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Cruzando puentes
from Revista EC 118
Pedro J. Huerta Nuño. Secretario general de EC
En sus primeras palabras como papa, León XIV nos animaba a caminar “sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros”. No se trataba de una frase para el aplauso fácil, sino de una llamada a recuperar la confianza frente al desencanto, a mirar el mundo y a mirarnos con la esperanza que nace de la fe. Frente a quienes se empeñan en analizar los signos de los tiempos con las lentes del cálculo ideológico, el papa nos invita a levantar la cabeza, salir del encierro y abrirnos al otro.
Y esa es, en buena parte, la tarea de quienes asumimos la misión de la educación católica: tender puentes. No es casual que al papa se le llame “pontífice”: pons facere, el que hace puentes. Un puente une orillas, aproxima lo distinto, salva vacíos, abre caminos de paz. El sucesor de Pedro tiene como misión conectar a Dios con la humanidad, a las personas entre sí, a la Iglesia con el mundo. En un tiempo en que la polarización se ha vuelto rutina, construir puentes no es solo una imagen poética, sino un compromiso evangélico y educativo urgente.
Nuestras escuelas están llamadas a ser lugares de conexión: entre generaciones, culturas, saberes, biografías. Donde otros levantan muros, nosotros tenemos que abrir puertas y trazar puentes. Y eso empieza por vivir, también como educadores, en disposición de salida, cultivando la escucha, el cuidado y el diálogo. Como dijo el papa Francisco: “Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias” (Fratelli tutti, 217). Educar es precisamente eso: formar para la comunión, no para el aislamiento; para la colaboración, no para la competencia; para la paz, no para la sospecha.
Construir puentes no es una opción pastoral entre otras, es el único camino
Una de las prácticas más tristes y repetidas de todas las guerras sigue siendo la destrucción de los puentes. Aún mantenemos en la memoria la imagen del Puente Viejo de Mostar, destruido en 1993 a causa de la guerra de los Balcanes. Romper puentes es fácil: basta con reducir al otro a una etiqueta, ignorar sus heridas, dejar de escuchar. Tenderlos, en cambio, requiere humildad y coraje.
Construir puentes no es una opción pastoral entre otras, es el único camino. Francisco nos habló de pacto educativo, León de construir puentes. Dos imágenes para una misma tarea, en la que necesitamos idénticas actitudes: facilitar el diálogo y el encuentro, vivir en disposición de salida, abrazar la fragilidad de la realidad, perder el miedo.
Pero no basta con construirlos: también hay que cruzarlos. Y eso implica riesgo. Cruzar un puente es dejar atrás el refugio cómodo de nuestra orilla, exponernos, dejarnos transformar por el encuentro. También la educación exige ese éxodo: ir al encuentro del alumno concreto, de la familia concreta, del contexto concreto. No desde la altura, sino desde la cercanía.
El papa León XIV nos lo ha recordado, con palabras que resuenan con fuerza en nuestra misión educativa: “Ayudadnos también vosotros, luego unos a otros, a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz”. Eso es educar: acompañar al otro para cruzar puentes juntos.