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Las remesas vs. la realidad social de un país

En 2022 el ingreso de dinero a Ecuador por concepto de remesas fue de $4 743,5 millones, provenientes de compatriotas que se radicaron de manera irregular en Estados Unidos.

El dinero que los emigrantes ecuatorianos envían aportan a la estabilidad de la economía; como contraparte está la realidad social que vive el país y obliga a su gente a exponer su vida en busca de días mejores en tierras extranjeras.

Cuando se habla en términos de economía acerca de las remesas que recibe un país, lo primero que se menciona es cómo contribuyen al desarrollo y transformación en distintas áreas. Entre las primeras características, los expertos apuntan el aporte al crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), el indicador más importante para conocer cómo marcha la economía de una Nación.

Bajo ese contexto, en el caso de Ecuador, el Banco Central destaca que, en 2022 se alcanzó un récord histórico por concepto de estos ingresos desde el exterior, superando los $4 743,5 millones, con una variación del 8,7 %, con respecto al año que le precedió.

La información señala que las principales provincias receptoras son Guayas, Azuay y Pichincha, que en conjunto concentraron el 70,7 % del flujo total recibido en Ecuador, equivalente a $3 352,7 millones.

Sobre el tema, el Departamento de Economía, Empresa y Desarrollo Sostenible (DEEDS), de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Cuenca, realizó un análisis para evidenciar de mejor manera el impacto positivo; con especial atención en el ámbito local que es donde las remesas toman una importancia aún mayor.

El director del grupo de investigación, Rodrigo Mendieta, señaló que al hablar de cifras es importante ponerlas en un contexto de comparación. El monto de los $4 743,5 millones llegan a representar aproximadamente el 4,4 % de lo que produce todo el país. ¿Qué tan importante es?

Es sumamente importante porque genera el flujo de la economía como tal, hay más movimiento y liquidez para los hogares. El 80 % de las remesas que reciben los ecuatorianos se usa como un sueldo normal. Es decir, sirven para gastos de alimentación, salud, educación, vivienda; mientras que el 20 % restante se destina a inversión o ahorro.

Para la economía local las remesas son fundamentales, de ese 4,4 % (a nivel país) para Azuay representa el 19,5 %. Después de la manufactura es el sector económico que más genera dinero, es similar al sector de la construcción. “Quitar las remesas es como dejar a Azuay un año sin poder construir, ¿Qué pasaría?, quebraría todo un sector, uno de los más dinámicos”, precisa Mendieta.

En términos de oferta monetaria (cantidad de dólares que circula en la economía nacional), Mendieta agrega que el análisis del DEEDS determinó que, de cada 10 dólares que se necesita que circulen, uno y medio son el aporte de esas remesas; es decir, el 15 %. “Sin esos ingresos sería difícil solventar el movimiento económico del país”, explica.

El otro lado de las remesas

Si bien el aporte de las remesas dinamiza la economía del país, como evidencia el análisis del DEEDS, tras ese beneficio se contraponen el dolor y la tristeza, pues, quienes proveen de esos ingresos son miles de compatriotas que se vieron obligados a abandonar el Ecuador en condiciones inhumanas.

Alcanzar ese “récord histórico” con el que se inició esta nota está teñido de sangre. Y es que, en el intento por llegar a tierras extrajeras, mayormente Estados Unidos, los emigrantes ecuatorianos exponen su vida. Estos acontecimientos suceden hace décadas atrás, pero en los últimos años se han incrementado el riesgo y la tragedia, como lo expone el especial periodístico de diario El Mercurio “Ruta de la Emigración”.

Para poner en contexto esta realidad, el director del Programa Doctoral en Sostenibilidad Territorial, Patricio Carpio, explica que los procesos migratorios internacionales se remontan a mediados de los años 50 y se agudizan en los 60. El núcleo de la migración hacia Estados Unidos fue desde la parroquia Déleg del cantón Cañar, extendiendose a las azuayas zonas rurales de Sinincay, Chiquintad, Sayausí, Sidcay, Checa; los cantones Girón y Gualaceo.

En los años 80 se registra otra ola migratoria, sobre todo rural; sin embargo, fue a finales de la década de los 90 y comienzos del año 2000, tras la dolarización, cuando se incrementa exponecialmente la salida de compatriotas a Estados Unidos y España. “Hoy estamos en un proceso semejante. Ecuador se ha convertido en uno de los países con mayor cantidad de expulsión de personas”, enfatiza Carpio.

Se dice que la pandemia y sobre todo las pésimas condiciones económicas, sociales y de seguridad que atravieza el país han producido la salida de compatriotas, sobre el último aspecto, el diario digital Primicias presentó un reportaje que informa de dicha situación.

De acuerdo a una publicación de diario El Comercio, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos registró que, en los tres primeros meses del año fiscal 2023 (iniciado en octubre de 2022), un total de 35 510 migrantes irregulares procedentes de Ecuador han sido detenidos, expulsados o deportados.

Al tratarse de migración irregular no se conoce con exactitud las cifras, lo cierto es que muchas personas han muerto al atravesar las fronteras por caminos extremandamente peligrosos, entre las rutas más nombradas que ofertan los coyotes están las de México, Panamá y Nicaragua, de acuerdo a la nota de diario El Universo.

“El pensamiento de que vas a morir no te abandona, solo pides al cielo que la tortura se acabe”, narra con la voz entrecortada Nardo Mogrovejo, de 21 años, quien decidió abandonar Cuenca con rumbo a Estados Unidos con el objetivo de ayudar a su familia que tiene deudas. Su trayecto fue por México y le tomó dos meses llegar a su destino final, Long Island.

Para la docente de la Universidad de Cuenca, y experta en temas de migración, Lorena Escudero, esta nueva ola migratoria está marcada por la violencia estructural, es el reflejo de la crisis que atraviesa el Ecuador, ocasionada por la falta de políticas gubernamentales para proteger y retener a la población.

Recalca que “las personas salen de manera más insegura y peligrosa que nunca antes. Se trata de una migración forzada que hace que personas que pueden aportar en el desarrollo de sus territorios, si tuviesen condiciones para hacerlo, intenten llegar a otros lugares en donde su fuerza de trabajo es utilizada para beneficio de las sociedades de destino, sin derechos”.

Acerca del impacto macroeconómico de las remesas, la catedrática señala que es momentáneo y que beneficia al capital financiero. “Un análisis únicamente de remesas, sin tener presente el impacto real en el desarrollo y la vida de la sociedad es unidimensional y contrario a un punto de vista del desarrollo humano y sostenible”, puntualiza.

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