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Esperar con Simeón
Descubriendo la esperanza, la paz, el gozo y el amor del Adviento
La Navidad es realmente la época más maravillosa del año. Durante este tiempo no solo recibimos regalos de nuestros seres queridos, también y más importante, es la oportunidad que tenemos de recordar el regalo más grande que Dios nos envió. Las iglesias celebran el Adviento antes del día de Navidad. Mientras que para algunos este es un tiempo que precede a la Navidad, en esencia es un tiempo de espera y preparación para la celebración del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. A mí me gustan los calendarios de Adviento; incluso tengo uno donde me siento a disfrutar mi café cada mañana. [Me encanta] sacar el pequeño confite de chocolate y disfrutarlo con mi café cada mañana antes de la Navidad. Sin embargo, no podemos olvidar que la esencia del [término] Adviento es la espera y preparación antes de la celebración del nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
La historia de Simeón, en el [Evangelio] de Lucas, nos ofrece un hermoso recordatorio de lo que significa esperar. El tema de esta historia es sencillo: esperar con expectativas y esperanza. Le invito a contemplar brevemente la historia de Adviento de Simeón.
Esperanza
Al igual que el resto de Israel, Simeón vivió a fines de los 400 años de silencio entre el Antiguo y Nuevo Testamento. Durante este tiempo, no se registró ninguna profecía. Israel estaba bajo el dominio del imperio romano. En otras palabras, los israelitas vivían cautivos y necesitaban a un Salvador. Muchas profecías decían que el Mesías vendría a liberar al pueblo de Israel; Él los rescataría. Ciertamente el Mesías vino a rescatar al mundo, pero no solo a los israelitas de los romanos; también vino a traerle salvación a toda la humanidad. Como cualquier otro israelita, Simeón también esperaba ver al Mesías. Él vivía con la profunda esperanza de la promesa de Dios de que el Salvador vendría a redimir a Su pueblo. Esta era una esperanza viva por medio de la oración, la fe y la anticipación. El Adviento de Simeón comenzó con la esperanza que le recordaba la promesa de Dios.
Es importante señalar que después de algún tiempo, Simeón recibió una respuesta del Espíritu Santo. “Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor”. (Lucas 2:26) Dios no lo había abandonado; estaba con él. Dios le mostró su fidelidad porque siguió esperando en Su promesa. Esta no era una simple promesa que sus antepasados habían recibido; Dios se la dio a él personalmente.
Al igual que Simeón, le invito a poner su esperanza en la fidelidad de Dios. Le invito a comenzar este tiempo de Adviento confiando en que Dios cumplirá Sus promesas. Pero más importante, el Adviento le invita a esperar el tiempo de Dios. A menudo, el tiempo de Dios es diferente del nuestro; pero en la espera, quiero recordarle que las promesas de Dios son “Sí” y “Amén” (1 Corintios 1:20). Él no nos abandonará.
Paz
Simeón comenzó su oración sobre Jesús, diciendo: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en PAZ, Conforme a tu palabra” (Lucas 2:29, énfasis añadido). No es casualidad que Simeón conociera a Jesús en el templo, y no porque fuera un sacerdote muy importante. Dios se lo concedió porque el Espíritu seguía estando con él. El Espíritu lo llevó, y Simeón respondió a Su guía. Simeón pudo experimentar la paz porque simplemente siguió confiando en que Dios cumpliría Sus promesas. Además, la paz fue también una respuesta a su oración. El Mesías que Simeón vio no era el mismo que la gente esperaba ver. Jesús era un recién nacido. La historia de Simeón nos recuerda una vez más que la verdadera paz viene de Dios, Yahveh. La paz no viene de nuestro propio entendimiento o de nuestras propias expectativas. La verdadera paz viene cuando obedecemos al Espíritu Santo, como lo hizo Simeón. Durante el tiempo de Adviento, Simeón experimentó la paz que viene de Dios y no de sus propios deseos. Su historia nos recuerda la profecía sobre Jesús en Isaías: Jesús era el Príncipe de paz
Gozo
Nunca olvidaré la primera vez que abracé a mis bebés. Además de experimentar paz, mi corazón se llenó de gozo. Me imaginó cómo se sintió Simeón al sostener en sus brazos al recién nacido Jesús, sabiendo que era el Mesías prometido. Las Escrituras dicen que su corazón rebosó de gozo y comenzó a alabar a Dios. No dicen cuántos años tenía Simeón, pero la mayoría de los biblistas creen que no era tan joven. Pero independientemente de la edad, Simeón era parte de una nación que anhelaba una respuesta de Dios. Ahora aquí estaba él, de pie sosteniendo la respuesta a sus oraciones; pero no solo las suyas, también las de su pueblo. Había llegado el Salvador. Dios es fiel.
La tercera semana de Adviento nos ofrece la oportunidad de abrazar nuevamente el gozo de que Cristo, el Salvador, ha nacido. La promesa ha llegado. El gozo de Simeón nos recuerda una vez más que, al igual que la paz viene del Señor y no de las posesiones de este mundo, el verdadero gozo viene de Dios. Mientras reflexionamos sobre la fidelidad de Dios durante este tiempo de Adviento, es mi oración que Él llene nuestros corazones de gozo y reboce en cada área de nuestras vidas. Mi anhelo es que rebocemos de gozo para que la gente siga viendo a Cristo en nosotros en todo tiempo.
Amor
Como mencionamos anteriormente, Israel como nación esperaba un libertador que los salvara del imperio romano. Pero cuando Simeón vio a Jesús, entendió que este Mesías no era solo para la nación de Israel, sino también “…salvación [que Dios había] preparado en presencia de todos los pueblos…luz para revelación a los gentiles…” (Lucas 2:30-32). Simeón experimentó una transformación en su corazón. Su clamor es una oración de testimonio de que el amor de
Dios es para todos los pueblos. El Mesías que él esperaba no era solo para Israel, sino también para toda la humanidad. El Adviento termina con el tema del amor, celebrando el amor incondicional de Dios a través del sacrificio de Su Hijo, Jesucristo. La historia de Simeón nos recuerda que Dios ama a toda la raza humana. Cristo murió por todos los seres humanos que habitan en el mundo. Dios ha derribado las barreras que el enemigo levantó para separar a los pueblos. Su amor alcanza a toda la humanidad, no solo a Israel. El Adviento nos invita a pensar qué podemos hacer para ser la sal y la luz del amor de Dios para este mundo.
Sin duda alguna, la historia de Simeón capta la esencia del Adviento. Sus versos describen el tiempo de espera, la paz que viene con la presencia de Dios, el verdadero gozo que podemos experimentar a través de Cristo y el amor transformador de todas las personas. Espero que durante este tiempo, usted pueda experimentar la esperanza, la paz, el gozo y el amor que Simeón experimentó en su vida. No meramente como una tradición o un tiempo que precede a la Navidad, sino como un período de transformación en nuestras propias vidas y como una preparación para la celebración del Mesías.
Durante este tiempo, recordemos que el propósito de la Navidad no es únicamente celebrar el nacimiento de Cristo, sino también dejar que la presencia de Dios continúe transformándonos continuamente.
