IATR 2017 VIVIR DE IMAGEN de ROBERTO RAMOS PEREA

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Vivir de imagen

ROBERTO RAMOS-PEREA

Vivir de imagen

Drama neoromántico en 14 escenas

Editions Le Provincial

San Juan, Puerto Rico

2017

VIVIR DE IMAGEN

Drama neoromántico en 14 escenas. de Roberto Ramos-Perea, está completamente protegido bajo la Ley de Derechos de Autor, en Puerto Rico, Estados Unidos y países con relaciones recíprocas. Queda totalmente prohibida su reproducción por medios mecánicos, electrónicos, cibernéticos y/ o fotográficos. Los derechos de reproducción, representación profesional, aficionada, estudiantil o universitaria, cine, radio, televisión, vídeo privado, lectura pública, citas más allá de extensión razonable, así como adaptación y traducción a idiomas foráneos, son de absoluta propiedad de su autor y/o su sucesores directos o depositarios autorizados y están sujetos a regalías.

Para información o petición de derechos debe dirigir correspondencia a Roberto Ramos-Perea. Correo electrónico: ramosperea@gmail.com.

Ramos-Perea Roberto; Vivir de Imagen. Drama neoromántico en 14 escenas. San Juan de Puerto Rico: Editions Le Provincial, 2017. 70 p.

qPrimera Edición: VIVIR DE IMAGEN. 2017 © Roberto Ramos-Perea. 2017 Derechos Reservados conforme a la ley, registrados en la Oficina de Copyright. Biblioteca del Congreso. EU. Washington.DC.

Fotografías de Javier del Valle (Escena Boricua) y Alejandro I. Portada: Ludovic Bertrand. Dijon, France. Editions Le Provincial/Instituto Alejandro Tapia y Rivera San Juan, Puerto Rico. 787-667-7019.

“You

will find as you look back upon your life, that the moments when you have really lived, are the moments when you have done things in the spirit of love.”

Para Hugo. El amor late en la mirada. Busca la mirada primero que al amor.

del siglo XIX

Luego de seis arduos meses de trabajo en mi obra LA AMANTE DEL GOBERNADOR, y de poder disfrutar algo de su rotundo éxito de público, asistí anoche a ver mi otra obra, VIVIR DE IMAGEN en el Teatro Coribantes.

Confieso que estaba hueco de opiniones y prejuicios, en ese espacio donde el dramaturgo no tiene ni la más puta idea de cómo resultará su obra, si funcionará, si será lo suficientemente agres iva, si colmará expectativas, si conmoverá aunque sea algo, en alguna conciencia. Llegué al teatro lleno de gente, pero yo estaba vacío de emociones. Pretendía que mi colega Alejandro Primero, en su acucioso manejo de sus nobles herramientas -en este caso, las primeras actrices Liza Lugo y María Bertólez y el primer actor Miguel Diffoott y la joven promesa Javier Iván- hicieran lo que el texto mandaba.

Además en el Teatro se encontraban muchos amigos y la notabilísima presencia del primerísimo actor nacional Daniel Lugo, padre de Liza, que es alguien de admirar y respetar en este arte.

Coribantes es un teatro que tiene su encanto. Su director y dueño, mi compañero de vida universitaria Rafael Rojas, siempre le recibirá con un amable y procaz discursito que le pone al día en las actividades de la comunidad lgbtt de San Juan. Y entonces la obra comenzó... es ese extraño momento en que aprieto el hombro de mi compañera y cierro los ojos para lanzarme al idioma con que el otro me entiende.

VIVIR DE IMAGEN no es una obra fácil. Es densa, agresiva, se habla y se discute mucho, (que el teatro es ante todo ideología) porque ningún tema gay debe tomarse a la ligera, sobretodo si se junta con el de la política, que este es el caso.

Puedo decir que mi colega Alejandro Primero, en quien confié mi texto, me hizo el inmenso favor de dar claridad a las voces de esos fantasmas del poder latinoamericano -los presentes como las nuevas dictaduras y los no visibles como los malditos gringosque inciden en la vida de cualquier comunidad gay del mundo. El secreto, la hipocresía, el chantaje, el crimen ... ¡es tan fácil matar a un gay en un país totalitario! (En Rusia los apalean en medio de la calle, en Estados Unidos los masacran en las discotecas, en la dictaduras latinoamericanas los asesinan y torturan y en los países árabes los apedrean y los mutilan.)

Y yo, que no he sido ni soy gay, siento ese dolor como mío. Porque es mío. Y escribí esta obra para poner en esa juventud gay atrevida y temeraria, una voz de alerta. Pequeña, mía, con todo lo que soy yo. Y esa voz susurra claramente: ¡deben defenderse! Basta de la sumisión, basta de la ingenua tolerancia que los lleva a bajar la cabeza y resignarse. Basta de estar aclarando que ser gay NO ES una "preferencia". Y hay que hacerlo como dice Mario en la obra:

"¡Con todo el amor del mundo en una mano, y con una pistola en la otra!".

Este Festival de Teatro del Tercer Amor ha escogido la violencia sobre la comunidad como uno de sus temas para este año. No pudo ser más acertado.

De la calidad del montaje de la obra VIVIR DE IMAGEN, no puedo más que decir que quedé en extremo satisfecho. Pocas veces un dramaturgo da sus hijos queridos a otra madre sin temor. Yo temí, pero mi otra madre no me falló. Liza Lugo está prístina y excelsa en su sinuoso y voluble personaje de Yilda. Su regreso a nuestras tablas después de años sin visitarlas, es alentador y en extremo disfrutable. Que se quede porque es aquí donde pertenece.

María Bertólez, a quien siempre le he conocido un talento superior y brillante, me arrancó las lágrimas que sobre esta obra

tenía guardadas. MIguel Diffot es un Maestro del que se aprende lo mejor de este arte que es la penetración psicológica y la e xpresión intimidante.

Javier Iván se me queda mirando en el camerino, "¡dígame algo, dígame por favor!", me suplica con sus pequeños ojos de niñito curioso. Y le digo. "Tu personaje Mario es gay, de 22 años, y sobre ese personaje he descargado la enorme responsabilidad de un mundo nuevo. La metáfora de la obra queda clara en tí. Tú eres, en todo tu amor y tu fiereza, el futuro de América. Por lo menos, en esta obra, lo has entendido y lo has personificado con excelencia". Creo que esa fue suficiente responsabilidad compa rtida por él y por mí, en lo que el Teatro tiene de voz y de trueno. Tenemos que construir un mundo nuevo.

Por eso hacemos teatro.

RR-P. Julio 7. 2017

VIVIR DE IMAGEN de Roberto Ramos-Perea se estrenó en el 14 Festival del Tercer Amor la noche de 6 de julio de 2018, en el Teatro Coribantes de San Juan de Puerto Rico, bajo la producción y dirección de Alejandro I, y contó con le siguiente reparto:

Personajes:

Mario, joven, 22 años

Charo, su madre, 69 años

Yilda, académica, 49 años

Ramón, militar, 70 años

Latinoamérica, época actual.

MARIO: ¿A quién le importa que todo se haya jodido en esta América que ya no es nuestra, y que encima, nos hayamos convertido en los caníbales de cualquier posibilidad? ¿Y si de pronto a mi me importa? (Pausa.) Odio los discursitos, pero no me gusta que se piense que por ser joven o por ser gay… soy un ignorante. (Pausa.) Siento... no sé, de repente siento que hay una lucha que es eterna... (Pausa.) Soy hijo de un político. La gente dice que hablo mucho. Hablo para encontrarme aunque a veces me pierda en mis palabras. Me fascina la poesía y el rock, no salgo del cine y leo los periódicos, sé lo que la gente compra. Vivo de los medios, de las posibilidades de los medios de comunicación y sé el capital que produce la ignorancia. Lo sé, lo veo todos los días... soy publicista, artista gráfico, relacionista público, a veces puedo ser hasta ¡periodista! Porque ustedes nos enseñaron eso, ¿me entiende?, lo que cuesta una imagen; los millones que se pueden hacer ¡con una solo foto! Lo de adentro, lo esencial, bah, a la mierda... ¡lo que vale es lo que se ve! (Pausa.) ¿Y qué demonios ven todos si no es la asqueante cara de la banalidad? Me vale un carajo la puta globalización, pero me jode. Entre los gringos y los tratados de libre comercio, heredamos un continente que es una cloaca de la que no se puede salir sin visa, de esta América en la que terminaremos comiéndonos nuestra propia mierda. ¿Y nos lo vamos a calar así? ¿Sin una palabra nueva, sin una emoción nueva que no sea este puto pesimismo trasnochado?

YILDA: ¿Y a parte del dinero, con qué otra cosa voy a convencer a ese muchacho? Alex Muñoz era su padre y encima acaba de morir.

RAMÓN: ¿Se ocupaba de él?

YILDA: Poco. Ella era la que llamaba mucho, sí. Le gustaba hablar con él, hablaban de política, de literatura, pero siempre la conversación terminaba en los asuntos del muchacho. Él enganchaba el teléfono y suspiraba pensando si habían hablado como ex esposos civilizados o si era una excusa para hablar sobre dinero. La quería mucho, pero no podía soportarla.

RAMÓN: ¿Cómo es eso?

YILDA: Es. No sé cómo.

RAMÓN: ¿Has hablado con ella?

YILDA: En el entierro. Fue franca y hasta “buena” conmigo. Me dijo cosas que nunca me hubiese dicho si Alex estuviese vivo.

RAMÓN: ¿Como qué?

YILDA: Admitió que en la separación de ellos, ella tuvo mucha culpa, que no todo el asunto fue por mí... y que se condenaba a sí misma por haberse vuelto vieja mientras seguía pensando que era joven.... eso me impactó mucho. (Fuma.)

RAMÓN: De él.. ¿qué te dijo de él?

YILDA: ...que era difícil seguirle el paso a un hombre tan ensimismado en sus cosas.

RAMÓN: ¿Y cómo le seguías el paso tú?

YILDA: La verdad es fácil seguir a alguien si no te i nvolucras. Lo dejaba envolverse en sus asuntos, lo dejaba olvidarse de mi y no le reprochaba nada. Y

además, te tenía a ti. (Se acerca y le abraza.) Contigo era diferente.

RAMÓN: (Abrazándola.) Conmigo era igual... nunca te involucraste. (Ella se separa con algo de sorpresa.)

YILDA: Ya... ahora viene el reproche. Eres un hijo de puta. He sido tu amante todo este tiempo que estuve con él... me calé tus celos, me calé a tu esposa... me calé el silencio y esta maldita caricatura de la abnegada esposita del venerable viejo patriota, para que ahora me digas que no me involucré contigo. Mira cuánto me involucré, que ahora tienes todo esto a tus pies para que se lo entregues a tu queridito Presidente. Y tú, pendejo, aún ni te divorcias, ni me ofreces nada después de todo lo que me he jodido para llegar hasta aquí.... ¡Gracias a Dios que se murió por su cuenta! porque poco me faltó para matarlo y finalmente complacerte.

RAMÓN: No tenías que matarlo, ya estaba muerto... siempre fue un político muerto.

YILDA: Si están tan interesados en él ahora, es porque fue algo más que eso. ¡El viejo era una idea! Una idea con la que mismo Presidente no puede vivir...

RAMÓN: Bueno... nunca se te ha ocurrido pensar que los libros póstumos son las mejores tumbas de los políticos muertos.

YILDA: No habrá tal libro si el muchacho no da su aprobación.

MARIO: Ese pendejo sólo quiere dinero. Le daremos lo que pida. Se publica el libro, se toma la foto, y asunto terminado.

YILDA: Y tú te divorcias y te casas conmigo. Y enton ces verás como me involucro.

RAMÓN: ¿De veras? Yo pensé que siempre... no importa lo que pasase, serías la viuda de Alex Muñoz, “el Padre de la Patria Moderna”.

YILDA: Tengo 49 años. Aún puedo amanecerme haciendo el amor.

RAMÓN: Siempre fuiste una puta... un ángel de mujer, pero una puta...

YILDA: ¿Por qué tanta prisa?

MARIO: No quiero estar aquí mucho tiempo. Así que más vale que acabemos esto pronto, porque tengo cosas que hacer y estoy algo lejos de mi casa.

YILDA: En este país ya nada queda lejos, gracias a tu padre. Fue él quien desarrolló todo este sistema de expresos que te llevan de una ciudad a otra en menos de horas.

MARIO: Sí, Mami me dijo algo de eso.

YILDA: Tu padre fue... es... El Padre de la Patria Moderna.

MARIO: Cuando venía para acá vi a la orilla del expreso a una vieja, junto a una adolescente con un bebito... era como una imagen generacional... la mujer, muerta de hambre, jodia y sucia, la jovencita maquillada y vestida con esas licras que se ponen las putitas de a dólar, y un niñito lleno de llagas y piquetes de mosquitos... están allí todavía, a la vera del expreso. ¿Son también parte de esa modernidad de la que mi padre fue Padre?

YILDA: Puede ser. Pero no hay que ver eso... mira lo grande. Mira lo glorioso.

MARIO: Mire, señora... (Se rasca la cabeza.) ¿Cómo quiere que la llame? No sé cómo llamarla...

YILDA: Yilda. Tu madrastra.

MARIO: Usted no es mi madrastra, usted era la mujer de mi padre.

YILDA: Bueno, sí, perdona, siempre se comete ese error. Pero pude haber sido tu madrastra si tu madre me lo hubiera permitido. El no estar cerca de tu padre durante tu adolescencia debe haberte...

MARIO: Yilda... me sentaré aquí, prenderé un cigarro si a usted no le molesta y dígame lo que quiere. No sé por qué no pudo decírmelo por teléfono... tengo celular, ¿ve? Pudo llamarme, tiene mi número... Voy a fumar... tengo que fumar...

YILDA: Soy alérgica.

MARIO: ¡Lo siento, tengo que fumar! (Lo prende.) Lo siento. (Yilda se acerca, le toma el cigarrillo y fuma.) ¿Qué carajos quiere de mi?

YILDA: ¡Relájate, muchacho! No tomes todo esto tan en serio. No quiero pensar que la buena voluntad de tu madre durante el entierro se convirtió en otra cosa.

MARIO: Bueno... hable, señora alérgica.

YILDA: Te ofrecen una cifra cercana a los $20,000 dólares para que autorices la publicación del libro.

MARIO: ¿$20,000? ¿Sabe que más o menos eso cuesta construir un salón de clase en este país?

YILDA: Pero tú eres publicista... sabes que un salón de escuela no da tanta imagen al gobierno como publicar las Memorias del reformador del siglo. Mira, tu padre...

MARIO: Conozco perfectamente lo que hizo mi padre por este país.

YILDA: ¿Perfectamente?

MARIO: Bueno, hay cosas que no me importan.

YILDA: Te ofrecen también un puesto en el Gobierno. Es salario seguro, te lo mereces, eres bueno en lo que haces... es una manera de pagar lo que tu Padre hizo por todos nosotros.

MARIO: $20,000 dólares y un trabajo con el dictador. ¿Qué más?

YILDA: ¿Qué más quieres?

MARIO: No sé, una casa con piscina, cuatro criados negros de culo muy grande, un transam negro con vidrios ahumados y un salvoconducto para que los militares me dejen en paz.

YILDA: Mario... muchacho...

MARIO: (Levantándose.) Váyase a la mierda, señora.

YILDA: Muchacho, escúchame...

MARIO: Y me dice ahora mismo dónde estan los escritos de mi padre, sus libros ...sus diarios, sus notas de trabajo, álbumes de fotos, sus documentos oficiales, las cartas que se cursó con el Presidente, las cartas personales de mi madre, y en especial ese libro de Memorias que dejó listo antes de morir y que ustedes quieren publicar. ¡Todo... lo quiero todo!, aquí y ahora... porque todo eso es mío.

YILDA: Espérate un poquito... no tienes que exaltarte... siéntate... (Mario lo hace.) No todo es tuyo, yo fui su legítima esposa no lo olvides. También tengo derechos sobre estas cosas.

MARIO: Según las leyes de este país, no tiene ninguno. Soy yo, el único... ni siquiera mi madre, yo. Y no me da la gana.

YILDA: ¿Y por qué no te da la gana?

MARIO: ¡Qué sé yo! No me da la gana, punto. No tengo que darle explicaciones.

YILDA: Me han dicho que tu madre está en necesidad y que ganas muy poco haciendo lo que haces.

MARIO: ¿Ahora vamos a hablar de mi?

YILDA: Ese dinero y ese trabajo te pueden resolver mucho.

MARIO: No resuelven una mierda.

YILDA: ¿Qué dijiste?

MARIO: El Presidente no quiere publicar el maldito libro de Memorias del viejo. Quiere comprarlo para esconderlo, quemarlo, quién sabe qué cosas dice ahí que comprometan a quién sabe quién...

YILDA: El libro está aquí sano y salvo.

MARIO: ¡Pues démelo!

YILDA: Pude haberlo hecho desaparecer si esa fuera la razón.

MARIO: Todo el mundo sabe que el viejo dejó escritas muchas cosas que no iban a gustar a mucha gente. A un hombre lo último que le queda es su voz, y como en este país la gente no tiene... pues alguien escribe.

YILDA: El Presidente -que ya leyó el libro y no vió en él nada que lo perjudique- quiere que se publique y se distribuya en todo el país. Es una orden seca y directa suya. No podemos negarnos.

MARIO: Yo puedo negarme.

YILDA: El hecho de que puedas, no significa que debas.

MARIO: Eso es asunto mío.

YILDA: Recibo aquí todos los días a sus funcionarios para conseguir de ti una respuesta... y mira cómo me atiendes. No estás viendo el bosque, te has fijado en

el arbolito. Pero el bosque es más grande, más productivo, podemos sacar mucho de él.

MARIO: ¿Cuánto gana usted con todo esto?

YILDA: Algo, me supongo. Quiero hacer una Fundación con el nombre de tu padre, quiero crear becas de investigación sobre su obra, quiero dar publicidad a su labor social, a su pensamiento político reformador... quiero hacer muchas cosas y el Presidente quiere hacerlas conmigo. El admiraba y quería mucho a tu padre, eran como hermanos. Sin tu Padre, el Presidente sólo hubiese sido un sucio guerrillero de la sierra. No sé cómo puedes llamar dictador a alguien que tiene a tu padre en tan alta estima.

MARIO: $20,000 dólares, ¡qué alta estima!...

YILDA: Es mucho más de lo que tú ganas en cinco años.

MARIO: Mi madre ha pedido la asistencia social a la que tiene derecho, ¡en más de diez ocasiones! y aún no se la dan. Yo no gano suficiente para mantenerla y le han amenazado con quitarle la casa y hoy mismo es probable que corten la energía eléctrica porque no hemos pagado hace meses. De nada le vale ser la ex esposa de Alex Muñoz, “Padre de la patria moderna”, por que la modernidad nos cayó encima y nos aplasta.

YILDA: Eso se resuelve con una llamada.

MARIO: Si tanta admiración siente el Presidente por mi padre, ¿por qué no sentirla también por lo que era importante para él?

YILDA: Yo era la esposa.

MARIO: Ella también, es cuestión de calendario.

YILDA: Puedo arreglar lo que desees para ella, sólo tienes que decirme que sí.

MARIO: ¿Lo haría si yo dijera que no?

YILDA: Pues... (Duda.) sí, lo haría.

MARIO: Hágalo. Ahora.

YILDA: ¿Dirás que sí?

MARIO: Devuélvame todo o entro a buscarlo.

YILDA: (Interponiéndosele.) El Presidente está ansioso y antes de que el tome el asunto en sus manos me ha pedido que sea yo quien hable contigo.

MARIO: Es decir que el Presidente violará descaradamente la Ley de Derechos de Autor, se someterá a procesos legales, a quién sabe qué...

YILDA: Puede hacerlo, no le importa.

MARIO: En una país en el que todos los días se viola el derecho a la vida, pedir que se respete el derecho de autor es una necedad. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar? ¿Lo sabe usted?

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YILDA: ¿Qué más le digo?

RAMÓN: Bueno, pues ya; si dijo que no, seguimos adelante con el plan B.

YILDA: Yo no tengo plan B. Y me dijo que estará aquí en una hora con un camión y unos hombres que se llevarán todo lo que es suyo...

RAMÓN: ¿Dónde está?

YILDA: No me dijo.

RAMÓN: ¿Qué carro tiene?

YILDA: ¿Yo qué sé?

RAMÓN: Carajo, pero no sabes nada.

YILDA: Tengo su número de celular. (Lo busca en el suyo.)

RAMÓN: Dame... (Llama por el suyo.) Buenas, es el General Ramón Augusto Díaz, de la Presidencia, sí, código 1898... ¿Cómo está mi Capitán? Bien, ya usté ve, resolviendo unos asuntos del Jefecito.... pues sí me puede ayudar si me da la triangulación de un celular por favor... cómo no, aquí le va... (Toma el celular de Yilda.) 649-9823... (Yilda se sienta y fuma.)

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MARIO: ¿Qué mierda habrá escrito mi padre para que ustedes lleguen a esto?

RAMÓN: Sólo queríamos que no ofendieras su memoria robándote de la casa de su esposa... su viuda, las cosas que aún están en proceso de adjudicación... no está bien el escándalo y no tenemos nada contra ti, pendejo.

MARIO: No puedo robarme lo que es mío, pendejo.

RAMÓN: Mira... soy un hombre mayor, yo no tengo la amabilidad de Yilda. Voy al punto y si no te gusta pues te jodes, porque no te voy a dar muchas vueltas. El Presidente quiere publicar el libro por una cuestión de imagen. A él le vale madre lo que allí dice, pero el pueblo recuerda a tu cabrón viejo más que a él mismo.

MARIO: Por algo será.

RAMÓN: Pero lo apestoso del asunto es que a ti tu padre también te vale madre... porque sabemos que tienes un acuerdo con una editorial gringa, que te va a dar mucho más dinero que nosotros por el puto libro... del que tú tienes derechos como hijo legítimo y único... y eso es lo que te importa, el puto dinero, no la memoria de tu padre.

MARIO: Mi madre tiene necesidades.

RAMÓN: Tu madre ya no tiene pelota en esta cancha.

MARIO: Pero yo sí.

RAMÓN: Pues ahí llegamos entonces... te quitamos la pelota. O lo haces por tu voluntad, te retratas con el cabrón Presidente, firmas lo que haya que firmar, sales en los medios, ¡haces lo que nos dé la realísima gana de hacer contigo sin importar un carajo de quién seas hijo!.... o te pegamos un tiro, maldito maricón. (Pausa.) Porque también sabemos que eres maricón.

MARIO: Qué fácil hubiera sido matarme por eso también... desnudo en una bañera, amarrado con un cable, violado hasta por las orejas y un gran titular que entretenga a las masas, “hijo de Alex Muñoz, asesinado en un arrebato pasional entre homosexuales”. Wao... ¡Qué infinito mundo de posibilidades tienen ustedes para conseguir lo que quieren! ¿A qué tener escrúpulos ahora? Vamos, saca la pistola y pégame el tiro. Es tan fácil, ¿a qué darle vuelta al asunto?

RAMON: Ya ves, cabrón, tú mismo te contestas.

MARIO: Soy pobre y soy “maricón”, gay, homosexual, cabro, chupavergas, como le quieras llamar. Soy pobre, pero tengo un abogado... pero los abogados también se compran; soy pobre, pero tengo amigos, Ah... pero los amigos también se compran y si son gays los torturan... soy pobre, pero tengo madre, bueno, a esa también la puede arrollar un carro cuando cruce el expreso que construyó mi padre... soy pobre, ¡pero!... tengo la opción de la prensa por mi fama heredada... pero la prensa también se compra, esa es la más barata... soy pobre pero... pero... no

tengo más opciones. Así que dale, no quiero hablar más mierda contigo. No me da la gana. Saca la puta pistola que tienes ahí... (Mario se le acerca amenazante y descontrolado, Ramón lo empuja y la saca de veras y se la pone en la cabeza, Mario la agarra con fuerza y se la pone en la frente.) Dale, coño, el hijo de Alex Muñoz, Padre de la Patria muerto por un perro guardián del Presidente de la República.... ¡no, coño, se me olvidaba, (Afeminado.) “maricón muerto en arrebato de maricones aparece con un tiro en la frente en alcantarilla de la zona roja”... ¡entonces toma sin problemas el puñetero libro del viejo y métetelo por el culo! ¡Dale dispara, cabrón, dispara! (Ramón baja la pistola.) Y toda esta mierda por la imagen... por la mierda de imagen de un Presidente al que ya no le queda ninguna.

RAMÓN: Por una imagen se invaden países y se hacen guerras, pendejo.

MARIO: ¿Y entonces.... por qué no me matan, cabrones? Me arrastras a la estupidez, me provocas, me insultas... ¡pero no me matas, cabrón gorila cobarde! Y no sé qué es peor.

RAMÓN: ¿Cómo puedo... explicarte... que en la vida, mariconcito... hay ciertas conveniencias que están más allá de la publicidad.... tú eres publicista, pendejín... piensa.... ¿quién se beneficia con el puto libro?

MARIO: Entonces, no es solo un asunto de imagen.... ¿De qué es? ¿De qué carajo es?

RAMÓN: ¿Sabes, pendejo... tú y yo decimos muchas groserías... podríamos hablar sin usar tantas palabras gruesas? Tengo casi 70 años, ¿podrías darme un poco de respeto? ¿Ah? (Le golpea la cabeza como a niño.)

¿Ah, mariconcito? ¿Ah? ¿por qué eres mariconcito? ¿Por qué te gustan las vergas? De veras no entiendo como un tipo como tú, que se ve eres inteligente… le guste coger por el culo. De veras que el mundo está loco.

MARIO: (Lee el libro muy por encima.) No tengo foco... digo, quisiera leerlo con calma... así, así no puedo.

YILDA: Mis abogados me han dicho que no debe salir de esta casa. Podría sacarle una copia, pero no sería propio.

MARIO: Si usted dijo que no dice nada que perjudique al Presidente.... pues... ¿a qué la insistencia...

YILDA: ¿Llamaste a tu madre? Llamó hace unas horas y le dije que estabas bien. Hablamos un rato largo.

MARIO: ¿De veras?

YILDA: Sí... me dijo que... bueno, que ella no estaba en contra...

MARIO: No invente señora, mi madre detesta hablar con usted. (Yilda suspira.)

YILDA: ¿Es verdad que eres homosexual?

MARIO: Lo que se ve no se pregunta.

YILDA: Dicen que usas drogas.

MARIO: Whisky, cigarrillos, rock, poesía y filosofía... sexo. Sí, esas son drogas. ¿Qué más quieren saber de mi para chantajearme?

YILDA: (Ríe.) No quiero chantajearte, sólo queremos saber cosas de ti.

MARIO: Soy igual que cualquier otro joven de este país.

YILDA: Cualquier joven gay… ¿Quieres que hablemos de tu padre? ¿Quieres que hablemos de lo mucho que te quería?

MARIO: (Pausa.) Conocí su cariño a través del teléfono. Siempre estaba muy ocupado para ir a verme y mi madre no me permitía estar con él si usted estaba presente. Así que entre prohibiciones, celos y desapegos, pues... el viejo cabrón fue un extraño en mi vida.

YILDA: Te quería tanto, que todo lo que era valioso en su vida te lo dejó. A mi apenas me dejó la casa, pero todo lo que él escribió, lo que el pensó, es tuyo. Así está en su testamento.

MARIO: Le dejó esta casa a usted y a mi las ideas. Yo necesito la casa y usted las ideas para la supuesta fundación esa que quiere hacer... ¿no le parece que

hay un puto desfase en este asunto? ¿Por qué no cambiamos?

YILDA: ¿Por qué no? Estoy dispuesta, ahora mismo. Vamos, llamemos al abogado.

MARIO: Estaba pensando de prisa. No llame a nadie. (Pausa.) ¿Por qué $20,000? ¿Por qué no más?

YILDA: Yo no puse ese precio.

MARIO: Y usted, ¿qué precio pondría?

YILDA: Dinero... no tengo. Tengo esta casa, una pequeña finca que heredé de mi padre; podría venderlas, pero eso tarda, y encima esta crisis...

MARIO: Llame al Presidente.

YILDA: ¿Cuánto te ofrecieron los gringos?

MARIO: En realidad nada... no pueden ofrecerme nada si no leen el libro. Esos cabrones quieren asegurar su venta. Quién sabe qué cosa podrían añadirle al libro para que sea realmente atractivo y jugoso.

YILDA:Yo no lo permitiría.

MARIO: Piénselo... Estados Unidos vive de eso, del chisme que podemos producir los insectos del tercer mundo. Cuando liberaron a la diputada, la colombiana que secuestró la guerrilla, ¿se acuerda?

YILDA: La conozco personalmente.

MARIO: ¿No era más morboso saber cómo los malditos guerrilleros deben haber hecho las mejores orgías del mundo con ella en medio de la selva... que lo que la pobre sufrió todos esos años de secuestro. ¡No hubo un jodido periódico en todo el puto Mundo que no le preguntara lo mismo! Que si la habían violado entre cinco, que si le habían hecho un hijo en cautiverio, qué se yo qué mierda anda en la cabeza de la gente...

YILDA: Tienes razón.

MARIO: Pues déjeme tener algunos escrúpulos... aunque los pocos que tenga me hagan parecer que no tengo ninguno.

YILDA: Pero es que te olvidas que yo también los tengo. Que quiero, con todas mis fuerzas, que la memoria de tu padre sea eterna, que nuestro agradecimiento como país sea manifiesto en cada obra positiva, en cada mente joven o niña... No pudiste haber escogido mejor padre para venir al mundo. Pasa que tu padre, es también el padre de todos...

MARIO: (Se le acerca, muy de cerca.) No quiero volarme la cabeza con su hipocresía. Estoy entrenado por la vida para saber cuándo alguien me lo quiere clavar sin vaselina. ¿Qué quieren de mi padre que no puedan tomar por sus armas y sus crímenes? Soy un pendejo gay de 22 años que hace lo que se pueda para sobrevivir. Pueden matarme y desaparecerme cuando quieran. ¿Qué demonios es lo que quieren de mi?

YILDA: Tu aprobación... una firma, una foto, sólo eso.

MARIO: No, no es sólo eso. Hay algo más. ¿Qué es?

YILDA: (Silencio largo.) ¿Crees que si lo supiera te lo diría?

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(Mario sentado en un sofá juega algún “playstation”. Charo entra con una foto y se la enseña, él interrumpe su juego de mala gana.)

CHARO: Mira, esta fue la que les presté. Tengo pocas, pero esta la conservo con mucho cariño. Se la tomaron cuando el Sindicato de Albañiles ganó la

huelga. Mira esa cara, dando uno de los discursos más fogosos que le vi en su vida...

MARIO: ¿Y qué iban a hacer ellos con esa foto?

CHARO: Me dijeron que harían unas camisetas, unas pancartas... no sé.

MARIO: ¿Y cuánto nos pagarían?

CHARO: Son estudiantes, Mario...

MARIO: ¿Y qué? Si cada estudiante pagara un dólar cada vez que se pone una camiseta del Ché, América Latina habría saldado su deuda externa.

CHARO: Ya... no sigas hablando tanto de dinero... no estamos tan mal. Tu tía me ha prestado algo y con eso pagué la electricidad y tengo algo de comida en la nevera. Ahora, dime con detalles...

MARIO: Ya te dije, $20,000... y me ofrecieron un trabajo, no sé... un trabajo cualquiera ahí...

CHARO: Y dijiste que no.

MARIO: Sí... dije que no.

CHARO: ¿Por qué?

MARIO: Porque no me da la gana. No tengo más razón que esa. (Pausa.) ¿Qué podría decir ese libro?

CHARO: No lo sé, nunca lo leí ni me habló de él, es más creo que lo escribió mucho después de nuestro divorcio. Me gustaría saber que dice de mi. ¿Qué crees que diga...?

MARIO: No sé.

CHARO: ¿Qué vas a hacer?

MARIO: No sé... tengo un embrollo muy duro en la cabeza y no quiero pensar mucho. Pero pienso, aunque no quiera. ¿Por qué tanto empeño en que yo lo apruebe? Podrían ignorarnos, podrían desaparacernos... es tan fácil borrar gente en este país.

CHARO: (Pausa.) Si tú lo apruebas, mijito... aprobarás todo lo que deben haberle cambiado, cortado y añadido. Tú eres el único que puede darle valor a cualquier patraña que quieran decir de él para salvar la cara del Presidente. Es tan sencillo de ver que me extraña que no lo hayas figurado desde antes. Tan inteligente como eres...

MARIO: ¿Y tú quieres que yo haga eso por $20,000 dólares?

CHARO: No... jamás te pediría eso. Primero me muero de hambre antes de que vendas lo poco de honesto que nos queda de tu padre.

MARIO: ¡Pero es que no queda nada, vieja! Y lo que queda lo tienen ellos.

CHARO: Sí, queda... mira esta foto... en una camiseta... en estudiantes, en juventud, en juventud brava, así como la tuya.

MARIO: Mami... mi juventud está bailando reguetón en las discotecas, fornicando como animales en los malecones, metiéndose las drogas más inconcebibles del mundo y embrutecidos hasta la estupidez por la música y el cine de los malditos gringos... ¿De qué mierda estás hablando?

YILDA: (Poniéndose su camisa, se pinta los labios.) ¿Por qué quiere verme?

RAMÓN: (Vistiéndose también.) Porque tiene prisa. El jefe siente que las cosas ya no son como antes. Estados Unidos hace mucha presión... vamos política internacional, nuevas aperturas, un poco de “neoliberalismo”, así es que le llaman ustedes los intelectu-

ales, ¿no? Para conseguir la confianza del pueblo hace falta volver a las raíces, al pasado.... eso dice. Alex es parte del pasado.

YILDA: ¿Cuál pasado? ¿El verdadero, o el que él quiere construir?

RAMÓN: ¿Y crees que me importa, mujer? El tiene todos los asesores que quiere, y todos le dicen que la imagen de Alex Muñoz es hoy mucho más fuerte que la suya, hasta las encuestas hablan de él... con todo y lo muerto que está. Bueno pues si es tan fuerte, vamos a revivirla y a ponerla a trabajar para nosotros.

YILDA: Hay un pasado entre ellos dos que será difícil cambiar o borrar... y ese muchacho representa ese pasado.

RAMÓN: Quieren hacer una película de la vida de Alex Muñoz... eso fue lo último que me enteré.

YILDA: ¿Una película?

RAMÓN: Sí, estilo Joliwud. Con todas las luchas, las huelgas, los sindicatos... la guerrilla, la toma de la capital… todo el cuento. Ah, y las mujeres...

YILDA: Nunca se me hubiera ocurrido. ¿A quién pondrán a hacer de mi? Esta chica, ¿cómo se llama?, la del Show de Juegos, se parece a mi, ¡sería perfecta!

RAMÓN: Hablaron también de una estatua en la Plaza de la Revolución, un par de escuelas llevarán su nombre... no sé.

YILDA: Eso está bien. Pero nada de eso vale si el único fruto de sus espermatozoides no está allí para validarlo.

RAMÓN: (Le da una nalgada.) Vamos, te espero en el coche.

MARIO: ¿Por qué mi padre se fijó en usted? Mi madre no quiere hablarme de eso... y no tengo libros de historia a donde ir a buscar estos chismes.

YILDA: Puedo contarte todo lo que me preguntes. Pero, ¿me creerás?

MARIO: No tengo de otra.

YILDA: Conocí a tu padre cuando hacía mi doctorado. Él iba mucho a la Universidad, pasaba mucho tiempo con estudiantes mucho más jóvenes que yo. Yo estaba loca por salir de allí, empezar a trabajar, tenía necesidades y bueno, pues ese día me preguntó cómo una muchacha tan linda como yo gastaría su vida escribiendo sobre políticas obsoletas. Yo lo consideré un halago y tras un primer café, vinieron otros...

MARIO: Todavía seguía con mi madre, ¿por qué siguió viéndolo sabiendo que era casado?

YILDA: ¿Cuándo eso le ha importado a una mujer que se deslumbra por un prócer?

MARIO: Cuando son decentes.

YILDA: Oh... muchacho, no seas ingenuo. ¿Quién define lo que es la decencia? ¿Puedes tú? Tú, gay.

MARIO: ¿Qué tiene que ver la decencia con quien yo me acuesto?

YILDA: Bue… quise decir… ni la mínima decencia en tu desaliñado vestir, y eso que trabajas con “imagen”... esa selva de pelos en tu cara... tu trato insolente, tu poco respeto por los demás. ¿Dónde aprendiste a ser indecente? Yo creo... Espera, no hables por un minuto. Eso. Yo creo que tu generación le ha enseñado al mundo lo que es la indecencia.

MARIO: Y la suya le enseñó a la mía lo que es la banalidad.

YILDA: ¡Oh! Filósofos estamos. Bien, hablemos de banalidad.

MARIO: Esta conversación es vana.

YILDA: Tú preguntaste.

MARIO: Banalidad. Sí. A fin de cuentas, ¿qué me importa lo que hubo entre usted y mi padre si eso hizo sufrir tanto a mi Madre?

YILDA: ¿De veras sufrió tanto?

MARIO: Sí, creo que sí.

YILDA: ¿La viste llorar... mucho?

MARIO: Señora...

YILDA: ¿Le has preguntado a tu Madre por qué se separaron?

MARIO: Por culpa de usted.

YILDA: Estuve cerca de ese momento, sí. No voy a negártelo. Pero estuve cerca, no por aprovecharme de un matrimonio roto hacía mucho, sino porque tu Padre en ese momento recapitulaba lo mejor de su obra y de su vida... en una serie de escritos y libros que de publicarse, revolucionarían al país. Además tu padre estaba por presentar ante el Congreso un paquete de reformas sociales que darían un vuelco total a la historia del socialismo democrático. Tu padre iba a consolidar la revolución por la que tanto luchó, por encima de las pueriles ambiciones de poder de su gran amigo, de su casi hermano, el Presidente...

MARIO: Nadie se lo impidó, lo hizo.

YILDA: A costa de su vida casi.

MARIO: Ah, ¿por qué siento que me está hablando de un pobrecito hombre público víctima de cicaterías

políticas? El hizo lo que le dio la realísima gana con su vida, nadie se lo impidió.

YILDA: El trabajo de tu padre como Ministro, las cercanías a un presidente maniático, egocéntrico, dictador, sí, dictador... convirtieron a tu padre en un hombre potencialmente necesario a este país... ceder eso a la mezquindad sexual de tu madre, a los tormentos de sus quejas...

MARIO: ¿Qué tiene mi madre que ver con esto?

YILDA: ...tener que lidiar con los cuernos que ella le ponía ¡cuando tú apenas eras un adolescente!

MARIO: Señora, no le permito que...

YILDA: ¡Mucho me debes, muchacho, sin que lo sepas! ¡Me debes a mi tener un Padre!

MARIO: No tengo que escuchar esto.

YILDA: (Deteniéndole con la voz.) ¡Yo lo mantuve vivo! Yo impedí que se llevara la pistola a la frente tantas veces, por ese tormento de la banalidad a la que tu madre le sometió durante todos los años de tu niñez y tu adolescencia. Ahora ya lo sabes... ya sabes por qué vino a mi.

MARIO: Mentira... otra mentira... ¿cuántas más?

YILDA: Toma... (Un fajo de cartas grueso.) Estas son las cartas de tu madre... léelas. Es más, quédatelas, yo no las necesito. (Mario las toma.) Y a cambio de esa verdad que te consumes por saber, ¿qué me dejas tú?

MARIO: Yo no le debo nada.

YILDA: No sólo fui su secretaria, su amante, luego su esposa... fui su consuelo... lo defendí de sus propios miedos. Porque los hombres grandes también tienen mucho miedo. (Pausa.) Lo defendí de las envidias del Presidente, de las secretas persecuciones, lo defendí de las dobles miradas... abrazos de hermano frente a

las cámaras... pero tras ellas, teléfonos interceptados y carros en la otra calle espiándonos todo el tiempo.

MARIO: ¿Por qué lo espiaba?

YILDA: Fueron hermanos en la Sierra, niño.... (Muy cerca.) Y si hay algo que el poder siempre teme, pendejito... es a la inteligencia, y tu Padre fue uno de los hombres más brillantes de toda América. (Clara.)

Dime tú entonces, ¿cómo se mata a un hermano?

MARIO: Al Pacino lo hace en “El Padrino”.

YILDA: No, no se puede ser tan vulgar... Hay que mirar el asunto de otra manera... eso es la política. Y ahora hay que hacer alianzas con el pasado heroico. Con Bolívar, San Martín, con José Martí, con el Cura Hidalgo, con Sandino, Betances, Duarte... A fin de cuentas, esos viejos muertos siempre ayudan cuando hay que hablar de identidad.

MARIO: Viejos muertos...

YILDA: Cadáveres podridos de cuya pestilencia aún se puede hacer un buen capital. Porque todos saben que la identidad americana anda en desfalco, ¿no es cierto?

MARIO: Ustedes la vendieron.

YILDA: ¿Quiénes son “ustedes”?

MARIO: Ustedes, ustedes... los malditos posmodernos.

YILDA: (Ríe de buena gana) Al contrario, muchacho... de pronto se nos ocurre que alguien tiene que rescatarla antes de que entremos en nuevos y oscuros contubernios con el poder imperial.

MARIO: Ustedes se venden tan barato.

YILDA: Sí, puede ser... porque en esos sucios negocios, empezaríamos a dejar de ser nosotros, para ser parte de esa llamada “globalización”... y eso le gustará a los inversionistas, pero al pueblo no. Por lo tanto al-

guien tiene que detener esa fiebre de ser más “gringuitos” y al mismo tiempo luchar porque las viejas alianzas, selladas con Hollywood y Beyoncé, dejen de tener sentido para generaciones futuras. Es una tarea titánica la de nuestro Presidente.

MARIO: Yo esa política tan densa no la entiendo.

YILDA: Yo sí, yo la viví. Y por eso puedo decirte que el que estuvo antes en la sierra haciendo la revolución, hoy se sienta a cenar con el poder imperalista, bebe vino de California y habla de beisbol americano... y a pesar de todo ello, se emociona con el himno nacional. ¿Hasta cuándo le llamaremos a eso “civilización”? Y a fin de cuentas, ¿crees que ser gay te salva de todas estas crudas realidades? ¿Es que tengo que seguir pensando que a los gays no les debe importar nunca la política?

MARIO: ¿Y todo eso está en esas Memorias? (Yilda suspira.)

10

MARIO: (Bebe vino, desde hace un rato. Sentado frente a una mesa llena de libros, documentos y carpetas... y la botella de vino. Yilda, con una copa en la mano, observa en la penumbra.) Hice un diseño gráfico para una banda de rock de un amigo mío, le conseguí algunos contactos en la prensa, nada grande, sólo unos reportajes, pero bueno, algo es algo. Conozco gente en los medios, no mucha, pero los que conozco son buenos. (Silencio. Bebe.) Yo tenía un concepto de la banda de rock como un volcán, me gustan los volcanes, qué sé yo... y este amigo revolvió todas mis ideas y me dijo

que... me decía que el volcán debía ser como… como un gran falo venoso que disparara su leche sobre el público... algo así.

YILDA: La carpeta gruesa, la negra. (Mario la toma.)

Esa... Ese es el proyecto final de reforma social que se presentó hace diez años. De lo presentado apenas se aprobó una cuarta parte. Alex fue acusado de exceso de nacionalismo socialista. Para algunos era nazismo sin hornos.

MARIO: Un falo venoso echando lava, ¡qué cabrón!

YILDA: El Presidente quiso garantizar una inversión segura de capital norteamericano, pero los gringosaprovechando las debilidades de los tratados de libre comercio- pagaban salarios muy malos y no admitirían sindicatos. Todo eso por encima de los intereses nacionales. “Esto es mejor que nada”, gritaba el Presidente.

MARIO: Más vinito chileno... tempranillo, seco... cosecha 2006. Riiico. Haría falta un quesito manchego, un buga… no sé. Qué poca fineza. (Se sirve.)

YILDA: Una jugada elemental y un fracaso ideológico; estallaron disenciones, la vieja pugna entre lo nacional y lo de afuera, la maldita identidad cultural, la protección de nuestros intereses soberanos, las economías débiles contra las economías fuertes... el canibalismo de las multinacionales, y la guerra contra el mundo árabe.... qué se vende, qué no se vende...

MARIO: ¡Viva Palestina libre! ¿Por qué a mi padre no se le ocurrió un proyecto para aprobar el matrimonio gay y liberar la yerba? Eso… eso la hubiera hecho genial. (Bebe.)

YILDA: Era un nacionalista liberal pero no era imbécil. Oye esto… No me estás oyendo. (Mario asiente.) Este proyecto social de tu padre desnudaba las reales intenciones de la revolución de nuestro Presidente… y tu padre siempre vivió a la altura de lo que pensaba.

MARIO: Me hicieron poner en la hoja de promoción un retrato de todos ellos desnudos, con un volcán en forma de verga, sacando lava entre las piernas... “Los volcanes sexuales” así se llamaron. Sacaron su nombre de mi idea, ¿eh? (Canta muy mal.) “Quiero quemarte tu volcán con mi volcán, tum, tum... dame tu volcán para quemarme mi volcán”, algo así. La puta canción pegó como no tiene usted una idea. “Volcanes sexuales” hizo buenos pesos. Me pagaron bien, pude comprame el carro que tengo. Hicieron otro disco, pero se les subieron los humos y contrataron a una agencia de publicidad. No han pegado. Los segundos discos nunca son buenos, hay que hacer los terceros. Y qué me dice de esta chica, la vagina loca del Show de los Juegos...

YILDA: ¿Qué pasa con ella?

MARIO: Dice que va a entrar en la actuación. Ahora todo el que es un mediocre y un fracasado, se vuelve actor. La imagen, Yilda... la puta imagen.... Imagen de qué, si en el fondo es más puta que una rata de alcantarilla y todo el mundo lo sabe. (Ríe)

YILDA: Pero eso no impide que sea famosa. De hecho, la ha vuelto más famosa. Hasta yo que no veo TV, sé quién es. Tú lo dijiste: “¿Qué tiene que ver lo que uno es, con quién uno se acuesta?

MARIO: Dime con quién te acuestas y te diré quién eres.

YILDA: ¿Con quién te acuestas tú?

MARIO: Tengo con quién. Tengo con quién y es ... bello… gentil y generoso... Pero eso a usted no le importa. ¿Y usted se acuesta con alguien? El cadáver de mi padre debe estar caliente todavía, no la creo tan...

YILDA: Tan qué...

MARIO: Tan indecente.

YILDA: Gracias.

MARIO: De nada. Bueno, es que pensé que esa idiota del Show de los Juegos ha impuesto modas que están dejando millones en ropa, gafas y zapatos... y en el fondo... el Show de los Juegos es..., ¿lo ha visto?

YILDA: Una vez de pasada, sí.

MARIO: Pusieron a una chica en bikini en una pecera de cristal, le ofrecieron 500 pesos si soportaba que le tiraran un balde de cucarachas encima. Luego le daban 200 pesos más si se comía los cojones de un toro. Pobre toro. (Ríe.) ¿Por cuánto dinero soportaría usted qué cosa?

YILDA: ¿Y si en vez de dinero lo que se te ofrece es la ilusión de la felicidad? ¿No soportarías cucarachas tú también? ¿O es que como buen joven de tu tiempo, a tí también te apesta la felicidad?

MARIO: (Silencio, entredientes.) Depende... depende...

YILDA: La carpeta roja es el manuscrito de las Memorias de Alex Muñoz, tu padre. Ya te la había enseñado pero no las leíste. Ahora tienes tiempo, no debes regresar a tu casa a estas horas, así que te quedarás aquí y lo leerás.

MARIO: No sé por qué no quiero leerlo.

YILDA: ¿Por qué no?

MARIO: ¿Para qué sí?

YILDA: Para que estemos claros tú y yo.

MARIO: Y este libro... ¿cuál versión es? ¿La que él escribió realmente o la que usted editó para beneficiar al Presidente? ¿Cómo demonios voy a saber cuál es la verdad y aún si la supiera, de qué carajos me va a servir?

YILDA: Ese riesgo es todo tuyo.

MARIO: (Se rinde.) Está bien. Haga lo que quiera, publique las Memorias, publíquelo todo, haga lo que le dé la gana. Dígale al cabrón Presidente de la República que se meta el puto manuscrito por el mismo centro de su asqueroso culo; dígale que este pendejo de 22 años, joven gay de su jodido país con algo de decencia política en su corazón y de mucha dignidad en su culo…. ya no le importa un carajo nada...

YILDA: Quiero que te importe. Ese era tu Padre.

MARIO: ¡Pues ese padre no me importa! Que lo publique, que haga películas con la puta del Show de los Juegos, que ponga una estatua de mi cabrón Padre en el mismo centro de la Plaza de la Revolución.... ¡que lo trivialice todo, que haga capital, que le haga hasta un puñetero condón con su nombre! ¡Mire que mucho me importa! A la mierda. ¿Dónde le firmo? Búsqueme mis veinte mil, quiero comprarme un transam y cogerme algunos negros de culo grande.

YILDA: ¿Por qué lo haces?

MARIO: ¡Porque no hará ninguna diferencia que me niegue! Eso es lo más jodido de esta época nuestra, que nada ni nadie hacen la diferencia.

YILDA: ¿Y por qué no la haces tú?

MARIO: ¿Mi diferencia o la suya? Bah... (Pausa.) Dígame, dónde firmo... (Yilda extrañada, súbitamente confundida.) ¡¿Dónde carajos firmo?! 11

CHARO: (Al ver a Mario entrar.) Vinieron a buscarte los militares. Eran muchos.

MARIO: No importa, no te preocupes.

CHARO: Dejaron un cheque por $20,000 y querían...

MARIO: (Le da un fajo de cartas) Toma, tus cartas a papá.

CHARO: (Pausa.) ¿Las leíste?

MARIO: (Se sienta, prende el televisor.) Algunas, sí. ¿Dónde está el cheque?

CHARO: Toma... ( Se lo da.) Firmaste.

MARIO: Sí. Quédatelo, es tuyo.

CHARO: No, tú lo necesitas.

MARIO: Yo no necesito nada, vieja. Nunca he necesitado... ni pasado ni presente ni futuro.

CHARO: Entiendo por qué lo hiciste. Está bien.

MARIO: ¿Sabes cuánta gente de mi edad viven sabiendo que no llegarán a los 25? Que la mayoría de edad en este país, no son 80 años de experiencia sino 20 de riesgo. Oh, muerte, cuánto vales para una juventud que no dura una queja... ¡una queja, madrecita santa!

CHARO: (Deseosa de hablar.) ¿De qué te quejas tú?

MARIO: Me quejo, viejita, muy suave para que nadie me oiga... me quejo pa’ dentro, porque pa’ fuera, ¿qué caray!, nadie me va oír. Y la queja te anestesia... los demás te miran con cara de ¿qué te pasa, cabrón? ¿Eres tarado o qué? ¿Eres un “emo”? Los “emo”, ¿sabes quiénes son? Un grupete de loquitas que se visten de góticos y parecen dráculas, y se van a los “malls” y hablan purito inglés, y se echan el brazo, así muy juntitos todos, y lloran porque sus padres no los comprenden. Ay, la mierda de la quejadera y el show de la víctima. La juventud rebelde, incomprendida, los inadaptados sociales, la angustia existencial... ¿es que esta mierda viene con la edad o la heredamos así de ustedes? ¡Estoy hasta los cojones de la puta quejadera posmo! Y término yo quejándome también... ¿Sabes de qué? De que nada es importante ya.

CHARO: Sí, hay cosas que sí...

MARIO: Dime, dime algo que sea realmente importante y que valga la pena matar o morir por eso. ¡Porque yo estoy dispuesto a matar y a morir como

un puñetero romántico, mi vieja!, ¡pero no sé por qué! Dame tú, madre mía, madre linda y dulce mía, dame una razón para matar y para morir. Sólo tú puedes, tú me traíste a este mundo de mierda... dame una razón para seguir en él.

CHARO: Yo lo haría por tí.

MARIO: ¿Y por qué engañaste a tu marido si a la larga sabías que sería yo el que terminaría pagándola?

CHARO: Maldita puta.

MARIO: Sí, me dijo cosas.

CHARO: ¿Y quién eres tú para pedirme pureza en mis acciones sin saber, primero si son ciertas, y si lo fueran, sin saber sus causas?

MARIO: Perdóname vieja... yo no quise...

CHARO: Si querías saber la verdad debiste preguntarme, debiste franquearte conmigo y no ir donde esa puta a enterarte de las cosas como no son.

MARIO: Leí dos o tres cartas.

CHARO: (Pausa.) Están claras, lo dicen todo. Esas cartas defienden mi derecho a no ser una esposita abnegada, a no ser la mera sombra de un gran hombre, a mi derecho a ansiar mi felicidad y la tuya por encima de cualquier otro deber.

MARIO: Pero el deber de ser compañera...

CHARO: ¿Compañera de quién? ¿De un hombre que a costa de su familia, quiso una estatua en la Plaza de la Revolución? Qué bueno que ahora van a dársela...

MARIO: ¿De veras?

CHARO: ¿Y por qué no me dan una a mi también? ¿Quién estuvo ahí, en sus primeros años, quién se comió el hueso duro con él, cuando era un perseguido, cuando él y el Presidente eran “la peste de la nación” como le llamaba la vieja dictadura?

MARIO: Pero él hizo cosas que fueron...

CHARO: Sí... eso no te lo negaría nunca y lo sabes. Puedo quejarme cien años de su desapego, de su desinterés por nuestras cosas, de su pobre apasionamiento conmigo... puedo maldecirle como hombre porque en la cama era peor que un maniquí...

MARIO: Vieja, vieja...

CHARO: Pude haberle sido infiel, sí... (Lo admite.) ...como le fui, ¡porque lo fui!, muchas veces, y no me arrepiento de ni una sola... ¿no te arrepientes tú de ser y sentirte gay? Pues yo tampoco me arrepiento de haber sido una joven apasionada, fogosa; ... pero todo eso es basura, chisme, debilidades mías y de él que no tienen ninguna importancia ahora, porque yo jamás, ¡jamás, óyeme bien! jamás negaría que en su corazón había algo puro y noble por su país y su gente... Yo escogí el peor hombre para mi cama, pero escogí el mejor padre para tí, Mario. Escogí nobleza, escogí valor, principios, carácter, esperanza... Pero, ¿y yo? ¿No fui yo también la mejor madre por eso? ¿No estoy aquí, mirándote a los ojos, diciéndote que estoy contigo, que te apoyo, que hagas lo que hagas siempre seremos una familia tú y yo... ?

MARIO: Yo lo sé, vieja.

CHARO: Porque esta pequeña familia es la que hace a este país. No las estatuas, no los Presidentes y sus gorilas, no la imagen... ¡Tú y yo!... y el recuerdo de un hombre noble. No necesitamos más. Podrán venir miles de Presidentes, de gringos y de dictadores a joder a esta América nuestra, pero lo que tú y yo representamos siempre está aquí, adentro, muy hondo, protegido por su recuerdo. (Mario llora como un niño. Charo va a abrazarlo pero él le dice que no lo haga.) Entiendo lo que hiciste... y no te amo menos por eso. Pero cuida de no darle lo último que de él nos queda... dale los papeles y los libros, al fin y al cabo, nadie los leerá. ¡Pero no les des nuestro recuerdo!, te lo suplica tu madre. Tu madre que adora. (Lo besa.)

12

YILDA: ¿Listo para la foto? Te he comprado un traje decente, tuve problemas con talla, pero estoy segura de que te quedará.

MARIO: Me hubiera gustado que me dejara escoger la corbata. Tengo una en forma de pene que es una joya.

YILDA: ¿Quieres que todo el mundo sepa lo que eres?

MARIO: Por supuesto y que lo sepan y el Presidente se retarate con el gay más famoso de la república.

YILDA: No empujes tanto. El presidente no tiene tolerancia con el asunto.

MARIO: No nos tolera y sus gorilas nos secuestran por las noches y nos violan en las guarniciones.

YILDA: Si lo sabes, no lo retes.

MARIO: Mira como tiemblo, imbécil. Ya le dije que sí, que me tomaría la puta foto. ¿Está contento?

YILDA: Mucho. Muchísimo. (Pausa.) Le conviene y todo los saben. El libro saldrá de imprenta en una semana. Trabajan como locos por sacarlo para el Aniversario de la Revolución.

MARIO: ¿Donde voy a trabajar?

YILDA: En el Ministerio de Cultura. En el Departamento de Prensa.

MARIO: Cultura, ¿eh? El refugio de los intelectuales, los gays y los réprobos sociales. (Enciende un cigarillo.)

YILDA: (Se lo toma y lo fuma ella.) ¿Sabes que te pareces mucho a él?

MARIO: En nada.

YILDA: Digo yo, en el físico, en los labios, esa mirada tan profunda y negra que era como un abismo... como un misterio... igualito.

MARIO: Unjum.

YILDA: Por eso siempre me sedujo... era un hombre que todo lo sabía. Te desnudaba con una pequeña frase, con una brevísima ironía que era capaz de hacerte llorar. Para ser un genio hay que saber muchas palabras y encima usarlas lo menos posible. Pero tú hablas mucho. En eso no te pareces a él.

MARIO: ¿Quién pondrá el calce de la foto?

YILDA: No sé, alguien de la Presidencia supongo.

MARIO: ¿Le consultarán a usted?

YILDA: Por supuesto que no.

MARIO: Bueno, esto es un acuerdo del Gobierno con la Fundación Alex Muñoz, es lo menos que...

YILDA: Pues no, no me consultarán.

MARIO: Pero dirá algo cómo... “El joven Mario Muñoz Pérez, hijo del Diputado y guerrillero Alex

Muñoz dona -desinteresadamente dona- toda su herencia al Patrimonio Nacional. Aquí lo vemos junto al Presidente de la República entregándole el manuscrito de sus Memorias que el Presidente ha pedido se publique en número de miles -cientos de miles- para que sean leídas y disfrutadas por todos los habitantes de la Gran República.”

YILDA: No eres buen reportero, editorializas.

MARIO: “Todo está listo para mañana, en el inicio de las Jornadas en Conmemoración a Alex Muñoz, distinguidísimo, enebemérito y pundonoroso Diputado y Padre de la Modernidad de la República”.

YILDA: Ahora suenas irónico. Malo, malo, malo...

MARIO: No soy malo, señora. Soy yo.

YILDA: (Ríe de buena gana.) Eres un bandido. (Mario se acerca.) ¿Qué?

MARIO: ¿Que le vió? Mi Madre cuando joven era mucho más hermosa que usted.

YILDA: Pero se puso vieja.

MARIO: (Le acaricia el rostro.) Y usted no. Sigue joven, fabulosa, ¿cuántos años?

YILDA: Adivina.

MARIO: ¿60?

YILDA: Frío.

MARIO: ¿55?

YILDA: Tibio.

MARIO: No sé si quiero quemarme. Puede decirme cualquier mentira y le creeré.

YILDA: Quémate.

MARIO: ¿Qué tal si le digo 35?

YILDA: ¿Por qué te pegas de mi cuerpo, tanto?

MARIO: ¿Soy yo el que me estoy pegando o es usted la que tira de mi?

YILDA: ¿Te gusta esta vieja de 35? No te veo como gay… eres más un bi.

MARIO: ¿Eran esos ojos los mismos que lo miraban? Esa mirada seca, arenosa, casi de sucia desidia. Mirada donde nada late. Ningún amor, solo mirada. (Ella niega.) Shh… ¿Cuando trabaja muy duro, cuando se amanecía escribiendo proyectos y discursos para mantener viva su revolución... usted le llevaba su café con un tierno beso, y luego se recostaba del marco de su puerta a mirarle con intenso amor y suavidad?

YILDA: Sí, lo miraba con inmensa ternura.

MARIO: No... no. (Sonríe muy triste.) Cuando él se amanecía escribiendo usted roncaba o veía televisión o se consolaba con algún pene eléctrico de esos... No sea ingenua. Mi padre era la cúspide del fracaso sexual. Y desde que la vi, usted no ha hecho más que gritarme “¡Cógeme muchacho! ¡Soy ninfomaníaca! No me importa que seas gay, pero hazme lo que tu padre nunca me hizo”

YILDA: (Ríe.) ¿De veras?

MARIO: Así que no me haga creer que el gran P adre de la Patria era digno de todos los afectos, de todos los respetos y los cariños que usted pudiera prodigarle. Porque no ha de haber habido mucha diferencia entre mi madre y usted.

YILDA: Tú no lo conociste, no sabes.

MARIO: ¡Nunca sabemos quién es un hombre hasta que no lo vemos amando a una mujer… o a otro hombre!

YILDA: Linda frase...

MARIO: Puede amar la revolución, la patria, la justicia y todas esas palabras grandes que su generación tan

descaradamente desgastó... pero si no hacía reventar en orgasmos el fogoso cuerpo del que duerma a su lado... entonces era basura, todo mierda, todo palabras y banalidad. Un hombre al que era mejor serle infiel antes de condenarse a ser su sombra... eso es lo que leo en sus ojos. Y me da asco y me da vergüenza de que usted y mi madre le hayan mentido tanto y que aún después de muerto usted le siga mintiendo.

YILDA: Hablas demasiado.

MARIO: ¿De veras? Todavía no le he dicho lo mejor.

YILDA: No digas más. (Le toca la entrepierna.) “¡Cógeme muchacho! Soy ninfomaníaca! No me importa que seas gay. Hazme lo que tu padre nunca me hizo”. (Con la otra mano, Yilda obliga a Mario a besarla, este se deja ir a lo demás con una extraña mueca de asco.)

13

YILDA: ¿Qué haces despierto tan temprano? ¿Qué pasa?

MARIO: No hay foto. Me niego.

YILDA: No puedes negarte, ya todo está preparado.

MARIO: Cancélelo. Me voy a casa.

YILDA: ¡No puedes hacerme esto!

MARIO: ¡Puedo hacer lo que me salga de mis cojones! ¿Qué no sabe usted lo que es la libertad? Tanta mierda que habla de la revolución, y no sabe que la primera esencia de cualquier revolución es precisamente esa, ¡la libertad!

YILDA: Espera... hablemos esto con calma...

MARIO: ¡Ya tienen el manuscrito, tienen mi firma, lo tienen todo! No me da la gana de darles mi imagen...

YILDA: Tú estabas complacido, tú estabas hasta cariñoso y anoche yo pensaba que tú... por favor, espera...

MARIO: Cariñoso... ¿con usted? Mis manos... el extraño recuerdo de las de mi padre...

YILDA: Sí, un recuerdo, un bellísimo recuerdo...

MARIO: ¿Y eran las de mi padre?

YILDA: Pues sí... sí.

MARIO: ¿A quién le recordaron mis manos, mis besos, mi cuerpo joven y excitado sobre su piel... sobre su arrugado y caído pellejo de vieja de 49 años. (Muy bajito pero intenso.) ¿A quién le recordé, a cual de tantos amantes como debe haber tenido, maldita puta?

YILDA: ¿De qué me culpas? ¡No me hagas esto!

MARIO: ¿Cuál era entonces la altura de ese gran hombre?

YILDA: Respétame un poco, por favor...

MARIO: ¿La altura de sus ideales patrióticos o la p otencia de su verga?

YILDA: ¡Ya basta!

MARIO: ¡Banalidad! Banalidad, ¡qué hermosa te vistes, qué hermoso te miramos y qué vacíos estamos!

YILDA: Alex, ya, no me hagas daño...

MARIO: ¿Alex?

(Entra Ramón.)

RAMÓN: Yilda... es tiempo de irse preparando.

YILDA: Espera un minuto, es que...

MARIO: (Se le acerca a Ramón desafiante.) Óyeme tú, gorilón...¿tú conociste a mi padre?

RAMÓN: Mira mariconcito, no me provoques porque no he dormido bien.

MARIO: Bueno, pues retiro lo de gorilón... quiero saber si lo conociste... ¿cuanto tiempo llevas trabajando

para el Presidente con ese lindo uniformito de soldadito? Ya... sin groserías... contéstame.

RAMÓN: Lo suficiente. Y sí, conocí a tu padre. No lo traté, pero lo conocí.

MARIO: ¿Y sabías de mi vida? ¿Desde cuándo sabes?

RAMÓN: Desde hace mucho.

MARIO: ¿Alguna vez tuviste miedo de mi?

RAMÓN: No.

MARIO: ¿No? ¿Simplemente no?

RAMÓN: Que no te has vestido.

MARIO: Estoy vestido. Esta es mi camiseta favorite. Metálica, es un grupo de rock gringo, letras muy poéticas, mucho sentido, deprimente, pero con sentido... tuve una camiseta del Ché, pero bueno... hasta los gringos se la ponen, así que no me la puse más. Y esta es mi chamarra negra, un poco más larga y me parezco a Neo, el de “Matrix”. Y mis jeans rotos y mis botas. ¡Qué imagen, cabrón! Mira que puta imagen más hija de puta... dime si así no parezco un digno hijo de Hollyguuud... ¡yea! (Se quita la chamarra con algo de coraje.)

YILDA: (A Ramón.) Dice que no va a tomarse la foto.

RAMÓN: Ah. Mierda... ¿Ves pendejo? Contigo no se puede negociar.

MARIO: No soy negociable.

RAMÓN: Pues entonces dime tú ¿cómo le hacemos?

MARIO: ¿Cómo le hacemos, gorilón?

RAMÓN: (Le propina un puño en la barriga que lo hace caer) Así le hacemos, pendejo...

MARIO: (Se levanta con dolor.) Vamos, dame otro...

RAMÓN: ¿Otro? (Se lo propina y Mario ahora cae con más dolor.) ¿Otro, cabrón?

YILDA: ¡No!... Ya. Basta. Vamos, levántate a vestirte. Todo esto pasará rápido.

MARIO: (Al levantarse se va de cabeza contra Ramón y le quita con alguna destreza la pistola que llevaba al cinto y le apunta.) ¿Y ahora?

RAMÓN: Tú no tienes huevos para usar eso, pendejo. Si sueltas un tiro de esa pistola, pasas tu vida en la cárcel. (Va a acercársele y Mario le dispara, apenas lo roza en el muslo.)

RAMÓN: Yo no vine solo, hay gente afuera... te has jodido.

MARIO: Llama y diles que no entren porque yo estoy loco y no sé lo que hago. Ya se me está quitando el dolor... así que...¡hazlo! (Ramón lo hace de mala gana.)

YILDA: Muchacho... podemos arreglar esto. Si quieres vivir.

MARIO: ¿Vivir? ¿Qué vida? ¿Esta vida banal que me ofrecen ustedes? No. Hasta hoy tuve vida. Hasta ahora que le disparé a este pendejo, creí que tenía la vida angustiada, y vacía, y hueca y jodida de fantasías de toda la gloriosa juventud latinaomericana... y de pronto, mirando el amanecer por esta ventana... me digo; “coño, Mario... ¡Qué muerte tan valiosa te espera! Muerte, ¡cuánto vales para mi en este instante en que siento que renazco!, que renazco precisamente a la muerte... donde encuentro algo realmente noble... la limpia imagen de mí mismo.”

YILDA: Nadie quiere quitarte nada, muchacho.

MARIO: Los indígenas tienen una pendejada con eso de las fotos. No se dejan retratar porque dicen que las cámaras les roban el alma.

YILDA: ¡Hazlo por tu padre!

MARIo: ¿Cuál padre? ¿El Padre de la Patria? ¿Y quién es la Madre?

YILDA: Piensa en su proyecto de vida, en sus sueños, en sus aspiraciones...

MARIO: Ni siquiera usted -que me jura que lo amabani siquiera usted pensaba en eso. La memoria de mi Padre es una borrosa alegría... que ya muy pronto, como un periódico de ayer, no le importará a nadie. (Canta.) “Tu amor es un periódico de ayer...” Héctor Lavoe, es un salsero puertorriqueño.... ¡qué canción!... el amor es un “periódico de ayer que nadie más procura ya leer”.

RAMÓN: Oye, pendejo. Seguir hablando mierda aquí no va a resolverte nada. A los tiros añades el secuestro... piensa cómo va a verse esto ante la gente. Podemos... olvidarlo. Darle hacia atrás al tiempo... esto es solo un roce de bala, se cura. Me cambio de uniforme y nos vamos a la Plaza de la Revolución. El Presidente te está esperando allí.

MARIO: ¿Crees que en mi deseo de muerte no he pensado en ese minuto después de la foto?

RAMÓN: Te juro que no vamos a hacerte nada. Deja el maldito melodrama. ¡Es sólo una foto!

MARIO: ¡Ustedes van a robarme mi alma, hijos de puta!

RAMÓN: (A Yilda.) Mira ver como le haces antes de que pierda la paciencia y todo se joda aquí.

MARIO: (Caminando por toda la habitación, grandioso.) Ustedes, cabrones, me roban el alma retratándome con una mentira. Una gran mentira que se venderá en las primeras planas. La mentira de que Alex Muñoz valida desde la muerte y a través de su hijo... ¡la gran obra redentora del Presidente de la Repúbli-

ca! (Burlándose.) ¡Atica! Atica!... eso es de Al Pacino en “Tarde de Perros”.

YILDA: Ya deja la estupidez y ¡escúchame!

MARIO: (Muy serio de pronto.) Negarme a esa foto es una buena razón para morir, así defendería lo que he descubierto de mi mismo.

YILDA: ¿Y qué descubriste?

VOZ DE CHARO: ¡Mario! ¡Mario mijo, déjame entrar!

MARIO: Déjenla entrar. (Ramón habla por su celular.)

Vieja... ¿Qué haces aquí?

CHARO: Me fueron a buscar, me trajeron por la fuerza, dicen que debo estar presente en la Plaza de la Revolución hoy por la mañana. Me dijeron que estabas armado...

MARIO: (Que había escondido la pistola detrás de su espalda. Avergonzado la saca.) Bueno, sí... (Ríe.) Me volví loco... como Sonny... Pacino...

CHARO: Heriste a este hombre...

RAMÓN: No es nada, señora.

CHARO: (Al ver a Yilda.) ¿Y usted? ¿Qué la hecho usted a mi hijo?

MARIO: Tranquila, vieja, no pasa nada. La señora no me ha hecho nada.

CHARO: Y entonces, ¿qué hacemos?

MARIO: Me negué a la foto, eso es todo.

CHARO: Pues vámonos a casa.

MARIO: No es tan fácil, viejita. Ellos quieren su foto y la van a tener por la fuerza. Esta pistola es lo único que puede retrasar un poco el asunto antes de que el Señor Presidente disponga de nosotros.

YILDA: Mario, escucha un momento; señora... hablemos un poco; quisiera entrar en un espacio de sensatez aquí. Estamos hablando de una foto... ¡Es solo

una miserable foto! ¿Por qué hemos sacado esto de proporción?

CHARO: Porque no se trata una foto. Usted me robó a Alex... ahora quiere robarme a mi hijo.

YILDA: ¡Sólo quiero su maldita foto con el Presidente y ya!

CHARO: ¿Para qué? ¿Por qué?

MARIO: ¡Maldita sea! ¡Dígalo ya! ¡Dígalo ya o no respondo de mi!

YILDA: Bien... ya, es cierto.... ¿Eso era lo que querías oír? ¿Que te confesara, que te dijera la verdad? Pues bien... sí, el manuscrito está cambiado. Lo cambié yo. Tu padre escribió cosas sobre el Presidente que hubieran causado… una catástrofe publicarlas. Alex ya lo había amenazado con hacerlo si no se aprobaban sus proyectos de reforma social.

MARIO: ¿Qué cosas escribió?

YILDA: ¡Cosas! Cosas políticas y... (Mira a Charo, quien entra en severa angustia.) y personales... Negociaciones, tratos, corrupción... cosas con las que tu pa-

dre no quería vincularse. Pero no le quedó más remedio que el chantaje. A la larga eso tampoco funcionó y bueno....

MARIO: Entonces no eran tan hermanos.

YILDA: Ya te lo dije antes.

MARIO: ¡Pero usted nunca habló de chantaje! No me dijo nada, sólo me sugirió cosas, provocó mi curiosidad, ¡pero ahora está usted hablando de algo verdaderamente importante, carajo!

YILDA: Se odiaban a muerte, ya te lo dije, pero tu juventud borracha de palabras y quejas no me escuchó.

MARIO: Que algunas cosas me importen o que me queje no es lo mismo que…

YILDA: Empieza a armar todo esto que te digo con algo de sensatez y date cuenta de todo lo que se perderá por tu soberbia.

MARIO: Mi Padre, el digno Padre de la Patria, chantajea al Presidente de la República para que se logre una reforma social.

YILDA: Tu Padre nunca quiso entender las complejidades de la política. Era muy terco.

MARIO: Eso quiere decir que el Presidente nunca las hubiera aprobado en primera instancia. ¿Para proteger a quién?

YILDA: Para proteger sus intereses. La inteligencia también puede ser muy impertinente.

MARIO: ¿Y por qué perseguir la inteligencia? ¿Por envidia?

YILDA: ¡Eres un mocoso ignorante!

MARIO: Ah... entonces el viejo quería la silla.

YILDA: ¡Y escogió la peor forma de quitársela!

MARIO: La inteligencia por sobre las balas.

YILDA: Hubieran sido mejor las balas.

MARIO: ¡Pues yo prefiero la inteligencia!

YILDA: ¡Bien ganado tenía su odio entonces!

MARIO: ¡Y también se había ganado el tuyo!

YILDA: ¡Sí, el mío también!

MARIO: ¿Con qué lo chantajeó?

YILDA: ¡Tu Padre era un… cobarde! (Silencio.) Un maldito cobarde impotente con demasiados sueños de gloria y ninguna voluntad para conseguirlos.

CHARO: ¿Cuáles sueños de Gloria, Yilda? ¿Los tuyos? ¿El palacio Presidencial? ¿La Primera Dama de la República? ¿Esos?

MARIO: (Comprendiendo.) Sí, esos. Maldita banalidad... que hace frívolos a los genios. Ay, puta muerte, ¡cuánto vales!

YILDA: Escucha, muchacho... ¿de qué nos sirve ese odio ahora cuando podemos borrarlo de la historia para levantar una imagen sólida y positiva de nuestro presente? ¿A quién le importan los pequeños odios y las envidias sino a los mezquinos? Es mucho lo que podemos construir con esa foto tuya. Podemos borrar rumores, podemos limpiar lo turbio del pasado entre Alex y el Presidente que la gente sólo conoció a medias, podemos aclarar lo confuso, darle certeza a lo dudoso... ¡con una miserable foto! Mario, querido muchacho mío... es sólo una foto y la imagen de tu padre ya no será más una horrible ambiguedad en el futuro de este país...

MARIO: ¿Ambiguedad? Es una palabreja posmoderna... mi Padre no quería contubernios con los gringos y el Presidente sí, ¿quién carajos es el ambiguo entonces?

YILDA: ¡No es tan fácil como decirlo!

MARIO: Sí, sí, sí, sí puta... es muy fácil.... Mira... un grupo de estudiantes hace camisetas con su foto. Es una foto que Mami guardaba, ¿verdá vieja, que harán camisetas...? (Charo asiente.)

YILDA: ¡Pues qué bueno! Y que se pinten murales y que se lean sus libros -qué importa que no esté completos... pero estaremos en paz porque tú nos darás esa paz.

MARIO: Si yo me tomo esa foto, no habrá c amisetas.

YILDA: Pero habrá un acuerdo entre la duda y la esperanza.

MARIO:¿Y por qué tendría que hacerlo yo?

RAMÓN: Si no quieres un país en paz, ¿qué demonio de país quieres?

MARIO: La paz... ¿a costa de la mentira?

YILDA: ¿Qué más da una vieja rencilla más o menos?

MARIO: Latinoamérica está construida sobre un pasado de sangre y lucha por la libertad y la justicia. ¡Qué cómodo es reducir esa lucha a una mera “rencilla” que puede paliarse con una fotito en primera plana! ¿De qué paz me habla usted?

YILDA: De una paz que se dio sobre negociaciones y arreglos, alguien cede, alguien perdona y olvida, los resentimientos se borran, se llegan a acuerdos. Mira cómo hemos aceptado que un gay como tú se retrate con el Presidente.

MARIO: ¿Y cómo son los gays como yo?

YILDA: Hemos abierto posibilidades. Hemos ignorado asuntos espinosos. Hemos sabido callar. Eso es la democracia.

MARIO: No, democracia no es eso. No me crea tan imbécil. La paz no se consigue por la puñetera

sumisión de las ideas. El perdón no puede hacernos olvidar... si olvidamos repetimos...

YILDA: ¡Pues ayudanos a no repetir los errores del pasado!

MARIO: ¡¿Por qué se empeñan en echar sobre mis hombros esta responsabilidad que yo no pedí?!

YILDA: Pero te toca darla...

CHARO: No tienes que darla. Hemos sido muy injustos contigo, mijo...

YILDA: No le llore, señora, este muchacho se hace el “gay” para victimizarse, pero ya es un hombre y puede decidir. Y cuando le digo que es un hombre, sé muy bien lo que le digo.

CHARO: ¿Por qué no te vas a la mierda, maldita puta?

YILDA: Bah... no voy a rebajarme a tus insultos.

CHARO: No tienes que rebajarte, siembre estuviste abajo.

YILDA: Rosario, no me provoques...

CHARO: ¿Qué vas a hacerme? ¿Me pegarás con tus tetas?

MARIO: Basta ya. ¿Y si me muriera?

CHARO: ¡Mario, quita!

MARIO: Yo estaba muy tranquilo con mi banda de rock, mis pequeñas metas a corto plazo, sobreviviendo y luchando día a día por ganarme unos pesos, y de pronto esta miserable vida -esta joven y vieja imagen mía que lleva como segunda piel la de mi Padre- me da la opción de la muerte. ¿Por qué tengo que negociar eso? ¿Por qué tengo que joderme yo para calmar tanta mezquindad? (Se pone la pistola en la boca).

CHARO: ¡Mario!

YILDA: ¡NO!

MARIO: ¡Puñeta, SÍ!

(Suena el celular de Ramón.)

RAMÓN: Es el Presidente.

MARIO: No lo hagas esperar, puede fusilarte.

RAMÓN: ¿Señor? No, no... todo está bajo control... el muchacho se ha puesto un poco nervioso y no quiere tomarse la foto... lo entiendo, señor... pero... pero... no puedo, es que... bueno, es que tiene mi pistola, señor. Mi pistola, me la quitó... Sí, tranquilo señor, ya di orden de que no lo arresten, trataré por todos los medios de que no le hagan daño... estaremos junto a usted en breve, yo manejo esto, tranquilo, señor... sí, su madre también ya está aquí, la trajeron hace poco, sí... ¿Cómo? (Le tiende el teléfono.) Quiere hablar con usted, señora...

MARIO: Contéstale, dile lo firme que estoy... que se meta la camarita por el culo.

CHARO: (Toma el celular.) Señor Presidente de la República... (Pausa.) No, señor, mi nombre ya no es ese. Yo soy Rosario Pérez para usted, señor... (Pausa.) ...con todo respeto, señor, pero hace mucho que usted y yo no somos amigos. (Pausa.) Mi hijo... (Pausa.) ...el hijo de Alex Muñoz, sabe solo lo que tiene saber... (Pausa.) Un poco tarde para dilucidar ese asunto, ¿no cree? (Pausa.) Usted lo supone, señor, y no necesariamente es así… No importa lo que yo sepa... (Pausa.)... y aún si eso fuese cierto, saber eso no hará que cambie de opinión... (Pausa.) Yo no voy a forzarle. (Pausa.) Haga lo que quiera, ¡no voy a forzarle a nada! (Pausa.) No tengo nada más que... (Pausa.) No me grite... ¡Que no me grite, carajo, que yo no soy nada suyo ya, señor! (Le da el teléfono a Ramón.)

RAMÓN: Señor... Sí, señor... Yilda... (Yilda lo toma.)

YILDA: Señor Presidente.... (Pausa.) ...estamos haciendo lo imposible pero el chico es muy terco. Terco como su Padre. (Pausa.) ¿Perdón? Grita usted muy fuerte señor, casi no lo escucho... repítame por favor… (Su rostro se demuda.) ¿Cómo dice? (Pausa.) ¿Usted? (Pausa.) Señor, pero... (Cae en la silla.) Señor... perdóneme, sé muy bien que eso no me importa ya, pero... (Pausa.) sí, haré lo que me pide, señor... (Pausa.) Sí señor, estaremos en la Plaza de la Revolución muy pronto... (Pausa.) Gracias, señor... (Apaga el celular. Charo la mira llorosa. Yilda no sabe que decir. Un largo silencio cae en el ámbito.)

YILDA: Ramón, sal... ve afuera con tus hombres y espera que ya salimos. (Ramón duda.) Lo manda el Jefe, obedece... (Ramón sale dudoso. Mira a Charo.) Yo no sabía, jamás hubiera podido pensar que… No sé qué decir.

CHARO: No diga nada, nada cambiará. Hay cosas que no se cambian con gritos o amenazas.

YILDA: También hay cosas que no cambian con solo olvidarlas.

MARIO: ¿De qué hablan?

YILDA: Muchacho, es ahora, o nunca. Te ofrezco un pacto. Tómate la foto y te daré lo que quieras.

MARIO: Yo sólo quiero un poco de verdad en mi corazón y esa usted no puede darmela.

YILDA: Sí, puedo.

CHARO: ¡Cállese!

YILDA: ¿Quieres saber la verdad?

CHARO: ¡Vámonos!

YILDA: La verdad sobre tu padre... sobre tu madre...

CHARO: (Furiosa se coloca delante suyo.) ¡Usted va callarse! Usted no va a decir ni una mentira más para conseguir su maldita foto. Respete que aún queda algo limpio en nuestro corazón y en nuestra conciencia...

YILDA: ¿En la tuya? ¿La conciencia tuya? ¿Está limpia esa?

CHARO: ¿Y la suya? ¿Está más limpia que la mía?

YILDA: Yo no tengo nada de que arrepentirme.

CHARO: Ni yo tampoco.

YILDA: Quiero esa foto.

CHARO: ¿Vale esa foto la tranquilidad de su conciencia, su imagen pública? Porque si de chismes se trata, podemos estar hasta mañana las dos...

MARIO: Quiero entrar en esta conversación.

CHARO: Pues en esta no, mijo... Nos vamos a casa y ella nos va a dejar salir. Y tú no sueltes esa pistola, y a quien te impida montarte en tu carro y llevarme a mi casa, le metes un tiro en la cabeza...

YILDA: Te lo impedirán. Te crucificarán a balazos delante de tu madre.

CHARO: Pues mejor que el tiro... llamas a la prensa que está en la Plaza de la Revolución y les pides que vengan acá, que yo les contaré muchas cosas...

YILDA: No lo harás.

CHARO: Le contaré lo que se tachó de las Memorias.

YILDA: Esa verdad nos va a costar mucho a todos.

CHARO: Pero a mi me dará la paz.

YILDA: No... todo lo que Alex significa se destruirá.

CHARO: ¿No es eso lo que hemos estado haciendo tú y yo desde que nos importó más el gozo que el compromiso?

YILDA: (Pausa.) ¿Y es cierto lo que él dice?

MARIO: Lo que dice quién, ¿qué es cierto?

YILDA: ¿Es cierto?

CHARO: Y el señor Presidente, de bruto... porque siempre fue un verdadero bruto, pensó que gritándonos esa verdad, haría que él cambiara de parecer. Por favor, tiene una pistola en la mano, está deseando morirse, ¿cree que ese chisme le hará cambiar de opinión y correr hacia él a complacerle en su maldito capricho?

YILDA: No lo sé, esto más grande que yo.

MARIO: ¿De qué chisme hablan? ¡Madre! (La obliga a mirarlo.) ¿Dime qué pasa? Por favor, necesito saber.

CHARO: Mírelo... mírelo bien; es un joven diferente. Su cabeza no se llena con relumbrones de Hollywood ni fantasías de Disneylandia, ¡sino de preguntas!... le gusta el rock, pero sabe que los gringos son imperialistas. No le gusta la imagen de la pobreza porque la pobreza ya no es noble. Es gay, ¡qué bien que lo sea! ¡Que bien que sea lo que quiere ser en un mundo horrible que nos prohibe ser! Gay. Estupendo. No tengo ningún problema con eso, porque es su decisión. No mía, no de su padre, suya, suya sola. Y eso lo convierte en un joven nuevo... no es la imagen hueca del muchacho autómata y vicioso, pero tampoco es un ciego seguidor de los extremos... tiene curiosidad, tiene propósito, este joven piensa en sí mismo. Sabe que tiene que hacer una revolución en su corazón, porque sabe que ama y respeta algo que está por encima de él.... y este joven ama y respeta a su madre. ¡Y su madre soy yo! Con todas mis debilidades y mis errores, aún si supiera del peor error que yo haya podido cometer en esta vida, este jovencito me ama. Y con ese amor se construye un

país. Porque los padres siempre se van, se huyen... se esconden tras su banal machismo. Pero este joven no será como esos padres, porque éste tiene en sus manos, -como un hermoso bebito-, al futuro de América. Y para defenderlo tiene mucho amor en una mano y una pistola en la otra. Y está dispuesto a matar y a morir porque sabe que la muerte es más digna que esta vida que ustedes le arruinaron. Ustedes los gobernantes, los académicos, los aristócratas y políticos, ustedes lo guerrilleros de la ambición, ustedes, ¡los fanáticos de la nada! Y si fue nada lo que le dejaron... no lo culpen ahora porque haya hecho de la nada, ¡una revolución!

YILDA: Ya, basta, Rosario... esto no cabe en mi cabeza, no sé entenderlo ni sé qué decir.

CHARO: Pues entonces déjalo fuera de tu cabeza, insulsa aspirante a Primera Dama.

YILDA: Tú también quisiste ser Primera Dama. Tú más que yo...

CHARO: Pero yo pude haberlo sido y tú no.

YILDA: ¿Por qué?

CHARO: Porque yo decidí tener un hijo. (Camina hacia la salida.) Vámonos, Mario... no sueltes esa pistola, ya sabes... un buen balazo en la misma frente al que te impida el paso. ¡En la misma frente, carajo y sin ninguna pena! ¡Vamos! (Sale. Mario se acerca a Yilda, abatida con las manos en la cara. La acaricia su cabeza, sólo un poco y sale.)

MARIO: Aún así, aún negándome a la foto, se develó la estatua del “Padre de la Patria”, el diputado guerrillero Alex Muñoz en la Plaza de la Revolución. Se publicaron sus Memorias, editadas y cortadas hasta el asco... claro, no se cortaron las partes en las que él se culpaba profusamente de su impotencia sexual, y su oculta pero vibrante homosexualidad. Mariconería que a larga terminó ganando un significativo valor para mí. No más víctimas. Una homosexualidad rebelde ¡como la de Lorca! ¡Cuánta falta nos hace! (Sonríe. Pausa.) Algunos estudiantes llevan camisetas con la foto que mi Madre guardaba celosamente desde los tiempos de la guerrilla. Aquella guerrilla en la que Alex Muñoz, ¿mi padre?, combatió la vieja

dictadura junto al actual Presidente de la República. Mi Padre. La dictadura vencida sirvió de fundación a la dictadura presente. Los románticos guerrilleros de chamarras verdes dieron paso a los guerrilleros del rock, del ácido, a la impuesta cultura gringa de los góticos y los “emos”... ¡puñeteros “emos” de mierda! (Sonríe cínico.) ...y todo se pierde en un huracán de imágenes, las más poéticas, pero también las más terribles y contradictorias... y a la larga todas faltas de propósito y profundidad... todo se vuelve un chisme sin sentido o dirección, todo se vuelve... (Pausa.) Y todavía me pregunto: ¿cómo se hace una revolución contra la banalidad? ¡Qué sabia, mi adorada viejita! (Pausa.) Con amor… con todo el amor del mundo en una mano... ¡y una pistola en la otra!

(Oscuro final.)

ROBERTO R AMOS-PEREA

Nació en Mayagüez, Puerto Rico, el 13 de agosto de 1959. Dramaturgo, guionista, actor, director de escena, historiador y crítico del teatro y el cine Puertorriqueño.

Cursó estudios superiores de Dramaturgia y Actuación en el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, D.F. y prosiguió esos estudios en la Universidad de Puerto Rico. Es Director General del Archivo Nacional de Teatro y Cine del Ateneo Puertorriqueño. Es además Rector del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo, y Presidente del Instituto Alejandro Tapia y R ivera. Fue periodista en los diarios El Reportero, El Vocero, El Mundo, Puerto Rico Ilustrado y la Revista VEA y columnista ocasional de El Nuevo Día. Es además profesor de Historia de la Literatura y el Teatro Puertorriqueño en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.

Ha estrenado y publicado más de cien obras teatrales en Puerto Rico, y en países como Japón, Estados Unidos, España, la República Checa, Polonia, Brasil, Cuba, Venezuela, Argentina, México, Chile, Santo Domingo y sus obras han sido traducidas al inglés, al francés, al checo, al polaco, al portugués y al japonés. Ha dirigido más de un centenar de puestas en escena en Puerto Rico y en el exterior y ha sido premiado por instituciones nacionales e internacionales como el Ayuntamiento de Sevilla, Casa de las Américas de Cuba, el PEN Club de Puerto Rico, el Instituto de Literatura Puertorriqueña y el Ateneo Puertorriqueño.

(Foto © Juanky Álvarez)

En diciembre de 1992, el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid, España le otorgó el Premio Tirso de Molina a su obra Miénteme más. El Premio Tirso de Molina es el más alto premio que se le ofrece a un dramaturgo de habla hispana en el mundo. La obra se estrenó y se publicó en España. En ese mismo certamen, su obra Morir de Noche, quedó entre las seis finalistas escogidas para el premio.

Ha dirigido y escrito las películas puertorriqueñas Callando amores (1996), Revolución en el Infierno (2004), Después de la Muerte (2005), Iraq en mi (2007), La llamarada (2015) y Bienvenido Don Goyito (2017) así como el largometraje documental Tapia: el primer puertorriqueño (2009).

Ha publicado el volumen de cuentos Sangre de niño (1976) y los ensayos Perspectiva de la Nueva Dramaturgia Puertorriqueña (Ateneo, 1989), Teatro Puertorriqueño Contemporáneo 1982-2003 (Publicaciones Gaviota, 2003) y 4 ensayos jodidos y una obra de teatro (Ediciones Puerto, 2012).

Publicaciones Gaviota edita su Teatro Escogido en siete volúmenes. Editions Le Provincial publica sus más recientes obras: Bruja de Dios (2012), Puerto Rico Urgente (2013), La Dama de las Camelias/Marianela (2014), y cuatro de sus piezas de teatro histórico Gozos de Inquisición (2014), Iluminado Negro (2015), Por Maricón (2016) y La amante del Gobernador (2017). EDP University edita su teatro breve Censurado (2016) y su libro de narraciones y cartas Prosas de mala gana (2018).

Trabaja actualmente en el DICCIONARIO DE LA LITERATURA DRAMÁTICA PUERTORRIQUEÑA DEL SIGLO XIX, el DICCIONARIO DEL CINE PUERTORRIQUEÑO y los estudios casuísticos Historia de la Censura Teatral en Puerto Rico y Apuntes para la Historia de la Porn ografía Puertorriqueña.

Ha publicado además, como historiador teatral, Historia de la Nueva Dramaturgia Puertorriqueña (Intermedio de PR, 1987); Obras Encontradas de Celedonio Luis Nebot de Padilla (Ateneo Puertorriqueño 2008); Obras Completas de Manuel María Sama (Ateneo Puertorriqueño, 2007) y el amplio estudio Literatura Puertorriqueña Negra del siglo XIX escrita por negro s (Publicaciones Gaviota, 2012), el tratado biográfico Tapia: el primer puertorriqueño (Publicaciones Gaviota, 2016), y en preparación para prensa los libros “Los negros no piensan”: historia de la inte lligentsia puertorriqueña negra (Publicaciones Gaviota, 2018), y Clara Lair: la amante del Gobernador. Biografía crítica y obras recogidas de Mercedes Negrón Muñoz (Publicaciones Gaviota, 2018).

Actualmente vive en San Juan de Puerto Rico, y es aficionado al esoterismo y a la astronomía.

Obras dramáticas de Roberto Ramos -Perea en

Editions Le Provincial

Los 200 no

(Antes Ediciones Gallo Galante)

La mueva de Pandora

Teatro de Luna

Teatro Secreto

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