2 minute read

La huella literaria de la Odontología

Next Article
Ofertas de empleo

Ofertas de empleo

Juan Ruiz Parra

Los dos libros de Manuel Vilas que presentamos en esta sección son un vaciado del alma. Pocas veces -mejor nunca- he leído confesiones tan descarnadas sobre los propios traumas, las inseguridades, las obsesiones, la idea recurrente del suicidio… Pero también son libros de una extraña belleza en los que se encuentra mucho más de lo que uno, en el comienzo de la lectura, esperaba encontrar.

Advertisement

ORDESA (Libro del Año Babelia El País 2018). Manuel Vilas. Edit. DEBOLSILLO 2020. Pág. 243: “Tengo que poner la lengua en medio de los dientes, para que estos no choquen entre sí. La lengua entre el maxilar superior y el maxilar inferior. Fui al dentista, porque me dolía una muela. No hay caries -dijo-, hay trauma. Tiene que procurar no cerrar los dientes. Son nervios, es un problema psicológico, es estrés, angustia; probablemente, ocurre cuando duerme. Los dos maxilares chocan, colisionan. Hizo un gesto. Apretó sus dientes. De modo que me pongo entre los dos maxilares. Pagué doscientos euros al dentista. temperatura de funde el oro? ¿Tendría que mirar ese dato en Wikipedia, y qué lograría averiguándolo? ¿Se quedó el diente de oro el forense que le hizo la autopsia a mi padre para extraerle el marcapasos? ¿Lo revendió luego, cuánto sacó? ¿Hizo un pack, de diente de oro y marcapasos? ¿El oro y el corazón? Mi padre tuvo un corazón de oro”.

Doscientos euros de nervios, porque no había caries. Le doy demasiada importancia al dinero por el simple hecho de tener poco. Me gustaría saber si, de tener mucho dinero, le daría tanta importancia”. Pág. 245: “Mi madre me llevaba al dentista cuando era pequeño: mi colmillo estaba saliendo encima del primer molar; mi colmillo no tenía sitio; se estaba montando sobre el premolar. El dentista me puso un aparato; dijo que si no me ponía un aparto de mayor me parecería al conde Drácula. Mi padre no iba al dentista. Mi padre tenía un diente de oro. Se lo pusieron en su juventud. Había olvidado el diente de oro de mi padre. En mi infancia, la boca de mi padre era de luz por aquel diente, que a mí me parecía misterioso y me daba un poco de miedo. Para el niño que yo fui, mi padre el hombre de la sonrisa de oro. Para mí, su boca iluminada era un enigma que acentuaba la procedencia heroica y sobrenatural de mi padre. Al quemar el cadáver de mi padre, ¿se fundió el diente de oro? ¿A qué ALEGRÍA (finalista Premio Planeta 2019). Manuel Vilas. Edit. Planeta 2021.

Pág. 205: “Tiene gracia que esté pensando en balas, boquete en un cuerpo, en vigas agujereadas. Precisamente yo, que cuando tengo que ir al dentista me parece que voy al matadero de pollos. Yo, que no aguanto ni un mínimo pinchazo de anestesia en una encía. Yo, que cuando me gradúo las gafas no soporto que nadie husmee en mis pupilas. Por otra parte, de dónde diablos saco yo una pistola. No las venden en el Carrefour, no las venden en el Hipercor, no las venden en Zara”. I M P R E S I O N E S

I M P R E S I O N E S

This article is from: