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La Navidad, un sacerdocio social

…y llamarás su nombre Emanuel”. (Mateo 1:23)

Cuando los magos llegaron a donde estaba el niño Jesús, se dieron cuenta de la importancia y el impacto de Su venida al mundo. Él era y es el Mesías que salva a todos los pueblos sin distinción de raza, origen, sexo o estatus social. Su nacimiento confirmó el cumplimiento de la profecía tan esperada; despertó mucha esperanza y fortaleció la fe. El nacimiento de Jesús en Belén fue el inicio terrenal del evangelio que aún sigue siendo predicado en nuestros días.

La Navidad que celebramos entre nosotros es un sacerdocio de todos los cristianos y pueblos. Los villancicos que cantamos y las profecías celebratorias que leemos, es una proclamación del gran mensaje de salvación para la humanidad. Esto no tiene que ver con un pastor o evangelista, misionero o ministro; es la unión de todos en un mismo espíritu para formar un solo ejército para la salvación, sanidad y bendición de las naciones. A diferencia de Herodes, que juntó a los escribas y sacerdotes con un propósito malvado, la Navidad abre las puertas y deja entrar a todos para que experimenten el verdadero gozo que viene de conocer a Cristo.

En la cultura social popular, sobre todo en la República Democrática del Congo, el nacimiento de un niño es un acontecimiento especial. Es una alegría para toda la familia; los aldeanos se emocionan al ver al recién nacido y celebran su llegada al mundo. La gente prepara comidas y regalos para la madre y el niño; los obsequios también benefician a otros miembros de la familia. En las zonas urbanas, la familia extendida de los padres se prepara antes que la madre y el recién nacido sean dados de alta de la sala de maternidad. [Para la ocasión], también se invitan a personas cercanas y lejanas e incluso a extraños. La gente se reúne en la casa del recién nacido para estrecharle la mano, cargarlo en brazos, acariciarlo y bendecirlo. En ocasiones la celebración se va de las manos.

En nuestras iglesias locales, el pastor y el comité de la iglesia hacen un presupuesto para estos eventos e invitan tanto a inconversos como a los miembros de iglesias hermanas. También se llevan a cabo bautismos y se administra el pacto, el lavatorio de pies de los santos y la Santa Cena. A menudo, los invitados [inconversos] responden de manera positiva. El servicio también incluye un mensaje poderoso. En ocasiones las hermanas de la iglesia preparan comida y refrescos para todos los asistentes. Estos acontecimientos, como la Navidad, anuncian el mensaje del evangelio a todos los que participan.

En casi todo mi país celebramos la Navidad, cristianos y no cristianos por igual, y es un gran acontecimiento que fortalece las relaciones interpersonales y trae reconciliación. Sin embargo, para los cristianos es una celebración muy distinta, porque el nacimiento de Jesús le trajo al mundo beneficios únicos. Si Jesucristo no hubiese nacido, no habría evangelio, ni Pentecostés, ni Semana Santa; el cristianismo no existiría. La Biblia no habría visto la luz del día, ni tampoco existirían la iglesia y las distintas denominaciones. Las tinieblas espirituales se habrían apoderado del mundo entero, y la vida eterna en el paraíso no habría sido una esperanza para los seres humanos. La Navidad trajo a Dios a la tierra con Su amor: Emanuel, Dios con nosotros. Nuestras iglesias locales, en específico, deberían celebrar la Navidad porque es una puerta que se abre para que la gente escuche el mensaje salvador que comenzó en un pesebre. La Navidad trae el gozo que alimenta la esperanza y confirma la promesa de la salvación eterna por medio de Emanuel. Aquellos que rechazan la Navidad todavía no han experimentado el poder del mensaje de Belén. La Navidad es el nuevo cántico que cambia los corazones; es el poder y la grandeza del pesebre que derriba barreras, desaparece fronteras y fortalece la esperanza de esta salvación para todos en Jesucristo.

JOSEPH BATUBENGELE | TRADUCTOR INDEPENDIENTE DE FRANCÉS PARA EL DEPARTAMENTO MUNDIAL DE LENGUAJES
Joseph Batubengele nació en Lubumbashi, República Democrática del Congo. Es licenciado en gestión de personal y organización administrativa del Instituto Superior de Gestión de Personal y diplomado en inglés de la Escuela de Lenguas Modernas de la Universidad de Kinshasa. Ha sido miembro de la Iglesia de Dios de la Profecía en la República Democrática del Congo durante veinte años, fue su secretario y traductor nacional, subdirector nacional de formación y pastor asistente encargado de la administración en la iglesia local de Masina Q.3. Actualmente trabaja con el Departamento Mundial de Lenguajes en las oficinas internacionales de la Iglesia de Dios de la Profecía como traductor independiente. Está casado, es padre de siete hijos y abuelo de diez nietos. Actualmente viven en Kinshasa, República Democrática del Congo.
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