARTURO: Me pondrían preso por estupro. Todavía no cumples 15.
CLARITA: Ya mismo, cosa de un par de semanas. Tú no me has obligado. Y yo no me he negado. Ni me negaría a pasar toda la vida contigo. Nos casarían. Eso sería maravilloso.
ARTURO: ¡Eres una estúpida!
CLARITA: (Lo abraza.) Me muero por un beso tuyo, Arturo. Me mataría porque me tocaras, porque me acariciaras…
ARTURO: (Lo sienta en el sofá.) ¿Quién te crees que soy?
CLARITA: (Lo mira, ingenua, hechizada, con sus piecesitos cruzados hacia adentro y una soberana ternura.) Un ángel.
ARTURO: (Sonríe cínico.) ¿Dónde? ¿Dónde tengo yo lo de ángel? ¿Acaso tengo dinero, o fama, o reconocimiento de los escritores para quien soy solo un… pésimo poeta de ocasión? ¿Por qué demonios te has fijado en mi, muchachita?
CLARITA: ¡Eres un maestro! Eres sol en nuestra oscuridad.
ARTURO: Bah… tú andas enamorada del amor, no de mí.
CLARITA: ¡Es de ti!
ARTURO: ¡Tú no sabes la diferencia! En tu cuerpo están pasando cosas que no puedes explicar…. sientes asuntos de tu… de tu…
CLARITA: De mi sexo.
ARTURO: Sí, de tu sexo. Pero tu madre no te explica… no puedes hablar de estos asuntos con nadie, yo sé.
CLARITA: Mi madre no me permite hablar de cosas que ella no entienda.
ARTURO: (Analizando.) Y en esa ansiedad… sexual… en esa pubertad, el final de tu pubertad… pues ya vas a cumplir 15 años… tu cuerpo te envía unas señales que tú no sabes descifrar, y por tu soledad, yo qué sé, pienso que te has fijado en mi… que soy joven, que soy tu maestro… y crees que yo…
CLARITA: ¿En que se fijó Carmencita?
ARTURO: (Se toca el pecho con dolor y una mueca aguda de pena le sobresalta al escuchar ese nombre.) No me hables de esa niña…
CLARITA: La amaste mucho, ¿verdad?
ARTURO: Todo lo que se dijo fue mentira. ¡Yo nunca le puse una mano encima! Ella misma dijo que todo había sido una calumnia.
CLARITA: Pero te enamoraste de sus ojos negros, de su piel cobriza, tersa y suavecita, de sus trenzas negras, de su desenfado al mirarte. Nunca te quitaba los ojos de encima. Fue ella la que se enamoró, es cierto, ¡pero tú le escribiste versos!
ARTURO: ¡Aquellos versos no eran para ella! Ella creyó que sí, pero eran para… para otra persona que se llamaba como ella.
CLARITA: ¿Quién sabe lo que un maestro escribe de sus alumnos en la oscuridad de su buhardilla?
ARTURO: Carmencita no estaba bien; yo… yo quise ayudarla, pero…
CLARITA: Y entonces ella cometió el terrible pecado… de que se le notara cuánto se moría por ti.
ARTURO: ¡Se volvió loca! Loca, sí…
CLARITA: ¡Se desnudó en medio de la clase! ¡Qué arrebato!
ARTURO: ¡Cállate, no recuerdes eso!
CLARITA: Y ella, desnuda en medio de todas nosotras, te grito: “¡Te amo, Arturo! ¡Soy tuya, siempre seré tuya!”
ARTURO: (El recuerdo le agudiza su posible ataque.) Cállate, por Dios.
CLARITA: Y entonces… se cortó lentamente las venas de los brazos ante la mirada imbécil de todas nosotras que no teníamos idea de lo que puede hacer una locura de amor. ¡Cuánto le envidié ese relámpago que sentía por ti!
ARTURO: (Reiterándose como su salvavidas.) Aquellos versos no eran para ella, Clarita. Ella confesó que fue todo una imaginación suya. Que ella se creyó cosas, pero yo nunca le puse una mano…
CLARITA: ¿Sabes a dónde se la llevaron?
ARTURO: Nunca le puse una mano encima.
CLARITA: Está en el sanatorio. Allí la tiró su madre. Yo he ido a verla muchas veces.
ARTURO: ¿Qué puede contarte ella? Carmencita está loca.
CLARITA: De cómo nos volviste locas a las dos.
ARTURO: Yo no estoy enamorado de ti, Clarita.
CLARITA: (Lo abraza, lo besa con algo de frenesí.) Pues es hora ya de que lo hagas.
ARTURO: Yo no soy…
CLARITA: Arturo mío, ¿qué hago yo con esta soledad tan terrible?
ARTURO: Tú no entiendes de soledades. Tienes amigas, familia…
CLARITA: Puede abrazarme el mundo y sigo estando sola porque tú no estás.
ARTURO: Yo no quiero más líos, por favor. Mis títulos están en juego. ¡Puedo perder todo lo que he ganado con tanto sacrificio!
CLARITA: (Comienza a quitarse su blusa.) Voy a desnudarme frente a ti. Quiero que me veas desnuda. Quiero que me toques. “Soy tuya, Arturo mío. Tuya para siempre”.
ARTURO: ¡No! (La detiene y la obliga a sentarse.) ¡No puedes hacerme esto! Vamos, abróchate esa blusa, ¡por Dios! Soy muy… vulnerable, niña. Si sólo te viese desnuda me tendría que ir de este pueblo. Me pude salvar una vez, pero dos… (Clarita toma su mano y la pone suavemente sobre su seno.) ¿Qué haces?
CLARITA: Trato de ver quién soy. Tu mano me dice quién soy. Antes no sabía… pero mira, me estás acariciando. Es como si me dibujaras con tus dedos, tus ojos…. voy formándome delante de ti como la mujer entera y grande que siempre he querido ser. ¿Ves cómo cuando la tocas su rostro se ilumina? ¿Ves cómo le cambia la cara de niña traviesa y loca a la mujer madura y atrevida, que puede llevarse al mundo por delante con su deseo?
ARTURO: (Hechizado por su temeridad.) Sí… la veo.
CLARITA: ¡Y yo te deseo porque tú eres inmenso! Y yo quiero ser tan inmensa como tú. Tú necesitas una mujer gigante, como una amazona brava de la que nos hablaste en clase. Yo puedo ser esa, si la quieres…
ARTURO: Yo también te he escrito versos. (Separa su mano. Ahora, frente a ella. Es un amasijo nervioso que busca aminorar la culpa de su súbita confesión.) Pero solo versos. Si te he besado al escape en alguna ocasión, no ha sido mi culpa, sino tu torpe y adolescente tentación. Te he escrito poemas porque… porque no puedo poseerte.
CLARITA: Quiero que lo hagas ahora.
ARTURO: No. Nunca te tocaría.
CLARITA: ¿Por qué no? (Se tira sobre él, lo abraza y lo besa.) ¿Por qué no? ¿Por qué no?
ARTURO: Porque me conformé con mis versos. (Clarita se separa sin comprender.)
CLARITA: ¿Te conformas con versos en vez de con mi cuerpo?
ARTURO: Tienes 14 años.
CLARITA: ¿Y qué tiene?
ARTURO: Que yo quiero ser libre.
CLARITA: Y la maestra yanqui… ¿te da esa libertad? ¿Le has escrito versos a ella? Si la besaste, ¡debes haberlo hecho!
ARTURO: Vete a tu casa. Si te quedas un minuto más… (Se toca el corazón. La mira salvaje.) ¡Te violaré! …y todo se fastidiará para siempre. ¿Quieres eso? ¿Qué te viole? (La toma por el pelo con violencia.)
CLARITA: (Excitada. Lo abraza, lo toca, lo acaricia.) Sí… ¡sí!
ARTURO: ¿Qué te rompa tu falda y tus zayas y te penetre por todos los agujeros de tu cuerpo como un salvaje sin alma y me reguste y me satisfaga en ti, y te muerda y te arranque esos labios a besos… (La besa
con rabia.) …¿quieres esto, ah? Porque si quieres esto, sabes que después de esta noche no me verás nunca más. ¿Cambiarías el resto de tu vida… por una sola noche?
CLARITA: ¡Yo no diré nada!
ARTURO: ¡Pero yo lo llevaría escrito con la sangre de tu virginidad, aquí en medio de mi frente!
CLARITA: (Vencida.) Yo solo quiero amarte.
ARTURO: ¡Pues entonces confórmate con un miserable par de versos sexuales que nunca leerás! ¡Ahora lárgate de aquí!
(Arturo la toma por la cintura y la lanza fuera de la casa. Clarita estalla en llanto. Arturo a su silla a pasar un relámpago de dolor. Petra sale al encuentro de su amiga.)
PETRA: ¿Ya?
CLARITA: (A lágrima viva.) Ese pendejo no me quiere.
PETRA: Será maricón.
CLARITA: No. Es un cobarde. Es la puta yanqui esa que me lo tiene hechizado.
PETRA: Pero eso tiene remedio.
CLARITA: (Pausa.) Claro que sí. (Salen.)
(Al salir las muchachas, Jenny se asoma por la tenue luz lunar y llega a la entrada de la buhardilla de Arturo. Este la ve, asustado por lo que cree pudo haber oído y visto, trata de justificarse.)
JENNY: I had the… decency… to wait for her to leave, just remember one little detail, that you may have forgotten. She is a minor… y a menos que no vayas a casarte con ella –wich sounds quite imposible right know– no puedes siquiera tocarla. Y la tocaste. That’s a crime.
ARTURO: ¿Me vas a delatar?
JENNY: No! Jamás lo haría.
ARTURO: ¿Por qué no?
JENNY: I respect the right of intimacy… Tu intimidad es un derecho, Mister Principal. Pero esa niña no me cae bien, es “suelta de faldas”, she’s a cheater and a liar, and her monkey friend, oh!, that nigger is mean! You should protect me from them. (Entra al cuarto finalmente, y ve los cigarros de Arturo junto a la mesa y toma uno. Le tira los fósforos a Arturo para que se lo encienda. Él lo hace, un tanto hipnotizado por la soltura de Jenny.)
ARTURO: Entonces, ¿qué te preocupa?
JENNY: Los besos que me das.
ARTURO: O los que me das tú.
JENNY: (Sonríe, muy pícara.) No quiero que se me olvide lo que es un hombre. I’m very far from Detroit. I miss the rude men of my town.
ARTURO: Está muy oscuro aquí.
JENNY: (Lo detiene se le acerca.) No necesitamos luz. ¿Did you like my smell?
ARTURO: Sí. Es perfume de rosas. Debe haberte costado mucho.
JENNY: (Suspira.) Oh! (Estira los brazos y hasta bosteza un poco, rozándole con su cuerpo.) Yo soy una mujer adulta… nada de lo que hagas esta noche tendrá ninguna “consecuencia”. Just my… gratitude.
ARTURO: Jenny… yo… yo soy mi constante consecuencia. Pero eso es muy complicado para ti.
JENNY: Seguirá siéndolo si piensas que todo tiene que ser hermoso, poético, profundo y romántico.
ARTURO: ¿No debería ser así?
JENNY: No, my love. (Le acaricia el pelo con excitación contenida. Lo atrae hacia sí.) Sometimes, harsh is the only way people learn. Harsh! Though! Becouse you, your people; ustedes, nunca se han gobernado a sí mismos. You need a yankee teacher! ¿Te estoy hechizando, my beloved King Arthur?
ARTURO: No… no sé.
JENNY: (Toma la mano de Arturo y la pone sobre su seno.) A mi puedes violarme si quieres. (Comienza a bajarla despacio.)
ARTURO: (Cediendo.) Jenny…
JENNY: Yes… te estoy hechizando, you see? It’s a brilliant spell…. (Sonríe, casi ríe. Mientras, él la toca….)
Apagón lento. Música.
Las niñas entran y hablan entre sí. Seguido pasa por delante de ellas, David, estoico, como quien va al patíbulo. Las mira un segundo y llega al salón donde lo esperan Arturo y Jenny. Arturo le indica que se siente. Jenny un poco apartada.
DAVID: Eres tú quien me va a dar la prueba, ¿qué hace ella aquí?
ARTURO: (Mira a Jenny, quien por un segundo quisiera imponerse, pero para evitar, sale.) Ya se fue.
DAVID:¿ Qué carajos es esto, Arturo? Yo soy maestro de Geografía y de historia, no de inglés. Yo no tengo que saber inglés.
ARTURO: Dime la palabra inglesa para “economía”.
DAVID: Dime tú dónde quedan las Islas Aleutianas.
ARTURO: No sé dónde quedan las Islas Aleutianas.
DAVID: (Las busca en el globo.) En Alaska. Rusia se las vendió a Estados Unidos en 1867.
ARTURO: Dime la palabra inglesa para “mercado”.
DAVID: Mercado… mercadeichon… mercadion, ¿qué puñetas voy a saber yo eso?
ARTURO: Dime la palabra inglesa para “caballo”.
DAVID: No la sé.
ARTURO: “Gallina”.
DAVID: Esa me la dijiste ayer, espera… Chicken.
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ARTURO: No, no es chicken. Te dije ayer que “chicken” era “pollito”.
DAVID: ¿Sabes dónde queda el Canal de Suez?
ARTURO: Sí, lo sé.
DAVID: (Se lo enseña en el globo.) Mira… aquí. ¿Sabes que Verdi escribió Aida para la inauguración en 1871? Sabes quién es Verdi, ¿verdá?
ARTURO: ¿Cómo se dice “casa” en inglés?
DAVID: Esa sí la sé. Se la he escuchao a los militares gringos… creo que es…. deja ver… ¡Jaus!
ARTURO: Bien. Construye una oración en inglés con la palabra “house”. (Trata de ayudarlo.) The house is…
DAVID: (Silencio.) ¿A dónde me voy a ir? ¿Cómo voy a mantener a mi familia?
ARTURO: Mencióname un escritor de Estados Unidos.
DAVID: Poe. Me gusta Poe.
ARTURO: Se dice “Pou”. (David se encoge de hombros.) Bien. Otro, por favor.
DAVID: Sí, er de la ballena blanca… ¡Moby Dick! Lo tengo en la punta de la lengua, ¿cómo carajo se llama er fulano ese? ¡Merville!.
ARTURO: Explícame en inglés la diferencia entre uno y otro.
DAVID: Pues… de escritores te pueo dicí que… que Carderón era un santo y Lope un hijue’ puta.
ARTURO: ¿Quién es el Presidente de los Estados Unidos y de qué Partido es?
DAVID: ¿Qué carajo voy yo a saber eso? Tengo 70 años. Estás abusando de mi.
ARTURO: Tienes que construir -(Se golpea suavemente la frente.)- “una-jodida-oración” en inglés, David.
DAVID: Estás escribiendo mi epitafio, jodé.
ARTURO: ¿Ten by twenty is...?
DAVID: Me estás matando. Después de tantos años juntos. Tú conoces a mi familia, a mis hijos. Has
comío en mi mesa. Mi hija te distingue mucho. Ya cumple 25 años y está sortera toavía.
ARTURO: A hundred by ten thousand is…
DAVID: ¿Cuánto te ofrecieron?
ARTURO: Eso a ti no te importa.
DAVID: Siempre supe que tenías precio. ¿Te estás follando a la gringa? Hasta las niñas de la superió lo ventean en el patio. ¡Qué vergüenza, colega!
ARTURO: (Tratando de controlarse. Le da un papel.)
Léeme esto.
DAVID: (Se lo relanza con desprecio.) Está en inglés.
ARTURO: (Vuelve a dárselo con inmensa paciencia.) Léelo. (Se toca el corazón.)
DAVID: (Trata de leerlo por encima de sus lentes. Fonéticamente.) I … pledje aligance to te flag of te united states… Vete a la mierda. (Le devuelve el papel.) No creas que no sé qué es eso.
ARTURO: (Se rinde. Trata de ser ecuánime.) Te van a despedir.
DAVID: Y ella será la Principal.
ARTURO: No. Seré yo.
DAVID: (Silencio. Ríe nervioso, tratando de contener un llanto explosivo.) No sé por qué no me asombra nada de esto.
ARTURO: ¡Pues no te quejes tanto y vete de aquí con algo de dignidad!
DAVID: (Se pone de pie, mientras golpea con ira el escritorio..) ¡Digniá sí tengo! … Pero nunca imaginé que tú… que esto… (Llora en silencio.) ¡Tengo digniá; sí, señor!
ARTURO: (Bajito pero muy intenso, a él.) ¡Pues déjame verla, carajo! En este último minuto de tu carrera como Maestro, ¡demuéstrame que estos malditos yanquis no pueden dominarte! ¡Déjales ver cuán bajos son sus golpes! Déjame verte morir con algo de
respeto propio. ¡No llores, maldito cabrón! ¡No llores!
DAVID: ¡Tanto que les dio España para venir a caer en esto! España dio lo mejor de su sangre brava, lo mejor de su historia y su cultura… ¡España les dio una lengua santa, carajo!... pa’ que ustedes, puertorriqueños malagradecío, terminaran siendo esclavos de estos canallas.
ARTURO: ¿Cuánto me pagaba España por ser maestro?
DAVID: (En llanto rabioso.) Ya, es eso. ¡El puto dinero!
ARTURO: Me pagabas 120 pesos al mes. Hasta el otro día, que los yanquis, por derecho de antigüedad, me subieron a 130 pesos. ¿Cuánto ganabas tú por ser Principal? Dilo, no me mientas, que yo sé cuánto es.
DAVID: Arturito, yo soy un anciano, por favor, no me hagas esto, te lo suplico…
ARTURO: ¡¿CUÁNTO?!
DAVID: (Bajito.) 180 pesos.
ARTURO: Mientras yo, que daba cuatro clases más que tú, ganaba 130. Nunca impongas la autoridad del fusil, a la dignidad del oprimido. Debiste leer a Bakunin. Te lo recomendé. No me das pena, David.
DAVID: (En llorosa tensión.) Siempre fuiste un gusano, un dos caras. Tal vez lo que siempre se dijo de ti no era calumnia, sino verdad. Tal vez por eso la Carmencita está loca. Porque le supiste mentir muy bien. Les mientes con versos que después niegas haber escrito. Te mientes a ti mismo, chaval.
ARTURO: No juegues esa carta.
DAVID: Ahora te da pánico desoír a la Yanqui. Perro faldero, “petit yanqui”, eso es lo que eres. Pero, ¿dónde está el puro independentista del venerado Partido Unión? El poeta que sueña con un Martí, con un Betances.
ARTURO: Me dijo Misis Anderson que te llegará notificación oficial de la…
DAVID: (En el final exabrupto del vencido, trata de tomarlo por la chaqueta. Arturo asustado se deja unos segundos….)
¡Tu Patria nunca será libre si depende de cobardes como tú!
ARTURO: (Enfurecido se suelta.) …te llegará notificación ¡de tu despido! de la Oficina del Comisionado de Instrucción. ¡No pasaste el examen! Que tengas buena suerte. (Recoge sus papeles y se retira unos pasos. Entra Jenny.)
JENNY: (A David.) You can pick up your things, in what used to be your office. Thank you very much for your services.
DAVID: (Ya no puede contener su llanto anciano.) Arturito… ¿Qué voy a decirle a mi mujer, Arturo? ¿Qué le digo yo a mis hijos hoy cuando nos sentemos a la mesa? Les diré que ya no habrá más mesa.
JENNY: Mister Arcaya, please.
DAVID: Arturo, nunca te orvíe… que mis hijos son puertorriqueños, ¡puertorriqueños, igual que tú!
(Sale al patio. Afuera están Clarita, Petra y Candela que lo ven partir. Petra recoge algo del piso y se lo tira con rabia. Él las mira, mira todo por última vez. Se trata de erguir con alguna dignidad, y sale.
Vuelve la atención al salón de clases. Arturo se acerca al globo de la tierra, en honda meditación.)
JENNY: ¿Qué te pasa?
ARTURO: ¿En qué punto de este inmenso globo, en que momento de este largo milenio... fue que yo dije que sí a lo que está ocurriendo?
JENNY: Son órdenes, tienes que obedecer. Un buen americano sabe obedecer.
ARTURO: (Señala con el dedo en el globo.) ¡Aquí! Aquí… Pero, ¿fue aquí que cambié? ¿Fue anoche? Tiene que haber sido anoche. Si yo estaba tan seguro de mi…
JENNY: ¿De qué cambio hablas?
ARTURO: ¿Tan rápido fue que no me di cuenta? (Mira a Jenny.) ¿Estabas tú, en mi cama, desnuda, viéndome cómo dejo de ser quien soy…. mirando como accedí a tu “inocente” infamia, sin razón, ¿por qué sí?
JENNY: Maybe it was that magnificent spell.
ARTURO: ¿Y qué dije cuando pasó?
JENNY: It was last night, don’t you remember?
ARTURO: ¿Qué dije?
JENNY: “You have the most wonderfull eyes that I had ever seen in all my life”.
ARTURO: Pero tus ojos… solo… eran puro deseo y yo, estúpido yo… (Al fin lo descubre.) ¡Oh, mi Dios! ¡Mujer!… ¡Tú no tienes poesía! ¡No hay nada de poesía en ti!
JENNY: No la necesitas. Te espero en mi cabaña, esta noche a las ocho. Mister Principal. (Sale presurosa.)
(Las chicas la ven pasar con desprecio. Clarita se acerca al salón. Arturo sale hipnotizado por el quebradajo que le ha dejado su doloroso descubrimiento. Mira a Clarita con algo de asombro.)
ARTURO: Estoy perdido, Clarita… I’m lost. I’m lost. (Clarita se acerca a él. Él la detiene con un gesto rudo y entra de nuevo al salón, tiembla un poco, respira hondo, para finalmente dejarse caer exhausto sobre la bola del mundo. Apagón rápido.)
FIN DEL ACTO SEGUNDO.
JENNY: You can not hit or harm any student…
Arturo, en el salón, frente a las chicas; solo cuatro de ellas Clarita, Petra, Candela y Finí, lo escuchan con muy poca atención desde sus pupitres.
ARTURO: Es importante que en la clase de hoy entiendan que Puerto Rico, es… es una… (Saca un cigarrillo y lo enciende mientras arma el discurso en su cabeza.) … una Isla, rodeada de agua por sus cuatro lados. Es pequeña, apenas mide unos… (Fuma. Pausa larga.)
FINÍ: Nosotros sabemos eso, Maestro. ¿No que estábamos en la clase de ciencias?
CANDELA: Misis Anderson le dijo a mami que el Maestro de Ciencias que viene es gringo, y dijo ella que era gordo y colorao como un tomate y que empieza en una semana.
FINÍ: Si es que los mosquitos no acaban con él antes. (Ríen.)
ARTURO: (En su mundo.) Es una Isla pequeña… de corazón muy grande. Pero… ¿qué vale un gran corazón que no puede luchar por sobrevivir? Es una pena que en estos libros (Los toma de su escritorio.)… que nos mandan de San Juan, no haya nada…. nada de nuestros escritores, ni de nuestro paisaje… ni de nuestra alma.
CLARITA: ¿Los países tienen alma? (Las demás se interesan.)
ARTURO: Ah, ya lo creo que sí. (Saca su maletín.) Van a tener que escucharlo de mí. Yo siempre ando con él. (Saca un pequeño, aunque hermoso libro encuadernado.) Siéntense, escuchen…
¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar!
¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas!
Si entre lágrimas te canto, Patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre.
(A medida que la brillante lectura de los versos por parte de Arturo hipnotiza a las niñas, Clarita va reconociendo en
ellos algo maravilloso. Se va poniendo de pie mientras recita de memoria con Arturo.)
Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento…
ARTURO Y CLARITA: …tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón.
Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo ¡patria! de ti.
No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte.
FINÍ: ¡Aauumm!
PETRA: ¡Qué lindo, nena!
CANDELA: ¡Clarita!, te lo sabes…
ARTURO: (Susurra.) ¡Qué maravilla! Y díganme ustedes, ¿cómo se puede querer tanto y cantarle así a una Patria que no tuviera alma?
CLARITA: (Lo mira agradecida.) No se puede. Claro que tiene alma.
ARTURO: ¿Dónde aprendiste esos versos? Son de nuestro bardo José Gautier Benítez. Este libro no se consigue fácilmente.
CLARITA: Mi madre me los recitaba en la cuna. Ahora cuando los escuchaba en tu voz, los entendí. Yo pensaba que mi mamá hablaba de mi, porque ella a ve-
ces, como soy hija única, me llamaba “Patria”… “Patria necesito esto”, “Patria haz lo otro”… (Ríen.) “Patria, no hay dinero para comer”; (Pausa.) “Patria, tu padre se ve con otra mujer”; (Pausa.) “Patria, no te cases con alguien que no quieras”; (Pausa.) “Patria, que ningún hombre te mande”; “Patria, no seas cobarde, lucha por lo que es tuyo”... (Silencio profundo.) …y ahora descubro que es de la Patria toda de lo que el gran Gautier escribe.
PETRA: Pues… eso significa… que tú para ella, eres “la Patria”. Porque la Patria es donde se cuidan los más grandes amores.
ARTURO: (Arturo deja caer la más bella sonrisa de un maestro complacido.) ¡Gracias, Petrita!
PETRA: De nada, maestro. ¡Ya yo hubiera querido verlo dando esta mismita clase en inglés!
CANDELA: ¡Nos hubiéramos meado de la risa!
ARTURO: Creo… que si se han de hacer pis encima, háganlo por esto que voy a decirles… (Respira hondo.)
Lamento anunciarles que a partir de una semana… todas las clases, excepto la de español serán… serán en inglés. Ya ha llegado un maestro de ciencias del Misisipi…
CANDELA: Siempre terminamos haciéndonos pipi, ¿viste?
FINÌ: ¡Pero Maestro! ¡Aquí nadie quiere esa lengua del demonio!
ARTURO: Vienen además dos maestras más para la primaria por algo que van a crear en inglés que se llama “kindergarden”. No sé qué cosa diabólica podrá ser eso. Pero…
PETRA: ¿Y los maestros puertorriqueños?
ARTURO: Los que sepan inglés se quedan. Los que no…
CLARITA: ¿Y tú lo vas a permitir?
CANDELA: ¡Esto va a ser un despelote!
ARTURO: Pero bueno… eso por ahora; también vienen maestros de música, de gramática, de economía doméstica…
CANDELA: ¿Qué es eso? ¿Más matemática inútil?
ARTURO: No. Son clases de cocina y de cómo ser buenas esposas de sus maridos, eso, creo.
CANDELA: ¿Y esas maestras yanquis nos van a enseñar a cocinar ¡a nosotras las puertorriqueñas!? ¡Qué pendejas son esas gringas!
ARTURO: ¿Vieron los ingenieros allá afuera? Añadirán dos alas a la escuela. Y se habla hasta de un segundo piso y un nuevo teatro como los de San Juan. Esta escuela se convertirá en una escuela modelo a la americana, para todo el Distrito Escolar de Ponce.
CLARITA: ¿Cuánto nos va a costar todo eso?
ARTURO: Mucho. Todo. (Pausa. Toma una tisa y escribe en el pizarrón la palabra “TODO”.)
CLARITA: ¡¿Cuánto?!
ARTURO: Que hablemos su idioma, que pensemos como ellos, que nos sometamos y dejemos de ser… nosotros. Eso nos costará.
PETRA: ¡Eso es bien caro, maestro! (Arturo asiente y mira hacia fuera.)
CLARITA: ¿Y tú lo vas a permitir?
(Jenny entra sonando un horroroso pito, seguida de Teresita, Isolina, Clementina y un par de niños silentes. Los niños cargan una victrola nueva y la ponen en una mesita que traen. Una de las niñas trae los discos. Jenny no ha visto movimiento en el salón y vuelve a tocar el pito. Se asoma a la puerta del salón.)
JENNY: Class change! Class change! (Jenny va a la victrola y entre Isolina, Teresita y Clementina comienzan a sacar de una caja, guantes, un bate y una pelota de beisbol. Jenny pone un disco en la victrola.) Let’s see!
(A medida que van saliendo, Clementina, algo miedosa le da guantes a Finí, a Candela, y ni se acerca a Petra, que cuando pasa, le quita a Isolina el bate de las manos con arrogancia y altanería y lo ventea como experta que parece ser en este juego extranjero. Isolina va y busca otro bate. Jenny en infantil contentura, comienza explicar y acomodar a las chicas para el juego de pelota. La luz sobre ellos va a penumbra, mientras en el salón de clase, Clarita se ha acercado a Arturo.)
CLARITA: ¿Por qué nos hiciste esto?
ARTURO: Enseñar no es mi deber, es mi ideal. Si fuera mi deber, tendría que transar con algunas cosas, pero el ideal no hace concesiones.
CLARITA: Transaste.
ARTURO: ¡No creo en esta escuela americana!; esa especialización del maestro en una sola asignatura limita toda su cultura, que debe ser universal. Tengo que leer a Shakespeare en su idioma, pero no puedo invertir tiempo en tratar de sentir a mi adorado Gautier. Y un maestro debe ser muy culto. Saber de todo, urgar en todo. Un maestro debe ser un ateneísta, ¡un adorador de esa diosa de la sabiduría y la humanidad!
CLARITA: Transaste. Tú nos enseñaste dignidad, y ahora, ¿dónde está la tuya?
ARTURO: Para mi, enseñar es una obra de arte como otra cualquiera. El discípulo es mi obra1; y en cada obra trato de poner lo más honesto de mi. Carmencita y tú… ustedes son mi obra.
CLARITA: Somos tu obra. Una de ellas está loca y la otra se quiere jugar la vida por ti. ¡Qué obra!
ARTURO: ¡Sí, mi obra! ¡Mi obra de amor por ustedes! (Silencio.) Una loca y otra suicida. Te juro por mi
1 Frases en bastadilla pertenecen al personaje Arturo Mora, tomadas del cuento EL MAESTRO de Clara Lair. (1967.)
santísima madre que prefiero eso, a morirme siendo alguien que no soy.
CLARITA: ¡Te fuiste tras de ella! ¡Estuviste con ella!
ARTURO: ¿Acaso vas a condenar toda mi vida por un miserable error de juicio que otro cualquiera pudo haber cometido mucho peor que yo?
CLARITA: Tú no eres cualquiera. ¡Tu eres un Maestro! Y te caerá la culpa de todo lo que les permitas hacer a ellos hoy.
ARTURO: Clarita, estos yanquis, han destrozado todo lo bueno que habíamos construido. Incluso, la dignidad. Ustedes no podrán aprender en una lengua que no sea la vuestra. ¿Qué puedo hacer yo para evitarlo?
CLARITA: Tú sabes lo que hay que hacer. ¡Hazlo! ¡Hazlo ya!
(Jenny vuelve a soltar el macabro pito para llamar a Clarita.)
JENNY: Clarita, we are waiting for you!
ARTURO: (Pausa. Pensando lo anterior.) Vete a tu clase.
CLARITA: (En dulce enojo.) Sabes que siempre te perdono… y solo porque te adoro. Solo por eso. (Ella se voltea para irse y es cuando él dice:.)
ARTURO: Yo también.
(Clarita sin oírlo, sale del salón. Comienza a salir la arenosa y chillona canción “Take me out to the ball game”, cantada por algún payaso trasnochado…Candela le lanza una de las pelotas. Ella la agarra y la sopesa. Jenny se le acerca.)
JENNY: Do you know how to play baseball? (Clarita asiente.) Do you know how to pitch? (Clarita asiente.) Pitch to Isolina. Come on, you can do it! (Canta con el disco: “Take me out to the…”.)
(Clarita mira a Petra, quien avanza entendiendo la mirada. Isolina estaba presta al bate, pero Petra la empuja y ocupa el “home base”. Isolina quiere responder. Clementina interviene un posible encuentro a batazos.)
CLEMENTINA: Déjalas, que te van a seguir dando…
JENNY: (Sin más remedio.) Pitch to Petra then…
CLEMENTINA: ¡Viene, viene! (Se alista para recibir.)
Petra asiente a Clarita y se apresta al bate. Clarita se prepara para lanzar y lo hace muy despacio, para que Petra no falle. Petra da el batazo y la pelota rauda, va dar a la misma frente de Jenny, quien chilla de dolor, se marea y busca de donde sostenerse, para finalmente caer en las escaleras del salón auxiliada por la misma Clarita. Pero lejos de ayudarla, Clarita se deja poseer por la furia, y trata con toda sus fuerzas, soltando pequeños rugidos de fiera celosa, de apretar el cuello de la maestra yanqui y mandarla al otro mundo.)
ARTURO: ¡Clarita! Ayuda a la profesora a levantarse.
CLARITA: (Lo mira sin entender.) Pero… (El niega con la cabeza. Ella obedece.)
CLEMENTINA: ¡Está mareada!
TERESITA: ¡Pobrecita!
ISOLINA: ¡Le rajaste la cabeza, negra!
CLEMENTINA: ¿Quiere que busque al doctor?
CLARITA: (La suelta iracunda en los brazos de Arturo y grita con gran arrogancia furioso de entre las chicas:) Ella esta bien. ¡Ella está muy bien! No le pasa nada. ¿Ves que no le pasa nada? Si hasta parece que se está riendo la muy hija de puta.
JENNY: (Despavilándose un poco. En rencor e ira contenida.)
¡You are so mean to me! What I have done to you?... you minstrels! You savages!
CLARITA: Fue un accidente. ¿Verdá, Petrita que fue un accidente?
PETRA: Sí, claro. Tremendo accidente. (A Jenny.) Perdone Misis… (Aparte.) ¡Que no le di más duro! (A Jenny, en cólera.) Ah, y yo no soy la savalle esa… Mi apellido es Albizu, y soy de Tenerías, ¡pa’ que usted lo sepa!
JENNY: I will report you, you filthy nigger… Oh, yes I will; this was not an accident!
ARTURO: Jenny, cálmate.
JENNY: Arthur, please! They want to kill me. All of them!
CLEMENTINA: (En un inglés pésimo.) No mi. Mi jelp yu.
ARTURO: Vamos, entra al salón.
JENNY: (Se recompone un poco.) Keep, playing. Clementine, please, take the class for me. Keep playing.
CLEMENTINA: (En un inglés pésimo, asume postura de profesora.) Ahora… soy Clementain...
JENNY: (Jenny entra al salón como puede, ayudada por Arturo, se sienta, se toca, se busca sangre. De hecho tiene un poco.) Is this blood? God damn nigger!
(Afuera, Clementina las mira a todas.)
CLEMENTINA: Teresita… pon la música otra vez.
PETRA: Como te atrevas a poner esa mierda de nuevo, ¡te rajo la cabeza de un batazo!
CLEMENTINA: (La mira en pánico.) Okey.
PETRA: Y no se dice “okey”, se dice de “de acuerdo”.
CLEMENTINA: (Nerviosa.) Okey! De acuerdo.
TERESITA: Ahora estás en contra de la maestra Yanqui, antes en contra del Principal español. ¿Con quién estás tú?
CLARITA: Con nosotras, estamos con nosotras mismas. (Petra asiente.) Lárguense al otro patio. Vamos. A esa gente hay que dejarla hablar… Yo quiero ver qué va a pasar aquí.
CLEMENTINA: Pero Misis Anderson dijo que….
PETRA: Nena, ¿tú también quieres un bolazo “portorriqueño”? ¡Avanza y camina! Recojan toda esa mierda… ¡Muévanse, carajo! (Todas lo hacen. Isolina de mala gana, Petra le bravea y ella accede. Salen todas, por último Clarita, que sale mirándolos.)
JENNY: I can’t stand this irresponsable behavior no more. This girls, specifically the girls, they are so bad. Look at all this, blood!...
ARTURO: Es solo un raspazo, no es nada grave.
JENNY: Oh, yes it is! It is violence, a brutal agression. I don’ know how you could deal with all that disrespectfulness. An in your face, ¡and you did nothing to stop it! We need a police, or… ¡or an army soldier here, in this school! Your supose to protect me. You are the Principal.
ARTURO: Pero tú eres Inspectora. Por tu propio Reglamento tienes más autoridad que yo. Puedes hasta despedirme si quieres.
JENNY: Well, yes, but… I’am also a teacher, and a lady!
ARTURO: Jenny… hay algo que no entiendo todavía.
JENNY: Oh, I’m so angry!
ARTURO: Hace algún tiempo te pregunté si tenías título de Maestra, si tenías licencia… y no me contestaste.
JENNY: I don’t know what you mean.
ARTURO: Jenny… ¿tienes título de Maestra?
JENNY: ¿Qué tiene que ver eso con lo que acaba de pasar?
ARTURO: Bueno, que un buen maestro, con título… un buen maestro como yo supongo que tú eres… sabría manejar estas situaciones con algo más de calma. Sin soldados ni policías.
JENNY: I don’t agree! That nigger…
ARTURO: Y no creo que un maestro tenga que gritarle a un estudiante algún comentario sobre el color de su piel. Ustedes se preocupan mucho por los castigos físicos, pero no han dicho nada de los verbales.
JENNY: Those girls are monkeys, Arturo. Savagges… african babbons.
ARTURO: ¿Tienes título de Maestra, Jenny?
JENNY: Well… of co… well… eeeh…
ARTURO: Contéstame.
JENNY: De esas cosas se encarga la oficina de … the Office of… the Board of Educa… in Michigan. They know all about my credentials.
ARTURO: Entre tus papeles enviados por el Comisionado, no vi ninguno que acreditara ni tu título, ni tu licencia. ¿Eres maestra, Jenny?
JENNY: I told you, yes, I was a …teacher… in Detroit… and…
ARTURO: El Comisionado que acaba de instalarse nació también en Michigan, en Detroit de hecho, igual que tú. ¿Lo conoces?
JENNY: Es… amigo de mi padre. Pero eso no tiene…
ARTURO: Oh. ¿Hiciste oposiciones para que te dieran la licencia?
JENNY: ¿Oposiciones?
ARTURO: Exámenes de grado. Para que te dieran la licencia. Yo tuve que hacer muchas oposiciones. Incluso, las muchas veces que tenía que renovarla, nos daban oposiciones nuevamente. Me he pasado la mitad de mi vida haciendo oposiciones para poder probar lo que sé ¡ante una caterva de mediocres!... y conservar mi titulo de Maestro. ¿Tú no has hecho exámenes?
JENNY: Ya te expliqué, el Board of Education se encarga de esos asuntos…
ARTURO: Pero debieron enviarnos copia con tus demás documentos y no lo hicieron. El título de un maestro es el documen…
JENNY: Bueno, pues… escríbeles pidiendo una co…
ARTURO: ¿Se puede pedir copia de un título que no existe, Jenny?
JENNY: I don’t know what your are implying, but I don’t like it, Arturo. And I will not tole…
ARTURO: ¿Cuánto ganas? Como Inspectora, digo. Como Maestra debes ganar lo mismo que yo. Pero como tienes varios sombreros, me supongo que el Comisionado te suma todos los salarios en un solo total. Yo cobro 130 pesos mensuales. Apenas llego a medio mes y tengo que poner de mi dinero para papel, lápices y materiales para los chicos… ¿Y tú, Jenny?
JENNY: I told you…
ARTURO: Esos guantes y esos bates, esa victrola se ve cara, y esos discos importados… ¿Quién autorizó su compra? Hay debe haber más de 40 pesos en compras que yo no autoricé. Pero las autorizaste tú… me supongo.
JENNY: Arturo, we are in love. Why do we have to have this kind of conversation, and in this harsh tone? That is not love, my dear.
ARTURO: Are we in love, Jenny?
JENNY: I didn’t go to bed with someone that I hate!
ARTURO: Are you sure, Jenny?
JENNY: (Comienza a llorar muy quedo primero, luego va exagerando de poquito.) Of course, you ungrateful lover…
ARTURO: Si una mujer tiene que acudir a las lágrimas, es porque su verdad no convence.
JENNY: I’m not crying!
ARTURO: ¿Soy tu amante o tu instrumento?
JENNY: Stop asking me those stupid questions! Jesus! Dime qué quieres que te diga y te lo diré. Pero no me atormentes más. Parecería que yo soy aquí una intrusa, una invasora…
ARTURO: Lo eres.
JENNY: Oh! Very well, my love! ¡Nunca había visto un intruso que trajera tanto progreso, tanta felicidad, tanto dinero para este país que se estaba muriendo de hambre por esos tiranos españoles!
ARTURO: ¿Cuánto cobras al mes, Jenny? (Le grita.) ¡Dímelo!
JENNY: Don’t you ever shout to me again.
ARTURO: (Muy suave y casi amoroso.) ¿Cuánto ganas al mes, my love?
JENNY: I can’t stand this no more. (Se levanta para irse.) You insult me. (Arturo la intercepta para que no salga.) Arthur…
ARTURO: Solo dime cuánto ganas. Eso no es ningún secreto. Es dinero del pueblo el que cobras. Podría saberlo de todas formas escribiendo al Comisionado. Vamos, dímelo. Y dímelo en español.
JENNY: (Respira hondo.) A hundred and… 280 pesos… mensuales.
ARTURO: Oh! (Impactado, se sienta. Es increíble lo que acaba de escuchar.) ¡Uf! ¡Cristo! Y ni siquiera tienes título de Maestra.
JENNY: Yo no me puse mi propio salario. ¡Lo puso el Comisionado!
ARTURO: ¿Sabes quien era José Gautier Benítez?
JENNY: No. Why should I?
ARTURO: Es un poeta puertorriqueño. ¡El más grande de todos!
JENNY: And what…? I don’t care.
ARTURO: Deberías.
JENNY: Well, I will look into it later, but… si quieres que suban tu salario, solo tienes que decírmelo. Yo
puedo escribirle al Comisionado. Necesitas más dinero. Lo necesitarás…
ARTURO: No voy a venderme, Jenny.
JENNY: Please, don’t call it that way.
ARTURO: Me voy, Jenny. Me marcho de Ponce.
JENNY: What?
ARTURO: Que no quiero estar un minuto más aquí. No voy a ser tu cómplice. (Recoge papeles y libros en su maletín.)
JENNY: Ya lo fuiste una vez.
ARTURO: Y me sentí como basura. Por eso no quiero repetirlo.
JENNY: But you have to think about our future.
ARTURO: Tú y yo no tenemos futuro.
JENNY: ¿Por qué dices eso?
ARTURO: Porque yo no te amo, Jenny.
JENNY: But… ¡estuvimos juntos! ¡Estamos juntos!
ARTURO: ¡Yo no me siento junto a ti!
JENNY: Todo el pueblo lo sabe. Nos han visto besarnos… Somos…
(Clarita escucha sin ser vista.)
ARTURO: ¿Qué somos?
JENNY: ¡Una unión perfecta!
ARTURO: ¡Ah, basta ya!
JENNY: Somos una pareja perfecta.
ARTURO: (Golpea el maletín.) ¡Somos una cobarde “mutación” de la puñetera guerra!
JENNY: We made love, Arturo!
ARTURO: ¡Si no hay poesía, no hay nada ‘perfecto’ entre nosotros!
JENNY: Ok. I know it. ¡Amas a Clarita!
ARTURO: ¡Puede ser, sí!
JENNY: ¡Y me lo confiesas!
ARTURO: ¡Ya no me importa nada!
85
JENNY: (Bajando la voz, condescendiente.) Amas a una niña menor de edad y ese amor es un delito, lo sabes.
ARTURO: No es más delito que el que ustedes están cometiendo contra toda una Nación.
JENNY: Si yo dijese algo de eso que yo sé…
ARTURO: ¿Lo harías?
JENNY: Haría lo que fuese para salvarte.
ARTURO: ¿Y cómo vas a salvarme?
JENNY: Nos casaremos, Arturo, y todo esto será un mal sueño...
ARTURO: ¡Esto es una pesadilla!
JENNY: ¡Pero yo no la provoqué! (Arturo va a irse. Ella lo sostiene y lo abraza en arrebato desesperado.) Don’t go! Please…
ARTURO: Jenny, déjame ir.
JENNY:(Apretada a él. Pausa. En secreto casi.) I missed my… my period. Maybe more than one. I’am so scared.
ARTURO: ¿Qué dices?
JENNY: No sé cómo explicarlo, pero creo que estoy… esperando… un niño. (Hace como que se marea.) Es cierto, no me mires así. No he ido al doctor todavía, pero yo sé lo que me dirá y tengo que pensar en mi reputación, Arturo. En mi trabajo… y el tuyo.
ARTURO: (Desesperado, comienza a temblar y sale del salón, para caerse temblando y torcido en medio del balcón que da al salón.) No… no… ¡no! (El ataque arrecia hasta el paroxismo del golpe continuo. Trata de hablar, su lengua torcida distorsiona sus palabras.) ¡Nommm! ¡Nooo! ¡MMM! ¡Squenme dequíi…!! ¡Mmm!
(Todas las chicas se acercan y lo rodean. Clarita lo acuna nuevamente, como antes.)
CLARITA: Todo está bien. Todo está bien ya… cálmate. Yo estoy aquí. Shhh… tranquilo.
ISOLINA: ¡Otro de sus arrechuchos, este maestro está de sanatorio! (Petra le mete un coscorronazo, que la hace moverse de lugar y callarse.)
JENNY: Leave it to me girls. I know what’s happening and I know how to fix it. (Compuesta y arrogante, se abre paso entre las niñas. Le quita la cabeza de Arturo de la falda de Clarita y la acuna en la suya. Le acaricia el pelo.)
Do you wan’t to know something?
CANDELA: En español, misis.
JENNY: No! In english! So you learn! Arthur and I are getting married.
CLEMENTINA: (Aplaude tonta.) ¡Gut, gut! ¡Tremendo!
JENNY: So, spread the word. “El Principal” y “la maestra yanqui” se van a casar. So… come on, wake up. Stand up straight, my love. Everything is going to be okey! (Ayuda a levantar a Arturo que aunque se ha calmado, aún está descompuesto y algo confundido.) ¿Ready? Don’t over express your feelings, ok? We are teachers, remember. Nos debemos dar por entero a nuestros estudiantes. Debemos enseñarles los valores que los harán buenos padres trabajadores y buenas esposas obedientes. Okey? Everything is ok? Okey. Let’s return to our baseball game, come on. Let’s go to the other yard. Come on, girls. Come on, Clarita. Come on… give Mister Principal some space.
(Van saliendo todas, después de dejar a Arturo, ya calmado, aunque desecho, que camina hasta el medio del patio. Las restantes chicas siguen a la maestra yanqui, compartiendo la mirada triste con Clarita, y luego salen de escena. Clarita se queda junto a él, de pie. A él le baja una enorme lágrima por sus mejillas.)
CLARITA: (Intensa. Lo abraza y lo acaricia, como si fuera el último segundo…) Este es el momento. ¡Huye! ¡Vete! Yo me iré detrás de ti. A la montaña, a la playa, bajo el flamboyán, bajo las palmeras, bajo la estrella más
refulgente… tú y yo. ¡Vamos, hazlo! Uniremos nuestras esperanzas, nuestros amores y fuerzas; haremos nuestra propia escuela…
ARTURO: Hay… un niño en su vientre.
CLARITA: (En cólera contenida.) ¿¡Y tú le creíste esa mentira?!
ARTURO: Si yo me voy, ¿quién cuidará de ese niño? ¿Qué idioma hablará? ¿A qué país le llamará “Patria”? ¿Quién lo protegerá de sí mismo?
CLARITA: Que lo haga ella. ¡Que pague!
ARTURO: Ella no pagará. Y a mi no me pagarán 280 pesos mensuales… nunca me pagarán eso. ¡Dios mío… ¿por qué todo lo más terrible que nos pasa, se reduce simplemente a… una “injusticia”?
CLARITA: Vámonos, Arturo mío. Vámonos ahora…
(Arturo la mira fijamente. Por un momento todo su rostro es la profecía de una sempiterna confusión. Mira al vacío. Da un paso vacilante para sí, “¡Huir!, sí, tal vez!”. Le tiende la mano. Ella la toma. Él va a dar otro paso. La duda es terrible. Suelta su mano… Mira al vacío. Llora dulcemente.)
CLARITA: (Se lleva los dedos a la frente tratando de adivinar lo que Arturo piensa. Se sonríe consigo misma, sin mucho remedio. Le abraza con furiosa ternura.) Sabes que siempre te perdono…. pero solo porque te adoro. Solo por eso. (Se va pesarosa por el lado contrario al patio de juegos.)
(Arturo, solo, sigue mirando al vacío. Vuelve y duda un poco, musita algo ininteligible, tiembla, pero luego… ya no se mueve más.)
12 de marzo de 2018 Valhalla, San Juan.
ARTURO: Y un maestro debe ser muy culto. Saber de todo, urgar en todo…
CLARITA: Es como s i me dibujaras con tus dedos, tus ojos…. voy formándome delante de ti como la mujer ent era y grande que siempre he querido ser.
(Fragmentos de la obra “Memorias de una Isleña”.)
por Clara Lair
(En Prados, al sur de la Isla. Años después de la invasión americana.)2
mala racha impidió que pudiera pagarse maestros privados, y María, entro por fin, a la escuela pública. Ya sabía leer y escribir correctamente y sus nociones de aritmética llegaban hasta el sistema decimal. La escuela, situada en un edificio blanco y verde en la calle de Valdemares3, se componía de varios salones de clase, cada uno a cargo de un maestro o una maestra que enseñaba todas las asignaturas. A ella le tocó en suerte el salón de sexto grado de don Arturo Mora.
Era un hombre joven4, alto, de tez moreno mate, lacio cabello negro, nariz aguileña y mirada penetrante. Se había educado en Francia y España y pasado más tarde por los Estados Unidos5. Serio y a la vez amable, desde el primer momento la niña sintió una gran confianza en él.
2 Revista del Insitituto de Cultura Puertorriqueña Vol. 1, # 10. 1961.
3 Debe referirse a la Calle Allen de Ponce, donde se encontraba la escuela.
4 Es probable que en estas narraciones “Arturo Mora” tendría 30 o 31 años, al igual que Arturo Vega Morales, maestro de Clara.
5 Arturo Vega Morales estuvo tomando cursos de inglés en Nueva York en 1901.
Clara Lair con su perrito, una rara fotografía de 1915.
Treinta niños y niñas de los once a los quince años de edad, casi todos de la clase media y de la raza blanca, componían la clase. En la mañana, don Arturo enseñaba gramática y aritmética, una asignatura que siempre hubo de caerle a ella muy pesada. Luego llegaba la maestra de música e inglés, una Americana gruesa y de bonita cara, que les enseñaba secamente palabras y oraciones inglesas y cantos patrióticos de su país. En la tarde, don Arturo se extendía en su clase. Indicando al mapa de gran tamaño que colgaba en una de las paredes del salón, comenzaba su lección de geografía. Señalaba un país, las ciudades principales, pasaba someramente sobre la producción, y luego volvía a sentarse ante su escritorio y disertaba. –Francia, el país dador de la cultura– les decía, tiene una historia bellísima. Esa historia, novelada por Alejandro Dumas, por Víctor Hugo, podrán ustedes conocerla cuando lleguen a sus manos las obras de esos autores. Y, a renglón seguido, les hablaba de la Revolución Francesa, donde el pueblo asaltó y tomó la Bastilla y los reyes salieron en fuga del maravilloso palacio de Versalles; y pasando rápidamente por diversos períodos, llegaba a la figura imponente de Napoleón. –Ahora – procedía– surgen grandes figuras de la literatura y la poesía. Ahora surge y brilla Alfredo de Musset, cuyos amores con la escritora Jorge Sand todavía pasan por el mundo envueltos en el romance y la fama. Y les leía entonces algunos versos de Alfredo de Musset traducidos al español...
Unía así tres clases en una.
Una tarde el periódico de la población publicó unos versos de don
Arturo6 dedicados a la muchacha más bonita de la sociedad. María los leyó y los releyó. ¡Qué feliz habría de sentirse aquella muchacha! ¡Qué cosas lindas le decía don Arturo en aquel lenguaje distinto al que hablaban los demás hombres! Aquella muchacha –decía él en los versos–había sido creada por las hadas; su rostro era de azucenas, sus manos de reina. Los poetas le parecían a María seres privilegiados. Decían las cosas que los hombres que hablaban diariamente no decían; hablaban a las mujeres, de amor sin compromisos de boda y sin que lo censuraran las mujeres de edad de la familia. Y luego todo terminaba tan lindamente. Se armó de valor y acechando al maestro solo en su salón a la de recreo:
-Don Arturo ... escríbame unos versos, Él la miró entre serio y divertido.
–¿Cómo, pero ya tú pides versos? ¿Una niña de once años? Deja eso para cuando seas mayor.
Corrió a esconderse en el cuarto de los lavatorios y allí lloró amargamente. Cuando sonó la campanilla que llamaba de nuevo a clase, entró al salón con los ojos enrojecidos y un gesto desafiante. El mae stro permanecía impávido. Pasó sobre la geografía y la historia ligeramente y se detuvo más de lo acostumbrado en la literatura.
El arte explicaba puede y hasta debe embellecer la realidad, pero no deformarla. La poesía es un arte, no un artificio. Hay un abismo entre esas dos expresiones.
Ella se aventuró a interrogar, mientras la entera clase palidecía:
Y cuando un poeta dice que una muchacha tiene el rostro de azucenas, ¿qué es?
El maestro sonrió casi imperceptiblemente:
Esa es una imagen poética bien fundada. Las azucenas son blancas, suaves, tersas. Se supone que el rostro de tal muchacha sea igual -
Al regresar aquella tarde a su casa, ¡qué amargura sentía María por el maestro! Le había dicho niña. Ella no quería ser niña. ¡Qué hermoso poder usar un traje largo, peinarse cuidadosamente el pelo rizado!
Buscó un traje desechado de su madre y se lo puso. Y, levantando su largo cabello, se arregló un moño en lo alto de la cabeza. ¡Ahora, ahora, si Don Arturo la viera! Era alta y desarrollada y aparentaba tener, así vestida, dieciocho años.
Al día siguiente, otra vez el traje corto y las trenzas apretadas que alisaban su pelo naturalmente ondulado. Se encontró fea, feísima, y
6 Hay varios escritos en prosa de Arturo Vega en La Democracia, pero no hemos hallado estos versos.
sintió el deseo vehemente de no ir a la escuela.
El maestro, sentado ante su escritorio corregía algunos papeles e iba… separando algunos y colocándolos a un lado. Eran, sin duda. Ella pensó que iba a darle una nota mala. Le pareció más serio que de costumbre y cuando la entera clase hubo tomado asiento, ella tenía un gran dolor de cabeza.
¡Aquella aritmética tan pesada! ¡Y aquella americana a quien ella no entendía y que caía en el salón como un huésped de otro mundo! Cuando llegó el mediodía, don Arturo alargó las clases de geografía e historia y entró, por fin, en su amada clase de literatura.
Esta vez no tradujo a la clase los versos de Musset. Dejó a un lado también la Sonatina de Darío que había comenzado a leerles unos días antes. Les explicaba que los versos que conocerían aquella tarde habían sido inspirados a un patriota y poeta mexicano por su novia, Gloria, que trataba de separarlo del riesgo de un ideal…
“No intentes convencerme de torpeza con los delirios de tu mente loca.
Mi razón es al par luz y firmeza, firmeza y luz, como el cristal de roca.”7
A María le parecieron aquellas estrofas, cuadradas, macizas, un tanto presuntuosas, y decididamente antipáticas.
A menudo, al estudiar la lección de geografía, se quedaba ella mirando fijamente el grupo de islas en una de las cuales vivía. Era como una punta de alfiler en el mapa. ¡En aquella punta de alfiler estaba ella, allí habría de quedar siempre! Aquel punto rodeado de agua por todas partes, era el enano de las islas.
Entonces observaba que había una isla cerca de la punta de alfiler y otra más allá. Y se daba a pensar que si se tendiera un puente sobre el mar –aquel mar que para ella se extendía solo hasta el horizonte por donde cruzaban, a veces, los barcos , si se tendiese un puente de isla a isla, ella podría salir –volar– de la punta de un alfiler.
Aquella tarde sentía ella deseos de eso, de volar.
Antes de salir de la escuela se acerco al maestro y le dijo su teoría de los puentes. Él se rió, pero luego, en un tono de indulgencia que ella no le había oído antes:
¿Sabes tú cuáles son los puentes entre los países y los hombres? Son
7 “A Gloria”, del poeta mexicano Salvador Díaz Mirón publicado en su libro El jardín de 1887.
los escritores, los libros. El único nombre que vuela- de un sitio a otro es el escritor.
Pero después se acercó fríamente a su escritorio y tornando algunos de los papeles separados, se los entregó: –Aquí tienes tu examen corregido y las notas. «Brillante», en literatura. En aritmética, «pésimo».
Se acercaban las vacaciones. Al llegar a la escuela una mañana encontró a sus compañeros agrupados en el patio y con rostros sobresaltados.
–¿No sabes? Nos pasan a la escuela americana y don Arturo se va... — le dijeron a la vez muchas voces.
Don Arturo se va... Por primera vez en su vida aquella frase, «se va» tenía en ella un eco persistente… «Don Arturo se va». Un d eseo infinito de abandonar la escuela la asaltó, de pronto sonó la campanilla que llamaba a clases entró al salón una turba entristecida y conturbada.
El maestro dio sus lecciones de aritmética como siempre, y luego llegó la americana de la música. Usaba un pito para dar a los alumnos la nota afinada y la niña, que ya tocaba el piano, sentía siempre ganas de reír ante aquel extraño proceso estridente.
Aquella mañana la americana traía una cosa nueva. Al final de la lección hizo a los alumnos ponerse de pie y les pidió que la siguieran en una canción que debían saber antes de las vacaciones:
«One… two… three… Porto Raro americán…
Three… four… five… Porto Raro americán…
Six… seven... eight… nine... ten…»
A pocos pasos de la americana, don Arturo, de pie, con la mano derecha en el bolsillo del pantalón, escuchaba en silencio mientras su respetuosa clase seguía a la maestra cantando << One... Two... Three... Porto Raro Americán...», monótona e inex-presivamente.
Al mediodía el grupo de alumnos rodeó el escritorio del maestro, inquiriendo:
¿Es verdad que nos pasan a la escuela americana donde todo se enseña en inglés? ¿Es verdad que usted se va?
El maestro les pidió que se sentaran:
Enseñar no es mi deber, es mi ideal comenzó diciendo ; Si fuera mi deber, tendría que transar con algunas cosas, pero el ideal no hace concesiones. No soy Partidario del sistema que rige hoy en la escuela americana; esa especialización del maestro en una sola asignatura
tiende, inevitablemente, a limitar su cultura, que debe ser universal. Y creo que el constante manejo de la misma asignatura acaba por hacer monótono y frío al maestro, frialdad que ha de transmitirse sin remedio al discípulo.
»Para mi, enseñar — continuó — "es una obra de arte como otra cualquiera. El discípulo es mi obra; pero este modo de enseñar por diversos maestros, creo que acaba por truncar esa obra. Además, alumnos tan jóvenes como ustedes no pueden de ninguna manera entender lo que se les explique y se trate de enseñarles en un idioma que no entienden ni podrán entender en mucho tiempo».
No determinó si se iba. Pero aquella tarde la clase salió del salón como si ya lo hubiese perdido. Después de las vacaciones, 105 alumalumnos pasaron en masa a la escuela americana. Algún tiempo más tarde, don Arturo aceptó un cargo en una capital extranjera y se aisló del magisterio. Pero antes de marcharse envió a la niña un pequeño álbum con unos versos que ella se dijo constantemente a sí misma por mucho tiempo.
¡Ay! Aquel álbum se le había extraviado hacia largos años. Pero los versos del maestro, en los que invocaba, para la futura juventud de la niña, un mundo todo blanco, lleno de gardenias y palomas, no los olvidó nunca.
CLARITA: Voy a desnudarme delante de ti.
por SANDRA RODRÍGUEZ COTTO
Tomado del blog
En Blanco y Negro con Sandra, 21 de octubre de 2018.
En la misma semana en la que los titulares en todos los medios, el tema general en las redes sociales y la discusión pública se concentraba en el supuesto intercambio epistolar entre una maestra y un cantante de trap, cuando en realidad todo apunta a una de esas jugadas del marketing que nos asfixian y que las masas no quieren ver, el teatro puertorriqueño nos dio una gran lección de lo que somos, del sistema educativo que tenemos y de nuestra historia. Después de todo, como decía el célebre dramaturgo estadounidense Arthur Miller, “el teatro es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma”.
Y ese careo con nuestra realidad puertorriqueña lo proporcionó la puesta en escena de la extraordinaria obra La Maestra Yanqui, escrita por el dramaturgo puertorriqueño Roberto RamosPerea.
La obra, inspirada en hechos reales, narra cómo fue el proceso de americanización de Puerto Rico en el 1904, cuando comenzaron a traer maestros estadounidenses para enseñar en inglés y cambiar todo el sistema educativo, despidiendo a los maestros españoles y a muchos puertorriqueños. Sin duda, es una dolorosa y fuerte metáfora de la realidad que vivimos en el sistema educativo actual. Escrita y dirigida por el singular dramaturgo Roberto Ramos-
Perea y presentada por el C onservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño, La Maestra Yanqui, nos obliga a pensar en las raíces de nuestra realidad cotidiana, las rupturas y nuevos caminos que se provocaron hace 120 años y por qué se sigue repitiendo la historia. Es una metáfora de nuestra realidad actual.
La pieza está inspirada en una memoria de la poeta y ensayista Clara Lair, cuando tenía 14 años y estaba en la Escuela Modelo de Ponce. Ella se enamoró a lo adivino de un profesor y escribió el cuento “El maestro”. Cuando Ramos-Perea leyó el cuento, entendió que esa narración sobre el proceso histórico tras la invasión y ocupación de los Estados Unidos y la salida de los españoles de Puerto Rico, era motivo suficiente para una obra. El trauma de los españoles y de esos puertorriqueños a los que de momento los obligaron a enseñar todo en inglés, por maestros sin licencias que ganaban sueldos dos y tres veces más altos que los boricuas fue una realidad que había que contar.
La trama empieza cuando la joven maestra Jenny Ander son llega desde Detroit a enseñar en Ponce, y empieza a presionar al principal, que era el sevillano David Arcaya y al maestro puertorriqueño y poeta frustrado, Arturo Mora. Los intercambios en el diálogo de los actores, especialmente las reacciones de los estudiantes a la enseñanza en otro idioma, evocan un tanto al histórico cuento de Abelardo Díaz Alfaro “Peyo Mercé enseña inglés”, y mezcla la comedia con la brutal realidad que les tocó a los puertorriqueños de ese momento.
La obra cuenta con un elenco en su mayoría por actores nuevos o desconocidos por la masa, pero cuyos quilates demasiado brillantes no merecen ser obviados por los medios masivos. El reparto incluía a la actriz Yashay Pérez y Mirnelys Flores en funciones alternas como Clarita, Tiffany Rodríguez como Finí, Shenys González como Candelita, Cybele Delgado como Clementina, Basilia Encarnación como Isolina, Belkis Colón como Teresita, Carlos Mercado como Miguel, y Steven Rivera como Raulito. Una mención especial va a para Claudia Sevilla, quien interpretó a la negra rebelde, Petrita Albizu del barrio Tenerías de Ponce, a la altura que el apellido de ese personaje requería.
Uno de los principales personajes femeninos es el de Clarita, la estudiante que se enamora de su maestro y se lo perdona todo.
Este recayó en la actriz Myrnelis Flores, quien sobresale en su interpretación en las escenas de amor y la excelencia en que llevó los parlamentos bastante largos. Como la patria misma que lucha por defender su esencia ante el invasor, este personaje de Clarita a veces se doblega y a veces mantiene silencio, con la dignidad que sólo posee quien ama de verdad.
El personaje que da nombre a la obra lo interpreta la actriz Caroline Vanessa Alicea. Como Jenny Anderson, la Maestra Yanqui, Alicea despliega la arrogancia de quien viene de afuera a imponer sus criterios. Manipula con singular maña al endeble maestro y lo enreda en sus redes amorosas, en un cínico juego de poder y amor, y ocultando sus maquiavélicas intenciones tras el incesante acento y líneas en inglés. Este es un personaje interesante que uno como público llega a entender, y a veces, hasta odiar, todo por la excelente ejecución de la actriz.
Ramos-Perea comparte la dirección con el rol de actor en el personaje del profesor español David Arcaya, principal de la escuela, que sufre el desplazo por no saber inglés. Conocedor de geografía y la música de Verdi, este es un personaje culto, pero que también trae las contradicciones y desigualdades del coloniaje español. Por ser sevillano ganaba un sueldo más alto que el maestro puertorriqueño, pero cuando ya sabe que saldrá de la escuela, en una esc ena cargada de emoción, llora y hace llorar al público cuando cuestiona cómo les dirá a sus hijos que ya no es el principal, y que sus hijos son puertorriqueños. Este personaje es el que más cuestiona las motivaciones de la maestra Yanqui y exige al personaje central que defienda su cultura y su ser ante el invasor que lo desplaza. Pero no hay la menor duda de que esta obra es de su protagonista, el primerísimo actor Ernesto Concepción en el papel del maestro Arturo Mora. Interpretó hermosamente el personaje con toda la vulnerabilidad y ambigüedad que se tiene como puertorriqueño. Es la eterna indecisión entre ser o dejar de ser o no ser nada. Es esa duda, su titubeo entre el amor a lo que es, lo que fue bajo los españoles y lo que se ha convertido bajo el dominio americano, lo que avergüenza. Su cobardía ante los momentos claves cuando debe enfrentar a sus demonios, lo consterna, y el miedo le provoca ataques epilépticos o de pánico que lo derrumban, como si fuera una metáfora de lo que somos los puertorriqueños. Y así como somos, el
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maestro Mora nos hace sumirnos colectivamente en esa cultura de la abstracción.
Este personaje es nuestro espejo como pueblo, porque, así como ahora nos entretenemos con las eternas baile, botella y baraja, con los Bad Bunny de la vida, las visitas a los malls en donde se compra sin cesar o la búsqueda del permiso para comparar cannabis medicinal y olvidarse de los dolores que provoca la colonia, este personaje víctima de sus adicciones. Es la única forma de enfrentar el monstruo de la colonia. Con eso, o con amor. Las escenas de amor las interpretó con tanta belleza y sensualidad, que Concepción consiguió que en el público se escucharan los suspiros y comentarios en voz baja de muchas mujeres. Pero también logró demostrar que en la vida todo es poesía. La escena cuando le recitó a sus estudiantes el poema El Regreso, de José Gautier Benítez, arranca las lágrimas. Por eso hay que ver a este actor en escena. Cautiva. Un dato importante de toda la pieza es cómo la música va uniendo temas y sentidos, y en esta parte hay que destacar el talento del compositor Hugo Sebastián, de apenas 18 años. La estética de sus composiciones sutiles y sugestivas, ayudan al público a adentrarse en cada escena. Ese talento propio, también es herado de unos padres super talentosos ya que el compositor es hijo de Ramos Perea y de la reconocida actriz Ángela Mari.
Hay que felicitar a Ramos-Perea por esta extraordinaria obra, a Concepción, a todo el elenco y a la producción. Merece ir a verlos. Merecen respaldo. Por eso escribo. Desde este foro, aplaudo al Instituto de Cultura por haber ayudado a la puesta en escena producida por el Ateneo Puertorriqueño y le pido que logren que se dure algo más y pueda ser vista fuera del área metropolitana y en la diáspora. Merece verse.
Es penoso que poco se escribe o se difunde en los medios masivos de los trabajos buenos que se hacen desde el teatro puertorriqueño. A veces sólo acapara cobertura lo chabacano, mientras que las piezas bien escritas, con música excepcional, escenografía, vestuarios e iluminación impecables, y actuaciones espléndidas como sucede en La Maestra Yanqui, parecen no tener el respaldo de los medios masivos. Sin embargo, el ver un teatro lleno a capacidad es la mejor señal de que el público busca contenido alterno, de calidad artística, y que sabe apreciar el buen teatro.
Apuesto además a la continuidad de este proyecto cultural del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño porque nos permite reproducir la historia para poder entender el presente y mirar hacia el futuro. Es importante el teatro hoy, en el 2018, cuando vemos cómo se replica mucho de lo que se vivió durante la ocupación de los soldados estadounidenses, y luego con la implantación de sus sistemas en la educación. En la presente coyuntura histórica que vivimos, con una Junta de Control Fiscal dirigiendo las finanzas diezmadas del gobierno y un sistema de educación en franco achicamiento, es imprescindible, un imperativo, ver esta obra.
Es imposible saber hacia dónde vamos si no tenemos la capacidad de reconocer de dónde venimos. Esta es una obra cercana y una poesía viva. El teatro nos acerca a la vida, y como decía Federico García Lorca, “el teatro es poesía que sale del libro para hacerse humana”.
Comentario al blog:
Excelente obra, lo que habría que agregar a tan buena reseña es el hecho de que la música fue compuesta por Hugo Sebastián un joven de 18 años, lo cual es muy esperanzador, especialmente cuando son pocos los jóvenes que están ofreciendo propuestas musicales de tan alta sensibilidad y calidad. Recomiendo a que la gente escuché el CD del soundtrack de la obra...¡exquisito!
De Teatro:
La maestra yanqui:
obra de Roberto Ramos Perea
por VIVIAN AUFFANT VÁZQUEZ
Semanario Claridad, noviembre de 2018.
Si alguien pregunta qué puede superar el sentimiento del amor, una repuesta es la ambición.
Mediante un diálogo certero se exponen las distintas reacciones ante un cambio histórico ocurrido, que en ocasiones logra giros en las risas del público. Entendemos que la obra muestra esa dualidad de las máscaras que simbolizan el teatro: comedia y drama. La ambición como negación de lo genuino arrastra al llanto con las consecuencias de la acción. La obra expone no sólo el conflicto de decidir entre el amor a dos personas pues no es sólo si me quedo con esta persona, sino el por qué y : ¿qué sigo haciendo con la ambición que sostuvo la selección?
El dato histórico de lo que ocurrió en Puerto Rico a partir del 1898, sostiene el argumento, tanto si se conoce o si se ha excluido de la memoria histórica del espectador. La obra inspirada en una memoria de Clara Lair, El Maestro, recoge la política imperial de la sustitución de maestros puertorriqueños por norteamericanos que van estableciendo el uso del inglés a partir de la invasión. No obstante no se refiere solamente al pasado que sobrevino, pues diríamos que sigue sucediendo. La acción puede darse en cualquier lugar que el poder imponga cambios aplastantes.
El personaje del maestro Arturo Mora, interpretado magistralmente por Ernesto Concepción va mostrando el antihéroe hasta la expresión sin palabras con la que finaliza la obra. Termina precisamente con el inicio del conflicto de muchos y muchas que te-
miendo por la sobrevivencia van cancelando afectos, lealtades, valores que necesita la entereza para enfrentar el miedo a la incertidumbre, a la inestabilidad laboral, y los cambios políticos. El personaje es un retrato de la naturaleza humana. Es el drama que conoce las reacciones instintivas que impulsan la ambición con la que se traiciona a todos y a sí mismo.
El personaje de Clarita en la convincente actuación de Mymelis Flores Rosa demuestra la sinceridad del acto amoroso que sería el fundamento del futuro. La maestra yanqui interpretada por Caroline Vanessa Alicea, Petra Albizu caracterizada por Claudia Sevilla y el principal de la escuela, el español Daniel Arcaya personificado por Roberto Ramos-Perea, formaron la confrontación que nutre al conflicto. La metáfora de la patria que simboliza Clarita, frente al tiempo pasado que expone Arcaya y el futuro de lo que se espera con la maestra, recogen la representación que nos ha traído el devenir histórico.
El hecho de llegar la maestra conlleva miedo a las imposiciones porque el poder que viene a regir no reconoce el mérito, eso no se considera. Lo importante y conveniente es allegarse a la sombra de ese dominio monolítico institucional. Pero ¿quién es ella, la maestra yanqui que alimenta la ambición? Los diálogos filtran la contestación aunque no explica cómo sabe tan buen español, porque lo que contesta no convence. ¿ Cómo y quién va a sustituir al principal español? La pregunta conforma el proceso de espera que va elaborando tensión y alimentando la decisión.
La maestra yanqui de Ramos-Perea es una obra con un sentido profundo y conmovedor que expone cómo se va haciendo la historia con personas que afinan y determinan el dato irremediable de la imposición del poder. Recoge el sentido del ser o no ser shakesperiano.
Al recordar las palabras de Federico García Lorca sobre el drama y sus componentes reconocemos lo vital de este arte en la sociedad: El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso.
Los actores y actrices del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño demostraron dominio de escena enfatizando el contenido de los diálogos. El Teatro Francisco Arriví en
Santurce fue la sala que abrió a esta puesta en escena, con el auspicio del Instituto de Cultura Puertorriqueña, libre de costo, y con lleno los dos fines de semana. Esta obra ha representado el éxito de la labor teatral que debe sostener la evaluación de una sociedad.
JENNY: A mi puedes violarme si quieres…
RESEÑA :
Por JAIME TORRES TORRES
Para la Fundación Nacional para la Cultura Popular 25 de octubre de 2018
La bandera imperial se impone en el aula escolar.
Allí, generalmente, discurre gran parte de la trama de la obra La Maestra Yanqui del dramaturgo y actor Roberto RamosPerea, en cartelera libre de costo en el Teatro Francisco Arriví en Santurce en una producción del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño.
Los personajes; el principal David Arcaya (Ramos-Perea) y el profesor Arturo Mora (el primerísimo actor Ernesto Concepción) la pasan inadvertida, tornando evidente la severa crisis de identidad que, en mayor o menor grado, los caracteriza.
Crisis de identidad que, en el caso del maestro Mora, se extrapola en un perfil sicológico complicado, un desorden de personalidad evidente y ciertas patologías que revelan con elocuencia como el colonialismo eclipsa la razón y, como afirmó Albert Memm i en su Retrato del Colonizado, ‘esclerotiza’ el espíritu, con el correspondiente desastre en ética y valores.
Así, La Maestra Yanqui, que en el papel de “Jenny Anderson” representa la actriz Caroline Vanessa Alicea, no es el problema, sino ellos mismos y la propia comunidad escolar de adolescentes que es presa fácil de la transculturación y asimilación que sutilmen-
te impone la profesora gringa que llega, con ínfulas de superioridad, a denigrar la nacionalidad boricua.
Nunca se alude a la bandera gringa y no es necesario porque el texto, en un contexto perfecto, revela también -a juicio de este periodista- la conformidad, indiferencia y estado de sedación e hipnosis que identifican al colonizado promedio, con sus traiciones y vicios.
En términos de actuación, La Maestra Yanqui, obra inspirada en el cuento biográfico El Maestro de Clara Lair, es insuperable.
Dirigida por Roberto Ramos-Perea, es obvio que fue ensayada con rigurosidad extrema y se aprecia en la proyección escénica de todo el reparto, muy en particular las estudiantes Clarita Negrón (Myrnelis Flores Rosa y Yashay M. Pérez Román), Petrita Albizu (Claudia Sevilla Cotto), la profesora Anderson (Caroline Vanessa), el principal David Arcaya (el propio Ramos-Perea) y el maestro Arturo Mora, representado por el extraordinario histrión Ernesto Concepción, quien es responsable de la co dirección actoral.
Mención aparte merece la música incidental que se escucha a través de la representación, compuesta por el joven pianista boricua Hugo Sebastián, cuyo cd está a la venta durante las funciones en el Teatro Francisco Arriví.
Aunque el tema de la asimilación gringa en la educación ha sido motivo de ensayos, estudios sociológicos, novelas, obras y canciones, La Maestra Yanqui es oportuna porque ocurre en medio de la incumbencia de la secretaria norteamericana Julia Keleher y en una coyuntura en que se desarticula el sistema de educación pública de la Nación.
La Maestra Yanqui, una alternativa necesaria ante el teatro vodevil que enajena a un sector del País, continuará en cartelera hoy, mañana y el sábado 27 de octubre en funciones a las 8:30 p.m.
por FÉLIX CRUZ
El Post ANTILLANO . Lunes, 22 de octubre de 2018
(San Juan) La maestra yanqui, del dramaturgo Roberto Ramos Perea subió a escena el pasado fin de semana en el Teatro Francisco Arriví en el corazón del distrito teatral de Santurce. La obra, que es parte del Cuarto Festival de Teatro del Ateneo Puertorriqueño, es una presentación del Conservatorio de Arte Dramático de la centenaria institución cultural.
Fui a la función del domingo en la tarde. La sala del teatro estaba repleta. Había profusión de rostros jóvenes y si me dejo llevar por los aplausos y gritos de los presentes, puedo asegurar que hubo una buena representación del magisterio puertorriqueño. El público acogió la obra con beneplácito y tanto su autor como los actores recibieron aplausos delirantes.
La obra es un drama que recoge el periodo de transición que desbancó al magisterio español y puertorriqueño a principios de siglo XX como parte de las políticas educativas impuestas por la nueva metrópoli estadounidense. Por uno de los parlamentos que hace referencia a la fundación del Partido Unión puedo ubicarla en 1904.
En ese mismo año, 1904, el Comisionado de Educación, Roland P. Faulkner retomó la política lingüística educativa de imponer el inglés como idioma de enseñanza en todos los niveles. Esta había sido la política original de los invasores impuesta entre 1898 y1900 por los comisionados John Eaton y Víctor S. Clark. Entre 1900 y 1904 hubo una revocación de esa política bajo los comisio-
nados Martin G. Brumbaugh y Samuel M. Lindsay que mantuvieron el español como idioma de enseñanza en los grados primarios e inglés como una materia y en la secundaria impusieron lo inverso, todas las materias en inglés y el español como una clase. De hecho, con Faulkner iniciamos el proceso que conocemos como la americanización. La americanización culminó con el proceso del despido de los maestros españoles y puertorriqueños que no dominaran el inglés que se inició en 1901.
El drama está inspirado en un cuento biográfico de la grandiosa poeta puertorriqueña Clara Lair, El maestro, publicado en 1967.
La maestra yanqui es un análisis psicológico de la realidad puertorriqueña. Utiliza a la clase magisterial y sus luchas para describir el conflicto emocional de los puertorriqueños y su aparente claudicación ante las imposiciones de una metrópoli seductora, pero fría y calculadora.
La pieza teatral nos presenta a un maestro puertorriqueño, Arturo Mora, endeble, por no decir apendejado, romántico, amante de la poesía y psicológicamente afectado por la crisis socioeconómica y política que aquejaba el país a raíz de la devaluación de la moneda y la devastación de la agricultura tras el paso del huracán San Ciriaco en 1899. Mora, quien además de encarnar al magisterio es símbolo de la “viril” nación puertorriqueña, se debatía entre el patriotismo, el servilismo, el bienestar, la traición y la entrega absoluta a un futuro dirigido por otros.
El “pobrecito” era el símbolo sexual de sus alumnas. Estaba acosado por una estudiante de 14 años, Clarita Negrón y aparentemente estuvo envuelto en un caso con otra estudiante que terminó interna en un asilo mental. Luego, Mora fue víctima de la violación sexual de la maestra yanqui. El personaje fue interpretado por Ernesto Concepción.
Concepción demostró su dominio del personaje. En un momento me pareció estar observando a un paciente mental interno en un deprimente manicomio de principios del siglo XX. Al final, quedó en escena un personaje, abrumado, derrotado, víctima de la sexualidad y del sistema. Es el prototipo del pitiyanqui (petite yanqui) que entrega el alma a cambio de unas pesetas y vive atormentado por claudicar sus principios.
Esta no es mi percepción del magisterio y mucho menos de los varones puertorriqueños. Entiendo el mensaje de Ramos-Perea, que utiliza el personaje para condenar la aceptación de políticas intransigentes durante esa época y más recientemente la apatía que demuestra el pueblo puertorriqueño actual que ha aceptado políticas indignantes y recibe latigazos del régimen colonial sin protestar. Desde mi punto de vista hubiese preferido un héroe que, como muchos maestros, lucharon por mantener nuestro idioma como vehículo de enseñanza a costa de perder su empleo y terminar encerrados en la cárcel. La degradación psicológica del personaje en vez de inspirar mi compasión solo motiva mi desprecio ante su falta de dignidad y a lo que en mi época se llamaba ‘hombría’.
Roberto Ramos-Perea representó al profesor David Arcaya, español de 70 años que era director del plantel escolar. Arcaya es prototipo del imperio español derrotado por las fuerzas estadounidenses. Vive de glorias pasadas, reclama el legado que les dejó a sus antiguos colonos y justifica sus acciones, incluyendo el alto salario que percibían los peninsulares versus los maestros puertorriqueños. El director escolar es un anciano decrepito, que al final es traicionado por su antiguo discípulo que es subyugado por el bienestar que le ofrecen sus nuevos amos. Ramos-Perea es un actor grandioso que se entrega totalmente al personaje, lleva en sus hombros la carga de los años, el desprecio de sus “hijos” y la ignominia de la gloria perdida. Arcaya es, desde mi punto de vista, el personaje más simpático de la obra.
La maestra yanqui, Jenny Anderson, estuvo interpretada por Caroline Vanessa Alicea. En el personaje, Ramos-Perea logra una representación magistral de los Estados Unidos. La maestra es una vampiresa hermosa, con ojos claros y curvas seductoras. Anderson es el prototipo del “pisa blandito y junde el canto”. Engatusa al maestro apendejado, lo cautiva y lo aprisiona ofreciéndole prebendas que resultarán en mejoras para sí mismo. No tiene límites en su habilidad para seducir al “pobrecito” varón, va desde el sexo hasta el dinero y cuando estos fallan, le ofrece un hijo. Es una visión magistral de la relación entre Estados Unidos y Puerto Rico, que en su momento de mayor crisis, pare al Estados Libre Asociado. Alicea es encantadora en su representación, maneja muy bien a su personaje y sabe ir desde la seducción hasta la imposición como lo ha hecho la
metrópoli con esta colonia doblegada similar al maestro Mora.
La Patria no podía estar ausente en esta tragedia boricua. Es representada por el personaje de Clarita Negrón que fue interpretado por Myrnelis Flores Rosa. Clarita es una joven de 14 años enamorada de su profesor, quien la ama, pero teme las repercusiones de estar en una relación con una niña con cuerpo de mujer. Clarita es poesía, pasión desenfrenada, seducción inocente, pero segura. Ramos Perea logra recrear a la Patria con todas las virtudes que nuestros bardos han descrito por más de dos siglos. Al final, la Patria es relegada por sus hijos, que prefieren la seducción vampiresa de la metrópoli.
La rebeldía patriótica es interpretada por Claudia Sevilla Coto que interpreta a Petrita Albizu. El personaje, que alude a la madre de don Pedro Albizu, es presentado como una adolescente desquiciada, violenta, pero decidida a defender su sentido identitario. La aceptación de las políticas estadounidenses y la sumisión a la nueva cultura lo representa el personaje de Clementina, interpretada por Cybele Delgado.
Las escenas me parecieron algo lentas para mi gusto. La actuación del coro fue muy exagerada al inicio de la obra, lo que es entendible por ser estudiantes, mejora según nos adentramos en la trama. Hay un exceso de palabras soeces.
Ramos-Perea nos proyecta la lucha existencial de las mujeres por expresar abiertamente su sexualidad versus la represión socioreligiosa impuesta por una cultura machista. Las niñas buscan definirse como mujeres, entender el pensamiento masculino y hasta cuestionan la sexualidad del hombre cuando este no sucumbe ante sus avances sexuales. Son temas de a diario que evitamos discutir abiertamente, pero que el autor confronta para obligarnos a repensar nuestra realidad.
Al final, como lo es en la vida misma, la atracción y la pasión sexual se convierten en las fuerzas dominantes de la obra. Todo gira en torno a un “varón” víctima del acoso de mujeres apasionadas, agresivas, desinhibidas y decididas a poseerlo. Aunque entiendo la metáfora, es la triste realidad del Archipielago Borincano, todos lo quieren poseer y dominar, me resulta chocante esta conceptualización de la mujer agresiva y esta proyección del varón apendejado, sumiso, víctima de las circunstancias, presa fácil de la primera que
le ofrezca una mejor situación económica. Empero, Ramos-Perea logra su objetivo al abofetearnos con la falta de hombría que nos ha llevado a acatar la imposición de dos imperios, acogernos a los beneficios, apedrear a los nuestros que no aceptan la imposición, traicionar a los amigos y claudicar los ideales.
Debemos destacar la musicalización de Hugo Sebastián que inspira a la meditación y al análisis de la historia patria. La exquisita escenografía de Wanda Nieves tiene el poder de trasladarnos a un salón de clases de principios del siglo pasado en Ponce. La iluminación de Jesús Aguad colabora profundamente con la ambientación logrando la catarsis visual del público. La dirección de Ramos-Perea es magistral.
La obra se presentará el miércoles, jueves y sábado de esta semana a las 8:30 p.m. No deben perdérsela.
JENNY: Do you know how to pitch?
UNA IMPERTINENTE MAESTRA,
EN UNA PERTINENTE HISTORIA:
por el dramaturgo ROBERTO ALEXANDER PÉREZ
PALCO DE PLATEA: ARTÍCULOS DE OPINIÓN PARA DIFUNDIR Y VALORAR NUESTRA ESCENA NACIONAL
26 DE OCTUBRE DE 2018
Hay que tener oficio y los huevos bien puestos, para, a través de hermosas metáforas. hacer fuertes denuncias. Se necesita ingenio para servirse de analogías, a fin de encarar la imposición con el servilismo o la ineludible derrota con un cambio de mando. Para completar, se requiere de mucha sagacidad para impartirle comicidad a la tragedia. Todo esto le sobra al maestro Roberto Ramos Perea, quien nos regala, literalmente, este “documento histórico” en forma de ficción tragi-cómica.
¿Estaremos ante un “casual' calco de nuestra realidad, tanto histórica como cotidiana? ¿Será que estamos destinados a repetir la historia? ¿O es que aún hoy, en el año 2018, seguimos pensando que lo que viene de afuera es lo que sirve o mejor funciona? Inspirada en el cuento El Maestro, de la escritora Clara Lair, que, como bien resume el portal cibernético Conuco: es una “pieza en prosa que cuenta la experiencia de una alumna con su maestro, en el momento crucial del inicio de la ocupación de Puerto Rico por los Estados Unidos. la sensibilidad de la niña y su "enamoramiento con el maestro” se tratan con profunda belleza literaria. Los ideales pedagógicos del profesor, frente a los cambios en la educación impuestas por el gobierno de Estados Unidos, retratan el inicio
del trauma colonial transculturizador al que se someterían las nuevas generaciones de puertorriqueños”.
Curiosamente el personaje de Clarita Negrón, tiene visos del estilo poético y descarnado de la propia Clara Lair, y me refiero a la precoz, desinhibida y sensual forma de conducirse del personaje, a pesar de su corta edad. No es una casualidad que se llame Clarita, como tampoco es accidental que represente la Patria abandonada, proyectada con gran credibilidad, profundo sentimiento, impotencia y congoja, por una promesa de las tablas, Yashay M. Pérez Román.
Sin embargo, el maestro, Arturo Mora, interpretado con gran naturalidad, oficio y verdad por el gran actor Ernesto Concepción, es un personaje gris, que aunque muy patriota, sucumbe a las imposiciones de la nueva “administración". Esperaba ansioso por ver en el maestro, una reacción, a lo Inés Mendoza de Muñoz M arín, quien en su época, defendió el uso del español en las escuelas públicas, con fuertes críticas a la política educativa del inglés, impuesta por los “gringos” en nuestra Isla. Esto provocó su expulsión y hasta un piquete voluntario de sus estudiantes, entre los que se encontraba la mismísima Sylvia Rexach.
El personaje de la maestra yanqui es uno de los grandes aciertos de la pieza, pues representa la prepotencia y la potencia mundial, el invasor, el que llega a cambiarlo todo, a deslumbrar con plata y progreso, a costillas de la dignidad de los demás. Este personaje es interpretado con gran dominio actoral y linguístico por Caroline Vanessa Alicea.
El propio Ramos-Perea nos deleita con una fluida y tierna interpretación del patético Principal español, David Arcaya, "alivio cómico, dentro una densa exposición de relatos que, como Boricuas, no nos deja históricamente, muy bien parados. Sólo, parte del coro de niñas, representa las futuras luchas por mantener nuestra identidad como pueblo. Este grupo fue interpretado con impresionante quehacer por Shenys González, Tiffanny Rodríguez Cruz, Cybele Delgado, Basilia Encarnación Siaca, Belkis Colón GonzáJez y Claudia Sevilla Cotto, como Petrita Albizu. Petrita no sólo representa la futura casta de un gran líder independentista, sino que descubrimos en ella a una futura actriz de gran carácter y presencia escénica.
Actúan, además, los jóvenes Carlos Mercado y Steven Rivera. Imperdonable seria, no mencionar la música original Hugo Sebastián, conmovedora sinfonía, como un gran hilo conductor, dentro de una montaña rusa de emociones.
Considero que, la extensa pieza, aguantaba un largo primer acto Y un corto segundo acto, para así evitar los dos Intermedios, pero eso en nada desmerece la gran velada teatral que tuvimos anoche.
La Maestra Yanqui, es una experiencia teatral que no deberían dejar pasar. Sólo quedan dos funciones, esta noche y mañana a las 8:30PM en el Teatro Francisco Arriví.
ARTURO: Poetry, sir… Poetry!!!
por WANDA IRIZARRY
Desde el blog de crítica teatral: DESDE MI PUNTO DE VISTA. 28 de octubre de 2018
Cuando se habla de historia, de patria y de coloniaje, es muy difícil que algunas personas tengan una visión objetiva del asunto. El fanatismo y la información a medias nublan la realidad de nuestra historia como pueblo.
Puerto Rico, desde la llegada de los españoles, ha sido tratada como un objeto; y aunque quienes la ven de manera literal piensan que es solo un pedazo de tierra, la realidad es que nuestra isla es mucho más que eso. La formación de cada uno de nosotros no sería igual si hubiésemos venido al mundo en otro lugar.
Esta pieza, escrita y dirigida por Roberto Ramos-Perea, se enfoca en el irreparable daño que ha recibido la educación debido a los cambios coloniales. La misma es una producción del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño. La trama se desarrolla en agosto de 1904.
Antes de hablarles de la producción, tengo que decir que me entristeció mucho darme cuenta que seguimos viviendo la misma situación en el Departamento de Educación desde hace más de un siglo: maestros pisoteados por el sistema, personas sin licencia ejerciendo la profesión, batatas políticas que ganan más que los que día a día se sacrifican por obtener un salario, mayor importancia a los aspectos políticos que a los estudiantes, docentes que se dejan someter porque su economía depende de ese salario... Situaciones que llegan hasta el alma, te estremecen y te hacen cuestionarte qué va a pasar con nosotros si siguen envenenando el corazón de muchos y lavando el cerebro de otros, haciéndoles pensar que lo que viven es
lo mejor, que no hay mejor beneficio que ser parte de otro y regalar nuestra individualidad.
La escenografía fue sencilla pero sinceramente no se necesitaba más. La esencia de esta producción estaba en su mensaje, en la cruda realidad que trae de manera sutil. Las luces y sonido cumplieron su cometido. Claro, cabe destacar que la música para esta puesta en escena fue realizada por Hugo Sebastián, y que fue magistral.
Sobre las actuaciones debo resaltar a Caroline Vanessa Alicea, quien interpretó a la profesora Jenny Anderson (la maestra yanqui) y a Claudia Sevilla Cotto, quien interpretó a Petrita Albizu, una estudiante rebelde que no se dejaba intimidar por nada ni por nadie. Los demás actores (que eran parte del grupo de estudiantes del Conservatorio) tienen oportunidad de crecimiento y necesitan trabajar en la internalización y transmisión natural de su personaje y sus líneas. Pero eso sí, talento hay de sobra.
Roberto Ramos-Perea interpretó al Profesor David Arcaya, principal de la escuela, de descendencia española pero con hijos nacidos en la isla. Este hombre se crece en escena. Me hizo reír y llorar, en especial en la escena emotiva de su despido. Sus palabras calaron hondo en mí y me llevaron a pensar en todos esos maestros calificados y con vasta experiencia que son cesanteados porque sí.
Ernestito Concepción trajo a la vida al profesor Arturo Mora. Este representa al profesor que es libre de pensamiento pero que termina dejándose someter por un sistema cruel simplemente porque necesita el dinero. Este hombre ama profundamente a una mujer, pero su obligación con otra, por cometer un error, lo lleva a la derrota moral. La pasión y la dura realidad se mezclan en su vida y lo llevan a escribir versos que considera malos, pero que son el desahogo a lo que no puede expresar con libertad. ¿Su actuación? Indescriptiblemente hermosa. Pero las mujeres no son tal, cada una representa algo: Estados Unidos y la Patria... Y este hombre deja a la que ama con todo su ser porque tiene que cumplirle a la otra. Esta producción ya cumplió su cometido, ya culminó sus funciones que, de hecho, fueron gratuitas. Pero la misma nos invita a ver más allá de lo que se puede apreciar a simple vista, nos invita a la reflexión, al análisis, al choque con la realidad, a sentir el dolor de un terruño que se pierde en las feroces garras de un león rugiente que no tiene piedad. Nota: A. ¡Bravo!
“El sábado fui a ver La maestra yanqui en el Teatro Francisco Arriví. Una pieza de Roberto Ramos-Perea partiendo de un cuento de Clara Lair. Con un elenco compuesto por uno de nuestros mejores actores, Ernesto Concepcion, y estudiantes y egresados del Conservatorio de arte dramático del Ateneo Puertorriqueño q dirige el propio Roberto. Ernesto, bordó su personaje, gracias a su talento y al minucioso estudio q acostumbra a brindar a cada personaje. Gracias Tito, por tan divino trabajo. Roberto, que comparte el escenario también como actor... no le gusta que lo diga... eres tannn bueno!!!! Carolina Vanessa Alicea como la maestra, difícil trabajo en el que bailaba entre el español y el inglés, sin faltar al demás detalle... Una historia que nos retrata tanto en el 1905, como en el 2018. La mística de la música original para esta pieza de Hugo Sebastián, de quien estoy sumamente orgullosa. Hugo, esa música es cinematográfica. Gracias al Ateneo por permitir y fomentar el teatro puertorriqueño y abierto a todos (la entrada es gratis y hay urnas para que usted haga su contribución). Gracias Roberto por capitanear ese barco.”
LIZA LUGO Actriz Puertorriqueña
"Expreso mi alegría de haber tenido la oportunidad de disfrutar de la obra La maestra yanqui no solo porque es una magistral manera de exponer ese proceso de sustitución de un sistema de educación por el que se impuso durante las primeras décadas del siglo pasado en esta isla ... Mi alegría adicional es poder escuchar la música
compuesta para esta obra por Hugo Sebastián quien a sus 18 años muestra un talento y sensibilidad poco común en jóvenes de su edad. (No censuro, condeno ni critico a los jóvenes que producen y consumen trap, rap y otras expresiones musicales y líricas subculturales. Pero qué refrescante y esperanzador es que en el menú, en el abanico de opciones, este incluido algo como lo que Hugo Sebastián ofrece).
Desde que vi la obra este viernes pasado, he escuchado durante las noches el disco del "sound track" de la obra y es excelente!... Sugestivo, relajante, melancólico, sutil y profundo a la vez.... Bravo por el Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo, al dramaturgo Roberto Ramos-Perea y al compositor Hugo Sebastián. Aprovecho para pedirles que se den la oportunidad de ver la obra y que apoyen el buen teatro de Puerto Rico."
Maestro Compositor y etnomusicólogo
“Nuestro país debe apoyar y sentirse orgulloso del extraordinario trabajo del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño que dirige el Maestro Roberto Ramos-Perea. Sus obras son memorables, de excelente calidad y gratis para el Pueblo. Esta noche disfruté de la puesta en escena de La Maestra Yanqui, que se desarrolla en el año 1904. Es una denuncia de la profanación de nuestro sistema de educación por el gobierno estadounidense a raíz de la invasión, que se extiende hasta nuestros tiempos y que hoy sufrimos en manos de la empresaria yankee, Julia Keleher. La obra fue dedicada a nuestros maestros y maestras. Gracias al Ateneo, al dramaturgo Roberto Ramos-Perea por su supremo esfuerzo de brindarnos buen teatro, por defender nuestra cultura, por rescatar nuestra historia y a los excelentes actores y actrices. De Ernesto Concepción ¿que puedo decir que no se sepa ya? ¡Bravo!
MARIA DE LOURDES GUZMAN Presidenta del Movimiento Unión Soberanista MUS
ROBERTO RAMOS-PEREA
(Foto © Juanky Álvarez.)
Nació en Mayagüez, Puerto Rico, el 13 de agosto de 1959. Dramaturgo, guionista, actor, director de escena, historiador y crítico del teatro y el cine Puerto-rriqueño.
Cursó estudios superiores de Dramaturgia y Actuación en el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, D.F. y prosiguió esos estudios en la Universidad de Puerto Rico. Es Director General del Archivo Nacional de Teatro y Cine del Ateneo Puertorriqueño. Es además Rector del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo, y Presidente del Instituto Alejandro Tapia y Rivera. Fue periodista en los diarios El Reportero, El Vocero, El Mundo , Puerto Rico Ilustrado y la Revista VEA y columnista ocasional de El Nuevo Día. Es además profesor de Historia de la Literatura y el Teatro Puertorriqueño en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Ha estrenado y publicado más de cien obras teatrales en Puerto Rico, y en países como Japón, Estados Unidos, España, la República Checa, Polonia, Brasil, Cuba, Venezuela, Argentina, México, Chile, Santo Domingo y sus obras han sido traducidas al inglés, al francés, al checo, al polaco, al portugués y al japonés. Ha dirigido más de un centenar de puestas en escena en Puerto Rico y en el exterior y ha sido premiado por instituciones nacionales e internacionales como el Ayuntamiento de Sevilla, Casa de las Américas de Cuba, el PEN Club de Puerto Rico, la Fundación Ricardo Alegría, la Medalla Víctor Hugo, el Instituto de Literatura Puertorriqueña y el Ateneo Puertorriqueño.
En diciembre de 1992, el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid, España le otorgó el Premio Tirso de Molina a su obra Miénteme más. El Premio Tirso de Molina es el más alto pre-
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mio que se le ofrece a un dramaturgo de habla hispana en el mundo. La obra se estrenó y se publicó en España. En ese mismo certamen, su obra Morir de Noche, quedó entre las seis finalistas escogidas para el premio.
Ha dirigido y escrito las películas puertorriqueñas Callando amores (1996.), Revolución en el Infierno (2004.), Después de la Muerte (2005.), Iraq en mi (2007.), La llamarada (2015.) y Bienvenido Don Goyito (2017.) así como el largometraje documental Tapia: el primer puertorriqueño (2009.)
Ha publicado el volumen de cuentos Sangre de niño (1976.) y los ensayos Perspectiva de la Nueva Dramaturgia Puertorriqueña (Ateneo, 1989.), Teatro Puertorriqueño Contemporáneo 1982-2003 (Publicaciones Gaviota, 2003.) y 4 ensayos jodidos y una obra de teatro (Ediciones Puerto, 2012.)
Publicaciones Gaviota edita su Teatro Escogido en siete volúmenes. Editions Le Provincial y Gaviota también publican sus más recientes obras: Bruja de Dios (2012.), Puerto Rico Urgente (2013.), La Dama de las Camelias/Marianela (2014.), y cuatro de sus piezas de teatro histórico Gozos de Inquisición (2014.), Iluminado Negro (2015.), Por Maricón (2016.), La amante del Gobernador (2017.) y Tuya siempre, Julita: los amores de Julia de Burgos y Luis Lloréns Torres, cartas y poemas inéditos.(2018.) EDP University edita su teatro breve Censurado (2016.).
Trabaja actualmente en el DICCIONARIO DE LA LITERATURA DRAMÁTICA PUERTORRIQUEÑA DEL SIGLO XIX, el DICCIONARIO DEL CINE PUERTORRIQUEÑO y los estudios casuísticos Historia de la Censura Teatral en Puerto Rico y Apuntes para la Historia de la Pornografía Puertorriqueña.
Ha publicado además, como historiador teatral, Historia de la Nueva Dramaturgia Puertorriqueña (Intermedio de PR, 1987.); Obras Encontradas de Celedonio Luis Nebot de Padilla (Ateneo Puertorriqueño 2008.); Obras Completas de Manuel María Sama (Ateneo Puertorriqueño, 2007.), el amplio estudio Literatura Puertorriqueña Negra del siglo XIX escrita por negros (Publicaciones Gaviota, 2012.), el tratado biográfico Tapia: el primer puertorriqueño (Publicaciones Gaviota, 2016.), y en preparación para prensa los libros “Los negros no piensan”: historia de la intelligentsia puertorriqueña negra (Publicaciones Gaviota, 2018.), y Clara Lair: la amante del Gobernador. Biografía crítica y obras recogidas de Mercedes Negrón Muñoz (Publicaciones Gaviota, 2018.).
Actualmente vive en San Juan de Puerto Rico, y es aficionado al esoterismo y a la astronomía.
M úsica original de Hugo Sebastián para la obra teatral LA MAESTRA YANQUI, escrita y dirigida por Roberto Ramos-Perea, protagonizada por Ernesto Concepción, producida por el Conservatorio de Arte Dram ático del Ateneo Puertorriqueño y estrenada el 18 de octubre de 2018 en el Teatro Arriví en San Juan de Puerto Rico.
1. La Maestra Yanqui..................3:22
2. Versos y Besos.........................3.47
3. Siempre estaré contigo.......... 3:42
4. Vergüenza................................2:23
5. No me verás más.....................3:36
6. Solo porque te adoro.............. 2:36
7. Bono: El despertar....................3.21
joven compositor puertorriqueño. Estudió sus primeras notas en el Conservatorio de Música de PR y también bajo la tutela del etnomusicólogo Enrique Cárdenas. Actor del Conservatorio de Arte Dramático.
La música original de LA MAESTRA YANQUI es su primera composición original comisionada para una obra dramática.
Una publicación en CD de Editions Le Provincial. © HUGO SEBASTIÁN 2018. Derechos reservados
LA MAESTRA YANQUI. Prólogo…………… 9
ACTO PRIMERO………………………………….. 17
ACTO SEGUNDO…………………………………. 45
ACTO TERCERO…………………………………… 71
El Maestro de Clara Lair……………………… 89
Reseñas críticas y comentarios ………….. 95
Roberto Ramos-Perea………………………… 119
Música original de HUGO SEBASTIÁN…. 121
CD incluído……………………………….contratapa
Obras dramáticas de Roberto Ramos-Perea en Editions Le Provincial
(Antes Ediciones Gallo Galante.)
Los 200 no
La mueca de Pandora
Teatro de Luna
Teatro Secreto
Avatar. Los años perdidos de Yeshua Ben Joseph.
Nosotras lo hacemos mejor
Vida de un poeta romántico
Bruja de Dios
Gozos de Inquisición
Puerto Rico Urgente
Iluminado Negro
La dama de las camelias / Marianela
La vida en Marte y otras crueles realidades
Vivir de Imagen
Tuya siempre, Julita. Los amores de Julia de Burgos y Luis Lloréns Torres. Cartas y documentos inéditos.
La maestra yanqui
Obras de ROBERTO RAMOS-PEREA con Publicaciones Gaviota
Editores y distribuidores. San Juan de Puerto Rico.
Módulo 104: Revolución en el Purgatorio. (teatro.)
El héroe galopante de Nemesio Canales. Edición Critica de Roberto Ramos-Perea. (teatro.)
La Cuarterona de Alejandro Tapia y Rivera. Edición Critica de Roberto Ramos-Perea. (teatro.)
Malasangre: la nueva emigración (teatro.)
Por maricón. El proceso por sodomía contra Francisco Sabat y José Colombo 1842. (teatro.)
Literatura puertorriqueña negra del Siglo XIX escrita por negros.
Tapia: el primer puertorriqueño.
Teatro puertorriqueño contemporáneo.
TEATRO ESCOGIDO UNO: Teatro secreto Tuya siempre, Julita, Mistiblú, Morir de Noche, Miénteme más y Besos de fuego
TEATRO ESCOGIDO DOS: Teatro nocturno Después de la muerte, Inferno, Fausto Rave y Don Juan Tenorio: drama latinoamericano.