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CULTURA CULTURA DIETA DIETA
from Revista Al Gusto
La Obsesi N Omnipresente
Seguramente, te has sentido culpable por comer ciertos alimentos o te juzgas a ti mismo/a porque comiste demasiado en una ocasión especial. Todos en algún momento, nos hemos dicho “no debería comer esto” o hemos etiquetado a los alimentos como “buenos” o “malos”. Esto sucede porque estamos viviendo en una sociedad inmersa en lo que se ha llamado cultura de dieta.
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La cultura de dieta está tan infiltrada en la sociedad actual por lo que puede resultar muy difícil identificarla. Esta nos afecta de muchas maneras y por ello es importante aprender qué es y empezar a cuestionarnos cómo nos perjudica. Sigue leyendo este artículo para aclarar estas inquietudes.
¿Qué es la cultura de dieta? ¿Cómo nos afecta? ¿Cómo nos afecta?
Es un conjunto de creencias que gira en torno a la idea de que los cuerpos “delgados” son los más “saludables”, deseables y valiosos. Por culpa de la cultura de dieta hemos llegado a darle valores morales, a los alimentos, tildándolos de “buenos”, “malos”, “limpio”, entre otros. Esto nos lleva a pensar que comer sano es equivalente a mantener una dieta que nos permita estar en un “peso ideal”.
Tal vez nos sintamos identificados con alguna de estas ideas que propone la cultura de dieta:
Asumir que tener una apariencia delgada, es normal y adecuado. Que las personas delgadas deben ser admiradas, escuchadas y tener mayores oportunidades.
Creer que alcanzar un “peso ideal” es cuestión de voluntad. Por eso, quien no lo consigue, es porque no se esfuerza lo suficiente. Esto se aleja de la realidad porque en el tamaño y la forma corporal están implicadas muchas variables que están fuera de nuestro control.
Todos DEBEMOS ser delgados. Esta idea se asume como un mandato que se debe cumplir comiendo alimentos “saludables”, pasando hambre o siguiendo exigentes con nuestras rutinas de ejercicio.
Pensar que el cuerpo debe permanecer estático a lo largo de nuestra vida. Por eso, se hace normal la idea de que una mujer debe recuperar su peso “normal” luego del embarazo; o que los cambios corporales por el envejecimiento u otros factores se deben resistir, si no, es un descuido.
Estas creencias pueden llegar a tener muchísimas consecuencias en nosotros. Por ejemplo, pueden influir en no sentirnos cómodos con nuestro cuerpo o con lo que comemos. Nos pueden llevar a estar constantemente juzgándonos.
Si es tu caso, recuerda que un psicólogo online puede ayudarte a reconocer cómo estas creencias te están afectando.
Te contamos algunas de las consecuencias más comunes: una niña muy madura, pero es que además, físicamente, no tenía un cuerpo de niña. Sufrí bullying en el colegio y un chico se dedicó a meterse conmigo y a llamarme ‘gorda’. Si yo ya partía con inseguridades, esto fue el detonante final. En aquel momento para sentirme mejor, con 15 ó 16 años, me obsesioné con perder peso. Porque ese chico decía que estaba muy gorda y que nadie me iba a querer así. Me obsesioné con que, si estaba más delgada, la gente me iba a querer e iba a ser deseable. Entonces empecé a hacer dietas”.
Caer en dietas de moda y otras prácticas alimenticias, como el consumo de productos para la pérdida de peso que pueden ser perjudiciales.
Cambiar la imagen real del cuerpo humano. Entender que nuestro cuerpo cambia con el tiempo y que es un proceso normal y humano.
Afectar nuestra autoestima, reduciendo nuestro valor a cuánto pesamos; y, en consecuencia, nos olvidamos de otros aspectos como nuestros valores y cualidades.
Distorsionar la imagen que debemos tener de la comida, lo que puede llegar a promover trastornos alimenticios como anorexia, bulimia, atracones u ortorexia.
Aunque este reinado de la delgadez pudiera comenzar a parecer obsoleto, nada más alejado de la realidad: “Entre psicólogos y profesionales de la salud se habla mucho y preocupa. Ha aumentado muchísimo el número de personas con trastornos de la conducta alimentaria (un 20% durante estos últimos años de pandemia según la Fundación Fita). La mayor parte de la población tiene una relación complicada o poco sana con la comida. Es alarmante. Comienza como una idea inocente de llevar una alimentación saludable, pero cuando a nuestro alrededor recibimos tal bombardeo con ideas tan rígidas… He llegado a ver a profesionales del mundo de las dietas dando porcentajes del número de comida procesada que se puede comer, por ejemplo. Esto lleva al ser humano a una relación con la comida súper rígida que lo convierte en una obsesión y es entonces cuando el bienestar tanto físico como psicológico empiezan a peligrar. Cada vez vemos más personas que sufren ortorexia, que es uno de los trastornos menos conocidos pero que más terreno están ganando: se trata de una preocupación excesiva por la alimentación con prácticas de dietas restrictivas, rituales alimenticios, miedos irracionales vinculados con los efectos que pueden tener determinados alimentos o enormes sentimientos de culpabilidad cuando se quebrantan las reglas alimenticias que cada uno se va autoimponiendo”, nos explica María Caro. Según Google Trends el interés por este concepto (se mide por el número de consultas que los usuarios hacen del término en el buscador) ha aumentado en más de un 300% en el último año.
De nuevo, podría parecer mentira que en esta época en la que se nos llena la boca hablando de salud mental, la releguemos a un segundo plano cuando se trata de cuestiones estéticas. Pero, al parecer, es así: hemos priorizado estar guapos a ser felices y estar delgados, mal identificado como “sanos físicamente”, a estarlo mentalmente. Lo corrobora el Doctor Agustí Molins, especialista en Nutrición y Dietética y miembro de Top Doctors: “El eterno ‘estar a dieta’ está generando trastornos de conducta alimentaria, problemas de desnutrición y malnutrición, insatisfacción por no lograr un peso exigido por la presión social, llegar a avergonzarse del “michelín”.
Uno de cada cinco españoles declara haber llevado a cabo algún tipo de dieta en los últimos 12 meses. Por supuesto, las mujeres son el doble que los hombres, según el III Estudio de Salud y Estilo de Vida de Aegon. Sin embargo, muy poca gente es consciente de que este patrón tan ampliamente aceptado responde a algo llamado «cultura de la dieta» que, tal y como describe a S Moda la psicóloga María Caro, de Anma Psicología, especializada -entre otros- en el tratamiento de trastornos alimenticios en adolescentes y adultos,“es un movimiento social y un conjunto de creencias que hay en torno a que los cuerpos delgados son los que gozan de buena salud y los deseables”. Pero lo más peligroso de la cultura de la dieta no es la generalización que asocia salud y felicidad con delgadez -la OMS define el peso ideal con un índice de masa corporal que puede variar entre 18,5 y 24,9, y definitivamente esos valores no se encuentran en lo que según el imaginario colectivo asociamos con «delgadez», que suele ser mucho menor-, sino sobre todo una omnipresencia y dictadura a lo largo de décadas que ha dejado un poso casi imposible de limpiar. “Nos han vendido tanto el ‘estar guapo’ como modelo de éxito, que ‘estar guapo’ se asocia a ser feliz. Acabamos buscando el ‘cuerpo perfecto’ porque creemos que con él nos sentiremos mucho más felices y exitosos”, añade Caro. El debate sobre lo errado de esta cultura se ha abierto en los últimos años gracias, por ejemplo, a personas como la influencer y empresaria Marina Llorca, quien ha dedicado parte de su carrera a difundir los problemas que pueden generar a las mujeres todas estas asunciones equivocadas sobre el peso y que ha publicado recientemente.
La cultura de la dieta reinaba en la mente de Marina pero también en la de sus compañeros; aunque solo a ella le pasó factura: “Fui a un dietista con la mentalidad de ‘quiero perder peso’. Mi objetivo era únicamente físico y solo quería ser delgada. Me daba igual la salud. Quería que los chicos se fijaran en mí igual que en mis amigas y poderme poner bikini como ellas. Hice muchísimas dietas, no solo las que me mandaba el dietista, sino muchas que veía incluso en revistas. Fue lo que me llevó a sufrir un TCA y llegué a hacer locuras como alimentarme solo de líquidos. Solo para ser aceptada por los demás. No era solo una rutina, se había convertido en una forma de vida. Vivía contando calorías, era un estrés y una ansiedad brutal”, cuenta a S Moda.
Una niña muy madura, pero es que además, físicamente, no tenía un cuerpo de niña. Sufrí bullying en el colegio y un chico se dedicó a meterse conmigo y a llamarme ‘gorda’. Si yo ya partía con inseguridades, esto fue el detonante final. En aquel momento para sentirme mejor, con 15 ó 16 años, me obsesioné con perder peso