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UNA BOCA ÍGNEA, ENMASCARADA CON EL INFIERNO
(miércoles 11 de septiembre de 1985, comienza a evidenciarse una erupción de gases y vapor). Me estaba planteando una palabra que describiría mi vida, y esa sería loop. Despertaba luego de una noche de copas de amigos, levanté la mirada y vi un ambiente inundado de hambre y soledad, con ganas de nada me organicé para ir a laburar, y en mi discernimiento planeaba hacer nada, nada de lo que valiera la pena como ser racional que soy. En general, era una persona con un pensamiento introspectivo bastante deprimente, ya que el tiempo y cohesión con mi yo, era como un cáliz, algo divino y legendario, pero no muy lejos de lo ficticio.
Día tras día era igual, pasaban minutos, horas y angustia sin rumbo ni pensamientos, pero esta vez era algo diferente, pues hace poco había perdido un amigo, aventuras y experiencias quedan en mi memoria, guardadas con nombre de querido amigo, pero, cuando reviso en mis archivos sale un error, mostrándome que la muerte es segura, y luego de que sea consumida, será inexistente el sentimiento de calidez.
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(13 de noviembre de 1985, durante la catástrofe). Un mes después de mi etapa de reflexión, sobre lo que se pierde y nunca se recupera. Pasadas las 4:00pm, aparece la noticia de la llegada de un problema aún mayor que mi añoranza. Me aproxime a mirar hacia la ventana, una ventana que carecía de arrogancia con el destino, con mis ojos soñolientos y apagados observe intranquilidad en el aire, quede perplejo, apreciando una brisa fogosa pero vacía, me sentí desorientado con mi entorno, pero no le di mayor importancia.
6:00 pm, marcaba el reloj de mi sala, llovía, tome en consideración al sonido de la lluvia, aquel que me satisface, pues es como un compás de tañidos, retumbando en la oscuridad, esa emoción, me daba tranquilidad, con mi poca prosperidad. Una hora después, el tiempo fluye, y se va perdiendo entre las ramas de la inexistencia.
Luego de desadormecerme, me estremecí, eran las 9:40pm, miré hacia la periferia, vi como personas rezaban, me preguntaba por qué, será por el cambio de escenario, en el que se divisaba una avalancha de agua desprendida desde el volcán, es este instante, reafirmo, la vida es una obra de teatro con Dios de espectador, aquel que no interrumpe ningún acto, ni siquiera si su intérprete o comediante está sufriendo algún maltrato, pues las obras más sublimes son las que nos causan llanto, podríamos ser comediantes, yendo como títeres del destino, o ,como bufón, para calmar el aburrimiento de este Dios nada benevolente. Por un tiempo estaba suscitando sobre mi creencia y fe, pero ¿es realmente el momento para estar en desacuerdo con lo inculcado en mí?
La raíz de la vida pasaba a unos 80 kilómetros por hora, derribando el suelo absoluto, litigiosamente es impropio, lodo en todo contexto, plantando la separación definitiva, me puse en conexión con los demás, la tristeza irradiaba, ver en agonía un lugar con tanta vida, declaré, esta agua sucia, por impurezas de tristeza e impotencia, será un indiferente abismo del espacio. Caí, era incapaz de identificar, era el abismo, este miro dentro de mí, un espacio entre lo que sabemos y lo que hacemos, me sentía consumido, no podía hacer nada, absorto, traté de salir, luego de intentar, con desespero pude comprender, como lo más factible, es desfallecer contra la cuestión. Eran las 9:50pm, mi esperanza de una mano amiga nunca llegó, el contacto con el sistema de emergencias y autoridades de Armero, no se pudo ejecutar.
Ilusión, es la mejor manera de describir mi sentencia, todavía, a este punto de des - trucción creía que podría mejorar las cosas, pero ni para menos, solo fue, una vaga mentalidad de niño, a las 10:40pm, sentía gélida mi piel, desértico, este mar infausto avanzaba, inquieto, no sabía cuándo terminaría este infierno. Percibía sonidos de lo más traumáticos, sonidos de los cuales nadie quisiera escuchar, personas despidiéndose, abrazándose, preparadas para su final, otros llorando por el óbito, de repente, escucho, el son menoscabo de deshielo acercándose. Son las 11:30pm, eso indicaba mí reloj, esto es real, nunca me imagine estar en tal situación, de verdad, ¿esto es regio?, interpelaba una y otra vez, estaba en lo correcto esto era más real que la misma realidad, acaba de presenciar una catástrofe, el sollozo inundaba de lágrimas mis ojos, cuestionando mi dogma, repliqué, “si de verdad existes porque no lo evitaste”, lo asimilé, desde ese preciso ápice, perdí la fe, esa pequeña fracción restante de lealtad y credo, se esfumó en un lago de dudas y enojo.
23.000, número maldito, muertos o desaparecidos, fue el final de estas personas, vivían sus vidas con desasosiego, siendo este miedo el que arruina el placer de vivir, pero, fue la vida la que los asfixió. Malabaristas del sustentar, ¿es esto justo?, nada de eso, es algo incorregible, por supuesto que la justicia no hace presencia aquí, miles de personas murieron por una catástrofe, la ineptitud abunda, pero la muerte es parte de la vida, así como la sombra es parte de la luz. Aprender a sobrellevar este asedio es algo de lo más complejo, la rehabilitación puede durar años, las víctimas pueden nunca perdonar, los damnificados pueden aborrecer al volcán, ¿cambia el hecho de seguir sembrado en el pasado, con esos sentimientos tan grises y melancólicos?, no lo se pues no es algo que yo pudiera afrontar. (Perdomo, 2020)