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La capacidad de atención en riesgo

El consumo sin control de las nuevas tecnologías, las redes sociales y la forma de vida acelerada que imponen la sociedad, disminuyen la capacidad de comprensión en los seres humanos.

Salud y Medioambiente

El incremento del consumo de redes sociales, de las nuevas tecnologías, a raíz de la pandemia ha despertado preocupación acerca de qué tanto inciden en la disminución de la concentración. Y aunque, si bien la Organización Mundial de la Salud declaró el fin de la emergencia sanitaria en el mundo, el hábito de usar esos medios de comunicación se mantiene con los pros y contras que implican.

Para comprender el tema con mayor precisión, el neurólogo y docente de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Cuenca, Fernando Estévez, precisó que la palabra correcta para definir las funciones cognitivas, orientadas hacia algún objetivo, se denomina atención. Se divide en sostenida y dispersa o momentánea.

Cuando se presentan dificultades para mantener activo este mecanismo se afecta a los procesos de aprendizaje y el desenvolvimiento cotidiano de las tareas, lo que puede derivar en un diagnóstico de déficit de atención. Estévez enfatizó que, en un adulto sano el tiempo normal de atención sostenida es de 40 minutos, si llega a extenderse es recomendable cambiar de actividad para descansar el cerebro y poder retomar lo que se estaba haciendo.

La explicación es necesaria para no generalizar que el uso de la tecnología es nocivo para la salud, pues siendo bien empleada los beneficios son innumerables para la evolución de una sociedad, tal como señala una publicación de Bay Atlantic, Universidad de Washington; además de una investigación realizada en Reino Unido.

El neurólogo señala que lo fundamental es prestar cuidado a la forma de proveer esas herramientas, pues, en el caso de niños de entre dos a tres años es completamente perjudicial ya que a esa edad generan redes neuronales indispensables para el inicio de la etapa de socialización. “Si un niño accede a tecnología entre esas edades tiene el riesgo de no desarrollar esa condición”, advirtió Estévez.

Frente a ese panorama y tras la pandemia, el daño acerca del uso de las tecnologías que han detectado los profesionales de la salud, en los diferentes grupos poblacionales, son cambios comportamentales; es decir, tendencia al aislamiento. Elijen dedicar su tiempo al celular o computador, ya sea para revisar las redes sociales o para los videojuegos, incluso comparten con personas de otros continentes antes que con las cercanas.

Patricio Álaba, de 25 años, se vio sumergido en esa realidad paralela, como la describe luego de unirse a un grupo de WhatsApp vinculado a los video juegos y cuyos participantes están en Estados Unidos y Europa. Para coincidir, redujo sus horas de sueño debido al cambio de horario, esto provocó una alteración fisiológica que se reflejó en su rendimiento académico y laboral. “A partir de las 21:00 dedicaba entre cinco y seis horas a jugar por internet. Al día siguiente era complicado estar concentrado; sin embargo, se convirtió en una adicción para la que busqué ayuda psicológica”, comentó.

Generar dependencia a las nuevas tecnologías es una señal de alarma que puede acarrear cuadros de ansiedad y depresión. La demanda por ganar más likes, por ser aceptado, ha despertado la acelerada percepción sobre uno mismo y por lo que opinen los demás. “Hay problemas en el ámbito mundial, existe una especie de competencia por quien publica la mejor historia, quien se toma una foto excepcional y en esa necesidad de sobresalir, muchos han muerto”, precisó Estévez.

Para tener una idea de la gravedad, un estudio realizado entre 2008 y 2021, señala que India es el país que registra el mayor número de decesos (100) a causa de las selfies, le siguen Estados Unidos, con 39, y Rusia, con 33; mientras que España ocupa el sexto lugar, con quince fallecimientos.

La exposición mediática en redes sociales vuelve a los seres humanos muy demandantes, con poca tolerancia a la frustración, aquello se suma a la exigencia enorme del éxito que impone la sociedad y que al parecer incide más en los adolescentes. A criterio del periodista británico Johann Hari, quien aseguró pasó por una desintoxicación digital y realizó una amplia investigación, el problema va más allá del uso de las tecnologías y lo expone en su libro El valor de la atención.

Hari afirma que “hay evidencia científica de al menos 12 factores que pueden provocar que mejore o empeore tu atención. Algunos de esos factores son tecnológicos, pero otros no... La raíz del asunto es nuestra forma de vida. Hay algo profundamente equivocado en nuestra manera de estar en el mundo”.

El neurólogo Fernando Estévez advierte que “la capacidad de concentración deriva de un entorno lleno de ansiedad. De un mundo cada vez más competitivo”. Esta falta de atención puede provenir de enfermedades orgánicas, metabólicas, hormonales, hasta emocionales; de ahí que es vital estar atentos a las “banderas rojas”, sucesos fuera de lo común que le lleven a buscar ayuda de especialistas, sin que ello implique cuadros de angustia.

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