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En la “Primavera de Praga”, de la ma no con Teresa
POR ENRIQUE BOTELLO*
Afinales de los años 80, en el Taller de fotografía de Extensión Universitaria (Universidad Autónoma de Baja California, en Ensenada) se vivía un clima de interacción cultural y artística muy orgánico; entonces yo estaba en un grupo de teatro callejero —“Teatro fuera del Teatro”, comandado por Jacobo De (Rodolfo Alcaraz)—, a la par que me iniciaba en el quehacer fotográfico. Vivíamos, respirábamos, comíamos el arte: interacción que, a muchos de mi generación, permitió acercarnos a diferentes disciplinas, todas amalgamadas por la literatura y sus romances afines con el sueño utópico y la cruda realidad.
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En esa fecha, el “Muro de Berlín” fue derribado; las fronteras del bloque comunista se abrían de ida y vuelta, impulsadas por la “Perestroika” de Mijaíl Gorbachov; los acuerdos con Ronald Reagan (en ese tiempo, presidente de los Estados Unidos), con la finalidad de abrir rutas comerciales al mundo occidental, finalmente daban frutos para liberar, de manera paulatina, las prácticas represivas que se habían implementado desde el estalinismo soviético.
Mi amigo Rael Salvador —editor de esta Revista Cultural—, me hizo llegar el libro La insoportable levedad del ser (Tusquets Editores, 1985) de Milan chocorrol_@hotmail.com
Kundera; lo leí de corrido en un par de días, fue una experiencia muy particular en muchos sentidos: en mi adolescencia preparatoriana me había sumado, de manera comprometida, a la lucha contra el sistema capitalista y, por supuesto, seguí de cerca muchas de las historias de los países aliados o sometidos por la ola roja.
De tal manera, que me era —y aún me son muy familiares—, los ambientes que se narran en la historia, los libros y en las películas con referencias a esa época. Con esa novela de Milan Kundera sucedió eso: me sentía parte de ese mundo, vivía y sufría los temores de los protagonistas, también los momentos agradables en los que se podía burlar al sistema.
Cuando llegó la película —al extinto “Videocentro”, que tenía una sección de Cine de Arte—, nos dimos a la tarea de verla minuciosamente; me enamoré a primera vista de Teresa, interpretada por Juliette Binoche, y confieso que sigo enamorado. La similitud con los sueños de los personajes y los míos, y el hecho de que Teresa se interese por la fotografía, me hicieron que gozara aún más de la narración fílmica.
Lo interesante para mí —y la relación que viví con la novela— se potencializa cuando conozco el trabajo de otro checoslovaco: Josef Koudelka, famoso fotógrafo de la Agencia Magnum.
Mientras la Teresa de Kundera, de manera circunstancial, se acerca al ejercicio de la fotografía, Koudelka —quien es ingeniero en aviación— lo hace por la convicción de documentar lo que sucede en su entorno. La referencia a Josef se aprecia de forma magistral en las escenas de la invasión rusa durante la cruenta “Primavera de Praga”; Philip Kaufman, director de la película (La insoportable levedad del ser, 1988), recrea la entrada del ejército soviético e inserta a Teresa y Tomás en medio de ese caos, mientras ella fotografía el infierno provocado por los tanques de guerra.
Una referencia clara a las experiencias de Koudelka, se plasma cuando en algún momento, Teresa entrega unos rollos a una persona para que los lleve fuera de Checoslovaquia para ser procesados y publicados en los principales diarios de Europa y el resto del mundo.
En 2003, tuve la oportunidad de ver una retrospectiva de Koudelka en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, en ella pude observar y recrear esa “Primavera de Praga” que Kundera vivió y plasmó en su famosa novela.
La novela que vivirá la inmortalidad, mientras Kundera descansa en paz.
*Fotógrafo y docente de la Facultad de Artes (UABC)