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El regalo de luz: Jesucristo
Llegó el Salvador: El Salvador que trajo luz a la oscuridad, el Salvador que trajo gracia a los que no tenían, el Salvador que trajo esperanza a los desesperanzados.
El nacimiento del Salvador como un niño en un pesebre, nos recuerda la razón de Su llegada: necesitábamos un Salvador. La humanidad estaba perdida y no podía encontrar el camino para conocer verdaderamente quién es Dios; no podía entender la profundidad de Su amor y Su gracia. Entonces, el Dios de los cielos envió a Su Hijo unigénito para demostrarnos la anchura, la altura y la profundidad del amor de Dios
Su llegada nos trajo el ministerio que describe Pablo en 2 Corintios 4:1-6:
“Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”.
Cristo vino a declarar la gloria de Dios Padre. Cristo vino para iluminación del conocimiento a aquellos que no podían comprender plenamente quién es Dios. Cristo vino a traer luz a las tinieblas. Cristo vino a darnos el don de la gracia para que también nosotros podamos compartirlo con un mundo que necesita conocer a Dios.
Pablo dice que Dios “resplandeció en nuestros corazones para iluminación”. Se nos ha dado la luz para que a nuestra vez seamos luz. No es para retenerla, aunque la hayamos recibido. Tampoco es para colocarla debajo del almud. Esta luz es para que seamos iluminación del conocimiento de quién es Dios en Jesucristo a un mundo que necesita conocerlo.
Nuestro mensaje no es uno de autogratificación, autoglorificación o autoexaltación. Nuestro mensaje es de gratificación al Padre, glorificación a Dios y exaltación al Rey de reyes y Señor de señores, con la esperanza de que “les resplandezca [a los perdidos de este mundo] la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. Cuando el [Rey] es exaltado, Juan 12:32 dice que ha prometido atraer a todos hacia Él.
A través de esta exaltación, la verdad de quién es Cristo es manifestada [al mundo]: un Salvador que nació para redimir a la humanidad del pecado y de la separación de Dios, y para iluminación del conocimiento de quién es Él. Así que, debemos predicar la Palabra con propósito, para que imparta vida en las vidas de los demás, demuestre gracia a los que no la merecen, limpie toda vergüenza y remordimiento, y llene de esperanza y seguridad.
Tenemos un ministerio. Por lo tanto, continuemos compartiendo el ministerio del evangelio de Jesucristo. El regalo que tenemos que dar es este ministerio—esta esperanza—que Cristo nació, murió y resucitó para que nosotros también tengamos vida y vida en abundancia.
Seamos luz en la oscuridad— la luz de Jesucristo. Él es nuestra luz y nuestra esperanza.
