Disparates 09

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NumĂŠro 9

DISPARATES Horrorccitanie



guayabo.co


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Edito - El horror (français — espagnol) Camilo Rodríguez

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Illustration Artiste : Pepita Ménades

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Horreur Artiste : Pegatina Criolla

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Restos Mortales Texte : Octavio Rodríguez

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Golfech-la-Morte (français — espagnol) Texte : Geoffrey Martínez Illustration : Marion Louge

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Illustration Artiste : Laura Cruciani

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Horror en Occitania Texte : Nata Urzúa

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Sans titre Texte : Lauren Lacau Illustration : Valérie Vial

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Poèmes : Confesionario - De mis sueños Textes : Xiomara Ahumada Quito

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Tablilla Vampirica Texte : Xavier Markus Illustration : Paula Mayo


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Pendant qu’ils dorment Texte : Kevin Païs

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Menthe fraîche Texte : Vincent Novembre

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C’est Elle Texte : Agata Mendes Illustration : Marie de Langhe

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La Bailarina Texte : Alix Quezel

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Parasomnia Texte : Wendy Carazo

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Año no bisiesto Texte : Camila Ussa Villamil

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Illustration Artiste : Azucena Rodríguez Vanegas

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Horreur Artiste : Pegatina Criolla

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Illustration Couverture Laura Cruciani Mise en page Daniel Virgüez Corrections Diana Marcela Forero

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El horror “Es en el ojo donde el azar se convierte en coincidencia.” – Anónimo

(hallado en la esquina de la primera página de un libro de segunda mano)

“Le bello solo tiene una forma; lo feo tiene mil” Víctor Hugo El horror adopta tantas y tan variadas formas como la imaginación sea capaz de concebir. Desde el monstruo que se esconde bajo la cama hasta la legión de demonios que arrastra el fin del mundo. Horror psicológico, horror político, horror cósmico, todas son las múltiples caras de una misma moneda: los miedos que reposan en el alma humana y salen a flote en el momento menos pensado. En nuestra época, no faltan las razones para vivir aterrados. Tal vez por eso no es una coincidencia que géneros cinematográficos y literarios como la ciencia ficción y el terror sean los motores de una interminable lista de distopías postapocalípticas, de catástrofes de zombies, o medioambientales, y de oscuras posesiones demoníacas. Sin embargo, la raíz de todos los miedos puede tener un origen más sutil y profundo que algunos temas archiconocidos como la destrucción del planeta, la esclavitud de la humanidad o el infierno judeocristiano y dantesco. Durante su interminable travesía por las recónditas cavidades de la mente, Sigmund Freud se detuvo un momento para analizar una experiencia que se acerca bastante a la definición del horror tal y como lo conocemos hoy en día: lo Ominoso. Para el alemán, lo ominoso nace cuando se produce un contraste (una poderosa fricción) entre algo conocido o “habitual” y algo desconocido o “no-familiar” (unheimlich). En otras palabras, el germen del horror es un asunto filosófico, se encuentra en ese delgado límite que separa lo que creemos conocer y lo que ignoramos por completo. Eso explica el suspense como la tensión permanente hacia una revelación final que se produce de golpe. De ese singular rozamiento nace la chispa que dispara nuestras peores angustias y que el escritor romántico Friedrich Schelling describió como “todo lo que estando destinado a permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz”. Así pues, la revista que el lector tiene entre sus manos es una suerte de aquelarre que compende las distintas respuestas de nuestros autores frente a la pregunta ¿qué es el horror? En estos relatos, poemas e ilustraciones, no solo se retoma la tradición gótica o folclórica del miedo desde sus símbolos habituales, sino que realmente se ejecuta una descarnada radiografía del miedo. Dime a qué le temes y te diré quién eres. Camilo Rodríguez

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L’Horreur C’est dans l’œil où le hasard devient coïncidence. Anonyme (trouvé dans le coin de la première page d’un livre d’occasion). Le beau n’a qu’un type, le laid en a mille. Victor Hugo L’horreur adopte autant de formes que l’imagination est capable de concevoir. Du monstre qui se cache sous le lit jusqu’à la légion de démons qui signe la fin du monde. L’horreur psychologique, l’horreur politique, l’horreur cosmique, sont toutes les faces d’une même pièce : les peurs qui reposent au fond de l’âme humaine et qui émergent au moment où on s’y attend le moins. À notre époque nous ne manquons pas de raisons d’être horrifié(e). C’est peut-être pour cela que ce n’est pas une coïncidence si des genres tels que la science-fiction et l’horreur nous fournissent une grande quantité de dystopies post-apocalyptiques, de catastrophes zombie ou d’obscures possessions démoniaques. Néanmoins, la racine de toutes les craintes peut avoir une origine plus subtile et profonde que des sujets archiconnus tels que la destruction de la planète, l’esclavage de l’humanité ou l’enfer conçu par Dante et le judéo-christianisme. Au cours de son interminable périple dans les gouffres de l’esprit humain, Sigmund Freud s’arrêta un moment pour analyser une expérience qui se rapproche beaucoup de la définition d’horreur telle que nous la connaissons aujourd’hui. Das Unheimliche, le dictionnaire le traduit erronément comme « l’abominable » ou, encore, « l’étrange ». Pour Freud l’étrange naît lorsqu’un contraste (une puissante friction) se produit entre quelque chose d’habituel et quelque chose d’inconnu ou non-familier (Unheimlich). En d’autres mots, le germe de l’horreur est une affaire philosophique, elle se trouve sur la fine ligne qui sépare ce que nous croyons connaître et ce que nous ignorons tout à fait. Cela explique le suspense comme une tension permanente vers une révélation finale qui se produit d’un coup. De ce frottement nait l’étincelle qui déclenche nos pires angoisses et que l’écrivain romantique Friedrich Schelling décrivit comme « tout ce qui, destiné à rester secret, caché, sors à la lumière ». Ainsi la revue que l’hypocryte lecteur a dans ses mains est une sorte de Sabbat qui contient les réponses de nos auteurs et illustrateurs face à la question Qu’est-ce que l’horreur ? Dans les récits, poèmes et illustrations qui se suivent on ne se limite pas à reprendre la tradition gothique ou folklorique de l’horreur à partir des symboles populaires, mais on réalise vraiment une radiographie décharnée de l’effroi. Camilo Rodriguez

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D. BARNARIOK : Pepita Ménades 8


Illustration : Pegatina Criolla 9


RESTOS MORTALES – Octavio Rodríguez Versión espagnol /español

i La llegada de un extraño inesperado. Una persona sin identificación que me viene a visitar, aunque yo no sé bien de quién se trata. Todos me explican que son los efectos de mi enfermedad, pero en esta persona yo veo a alguien familiar. ¿Quién será él? ¿Acaso ya no me acuerdo ni de mí mismo? ii La persona, muy amable, que me viene a visitar, me trae noticias graves. Aparentemente, mi estado está empeorando con los días, así que él, muy respetusamente, me ha preguntado si yo he pensado de qué manera quiero que se dispongan mis restos mortales. No le he querido contestar, pues una extraña sonrisa contenida en su rostro me dejó paralizado. Siento que el hombre sonreía de placer al hacerme las preguntas. No pude hablar hasta que llegó la enfermera. El hombre se fue sin decir más palabra y con una lentitud perturbadora. La enfermera no mostró señales de sorpresa. Todos dicen que mi estado está empeorando, es natural sentir miedo a la muerte. iii Un sacerdote ha venido. Le comenté sobre mis deseos de ser enterrado en cristiana sepultura. Se puso muy contento y me sugirió llamarle justo antes de morir para aplicarme los santos óleos. Bendito sea, gracias Dios por darme esta oportunidad de morir santificado. iv Otra noche sin dormir. Me desvelo pensando en esa pérfida sonrisa y esa extraña pregunta. No sé si sentir miedo o simplemente curiosidad. ¿Qué le parecería tan gracioso? ¿Era su sonrisa de gozo o de burla?

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v Esta mañana he recibido unos documentos de muy mal gusto. Mi extraño visitante me los ha hecho llegar en una grave impertinencia. Deja una nota donde dice que supo de boca de mi sacerdote mi voluntad de recibir santa sepultura. Pero, y a éste, ¡¿qué le importa?! Ya estoy deseando que me visite de nuevo para arreglar las cosas. Ese hombre no es quien alega, se me hace familiar pero no es mi hijo ni nadie que yo recuerde. vi Este mensaje es mi única posibilidad de hacer pasar los hechos tal y como van a ocurrir, de eso ya no tengo duda. Mi extraño visitante finalmente me ha revelado sus verdaderas intenciones. Ayer ha venido durante un extraño lapsus. Me encontraba yo dormido padeciendo la más atroz de las pesadillas. Inmediatamente, sentí un llamado y fui despertando lentamente de estos horrores. Apenas pude darme cuenta de mi estado consciente, escuché la voz de mi visitante muy cerca de mi oído. El hombre, pausadamente, me decía exactamente las palabras que yo veía en mis pesadillas. Con un tono de voz controlado y milimétrico, describía con detalle mis terribles visiones las cuales transcribo: vii el hombre preparaba un cuchillo en la inmundicia de un cuartucho perturbador. Caminaba por oscuros corredores. En la penumbra soledad, estallaba en breves arrebatos de histeria. Sus griticos y carcajadas espantaban el aire. El hombre profanaba el nicho de una tumba en la pared. Sacaba el ataúd contenido en la cripta y lo abría con una extraña mueca en su cara. Sus ojos ardían en expectación. Yo estaba dentro de ese ataúd, mirando con horror cómo él empuñaba el cuchillo con fuerza. Mi cuerpo ya estaba enterrado pues yo ya había muerto, pero era consciente y estaba presente en ese momento. Gritaba en silencio desde mi interior sin poder hacer nada. El extraño visitante acercó el cuchillo a mi cuello y empezó a rebanar con movimientos largos y lentos. Con horror, podía ver cómo aquel hombre separaba mi cabeza de mi cuerpo. Entre palabras entrecortadas y chillidos hundía la hoja en mi piel hasta tocar la garganta. Con estertores serruchó mi cartílago, hundió el cuchillo hasta mostrar las amigdalas, la lengua salió por debajo en toda su extensión. Podía ver, en medio de mi grito silencioso, la hoja del cuchillo separando el último extremo de piel que mantenía mi cabeza pegada a mi cuerpo. Fin Octavio R.

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GOLFECH-LA-MORTE – Geoffrey Martínez Version Française

« - Centrale ? » … ____________ Il s’apprêtait à sortir de la cuve et l’on comprit d’emblée que quelque chose d’atroce était arrivé : il était blême, et très rouge. Les parties, que tout être humain dans son intime certitude possède, étaient absentes. Et à leur place, dans la longueur, palpitait une cicatrice encore profonde, de laquelle s’échappait un pus éblouissant. Il faisait déjà deux ou trois mètres de hauteur et ne semblait plus constitué que de lumière en bouillon. Ses mouvements diffractaient et lorsqu’il agrippa la faille pour s’en extirper…

Le blanc commençât à manger. Les hautes herbes d’abord, superficielles, l’automne ensuite. Puis le vert, les bords de route, les chemins. La terreur de la matière venait d’acquérir le pouvoir du blanc qui recouvre et qui fige. Et il s’étendait, impur. Autour de ses mains, des bandelettes étaient disposées, jaunies d’avoir rayonné si longtemps sur les parois de graphite et d’être maintenant au contact de l’oxygène. Sa carcasse, qui ne pouvait plus porter que ce nom, s’extirpa de son tombeau. Puis on ne vit plus rien pendant quelques secondes. L’explosion, que tout le monde avait perçu comme une déflagration secondaire, comme habituelle, avait eu un effet désastreux. Elle L’avait éveillée. Et sans qu’aucun son ne soit perçu sans

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qu’Il en soit Lui-même conscient, Il avait invité les cafards à Le précéder dans Sa lente sortie, dans l’appropriation d’un lent trépas à venir. Sans violence aucune, insidieux, il évidait les poissons, décharnait les sang-chauds, dépigmentait la feuille du chêne et la poussait à se dupliquer. Mal, sans structure. Toute plume tombait au sol et toute texture s’empoussiérait. Les écailles animales ou végétales se figeaient ou fusionnaient avec l’eau. Dans chaque pas, gisaient les copeaux de ce qu’il élaguait par ondes. Les corps purulaient, la chair, gonflée de cloques et séchée, s’éparpillait. Les yeux avides des voyeurs se vidaient en se répandant. Et les membres de ces démiurges se confondaient maintenant aux siens, impropres à rester la matière. La chaleur de son contact devenait intactile, car c’était une chaleur froide, de l’intérieur de soi, du fond de chaque cellule. Tous s’éloignaient mais tous il atteignait, sans réserve : les enfants, les maris, les boiteux, les vieillards, les ménagères. Et leurs chiens, leurs chats – même emmurés – leurs poissons, leurs brebis, leur bétail. Les tomates coulaient, le maïs éclatait, le blé en farine se changeait puis se dispersait. Les champs furent soufflés et les barrières et leurs maisons avec. Les industries incapables de se stabiliser implosaient comme des champignons dans une réaction en chaîne que personne n’aurait pu anticiper.

Et le blanc mangeât tout, jusqu’aux racines même des pins rageurs qui, les uns après les autres s’écrasèrent dans la poudre mordante et disparurent. Et d’autres par la suite le rejoignirent ; avec leurs poignes quantiques et leur chaleur impalpable. Des voisins ou étrangers, qui de leur corps sans sexe et sans corps matraquaient l’atome et réduisaient. On vit alors une armée invisible se répandre à partir des endroits où on leur avait donné naissance, près des fleuves ou sur les littoraux où ils se rafraichissaient, loin des villes. Car naguère, malgré toute la déférence avec laquelle ils avaient été traités, il était apparu qu’on n’avait pu leur accorder qu’une confiance partielle. Dieu que ce fût insuffisant ! Ils s’étaient avancés jusqu’au dernier homme. Enfin ! Ils avaient dû oeuvrer jusqu’au dernier homme au moins, pour la postérité.

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Ce qu’on leur avait fourni, toute la puissance, toute l’insécurité et l’envie, ils la déchargeaient maintenant dans ces rues et dans le froid de l’automne. Mais toujours sans animosité, sans vendetta. On aurait même pu croire, si tout ça n’était pas d’une contingence extrême et belle, que l’attention que leur avait portée ces bipèdes à chair fondante, l’amour que certains des leurs avaient pu leur porter, il le reversait, à leur manière, chaud et froid, et radiaux. C’était au début de Septembre quand les feuilles perdent leurs arbres. Et nous n’avions rien vu. Seulement une poignée s’était encombinée, dans des costumes de plastiques blancs mais aucun ne survécut. Car enfin aucun n’avait la volonté de survivre à l’ironie du plastique blanc dans un monde de poudreuse.

Et le monde se figeât dans le rictus pâle du souvenir, dans le mètre et demi de cercueil blanc. Il se figeât. ...jusqu’à nous. Geoffrey Martinez

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Illustration : Marion Louge 15


GOLFECH-LA-MORTE – Geoffrey Martínez Versión Español

«- ¿Central? » …

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Estaba disponiéndose a salir del tanque; y entendimos todos de golpe que una atrocidad había pasado: era lívido, y muy rojo. Las partes, que todo ser humano, en su certeza más íntima posee, estaban ausentes. Y en su lugar, en el largo, palpitaba una cicatriz aún profunda, de la cual se escapaba un pus cegador. Ya hacía dos o tres metros de altura y parecía concentrado de luz a borbollones. Sus movimientos difractaban y cuando aferró la falla para extraerse… El blanco empezó a comer. Las hierbas altas primeras, superficiales, el otoño después. Y luego el verde, los bordes de rutas, los caminos. El terror de la materia había adquirido el poder del blanco que cubre y que paraliza. Y se extendía, impuro. Alrededor de sus manos habían vendas ya amarillentas por haber estado desde hace tanto tiempo en las paredes de grafito y ahora de estar en contacto con el oxígeno atmosférico. Su contenedir, que ya no puede llamarse de otra forma, salió de su tumba. Después no se vio nada por algunos segundos. La explosión, que todo el mundo había percibido como una deflagración de secundaria, como era costumbre, había resultado en un efecto desastroso. Lo había despertado. Sin haber hecho ruido, sin ser consciente de su influcia, había invitado a las cucarachas a acompañarle en su lenta salida, en la apropiación del tránsito lento que venía. Sin violencia, insidioso, vaciaba los peces, descarnaba a los de sangre caliente, depigmentaba la hoja del roble y la forzaba a duplicarse. Mal, sin estructura. Toda

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pluma caía al suelo y toda textura se empolvaba. Las escamas animales o vegetales se paralizaban y fusionaban con el agua. En cada paso yacía las virutas de lo que podaba con ondas. Los cuerpos purulentos, la carne hinchada de ampollas y seca, se esparcian. Los ojos ávidos de mirones se vacían, desparramándose y los miembros de sus creadores ahora se confundían a los suyos, ya no eran aptos para permanecer como materia. El calor en su contacto se volvía imposible porque estaba un calor frío, del interior de sí mismo, del fondo de cada célula. Todos se alejaban, pero a todos alcanzaba, sin reserva, a los niños, los maridos, los cojos, los viejos, las amas de casa. Incluso a sus perros, sus gatos (encerrados de la misma forma) sus peces, sus caballos, sus ganados. Los tomates se derretían, el maíz estallaba, el trigo en harina se transformaba y se dispersaba. Los campos volaban y las barreras y sus habitaciones con ellos. Las industrias, incapaces de estabilizarse, implosionaban como champiñones en una reacción que nadie había podido anticipar. Y el blanco comió todo, hasta las raíces de los pinos rabiosos que, unos tras otros, se estrellaron contra el polvo punzante y desaparecieron. Más adelante, otros se encontraron con él, con sus puños cuánticos y su calor impalpable. Vecinos o extranjeros, quien de sus cuerpos sin sexos y sin empaque aporreaban el átomo y disminuían. Después, se vio un ejército invisible esparcirse en los lugares donde se les había parido, cerca de los ríos o en los litorales, lejos de las ciudades. Porque ayer, a pesar de toda la deferencia con la cual habían sido tratados, parecía que pudiera acordárseles solo una confianza limitada. ¡Dios que poco suficiente era! Habían llegado hasta el último hombre. ¡Por fin! Habían luchado hasta el último ser humano, al menos, para la posteridad. Lo que les habían proveído, toda la potencia, toda la inseguridad y la envía, ahora estaban descargándolas en las calles y en el frío del otoño. Pero todo sin animosidad, sin vendetta. Se podría incluso creer, si todo no era de una contingencia extrema y

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bella, que la atención, y además el amor, con los cuales los bípedos de carne que se derrite les habían agradecido, ahora los verterían caldo y fresco, y radiantes. Era principio de septiembre cuando las hojas pierden sus árboles. Y no habíamos visto nada. Solo un puñado llevaba monos, perdidos en la inmensidad blanca y en esos vestidos de plástico, pero nadie sobrevivió. Porque nadie tenía la voluntad de sobrevivir a la ironía del plástico blanco en un mundo de partículas. Y el mundo se paralizó, en el rictus palo del recuerdo, en el metro y medio de un ataúd blanco. Se paralizó. … hasta nosotros.v Geoffrey Martínez

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Illustration : Laura Cruciani 19


HORROR EN OCCITANÍA – Nata Urzúa

Copla : Horror en Occitanía Y en cada esquina del mundo Horror de lo más profundo Que llevase el alma mía I. Día de octubre, Dieciocho Un estallido se gesta Todo Chile manifiesta A orillas del río Mapocho. Fuera hijos del Pinocho* ! Grita la ciudadanía, Mientras yo en la lejanía Angustia voy padeciendo Y desde ese día sintiendo Horror en Occitanía. II. Días antes Ecuador, Después se suma Bolivia, Haití siempre en la ignominia Por el colonizador. ¡¿Hasta cuando este dolor?! Se escucha el grito rotundo De un continente iracundo Que nos llega hoy hasta aquí La rabia se expande ahí Y en cada esquina del mundo.

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III. Hoy Chile es = a balas Chile = perdigones Chile = violaciones Chile = gas que inhalas. Chile, pueblo que apuñalas Chile = moribundo Chile = nauseabundo Chile = lo cruel Chile, sinónimo del Horror de lo más profundo. IV. Es de Chile que yo escribo Porque de ahí es mi raíz Esta con la cicatriz De un tirano repulsivo. Pero hoy un pueblo vivo Se levanta en rebeldía Ese pueblo que dormía hoy, un gigante que avanza Que era la gran esperanza Que llevase el alma mía. Despedida : Horror en Occitanía Y en cada esquina del mundo Horror de lo más profundo Que llevase el alma mía. Aunque hoy la Tiranía Tiene más miedo que yo Porque ya lo comprendió « Esto no ha terminado » Otro ciclo se ha engendrado Porque el pueblo despertó.

* Apodo popular del dictador Augusto Pinochet 21


SANS TITRE – Lauren Lacau Il y a cette voix s’élevant dans la nuit. Petit à petit, elle remplit le silence. Sa vibration remonte à l’intérieur. Sa matière lourde s’infiltre dans les orifices. Elle gronde puis rugit. Elle déchire ce qui jusqu’ici nous paraissait calme et doux. Nous sommes alors surpris par sa puissante tonalité. Quelque chose remue, secoue, cogne. Et pourtant, rien n’a bougé de l’extérieur. Cependant, nous sommes toujours là, comme avant, à nous tenir dans cet espace où maintenant le son devient bruit. Il martèle et fissure, si finement, qu’on ne le remarque pas, trop soucieux d’essayer de ne plus entendre, de retrouver la quiétude. On résiste. Le corps se raidit. La peau se dresse en bouclier. On se rend hermétique. Rien ne doit plus pénétrer. Cette voix est maintenant un cri lointain, étouffé, venu de loin, si puissant qu’il cristallise notre voix, celle qui avait tant à dire, celle qui voudrait dire encore. Les tympans sont en feu à présent. La cage thoracique se compresse, se rétracte, en des mouvements intermittents, de plus en plus rapides. Il n’y a pas d’échappatoire(s). Des images. On ferme alors les yeux, on cherche. Des images de grand désert, de solitude, de soleil, des images d’air et de poudre. Il faut se raccrocher à quelque chose plus lointain, ne plus être là. On se perd un moment dans les dunes, on s’imagine l’oasis verdoyante, on rêve d’un ailleurs. Mais le cri, toujours le cri, il nous agrippe, nous tire, nous tord, nous ramène là où la terre est en feu, là où les racines sont calcifiées et la vie étiolée. Ce cri est un monstre, une bête sauvage assoiffée de sang. Les os craquent, le visage se déforme. Il n’y a plus rien de nous ici. Et puis, le jour se lève, il se confond à la nuit. Il n’y a plus rien de nous ici, seul l’horreur d’une plainte sourde.

Texte : Lauren Lacau 22


Illustration : ValĂŠrie Vial 23


POÈMES – Xiomara Ahumada Quito

CONFESIONARIO J’ai été faible, j’ai bu. Quietness. J’ai été faible, God. I was drunk. Aujourd’hui, quietness & oblivion. J’ai été faible, je n’avais plus de peine. My back, my muscles, my body yelling at me: STOP. I can’t stand it anymore, Quietness. All those nonsense words Fake smiles Lost sights. Quietness. All the silenced hearts, looking at their airplanes gone. Breathing other sweats Keeping their feet under the table Becoming petrified, standard money to exchange in the hands of their fear. No quietness in this room.

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DE MIS SUEÑOS De mis sueños se me abre el día con sabor a sangre, en mi memoria, fatigado.

Renaces con descompuesto olor. Viertes amenazas en mi pecho, Despojarme de mis nervios quiero.

Rueda la película por los deseos: De una picota limpia, Te entierro.

Mas no me llamen por sus pecados. ¡No me ahoguen en su recuerdo! ¡No me quiten el sueño por su olvido!

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LA TABLILLA VAMPÍRICA – Xavier Markus

Hace miles de años un antiguo dios violó a la más bella de las mortales. Ella tiempo después murió en horrible agonía, mientras dolorosamente siete hijos paría. El dios arrepentido quiso borrar del orbe su progenie, temeroso de que estos al crecer, un problema serían para él. Lleno de furia esa noche tomó a sus vástagos en las manos, pero ellos eran tan hermosos que el dios no pudo matarlos, Así que los maldijo gritando “El sol vuestro verdugo será” y se marchó dejándolos en la oscuridad

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Una joven mortal los encontró esa noche terrible, y al verlos tan hermosos, los ocultó del sol invencible. Tiempo después el dios al saberlos vivos, volvió a maldecirlos enardecido. Dijo iracundo “todo alimento les queda prohibido” y se marchó dejándolos para que de hambre murieran en el olvido. Los siete vástagos enloquecidos por el hambre Mataron a la joven mortal que los ocultó del sol, bebiendo hasta la última gota de su sangre. Saciados, fortalecidos y aún más bellos se ocultaron esa noche, tan profundamente y por tanto tiempo, que el dios que los engendró se olvidó de ellos. Por: Xavier Markus

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Tabla Vampirica : Paula Mayo 28


PENDANT QU’ILS DORMENT – Kevin Païs

Maman s’en va faire les courses. Grognonne, elle s’adresse à Papa qui somnole sur le canapé. « J’en ai pour une heure, tu surveilles le petit ? Et pas de chocolat, même s’il pleure, ok ? » Papa bouge à peine la tête, tout proche de s’endormir. J’entend les pas de Maman s’éloigner dans l’allée, c’est le moment ! J’ouvre tout doucement la porte du placard sous l’évier, c’est la cachette où j’ai l’habitude d’aller quand ils se mettent en colère, et je commence à marcher le plus silencieusement et le plus rapidement possible. Je suis peut-être tout petit, mais j’arrive très vite au salon. Je déteste le carrelage froid de la cuisine alors j’accélère encore jusqu’a arriver sur la moquette du living room. Je regarde Papa un moment. A travers le verre de ses lunettes posées par terre, ses yeux ont l’air minuscule, ses oreilles beaucoup trop grandes pour sa tête, je le préfère comme ça. En temps normal, je le déteste, plus que le froid du carrelage. Il fait peur, il me déteste lui aussi, depuis toujours. En faisant bien attention de ne pas le réveiller, je me plaque bien contre le sol et me déplace jusqu’à la table où Papa et Maman ont l’habitude de manger. D’en bas, je sens les restes froids du petit-déjeuner. Moi, évidemment, j’ai jamais droit aux repas des grands. Je commence à grimper sur la chaise, elle est immense ! J’y suis presque, encore quelques centimètres et je serai à table, prêt à tout manger et retourner dans ma cachette, ni vu, ni connu. Au début j’avais un peu peur que les gargouillis de mon estomac ne réveille pas Papa. Mais plus maintenant. Maintenant, j’ai juste faim, vraiment très, très faim. En m’aidant du dossier de la chaise, je bondis le plus fort que je peux pour attraper le bord de la table ou au moins un bout de nappe. « Baaaam ! »

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En bondissant, la chaise a basculé et est tombée sur le sol en faisant beaucoup de bruit, je n’ai pas fait exprès. Je n’ai pas réussi à atteindre la table, je suis tombé moi aussi, je crois que je me suis fais mal. « Qu’est-ce que c’est ?! » Papa s’est réveillé ! J’ai plus faim, j’ai même plus trop mal d’être tombé. J’ai juste peur. Peur de lui. Peur de mourir ! Papa se lève de son canapé et, en titubant, regarde la chaise que j’ai fait tomber. « Encore ! T’es où ? Allez montre-toi ! » Sa voix est enrouée, presque rauque. Rester caché. Ne pas se montrer. Je me réfugie aussi vite que possible sous la table. J’essaie d’arrêter de respirer. J’arrive juste à voir ses deux gigantesques jambes de là où je suis. Elles s’approchent, repartent en sens inverse, s’arrêtent, tournent en rond. Bientôt, elles vont venir vers moi, c’est sûr. Elles vont se fléchir et son visage me regardera. Comme la dernière fois avec le couteau. Juste à ma droite, il y a la porte qui va aux chambres. Ça y est, ses jambes ne me regardent plus. Je cours ! « T’es où ? T’es où !? » Je reste immobile comme une statue dans l’ombre du couloir, je l’entend tourner encore une fois dans le salon puis le bruit des pas s’éloignent jusqu’à la cuisine. Un silence. Je l’attend fouiller dans des tiroirs, ou alors peut-être dans l’armoire, celle sous l’évier d’où je viens de sortir. « Mais que... » Un hurlement ! Sur le moment, j’ai l’impression que Papa vient de me trouver, je ferme les yeux et me contracte dans tout mon corps ! Comme je ne sens aucun coup me frapper, je regarde autour de moi: pas de Papa. Le hurlement vient de la cuisine, il dure, dure, dure. Un peu après j’ai l’impression d’entendre quelque chose de très lourd tomber sur les carreaux blanc de la cuisine et plus rien. Puis une explosion de sons, comme si des centaines de voix, toutes aigües, commençaient à discuter entre elles.

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Quelque chose de grave est en train de se passer dans la cuisine. J’arrive à sentir une odeur qui vient de là-bas, c’est pas la même que d’habitude, c’est chaud, c’est du sang. J’ai envie de suivre l’odeur, d’aller voir, mais si Papa me voit, je meurs, cette fois c’est sûr : je meurs. Je me faufile vers le fond du couloir et pénètre dans la dernière chambre à gauche. La chambre aux murs bleus. Le tapis moelleux, les peluches et le berceau au milieu, j’aime cette pièce. J’ai moins peur, je suis en sécurité ici. Je m’approche du berceau et lentement, précautionneusement, je m’agrippe au plaid qui pend et je m’en sert pour atteindre le petit nid. A mesure que je monte le long de la couverture, je sens la faim commencer à revenir, plus forte, vraiment plus forte qu’avant. J’ai tellement faim. A tel point que je commence à avoir envie de vomir. Mes poils s’hérissent. Mes griffes parviennent finalement à s’accrocher au rebord du berceau. J’ai tellement faim, que je commence à ne plus très bien y voir. Ça y est, je crains plus rien. Et j’ai à manger ici. Le nourrisson se réveilla dès ma première morsure sur la joue gauche. Il pleura quand je m’attaqua au lobe de son oreille. Il tomba au sol quand le berceau ne peut plus soutenir le poids de mes frères et soeurs qui m’avaient rejoint dans la chambre. Personne n’entendit ses hurlements, ni ceux de son père.

Kevin Païs

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MENTHE FRAÎCHE - Vincent Novembre

40 degrés à l’ombre. Toulouse juin 2020, 17h30. La canicule est bien là, mais pas les vacances... A la station Basso Cambo, pas de métro. A regrets, j’entre dans le sauna numéro 14, direction le centre ville. Je rêve secrètement du fracas des glaçons dans un grand verre. Pourquoi y a t-il autant de monde ? Que se passe t-il encore ? une grève, une manif ou une nouvelle catastrophe ? Bah, comment savoir, mon portable est déchargé de toute façon. Le bus démarre, tel l’anaconda venant d’engloutir un croco, et se traînant péniblement le digérer un peu plus loin. Soupirs, agacement et exaspération m’entourent de manière plus ou moins palpable. Les contacts sont inévitables et pénibles, même la jungle la plus luxuriante semble offrir plus de place aux êtres qui l’occupent. Courage c’est bientôt fini. Arrêt Patte d’oie. Enfin le soulagement de quitter l’atmosphère moite et les ruisseaux de sueur, pour retrouver la brûlure du soleil. Des gens partout qui se déplacent au ralenti comme englués sur la place en étoile. Le rugissement des mouches au dessus des poubelles et le bourdonnement des scooters m’agressent à la même intensité. Même le petit stand des témoins de Jéhovah m’irrite : ces images kitch et ces questions à la con ... « Connaissez-vous Jésus ? » « La vie a-t-elle été créée ? »

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Ridicule ! Tiens d’ailleurs, pour déconner je vais prendre un de leurs flyer pourris pour décorer le frigo. En saisissant le tract, je croise le regard de l’un des deux gardiens du parasol. Un homme aux yeux très clairs, couleur glaçon, la trentaine environ. Il porte des vêtements un peu désuets mais extrêmement bien coupés. Pas un mot, il m’adresse simplement un immense sourire. J’aimerais bien lui répondre que ses croyances c’est de la merde pour rassurer les gens qui ont peur de la mort, mais étant donné mon malaise immédiat, j’opte plutôt pour me casser vite fait vers le boulevard Jean Bruhnes. En marchant, je rêvasse à l’idée de menthe fraîche au milieu des glaçons... et je repense au regard du témoin de Jéhovah et à son sourire plein de dents. Comment est-ce possible d’être aussi enthousiaste pour un tract ? S’il pense avoir une nouvelle adepte il va être déçu ! J’aurais dû le déchirer devant lui, il aurait moins fait le malin ! J’ai très envie de vite arriver à la maison, mais avec cette chaleur, mes jambes me traînent à la vitesse d’une tortue. Devant l’arrêt de bus Fontaine, une femme me demande l’heure. Ma bouche s’ouvre mais aucun son ne sort. Que m’arrive-t-il ? Je dois avoir la gorge vraiment très sèche.... Pour seule réponse, je lui montre celle à mon poignet, tout en tentant d’éclaircir ma voix. Sans succès. Ma voix m’a réellement quittée. Mes pensées vont à toute vitesse. Il y a forcément une explication... Oui, mais là je n’en vois aucune ! Qu’est-ce qui m’arrive et combien de temps ça va durer ? Je continue à marcher avec une apparente nonchalance, mais l’angoisse monte... Je vais m’arrêter deux minutes, j’ai peut-être de l’eau dans mon sac pour raviver ma voix. Surprise, c’est au tour de mes jambes de ne plus m’obéir... Elles avancent seules, mécaniquement ; l’une après l’autre avec la régularité d’une horloge. Je deviens folle ! Je craque. Je hurle de toute la voix que je n’ai plus « c’est pas vrai, arrêtez ! » Leur réaction est immédiate cette fois.

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Ouf ! je vais pouvoir ... Non. Sans m’avertir, elles se remettent en route... mais pas vers la maison ! Nous revenons en arrière. Elles prennent même la liberté de changer un peu le parcours et affront ultime, elles avancent un peu plus vite que tout à l’heure ! Effroi. Je suis la passagère enfermée de mon propre corps et j’ai maintenant la certitude qu’il m’emmène bien quelque part. En traversant une rue, une voiture pile devant moi sans aucun bruit, signe que mon ouïe s’est également enfuie... Mes pensées vagabondent au milieu de grandes portes en bois qui claquent silencieusement. Je me rends compte que j’observe les choses qui m’affectent sans la moindre émotion. Seuls me restent mes pensées et mes yeux confinés à l’état de spectateurs. J’aimerais tellement comprendre ! C’est alors que m’apparaissent de nouveaux flashs. Ils se suivent comme si je regardais un film. Un film avec les couleurs vaporeuses d’un rêve mais qui retrace véritablement les événements vécus cette dernière heure. Je me revois sortir du bus, marcher sur la place, des vêtements colorés partout, un parasol, l’éclat blanc d’un papier avec une petite tache noire dessus. Tiens je n’avais pas vu ce détail tout à l’heure. Un sourire aussi blanc que le papier sur lequel la petite tache noire se déplace. Elle a des pattes minuscules qui la font sortir de ma poche de pantalon et disparaître. Les images qui suivent sont étranges. Une course dans un brouillard sombre, vue par des yeux qui ne sont pas les miens, comme si j’étais entrée dans la tête de quelqu’un... Je reconnais les pattes de la minuscule bête sur les côtés de l’image. Mais où est elle ? Elle arrive dans une salle voûtée dont le nuage central émet de petites impulsions électriques... Je crois reconnaître la forme d’un cerveau humain. On s’en approche très près, et elle grimpe dessus. Il s’agit bien d’un cerveau ! Elle arpente l’organe avec facilité et s’arrête à un endroit choisi pour commencer... à le manger !!! Suivent l’image de ma montre au poignet et le visage ahuri de la femme à l’arrêt de bus. Le moment où ma voix a disparue.

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Devant le tragique de cette situation, une seule question me vient : si le parasite mange mon cerveau aux endroits dont il a l’air de connaître précisément l’utilité, pourquoi ne se rue-t-il pas sur mes fonctions vitales une bonne fois pour toutes ? Nous ralentissons pour tourner au coin d’une petite rue, je reconnais la ruelle qui mène à l’église du Sacré Cœur, juste à côté de Patte d’Oie. Mon corps s’avance puis s’immobilise devant la grande porte en bois ornée d’un fronton. Nous attendons quelque chose ….ou quelqu’un. Une encre nuit noire apparaît aux extrémités de mon champ de vision, comme le diaphragme d’un appareil photo qui se referme très doucement. La porte s’ouvre et mon corps m’emmène lentement. Mes yeux me laisseront entrevoir cette dernière scène : une immense mante religieuse bien verte, se tient face à moi prête à l’attaque. Elle touche pratiquement le plafond, et m’observe immobile dans une tension extrême. Sa tête pivote légèrement sur le côté. Contrairement à toutes celles que j’ai observées enfant dans des jardins, ses yeux sont extrêmement clairs... comme des glaçons.

Vincent Novembre

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C’EST ELLE - Agata Mendes

Je tourne la poignée de la porte, c’est bon d’avoir un nouveau chez soi. Dans l’entrée je sens les effluves persistants qui émanent des murs fraichement repeints et du parquet lustré avec un peu trop d’entrain. « Si l’appartement vous plait, il est pour vous » m’avait dit le propriétaire et j’avais tout de suite su que, oui, ce serait ici, dans cette petite rue calme, sur ce plancher vieux et charmant, et malgré la tapisserie bardée de gros liserés rouges, que je viendrais poser mes affaires pour une nouvelle tranche de vie. J’avais besoin d’un endroit accueillant, d’un refuge, après une rupture sentimentale qui m’avait laissé en legs un certain vague à l’âme et une déchirure musculaire du mollet. (J’avais décidé de rattraper l’homme sous la pluie, il avait disparu dans une ruelle et j’avais glissé, bêtement, lourdement, comme une plâtrée de polenta qui s’essaye au sprint.) La jambe se remettait vite, les bleus internes un peu moins. Je dispose mes premières affaires dans la pièce vide. Un lit, bien sûr, quelques étagères pour faire suivre et étaler les rayonnages poussiéreux de mon passé d’étudiante et un four, « je n’ai besoin que de quelques habits, le reste attendra ». L’idée de retourner dans ce qui fut la maison conjugale ne me séduit guère, même furtivement, pas pour l’instant. Camper dans son propre appartement c’est de l’exotisme à moindre frais. En deux heures à peine j’ai tout déballé et malgré le vide des pièces, je me sens déjà un peu chez moi. La nuit est tombée et avec elle le silence gagne le petit immeuble. Je sors de mon sac de course la salade de nems que j’ai achetée quelques heures plus tôt au petit restaurant vietnamien du quartier.

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« Le meilleur bobun de la rue » dit le marchand avec un large sourire, un peu trop large pour être convaincant, et je pense, à part moi, que c’est surtout le seul. J’écarte les germes de soja fanés et je pique dans le bol en rêvassant, debout sur le carrelage sans chaise de ma cuisine, accoudée sur le rebord de son unique fenêtre. Un petit immeuble fait face au mien, c’est distrayant d’observer secrètement ses voisins affairés. La lumière de la télévision scintille, une mère verse la soupe dans l’assiette de son bébé, un homme de dos s’active sur son ordinateur. Mon regard s’attarde sur une pièce noire qui me fait face, par la vitre qu’aucun volet ne protège je devine de fins rideaux de dentelle. « Tiens, là il n’y a personne, en voilà qui sont sortis ce soir ». Du bout de ma fourchette en plastique je fouille la laitue et attrape un petit rouleau frit. Quand je relève la tête il me semble apercevoir une silhouette qui se dessine dans l’obscurité de l’appartement sans lumière. Mes yeux se plissent pour mieux en distinguer les contours. On dirait un corps de femme. Qui se tient là, debout, immobile. Je suspends ma respiration et j’attends, immobile à présent moi aussi, que cette étrange ombre change de position. Mais rien. La silhouette reste statique, sans même une oscillation. Mes yeux s’habituent au noir et des cheveux ramassés en chignon sur le haut du crâne se profilent sur cette forme rigide. Le corps est maigre, avachi, arrondi, non, voûté, juste un peu. A présent je la devine. C’est une vieille dame qui, émergeant à peine du noir environnant, est debout devant sa propre fenêtre, à quelques mètres, de l’autre côté de la rue. Une voiture passe, éclairant brièvement la façade de ses phares. Dans le rai de lumière, des yeux jaillissent de l’obscurité, des yeux perçants et raides, rivés sur moi. Je tressaille et fais un pas en arrière. Qu’est-ce qu’elle fout cette vieille ? Je pars de la cuisine d’un pas pressé et m’assois sur mon lit avec un léger frisson. La salade me dégoûte à présent, cette vision m’a noué l’estomac. Je m’allonge et le sommeil peine à venir, pris dans les filets d’une angoisse naissante. J’ouvre les yeux et je tâtonne dans le noir, je touche mon lit, je trouve mon téléphone en glissant ma main au sol. Il est 4h, j’ai dû dormir. Je me redresse légèrement, il me faut quelques secondes pour reconnaitre les lieux, pour me localiser dans l’espace. Ma gorge est sèche et serrée. Avec effort je me lève pour boire un verre d’eau. En rentrant dans la cuisine je me baisse instinctivement et glisse un œil en

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direction de l’immeuble voisin. La femme n’y est plus. Soulagée, je me relève et me dirige vers l’évier. L’eau fraiche m’apaise et m’étanche. Mon corps se détend. Bon, visiblement il faudra faire avec les bizarreries d’une personne âgée qui s’enferme dans l’obscurité de temps à autre. Je tourne la tête et essuie mes lèvres de mes mains. Mon regard retourne vers l’édifice. Je sursaute. La femme est là, identique dans sa posture, se dessinant derrière le voilage de ses rideaux, dans l’encadrement de sa fenêtre. Putain de merde ! Je pars en courant dans le couloir, vérifie que la porte est bien fermée à double tour et me glisse sous la couette, les os glacés. Qu’est-ce qu’elle me veut cette folle ? Cette nuit-là le sommeil ne vint plus. Au petit matin, je pris une douche rapide en évitant soigneusement la cuisine et je partis travailler aux aurores. Malgré la fatigue, la journée fut rassurante, auprès des collègues familiers et de la routine du bureau. Je rentrai chez moi, le soir, plus légère. Peut-être qu’après tout j’avais divagué, il faut dire que mon état émotionnel, en miettes, ne me permettait aucun discernement digne de ce nom. J’ai ramené des bricoles du monde extérieur. Quelques couverts, une casserole et du liquide vaisselle, en plus des vivres. Je suis méfiante en poussant la porte de ma cuisine mais il fait encore jour et j’aperçois immédiatement les fines dentelles d’en face, vides de toute présence outre les reflets du ciel. Je respire. Ma nuit est tout de même agitée, trop d’images viennent la chahuter, et quand le réveil sonne les draps mouillés de sueur collent à ma peau. La douche m’appelle comme une nécessité absolue, je ne repasse pas par la cuisine, un café à la boulangerie du coin fera très bien l’affaire. Je choisis, dans la valise où sont jetés mes habits pêle-mêle, un chemisier un peu froissé mais qui continue à distiller son élégance et je remets mon pantalon de la veille. La journée s’annonce belle, le soleil se faufile entre les nuages et s’étire sur les lames du plancher. Je tourne la clé dans la serrure en pensant à la journée qui m’attend, je n’ai pas bouclé le dossier de monsieur Viguier, il va falloir que je mette les bouchées double aujourd’hui. Je descends l’escalier en marbre avec une forme de détermination. En pivotant sur le palier du deuxième étage je m’arrête net. Une forme est là, dans l’angle du mur, de dos, une forme malingre et voûtée, une femme en collants clairs sous un imperméable d’un autre temps, est debout, la face contre le crépi. Je me fige. Mais qu’est-ce que… ?

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Je tente de passer à distance, chancelante, et au moment où j’arrive à la hauteur de cette présence, elle incline doucement son visage vers moi, je vois alors la peau fripée et sèche, les joues creuses, les lèvres plates crispées dans un rictus vicieux et les yeux transperçants que je reconnais immédiatement. Je manque de tomber sur les marches restantes. La vieille ne détache pas son regard de moi, silencieuse et déterminée. Je suis prise d’un affolement tel que mes jambes s’accélèrent et s’emmêlent, je me rattrape à la rampe et sors de l’immeuble en haletant. La sorcière ! La dingue ! La dingue ! Que fait-elle là ? Je sors et cours dans la rue en criant, d’un cri aigu qui résonne entre les bâtisses. Un père accompagne son enfant à l’école sur le trottoir d’en face, en m’apercevant il colle la tête de son fils contre son torse, pour lui la folle c’est moi, je le vois dans son regard apeuré. Mais ce n’est pas moi la détraquée, c’est elle, c’est elle ! L’immonde ! La malade ! J’arrive au travail désorientée, son regard malsain et poisseux me colle à la peau, je le sens qui me pèse, m’épie, me toise. Carole, ma collègue de toujours, voit mon malaise et m’invite à prendre le temps, toutes les deux, avant de démarrer la journée. Son amitié et ses mots me réconfortent. Elle a connu une histoire semblable elle aussi, sa voisine du dessous s’était introduite chez elle pour lui voler une boite de pois chiche. Il y a des désaxés partout. J’essaye de faire bonne figure, je ris à la table de la cantine, mais je n’y suis pas. La journée se traine en longueur dans ces box trop réguliers, j’étouffe. Ma respiration reste coincée dans ma gorge, dans mes poumons l’air est trop lourd. Quand la journée se termine je sors à contrecœur de ma cage dorée. Je ne suis bien ni dedans, ni dehors. Je traine mes pas sur le trottoir en essayant de me faire croire que je ne suis pas tenue de rentrer chez moi. Pour faire durer l’errance je mange au restaurant italien. Le serveur me dévisage quand il vient prendre ma commande. Merci pour l’accueil, je ne reviendrai pas. En quittant ma table je croise mon reflet dans un miroir, mes cernes sont creusés sur mon visage pâle, il faut que je rentre. Dans le hall j’avance avec prudence. Je monte quelques marches, personne, j’arrive sur mon palier, personne. Je soupire et pousse la porte de chez moi avec soulagement, je prends soin de tourner le verrou puis m’écroule sur mon lit, toute habillée. Je m’endors instantanément, d’un sommeil profond, de ceux qui vous emportent sans demander la permission.

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Mes rêves sont étranges, tortueux, distordus. Dans la torpeur de la nuit une sensation insiste, la sensation que je ne suis pas seule. Une odeur de naphtaline et d’haleine lourde s’insinue malgré le sommeil. Au prix d’un effort démesuré j’ouvre les yeux, mon corps se tétanise, un cri reste coincé dans ma gorge. Deux yeux me scrutent. La vieille est là. Debout, penchée sur moi, avec son dos courbé, elle plante son regard dans le mien, la bouche tordue dans un sourire grimaçant. Ses bras tombent sur ses flancs rigides, ses vieilles paupières dégoulinent sur ses yeux bleus délavés, d’un bleu aveugle qui pourtant me vise. Je cherche mon souffle et avant que j’aie pu hurler, elle recule sans bruit jusqu’au fond de la pièce et part en claquant la porte. Je me lève d’un bond et je cours à la fenêtre de la cuisine, personne ne traverse. Je reste ainsi, figée, hagarde, jusqu’à ce que le soleil se lève. Je scrute chaque mouvement de la rue, chaque reflet sur la fenêtre de l’immeuble d’en face. A neuf heures je décide que le jeu a assez duré, j’enfile ma veste de laine et je descends. Mes doigts sonnent au hasard à l’interphone : « j’apporte un colis pour la dame du troisième », on m’ouvre. Je monte, je sais où aller : à droite au fond du couloir. Mon poing tremble en frappant sur la porte, numéro 11. Une jeune femme blonde glisse sa tête par l’entrebâillement: « Oui ? » . « Je ne sais pas si je suis au bon endroit mais par erreur j’ai reçu un journal au nom de ma voisine » tentai-je. La fille partit d’un rire sonore « Vous devez vous tromper de voisine, me dit-elle, ma grand-tante est paraplégique depuis le décès de son mari il y a 8 ans maintenant, c’est à peine si elle parvient à manger » et elle me désigne d’une inclinaison de tête, derrière elle, une vieillarde avachie dans un fauteuil roulant faisant face à une table où une compote entamée l’attend, des restes de pomme écrasée ont coulé sur son menton flétri. Je sursaute et suis prise de spasmes incontrôlables, dans ma gorge un râle se forme : « Mais si c’est elle ! C’est elle ! Sale truie ! ». Ma voix résonne dans l’escalier et je vois malgré mon corps soulevé de hoquets la jeune complice prendre son téléphone dans toute sa blonde candeur et composer le numéro des urgences psychiatriques. Je hurle de plus belle « Mais c’est elle ! Regardez-là la perverse ! Vous le savez que c’est elle. Le monstre. La pourriture ! » C’est alors que la vieille lève ses paupières grises et tourne vers moi ses deux yeux acides et je vois dans son regard qu’elle rit en dansant dans une jubilation sardonique. Agata Mendes

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Illustration de Marie de Langhe 41


Alix Quezel

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PARASOMNIA - Wendy Carazo

Respira profundamente una vez más. Es solo una pesadilla, solo puede ser eso. Las palpitaciones eran tan fuertes, tan constantes, que parecían ser un tren de vapor, a todo va, que se aproxima súbitamente a su destinación. Pero que por cierta razón no puede o no quiere detenerse. Ahora su estomago se hace igualmente presente. Una sensación de vacío intenso, como si las tripas hicieran contorsiones y los casi siete metros de intestinos hubieran encontrado la forma de salir. Recordó la voz de su padre, como si estuviera ahí en las eternas noches de su infancia: “siempre hay un porqué”, “lo paranormal no existe”, “busca la explicación”. Pero ya no era un niño, era un adulto “hecho y derecho”, debía contenerse, concentrarse encontrar la lógica de la situación. Su instinto le dicta que el peligro está presente, sus sentidos están en alerta máxima. Pasa su saliva haciendo un esfuerzo de hacerlo con el mínimo ruido posible, su corazón le susurra paulatinamente que es real. Se rehúsa categóricamente a abrir sus ojos. Respira una vez más. Intenta hacer un recuento del cuarto, recordando cada rincón, cada gesto hecho antes de ir a la cama, intenta guiar su consciente hacia la normalidad. Es solo una pesadilla, repetía una vez más cuando un roce en la parte baja de su espalda, sube sin pausa, pero delicada y decididamente hasta su cuello, los pensamientos de sensatez se disipan en una milésima de segundo. Un impulso eléctrico pasa en todo su cuerpo, se voltea vertiginosamente en su cama intentando confirmar que no está solo, mueve sus manos presurosamente a su alrededor. Pero si lo está, su instinto lo hace ponerse en posición fetal.

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Siente sus piernas temblar, su corazón, su respiración, todo parece fuera de su control. ¡Escalofríos! Era la palabra que buscaba para nombrar aquel sentimiento que se sumaba a la lista. Escucha un ruido, unísono, presente pero indecifrables para él, ¿Es una voz?... El piso de madera cruje fuertemente a tal punto que parece posible que pudiera quebrarse. Se desliza hasta el borde de la cama, para encender la luz del cuarto. Es solo una pesadilla, es solo una pesadilla, repite en silencio a una velocidad que lo desconcierta. Intenta sentarse, pero su cuerpo no responde. Es como si su cerebro hubiese perdido el dominio sobre su cuerpo. Respira tan rápido que siente que le falta el aire. “Fiat lux”, hágase la luz. Estira su mano para encender la luz, pero no encuentra el interruptor. Roza la pared de arriba abajo con sus dedos entumecidos, ¡no está! Su corazón, (esa locomotora sin fin) lo asórdece. Conocía de memoria cada rincón de su cuarto, pero el interruptor no estaba allí. Abre sus ojos, el tiempo se detiene, sus tripas, el tren, el escalofrió, le sabor a llanta en su boca, el temblor incesante en su cuerpo, “el es solo una pesadilla” que repite sin fin. Es real, está ahí, a pesar de la total oscuridad, lo ve. Tan claro, que logra distinguir hasta las venas de sus manos. Dirige su mirada hasta su cara, apenas creyendo que pudiese ser posible. En ese instante, sin ni siquiera entender cómo, entiende terminantemente el mensaje. Siente de nuevo el impulso eléctrico, tan violento, tan certero, que grita de dolor. Lo pierde de vista. En vez de sentir alivio su angustia se hace mayor, quisiera sentarse, encender la luz, encontrar una explicación lógica a este instante, recobrar el aliento, llegar a la conclusión de que solo fue un ataque de pánico. Y no llegar a la conclusión que los instantes de terror de la infancia, que su adultez había apaciguado estaban de regreso. El ruido unísono le recuerda la realidad del momento, mira sin parar en todos los sentidos posibles. No reconoce con certeza dónde esta. Está en su cuarto es un hecho, pero el ángulo le era desconocido. Mueve sus ojos de un lado hacia el otro, intenta encontrar aquel borde de luz que dibuja la silueta de su puerta. ¿Dónde está? Nada tiene sentido.

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Ve una luz fulgurante, que apenas le deja percibir el mapa de su cuarto. Por inercia su cuerpo amorfo e inoperante se arroja hacia la luz. Agradecía de todo su aliento aquella notificación en su celular. Intentaba entrar en razón, comprender lo que sucedido. Intenta respira profundo (en vano). El sudor caía de su frente, temblaba, de una manera tan brutal que el hormigueo de sus manos por el sobreesfuerzo que hacia para sostener su celular le cortaba la circulación. Mira la hora, dos de la mañana, apenas había cerrado sus ojos. Estaba allí, en el suelo de su habitación, presionando aquel botón de su celular para no perder la luz hacia la claridad, hacia la cordura. Su cuerpo le pesaba, como si no fuera el suyo. No sabía por dónde empezar, su mente estaba en blanco, como las tinieblas de invierno a esa hora de la madrugada. El piso vuelve a crujir justo a su lado, gira lentamente su cabeza, ¡Aún esta acá!

Wendy Carazo Mendez

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AÑO NO BISIESTO - Camila Ussa Villamil

1/11/19 - Minutos para las 00:00 Camina Ante Miedos Incendiantes Lavando Almas Ese día, él intentaría matarme y yo no lo sabía, pero lo sentía dentro de mí. Esto fue lo que escribí minutos antes de ese secuestro al cual casi voluntariamente me había entregado, y del que finalmente me liberé para siempre. 2/28/19 - Alrededor de las 23:00 Violencia Violencia Violencia Ira contenida

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Lo poco o nada que eres Un empujón que te tumba de culo a la avenida Un empujón violento en una noche helada No puedes irte de donde no estás No puedes amar algo que no existe No puedes creer sólo en las señales que quieres ver No puedes romper mi paz con tu orgullo No puedes rasgar mi alma con tu ego No puedes pisotear lo que soy con la maldad de tus ojos No puedes destruirme para construirte a ti No puedes pasar por encima mío No puedes arrancar mi cabeza y escupirla No puedes envenenarme con alcohol pretendiendo que cure mis heridas No puedes pretender que esté contigo si me destruyes No puedo seguir aquí sentada esperando No puedo seguir permitiendo que me quemes que me ahogues que me extingas No puedo dejarte acabar conmigo porque yo quiero estar aquí No voy a permitir que me apagues porque yo soy la luz y tu la oscuridad

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Illustration : Azucena Rodriguez Vanegas 50


Illustration : Pegatina Criolla 51


COLLABOS EDITION - HORRORCCITANIE

Kevin Pais : Scénariste pour différentes séries télévisées depuis cinq ans, je travaille également comme directeur d’écriture pour plusieurs sociétés de production tout en donnant des cours d’écriture à la MJM. Parallèlement à ces activités je me risque parfois à l’écriture de nouvelles et de romans inachevés. k.pais@laposte.net Octavio Rodriguez : Su carrera se extiende entre Europa y América Latina, incluyendo proyectos de video, televisión para niños y largometrajes independientes. Su cortometraje, Histoire d’un Tango (2012), fue seleccionado para representar a la Universidad ENSAV en el Festival de Cine de Cannes 2013 (Short Film Corner). Su largometraje, El Corazón de Caracas (2014), ganó el Premio Municipal al mejor documental y fue exhibido en Londres, La Habana y Saint Etienne. https://vimeo.com/octorodriguez @octorodriguez Geoffrey Martinez : Geoffrey Martinez: Je suis arboriculteur et j’ai fait des études en écologie et en comportement animal, ce qui explique une partie des thèmes que j’aborde dans mes textes. J’écris essentiellement par goût pour les images qui peuvent surgir des textes courts ultra-travaillés. martinez.geoffrey@posteo.net Nata Urzúa : es musicóloga, compositora y decimista chilena residente en Toulouse, Francia. Interesada en la música tradicional desde la mirada femenina, es fundadora de variados proyectos musicales y poéticos de mujeres tanto en Chile como en Francia. @nata.urzua

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Paula Tamayo : Soy una ilustradora enfocada en plasmar mundos melancólicos y sombríos, manejando principalmente la técnica del puntillismo. @paulatamayoart Bio Marku : Soy contador de historia, hace mas de 10 años hago cortometrajes, películas y documentales. Actualmente vivo en Colombia https://www.facebook.com/DirectorXavierMarkus/ Xiomara Quito : Née à Bogota, Xiomara s’initie à l’écriture et au théâtre dès son plus jeune âge. Installée à Paris depuis 2011, elle suit des études en cinéma et travaille dans l’industrie cinématographique française. C’est en 2017 qu’elle se dédie entièrement au théâtre et à l’écriture, principalement de poésie. Formée aux méthodes du Théâtre de l’Opprimé, du Meisner Paris Studio et du mime corporel, elle participe à la Zinneke Parade de Bruxelles ainsi qu’à différents projets de théâtre de rue et contemporain à Paris. Azucena Rodríguez : (1954 Tolima, Colombia - ) : Vidente de lo natural y supranatural, inicia de manera empírica su ejercicio de pintura desde el 1998, es también escritora, poeta y artista plástica. Su estilo se basa en un sentir natural anarquico y libre, Tiene más de 500 obras entre poemas, textos y pinturas, este trabajo actualmente se esta recopilando y organizando para poder dar un muestra concreta y fuerte de su recorrido artístico. @azucenarodriguezvanegas Alix Quezel : Toulousaine pour la majeure partie de ma vie, j’ai évolué entre les vieilles pellicules de films et mes carnets où j’aime y laisser glisser mes dessins, poèmes ou fragments dans ces deux langues. A présent en vadrouille en Amérique latine, je me ballade avec mes gouges pour continuer à partager mes projets de linogravures et xylographies, l’art de vivre et l’énergie creatrice. @alix_bretzel Camila Ussa / Veneno : was born in Colombia, currently working from Brooklyn, New York. Is a multidisciplinary street artist who has been fascinated by handcrafts and how DIY is changing the world we live in. With art that lives on the streets of NY, Europe and Colombia, Veneno freely shows her personal point of view, using different media and ideas to invite all to engage with the art that exists all around us. @venenoxpatch https://venenoxone.tumblr.com Pegatina Criolla : “Dibujante de vocación ,escritor empirico sin titulo de tiempo completo, muralista de extensor y vinilo y artista del LOWBROW en proceso de salir del closett, sin hoja de vida como artista, graduado de la mejor escuela del anonimato y la autogestión individualista.” https://pegatinacriolla.wixsite.com/pega

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Pepita Menades : Artista plastica, performancista del cuerpo, la linea imperfecta, la voz cambiante, la personificación y el sensual-ismo. Naci en Madrid, España. he vivido en Bogotá y actualmente en Barcelona. Alma sin rumbo @the._nn_.body._.ro.om Marion Louge : Je m’appelle Marion, je vis à Toulouse depuis quasiment toujours et je fais des dessins pour les copains et sur les nappes en papier des restaurants d’autoroute. sandwich.dautoroute@gmail.com Diana Forero – Me dedico a la traducción porque los idiomas son mi vida y a corregir textos porque leer lo que hay en otros es siempre un placer. En París vivo hace 2 años. PostDatum: Ha sido genial releer y aportar mi granito de arena en estos textos. @dianafore21 Marie de Langhe - Je suis tombée un peu par hasard dans le dessin. C’est rapidement devenu mon petit monde secret et mon échappatoire. J’ai fait des études d’animation 2D à l’École Pivaut de Nantes. Suite à un stage sur un projet de long métrage hybride, en partie tourné en Stop Motion, je me suis consacrée à cette branche de l’animation et j’ai lancée ma carrière! J’adore griffonner des croquis minuscules, sculpter des marionnettes, leur créer vêtements et accessoires. @delanghe_marie Agata Mendes : J’aime écrire pour le plaisir des mots, le goût des sons, comme on mâche et savoure un aliment. Heureuse d’avoir la possibilité de partager cet appétit avec vous. Bonne inquiétante lecture! agata.mendes@hotmail.fr Camiloco (Bogotá, 1987): Traductor y escritor. Licenciado en literatura (Universidad Javeriana de Bogotá), con maestría en letras francesas y especialización en arte y comunicación (Université Toulouse II Jean Jaurès). Su cuento “Áurea” fue seleccionado en el VI concurso Cuentos del sótano y publicado en su antología por ediciones Endira, en 2018. Sus crónicas, ensayos, cuentos y críticas de cine han aparecido en revistas y medios culturales en España, Francia, Colombia y México, donde actualmente reside y colabora como traductor para el Fondo de Cultura Económica y redactor en Revista Nexos y Tierra Adentro. @Cajme Daniel Virgüez : Aficionado a los videojuegos y al arte, creador de muñequitos en plastilina y de cortos animados. Ahora incursionando en el mundo de la diagramación de fanzines con la increíble y colosal asociacion; Guayabo Colectivo @virguezdaniel

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Vincent Novembre est né le 34 novembre 1985. À 10 ans, il se prépare à devenir gourou et crée sa première secte “Plutôt Pluton”. En 1998 son amour de jeunesse disparaît tragiquement pendant les JMJ, ce sera pour lui le point de départ d’un combat permanent aux religions du livre, responsables selon lui, de la majorité des guerres et conflits mondiaux. Il se fait connaître en 2009 avec l’ouvrage : “L’irrationnel 2.0 : sortir de la dépendance aux multinationales, pour la création d’une religion en open source”. Il prépare aujourd’hui un programme de désensibilisation aux dogmes “Religion et autogestion”. Laura Cruciani : Réalisatrice de film d’animation, illustratrice à temps perdu, je m’identifie comme une petite confectionneuse de mondes. Pour le reste, j’aime manger, prendre le soleil et respirer l’air frais du matin, celui qui pique un peu le nez ! @lauracrucianifilm Wendy Carazo: apasionada por la literatura y las historias de terror, abogada residente en Francia desde 2012, interesada en la lucha por los derechos humanos. @sinnombrecarazo


Guayabo Colectivo - Association loi 1901 8 Rue de Belleville 31200 Toulouse guayabo.co com@guayabo.co SIRET 802 218 461 00027 Code APE 94.99Z


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