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LA CULTURA INMATERIAL. LO QUE SE SIENTE, LO QUE SE TRASMITE
con sus gruesos labios el tamborilero? No hay memoria de amores manchados porque nunca, a pesar de ser bellos ¡buenos ojos tienes! le ha dicho un mancebo. Y ella sigue desdenes rumiando y ella sigue rumiando desprecios pero siempre acercándose a todos siempre sonriendo presentándose en fiestas y bailes y estrenando más ricos pañuelos ¿ que tendrá la hija del sepulturero? Me lo dijo un mozo: ¿ve usted esos pañuelos pues se cuenta que son de otras mozas de otras mozas que ya están pudriendo Y es verdad que parece que huelen que huelen a muerto”.
Este temor que vemos reflejado en estos dos testimonios, se extiende en la época en la que se deja de vestir a los difuntos con sencillas mortajas blancas y se les comienza a vestir con ropa de calle, generalmente la mejor que tenía. Para evitar que se desenterrara a los difuntos por la codicia de acaparar esta indumentaria, se solía estropear o inutilizar, rasgando o cortando algún trozo. En algunos casos,, estos trozos se ponían o colocaban en cuadros o vitrinas con composiciones a modo de recordatorio del finado, añadiendo pelo y algunas flores de las que le acompañaron al cementerio.
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El difunto deja, sobre todo, un recuerdo que dura todo el año, pero en especial el Día de los Difuntos y por cercanía el Día de Todos los Santos, en muchas casas se cultivaban flores para realizar ramos que colocaban sobre las tumbas de sus seres queridos. En muchas casas se guardaron las coronas de plumas, las mismas que se compraron para el día del entierro del difunto, incluso se hacían vitrinas para contenerlas y así conservarlas y poder llevarlas otra vez al cementerio los días señalados para su recuerdo. Y así, año tras año, hasta que la corona se estropeaba y se sustituía por otra.
COMO ME VES TE VERÁS
/ MUERTE, RITOS Y COSTUMBRES
Higa. Anónimo Azabache Siglo XVII, 5,5 x 1,8 x 0,5 cm. Colección privada (León)
LA CULTURA INMATERIAL
Lo que se siente, lo que se trasmite
La muerte es algo tan próximo que ha convivido con nosotros de una forma natural y eso nos ha permitido crear costumbres, leyendas, cuentos e historias, que se conocían y se decían en voz baja, siempre en voz baja, ya que no es fácil mencionar o hablar de este tema. Unas veces por miedo, otras por precaución, del no creer creyendo... y de eso mejor no hablar... por si acaso. Si los miedos son algo inherente al ser humano y la muerte, aunque asumida por inevitable, nos da miedo, miedo a la desconocido y a todo lo que la rodea, por este miedo nos envolvemos de amuletos que nos protejan, realizados con todo tipo de elementos y materiales, siendo el azabache un material muy usado en estas tierras, con formas e interpretaciones diversas para que nos protejan y nos ayuden ante la muerte. Hay historias de muertos que quieren volver o simplemente que todavía no se han ido y sus almas rondan en pena por este mundo esperando su partida. El demonio, como carnación del mal y del mal de la muerte, siempre ha sido un elemento utilizado para representarla, por eso en cuentos, historias y leyendas se ha utilizado mucho como forma de representación.
Dentro de la cultura tradicional, la muerte está presente en todo tiempo y lugar, pero no por cotidiano es un hecho menos doloroso. A veces se produce de forma inesperada, por eso hay barruntos y determinados hechos que sirven para predecirla. El más extendido es el aullido de los perros, de noche y de forma repetitiva, recogido en la lírica popular en muchas canciones y coplas, como esta de Pepe y Elena (recogida en Castrillo de la Valduerna, de Manuela Argüello Alonso):
aullaba un perro y a las tres de la noche ya se había muerto”
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Más no es éste el único animal anunciador, en la mayor parte de los pueblos del Páramo leonés son las pegas (urracas): “cuando la pega canta en el corral o en el alero hay muerte en la casa”. También las campanas cuando están doblando o encordando al volver del cementerio de un entierro, si suenan de determinada forma;:“Cae el sonido muy a plomo, están llamando a otro”.
Al igual que los barruntos o presagios, existe toda una serie de ritos, manías y costumbres en el velatorio y a lo largo de toda la despedida. Veamos algunos ejemplos en los párrafos siguientes.
Los espejos se quitaban o se velaban con una tela negra o simplemente se daban la vuelta en el cuarto donde está el difunto velándose y en el resto de la casa. Los espejos siempre han tenido un componente mágico. Son una ventana al otro lado, de ahí el quitarlos o velarlos, porque el ánima del difunto podría asomarse por ellos. Hasta tal punto se consideraban ventanas al otro mundo que en muchos lugares de La Maragatería (León), se consideraba que al mirarse en un espejo a la media noche, en vez de ver el reflejo de la persona se puede asomar el diablo43 .
Al difunto se le lleva con los pies por delante, para que el ánima no vea el camino de vuelta a casa y retorne allí para atormentar a los vivos. Era común la creencia de que el alma del difunto estaba en tránsito durante el primer año y hasta no celebrar el cabo de año no va al lugar definitivo, de ahí la importancia del rigor del luto ese primer año, de las misas del mes, de los novenarios y todas las obras y ritos que se celebran por aquel que se fue.
Otra forma de evitar que el ánima del difunto se quedara en la casa, era echar mercurio en las esquinas del cuarto donde se vela al difunto y en otros lugares de la casa, rito que se llevó a cabo en lugares como La Baña (León), hasta finales del s. XX. Muchas de las arraigadas costumbres en torno a las ánimas y los aparecidos se van a dar en el mes de noviembre, conocido como mes de ánimas que, aunque siempre se tienen presentes, es en esta época del año cuando se hacen mucho más visibles. La iglesia católica en el s. XI a través de San Odilón declara el 2 de noviembre como consagrado para el culto a las ánimas del purgatorio, lo que en la actualidad se conoce como el día de los Fieles Difuntos.
Si viajamos atrás en la historia, los celtas ya celebraban la Fiesta del Samain, el año nuevo solar de su calendario y durante tres días desaparecía la barrera entre los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos y
43 FRAILE GIL, J. M. Disquisiciones Galanas. Salamanca, 2008.
estos últimos podían llevarse al otro lado a parientes deudos y amigos. De aquí derivan costumbres arraigadas en otros países como las calabazas de la fiesta de Hallowen y que en esta tierra fueron nabos y remolachas lo que se vaciaba para poner una vela dentro, ya que la calabaza era un cultivo inexistente por estos lares. Se ponían en las ventanas, en las tapias del corral y en los caminos cercanos al pueblo, cruces para asustar a los espíritus y que estos no vinieran a molestar.
Las luces siempre han estado muy presentes como culto a los difuntos. Así, en la zona de La Valduerna (León), encendían mariposas de aceite (lamparillas) a los difuntos en la estancia donde murió

Cuento “Una visita al cielo” Saturnino Calleja Papel impreso. Siglo XX 7 x 5 cm. Ana María Gago del Río Adelino Lagartos Herreras, Vallecillo (León)
Libro “Don Juan Tenorio. Drama religioso-fantástico” José Zorrilla Papel impreso 1892 16 x 11 x 2 cm. Colección Museo Etnográfico Provincial de León, Mansilla de las Mulas (León) prolongándose durante el año del luto. En la mayor parte de los pueblos de la zona de La Valdería y La Cabrera (León) se sigue poniendo luces (velas) sobre las sepulturas la noche de ánimas y la noche de difuntos, quedando los cementerios iluminados. Pretendían que las ánimas volvieran a su lugar después de esas noches que están sueltas.

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Si nos referimos a las ánimas que están sueltas o penan por los caminos no podemos dejar de referirnos a La Huéspeda de Ánimas o Estantigua (derivación de hueste antigua), que es como se conoce en León a la archiconocida Santa Compaña gallega, si bien carece de parte de la maldad de ésta. La creencia en las procesiones de muertos está muy arraigada en toda la zona norte de la Península Ibérica y otras zonas del occidente, como Extremadura, quizá por la influencia leonesa.
La Huestia o Huéspeda tendrá al menos cinco miembros, delante un ente o espectro de mayor tamaño, que puja una cruz de madera; otra ánima porta un estandarte, una tercera el hisopo y el acetre, la siguiente un farol y el viático y el último una campanilla. Éstos son los elementos mínimos y en muchos lugares hablan de una procesión grande que porta luces de cera o huesos prendidos. Son frecuentes los relatos por La Cepeda, Cabrera, Bierzo Alto y la Montaña. Buscan vivos que van a morir próximamente para avisarles, o personas que les libren de promesas incumplidas, o solo oraciones por la salvación de sus almas. En algunos lugares van retailando para avisar a los vivos antes de que se crucen con ellos: “andar de día que la noche es mía”. Hay una dualidad en torno a las ánimas: por una parte, temor hasta el punto de creer que hablar de ellas o mentarlas demasiado puede hacer que te llamen (Riolago y otros pueblos babianos (León) y, por otra, a tenerlas como conseguidoras, invocándolas para encontrar cosas perdidas, rezando siempre por ellas, al igual que el llamado reloj de las ánimas, invocándolas al acostarte y rezando por ellas te despiertan a la hora deseada y sin sueño. Creencia muy extendida por gran parte de la provincia. Existen muchas costumbres en torno a la comida, esto podría estar relacionado con los banquetes de difuntos de la antigüedad, en los que se creía que el alma del difunto participaba con el resto de los comensales. Quizá la más conocida sean los magostos que, aunque han perdido su carácter ritual, se siguen celebrando. Antiguamente siempre se hacían la noche de ánimas o el Día de los Santos por la tarde, cerca del cementerio o a las tapias del mismo como seguían haciendo en Felechares de la Valdería (León), los niños y jóvenes en el año 2009. Típicos sobre todo del Bierzo y La Valdería, se asaban castañas sobre brasas, dejando algunas sin picar y cuando reventaba la tercera estaban todas asadas. Se bebía vino caliente, se bailaba. Era una fiesta terminada la cual se dejaban unos puñados
de castañas asadas al lado de las brasas para las ánimas. El resto de las fiestas similares que se hacían en otras fechas, eran castañadas y no magostos y no se dejaban castañas para las ánimas.
En las matanzas, en lugares del Bierzo Alto y la montaña, había una costumbre que nos podría recordar esto: después de chamuscar el cerdo, se dejaba sobre brasas una punta de rabo y un trozo de la barbada, que se quemaba por los difuntos del año, aunque no podían disfrutar del cerdo que les llegara el olor.
Compartida con lugares de Galicia, en El Bierzo también existía la costumbre de dejar la puerta abierta la noche de ánimas para que entren a calentarse a la lumbre (ese día se echaba de noche un tuero o tronco grande al fuego para que resistiera toda la noche) y junto a ella castañas y peras para que los difuntos coman de ellas. Costumbre que en la Montaña Oriental se trasladaba a las fechas navideñas, momento en el que los muertos volvían a casa para compartir esas fiestas y se dejaba comida junto al fuego para ellos, tras pasar los reyes se iba haciendo ruido por toda la casa para que no se quedaran en ella.
Para que las ánimas no se quedaran en el mundo de los vivos, hay costumbres que han llegado hasta nuestros días como bendecir las casas con el agua de la vigilia pascual y el ramo bendecido del domingo de ramos, con en-

Jaculatorias, Anónimo Papel impreso 1946-1962 11,5 x 8 cm., 11,5 x 7 cm. y 10 x 6 cm. Colección Museo Etnográfico Provincial de León, Mansilla de las Mulas (León)
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salmos: “Demonios y brujas marcharos de aquí que el agua de pascua la traigo con mi, ánimas benditas seguid camino que el agua de pascua la traigo conmigo”.
Reflejo de la importancia que han tenido las ánimas son los ejemplos que encontramos en la literatura de tradición oral. Desde las más recientes, en las que aparecen casas donde se producen ruidos de noche, se arrastran y cambian muebles y los habitantes, que sospechan que es un alma en pena, le ofrecen misas por la redención de sus penas para que todos esos fenómenos cesen, hasta los romances antiguos, con versiones conocidas desde el s. XVI. Algunos bien podrían haber servido para inspirar a Tirso de Molina o a José Zorrilla para escribir El Burlador de Sevilla o D. Juan Tenorio respectivamente, en los cuales, los dos protagonistas invitan a cenar a un muerto. Esta versión la recogió en Omaña, en el pueblo de Cureña, Menéndez Pidal:
Pa misa diba un galán Caminito de la iglesia No diba por oír misa Ni pa estar atento d´ella Que diba por ver las damas Las que van guapas y frescas En el medio del camino Encontró una calavera Mirándola muy mirada Un gran puntapié le diera Arregañaba los dientes Como si ella se riera.
- Calavera te convido Esta noche a la mi fiesta.
- No hagas burla caballero Mi palabra doy por prenda El galán todo aturdido Para casa se volviera Todo el día anduvo triste
Collar Anónimo Azabache. Siglo XIX 42 cm. Colección Museo Etnográfico Provincial de León, Mansilla de las Mulas (León)
Hasta que la noche llega De que la noche llegó Mandó disponer la cena Aún no comiera un bocado Cuando pican a la puerta Manda un paje de los suyos Que saliese a ver quien era - Dile criado a tu amo Si de lo dicho se acuerda - Dile que si mi criado Entre pa´ca norabuena Pusierale silla d´oro Su cuerpo sentara n´ella Pone de muchas comidas Y de ninguna comiera. - No vengo por verte a ti Ni por comer de tu cena Vengo a que vayas conmigo A media noche a la iglesia A las doce de la noche Cantan los gallos afuera A las doce de la noche Van camino de la iglesia En la iglesia hay en el medio Una sepultura abierta
- Entra entra el caballero Entra sin recelo´n ella Dormiras aquí conmigo Comerás de la mi cena
- Yo aquí no me meteré No me ha dado Dios licencia
- Si no fuera porque hay Dios Y el nombre de Dios apelas Y por ese relicario Que sobre tu pecho cuelga Aquí habrías de entrar vivo Quisieras o no quisieras Vuélvete para tu casa Villano y de mala tierra Y otra vez que encuentres otra Hácele la reverencia Y rézale un pater noster Y échala pa la guesera Así querrás que a ti te hagan Cuando vayas de esta tierra.
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