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RIGO ILUST
Revista
LEER, PENSAR. Los filósofos de todas las escuelas conce-
den una gran importancia
a la meditación
y la lectura, por el papel que desempefan en la cultura intelectual del hombre.
Los idealistas van un poco más allá: es preciso tleer», es necesario £pensar?, sí
se anhela abrir vastos Ereso del espíritu.
horizontes al pro-
Todavía el ejercicio del pensamiento es de
un interés más inmediato que el de la lectu-
FA y su esferade acción mucho más exten-
sa, porque está dentro de los medios de todo el mundo. Se puede vivir sin leer;no se pue-
de vivir sin pensar.
Existen personas que
no pueden sdquirir líbros; no hay ninguna 74 menos de tener el cerebro enfermo-que no pueda pensar algo sobre cualquier cosa.
De intento he subrayado esos dos verbos
fundamentales, porque ambas funciones, la
de leer y la de pensar,no son en realidad tan
fáciles como a primera vista parece. ¡Saber
leer! ¡saber pensar! ¡Cuán pocos son los indivíduos que hacen esto a conciencia! Y sin
embargo, ¿quién no piensa? ¿quién no lee? La característica de la civilización con-
temporánea es
el aumento
prodigioso de
periódicos y libros. La barstura corre parejas con la producción. El que no se ins-
truye es porque no quiere, ya que las ediciones económicas circulan por todas partes y no hay huertos vedados para la hoja impresa. Porlo tanto,se lee musho. Cualquier hombre culto de nuestros días puede
leer en un mes más de loque leyera Aristó.
teles durante
un año.
Lo
que se explica
fácilmente sí tenemos en cuenta que en tiempos del filósofo de Estagira los líbros
se copiaban a mano-—uno por cada amanuense-——y hoy una sola máquina imprime los volúmenes por cientos de millares.
De todo ello se deduce que la lectura,
en el orden intelectual, es el ejercicio más asequible en esta época de difusión del pensamiento. Sin embargo, lo que se
gana en
cantidad de
en cuanto atañe a la de aquello que se lee
lectores,
se pierde
observación atenta De cada cien lec-
tores uno medita lo que ha leído y los demás no se toman el trabajo de estudiar los conceptos ni de releer sus páginas. Libro leido, libro olvidado para siempre. Se lee por mera distracción. O para borrar de la memoria algún disgusto. O para proveerse de datos en un
momento
dado.
O para rellenar la mente de hechos varios, a fin de no aparecer como un igno-
rante en las tertulias con los amigos. Ahora bien; leer, lo que se llama “leer»,
no es nada de eso. Leer es penetrar en la médula de un libro cualquiera, para asi-
milarse su enseñanza sí es un libro de ciencia, o para vibrar al unísono con el
alma del autor, sí es un libro de arte. a fin de obtener ambas cosas fuerza
Y es
detenerse en cada concepto para sacar de 6l loque pudiéramos denominar su quin-
ta esencia, y después, meditar sobre esto. Porque la experiencia nos enseña que sólo
meditando se encuentran las ocultas rela-
Sernanal!.
clonesde las cosas. Un escritor nunca expresa más de la mitad de lo que piensa, porque ningún lenguaje humano,
por depu-
raque do sea, puede dar la medidade lo que
bulle en nuestro mundo interior. Por lo general sólo llegamos a su geririas, y al lec-
tor perspicaz le toca descubrir, “leyendo entre líneas», todo aquello que el autor sólo
pudo dejar entrever. Y un descubrimiento de esos es una verdadera conquista, que enriquece
nuestra
mente
y
amplias
sus
facultades de capacidad y comprensión En último análisis, ese y no otro es el
objetode la lectura: formar hombres de pensamiento. Un gran lector puede devo-
rar muchos libros; abarrotar su memoria de sucesos, de nombres, de fechas...; y a la postre nada habrá obtenido de provecho para él y para los demás. Lo que bay que
obtener son ideas, trabajar sobre nuestra
Y esto, sólo a título de
ellas,
riqueza
para ir elaborando
mental.
Poner en orden
a plena luz los pensamientos que en nues:
y
tra mente yacen confundidos, sin harmó-
nicas gradaciones, como prendas varias en
el cubil
de un usurero,
y aprender,
por es-
ta forma, a pensar con nuestro propio eri-
terio,no para el goce de la vanidad propia,
sinó a fin de hallarnos más capacitados para servir donde quiera que sean necesarios
nuestra opinión o nuestro consejo.
esto se consigue mejor leyendo
Todo
detenida -
mente dos o tres libros medulares, que no una biblioteca, sin método para la ad-
quisición
de conocimientos y sin un firme
propósito de seleccionar lo que se les. La divulgación
del libro y
lo apremian-
te de la vida moderna son dos causas, a mí entender, que influyen de una manera po-
derosa en las lecturas superficiales. Tarn. bién influye en ello el absorbente dominio
de la prensa periódica. Se publica tanto, y se habla de tantas cosas a la vez, que
"la impaciencia aguijones y consume al eurioso lector. Hay que leer de prisa para
impregnarse de todo lo que se pueda. Pero no basta una vida entera para ponerse
al nivel del movimiento
editorial
de nues-
tros días; ni aún toda una existencia,
in
vertida casi en leer. Luego, se vive dema.
siado aprisa. Elmundo es cada vez más complejo, y nos solicita por todos lados, robando nuestras horas a la meditacióny al
estudio
La fiebre de la acción nos invade
y las luchpor asel pan son cada vez mayores y más difíciles. La competencia indus-
trial, la política, los conciertos, los teatros,
los museos, los deportes, el «flirt»...; toda esas novedades que no conocieron nuestros padres en su amplia extensión actual-—ex
cepción hecha de la última— presentan a nuestros ojos, como figura de un arcáíico
ensueño,
la silueta del monje
benedictino,
que en la soledad de su convento,
dejaba
deslizarse lentamente sus horas sobre
viejos infolios.
natos -—que son
Los que no son los más—
buscan,
los
lectores pues,
el libro corto, y aún así, procuran escoger
lo más substancial del mismo, dejando sin
leer el resto,
Y como los
periódicos, los
grandes rotativos a la moderna,
ofrecen
emplear
ningún medi de expresi oón.
El
pensar a solas y con los ojos vueltos hacia
adentro, que es el pensar por antonomasia, pensar solitario y mudo, .que se recon sí mismo cenentra