Puerto Rico Ilustrado (7 abr. 1917)

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n AÑO VIII

PUERTO RICO ILUSTRADO.

NUM. 371

Revista Sema nal.

SAN JUAN, P. R. ABRIL 7 DE 1917.

Del expansivo hablar Un hombre reservado y silencioso es un animal raro en la sociedad, porque no existen muchos ejemplares de su es

pecie. Lo común es el hombre gárrulo y expansivo que habla de sus cosas sin el menor empacho, como si importasen a todo el mundo. A primera vista esto parece.consolador, porque nos muestra bajo un amable aspecto la naturaleza humana. Cualquiera''creería, al ver eso, que semejante expansión mútua estable ce y afirma una estrecha solidaridad en tre todos los hombres. Pero bien mira

do no es asi. En el fondo, esa tendencia

comunicativa proviene del miedo y el egoísmo, en la generalidad de los casos.

.

Primero, nos intimida el soportar solos la carga de nuestra vida interna, como si tdmiésemos doblarnos bajo su peso. Después, nos alivia y complace que otros reciban una parte de ella porque asi nos parece que caminamos con mayor de sembarazo y nos sentimos menos cohi

bidos en nuestras ambiciones materia-, les.. Para esto si que son parcos en el hablar—quiero decir, en el hablar con fiado y expansivo—los innúmeros miem

bros de esa inmensa familia que se de nomina vulgo. Y también por egoísmo y por miedo. ¿ De qué ? Del antagonis

ta, del concurrente, del competidor. Pa ra esas gentes, comunicar un secreto

ageno o propio; externar un pensa

miento—de cualquier clase que sea; no representa ninguna pérdida, porque eso

no se cotiza en el mercado. De aqui que, con toda nuestra prodigalidad de pala bras y la irresistible comezón que nos impulsa a confiarnos en nuestro pró jimo, tenemos bastante dominio de nos otros mismos para no damos sino a me dias y siempre en aquello que, a nuestro juicio, no pueda perjudicarnos. Cuando ahondamos en estos abismos con un aná lisis que nada perdona, siempre existe un más allá; es decir, siempre recibimos una nueva sorpresa en la consideración

de lo cobardes y egoístas que somos.

carece de ideas; por lo tanto, no puede dar expresión a lo que no conoce. Ade más, como tampoco tiene hábitos de so ciabilidad, le falta el estimulo extemo que le mueve a familiarizarse con los demás hombres, incluso los de su misma tribu. Habla, más bien, gruñe, sobre los actos elementales que se refieren por modo exclusivo a su conservación y a la de su especie. Nada más. Por eso no se estremece con su propia psicología, queriendo, para evitarlo, com partirla con otros. Y como está despro visto de ambiciones, tampoco le ator menta la insaciable sed del egoísmo. Tampoco siente vanidad—la ostentosa vanidad europea que nosotros, los na

Con el salvaje ocurre lo contrario. Es

de (jivilización, debiera tender a crear y aclimatar ese super-hombre para dar otro colorido al mundo y a la vida. Por

que,' a la verdad, lectores míos, lo que hoy se mira es demasiado basto.' ¿ Que réis mayor rudeza y mayor aspereza que la de ese expansivo hablar por cobardía, por vanidad y por egoísmo?

Después de todo, ¿cómo se viviría en la tierra si cada hombre permaneciese recluido dentro de su torre interior? Se

cidos en este hemisferio, mostramos por herencia y por origen. ¡Y yo que me olvidaba de la vanidad!' Sí, hay que co locarla junto a sus dos hermanos, la co bardía y el egoísmo, porque casi siem pre anda con ellos. Y es que también

guramente, muy mal...

somos propensos a deslumhrar a nues tros oyentes con la exhibición de los

ra

bienes intelectuales y morales que pre

do, hablando, llega un día en que nos da mos cuenta de que no debemos llevar a

sumimos' llevar\bajo el forro de nuestra piel. Que sepan que nosotros' sabemos sufrir; que sepan que nosotros sabemos

Nos pondríamos tristes. Nos volvería mos huraños. Nos haríamos insociables.

De cualquier manera,es preferible el ha blar expansivo, aunque no venga de cla fuente, al semi-absoluto no ha blar. Poco a poco se progresa, y hablan

todas partes nuestro clisé individual es

pensar; que sepan que nosotros sabemos

tereotipado en nuestros labios. Primero

alegrarnos o entristecernos a tiempo,

echamos de ver que es falta de cortesía.

con las cosas que a nuestro juicio me recen ser celebradas o ser lloradas. Si, que se sepa; que lo sepan... Pero que

Después, que arguye inmodestia. Luego,

que revela un amor a nuestro yo lindaín-

queden bien callados y bien ocultos, bajo

te con el ridiculo. Más tarde, que indica

triple cerrojo, en el arcano de nuestra conciencia, todos nuestros atentados de

falta de cultura, o de ideas, o de mate

pensamiento, y si es posible, de palabra y obra, contra la deuda de amor que principiamos a contraer con el mundo

desde el propio momento en que naci mos.

ria prima para tener de qué hablar. Mu cho más tarde comprendemos con dolor de nuestra alma, que hemos representa do la comedia de la expansión simpáti

ca, por vanidad, por egoísmo y por mie do. Hénos aqui en la primera jornada del camino de Damasco. Y por último,

¿Cómo reconocer un alto y noble pro pósito en la fraternidad comunicativa

del hombre con el hombre? Es muy sen cillo. Observad bien. Veréis ese sello en aquel que nunca os habla de sí mis mo, de aquel que no cuenta nada de si ni al amigo, ni al hermano, ni a la ama

da, ni a la esposa; que tampoco hace esto con los hijos, con el autor de sus huraño, esquivo, y para nada le preocu pa la pequeña y vacilante llama que lle va dentro de si, ni por lo que él piense (le ella, ni por lo que tocante a ella pien

necesario cultivarlo, como se cultiva una planta de selección, con todos los recur sos del arte, del sentimiento y de la cien cia. Digo más aún: el esfuerzo primario

días, con su propia madre, y que al pro ceder en esa forma se interesa por todo

lo que vive, para ayudar, para consolar, para redimir, ¡ y tanto como necesita mos todos de ser ayudados, y consola

sen otros.

dos y redimidos! Por Dios y mi ánima os juro que el tipo ese tan sorprendente

Se ha dado una explicación corriente del hecho. El salvaje—juzgan los sabios—

y bizarro se halla más cerca de la divi nidad que el común de los mortales. Es

surge en nuestro espíritu el anhelo de hablar del prójimo en quien nunca ha bíamos pensado, para ver si podemos serle útiles siquiera una vez.

Cuando aparece como una aurora ra

diante en nuestro espíritu, la compren

sión y la práctica del sacrificio, entonces cesa el expansivo hablar... Cesa. Porque toda palabra es ruda, torpe y vana, ante

la magestad suprema del corazón, que asoma a nuestros labios.

Eugenio ASTOL Abril, 1917.

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