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I NTERMIN ABLE

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UNA PEDALADA

UNA PEDALADA

mos a tiempo para llegar a la hora acordada, que era alrededor de las 2:00 de la tarde; él me afirma y comenta que vamos muy bien de tiempo y que puede que lleguemos antes, así que continuamos en la ruta.

Llegando a la entrada de Nemocón nos percatamos de que había un control de policías deteniendo a cada transeúnte y vehículo preguntando el motivo o el por qué no estaban en sus casas. Al llegar a ese punto, los policías nos dicen que no podemos atravesar el pueblo, pues éste se encontraba en confinamiento por la pandemia. De tal manera que decidimos preguntarles a algunas personas vecinas de allí, si había otro trayecto para no tener que atravesar el pueblo, por lo que alguien nos indica que podíamos tomar la vía férrea abajo de la vía principal. Atendiendo aquellas indicaciones, luego de una hora de barro y frío gélido, un campesino nos informa que por allí no hay salida, por lo que tuvimos que devolvernos casi 25 kilómetros para entrar por otra vía que cruzaba Suesca.

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Yo no conocía la ruta, Felipe tampoco, él se guiaba por el mapa de Google, pero en ocasiones la señal no funcionaba. Ya era medio día y el clima había cambiado, ahora el sol ardiente hacía que nuestros cuerpos se deshidrataran con mayor facilidad. Al comer un par de empanadas en Suesca, continuamos subiendo por una montaña inclinada y pedregosa. Luego de pedalear varios minutos con dificultad por el terreno, Felipe me miró y su gesto me indicó que no eran buenas noticias, nos detuvimos y me dice que al mirar su celular la aplicación obtuvo señal y este de inmediato le marcó por otro lado totalmente opuesto al que íbamos, pues este le mostraba el trayecto en la montaña del lado.

Cansados, decidimos regresarnos unos kilómetros para tomar el camino correcto y lograr salir a la vía principal. Esta montaña no se podía transitar en bicicleta, teniendo que caminar por un lugar bastante boscoso. Cerca no se observaba ninguna casa ni tampoco alguna persona. En ese momento nos sentimos perdidos.

Miré mi reloj, eran las 3:00 de la tarde, a lo lejos empezamos a ver fincas y una carretera, que nos llevaría hacia una tienda donde nos proveeríamos de comida; preguntamos a los campesinos por dónde continuar, y siguiendo las indicaciones, logramos llegar a Cucunubá y posteriormente a Ubaté. Allí el reloj ya marcaba las 6:00 de la tarde.

Más de doce horas de camino, nuestros cuerpos totalmente agotados, entre preocupaciones y risas, decidimos continuar, sin percatarnos de que faltaban casi 60 kilómetros para llegar al destino.

Las luces que llevábamos en las bicicletas se empezaron apagar, la noche fría nos embistió, pero la luna radiante nos iluminó. Así continuamos hasta llegar al límite del Departamento de Cundinamarca y Boyacá; pero esta nos recibió con un ascenso de 6 kilómetros y las tractomulas que transitaban hacían que nuestra preocupación fuese mayor. Ante este nuevo reto, logramos llegar al lugar, un restaurante a la orilla de la vía, sin luz, ni agua; cerrada por efectos de Pandemia. Sus dueños, conocidos de Felipe, nos la ofrecieron para quedarnos esa noche.

El reloj ya marcaba las 10:16 p.m. y el fin de esta asombrosa aventura sobre ruedas acabó, y los más de 250 kilómetros recorridos entre extravíos e inexplorados caminos, los recordaré con gran admiración.

Ernesto Fajardo Pascagaza Departamento de Humanidades y Formación Integral

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