INTRODUCCIÓN
En un sentido geográfico –que es el que se enfatizará en este trabajo– hablar de región en una época en que hay tan poco consenso acerca de la relación entre las partes (“regional”) y el todo (“global”) –y sobre la definición de lo que serían estas partes y de lo que sería este todo– puede parecer un desafío infructífero. Si vivimos en el tiempo de la fluidez y de las conexiones, como tantos defienden, ¿es posible encontrar aún parcelas, subdivisiones, recortes, “regiones” mínimamente coherentes dentro de este todo espacial pretendidamente globalizado? Lato sensu regionalizar –y, tomando en cuenta una de sus raíces etimológicas, “recortar” el espacio o trazar líneas en él– es una acción ligada también al sentido de orientar(-se). ¿Cómo “orientar-se” a través de nuestras regionalizaciones en un mundo que, para muchos, se encuentra marcado más por el desorden que por el orden, más por la precariedad y la vulnerabilidad de nuestros vínculos, que por su fortalecimiento y su estabilidad? El título Regional-Global que proponemos para este libro implica asumir, desde un inicio, que la naturaleza de lo regional –o más bien, de la regionalización– es en la actualidad, al mismo tiempo, condicionada y condicionante de los llamados procesos globalizadores –en rigor, su constituyente indisociable– a tal punto que, muchas veces, la regionalización y la globalización se tornan dinámicas tan
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