Encontronazo deja 1 muerto Información en Policía
Domingo 24 de Agosto de 2014 Año 16 No. 5064 Durango, Dgo., Mx.
Director: Jorge Blanco Carvajal
Editor: Ricardo Güereca
Exclusiva
Recorrí Mazatlán durante dos días y hasta estuve internado en un hospital: Ernesto Yáñez La historia contada en primera persona por el reaparecido ciclista Por: Jorge BLANCO C. Fotos: Javier GARCIA R. “No dimensioné bien las cosas, de haber sabido el efecto que tuvo mi desaparición, mejor me quedo a lavar la bicicleta en la casa, pero estuve a punto de llegar a Culiacán, tengo las pruebas...”, pero sobre el mar de rumores, críticas, mofas y “memes” en redes sociales, esta es la versión del principal interesado en el sentido caso, Ernesto Yáñez. Ernesto Yáñez Aguirre, de 28 años de edad y comerciante en teléfonos celulares, en un rincón de su casa en la colonia Juan de la Barrera habla por primera vez a un medio de comunicación, a Contacto hoy. “No estoy arrepentido -dice- pues no engañé a nadie, no le mentí a nadie. Todo se exageró, se magnificó, aunque yo era el objetivo de la búsqueda”. Así, firme, contundente, sin titubeos, accedió Yáñez Aguirre a platicar con los reporteros de Contacto hoy. Luego hay que extraerle las palabras con tirabuzón, pues no ha superado el trago difícil, todavía le tiemblan las piernas y el cansancio le impide hablar con la fuerza que sabe hacerlo. Asegura que estuvo deshidratado o a punto de, el caso es que sufrió un colapso de calor por lo que dos desconocidos lo trasladaron a un hospital en Mazatlán el miércoles pasado, de donde fue dado de alta tres horas después y dedicó la tarde a recorrer los puntos atractivos del puerto. Un día después, el jueves, volvió a tomar carretera con rumbo a Culiacán. “Llevaba cinco horas rodando por la Maxipista, creo que estuve cerca de la capital sinaloense, cuando empecé a entender la clase de locura que estaba haciendo”, dice. “Paré y le pedí ‘raid’ al primer chofer que pasó, me recogió y me regresó a Mazatlán”. Y todo eso mientras aquí decenas o cientos de duranguenses, no menos ciclistas, socorristas, rescatistas etc., caían en la desesperación de no encontrarlo. Sus mismos padres, desde la noche del miércoles, empezaron a perder la esperanza.
LA ODISEA EN VOZ DEL PROPIO ERNESTO El domingo -dice- me levanté con el pie izquierdo o algo pasó. Nada me salía. Primero discutí con mi madre, luego con mi hermana o creo que con las dos al mismo tiempo, pero el colmo vino cuando tuve un fuerte altercado con mi novia Cindy. “Pensé más de una vez, si me voy con los cuates de seguro agarramos la parranda. No, me voy mejor a rodar. Es lo mejor que me podía pasar, pues así tendría una mejor posibilidad de acabar con el estrés que estaba cargando”, dice. Y sí, minutos después de las cinco de la tarde estaba ya sobre mi bicicleta. Tomé primero la carretera a Mezquital, y por el rumbo de Gabino Santillán me subí al libramiento hacia el poniente, es decir, de aquel poblado a la carretera a Mazatlán. Luego tomé el camino al puerto por un poco más de tres horas. Tuve que parar, pues la luz de día dominical se había ido y
7 días de grilla
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el manto nocturno dominaba ya el panorama. Me detuve, no sé si antes o después de El Tecuán, pero pude pernoctar en una pequeña construcción en obra negra en la que no había nadie más. Intenté dormir, pero nada más dormitaba, pues con cualquier ruido como el de los autos despertaba y batallaba para volver a conciliar el sueño. Amaneció el lunes y desperté con las mismas ganas de seguir pedaleando. Sin rumbo fijo, pero seguir pedaleando. Avancé hasta Mexiquillo, donde aproveché para comer algo en un puesto de gordas a la orilla de la carretera. Luego de un breve descanso salí de nuevo y llegué a El Palmito por allá de las 19:40 horas, unos minutos antes de las ocho de la noche. Ahí pernocté en un hotelito que nada más tiene el anuncio de hotel, pero sin nombre. Pagué cien pesos de los 200 que llevaba, por lo que me quedaban otros cien. Luego, el martes, tras una buena noche, pues descansé por primera vez en los últimos tres días, salí por ahí de las ocho de la mañana. Estaba llegando a Santa Rita cuando se me ponchó una de las llantas. Por suerte llevaba un kit de dos cámaras extra, por lo que rápido arreglé el desperfecto y seguí avanzando. Pasaba de las 12 cuando llegué al entronque de las carreteras a Mazatlán y Durango, ya cerca del puerto. Aproveché para descansar unos minutos, pero seguí mi ruta a Mazatlán, a donde llegué como a las tres de la tarde. Encontré en el camino una casa de empeño y aproveché para dejar una cadena de oro y un teléfono celular, aunque la cadena en calidad de empeño y el aparato como venta, pues no se reciben en empeño, según me dijeron. Entre ambas cosas me dieron 1,600 pesos. Llegué hasta la gasolinera que se encuentra a la salida a Culiacán y el camino a Las Playas. Compré una botella de agua, aunque estaba muy fría y dos jóvenes que me vieron me advirtieron que no la tomara, que me provocaría un shock por el calor que llevaba en mi cuerpo. No hice caso, tomé dos o tres tragos y me desmayé. Los mismos jóvenes me levantaron y me llevaron a un hospital particular donde me rehidrataron y me dieron de alta. Me cobraron mil trescientos pesos que pagué de mi propia bolsa. Luego, dediqué la tarde a recorrer la Perla del Pacífico y caída la noche me acomodé por ahí en el malecón donde dormí sin
ningún problema. La mañana siguiente, ya del miércoles, temprano salí con rumbo a Culiacán. Llevaba rodando cinco horas en medio de un calor infernal, hasta que entendí la locura en que me hallaba. Paré, me pasé al otro carril y sin más empecé a pedir “raid”. No se tardó una camioneta en pasar que sin mucho batallar me dejaron subir y en una hora pasadita ya estaba de regreso en Mazatlán. Seguí rodando por los distintos puntos atractivos del puerto, y caída la noche, luego de un par de hot dogs volví a hospedarme en el “camarena”. Ya el jueves, cuando decidí abortar mi proyecto sin destino, me dirigí a la Central Camionera a tratar de comprar un boleto para regresar a Durango, pero no lo completé. Me faltaban noventa pesos, y por eso me decidí a hablarle a mi novia Cindy Tinoco para que viera la posibilidad de comprarme el boleto acá en Durango para viajar en la siguiente salida. Entonces Cindy informó a la Fiscalía General en el Estado que estoy vivo, que estoy en Mazatlán y que pronto regresaré a reintegrarme a mi casa con mi familia. Rápido, como obligaba la circunstancia, un avión del Gobierno del Estado con dos fiscales y Cindy a bordo, salieron hacia Mazatlán, directos a la Central Camionera donde Ernesto esperaba la información de la compra de boleto que requería. Todo me pareció muy raro -cuenta- y más que se hayan tardado tan poco tiempo, pero ella me informó que eran agentes del ministerio público, que habían viajado en el avión del gobierno y de la revolución que se desarrollaba en Durango por mi desaparición. Luego, estimamos nosotros, la fiscal Sonia Yadira de la Garza Fragoso se comunicó a los medios para dar la noticia del hallazgo de Ernesto, que está vivo y que pronto regresaría a su casa. Cosa que incluso ignoraban y hasta negaban los padres de Ernesto en franca e incomprensible contradicción. Una vez ubicado en el vecino puerto, Cindy y los fiscales lo invitaron a comer, o casi cenar. Se trasladaron al restaurante de moda para los duranguenses, el Panamá, donde comieron y se les hizo tarde hasta postergar su llegada a esta capital al filo de la medianoche de hoy viernes. Lo demás, ya es conocido, puesto que nosotros en Contacto hoy lo hemos relatado con absoluta puntualidad para una mejor orientación de nuestros lectores en Durango, México y el mundo.
Que Leonardo DiCaprio estrenará novia. ¿De veras estrenará?