Rogério Haesbaert
razón aún, que es por medio de las problemáticas efectivas involucradas en los procesos de territorialización (al mismo tiempo materiales y simbólicas), que podemos comprender –y, mínimamente, definir– no exactamente “lo que es” el territorio, sino los dilemas/acciones que se emprenden en/a través de su nombre. Por eso, y para ser coherentes con nuestra discusión anterior sobre la naturaleza de los conceptos, no se trata simplemente de traducir qué es el territorio, o la región, sino además de debatir su uso como categoría de la práctica y su devenir, esto es, en qué problemáticas nos involucramos y qué es lo que efectivamente hacemos al accionar y/o al producir nuestras concepciones del territorio, y de la región, siempre abiertas, por tanto, hacia su propia reevaluación/ renovación. Es en este sentido, también, que dentro de esta “constelación” más amplia espacio-territorio-región, debemos ahora orientar el debate sobre la relación, más específica, entre la díada de conceptos territorio y región.
2. EL TERRITORIO Y LA REGIÓN A lo largo de su trayectoria, algunos conceptos pueden adquirir, como ya vimos para el caso de la región, una connotación más instrumental o analítica y menos realista o ligada a las prácticas sociales en cuanto “hecho”. Otros parecen nacer y ser reconstruidos con fuerte connotación realista, en la medida en que se ligan no prioritariamente a la resolución de cuestiones teóricas, epistemológicas, sino a cuestiones vinculadas más directamente a fenómenos o manifestaciones concretas, consideradas por muchos como “reales”. Es esto lo que, muchas veces, parece ocurrir en la geografía con respecto al concepto de territorio y su asociación con el tratamiento de problemáticas que involucran las relaciones entre espacio y poder, esto es, la dimensión política de la sociedad en su composición espacial o geográfica. Esta distinción se hace evidente cuando verificamos los usos predominantes de los términos “territorialización” y “regionalización”: mientras el primero siempre tiende a dirigirse más hacia el campo de las prácticas y de los sujetos sociales en su esfera concreta de producción del espacio, el segundo en un sentido epistemológico, tiene una mayor trayectoria como principio de recorte analítico del espacio a través de determinados criterios propuestos por el investigador –o, en el caso de la planificación estatal, por el planificador–. Por otro lado, una concepción aparentemente tan amplia como la de territorio como ya vimos termina por privilegiar un enfoque o, en este caso, cuestiones atinentes a una dimensión social, generalmente la política (esto queda muy claro en propuestas como las de Raffestin, 1980; Sack, 1986 y Souza, 1995). Otros conceptos tradicionales en 136