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2.1. Perspectivas disociativas
Algunas de estas posibilidades de (in)distinción y amalgama se pueden analizar partiendo de un elenco relativamente vasto de proposiciones de diversos investigadores y filiaciones teóricas, dentro y también fuera de la geografía. De forma genérica, podemos agruparlas en dos grandes tendencias: las perspectivas disociativas, en las que un concepto aparece claramente separado del otro, o lo sustituye, prácticamente suprimiéndolo; y las perspectivas integradoras, sea de modo “inclusivo”, considerando un concepto en el interior del otro (cuestión que puede ser también de escala), sea del modo que aquí proponemos denominar “focal”, donde lo que define un concepto es su foco de abordaje, no el objeto (empírico o teórico) en sí.
2.1. PERSPECTIVAS DISOCIATIVAS Se pueden encarar de dos formas: en la primera ambos, territorio y región, se toman como “categorías de la práctica”, que se diferencian por referencias empíricas distintas, ya sea con relación a objetos, procesos o acciones; en la segunda, la región puede ser reducida a una categoría de análisis mientras el territorio es visto, sobre todo, como categoría de la práctica, especialmente por su uso, también, en el sentido común.
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Desde una visión disociativa, aquellos a los que podríamos calificar de “separatistas” se radicalizan en sus concepciones diferenciadoras, tanto en un sentido más realista como más idealista. En el primer caso, se propone una especie de recorte empírico claramente distinto, como los que trabajan el territorio casi exclusivamente en su dimensión política, ligado sobre todo a las prácticas del sujeto-Estado y de la región en su dimensión económico-funcional (como en la llamada economía regional [o también en la “ciencia regional”], a través del concepto clásico de región funcional o polarizada), priorizando, digamos, al sujeto-empresa. En el segundo caso, se puede asignar un abordaje puramente instrumental-racionalista a la región, vista como recorte espacial, analítico, variable conforme a los propósitos del investigador, y una lectura más realista al territorio, en cuanto espacio construido básicamente a través de las relaciones o prácticas sociales de poder.
A esta separación bastante clara, a veces hasta rígida, le sigue también la posición que denominamos sustitutiva, en la que un concepto adquiere tan notable importancia que termina, prácticamente, por tomar el lugar del otro, en muchos casos hasta suprimirlo. Es el caso de la región, en gran parte de la llamada geografía regional clásica, durante la primera mitad del siglo xx, cuando en muchos contextos geográficos la utilización del concepto de territorio es prácticamente inexistente o, simplemente, desaparece. Aun el sentido