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CONFLAGA RE
Esta mañana al despertar, Muerte seguía en mi cama. Fue una noche pasional y sangrienta. Sin embargo, me inquieta que no haya asistido a su trabajo. Quizás es el destino del mundo que nadie muera hoy. En el ventanal de la sala, pasados unos instantes al ver una mancha revoloteante en el cielo me pregunté: ¿de qué huyen las aves cuando uno las ve pasar por montones? ¿podría huir con ellas? Como respuesta divina apareció otro grupo de aves. Ninguna de ellas me aseguró que huyera de algo, al contrario, estaban en el encuentro de sus semejantes. Cada pájaro por separado corría el riesgo de ser sorprendido en medio de alguna calle oscura por un depredador. Pero con miles de ojos abiertos ningún gato podría acercarse a su manchita.
De repente sentí un golpe bajo de autocompasión, mis pensamientos fueron sólo un reflejo de mi paranoica naturaleza. Descubrí al miedo como la piedra angular de mis deseos. Por un instante sentí como melancolía y vejez hacían una mezcolanza en mi bajo abdomen. Honestamente no recuerdo mi edad, dejé de llevar la cuenta cuando también perdí los datos de con cuántas personas me acosté. Al parecer, tengo suficiente edad como para que mis reflexiones se vuelvan frías e intranquilas, aunque no tanta como para cepillar mis dientes a diario. Qué cosa tan seria, y dudo mucho que ponerme un número en la frente sirva de algo. No obstante, mi esposa, mi obsesión, mi amada Muerte ha hecho de esta casa su oficina los últimos días y los vecinos ya sospechan. Tantos fantasmas rondando mi hogar comienzan a llamar atenciones indeseadas.
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Minutos después apareció un hombre de mediana edad ante mi puerta, preguntó sobre mi presa para provisiones de anoche, resulta que se llamaba Andrés y que tiene hijos. Jamás lo hubiera sospechado, parecía demasiado excitado y alienado como para ser un adulto. El hombre se presentó como Cristian y, a grandes rasgos, aseguró ser la “protección” del barrio mientras subía su camisa para dejar al descubierto su repulsivo vientre contrastante con un brillo metálico inconfundible: “ un 38, Smith & Wesson del especial ”. Me quedó clara la amenaza. Terminó su charla asegurando que acudiría ante cualquier mínima sospecha, que su próxima visita no tendría tanta luz del día incluida y también comentó que tuviera cuidado al llegar tarde a casa. Las mujeres suelen aparecer muertas muy seguido por aquí. Pensé hasta ese momento que yo era la única amante de Muerte en esta loma olvidada por Dios. Me sentí traicionada, él ni siquiera es digno de sus atenciones. Tenía que largarme ya, lo primero era encargarse de la carne en la nevera. Al abrirla, un gran trozo de piel correspondiente a la ceja de Andrés fue lo primero ante mi vista. Tenía un tatuaje de letras negras y extravagantes con la palabra “ patiente ” 1. Me hizo recordar la fiereza en la mirada fija de Andrés mientras tragaba mi poción de vodka y escopolamina. Seguro pasaba por su mente las piruetas y maromas que haría con mi delicado cuerpo cuando el alcohol nos hiciera efecto. Pero cayó como árbol talado un par de minutos después al intentar ponerse de pie. Recibió un golpe fulminante en su ceja derecha con mi mesa de centro. Me ahorró el primer paso, la presa perfecta.
Por lo general no me gustan las personas tatuadas, les da cierto sabor amargo.
José Luis Guzmán Martínez Facultad de Comunicación Social
Sin embargo, lo que me convenció fue el tatuaje, que lo catalogaba como defectuoso. Listo para ser el siguiente eslabón en la cadena alimenticia. Tal vez por eso guardé su ceja partida en dos, como tachada de una lista de pendientes de mi querida Muerte. Y, en efecto, mi amada estaba muy feliz de tener a Andrés como regalo. De algún modo en el intrincado y caótico orden del universo Andrés era un sujeto de vital importancia para Muerte. Aunque, no me esperaba ningún clamor de justicia, y menos aún ver en mi puerta un representante del horror digno de hacerme frente. Estaba en un aprieto y Muerte seguía en mi cama indiferente pero expectante. En definitiva, ella y Cristian se conocían, todo aquello empezaba a torcerse en mi contra.
Después de varios minutos sentí de golpe como las piezas encajaban en mi cerebro. Apunté mis ojos a los de Muerte, su pesada mirada y su macabra sonrisa me lo confirmaron como leyéndome la mente. Si fue hoy al trabajo, hoy su trabajo soy yo. Andrés solo era una conexión a establecer. Me está abandonando y de la peor forma. Pero no le daré el gusto de que su nuevo amante me asesine. Incendiaré la casa con nosotras dentro. No quedará rastro de nada. Y esta es mi efímera despedida, nos vemos más allá del fuego. Este no es mi fin, yo soy inmortal.