Philadelphia

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enviaría? ¿Al piloto debutante y prometedor o a mi mejor piloto, que ha cosechado múltiples éxitos y tiene la preparación y experiencia necesarias?”. Me gustaría añadir, por último, dos discursos que me parecen de enorme valor e interés en relación con la asignatura: El primero es la introducción que realiza Joseph Miller al Jurado nada más comenzar el juicio: “Señoras y señores del Jurado: olvídense de todo lo que han visto en la televisión; no va a haber ningún testigo sorpresa de última hora, ni se desmoronará nadie en la tribuna con una confesión lacrimógena. Se les van a presentar los hechos escuetos: Andrew Beckett fue despedido. Ustedes escucharán dos versiones de por qué fue despedido: la nuestra y la de ellos, y a ustedes corresponde tamizar la verdad capa por capa hasta que decidan por sí mismos qué versión les parece la más cierta. Hay algunos puntos que debo aclararles. Punto número uno: Andrew Beckett era; es, un magnífico abogado. Punto número dos: Andrew Beckett, afectado por una enfermedad debilitante, tomó la comprensible, personal y legal decisión de guardar para sí mismo el hecho de su enfermedad. Punto número tres: sus patronos descubrieron su enfermedad; señoras y señores del Jurado, la enfermedad a la que me refiero es el SIDA. Punto número cuatro: sintieron pánico. Y al sentir pánico, hicieron lo que la mayoría de nosotros haría con el SIDA: mandar la enfermedad y a todos los que la tengan lo más lejos posible de nosotros. El comportamiento de los patronos de Andrew Beckett quizá les parezca lógico. A mí también. Al fin y al cabo, el SIDA es una enfermedad mortal incurable. Pero al margen de cómo juzguen ustedes a Charles Wheeler y a sus socios según los términos éticos, morales y humanos, el hecho que importa es que al despedir a Andrew Beckett porque tenía SIDA, infringieron la Ley.” El otro discurso es de Andrew Beckett cuando es interrogado por Miller sobre las circunstancias en que ingresó en la firma: “Estaba entusiasmado. Era una gran firma con un brillante porvenir, y me impresionaron sus socios directivos, especialmente Charles Wheeler. Era la clase de abogado que yo quería llegar a ser: dotado de un conocimiento enciclopédico del Derecho, un pleiteador implacable, capaz de extraer lo bueno de las personas y de esclarecer hasta el concepto jurídico más complejo a cualquiera que pasara por la calle. (…) Soy un abogado excelente. Me encanta el Derecho y me encanta ponerlo en práctica. Lo que más me gusta del Derecho es que, de cuando en cuando, uno puede participar en el hecho de hacer justicia. Y cuando eso ocurre, es emocionante.”


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