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UNA
Dos, ocho, diecinueve…. veintisiete hojas fueron las que contó en cuestión de segundos, ya había leído de aquel libro rojo que robó su atención desde el primer minuto en que lo vio tendido el mostrador de apariencia descuidada y polvorienta al final del pasillo, del pabellón que todos por una extraña razón percibía desde su llegada al lugar intentaban evitar, ya que era inusual ver personas caminando al atardecer por este corredor, bueno, también había llegado a la conclusión que pudiera ser por los gritos constantes de súplicas de la habitación 903, o por las carcajadas estridentes de la 907 o tan siquiera por lo angustiante de los llantos que se escuchaban entre sollozos de la 909; por lo que parecía una invitación a que lo tomasen, y desde que llegó a sus manos era una hipnótica sensación la que invadía su ser entre cada párrafo, el relato de aquella persona que describía las noches en el pabellón, que ahora era su nueva morada desde hace un poco más de 25 días. Si bien no podía leerlo durante todo el día, por sus obligaciones matutinas luego del desayuno, o por estar en el recorrido de media tarde por el jardín del lado sur, que podía verse desde la venta enfrente de la habitación 911, vista desde la cual se podía detallar las vigas que subían desde la primera planta hasta el piso 11 el más alto de aquella construcción, y a unos cuantos trabajadores que subían maquinaria para adecuar en la azotea de vez en vez; solo en las noches podía entregarse a esta lectura un tanto misteriosa, ya que las situaciones eran tan similares a la nueva realidad que estaba conociendo en este sitio, que le costaba creer que aquella agenda llevara tanto tiempo en ese lugar inmóvil, puesto que el mueble donde lo encontró en cada fisura de la madera reflejaba el paso de los años, que no eran pocos a un simple vistazo, por ello cuando las luces se apagaron aquella noche, fue como si un deseo incontrolable se apoderaba de su cuerpo y quisiera terminar de inmediato con todas las páginas que restaban, por lo que en busca de luz salió de su habitación al pasillo, dirigiéndose a única ventana disponible, para buscar la iluminación de la luna llena que era la vigía de esa noche, durante sus pasos seguía leyendo….
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