9-2 Dendra Médica / Revista de Humanidades Vol. 9 Num. 2

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Revista de Humanidades Volumen 9

Número 2

Noviembre 2010

Editorial El mensajero de los astros (1610) José Luis Puerta

Artículos El sanador de la Tierra Benigno Varillas

Chips cerebrales implantables: hoy y mañana Ellen M. McGee y Gerald Q. Maguire, Jr.

¿Es posible implantar chips cerebrales? Momento para el debate Gerald Q. Maguire, Jr. y Ellen M. McGee

Estimulación cerebral profunda en problemas neuropsiquiátricos. Consideraciones éticas Noviembre 2010

Jorge Guridi

Desastres naturales: una visión crítica sobre su entendimiento y gestión Pedro Herranz Araújo y Juan Carlos Gutiérrez Marco

Artículo especial Gregorio Marañón, 1887-1960. Medicina, jerarquía, libertad Santiago Prieto

Vol. 9 N.º 2 Págs. 113-238

En mayo de 1980 el volcán del Mount St. Helens (Washington, EEUU) entró en erupción provocando una columna de humo que alcanzó los 18 km (©Mike Doukas, cortesía del U.S. Federal Government).

Doce artículos para recordar Crítica Vittorio Gassman, “Il Mattatore” Juan Tejero

Página literaria Españoles fuera de España Gregorio Marañón (†)

Miscelánea Conmemoración del cuarto centenario del libro Sidereus nuncius Javier Ordóñez

Martin Gardner, filósofo y divulgador de la matemática Dendra Médica

Manuel González Villa

El fútbol, espejo de Francia Adrián Ruíz Mediavilla


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Revista de Humanidades

Dendra Médica. Revista de Humanidades es una publicación semestral (junio y noviembre) que patrocina la Fundación Pfizer y publica Mediscript, S.L. Fue fundada en 2001 por José Luis Puerta López Cózar y el primer número apareció en junio de 2002 con el título de Ars Medica. Revista de Humanidades con el que ha sido publicada hasta noviembre de 2008 por el Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L., momento en el que por distintos avatares esta empresa editora dejó de hacerse cargo de la publicación y, por tanto, hubo que cambiar el nombre de la publicación. Desde su aparición, la Revista ha tenido como objetivos recuperar la tradición humanística que siempre ha rodeado la práctica de la medicina y contribuir a que se entienda mejor el nuevo paradigma que se está fraguando dentro de la profesión médica. Consecuentemente, la publicación pretende, por un lado, acercarse a la Historia de la Medicina y, por otro lado, favorecer la interacción de esa larga lista de materias que inciden en la práctica clínica de hoy: economía, derecho, gestión, ética, sociología, tecnología, ecología, relaciones internacionales, política, etc. Asimismo, esta publicación desea analizar y promover los valores humanos que siempre deben estar presentes en la relación médico-paciente. Dendra Médica. Revista de Humanidades is a biannual publication (June and November) sponsored by the Pfizer Foundation (Spain), and published by Mediscript, S.L. The journal was grounded in 2001 by José Luis Puerta López-Cózar, and its first issue appeared in June 2002 with the title Ars Medica. Revista de Humanidades. Under this name has been published until November 2008 by Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L. Due to various circumstances, the publisher discontinued it, and the title of the publication should be changed. From its very first issue, the aims of the journal were to restore the humanistic tradition that has always surrounded the clinical practice, and to contribute to a better understanding of the new paradigm that is operating within the medicine. Accordingly, in these pages we try to approach the History of Medicine, and to promote the interactions of the long list of disciplines which are shaping the clinical practice in our days: economics, law, management, ethics, sociology, technology, ecology, international relations, politics and so on. Likewise, this publication tries to analyze and foster the human values that should always be present in the physician-patient relationship.

Redacción

Consejo Editorial

Director: José Luis Puerta López-Cózar (jlp@dendramedica.es) Redactor Jefe: Santiago Prieto Rodríguez (s_prieto@telefonica.net
) Coordinación editorial: Assumpta Mauri (mauri@dendramedica.es)

Juan Luis Arsuaga Ferreras, Enrique Baca Baldomero, Francisco José García Pascual, Julián García Vargas, José Luis González Quirós, Maite Hernández Presas, Juan José López-Ibor Aliño, Emilio Moraleda Martínez, Alfonso Moreno González, Pedro Núñez Morgades, Juan José Francisco Polledo, Marta Reyes Suárez, Juan Rodés Teixidor, Julián Ruiz Ferrán, Elvira Sanz Urgoiti

Periodicidad: Dos números al año (junio y noviembre) que se distribuyen gratuitamente entre profesionales de la salud Suscripciones: Si desea recibir la revista en soporte papel, entre en la página web: www.fundacionpfizer.com. En la parte superior derecha, haga doble clic en la pestaña “consultas” y rellene el formulario, incluyendo su dirección postal. Si prefiere obtenerla en versión electrónica, entre en la página web de la Fundación Pfizer: http://www.fundacionpfizer.org/publicaciones/coleccion_de_humanidades/indice_coleccion_de_humanidades.html. También puede conseguir la revista en formato electrónico en: www.dendramedica.es

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Número 2

Noviembre 2010

Editorial | Editorial 117

El mensajero de los astros (1610) The Starry Messenger (1610) José Luis Puerta

Artículos | Articles 120

El sanador de la Tierra The healer of the Earth Benigno Varillas

133

Chips cerebrales implantables: hoy y mañana Implantable brain chips: Today and tomorrow Ellen M. McGee y Gerald Q. Maguire, Jr.

139

¿Es posible implantar chips cerebrales? Momento para el debate Implantable brain chips? Time for debate Gerald Q. Maguire, Jr. y Ellen M. McGee

153

Estimulación cerebral profunda en problemas neuropsiquiátricos. Consideraciones éticas Deep brain stimulation in neuropsychiatric problems. Ethical considerations Jorge Guridi

162

Desastres naturales: una visión crítica sobre su entendimiento y gestión Natural disasters: a critical approach to its understanding and management Pedro Herranz Araújo y Juan Carlos Gutiérrez Marco

Artículo especial | Special Article 176

Gregorio Marañón, 1887-1960. Medicina, jerarquía, libertad Gregorio Marañón, 1887-1960. Medicine, hierarchy, freedom Santiago Prieto

197 Doce artículos para recordar | Twelve Articles to Remember Crítica | Critic 203

Vittorio Gassman, “Il Mattatore” Vittorio Gassman, “Il Mattatore” Juan Tejero


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Número 2

Página literaria | Literary page 212

Españoles fuera de España Spaniards outside Spain Gregorio Marañón (†)

Miscelánea | Miscellaneous 218

Conmemoración del cuarto centenario del libro Sidereus nuncius Fourth centenary commemoration of the book Sidereus nuncius Javier Ordóñez

226

Martin Gardner, filósofo y divulgador de la matemática Martin Gardner, a philosopher and popular writer of mathemathics Manuel González Villa

233

El fútbol, espejo de Francia Football, a mirror of France Adrián Ruiz Mediavilla

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Editorial

El mensajero de los astros (1610) The Starry Messenger (1610) ■ El año 1564 fue testigo del nacimiento de dos grandes hombres: William Shakespeare en Inglaterra y Galileo Galilei en Italia. El primero, profundo conocedor de las pasiones humanas, cuando escribía sobre los entresijos del poder en dos ocasiones situaba su relato en la República de Venecia. Otelo y El mercader de Venecia fueron compuestas hacia 1600, época en la que el Mediterráneo aún era el centro del mundo y Venecia su capital. En ésta, pese a los rigores de la Contrarreforma, trabajaban sin apenas restricciones mercaderes, intelectuales, aventureros, artistas y artesanos; éstos abarrotaban sus calles y realizaban cualquier tipo de encargo. Los venecianos eran, por encima de todo, gente práctica. Por eso, es muy probable que contratasen a Galileo, como profesor de matemáticas en Padua, atraídos por su acreditado talento para los inventos, que todavía hoy pueden admirarse en el Museo Galileo de Florencia. Entre ellos, destaca su “compás militar”, combinación de escuadra de artillero y regla de cálculo, que fabricaba y vendía en su propio taller, acompañado de un manual para su utilización. Como puede colegirse, Galileo hacía ese tipo de cosas que los venecianos más admiraban; en su caso: scienza commerciale. Por lo tanto, no puede sorprender que cuando aparecieron los primeros catalejos, construidos en los Países Bajos a finales de 1608, sus fabricantes pensasen en Venecia como el primer cliente al que ofrecerle la novedad. Pero su intento fue fallido, pues la República tenía a su servicio un científico y matemático tan preparado o más que los que había en el norte de Europa. Además, Galileo, era un magnífico publicista. Así, en cuanto hubo fabricado el nuevo instrumento, el Senado veneciano se reunió en el campanario de San Marcos para conocer sus aplicaciones. Desde ese estupendo mirador, con el catalejo (spyglass, en inglés) se podía divisar e identificar un barco a más de dos horas de navegación. Su utilidad militar no pasó desapercibida para nadie, ya que existe constancia de que el embajador de Inglaterra en Venecia informó de inmediato a sus superiores. (Es curioso que tanta gente haya tenido que esperar a WikiLeaks para conocer a qué se dedican las embajadas.) Cualquier otro se hubiera conformado con su triunfo en el Campanile veneciano. Sin embargo, Galileo pensó que el instrumento también podía servir para investigar, lo que ya de por sí constituía entonces una original idea. Mejoró los aumentos del telescopio y, luego, lo dirigió al cielo. Hizo por primera vez lo que, desde un punto de vista práctico, debe hacerse en ciencia; esto es, idear un aparto que mida lo que se quiere mensurar o que mejore la capacidad de nuestros sentidos; seguidamente, efectuar los oportunos experimentos u observacioDendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):117-119

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nes, verificarlos, y, por último, publicar los resultados. Así, entre septiembre de 1609 y marzo de 1610, momento en el que sale de las prensas de Venecia su Sidereus nuncius (El mensajero de los astros), por cierto muy bien ilustrado, dedicó sus energías a las observaciones astronómicas. Algunos fragmentos de esta obra, que este año cumple su cuarto centenario, vienen recogidos en el artículo (pp. 214-221) de Javier Ordóñez, con el que queremos rememorar este aniversario. Dos razones fundamentales hacen que Galileo y sus circunstancias no sean un episodio más de la historia. Primera, el empleo de la observación y la experimentación, a partir de las cuales el astrónomo teoriza, marcan una clara inflexión que señala con claridad la primera madurez de la ciencia moderna. Con él se inaugura una nuove scienze, que rompe con el pasado. La investigación de Galileo, por lo tanto, no se queda en una mera recopilación de datos sensibles, sino que los relaciona sirviéndose de las matemáticas. El alcance de esta relación quedó expuesto con claridad en las primeras páginas de su obra Il Saggiatore (El experimentador, 1623): “La filosofía está escrita en este grandísimo libro que continuamente está abierto ante nuestros ojos (digo: el universo), pero no puede entenderse si antes no se procura comprender su lengua y conocer los caracteres en los cuales está escrito. Este libro está escrito en lengua matemática, y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es totalmente imposible entender humanamente una palabra, y sin las cuales nos agitamos vanamente en un oscuro laberinto”. O sea, la naturaleza puede reducirse a formas geométricas y a fórmulas matemáticas. Sin embargo, como se sabe, no fue nuestro astrónomo el único en percatarse de que el progreso de la ciencia iba por este camino. Y, segunda, el desincentivador mensaje que supuso su humillante proceso y posterior confinamiento, unido al creciente hostigamiento de la Inquisición y la enorme pujanza económica surgida en el Atlántico, ahogaron el desarrollo de la ciencia en el Mediterráneo, que acabó encontrando caminos más expeditos en el norte de Europa. Baste recordar que, a causa de la condena de Galileo, Descartes no quiso publicar su Traité du monde, que no vio la luz hasta casi 30 años después de su muerte. Quizá, por todo esto, el azar quiso que, el día de Navidad del año en que moría Galileo ciego, empobrecido y arrestado en su domicilio de Arcetri (Florencia), en Inglaterra naciera Isaac Newton*. *** Al igual que siempre, los que hacemos esta Revista de Humanidades agradecemos a los amables lectores su fidelidad y a nuestra benefactora, la Fundación Pfizer, el apoyo incondicional con el que nos distingue. Hasta el próximo mes de junio. José Luis Puerta jlp@dendramedica.es *

Bibliografía: Bronowski J. The ascent of man. Londres: Book Club Associates. 1973. Hall AR. The Scientific Revolution 1500-1800. Londres: Longmans, Green & Co. 1967. www.museogalileo.it.

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José Luis Puerta

Pleine lune (©Luc Viatour, www.lucnix.be).

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Artículos

El sanador de la Tierra The healer of the Earth ■ Benigno Varillas* Resumen Estudió Medicina, pero no ejerció. Se volcó en remediar el mal que aqueja al cuerpo celeste llamado Tierra. Ser médico permitió al doctor Félix Rodríguez de la Fuente intuir la teoría Gaia veinte años antes de que Lovelock expresara la idea de que el planeta es un organismo viviente. Océanos, atmósfera, piedras, desiertos, todo forma parte de un ser palpitante. No se puede entender, ni nada funciona, lo uno sin lo otro.

Palabras clave Félix Rodríguez de la Fuente. Ecología. Hipótesis Gaia.

Abstract He studied Medicine, but he did not practice. He did everything he could to cure the complaint from which suffers the heavenly body named earth. Being a physician, Doctor Felix Rodríguez de la Fuente could sense the Gaia theory twenty years before Lovelock stated the idea that the whole planet is a living organism. The oceans, the atmosphere, the stones, the deserts, everything is a part of a beating being. Nothing is understood, nothing works, and less so the one without the other.

Key words Félix Rodríguez de la Fuente. Ecology. Gaia Hypothesis.

* Periodista, comunicador ambiental y director del proyecto Muruna (Mundo Rural Naturaleza). Este texto resume la obra recientemente publicada por el autor: Félix Rodríguez de la Fuente. Su vida, mensaje de futuro (Madrid: La Esfera de los Libros, 2010) con motivo del XXX aniversario del fallecimiento del insigne divulgador de la naturaleza nacido en Poza de la Sal (Burgos) en 1928 y fallecido en un accidente de avioneta en Alaska en 1980. Para debatir y ampliar las ideas que recoge este artículo, el autor mantiene abierto un blog a todo interesado en las mismas en: http://muruna.ning.com/profiles/blogs/el-pensamiento-de-felix.

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■ Allá por los años cincuenta del pasado siglo unos pendencieros estudiantes de Medicina, aficionados al deporte y a las mujeres, oían boquiabiertos a uno de ellos, al que llamaban cariñosamente Felisín, elucubrar en su tertulia diaria del café Norte de Valladolid sobre la similitud de las relaciones que enseñaban en la Facultad que hay entre los tejidos y entre los órganos del cuerpo humano, y las interrelaciones entre las diferentes especies vivas del planeta y las de éstas con los espacios que habitan. A sus 22 años, Félix Rodríguez de la Fuente unía lo que aprendía en la Universidad con lo que oía a su amigo Tono Valverde, el naturalista vallisoletano que en 1964 fundó la reserva de Doñana, y que por aquel entonces iniciaba de forma sorprendente sus primeros pasos en ecología. Tono, enfermo de tuberculosis, escayolado entonces de una pierna, tomaba con dificultad las notas de campo apoyado en muletas. Para abreviar, dejó de abrir fichas por especies y pasó a utilizar una para todas las que veía en cada zona. Así conformó la mente de ecólogo que le hizo pionero en esa ciencia. Intimó con Félix en 1953, cuando éste se empecinó en recuperar la olvidada práctica medieval del arte de cetrería. Rodríguez de la Fuente se sorprendía al verse reflejado en los penetrantes ojos de los halcones cuando los miraba embelesado. Aquellas aves poseían la independencia que añoró siempre, desde que le apartaron de su pueblo agreste y se vio atrapado por internados, imposiciones sociales y perspectivas profesionales convencionales. Descubría en ellas el valor de “la libre y voluntaria asociación en mutuo beneficio de dos cazadores, el más poderoso de la Tierra, el hombre, y el más acabado cazador del cielo”, como escribió, añadiendo: “las experiencias y emociones que atesora el halconero a lo largo de muchas temporadas de caza le demostrarán más y más que el halcón no es un esclavo. Es, quizá, el único animal a quien no se puede someter por la cadena o el látigo. Es un comensal, un amigo”. Cuando el halcón se subía a su guante, su mente se trasladaba a épocas pretéritas. Tenía en el puño cien mil años de historia. El adiestramiento de las aves de presa le despertó interrogantes e inquietudes que le asaltaban al recordar su infancia montaraz en el pueblo burgalés de Poza de la Sal, donde la Guerra Civil le libró de ir a la escuela hasta los 10 años de edad. Sospechaba que los halcones le estaban abriendo las puertas de un arcano. ¿Cuál? Aún no lo sabía. Sólo intuía que tras aquella simbiosis que era capaz de establecer con los grandes depredadores había algo más que un pasatiempo. Estaba empezando a descifrar las claves de una sabiduría ancestral, un legado de la vida que debieron dominar los hombres del Paleolítico. Pero no sospechaba para qué le serviría descubrir semejante misterio y la misión que le esperaba. Sólo intuía que no sabría vivir ya sin el tintineo de los cascabeles, sonido alegre, juguetón, de alerta, que pasó a ser consustancial a su presencia. Era la música celestial del Paraíso perdido. Había estudiado Medicina con la filosofía que entrenaba en atletismo, para cultivar la mente. Quería vivir experiencias intensas, disponer de tiempo para explorar y conocer. Viajar teniendo un objetivo que realizar, no como el turista que picotea el paisaje sin profundizar. Vivir al aire libre, pasarlo bien, no un mes al año, sino todo el tiempo. Intuía que combinando su preparación uniDendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):120-132

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versitaria con su formación autodidacta en rapaces, desarrollaría una actividad en la que sentirse a gusto. Era su máxima prioridad. El hombre, su origen, los antepasados, los homínidos, su evolución, el comportamiento animal y humano, el futuro de nuestra especie en el entramado del planeta, la génesis de la vida en la sopa marina primigenia, la capacidad de la fotosíntesis para transformar sales inertes en vida vegetal, la vertiginosa sucesión de las mil y una estructuras de los seres animados, la fauna, los depredadores, eran temas que le atraían, con los que pasaba las horas hablando en la tertulia del Café Norte cuando estudiaba en Valladolid. Estudió la fauna salvaje con óptica de médico, velando por mantener viva la vida. Compartía su tiempo, espacio y energía, no con pieles polvorientas de museo, sino con seres vigorosos y libres. Su mundo eran las aves de presa en acción, entrenadas como los deportistas universitarios de la pista de atletismo que frecuentaba. Su visión de la vida, su capacidad de divulgar el conocimiento sobre ella, estaba abocado a ser diferente al del biólogo de laboratorio de su época. Así como si falla el hígado, el páncreas o los riñones, el organismo se muere, la naturaleza necesita de todos sus componentes. Ese enfoque le proporcionó una visión de los seres vivos pionera, distinta a la de sus contemporáneos. De ese paralelismo entre el organismo humano y el Universo nació su sentido de pertenencia a un planeta viviente en el que somos eslabones de una cadena y en el que la agresión a una de las partes afecta al resto. La hipótesis Gaia postula que la vida genera las condiciones adecuadas para existir, modificando el entorno. La atmósfera y la superficie del planeta se comportan como un todo vivo que se encarga de autorregular la temperatura, la composición química y la salinidad de los océanos, entre otras constantes vitales. Félix percibía de forma intuitiva esas interrelaciones. Apenas se había propuesto resucitar el arte de cetrería y atraer el aprecio de sus contemporáneos por las aves de presa, cuando el todopoderoso Estado anunció que los vientos soplaban en otra dirección. El decreto del ministerio de Agricultura del 11 de agosto de 1953 por el que se declaraba obligatoria la creación de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos le dejó claro que sus contemporáneos no pensaban en recuperar las antiguas alianzas del hombre nómada y libre del Paleolítico con la naturaleza salvaje. Nada de captar el mensaje que intuía escrito en la bóveda de la cueva de Altamira por los hombres del Magdaleniense que pintaron los bisontes y demás fauna. Nada de acabar con la guerra a muerte contra lo silvestre que se inició con el Neolítico, cuando domesticamos el ganado, las plantas y a nosotros mismos. El rechazo arreciaba y se hacía política de Estado. Fue duro para un joven temperamental asistir al intento de exterminio oficial, por decreto, de las rapaces que admiraba y amaba. El duelo era desigual. Los funcionarios y los terratenientes por un lado, pagando para que medio país se dedicara a perseguir y aniquilar la fauna carnívora y, por otro, dos locos —él y Tono Valverde—predicando que los depredadores eran buenos para mantener el equilibrio ecológico. Se jugaban el tipo descolgándose a los nidos para coger aves de presa, no para matarlas y cobrar la recompensa, sino para anillarlas y soltarlas, o cuidarlas con mimo y entrenarlas para que depredaran más y mejor con la ayuda del hombre. 122

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Figura 1. Félix en Venezuela (1970) durante los rodajes de El Hombre y la Tierra (cortesía de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente).

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El desastre no era sólo que se mataran cientos de miles de especímenes de la fauna salvaje. Lo peor, por irreversible, era que sus territorios, los criaderos de la vida, se destruían a marchas forzadas con infraestructuras y políticas desarrollistas que ignoraban el valor de los recursos naturales. Acabada la carrera de Medicina, Rodríguez de la Fuente se instaló en su casa paterna, en Briviesca. Volvía con la idea de dedicar un tiempo a explorar las posibilidades de la cetrería antes de plantearse ejercer. “El disgusto que le di a mi pobre padre, al buen notario, fue inmenso al decirle que por el momento no pensaba practicar la carrera, y que me iba a dedicar a reinventar el arte de cetrería. Pero siempre he sido fiel a mis intuiciones, fidelísimo a mis apasionados golpes de corazón. Decidí, en cualquier caso, dedicar el tiempo que fuera necesario antes de coger el fonendoscopio y el termómetro —que, por cierto, luego ya nunca cogí, en el sentido práctico— a encontrar un azor y unos halcones para adiestrarles”. En 1956 inició la especialidad de Estomatología en Madrid y aquel mismo año España puso en marcha el medio de comunicación que cambió la vida de sus ciudadanos, particularmente la de Rodríguez de la Fuente. En octubre se inauguró Televisión Española. Las emisiones se hacían desde un pequeño chalet del madrileño Paseo de la Habana. Durante tres años, TVE emitió localmente para la zona centro de la Capital. En febrero de 1959, el servicio llegó a Barcelona; a las dos Castillas en octubre de 1959; a Valencia en 1960; a Galicia y Sevilla en 1961 y a Canarias en 1964. En 1958, con 30 años, Félix culminó la especialidad de Odontología. Su trabajo de curso no pudo ser más original. Comparó las semejanzas de las técnicas empleadas por los halconeros de la Edad Media para hacer implantaciones en las plumas de las rapaces con las de los dentistas. Lo tituló: Técnicas protésicas empleadas por los acetreros del siglo XIV. Fue tan sorprendente que le dieron el premio Landete Aragó. Hasta ese terreno llevó su pasión haciendo un trabajo que unía su mundo particular al de su supuesta futura profesión. El doctor Baldomero Sol, que le conocía de alumno y le apreciaba, le dio trabajo en su consulta odontológica. La dedicación que le requería la nueva actividad no le hacía sentirse afortunado. Veía que la vida laboral de la clínica le absorbía, pero la presión de su padre para que sentara cabeza era fuerte y no quería disgustarle. El doctor Sol accedió a tener un ayudante a medias, no sólo en horario. Su “otra mitad” volaba constantemente fuera de las paredes de la clínica para imaginarse los almendros en flor, las escuadras de grullas rumbo al Norte, los halcones empezando sus vuelos nupciales y el azor cazando para su prole. Estaba ante un dilema y tenía que resolverlo. En febrero de 1958 se sumó al grupo de odontólogos que constituyeron la Sociedad española de Periodoncia. En su cincuenta aniversario, esta asociación profesional exhibiría con orgullo haberle contado entre sus fundadores, a pesar de su paso fugaz por la misma. Fallecido su padre, en 1961, no se sintió obligado a continuar la carrera. Una vez que no podía disgustar a don Samuel, no había nada que le atara a la actividad profesional que había emprendido por respeto filial, no por vocación. 124

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Figura 2. Félix (1965) con los lobos que adoptó: Remo y Sivila (cortesía de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente).

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De 1962 a 1966, vivió volcado en la cetrería. Fueron los años más felices de su vida. Vivía por y para los halcones. Cazando con ellos, vigilando sus nidos, hablando con guardas y propietarios. Con la ilusión de pasar así el resto de sus días. De los 34 a los 38 años, lleno de energía, emparejado con una novia que le secundaba en su afición, libre de la angustia que le ocasionaba verse engullido por la profesión de dentista, se sentía libre como las rapaces cuando elevaba su puño enguantado y salían disparadas tras la presa. El tres de marzo de 1960, escribía al director del diario ABC posicionándose contra la política oficial de exterminio de las rapaces: “Creo que se está cometiendo una verdadera equivocación. ¿Qué pensaría usted, señor director, si supiera que esas matanzas son contraproducentes, que se ha demostrado científicamente que las aves de presa, por contribuir a la selección natural, son la mejor salvaguardia para la conservación de las especies cinegéticas? Si lo que pretenden estas Juntas de Extinción es proteger a las perdices, liebres y conejos, están cometiendo un gran error. Las aves que ellos persiguen son grandes destructoras de urracas, grajas y cuervos, pájaros, estos sí, verdaderamente dañinos, que se alimentan de huevos y gazapos, dotados, por otra parte, de gran fecundidad. Las aves de presa, si es cierto que matan perdices, es a los ejemplares enfermos o menos dotados, impidiendo así la degeneración de la especie”. La facultad reflexiva, el poder pensar, la inteligencia, tenía que servir para capacidades más sofisticadas que la simplona de eliminar toda competencia que intente captar la energía que encierran las presas que uno mismo necesita tomar para nutrirse. Pensar que así queda todo para nosotros no nos hubiera llevado muy lejos. Si alguien hace algo mejor que el hombre, si otras especies son más veloces o más resistentes y gracias a esas facultades cazan más y mejor las piezas que los hombres necesitan para comer, no se las eliminaba, como se hace ahora. En el pasado más lejano aquellos antepasados de las cavernas que algunos imaginan embrutecidos, se aliaban con ellas. La Ecología le enseñó la relación entre las especies, la pertenencia, el sentido cósmico de la vida y el formar parte de un todo. La alianza del hombre con el halcón le descubrió otra dimensión de sí mismo, del ser humano. Comprobó que no siempre debimos de ser tan competitivos y posesivos. Que entre nosotros y con otras especies, en la mayor parte del tiempo que llevamos como sapiens sobre la faz de la Tierra, fuimos una especie cooperativa. Antes de las armas de fuego esa posición era la inteligente y la posible. Donde no llegaba una flecha llegaba el halcón. Justamente por los nefastos tiempos de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos irrumpió en el escenario un pensador que revolucionó el mundo, impulsando otra joven ciencia, la Etología. Como Félix, era médico. Dedicó su vida a observar y a convivir con la vida salvaje. No al estudio convencional, taxonómico, sino a su comportamiento. El austriaco Konrad Lorenz, que así se llamaba, desarrolló la técnica de troquelar animales en el momento de su nacimiento, de modo 126

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que gansos, grajillas y zorros le reconocieran como de su misma especie y mantuvieran una relación incluso de pareja con él. Sus libros se transformaron en best seller y le encumbraron al punto de que en 1973 le otorgaron el premio Nobel de Medicina por sus estudios del comportamiento animal y humano. La Etología y Lorenz encandilaron a Félix Rodríguez de la Fuente. Con esa ciencia entendía mejor la cetrería y ante él se desplegó un mundo de posibilidades. Le apasionó un trabajo de Konrad Lorenz sobre el origen del perro. La alianza con las rapaces le había cautivado, pero la idea de un pacto paleolítico entre el hombre y el lobo, de una hipotética y larga etapa de convivencia feliz con el ahora gran enemigo, eso ya desbordaba su imaginación. No en vano, desde la cuna había oído los aullidos y las historias que sobre los pérfidos cánidos contaban sus mayores. Sus experiencias infantiles, el descubrimiento de la obra de Lorenz, las conversaciones que mantenía cada vez que se veían con el para entonces ya director de la Estación biológica de Doñana del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el profesor José A. Valverde, sobre los depredadores que nos forzaron a ser sapiens, le despertaron el interés por criar lobos, convivir con ellos y arrancarles el secreto que esconden de su relación con el hombre en la noche de los tiempos. Intentó averiguar cómo se entendieron de tal manera que de esa relación surgió el perro. Quería saber por qué se rompió la alianza y el lobo se transformó en la fiera odiada. Porque, en recuperar el pacto con la naturaleza veía la esperanza de supervivencia. En 1977, reflexionaba en su programa semanal en Radio Nacional de España: “Los hombres primitivos, hasta hace 10.000 años, en los que aparece esa etapa cultural humana que se llama el Neolítico, debieron sentir un profundo respeto por la naturaleza, al menos en las últimas fases de los cientos de miles de años que duraron lo que se ha dado en llamar la etapa de los cazadores superiores. Ahora nuestras religiones son neolíticas, nuestras filosofías son neolíticas, nuestras políticas son también neolíticas. Pienso que la gran ruptura del hombre con el pacto sagrado que tenía con la naturaleza, que se produjo hace 10.000 años, aún no se ha corregido, pero intuyo que estamos empezando a romper las amarras del Neolítico. Hay movimientos filosóficos, políticos, de reflexión sobre la actuación del hombre frente a la naturaleza, que están empezando a llamar la atención del hombre diciéndole que no todo puede ser abusar de la naturaleza, aprovecharse de ella sin darla nada a cambio, porque delante de nosotros, si seguimos con esta conducta, está el abismo. Muchas veces he pensado si todas las teorías religiosas y filosóficas que hablan de paraísos perdidos, de expulsiones del Paraíso, de ganarse el pan con el sudor de la frente, de parir con dolor, no se referirán a la ruptura del pacto sagrado del hombre con la naturaleza. Las religiones antiguas, las de los pueblos primitivos, hablan de una divinidad al margen de facciones, de comportamientos o de parentescos humanos. El Comba de los pigmeos, el padre de todos los elefantes, de las plantas y de todos los hombres, es algo inconmensurable, que no se puede representar, que no tiene Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):120-132

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parentesco directo con Homo sapiens, como no lo tiene tampoco con el elefante o con la hormiga. Esas divinidades múltiples que se alojan en el seno de las aguas, que están en las alturas, o que viven en los hielos de los esquimales, divinidades generatrices y desconocidas, están en la misma línea que las divinidades de los pigmeos. Esa otra gran comunidad de seres míticos, que son las estrellas para los bosquimanos, que de alguna manera engendran el alma del cazador, el alma de la doncella, el alma de la hierba, el alma del oryx al que se pretende cazar para comer. Ese gran metabolismo religioso de los pueblos primitivos en los cuales todo forma parte del mismo plasma, de la misma cosa. Esa humildad empequeñecida del hombre ante el cosmos todopoderoso, es algo que pierden los pueblos neolíticos, que inventan, fabrican, divinidades antropomórficas, con barbas y rayos en las manos, con vicios y con virtudes, con pueblos favoritos y pueblos enemigos, divinidades que están fundamentalmente al servicio de la dominación y de la explotación de la Tierra”. Su mensaje caló en una sociedad atrapada por el ruido y el agobio de las ciudades. Se transformó para millones de españoles en el cordón umbilical con la naturaleza y con la aventura. Evocaba el mundo perdido tras la migración masiva del campo a las ciudades. Puso en evidencia el abandono de la cultura rural y el desarraigo de la vida al aire libre que padece buena parte de la población, incluido él mismo. También él se sentía agobiado por el exceso de trabajo, la vida en la megápolis y las obligaciones sociales. Su vida se debatía entre la ciudad, donde vivía su familia, y el campo, donde rodaba sus documentales y escuchaba en el suave tintineo de los cascabeles de sus halcones, que volvían una y otra vez a su puño libremente, la renovación del pacto con la naturaleza. En agosto de 1977, en una carta dirigida a unos niños decía: “Debemos volver a la vieja armonía de las pequeñas comunidades agrícolas que obtenían todo de la tierra y devolvían todo, a su vez, a la tierra. Pero evidentemente, sin renunciar a las conquistas de la técnica que, sin dañar la naturaleza, enriquecen y facilitan nuestra existencia”. Empezaba a imaginar un escenario en el que el hombre del futuro pudiera recuperar el pacto con la naturaleza del hombre del Paleolítico. Su visión de un mundo interrelacionado iba cada vez más lejos. No sólo veía a los seres vivos como un todo. Llegó a imaginar que la solución a los problemas generados por la especie humana era que la evolución nos llevara a desarrollar una especie de mente universal, resultado de la suma de millones de mentes individuales. Pasó a ver la vida inteligente como algo capaz de evolucionar más allá de la limitada capacidad de un cerebro humano, pensando aisladamente. La solución debía estar en un mundo de cerebros pensando en red. Concibió así, mucho antes de que hubiera ordenadores personales, lo que hoy es Internet y las posibilidades de la Sociedad de la información. 128

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Aquella arrolladora personalidad que sabía por experiencia propia del potencial de la palabra, y hasta qué punto puede actuar como una especie de feromona capaz de generar conocimiento de forma cooperativa, intuyó que algún día -sin imaginarse que iba a ser apenas quince años después de su muertese desarrollaría una capacidad extraordinaria, imparable. No le podía dar aún el nombre, pero la describía, como un sueño, no solo suyo, sino de la vida inteligente: “Si el mundo de las termitas, el termitero; el de las hormigas, el hormiguero; el de las abejas, la colmena, mundos limitados, funcionan coordinadamente gracias a que en su interior circulan mensajes codificados, químicos, no intelectuales, que han permitido que un sencillo insecto esté en vías de evolucionar hacia un superinsecto, ¿no es posible que el primate que se llama sapiens, que ha sido capaz de inventar evolutivamente una argamasa infinitamente más plástica e inhibidora, creadora de más apretados entresijos, que es la comunicación, la cultura, pueda con esa argamasa intelectual que es el mensaje, transformar el planeta en un termitero gigantesco de hombres? Para mí, que de verdad estoy siempre mucho más cerca de la esperanza que de la desesperanza, para este amigo de la Vida que he dicho muchas veces que cuando desaparezca le gustaría que pusieran en su lápida biófilo —es decir, amante de la Vida, en todos los significados del término— es como una especie de luz, de infinita esperanza, pensar que el hombre está evolucionando hacia la creación de un súper organismo de nivel planetario y que, si quieren, dejando volar mi imaginación, me atrevería a calificar como un planeta pensante”. Veinte años antes de que se extendiera Internet, y con ella la Sociedad de la información, llegó a la conclusión de que la comunicación y el avance del conocimiento científico podría dar a la humanidad una oportunidad de superar el mal sueño del Neolítico: Seres humanos interconectados cerebro a cerebro, sin cortapisas, intercambiando información, generando conocimiento en común, colocando el saber universal a disposición de todos, de forma gratuita, interactiva. Así imaginó Rodríguez de la Fuente a la humanidad encontrando el camino para que la vida inteligente evolucione más allá de lo que da de sí un solo cerebro que, por dotado que esté, no se puede comparar frente a lo que pueden producir millones de mentes interconectadas. Vaticinó que la Ciencia sustituiría a las ideologías políticas y a las religiones para ser la base de la conducta moral de la especie humana: “Habría que tener en cuenta los imperativos de la Ecología, una ciencia que si se respetan sus parámetros y no se emplean únicamente con finalidades políticas u oportunistas, puede, de verdad, salvar a la humanidad y mantener perfectamente el funcionamiento de los ecosistemas de nuestro planeta”. Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):120-132

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El hombre primitivo era autónomo, seguro de sí mismo. Sabía sobrevivir con sus manos e inteligencia. No necesitaba dominar, doblegar, ni esclavizar a nadie para sustentarse él y los suyos. Y lo que era fundamental, era feliz, divertido, reía y disfrutaba. Imaginó al poderoso hombre del Cuaternario, el que pintó Altamira, inteligente, culto, educado, pacífico, tolerante, igualitario, cooperativo, fuerte, atlético, atrevido, alegre, expresivo, locuaz, libre, autónomo, seguro, cosmopolita, viajero, amante de la vida, feliz y compenetrado con su entorno. Un ser humano que no conocía nacionalismos, fronteras, propiedad privada, la dominación, el sometimiento, el trabajo, los jefes, la dependencia, las guerras, el estrés, la ansiedad, las depresiones. Esa es la conclusión que sacó Rodríguez de la Fuente observando las tribus de pueblos cazadores que tuvo la suerte de visitar en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Logró contactar con los vestigios de un pasado que había perdurado miles de años como si esperara la llegada de alguien a quien pasarle el testigo, conscientes de que se irían para siempre pocos lustros después, con la globalización del planeta y el exterminio cultural de lo que quedaba. Félix se dio cuenta desde muy joven que esa forma de vivir era la única que le proporcionaba felicidad. Una vida parecida a la que disfrutó en su infancia rural, particularmente montaraz, de los años de la guerra, que transformó a su pueblo en una ínsula rural, al margen de la locura exterior en la que vivía el resto del país. Un remanso de paz y libertad en el que los niños que formaban su pandilla pudieron declararse en verdadera “república independiente” ajena a la barbarie de los adultos. Esa vivencia tuvo que influir en su interés por descubrir la etapa de la humanidad en que los hombres llevaron una existencia muy similar, en una infancia paradisíaca, así como que la vida reglamentada y convencional le hiciera sentirse domesticado, domado y dominado. Lo sorprendente es que además de identificar la enfermedad y acertar en el diagnóstico, llegó a esbozar el remedio. Partió de una premisa: la vida es demasiado maravillosa como para que su manifestación más fantástica, que es la vida inteligente, se desarrolle para tener un triste final. Si la evolución dio al hombre la capacidad de pensar, dotándole de una masa cerebral que le permite la reflexión, ese esfuerzo y ese éxito no puede haber sido para acabar mal. Dándole vueltas de cómo podría el ser humano salir del atolladero, de un mundo que se come los recursos disponibles, dio con una fórmula magistral que trabajada aportaba luz a un futuro posible: “Creo profundamente en el inconsciente colectivo. Yo creo que el alma, el espíritu de todos los seres humanos forma como un tejido poderoso que envuelve el planeta y es el que pervive. Yo creo que quienes más aporten a ese alma colectiva, a ese acervo cultural colectivo, a ese ser vivo palpitante, impalpable, que es el ente de la cultura viviente universal, de alguna manera, obtienen un billete para la eternidad. Precisamente por eso, en el ámbito de creer, de estar convencidos de lo mejor que un hombre puede hacer —si lo hace con fe, si lo hace dando todo lo que tiene dentro— es regalar a sus conciudadanos, a los 130

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Figura 3. Félix, convertido en el “lobo alfa” (jefe), con un miembro de su manada en los montes aledaños al barranco del río Dulce en la localidad de Pelegrina, Guadalajara (c. 1968). Esta foto ilustra la portada del libro (Félix Rodríguez de la Fuente. Su vida, mensaje de futuro) recientemente publicado por el autor del artículo (cortesía de La Esfera de los Libros). otros hombres, aunque sepan más que él en casi todo, lo que él ha ido atesorando, acrisolando, a lo largo de su vida, en su mente”. Estas palabras anticipaban el fenómeno de la interactividad y la generación de conocimiento colectivo y cooperativo en red, de mundo en red que iba definiendo como si viera ya en 1976 los millones de blogs que hoy pululan por Internet, y los que vendrán. Las perspectivas de que la especie evolucione hacia un ser humano capaz de recuperar las claves que poseía el hombre que sobrevivió millones de años por entenderse consigo mismo y con la naturaleza, posiblemente nos las dé la Sociedad de la información y el conocimiento. Probablemente lo haga de nuevo bajo la forma del matriarcado, forma de organización social común en pueblos primitivos que viven en el Paleolítico. A este respecto consideraba que: “Si en el grupo zoológico humano el macho ha sido el cazador, el guerrero, el que tiene mayores componentes agresivos, no tendría nada de

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particular que pensemos en una humanidad en que la hembra que se ha despegado menos de los patrones clásicos originales de nuestra especie, vaya a tener un predominio de componente natural. Quizá algún día, como en un termitero, nos hayamos planteado la producción de sucesores de los seres humanos con probeta. Quizá algún día la disciplina doméstica, que es la que impone la hembra en el domus, la hembra que administra y la hembra que rompe agresividades masculinas, y a veces femeninas, sea un planteamiento planetario. Es posible que para entonces ya no haya machos ni hembras, es posible que para entonces ya no haya ni siquiera amor sexual, es posible que para entonces todo sea amor y contemplación y la satisfacción de saber todo lo que se puede saber a través de esa hormona social, de esa noosfera, que es la capacidad que el hombre tiene para la comunicación”. Félix Rodríguez de la Fuente fue un divulgador de la naturaleza sin igual. La convirtió en número uno de audiencia en televisión, radio y quiosco. Transmitió con pasión la felicidad y la admiración que le inspiraba el fenómeno vital. Los españoles le debemos habernos entusiasmado y ayudado a apreciar la vida salvaje. Disfrutamos de él como uno de los mayores soplos frescos de nuestra historia. El accidente de avioneta que segó su vida, la de sus dos cámaras Teodoro Roa y Alberto Mariano Huéscar, y la del piloto Warren Dobson, el 14 de marzo de 1980, día que cumplía 52 años, mientras rodaban un documental en el nevado Alaska, no impidió que su obra continuara. En veinte años de una impresionante y fecunda labor, provocó tal interés por la naturaleza que dejó un ejército de jóvenes dispuestos a consagrarse al estudio y la defensa de la fauna y la flora salvaje. Su vida, su persona, fue el mensaje que nos dejó. Un espíritu indómito, que valoró la libertad y la felicidad por encima de todas las cosas y que siempre opinó que, más pronto que tarde, encontraremos la manera de entendernos con los demás, con la naturaleza y con nosotros mismos.

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El hombre biónico (ilustración de Manuel Garrido).

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Artículos

Chips cerebrales implantables: hoy y mañana Implantable brain chips: Today and tomorrow ■ Ellen M. McGee y Gerald Q. Maguire, jr* ■ Desde la publicación de nuestro artículo ¿Es posible implantar chips cerebrales? Momento para el debate, que se reproduce a continuación en esta Revista, la velocidad del progreso científico se ha visto acelerada. Resulta obvia la acuciante necesidad de encarar los riesgos inherentes a la aparición de seres humanos conectados a dispositivos bioelectrónicos —los cyborgs de la ciencia ficción—. Las innovaciones que están teniendo lugar en el ámbito de los dispositivos semiconductores, bioelectrónica, nanotecnología, ciencia cognitiva y tecnología de control neural, hacen posible la hibridación de seres humanos y máquinas. Tanto los gobiernos de Europa, EEUU y Asia, como las firmas comerciales, están apoyando toda suerte de esfuerzos en este sentido. No menos de 300 compañías privadas están investigando aparatos que puedan mejorar aquellas patologías cuya causa radica en el cerebro, los nervios o la columna vertebral1. Cuando redactamos nuestro ensayo en 1999, las innovaciones reales —no las sugeridas— abarcaban: implantes cocleares, los primeros trabajos sobre implantes de retina e implantes cerebrales para controlar el temblor en la enfermedad de Parkinson. Desde entonces se han empezado a utilizar estimuladores del nervio vago para el tratamiento de la epilepsia y de la depresión resistente al tratamiento convencional2. En marzo de 1998, un paciente diagnosticado de “síndrome de cautiverio” se convirtió en el primer individuo al que le conectaron en el cerebro una interfaz cerebro-ordenador (brain–computer interface, BCI) que le permitía comunicarse con un ordenador, pues podía mover un cursor con su pensamiento3. Este implante cerebral biónico, desarrollado por investigadores de la Universidad de Emory (EEUU), permite la acti* Los autores son, respectivamente: Directora de The Long Island Center for Ethics, Long Island University (Brookville, NY, EEUU) y Profesor de informática y comunicación en el Real Instituto de Tecnología (Kista, Suecia); y han preparado, como autores que son también del artículo que se reproduce seguidamente (¿Es posible implantar chips cerebrales? Momento para el debate), publicado originalmente en 1999, este texto, por encargo de esta Revista, a fin de actualizar algunos de los aspectos que allí se analizan. La traducción es de Assumpta Mauri.

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vación de una BCI simplemente con el pensamiento. Posteriormente se han fabricado articulaciones “biónicas” con microprocesadores incorporados, como rodillas artificiales y piernas inteligentes, denominadas Rheo Knee o C-leg. El Department of Veterans Affairs de EEUU está financiando la investigación de una extremidad “biohíbrida”, que utiliza señales cerebrales para controlar directamente la prótesis de un modo semejante a la forma en que los pacientes con parálisis mueven —valiéndose de su mente— el cursor de un ordenador4. Los primeros trabajos sobre conexión directa del cerebro con manipuladores locales y remotos fueron realizados por investigadores en neurociencias de la Universidad de Duke (EEUU) que lograron entrenar a un mono para que controlase —usando solo su pensamiento— un brazo mecánico5. Desde 2004 se está estudiando un dispositivo denominado Braingate, que permite a personas con parálisis motora controlar un ordenador a través de una interfaz neural con resultados satisfactorios6. El primer individuo en beneficiarse de este sistema fue un paciente tetrapléjico de 24 años, al que se le implantó un chip cerebral que le permitía leer su correo electrónico, utilizar juegos del ordenador, manejar un aparato de televisión, y encender y apagar las luces utilizando solo su pensamiento. Otro paso revolucionario ha sido la realización de un proyecto diseñado para suplir las funciones del hipocampo, de forma que se pueda remediar el deterioro de la memoria a corto plazo7. Los objetivos futuristas del Grupo para la ampliación de los sentidos humanos (Extension of the Human Senses Group) de la NASA incluyen el desarrollo de tecnologías que permitan la fabricación de una BCI que pueda ampliar (o mejorar) las capacidades de los sentidos. Por otro lado, la Agencia de investigación de proyectos avanzados de la defensa (Defense Advanced Research Projects Agency, DARPA) ha destinado 24 millones de dólares americanos para financiar la investigación derivada de las propuestas de seis laboratorios para el desarrollo de sistemas cerebro-máquina (brain-machine systems). El objeto de estos proyectos es controlar robots y aviones exclusivamente mediante el pensamiento. Una rata dirigida por ordenador, previamente modificada en la Universidad del Estado de Nueva York, podría utilizarse para buscar personas después de un terremoto, detectar explosivos y desempeñar ciertos tipos de tareas8. Investigadores de la compañía japonesa Toyota han creado un implante cerebral sensorial que permite a los usuarios el manejo de una silla de ruedas solo con el pensamiento9. En la Universidad de Duke, en enero de 2008, el neurocientífico Miguel Nicolelis, conocido por su trabajo sobre la aplicación de actividad robótica al cerebro de los monos —y al que ya nos hemos referido más arriba—, constató que uno de estos primates, al que se le había implantado una BCI, podía dirigir con su pensamiento a un robot situado en una rueda giratoria que se encontraba en Japón10. La DARPA está financiando el proyecto “Extremidad protésica modular” (Modular Prosthesis Limb, MPL), que se pondrá en marcha en 2011 y que está diseñado para experimentar con un brazo controlado con la mente: “el MPL podrá ofrecer por primera vez el control neural de partes biónicas del cuerpo conectadas mediante cables, independienteDendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):133-138

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mente de que dichas partes se hayan perdido como consecuencia de una lesión o una enfermedad neurodegenerativa”11. Simultáneamente, la DARPA está financiando un programa destinado a aumentar la duración de los implantes neurales, un proyecto clave para desarrollar BCI permanentes12. Llama la atención la cantidad de instituciones y proyectos que están trabajando en este campo. Un estudio de 2007 señaló que la investigación en Norteamérica con BCI comporta sobre todo el empleo de tecnologías invasoras, mientras que en Europa el énfasis se pone en las tecnologías no invasoras y en desarrollar robots inspirados en la biología. Del mismo modo, también se están financiando importantes programas en Asia13. Las cuestiones éticas analizadas en nuestro artículo de 1999 incluían: seguridad, equidad, costes, privacidad, autonomía y justicia. En publicaciones posteriores analizábamos las implicaciones derivadas de la posible combinación de chips cerebrales y clonación, o, incluso, de crear identidades conscientes no biológicas14. Si la realidad física de un individuo pudiera clonarse y su identidad narrativa pudiera ser replicada, trasladada a un chip y almacenada en éste, el individuo podría lograr la inmortalidad. Así, se están desarrollando diversos métodos para registrar las sensaciones, experiencias, pensamientos y emociones de una persona, o para escanear el cerebro y cargar la información en un soporte informático. Todo esto provoca inquietudes muy vivas en relación con la pérdida de un futuro propio para el clon, y la trascendencia que ello tendría sobre su autonomía, singularidad e individualidad. Aún más inquietante resulta la perspectiva de un futuro poscarbono en el que nuestras mentes puedan ser copiadas en otro medio o bien existan en entornos virtuales15. A la vista de estas posibilidades futuras, resulta indispensable que la humanidad discuta y regule estas tecnologías. ¿Es prudente ir en pos de estos desarrollos? ¿Qué normas deben guiar estos avances? Las mejoras que pueden lograrse con las BCI requieren reflexión y un debate público. La ética preventiva nos hace ver que hay que instituir nuevos sistemas de revisión, tanto a nivel nacional como internacional. Los científicos tienen que autorregularse del mismo modo que lo hicieron con relación a la investigación con el ADN recombinante en la reunión que tuvo lugar en Asilomar*. Resulta indispensable crear una agencia que establezca las directrices a las que debe atenerse una tecnología que tiene la posibilidad de transformar la humanidad y que pueda estimular el debate público, posibilitar deliberaciones sobre el tema y facilitar protocolos de investigación16. Asimismo hay que establecer unos patrones normativos que garanticen que en el uso de las tecnologías de BCI con fines de mejora están previstos el consentimiento informado, la reversibilidad y la evaluación inicial mediante ensayos limitados17. Dado que estas tecnologías traspasarán las fronteras nacionales, resulta necesaria una regulación internacional que debe invo* N. de la R.— La Asilomar Conference on Recombinant DNA tuvo lugar en febrero de 1975 en el centro de conferencias de la playa de Asilomar (California, EEUU). Un grupo de 140 profesionales compuesto por biólogos, abogados y físicos elaboró pautas para garantizar la seguridad de la tecnología del ADN recombinante.

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Mujer biónica. Kitts, así se llama esta mujer, se imagina un movimiento de su mano y la actividad muscular registrada en su extremidad residual, que es decodificada por el ordenador que lleva a la espalda, produce un movimiento real. En la foto la vemos con un arnés que porta un brazo experimental desarrollado por la Johns Hopkins en el Rehabilitation Institute de Chicago (cortesía de National Geographic, ©Mark Thiessen).

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lucrar a las sociedades científicas, los órganos de gobierno de la profesión médica, las cámaras legislativas de los Estados, las agencias de la administración pública y las naciones del mundo. Una empresa tal requiere el acuerdo de los gobiernos reconocidos internacionalmente y el respaldo de la ONU. Ya ha pasado el momento de suscitar el debate; lo que toca ahora es actuar.

Bibliografía 1

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Momento para el debate

Implantable brain chips? Time for debate ■ Gerald Q. Maguire, jr y Ellen M. McGee* Resumen Durante mucho tiempo se han utilizado prótesis mecánicas para compensar las discapacidades físicas. Los últimos avances habidos en el campo de la bioelectrónica van a posibilitar que en los próximos 20 años se diseñen chips informáticos y otros dispositivos electrónicos que, al ser implantados en el cerebro, potencien los sentidos o aumenten la memoria, permitiendo en cualquier momento el acceso a la información o la comunicación invisible con otras personas. Estas cuestiones suscitan un debate moral en relación con la seguridad, la equidad, la privacidad y la autonomía, y el temor acerca del uso de las interfaces cerebro-ordenador por parte de los gobiernos para controlar a los individuos. Esto nos obliga a iniciar un debate público para la toma de decisiones en relación al uso y regulación de estas tecnologías.

Palabras clave Chips informáticos implantables. Interfaces cerebro-ordenador. Procedimientos biomédicos orientados a la mejora. Control de la conducta. Evaluación ética.

Abstract We have long used mechanical prosthetic devices to compensate for physical disability. Recent advances in bioelectronics field will make possible that, in the next 20 years, computer chips and other electronic devices will

* Los autores son, respectivamente: Profesor de informática y comunicación en el Real Instituto de Tecnología (Kista, Suecia) y Directora de The Long Island Center for Ethics, Long Island University (Brookville, NY, EEUU). Este artículo, que se reproduce con los oportunos permisos, se publicó originalmente como: McGee EM, Maguire GQ. Implantable brain chips? Time for debate. Hastings Center Report 1999;29(1):7-13. La traducción es de Assumpta Mauri.

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be designed. These devices, when implanted in the brain, will increase the senses or enhance the memory, enabling access to information or to invisible communication with others at any moment. These questions raise a moral debate on issues of security, equity, privacy and autonomy, and worries about the use of computer-brain interfaces for the governmental control of individuals. These points need to be discussed in a public debate in order to make decisions in relationship to the use and regulation of these technologies.

Key words Implantable brain chips. Computer-brain interfaces. Biomedical enhancement procedures. Behaviour control. Ethical assessment.

■ En el correo de hoy llega un catálogo anunciando una sudadera adornada con el lema: “En mi próxima vida voy a tener más memoria instalada”. Casi todos podemos tener este deseo. Tal y como van las cosas, esta posibilidad podría no ser del todo inverosímil. Los que se imaginan mundos llenos de ordenadores afirman que es posible que, en el transcurso de nuestras vidas, chips informáticos implantables, actuando como sensores o impulsores, no solo puedan auxiliar a una memoria que ya está fallando, sino también conferir otras capacidades. Con su ayuda podríamos adquirir fluidez en nuevos idiomas o “reconocer” a personas que nunca hemos visto. Existe, pues, la posibilidad de que la creciente sustitución de partes del cuerpo por componentes mecánicos, conduzca finalmente a la creación de organismos cibernéticos; seres en los que el hombre y la máquina están íntimamente combinados. Si se lleva esta posibilidad al límite, los chips informáticos y otros equipos electrónicos implantados en el cuerpo de un individuo podrían reemplazar, aumentar y potenciar nuestras facultades más humanas: la memoria y la capacidad de raciocinio. Sería posible que pudiéramos llegar a ver el advenimiento del cyborg de la ciencia ficción, una persona que tiene una relación íntima, tal vez necesaria, con una máquina. Las fantásticas representaciones de la ciencia ficción sobre el hombre biónico dificultan la posibilidad de tratar con seriedad esta posibilidad. Los humanos mejorados, como Robocop, y los robots de acero inoxidable recubiertos con piel humana viva, como Terminator, dan un tinte ridículo al tema. La imagen que se da en Star Trek de la pérfida raza de cyborgs, conocida como The Borg, dificulta una discusión sensata sobre la “ciborgización” de la humanidad. Parece remota la posibilidad imaginada en la novela Neuromancer*, de William Gibson, de un mundo en el que la mente humana y la tecnología electrónica se comunican mediante una interfaz de conciencia sin soluciones de continuidad. De ahí que, mientras la atención la absorben los cyborgs de la ciencia ficción, la mayor * N. de la R.— Se refiere a la novela de ciencia ficción Neuromante (título en español), escrita por William Gibson en 1984.

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parte de los individuos —exceptuando el análisis académico en algún medio de comunicación o los textos de unos pocos pioneros audaces— nunca ha participado en una discusión seria acerca de si debemos desarrollar tales interfaces, si podemos controlar esta tecnología, si progresará o perecerá, o quién debiera controlarla. El propósito de este artículo es despertar la conciencia de la comunidad bioética en relación a estas cuestiones, impulsar la creación de un foro de deliberación social y plantear algunas cuestiones preliminares.

Una revolución tranquila La bioelectrónica combina los avances de la tecnología protésica con los de la informática. Dado su origen, posee una larga tradición, puesto que el uso de dispositivos protésicos para rehabilitar y restaurar las funciones corporales va unido a la historia de la humanidad, desde estadios en los que solo se disponía de simples extensiones externas del cuerpo humano, como muletas y patas de palo, pasando por pies almacenadores de energía (energy-storing prosthetic feet, ESPF) y dispositivos controlados por la contracción muscular, hasta los aparatos actuales con interfaces conectadas directamente con el cerebro. En todo el mundo existen al menos tres millones de personas que viven con implantes artificiales1, como prótesis de mama, pene, pectoral, testículo, mentón, pantorrilla, pelo y dentales. A lo que se suman, por un lado, las hormonas y medicamentos prescritos con tal finalidad sustitutiva; y, por otro, el grupo de los dispositivos médicos, como extremidades biónicas, marcapasos cardíacos, pequeñas bombas implantables que ayudan a la circulación pulmonar o sistémica2, y bombas bioquímicas automáticas que reemplazan o potencian partes del sistema nervioso o neuroendocrino, y que también pueden sustituir funciones sensoriales3. Estos avances bioelectrónicos, junto con el desarrollo de mejores interfaces entre tejidos nerviosos y micromuestras de sustrato, están preparando el terreno para los chips cerebrales implantables. Hasta ahora se han dado los primeros pasos en la investigación del implante coclear y la visión retiniana. Así, los implantes cocleares permiten que personas completamente sordas oigan sonidos mediante la estimulación directa del nervio auditivo. Del mismo modo, los chips implantables en la retina pueden restablecer la vista en ciegos. Estos trabajos sobre la visión mediante prótesis comenzaron en la década de los años sesenta, cuando Giles Brindley conectó ochenta electrodos a receptores de radio en miniatura y los implantó en el cerebro de un voluntario invidente, con la esperanza de estimular la corteza visual a distancia. En la década de los setenta, William Dobelle dio otro paso más4: los sujetos de su experimento refirieron haber visto fosfenos, o puntos de luz, en forma similar a las señales recibidas por un sistema visual en funcionamiento. En 1992, un voluntario ciego del U.S. National Institute of Neurological Disorders and Stroke aprendió a identificar las letras fosfénicas5. Las investigaciones posteriores sobre la visión protésica han seguido dos caminos: a) la utilización de implantes de retina, que ponen en contacto una cámara en miniatura con los nervios sanos; o b) la utilización de implantes corticales, que estimulan directamente la corteza visual6. Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):139-152

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Esta tecnología de “control neural aplicado” ya ha sido utilizada con otros fines. Por ejemplo, para el control vesical y la contracción de músculos paralizados7. En agosto de 1997 la Food and Drug Administration aprobó un implante cerebral semejante a un marcapasos para pacientes con Parkinson y para los que padecen temblor esencial8. La intervención supone trepanar el cráneo e implantar en el tálamo un electrodo que inhibe los temblores mediante la descarga constante de pequeños choques eléctricos causados por un “generador de impulsos” situado próximo a la clavícula. Esta intervención parece aliviar los síntomas parkinsonianos sin los efectos adversos de la levodopa, el principal fármaco para esta dolencia. Estos avances son posibles gracias a la increíble miniaturización de la tecnología de la información. Los sistemas informáticos han ido progresando; así, hemos visto desde unidades centrales a ordenadores de escritorio; o desde ordenadores que podían llevarse en una maleta y portátiles, hasta ordenadores de bolsillo e, incluso, ―como se ven actualmente― modelos del tamaño de una billetera o un anillo. Entretanto, en el mundo de las tecnologías de la comunicación, los sistemas macrocelulares han dado paso a los microcelulares y a tecnologías inalámbricas, y se dirigen hacia los llamados sistemas picocelulares. Conjuntamente, estas tecnologías permiten a los usuarios el acceso a la información y la comunicación con cualquier lugar o en cualquier momento, utilizando equipos que pueden llevarse “puestos” y son casi invisibles, de suerte que los individuos conservan su libertad de movimientos mientras los llevan y pueden interactuar libremente a la vez que reciben el apoyo de un sistema de información personal9. Por ejemplo, Tad Stanner, un doctorando en artes y ciencias de la comunicación en el Massachussetts Institute of Technology (MIT), lleva puesto un ordenador y vive constantemente conectado a Internet mediante un terminal en miniatura. El dispositivo que utiliza es el primer desarrollo de lo que él denomina la “BodyNet” ―red corporal―, esto es, una red de ordenadores conectados a través de personas10. Y, a su vez, Steve Mann, un profesor de ingeniería eléctrica e informática de la Universidad de Toronto, ha desarrollado un ordenador conectado a Internet que ha denominado “WearCam”. Al combinar la comunicación inalámbrica con los sistemas de información, el WearCam permite aumentar y potenciar las experiencias, así como compartirlas a través de la red. En sus escritos sobre su repercusión futura, Mann afirma: “los límites entre ver y visualizar, y entre recordar y registrar se desmoronarán. Cuando compremos un nuevo aparato, ‘recordaremos’ una cara tras el mostrador. Una semana después, nuestra esposa, al devolver el aparato, ‘recordará’ el nombre y la cara de un dependiente al que jamás ha visto”11. Lo que ahora se está concibiendo es un “segundo cerebro”. Así, los investigadores ya han desarrollado unas gafas equipadas con una pantalla, una cámara con micrófono, un control manual y un ordenador que se puede transportar a la espalda bajo la camisa. El sistema puede llevarse puesto como “ropa informatizada”, y actúa como memoria visual protésica y como potenciador de la percepción12. Utilizando distintos filtros, el que porte este sistema puede aumentar su visión normal y, al congelar las imágenes, ver aquello en lo que antes no había podido reparar: la marca de los neumáticos de un coche en 142

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movimiento o las palas de una hélice. Se espera que en un futuro dos individuos, provistos de un equipo similar, puedan percibir exactamente la misma realidad; y que un grupo conectado en red pueda actuar perfectamente coordinado y enviarse datos, voz e imágenes entre sí. El proyecto del ordenador para llevar puesto contempla el acceso de los usuarios a lo que se ha llamado el “agente de recuerdos” (remembrance agent), una enorme fuente de datos colectiva13. La conexión de este ordenador a un sistema de posicionamiento global (GPS) y a un programa cartográfico permitiría a los usuarios encontrar el camino en una zona geográfica desconocida14. El acceso continuo a la información beneficiaría a médicos, abogados, corredores de bolsa y otros muchos profesionales. En este sentido, se realizó un estudio para saber si dichos ordenadores podían servir de ayuda a los encargados del mantenimiento de los aviones. Los investigadores concluyeron que esta tecnología “mejorará la eficacia de la organización al: 1) difundir los conocimientos institucionales entre los trabajadores; 2) proporcionar acceso rápido a los procedimientos e información esquemática sobre la resolución de problemas; 3) ayudar a los procesos de reingeniería, y 4) acrecentar el acervo organizativo de la compañía”15. Otros grupos de investigadores han desarrollado ordenadores que pueden llevarse encima y se hallan en conexión inalámbrica con una red local; gracias a estos artilugios es posible recoger datos procedentes de plantas industriales avícolas16, además de jugar un papel en la formación de los empleados17. A su vez, el ejército tiene la intención de utilizar tales dispositivos para simplificar la reparación de los equipos en el campo de batalla. Es más, la institución castrense se está transformando con el empleo de la electrónica, pues ha asumido la idea de que “serán más cerebros, no más balas, lo que hará ganar la próxima batalla”18.

Chips cerebrales implantables Los ordenadores que pueden llevarse puestos y las redes corporales constituyen tecnologías intermedias. El próximo paso lógico —largamente anunciado— es la interfaz nerviosa directa en forma de chip cerebral implantable. Así, ya en 1968, Nicholas Negroponte, director del laboratorio de medios de comunicación del Massachussetts Institute of Technology, vaticinó por primera vez esta simbiosis entre humanidad y máquina19. Su colega, Neil Gershenfeld, afirmó [en 1995] que “en 10 años, los ordenadores estarían por todas partes; y, en 20 (años) ya habrían sido introducidos en nuestros cuerpos por los bioingenieros”20. Sin embargo, ningún visionario ha expresado alguna clase de escrúpulo en relación con este proyecto, con respecto al cual se espera que altere la propia naturaleza humana. “De repente, la tecnología nos otorga poderes —afirma Negroponte— con los que podemos manipular no solo la realidad externa, el mundo físico, sino, también y de forma mucho más prodigiosa, a nosotros mismos”21. El resultado será una “conciencia colectiva”, “una urdimbre mental”. “La urdimbre mental… consiste en tomar los trillones de células existentes en nuestros cráneos, que forman la conciencia individual, y reunirlas para crear un nuevo tipo de conciencia que trascenderá a todos los individuos”22. Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):139-152

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Sin embargo, la mayor parte de los investigadores no prestan atención a ese futuro y únicamente les preocupa el desarrollo de artefactos para corregir la discapacidad física. Richard Norman, un investigador de la Universidad de Utah, está desarrollando una red de microelectrodos que, al ser colocados en la corteza visual, pueden estimular el cerebro y lograr que éste “vea” escenas procedentes de una cámara en miniatura23. La red también se puede usar para mostrar una escena completamente artificial. Si los electrodos se colocaran en el área motora de la corteza, el cerebro sería capaz de controlar dispositivos externos como, por ejemplo, una silla de ruedas. Este procedimiento es mucho menos invasor que la implantación quirúrgica de dispositivos cocleares, pues tan solo requiere la implantación en el cerebro de dicha red de electrodos mediante una pequeña trepanación. Actualmente, el desarrollo de estas tecnologías está financiado en ciertos casos por los National Institutes of Health (NIH), empleando protocolos que contemplan la colocación de dispositivos médicos para restablecer la visión en ciegos, la audición en sordos o el movimiento en paralíticos24. Estas redes de microelectrodos han sido colocadas en animales y humanos, y probadas mediante experimentos realizados a corto y largo plazo25. Por ejemplo, investigadores de los NIH implantaron una serie de treinta y dos electrodos en la corteza visual de una mujer ciega, lo que le permitió ver formas simples iluminadas e incluso identificar letras borrosas al estimular los electrodos26. E, igualmente, se están experimentando otros sistemas capaces de provocar una estimulación neuromuscular funcional en casos de sección medular. Es evidente que se comienza a disponer de la tecnología de dispositivos implantables a precios razonables, de suerte que es posible establecer tres etapas en la introducción de tales dispositivos. Los primeros en adoptarla serán aquellos discapacitados que deseen una prótesis con mayores prestaciones. La segunda etapa vendrá de la mano del salto que va a suponer la transición desde lo que son las necesidades terapéuticas a necesidades de mejora. Es probable que uno de los primeros grupos de “voluntarios” no discapacitados en usarlas sea el de los militares profesionales, ya que en ellos un implante con funciones informáticas y de comunicación —dotado de nuevas interfaces para armamento, información y comunicaciones— podría salvar vidas. El tercer grupo de usuarios seguramente esté constituido por individuos que trabajan en empresas intensivas en conocimientos, es decir, que son usuarios de la tecnología para desarrollar y ampliar la capacidad de transferir información. Debería disponerse de los primeros dispositivos protésicos en cinco años; de los prototipos para uso militar en diez y de los específicos para profesionales de la información en quince; y su adopción general tardaría entre veinte y treinta años. Como “amplificadores” de la inteligencia o de la sensibilidad, los chips implantables producirán, cuando menos, cuatro tipos de beneficios: 1) aumentarán el campo dinámico de los sentidos, permitiendo que la gente perciba, por ejemplo, longitudes de onda actualmente invisibles; 2) potenciarán la memoria; 3) permitirán el “ciberpensamiento”, es decir, la comunicación imperceptible con otros en la toma de decisiones, y 4) posibilitarán el acceso coherente y continuo a la información donde y cuando sea necesario. Para muchos, estas mejo144

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ras aumentarán notablemente su calidad de vida, sus probabilidades de supervivencia o el rendimiento en su trabajo. El chip cerebral implantable probablemente funcionará como una prótesis cortical. La corteza visual del usuario será estimulada desde un ordenador en función de las imágenes recibidas desde una cámara o de la “ventana” de una interfaz artificial. Pero no es necesario que ésta sea como las interfaces en dos dimensiones que se utilizan actualmente; el usuario va a tener que aprender a “ver” y, por lo tanto, a utilizar la interfaz desde lo más básico. De igual forma que el código Morse no tiene nada en común con los caracteres del alfabeto romano, la interfaz de un implante cortical nada tendrá en común con las interfaces de los ordenadores actuales. El usuario solicitará la información a través de un teclado, una orden verbal, un movimiento muscular o, incluso, una “orden mental”, (en forma parecida a la decisión de mover un músculo, pero sin que acontezca el movimiento real del mismo). Un pequeño ordenador situado en las cercanías, que tal vez se lleve puesto o esté cerca del cuerpo, se conectará a otros sistemas de información. Todavía no está estudiado el sistema de “ventanas” para las interfaces nerviosas directas, pero se prevé que esta tecnología esté desarrollada hacia 2003*. Así, el sistema podría “proporcionar comunicaciones por voz y contar con un visualizador con pestañas en el que se superpondrían texto e imágenes a nuestra visión normal”27.

El debate moral No todos los científicos dedicados a la informática contemplan estas perspectivas con ecuanimidad. Por ejemplo, Michael Dertouzos, director del laboratorio de informática del MIT, escribe en su libro What Will Be: que “incluso si algún día fuera posible transmitir información de un nivel tan elevado al cerebro —y se trata de un ‘si’ de enorme magnitud técnica— no debiéramos hacerlo. El hecho de conducir impulsos lumínicos a la corteza visual de una persona ciega podría justificar una intromisión como ésta, pero intervenir innecesariamente en el interior del cerebro constituye una violación de nuestros cuerpos, de la naturaleza y, para muchos, del proyecto de Dios”28. En ese sucinto párrafo está formulado el argumento esencialista y creacionista contra el chip implantable. El miedo a forzar la naturaleza humana está muy difundido. El discurso de que la naturaleza es buena y la tecnología mala, de que la capacidad de recrearse uno mismo está llegando a la arrogancia y de que el rediseño de la humanidad tan solo puede conducir al desastre constituye una reacción habitual ante cada nueva forma de control impuesta por el hombre, desde las tecnologías que prolongan la vida hasta las técnicas reproductivas y los ingenios de la ingeniería genética. La mística de lo natural está alimentada por una visión romántica de la vida, según la cual existió un período en el que los humanos convivían en armonía con la naturaleza. * N. de la R.— Recuérdese que el artículo fue publicado en 1999.

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Aunque resulte atractivo, es probable que ese punto de vista sea erróneo, puesto que el hombre siempre ha utilizado la tecnología para sobrevivir y mejorar su vida. Más aún, el empleo de la tecnología es consustancial al hombre. Por ello, oponerse a la posibilidad de implantar chips en el cerebro resulta del todo inadecuado, aunque plantea la necesidad de evaluar la tecnología en términos de las formas correctas e incorrectas en que podría ser utilizada. La advertencia de no “jugar a ser Dios” descansa en el sentimiento religioso de que el intento de mejorar la creación constituye un insulto al Creador. En concreto, se ampara en la idea de que alterar el funcionamiento del cerebro para crear un ser humano superior usurpa el poder de Dios. Para que resulte convincente, este argumento precisa apoyarse en un punto de vista sobre la creación que no reconozca ningún papel a la creatividad humana y, en consecuencia, también podría llegar a excluir el tratamiento de la enfermedad y las discapacidades. Este punto de vista parece sumamente restrictivo. El argumento en contra de conectar el cerebro a un ordenador también presupone el deseo de respetar la integridad corporal y la intuición acerca de la inviolabilidad del cuerpo humano. Muchos aceptan la invasión mecánica en el organismo con fines curativos, pero piensan que utilizar la tecnología con el afán de mejorar nuestra biología es inadecuado. Para ellos, el respeto a los seres humanos pasa por la integridad física del organismo. Apoyándose en este criterio, Carson Strong ha expuesto cuál es la diferencia entre procedimientos terapéuticos y procedimientos orientados a la mejora: “una intervención que salve la vida, que sea rehabilitadora o bien terapéutica, puede resultar congruente con el principio de que la integridad física del organismo debe ser preservada, aún cuando dicha intervención comporte una ‘mutilación’ corporal o una intrusión en él, siempre que contribuya a la integridad del todo”29. De acuerdo con este punto de vista, los chips implantables estarían bajo sospecha porque intensifican los sentidos, potencian la memoria o crean la capacidad de trabajar en red. No obstante, para otros no existe una separación tan neta entre intervenciones terapéuticas y de mejora. ¿Hasta dónde debe llegar mi déficit de memoria para que resulte ético conectar mi cerebro a un ordenador? Si la distinción entre intervenciones terapéuticas y de mejora es difícil de precisar, entonces el argumento de la integridad corporal se torna demasiado débil. Y no es posible aportar otro tipo de argumentos para prohibir la cirugía cosmética o los fármacos que potencian el estado de ánimo. Lo crucial es saber si los beneficios de la tecnología superan sus riesgos. Aun si dejamos de lado estos tres argumentos —no modificar la naturaleza, no jugar a ser Dios y respetar la integridad corporal—, existe una miríada de cuestiones técnicas, éticas y sociales a considerar antes de continuar con el desarrollo de los chips implantables, y que están relacionadas con los riesgos, los beneficios, las consecuencias sociales, los costes y la equidad. Además, es necesaria una evaluación multidisciplinaria que abarque como mínimo los campos de la informática, la biofísica, la medicina, el derecho, la filosofía, las políticas públicas y la economía internacional. A diferencia de lo 146

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que ocurrió en la comunidad científica con la aparición de las tecnologías genéticas, la industria de los ordenadores todavía no ha iniciado un debate público en relación a estas tecnologías prometedoras, pero no exentas de riesgos. Sin entrar en polémicas, el simple hecho de invocar los principios de la libertad de investigación científica constituye en sí mismo una postura moral. Por otro lado, si los que se dedican al desarrollo de esta tecnología adoptan —para su justificación moral— la compartimentación mental y el no cuestionamiento de lo que diga la autoridad jerárquica; o bien, deciden fijarse únicamente en los retos técnicos, esta nueva tecnología puede convertirse en un producto de consumo antes de que se hayan tomado medidas para proteger adecuadamente a la sociedad30. Los especialistas tienen la responsabilidad de valorar —de una manera amplia— las consecuencias de su trabajo. Cuando se evalúa cualquier tecnología que está en su inicio, es poco probable que se puedan prever todos sus efectos de una forma fiable. Sin embargo, es preciso considerar su riesgo potencial. Seguridad. Los problemas más evidentes y básicos afectan a la seguridad, ya que tanto la cirugía para implantar el dispositivo, como su uso a largo plazo, pueden suponer riesgos. En efecto, puede resultar difícil el desarrollo de materiales que no sean tóxicos al ser utilizados durante un tiempo prolongado; y, precisamente cuando una tecnología ofrece tratamientos en lugar de simples mejoras, lo más habitual es su uso a largo plazo. Sin embargo, también ocurre que las normas de seguridad son más estrictas cuando las tecnologías se utilizan con fines de mejora en lugar de terapéuticos. Estas cuestiones reclaman un debate público. En este campo de la seguridad existen varios temas relacionados entre sí. Así, hay que precisar las garantías que deben proteger a los usuarios y quién debe asumir la responsabilidad por las deficiencias en el sistema, asuntos que quizá puedan ser regulados a través de las normas de fabricación. Asimismo, las compañías deben tener prevista la posibilidad de actualizaciones, porque probablemente los usuarios no aceptarán someterse a múltiples intervenciones, ni ser portadores de una tecnología obsoleta. Además, los fabricantes han de conocer y diseñar programas para enseñar a los usuarios cómo incorporar los nuevos sistemas. Otro problema práctico con ramificaciones éticas radica en saber si existirá un mercado competitivo para tales sistemas, y si habrá normas industriales suficientemente desarrolladas para los dispositivos. Para abordar estas cuestiones necesitamos más información sobre la utilidad de los implantes y conocer si todos los usuarios se van a beneficiar del mismo modo. Repercusiones sobre el “yo”. En relación a las consecuencias psicológicas que supone mejorar la naturaleza humana existen cuestiones fascinantes y vitales. ¿Cambiará el empleo de interfaces cerebro-ordenador (brain–computer interface) nuestro concepto sobre el hombre y nuestro sentido de la identidad? Si las personas llegan a estar realmente conectadas a través de sus cerebros, Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):139-152

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los límites entre el propio yo y la comunidad quedarán considerablemente reducidos y la presión para actuar como parte de un todo, en lugar de hacerlo como un individuo único, aumentarán. La cantidad y diversidad de la información podrían resultar abrumadoras y el hecho de experimentar el propio yo como el de un individuo único y aislado podría verse alterado. También deberían considerarse las consecuencias de crear seres humanos con mayores capacidades sensoriales. Los sujetos con una visión hipersensible podrían ver el radar, las imágenes infrarrojas y las ultravioletas; y aquellos con una capacidad auditiva aumentada podrían percibir sonidos más tenues y tonos por encima o por debajo del umbral habitual. La potenciación del olfato intensificaría nuestra capacidad para distinguir olores, mientras que un sentido más preciso del tacto permitiría diferenciar estímulos ambientales como los cambios de la presión barométrica. Estas capacidades podrían cambiar nuestro concepto de lo que es un funcionamiento humano “normal”. Y, a medida que el número de individuos mejorados aumente, lo que hoy se considera normal, mañana podría verse como inferior a lo normal, llevando la medicalización a una esfera más de la vida. Así pues, existen cuestiones fundamentales acerca de si debiera limitarse de alguna forma la modificación de aspectos que son esenciales de la especie humana. Aunque definir nuestra naturaleza resulta notablemente difícil, la racionalidad ha servido para justificar tradicionalmente nuestra superioridad y nuclear la identidad personal. Al tratar la posibilidad de reparar las funciones del encéfalo, Stuart Youngner y Edward Bartlett afirman que la cognición mediada mecánicamente haría problemática la existencia de una persona porque tal intervención podría producir sutiles cambios en sus pensamientos y sentimientos31. Pero su postura está claramente abierta al diálogo. En un artículo para el Second International Symposium on Brain Death, James Hughes afirmó que “el rechazo de Younger a la posibilidad de que siga existiendo la persona como tal en un medio cibernético es una postura corriente, aunque minoritaria, en el campo de la inteligencia artificial y de la ciencia cognitiva. La mayor parte de los científicos cognitivos aceptan la afirmación materialista de que la mente constituye un fenómeno emergente de la materia compleja y, además, que la cibernética puede alcanzar algún día el mismo nivel de complejidad que tiene un cerebro”32. Evidentemente, estas tecnologías afectarán la naturaleza de la identidad personal y la visión tradicional del problema mente-cuerpo. El hecho de modificar el cerebro y sus capacidades podría alterar nuestros estados psíquicos y cambiar el autoconcepto del receptor del implante; en realidad, podría modificar nuestra comprensión de lo que significa ser humano. El límite entre el “yo psíquico” y el “yo perceptivo/intelectual” cambiará, y lo mismo sucederá con la capacidad de percibir e interaccionar a distancia, que se potenciará con respecto a lo que hoy brinda una videoconferencia. Los límites entre el mundo real y el virtual pueden ser confusos. Una conciencia conectada a la conciencia colectiva y al acervo acumulado de la humanidad probablemente transforme el sentimiento individual del yo. No se sabe si tal transformación daría mayor peso a nuestras responsabilidades colectivas y si ello resultaría beneficioso. 148

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Más allá de estas perspectivas inminentes existe la posibilidad de que, como afirmaba un periodista del Business Week, en treinta años “sea posible capturar datos que contengan todas las experiencias sensoriales de un ser humano en un pequeño chip implantado en el cerebro”33. Estos datos podrían recogerse mediante sondas biológicas preparadas para recibir impulsos eléctricos y, luego, permitirían a un implantado recrear experiencias; o, incluso, podrían trasplantarse chips de memoria de un cerebro a otro. Ante tal eventualidad, la continuidad psicológica de la identidad personal se desorganizaría y sus consecuencias serían terribles. Una de las preguntas que surgen es: ¿acabaría el individuo resultante de este proceso poseyendo las identidades de otras personas?34. Niños y equidad. Los cambios en la naturaleza humana serían incluso más profundos si alterásemos la conciencia de nuestros hijos. En una sociedad intensamente competitiva, en la que el conocimiento con frecuencia es poder, los padres se sienten empujados a proporcionar lo mejor a sus hijos y a ayudarles a sobresalir. ¿Harán estos valores que busquen a toda costa unos implantes para sus hijos? Si la respuesta es afirmativa, cabe preguntarse: ¿cómo cambiarán estos implantes la ya desigual lotería de la vida? Las normas de admisión en los colegios, los programas para niños aventajados, los concursos de deletreo, todo ello se vería afectado. Las desigualdades que provocaría esta tecnología podrían originar una demanda de cobertura universal para estos dispositivos en los planes de salud, aumentando los costes sociales. No obstante, en una cultura como la nuestra, en la que existen distintos niveles de asistencia de acuerdo con la capacidad de pago que tiene cada uno*, puede suponerse que la tecnología de mejora únicamente estaría al alcance de aquellos que pudieran permitírsela, lo que aumentaría la distancia existente entre los que disponen de recursos y los que no. Una mayor ansiedad podría ser el resultado social de implementar una tecnología que aumente las divisiones, no solo entre individuos y sexos, sino también entre ricos y pobres. También hay que considerar que, a medida que las mejoras se difundan, se convertirán en la norma y existirá una creciente presión social para aprovecharse de ese “beneficio”. De este modo, aun aquellos a los que les horroriza la cirugía podrían considerarla como algo necesario. La sociedad tiene que pensar detenidamente si es sensato permitir que esta tecnología se desarrolle y acabe sometida a las fuerzas del mercado. Por otra parte, la tecnología podría hacer que los que tienen menos dotación cognitiva participen en la sociedad de un modo más equitativo. Ciertamente, la tecnología sería capaz de remediar el retraso o de reemplazar la memoria perdida en los que sufren una enfermedad neurológica progresiva; incluso es posible que los planes de salud contemplen esta indicación. Hacer que los seres humanos no pierdan una función típica de la especie podría considerarse como una intervención deseable, incluso exigible, a pesar de que la idea de un funciona* N. de la R.— Se refiere a la sociedad estadounidense.

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miento típico de la especie puede concebirse como un patrón en continuo cambio. Riesgos para la autonomía individual. El peligro más temible de esta tecnología es la posibilidad real de que con ella se pueda instaurar un control totalitario de los seres humanos, más allá de lo relatado por Orwell. En un clarividente texto sobre lo que podían suponer los protocolos experimentales con esta tecnología, Georges Annas escribió acerca de un “proyecto para implantar dispositivos extraíbles que pueden ser controlados en la base del cerebro de neonatos en tres importantes hospitales universitarios… Lo que no tan solo permitiría localizar a sus portadores en cualquier momento, sino también programarlos para fiscalizar en el futuro lo que pudieran escuchar y enviarles mensajes subliminales directamente a sus cerebros”35. De esta forma, los gobiernos podrían controlar y oír a sus ciudadanos. En una sociedad libre, esta posibilidad puede contemplarse como algo remoto, pero resulta creíble que esta tecnología controladora pudiera ser utilizada con nuestros hijos, y ello constituiría el primer paso en el camino hacia la pesadilla orwelliana. Igualmente, en el entorno militar, las ventajas de mejorar las capacidades de los soldados —para que tengan unos reflejos más rápidos o más precisos— pueden derivar en grandes presiones para que se incorpore tal mejora. La disponibilidad de implantes con capacidades informáticas y de comunicación, con nuevas interfaces para armamento y sistemas de información y comunicación, hará que incluso el ejército de una sociedad democrática los termine adoptando para no quedarse atrás. Es también previsible que en sociedades democráticas puedan implantarse dispositivos por orden judicial en criminales para modificar determinadas conductas como, por ejemplo, la tendencia a cometer actos violentos. Y, puesto que no todos los países dan la misma prioridad a la autonomía individual, el potencial de amenazas para la libertad y la privacidad es alarmante. Por lo que es preocupante saber cómo se va a controlar la tecnología y qué se pretende hacer con ella. Considerando la amenaza potencial de las aplicaciones de esta tecnología bioelectrónica, ¿debería prohibirse su desarrollo o incorporación? Obviamente, esta es la cuestión que hay que plantearse. Si no es posible resistirse al desarrollo tecnológico y ya nos encontramos en una pendiente resbaladiza que nos conduce al uso de la tecnología, hemos de contemplar la posibilidad de regularla y cómo hacerlo. Un mero consentimiento informado de los receptores para permitir su implantación resulta cuestionable a la vista de su potencial efecto sobre la sociedad. La toma de decisiones en relación con las políticas públicas y la ética biomédica todavía parece estar más orientada al procedimiento que al contenido. Los derechos están por encima de lo bueno y, también, en estos temas de bioelectrónica parece difícil ponerse de acuerdo con respecto a qué es lo bueno. Las dificultades para resolver las cuestiones que plantea la perspectiva de los chips cerebrales implantables residen en el hecho de las grandes posibilidades que tienen de hacer el bien o el mal. Todas estas cuestiones son lo suficientemente importantes como para no dejar que se resuelvan por sí solas. 150

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Artículos

Estimulación cerebral profunda en problemas neuropsiquiátricos. Consideraciones éticas Deep brain stimulation in neuropsychiatric problems. Ethical considerations ■ Jorge Guridi* Resumen La neurocirugía funcional se ha revitalizado con el tratamiento quirúrgico de la enfermedad de Parkinson, en la que la estimulación cerebral profunda (deep brain stimulation, DBS) produce un beneficio reversible al neuromodular los circuitos alterados de los ganglios basales. La DBS actualmente se está extendiendo al tratamiento de problemas neuropsiquiátricos como el trastorno obsesivo compulsivo y la depresión mayor.

Palabras clave Enfermedad de Parkinson. Estimulación cerebral profunda. Depresión. Trastorno obsesivo-compulsivo.

Abstract Functional stereotactic neurosurgery has been revitalized with the treatment of Parkinson’s disease, in which deep brain stimulation induces a reversible benefit with the neuromodulation of the pathological circuits of the basal ganglia. DBS has now been expanded to the treatment of neuropsychiatric disorders, so as the obsessive-compulsive disorder, and major depression.

Key words Parkinson’s disease. Deep Brain Stimulation (DBS). Depression. Obsessive-compulsive disorder. * El autor es doctor en medicina y especialista en neurocirugía (subespecialidad en cirugía de los ganglios basales y estructuras profundas). En la actualidad es jefe del Servicio de neurocirugía de la Clínica Universidad de Navarra y profesor de la Universidad de Navarra (España).

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■ La estimulación cerebral profunda (deep brain stimulation, DBS) es una técnica quirúrgica de la neurocirugía funcional, que ha sido utilizada durante años para mejorar a los pacientes con trastornos motores y que actualmente está ampliando su campo de aplicación a la neuropsiquiatría. La estimulación cerebral consiste en la introducción de un electrodo tetrapolar en una diana subcortical del cerebro, donde transmite una pequeña corriente. Esto produce un efecto clínico, mejorando la sintomatología del paciente. Esta corriente llega al electrodo desde una batería, un marcapasos situado subcutáneamente a distancia de la diana de estimulación. Desde el exterior se controlan parámetros como intensidad de la corriente (voltios), amplitud del pulso (microsegundos), y frecuencia o estímulos por segundo. El resultado final que la estimulación induce en el paciente es el mismo efecto que produciría una lesión en la misma estructura anatómica, pero sin sus efectos adversos. Inicialmente la DBS se utilizó con buen resultado en los cuadros dolorosos que acompañan a los miembros fantasma tras amputación, ya que los pacientes mejoraban de su cuadro álgico1. Posteriormente se aplicó a pacientes con temblor, ya que la lesión bilateral del tálamo (diana del temblor) inducía problemas cognitivos y del lenguaje. Por esto, en una segunda etapa se utilizó la estimulación para reducir las complicaciones debidas a la bilateralidad2,3. Y posteriormente se intervinieron con estimulación pacientes sólo con temblor, abandonando la talamotomía y comprobándose que el efecto clínico era el mismo con menores complicaciones4. El grupo francés de la Universidad de Grenoble, liderado por el doctor Benabid, fue pionero en emplear esta técnica quirúrgica. Estimulación cerebral en la enfermedad de Parkinson Un trabajo seminal de inicios de los años 90 del siglo pasado, fue el publicado por Laitinen realizado en 38 pacientes con enfermedad de Parkinson (EP) sometidos a una lesión del globo pálido interno (GPi) mediante la técnica conocida como palidotomía. Aquél observó que el temblor, rigidez y bradicinesia en el hemicuerpo contralateral así como las disquinesias inducidas por la medicación, mejoraban al actuar sobre esa diana5. Sin embargo, una palidotomía bilateral también conllevaba problemas cognitivos y de lenguaje, por lo que se publicó que en estos pacientes la estimulación palidal (DBS-GPi) daba buenos resultados. En estudios con animales de experimentación, sobre todo en primates, la administración intravenosa de un tóxico como la tetradihidro-meperidina inducía un cuadro de parkinsonismo similar a la EP humana. Los animales presentaban temblor, rigidez, lentitud, pérdida de reflejos posturales y de movimientos automáticos similares a los pacientes con dicha enfermedad. En ese modelo se pudo observar cómo la pérdida neuronal dopaminérgica (DA) conlleva paralelamente una hiperactividad del núcleo subtalámico (NST) y que la lesión de éste revertía el cuadro parkinsoniano. Se comenzó entonces un nuevo abordaje a esta enfermedad interviniendo pacientes con problemas motores y mala respuesta a la medicación con estimulación cerebral del NST (DBS-NST). 154

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Durante varios años, y actualmente, los pacientes con enfermedad de Parkinson compleja, con fluctuaciones motoras, disquinesias o insuficiente respuesta médica, han sido considerados como candidatos quirúrgicos a estimulación del NST. La cirugía mejora el temblor, la rigidez, la bradicinesia, los problemas axiales como la marcha y el lenguaje, así como las disquinesias, bien al permitir disminuir la medicación, o bien por efecto continuo de la estimulación sobre esta diana. El beneficio clínico permanece durante los años de seguimiento, aunque a largo plazo puede haber un deterioro en los signos axiales, en posible relación con la propia progresión de la enfermedad6,7. En ensayos aleatorizados, doble ciego, la estimulación cerebral en la EP ha demostrado que es superior al óptimo tratamiento médico. Así, en dos estudios similares, uno en Europa y otro en EEUU, en más de 400 pacientes intervenidos y con un seguimiento a 6 meses, las escalas de evaluación de la EP mejoraron significativamente en el grupo quirúrgico (p<0.001) en comparación con el grupo no intervenido8,9. Aunque los efectos adversos importantes fueron superiores en el grupo tratado con cirugía (13% frente a 4%), los efectos adversos no importantes fueron mayores en el grupo tratado médicamente que en el grupo quirúrgico (64% frente al 50%, p<0.08). Por último, se ha analizado el efecto de la cirugía precoz en un estudio con 20 pacientes con EP de corta duración (6,8 años desde el inicio de la misma), mediante un ensayo prospectivo y aleatorizado con un seguimiento entre 6 y 18 meses en el que se comparaba la estimulación del NST (10 pacientes) frente al tratamiento médico óptimo (10 pacientes)10. La escala que reflejaba la calidad de vida a los 18 meses de seguimiento demostró que mejoraba un 24% en el grupo quirúrgico y 0% en el tratado médicamente (p<0.05). La escala de evaluación motora, así como las complicaciones de la medicación y dosis, habían mejorado significativamente en el grupo intervenido y habían empeorado en el tratado farmacológicamente11. Actualmente se está realizando un estudio clínico aleatorizado similar con un mayor número de pacientes. La cirugía temprana en pacientes con EP mejora los signos capitales de la enfermedad y reduce la dosis de medicación, lo que demuestra que no debe ser considerada como el último recurso de los pacientes con esta enfermedad.

Otras aplicaciones de la estimulación cerebral en trastornos motores La excelente respuesta de los signos clínicos de la EP a la estimulación ha llevado a que esta terapia se aplique a otras enfermedades motoras, como la distonía. Así, tanto la distonía primaria, debida a una alteración genética, como la secundaria (por parálisis infantil, anoxias posnatales, acúmulo de depósitos en los ganglios basales, etcétera), han respondido bien a la estimulación palidal, sobre todo en la primaria12. Otra enfermedad en la que la estimulación ha mostrado su beneficio ha sido en pacientes afectos de temblor incapacitante y refractarios a la medicación. Los pacientes con temblor esencial, temblor ortostático, temblor por lesión cerebelo-talámica (temblor de Holmes) y por escleroDendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):153-161

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sis múltiple, mejoran significativamente tras la estimulación talámica, aunque en diferente porcentaje dependiendo de la patología.

Estimulación cerebral en enfermedades psiquiátricas Los ganglios basales (GB) son unas estructuras profundas de sustancia gris que tienen relación con el movimiento. La corteza cerebral proyecta masivamente proyecciones nerviosas sobre el estriado (caudado y putamen) y desde aquí existe un circuito directo (estriado-GPi) y otro indirecto (estriado-GPe-NST) para llegar hasta el tálamo y volver a la corteza cerebral. Este circuito córticoestriado-pálido-tálamo-cortical tiene proyecciones de tipo motor, relacionadas con partes motoras de la corteza cerebral y somatotópicamente de los GB, así como con porciones asociativas y límbicas relacionadas con las emociones, por lo que diferentes áreas corticales tendrían proyecciones sobre porciones límbicas de los GB. Esto conduce a que las mismas dianas quirúrgicas para trastornos de tipo motor puedan influir en aspectos emocionales de los pacientes. Todo esto nos ha llevado a trasladar esta terapia a problemas no motores como son los pacientes con enfermedades psiquiátricas. Hay varias patologías que se están tratando actualmente con estimulación cerebral. El concepto hasta ahora desarrollado de que la depleción de dopamina induce una disfunción motora en los padecimientos psiquiátricos estaría asociada a una disfunción del circuito de los GB. Al igual que la cirugía sobre los GB puede restaurar la actividad motora tálamo-cortical, también puede restaurar las alteraciones asociativas y límbicas de los mismos. Con estos conceptos recientemente se ha introducido la cirugía de estimulación en el campo de la psiquiatría para tratar de modular áreas corticales que en épocas anteriores eran consideradas dianas quirúrgicas. El avance de las técnicas de imagen en los últimos años ha sido muy útil para comprender la fisiopatología de los trastornos psiquiátricos y renovar el interés de la cirugía funcional para ayudar a pacientes que son refractarios a terapias convencionales con tratamientos médicos, psicoterapia o con terapia electroconvulsiva. Actualmente se están tratando con estimulación pacientes con síndrome de Gilles de la Tourette (SGT), con trastornos obsesivo-compulsivos (TOC) o con depresión refractarios a los tratamientos convencionales. El SGT es un problema neuropsiquiátrico genético, caracterizado por la aparición de tics de predominio vocal y facial, así como otros tics complejos durante la infancia. Un alto porcentaje de pacientes presentan además un síndrome de hiperactividad con un déficit de atención y un TOC. La estimulación tanto del GPi como del núcleo centro mediano parafascicular talámico mejora los tics y disminuye las escalas del TOC en un 66% en pacientes sometidos a esta cirugía13. Hasta la fecha se han intervenido unos 60 pacientes con ambas dianas. La disrupción o alteración focal de estructuras subcorticales dentro del circuito de los GB activa áreas motoras y asociativas directamente relacionadas con movimientos repetitivos estereotipados así como comportamientos anormales, por lo que los pacientes mejoran. La estimulación alteraría este 156

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Figura 1. Esquema sobre el funcionamiento de un implante cerebral (cortesía del autor).

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patrón anormal inhibiendo las descargas desde el estriado y mejorando la sintomatología. A su vez, el TOC se caracteriza por pensamientos intrusivos y repetitivos que el paciente debe realizar inmediatamente (obsesiones) y por rituales motores (compulsiones). Esta enfermedad es muy incapacitante en algunos enfermos, ya que puede conllevar una importante afectación personal y familiar. Ocurre en un 2% de la población general y un 30-40% de los pacientes son refractarios a cualquier tratamiento convencional. Las técnicas de imagen funcional han mostrado una actividad patológica en la región órbitofrontal y córtex cingular anterior, así como en el estriado. La hiperactividad órbitofrontal estaría directamente relacionada con la severidad clínica del cuadro14. Actualmente se están estimulando regiones (como el brazo anterior de la cápsula interna o el estriado ventral) en las que antes se había procedido a lesionar quirúrgicamente. Hoy día los electrodos en estos pacientes se colocan en el fondo del estriado ventral (estriado límbico) tratando de alcanzar el núcleo accumbens con una reducción de las escalas de evaluación de un 28% al primer mes de cirugía y alcanzando un 60% durante el seguimiento15. No todos los pacientes responden de igual manera, estudiándose en la actualidad si esta diferencia se debe a la propia cirugía o a la variación clínica de la enfermedad. En Francia se ha llevado a cabo un estudio doble ciego en pacientes con TOC y estimulación del NST16. Dieciséis pacientes considerados como graves según las escalas, en un estudio randomizado doble ciego, fueron evaluados e intervenidos con implantación de electrodos en la región límbica del NST. Tras la implantación, todos ellos, y sin conocerlo, estuvieron durante tres meses sometidos a estimulación “on” o “sham” (apagada). La gravedad del cuadro revirtió en los períodos con estimulación y no en los “sham”17. El mecanismo de actuación de la estimulación en el NST en TOC sería la inhibición de su porción límbica, lo que coartaría la repetición de los rituales obsesivos. El estudio mostró 15 efectos adversos, incluyendo hemorragia cerebral en un paciente e infecciones en dos. Por su parte, la depresión es un importante problema sanitario por su gran prevalencia, ya que afecta a un 7% de la población general y llegando causar la incapacidad de los pacientes. Un 20% de ellos serían refractarios a las distintas terapias empleadas. En éstos, los estudios de imagen con tomografía por emisión de positrones (PET), que evalúa la actividad del flujo sanguíneo regional en el cerebro, han demostrado que hay áreas hiperactivas y que, cuando el tratamiento es efectivo, se reduce dicha actividad18. Así, el área subgenual, debajo del cuerpo calloso, el hipotálamo y el caudado muestran esta actividad elevada en los pacientes con depresión refractaria. Según estos datos, se ha comprobado que la inhibición mediante estimulación cerebral del área subgenual conllevaría paralelamente la mejoría clínica de los pacientes19. El grupo de Lozano, en Toronto, ha publicado un trabajo con 20 pacientes con depresión mayor refractarios a cualquier terapia convencional, comunicando que a los 6 meses de la cirugía un 60% de los mismos respondían a la estimulación, y un 35% tenían criterios de remisión de su enfermedad. Los criterios de respuesta a la terapia están basados en reducción porcentual de las 158

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escalas de depresión20. Y se obtuvo un resultado clínico similar cuando se estimuló el estriado ventral en la misma diana quirúrgica que en el TOC. Un 40% de los pacientes intervenidos en el estriado ventral fueron considerados como respondedores a los 6 meses de la cirugía21. La estimulación cerebral en el campo de la psiquiatría se está abriendo camino en pacientes refractarios a otros tratamientos considerados como convencionales. El motivo por el que se prefiere realizar una cirugía de estimulación sobre lesiones previas es el de evitar que la lesión sea irreversible. Como ya hemos visto, las lesiones bilaterales pueden provocar problemas cognitivos. Por otro lado, con las técnicas de estimulación se pueden realizar estudios y evaluaciones con diferentes parámetros de estimulación hasta encontrar el más beneficioso para cada paciente. La posibilidad de evaluar en condiciones de estimulación “on” y “off” también permite realizar estudios doble ciego para valorar con mayor precisión la respuesta quirúrgica.

Consideraciones éticas No son muchos los pacientes que están siendo intervenidos con esta terapia, en comparación con la cantidad de pacientes con problemas motores que se han tratado quirúrgicamente. Esto puede ser debido a que la cirugía para trastornos psiquiátricos tiene mala prensa. El uso indiscriminado, años atrás, de la cirugía para pacientes con cualquier tipo de problemas, incluidos los de comportamiento, la mala experiencia por complicaciones de las antiguas lobotomías que dejaban a los pacientes sin iniciativa y, sobre todo, la ausencia de criterio en la selección de candidatos, hace que actualmente esta terapia deba ser contemplada de diferente forma. Los pacientes que vayan a ser sometidos a cirugía psiquiátrica deben tener unos criterios de inclusión y de exclusión bien definidos22,23. Así, han de tener un diagnóstico correcto y ratificado por psiquiatras ajenos a los que usualmente tratan al paciente y al que participa en el equipo quirúrgico. Por tanto, los pacientes deben ser sometidos a una evaluación psiquiátrica externa al centro donde se tratan. No deben ser intervenidos sin un diagnóstico según la clasificación de la DSM-IV24. Asimismo, deben haber fracasado los tratamientos convencionales para cada patología, tanto médicos, alcanzando dosis máximas y tiempo, como de terapia electroconvulsiva y de psicoterapia de grupo. Igualmente, para poder conocer la severidad del cuadro clínico, el paciente debe tener un diagnóstico con cinco años de evolución como mínimo y escalas de evaluación realizados por expertos. Sólo entonces el neurocirujano es requerido para evaluar al paciente. Por otro lado, hoy no se recomienda intervenir a pacientes jóvenes, ya que algunas patologías, como el síndrome de Gilles de la Tourette, pueden mejorar con la edad. Se aconseja que esta cirugía sea llevada a cabo por grupos multidisciplinarios y con experiencia en cirugía funcional. Así, por un lado, deben incluirse neurocirujanos y neurólogos expertos en estimulación; y, por otro, psiquiatras con experiencia en el campo de la patología a tratar, y neuropsicólogos con Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):153-161

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dedicación y experiencia en una determinada enfermedad y con conocimiento de las escalas de evaluación. Actualmente las patologías que se están interviniendo se hacen como uso humanitario, aunque no todas las dianas están admitidas. Por ejemplo, en España el TOC puede ser intervenido con estimulación del estriado ventral, pero cualquier otra diana debe de considerarse como experimental y por tanto requiere un procedimiento específico. Recientemente han sido publicados unos criterios éticos para el tratamiento de estos pacientes basados en estudios previos25. Hoy por hoy, la cirugía de estimulación en pacientes psiquiátricos es una cirugía experimental, pero está obteniendo buenos resultados en aquéllos que no son susceptibles de otras terapias llamemos menos “invasoras”. Los resultados pueden no ser tan espectaculares como los de estimulación en problemas de tipo motor, pero debemos tener en cuenta que son pacientes graves, incapacitados durante años y refractarios a terapias convencionales. Para concluir, desde el punto de vista neuroquirúrgico podemos decir que aún no tenemos una diana quirúrgica clara para cada enfermedad, lo que no conseguiremos hasta no disponer de un mayor número de pacientes intervenidos; por lo tanto, no podemos predecir qué pacientes van a responder o no al tratamiento. A pesar de ello, cada día disponemos de más y mejores datos al respecto.

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Desastres naturales: una visión crítica sobre su entendimiento y gestión Natural disasters: a critical approach to its understanding and management ■ Pedro Herranz Araújo y Juan Carlos Gutiérrez Marco* Resumen Todos los desastres naturales comparten dos facetas interrelacionadas. Por un lado, la más previsible y estereotipada es la que depende directamente de la dinámica natural y se manifiesta por riesgos naturales tipo geológico, atmosférico, biológico o extraterrestre. Por otro lado, la enorme variedad de efectos y la magnitud de los daños están condicionadas muchas veces por la intervención humana previa, simultánea o posterior a la catástrofe.

Palabras clave Desastres. Catástrofes naturales. Riesgos geológicos. Mitigación de daños. Factor humano.

Abstract All natural disasters share two interrelated aspects. On the one hand, the most well-known and predictable is the group of topics related with natural dynamics and natural hazards of geological, biological, atmospheric or extraterrestrial origin. On the other hand, the range of effects and their magnitude are frequently conditioned by the human attitude before, during and after a natural catastrophe.

Key words Disasters. Natural catastrophes. Geohazards. Damage remediation. Human factor.

* Los autores son doctores en Geología y trabajan en el Instituto de Geología Económica (CSIC-UCM), Madrid.

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Figura 1. Vista parcial de la ciudad de San Francisco tras el seísmo del 18 de abril de 1906 (fotógrafo desconocido).

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■ Aunque etimológicamente distintas, las palabras desastre (= “sin [buena] estrella”, derivada del occitano) y catástrofe (= venirse abajo; del griego cata, abajo, y -strophos, girar, volverse) vienen a designar cosas parecidas, cuando se refieren a la materialización de algún riesgo natural. Los riesgos que se ciernen sobre el planeta son de muchos tipos, y a grandes rasgos se agrupan en tres categorías: naturales, antrópicos e inducidos, siendo el tercero una variante, por agravamiento o desencadenamiento, de cualquiera de los tipos reunidos en las categorías anteriores. Por su parte, los riesgos naturales pueden ser de tipo extraterrestre (radiaciones, caída de meteoritos, perturbaciones por otros campos gravitatorios) o terrestre (con factores biológicos, geológicos y atmosféricos muy impactantes: plagas, epidemias, volcanes, sismos, movimientos del terreno, huracanes, lluvias torrenciales, etcétera). Por último, los riesgos antrópicos son de los tipos tecnológico (afectando a transportes o instalaciones), financiero (inversiones, proyectos, crisis generalizadas) o social (guerras, revoluciones). Es obvio que la reciente acumulación de desastres naturales de raíz geológica o atmosférica viene generando inquietud en la sociedad llamada occidental, a la par que una curiosidad interesada. Hay una sensación generalizada de que está pasando “algo” inhabitual. Las últimas catástrofes naturales (terremotos, inundaciones, deslizamientos de tierra) son hechos incontestables, pero nuestro análisis de los mismos está distorsionado por la avalancha de información (y desinformación) que ha generado el proceso del “cambio climático”. Quienes han cargado las tintas en acusar a la actividad humana como culpable única de este cambio, han propiciado que -por extrapolación- muchos se pregunten si no seremos culpables también del incremento de otros procesos catastróficos ligados a la dinámica interna del planeta. Es ingente la cantidad de información impresa y disponible en Internet, referente a riesgos, desastres y catástrofes, por lo que aquí nos centraremos en aspectos poco conocidos que abran vías nuevas de reflexión e incluso de actuación. Para ello aprovechamos nuestra condición de geólogos, investigadores de la historia de la Tierra que, por ejemplo, nos ha hecho incidir en los episodios de extinciones masivas y sus posibles causas. Pero la primera barrera a la que nos enfrentamos, en nuestra particular filosofía de la Naturaleza, es el establecimiento de unas simples bases de partida, mucho más complejas y discutibles que la realidad aparente. Las principales facetas que plantean problemas son: 1) Escalas y cuantificación de objetos y procesos, y de constantes y variables físicas, usando como referentes el espacio y el tiempo en sus conceptos clásicos pre-relativistas. En el Universo y en la Tierra no hay ninguna frontera natural que separe lo grande de lo pequeño, lo rápido de lo lento, lo antiguo de lo moderno. Estas fronteras las establecemos nosotros con los más variados y discutibles criterios. Igual ocurre con las unidades: el humilde y humanizado metro es desmesuradamente grande para su empleo directo en estructura atómica, pero el recorrido de la luz en el vacío en un segundo, e incluso la “unidad astronómica” (distancia Tierra-Sol), quedan cortos fuera del Sistema Solar. 164

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Los geólogos a veces nos ufanamos de manejarnos con una escala de tiempo que utiliza el millón de años como unidad informal (hasta los 4.500 millones de años de existencia del planeta), pero esta idea de unidad, que equivale a 10.000 siglos, se nos escapa, pues pocos de nosotros cumpliremos los 100 años. En cuanto a la escala física, aunque tampoco la comprendemos, podemos hacer una comparación gráfica: la Tierra es, en relación con el Universo conocido por medios ópticos, de un tamaño menor que el de un eritrocito con respecto a la órbita de Neptuno. Volviendo a la realidad tangible y cotidiana, aplicaremos, como siglos atrás, criterios antropométricos y antropocéntricos para poder establecer magnitudes y frecuencias de procesos catastróficos, y evaluarlos. La idea del tamaño de la Tierra ha sido distorsionada por el empleo de medios de transporte cada vez más rápidos, que la hacen parecer más asequible y dominable. Pero, para obtener una referencia física de los desastres naturales proponemos construir una maqueta del planeta a escala 1:1.000.000, que sería una cuasi-esfera (geoide) de 12,75 m de diámetro, a la que haremos referencia más adelante. En este globo terráqueo a escala, cada mm3 equivaldría a 1 km3 real en el planeta, lo cual nos facilitará la representación directa de muchos fenómenos. 2) Observación de los hechos: entre cualquier suceso objetivo y los conceptos derivados del mismo media un observador, apoyado o no por instrumental variado. El antiquísimo problema filosófico del paso realidad-percepción-conocimiento, presenta aquí unas facetas determinantes, que lindan con el subjetivismo más puro. No se observa y analiza una situación con el mismo rigor y objetividad cuando se está en calidad de espectador, que cuando se es su víctima real o potencial: en un desastre colectivo, cada superviviente contará su experiencia dramática concreta, personalizada por su carácter, cultura, idiosincrasia, etcétera. El procesado mediático y político de unas muestras aleatorias de estos testimonios, junto con otros datos objetivos, nos dará versiones diferentes y distorsionadas de la misma catástrofe. En el actual mercado de la información global, hay fallos que afectan seriamente a la prevención y gestión de desastres naturales. Nos referimos a que se sacrifica el rigor a la rapidez dando información equivocada; a que se establecen ideas simplistas de obligada aceptación (tópicos); y a que, lo que hoy es primera plana, mañana se olvida y pronto se interpreta como que “ya está todo arreglado”. Lo ocurrido con el huracán Katrina en el sur de Estados Unidos (antes, durante y después) es un ejemplo a estudiar. 3) Conceptos utilizados en prevención, gestión y evaluación de hechos catastróficos. Intuitivamente todos creemos dominar la multitud de términos y conceptos que se utilizan, ya que no tienen nombres enrevesados, pero la realidad es muy distinta y el glosario ciertamente complejo. Por un lado está la nomenclatura que dominan los investigadores (ver, por ejemplo, Noto et al., 1989; Hacar y Bermejo, 1996; Llorente y Laín, 2009), pero por otro están... ¡las compañías de seguros! Como simple muestra de estos términos citaremos riesgo (natural, antrópico, inducido, total, instantáneo, etcétera), peligro, peligrosidad, factor de peligrosidad, severidad, exposición, vulnerabilidad, mitigación preventiva, mitigación correctora, desastre, emergencia, catástrofe, etcétera. Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):162-175

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Para ir más allá y por tratarse de fenómenos naturales, siempre complejos y parcialmente desconocidos, nos vamos a permitir recordar algunos conceptos esenciales, en transcripción literal del Vocabulario Científico y Técnico de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1996), que más tarde utilizaremos para enjuiciar el problema: - Modelo: esquema conceptual, susceptible de tratamiento matemático, que interpreta o predice el comportamiento de un sistema en que se desarrolla un fenómeno determinado. - Sistema determinístico: sistema en el que se supone que las medidas de las variables no están afectadas por errores y que las relaciones entre las mismas tienen carácter no aleatorio. - Sistema abierto: sistema termodinámico que puede intercambiar materia y energía con su entorno. - Sistema borroso (fuzzy): sistema cuyo contorno o frontera con el mundo exterior no es nítido, o en el cual no hay nitidez en la separación entre los componentes o subsistemas que lo constituyen. - Sistema estocástico (o probabilístico): sistema en el que algunas o todas las variables, y las relaciones entre ellas, tienen carácter estocástico o incierto. - Sistema caótico: sistema caracterizado por su impredecible evolución y por ser ésta extremadamente sensible a las condiciones iniciales.

Un nuevo enfoque de los desastres naturales Tras este largo preámbulo, empezaremos por exponer los principios y las líneas maestras de nuestra hipótesis de trabajo, previamente a su discusión: 1.- Consideramos que cada ser humano, e incluso la Humanidad completa, es una parte casi infinitesimal (en cuanto a materia y energía) respecto a la Tierra. En nuestra maqueta del planeta a escala 1.000.000 (= 12,75 m de diámetro), toda la biomasa humana compactada cabría en menos de medio milímetro cúbico (supuestos 7.500 millones de habitantes y peso medio de 50 kg). 2.- En contraste, la capacidad humana de manipulación del entorno es asombrosa, por no decir terrorífica. No obstante, esta capacidad se limita a la actuación sobre la “epidermis” de la litosfera (minería, sondeos...), hidrosfera, atmósfera y, excepcionalmente, en puntos del espacio exterior próximo. También podría incidir sobre algún aspecto mecánico del núcleo y manto terrestre en forma casi inapreciable: por ejemplo, originando microcambios en el momento cinético y en la posición del eje de rotación mediante un gigantesco transvase o la desecación de un mar. La maquinita de apenas 1/3 de kilowatio de potencia que es el Hombre, “madrugó” bastante como elemento distorsionador del medio: tan pronto como dominó el fuego, dispuso de una enorme energía destructiva. Nuestras posibilidades actuales, guiadas por la técnica, son casi ilimitadas en el ámbito 166

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de la biosfera/ecosfera, pero incluso ahora, no actuando como “fuerza bruta”, sino con un mecanismo similar al enzimático, al catalítico o al infeccioso (recordemos el caso del agujero de ozono...). 3.- Contemplamos el fenómeno de la vida como un hecho excepcional que va en contra de la dinámica del universo, cuya entropía aumenta sin cesar. Aunque se descubra vida en planetas extrasolares, la materia inerte será inmensamente mayoritaria. Incluso en la Tierra, más del 97% de su masa está a una temperatura superior a la que resistiría la bacteria más extremófila. 4.- El fenómeno de la vida, que tiende a extenderse, diversificarse y perpetuarse, se ve permanentemente acosado, incluso en la superficie ama-

Figura 2. Inundación provocada en Zaragoza por una crecida del río Ebro en 1961 (foto archivo IGME).

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ble de este planeta, que parece hecha ad hoc para su implante y proliferación, en sus múltiples vertientes macro y microscópicas. Para construir más biomasa, no faltan reservas de carbono, oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, etcétera, si bien su incremento cambiaría las condiciones ambientales. 5.- En el conjunto de este “Planeta Azul”, así como en cualquiera de sus paisajes más idílicos, lo que realmente se desarrolla es una lucha atroz por la supervivencia, causada por la nefasta aparición de los organismos heterótrofos (depredadores) de los que formamos parte. Visto desde el lado de las víctimas, éste es el continuo desastre natural. Echando cuentas con otro ejemplo tétrico, el canal del transvase Tajo-Segura sería insuficiente para llevar toda la sangre derramada continuamente (con dolor) en el planeta por los animales superiores que están siendo devorados. Soslayamos hablar de los microorganismos patológicos como causantes de desastres silenciosos y permanentes... 6.- La naturaleza inerte también colabora como puede causando daño, aunque suele hacerlo a trompicones, con procesos que pueden durar desde unos segundos hasta milenios. Hay un inmenso catálogo de desastres clasificables con diferentes criterios: origen de la energía que se libera, medio que la transporta o almacena, magnitud, área afectada, tipo de daños, etcétera. Aquí entraría desde un tornado hasta el impacto de un asteroide, y desde un tsunami hasta una desertización. 7.- Para la evaluación de desastres consideramos como referente al ser humano, en cuanto a su supervivencia, seguridad, salud, bienestar y pertenencias. Esta clasificación tan adecuada nos lleva por ejemplo a que, ante el accidente de un camión cargado de cochinos, nuestra alarma se centre en la suerte del conductor. En los últimos tiempos, nuestra escala de desastres incluye también los efectos sobre la biodiversidad, el medio ambiente e incluso la economía, aunque de esta última algunos acaban por beneficiarse. 8.- En cuanto a la respuesta de los poderes públicos y de los ciudadanos particulares, ensayemos un enfoque obvio. Ante cualquier probable (incluso tan sólo posible) desastre natural, parece claro que deberían desarrollarse las siguientes etapas de actuación, por orden cronológico: - Previsión: ¿Puede ocurrir? ¿Ha ocurrido otras veces? - Predicción: científica, instrumental (diferente para cada riesgo). - Prevención: para paliar los efectos. Alerta y preparación de medios. - Actuación: cuando el desastre ocurre (fuerte carga de improvisación). - Mitigación: centrada en los efectos sobrevenidos y en riesgos nuevos... - Prevención: utilizando la amarga experiencia adquirida, para gestionar posibles nuevos casos.

Consideraciones y propuestas utópicas Presentamos algunas consideraciones y propuestas de forma correlativa con los ocho puntos del apartado anterior, con el propósito de generar nuevos campos de discusión, escasamente tratados en la literatura precedente. 168

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1.- Los “grandes cataclismos” a escala humana son procesos casi imperceptibles a escala del planeta. Las ondas transversales de un gran terremoto serían comparativamente las mismas que las generadas en la campana del Kremlin por el impacto de un hueso de aceituna. En nuestra maqueta global a escala 1:1.000.000, un humano adulto sería como un bacilo de aproximadamente 1,8 micras de altura y 0,5 micras de diámetro. De cara a la mayoría de los desastres naturales, estamos peor adaptados que los cuadrúpedos por nuestra evolución específica (gran masa encefálica, bipedalismo, ausencia de pelo protector, etcétera). Cualquier mamífero de nuestro peso soporta mejor que nosotros la intemperie, caídas e impactos, y corre más que el jamaicano plusmarquista mundial (que apenas supera los 36 km/h en 100 m). Podría considerársenos pues, como puntos pensantes en la superficie terrestre y, como además sentimos, tenemos derecho a valorar las catástrofes en nuestra medida antropométrica y obrar en consecuencia. Más motivos de humildad: en el maremoto del 26 de diciembre de 2004 en Sumatra, los animales libres corrieron a refugiarse en zonas altas por su instinto y percepción “extrasensorial”, mientras que los humanos, sin instinto, conocimientos ni tecnología adecuada, se lanzaron a la playa atraídos por la retracción previa a la ola...

Figura 3. El edificio Alto Río de 20 pisos (Concepción, Chile) se vino abajo a consecuencia del terremoto del 27 de febrero de 2010 (©Claudio Núñez).

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2.- La aparición del Homo sapiens sobre la faz de la Tierra representó el comienzo de una revolución biológica total (al margen de lo que digan los libros sagrados de cualquier religión). Podríamos definirlo como el “mono curioso” (¡y ya los monos suelen serlo!). Hemos invadido todos los hábitats y fabricamos otros incluso extraterrestres. Tenemos una capacidad de hacer daño casi infinita. Si consideramos el cerebro humano como parte evolutiva de la naturaleza, podría considerarse la mayor fábrica de desastres naturales: elimina especies, transforma el medio, inventa tóxicos, aísla sustancias como el Polonio 210 y, sobre todo, genera guerras: más de 6.000 documentadas. Pero las guerras las cuentan habitualmente los vencedores (y en todo caso los supervivientes). Si los más de 50 millones de muertos de la II Guerra Mundial nos contaran sus últimas horas, quedarían eclipsadas y superadas todas las listas de catástrofes naturales de las que hay registro histórico. 3.- La vida de una especie concreta, incluida la nuestra, pende de un delicado equilibrio entre múltiples factores. Un desastre natural puede romper ese equilibrio y dar al traste con la especie. De hecho, están documentadas múltiples extinciones globales en la historia del Fanerozoico, además de las llamadas “cinco grandes”. Se buscan las causas: caída de asteroides, descomunal vulcanismo, intensas glaciaciones, radiación extraterrestre, cambios atmosféricos, etcétera. Pero hasta ahora su consecuencia siempre ha sido que han desaparecido unas formas de vida y han sido reemplazadas por otras, más adaptables al nuevo escenario ambiental. Distinguimos entre lo que sería extinción selectiva de formas de vida concretas (pequeñas catástrofes, que podrían incluso tener origen biológico: mutaciones en virus o bacterias) y la extinción de la vida como tal, que requeriría uno de estos tres fenómenos: un supervulcanismo descomunal, el impacto de un enorme asteroide con ruptura de la corteza terrestre, o la transformación (que se considera muy lejana en el tiempo) del Sol en una gigante roja que acabaría por englobar a la Tierra. 4.- El acoso del medio natural (inerte y vivo) sobre la especie humana, es cotidiano y multiforme, con picos locales o globales aislados, es decir: desastres, catástrofes, epidemias, etcétera. En las civilizaciones más primitivas el resultado fue dramático, con extinciones que incluso nos pueden haber pasado desapercibidas. Nos centramos en nuestro primer mundo, complejo y hedonista, y consideramos una catástrofe que los aviones no puedan volar unos días por culpa de un pequeño volcán. Aunque el aire a ras de suelo haya sobrepasado ocasionalmente hacia abajo los -70ºC y hacia arriba los +70ºC, convivimos con gente que solicita calefacción si la temperatura baja de 22ºC en invierno, y refrigeración si sube de 23ºC en verano. En España tenemos alerta por pronósticos de temperaturas superiores a los 35ºC y, simultáneamente, en África y Oriente Medio, sobreviven rondando los 50ºC. Mirando desde aquí al tercer mundo debemos distinguir entre las amenazas naturales a la vida humana (en términos de sí/no), y las amenazas a nuestro modo de vida confortable y complejo que es, por lo tanto, muy vulnerable: imaginemos un corte total de suministro eléctrico a 170

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escala nacional durante 24 h... También constituye una bochornosa evidencia ver cómo tratan nuestros medios de comunicación y nuestra sociedad dos desgracias equivalentes, ocurridas en zonas avanzadas o atrasadas, obviando incluso criterios de proximidad geográfica o lejanía. 5.- En la permanente lucha por la vida entre especies e individuos (recordemos el gen egoísta), el papel de las catástrofes naturales es cambiar las reglas del juego. En casos extremos, como las extinciones masivas del registro geológico, podríamos hablar metafóricamente de un “borrón y cuenta nueva” o de “romper la baraja”, lo que nos ahorra descripciones. Pero siempre hay especies oportunistas que se benefician de la muerte ajena, desde el buitre a la bacteria, y que medran (por ejemplo plagas y epidemias subsecuentes a inundaciones). Incluso en el caso extremo de una enorme biomasa quemada, el aumento de CO2 beneficia a la fotosíntesis vegetal. 6.- La naturaleza inerte tiene, a la escala espacio-temporal humana, una dinámica lenta pero potentísima, en ocasiones con saltos bruscos. Las cantidades de energía que entran en juego son fabulosas, en forma de radiaciones, calor, energía potencial, energía cinética, energía eléctrica, etcétera.

Figura 4. Deslizamiento de tierras que corta la carretera de acceso a uno de los complejos arqueológicos del Valle sagrado de los Incas, cerca de Cuzco, Perú. Septiembre de 2010 ©Juan Carlos Gutiérrez).

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En un metro cuadrado colocado perpendicularmente a los rayos del sol, se recibe, de modo continuo, una energía superior a un kilowatio, equivalente a la que desarrollarían cuatro atletas. La humanidad ha perdido un tiempo precioso, casi “hasta ayer”, para comprender la dinámica de la Tierra, achacando a castigos divinos fenómenos explicables con la Física de los antiguos griegos. Las leyes naturales -conocidas o no- son inexorables y humanamente crueles. Una catástrofe absoluta no distingue, y trata igual a un psicópata recalcitrante, que a un héroe o a un recién nacido. Es más: si la catástrofe es relativa y parcialmente dominable, puede dar margen a una selección negativa que beneficie al primer sujeto citado. Por este motivo insistimos de nuevo en la desproporción de las fuerzas de la naturaleza inerte con respecto a un individuo concreto. Con referencia a un caso localizado, la tragedia del camping de Biescas (7 de agosto de 1996), la energía liberada por una masa de agua, lodo y piedras, era muy superior a la de un “Jumbo” en su despegue. Y la energía calorífica desprendida por la combustión de dos o tres granos de trigo, transformada en trabajo, sería suficiente para provocarnos un traumatismo severo. 7.- Al utilizar muertos y heridos como elemento de valoración de desastres, obtenemos una escala distorsionada de su magnitud. Está claro que factores circunstanciales pueden paliar o agravar las consecuencias: densidad de población, época del año, hora del día, otros factores naturales, características culturales y concienciación de la sociedad, etcétera. Las áreas más activas del planeta ofrecen más alicientes a la ocupación humana que un páramo estable arrasado: deltas y planicies costeras, llanuras de inundación en valles, relieves juveniles con tectónica activa, rocas volcánicas que generan buenos suelos, etcétera. Así tenemos que el área tectónica más mortífera en tiempos históricos corresponde a la prolongación hacia el noreste del “carril suroriental” de la placa tectónica india, dentro de áreas muy pobladas de China; mientras que terremotos mucho mayores en áreas poco pobladas (Chile 1960, Alaska 1964) causaron menos daños personales y cayeron pronto en el olvido. 8.- Parece pretencioso e insensato dar consejos a la multitud de científicos de renombre, y de diferentes disciplinas, que se dedican al estudio de los desastres y las catástrofes naturales. Pero el hecho es que tras las mismas se sigue poniendo en evidencia que las cosas pudieron hacerse mejor: antes, durante y después del episodio. Hay muchos factores que fallan en el sistema, y al que da la alarma se le ignora o se tiene por agorero o catastrofista. ¿Quién conoce el concienzudo trabajo de Ruegg et al. (2009), que mostró la inminencia del terremoto de Chile de 2010? ¿Quién predijo el terremoto-maremoto de Sumatra de 2004, que “a toro pasado” generó cientos de publicaciones clarividentes? En nuestra modesta opinión, cada desastre nos enseña cosas nuevas, lo cual quiere decir que es diferente a los demás en sus causas y modo de abordarlo. Hoy en día están de moda los modelos numéricos de cualquier proceso natural, catastrófico o no, pero lo cierto es que disponemos de más medios infor172

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Figura 5. Destrozos provocados por el huracán Katrina en Nueva Orleans (Louisiana) en agosto de 2005. En la foto se ve la carretera Interestatal 10 a la altura del West End Boulevard y, al fondo, el lago Pontchartrain (©Kyle Niemi, cortesía del U.S. Federal Government).

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máticos que de bases de datos adecuadas. Las predicciones meteorológicas locales a más de 72 horas, aún imprecisas, son atrevidas. Cualquier entorno y cualquier proceso catastrófico previsible en el mismo, es casi imposible de modelizar, ya que estamos ante funciones con múltiples variables, algunas de ellas incontrolables. El escenario y los factores implicados no constituyen un sistema determinístico y cerrado, sino un sistema abierto, borroso, probabilístico e incluso caótico (véanse definiciones en la introducción). En ocasiones el núcleo principal del riesgo está en la parte artificial del sistema, por sus instalaciones industriales, obras públicas, almacenes y depósitos: industrias químicas, embalses, vertederos de residuos, plantas nucleares, etcétera. Es deseable que los modelos numéricos de cada posible desastre natural queden sólo como apoyo a otros “modelos integrales” más ambiciosos, basados en el conocimiento, sentido común e imaginación responsable. Una catástrofe es, además, un fenómeno de masas, que psicólogos, sociólogos, médicos y políticos han de analizar y gestionar. Durante la catástrofe y en su entorno temporal, se ponen de manifiesto las profundas diferencias individuales. Hay dos formas de imponer la coordinación: una razonada, en sociedades avanzadas, con predominio de la información; y otra más autoritaria, en las más atrasadas. ¿Cuánta ayuda externa se retraerá si se ven imágenes como las de Haití, con gente joven e indolente, cuando no fornidos mocetones armados con machetes, saqueando las ruinas o imponiendo su ley para hacerse con los escasos alimentos que llegan?

Consideraciones finales Como estudiosos de la Tierra y el medio ambiente, y como personas sensibles ante todo lo humano, hemos querido mostrar algunas consideraciones personales sobre aspectos generales de los desastres y las catástrofes naturales, así como reflexiones críticas con respecto a la habitual gestión de éstas, en sus tres etapas de prevención, actuación y remedio. No se trata de un artículo academicista, sino de una improvisada “tormenta de ideas” desde nuestra parcela de las Ciencias de la Naturaleza en la que siempre nos toca jugar el papel más desairado: aunque los geólogos no somos los malos de la película, hacemos de mensajeros que traen y explican la mala noticia. Tras las últimas catástrofes naturales de todos conocidas, nos invade una viva indignación ante la certeza de que esta sociedad del siglo XXI, tan tecnológica, no lo está haciendo bien. Demasiados muertos y demasiados daños, que en parte podrían haberse evitado con el sentido común de los antiguos griegos, la técnica y el derecho romanos, y la generosidad de los primitivos cristianos, dentro de un espíritu renacentista. La cantidad de información y los ríos de tinta vertidos en torno al tema que nos ocupa son sencillamente abrumadores. La modelización de casos teóricos simplistas, y por lo tanto irreales, constituyen la nutrida avanzada en la literatura mediática y científica actual; mientras que trabajos concienzudos, con humilde planteamiento y aplicación práctica, resultan muchas veces margina174

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dos. Tanto en geología como en sociología de catástrofes, hay planteamientos y praxis que siguen siendo válidos y equivalentes a los de los antiguos y beneméritos médicos rurales (afortunadamente auxiliados por la analítica e instrumentación de hoy en día). Siguiendo este símil, en geología, climatología, hidrología y oceanografía de catástrofes, hay conceptos médicos que serían transferibles: medicina preventiva, anamnesis, historial, pródromos, etiología, sintomatología, diagnóstico, terapéutica (poca), efectos secundarios, convalecencia, recaídas, casuística, etcétera. En (utópico) resumen, creemos que en toda área peligrosa por sus antecedentes, por su densidad de población o por sus instalaciones, habría que elaborar una completísima ficha, disponible cuando la emergencia sea probable o inminente, ya que nunca habrá tiempo de reacción si se parte de cero. Recordemos a este respecto que, en el terreno de la seguridad, hay demasiadas costumbres erróneas que aceptamos sin crítica y sin análisis. Como narraba un veterano dicho apócrifo: “si un extraterrestre viera que utilizamos carreteras de doble sentido, en las que coches guiados manualmente se cruzan a alta velocidad con sólo unos centímetros de margen de error (y esto millones de veces cada día)... ¡pensaría que estamos locos de remate!”. Aceptamos, por tanto, el permanente riesgo de vivir.

Referencias y lecturas recomendadas • Alfaro P, Brusi D y González M. El cine de catástrofes, ¡que catástrofe de cine! Cuadernos del Museo Geominero. 2008;11:1-12. • Ayala FJ, Olcina C, coord. Riesgos naturales. Barcelona: Editorial Ariel Ciencia; 2002. • Brown D. Geohazards lurk in familiar places. AAPG Explorer. 2010 mar:6-8. • Brusi D, Alfaro P y González M. Los riesgos geológicos en los medios de comunicación. Enseñanza de Ciencias de la Tierra. 2008;16:154-166. • Díaz Herrero A, Laín Huerta L y Llorente Isidro M. Mapas de peligrosidad por avenidas e inundaciones. Guía metodológica para su elaboración. Madrid: Instituto Geológico y Minero de España; 2008. • Hacar MA y Bermejo C. Accidentes y catástrofes (primera parte). Madrid: Edit. MAP & SIG Consulting S.L.; 1996. • Catálogo nacional de riesgos geológicos. Madrid: Instituto Geológico y Minero de España; 1988. • Llorente M y Laín L. Riesgos geológicos: técnicas de análisis y mitigación. Enseñanza de Ciencias de la Tierra. 2009;17:232-241. • Noto R, Huguenard P y Larcan A. Manual de medicina de catástrofe. Barcelona: Masson S.A.; 1989. • Real Academia de CC. Exactas, Físicas y Naturales. Vocabulario Científico y Técnico (3ª edición). Madrid: Espasa; 1996. • Rowan, C. The seismic non-pocalypse. Earth. 2010;55:86. • Ruegg JC, Rudloff A, Vigny C, Madariaga R, Chabalier JB de, Campos J, Kausel E, Barrientos S. y Dimitrov D. Interseismic strain accumulation measured by GPS in the seismic gap between Constitución and Concepción in Chile. Physics of the Earth and Planetary Interiors. 2009;175:78-85.

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Gregorio Marañón, 1887-1960. Medicina, jerarquía, libertad Gregorio Marañón, 1887-1960. Medicine, hierarchy, freedom ■ Santiago Prieto* ■ Al morir Alfonso XII por tuberculosis en noviembre de 1885, su segunda esposa doña María Cristina de Habsburgo-Lorena (1858-1929) estaba gestante del que sería Alfonso XIII (1886-1941). Mujer ejemplar, juró ante las Cortes el cargo de Regente del Reino el 26 de noviembre de 1886, papel que ejerció hasta el 17 de mayo de 1902, momento en que su hijo subió al Trono. Esos años vieron, por un lado, la pérdida de las últimas colonias del viejo Imperio Español (Puerto Rico, Filipinas y Cuba), en 1898; y, por otro, la componenda del “Pacto del Pardo” por el que Cánovas y Sagasta acordaron la alternancia de liberales y conservadores en el ejercicio del poder político que, si bien permitió la estabilidad de la Restauración de la Monarquía, también fue el preludio del descrédito de ambos partidos. Infancia, educación Marañón nació el 19 de mayo de 1887 en la calle de Saturnino Olózaga de Madrid, cerca de la Puerta de Alcalá. Su padre, Manuel Pérez Marañón y Gómez Acebo, abogado oriundo de Santander y dueño de una excelente y leída biblioteca, era miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y consejero del Banco de España. Su madre, Carmen Posadillo Vernacci, hija de un magistrado del Tribunal Supremo, tuvo otros seis hijos y falleció por complicaciones del último parto, cuando Gregorio tenía tres años. Estas numerosas gestaciones y la pérdida precoz de la madre es probable que inspiraran alguna de las páginas sobre eugenesia que escribirá y quizá influyeron en su prolongada timidez. Marañón padre encajó el golpe con estoicismo y decidió ir a vivir un tiempo con sus hijos al domicilio de la familia política en la calle de Lista, donde la

* El autor es médico.

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Figura 1. Gregorio Marañón en su biblioteca, c.1925 (cortesía de la Fundación G. Marañón).

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abuela Guadalupe y la tía María se esforzaron en suplir a la madre en el afecto de los niños. Pasaban los veranos en Santander, donde poseían una casa cerca del mar a la que acudían con frecuencia sus amigos José María de Pereda (1833-1915), Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) y Benito Pérez Galdós (1843-1920), éste acompañado de su sobrino, y a la vez protector, el ingeniero José Hurtado de Mendoza. Allí, Gregorio no sólo gozó de la naturaleza con sus hermanos; también “devoró” las colecciones de “La Ilustración Española y Americana”, “El museo Universal” y “La Abeja Montañesa”, que despertaron su interés por el siglo XIX; y, algo aún más importante, aprendió de aquellos hombres el valor de la conversación de altura, del saber escuchar y el respeto por las ideas ajenas. Así, ante Manuel y Gregorio Marañón, el tradicionalista Pereda, cántabro como el sabio y conservador Menéndez Pelayo, solían discrepar con el gran canario Galdós, grande en lo físico y en lo literario, librepensador, anticlerical y republicano (lo que no le impedía ser un confeso admirador de la Reina María Cristina), pero escuchando todos cada pensamiento ajeno con el noble esfuerzo de entenderlo y el afán por comprenderse. Unas lecciones de aquéllos que “eran grandes maestros porque no se proponían dar lecciones a los demás” y que el niño no dejó escapar. Ejemplo de su timidez fue la ansiedad que le impidió presentarse al examen de ingreso en bachillerato en junio de 1897; prueba que superó en septiembre en el Instituto de Santander yendo de la mano de su padre y de Menéndez Pelayo hasta el aula, y gracias a la benevolencia del Tribunal, como más de una vez recordó (“mi timidez, que entonces era mucha y que tardé largos años en vencer a fuerza de voluntad”). Estudió bachillerato en Madrid, en el colegio San Miguel, que no era ni laico ni religioso, lo que pudo facilitarle la firmeza de sus creencias religiosas y la perenne ecuanimidad en tan íntimo terreno. Tuvo como compañero a quien fue su futuro cuñado, Miguel Moya, hijo del homónimo director del diario El Liberal y presidente de la Sociedad Editorial de España. Fue un período en que empezó a demostrar cómo podía aprovechar el tiempo, ya que, además de estudiar en serio y aplicarse en los idiomas, jugaba al fútbol y disfrutaba de la biblioteca de su padre. Allí leyó la Historia de Roma, del Nobel alemán Theodor Mommsem (1817-1903); las novelas de Pereda y las primeras ediciones de los Episodios Nacionales; el Quijote, el Fausto, el Emilio y La Divina Comedia; la obra de Plutarco, Cicerón y Séneca; la poesía de Virgilio, Fray Luis y Garcilaso; las Tragedias de Shakespeare, los Ensayos de Montaigne (en francés), los textos de Erasmo, Descartes y Voltaire, las novelas de Balzac, Dumas y Zola, y las Reglas y consejos sobre investigación científica, que Cajal había publicado en 1898.

Universidad Obtuvo con brillantez el grado de Bachiller en 1902 y, después de más de una duda, se inscribió en el Preparatorio de Medicina, licenciatura que comenzó en la Facultad de la calle de Atocha en el curso 1903-04. Años más tarde desta178

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caría entre los profesores a Cajal (protagonista de algunas de sus mejores páginas y que le calificó con “notable” en Histología); Federico Olóriz (que le dirigió en sus “Investigaciones anatómicas sobre el aparato paratiroideo en el hombre”, labor realizada sobre 180 autopsias y premiada por la Real Academia de Medicina con 2.500 pesetas y el nombramiento, en 1908, de miembro correspondiente de la misma); a Juan Madinaveitia (“el santo rebelde”, que “empezó a desnudar a los enfermos, a hacerles una exploración detenida y a valorar los síntomas...”); Manuel Alonso Sañudo (“un gran clínico”) y a Alejandro San Martín (políglota y meticuloso cirujano, “la más clara cabeza de cuantos han ilustrado el profesorado de San Carlos”). Precisamente, una de las vivencias imborrables de su paso por la Facultad fue, en noviembre de 1908, velar el cadáver de San Martín y colaborar como ayudante de Anatomía en su autopsia, realizada por su expreso deseo ante los estudiantes en el Gran Anfiteatro. Era aficionado a la ópera (contribuyó a la fundación de la Sociedad Wagneriana de Madrid), acudía a conferencias en el Ateneo y con frecuencia iba a estudiar a la casa de su amigo Miguel Moya, en lo que quizá influía la presencia de la hermana de éste, Dolores, ya que en los últimos cursos formalizaron su noviazgo y sería la mujer de su vida.

Figura 2. Marañón con Fleming en el cigarral. En su viaje por España, Alexander Fleming visitó el cigarral a finales de mayo de 1948. En su diario escribió: “Toledo. Greco, Goya. En automóvil a casa de Marañón. Vista de Toledo. Espléndida casa y encantadora familia. Almuerzo al aire libre...” (cortesía de la Fundación G. Marañón).

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Hospital General. Primeros ensayos. Manual de Medicina interna Acabó la carrera en junio de 1909 y, sin haber sido un coleccionista de grandes notas, lo hizo con premio extraordinario de Licenciatura. Mientras preparaba las asignaturas del Doctorado publicaba dos artículos sobre la enfermedad de Addison y, pensionado por el Ministerio de Instrucción Pública, en enero de 1910 viajaba a Fráncfort. Allí trabajó con Paul Ehrlich (1854-1915), quien en 1906 había fundado la quimioterapia farmacológica con el Salvarsán, un derivado del arsénico que fue la primera sustancia eficaz contra una bacteria, el treponema causante de la sífilis. A la vuelta publicaba Quemoterapia moderna según Ehrlich. Tratamiento de la sífilis por el 606, y en enero de 1911 leía su tesis doctoral: La sangre en los estados tiroideos. En mayo ganó la oposición al Cuerpo Médico de la Beneficencia Provincial, en el Hospital General de Madrid, hoy Centro de Arte Reina Sofía. Al obtener el número uno en tal oposición y haber vacantes, se incorporó directamente como profesor, lo que le evitó tener que hacer guardias. Siempre fue enemigo de las oposiciones y años después escribió: “... de ahí mi odio a las oposiciones, porque fui el ejemplo viviente de cómo se pueden hacer unas oposiciones y ganarlas brillantemente sin saber más que teorías... Yo insisto en que el raquitismo de la ciencia española se debe principalmente a las oposiciones”. Se casó con Dolores Moya en julio de 1911 y fueron a vivir a la calle Marqués de Villamejor, donde puso su consulta. Con 24 años, solicitó el puesto de jefe de las salas de infecciosos, durante años vacante porque nadie lo quería. Aquellas salas abuhardilladas (“mal llamadas salas, porque no eran más que pasillos con techos tan bajos...”), ubicadas en el último piso del Hospital, témpanos en invierno y cocederos en verano, acogían a los enfermos de fiebre tifoidea, tuberculosis, tifus exantemático, meningitis y quién sabe cuántas otras patologías infecciosas. Se rebeló contra ello e, inicialmente sin colaboradores, empezó por hacer historias clínicas, inexistentes en aquellos desdichados, a la vez que publicaba artículos en El Liberal exponiendo lo que allí había. (“Hice una campaña juvenil, y por genuinamente juvenil, violenta...”). Artículos, no incluidos en sus Obras Completas, que no agradaron a los burócratas y políticos de la Diputación, por los que le abrieron dos expedientes disciplinarios. Salió airoso de ambos “probablemente porque mi buen padre era entonces diputado”. Pero, además de con su brío, contó con la ayuda de una mujer infatigable, sor Ventura Pujadas, superiora de las Hermanas de la Caridad, que gestionaba los fondos donados por la aristocrática “Junta de Damas”. Merced a ellos no sólo se mejoró la dotación de las salas, sino que se pudo levantar en el jardín un edificio de tres plantas pegado al del Hospital, que fue pabellón de infecciosos durante doce años y base del futuro Instituto de Patología Médica. (En 1924 se construiría, bajo la dirección de Marañón, el Hospital del Rey, u Hospital Nacional de Enfermedades Infecciosas, donde irían aquellos enfermos). 180

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Marañón se orientó pronto y sin titubeos. Se deduce de sus escritos que madrugaba y que muy probablemente antes de las cinco de la mañana ya estaba en activo. Leía de todo porque tenía curiosidad por todo. Viajaba y conocía cada rincón de España. Acudía al Hospital a diario, pasaba visita, atendía las dudas de los colaboradores y publicaba páginas sobre temas de actualidad en El Liberal, inspiradas en la idea de “no ser inmune a lo que no es justo”; escribía artículos en las revistas médicas y ganaba una fama que llenó su consulta vespertina de una selecta clientela. Tenía un tacto especial con el paciente, mezcla de respeto, comprensión y afecto. Como escribió Rof Carballo, uno de sus discípulos dilectos: “Marañón tenía a la cabecera del enfermo un don poco frecuente: el de inspirar confianza plena y absoluta en brevísimas palabras, con ademán sucinto. Tras esa misteriosa influencia había un secreto que su gran prestigio no bastaba a explicar. Quizá fuese su gran bondad”. A principios de 1915 dio una serie de conferencias sobre sexualidad en el Ateneo, y en la que tituló El sexo, la vida sexual y la doctrina de las secreciones internas apuntó la relación directa entre hormonas, diferenciación sexual y vida sexual, algo tan original como osado en el momento. Al afirmar que “la diferenciación sexual juega un papel esencial en todas las esferas de la vida humana”, y que “…A despecho de todo, la vida del hombre gira durante muchos años en torno a momentos sexuales. Aún las cosas que más apartadas parecen de la esfera sexual reciben desde lejos su influencia, y, más o menos indirectamente, obedecen a ella. Los historiadores y sociólogos saben hasta qué punto ha influido en la humanidad el oscuro sentimiento del sexo”, abrió una habitación mal ventilada, rebosante de ñoñería, ignorancia y miedo. Y en cada una de las numerosas ocasiones, en artículos, conferencias y libros en que después trató el tema de la sexualidad —desde el feminismo a la planificación familiar y la eugenesia; desde los trastornos sexuales debidos a alteraciones hormonales, a los estados de confusión sexual y la homosexualidad; o desde el donjuanismo a la intersexualidad y las denominadas perversiones sexuales— lo hizo adelantándose a su tiempo, desde una perspectiva científica que no impidió la polémica ni le evitó más de una crítica acerba. En 1916 dirigió con otro gran clínico, Teófilo Hernando (1881-1975), el primer tomo del Manual de Medicina Interna, primer tratado de la especialidad editado en nuestro país, escrito por médicos “conocedores de los temas, amigos y no amigos, sin ninguna exclusión por ideas políticas” y que no llegó a completarse por los retrasos de algunos de los autores. Allí escribió, con Hernando, los capítulos sobre Glándulas de secreción interna (Endocrinología). Dos años después debutó en el mundo de la política al estampar su firma, junto con la de Unamuno, Américo Castro y el neurólogo Luis Simarro, en el Manifiesto de la Unión Democrática Española (UDE), fundada por Manuel Azaña. Mientras tanto nacieron sus hijos: María del Carmen (1912), Gregorio (1914), María Belén (1915) y María Luisa (1918). Precisamente, poco después de nacer ésta última, en septiembre de 1918 se produjo en España una epidemia de gripe y la Dirección de Sanidad envió a Marañón, junto con el epidemiólogo Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):176-196

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Antonio Ruiz Falcó y Gustavo Pittaluga, del Instituto de Higiene “Alfonso XIII”, a estudiar la situación en Francia. Tras observar los abarrotados hospitales de París, se trasladaron a Reims (donde trabajaron con Joseph Babinski y Harvey Cushing); y, a continuación, poco antes de que en noviembre finalizara la Primera Guerra Mundial, a Boulogne-sur-Mer, donde conocieron a Alexander Fleming. En su informe constataron que tanto las formas clínicas de la gripe que allí vieron, como la mortalidad, eran similares a las observadas en nuestro país. A la vuelta, Marañón publicó en 1919 La edad crítica (donde explicó por qué el climaterio es la “edad crítica” en la mujer, mientras que en el varón lo es la adolescencia, por la frecuentemente aún incompleta diferenciación sexual); y Climaterio de la mujer y del hombre, ensayo en el que desmenuzó las características morfológicas y psicológicas del climaterio femenino, a la vez que demostró su base pluriendocrina. Todo lo redondeó en 1926 con sus Ensayos sobre la vida sexual, que hasta 1951 alcanzó ocho ediciones, con un enjundioso prólogo: “La actitud de la sociedad ante este problema es singular. De una parte, la pedagogía sexual se dirige a sofocar las manifestaciones del instinto como si se tratara de un incendio amenazador y no de la fuente eterna de la vida; los médicos nos pintan los peligros que conjuran sobre la salud las anormalidades de la función sexual y las infecciones que nacen a la sombra de su comercio; y los moralistas nos encarecen los abismos de degradación que se ocultan tras las alegrías del amor...”. En estos Ensayos tocó temas como “sexo, lujo y desigualdad social”, “la gloria, el dinero y el sexo”, “trabajo y feminismo”, “cultura y maternidad”, o “amor, conveniencia y eugenesia”, que si ayer fueron discutidos hoy son tan políticamente incorrectos como ejemplo de sensatez. Obras que fueron traducidas al francés y al inglés, y la última también al alemán por Keyserling. Sin olvidar que, junto a estos ensayos, en 1920 publicó sus investigaciones sobre la adrenalina y agudas observaciones clínicas sobre diabetes insípida y obesidad, o la base endocrina de la emoción, y que en 1921 describía el significado de la que él había denominado “mano hipogenital”.

El cigarral de Menores. Viaje a las Hurdes Marañón, que había conocido Toledo muy joven gracias a Galdós, escribía el 14 de marzo de 1921 a su amigo Ignacio Zuloaga: “He comprado un cigarral en Toledo. El más bonito de los que hay por allí, con muchas flores y olivos y un pequeño conventito que voy a arreglar muy bien para vivir allí algunas temporadas. La vista de Toledo es formidable...”. Este lugar, antiguo lugar de retiro para clérigos, jugó un papel crucial en su vida íntima, en su proyección pública (hasta 1936 pasó por el cigarral lo más granado de la cultura, la ciencia y la política) y en su obra, ya que entre sus paredes escribió buena parte de ella. Mil novecientos veintidós fue un año clave. En marzo fue nombrado miembro electo de la Real Academia de Medicina (de la que era correspondiente desde antes de licenciarse), titulando su discurso de ingreso Problemas actuales de la 182

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doctrina de las secreciones internas. Además, conocedor de la alta incidencia allí de hipotiroidismo, en abril visitó las Hurdes, en el norte de Cáceres. Durante una semana, en compañía del antropólogo Hoyos Sanz y los doctores Goyanes, Bardají y Ortega, recorrió a caballo una tierra y conoció unas gentes que le marcaron. En las notas de viaje, inéditas hasta 1993 en que se editó su facsímil con comentarios de Cela, entre otras muchas perlas, puede leerse: “Rubiaco: ...unos habitantes raquíticos, anémicos, en horroroso estado de nutrición. Bocios y, sobre todo, caquexia palúdica. Martilandrán: ...miseria, anemia, bocio, cretinismo. Espectáculo horrendo... El 25% tiene bocio... Yo creo que no han muerto por los ‘pilos’ (expósitos) que renuevan la sangre... Se ven casos de cretinismo con enanismo de origen hipotiroideo y síndromes de esclerosis glandulares múltiples...”. La Memoria sobre el estado sanitario de las Hurdes, escrita a instancias del Gobierno, fue un aldabonazo en la conciencia del Rey. Alfonso XIII había apuntado en enero de 1902: “... me encuentro un país quebrantado por nuestras pasadas guerras, que anhela por un alguien que lo saque de esa situación. Pendiente de la reforma social a favor de las clases necesitadas, el Ejército con una organización atrasada a los adelantos moder-

Figura 3. Marañón con el busto de Cajal, obra de Victorio Macho, c. 1955 (cortesía de la Fundación G. Marañón).

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nos, la Marina sin barcos, la bandera ultrajada, los gobernadores y alcaldes que no cumplen las leyes... Yo espero reinar en España como Rey justo...”. Lo intentó, y en junio de 1922 marchó la comitiva por carretera hacia Cáceres con Marañón de asesor. Llegaron cabalgando hasta las aldeas más retiradas, viendo cómo sobrevivían los hurdanos y un día, al salir de una casa miserable, el Rey le comentó en voz baja: “Esto es horroroso. Ya no puedo ver nada más”. (De ese viaje resultó la creación del Patronato de las Hurdes, en el que estaban, entre otros, junto a Alfonso XIII y Marañón, el obispo de Coria y el Ministro de Sanidad. Un Patronato que sirvió para crear las infraestructuras que, poco a poco, mejoraron la vida en aquella olvidada región de España).

Dictadura de Primo de Rivera En junio de 1921, las tribus del Rif, dirigidas por Abd-el-Krim, derrotaron tras varios errores tácticos a las tropas españolas en el “Desastre de Annual”, cayendo así la Comandancia Militar de Melilla. El escándalo por la probable responsabilidad de ciertos gerifaltes del Ministerio de la Guerra, e incluso del propio Rey por haber sugerido el nombramiento de algunos de ellos, dio lugar a una comisión parlamentaria de investigación, el “Expediente Picasso”. Éste no llegó a ver la luz pues en septiembre de 1923 el Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, se levantó, con la disculpa de los frecuentes desórdenes públicos, contra el Gobierno de Antonio Maura. El Rey contemporizó con el sublevado y no tardó en encargarle la formación de un nuevo gabinete. El llamado Directorio, inicialmente Militar y desde 1925 Civil, suspendió la Constitución, estableció la censura de prensa, prohibió las lenguas catalana y vasca y persiguió a los intelectuales críticos. Aunque el Desembarco de Alhucemas el 8 de septiembre de 1925 significó el comienzo de la victoria en la Guerra del Rif y que, junto a algunos éxitos económicos la Dictadura no fue sanguinaria, terminó cayendo tras casi siete años en enero de 1930. Por otra parte, Marañón, Bernardo Houssay en Buenos Aires, Roberto Novoa Santos en Santiago de Compostela y Augusto Pi y Suñer en Barcelona, fundaron en 1924 los Archivos de Endocrinología y Nutrición, revista destinada a dar a la luz las investigaciones en ese campo y que sólo tuvo cuatro años de vida. Marañón, que ya había trasladado su domicilio y la consulta al número 63 de la calle de Serrano, se enfrentó muy pronto al Directorio, al igual que Ortega (1883-1955) y Unamuno (1864-1936), y en 1925 se opuso a las órdenes del Ministro de Gobernación sobre la organización del Hospital del Rey, dimitiendo de su dirección antes de que fuera inaugurado (“Yo no soy un político. Nunca he ocupado un cargo ni aspiro a ocuparlo...”). Los enfermos infecciosos fueron trasladados allí desde el Hospital General y el Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital General pasó a llamarse Pabellón de Patología Médica y, a partir de 1931, Instituto de Patología Médica. Tal enfrentamiento (“Para mí todas las dictaduras son calamidades que se abaten sobre los pueblos... El ciudadano sometido a una tutela absoluta, pier184

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de rápida y a veces irremediablemente la preocupación directa por su país...”) condujo a que, acusado sin base de participar en el conato de sublevación conocido como “la sanjuanada” por estar preparado para ese día por algunos militares y políticos como Sánchez Guerra y el Conde de Romanones, se le impusiera una multa de cien mil pesetas y fue encarcelado el 23 de junio de 1926. Pasó un mes en la cárcel Modelo, cierto es que bajo un régimen laxo, ya que pudo recibir la visita de amigos, colegas, discípulos, algún editor y más de un aristócrata. Exprimió los treinta días, pues, además de leer Fortunata y Jacinta, tradujo (“la traducción es ejercicio tradicionalmente adecuado a las inquietudes del desterrado o del preso...) El Empecinado visto por un inglés, de Federico Hardman (“Un inglés que lo recorrió todo, que estudió con cordial minucia nuestros tipos y nuestras costumbres...”) y, además, corrigió las pruebas de Gordos y Flacos, un opúsculo que vio la luz nada más recobrar la libertad. Curiosamente, pasado el tiempo, llegó a tener amistad con el Dictador: “… me metió en la cárcel y me puso una multa fiera, y después, un buen día, resultó uno de los más buenos amigos míos... A veces se indigna uno de las cosas que pasan en España; pero cuando uno se deja de indignar se da cuenta de que es una gran humanidad la española...”. En 1927 publicó varios artículos sobre hipertiroidismo, bocio y cretinismo, y en diciembre, acompañado de su esposa, visitó a Unamuno en Hendaya. Éste, que había estado desterrado en Fuerteventura desde febrero a julio de 1924, se había autoexiliado en Francia y no volvería hasta 1930, una vez derrocada la Dictadura. Se habían conocido en Salamanca y mantenido frecuente correspondencia; el afecto y la admiración eran mutuos y el médico dedicó más tarde al filósofo páginas inolvidables. Siempre recordó aquella clara tarde de invierno en que, con Dolores del brazo y paseando los tres por el claustro de la catedral de Bayona, escuchó al gran bilbaíno recitar de memoria la poesía de nuestros místicos. Antes de acabar 1927 Marañón viajó a La Habana invitado por los organizadores del Congreso Médico Cubano. Pronunció la lección inaugural sobre Obesidad hipofisaria ante una sala abarrotada, y dio varias conferencias sobre Los estados intersexuales en la especie humana que tuvieron gran eco en los medios políticos y periodísticos de Cuba.

1930: Presidencia del Ateneo. Endocrinología. Enrique IV de Castilla Marañón fue nombrado presidente del Ateneo de Madrid en marzo de 1930. Resumió su programa en cinco palabras: “Máxima cultura y máxima libertad” y, ejemplo de su afán integrador, su primera decisión fue organizar en Barcelona un encuentro de escritores de Cataluña y del resto de España como desagravio por el acoso que había sufrido la lengua catalana durante el Directorio. “... El simple hecho biológico de la existencia de una lengua, obra admirable de la naturaleza y de la cultura humana, es siempre algo acreedor al Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):176-196

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respeto y a la simpatía de todos los espíritus cultivados...”. El leal encuentro fue un completo éxito. Además, ese año publicó el compendio Endocrinología. Enfermedades de las glándulas de secreción interna, y dio a la imprenta el que fue su debut en el estudio de la Historia de España: Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo. Un ensayo sobre este rey (1425-1474), hermanastro de Isabel la Católica, (1451-1504), del que llegó a la conclusión de que “era un displásico eunucoide con reacción acromegálica”, y cuyo objetivo justificaba: “No he pretendido en este modesto ensayo hacer historia en su sentido estricto... He querido sólo proyectar la luz de los recientes progresos en la fisiopatología del carácter y de los instintos humanos, sobre el espíritu y el cuerpo, todavía identificables en el fondo de sus tumbas, de un rey remoto y de algunos de los que le acompañaron en su paso por la vida”.

1931: Segunda República Con la Dictadura derogada en enero, y tras múltiples vicisitudes, los partidos antimonárquicos llegaban en agosto de 1930 al llamado “Pacto de San Sebastián”, del que salió el “Comité revolucionario”, germen del “Gobierno provisional” y base del próximo cambio político, al que también contribuyeron algunos escritores. Así, el 10 de febrero de 1931, Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala, publicaron en El Sol el artículo Un manifiesto dirigido a intelectuales. En él podía leerse: “…El Estado español tradicional llega ahora al grado postrero de su descomposición. No procede ésta de que encontrase frente a sí la hostilidad de fuerzas poderosas, sino que sucumbe corrompido por sus propios vicios sustantivos... No se trata de formar un partido político. No es razón de partir, sino de unificar. Nos proponemos suscitar una amplísima agrupación al servicio de la República... Importa mucho que España cuente pronto con un Estado eficazmente constituido...”. Cuatro días después, en un acto multitudinario en el teatro Juan Bravo de Segovia, se presentaba la “Agrupación al Servicio de la República”, presidida por Antonio Machado, en el que tomó la palabra el poeta, seguido de Pérez de Ayala, Marañón y Ortega. Una Agrupación que, en palabras de Marañón, “fue fundada con el propósito de hacer una obra de educación del pueblo, para adaptarlo al nuevo régimen” y que fue disuelta en octubre de 1932 una vez logrados sus objetivos. En febrero de 1931, el almirante Juan Bautista Aznar fue nombrado Presidente del que sería último Gobierno de la Monarquía. A pesar de sus esfuerzos de tolerancia, el ambiente de violencia era insoportable, y en marzo convocó las elecciones municipales para el 12 de abril. Marañón, republicano convencido, votó a primera hora en un colegio cerca de su casa en Madrid, e inmediatamente marchó a Toledo, donde, como todos los domingos, pasó el día en el Cigarral, escribiendo. La victoria de los partidos republicanos en las ciudades significó la caída de Alfonso XIII. Las condiciones del traspaso de poderes se negoció, por deseo del 186

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Rey, en el despacho de Marañón el 14 de abril. Como testigo silencioso asistió a la entrevista entre el conde de Romanones, Ministro de Estado, y Niceto Alcalá Zamora. Quedaba proclamada la Segunda República. El Rey partía al día siguiente hacia el exilio y Alcalá Zamora fue elegido Presidente provisional por las Cortes el 10 de diciembre. Marañón no aceptó el cargo de embajador en París que se le hizo: “... Puedo ahora, dentro de mi limitación, influir en la formación científica y social de la juventud, en el auge del espíritu investigador y en el perfeccionamiento de la asistencia y la higiene públicas. De este camino, ciertamente monótono, pero sujeto a una preparación de decenios, no debemos salir ahora los que llevamos tanto tiempo andándolo...”. Poco duraron los fastos por el cambio de Régimen. A principios de mayo eran detenidos algunos monárquicos ilustres, la sede de ABC estuvo a punto de ser asaltada por las turbas, y el día 11 se producía la quema de conventos en Madrid y otras ciudades. Sólo Marañón, Ortega y Pérez de Ayala y pocos más osaron criticar sin ambages la barbarie: “... Quemar conventos e iglesias no demuestra ni verdadero celo republicano ni espíritu de avanzada, sino más bien un fetichismo primitivo o criminal que lleva lo mismo a adorar las cosas que a destruirlas...” (El Sol, 14/V/1931). En julio de ese año y en aplicación de una ley vigente desde 1867, por Orden de la Presidencia del Gobierno se creaba ad personam la Cátedra de Endocrinología como disciplina optativa de Doctorado en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. Por decisión del claustro de la Facultad, la cátedra se adsFigura 4. El Cigarral de Menores (hacia 1950), bauticribió al Instituto de Patología zado por Marañón como Cigarral de los Dolores en Médica del Hospital Provincial honor de su esposa y hoy conocido como Cigarral de y el día 31 Marañón tomó Marañón (cortesía de la Fundación G. Marañón). posesión de la misma. Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):176-196

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1931-1936 En estos años mantuvo su actividad en el Hospital General. No descuidó su labor en el Instituto de Patología Médica, dando cursos de Medicina Interna y consiguiendo fondos para dotar los laboratorios y los servicios de radiología e investigación. A la vez, continuó escribiendo prólogos de libros, artículos para periódicos de España y Argentina, dando conferencias en la Academia de Medicina, publicando sus Once lecciones sobre reumatismo y artículos sobre la relación entre hipófisis y diabetes con sus colaboradores en el Instituto. Sin olvidar las relaciones sociales, como aquella de organizar en el Cigarral la comida en homenaje a Edouard Herriot, Presidente de Francia en su visita oficial a España en 1932. Ese año era nombrado Doctor Honoris Causa por la Sorbona y publicaba tres artículos esperanzados en El Socialista sobre la situación que se abría en nuestro país. En 1933 fue nombrado miembro de la Academia de la Lengua, tomando posesión el 8 de abril del 34 con un discurso que tituló Vocación, preparación y ambiente biológico y médico del padre Feijoo. Tiempo atrás había leído el Teatro crítico y las Cartas eruditas y ese discurso fue la base del libro Las ideas biológicas del padre Feijoo, publicado el mismo año. Ahí destacaba la lucha del ilustre benedictino (1676-1764) contra la superstición y su afán por “sustituir la fe en el absurdo por la fe en las cosas demostrables mediante el raciocinio o la experimentación”. Un hombre que desde su convento de San Vicente en Oviedo, cifraba las causas de la miseria intelectual de España: “en el corto alcance de algunos de nuestros profesores”; “en la preocupación que reina en España contra toda novedad”, y, finalmente, “en la envidia, ignorancia abrigada de hipocresía”. Sin duda, Feijoo, por su lucidez y energía, por su capacidad crítica y afán educador, fue uno de los puntos de referencia ética e intelectual de Marañón. Asimismo, de 1933 data el conjunto de ensayos Raíz y decoro de España, en el que cabe destacar el que tituló Los deberes olvidados: “... El afán de acumular derechos ha socavado y sofocado el sentimiento del deber, que es un eje esencial de nuestra vida. Esto es todo. Así como a fuerza de vivir para los deberes, y sólo para ellos, el hombre puede convertirse en un esclavo, así el ansia sin medida de los derechos arranca de raíz el sentimiento del deber y convierte al hombre en un demonio insensible y cruel que sólo acierta a dirimir sus dificultades por la fuerza... El derecho nos viene de fuera como un regalo, y puede, en teoría, sernos repartido por igual. Pero el deber mana de nosotros, de nuestra personalidad... Nada de lo que ocurra en el mundo realizará el sueño de la igualdad, porque nada podrá igualar los deberes de cada ser humano. Y es el deber y no el derecho el que marca las diferencias esenciales y las categorías entre unos hombres y los otros...”. O, el titulado Elogio de la sabiduría, en el que, al recordar a Pasteur, Cajal y Claude Bernard, afirmaba: “La ciencia no crece más que en los ambientes austeros” y que “Estudiar con igual aplicación todas las asignaturas con el deseo primordial de obtener notas brillantes es la manera más infalible de no ser nada en este 188

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mundo. Un mal estudiante puede ser, andando el tiempo, un grande hombre. Un estudiante perfecto, uno de esos abonados a la matrícula de honor... casi necesariamente se esfumará en una penumbra intelectual para toda su vida...”. Marañón dio a la luz en 1932 Amiel. Un estudio sobre la timidez, un ensayo sobre Henri Fredèric Amiel (1821-1881), profesor de Estética en la Academia de Ginebra y autor de un Journal intime, que había leído en sus años mozos. Fue un individuo por el que tuvo “interés antropológico” (por “su cobardía, su egoísmo, su sexualidad deformada, la habilidad hipócrita y pedante con que jugaba con ventaja en los momentos de pasión... un pensativo, pero no un pensador”) y sobre el que escribió en repetidas ocasiones. Su ensayo fue traducido al francés, lo que le llevó a relacionarse con los estudiosos franceses y suizos del ginebrino. Pero, a pesar de su vitalidad e incapacidad para el desaliento, aquello que Ortega denominaba “tonalidad ascendente”, el espíritu revolucionario que se vivía en España le afectaba, y en 1933, en el prólogo al libro de Natalio Rivas Políticos, gobernantes y otras figuras españolas, decía: “La posición del escritor es especialmente aleccionadora: liberal de siempre —el ‘siempre’ del liberalismo quiere decir ‘siglo XIX’— pero detenido correctamente en el umbral de la ideología liberal: hosco, pues, por razón temperamental y por impulso de las circunstancias, ante los excesos revolucionarios, como ante la rigidez arbitraria de la disciplina fascista: camisa verde, por lo tanto —esperanza sempiterna, liberal; siempre a punto de lograrse, pero siempre incumplida— equidistante de la camisa roja y de la negra...”. Un liberalismo que cada día perdía una batalla. Al morir Cajal el 17 de octubre de 1934, Marañón escribió la necrológica del maestro en el diario Ahora: “No sabrán nunca las gentes, que han oído tantas veces la glorificación de su nombre, lo que representa en la hora actual de España...”. En 1935 dejaba la Presidencia del Ateneo y daba a las prensas el ensayo Vocación y ética: “... reflexiones sobre la preparación del médico, sobre su vocación y su conducta en la sociedad... Vocación es entusiasmo... La vocación nunca es platónica, sino que implica inmediatamente el ‘servir’ al objeto de la vocación... La verdadera misión del maestro, mucho más que enseñar, es buscar la vocación en sus discípulos... cada enfermo debe ser para el médico, además de un problema de humanitarismo, un problema fisiopatológico...”. Y el 12 de mayo contestaba al discurso de recepción en la Real Academia Española de uno de los grandes de la Literatura Española: don Pío Baroja. El 16 de febrero de 1936 el Frente Popular ganaba las elecciones y en marzo Marañón publicaba El Conde-Duque de Olivares (La pasión de mandar). En este ensayo histórico-psicológico de 500 páginas, 35 apéndices y 521 citas bibliográficas, reivindicaba “la figura del grande y desgraciado ministro de Felipe IV... muy superior a la casi totalidad de los españoles de su tiempo. Fue él el que recogió, por designio inescrutable de Dios, en sus fuertes manos, un mundo que ya estaba deshecho. Su ambición de mandar no le impidió darse cuenta de Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):176-196

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que todo se venía abajo, porque él lo vio, y más que lo dijo, lo gritó; y lo sufrió en su alma de gran español...”. En mayo de 1936, leyó su discurso de recepción en la Real Academia de la Historia, que tituló Las mujeres y el Conde-Duque de Olivares. Simultáneamente, publicaba, en colaboración con F. Doménech, Variations of blood pressure in diseases of the hypophysis, en el British Medical Journal y escribía artículos en la prensa en los que todavía quería creer en un futuro luminoso para la República, pero criticaba la ceguera hipócrita de los políticos y los desmanes de los vengativos e incontrolados. “Cuando el crítico es ecuánime, verdaderamente liberal, las pedradas le llueven por igual de los dos extremos... Lo que no tiene duda es que, a la larga, la gran gloria de España está amasada con la obra de todos esos antiespañoles”. La Guerra Civil estallaba en julio. Marañón fue calificado desde algún periódico como “degenerado mental”, “fascista”, “enemigo del pueblo”, y, en sus propias palabras: “hube de comparecer dos veces ante checas, una de ellas en las tapias de la Casa de Campo y otra vez me llamaron a declarar en el llamado Tribunal Popular...”. La situación degeneró hasta la locura y el riesgo vital para los hombres de cultura crítica era obvio. Aprovechando sus relaciones, aún hizo gestiones para facilitar la huida de Madrid de Fernando Vela, Secretario de la Redacción de la Revista de Occidente, y de Ramón Serrano Súñer, antes de refugiarse en la Legación de Polonia y abandonar la ciudad. La Embajada de Francia le facilitó como pretexto una invitación para dar una conferencia en la Sorbona, y el 20 de diciembre Marañón y Menéndez Pidal, Director de la Real Academia, partieron con sus familias en coche hacia Alicante. Desde allí llegaron a Marsella por barco. Ortega, Pérez de Ayala, Baroja, Azorín, Zubiri, Blas Cabrera, Claudio Sánchez Albornoz, Hernando y tantos otros notables siguieron el mismo destino.

Exilio: 1937-1942 Con el dolor de saber que Unamuno había muerto el 31 de diciembre del 36, Marañón se instaló en París con su familia. Por un permiso especial del Gobierno francés pudo ejercer la Medicina. Pero, llenando cada minuto, ayudaba a otros exiliados, daba conferencias, escribía colaboraciones periodísticas y aprovechaba las tardes en los Archivos Nacionales de Francia, fuente inagotable de información, para trabajar con su mujer. Ésta, que ya antes había colaborado en la labor de descifrado de la inclemente caligrafía de sus manuscritos y de escribirlos a máquina, desempeñó en París una labor esencial. Mujer completa, con nulo afán de protagonismo, siempre estuvo a su lado como catalizador, peto y espaldar. De aquel tiempo escribirá ya en su ocaso: “Los años que viví allí durante la guerra fueron, creo yo, los fundamentales de mi vida; porque trabajé mucho, libre de obligaciones sociales; porque viví a la fuerza modestísimamente, pero con el encanto de vivir en Francia; porque tuve tiempo, y antes no lo había tenido, de conocerme a mí mismo...”. 190

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En la primavera de 1937 viajó a Uruguay, Argentina, Chile y Brasil. Dio conferencias en las que cada palabra tenía peso específico, como aquélla en Montevideo: “... Mi vida entera es amor a España, servicio de España... Política es adoptar un credo y serle fiel, por lo menos hasta que el jefe lo mande. No puede ser político, quien tenga el compromiso –el que yo tengo- de ser a toda costa leal con su propia conciencia... Yo no aspiro nunca a tener oyentes, sino pensantes que me escuchen...”. Y en diciembre publicaba en La Nación, de Buenos Aires, el artículo Liberalismo y comunismo, que resumía su visión de lo que denominaba Revolución Española: “... las trescientas columnas de humo que subieron al cielo desde todas las ciudades de España, el mismo día y casi la misma hora, en plena paz y sin provocación proporcionada a la bárbara respuesta, y con una técnica admirable y desconocida del pueblo español, demostraron que la organización exótica existía ya y que hacía con ímpetu sus primeros ensayos... El liberal español unía al defecto común a todos los liberales del mundo, a saber: una ceguera de colores, que sólo le permitía ver el antiliberalismo negro, pero no el rojo...”. Ello, a la vez que preparaba tres libros médicos: Estudios en Endocrinología (1938), Estudios de fisiopatología hipofisaria (en colaboración con Richet, 1940) y El diagnóstico precoz en Endocrinología (1940). En un segundo viaje a América, en 1939, visitó Perú (donde fue nombrado Doctor honoris causa por la Facultad de Ciencias de la Universidad de San Antonio), Bolivia y, nuevamente, Argentina, Uruguay y Brasil. Además, en ese año publicaba Tiberio. Historia de un resentimiento, un estudio psicológico de ese “pecado capital”: “... El resentido es una persona sin generosidad ... un ser mal dotado para el amor; y, por lo tanto, un ser de mediocre calidad moral... es muy típico de estos hombres, no sólo la incapacidad de agradecer, sino la facilidad con que transforman el favor que les hacen los demás en combustibles de su resentimiento...”. Y 1939 acababa con su destitución como profesor médico de la Diputación Provincial de Madrid. En 1940, año en que asistió en compañía de Hernando a la entrada del ejército alemán en París, publicó otros cuatro libros no médicos: Vida e Historia, Don Juan (Ensayos sobre el origen de su leyenda), Tiempo viejo y tiempo nuevo, y Elogio y nostalgia de Toledo. Don Juan fue un tema que trató en varias ocasiones, “no por un sentimiento personal” ni porque se encontrara ningún donjuán “que le arrebatara en los años mozos ninguna de sus novias”. En este libro desmenuzaba el origen de los “alumbrados” en España, apuntaba cómo el mito debió nacer a la sombra de la iglesia de San Plácido, en la calle del Pez, en Madrid, y explicaba por qué Don Juan era “fundamentalmente un tramposo”, ejemplo de “sexualidad indiferenciada” e “incapaz de amar a la mujer”. Elogio y nostalgia de Toledo es historia y emoción, con Garcilaso, El Greco, Galdós, José María de Cossio y el Cigarral como protagonistas. Una obra que dedicó a su hijo Gregorio y que nace en un breve prólogo: “En Toledo, en el retiro de los cigarrales, en su soledad llena de profundas compañías, he sentido muchas veces, durante largos años, esa plenitud maravillosa escondida en lo íntimo de nuestro ser, que no es nada positivo, sino más bien ausencia Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):176-196

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de otras cosas; pero una sola de cuyas gotas basta para colmar el resto de la vida, aunque la vida ya no sea buena... La vida sigue y tiene afanes nuevos, que bastan para no frustrarla y hacerla digna. Mas hay cosas que acaban antes que la vida frágil y tienen, sin embargo, apenas pasadas, la dimensión patética de la eternidad. A ellas, como a un madero que flota, nos quisiéramos asir”. Luis Vives (Un español fuera de España), salió de la imprenta en 1941 y en sus páginas más de una vez parece que nos halláramos con el alter ego del autor. Unas páginas que rezuman simpatía por el viajero valenciano, gotoso ilustre, emigrado en Brujas. “Me interesa sólo el hombre”, escribía al comienzo. Con qué fruición Marañón se detiene en cada párrafo de los Diálogos de Vives: “Es preciso, ante todo, levantarse temprano... El reloj despertador está dispuesto sobre el escaño de la cama para llamarle a las cuatro y permitirle su trabajo fecundo en el frescor de la madrugada... Margarita Valdaura había sido algo más que la compañera de su vida, porque fue la compañera de su vida de emigrado...”.

1942-1960 Marañón y su familia volvieron a España en el otoño de 1942. Tanto su casa de Madrid como el Cigarral habían sido expoliados. Fueron a vivir a la Glorieta de Rubén Darío, con su hija Carmen y su marido, Alejandro Fernández de Araoz, que se ocuparon de restaurar el Cigarral (y a los que dedicó su Antonio Pérez), y poco después a un piso en la calle Montalbán. En marzo de 1943 solicitaba “la tramitación del expediente de depuración político-social”, paso necesario para reingresar en el Cuerpo de Beneficencia Provincial, que no se resolvió hasta enero de 1944. Volvía, con 56 años, al Hospital General. Y siguió trabajando. Escribió más prólogos y publicó nuevos artículos médicos, dentro y fuera de España. Y junto a ellos, el Manual de Diagnóstico etiológico (1943), con una sencilla dedicatoria: “A mi mujer”. Mil páginas sobre etiología y diagnóstico diferencial que fue obra de consulta para varias generaciones de médicos: “... En este libro, en el que no hay historias clínicas, yo quisiera enseñar sobre todo a hacerlas, resaltando lo que sirve de base a la eficacia de ellas, es decir, la interrelación de todos los síntomas, cualquiera que sea su cronología en la vida del enfermo, bajo el signo de la preocupación etiológica...”. En 1945 se trasladaba al que sería su último domicilio, en el Paseo de la Castellana, 59. En 1948 publicaba, con Richet y Rymer, el libro Pathologie de l’hypophyse, y en 1953 los 40 capítulos de El Crecimiento y sus trastornos. Si como médico ya había dado lo mejor de su obra, aún publicó otros cinco libros que bastarían para incluirle en la antología de nuestras letras. Españoles fuera de España (colección de ensayos escritos entre 1942 y 1948, con un prólogo inolvidable); Antonio Pérez. El hombre, el drama, la época. Los procesos de Castilla contra Antonio Pérez (1947), un minucioso repaso a la España de Felipe II, en el que descartaba los presuntos celos del rey por unos hipotéticos amo192

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res de Antonio Pérez con aquella insoportable mujer que debió ser la Princesa de Éboli; Ensayos liberales (1946), “... El liberalismo es una conducta y, por lo tanto, es mucho más que una política. Y, como tal conducta, no requiere profesiones de fe sino ejercerla, de un modo natural, sin exhibirla ni ostentarla. Se debe ser liberal sin darse cuenta, como se es limpio, o como, por instinto, nos resistimos a mentir...”. Marañón escribió Cajal. Su tiempo y el nuestro (1947) construido sobre su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. En él rendía homenaje al maestro, a quien citó más de doscientas veces en sus obras: “... A través de la prueba del tiempo, la obra de Cajal conserva una plenitud y una actualidad rara vez alcanzadas, sobre todo, en las ciencias biológicas... Débese este raro triunfo a que es la suya obra de naturalista, obra de observación directa de los hechos; y los hechos, cuando se han visto y se han descrito exactamente, se incorporan a la eternidad de lo creado... Estoy seguro de que en la era científica contemporánea no se podrá presentar ningún otro ejemplar de esta realización total de una vasta obra y de esta compenetración absoluta entre una labor y una vida...”. En 1949 Marañón fundó el Instituto de Endocrinología Experimental (como rama del Consejo Superior de Investigaciones Científicas) que, junto con otros centros de investigación, dio lugar en 1958 al Centro de Investigaciones Biológicas, ubicado en el número 144 de la calle de Velázquez y hoy en la Universidad Autónoma de Madrid. En 1953 fue nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes y en 1956 leyó su discurso de recepción: El Toledo del Greco. Ese texto lo publicó ampliado como libro: El Greco y Toledo (A Mabel Marañón de Burns, a Tom Burns, en Inglaterra: Dedica esta historia de una gran aventura española, su padre G.M.) Marañón sostenía ahí que “hay que partir, para explicar la creación del Greco, de su misticismo... El viajero juvenil de Creta a Venecia, el de los caminos inseguros de Italia, el de la travesía mediterránea... quedó, como tantos otros, preso de la fascinación de Toledo... fascinación dura, a veces angustiosa y, por eso mismo inexorable... Y allí vivió obstinadamente, y allí quiso que le enterraran, y allí se conservan sus huesos, no en un sepulcro de donde se pudieran sacar, sino deshechos y mezclados con el polvo de la Historia y de los siglos...”. Por otra parte, en esos años también escribió algún artículo en la prensa argentina criticando la falta de generosidad del Régimen de Franco. Y, como había hecho en 1935 con Pío Baroja, en mayo de 1957 contestaba al discurso de ingreso en la Real Academia de otra gloria de nuestras letras: Cela.

Y final Marañón sufrió un accidente cerebrovascular en octubre de 1957. Pudo recuperarse y aún escribió algunos artículos, tres prólogos y dio varias conferencias. Continuó yendo al Hospital General hasta finales del 59 y pasando los fines de semana escribiendo en el Cigarral, donde siempre disfrutó con la Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):176-196

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puesta del sol. Tal vez recordara entonces las visitas de Unamuno, Valle Inclán, Azorín, Marie Curie, Fleming, Maurois, Cocteau, Steinbeck... y el recital de Bodas de Sangre que García Lorca dio allí una memorable tarde de 1933. Era consciente de que perdía facultades y pensó en descansar. Y bien sabía que, como él mismo había dicho, “descansar es empezar a morir”. Dictó su última carta el 26 de marzo, dirigida a don Ramón Menéndez Pidal: “... mi ausencia de la Academia es quizá el sacrificio que más me cuesta, pero espero que, poco a poco, me iré restableciendo y podré volver a sentarme entre ustedes...”. Gregorio Marañón y Posadillo, médico, se adentró en “el mar sin orillas” en su casa de Madrid en la tarde del domingo 27 de marzo de 1960. Pocas veces en la Historia de España el pueblo llano ha tenido una sensación tan grande de orfandad colectiva.

Epílogo Estas páginas sólo son un bosquejo de la biografía y la obra de un gran español. Su vida fue un modelo de trabajo y generosidad. Y en cuanto a su obra, deliberadamente hemos evitado adjetivarla, porque cuando aquélla alcanza tamaña dimensión lo sensato es omitir los adjetivos. Si “el que describe queda descrito”, la vida de Marañón queda descrita mil veces en las páginas de sus libros. En él nada fue, nada es, vano. Sabía quién era. No cayó en el escepticismo ni en la sumisión ideológica. No fue incondicional de nadie y, como los hombres de la Generación del 98, anheló la libertad civil, la justicia y el decoro moral del pueblo español. Buscó la sencillez y la claridad y, por lo tanto, la verdad. En un entorno de orates, pícaros y “desocupados que se decían inquietos”, mantuvo la capacidad crítica, la sensatez y la decencia. Trabajó mientras tuvo aliento. Se inventó deberes y los obedeció. Él, que había afirmado: “sólo soy un aprendiz; aprendiz de todo...” y escrito en uno de sus prólogos que “el profesor sabe y enseña; el maestro sabe, enseña y ama”, fue maestro. Como médico fue ejemplo de conducta, soporte y referencia moral de generaciones. Tuvo voluntad de eficacia creadora y la cumplió. Fue liberal “de los del siglo XIX” y siempre antepuso la claridad y la razón al prejuicio. En estos tiempos de incertidumbre; en esta nueva “hora grave de España”, en la que vuelve a parecer acertada la expresión de Pierre Chaunu, “la España de las negaciones”, la obra de Marañón tiene vigencia. En unos tiempos en que tantos se acercan a nuestra Historia para reescribirla o, peor, envenenarla, Marañón se aproximó a ella para estudiarla, comprenderla, asumirla y acercarla desde la perspectiva de la biología, la comprensión de los hombres y la generosidad. No hallaremos una brizna de soberbia, envidia ni oscuridad en las páginas de sus libros. Unas páginas que desprenden en cada línea el aroma del talento y la sensatez. Si, como escribió, “lo importante es el camino, y el verdadero fin nunca llegar”, sus libros son un excelente camino hacia el hombre y la libertad. Ahí están. 194

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Figura 6. Toledo ocupó un lugar fundamental en la vida y obra de Marañón (©Diliff).

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Bibliografía • Gómez Santos M. Gregorio Marañón. Barcelona: Editorial Plaza y Janés. 2001. • Laín Entralgo P. Gregorio Marañón. Vida, obra y persona. Madrid: Editorial Espasa-Calpe SA, Colección Austral, número 1470. 1966. • Marañón G. Obras completas. Madrid: Editorial Espasa-Calpe SA. 1966-1977. • Pérez Gutiérrez F. La juventud de Marañón. Madrid: Editorial Trotta. 1977. • VVAA. Marañón, Actualidad anticipada. Homenaje ofrecido por la Universidad Complutense con motivo del primer centenario de su nacimiento. Madrid: Eudema. 1988. • VVAA. Revisión de la obra médica de Marañón. Fundación Gregorio Marañón. Ciudad Real: Ediciones Puertollano. 2003.

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Doce artículos para recordar Twelve Articles for Remember

Entre la miríada de artículos científicos publicados en los últimos meses, la Redacción ha seleccionado los doce que siguen. No “están todos los que son”, imprudente sería pretenderlo, pero los aquí recogidos poseen un rasgo de calidad, sencillez, originalidad o sorpresa por el que quizá merezcan quedar en la memoria del amable lector.

Andari E, Duhamel JR, Zalla T, Herbrecht E, Leboyer M, y Sirigu A. Promoting social behavior with oxytocin in high-functioning autism spectrum disorders. Proc Natl Acad Sci USA. 2010;107:4389-4394. La adaptación social precisa unas determinadas capacidades cognitivas y emocionales. Nuestro cerebro posee la capacidad de percibir y responder a señales sencillas como el contacto visual y desarrollar conductas sociales como la equidad o la cooperación. Los pacientes que sufren diferentes formas de autismo, un trastorno del desarrollo neurológico, son incapaces de comprender o incorporar esas conductas y responder a ellas. Aunque muchos de estos pacientes tienen una inteligencia básica y un lenguaje normales, evitan el contacto visual y no se comunican con los demás. Los tratamientos poseen una eficacia muy limitada y su patogenia es desconocida, pero recientemente se ha involucrado en ella a la oxitocina, una hormona sintetizada en el hipotálamo. Los autores de este artículo, de varios departamentos de neurociencias y psiquiatría de Créteil y Bron (Francia), comunican que la oxitocina produjo en 13 enfermos de autismo un cambio sustancial en su conducta básica y en el juego. Tras inhalar una solución de esa hormona fueron capaces de mirar fijamente al rostro de las personas, relacionarse y cooperar con otros jugadores, así como demostrar confianza y preferencia por ciertos juegos y personas. ¿Será la oxitocina la llave que, a través de la nariz, abra la puerta a la esperanza en el tratamiento del autismo? 1

Cook TR, Kato A, Tanaka H, Ropert-Coudert Y, y Bost CA. Bouyancy under control: underwater locomotor performance in a deep diving seabird suggests respiratory strategies for reducing foraging effort. PlosS One. 2010;5(3) e9839. Los cormoranes son aves marinas palmípedas del orden de las pelicanomorfas, dotadas de sacos aéreos en el pecho, capaces de zambullirse a varios metros de profundidad y bucear en busca de peces. Los autores de este artículo, de la Universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, han estudiado cómo modulan esas aves sus movimientos bajo el agua. Mediante acelerómetros han com2

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probado que durante el descenso su aceleración y la potencia del impulso de las alas varían en función de cómo cambia la flotabilidad según la profundidad. Así, mientras descienden aumentan la velocidad de las brazadas hasta alcanzar la profundidad adecuada, y simultáneamente reducen la frecuencia de los movimientos de impulsión de sus patas lo que les permite reducir su consumo de oxígeno. Observan que la profundidad alcanzada depende de la velocidad máxima de las brazadas hasta llegar a un punto de equilibrio con la flotabilidad, y que el ascenso lo hacen de manera pasiva, minimizando el consumo de oxígeno. Demuestran que estas aves ajustan su volumen respiratorio en función de la profundidad y que esa capacidad está dirigida no sólo a aumentar el tiempo de inmersión, sino, sobre todo, a reducir el coste locomotor ligado a vencer la flotabilidad. Bucear el mayor tiempo, a la mayor profundidad y con el mínimo gasto, he ahí el objetivo.

Fendorf S, Michael HA y van Geen A. Spatial and temporal variations of groundwater arsenic in south and southeast Asia. Science. 2010;328:1123-1127. Tomado en pequeñas cantidades, el arsénico, además de causar cáncer de pulmón, hígado y vejiga, inhibe el desarrollo mental de los niños y produce enfermedades cardiovasculares. A su vez, la principal fuente de agua potable en áreas rurales de India, China, Nepal, Pakistán, Miamar (antigua Birmania), Camboya y Vietnam procede de ríos que nacen en el Himalaya. El agua de esas cuencas y las periódicas inundaciones empapan la tierra, de la que se obtiene el líquido elemento a partir de pozos, siendo transportado mediante tuberías de hierro. Los autores de este artículo, de las Universidades de Stanford, Delaware y Nueva York, recuerdan que, aunque las aguas subterráneas que vienen de tal cordillera poseen muchos menos gérmenes que las aguas superficiales, tienen un grave inconveniente: contienen cantidades peligrosas de arsénico. Ello obedece a la intensa erosión de minerales que contienen sulfuros y arsénico. Al exponerse a la atmósfera, esos minerales se oxidan y gran parte de su arsénico se incorpora a óxidos de hierro, por los que tiene afinidad, habiéndose observado una estrecha correlación entre el arsénico y el hierro presente en las tierras del Este y Sudeste de Asia. Más de cien millones de personas de dichas regiones están expuestas a ese tóxico y aún no se han controlado los factores que facilitan su transporte, así como los reactantes que facilitan su liberación en las tierras del subsuelo. Aire, agua y tierra, un trípode que sostiene la vida... o la impide. 3

Adams JS y Hewison M. Update in vitamin D. J Clin Endocrinol Metab. 2010;95:471-478. La vitamina D, o factor antirraquitismo, ha sido considerada tradicionalmente como una hormona involucrada en el metabolismo del calcio y del hueso. Sin embargo, su papel fisiológico es bastante más amplio de lo que parecía. En este artículo, los autores, de la Universidad de California-Los Ángeles, recuerdan cómo nuestra principal fuente de vitamina D es la piel y cómo ésta se transforma en el hígado y los riñones en elementos activos que median la absorción intestinal de calcio y fosfato y actúan en el remodelado del hueso. Pero, además, las células responsables de la inmunidad como los macrófagos, células dendríticas y linfocitos T y B, poseen la “maquinaria enzimática” que hacen de esa vitamina uno de los elementos esenciales en la defensa innata frente a las 4

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bacterias y en la regulación del equilibrio inmunológico. Nos recuerdan el frecuente déficit de vitamina en el mundo occidental y cómo debemos reconsiderar al alza la cantidad óptima que debe ser recomendada a niños y adultos cuando no reciben una cantidad suficiente de luz solar. Sin duda éste es un capítulo no acabado de escribir y los estudios en marcha darán lugar a nuevas páginas brillantes en Fisiología y Medicina. Sol, vitamina D, hueso y… bastante más.

Colman MJ, Fabrycky DC, Ragozzine D, Ford EB, Steffen JH, Welsh WF y 35 autores más. Kepler-9: a system of multiple planets transiting a sunlike star, confirmed by timing variations. Science, 2010;330:51-54. La sonda espacial Kepler fue lanzada desde Cabo Cañaveral el 6 de marzo de 2009 en una misión programada entre tres y seis años de duración, con el objetivo de hallar planetas más allá del sistema solar de tamaño similar a la Tierra. Los autores de este artículo, de la NASA y diferentes universidades, departamentos e institutos de astrofísica de EE.UU. y Dinamarca, comunican que la Kepler ha rastreado más de 150.000 estrellas en búsqueda de planetas orbitando a su alrededor. Navegando en los límites del sistema solar, entre más de 700 planetas en órbita extrasolar, su telescopio ha identificado dos en la constelación de Lira (Kepler-9a y 9b) de tamaño similar a Saturno que giran alrededor de una estrella semejante al Sol con períodos de rotación de 19,2 y 38,9 días, respectivamente. Cabe pensar que alguno de esos planetas pudiera albergar formas de vida tal como la entendemos en la Tierra. El inconveniente, y no pequeño, es que se encuentran a unos 2.300 años-luz de distancia. Si consideramos el breve tiempo que, en términos planetarios, el hombre lleva habitando la Tierra, no parece fácil que coincidan en el tiempo dos sistemas de vida inteligente. Pero, quién sabe. Quizá el espacio nos dé en el futuro tantas sorpresas como aún le queda por darnos a nuestro planeta. 5

DeWolfe Miller y Abu-Raddad LJ. Evidence of intense ongoing endemic transmission of hepatitis C virus en Egipt. Proc Natl Acad Sci. USA. 2010;107:14747-14762. El virus C de la hepatitis fue identificado en 1989 y hoy sabemos que es un virus-ARN transmitido exclusivamente por la sangre y que el hombre es su único reservorio. Aún no se dispone de una vacuna eficaz y las personas infectadas pueden permanecer asintomáticas durante años, pero esta infección puede derivar a hepatitis activa, cirrosis o hepatocarcinoma. En el Norte de África y el Oriente Próximo esta infección tiene una alta prevalencia debido a inyecciones con agujas o jeringuillas reutilizadas, pinchazos con material contaminado en el personal sanitario, escarificaciones en la piel con agujas contaminadas, o a través de transfusiones contaminadas con el virus C, muchas de ellas con una muy dudosa indicación. Los autores de este artículo, de la Universidad de Hawaii, en Honolulu, Universidad Cornell en Doha (Qatar), Universidad Cornell en Nueva York y el Fred Hutchinson Cancer Research Center de Seattle, Washington, comunican que Egipto es el país con mayor incidencia de personas con serología positiva para el virus C de todo el mundo, con un 9,8% de la población infectada. Y, lo que es peor, calculan que cada año se producen más de 500.000 infecciones nuevas, la mayoría de ellas iatrogénicas y fácilmente evitables con sencillas medidas de higiene. La magnitud del pro6

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blema es evidente. Sólo hace falta que lo asuman los sanitarios y los responsables sanitarios... de Egipto. Además, conviene recordar que el Mundo es más pequeño cada día y ningún problema sanitario está demasiado lejos.

Spielberg L y Leys A. Treatment of neovascular age-related macular degeneration with a variable ranibizumab dosing regimen and one-time reduced-fluence photodynamic therapy: the TORPEDO trial at two years. Graefes Arch Clin Exp Ophthalmol. 2010;248:943-956. En Occidente, la degeneración macular ligada a la edad es la principal causa de limitación visual y ceguera en mayores de 60 años, y su prevalencia aumenta a medida que crece la edad media de vida. Su mecanismo patogénico comienza con la isquemia e hipoxia en la retina, lo que conduce a la generación local del factor de crecimiento del endotelio vascular y la atrofia de la vascularización coroidea. Ello causa inflamación y la formación de nuevos vasos. Su tratamiento clásico es la denominada “terapia fotodinámica”, basado en la administración intravenosa de un agente fotosensibilizante como la verteporfina (un derivado porfirínico que es captado por las células del endotelio vascular) y su activación con una fuente luminosa como el láser rojo. Los autores de este artículo, del Hospital Universitario de Lovaina (Bélgica), comunican cómo la asociación a la terapia fotosensibilizante de un anticuerpo monoclonal antifactor de crecimiento del endotelio vascular como el ranibizumab inyectado en el vítreo, al cabo de dos años logró mantener estable o incluso mejorar la visión en el 84% de los 27 pacientes estudiados. Si se considera que la terapia fotodinámica aislada es eficaz en el 60% de los casos, parece obvia la conveniencia de incrementar su acción con este anticuerpo monoclonal. Vivir para ver... 7

Müller CA y Cant MA. Imitation and traditions in wild banded mongooses. Curr Biol. 2010;20:1171-1175. Las mangostas son mamíferos carnívoros de 95 a 110 cm de longitud desde el hocico hasta la punta de la cola, que habitan en África y el sudeste de Asia. Son animales digitígrados de cabeza pequeña, patas recias y cortas con cinco dedos en cada una, dotados de uñas cortas y no retráctiles. Astutos, observadores y escurridizos son especialmente útiles para el estudio del aprendizaje de conductas en el mundo animal, ya que establecen un estrecha relación con un macho joven específico, su “escolta”, del que aprenden la forma de conseguir los alimentos: aves, huevos, pequeños mamíferos y reptiles. Los autores de este trabajo, de la Universidad de Exeter (R .U.), han estudiado el comportamiento de las mangostas rayadas (Mungos mungo) en estado salvaje en el Queen Elizabeth Park de Uganda. Comunican que, sin las posibles modificaciones que conllevan los estudios de la conducta de los animales en cautividad, las mangostas poseen formas definidas de excavación y de conseguir sus presas: huevos de pájaros, aves, pequeños roedores y reptiles. Observan que la forma de excavar la tierra, romper la cubierta del escarabajo rinoceronte o las cáscaras de los huevos (con la boca mientras las sujetan con las patas delanteras, o lanzándolos contra una superficie dura) es exactamente la que aprenden de su “escolta”. Deducen que los patrones de conducta natural ante actividades vitales poseen en estos animales salvajes un componente de imitación y mantenimiento de las tradiciones. 8

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Algo bueno deben tener éstas cuando las conservan los animales... y nada ni nadie les garantiza la supervivencia.

Orme NM, Fletcher JG, Siddiki HA, Harmsen WS, O´Birne MM, Port JD, Tremaine WJ, Pitot HC, McFarland EG, Robinson ME, Koenig BA, King BF y Wolf SM. Incidental findings in imaging research. Evaluating incidence, benefit, and burden. Arch Intern Med. 2010;170:1525-1532. En un significativo número de casos los estudios radiológicos detectan alteraciones que sorprenden al clínico por no tener nada que ver con lo que busca o espera encontrar. E, igualmente, en ciertos casos el intento de precisar esos hallazgos conduce a más estudios con escaso o nulo beneficio para el paciente. Los autores de este artículo, de Minneapolis, Missouri y Pennsylvania, han estudiado, con unos criterios previamente definidos, los hallazgos radiológicos inesperados en varios hospitales a lo largo de tres años. Comunican que en el 39,8% de los casos se halló al menos un dato sorprendente, en especial en la tomografía computadorizada (TC) del abdomen, seguida de la TC torácica y la resonancia nuclear magnética cerebral. Lo sorprendente es que, tras completar los estudios mediante otras pruebas de imagen o de laboratorio, sólo en el 4,6% de esos casos la precisión de tales hallazgos inesperados tuvo una trascendencia positiva para el enfermo. El dilema ético es evidente. Y es que, tan importante como saber lo que se debe buscar es no intentar precisar sólo por precisar, ni embarcar al paciente en estudios que le aportan poco o nada útil. A veces no es fácil saber cuándo debemos parar. 9

Roepke J, Salim V, Wu M, Thamm AMK, Murata J, Ploss K, Boland W, De Luca V. Vinca drug components accumulate exclusively in leaf exudates of Madagascar periwinkle. Proc Natl Acad Sci. USA. 2010;107:15287-15292. Desde que en 1958 Noble, Beer y Cutts observaron que extractos de vinca-pervinca (Catharanthus roseus), una planta parecida al mirto que crece en Madagascar, causaban granulocitopenia y supresión de la médula ósea en ratas, numerosos estudios han confirmado la eficacia antitumoral de ciertos alcaloides presentes en ella. Unos alcaloides formados por la combinación de catarantina y vindolina. Los cuatro más utilizados hoy en quimioterapia antineoplásica son vinblastina, vincristina, vindesina y vinolrebina, estando en estudio los probables efectos positivos en varios tipos de cáncer de la vinflunina, un derivado semisintético de la catarantina. En este trabajo, los autores, de St. Catharines (Ontario, Canadá), Osaka y Jena, recuerdan las dificultades técnicas con que se enfrentan los químicos para extraer de la planta minúsculas cantidades de los precursores de esos alcaloides por un lado y, por otro, separar unos de otros. No en vano la catarantina sólo se halla en el exudado de las hojas de vinca-pervinca en fase de crecimiento (donde posee un efecto antizoosporas de hongos) y la vindolina se encuentra en el seno de sus células. Observación inteligente, biología vegetal, química orgánica,... y oncología médica. 10

Spector JT, Kahn SR, Jones MR, Jayakumar M, Dalal D y Nazarian S. Migraine headache and ischemic stroke risk: an updated meta-analysis. Am J Med. 2010;123:612-624. En los países desarrollados, los accidentes 11

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cerebrovasculares representan la segunda causa de incapacidad e, igualmente, la segunda causa de muerte, sólo superados por la enfermedad coronaria. A su vez, la migraña afecta cada año a un 17% de las mujeres y un 6% de los varones, y desde hace decenios se ha sospechado que podía ser un factor predisponente para el ictus de causa isquémica. Los autores de este artículo, de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore y la Universidad McGill de Montreal, tras establecer unos rígidos criterios de selección, revisan 35 estudios publicados en inglés, con 622.381 participantes, hasta febrero de 2009 sobre la posible asociación de ambas entidades. Comunican que una historia de migrañas duplica el riego de sufrir tal complicación a lo largo de la vida, y que ese riesgo aún es mayor en mujeres cuya migraña va precedida de aura. Concluyen afirmando que los factores que facilitan las cefaleas vasculares obligan a considerarlos como predisponentes al ictus y que deben ser tratados como tales. Siempre es mejor prevenir... si ello está en nuestra mano.

Gakidou E, Cowling K, Lozano R y Murray CJL. Increased educational attainment and its effect on child mortality in 175 countries between 1970 and 2009: a systematic analysis. Lancet, 2010;376:959-974. Afortunadamente, ya nadie discute la trascendencia que la educación tiene en el desarrollo económico y social de las personas y los pueblos. Los autores de este trabajo, de la Universidad de Washington, financiado por la Fundación Bill y Belinda Gates, recopilaron 915 fuentes de datos de 219 países recogidos entre 1953 y 2008, de los que fueron aprovechables los correspondientes a 175 países. Centraron el estudio en valorar la evolución del promedio de años de escolarización en varones y mujeres y el papel que juega la educación de la mujer en la mortalidad infantil. Comunican que en ese período el número de años de escolarización aumentó desde 4,7 a 8,3 en varones mayores de 25 años y de 3,5 a 7,1 en mujeres de la misma edad. Asimismo, en mujeres en edad fértil en países en vías de desarrollo, los años de escolarización pasaron de 2,2 a 7,2, y que en 87 países las mujeres de 25 a 34 años ya poseen hoy un nivel educacional superior al de los hombres. Y, además, sobre el cálculo de una reducción de la mortalidad de 8,2 millones de niños menores de cinco años que se produjo en ese período, deducen que unos 4,2 millones se debieron a la mejora en la educación de las mujeres en edad fértil. Y es que al final va a resultar que salvan más vidas la escuela, el lápiz y el libro en su labor a ras de suelo, que las máquinas y los grandes discursos. Educación y salud, un gran binomio. 12

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Crítica

Vittorio Gassman, “Il Mattatore” Vittorio Gassman, “Il Mattatore” ■ Juan Tejero* Era un actor que no sólo solicitaba todos los superlativos, sino que los justificaba. “El actor” en toda la extensión de la palabra. La propaganda oficial sobre Vittorio Gassman afirmaba que fue el Laurence Olivier o el Louis Jouvet de Italia, un superdotado intérprete de teatro que hacía cine por diversión o por dinero. En la pantalla brilló de forma intermitente, aunque su presencia justificaba la visión de cualquier película, pues sus personajes siempre rebosaban humanidad, vitalismo, sentimiento y gracia. Durante su primera etapa cinematográfica fue un héroe ágil y atlético, con un algo de pomposo y egocéntrico, y no sorprende que acabara atrapado en el estereotipo del canalla. Era el truhán por antonomasia. Seductor y dañino. Luego se pasó a la comedia, donde practicó un humor a menudo deslumbrante, faceta que le hizo inmensamente popular en su país natal. De ahí evolucionó a la tragicomedia, al impagable arte de hacer reír y llorar alternativamente, en el que era un auténtico maestro. Y por fin, la fase de la madurez, seguramente la que más le gustaba, porque le permitía mostrarse sarcástico, desengañado, malo a veces, incluso odioso. Fue Gassman un intérprete exuberante, de vitalidad contagiosa, un torbellino gestual que medía mentalmente hasta el más pequeño, incluso el situado en el borde de lo perceptible, de sus gestos. Llevaba admirablemente los trajes de época, interpretó todos los personajes clásicos en la escena, así como el repertorio moderno. Y su voz de bronce era de las que ennoblecían el oficio de actor. Quienes tuvieron la fortuna de verle y escucharle sobre las tablas nunca pudieron olvidarlo. “Il Mattatore”, como le llamaban en Italia, dominaba el romanticismo y la estética del fracaso, la melancolía con causa y la impostura entrañable, el canalleo inofensivo. Era un artista gigantesco, un vendaval de elocuencia, que jugaba temerariamente con el exceso sin caer nunca en la exageración y que creaba una

* El autor fundó (1992) la revista Cinerama, que dirigió durante nueve años, y en 1998 T&B Editores (www.cinemitos.com/tbeditores/Paginas/home.asp). Desde la fundación de T&B compagina la labor de dirección de la editorial con la de escritor, así como la colaboración en diversos programas de radio y televisión. Es autor de numerosos artículos y libros. Recientemente ha publicado: John Wayne. El vaquero que conquistó Hollywood (T&B Editores, 2007).

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poderosa y misteriosa identidad entre el vigor de su impulso y el de su cálculo, siendo sus trabajos, lo mismo en el cine que en el teatro, más equilibrados, más meditados y mucho más concienzudamente elaborados de lo que a primera vista parece. Su entrega era absoluta hacia todo tipo de personajes, su magnetismo no necesitaba esfuerzos para robarle el plano a los colegas más dotados, y era capaz de expresar con profundidad toda la galería de sensaciones externas e internas del ser humano. Le encantaba meterse en la piel de los más gloriosos charlatanes de feria, embaucadores sin límite, canallas atractivos y galanes ambiguos, capaces de infligir dolor y placer a dosis iguales. Su vis cómica le convirtió en uno de los incuestionables monarcas de la tan maravillosa como menospreciada comedia italiana, pero también era capaz de helarte la sangre con su capacidad dramática, con su registro trágico, con su talento para incorporar héroes inconfundiblemente humanos. Vittorio nació en Génova (Italia) el primero de septiembre de 1922, de madre de origen florentino y padre austriaco. Éste murió siendo él un niño, pero la familia no tuvo problemas económicos; en el colegio, su interés vaciló entre el periodismo y el derecho, y a los diecisiete años formó parte de la selección italiana de baloncesto. Su madre, la ex actriz Luisa Ambrón, casi sin consultarle, le sacó a empujones de la universidad y le matriculó en la Accademia Nazionale di Arte Dramatica de Roma. Ella veía a su hijo como un “galán”. Y él fue un “galán”. Gassman debutó en el teatro en 1943, con La nemica, en Milán, formando parte de la compañía de Alda Borelli. Su físico de atleta, sus rasgos finos y una gran capacidad histriónica, seguramente heredada de la madre, fueron su mejor tarjeta de visita. En Roma intervino en el montaje L’albergo dei poveri, con la compañía Merlini-Gialente, y más tarde regresó a Milán, donde ingresó, junto a su mujer, en la compañía de Laura Adani. Alcanzó la fama con Tre rosso, dispari, uno de los mayores éxitos de la troupe, y la crítica saludó con una reverencia su composición del Kowalski de Un tranvía llamado Deseo. Se estrenó en el celuloide en 1946, interpretando a un marino en Preludio d’amore (1946). No era muy buena. Pero sí mejor que Daniele Cortis (1947), en la que Vittorio aparece con pelo rubio y barba postiza, en la piel de un hombre enamorado desde su infancia de su prima Sarah Churchill, un amor que los arrastra a muchas desgracias y a un final trágico. La producción de este filme duró siete meses (inexplicablemente), por lo que el actor tuvo que cancelar un contrato con la compañía del Teatro Quirino. Sin desanimarse, rodó la versión de Mario Camerini de un relato de Pushkin, La hija del capitán (La figlia del capitano, 1947). Parecía como si el cine sólo quisiera de él su arrogante apostura de rasgos afilados. Afortunadamente, el teatro siempre acogía a Gassman con los brazos abiertos, y es muy probable que, en aquellos años, él se sintiera mucho más satisfecho de sus montajes con la compañía de Eva Maltagliati, con la que representaba a los clásicos, que de sus incursiones en la pantalla. Siempre amó al teatro, siempre hizo teatro, siempre consideró el teatro como un arte superior que daba sentido a su vida, pero su apostura y sus maneras descuidadamente arrogantes apuntaban al galanato cinematográfico, y efecti204

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Figura 1. Vittorio Gassman en Sombrero, 1953 (cortesía del autor).

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vamente se convirtió en un ídolo romántico en Italia. Su primer contacto con la fama internacional llegó con Arroz amargo (Riso amaro, 1949), una turbia historia sobre lujuria en los arrozales, dirigida por Giuseppe de Santis y protagonizada por Silvana Mangano. La condena de la Legión Católica de Decencia regaló un considerable impulso publicitario a la película en América. Dos años después se vio de nuevo emparejado con Mangano en Ana (Anna), de Alberto Lattuada, otro éxito de taquilla. Aunque con otro tono, tampoco paraba de cosechar aplausos en la escena: en el montaje de Visconti de Tobacco Road y en el ibseniano Peer Gynt de 1950; con Il Giocatore de Hugo Betti en 1951; y con su primer Hamlet en 1952, que interpretó en su recién creado Teatro de Arte Italiano, mitad compañía, mitad escuela. Cinco años le habían bastado para llegar a la cumbre. Y de allí no se movió. Los ojeadores de Hollywood no tardaron en hacerse eco del talento de Il Mattatore, ya extremadamente conocido y respetado en Italia. Así, en 1953, la Metro le incorporó a su escudería con un contrato por siete años. Como suele ser el caso de los actores europeos que llegan a Hollywood al calor de una nueva fama internacional, los proyectos que realizó resultaron más bien mediocres. Cedido a la Columbia, encarnó a un inmigrante húngaro en The Glass Wall (1953). En Sombrero (1953) fue un aldeano mexicano, y en Cry of the Hunted (1953) una criatura dura y salvaje. Ninguna de estas tres películas se vio en los mejores cines. Tampoco destacó como violinista neurótico enamorado de Elizabeth Taylor en Rapsodia (Rhapsody, 1954). Los periodistas norteamericanos siempre hablaban de su vanidad, su soberbia y su irascibilidad, como si éstas fueran cualidades inesperadas en un actor. Pero la Metro no estaba más contenta con su comportamiento fuera de la pantalla que dentro de ella, así que no tuvo inconveniente en prestarle a la Paramount para Mambo (1954), rodada en Italia, con Vittorio encarnando a un estraperlista. En esta película trabajaron Shelley Winters, Michael Rennie y Silvana Mangano. La cinta seguía la pauta de Arroz amargo, pero, como suele pasar cuando Hollywood adapta una fórmula europea, el resultado no fue positivo, ni en el aspecto artístico ni en el comercial. La jugada se repitió con La mujer más guapa del mundo (La donna più bella del mondo, 1955), un producto nacido con aspiraciones (vanas) de penetrar en el mercado internacional. Gassman interpretaba al amante ruso de Gina Lollobrigida, pero a estas alturas ya tenía claro que su aventura americana nunca llegaría a buen puerto. Separado amistosamente de la Metro, abandonó el sueño americano y volvió a Italia. Seguía siendo hasta la médula un hombre de teatro, y lo demostró en 1955 interpretando al actor inglés Edmond Kean (1787-1833), actuación que provocó en el público tal entusiasmo que un grupo de espectadores trató de sacarlo a hombros del escenario. Recuperada la confianza en sí mismo, eligió en 1956 esta pieza para su debut como director de cine junto a Francesco Rosi, pero la acogida sólo fue respetuosa y reforzó su fama de actor sobreactuado cuando no se le controlaba. Mucho más popular fue su siguiente trabajo, la costosa versión de Guerra y paz (War and Peace, 1956) de King Vidor, aunque no tardaría en volver a las andadas con Escándalo en Milán (Difendo il mio amore, 1956), 206

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Figura 2. Vittorio Gassman en ¡Qué viva Italia!, 1978 (cortesía del autor).

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otra película con ínfulas, dirigida por Vincent Sherman. Su filmografía volvió a tocar fondo con El caballero de la banda negra (Giovanni dalle bande nere, 1957), y en otro abismo cinematográfico cortejó a Diana Dors en Diana, la muchacha del palio (La ragazza del palio, 1958). Afortunadamente, en los escenarios iba recuperando su prestigio. Representó Edipe Re, I persiani y Tieste. Y fue Otelo, Ornifle y Orestes. Pero estaba escrito que también la gran pantalla acabaría rindiéndose a sus pies, y para eso estaba Mario Monicelli, que litigó con los productores hasta que le contrataron para Rufufú (I soliti ignoti, 1958), su mayor éxito internacional hasta el momento. En esta influyente comedia de atracos, Gassman interpretó de manera magistral a un ex boxeador astuto y balbuceante que colabora con una panda de delincuentes ineptos (entre ellos, Renato Salvatori y Marcello Mastroianni) en un ambicioso golpe ideado por el taimado Totò. Gassman volvió a estar realmente bien como paria de las trincheras junto a Alberto Sordi en La gran guerra (La grande guerra, 1959), de nuevo guiado por la amistosa ironía de Monicelli, y no consiguió reeditar antiguos éxitos con Rufufú da el golpe (Audace colpo dei soliti ignoti, 1960). Tampoco lo tuvo La letra (La cambiale, 1960). Pero la suerte le sonrió con El estafador (Il mattatore, 1960), la historia de un pícaro desde sus comienzos en un pobretón espectáculo de variedades hasta sus días de ladrón profesional. Dirigió Dino Risi, y cuando la película se estrenó en Estados Unidos, la revista Variety dijo: «Ahora sabemos que el talento de Gassmann nunca fue explotado plenamente por sus patronos de Hollywood. Es un actor brillante, animado y sutil». Por primera vez empezaba a ser un ídolo de masas en Italia. Y como al público le gustaba verlo en papeles humorísticos, siguió haciendo comedias: Fantasmas de Roma (Fantasmi a Roma, 1961), como falsificador de pinturas y amigo de Mastroianni, y Crimen en Montecarlo (Crimen), una comedia negra con Sordi y Mangano. Esta última cinta la produjo Dino De Laurentiis, con el que firmó un contrato en exclusiva. La colaboración empezó desastrosamente, con El juicio universal (Giudizio universale, 1962), de Vittorio De Sica. Barrabás (Barabba, 1961) tampoco era gran cosa, pero él tenía el mejor personaje, un cristiano obstinado que acaba encadenado a Anthony Quinn. Volvió al humor con Venganza siciliana (I briganti italiani, 1961), en el rol de un cabo cobarde que se redime. Y a continuación pudo trabajar con Roberto Rossellini en Anima nera, la historia de un matrimonio que peligra cuando el marido recibe una herencia de un amigo homosexual. Gassmann capturó la equívoca naturaleza del marido, pero el guión era malo y Rossellini no logró mejorarlo. Dino Risi acudió al rescate con un título mítico para muchas generaciones, La escapada (Il sorpasso, 1962), una película difícil de olvidar, porque dejó en la retina de los amantes del cine la impronta imborrable del arquetipo de macho avasallador y frágil a partes iguales. Gassman hizo suyo el misterio del lenguaje de la pantalla, revelándose como un cómico genial, insuperable, en la piel de un cuarentón egoísta y golfo que arrastra a un apocado estudiante (Jean-Louis Trintignant) a un viaje de consecuencias irremediables. En La smania andosso dio vida a un abogado defensor, y en L’avaro, uno de los episodios de L’amore difficile (1963), fue el tacaño pretendiente de Nadja 208

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Tiller. Él y Ugo Tognazzi participaron en La marcia su Roma (1962), una buena comedia irónica basada en el hecho histórico. Y a este afortunado título le siguió una secuela de La escapada: El éxito (Il successo, 1963), producida por Fairfilm Company. Gassmann era un canalla simpático y Trintignant su desconcertado amigo. También fue un gran éxito. Pero, a pesar del dinero y de la fama que le aportaba el cine, la confesada pasión de “Il Mattatore” era el teatro, una vocación encarnizada a la que siempre volvía después de sus escapadas a la pantalla. Así, en 1963, dejó a Europa boquiabierta con un espectáculo antológico, Il giocco degli eroi (1963), en el que convocó a grandes personajes como Edipo, Ricardo III, Hamlet y Orestes. Fairfilm se apresuró a asignarle Monstruos de hoy (I mostri, 1963), donde interpretó —a lo largo de veinte episodios— a una serie de italianos excéntricos, y de nuevo dio en el blanco. En adelante la carrera de Gassmann estuvo vinculada a esta compañía, y los filmes que rodó bajo este sello fueron tan populares que se convirtió en uno de los favoritos del público italiano, junto a Ugo Tognazzi y Alberto Sordi. Pero sus películas eran trabajos destinados a la exportación de los que no extraía grandes satisfacciones artísticas, así que se embarcó de nuevo en la autodirección con L’alibi.

Figura 3. Vittorio Gassman con John Cassavetes en Tempestad, 1982 (cortesía del autor).

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Volvieron a ser Monicelli y Risi los que le dieron sus mejores oportunidades. El primero le convirtió en Brancaleone. Una vez más, el personaje estaba pensado para él: un mercenario feudal bárbaro, salvaje, miserable. Con “Il Mattatore” todo cobró sentido. Se autoparodió genialmente, adaptando un lenguaje absurdo a su retórica de actor consumado. Se lo apropió completamente; lo deshizo, lo hizo fluido, le dio credibilidad. La armada Brancaleone (L’armata Brancaleone, 1966) representó oficialmente a Italia en Cannes, y su inmenso éxito apresuró la secuela, El diablo enamorado (Il diavolo innamorato, 1966). A Risi le debe Gassman su interpretación más triunfal en la ya mítica Perfume de mujer (Profumo di donna, 1974), la tragicomedia que consiguió conmocionar al descreído público del Festival de Cannes por su creación de un ex capitán de caballería ciego y manco que viaja al Sur acompañado por un ordenanza inexperto que aprende mucho de la vida, inevitablemente. Su magistral composición de este ácido personaje le dio el premio al Mejor Actor en el certamen, asegurando el éxito de la película en Europa. Una especie de reaparición para Vittorio, por lo menos ante la crítica, porque comercialmente su carrera nunca se había tambaleado. Perfume de mujer fue otra demostración más de que el fuerte de Gassman era la comedia, el género que hacía aflorar su alegría de vivir y su sentido del humor, y que cortocircuitaba su ocasional tendencia a la sobreactuación. En similar línea cabría situar la encantadora Una mujer y tres hombres (C’eravamo tanto amati, 1975), de Ettore Scola, otro de sus reconocidos trabajos. Stefania Sandrelli era la mujer y Vittorio, Nino Manfredi y Stefano Satta Flores, los tres amigos, miembros de la resistencia contra el fascismo, que se enamoraban de ella. El talento sin equivalente de “Il Mattatore” sonaba a música celestial. Seguía siendo el fantástico animal que fue siempre, una figura grandiosa, apasionada, con un brillo salvaje en los ojos: la pasión por la interpretación y por la vida. Convertido en un gran dinamizador teatral, Vittorio había fundado en 1969 el Teatro Popolare Italiano. Fue la célebre aventura de la Tenda di Roma, la inmensa carpa ambulante que llevaría las mejores obras del repertorio clásico a los más recónditos lugares de Italia. Los millones ganados en el cine servirían para compensar las pérdidas de la heroica aventura. Una vez más, Gassman había roto los esquemas y las convenciones. En los últimos años de la década de los setenta, Hollywood renovó repentinamente su interés por el actor, con Un día de boda (A Wedding, 1978), en la que encarnó al padre del novio, a las órdenes de Robert Altman; y para el mismo director rodó Quintet (1979), con Paul Newman. Después volvió con Risi para protagonizar Querido papá (Caro papà, 1979), una historia de abismo generacional, en el personaje del título. A este título siguió un reencuentro con Tognazzi, La terraza (La terrazza, 1980), en el pellejo de un diputado comunista. En El disparatado superagente 86 (The Nude Bomb, 1980), una parodia de espías de infausto recuerdo, interpretó un papel doble, de clones malvados. Después de Camera d’albergo (1981), de Mario Monicelli, Hollywood volvió a requerir su sonrisa de villano, dirigida a Burt Reynolds esta vez, en La brigada de Sharky (Sharkey’s Machine, 1981). Fue un turbio propietario de casino en 210

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La tempestad (Tempest, 1982), secundando a John Cassavetes, y un príncipe pobre que hace pasar como su propio vástago al hijo de un carpintero (Enrico Montesano) en Il conte Tacchia. En 1984 recorrió Estados Unidos con el monólogo Via Vittorio, y fue la estrella invitada de Paradigme (Zanuzzi, 1985). I soliti ignoti... vent’anni doppo (1986) no fue una buena idea. Gassmann volvió a los escenarios, en Milán, con Affabulazione, de Pasolini. Así llegamos a otro título memorable, La familia (La famiglia, 1987), de Ettore Scola, la historia del enérgico patriarca de un extenso clan a lo largo de ochenta años. El trabajo de Gassmann en este rol (también encarna a su propio abuelo) le reportó el premio Donatello al Mejor Actor. Directores como Jaime Camino y Barry Levinson supieron aprovechar su postrera sabiduría en El largo invierno (1992) y Sleepers (1996), entrañables trabajos otoñales de “Il Mattatore”. La vida privada de Gassman estuvo atravesada por pasiones fulgurantes, rupturas y reconciliaciones. Una de sus protagonistas fue Nora Ricci. Se casaron en 1944, tuvieron una hija, luego él la abandonó, pero como la ley italiana prohibía el divorcio, fue su esposa hasta 1978, año de la muerte de Nora. Pero para entonces el actor había enriquecido generosamente su dossier sentimental. Después de poner el océano Atlántico entre su persona y su país natal, se casó con Shelley Winters en Estados Unidos. Dos caracteres radicalmente opuestos, hechos para el combate singular, hicieron estallar el fragor de las armas. Con Shelley, que le dio una hija, Vittoria Regina, nacida en 1953, guerreó durante años, hasta que llegó el armisticio y la amistad. Entones vinieron los seis años del reinado de Anna-Maria Ferrero, los tres de Annette Stroyberg, la aparición de Juliette Mayniel, seguida del nacimiento de Alessandro. La ronda continuó en 1970, con una boda civil con Diletta d’Andrea, la ex compañera de Luciano Salce, amigo íntimo del novio y padre del hijo de la novia. ¿Un vodevil? No realmente. En el reino de Gassman, la fantasía siempre prosperaba. “Il Mattatore” falleció el 29 de junio del 2000 en su casa de Roma, víctima de un ataque cardiaco. La angustia de vivir se había apoderado de él hacía dos décadas, y sus últimos años estuvieron marcados por la dura batalla contra la depresión, una depresión a lo Gassman, grandiosa, espectacular, devastadora. Era el precio de su verdad.

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Españoles fuera de España Spaniards outside Spain ■ Gregorio Marañón (†)* Marañón publicó Españoles fuera de España en 1947. En esta obra incluyó tres ensayos: Influencia de Francia en la política española a través de los emigrados (sobre una conferencia del mismo título pronunciada en marzo de 1942 en la Escuela de Ciencias Políticas de París), El destierro de Garcilaso de la Vega y Luis Vives, su patria y su universo, cuya fecha de escritura no precisa, pero que debió ser alrededor de 1942. Fiel a su máxima de que “todo libro debiera llevar un prólogo y una dedicatoria”, lo dedicó “A Ramón Pérez de Ayala, que está dentro de España, aunque esté fuera”. Cada uno de los 222 prólogos que escribió (tomo I de sus Obras Completas), tanto para sus textos como respuesta amable a la solicitud de sus autores, “han representado siempre un esfuerzo, un ensayo conseguido o malogrado, en torno del libro mismo, que muchas veces no es sobre el libro mismo”. Entre tantas piezas admirables, la Revista de Humanidades ha escogido este breve prólogo por ver en sus páginas algunas de las virtudes del autor: un ejemplo de excelente literatura, claridad narrativa, amor a su país y un toque optimista en el nostálgico recuerdo de su exilio en París.

I Hace más de veinte siglos que un español desterrado en Córcega —siete años duró su exilio— exclamaba una tarde, suspirando, con la mirada tendida hacia Roma, la ciudad de sus triunfos, o acaso hacia la sierra risueña de Córdoba, donde corrió su niñez: Carere patria intolerabile est! (¡Qué sufrimiento intolerable es el vivir fuera de la patria!). Este español era andaluz por la cuna, romano por la educación y, por el alma, hombre de todo el universo. Tenía de España la grave y digna —y a veces graciosa— actitud ante el dolor. Tenía de Roma el afán de saber, la elocuencia, el

* La redacción agradece a Tom Burns las facilidades dadas para la publicación de este texto de Gregorio Marañón.

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sentimiento de la jerarquía que da el pensar. De su calidad de ciudadano del mundo tenía la comprensión para las pasiones humanas, el sentido de la categoría efímera de la nacionalidad y aun del hogar, y, sobre todo, el presentimiento de un Dios eterno, infinitamente lejano de los ídolos, que tocaban a su fin.

II Este hombre había sido, en la capital del Imperio, cuanto se puede ser: porque sin tener en su mano las riendas del gobierno, los hilos invisibles de su influencia movían las manos de los que creían gobernar. Al pasar por las calles, le conocían el esclavo y el caballero. Sus escritos estaban en todos los rincones del vasto mundo romano; y, a veces, su autor sentía el orgullo egregio de ver frases y pensamientos suyos corriendo por el cauce del pueblo, hechos ya anónima eternidad. Conoció todos los placeres. Fue avaro y rico. Tuvo amigos con quienes departir en las tardes serenas y otros con quienes embriagarse en las noches de locura. Conoció el amor y ese complemento de su gloria que es el reojo de los que envidiaban su buena fortuna. Estaba, precisamente, desterrado por la acusación de adulterio con la hermana de su emperador. Y como entonces la frontera que separa el bien del mal no había sido trazada todavía por la mano de Cristo, podía, a pesar de todo, ser virtuoso y presentarse como ejemplo ante los ciudadanos de Roma. Un día recibió la orden de partir. Apenas pudo recoger lo indispensable y se embarcó para la isla que hoy extasía a los viajeros, pero que entonces era una roca escarpada y desnuda, sin apenas recursos, de habitantes feroces, de selvática naturaleza y clima pésimo. Con palabras desoladas parecidas a éstas la describe el exiliado. Muchos siglos después fue todavía tierra de tormento para otros emigrados de España: los jesuitas expulsados por Carlos III, la mayoría de ellos admirables por su ciencia y por su patriotismo, gente de letras, que encontrarían un consuelo escuchando los suspiros del cordobés, audibles aún para los humanistas, a través del espacio y de los tiempos.

III Aquella tarde, junto al mar, estaba el español hundido en uno de esos pozos en que cae el ánimo del emigrado y de los que parece que no podrá salir, aunque luego salga siempre. «No se puede vivir lejos de la patria», murmuraba. Se tendió en la playa y cerró los ojos para tratar de soñar. Con los ojos del alma miró hacia atrás y vio el mundo de los bienes perdidos y la silueta insoportable de los que, aprovechándose de su ruina, triunfaban en Roma. Miró hacia el Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):212-217

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porvenir y se vio olvidado de los suyos, acomodados ya a esa muerte anticipada que parece el exilio. Se miró a sí mismo y tuvo la impresión terrible que se tiene en la prisión y en el destierro de «verse vivir». Lleno de angustia, abrió los párpados y se encontró frente a frente con el cielo azul. Gide ha dicho que el cielo de Córcega es más azul y más profundo que el de parte alguna de la tierra. Al español desterrado, aquella tarde, también se lo debió parecer. Sus ojos atravesaron el azul infinito, surcado por los ampos intactos de las nubes, y vieron, detrás, el mundo insondable de los astros y de las almas hechas, como los astros, de eternidad. Estuvo así, inmóvil, hasta que llegó la noche y los pescadores bajaron a la playa para hacerse a la mar bajo la luna. Entonces se alzó y con paso alegre volvió a su casa. Una serenidad infinita le transía. Los muebles sucintos, los rincones testigos de su nostalgia, se le aparecieron ahora, de súbito, ungidos de entrañable y grata intimidad. Y como si una voz que nadie oía le dictase en silencio, escribió, sin pausa, una larga carta a su madre.

IV Esta epístola no sólo sirvió de consuelo a Evia, la madre, sino, después, a través de los tiempos inexorablemente iguales, a cuantos han sufrido la lejanía de la patria. Por eso la recuerdo ahora. ¿A qué atormentarnos por la ausencia de la tierra vernácula, si toda la tierra es patria para el varón digno de este nombre; y éste, en cualquier parte de ella, se sentirá por igual desterrado del mundo, que empieza tras la bóveda azul? Si el fin nuestro está en la lejanía invisible, ¿qué nos importa descansar donde nacimos o en otra parte de la tierra? «Desde cualquiera de ellas la distancia que nos separa del cielo es siempre la misma.» El alma emana del soplo divino y flota ingrávida, en perpetua peregrinación, como el vilano en el estío, aspirada por la eternidad. «Los que nos arrojan de la Patria, ¿son menos desterrados que nosotros?». El exiliado sufre pensando en los que se quedaron y en los que ya volvieron; pero ¿sabemos si ellos están seguros de no estar, más que nosotros, exiliados? La vida es un destierro universal. Lo he perdido todo, me dirás tú, o aquél, o el otro, desterrados como yo; pero todo eso que hemos perdido, todo eso, sin lo cual creíamos que no podríamos vivir, ahora vemos que no era nada. Y el haber aprendido esta verdad, ¿no vale la pena del dolor que nos ha costado saberla? La patria no son los hombres que la pueblan ni los vanos afanes de cada día, sino la unión del pasado y del futuro que se hace en cada hombre vivo, y, por lo tanto, en ti y en mí; la tradición y la esperanza que se funden en la breve inquietud de nuestra existencia mortal. Esto es la patria y no lo que quiere la violencia del destino, que se disfraza de tiranía; y eso, que es, en verdad, la patria, ¿quién nos lo puede quitar, estemos donde estemos? 214

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Figura 1. Busto de Lucio Anneo Séneca (Córdoba 4 a.C-Roma, 65 d.C) expuesto en el Antikensammlung de Berlín (©Calidius).

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Pregunta en cada pueblo de la tierra de dónde son los hombres que trabajan o se divierten, que meditan sus empresas de amor, de poder o de maldad. Muchos han nacido allí. Pero otros muchos han venido de patrias lejanas, arrojados por la codicia, por la curiosidad, por el temor o por esa inquietud que impulsa a tantas almas a cambiar de asiento sin saber por qué. Todos son desterrados. De los mismos nativos, ¡cuántos hay que se sienten presos en su propia patria, y cuántos, esto es lo peor, desterrados de sí mismos! Tal vez arguyas que, aun siendo así, por lo menos tienen su libertad. Pero piénsalo bien, ¿no serás tú, ahora sin responsabilidades, desgajado de la lucha humana, reducido a la vida elemental, solo contigo; no serás más libre que nunca y más libre que ellos? Además, el destierro acaba siempre. Si morimos en él se anticipa nuestra liberación. Si no, volveremos a nuestra patria, y acaso el recuerdo de estas horas sea nueva nostalgia para nosotros, nostalgia más profunda que la que ahora parece que nos quiere ahogar. Acaso sea después cuando en verdad nos creamos desterrados. Otros hombres más fuertes te han arrojado de tu patria. Pero ¿qué dirán de ellos y de ti los hombres de mañana? ¿Están seguros de ser ellos los que tengan razón mañana mismo? Porque la historia no la hacen sólo los que creen hacerla, sino también los que la cuentan; y la voz del perseguido, si sabe tener la razón que la persecución da hasta al que no tiene razón, esa voz es, a la larga, la que más alto suena.

V Séneca, que era el desterrado, ha enseñado la patética lección a muchas generaciones de españoles que, como él, tuvieron que salir de la patria. No hay un rincón del mundo donde no hayan vivido españoles que se volvían con los ojos turbios de nostalgia hacía la Península, remota y prohibida. Francia, Portugal, Italia e Inglaterra, las tierras calientes de África, los árticos países silenciosos, la fecunda América, las islas perdidas en todos los mares, han sustentado la tragedia del español exiliado y le han visto luchar, conformarse y esperar con el mismo gesto, sobrio y elegante, de buen lidiador de la vida en una tarde difícil, del maestro cordobés. Uno de estos españoles eres tú, ahora —el ahora de hoy o el de dentro de cien años—; tú, poeta o labrador, hombre de ciencia o soldado, de Castilla, de Cataluña, de Andalucía, de Galicia, de las tierras vascas, de cualquier pueblo, de cualquier sierra de la grande, sufrida e inmortal Península. Como Séneca, tú también piensas que es triste vivir expatriado; pero sabes encontrar, como él, el gesto ascético y el garbo para seguir adelante.

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Figura 2. Busto de Juan Luis Vives (Valencia, 1492 - Brujas, 1542) en Brujas. Marañón escribió con admiración en varias ocasiones sobre el gran pensador y pedagogo (©Marc Ryckaert).

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Conmemoración del cuarto centenario del libro Sidereus nuncius Fourth centenary commemoration of the book Sidereus nuncius ■ Javier Ordóñez*

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Figura 1. Frontispicio de Sidereus nuncius (Venecia, 1610).

LA GACETA SIDERAL Que muestra grandes y admirables maravillas e invita a contemplarlas a todos, aunque en especial a los filósofos y astrónomos, lo observado por GALILEO PATRICIO FLORENTINO Y matemático oficial de la Universidad paduana, mediante el ANTEOJO Poco ha por él descubierto, Ha observado en la faz de la Luna, en innumerables fijas, en la Vía Láctea, en las estrellas nebulosas. Aunque sobre todo en CUATRO PLANETAS Que giran con admirable rapidez en torno a la estrella de Júpiter con desiguales intervalos y períodos, de los que nadie supo hasta este día y que hace poco observó por primera vez el autor, decidiendo llamarlos ASTROS MEDICEOS VENECIA, 1610 –—–—–—

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Javier Ordóñez

LUDOVICO: […] Ahí tiene, por ejemplo, ese extraño tubo que venden en Ámsterdam. […]. Un estuche de cuero verde y dos lentes, una así –—dibuja una lente cóncava— y otra así —dibuja una lente convexa— […] Con ese chisme se ven las cosas cinco veces más grandes. Ésa es su ciencia. GALILEO: ¿Qué es lo que se ve cinco veces más grande? LUDOVICO: Las torres de las iglesias, las palomas; todo lo que está lejos. […] GALILEO: ¿Y dice que el tubo tenía dos lentes? Hace un dibujo en un trozo de papel. ¿Tenía este aspecto? Ludovico asiente. ¿Cuándo se inventó eso? LUDOVICO: Creo que sólo unos días antes de salir yo de Holanda, por lo menos no llevaba más tiempo en el mercado. Bertolt Brecht, Galileo, 1939

Manera de tratar la melancolía que producen los historiadores cuando son demasiado prudentes Pocas alegrías y casi ningún consuelo suelen proporcionar los historiadores cuando responden a preguntas sobre cuál es el origen de algo. Ante una cuestión en apariencia sencilla, como por ejemplo ¿quién inventó el telescopio?, probablemente nos devuelvan una mirada de horror y prorrumpan en una pequeña catarata de nombres, desde los de industriosos holandeses como Hans Lipperhey de Middelburg y Jacob Metius de Alkmaar, quienes al menos consiguieron que la República de los Países Bajos les concediera una patente para su explotación en 1608, hasta los de ingleses como los hermanos Digges o el médico Harriot, e incluso el de un napolitano llamado Gianbattista Della Porta. Aunque también sin duda señalarían que el invento “estaba en el ambiente” desde hacía casi un siglo, y con ello querrían decir que se disponía de todos los elementos técnicos para fabricarlos, dado que ya se sabía cómo pulir lentes y existían textos en los que se explicaban las propiedades de semejantes objetos. Hoy en día incluso se reivindica el nombre de un catalán, Juan Roget, quien al parecer en 1590 habría fabricado un instrumento con el que poder mirar los objetos lejanos. Todas estas reservas se multiplicarían si tratáramos de averiguar alguna cosa sobre los primeros usos de los anteojos primitivos o sondeáramos sobre qué pretendían aquéllos que situaban sus ojos detrás del tubo enfocándolo, ya fuera hacia sus vecinos, hacia ejércitos enemigos o hacia la Luna. Seguramente, los historiadores, para calmar la inquietud de su público, tratarían de imaginar qué pensó cada uno de los personajes antes mencionados. Sin embargo, tal vez resulte más sencillo atenerse a lo que dijo Galileo, ya que él fue quien rompió el silencio sobre lo que había escudriñado al publicar en 1610 un librito que contenía las observaciones celestes realizadas durante los

* El autor es historiador y catedrático de Historia de la ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid. Una traducción del Sidereus nuncius al español se encuentra en: Galileo-Kepler, el mensaje y el mensajero sideral (Introducción y traducción de Carlos Solís. Madrid: Alianza Editorial; 1984). La paginación de los textos citados corresponde a los de esta traducción.

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meses anteriores desde la terraza de su casa de Padua. En eso consiste la ventaja de los libros, siempre puede leerlos alguien, e incluso releerlos, y no sólo durante este año, cuando se celebra el cuarto centenario de aquella publicación que tanto influyó en la manera de concebir los cielos. Galileo no inventó el telescopio pero sí su uso, exploró los cielos sumando a su capacidad observadora su habilidad para interpretar lo que observaba. Unió su pasión de copernicano converso con su conocimiento de los trabajos sobre el análisis de las sombras, tan en boga en la Italia de su época. Transformó el tubo de plomo y las lentes de un anteojo en un instrumento filosófico para indagar con detalle la naturaleza de todo el sistema planetario conocido desde los babilonios.

El catalejo Corrían los meses entre agosto y febrero a caballo entre 1609 y 1610, y Galileo, que ocupaba la cátedra de matemática en la universidad Padua, donde debía enseñar astronomía a los alumnos de medicina, además de dedicar su tiempo a diversos problemas relacionados con la dinámica, a impartir clases particulares para mantener a sus tres hijos o a leer a Kepler y cartearse con él, comenzó a dirigir obsesivamente su rudimentario perspicillum o catalejo —el término telescopio fue propuesto por el matemático Giovanni Demisiani en 1611— hacia el firmamento. Para un espíritu de “físico” inquisitivo como el suyo, debía suponer un auténtico placer observar los cuerpos celestes 60 veces más grandes. El mismo Galileo describe cómo se interesó por el artilugio: “Cerca de diez años hace ya que llegó a nuestros oídos la noticia de que cierto belga había fabricado un anteojo mediante el que los objetos visibles muy alejados del ojo del observador se discernían claramente como si se hallasen próximos. Sobre dicho efecto, en verdad admirable, contábanse algunas experiencias a las que unos daban fe, mientras que otros las negaban”. Su curiosidad le llevó a aplicarse: “por entero a la búsqueda de las razones, no menos que a la elaboración de los medios por los que pudiera alcanzar la invención de un objeto semejante, lo que conseguí poco después basándome en la doctrina de las refracciones”1. Parece ser que Galileo se aplicó tanto a mejorar la supuesta idea inicial que, en poco más de un mes, ya tuvo lista su primera versión; concretamente el 25 de agosto de 1609 lo presentó ante el Gobierno veneciano. Su catalejo de refracción consistía en un tubo de plomo en el que se situaban dos lentes, una cón-

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Sidereus, pág. 38.

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Figura 2. Galileo, óleo de Justus Sustermans, 1636 (National Maritime Museum, Greenwich, Londres).

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cava y otra convexa; una cerca del extremo donde se coloca el ojo y la otra en el extremo que apunta hacia el objeto, respectivamente. Cuenta el pisano sobre las virtudes ópticas del anteojo: “acercando… el ojo a la cóncava, vi los objetos bastante grandes y próximos, ya que aparecían tres veces más cercanos y nueve veces mayores que cuando se contemplaban con la sola visión natural. Más tarde me hice otro más exacto que representaba los objetos más de sesenta veces mayores”. La importancia o excitación ante el pequeño catalejo fabricado por Galileo, de ese mediador, en apariencia sencillo, entre el ojo y el exterior, no fue para tanto entre sus contemporáneos por más que significara una novedad en el desarrollo de la técnica del Renacimiento, ya que había un sinnúmero de aparatos de esa índole aquí y allá. El artilugio sólo puede compararse con una gran invención como la de la imprenta de tipos móviles en virtud de la invención de su uso, de la valentía de Galileo a la hora de interpretar lo que veía; solo en función de ella se abrió un inmenso universo de posibilidades teóricas y se transformaron los hábitos intelectuales de generaciones de científicos. Hay artefactos y artefactos. Unos inciden de forma más inmediata en las transformaciones de la realidad material; otros, en las de nuestros hábitos de pensamiento y de nuestras coordenadas conceptuales o cognoscitivas. El humilde catalejo resultó ser un objeto de la segunda especie, de los que nos sacan del normal uso de lo que solemos llamar “la simple vista” y de las capacidades “naturales” que nos han sido dadas, en suma, de las medidas y nociones del espacio que podemos percibir, de nuestro pequeño mundo. Un mediador capaz de investir a los intrépidos con poderes extraordinarios y lanzarlos al seno de lo que no es sentido común, de lo que en apariencia no existe, de lo desconocido.

El opúsculo Galileo, que cuando menos puede calificarse como intrépido (aunque no falte quien le ha tachado de oportunista, plagiador o de astuto, por no haber sido el legítimo padre de la criatura) en los pocos meses que pasó observando los astros, sin duda percibió todo su potencial. Algo que le llevó a escribir a borbotones, como si el asombro y la excitación de tamañas experiencias y visiones requiriesen ponerlas sobre el papel inmediatamente, compartirlas, difundirlas al cabo, —en el más profundo sentido de la palabra—, y rápido. De ahí el precioso título del librito en que las vertió, Sidereus nuncius, cuya interpretación ha dado lugar a tantas traducciones y polémicas: Mensajero de los cielos, como lo llamaba Kepler, Aviso astronómico, como se refería a su artilugio el propio Galileo en su correspondencia, El mensajero de los astros, El noticiero sidéreo… ¿Era Galileo como el dios Hermes, el enviado que trae las novedades del cielo, o lo era el propio catalejo? Tal vez convendría decir que ambos. 222

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Este manifiesto, tratado breve u opúsculo, escrito con cierta prisa, desde luego hacía honor a su nombre. Fue el anuncio de una nueva era para la astronomía, uno de los hitos de eso que se suele denominar la modernidad científica, o como diría A. Koyré en 1939, de la “revolución científica”. Para que se produzca una transformación tan profunda, sin embargo, no bastaba con que se dieran las condiciones materiales: la actividad artesanal de pulido de lentes diseminada por los talleres de Europa, el uso más o menos extendido de binoculares, lupas y anteojos, ni tan siquiera el hecho que existiera cierto número de sabios que se esforzaran con denuedo en penetrar los misterios de la óptica y la astronomía como Kepler, Della Porta, Harriot, Pierre de L’Etoile, Hasdale o Brahe; tampoco que mecenas y príncipes se interesaran por la astronomía o las matemáticas. También, y aunque muchas veces denostada, fue absolutamente decisiva esa mezcla de curiosidad, astucia práctica, creatividad y capacidad de deducción, guiada por la vocación más antigua de la humanidad, la de la interpretación. El Sidereus nuncius, publicado por primera vez en Venecia en 1610, es el primer tratado astronómico sobre observaciones realizadas con un catalejo, lo que hoy calificaríamos de complemento físico y observacional al tratado puramente teórico De Revolutionibus Orbium Caelestium (“Sobre las revoluciones de las esferas celestiales”) de Copérnico, publicado en 1543, en el que ya se planteaba un heliocentrismo. ¿Se ve o se interpreta? ¿Los hechos y los objetos aparecen palmarios ante nuestros ojos, o deducimos, asociamos, vislumbramos? ¿No hay nada entre el ojo, el telescopio y la Luna o tal vez el subsuelo de viejas lecturas, barruntos, y cuestiones siempre turbias adormecidas en la mente en busca de aclaración?

De lo que se veía o de lo que vio Galileo a través de su tubo de plomo Las preguntas que se suelen hacer los lectores de todos los tiempos se refieren a lo que vio Galileo y sobre cómo llegó a interpretarlo. La obrita de Galileo pretendió transmitir a sus contemporáneos la fascinación de una forma nueva de contemplar los objetos celestes. Imaginemos al observador levantando su anteojo hacia la Luna, el cuerpo celeste más imponente de la noche, y el más cercano. Se entiende entonces que una parte importante del texto dé cuenta de la observación detallada de la superficie lunar. Así, asistimos a una primera sorpresa, su inspección de nuestro satélite le lleva a asegurar que la Luna presenta relieve, “que la superficie de la Luna y de los demás cuerpos celestes no es de hecho lisa, uniforme, y de esfericidad exactísima, tal y como ha enseñado de ésta y de otros cuerpos celestes una numerosa cohorte de filósofos, sino que por el contrario es desigual, escabrosa y llena de cavidades y prominencias, no de otro modo que la propia faz de la Tierra, que presenta aquí y allá las crestas de las montañas y los abismos de los valles”2. 2

Sidereus, págs. 41-42.

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Para muchos de nuestros contemporáneos la cuestión parecería banal, para un coetáneo de Galileo no lo era en absoluto. La confrontación entre aquellos que defendían la reciente concepción heliocéntrica del mundo, difundida lentamente por Europa durante la segunda mitad del siglo XVI, y las ideas geocéntricas, basadas en el sano sentido común y en una buena parte de la tradición filosófica medieval, pasaba por el reconocimiento de cuál era la naturaleza de los cuerpos celestes, si esferas cristalinas y perfectas o cuerpos parecidos a los terrestres. Galileo se presentaba como un testigo ocular de un hecho que podía resultar crucial a su juicio para dirimir la cuestión de esa naturaleza de los cuerpos celestes: con el anteojo se ven montañas en la Luna. Es decir, la Tierra y la Luna eran similares. Téngase en cuenta que todo se contenía en el libro, en el texto donde Galileo contaba lo que había visto. El lector no podía ver lo mismo, sólo le quedaba fiarse del autor. Su autoridad en este caso era análoga a la del viajero que regresaba contando maravillas de los lugares que había visitado; los demás no podían ir hasta el lugar del que se hablaba y sólo creían en la narración si confiaban en el narrador. Los lectores de Galileo no disponían de su telescopio. Sus ojos eran los ojos del pisano, quien, consciente de la novedad de sus propuestas, se dispuso a traspasar al papel lo que observaba directamente y tal vez por ello sintió la absoluta necesidad de realizar dibujos, los que figuran en el Sidereus, con la pretensión de reproducir esas observaciones. Los dibujos de la Luna se convirtieron en un paradigma de la elocuencia de las imágenes. La mano de Galileo intentó interpretar en perspectiva, de acuerdo con sus conocimientos de geometría, las sombras que sus ojos habían visto en la superficie de la Luna. Harriot también había dibujado las sombras de la Luna y, sin embargo, la diferencia entre sus dibujos y los de Galileo consistía en que el primero dibujaba lo que veía y el segundo interpretaba con un cierto instrumento matemático la perspectiva, lo que imaginaba que veía. La técnica del claroscuro, tan desarrollada en la pintura italiana de ese momento, se hallaba recogida en La practica della perspettiva (1568) de Daniel Barbaro y en La practica di prospettiva (1596) de Lorenzo Sirigatti, ambos estudios leídos por Galileo. Este caso puede ilustrar la complejidad que se involucra en la interpretación de lo observado para poder enunciar una verdad que una vez conocida parece obvia, tal como la afirmación: la Luna tiene el mismo tipo de orografía que la Tierra. Apoyado en esta suposición, Galileo abordó el cálculo de esa orografía comparando los relieves de ambos planetas basándose para ello en la dimensión aparente de las sombras. Sus cálculos no fueron muy exactos ya que, de entrada, no disponía de información acerca de la altura de las montañas de la Tierra. Cuando redactó el Sidereus, Galileo ya había optado por la interpretación copernicana del sistema planetario. Un sistema que era heliocéntrico y en el que él defendía la idea del movimiento de la Tierra, a la que llamó “errante” en el texto. Este copernicanismo sin duda le ayudó a interpretar la naturaleza de los cuerpos celestes, pero no debe considerarse que mantuviera una confianza ciega en las nuevas ideas. Los argumentos que desgranaba Galileo para mostrar que la Luna tiene montañas se gestaron en sus conocimientos de la perspectiva y de la geometría de los pintores, algo que le sirvió para presentar sus ideas. De esta forma, no se puede decir que realizase una lectura con meros prejuicios coper224

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nicanos, sino una interpretación inteligente para la que se valió de herramientas muy sofisticadas para apoyar sus tesis acerca de la naturaleza de los cielos, que a su vez reforzaban sus ideas heliocéntricas. Después de estudiar la Luna, Galileo elevó su telescopio hacia la Vía Láctea, y la Leche de Hera se resolvió en estrellas. Las manchas luminiscentes mostraron su estructura precisa: “Por debajo de las estrellas de sexta magnitud, verás con el anteojo, cosa difícil de creer, una numerosa grey de otras estrellas que escapan a la visión natural”3. Fascinado, Galileo daba cuenta apresurada de las nebulosas y de la acumulación de estrellas, porque deseaba terminar su trabajo con el gran descubrimiento de sus observaciones: los nuevos planetas de Júpiter, que él llamó planetas mediceos en honor de los Medici, en cuya corte deseaba ser admitido. Los nuevos cuerpos celestes, de hecho cuatro de los satélites de Júpiter, inquietaron a muchos de sus contemporáneos. Por primera vez en mucho tiempo aumentaba la población de cuerpos celestes. Kepler fue el primer crítico y el más genuino admirador de la obra de Galileo, y mostró su preocupación porque el número de cuerpos celestes ya no se podía poner en relación con la secuencia de los poliedros perfectos. Galileo dio una primera descripción de esos satélites y con ello marcó el camino de lo que posteriormente sería el primer reloj astronómico que permitiría calcular la longitud de un punto cualquiera mientras se pudiera observar desde él su movimiento, es decir un punto en tierra firme.

Acerca de los beneficios La publicación del Sidereus sirvió sin duda a los intereses de Galileo, quien deseaba salir de las miserias de la vida universitaria. Consiguió el nombramiento como matemático de la casa de los Medici y así pudo paladear otras miserias, las cortesanas, en las cortes de los duques de Florencia y de los papas de Roma. En su pequeña obra menciona el proyecto de otra, que posteriormente aparecería en 1632 bajo del título de Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo: ptolemaico y copernicano. Anteriormente a esa fecha, publicó otras pequeñas obritas sobre las manchas solares y sobre el modo de hacer la nueva ciencia. Todas ellas redundaron en un incremento de su fama pero también aumentaron su vulnerabilidad ante los ataques de la Inquisición, dando a su vida un carácter de lucha por el nuevo conocimiento que marcó tanto su biografía como la de sus enemigos. Berlín, a 12 de octubre de 2010. 3

Sidereus, pág. 63.

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Martin Gardner, filósofo y divulgador de la matemática Martin Gardner, a philosopher and popular writer of mathemathics ■ Manuel González Villa* El 22 de mayo de 2010, a los 95 años, falleció Martin Gardner, quien, junto a Asimov y Sagan, ha sido uno de los más brillantes divulgadores científicos de nuestro tiempo. Su obra destaca por el amor y la atención a las matemáticas. Gardner había nacido el 21 de octubre de 1914 en Tulsa (Oklahoma, EEUU). Su padre, que era doctor en geología, se había establecido en Tulsa debido a la floreciente industria petroquímica de la zona y tenía una pequeña empresa de prospección; a su vez, su madre había sido profesora de guardería antes de casarse. Gardner recibió una educación protestante tradicional, y, en algunos aspectos, fundamentalista, pues, por ejemplo, acudió a una escuela dominical en la que se interpretaba literalmente el relato bíblico de la creación. El joven Gardner era aficionado a la ciencia y tenía la intención de ir a estudiar al California Institute of Technology (Caltech), convertirse en físico y llegar a trabajar en el grupo de Robert A. Millikan. Sin embargo el acceso al Caltech requería dos años previos de formación general. Para ello eligió la Universidad de Chicago. Allí sus intereses cambiaron y decidió quedarse para estudiar filosofía. Se graduó en 1936, y comenzó a trabajar en el gabinete de prensa de la Universidad redactando comunicados sobre los descubrimientos científicos que se llevaban a cabo en la institución. Más adelante se enroló en la Marina y combatió durante la Segunda Guerra Mundial. Al licenciarse decidió reanudar sus estudios y, con el dinero que había ganado en la Marina, se inscribió en un posgrado de la Universidad de Chicago. Por entonces, la Universidad de Chicago, con Rudolf Carnap al frente, era la capital del positivismo lógico. Gardner aprendió de Carnap no sólo la superioridad de las ciencias sobre la metafísica, —ya que la veracidad de sus enunciados no se puede comprobar—, sino la fascinación por la belleza de las ciencias y la importancia del principio de tolerancia intelectual.

* El autor es doctor en ciencias matemáticas.

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Gardner empezó a escribir artículos sobre diversos temas y a enviarlos a distintas publicaciones. Cuando vendió sus primeros artículos al Esquire, entrevió la posibilidad de satisfacer su vocación de escritor y decidió mudarse a Nueva York. Durante sus primeros años allí, compaginó su trabajo para revistas infantiles como Humpty Dumpty con la escritura como free-lance para diversas publicaciones. Por ejemplo, en 1952 publicó un artículo sobre la historia de las máquinas lógicas en Scientific American, que más adelante dio lugar a su libro Logic Machines and Diagrams. Este año también salió a la luz su conocidísimo Fads and Fallacies in the Name of Science, rebautizado luego como In the Name of Science, una de las obras pioneras en la crítica de la pseudociencia. En 1956 envió un nuevo artículo a Scientific American acerca de los flexágonos, unos puzzles inventados en Princeton. Gerard Piel, redactor jefe de Scientific American, preguntó a Gardner por la posibilidad de hacer una columna mensual sobre juegos y divertimentos matemáticos, lo que fue el comienzo de la mítica columna The Mathematical Games, una colaboración que se prolongó durante 25 años. Gardner nunca completó su doctorado en filosofía. En cambio, inició una carrera de escritor profesional, divulgador científico, perseguidor de fraudes pseudocientíficos y pensador, que le convirtió en uno de los intelectuales americanos más originales, reconocidos e influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Además, siempre fue aficionado a la magia, y escribió varios manuales de la materia, además de llevar a cabo una edición crítica memorable de la Alice de Carroll. En 1976 Gardner, alarmado por la falta de conocimientos científicos del americano medio, y por la creciente popularidad de las pseudociencias y de lo paranormal, organizó junto con el psicólogo Ray Hyman, el mago James Randi y el filósofo Paul Kurtz —quien había impulsado el año anterior la publicación en el Humanist de un manifiesto contra la astrología—, una conferencia en Búfalo con el objeto de proporcionar criterio e información a los medios de comunicación para evitar que difundiesen informaciones falaces y difícilmente creíbles tras un examen científico. Allí se fundó el Committee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal (CSICOP), entre cuyos fundadores se encontraban otros eminentes científicos y filósofos como Sagan, Asimov, o Quine. El CSICOP creó la revista Skeptikal Enquirer, que se dedicó a denunciar los fraudes científicos y a rebatir periódicamente los argumentos de los investigadores de lo paranormal, a luchar contra los creacionistas norteamericanos, e, incluso, a criticar las teorías científicas con escasa base empírica. Martin Gardner publicó desde 1983 una celebrada columna en la revista bajo el título de Notes of a Fringe-Watchter. El CSICOP y el Skeptikal Enquirer utilizaban con frecuencia un estilo bastante agresivo, irónico y burlón, generando mucha polémica y quejas de los afectados. Gardner justificó tal estilo: “Cuando la pseudociencia se sumerge en el ámbito del irracionalismo, es apropiado ejercer el humor contra ella y hasta ridiculizarla... Por ejemplo, cuando un dentista pretende que puede poner empastes de plata y oro en los dientes por medios paranormales, sin perforación, o cuando un periodista de lo oculto escribe un libro sobre cómo los Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):226-232

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muertos se comunican con los vivos por teléfono, no sentimos ninguna obligación de tratar tales extravagantes afirmaciones con un solemne respeto. En cambio, cuando las afirmaciones no ortodoxas son menos extremas, las tratamos seriamente e intentamos presentar las pruebas contra ellas sin ridiculizarlas”. Curiosamente, los duendes españoles de la imprenta decidieron gastarle una broma pesada a Gardner omitiendo un no en el índice de la primera edición de las Notes, de modo que en el título de uno de los capítulos podía leerse: “3. La Ciencia: Por qué soy paranormalista”. Gardner se consideraba a sí mismo como una persona más bien tímida y amante de la monotonía. Siempre llevó una vida bastante apartada en comparación con su fama y la admiración que sus seguidores le profesaban. En el año 1979 se retiró junto con su esposa Charlotte a Hendersonville, Carolina del Norte, donde disfrutó viendo crecer a sus nietos y dedicó su tiempo a las actividades que siempre le resultaron más gratificantes, como encerrarse a leer un libro o a escribir. En 2002, tras la muerte de su esposa, se mudó a Norman, Oklahoma, junto con su hijo James. Como señaló Dennis Flanagan, editor de Scientific American, entre 1947 y 1984 Gardner fue “uno de esos raros individuos que se inventó a sí mismo”. Flanagan destacó su “curiosidad sin límites por disciplinas difíciles combinada con una estimulante urgencia por explicarlas al resto de nosotros”, y señaló que Gardner demostró que un intelectual moderno puede tener un abanico de intereses que no estén confinados a las ciencias o las letras. La mejor forma de resumir su vida quizá sean sus propias palabras: “Sencillamente estoy jugando todo el tiempo y tengo la suerte de que me pagan por ello”.

Gardner y la filosofía Los porqués de un escriba filosófico es la obra en la que Gardner ha expuesto de forma más sistemática y defendido de modo más apasionado sus ideas. Gardner se definía como un realista que considera el universo como algo independiente de nuestra mente que tiene una estructura objetiva, de tal modo que la ciencia es el mejor medio para conocerlo. Sin embargo, se mostraba fascinado por la inmensa oscuridad que hay más allá de las fronteras del conocimiento. De hecho, creía que existen cuestiones y verdades últimas para las cuales la razón ni tiene respuesta, ni la podría tener, aunque la mente humana dispusiese de tiempo infinito para examinarlas. Entre ellas están las preguntas de por qué el universo es como es, o por qué tiene la estructura que tiene.., pero también las cuestiones acerca de la mente humana, la conciencia o el libre albedrío. Gardner afirmaba que, aunque algunas de estas preguntas carezcan de significado cognitivo, tienen un significado emocional, y defendía el derecho a la fe en esas cuestiones que no se pueden determinar racionalmente. Gardner se describía como un teísta filósofo, en la tradición de Kant o Unamuno, y creía en la existencia de un Dios personal, ligeramente distinto al 228

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de las religiones tradicionales. Afirmaba que las pruebas racionales de la existencia de Dios no son concluyentes, pues la razón no tiene poder para tanto, y, aunque dudaba de la utilidad de las religiones organizadas, defendía la plegaria como indisoluble de la fe e ilustró la evolución de sus creencias religiosas en la novela The Flight of Peter Fromm. Y, además, en The whys, rechazó el relativismo ético y estético, y se definió como un anticuado socialista demócrata en la tradición de Russell o Wells, una postura que, a su parecer, hoy en día, está tan lejos de los progresistas como de los conservadores.

Gardner y la matemática Hablar de Gardner y la matemática es hablar de su excepcional columna The Mathematical Games, que apareció mensualmente en Scientific American hasta 1981. Es muy sorprendente que Gardner, que nunca recibió formación de nivel superior en matemáticas, haya sido capaz de escribir tales maravillas. Como él

Figura 1. Instantánea de Gardner (cortesía de “Card Colm” Mulcahy, Spelman Collage, Atlanta).

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mismo señalaba, “más allá del cálculo estoy perdido”, y, sin embargo, sus textos destacan por una gran claridad y elegancia; además, gracias a su formación filosófica, fue capaz de relacionar los temas técnicos que trataba con cuestiones de carácter más general. Sus columnas alcanzaron el éxito rápidamente, y fueron bien acogidas por los matemáticos profesionales. Algunos de ellos empezaron a escribirle y enviarle material, en ocasiones original, para sus columnas. Así, allí aparecieron por primera vez ante el gran público los pentominos, de Solomon W. Golomb, el juego Vida, de John Horton Conway o los enlosetados, de Roger Penrose. Aquellas columnas se ocuparon de gran variedad de temas, con gran calidad, y distinta profundidad matemática. Sus temas preferidos fueron las paradojas lógicas (por ejemplo, la paradoja de Newcomb), la topología y los juegos de cartas. Su trabajo de documentación, su recopilación de divertimentos matemáticos y las contribuciones de matemáticos profesionales, hicieron que sus columnas fuesen ganando en sofisticación. Gardner subrayó que escribir su columna mensual le supuso dedicación completa durante muchos años. Su divulgación matemática siempre estuvo marcada por la convicción de que, en palabras de Littelwood, “un buen pasatiempo matemático vale más, y aporta más a la matemática que una docena de artículos mediocres”. Gardner se mostraba orgulloso en la introducción a Extraterrestrial Communication de cómo algunos matemáticos, como Knuth, Bellman, Cooke y Lockett, comenzasen a introducir juegos matemáticos en sus libros. La American Mathematical Society reconoció su obra en 1987 con el premio Steele y numerosos matemáticos profesionales han señalado la influencia de Gardner en su vocación. La obra matemática de Gardner no se ha limitado a la divulgación y a los aspectos recreativos. Él tenía una idea propia sobre la matemática y su significado, basada tanto en sus convicciones filosóficas como en su trabajo, y no dudó en defenderla en diversas ocasiones. Se confesó, como la mayoría de los matemáticos según su experiencia, “un platónico que cree que los objetos matemáticos y los teoremas son descubiertos en el mismo sentido que lo son las leyes científicas”. Y añadía: “creo que un gran número con, digamos, millones de dígitos es primo o compuesto antes de que un humano lo demuestre”. Uno de los principales motivos que le indujeron a pensar de este modo es, en palabras de Wigner, la “irrazonable efectividad de la matemática”, para describir la naturaleza. Gardner se mostró siempre muy crítico para con las ideas de los relativistas culturales que pretenden que la matemática sea una construcción cultural carente de objetividad. En 1950 publicó en Journal of Philosophy una reseña acerca de The Science of Culture del antropólogo americano Leslie A. White defendiendo el realismo y la certeza matemática. Gardner experimentó un shock cuando vio que la idea de que toda matemática era un producto cultural empezó a ser defendida por matemáticos profesionales, como Morris Kline o Reuben Hersch, o por conocedores de la matemática como James R. Neumann, quien incluyó un texto de White en The World of Mathemathics y escribió, junto con Edward Kasner, en Mathemathics and the imagination: 230

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“Hemos superado la idea de que las verdades matemáticas tengan una existencia independiente y separada de nuestras mentes. Hasta nos resulta extraño que tal idea pueda haber existido alguna vez”. El prestigio de estos matemáticos y su mayor conocimiento de la materia no fueron óbice para que Gardner siguiera defendiendo sus ideas. Tras la publicación de The Mathematical Experience de Davis y Hersch, escribió una crítica titulada How not to talk about Mathematics?, en la que reprochó a sus autores el haber elegido para su excelente trabajo un lenguaje altamente incómodo para explicar por qué las matemáticas han resultado tan útiles en la descripción física del universo, o cómo las diversas culturas no han desarrollado matemáticas diferentes, lo que, en definitiva, “origina más confusión que luz”. Tras la publicación de esta crítica, Gardner y Hersch comenzaron una disputa sobre la realidad de la matemática que se prolongó casi hasta la muerte de aquél. Nuestro autor también ha expresado claramente sus ideas acerca del relativismo cultural y, con motivo del affaire Sokal1, comentó: “La parte más graciosa del artículo de Sokal es su conclusión de que la ciencia debe emanciparse de las matemáticas clásicas para poder convertirse en un ‘instrumento concreto de la praxis política progresista’. Las constantes matemáticas son meros artefactos sociales. ¡Ni siquiera pi es un número fijo, sino una variable determinada culturalmente!”. En 1998 Gardner decidió intervenir en la polémica, muy intensa en EEUU, sobre la enseñanza de las matemáticas, mostrándose contrario a las nuevas propuestas del National Council of Teachers of Mathematics, criticando los factores constructivistas que se pretendían introducir en la enseñanza. En su opinión, el tiempo de enseñanza en las clases era precioso y dudaba de que la mejor forma de aprovecharlo fuese, por ejemplo, que los alumnos manipulasen cuadrados de cartón de diversas áreas formando con ellos distintos triángulos. No podía creer que los alumnos trabajando de tal modo en pequeños grupos fueran capaces de redescubrir el teorema de Pitágoras y, si tal fuese el caso, fuesen a comprender o recordarlo mejor que a partir de la explicación en la pizarra de un buen profesor. Gardner también se preocupó por la enseñanza superior porque consideraba que los textos de cálculo diferencial e integral de moda en los colleges americanos eran cada vez más gruesos y caros; aunque estaban llenos de gráficas a color hechas con ordenador, y fotos de brillantes matemáticos, cada vez era más difícil encontrar explicaciones simples y claras de los conceptos básicos de

1 Alan Sokal, un reputado físico neoyorkino, logró que se le publicase un artículo delirante, en el que proponía una relectura sociológica de la mecánica cuántica, en la revista Social Text. Su texto, escrito adrede para ridiculizar el relativismo de ciertos científicos sociales, supuso una burla sangrienta de algunas de sus categorías, lo que dio lugar a una amplia, larga e interesante polémica..

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Martin Gardner, filósofo y divulgador de la matemática

la materia, o problemas conceptuales que ayudasen a entender las nociones principales. A su juicio, los escritores y editores de estas introducciones elaboraban enciclopedias exhaustivas para evitar que nadie dejase de recomendarlas basándose en alguna omisión que años atrás se hubiese considerado menor. Esta innecesaria extensión y erudición acababa por esconder la simple belleza de la materia, y hurtaba al estudiante el placer y el estímulo intelectual de aprender y dominar el cálculo. Otro problema era que los ordenadores, con su gran capacidad de cálculo, estaban teniendo un efecto pernicioso en la enseñanza. La profusión de ejercicios realizables con el ordenador, y las explicaciones de cómo hacer las operaciones básicas del cálculo con programas de cálculo simbólico, restaban espacio a los clásicos problemas conceptuales. Además, la tecnología digital postergaba el cálculo en favor de otras especialidades como la matemática discreta, la teoría de grafos, el álgebra lineal, la estadística, o la lógica, desplazándolo del lugar tradicionalmente central en la enseñanza de las matemáticas superiores. Gardner no dudó sobre las medidas que se debían tomar para atajar estos acuciantes problemas de la enseñanza de las matemáticas a nivel superior y, más concretamente, de la enseñanza del cálculo. Él creía que se debía volver a unos textos más cortos, concisos, claros e intuitivos y que insistiesen en la comprensión de las ideas frente a las técnicas de cálculo. Precisamente esas eran las cualidades de la clásica obra Calculus made easy de Silvanus P. Thompson. Por ello convenció a St. Martin’s Press de la necesidad de reeditar la primera versión de este texto que había sido ampliamente empleado desde su aparición en 1910 para la enseñanza del cálculo infinitesimal en Norteamérica y con el que habían aprendido muchos de los matemáticos norteamericanos hasta principios de los años setenta. Gardner actualizó un poco la notación de Silvanus P. Thompson y añadió tres capítulos para explicar los conceptos de función, de límite y de derivada, cuya plena comprensión se suponía en el texto de Thompson, e incluyó un apéndice sobre matemáticas recreativas basadas en cálculo infinitesimal.

Gardner y la cultura española Gardner fue un buen conocedor de la cultura española, citó con frecuencia a pensadores como Ortega o Unamuno, y trató frecuentemente a Salvador Dalí durante su estancia en Nueva York. Consideraba a Unamuno como uno de sus filósofos favoritos, además de ser uno de los autores más citados —en español en la versión original— en las Notes. Gardner también incluyó La barbarie del especialismo de Ortega en su magnífica recopilación de ensayos científicos, y dedicó trabajos al Ars Magna, de Lulio, o a las esculturas de Miguel Berrocal. La muerte de Gardner nos deja huérfanos de un gran pensador, de un hombre honesto, de alguien convencido de que la verdad puede ser siempre objeto de admiración, y un estímulo consistente para el mejor humor.

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El fútbol, espejo de Francia Football, a mirror of France ■ Adrián Ruiz Mediavilla* Bailar al son de los rosbif Que franceses e ingleses tienen una relación de amor-odio pintoresca es de dominio público. A lo largo de la historia, se han invadido, atacado, robado terrenos, recuperado los terrenos robados, luchado juntos, en paralelo y en tangente, han compartido sudor, lágrimas y, sobre todo, sangre. Que el fútbol es un deporte inglés tampoco es nada nuevo. O quizá sí, porque cuando uno interroga a los franceses, sobre todo de París hacia arriba, le hablan de una cosa llamada soule, según ellos el predecesor directo del fútbol actual. La soule consiste en llevar un balón (léase vejiga de cerdo, o pelota de tela o madera) a un lugar determinado. Y como diría Maquiavelo, el fin justifica los medios. Quizá por eso cada “partida” acababa cuando uno de los dos equipos se quedaba sin jugadores en pie. Muy popular en Picardía y Normandía, algunos historiadores franceses cuentan que la soule fue introducida en Inglaterra cuando Guillermo el Conquistador —cuya base de operaciones estaba en Caen— cruzó el Canal de la Mancha y le dio a los ingleses hasta en el cielo de la boca durante la batalla de Hastings. Sea como fuere, el fútbol como hoy lo conocemos fue inventado por los ingleses en el siglo XIX. A la inversa de lo que sucedió con los normandos en 1066, el fútbol pasó de las islas británicas al continente europeo, y no tardó en hacerse popular en ciudades del norte de Francia como Caen, Lille o Le Havre, donde en 1872 se fundó el Havre Athletic Club, el cual se convertiría en el primer club francés en crear un equipo de fútbol —lleno de jugadores ingleses, of course—, en 1894. Cuando uno le pregunta a un francés normal, escogido al azar, por sus vecinos de ultramar, lo más probable es que tuerza el gesto para hablar de los rosbif. Los ingleses son definidos por el pueblo francés por la carne que comen: vulgar, poco sofisticada y todavía menos innovadora. Claro que, cuando uno cruza el Canal de la Mancha, descubre el otro lado de la moneda: allí se refieren a los franceses como frogs, por su afición a las ancas de rana.

* El autor, periodista y publicista, vive y trabaja en París; es co-creador del sitio: www.futbolnoesfutbol.com.

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Quizá por esta rivalidad histórica es por lo que la Union des Societés Françaises de Sports Athlétiques (USFSA), una especie de macrofederación deportiva de finales del siglo XIX, puso todas las trabas que pudo a la implantación del fútbol en Francia. Pocos años después, adivinando la oportunidad de negocio que se avecinaba, la USFSA dio un giro de 180 grados al organizar el primer campeonato de fútbol de Francia. Coincidiendo con el cambio de siglo, se disputaron los primeros partidos entre una selección de la federación inglesa y una de la USFSA. En los cuatro partidos que se jugaron entre 1900 y 1904, el balance fue escandalosamente favorable a los rosbif: 29 goles a favor y 5 en contra. Con razón no querían importar el fútbol en Francia. El año 1905 fue clave en la historia contemporánea de Francia, puesto que en ese año se promulgó la Ley de separación entre la Iglesia y el Estado, con lo cual no sólo se autorizó la libertad de cultos, sino que se dio una bofetada al Vaticano y más específicamente a su recién llegado pontífice, Pío X. Pero la Iglesia Católica, que de adoctrinamiento de los fieles sabe un rato, decidió apoyar a la competencia directa de la USFSA, la Fédération de Gymnastique Sportive des Patronages de France (FGSPF), como medio para evangelizar a la juventud obrera que se volvía loca por el nuevo deporte. Mejor que corran detrás de un balón que detrás del clero, debieron decirse. En el momento en que la USFSA abandonó la FIFA —por una riña con los ingleses—, los obispos franceses pusieron el pie en la puerta y la FGSPF pasó a ser reconocida como la única federación de fútbol en Francia. Así que, sensu stricto, el fútbol francés pertenece moralmente al clero.

Francia, capital: Marsella Al pasear por el Boulevard St. Germain parisino, una de las primeras cosas que saltan a la vista son las terrazas de los cafés: en lugar de tener las sillas enfrentadas para hablar, las tienen en paralelo, mirando al tendido. Como si de un jurado de Operación Triunfo se tratase, los franceses se sientan en líneas paralelas, más pendientes del paisaje que de la compañía. En Francia se cuida al milímetro lo que se enseña al exterior, pero todo parecido con la realidad es pura coincidencia. Por eso es que, si bien los franceses ponen a caer de un burro a sus vecinos ingleses, esto es sólo un gesto de cara a la galería. El verdadero enemigo francés no está cruzando el Canal de la Mancha, sino al otro lado del Rhin. Dada la importancia estratégica que la entente cordiale entre franceses y alemanes tiene para el futuro de Europa, un francés sólo reconocerá esta animadversión después de varios vasos de beaujolais —esa variante francófona del castizo Valdepeñas— o, en su defecto, un par de copas de cognac. Y es que esas postales de Hitler con la torre Eiffel de fondo en una mañana de junio de 1940 todavía escuecen. Cualquier paralelismo entre Francia y Alemania resulta sospechoso a bote pronto. Dos enemigos íntimos con tan pocas cosas en común como ellos, y sin embargo el fútbol les une en algo: son los únicos grandes países europeos cuya capital no cuenta con un equipo de fútbol comme il faut. Si en Alemania el 234

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Hertha de Berlín languidece en la segunda división —todavía más triste fue el caso de la RFA, cuya capital, Bonn, jamás tuvo un equipo de fútbol de primera división—, París tiene un club sin gracia ni historia, que palidece frente a los equipos del sur del país. Fundado en 1970, el París Saint Germain es el último de una larga lista de fracasados clubes parisinos. Uno de los primeros fue fundado por Jules Rimet, quien luego presidiría la FIFA y daría nombre al trofeo de campeón del mundo. El Red Star tomó su nombre de la célebre Red Star Line, competidora directa de la White Star Line que parió al Titanic. El Red Star, pese a lo que su nombre pueda sugerir, fue creado por miembros sillonistas1 con el objetivo último de acercar a los jóvenes franceses al catolicismo. Todavía existente, el Red Star malvive en la tercera división francesa. Igual que la idea que intentaba promover. Otro club parisino clásico es el Racing de París. A pesar de algunos éxitos tempranos antes de la Segunda Guerra Mundial, el club vivió su momento de gloria en los años ochenta, cuando el Jesús de Polanco francés, Jean-Luc Lagardère, invirtió millones que permitieron traer a París a estrellas como Enzo Francescoli, Luis Fernández o el alemán Pierre Littbarski. La extravaganza de Lagardère acabó como suelen acabar los experimentos en el fútbol: sin títulos y con el club al borde de la quiebra, actualmente exiliado a Colombes, en la banlieu parisina. Vistos los antecedentes, podría considerarse un éxito que el París Saint Germain siga con vida. El PSG nace en 1970 de la fusión del Stade Saint Germain y el Paris FC, unión alentada desde la federación francesa por el interés evidente que supone el contar con un club de la capital en la primera división francesa. A lo largo de su corta historia, el club se ha visto beneficiado por inversores poderosos como el grupo Canal Plus. Sin embargo, el PSG es víctima del desinterés que el fútbol levanta en la capital francesa, más preocupada por la moda, el diseño y la política. Probablemente la manera más gráfica de explicar la apatía que rodea al club es que, después de 37 temporadas consecutivas en la máxima categoría, y con una respetable media de 40.000 aficionados en su estadio, el PSG sólo ha sido capaz de llevarse el campeonato francés en dos ocasiones. Lo cierto es que París palidece con su único equipo de fútbol en primera división, sobre todo cuando una ciudad del mismo calibre como Londres tiene cinco. La capital del fútbol francés reside a poco más de tres horas en TGV dirección sur: en Marsella. La segunda ciudad de Francia cuenta con el Olympique, no sólo el club con más títulos del país galo —incluida la única Copa de Europa ganada por un club francés—, sino también el más popular. La base social del OM se vio multiplicada exponencialmente a partir de los años 50, con la llegada a la ciudad de miles de inmigrantes de las colonias francesas, entre ellos los pieds noirs argelinos. El equipo marsellés tiene tanto tirón que una reciente

1

N. de la R.— Se llamaba sillonistas a los miembros del movimiento católico francés liderado por Marc Sangnier, que tenía como fin conseguir la reforma social a principios del siglo XX. Este movimiento ha experimentado cierto resurgimiento en la actualidad.

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encuesta le sitúa por delante del PSG como equipo preferido de los residentes en Île de France, la región de París. Parte del atractivo del Olympique de Marsella reside, como en el caso del FC Barcelona, en el antagonismo con la capital. Mientras que París es la ciudad estirada, gris y conservadora, Marsella presume de ser alegre, cálida y progre. Luego —una vez más, como en el caso de Barcelona— el último de los puntos queda en entredicho al ver lo que sus habitantes eligen en las urnas; basta ver la popularidad de la que goza el Front National de Jean-Marie Le Pen en la ciudad. Otras ciudades del sur como Lyon y Burdeos albergan a los otros dos clubes más populares del país. El Olympique Lyonnais, pese a ser fundado en 1899, sólo se convirtió en un gran club a partir de la llegada de Jean-Michel Aulas, probablemente el directivo futbolístico más hábil de toda Europa. Aulas ha conseguido, además de lograr que el OL sea un club no deficitario, convertirlo en el mejor equipo francés del siglo XXI. Los Girondins —véase hasta qué punto el deporte francés es un asunto político— de Burdeos convirtieron en una potencia futbolística local a partir de los años ochenta. Allí fue, por ejemplo, donde se dio a conocer Zinedine Zidane. Los bordeleses son el paradigma de club francés de alta gama: van sobrados en el campeonato local, pero son incapaces de competir a nivel europeo. Lo que en Francia no se reconoce oficialmente es que el deporte nacional no es el fútbol, sino otro de idéntica procedencia inglesa: el rugby. Mientras que el rugby ha atraído en la temporada 2009-2010 a un 11% más de público a los estadios, un 30% de los franceses declara no tener siquiera un equipo de fútbol preferido. Otro ejemplo: el estadio del Olympique de Marsella, el Velodrôme, se ha llenado en más ocasiones para ver partidos con un balón ovalado. Esta tendencia se debe en parte al buen papel de la selección de rugby francesa, sobre todo durante la Copa del Mundo de Rugby celebrada en 2007 en suelo francés. Como recompensa a su buen hacer, el entrenador del equipo francés, Bernard Laporte, pasó a integrar el gobierno de François Fillon como Ministro de Salud, Juventud y Deportes. No es difícil imaginar la que se organizaría en España si Zapatero nombrase ministro a Del Bosque. En Francia, en cambio, esta simbiosis de deporte y política es algo natural. En el otro lado de la moneda está la selección francesa de fútbol. Les bleus van de desastre en desastre desde que, en un lejano 12 de julio de 1998 —apenas dos días antes del 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla y fiesta nacional francesa—, levantasen la Copa del Mundo.

La mentira tricolor La bandera francesa, tres bandas verticales en azul, blanco y rojo, fue diseñada en pleno furor posrevolucionario por Jacques-Louis David, el mismo que luego retrataría a Marat muerto en su bañera, o a Napoleón cruzando los Alpes a caballo. Tres son también la liberté, egalité, fraternité que componen el lema de la Francia moderna. Este amor por las trinidades hizo que la selección francesa, que se proclamó campeona del mundo derrotando en la final del 98 a Brasil, fuese conocida como el equipo Black, Blanc, Beur. La triple B hace refe236

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rencia a la convivencia de jugadores negros, blancos y de origen árabe en aquel equipo, símbolo de la multiculturalidad y el “buenrollismo” de la sociedad francesa. En aquel once que humilló a Brasil ante los ojos de medio mundo, había dos jugadores negros, uno de origen argelino, otro armenio y otro de Nueva Caledonia. Los otros seis, incluyendo el capitán, eran blancos. Todos fueron aclamados como héroes, nombrados Caballeros de la Legión de Honor por el mismísimo Chirac, y uno de ellos, Zinedine Zidane, es todavía hoy la personalidad preferida de los franceses. El modelo francés se mostró ideal mientras las victorias duraron. Cuando cuatro años después de su histórico triunfo, Francia fue incapaz de ganar ni un solo partido en el Mundial de Corea y Japón, e incluso fue derrotada por su antigua colonia Senegal en su debut, las cosas empezaron a cambiar. Buena parte de la opinión pública francesa empezó a cuestionar que algunos jugadores no cantasen la Marsellesa antes de los partidos. Lo paradójico es que nadie pareció advertir que entre los jugadores que guardaban silencio había tanto negros (Vieira, Karembeu, jugador de origen canaco, cuyos abuelos y tíos fueron expuestos en París con motivo de la Exposición Colonial de 1931), como árabes (Zidane), o blancos (Barthez). Este tipo de gestos, unidos al bochornoso papel del equipo francés en 2002 y 2004 crearon las primeras grietas en esa imagen convivial de la que se vanagloriaban los medios franceses. No tardaron en caer las caretas de muchos políticos como el socialista Georges Frèche (“pronto el equipo de Francia serán once negros”), el ministro del Interior Brice Hortefeux (“cuando sólo hay un árabe no pasa nada, pero cuando hay muchos, ya empieza a ser un problema”) o, evidentemente, el líder del Front National Jean-Marie Le Pen (“algunos ni siquiera conocen la Marsellesa”). El problema de fondo de la filosofía del black-blanc-beur lo resumió perfectamente Lilian Thuram —campeón del mundo con Francia en el 98 y originario de la colonia francesa de Guadalupe— cuando dijo que semejante eslogan dificulta la reflexión de fondo: un magrebí nunca podrá ser presidente de Francia.

La eterna nostalgia del 98 En España tuvimos la Generación del 98, ese grupo de escritores traumatizados con el ocaso de España tras la pérdida de Cuba y Filipinas en 1898. Pues bien, en Francia el equivalente es futbolístico. Existe en el país galo una sensación de nostalgia masiva e indisimulada de aquel verano de 1998, cuando todo el país se echó a la calle para celebrar aquella magnífica victoria en el Stade de France. Incluso el triunfo en la Eurocopa de Bélgica y Holanda, dos años más tarde, palideció al lado del éxtasis que se vivió durante aquellos días del 98. Francia 98 fue el punto álgido del fútbol galo, el paroxismo del ideal francés de segunda mitad del siglo XX. Y como tal lo recuerdan, cada día, 65 millones de franceses. Los miembros de aquel equipo, así como su seleccionador Aimé Jacquet (que jamás volvió a entrenar a un equipo de fútbol), han formado con el tiempo una asociación sutilmente denominada “France 98”. A través de ella, los ex-jugadores se reúnen para jugar pachangas con fines benéficos. Así, por ejemplo, han Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(2):233-238

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organizado partidos para recaudar fondos para las víctimas del terremoto de Argelia o para ayudar a reparar el daño causado por el Prestige. Este circo nostálgico alcanzó su cénit cuando en 2008 se organizó un partido por todo lo alto en el Stade de France para conmemorar el décimo aniversario de la victoria. Además, los integrantes de aquel equipo legendario se han convertido en un activo lobby en Francia, no sólo a nivel futbolístico, donde influyen poderosamente en la Federación Francesa, sino también social. Uno de ellos, Laurent Blanc —apodado “Le Président”— es desde hace unos meses el nuevo seleccionador nacional. Su primera decisión, por cierto, ha sido imprimir una copia de la letra de La Marsellesa a cada jugador. Pobre del que no cante. Todavía hoy, doce años más tarde, cada vez que se juega un partido importante de fútbol, participe un equipo patrio o no, los comentaristas franceses hacen sistemáticamente una alusión a alguna efeméride de aquella cosecha del 98. Poco queda hoy de aquella Francia victoriosa. El equipo francés de hoy es tan black-blanc-beur como en el 98, pero a nadie parece importarle. Dirigidos por el único hombre sobre el que existe un juicio consensuado en toda la sociedad francesa, Raymond Domenech, el equipo francés tocó fondo durante el reciente Mundial de Sudáfrica. Entrenador mediocre a más no poder, a lo largo de seis años de mandato Domenech —hijo de inmigrantes españoles y declarado nacionalista catalán— ha tomado decisiones tan extravagantes como excluir a un jugador de las convocatorias en función de su signo zodiacal, o pedirle matrimonio a su novia, una conocida periodista, delante de las cámaras de televisión apenas unos minutos después de la bochornosa eliminación francesa en la Euro 2008. Así es como Domenech no sólo ha conseguido ganarse el desprecio de toda Francia, sino que ha convertido a los bleus en el hazmerreír del mundo. Sin embargo, sería injusto culpar a Domenech de todos los males del equipo francés. El fracaso mundialista se empezó a gestar cuando Thierry Henry controló un balón con la mano para dar el pase que eliminaría a Irlanda y daría a Francia el billete para Sudáfrica. Al día siguiente, la opinión pública francesa —en un gesto que habla bien del sentido ético de los franceses— se rasgó las vestiduras al unísono, y muchas voces pidieron incluso la exclusión de su selección de la cita mundialista. Tras el Mundial, muchos más desearon que la FIFA les hubiera escuchado. En tierras sudafricanas la coexistencia pacífica entre los blacks, los blancs y los beurs se deshizo como la línea Maginot en el verano de 1940. En un juego de intrigas más propio de novela de John Le Carré que de un vestuario de fútbol, el jugador más talentoso de los franceses, el blanco, guapo y (dentro de los parámetros de un futbolista) culto Gourcuff fue apartado a la cuneta por los capos del vestuario. Por resumir el affaire, al final los jugadores se amotinaron, el equipo perdió ante el anfitrión Sudáfrica, el capitán Henry acabó siendo llamado a capítulo por Sarkozy y el seleccionador Domenech tuvo que rendir cuentas ante la Asamblea Nacional. Una metáfora de lo que es Francia, un lugar donde el fútbol sirve de reflejo a la Historia y la política. Una nación que apenas ha ganado batallas en el último siglo. Que vive de las glorias del pasado. Y probablemente también, el único país capaz de elevar una derrota futbolística hasta la condición de asunto de Estado.

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