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nAtALiA díAz sAntín

Consejera de la Oficina de la OIT para España

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El empleo en el mundo: ¿remamos todos en la misma dirección?

El mundo ya no es lo que era hace un siglo, ni siquiera lo que era hace diez años. De hecho, el mundo actual es diferente a lo que era en febrero de 2020. Tras haber atravesado una crisis sanitaria de tal calado como la COVID19, luego transformada en una crisis económica y laboral, podemos afirmar que nos encontramos en un momento incierto, con los vaivenes de índole económica cambiando la situación global día tras día, con una guerra en Europa y una crisis de alimentos que, como siempre, afectará a los más desfavorecidos.

Es cierto que cada vez hay menos confinamientos en el mundo debidos a la COVID19, y ello implica que las personas trabajadoras tengan más oportunidades de mantener sus empleos, pero según el último informe de OIT en la novena edición “Observatorio de la OIT sobre el Mundo del Trabajo”: “En el primer trimestre de 2022, el número de horas trabajadas en el mundo se deterioró y se mantiene un 3,8 por ciento por debajo del nivel del cuarto trimestre de 2019 (parámetro anterior a la crisis”.

Ello es debido a que, aunque la pandemia ha ido remitiendo en términos de ingresos hospitalarios y fallecimientos, la crisis a nivel social y económico persiste, y en algunos casos se ha ido agravando debido a las crisis solapadas que se han venido produciendo. El crecimiento mundial sea apenas del 3,6 por ciento en 2022. El FMI indica que más allá de 2023, el crecimiento mundial disminuiría a alrededor de 3,3% a medio plazo. El encarecimiento de las materias primas provocado por la guerra y la ampliación de las presiones de precios hablan en una inflación proyectada para 2022 de 5,7% en las economías avanzadas y de 8,7% en las economías de mercados emergentes y en desarrollo.

Porque la guerra en Ucrania está afectando a todos los sectores. Además del drama humanitario al que hay que hacer frente, y que nos recuerda ACNUR indicando que hasta el 7 de junio se habían registrado unos 7,3 millones de cruces fronterizos desde Ucrania, el encarecimiento de algunos alimentos, (Matthew Hollingworth, coordinador de Emergencias del Programa Mundial de Alimentos en Ucrania indicaba que: “ Estamos en el granero del mundo que ahora, lamentablemente, se ha convertido en receptor más importante de ayuda humanitaria), el precio de la energía y la inestabilidad geopolítica hace que la economía repercuta en la estabilización y mejora del empleo. Ucrania cubre entre el 15% y el 20% de las necesidades alimentarias del mundo y ahora se ha producido una interrupción en las cadenas de suministro.

Por otro lado, en las estimaciones que hacía la OIT en el inicio de la guerra en Ucrania, había 5,23 millones de refugiados y personas desplazadas por la fuerza de Ucrania que se habían trasladado a los países vecinos y que alrededor de 1,2 millones del total de las personas refugiadas trabajaban antes de la agresión. Dos tercios de ellas tienen un nivel de estudios de educación superior y el 49% tenían empleos cualificados. La mayoría de los refugiados son mujeres con hijos.

Otra de las cuestiones que señala el informe de OIT que citábamos anteriormente es justamente que persiste la brecha de género respecto a los empleos y las mujeres se ven afectadas de mayor forma que los hombres en cuanto a pérdida de horas de trabajo y también en el trabajo informal. En el último trimestre de 2021, la recuperación del empleo informal había superado a la del empleo formal.

Para la OIT es imperioso que se adopten las siguientes medidas:

Prestar un apoyo eficaz para mantener el poder adquisitivo de los ingresos laborales.

Ajustar la política macroeconómica para hacer frente a las presiones inflacionistas y de sostenibilidad de la

deuda y facilitar una recuperación intensiva en empleo e inclusiva.

Prestar apoyo a los grupos más desfavorecidos.

Sin embargo, bajo mi visión personal, el dato de que los países y las sociedades no reman en la misma dirección y los choques frontales en términos de geopolítica y disparidad social y económica hace presagiar que la recuperación del empleo puede tardar en llegar. Tras leer los últimos informes de los organismos internacionales en este aspecto, soy ciertamente pesimista en lo que respecta a este año y el que viene.

Debemos tener en cuenta que la distribución de la riqueza en el mundo es tremendamente desigual. Las crecientes crisis mencionadas no hacen más que aumentar esas desigualdades. El drama de las personas refugiadas (más de 100 millones según ACNUR), las guerras alrededor del mundo, la subida de precios, la inflación, la lucha por un sitio en el organigrama internacional, hace que no encontremos en una situación inestable, unida al deseo de las familias de volver a la situación anterior a la COVID19 tras dos años de confinamiento o restricciones.

Ocurre que tras la euforia por ver que la pandemia remitía en términos sanitarios, las familias han comenzado a gastar (había habido contención del gasto) y tal vez aún no hayamos visto del todo el efecto que va a conllevar la inflación dentro de unos meses.

Otro aspecto importante es la vacunación global. Si no se vacuna a la mayoría de personas del mundo, estaremos entrando en un tira y afloja con la COVID19 de manera constante. La persistencia del virus en gran parte del mundo se debe a la falta de vacunación, lo que conlleva confinamientos y a su vez pérdida de empleos. Todo esto repercute a nivel internacional inexorablemente. No nos olvidemos que estamos en un mundo globalizado, y lo que le pase a parte del mundo nos afecta a todos de manera más o menos indirecta.

¿Queremos cambiar el mundo? Tal vez no podamos, pero podemos adoptar medidas que puedan mejorar la vida de las personas. Esto pasa por una recuperación del empleo y sobre todo el empleo de calidad.

Guy Ryder, director de la OIT señalaba que: “La recuperación del mercado de trabajo a escala mundial ha invertido su tendencia favorable. La suma de los efectos de varias crisis mutuamente relacionadas ha hecho que la recuperación frágil y desigual que se estaba produciendo sea actualmente más incierta. Los efectos en los trabajadores y sus familias, en particular en los países en desarrollo, van a ser devastadores y podrían repercutir de forma muy adversa en los planos sociales y políticos". “En el primer trimestre de 2022, el número de horas trabajadas en el mundo se deterioró y se mantiene un 3,8 por ciento por debajo del nivel del cuarto trimestre de 2019 (parámetro anterior a la crisis)”.

Uno de los temas más preocupantes es que pese a que todos los países de la OIT han ratificado el Convenio 182 sobre las peores formas de trabajo infantil, la COVID19 y sus repercusiones ha hecho que volvamos a recordar una triste realidad: el trabajo infantil. Con el cierre de las escuelas y la pérdida de empleos por parte de las familias, los datos indican que muchos niños y niñas en el mundo estén trabajando, algo que han puesto de relieve tanto UNICEF como OIT. 160 millones de niños

están en situación de trabajo infantil, lo que repre-

sentaba 1 de cada 10 niños en todo el mundo.

La Agenda 2030 y ODS marcaron un camino en 2015, pero ¿estamos remando todos a la vez en la misma dirección? Los datos están ahí, y nos dicen que aún hay que trabajar mucho para conseguirlo.

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