CronicaPuebla230520

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SÁBADO, Sábado23 , 23 MAYO Mayo 2020 2020

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Amores que hicieron historiA Las epidemias cambian la vida de la gente: hay familias que se quiebran, amigos que se pierden, amores que fracasan o que se ven cortados de tajo. Esta es la historia de una pasión que soportó obstáculos de toda clase, empezando por la enorme timidez del protagonista. Intrigas, chismes, lejanía física, el paso del tiempo. Todo fue superado por esta pareja, a la que una sola cosa venció: una enfermedad mortal.

José María Lafragua y Lola Escalante: el amor que truncó una epidemia [ Bertha Hernández ]

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espués de trece años de vivir con el corazón acongojado, en la soledad que se impuso a sí mismo, el político liberal José María Lafragua se decidió a poner en el papel la historia de su amor, de su gran amor, de su amor perdido. Era junio de 1863, aniversario luctuoso de su Lola, de la mujer que amó con tenacidad y pese a todos los obstáculos y que, en el último momento, el cólera, esa maldita enfermedad que volvió a enseñorearse sobre México en 1850, le arrebató en cuestión de pocos días. Como todos los años, desde aquella noche terrible, cuando encabezó el cortejo fúnebre, caminó hacia el Panteón de San Fernando, el mejor de la Ciudad de México, a dejar flores en la tumba de Lola. Flores coloridas, que le dieran una gota de vida al imponente y caro monumento fúnebre que había encargado a Italia. Allí se quedó un buen rato, pensando en ella. Después, volvió a casa. No quiso perder el impulso que le rondaba en la cabeza. Quería contar esos, sus amores accidentados e inconclusos; quería hacerle un último homenaje a la que todavía era la dueña de su alma. Así, volviendo a sufrir con cada página, se puso a escribir. El resultado fue un texto largo, lleno de detalles, titulado “Ecos del Corazón”, que permaneció entre los papeles personales del protagonista, hasta que muchos años después de su muerte, fue encontrado en la llamada Colección Lafragua, que custodia la Biblioteca Nacional. Y esa es la historia que aquí se cuenta hoy.

UN JOVEN POLÍTICO Y UN NOVIAZGO POCO EMOCIONANTE. José María Lafragua, es, para la historia política de este país, un

Ninguno de los dos amoríos cristalizó en matrimonio, porque, según Lafragua, “Lola tenía más estimación que amor a su novio; yo más amor que estimación a mi novia; él era más inteligencia que pensamiento y ella más corazón que cabeza”. Parece que en ambas parejas se daba en el fondo, una clara incompatibilidad de caracteres.

José María Lafragua.

jurista, un diplomático, un poeta. En 1834 era un muchacho de 21 años, nacido en Puebla y formado en el liberalismo al amparo del círculo del sacerdote y político Miguel Ramos Arizpe. Su vida pública empezaba con un cargo de secretario del Colegio del Estado (el antiguo Carolino) y su ingreso en una logia masónica del rito yorkino. También hacía sus primeras armas en el periodismo político en una publicación llamada El Libertador. Entonces, conoció a Lola, cuando la familia de la muchacha se mudó de la ciudad de México a Puebla. No fue un amor a primera vista. En esos días, Lola tenía solamente 14 años, y era objeto de las atenciones de un amigo de Lafragua, quien, por

otro lado, aspiraba a la mano de una muchacha poblana. De Lola y sus cualidades comenzó a saber por su amigo, con quien compartía las confidencias que los muchachos suelen tener respecto de las chicas que les atraen. Anécdotas y referencias era todo lo que José María Lafragua sabía de la señorita Dolores Escalante. Ninguno de los dos amoríos cristalizó en matrimonio, porque, según Lafragua, “Lola tenía más estimación que amor a su novio; yo más amor que estimación a mi novia; él era más inteligencia que pensamiento y ella más corazón que cabeza”. Parece que en ambas parejas se daba en el fondo, una clara incompatibilidad de caracteres, y aun así,

Lafragua pensaba seriamente en casarse, aunque era el suyo un noviazgo largo y, aparentemente no muy emocionante, que duró al menos cinco años. Pero en 1839 murió la madre de Lafragua. El joven político cayó en una depresión extrema. Eso y la ausencia de amor sincero para su novia, lo llevó a cancelar su compromiso. Intentó recomponer algunos negocios familiares, para lo cual viajó a la ciudad de México. La experiencia terminó en fracaso y su expectativa de regresar a Puebla con una fortuna más o menos regular, se convirtió en cenizas. Nada había a qué regresar a su ciudad natal. Muchos años después, en su escrito, Lafragua habló de “un primer desengaño”, que probablemente tiene que ver con la ruptura de su compromiso matrimonial. En derrota, solo, sin familia y sin recursos; desprovisto de contactos, con su talento de abogado por todo patrimonio, Lafragua resolvió quedarse en la ciudad de México y abrirse camino por sí solo. Era 1840. Ese mismo año, arruinada, la familia de Lola también resolvió volver a la capital. Poco a poco, el joven poblano comenzó a hacer carrera en el mundo de la política nacional. Se ganó el aprecio de personajes como Manuel Gómez Pedraza y Rodríguez Puebla, que militaban en un liberalismo que al calor de los acontecimientos acabaría por ser llamado “moderado”. Los méritos del muchacho obraban en su favor, y parecía que Lafragua iniciaría carrera en el servicio exterior como secretario de alguna legación. Pero entonces se reencontró con Lola, y la eterna batalla entre razón y sentimiento torció todos los proyectos.

LOLA Y LAFRAGUA SE ENCUEN-


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