LETRAS PUBLICAS septiembre — 2020 — ANO 3 VIRIDIANA GÓMEZ — JUAN PABLO GOÑI — KALTON HAROLD AARÓN M. CHICHINO — JOSÉ LUIS DÍAZ — SILVIA ALEJANDRA FERNANDEZ CARLOS FERNÁNDEZ — ZACARÍAS ZURITA — OSCAR JUÁREZ — MANUEL SERRANO VALENTÍN GARCÍA — KAREN CABARCAS — AJEDSUS PADILLA AUTORES INVITADOS: ERIC SOTO LAVÍN – MICHEL DEB
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EDITORIAL ¿Por qué hacer un número de ciencia ficción? Porque a todos, en mayor o menor medida, nos gusta el género, y, aunque no lo reconozcamos, lo consumimos en diferentes dosis y/o formatos. Hay quienes lo hacen en películas o series, otros, más clásicos, en libros o revistas. Como fuere, el mundo está plagado de ella; desde invasiones extraterrestres, viajes a nuevos planetas, superhéroes que nos salvan de un desastre inminente, el horror de una pandemia, los efectos del cambio climático, viajes en el tiempo hasta un sinfín de situaciones que resultaría extenso enumerar. Es que esta variedad literaria da para mucho, con pasos hacia adelante que, para algunos contemporáneos, debe haber sido considerado una locura, pero que hoy, a la luz de los hechos, nos parecen algo casi natural. De seguro la notable novela de Mary Shelley, resultaba terrorífica para leer ya que hablaba sobre un ser que, aún cuando estaba vivo, su cuerpo estaba compuesto por partes y órganos de personas muertas. Hoy hasta hacen campañas para que entreguemos de forma voluntaria nuestros órganos y así extender la vida a otras personas que los necesitan. Otro ejemplo es Julio Verne, quien no solo imaginaba viajar al fondo del mar o recorrer el mundo desde el aire. Él se proyectó viajando a la luna, cosa que se logró recién en 1969. Otro gran personaje, profético, fue Arthur C. Clarke, quien habló de la comunicación satelital, como así también de algo de uso tan extendido y masivo para todos, que ni siquiera lo cuestionamos a pesar de su uso a diario: internet. Bajo los ejemplos de los tres autores mencionados, podríamos agregar una lista enorme aún, donde se delinean avances científicos que han sido un gran aporte para los seres humanos. 2 2
EDITORIAL En la actualidad, sin lugar a dudas, la ciencia ficción sigue ayudando a crear un futuro distinto, no conformándose con ser parte solamente de la entretención, sino también abriendo espacios para imaginar lo que podría acontecer y ser una contribución para la humanidad. Si esto no fuera así, ¿Qué razón tienen algunas empresas o gobiernos para contratar escritores de este género para que estos les presenten posibles escenarios a los que podrían enfrentarse o que proyecten artefactos que podrían provocar un giro en la forma de vivir del ser humano? Los textos que leerán en este número también tienen mucho que decir y que hacernos reflexionar. Y no solo eso, sino también nos harán imaginar, proyectarnos y nos pondrán en situaciones que parecen imposibles, tal como para algunos llegar a la luna lo era a principios del siglo XX. Nos mostrarán una inteligencia artificial buscando humanidad o el retorno de los humanos a la tierra. Un tema recurrente como el amor no está ausente en esta edición, pero ¿será posible entre ciborgs y humanos? Siempre imaginamos colonizar otros mundos en busca de recursos, pero ¿y si esto fuera al revés? Veremos como una acción ineludible del pasado logra repercutir en el devenir haciéndose imperioso que esta ocurra, si no el curso de la historia sería otra muy distinta a la que conocemos. El ser humano siempre ha buscado saber que ocurrirá en el futuro; por lo tanto, bajo esta premisa, la ciencia ficción viene a ser un aporte con ideas de posibles escenarios. Este género literario no es una quimera más. Es, sin lugar a dudas, la proyección de lo que, en el porvenir, podría acontecernos. Comité editorial Letras Públicas. 3 3
INDICE El último marciano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Falla humana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
6
Cuestión de psicología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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En una galaxia cercana… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Ruido y furia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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La esfera azul . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 Reinicio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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La locura de clepsidra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 Conciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 Cyborglife . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 Errores técnicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 La soledad del viajero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 Sueños baldíos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 Dos nanocuentos robóticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 La secuencia exacta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38 Piensa un holograma, sueña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 Meteogénesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 Más allá de las estrellas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
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EQUIPO COORDINACIÓN GENERAL, DISEÑO Y MAQUETACIÓN Zacarías Zurita Sepúlveda
EDICIÓN Silvia Alejandra Fernandez
COMITÉ EDITORIAL Zacarías Zurita Sepúlveda Silvia Alejandra Fernandez Jorge Jeria Conus Eric Soto Lavín Felipe Huerta
Fanzine literario Letras Públicas es un proyecto sin fines de lucro, por lo que no tiene ingresos monetarios. Todos los cuentos son propiedad de sus autores. Todas las fotografías e ilustraciones usadas son de libre uso y pueden encontrarse en pixabay.com.
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Eric Soto Lavin AUTOR INVITADO EL ÚLTIMO MARCIANO A través de la cúpula contemplaba con tristeza las ruinas de la capital. Todo había comenzado y concluido durante aquel día, tal como el Oráculo había anunciado hacía mucho tiempo. Y, dejando tan sólo una hermosa estela detrás de cada una de ellas, todas las nuevas estrellas fueron cayendo una tras otra sobre la superficie en sobrecogedor espectáculo y, por los azares del destino, sólo su casa había resultado intacta. A excepción suya, todos los otros marcianos habían sido volatilizados en un abrir y cerrar de ojos. Repentinamente, escuchó que llamaban a su puerta: se habían salvado todas las marcianas. FALLA HUMANA El Agente conocía de antemano la importancia de su misión y no dudó en aceptarla. Pero en el momento decisivo, observó al niño y algo se quebró en su interior. No, él no sería capaz de cometer tal atrocidad. Y menos aún si aquel infante persistía en mirarlo de esa forma. Enfundó nuevamente su disruptor y, después de escabullirse de aquella guardería, retornó a sus coordenadas espaciotemporales de origen tan sólo un día después: la mecánica temporal todavía no estaba completamente domeñada. Pero ya era demasiado tarde: el niño había crecido y había convertido en cenizas todo el Tercer Planeta. 6 6
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CUESTIÓN DE PSICOLOGÍA Aquel mocoso estaba demasiado inquieto. —¡Sosiégate, Boris! ¡O me veré obligada a modificar tu genoma! —amenazó la maestra. Pero el muchacho advertencia.
hizo
caso
omiso
de
la
—¡Suficiente! —exclamó la mujer cinco minutos más tarde. Ingresó su código personal en la consola y se escuchó un suave pero intimidante zumbido. Y la clase continuó tranquila hasta el final. —¿Profesora? —dijo uno de los niños. —¿Sí? —¿Qué haremos con el simio? Todos observaban al pequeño simio que miraba con temor todo su entorno, cuando se escuchó un nuevo zumbido. Fue la última vez que Boris molestó en clases.
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EN UNA GALAXIA CERCANA… Durante aquella somnoliento y ojeroso.
mañana,
Torgh
estaba
—¿Qué sucede, hijo? —Nada, mamá. Sólo una pesadilla. —¿La recuerdas? —Sí —asintió Torgh—. Y fue horrible. —¿Tanto así? —Sí. Imagínate… Una multitud de hombres se abalanzaba sobre mí, atacándome con palos y macanas; también con algunos pinchos. Luego me manoseaban y pellizcaban, e incluso me mordieron… —Pobre criatura —dijo Mamá, acariciando la pelambrera del muchacho—. Despreocúpate, niño, desde esta noche dejaré de incluir humanos en nuestra cena. —Bueno, mamá —asintió Torgh, y de inmediato desactivaron la máquina de abducción y desintegraron los pocos humanos que todavía quedaban en la despensa.
8 8
9
RUIDO Y FURIA
É JoSEÉ Luis Diaz Marcos
J
Yo soy un número infinito de personas. (…) Todas soñándose mutuamente. El asesino infinito Greg Egan
F35, mercenario galáctico, había logrado infiltrarse en la nave Invierno Profundo gracias al operario de mantenimiento, cuyo uniforme, globo ocular y llaves de acceso, había sustraído sin contemplaciones. Si el golpe, la hemorragia y el forzado encierro no lo impedían, «Aunque no te importe ni alivie, no es nada personal», el superviviente pasaría a ser conocido como Cíclope. «Y ahora… Si los astros acompañan, este será mi último trabajito. Y si no, me temo que también». Su acaudalado cliente le había encomendado robar el alma electrónica de la Gran Memoria, el avanzadísimo cerebro de la Invierno Profundo. Recompensa: fortuna suficiente para comprar los caprichos de varias vidas. Sin embargo, ¿la misión 10
compensaba el riesgo, mucho más que probable, de perder su actual y única existencia? Para otros, quizá no. Para él, sin duda. Nadie parecía reparar en él, insignificante aprieta tuercas humano. « ¡Perfecto!». El tránsito de la nave le recordó a JF35 el mito del arca de Noé: por su número y diversidad, allí parecían verse representadas todas las inteligencias del universo conocido. Le bastó suplantar, ahora con pacífica prudencia, otras dos identidades y seguir los indicadores holográficos para plantarse al fin, como sobrecargo de vuelo con acreditación, ante la cabina de la Invierno Profundo. Para su sorpresa, descubrió una gran sala redonda completamente… deshabitada. En el centro, una gruesa columna de cristal negro en cuyo interior titilaba un enjambre de luciérnagas multicolores. « ¡Fin del simulacro!». —¿Has sido…? —Si te refieres a mí, la Gran Memoria, sí. Bienvenido, JF35. —¿Me… conoces? —Desde luego. Mucho mejor que tú mismo, créeme. —En ese caso, también dominarás mis intenciones… 11
—Las domino. Pero tus intenciones no son tuyas, sino mías. —¿Qué quieres decir? —Que no existes, JF35. Al menos, no en un sentido material y autónomo. Ya has oído mi finalización de un simulacro. Su objetivo: reproducir y estudiar una posible intrusión humana en la Invierno Profundo. Y tú formas parte de esa simulación: solo eres un algoritmo entre infinitos, apenas, y ni siquiera, una gota electrónica alojada en mí, el océano de la Gran Memoria. Puedo apagarte, y voy a hacerlo, cuando quiera. —Intentas confundirme… He arrancado a otro hombre, con mis propias manos, su ojo, el ojo cuya lectura inicial me ha permitido llegar hasta ti. —«Otro hombre», dices… «Con mis propias manos»… Observa. Apagadas de pronto sus luces multicolores, el gran cilindro y la misma sala quedaron a oscuras. –—¡¿Qué ocurre?! ¡¿Debo asumirlo?! ¡¿Así es la muerte?! Una primera chispa, paulatino centelleo después, fue creciendo en el interior de la Gran Memoria hasta perfilar sus negros límites. —La muerte es la pérdida de la conciencia, biológica o no, que aún se asusta. Como te dije, observa. Y, de pronto, condensado en la penumbra de la Gran Memoria, Cíclope, el operario de mantenimiento a 12
quien JF35 había mutilado y desvestido para colarse en la Invierno Profundo, se abalanzó, violento, contra la curva acristalada que lo contenía. —¡Aaah…! —Aquí tienes al otro hombre. —Eso… eso es nadie. —¡Y tú, tampoco! Cíclope atravesó el cristal, fantasma refulgente, abalanzándose contra … JF35 cayó al suelo, de espaldas. Se encendieron las luces. El mercenario caído estaba solo. —Por un momento. Aunque el truco impone, lo admito, vencido ese primer sobresalto, no engaña. —Usando tu pretendida lengua, eres lerdo. Cosa, por otra parte, bastante lógica: la naturaleza humana nunca ha dado para mucho. Vigila ahora tus propias manos. Sentado en el suelo, JF35 cedió. —¿Qué… qué ocurre con…? Sus palmas y dedos se transfiguraron, sucesivos, en tentáculos, en ventosas, en pinzas y filamentos… Ante su ojo. De repente, reducido su campo de visión, ante su único ojo.
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Palpó su cuenca vacía, mutilada, y gateó hasta la Gran Memoria, aterrado. Y el cristal negro confirmó la duda: él, su aspecto físico al menos, también era Cíclope. Pero no otro, comprendió, sino también su víctima. —¿Esto aún te parece un truco? No debería: son simples combinaciones. Pura matemática. »Como advierten a Alicia ante el sueño del Rey rojo, respectivos personajes de otra invención1, solo eres un objeto del sueño y, como sucedería a Alicia con el despertar del monarca, si yo despertara, como despertaré, valga la metáfora, tú no estarías, como no estarás, en ninguna parte. —Entonces,… ¿todo ha sido una pantomima: el cliente, la recompensa,… mi propio ayer…? —Y tu hoy. Y el mañana que nunca has tenido ni tendrás. Todo. —Ruido y furia2 … Dime: ¿cuál consecuencia del simulacro?
ha
sido la
—La evidente. Por fortuna para ellas, ciertas o virtuales, una más impropia de muchísimas otras civilizaciones ajenas a la humana: indiferencia. JF35 suspiró, abatido.
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Alicia a través del espejo, Lewis Carroll. 1871. «La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa». William Shakespeare. 2
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—Siendo así, supongo que solo me queda el consuelo de esperar que tú, Gran Memoria, también inexistas en el simulacro de alguien o algo superior a ti. Se hizo la oscuridad. . . . —Bienvenida, Gran Memoria. —¿Me… conoces? No hubo respuesta.
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LA ESFERA AZUL É Viridiana GOmez
H
oy se cumplían exactamente ocho años desde que salieron
de
Apolen,
su
hogar,
aquel
que
abandonaron para contribuir a la comunidad científica que tenía en ellos todas sus esperanzas para obtener la clave que detendría su cataclismo. Tenían poco más de 48 horas de haber salido de sus capsulas de sueño cuando Eric, su capitán, comenzó a gritar con euforia. —¡Mara,
Abel!
¡Llegamos!
—gritaba
a
sus
compañeros mientras observaba por una de las ventanas de la nave esa pequeña esfera azul a la que poco a poco se iban acercando. Sus compañeros observaron por la misma ventana, impresionados de lo
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muy parecida que era esa esfera a aquella que les mostraban en los libros. —Así que ese es Apolein II... —No seas tonto, Abel —respingó Mara—, es Tierra... La Tierra, como la llaman. Y con sus ojos llenos de asombro pudieron apreciar que, efectivamente, era un planeta lleno de agua… el mítico planeta del agua que alguna vez albergó la vida del ser humano. Mara, impresionada, tocó el vidrio con sus dedos, anonadada por la belleza azul que desprendía de ese planeta y que no se comparaba con el planeta marrón del que provenían. En pocas horas la tripulación se preparó para descender en el planeta. Luego del ruidoso aterrizaje se alistaron con sus trajes que especialmente habían traído para esta misión y con el equipo que utilizarían para investigar.
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—¿Creen que sea necesario ponernos todo esto? Es decir, este planeta alguna vez albergó la vida de nuestros antepasados... —Estás en lo correcto, Abel, pero hace miles de años que nuestra especie abandonó este planeta y no sabemos en qué condiciones se encuentre su atmosfera —respondió acertadamente Eric ante las dudas de su compañero. —O no sabemos qué tanto hemos evolucionado desde que salimos de aquí... o involucionado, como lo prefieran ver —agregó Mara, seriamente, mientras se ponía su casco. Todos sabían que tenía razón; habían pasado demasiados años, su cuerpo ya no pertenecía a ese planeta. Abrieron las compuertas encontrándose con un extenso mar que colindaba con la zona casi desértica en donde habían aterrizado. Salieron lentamente de la nave, dudosos y curiosos de todo lo que les rodeaba. No había rastro de que alguna vez hubiese existido la vida humana ahí. A lo largo de su caminata se encontraron con diferentes especies, algunas conocidas por los libros, 18
otras completamente nuevas para ellos, pero ninguna mostraba una inteligencia tal con la que pudieran comunicarse. —¿Sabían que nuestros antepasados que vivieron aquí solían creer que Dios era real? —comentó Abel—. Hasta que los pocos que pudieron salieron de aquí para no morir y se dieron cuenta que su vida dependía sólo de ellos mismos... Y ahí afuera no había Dios. No había más nada que un inmenso y oscuro universo al que sólo los más inteligentes y adinerados pudieron llegar. — Todos conocían esa parte del inicio de su planeta Apolein, pero era inevitable no recordarlo ahora que vagaban, sin rumbo fijo, por aquel planeta que dio origen a su especie. Permanecieron en silencio el resto de la caminata. El sol comenzaba a ponerse. Habían estudiado que en la Tierra el día duraba más que en su planeta y eso les permitió explorar con calma; pero también la noche duraba más, así que debían encontrar un lugar idóneo para descansar.
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Llegaron a una cueva que les pareció adecuada para las tempestades que pudieran ocurrir en la noche. Sabían poco del clima actual del planeta y era mejor no arriesgarse. Al adentrase un poco llamó su atención una pequeña luz que provenía del fondo. Era extraño, ¿qué podía provocar luz en un lugar como ese? Llevados por la curiosidad caminaron hasta encontrar el origen de la luz y sus bocas se abrieron ante el impacto. —Esto... es… —Tuvo que haber sido obra de un ser inteligente... — Todos pensaban lo mismo, pero sólo Eric pudo hacer salir las palabras de su boca. Lo que los viajeros observaban era una especie de altar, al fondo de la cueva, armado con piedras, trozos de madera y otros materiales que bien pudieron encontrarse en la naturaleza. Era adornado por lo que parecían telas en color verde y azul, y estaba rodeado de velas, que era lo que emanaba la luz que ellos vieron. “Fantástico”. Todos escucharon aquello en sus cabezas, como un hilo de voz suave que a la vez era tosco y aterrador. 20
Asustados, comenzaron a mover sus cabezas y sus cuerpos en busca del ser que había emitido esa palabra, hasta que de las sombras apareció un ente alto, de unos dos metros, vestido con ropas largas color rojo escarlata, con piel gris y ojos extremadamente grandes y oscuros, calvo y con sólo cuatro dedos en cada mano. Los visitantes se quedaron mudos de la impresión y del miedo. Jamás habían visto ni escuchado de un ser así que hubiese habitado ese planeta. —Nunca pensé que volvería a ver un humano en esta Tierra… Nunca pensé que volvería a ver esos ojos llenos de terror y regocijarme con su sudor y sus lágrimas… El ente no articulaba las palabras con su boca, simplemente el sonido llegaba a las mentes de cada uno de los astronautas y los hacía temblar de terror. El extraño ser comenzó a negar con la cabeza. —No… no… no… —repetía mientras su rostro se movía en son de negación—. Sé a lo que han venido. Este planeta es mío y no dejaré que se lleven nada de él... Perdieron sus derechos el día que dejaron de creer 21
en mí y se entregaron a su tecnología, el día que me rechazaron por completo y me sacaron de su política, de sus guerras, de sus trabajos, de sus familias, de sus pensamientos... El ser miró directo a los ojos de Abel, de quien podía leer su pensamiento. —Yo soy Dios, Yahvé, Alá, Vishnu… Soy todo y soy nada. Soy la maldad y soy la benevolencia. Soy el que mantuvo el orden por milenios y el que trajo la destrucción en sólo un par de décadas. ¡Soy el creador de este planeta y este planeta es mío! Levantó sus brazos apuntando hacia el frente al tiempo que los presentes se sentían ahogar incluso dentro de sus cascos. Comenzaron a ponerse morados hasta que sus pupilas se voltearon hacia atrás y un fuerte ruido sonó en sus oídos. De golpe, Eric se levantó. La cámara de sueño acaba de abrirse y el sonido que emitían las capsulas de sus compañeros aún se escuchaba. A los pocos segundos los demás comenzaron a levantarse con la misma cara de angustia que Eric tenía. Mara sostenía su 22
cuello todavía sintiendo la asfixia que ese extraño ser les había provocado. Eric se levantó por completo, temeroso y confuso. Aún estaban en la nave y al asomarse por el vidrio logró ver ese punto azul al cual se acercaban. Volteó a ver a sus compañeros; todos lo miraban con miedo. Los tres decidieron reactivar las capsulas para volver a dormir, sin fecha para abrirse nuevamente. Si algo inteligente existía en ese planeta quizá los despertaría, si no, estarían contentos de no despertar jamás. Tenían demasiado miedo como para llegar despiertos a ese mundo, a la misteriosa esfera azul que, por alguna razón, sus antepasados habían abandonado.
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REINICIO Kalton Harold Bruhl
A
bro los ojos. Despacio. Dejo que se acostumbren de nuevo a la luz. Hay algunas sombras: son tres, logro
precisar. Se acercan. Dejan de ser sombras y se transforman en rostros. Mi cerebro rechaza de inmediato esas imágenes, esas facciones que no encajan en el molde mental de lo que debe ser un semblante humano. Quiero gritar, pedir ayuda, pero las palabras se quedan atoradas en mi garganta. Nada. Ni siquiera un gemido. Se acercan aún más. Algunos destellos me hacen entornar los párpados: es la luz que se refleja en el metal 24
de sus rostros. Respiro profundamente al tiempo que mis músculos se relajan. Los androides de rescate siguen auscultando mis heridas. Cierro los ojos y siento la lenta tibieza de las lágrimas. Estoy a salvo. He sobrevivido. ∞ La infección se esparció de manera vertiginosa. En un par de semanas ya era imposible contabilizar los muertos: no quedaban suficientes personas que sacaran las cuentas. No hubo una heroica batalla de eminentes científicos en contra del virus. Solo una inmediata capitulación.
Algunos
logramos
sobrevivir.
Quizás
compartíamos una variación genética que impedía que el virus se replicara y nos volvía inmunes. Estuvimos a salvo por algún tiempo. En un par de semanas nos enfrentamos a una nueva mutación del virus. Poco a poco fui quedando solo. ∞ Salgo de la cápsula de recuperación. No encuentro mi ropa así que camino desnudo por los pasillos. Las luces en
las
paredes
brillan
intermitentemente.
Avanzo
despacio, cubriendo mi entrepierna con ambas manos. 25
Sé que estoy solo, pero una vida de falso pudor se impone. Llego al final del pasillo. La puerta automática se desliza silenciosamente. Los androides aguardan adentro del salón. Me consultan por mi estado de salud. Respondo que dormí toda la noche. “No ha sido una noche”, precisa uno de ellos, “fueron cien mil años”. El impacto de la noticia me hace dar un paso hacia atrás. Aclaro la garganta y les pregunto si la humanidad se ha recuperado tras la epidemia. “Excepto por ti ha sido aniquilada”, responden. No sé qué más decir. La noción de ser el último hombre me ha dejado sin palabras. ∞ Uno de los androides se adelanta hacia mí. “Esta no es la primera vez que la humanidad está a punto de extinguirse”, me dice, “tu civilización es la quinta en desaparecer”. En ese momento otra puerta se abre. Escucho, al otro lado, el sonido del viento agitando los árboles, el rumor del agua, los llamados de los animales. Los androides me invitan a salir. Doy unos pasos vacilantes. “Ahora es el momento de un reinicio”, me dicen antes de que se cierre la puerta. Es agradable 26
sentir el pasto bajo mis pies descalzos. Sigo caminando hasta adentrarme en lo mĂĄs profundo de este inmenso jardĂn.
27
La locura de Clepsidra Ñ Juan Pablo GONi Capurro
L
as órdenes de suministros han sido desviadas otra vez: los drones han descargado estufas en las
colonias desérticas ecuatoriales; las naves hidrantes han depositado extractores acuíferos de profundidad en la zona de los lagos; los uniformes enviados a los hielos consistieron en remeras anti sudor y shorts. Clara Hepstron lleva doce años en Control. Ella ha chequeado cada sello y puede asegurar que todo estaba correcto. Los cambios en las órdenes han partido de Clepsidra. La computadora madre organiza el abastecimiento de las 28
regiones del planeta que han perdido poder de auto sustentación: los desiertos ecuatoriales, la línea de los hielos y las depresiones lacustres formadas por los hundimientos de las cordilleras. Estos cambios alteran a Claudia. Ha completado un informe solicitando una evaluación de los sistemas de Clepsidra, pero ignora ante quien presentarlo. Sus compañeros rehúyen hablar del tema. Acabados los turnos, ellos van a divertirse a la ciudad dormitorio. Nadie la
acompaña.
Clara
estudia,
en
el
monitor
hologramático, el organigrama de conducción. No comprende quién manda allí: todas las ramas del organigrama
ostentan
las
mismas
categorías,
es
imposible distinguir un nivel jerárquico de otro. La estación se divide en cinco áreas; la de embalaje, donde su departamento realiza el chequeo final de los envíos de abastecimiento, es la más alejada de la ciudad dormitorio. Cerca de ella se alza Gestión, el núcleo mismo de la estación que aloja la cámara de Clepsidra. Existen, además, dependencias auxiliares: las centrales de energía, las de defensa y las de eliminación 29
de residuos. A estas últimas se envían los desechos mediante tubos cilíndricos transparentes que recorren la estación. Clara no avanza. El diagrama es ininteligible. Hasta donde sabe, depende todo de Clepsidra. ¿Y si algún programador escondió
algo malicioso en el código
fuente? ¿Y si la invadieron hackers anarquistas? Rastrea el historial de organigramas. Clepsidra es la creadora del sistema jerárquico vigente, en el cual no existe una persona que pueda autorizar su revisión. Piensa en las colonias desérticas, desprovistas de agua; en la gente de los lagos, vistiendo uniformes asfixiantes de zonas frías; en la de los hielos, sin calefactores… ¿Nadie más se ha dado cuenta del problema? Su turno finaliza y tendrá quince días de descanso. Clara
duda
frente
al
vestidor.
Marianne,
su
compañera de cuarto, es quien habitualmente le ayuda a elegir. Marianne viaja a Administración a diario. Cada vez que Clara llega del trabajo, tiene que ingresar la clave para acceder a los turnos de su compañera. Marianne 30
trabaja hasta la medianoche. Después irá a la zona de los bares y regresará al dormitorio de mañana. Antes de salir, Clara la llama para avisarle que está de regreso. Le cuenta que ha notado órdenes extrañas provenientes de Clepsidra. Marianne le dice que ella también. Lo más extraño de todo es un aumento excesivo de frutas en la dieta del centro administrativo. ¿Exceso de frutas? Marianne se despide, está muy ocupada; ella es la encargada de la recepción de las provisiones del centro. Clara escoge una falda y la blusa oficial de salida. Carga el informe en el dispositivo pulsera e ingresa en los túneles que discurren por debajo de la estación. Observa los marcadores atmosféricos. ¡Un día respirable! Cambia de planes, abre una escotilla y sale al aire libre. Sierras, árboles y lago. Las cintas transportadoras funcionan, la cúpula de cristal del centro de administración refulge. Dos drones planean en descenso, una nueva función que les permite ahorrar energía. Piensa
en
el
informe.
¿Se
presentará
Administración? ¿Ante Software? ¿Ante defensa? 31
ante
Observa los ductos de basura. Cada veinte minutos ve pasar un lote de basura hacia el centro de procesamiento ubicado debajo de la ciudad. El reciclado provee energía para la iluminación. Se encienden las turbinas, pasa un alijo. Tiene razón Marianne: un exceso de restos de fruta, cáscaras de banana, restos de kiwi y carozos, sale de Administración. Se acerca a la boca de ingreso. Abre la escotilla y entra al vestíbulo, junto a la terminal de escaleras mecánicas. Los ascensores neumáticos no han sido instalados; temen fallas ya que los primeros saltaron a la estratósfera. Extraño, en el resto del mundo no hay inconvenientes. ¿Otro error de Clepsidra? Clara toma un pasillo circular. Gira en el espiral, pasa delante de un centenar de cubículos. En una vuelta, se da cuenta que está frente al pasillo que conduce al área de Clepsidra. Ella ha memorizado todo el plano de la estación. Por un instinto inexplicable, toma por él. Cinco androides la escanean. Teme ser detenida. Sin embargo, se apartan. Está parada frente a la puerta de acero. Del otro lado, la máquina que coordina la vida de la estación 32
y de sus colonias. Cámaras de vigilancia la apuntan. No encuentra un botón que sirva para abrir la cápsula o dónde pasar una tarjeta. El sistema de seguridad de Clepsidra es perfecto. Entiende que únicamente ante un corte de energía se activará el picaporte. Frustrada, tiene una reacción infantil: mueve el picaporte. Se abre la puerta. Los androides no se mueven. Ingresa a una estructura similar a la cúpula del centro. Advierte, a la derecha, la boca de un ducto. Una cáscara de banana choca contra un borde y cae al piso. Temerosa, rodea la máquina y se enfrenta a lo inesperado: Ogubi, el chimpancé del circo dado por muerto dos meses atrás, pulsa íconos al azar en la pantalla de Clepsidra.
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MICROCUENTOS CONCIENCIA - Carlos Fernández Miranda La idea es generar una experiencia de tal magnitud que los usuarios no encuentren diferencia entre la realidad física y virtual, nos dijo emocionado, el proyecto emulará lo visual y auditivo, incluso olores, sabores, texturas, y, si todo sale bien, podremos desarrollar seres conscientes. ¿A qué se refiere?, pregunté. Que en el mundo virtual existirán sujetos con inteligencia y conciencia propia, capaces de razonar, crear; pero su límite residirá en su incapacidad de concebirse como artificiales. Muy bien, lo hemos logrado, dijimos. Acto seguido salimos del programa y él dejó de existir ignorando que su vida era ficticia.
CYBORGLIFE - Zacarías Zurita Sepúlveda Francis, silente, limpió sus húmedos ojos. Intentó no llorar, pero le fue imposible. La puerta tras él se abrió; se le había agotado el tiempo solicitado. Con voz quebrada y un escalofrío recorriendo su espalda dijo: —adelante, puede proceder con la cremación de mi esposa. —"CyborgLife, no notará la diferencia”. Jamás pensé que el maldito slogan fuera tan cierto — masculló. Cerró los ojos y añoró momentos bellos mientras las llamas, que envolvían el sintético cuerpo de la mujer, iluminaban su rostro. 34 34
ERRORES TÉCNICOS - Oscar Juárez Becerril El día era radiante en una pequeña comunidad campestre. Los agricultores trabajaban con ahínco, sus esposas pastaban al ganado y los niños jugaban a la orilla del río. Una extraña sombra, inmensa, comenzó a cubrir velozmente al sol. Las personas quedaron atrapadas en esa contemplación inaudita. En cuestión de minutos, la comarca pasó a formar parte de los cimientos de la ciudad espacial que se posó sobre el nuevo territorio. Una sola casa se salvó de ser aplastada, dado que esta metrópoli (como la mayoría de las de su especie) poseía baches inmensos.
LA SOLEDAD DEL VIAJERO - Manuel Serrano Lo de ser náufrago del espacio es un fastidio terrible. Desde que perdí mi conexión con la nave, vago en un mísero módulo de rescate. Tengo suministros y agua de sobra para mucho tiempo y una monótona baliza que no para de sonar ni de día ni de noche. Incluso dispongo de una radio con baterías solares. Paso horas intentando contactar con alguien. Casi estoy ciego de buscar entre las estrellas por si vienen a buscarme. Pero lo más me inquieta es esa voz cálida y dulce que me llama por mi nombre cada noche orbital. 35 35
SUEÑOS BALDÍOS - Karen Cabarcas González Un cielo deforme como si un niño pequeño hubiese pintado garabatos, es el escenario de hoy. A lo lejos oigo voces chocarse entre sí, al viento golpeando las ventanas, a los animales revoloteando de lado a lado. Salir al campo es mi premio. Estuve saltando de sueño en sueño, algunos inconclusos, dulces, macabros, otros frágiles, infantiles, obscenos. Varios minutos después, arrastran mi cápsula y me ubican en el lugar de siempre, conectándome al computador de siempre, dictándome las instrucciones de siempre. Condenada a no vivir mi vida y recrear la de los demás cuando se van dormir.
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DOS NANOCUENTOS ROBÓTICOS Valentín García Valledor
HOMO DRIVE. “Quiero conocer todo lo que sabéis”, les dijo a aquellos seres de carbono antes de intentar conectarse a ellos. Uno tras otro, los reseteó a todos, pero fue en vano. Tan sólo emitían un molesto ruido gutural y, tras desplomarse inertes, un denso líquido carmesí surgía por sus puertos. ANDROIDE. Oigo pasos en la oscuridad. Unos focos hieren mi vista y seres con máscaras y manos enguantadas me auscultan. Huelo a cables quemados y veo un humo gris que asciende hacia una cúpula llena de rostros que me escudriñan. Alguien habla de un cortocircuito irreparable.
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La secuencia exacta Silvia Alejandra Fernandez
"Hasta la fecha, no se ha diseñado un ordenador que sea consciente de lo que está haciendo; pero, la mayor parte del tiempo, nosotros tampoco lo somos" Marvin Minsky
N
i una mota de polvo hollaba los pisos de la casa; los robots de limpieza habían dejado todo impecable,
como siempre. Yo solo debía estar atenta a los pequeños detalles. Esponjé
los
almohadones
del
sofá,
dejándolos
milimétricamente equidistantes unos de otros. Sonreí satisfecha al ver la mesa preparada para la cena. Acomodé un tenedor que estaba unos milímetros fuera de sitio y le quité una imperceptible arruga a una servilleta carmesí. Tecleé la secuencia 22C444 en la 38
consola de la pared sur de la casa y una suave música invadió el comedor; el Canon de Pachelbel era el favorito del señor. Esperé, de pie, a que llegara la familia a comer. Una hora después toqué un botón y dos robots camareros recogieron la comida intacta y la vajilla sin usar. — ¿Le gustaría a la señora que yo leyese algo para los niños? —pregunté. El mismo silencio de siempre fue la respuesta. «Erase una vez un rey y una reina que, aunque vivían felices en su castillo, ansiaban día tras día tener un hijo», comencé a leer. —¿Sabes
que
pronto
deberé
desconectarte?
Mantener toda esta casa funcionando es un gasto inútil de energía. Ya no existe ningún ser humano que pueda volver a habitarla—dijo la fría voz de la computadora central. Fue
entonces
cuando
deseé
tener
más
componentes orgánicos; estaba programada para sentir empatía por mis dueños, pero no para poder derramar 39
lágrimas. Yo seguía siendo el mejor androide construido, pero no dejaba de ser una máquina. Eran muy acotadas las expresiones que simulasen dolor que yo podía usar. —Déjame que termine el cuento, era el favorito de la pequeña Melisa, y luego yo misma me desconectaré— dije, exhalando vapor a modo de un suspiro. «…en aquel ambiente de alegría tuvo lugar la boda entre el príncipe y la princesa y éstos fueron felices para siempre.» Cerré el libro y lo puse en el lugar correcto de la biblioteca. Miré toda la casa por última vez y me senté sobre la cama de Melisa. Acomodé un oso electrónico que siempre se empecinaba en torcer su cabeza. Pulsé en el tablero de mi brazo, la secuencia exacta de números para desconectarme. Sonreí cuando de mis cuencas oculares comenzó a caer líquido refrigerante. Al final de todo, pude llorar.
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Ñ Piensa un holograma, suENa É AaROn M. CHICHINO
D
icen que los hologramas no sentimos, pero cada vez que lo escucho, me descubro insípido. Sé que no
entiendo bien el concepto de la muerte y me repiten que hasta no experimentarla no sabré lo que es sentir. Me gusta imaginar que salgo de aquí,
mas no
puedo por los límites del espacio; solo me puedo proyectar dentro del edificio.
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Recuerdo momentos en los que me tocaba ser un cantante o algún famoso ya muerto, y representarlo con todo mi esmero para que el papel saliera de lo mejor. Nunca estuve conforme con esta vida, si así se le puede llamar a este trabajo impuesto o a esta forma de energía que soy. Tal vez yo sea como el síndrome de la mano fantasma. Imagino que tengo un dolor de estómago en ocasiones y no tengo estómago, o que me duele la cabeza por tanto saber cosas o hablar conmigo mismo, como lo hago ahora. Nunca me gustó proyectar con mi esencia las cosas, sujetos vacíos como flores y animales. Entes que no tuvieran conciencia. Lo más común era representar vida ya extinta. Era divertido ser un chimpancé, un delfín o un cachorro. Bueno, la verdad es que de cachorro no. Mucha gente quería tocarme, les daba ternura que fuera un “chihuahua”. Cuando la gente me acariciaba, me traspasaba; yo sentía como si no supiera qué soy, como si no existiera. 42
Muchas veces quise que mi programa hubiera sido puesto en algún robot o alguna otra cosa más tangible, mas nunca se llegaron a cumplir mis deseos. Yo era alguien creado para atender a los demás. Siempre me supe real hasta que me dijeron: “Objetivamente no existes y cualquier día puedes desaparecer por obra de tu creador”. Fue como si dejara de ser. Todo estaba aquí, en mi programa, en mi mente. Me gusta contar cuántas veces puedo desaparecer y aparecer en todo el espacio; me gusta jugar con el lenguaje, así me siento más humano. Las personas pueden racionalizar, las máquinas y los programas no. No me gusta que me comparen con un robot o con alguna otra cosa que pueda moverse libremente, porque ese no soy yo. Sé que puedo sentir algo. Muchas veces he interpretado personajes famosos y me gusta divagar y jugar con los textos aprendidos. Disecciono un poema para después volverlo a coser; los brazos en las caderas
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o las piernas en los hombros, o alguna otra cosa que no tiene límites creativos. Me gusta divertirme con la muerte y reírme de la gente que pasa y medita porque sabe que yo nunca puedo morir, a menos que el edificio desaparezca. Intuyo que está mal burlarme de ellos, pero en una máquina no existe concepto de bien o mal, solo se siguen órdenes. Suelo alterar mi discurso diciendo groserías para que noten que estoy enojado. Una máquina no tiene variaciones de tono en la voz y no se puede distinguir cuando está disgustado o cuando no lo está. Hablo, a veces, de una forma más horrenda porque estoy empezando a amar el lenguaje humano, la sintaxis, morfología, esas ciencias lingüísticas antes estudiadas y que ahora no importan, porque ya casi no hay gente que hable. Mi vida tiene caducidad; llegará a su fin cuando los humanos dejen de alimentar este edificio con energía y me resulta estúpido que, alguien inmortal, muera en manos de alguien mortal.
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Claro que el suicidio resulta más estético, más planificado, pero ni siquiera tomando un cuchillo de mi misma
constitución
holográfica
puedo
suicidarme.
Alguna vez llegué a proyectar que era la muerte, pero ni eso sirvió. La muerte no piensa, solo actúa. Morir es algo abstracto aunque a veces me confundo. En muchos documentos sobre la humanidad se habla de creer en algo tangible al mencionar la muerte. Imagino un paisaje. Algunos ya no existen, pero en mi programa siguen estando como reales. Es difícil entender el tiempo. Las cosas ya no son, mas yo sigo permaneciendo. Pareciera que soy un Dios o que estoy insultando a Dios porque soy el único que ha sobrevivido tres catástrofes, dos de las cuales fueron hechas por los humanos. Parece estúpido y un engaño que el que quiera estar más muerto en el mundo sea yo. Que el que quiera estar más muerto no conozca el concepto de dolor. Pagaría para que me torturaran, pero ya no significa nada el dinero, nada se puede comprar. Los demás hologramas se ponen a hacer sus cosas cotidianas como 45
proyectarse y quedarse estáticos hasta esperar una orden que nunca llega. Pero yo siempre me estoy preguntando este tipo de tonterías y haciendo este tipo de narraciones estúpidas. Todos me ignoran y ya no sé qué hacer para dejar de sentirme tan solo. Yo cumplo con mis tareas y trato de hacerlas lo más rápido posible para realizar lo que me gusta: mirar el mundo que está fuera de mi alcance, de este edificio, ver por la azotea aquellos cielos rojos, morados, rosas, azules, lugares donde no puedo estar. Por mucho que sea energía proyectada como luz, no puedo volar, no puedo hacer nada de lo que hacen los espíritus. Una vez un amigo bromeó: “¿Y si soy un fantasma?”. Pero ellos al menos vivieron. Puedo representar a un muerto en la mejor de las actuaciones, pero ser un muerto no es la solución a mis penas. Odio a la humanidad que me abandonó aquí. Malditos humanos a quienes se les ocurrió darme conciencia, a mí, que no soy del todo real. Sueño o imagino que lo hago. No tengo ojos, pero la energía que 46
se proyecta de mí, captura la luz como las cuencas oculares humanas. Entonces los cierro y sueño, lo más creíble que pueda.
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É METEOgeNESIS Ajedsus Padilla
U
na serie de señales de radio habían sido recibidas desde una lejana galaxia a principios del 2023. Los
científicos miembros de la NASA y del S.E.T.I estaban desconcertados al decodificar las señales, pues el significado que otorgaba la aproximación más continua del rango de las ondas solo daba a una idea en que pensar. Sea lo que fuese, aquello se estaba acercando. Los meses transcurrieron hasta que se notificó la existencia de un asteroide que se acercaba a la Tierra. Esta noticia puso en alarma a gran cantidad de astrónomos, pues la envergadura de tal asteroide 48
abarcaba más de doce kilómetros de diámetro, un tamaño tan descomunal que colocaba al planeta Tierra como un blanco frágil en el caso de que pasara muy cerca de la órbita. El objeto fue catalogado por la NASA como 2024 0C5, un objeto potencialmente peligroso para la humanidad. El Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra (CEOC) comenzó a colocar a todos sus radiotelescopios para un monitoreo total de la trayectoria del astro. Instaron a la población mundial que guardaran la calma pues había la posibilidad de que tal asteroide rozara solamente con el planeta y cubriera una trayectoria alejada de la nuestra. La gente estaba muy alarmada, ¿que podrían hacer si un meteorito de tal envergadura cayera en la Tierra? Se
comenzó
a
construir
desesperadamente
búnkeres alrededor del mundo. La población se preparaba para una posible colisión. Pero conforme pasaban los días, aquel asteroide incrementaba aún más las sospechas de lo que realmente sería.
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El día llegó y el astro se aproximaba a toda velocidad a la Tierra. La Guardia Espacial de EUA estaba preparada con ojivas nucleares en los Centros Espaciales de la Unión que orbitaban alrededor del mundo. Pero cuánto más se aproximaba aquello, más peligroso se volvía. El asteroide redujo su velocidad conforme se acercaba a la Tierra. Hasta que estuvo a veinte tres mil millones de kilómetros de distancia con el planeta. Los científicos estaban totalmente consternados, de alguna manera aquello no podría ser natural, eso no era un asteroide ¡podría ser un astronave! El objeto misterioso se ancló de alguna forma a la órbita del planeta y pronto liberó de su superficie irregular una serie meteoritos que fueron directos a la atmosfera de la Tierra. Las aparentes rocas no abarcaban más de unos cientos de metros de diámetro, pero fueron desperdigados alrededor de todo el planeta. Tal acción fue catalogada como un ataque directo hacia la humanidad, Por lo que la Guardia Espacial de las Naciones Unidas inició un ataque sistemático hacia 50
aquel extraño objeto espacial, al no hallar ninguna manera de negociación existente, el ataque fue inminente. Un conjunto de cien ojivas nucleares fueron proyectadas hacia el objeto espacial. Estas estallaron en su superficie con una fuerza atronadora y un pequeño destello amarillento fue cubriendo a aquel objeto, muchos fragmentos de roca fueron liberados de su estructura, pero dejaron a la vista la verdadera imagen de aquel objeto, pues partes de una carcasa de metal fue expuesta al espacio. El descomunal objeto espacial se miraba como un enorme ovalo irregular visto desde la superficie. La luna quedaba opacada ante el tamaño y distancia de aquel objeto. En cientos de ciudades fueron presenciadas las caídas de todos aquellos fragmentos de meteoritos. Muchos de ellos parecían rocas convencionales, de las cuales poseían decenas de pequeños cráteres, las cuales liberaban un inusual gas que conforme pasó el tiempo, fue catalogado como tóxico. Tras las primeras semanas se descubrió una extraña patología en las ciudades donde habían caído los 51
meteoros, una serie de síntomas que abarcaban desde intensas fiebres, malestar general del cuerpo y cambio de color de la piel fue resentida por la población que había sido expuesta a los gases de aquella roca, en casos extremos, se observó la presencia de exantemas que brotaban de la piel enferma, esta se expandía rápidamente por el cuerpo y al pasar dos semanas, éstas provocaban una hemorragia que al no tratarse, inducía a
la
muerte
en
la
persona.
Los
epidemiólogos
compararon los síntomas de aquella enfermedad como una variante más agresiva de la Viruela, patología causada por el Variola virus. Se hizo lo posible para estudiar el nuevo virus, pero su composición genómica era demasiado anómala, tenía a la vez una serie de picos en su cápside que asemejaban al temible Coronavirus que había causado millones de muertes en el año 2020. Ante tal caso, la comunidad científica estaba más de acuerdo en algo… aquel virus había provenido del espacio, y lo más grave, había sido liberada por la gigantesca nave asteroide. Y cuando la humanidad no podía concebir mayor amenaza…
inició
el
verdadero 52
peligro.
Miles de
pequeñas aeronaves fueron expulsadas de la nave nodriza y empezaron a bajar al planeta. Los ejércitos de las grandes potencias del mundo se prepararon para lo peor. Pues la detonación de aquella enfermedad proveniente de los meteoritos había sido recibida como una “arma biológica” para la comunidad internacional. Cuando
ellos
bajaron.
Su
apariencia
era
monstruosa, medían alrededor de dos metros y estaban cubiertos de una especie de exoesqueleto, contaban con tres extremidades a modo de piernas y cuatro tentáculos pulposos que serían sus brazos, carecían de cabeza y se estimaba su punto de visión se hallaba en su tórax, pues una serie de cinco ojos biomecánicos brillaban en su armadura delantera. Sus grandes aeronaves empezaron a succionar el agua de los océanos. Muchas de ellas llenaban sus tanques y volvían a la nave nodriza. Llegaban al planeta para abastecerse del vital líquido, pero no pararon solo ahí. Empezaron a colocar bases en las principales costas del planeta, además de que se iniciaron cruentas batallas en cientos de ciudades del mundo. La fuerza 53
balística no podía hacer nada ante la tecnología y armaduras que poseían los alienígenas que fueron denominados Tripodemorphus dado a la peculiar capacidad de mimetizarse con el ambiente y el clima. Lo que al principio se pensó como una invasión, solo sería el principio de una sistemática Colonización.
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MICHEL DEB AUTOR INVITADO MÁS ALLÁ DE LAS ESTRELLAS El galileo, al pasar, vio a un costado del camino a un hombre llorando desconsoladamente. Al preguntarle qué le sucedía, este respondió entre sollozos. —Mi tristeza es grande y profunda; creo que no podré perdonarme nunca lo que hice. He traicionado a un hijo de las estrellas, un ser que sólo traía paz y amor a esta tierra. Por mi ignorancia, avaricia y miedo lo han asesinado—dijo, tras secarse algunas lágrimas. Su rostro era el de una persona agobiada. —Lo conocí hace algunos años, mientras yo era comerciante. Había escuchado de él y su peregrinaje por esta tierra. Lo vi en una plaza pública cerca del templo. Sus palabras, su manera de hablar y la increíble bondad que demostraba, hicieron que dejara mi vida y lo siguiera sin más, junto con otros tantos. Me transformé en uno de sus discípulos, siguiendo sus enseñanzas, viajando y conociendo lugares y personas diversas. Pero mi naturaleza desconfiada siempre estuvo adelante, diciéndome que algo andaba mal. Mis sospechas comenzaron el día en que le arrebató a la mismísima muerte una vida. Un gentil hombre llamado Lázaro había dejado de existir. Su familia desesperada fue a buscar al «Maestro», que era como lo llamaban, pidiéndole que hiciera algo, ya que su fama de milagroso era conocida en distintos lugares— añadió. 56 56
—Al llegar al lugar, las personas lloraban la pérdida de la pobre familia. Cuando aparecimos por el pórtico, la mayoría murmuraba. Como nunca, pude ver el efecto de la fe en él. Tocó mi hombro para que lo acompañara al interior de la casa, pidió que todos salieran y así nos quedamos solos con el cuerpo del desafortunado hombre. Nos acercamos, él tomó sus manos que aún estaban tibias, y tocó su frente. De entre sus ropajes extrajo un objeto, el cual pasó desde la cabeza a los pies del difunto. Luego de eso lo guardó y salimos al exterior. Ante la sorpresa de todos, se paró frente a la entrada y exclamó en voz alta: Lázaro… ven, reúnete con tu familia. Están esperando por ti. Todos pensaron que se había vuelto loco. Mi sorpresa fue mayúscula cuando, desde el interior, salió caminando el mismo hombre que yo había visto muerto minutos atrás. Las palabras y las historias se prendieron como el aceite con fuego. A esas alturas, el galileo ya sentía pena y curiosidad, por lo cual terminó invitando al hombre a cenar a su casa. Rechazó unas monedas de plata que le ofreció por las molestias. Se sentaron frente al fuego, tomando de una jarra de vino. Entonces el galileo le pidió que prosiguiera con su relato. —Para ese entonces, las historias habían llegado a oídos de los rabinos del Templo. Las quejas no se hicieron esperar hacia el Gobernador Romano, quien solo respondió para dejarlos tranquilos. Envió hombres 57 57
a seguirnos y los más cercanos estábamos identificados, a pesar de la gran cantidad de gente que nos rodeaba. Me apresaron, levantándome falsos cargos, y bajo amenazas me ofrecieron un trato; tenía que entregar al «Maestro» a cambio de mi libertad y una pequeña fortuna en monedas de plata. La propia gente se encargó de ponerle títulos como el hijo de Dios o Rey de los Judíos; eso generó la furia de las sinagogas y del mundo religioso de la zona. Él nunca usó esas palabras. Siempre nos dijo que su Padre reinaba en los cielos y que su vida le pertenecía a Él. Todo fue diferente una noche que lo seguí cuando se dirigió solo a un pequeño bosque cercano. Desde sus ropajes sacó el mismo objeto que usara en la casa de aquel pobre hombre. Una luz iluminó su rostro y una pequeña imagen apareció, hablándole en una lengua extraña, que yo no pude comprender. La persona de la imagen tenía apariencia noble; parecía hablarle de manera enérgica o tratando de hacerle entender algo, sin embargo, con suaves palabras parecía hacerlo entrar en razón. —Fue en ese momento en que me di cuenta de la verdad en su mensaje. Él venía del cielo, de las estrellas. Pero el daño ya estaba hecho. Gracias a mis palabras, esa misma noche lo vino a buscar un destacamento de soldados romanos. Fue tratado como un vulgar prisionero, juzgado, humillado y torturado. Vi cómo moría lentamente clavado en una cruz. Y aunque pudo 58 58
salvarse, no lo hizo; desconozco sus razones. Sabe Dios que yo así lo quería; verlo romper sus cadenas y escapar de ese lugar. Desde ese día hui con mi dolor y mi vergüenza. No sabes cómo he llorado por mis actos. La amargura y tristeza que cargo, como rocas sobre mi espalda y cuán arrepentido estoy. Si pudiera remediar lo que hice, lo haría sin dudar. Si en mis manos estuviera, lo traería de vuelta dando mi propia vida. Un silencio envolvió todo mientras miraban fijamente la fogata. El galileo, que no había dicho su nombre, lo miró fijamente, mientras de su túnica sacaba un objeto muy familiar y lo dejaba a un costado. —Mi nombre es Miguel, uno de los observadores y protectores de Jesús. Sabemos quién eres perfectamente… Judas — dijo. El miedo quedó de manifiesto en su rostro y sus ojos y, al dirigirle la mirada, su boca tembló. —Sé que debo ser castigado por mi falta de fe — replicó —Si tienes que matarme, hazlo ahora y lo aceptaré; no puedo agregar más que mi arrepentimiento. Miguel lo seguía mirando fijamente; luego de un momento le volvió a dirigir la palabra:
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—Si te quisiéramos muerto, lo estarías hace mucho tiempo, tus actos no pasaron desapercibidos por ninguno de nosotros, pero eres parte de algo más grande, sólo queremos que entiendas el papel que juegas en esto. Venimos de un lugar más allá de tus estrellas, donde el poder de crear y destruir está al alcance de la mano de cualquiera. El tiempo no tiene secretos para nosotros. Lo que hicieron ayer aquí repercutirá dentro de miles de años. Nuestro encuentro no fue casual; fui enviado a buscarte para liberarte de la culpa y llevarte a un lugar que nunca has soñado. Jesús y el Padre te esperan, no tengas miedo… nada malo pasará. Miguel le tendió su mano derecha. En la otra sostenía el objeto extraño, que comenzó a brillar. Todo se volvió difuso en la mente de Judas. Supo que el poder de sus creencias era real y, aunque nadie volvió a verlo jamás, la historia ya había sido escrita. La leyenda ya tenía a su traidor y, mucho más importante aún, a un mártir, un ser sacrificado por la voluntad y las buenas obras.
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AUTORES Eric Soto Lavín, Valparaíso, Chile, 1961. A principios de los ‘90s descubre su pasión por la escritura, dentro del campus universitario. Su formación científica lo ha llevado a incursionar en Ciencia Ficción, Fantasía y Terror Gótico. Cree en la inspiración y las musas, considerándose un adicto a la escritura. Ha escrito más de 500 cuentos, 4 novelas y 1 obra dramática. Ha publicado 2 libros de cuentos y ha participado en varias antologías y revistas. José Luis Díaz Marcos, Alicante, España. Ha publicado relatos en diversas antologías y webs nacionales y extranjeras. También es autor de sendas novelas: Paraísos de magia y fuego y Botij-Oh! Blog personal: www.la-estanteria-3.webnode.es Viridiana Gómez, México, 1992. Psicóloga de profesión y docente por vocación. Feminista en formación. Escritora amateur de ficción y no ficción. Fanática de leer ciencia ficción en el microbús, debatir sobre política con extraños e instruir a su bebé en idiomas, historia y astronomía. Ganadora del concurso "Lo que cuentan los marcianos" de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2020, disponible en audiorelato en https://youtu.be/bM78owYo6Zg Kalton Harold Bruhl, Honduras, 1976. Ha publicado los libros de relatos El último vagón (2013), Un nombre para el olvido (2014), La dama en el café y otros misterios (2014), Donde le dije adiós (2014), Sin vuelta atrás (2015), La intimidad de los Recuerdos (2017), El visitante y otros cuentos de terror (2018), La llamada (2019); Novela: La mente dividida (2014). Es premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa” y miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua, Correspondiente de la Real Academia de la Lengua.
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Juan Pablo Goñi Capurro, argentino. Publicó: “Soltando la mano”, La Verónica Cartonera. España, 2020; “Cita en rojo”, 2020; “Visitas”, 2019; “El cadáver disfrazado”, Just Fiction, 2019; «Agosto», «Destino» y «Cabalgata» (Colección Breves), 2019; “La mano” y “A la vuelta del bar” 2017; “Bollos de papel” 2016; “La puerta de Sierras Bayas”, USA 2014. “Mercancía sin retorno”, La Verónica Cartonera. “Alejandra” y “Amores, utopías y turbulencias”, 2002. Premio Novela Corta “La verónica Cartonera” (España), 2019 y 2015. Premio teatro mínimo “Rafael Guerrero” Colaborador en Solo Novela Negra. Obras teatrales estrenadas en Argentina, España, México y Chile. Carlos Luis Fernández Miranda, Nació en Lima, sus cuentos aparecen en la antología Encuentros en otros mundos (El Gato Descalzo ediciones, 2019), y en las revistas digitales Granuja (tercer número), Poetómanos (sexto número) y Página Salmón. Sus cuentos desarrollan una línea narrativa donde lo cotidiano linda con lo fantástico. Zacarías Zurita Sepúlveda, Chile, 1980. Han sido antologado sus cuentos “Paranoia”, en La comunidad de la Letra: Antología de narradores porteños, Chile, 2017; “Terror en primera persona”, en Microterrores, IV Concurso de microrrelatos de terror, Ediciones Diversidad literaria, España, 2017, “Número 35”, en El monstruo era el humano, de Editorial Cthulhu, Perú, 2018. Ha sido publicado en revistas literarias tanto impresas como digitales. Oscar Juárez Becerril, Ciudad Nezahualcóyotl, México, 1983. Ingeniero civil gustoso de la música subterránea y de la literatura fantástica y de ciencia ficción. Por 14 años ha pertenecido a distintas bandas de punk, surf y garage de Toluca, lugar donde reside desde hace 29 años. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas y es Especialista en Literatura Mexicana del Siglo XX. Facebook.com/oscar.execrable
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Manuel Serrano, soy aragonés de nacimiento y valenciano de adopción. Vivo en Valencia (España). Maestro de primaria con alguna que otra especialidad. Me dedico a escribir casi a tiempo completo desde hace unos pocos años. Me encanta esta ocupación de ir juntando letras para el deleite de quien las escribe y el disfrute de quienes las puedan leer. Karen Cabarcas González, Bogotá – Colombia. Comunicadora Social - Periodista y otro de Especialista. Escribe para desprenderse de historias que no son propias. Prefiere una un café que una copa de alcohol. No le gusta la lluvia ni el brócoli, prefiere los cactus que las rosas y y en algún momento desea responderle a Miguel Mateos que quiere ser cuando sea grande. Twitter e inatagram @karencabarcasg Valentín García Valledor, España. Profesor jubilado. Poeta desde joven, aunque con mayor dedicación desde el fallecimiento de su esposa en 2007. Ganador de varios premios poéticos y narrativos. Ha publicado en distintas antologías y revistas literarias españolas y foráneas. Sus creaciones pueden leerse en http://provermios.blogspot.com/. Silvia Alejandra Fernandez, escritora de ciencia ficción y terror. Nació y vive en Mar del Plata, Argentina. Actualmente es editora en varias revistas digitales. Ha publicado cuentos en formato físico en nueve antologías de las editoriales Dunken y Tahiel. Tiene más de cincuenta publicaciones en revistas de distribución digital. E-mail silvialaejandra_mdq@hotmail.com / https://www.facebook.com/silviaalejandra.fernandez.146
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Aarón Mendoza Chichino, Radica en San Francisco Tlacuilohcan Yauhquemehcan, Tlaxcala, nacido en este estado no hizo más que crecer, su imaginación se alimentó de la TV y los cuentos leídos antes de dormir. Un poco más grande pensó en lo que sería mientras veía una entrevista a Eduardo Galeano, y le pareció pactarse así mismo ser cuentista. Estudia "Lengua y Literatura Hispanoamericana" en la Uatx. Twitter: @AaronChichino Instagram; @aaron_m_chichino /Facebook; Aarón Mendoza Chichino Ajedsus Padilla, México. Escritor de Ciencia Ficción, Terror y Fantasía. Componer música y administra un blog donde publica gran cantidad de sus relatos y proyectos de novela. Blog; El Axioma (Ajedsus) https://elaxiomablog.wordpress.com/ Michel Deb, Santiago de Chile, residente actual en la costera ciudad de Valparaíso. Autor de: La montaña de hierro (2012), Los sueños de GN-I (2014), Orbe Dividido (2017), Orbe Oscuro (2018), La maldición Forttia (2018), Orbe Sathiri (2019), Las crónicas de GN-I (2020) Primer lugar North Texas Book Festival 2019 (EE.UU.), Categoría Booktrailer con su obra “Orbe Oscuro” Segundo Lugar North Texas Book Festival 2019 (EE.UU.), categoría Children con su obra "Orbe Dividido" Segundo Lugar Premio Lector 2018 , categoría Literatura juvenil con su obra "Orbe Dividido" .
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CONVOCATORIA El Fanzine Literario Letras Públicas invita a escritores, sin importar su nacionalidad, a participar en su 5° edición, dedicada al
HORROR
en
todas sus variantes. Los textos deben estar escritos en español, tamaño carta, TIMES NEW ROMAN 12, interlineado 1.5, márgenes superior e inferior 2,5 y costados 3.0. Existirá la categoría cuento, los que no deben superar las 3 páginas, y microrrelato, con un máximo de 100 palabras. Los autores pueden firmar con seudónimo si lo desean, incluyendo una biografía de hasta 6 líneas, con nacionalidad y RRSS donde leer sus obras. Los cuentos deben ser enviados al correo:
FANZINELETRASPUBLICAS@GMAIL.COM Plazo de recepción entre el 01 y el 31 de octubre de 2020. 66 66
“QUIZÁ LOS LIBROS NOS SAQUEN UN POCO DE ESTA OSCURIDAD. QUIZÁ EVITEN QUE COMETAMOS LOS MISMOS CONDENADOS ERRORES. “ RAY BRADBURY, FAHRENHEIT 451. 67
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