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Un legado navideño de familia y fe
Las Navidades en el estado de Veracruz, México, fueron para mí una temporada maravillosa para visitar a mi familia, aprender sobre mis raíces étnicas y la cultura de mi familia. Nací en el seno de una familia de la Iglesia de Dios de la Profecía por parte de madre y padre, por lo que nuestras Navidades son diferentes a las de otras familias mexicanas. En el centro de la ciudad natal de mis padres, Tres Valles, se pueden ver las numerosas y maravillosas decoraciones en la plaza de la ciudad y los escaparates de las tiendas. Se pueden escuchar canciones navideñas que salen de las casas y los negocios. Es un maravilloso despliegue de colores, luces y sonidos.
Mientras que la mayoría de las familias mexicanas celebraban las tradicionales posadas e iban a misa vespertina, cada Nochebuena, mi familia y yo íbamos a nuestra iglesia local para un servicio especial de Nochebuena en el que nuestro pastor predicaba sobre la maravillosa venida de nuestro Señor y Salvador, y los miembros de la iglesia compartían testimonios de las cosas maravillosas que Dios había hecho en sus vidas. Después de pasar tiempo en comunión con nuestros hermanos y hermanas en la iglesia local, nuestra familia de más de 30 tías, tíos y primos se dirigía a casa de mi abuela paterna para disfrutar de la cena de Navidad.
Como nuestra matriarca principal, su casa era siempre nuestro centro de reuniones. Como familia nos sentábamos a la mesa, orábamos por los alimentos y dábamos gracias por permitirnos pasar tiempo juntos. Disfrutábamos de una deliciosa cena de pavo con otros platillos, y de postre disfrutábamos del tradicional manjar y las hojuelas. Mientras disfrutábamos de nuestra comida compartíamos recuerdos, nuevas historias y algunas bromas.
Mi abuela ya ha fallecido, pero aún recuerdo lo acogedora que era su casa y cómo elegía decorar su árbol de Navidad con diversos tipos de dulces, chocolates y paletas. ¡Así se aseguraba de que sus nietos le ayudaran a quitarle los adornos al árbol!
No puedo hacer un recuento de una “Navidad mexicana tradicional” porque la mía fue muy diferente, y me alegro de ello. A través de mi abuela, mis padres, mis tíos y mis primos, aprendí a celebrar la temporada por su verdadero propósito: nuestro Padre celestial nos ama tanto que envió a su único Hijo a venir a este mundo, sufrir y morir por nuestros pecados. ¿Qué mayor regalo podríamos desear?
¡El Departamento Mundial de Lenguajes les desea felices fiestas!
