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La luz de la Navidad
Generalmente, llega en noviembre. A veces un poco antes, cuando el frío y el acortamiento de los días nos hacen contar dolorosamente cada segundo caminando por las calles. A veces, un poco más tarde, cuando sólo se oye hablar del frenesí navideño. Pero una cosa es segura: cuando llega diciembre, las ciudades de Francia se visten de gala. Justo cuando se ha perdido toda esperanza de ver el sol y los tonos grises tiñen nuestros días, la luz comienza a brillar. Caminar normalmente por las calles se convierte en una emoción para todos cuando los adornos navideños invaden la ciudad. Niños pequeños y ancianos detienen su camino atareado para maravillarse ante el nuevo resplandor de su ciudad. Magníficas luces cubren nuestros edificios y nos guían durante las largas noches. Ya sea un brillante árbol de Navidad o un lienzo de estrellas sobre nuestras cabezas, estas luces brillan a través de la oscuridad como un símbolo de lo que es la Navidad: la llegada de una luz que aleja la oscuridad, la llegada de una luz que transforma nuestra perspectiva al mirarla y a través de ella: de lo malo a lo bueno, de lo mundano a lo glorioso, de la desesperanza a la vida; la llegada de una Luz que nos dice que aunque el invierno permanece, no tenemos que atravesarlo a oscuras.
