Iheslariak. Exilio vasco (1936-2015) Primeras páginas

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IHESLARIAK Exilio vasco (1936-2015)



IHESLARIAK Exilio vasco (1936-2015) Iñaki Egaña


© Euskal Memoria Fundazioa EDITA Aise Liburuak S.A. Denak poligonoa, 200-201 20140 Andoain (Gipuzkoa) TÍTULO Iheslariak. Exilio vasco (1936-2015) AUTOR Iñaki Egaña DOCUMENTACIÓN GRÁFICA Juantxo Egaña PROMOCIÓN Y DISTRIBUCIÓN Aise Liburuak S.A. PORTADA Anairt Diseinu Grafikoa MAQUETACIÓN Anairt Diseinu Grafikoa IMPRENTA Gráficas Iratxe PRIMERA EDICIÓN Noviembre de 2015 ISBN 978-84-95261-81-6 DEPÓSITO LEGAL SS-1319-2015

Este trabajo no se hubiera podido realizar sin la aportación de numerosos testimonios y en especial sin el apoyo de la documentación depositada en los archivos de las fundaciones Benedictinos de Lazkao, Iratzar, Sabino Arana, Euskal Memoria, el Archivo Histórico de Euskadi, la revista Enbata y los fondos de la asociación Anai Artea..


Lo curioso, lo absurdo, es que a pesar de que aguardo mensajes y pregones de todas las memorias y de todos los puntos cardinales lo raro, lo increíble, es que a pesar de mi desamparada expectativa, no sé qué dice el viento del exilio Mario Benedetti

Ez den herrialdean sortu ginen eta geu ere, esan gabe doa, ez garena gara Joseba Sarrionandia (Nacimos en una tierra que no es, Y nosotros, nosotras, también, No hace falta decirlo, Somos lo que no es)



ÍNDICE

HACIA UNA DEFINICIÓN DE EXILIO Y EXILIADO 019 Etimología y concepto universal 021 A partir del sentimiento 039 La huida como marca 049 RECORRIDO HISTÓRICO 069 Las primeras noticias 071 La conquista de Navarra 078 Las guerras de religión 083 Huidos hacia el sur, desterrados al norte. Revolución y Convención 085 Los huidos de las Guerras napoleónicas 089 Exilios y contraexilios 094 La Primera Guerra Carlista 098 La Segunda Guerra Carlista 112 Exilios menores y masivos, con las quintas 128 La Primera Guerra Mundial 132 SEGUNDA REPÚBLICA Y GUERRA CIVIL (1931-1939) 137 Segunda República y Guerra Civil 139 Los números del exilio de la Guerra Civil 158 La primera fase, huida de Gipuzkoa 163 La segunda fase. Bizkaia, Santander y Asturias 174 Los niños de la guerra, entre las dos fases anteriores 187 La tercera fase, desde Cataluña. El fin de la Guerra Civil 196 Los organismos de acogida 216 El fútbol como embajada del exilio 224


HACIA UNA NUEVA GENERACIÓN DE EXILIADOS (1939-1960) 229 La Segunda Guerra Mundial 231 Entre la Segunda Guerra Mundial y la muerte del lehendakari Agirre 243 Redes de solidaridad y pasos clandestinos 246 Entre el mito y la fantasía 247 Las difíciles relaciones del exilio 249 La ruta del exilio 255 Europa, centro de la convulsión 259 Estado francés 260 Alemania 280 República Democrática de Alemania (RDA) 283 Andorra 284 Austria 284 Bélgica 286 Bulgaria 290 Checoslovaquia 291 Dinamarca 293 Gran Bretaña 294 Holanda 299 Hungría 300 Irlanda 301 Italia 302 Noruega 302 Polonia 303 Portugal 304 Rumanía 305 Suiza 306 URSS 307 Yugoslavia 310


Al otro lado del océano, América 311 Argentina 314 Bolivia 324 Brasil 324 Chile 324 Colombia 328 Costa Rica 330 Cuba 330 Ecuador 334 El Salvador 335 EEUU 336 Guatemala 343 México 345 Nicaragua 354 Panamá 355 Perú 356 República Dominicana 357 Uruguay 359 Venezuela 361 Al sur del Mediterráneo, África 369 Argelia 370 Marruecos 372 Túnez 373 Egipto 374 Asia, en la ruta de los misioneros 375 China 377 Filipinas 377 Israel 381 Palestina 382 Australia 383


DE LA MUERTE DEL LEHENDAKARI AGIRRE A LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA (1961-1978) 385 Una nueva generación, una vieja ruta 387 La represión como motor del primer exilio 391 La apertura de nuevos y viejos espacios 394 La superposición de dos comunidades en un mismo escenario 396 Hendaia, territorio español 401 La muerte de Txabi Etxebarrieta 403 Anai Artea 408 El confinamiento 411 Los huidos de la fuga de Basauri 413 La huelga de hambre de Baiona 415 El derecho de todo vasco a vivir en Euskal Herria 419 Una nueva oleada de exiliados 422 Plan Udaberri 424 Los pasos de muga 425 Prohibición de ETA en Francia 428 La muerte de Carrero, un nuevo acoso represivo hacia los refugiados 431 Clandestinos, refugiados y organizaciones guerrilleras 439 Guerra sucia contra los refugiados 443 Juicios contra militantes vascos, protestas e impunidad 448 La muerte del dictador 452 La Reforma y la adecuación de las estructuras franquistas 461 La extradición abortada, Miguel Ángel Apalategi 464 La lucha por la amnistía y la vuelta de los exiliados 466 Los exiliados rupturistas no volvieron 472


DE LA REFORMA ESPAÑOLA A NUESTROS DÍAS (1979-2015) 483 El exilio durante la Transición Política española 485 La separación en el imaginario de las comunidades 488 La desaparición del exilio histórico 489 Ofensiva diplomática 496 Las nuevas alianzas en el exilio 499 El exilio entre dos siglos 501 La estrategia de la tensión 504 Entre atentados parapoliciales y detenciones 514 Golpe de Estado: París contra los refugiados 517 Detención y torturas a Tomás Linaza 519 Abriendo una nueva fase 522 Acuerdos finales Madrid-París 526 El secuestro de Segundo Marey 530 Las deportaciones 533 Un recrudecimiento represivo 542 Valoraciones 549 La gestión del GAL y sus objetivos 550 Un refugiado, un techo 553 Las expulsiones por el procedimiento de urgencia 556 Una razia histórica 563 La estadística 572 La ruptura de Argel 576 La “clandestinidad total” y acoso a la solidaridad 578 La razia de Bretaña 586


De Baigorri a Uruguay 588 La judicialización de la cuestión vasca 590 La razón vasca reducida a una cuestión de terrorismo 593 La internacionalización de la cuestión vasca 595 Las alianzas políticas y la huelga de hambre en Europa 597 El Tratado de Ámsterdam 601 La criminalización del exilio 601 Recapitulación y agotamiento de un modelo represivo 603 Más detenciones 610 Expulsiones ilegales 612 El nuevo modelo, la euroorden 614 La progresiva conversión en refugiados clandestinos 618 El 11S en el desarrollo de Europol 620 Desajustes judiciales 622 La respuesta del colectivo. Bai Euskal Herriari 625 La gestión de la euroorden. Una década de detenciones 626 El taller del exilio 627 Tendencia inmóvil 628 Detenciones a pesar de la tregua 630 La muerte de Jon Anza 633 Después del abandono de las armas 638 La declaración de Biarritz 638 Altsasu, herria dugu arnas 645 La declaración de Arrangoitze 646 La ruta del exilio 647 Evolución histórica de los estados (España y Francia) con relación a los exiliados 647 Evolución de los regímenes políticos español y francés 647 Los acuerdos bilaterales 648 Intervenciones directas ilegales (parapoliciales, CNI...) 651 El exilio en las estrategias represivas: Plan Zen... 653 Fases del control de exiliados 655 Evolución histórica en Europa 660 Alemania 660 Andorra 661 Austria 662 Bélgica 662 Dinamarca 665 Gran Bretaña (incluida Irlanda del Norte) 666


Holanda 667 Italia 668 Noruega 669 Portugal 670 Suiza 670 Evolución histórica en América 672 Argentina 672 Brasil 673 Canadá 673 Chile 674 Costa Rica 675 Cuba 676 Ecuador 678 El Salvador 680 EEUU 681 México 681 Nicaragua 688 Panamá 689 República Dominicana 690 Uruguay 693 Venezuela 696 Evolución histórica en África y otros 702 Angola 702 Argelia 702 Burkina Faso 704 Cabo Verde 705 Gabón 708 Malí 708 São Tomé 708 Senegal 709 Togo 709 Túnez 711 TESTIMONIOS 713 EXILIADAS Y EXILIADOS VASCOS (1960-2015) 863 BIBLIOGRAFIA 955



HACIA UNA DEFINICIÓN DEL EXILIO Y DEL EXILIADO


En la página anterior, huelga de hambre de refugiados en la catedral de Baiona. En la foto, entre otros, José Luis Arrieta Zubimendi, Azkoiti, Eustakio Mendizabal, Txikia, José Luis Alvarez Enparantza, Txillardegi, etc.


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Primeros refugiados de la Guerra Civil, Hendaia, agosto de 1936. o L¨Illustration Française

Etimología y concepto universal Exilio y desplazamiento, a pesar de su uso normalizado, es un concepto moderno, extendido después de la Segunda Guerra Mundial. En 2014, ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados), alertaba de una situación excepcional que no se había producido en el planeta precisamente desde el conflicto internacional que concluyó en 1945. Según su informe, sobre datos del año anterior, un total de 51,2 millones de personas en el mundo se encontraban refugiadas o desplazadas. Cifra récord desde que se comenzó su contabilidad al final de la Segunda Guerra Mundial. En 2013, cerca de 17 millones de personas, de ellas 5 millones de palestinos, habrían solicitado refugio y asilo. La mayor población de exiliados la componían entonces afganos, sirios, sudaneses, congoleses, birmanos, iraquíes y colombianos. Pakistán, Irán y Líbano eran los países de mayor acogida. El exilio sigue siendo una herida sangrante, la más notoria sobre la existencia de conflictos y la pervivencia de un reparto social y nacional injusto.

En la cercanía, exilio y Euskal Herria parecen dos palabras de un mismo entorno. No son sinónimas, pero sí hay múltiples circunstancias que unen ambas. El primer libro conocido en euskera, Lingua Vasconum Primitiae (1545), fue redactado por el navarro Bernat Etxepare, un autor de cuyas escasas referencias permiten especular que probablemente estuvo exiliado, deportado o preso. De Pierre Urte, también escritor en euskera, natural de Donibane Lohizune, se sabe que en 1706 estaba exiliado en Inglaterra por su condición religiosa protestante. De los éxodos masivos del siglo XIX, económicos y políticos, han quedado huellas prácticamente por todos los continentes, con especial relevancia en Europa y en América. El exilio es un concepto vasco. Comenzar por la etimología de un vocablo quizás no sea la forma más apropiada para acercarse al término, pero ayuda a enfrentar la complejidad del mismo. La palabra utilizada tanto en castellano como en francés e inglés, proviene del latín exsilium que a su vez procede de exsul (desterrado). Ex-

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sul era el alejado de su suelo, de su tierra. Dicen los lingüistas que estas acepciones emanan de una raíz arcaica, de origen indoeuropeo, “al” (andar, vagar), que al prefijarse se convirtió en “ul”. En el griego clásico, que influyó en el latín, se conservó sin embargo la raíz “al”, dando origen a conceptos como “aluein”, vagar, andar errante. Fue precisamente en Grecia donde tuvieron lugar las primeras expresiones, en los términos citados, relatadas por Eurípides en varias de sus obras: “¿Quién sabe si los muertos están vivos y los vivos están muertos?”. Ya en épocas más recientes, al menos en inglés, la palabra “exilio” apareció por vez primera en textos del siglo XIV. Más tarde en castellano, donde no tuvo un uso generalizado hasta la conclusión de la Guerra Civil en 1939. Hasta entonces, y con posterioridad, se utilizaron también sinónimos como destierro, desplazamiento, expulsión, expatriación y, aunque parezca lejano, emigración. Todavía en 1940, los informes que presentaban los organismos de asistencia del Gobierno vasco en el exilio para exhibir en las embajadas americanas para la acogida de exiliados políticos vascos se referían a estos como “inmigrantes”. En la actualidad, el concepto está profundamente ligado al de diáspora. Su uso tardío en castellano puede estar en el origen de la utilización del vocablo. En euskera, en cambio, el exilio tiene una connotación íntimamente ligada al origen, al pueblo, y está unida a lo extraño, al extranjero: erbeste, atzerri, deserri. En Ipar Euskal Herria, por contra, el exilio se identifica con el destierro. Los exiliados son desterratuak. Por extensión, el tiempo del exilio es identificado como atzerrialdi, erbestealdi. Euskaltzaindia empareja “erbeste” con destierro, lo que, asimismo, nos acerca a la concepción de su significado histórico y actual. Hay interpretaciones más cercanas. Joakin Agirre Goenaga escribía en la revista Ataramiñe de 2006: “Tirando con dignidad del viejo pelotón de Euskal Herria. Tantas cárceles, tanto exilio, siempre hacia adelante, pasito a pasito”. Una idea de expulsión de

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Refugiados sirios en Arsal, Líbano. o Salah Malkawi.

la patria ligada a la privación de libertad. En 1944, el escritor Vicente Amezaga, exiliado en Argentina, comparaba en un sentido artículo su situación con la del desterrado. El título no podía ser más significativo: “Lo que me duele del destierro”. Decía Amezaga: “Lo que a mí me duele en el alma es la ausencia de mi paisaje, del panorama de playas, mares, cielos, nubes, montes, ríos, árboles, lluvias, soles, brisas, vientos, temporales, casas, calles, cafés y tabernas en que he vivido siempre”.


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Salvando las distancias y el tiempo, una vieja historia persa reflejaba de forma parecida el desasosiego del exilio: “Son las cuatro de la mañana, Nasrudin sale de la taberna y deambula por el pueblo sin meta alguna. Un policía lo para: ‘¿qué haces vagabundeando por las calles en mitad de la noche?’. ‘Señor’, responde Nasrudin, ‘¡si tuviera la respuesta a esa pregunta hace mucho tiempo que hubiera vuelto a casa!’”. Así, “deserri” tendría un valor similar al de “erbeste”. Se trata nuevamente del destierro, conceptos que en los testimonios y en la literatura vasca son sinónimos. Incluso con la palabra “atzerri” (extranjero), identificada asimismo con las anteriores. Mikel Antza, exiliado en 1985, escribía años más tarde: “Desterrados, en tierras extrañas, tras la muga. Eso que ayer llamaba ‘allí’, se convierte

ahora en ‘aquí’. El nombre de mi ciudad empieza por ‘A’ (...). Esta ciudad será siempre para mí sinónimo de desarraigo, tristeza, desamparo, vacío, invierno”. Todos ellos, para Mikel Antza, sinónimos de una única obsesión. En la misma línea, antiguos pensadores vascos identificaron “atzerri” con el “extranjero”. El concepto es antiguo, pero tiene raíces entroncadas con esa supuesta isla que resultó ser Euskal Herria y que, probablemente, no lo fue tanto como se ha escrito. Sin embargo, lo extraño siempre fue definido como extranjero. Incluso en Zuberoa, hubo y hay un término para definir a los vecinos que no eran del propio territorio, manex. Aunque fueran euskaldunes. Entre las numerosas citas sobre el exilio y lo extranjero cabe destacar la de Arturo Campión que en

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Fundadores de Euskaltzaindia en Donostia. De izquierda a derecha: Karmelo Etxegarai, Arturo Campión, Julio Urquijo, Txomin Agirre, Serapio Mujika y Juan Carlos Guerra. o Fondo de la Biblioteca Azkue de Euskaltzaindia.

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1891 escribió: “Es tan vivo y acendrado el amor que profeso a la tierra nabarra, mi patria, y aun a toda la tierra eúskara, que con extremada repugnancia y por satisfacer a poderosos motivos, solicitadores de mi voluntad, únicamente suelo decidirme a salir de los confines de ella; pareciéndome el suelo que piso y el aire que respiro en otras regiones, abrojos y miasmas de luctuosísimo destierro”. En unas y otras acepciones se intercalan los conceptos del “arraigo” y, por extensión, del “desarraigo”. El mayor o menor apego a la tierra, a una identidad nacional que, con el paso del tiempo, ha estado más definida por códigos modernos universales. Decía Federico Álvarez Arregui, refugiado en México, que, en esta mezcla, el exiliado “abandona la tierra original llevándosela con él convertida en memoria”. Los antiguos textos jurídicos vascos, recopilados en los Fueros, ya contemplaban la pena del destie-


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El profeta Ezequiel en la Capilla Sixtina, obra de Miguel Ángel.

rro y, en ocasiones, se ha llegado a decir que era más temida que la pena de muerte, al igual que en la Grecia antigua. De hecho, los tribunales dictaban las penas del destierro y la justicia popular, avalada luego por las instituciones, la de muerte, “en cualquier lugar y en cualquier modo”. En el Derecho foral vizcaino, el destierro, cuando era perpetuo, era tenido por pena corporal, como los azotes. En Navarra, la pena de muerte era aplicada a los salteadores de caminos, conmutándola con la de destierro si eran mujeres. En Lapurdi, los agotes sufrieron en el siglo XVIII, entre otros castigos, el del destierro. Moriscos, roms y judíos vascos, siguiendo las imposiciones de las coronas extranjeras, sufrieron la expulsión y el destierro, en la mayoría de los casos, a perpetuidad. La muga, y por extensión, la diferencia administrativa, provocó que ese tránsito fuera cercano. Los judíos expulsados de Judizmendi, en las cercanías de Gasteiz, se establecieron en Lapurdi. El destierro fue también la pena que inflingían las coronas vecinas a los rebeldes, como en el caso de la conquista de Nafarroa. Un destierro que, generalmente y por razones de peso, abocaba al reo a prisión o a vagar, como su acepción griega, en búsqueda de recursos. En 1535 fueron desterradas por la Inquisición las brujas del proceso de Escároz, o las de Améscoa, en 1575. Tras el golpe de Estado de 1936, decenas de sacerdotes de Navarra fueron desterrados a Andalucía y Castilla, pero también a Ecuador, Argentina y Chile. En las huelgas obreras de 1947 y 1951 y durante los estados de excepción de Franco en Hego Euskal Herria, centenares de detenidos vascos fueron desterrados a España, incluidos los abogados defensores. El aspecto religioso, dominante en la Edad Media, dejó también un poso social que se transmitió por generaciones. La Parábola de Ezequiel fue

explicada desde los púlpitos como el paradigma del exilio, del destierro. Ezequiel fue un sacerdote desterrado a Babilonia, junto a su pueblo, en el siglo VI antes de nuestra era: “Se han secado nuestros huesos. Se perdió nuestra esperanza. El fin ha llegado para nosotros”. La parábola, en la lógica mística, refiere al encuentro de Yavé entre los exiliados y la recuperación de la esperanza por la vuelta. Una esperanza, por otro lado, transversal al exilio en cualquier escenario del planeta. El pueblo hebreo utilizó también metáforas y parábolas que dieron lugar a un imaginario colectivo que llega hasta nuestros días. Bajo códigos hoy difíciles de comprender, que entendían el exilio como castigo por los pecados cometidos, los hebreos abordaron una historia íntimamente ligada al extrañamiento de su tierra, creando un concepto propio, el de un pueblo sin patria y sin estado, cercano al de la nación itinerante. Se hicieron llamar la “gola”

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Soldados israelíes poniendo la bandera en Um Rashrash, lugar donde se encuentra hoy la ciudad de Eilat. o Micha Perry.

Refugiados vascos en Bélgica. o Archivo Histórico de Euskadi. Fondo del Departamento de Asistencia Social.

(exiliados) o la “gola bene” (los hijos de los exiliados). Hasta la constitución del Estado de Israel en 1948, el pueblo hebreo sintió, en su liturgia, la condición de un pueblo exiliado durante siglos. Los católico-romanos asociaron el exilio a un pecado original, el de la expulsión de Adán y Eva (primeros hombre-mujer en la leyenda cristiana) del paraíso (bien) al exilio (mal). Este mito generó una línea de interpretación del exilio ligada a la purgación de una pena y a la entrada de un mundo imperfecto, en búsqueda de la regeneración. Pese a lo anacrónico de la reflexión católica, no puede ser desechada en esta introducción porque tuvo su reflejo en el inconsciente particular de la diáspora vasca durante el siglo XIX y primera mitad del XX, en especial entre carlistas y jeltzales, seguidores de dicha doctrina religiosa. Una cohesión, religiosa en las formas más notorias, que no existió en otras comunidades expul

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sadas y que fueron diluyéndose o, en todo caso, mitigando sus identidades a través del tiempo, sin asociar su expulsión primigenia a la idea de un exilio perpetuo, como el de los hebreos. El paradigma es el de los Rom (pueblo gitano), expulsado del subcontinente hindú hace más de mil años y que, en su transición, fueron recorriendo el continente europeo hasta la sedentarización reciente. Prácticamente todas las naciones y pueblos han tenido crónicas relacionadas con el exilio y el destierro. Más agudizadas en los pueblos sometidos que en los que han sido, tradicionalmente, expansionistas. Los desplazamientos masivos, unidos al exterminio de pueblos enteros, hicieron desaparecer culturas enteras, milenarias incluso. Las diásporas históricas son únicamente una parte visible de esos grandes movimientos del exilio. Olvidadas en la actualidad el resto de culturas, su rescate es casi imposible. La transmisión oral fue el único recurso


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de expulsados y desterrados, con lo que los cambios generacionales, excepto en las comunidades más cohesionadas, provocaron el olvido. Esta ausencia de las particularidades ha provocado, por extensión, la contaminación de términos y conceptos, su diferente interpretación según el pasado, según el relato de conquistadores y conquistados (vencedores y vencidos) y, asimismo, su distinto significado según el idioma de referencia. Los relatos, en función del prisma, difieren sobremanera. Entre ellos, y con carácter preferente, se encuentra el de la diáspora. Estructurada a veces, diluida otras. El fuerte sentimiento de arraigo a una comunidad como la vasca provocó que, junto a la migración económica, se uniera la estrictamente política provocada por la intolerancia francesa o española a reconocer la diferencia. En las redes de acogida y, también en las de sedes comunales, Euskal Etxeak

en el siglo XX, convivieron exiliados con migrantes, generaciones de diversa procedencia, con hijos y nietos ya nacidos fuera de Euskal Herria. En las Casas Vascas de América coexistieron los últimos refugiados de la Segunda Guerra Carlista, ya ancianos, con los jóvenes que huían de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial, junto con los asentados por generaciones que habían cruzado el océano Atlántico en búsqueda de una vida mejor. Los exiliados que huían del franquismo en 1939 hacia América se encontraron con que la mayoría de la diáspora vasca, influenciada por los refugiados de la Segunda Guerra Carlista, apoyaba a los sublevados de 1936, es decir, al enemigo que les había expulsado de su tierra. No solo eso. En las Casas Vascas de Argentina y Chile, convivieron estos exiliados con migrantes de Ipar y de Hego Euskal Herria, de ideologías contrarias. Un informante anónimo del PNV hacía en 1948 esta reflexión sobre

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Miembros del grupo cultural Eresoinka en el Brighton. o Jesús Elósegui. Sociedad Ide H ECiencias S LA RAranzadi. I A K . E X I LI O VA S C O ( 1936- 2015)

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Emigrantes vascos a América.

los socios de la Euskal Etxea de Santiago de Chile y su apoyo económico al partido: “Los socios del Centro Vasco, sobre todo los vascos continentales, han contribuido muchas veces en suscripciones hechas aquí. Los vascos peninsulares, aunque hemos eliminado los connotados franquistas, tal vez haya entre los anotados algunos que lo sean por lo que si esperan solicitar su ayuda, deben de hacerlo con cautela”. Con la modernidad, el concepto de diáspora, y sus raíces ligadas fundamentalmente a necesidades económicas, ha vuelto a recuperar el debate ya iniciado hace años. ¿Se trata de los que emigran

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hacia otros lugares por motivos económicos? Desde la crisis financiera de 2008, el hecho ha vuelto a la primera página de la actualidad. A pesar de que en Ipar Euskal Herria el fenómeno de la migración juvenil (18 a 34 años) es una manifestación histórica, con mayores o menores flujos según las épocas, en Hego Euskal Herria se produjo un despegue muy notorio a partir de 2010. En Zuberoa, uno de cada cuatro jóvenes, desde 1999 hasta 2013, ha emigrado en este tiempo por razones económicas. En 2012, por ejemplo, un total de 22.239 jóvenes de Hego Euskal Herria, según Gaindegia, emigraron fuera de su país a la búsqueda de un trabajo que no encontraban en su entorno. Para la mayoría, un 70%, el destino se encontraba fuera del Estado español. Esta reflexión sobre un supuesto exilio económico juvenil viene avalada por diversas razones. En especial las capacitaciones de los jóvenes, preparados para ejercer tareas que el mercado laboral vas-


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Primer Congreso Mundial Vasco, París, 1956. Comida inaugural del congreso. o Archivo Histórico del Gobierno vasco. Fondo del Departamento de Presidencia.

co es incapaz de absorber. El porcentaje de jóvenes vascos (18 a 24 años) que no trabajan ni estudian es del 15,1%, por debajo de la media de la Unión Europea (17%), Estado español (24%) o Estado francés (16,2%). Por tanto se trata de una nueva modalidad, distinta de la que provocó en épocas como el franquismo o el siglo XIX la falta de trabajo, o incluso la pervivencia del mayorazgo o las hambrunas y la peste en la Edad Media. La reflexión sobre las razones económicas del exilio se complican con la misma etimología de la palabra. ¿No es el joven impulsado a dejar su tierra el de una persona forzada al exilio? En un sistema racionalizado por la dinámica del beneficio de unos pocos, el sistema capitalista, este tipo de migraciones serían voluntarias, ya que la miseria es compatible con la sociedad generada por el propio modelo. En consecuencia, el exilio económico no existe. Sin embargo, en esta lógica, y ya que el exilio es

la consecuencia de una vulneración de derechos humanos (Carta de Naciones Unidas de finales de 1949), ¿no sufren los migrantes una vulneración de sus derechos, en particular los económicos, en su origen? Esta diversidad ideológica es, asimismo, un añadido a la complejidad de evaluar el exilio político. En el I Congreso Mundial Vasco, celebrado en París en 1956, una de las ponencias presentadas apuntaba a un número definido, entre 8.000 y 10.000, de los vascos residentes en esa época en Venezuela. Según datos actuales, la cifra de exiliados estrictamente políticos no pasaría de los tres centenares. Idénticas complicaciones para la contabilización surgieron en otros estados latinoamericanos, en especial de Argentina, donde la extensa red de Euskal Etxeak, cercana al centenar, hizo suponer que el exilio político era mayor del que en realidad se produjo.

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Emigración vasca a EEUU.

Si nos retrotraemos al siglo XIX, el concepto político-económico adquiere una dimensión espectacular, sobre todo en Ipar Euskal Herria. En 1830 ya había agentes comerciales en los territorios vascos al norte de la muga, reclutando emigrantes para Uruguay, Chile y Argentina. Pero la transformación venía de las consecuencias de la Revolución francesa y las guerras napoleónicas, que dejaron al país sin sus instituciones forales, en la miseria más absoluta, y abocados al reclutamiento forzoso. Una situación económica derivada de un punto de partida eminentemente político y militar. Entre 1832 y 1844, 64.227 personas emigraron del Departamento de Bajos Pirineos. En 1880, al final de la Segunda Guerra Carlista, había en Burdeos 23 agencias de viaje trabajando con agentes uruguayos para supervisar la emigración vasca al Río de la Plata. Las últimas estimaciones señalan que

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entre 1832 y 1907 más de cien mil personas emigraron a Argentina y que las provincias de Zuberoa y Baxenafarroa perdieron entre un 20% y un 25% de su población. Según los historiadores, la migración económica masiva del siglo XIX y probablemente de siglos anteriores tuvo sus razones en el sistema hereditario vasco (mayorazgo) destinado a no fragmentar la casa materna y las tierras. Los escasos recursos, la economía de susbistencia y las hambrunas posteriores a los conflictos armados, hicieron el resto. La mayoría de migrantes, como en el siglo XXI, tenían entre 15 y 25 años. A quienes no emigraban, en una Euskal Herria con una tasa de fertilidad superior a la de sus vecinos, les quedaba la salida de las órdenes religiosas que aseguraban la alimentación y la educación. Esta transversalidad hizo que convivieran en la misma comunidad diferentes sensibilidades ideo-


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Simón Bolívar, El Libertador. o Rita Matilda Peñuela.

La miliciana Mika Etchebere.

lógicas, incluso las antagónicas ya citadas, y las que se produjeron durante las dictaduras militares de Latinoamérica en la década de 1970. La diáspora vasca participó en ellas y también en las resistencias. En esos escenarios, se producirían fracturas y escisiones, eclosiones familiares y un ahondamiento en el propio concepto del exilio, político o económico. Especial mención merece, en esta línea, el caso de Mercedes Colás Irisarri. Natural de Lodosa, a su padre, dirigente de la CNT, lo fusilaron en Tudela, después de la Guerra Civil de 1936. Su madre, Honorata, quedó viuda al cuidado de tres hijas. A Mercedes, con apenas doce años, le cortaron el pelo, acusada de tener “una gran inteligencia” y de haber dado varios mítines comunistas pronunciando vibrantes y alentadores discursos a los de la CNT. Poco más tarde, y ante una vida que se hacía im-

posible, la familia Colás-Irisarri emigró a América, estableciéndose en Argentina. En el país sudamericano, Mercedes rehizo su vida, hasta que llegó la dictadura militar. Entonces su hija Alicia fue secuestrada y, probablemente, asesinada (a día de hoy sigue desaparecida). A partir de aquel momento, Mercedes comenzó una nueva etapa política, participando activamente en la creación de la asociación Madres de la Plaza de Mayo. El caso de Mercedes Colás no fue una excepción. En numerosas ocasiones se ha citado el origen vasco de los libertadores americanos, tales como los venezolanos Simón Bolívar o Carlos Soublette, de la Casa Rementería de Bolibar el primero, e hijo de un emigrado de Baiona, el segundo. Con la Guerra Civil, como en el caso de los Colás, las transversalidades se harían más notorias. El caso del argentino Hipólito Etchebéhère, célebre

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Intervención de la Guardia Civil en el Memorial de Aritxulegi.

por el papel adquirido por su compañera Mika, la única miliciana que adquirió el grado de capitán, es uno de tantos. Un matrimonio de esos emigrados anónimos llegó a Argentina procedente de Baigorri. Su hijo, Hipólito Etchebéhère, nació en 1901 y participó de las convulsiones de su tiempo. En su Histoire de L´International Communiste, Pierre Broué nos lo describe brevemente: “Hipólito, nacido en Argentina de padres vasco-franceses. Miembro del PC, fue excluido en 1925. Llegó a Europa en 1930, escribiendo sobre el ascenso del nazismo en Masses ligándose al grupo Que faire?. Estuvo en España desde julio de 1936, combatiendo en la columna motorizada del POUM. Fue muerto en Sigüenza en agosto”. Recientemente, en una investigación de Xabier Elosegi, publicada en Argia en 2014, se ha sabido, como un ejemplo más, que Buenaventura Durruti, otro de los mitos de la Guerra Civil, también era hijo de esta emigración económica vasca, pero no desde el continente europeo hacia América, sino desde el caserío Ixuribeherea de Ahierra, en Ipar Euskal Herria, la localidad natal de su abuelo Laurent Durruti, hacia León (España). Allí, su abuelo desposó con Josefina Malgor, originaria de Ahetze, cuya familia había emigrado en búsqueda de trabajo a Asturias. Los descendientes de ese tronco común se dispersaron, unos por España, otros llegaron desde León hacia Bizkaia y el resto mantuvo su residencia en Ahierra. Esta disparidad en América llevó a algunas organizaciones, en especial al PNV y a ANV, a mante

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ner sus propias estructuras dentro de la comunidad vasca de recepción, estableciendo diversos niveles de entendimiento en las redes de acogida, en función de su afinidad. En 1946, el PNV, incluso, llegó a identificar a refugiados de ideología comunista dentro del conjunto de exiliados vascos en el Estado francés. La disociación económica, que también existió a la par que la política, provocó también separaciones y alejamientos que, con diversos repuntes en fases históricas, llevarían a la marginación de una comunidad en beneficio de la otra, la más pudiente. No solo la línea histórica del exilio se reprodujo en personas, sino también en instituciones. Fueron numerosos los alcaldes y concejales vascos que tomaron el camino del exilio en los siglos XIX y XX. Tomando como referencia el ayuntamiento guipuzcoano de Oiartzun, la línea es evidente. José Manuel Esranizaga, alcalde de esta localidad durante la Primera Guerra Carlista, se refugió en Baiona en 1833. Fue detenido y deportado a Angulema. Poco más de un siglo después, en 1937, Feliciano Beldarrain, alcalde también de Oiartzun durante la Segunda República española, cruzó la muga y se refugió en Kanbo, donde fallecería después. Cerca de otro siglo más tarde, en 2014, la Guardia Civil detuvo a Francisco Javier Iragorri, alcalde de Oiartzun años antes, por promover en su municipio un lugar de recuerdo en memoria de fallecidos vascos en las décadas anteriores, entre ellos exiliados. La existencia de una diáspora diversa y sostenida llevó a un intento de catalogación por el propio


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Gobierno vasco en el exilio a partir de 1946. Según el censo que realizaban cada año los Departamentos de Asistencia Social y Hacienda del Ejecutivo vasco, entre 700 y 1000 jóvenes cruzaban la muga, la mayoría clandestinamente hacia el norte, estableciéndose en Ipar Euskal Herria y Francia. Las listas anuales reunían tres condiciones entre los que abandonaban su origen, por motivos puramente económicos, por razones políticas y, finalmente, quienes desertaban del servicio militar. Para el Gobierno vasco, aún reconociendo su condición, todos eran exiliados. Una breve pausa en este apartado permite, en una época determinada, acotar razones y transversalidades. En el informe referido a 1947, se señala

París, estación de Saint Lazare, 1936. o Archivo Sociedad de Ciencias Aranzadi. Fondo: Jesús Elósegui Irazusta.

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Guardia civiles, gendarme y mikelete compartiendo el paso de la muga.

que los evadidos clandestinamente de Hego hacia Ipar Euskal Herria fueron 901. De ellos el 85,78% hombres y el 15,22% mujeres. Un 61% lo hacían por motivos económicos, un 11,7% por razones familiares (reencuentros en su mayoría), un 14% eran catalogados como desertores y, finalmente, un 7,77% como “huelguistas, agentes y enlaces”. Los meses de mayor flujo fueron septiembre (212), agosto (128) y octubre (100). Los de menor flujo, enero (26), abril (34) y diciembre (36). De los 901, 145 decían estar afiliados al PNV, 60 a UGT, 45 al PSOE, 34 a la CNT, 26 al PCE, 15 a ANV, 10 a Izquierda Republicana, 38 a otros grupos y, finalmente, 528 declaraban no tener filiación política. Un total de 478 eran guipuzcoanos, 261 vizcainos, 153 navarros y 9 alaveses. Merece la pena destacar, asimismo, que la mayor parte de los huidos lo hacía por la línea Hendaia, Urruña y Behobia (34%). Un 23% llegaba a Donibane Lohizune en txalupas, un 18% alcanzaba Sara después de cruzar la muga, generalmente por Larrun y otro 18% a Ainhoa desde Dantxarinea (al igual que el

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primer exiliado de ETA en 1960). Por Aldudes, alcanzando Urepel, pasaban el 7%. A este respecto, el informe añadía que “los datos corresponden únicamente a los evadidos controlados por esta Delegación pero bien se puede asegurar que cierto número de evadidos vascos escapan a nuestro control por diversos motivos”. Apuntaba, también, que “el paso por la zona del Bidasoa se hace desde Bera y Elizondo” y que “los mugalaris profesionales cobran de 1.000 a 1.500 pesetas, sin maletas, claro está, pues el transporte de estas queda para ulteriores viajes que casi nunca se efectúan” (aprovechando este informe, habría que añadir que durante la Guerra Civil de 1936, los distintos testimonios apuntan que también hubo huidos que se aprovecharon de contrabandistas para cruzar la muga. En estos casos, el precio solía ser de 500 pesetas). Sobre el destino, el informe concluía: “Los evadidos que son detenidos por las autoridades francesas son examinados libremente en Mérignac-Centro de Emigrantes, donde después de someterles a


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Puente de Dantxarinea, hacia 1936.

un examen médico salen a trabajar en igualdad de condiciones de los trabajadores franceses y provistos de su correspondiente documentación. La mayoría opta por los trabajos y traídas de agua, pantanos, presas en construcción. Los resistentes, una vez demostrada su calidad, son alojados y documentados por los servicios de esta delegación hasta su futura colocación”. Este internamiento en campos de concentración franceses y el censo posterior fue norma durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. El paso de la muga no estaba exento de riesgos, algunos de ellos dramáticos. Son numerosas las noticias de disparos de la Guardia Civil o el Ejército contra los desertores y los huidos. El Bidasoa acumuló en tres décadas decenas de cadáveres. Algunas de las muertes fueron incluso fuente para la apertura, por parte de jueces militares franquistas, de diligencias e imputaciones contra los agentes. Pero todas fueron sobreseídas en función de relatos rocambolescos que se han reproducido en el tiempo.

El panadero de Hondarribia, Juan Muñoz Ugartemendia, fue muerto por una patrulla del Ejército, a finales de 1945, cuando intentaba atravesar el Bidasoa. Abiertas diligencias por un juez militar, los agentes fueron exonerados de cualquier responsabilidad pues, según declararon, Muñoz Ugartemendia había intentado escaparse una vez detenido. En 1941, dos guardia civiles del puesto de Zugarramurdi acusados de la muerte de otro fugado, fueron declarados inocentes al declarar que ellos habían disparado “al aire”. La huida fue también excusa para tapar otra serie de crímenes. El caso de Herbert y su hijo Erwin Reppekus, de nacionalidad alemana y vecinos de Donostia, fue uno más entre estas historias de falsos exiliados que habían sido ejecutados y su muerte ocultada. El origen de los dos desaparecidos provocó la protesta del consulado alemán, aliado de Franco, y se abrieron diligencias por el juez Emilio Ciberia. Policía y Falange elaboraron sendos informes señalando que los Reppekus habían sido conducidos a la muga de Luzaide,

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Refugiadas vascas en Cataluña, trabajando en la industria bélica. o Archivo Histórico del Gobierno vasco. Fondo del Departamento de Asistencia Social.

de donde se habrían fugado. En realidad habían sido ejecutados en Hernani, como se descubrió en 2004, casi 70 años más tarde. Apuntar, a la conclusión de este capítulo, que las dificultades en la definición, lugares de acogida y disparidad en la motivación de los exiliados, se trasladó ya a su primera fase, al menos en época reciente. La masiva huida de hombres, mujeres, niñas y niños en los estertores de la Guerra Civil, tanto en Euskal Herria como en Cataluña, fue una excepción, a pesar del número. Una excepción como modelo. Los barcos y barcazas para escapar ante la llegada de las tropas franquistas de los puertos vascos, y más tarde en medio de la ocupación nazi de Europa, desplazaron y traslada-

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ron a miles de refugiados. Estos impulsos iniciales desaparecieron en 1942 y entonces fueron los mugalaris quienes se encargaron de organizar los pasos de frontera en la huida. En ocasiones también por mar. Pero estos mismos mugalaris que en sus inicios contrataban las organizaciones políticas, avalados por redes de evasión que al finalizar la Segunda Guerra Mundial, desaparecieron, fueron reduciéndose y concentrando su actividad. Sus clientes pertenecieron a grupos diferentes. Aunque las definiciones nos llevan a contemplar el exilio como una complejidad, como una experiencia personal vivida de mil maneras diferentes, el hecho repetitivo, en el tiempo y en el espacio, nos transmite elementos de unidad. Esa caracterización nos llevaría al escenario del concepto universal. Sobran en esta breve introducción las razones poéticas. Escribía Adolfo Sánchez, exiliado republicano español: “¿Mal menor entre la prisión y la muerte? El exilio sigue siendo una prisión, aunque tenga puertas y ventanas y calles y caminos, si se piensa que el exiliado tiene siempre ante sí un alto, implacable y movedizo muro que no puede saltar”. En el otro extremo se encontraría la visión de Marc Légasse, hijo de exiliados anteriores a la Guerra Civil de 1936 procedentes de Bermeo, que nació en París pero se asentó en Ziburu. Dejó párrafos literarios sobre el exilio y la naturaleza de Euskal Herria y su pueblo. En síntesis (Pasacalles por un país que no existe), su teoría avanzaba la idea de que puesto que los vascos no tenían patria reconocida, el abandono de su tierra no tenía valor, era una forma natural imposible de definición política: “Alabado sea el pueblo que, por amor a una lengua sin diplomas y a un país sin diplomáticos, no tiene cabida ni en la Historia ni en la Geografía, ni tan siquiera un banquillo en el concierto de las naciones. Tan invencible como el viento del desierto, pasa por las dunas de los siglos, elegante y discreto, sin dejar más huella que el albatros sobre las olas del mar”.


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