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El Heraldo
Martes 15 de Septiembre de 2020
ADELHEID KULGKIST NIESE DE ROSENKRANZ Una nota necrológica de sus familiares, recordó en El Heraldo del pasado 12 de septiembre, los setenta años del fallecimiento de la ilustre dama y benefactora de Linares, doña Adelheid Kulgkist Niese de Rosenkranz. Es comprensible que el olvido cubra el nombre y la obra de tantas personas que, en el pasado, dieran lo mejor de su vida, en bien de sus semejantes. Doña Adelheid (nombre que luego de castellanizaría a Adelaida) nació en Valparaíso en 1862. El 16 de abril de 1885 casó en ese puerto con Guillermo Rosenkranz, natural de Cassel, Alemania. El matrimonio se radicó en Linares, en un sector que más tarde sería Avenida Brasil y donde instaló una cervecería, que fue una de las primeras industrias de este tipo en la ciudad. Del enlace nacieron tres hijo, Anita, Guillermo y Carlos. El esposo debió viajar a Alemania, a arreglar tramites de una herencia, partida de la que lamentablemente nunca retornó, por cuanto el vapor “ Virjilia “, de la Hamburg - Pacific Dampfschiffs - Linie, en que retornaba a Chile, tocó puerto en Punta Arenas a principios de septiembre de 1890, para luego internarse en el estrecho de Magallanes. La barca francesa Almendral le pidió auxilio por cuanto estaba en riesgo, pero el Virgilia no accedió al llamado. Se habría hundido al sur del Cabo Pilar, en las costas de la isla Desolación., pero tras intensas búsquedas de la cañonera Pilcomayo, los vapores Toro y el Cóndor, nunca se encontraron rastros de su naufragio. Viuda, doña Adelheid retornó a Valparaíso sin descuidar su industria de Linares, pero, tras darles educación a sus hijos, volvió a nuestra ciudad. Debió soportar el dolor de perder a su hijo Guillermo, de trece años, en 1900, a causa del tifus. Ya radicada en esta villa, se convirtió en una de las grandes pioneras de la caridad hacia los que sufren. Sola, viuda y debiendo vigilar sus negocios, se dio tiempo para visitar periódicamente el desvalido hospital linarense. Vio sufrimiento, pobreza y carencias de todo tipo. De esta forma, reuniendo voluntades, fundó la Cruz Roja local el 2 de enero de 1922, junto a un grupo de voluntarias a quien llamaba cariñosamente “sus chincolitas”. “Toda la ciudad sabía que era la madre de los enfermos, y nadie nunca negó su cooperación cuando ella lo pedía”, dijo en sus funerales doña Flor María de Arlegui a nombre de la Cruz Roja. Su afán de servicio y altruismo, la convirtieron en una de las figuras más respetadas de la zona, siendo proverbial su buena voluntad y vocación por aliviar el sufrimiento de los más necesitados. El grupo de damas que le acompañó recorrían incansablemente las salas del antiguo hospital, dando consuelo, enjugando lágrimas de
Doña Adelaida, al centro, y sus hijos, Anita y Carlos
los niños y llevando el apoyo material y moral, ambos tan necesarios cuando se está postrado. En los terremotos de 1928 y 1939, estas nobles mujeres linarenses, guiadas por el incansable ejemplo de su líder, realizaron una sobrehumana tarea de ayuda y consuelo a los heridos y enfermos. Su esfuerzo, vocación y extraordinaria gestión realizada en la respetable institución de la Cruz Roja, fue reconocida por su Presidente InternaJaime González cional, Hans Max Huber, quien otorgó a doña Adelaida la máxima distinción de ese organismo Colville por relevantes servicios realizados en bien de la Academia Chilena de humanidad. La condecoración llegó a Linares a la Historia mediados de 1947, cuando ya era Presidente de la organización Carl Burckhardt. En una solemne ceremonia pública, ante autoridades y públicos de todas las esferas, los doctores Guillermo Vásquez Aravena y Carlos Vera Solano, hicieron entrega del galardón a doña Adelaida Kulgkist Niese. Conforme los principios de la Cruz Roja, la homenajeada había hecho realidad el “Procurar prevenir el sufrimiento mediante la promoción y el fortalecimiento del derecho y de los principios humanitarios universales”. Su muerte, ocurrida el 12 de septiembre de 1950 fue un duelo local y nacional. La Cruz Roja Chilena, fundada en Punta Arenas en 1903, expresó su pesar por esta pérdida. Sus funerales efectuados el martes 13 de septiembre fueron presididos por las autoridades locales y representes de la Cruz Roja chilena, en un cortejo que encabezó la banda de la Escuela de Artillería, además de delegaciones de alumnos de todas las escuelas locales. En sus exequias, además de la delegada de la institución nombrada, intervino el Alcalde de Linares Alberto Camalez, quien en parte dijo: “De charla extremadamente agradable, siempre había interés en oír su palabra culta que unida a la vivacidad de su espíritu, formaban a su alrededor un ambiente de señorío y estimación profunda”. Su nieta Silvia Kreft Rosenkranz, nacida del matrimonio de Desiderio (Dietrich H. Kreft) y su hija Anita, fue reina de la primavera en 1924. No sabemos si existe alguna calle en Linares o una sala del Hospital, que lleve su nombre. Es una gran deuda de la ciudad con esta noble benefactora. (Agradecemos a don Sergio Barriga Kreft su colaboración en esta crónica)
Doña Adelaida Kulgkist en sus últimos años
Emotivo homenaje de la Cruz Roja de Linares a su fundadora.
PERDÓN, TATA RENÉ René Recabarren, una de las mejores personas que he conocido en todos los aspectos que un ser humano puede tener, y, sobre todo, un buen abuelo. La vida es tan extraña, a veces me pregunto ¿nos acordamos el momento en que empezamos a existir?, ¿cuándo somos realmente conscientes que estamos vivos? Nadie se da cuenta, solo sé que en mis primeros recuerdos de haber empezado a “vivir” tú siempre estuviste ahí, en esos recuerdos fragmentados de la infancia. No fui tu primer nieto, pero sí sé que fui el más regalón para ti. Tú para mi fuiste abuelo y padre, sé cuánto me querías y el vínculo inmenso que formaste entre nosotros. La vida nos separó muy pronto, sé que querías vivir más, verme titulado era uno de tus sueños,
siempre me lo decías y me lo recordaste la última vez que hablamos. Tata... ya no puedes escucharme... pero de alguna manera escribir esto me alivia un poco, porque sé lo importante que era para ti este Diario. Te quiero pedir perdón por todas las veces que me molesté contigo, por nunca haberle tomado el peso a la enfermedad que tenías, por no haberme dado cuenta... por no haber estado tanto contigo este último año, siempre me quedaba un par de días en tu casa, pero no fueron lo suficiente. Prefería hacer otras cosas en tiempo que pude haber pasado contigo, nunca sabiendo que tu vida se acabaría mucho más pronto de lo que me podría imaginar. Jamás me lo podré perdonar, pero en el fondo tú sabes que yo te amaba y lo seguiré haciendo. Perdón mi tata, quizás nos veamos algún día si es que hay otro “lugar”, y si no lo hay, fue un placer haberte conocido. Te extrañaré tanto... Abracen a su familia en casa, hoy día estamos, mañana no sabemos. Genaro