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Avivamiento: De regreso a Pentecostés

Cuando oramos por avivamiento, mi mente regresa a los inicios de nuestro movimiento y a cómo Dios comenzó a inquietar el corazón de un grupo de creyentes para que le buscaran y fueran Su iglesia. Leemos las palabras de A.J. Tomlinson en El último gran conflicto donde habla acerca de un llamado a regresar a Pentecostés y de cómo el Espíritu Santo fue derramado sobre 120 personas en ese gran día, poniendo en marcha el plan de Dios que continuaría hasta que fuera completado.

Fue un derramamiento poderoso, que sacudió a la ciudad entera de Jerusalén. Ese día se añadieron tres mil personas al cuerpo de creyentes. Después de esto hubo otra reunión de almas en donde cinco mil hombres además de mujeres y niños fueron añadidos al cuerpo de creyentes. Estos creyentes “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros…” (Hechos 2:42).

Aunque éstos que fueron añadidos provenían de diversos orígenes, creencias, y posiblemente tradiciones, el poder de Pentecostés cambió completamente sus corazones y mentes acercándolos a la unidad de la fe y poniendo en ellos la urgencia de compartir el evangelio. Este grupo de creyentes vino a ser uno en Espíritu y uno en doctrina.

La historia de nuestro movimiento registra que un grupo de creyentes se reunió en las montañas de Carolina del Norte para orar y con ferviente intención de ser la iglesia del Nuevo Testamento. Tenían deseo de conocer lo que significaba ser la Iglesia de Dios tal como la describe el Nuevo Testamento. De este deseo de ser uno en Espíritu y uno en doctrina, ellos también experimentaron un gran derramamiento del Espíritu Santo.

A.J. Tomlinson, con el deseo de ver un avivamiento de almas siendo salvadas, escribió estas palabras en El último gran conflicto:

…Nos falta para llegar a la plenitud de Pentecostés, aunque ciertamente tengamos la llenura e inhabitación del Espíritu Santo. Realmente tenemos la [evidencia] del bautismo del Espíritu Santo, y no hay duda sobre esa parte de Pentecostés, pero tenemos que reconocer que todavía nos falta la conversión de los tres mil y la de los cinco mil bajo un sermón de un Pedro. Además, no hemos alcanzado todavía la unidad en doctrina, ni tampoco somos perfectos en la comunión. Y en cuanto a la propagación de este glorioso [e] vangelio hasta lo último de la tierra, por decir lo menos, tenemos de frente una obra de gran magnitud.

Las personas se están conformando con estar sin las lenguas repartidas, como de fuego, posándose sobre cada una de ellas. Multitudes de ellos están declarando que nunca podremos lograr la unidad o la unicidad de doctrina; y por eso no están haciendo ningún esfuerzo por enseñarla ni por hacerla realidad. Y otros se glorían por un avivamiento en el cual se convierten veinte o treinta personas en el transcurso de una campaña de dos o tres semanas, y se contentan con no esforzarse y contender por los tres mil o cinco mil convertidos bajo un solo sermón.

Tal vez haya unos pocos que busquen salvar las almas y propagar el evangelio de nuestro Señor a todo el mundo en esta generación, quienes están gimiendo, llorando y pidiendo insistentemente al Señor que les permita regresar a Pentecostés, y todo lo que eso implica. ¿Pero acaso hay alguno que esté dispuesto y sea capaz de hacer los sacrificios y esfuerzos que serán necesarios para alcanzar la plenitud de Pentecostés?

Muchos se lo están perdiendo, y están retrocediendo por completo…Su primer amor y entusiasmo se desvanece, y pronto retroceden a sus filas antiguas, y el mundo pentecostal termina perdiéndolos de vista. Se les tuvo una vez por líderes, pero pronto serán olvidados, y serán reemplazados por otros en quienes Dios pueda confiar.

Amados, nos enfrentamos a un gran problema…O volvemos a Pentecostés en su plenitud… o nos secaremos como una hoja, y nos marchitaremos y finalmente terminaremos perdiendo nuestra conexión con la vid (Jesús), y seremos arrebatados por el primer ventarrón de otoño, o por el primer ventarrón de la gran tormenta de la tribulación que habrá de desatarse con tremenda furia sobre esta generación sumida en la idolatría, los placeres y la maldad.

Tenemos algo más que hacer…No se atreva a quedarse esperando en el umbral. Usted deberá empujar para entrar, o de lo contrario usted se verá empujado fuertemente hacia afuera. Pero las personas se conforman con estar sin las “lenguas como de fuego” asentándose sobre cada una de ellas. Están satisfechos y contentos sin la unidad de la fe y sin una doctrina para todos. Se conforman con estar sin los tres mil a cinco mil convertidos bajo un sermón. Están satisfechos con que este Evangelio no vaya por todo el mundo como testimonio, en nuestros días. La empresa es demasiado grande.¹

Tenemos mucho trabajo por hacer. Hemos recorrido un largo camino, pero aún nos queda mucho por recorrer. Como dijo el obispo Tomlinson, debemos “volver [a] la plenitud de Pentecostés”. ¿Nos hemos conformado con lo que hemos alcanzado, o deseamos más? ¿Se ha desvanecido nuestro fervor? ¿Se ha convertido la pasión de nuestro Pentecostés personal en una visión trasera de nuestra vida?

Volvamos a la plenitud de Pentecostés. Entreguémonos al poder del Espíritu Santo para que obre en nosotros. Entonces, cuando el Espíritu de Pentecostés sea derramado, un gran avivamiento será inevitable. Un gran avivamiento surgirá cuando el Espíritu de Dios se mueva sobre Su pueblo y ellos respondan en obediencia. Una vez más, que el fuego de Pentecostés sea derramado sobre nosotros y nos consuma mientras reconciliamos al mundo con Cristo por el poder del Espíritu Santo.

OBISPO TODD D. BAGLEY | COORDINADOR DEL MINISTERIO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ASISTENTE EJECUTIVO DE FINANZAS Y ADMINISTRACIÓN
Todd Bagley es el asistente administrativo ejecutivo del departamento de Finanzas y Administración de las Oficinas Internacionales y el coordinador del Ministerio del Patrimonio Histórico. Él y su esposa, LaJuanna, crecieron en familias de ministros y fueron misioneros en Alemania. Tienen dos hijos, Emilei y Ethan.
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