Los nombres DE LOS ELEMENTOS Segunda parte Luis Ignacio de la Peña
En la entrega anterior1 se pudo saborear una probada de los múltiples motivos que llevaron a la adopción de un cierto nombre para los elementos químicos: astronomía, mitología, lugares, detalles específicos, tributo a científicos destacados… Berzelius estableció en el siglo XIX las reglas para los símbolos y la nomenclatura de los compuestos. En la primera mitad del siglo XX la International Union of Pure and Applied Chemistry unificó la nomenclatura y, en las llamadas reglas de Lieja, estableció criterios para dar nombres en el futuro, de donde se derivan las normas que consideran el número atómico y las raíces numéricas. Pero mejor entremos en materia o, quizá mejor, hundámonos en nuestro elemento…
Cloro Éste, como otros elementos, debe el nombre a su color. En griego chloros significa “verde claro”. Fue bautizado por Davy, quien usó la palabra chlorine. Más tarde, Gay-Lussac propuso clore, y de ahí se formó el nombre en español. La historia del descubrimiento de este elemento es muy interesante pero larga para estas notas. No siempre se le reconoció como elemento y se creía que era un ácido, debido a que picaba y hacía lagrimear. Argón Todos los interesados en la materia saben que el argón es un gas inerte y que entre otros usos se emplea en la creación de ambientes en los que se tratan de evitar las reacciones químicas. A esa cualidad debe el argón su nombre, pues en griego significa “inactivo, perezoso, vago”. Así sea entonces, aunque su presencia excesiva en un ambiente pueda provocar asfixia o desde 1968 resulte utilísimo en un láser para curaciones oftalmológicas u odontológicas.
* Véase: Luis Ignacio de la Peña, “Los nombres de los elementos. Primera parte”, Correo del Maestro, núm. 159, año 14, agosto de 2009.
CORREO del MAESTRO
núm. 161 octubre 2009
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